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ArribaAbajoEl alma del suburbio

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ArribaAbajoEl alma del suburbio



    El gringo musicante ya desafina
en la suave habanera provocadora,
cuando se anuncia a voces, desde la esquina
«el boletín -famoso- de última hora».

   Entre la algarabía del conventillo,  5
esquivando empujones pasa ligero,
pues trae noticias, uno que otro chiquillo
divulgando las nuevas del pregonero.

   En medio de la rueda de los marchantes,
el heraldo gangoso vende sus hojas...  10
donde sangran los sueltos espeluznantes
de las acostumbradas crónicas rojas.

   Las comadres del barrio, juntas, comentan
y hacen filosofía sobre el destino...
mientras los testarudos hombres intentan  15
defender al amante que fue asesino.
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   La cantina desborda de parroquianos,
y como las trucadas van a empezarse,
la mugrienta baraja cruje en las manos
que dejaron las copas que han de jugarse.  20

   Contestando a las muchas insinuaciones
de los del grupo, el héroe del homicidio
de que fueron culpables las elecciones,
narra sus aventuras en el presidio.

   En la calle, la buena gente derrocha  25
sus guarangos decires más lisonjeros,
porque al compás de un tango, que es «La Morocha»,
lucen ágiles cortes dos orilleros.

   La tísica de enfrente, que salió al ruido,
tiene toda la dulce melancolía  30
de aquel verso olvidado pero querido
que un payador galante le cantó un día.

   La mujer del obrero, sucia, y cansada,
remendando la ropa de su muchacho,
piensa, como otras veces, desconsolada,  35
que tal vez el marido vendrá borracho.
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   ...Suenan las diez. No se oye ni un solo grito;
se apagaron las velas en las bohardillas,
y el barrio entero duerme como un bendito
sin negras opresiones de pesadillas.  40

   Devuelven las oscuras calles desiertas
el taconeo tardo de los paseantes,
y dan la sinfonía de las alertas
en su ronda obligada los vigilantes.

   Bohemios de rebeldes crías sarnosas,  45
ladran algunos perros sus serenatas,
que escuchan, intranquilas y desdeñosas,
desde su inaccesible balcón las gatas.

   Soñoliento, con cara de taciturno,
cruzando lentamente los arrabales,  50
allá va el gringo... ¡pobre Chopin nocturno
de las costureritas sentimentales!

   ¡Allá va el gringo! ¡como bestia paciente
que uncida a un viejo carro de la Harmonía,
arrastrase en silencio, pesadamente,  55
el alma del suburbio, ruda y sombría!



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ArribaAbajoLa viejecita



    Sobre la acera, que el sol escalda,
doblado el cuerpo -la cruz obliga-
lomo imposible, que es una espalda
desprecio y sobra de la fatiga,
pasa la vieja, la inconsolable,  5
la que es, apenas, un desperdicio
del infortunio, la lamentable
carne cansada de sacrificio.
   La viejecita, la que se siente
un sedimento de la materia,  10
deshecho inútil, salmo doliente
del Evangelio de la Miseria.
   Luz de pesares, propios o ajenos,
sobre la pena de su faz mustia
dejan estigmas, de dolor llenos,  15
entristeciendo su misma angustia;
su misma angustia que ha compartido,
como el mendrugo que no la sacia,
con esa niña que ha recogido,
retoño de otros, en su desgracia.  20
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   Esa pequeña que va a su lado,
la que mañana será su apoyo,
flor del suburbio desconsolado,
lirio de anemia que dio el arroyo.
   Vida sin lucha, ya prisionera,  25
pichón de un nido que no fue eterno.
¡Sonriente rayo de primavera
sobre la nieve de aquel invierno!
Radiación rubia de luz que ärde
como un sol nuevo frente a un ocaso,  30
triste promesa, mujer más tarde
linda y deseada que será, acaso,
la Inés vencida, la dulce monja
de los tenorios de la taberna,
cuando el encanto de la lisonja  35
le dé su frase nefanda y tierna.
   -Ritual vedado de sensaciones
trágicos sueños, fiebres aciagas,
hostias de vicios y tentaciones
de las alegres jóvenes magas...  40
   ¡Que de heroínas, pobres y oscuras,
en esos dramas! ¡cuántas Ofelias!
Los arrabales tienen sus puras
tísicas Damas de las Camelias-
   Por eso sufre, la mendicante,  45
como una idea terrible y fija
que no ha empañado su amor radiante
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por esa hija que no es su hija.
   Más sus bellezas de renunciada
jamás del crudo dolor la eximen...  50
¡sin haber sido, siquiera, amada
se siente madre de los que gimen!
   Madre haraposa, madre desnuda,
manto de amores de barrio bajo:
¡es una amarga protesta muda  55
esa devota de San Andrajo,
que conociese sólo los besos
de rudos fríos en los portales,
como descanso para sus huesos
sólo le dieron los hospitales!  60
   Girón humano que siempre flota
sobre sus ansias indefinibles,
bondad enferma que no se agota
ni en las miserias irredimibles
que la torturan, sin un olvido  65
para sus lacras, para su suerte:
con la certeza de haber vivido
como un despojo para la muerte!
   Por eso, a veces, tiene amarguras,
tiene amarguras de derrotada,  70
que se traducen en frases duras
y dan en llanto de resignada;
pues nunca supo la miserable,
de amor alguno, grande o pequeño,
que la alentara, no le fue dable  75
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sobre la vida soñar un sueño.
   La dominaron los sinsabores,
que la flagelan como a inocente:
¡en la vendimia de los amores
fue desgranado racimo ausente!  80
   Fue la azucena sobre el pantano,
flor de desdichas, a libertarla
no vino nadie, no hubo una mano
que se tendiese para arrancarla.
   Sin transiciones, siempre vencida,  85
ni en el principio de su mal mismo
tuvo las glorias de la caída:
Su primer cuna ya era el abismo.
   Bajo un hastío que no deseara,
pasó su noche sin una aurora  90
sin que en la vida la conturbara
ni una impaciencia de pecadora.
   Y así, ha guardado con sus pesares,
como un reproche, que se refleja
en las arrugas, sus azahares  95
de nunca novia, de virgen vieja.
   Los años muertos sólo dejaron
esa agonía que no la mata...
¡jamás a ella la aprisionaron,
como entre flores, rejas de plata!  100
   Forjó ilusiones, y las más leves
la sepultaron como en escombros;
sobre su testa cayeron nieves.
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Y honras de harapos sobre sus hombros.
   Porque fue buena, dio en la locura  105
de cubrir todas sus cicatrices:
puso los besos de su ternura
en sus hermanos, los infelices.
   Por eso, a veces, tiene su duelo
en sus cansados ojos sin brillo,  110
llantos que caen como un consuelo
sobre las llagas del conventillo.
   Carne que azotan todos los males,
burla sangrienta de los muchachos,
dádiva y sobra de los portales,  115
mancha de vino de los borrachos:
   Ahí va la vieja, como una hiriente
fórmula ruda de una ironía:
llena de sombras en la esplendente
en la serena gloria del día.  120
   Tal vez alguna visión extraña
ha conmovido su indiferencia,
pues ha cruzado triste y huraña
como una imagen de la demencia.
   ¡Y allá -sombría, y adusto el ceño,  125
obsesionada por las crueldades-
va taciturna, como un ensueño
que derrotaron las realidades!



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ArribaAbajoEl guapo

A la memoria de San Juan Moreira Muy devotamente



    El barrio le admira. Cultor del coraje,
conquistó, a la larga, renombre de osado;
se impuso en cien riñas entre el compadraje
y de las prisiones salió consagrado.

   Conoce sus triunfos, y ni aun le inquieta  5
la gloria de otros, de muchos temida,
pues todo el Palermo de acción le respeta
y acata su fama, jamás desmentida.

   Le cruzan el rostro, de estigmas violentos,
hondas cicatrices, y quizás le halaga  10
llevar imborrables adornos sangrientos:
caprichos de hembra que tuvo la daga.

   La esquina o el patio, de alegres reuniones,
le oye contar hechos, que nadie le niega:
¡con una guitarra de altivas canciones  15
el es Juan Moreira, y el es Santos Vega!
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   Con ese sombrero que inclinó a los ojos,
con esa melena que peinó al descuido,
cantando aventuras, de relatos rojos,
parece un poeta que fuese bandido.  20

   Las mozas más lindas del baile orillero
para él no se muestran esquivas y hurañas,
tal vez orgullosas de ese compañero
que tiene aureolas de amores, y hazañas.

   Nada se le importa de la envidia ajena,  25
ni que el rival pueda tenderle algún lazo:
no es un enemigo que valga la pena...
pues ya una vez lo hizo ca...er de un hachazo.

   Gente de avería, que aguardan crüeles
brutales recuerdos en los costurones  30
que dejará el tajo, sumisos y fieles,
le siguen y adulan imberbes matones.

    Aunque le ocasiona muchos malos ratos,
en las elecciones es un caudillejo
que por el buen nombre de los candidatos  35
en los peores trances expone el pellejo...
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   Pronto a la pelea -pasión del cuchillo
que ilustra las manos por el mutiladas-
su pieza, amenaza de algún conventillo,
es una academia de ágiles visteadas.  40

   Porque en sus impulsos de alma pendenciera
desprecia el peligro sereno y bizarro,
¡para el la vida no vale siquiera
la sola pitada de un triste cigarro!...

   ...Y allá va pasando con aire altanero,  45
luciendo las prendas de su gallardía,
procaz e insolente como un mosquetero
que tiene en su guardia la chusma bravía.



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ArribaAbajoDetrás del mostrador



    Ayer la vi, al pasar, en la taberna,
detrás del mostrador, como una estatua...
Vaso de carne juvenil que atrae
a los borrachos con su hermosa cara.

   Azucena regada con ajenjo,  5
surgida en el ambiente de la crápula,
florece, como muchas, en el vicio
perfumando ese búcaro de miasmas.

   ¡Canción de esclavitud! Belleza triste,
belleza de hospital, ya dipsecada  10
quien sabe porque mano que la empuja,
casi siempre, hasta el sitio de la infamia...

   Y pasa sin dolor, así, inconsciente,
su vida material de carne esclava:
¡copa de invitaciones y de olvido  15
sobre el hastiado bebedor volcada!



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ArribaAbajoEl amacijo



    Dejó de castigarla, por fin cansado
de repetir el diario brutal ultraje,
que habrá de contar luego, felicitado,
en la rueda insolente del compadraje.

   -Hoy, como ayer, la causa del amacijo  5
es, acaso, la misma que le obligara
hace poco, a imponerse con un barbijo
que enrojeció un recuerdo sobre la cara-

   Y se alejó escupiendo, rudo, insultante,
los vocablos más torpes del caló hediondo  10
que como una asquerosa náusea incesante
vomita la cloaca del bajo fondo.

   En el cafetín crece la algarabía,
pues se está discutiendo lo sucedido,
y, contestando a todos, alguien porfía  15
que ese derecho tiene sólo el marido...
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   Y en tanto que la pobre golpeada intenta
ocultar su sombría vergüenza huraña,
oye, desde su cuarto, que se comenta
como siempre en risueño coro la hazaña.  20

   Y se cura llorando los moretones
-lacras de dolor, sobre su cuerpo enclenque...-
¡que para eso tiene resignaciones
de animal que agoniza bajo el rebenque!

   Mientras escucha sola, desesperada,  25
como gritan las otras... rudas y tercas,
gozando en su bochorno de castigada,
burlas tan de sus bocas... ¡burlas tan puercas!...



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ArribaAbajoEn el barrio



    Ya los de la casa se van acercando
al rincón del patio que adorna la parra,
y el cantor del barrio se sienta, templando
con mano nerviosa, la dulce guitarra.

   La misma guitarra, que aún lleva en el cuello  5
la marca indeleble, la marca salvaje
de aquel despechado que soñó el degüello
del rival dichoso tajeando el cordaje.

   Y viene la trova: rimada misiva,
en décimas largas, de amante fiereza,  10
que escucha insensible la despreciativa
moza, que no quiere salir de la pieza...

   La trova que historia sombrías pasiones
de alcohol y de sangre, castigos crüeles
agravios mortales de los corazones  15
y muertes violentas de novias infieles...
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   Sobre el rostro adusto tiene el guitarrero
viejas cicatrices de cárdeno brillo,
en el pecho un hosco rencor pendenciero
y en los negros ojos la luz del cuchillo.  20

   Y muestra, insolente, pues se va exaltando,
su bestial cinismo de alma atravesada:
¡Palermo le ha oído quejarse, cantando
celos que preceden a la puñalada!

   Y no es para el otro su constante enojo...  25
¡A ese desgraciado que a golpes maneja,
le hace el mismo caso, por bruto y por flojo,
que al pucho que olvida detrás de la oreja!

   ¡Pues tiene unas ganas su altivez airada
de concluir con todas las habladurías...!  30
¡Tan capaz se siente de hacer una hombrada
de la que hable el barrio tres o cuatro días...!

...Y con la rudeza de un gesto rimado,
la canción que dice la pena del mozo
termina en un ronco lamento angustiado,  35
¡como una amenaza que acaba en sollozo!



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ArribaAbajoDe la aldea



    Regresan de la era. Se oyen cercanas
las fuertes risotadas y las canciones
con que animan la vuelta los mocetones
que siguen, desde lejos, a las aldeanas.

   Ya, detrás de las rejas de las ventanas,  5
estudian las muchachas contestaciones,
para dar a las tímidas declaraciones
que de rústicos labios salen galanas.

   Como van a concluirse las romerías,
crecen las estruendosas algarabías...  10
Y, halagando a una novia provocadora,

   pasa diciendo un mozo de porte fiero,
al son de la guitarra conquistadora,
las postreras hazañas de un bandolero.



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ArribaAbajoResiduo de fábrica



    Hoy ha tosido mucho. Van dos noches
que no puede dormir; noches fatales,
en esa oscura pieza donde pasa
sus más amargos días, sin quejarse.

   El taller la enfermó, y así, vencida  5
en plena juventud, quizás no sabe
de una hermosa esperanza que acaricie
sus largos sufrimientos de incurable.

   Abandonada siempre, son sus horas
como su enfermedad: interminables.  10
Sólo, a ratos, el padre se le acerca
cuando llega borracho, por la tarde...

   Pero es para decirla lo de siempre,
el invariable insulto, el mismo ultraje:
¡le reprocha el dinero que le cuesta  15
y la llama haragana, el miserable!
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   Ha tosido de nuevo. El hermanito
que a veces en la pieza se distrae
jugando, sin hablarla, se ha quedado
de pronto serio, como si pensase...  20

   Después se ha levantado, y bruscamente
se ha ido, murmurando al alejarse,
con algo de pesar y mucho de asco:
-que la puerca, otra vez escupe sangre...



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ArribaAbajoLa queja



    Como otras veces cuando la angustia
le finge graves cosas hurañas,
la infeliz dijo, después que el rojo
vómito tibio mojó la almohada,
las mismas quejas de febriciente,  5
las mismas quejas entrecortadas
por el delirio, las que ella arroja
como un detritus de la garganta.
   Bajo el recuerdo remoto y vivo,
jornadas rudas de su desgracia,  10
rápidos cruzan por la memoria
sus desconsuelos de amargurada:
desde el sombrío taller primero
que vio su carne cuando era sana,
hasta la hora de la caída  15
de la que nunca se levantara.
   Porque era linda joven y alegre
ascendió toda la suave escala:
supo del fino vaso elegante
que vuelca flores en la cloaca.  20
   Porque a su abismo lo creyó cumbre,
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leves marcos de la esperanza
quizá embriagaron sus realidades
puesto que huyeron sin inquietarla;
y la salvaron de los hastíos  25
que levemente la desolaran,
como poemas sentimentales,
largos idilios de cortesana.
   Después... terrible, llegó el descenso,
y hubo agonías de lucha infausta:  30
el tren lujoso, los bar de moda,
-últimas glorias de consagrada-
ya no volvieron a mecer tiernas
ensoñaciones interminadas,
ya no volvieron ansias ocultas  35
de las novelas de fe romántica,
ni a obsedar, tristes, sus aventuras
las heroínas que ella imitara,
pues, desde entonces, casi insensible,
vivió la vida de una de tantas...  40
y enamorose de un orillero,
por un capricho, porque ostentaba,
como un orgullo jamás vencido,
adorno y premio de sus audacias,
una imborrable cicatriz honda  45
sobre su rostro: cuartel de cara
brutal nobleza, blasón sangriento
que con fiero arte grabó la daga.
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    La vio el suburbio pasar risueña,
porque en sus horas inconfesadas  50
de peregrina de los burdeles
fue la devota que amó las llagas;
y a su belleza rindió homenaje
la inmunda jerga que deshojaba
en delictuosas galanterías  55
rosas obscenas para sus gracias;
la jerga inmunda, que en madrigales
volvió la torpe frase guaranga
de los celosos apasionados,
que bravamente, como ofrendadas  60
invitaciones de amor, lucían
vivos, claveles en la solapa,
largos reproches en sus cantares
y torvas iras en las miradas.
Sus caballeros... Esos a quienes  65
por su coraje, la roja heráldica
de las pendencias, y las prisiones
dio pergaminos de aristocracia.
   Más tarde el otro... Las exigencias,
las tiranías de aquel canalla  70
que ella mantuvo, las indecibles
horas de eterna mujer golpeada:
¡siempre el azote como caricia,
siempre el azote sobre la espalda,
sobre esos lomos que soportaron  75
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sin rebeliones de carne esclava:
¡lomos de pobre bestia sufrida,
de pobre bestia ya reventada!
Y aquella noche, ¡noche tremenda!
en que sintiendo la horrible náusea  80
del primer vómito, que arrancó el golpe
del bruto infame, loca de rabia,
embravecida, con todo su asco
le escupió al rostro su sangre insana...
Y otra vez, y otra; feroz recuerdo  85
del miserable, lleva la marca
lleva el estigma que dejó el tajo
con que, al marcharse, le abrió la cara.
Después, enferma... Los sufrimientos,
las mentirosas voces de lástima  90
o los insultos jamás velados:
¡La vida puerca, la vida mala!
Perdió en el lecho sus atractivos,
y, así, destruida la antigua gracia,
ya no hubo triunfos, pues los deseos  95
para saciarse la hallaron flaca...
   Por eso a solas, hoy, en el cuarto
donde se muere, donde le arranca
hondos gemidos la tos violenta,
la tos maldita que la desangra,  100
bajo la fiebre que la consume
tiene rencores de sublevada,
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¡tiene unas cosas!... ¡Oh, si pudiera
con los pulmones echar el alma!
   Por eso grita su queja inútil  105
de inconsolable, la queja aciaga,
inofensiva, porque en su boca
son estertores de amordazada
las frases duras que va arrojando
como un detritus de la garganta  110
llena de angustias, al mismo tiempo
que los pedazos de sus entrañas!



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ArribaAbajoLa guitarra



    Porque en las partituras de su garganta
ella orquesta la risa con el lamento,
porque encierra una musa que todo canta,
es la polifonista del sentimiento.

   Por la prima aflautada vuelan las aves  5
de las notas chispeantes y juguetonas,
y, poblando el ambiente de voces graves,
braman las roncas iras en las bordonas.

   Arco de mil envíos. Carcaj de amores,
hacen sus flechas raudas líricas presas,  10
así como, en la pauta de los rencores,
suele rugir el pueblo sus marsellesas.

   Ella lauda en su solfa los caballeros
del valor o del arte, y aún hay un gajo
de laurel para todos los cancioneros  15
de la fértil Provenza del barrio bajo.
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   Por eso elogia siempre los más sensibles
finos ensueños, como también halaga
las audaces pasiones irresistibles
de los fieros Tenorios de poncho y daga.  20

   La luz de un viejo idilio, como aureola
que ciñe su cordaje, quizás le llega
desde el fondo de un rancho: que aunque española,
conoció el amor gaucho de Santos Vega.

   Bajo el alero en ruinas, contando duras  25
malas correspondencias a sus deseos,
con la magia vibrante de sus ternuras
cautivan a las mozas criollos Orfeos.

   Ella inspira en el baile las alabanzas
de floridos requiebros y relaciones,  30
o las citas fugaces en las mudanzas
de los tristes cielitos y pericones.

   O, a los lentos acordes provocativos,
en su seno se agitan las habaneras,
que, libertando locos besos cautivos,  35
se desmayan sensuales en las caderas.
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   Órganos, y clarines, sus voces finas
suenan, cuando en el rojo de sus vergeles
florece la amargura de las espinas
y sangra la epopeya de los laureles.  40

   A sus cordiales sones apasionados,
en las noches alegres de serenatas;
envían los galanes desconsolados
sus doloridas quejas a las ingratas...

   Por sus historias pasan, como un gemido  45
que presagiase largos fatales duelos,
las románticas cuitas del pecho herido,
o las rojas venganzas de los Otelos.

    Cuando la pulsan toscas manos brutales,
ella tiene temores de sensitiva,  50
como bajo opresiones espirituales
insinúa caprichos de novia esquiva.

   -Melodiosos mensajes de las constancias-
se mecen las memorias en sus cadencias,
y desde el infinito de las distancias  55
vienen los «no me olvides» a las ausencias.
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   Ofrenda generosa de un dulce instante
que llenase la caja de ritmos ledos,
en las cuerdas sonoras puso una amante
el beso, que, aun borrado, quema los dedos.  60

   Calandrias fugitivas que van pasando,
de tiempos de leyenda vivo trasunto,
por ella todavía cruzan vagando
los derroches de ingenio del contrapunto.

   Modulando responsos conmovedores,  65
en la exaltación honda de su noble estro,
dice las odiseas de payadores
que murieron cantando como el Maestro.

   En las manos del majo su gracia encela
el alma de las chulas -sangre bravía-  70
y, en su carmen de amores, vino y canela,
¡revientan los claveles de Andalucía!

   Castañuelas, jaleos, ricos mantones,
manolas, bizarrías, rosas bordadas...
¡Se perfuman las sedas de sus canciones  75
en el patio de aromas de las Granadas!
—115→

   Corona los aplausos que le merecen
las ágiles hazañas de los toreros,
o sobre algún sombrío cuento aparecen
evocadas visiones de bandoleros.  80

   Vive en los Escoriales de los blasones,
o en las Trianas flamencas de las Sevillas,
¡y ya es una marquesa de áureos salones,
ya la pobre muchacha de las bohardillas!

   Por eso, luce orgullos de aristocracia  85
en la altivez de regios rasos triunfales,
como también se llena de humilde gracia
en la coquetería de los percales.

   A sus cálidos ritmos, de suaves tonos,
en su hamaca de nervios y fantasía,  90
mecen provocadoras sus abandonos
las seis líricas damas de la Harmonía.

   Es la polifonista del sentimiento;
es la de los dolores y los placeres:
¡la que orquesta la risa con el lamento,  95
la que canta aleluyas y misereres!



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ArribaAbajoLos perros del barrio



    Ya llegan cansados en rondas hambrientas
a husmear buenos trozos entre los residuos:
caridad de afables cristianas sirvientas
que tienen por ellos cuidados asiduos.

   La humildad que baja de sus lagrimales  5
se trueca en desplantes de ladridos fieros:
no en vano regresan de sucios portales
cumplida su ingrata misión de cerberos.

   Espíritus sabios en sus devociones,
ladran sus blasfemias como ángeles malos,  10
pero en los oficios de las contriciones
los mueve a ser santos la unción de los palos.

   Tal vez ellos mismos, en noches aciagas
son los milagrosos geniales artistas,
de bíblicas lenguas, que curan las llagas  15
de anónimos Cristos sin evangelistas...
—117→

   En las castas horas de amables ensueños,
son, regularmente, como nadie parcos
en el decir, pero se tornan risueños
cuando beben agua de luna en los charcos.  20

   Gozan la primicia de las confidencias
en los soliloquios de los criminales,
y, como sus dueños, buscan las pendencias
y aman los presidios y los hospitales.

   De noche, consuelan la angustia infinita  25
de las incurables que en los conventillos
dulcemente lloran a la Margarita
que muere en las teclas de los organillos.

   Puntuales consignas, jamás olvidadas,
son los que despiertan, fielmente severos,  30
a las obreritas, en las madrugadas
que anuncian las dianas de los gallineros.

   Se entristecen cuando la mujer insulta
-...a ese sinvergüenza que aún no ha venido...
Y en su compañía descubren la oculta  35
lejana cantina donde está el marido.
—118→

   Final de la ofensa nunca perdonada,
rencor de los héroes de almas agresivas,
gustan la belleza de la puñalada
que alcanza a las locas muchachas esquivas.  40

   Crías corajudas, de castigo eximen
a las delincuentes famas orilleras,
si es que se discute la causa del crimen
que apasionó al barrio semanas enteras...

   Ponen sus rabiosas babas en los cuentos  45
de las enredistas brujas habladoras,
y asisten en días de arrepentimientos
a las confesiones de las pecadoras.

   Luctuosos de mugre van a los velorios
donde, haciendo cruces, arañan las puertas  50
y, muy compasivos, gruñen responsorios
y recitan Salves por las novias muertas.

   Hallan escondrijos de cosas guardadas,
y, cautos, divulgan en el vecindario
fórmulas secretas de alquimias, robadas  55
al hosco silencio de algún visionario.
—119→

   Con mucho sigilo, ferozmente serios,
en el amplio, oscuro templo de la acera,
celebran sus ritos de foscos misterios,
aullando exorcismos contra la perrera.  60

   Custodian el acto, de extrañas figuras,
los insospechados de infames traiciones:
hay autoritarias torvas cataduras
de perros caudillos y perros matones.

   Uno, sobre todo, terror de valientes,  65
jamás derrotado volvió a la covacha:
¡quizás Juan Moreira le puso en los dientes
su daga de guapo sin miedo y sin tacha!

   Y hay otro, apacible, gentilmente culto,
de finos modales, ingenioso y diestro  70
en estratagemas de escurrir el bulto,
y a quien los noveles le llaman Maestro,

   Y hay otro, que, cuando la fiesta termina,
hablando a los fieles con raro lenguaje
parece un apóstol de gleba canina  75
que dice a las gentes su Verbo salvaje.
—120→

   Y otro, primer premio de anuales concursos,
y que, en saber, ante ninguno se agacha,
es una promesa que sigue los cursos
de las academias de un perro Vizcacha.  80

   Y otro, que en su orgullo se llama nietzcheano,
siempre maculado de filosofías,
en cien bellas frases, de credo inhumano,
expone a la Horda tremendas teorías...

   Y otro, que con aire de doncel apuesto  85
finge repulsiones hablando de acracia,
cuidando la forma de su noble gesto
impone el buen gusto de su aristocracia.

   Y otro, que el Domingo va a las conferencias,
donde dragonea ya de libertario,  90
afirma que toda clase de violencias
es en estos días un mal necesario.

   Y otro, patriotero, bravo y talentoso,
-nació en Entre-Ríos- elogiando el suelo
de su cuna, agrega, que en tiempo glorioso  95
fue hermano en Calandria, y hermano en mi abuelo.
—121→

   Y otro, de impecada flacura de asceta,
que a veces fulmina no sé que amenaza,
es el escuchado tonante profeta
que augura el destino mejor de la Raza.  100

   Y algunos, que acaso fueran ovejeros
en las mocedades de sus correrías,
relatan historias de gauchos matreros
con quienes pelearon a las policías.

   Y otros, caballeros que leen Don Quijote  105
ya han recibido más de una pedrea,
casi pontifican que siempre el azote
ha sido recurso de toda ralea...

   Y otros, familiares reliquias vivientes
que atiende el Estado, sarnosos y viejos,  110
más con su prestigio de bocas sin dientes,
inician a varios que piden consejos.

   ...Y ahí están. De pronto vuelven, todos juntos,
a narrarse, en orden, sus melancolías:
pregunta y respuesta, como en contrapuntos  115
de fúnebres salmos que son letanías.
—122→

   ¡Parece que el alma de los payadores
hubiese pasado por sobre la tropa,
y que, frente a graves jueces gruñidores,
está Santos Vega y está Juan sin Ropa!  120

   ...¿Que será ese inquieto pavor tumultuario
que desde la sombra llega, a la sordina?
¡Como si rezasen lúgubres rosarios,
de hostiles rumores se puebla la esquina!

   Se van galopando... ¿Porqué habrán huido?  125
...¡Qué sola ha quedado la calle! ¡Qué hönda
la pena del ronco furor del aullido!
¿No sientes, hermano? Se aleja la ronda...





  —123→