Esa constancia noble y generosa | |
que nunca ha desmentido | |
en dos lustros que cuenta | |
el mexicano audaz de cruda guerra: | |
ese sagrado fuego | |
que el patriotismo derramó en
su pecho, | |
y que a pesar de la contraria suerte | |
en los rudos
combates lo ha animado | |
a arrostrar los peligros y la muerte, | |
alientan mi esperanza y mi consuelo, | |
y harán mi
dicha cierta con la ayuda | |
que benigno me ofrece el justo
cielo. | |
Tres siglos su decreto irrevocable | |
a la coyunda
mi cerviz ligara | |
de la Europa feliz, que protegida | |
de Palas
y de Marte, | |
dos númenes excelsos y potentes, | |
vio
su poder del orbe respetado | |
y a mis pueblos sencillos e
inocentes | |
sucumbir a su yugo detestado; | |
pues aquella nación
impone leyes | |
y humilla altivos reyes | |
que a los afanes de
la guerra dura | |
sabe hermanar la ciencia y la cultura. | |
El
tiempo que girando | |
en su incansable rápida carrera, | |
ya el poder macedonio derribando | |
con su guadaña
cruda, | |
ya hollando la altivez de Roma fiera, | |
la faz del
orbe muda | |
quiso que esas benéficas deidades, | |
inspirando
al sencillo americano | |
a par del culto y bélico europeo, | |
viniesen a fijar nuevas edades | |
en la historia del mundo, | |
tornando de Colón el vasto imperio | |
a aquel antiguo
estado de ventura | |
en que lo puso próvida natura | |
y perdió en doloroso cautiverio. | |
De Washington y
Franklin los primeros | |
esfuerzos coronar al cielo plugo | |
para vengar del septentrión los fueros | |
y osados sacudir
el anglo yugo. | |
El hijo de Atahualpa y Moctezuma, | |
y el hijo
de Cortés y de Pizarro | |
sienten después el
divinal influjo | |
de libertad ardiendo en fuego vivo; | |
y a
par que el mundo al español bizarro | |
atónito
miraba | |
como del galo altivo | |
humillaba los ínclitos
pendones, | |
yo gozosa llenaba | |
de puras bendiciones | |
a Hidalgo,
a Matamoros y a Morelos, | |
que en heroicos afanes y desvelos, | |
de la nación hispana | |
no ya hija servil me proclamaban | |
sino amiga y hermana. | |
¡Honor, honor eterno | |
a su memoria
cual la miel sabrosa! | |
La cruel Discordia, el Fanatismo ciego | |
y otras furias salidas del averno | |
cortaron su carrera majestuosa; | |
pero del patriotismo el santo fuego | |
por ellos derramado | |
do quiera discurría, | |
y de su tumba helada se extendía | |
de Arauco hasta el confín jamás domado. | |
La
generosa Cádiz entretanto | |
sobrecogióse de
terror y espanto | |
y sus excelsos muros retemblaron, | |
al acercarse
en ominoso carro | |
la infanda tiranía, | |
que con cetro
de hierro dirigía | |
las numerosas huestes que previno | |
para oprimirme más, doquier llevando | |
muerte y esclavitud,
y que la suerte | |
empleó propicia en el feliz destino | |
de terminar mi esclavitud y muerte. | |
A Quiroga guerrero | |
concede el justo cielo la alta gloria | |
de derrocar con brazo
poderoso | |
al Despotismo fiero; | |
y a su clamor de libertad
divino, | |
respondió libertad el fuerte ibero, | |
libertad
el latino, | |
libertad el valiente lusitano, | |
y libertad en
fin el mundo entero. | |
Las sombras de las víctimas
ilustres | |
que fueron en mis aras inmoladas, | |
libertad, libertad,
clamando errantes, | |
alientan a los bravos mexicanos; | |
y encendido
su pecho generoso, | |
libertad, libertad, unidos claman; | |
y
tanto los devora el patrio celo, | |
que como estrellas cuenta
el ancho cielo, | |
y como el mar arenas, | |
a limar así
vuelan mis cadenas: | |
y uniéndose a los fieros escuadrones | |
que un tirano poder jamás domara, | |
restos preciosos
de la lid terrible | |
que el héroe de Dolores provocara, | |
forman nuevas legiones, | |
que bajo de caudillos inmortales | |
libertad, libertad, gritan ufanas, | |
al escuchar las voces
soberanas | |
que Palas con sus labios divinales | |
y el genio
de la guerra sanguinoso | |
que a mis hados preside, | |
dictaron
en Iguala al ardoroso, | |
al inmortal, al ínclito Iturbide. | |
Enfrenó su valor al Despotismo; | |
acalló su
prudencia los partidos | |
hijos del inflamado patriotismo, | |
que ciegos iban a rasgar mi seno; | |
y dio fin a mis llantos
y gemidos. | |