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ArribaAbajoDos pilluelos

Tú te los llevas a disgusto, lo sé. Son un par de pilluelos muy difíciles de domar.

-¡Qué tontería! -dijo el tío Jorge.- Vamos, prepáralos para el viaje y confía en mí.

Y Matilde y Germán bailaban alrededor de la mesa alegremente, pues su tío Jorge, que había ido a hacer una visita a la ciudad, disponíase a llevarlos al campo con él. Sin embargo, su madre no quería consentir en ello al principio, considerando que los chicos causarían molestias a su tío.

Al día siguiente, cuando estaban todos en la estación del ferrocarril, decía la madre, al tío Jorge, mientras le entregaba los billetes de los niños:

-Ahora, acuérdate, si no se portan bien, de facturarlos a casa enseguidita.

Durante todo un día Matilde y Germán lograron mantenerse muy quietos y formales. Pero al siguiente soltaron al puerco por el huerto de las coles; luego quisieron echar mano a una colmena y fueron picados por las abejas; rompieron una rama del peral; escondieron el azadón del jardinero y tiraron la avena del caballo.

El tío Jorge se veía obligado a seguirles constantemente para impedir que llevasen a cabo sus travesuras... Pero cuando la semana de campo terminó, les dijo:

-De veras siento que os vayáis, hijos míos, Me habéis hecho sentirme chiquillo de nuevo. ¡Adiós, simpáticos galopines!

Lámina 8

Y los dos niños, apenados por tener que abandonar aquellas diversiones que tanto les agradaban, despidiéronse de su tío, prometiéndose volver apenas su mamá les autorizara para ello.




ArribaAbajoPerdido y recobrado

¡Dorotea! ¡Tío Arturo! Damián se ha perdido y no podemos encontrarle por ninguna parte. Y María, llena de angustia, atravesó corriendo la arenosa playa y llegó sollozando hasta el sitio en que se encontraba su hermana.

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-¡Pronto daremos con él! -exclamó el tío Arturo levantándose para ir en busca del niño. Pero pasaron algunas horas sin que volviera el pequeño fugitivo.

Habían hecho una comida de campo en la playa y se había advertido a los pequeñuelos que no se perdieran de vista; pero Damián, excitado corriendo tras un insecto con su red de cazar mariposas, se extravió en su camino y vagaba en dirección para él desconocida.

Por fin, viendo la americana de un caballero sobre la arena, el niño, que estaba muy cansado, se tendió encima de ella y quedose dormido, con lo cual proporcionó una gran sorpresa al dueño de la prenda, al volver de su corto paseo. Aquel señor, que era un extranjero, pensando que era una lástima interrumpir el dulce sueño del niño, se sentó a su lado, esperando a que por sí mismo despertara.

Poco después, el tío Arturo llegaba corriendo por la orilla y pronto descubrió a su intrépido sobrinito, que les había dado un gran susto con su imprudencia.

¡Cuán contentos estuvieron todos cuando el tío volvió con el pequeño truhán a los montículos de arena!

Lámina 10



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