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Es el rasgo mítico que manipula con habilidad Ricardo Güiraldes en Don Segundo Sombra, publicada en 1926. No casualmente, el gaucho de Güiraldes posee también cualidades de místico pagano: la gauchía de la novela es un rasgo espiritual, a través de la cual el ideal gaucho se desprende del personaje histórico real.
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Nos parece, en consecuencia, inaceptable la tesis de Néspolo (2004), según la cual, socráticamente, Aballay se conoce a sí mismo como «sujeto»
(p. 292). De lo que se trata más bien es de una suspensión del conocimiento y de una pérdida del sí-mismo en el continuo sagrado: «la experiencia alcanza la fusión entre el objeto y el sujeto, siendo como sujeto el no-saber, como objeto lo desconocido»
(Bataille, 2016, p. 31).
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«En efecto, lo que la experiencia mística revela es una ausencia de objeto»
(Bataille, 1997, p. 28).
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Premat (2006) resuelve el problema a su modo: «Hay por lo tanto una especie de anulación ética, una fatalidad de la verticalidad negativa. [...] La tierra bárbara termina, con un pesimismo digno de Ezequiel Martínez Estrada y de su visión apocalíptica de la pampa, tragándose al gaucho mártir»
(p. 80).