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81

R. ANDIOC, est. cit. (Castalia), p. 146.

 

82

De hecho, la solución de Marivaux se encuentra más bien en La Mère confidente, donde el autor aplica las ideas que sobre el tema había propuesto Mme de Lambert en su Avis d’une mère à sa fille (1728) (véase F. RUBELLIN, ed. cit., pp. 88-94). Como se puede colegir de la lectura de la comedia y de los trabajos más recientes que la analizan, también se trata en cierta manera de una «manipulación» ilustrada en el sentido que le daría René Andioc.

 

83

Ed. cit., Notice, pp. 28-29. Así, dice, se entiende aún mejor la conducta final de Mme Argante, «conduite qui semble une mise en application des devoirs de soumission et d’obéissance qu’elle a enseignés à sa fille» (p. 29). Una conducta que, por supuesto, también se entiende porque, pese al cambio de novio, no se pierde nada del trato matrimonial previsto.

 

84

«A la recherche de l’amour et de la vérité. Esquisse d’un système marivaudien», Théâtre Public, París, Seuil, 1967, p. 48.

 

85

Sin embargo, creemos necesario destacar que en la carta antes mencionada del Spectateur français, la jovencita alude a la severísima educación religiosa que le impone su madre, de tal manera que sus actos son falsos porque son obligatorios y excesivos. En cambio «un Pater récité à ma liberté me profite plus que ne feraient dix années de piété avec ma mère» (op. cit. p. 178). Obviamente, Marivaux pudo escribir estas líneas porque vivía donde vivía: en España, hubiese tenido muy serios problemas con el Santo Oficio...

 

86

Como lo señala Jorge Campos, el tipo de la madre en el teatro español aparece a finales del siglo XVIII, ya que antes se distinguía por su ausencia. La corrobora con un comentario extraído de El Censor del 26 de mayo de 1821: «Haremos aquí una observación, y es que es muy raro encontrar en las antiguas comedias españolas el papel de una madre, tan común en el teatro francés» (Teatro y Sociedad en España (1780-1820), Madrid, Moneda y Crédito, 1969, pp. 100-101).

 

87

En el caso de Blaise, el protagonista de L’Héritier de village, su misma extracción social permite la burla: compárese, en cambio, el tratamiento ejemplar que Marivaux da al padre de Silvia en Le Jeu de l’amour et du hasard. En el caso de La mojigata, Moratín pinta a un padre que se equivoca, don Martín, pero sólo es extremadamente severo y crédulo y, además, su hermano don Luis sirve de contraejemplo ideal.

 

88

OLWEN HUFTON, «Le travail et la famille» en G. DUBY y M. PERROT (dirs.), op. cit., p. 29.

 

89

Ibid., p. 52.

 

90

Remito a mi artículo «Traduction, adaptation et distorsion: Ramón de la Cruz et Marivaux», en F. LAFARGA, A. RIBAS & M. TRICÁS (eds.), La traducción. Metodología/ Historia/Literatura. Ámbito hispanofrancés, Barcelona, PPU, 1995. pp. 247-254.