Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
IndiceSiguiente


Abajo

No hay ser padre siendo Rey

Francisco de Rojas Zorrilla



portada



Personas
 

 
REY DE POLONIA.
RUGERO,   príncipe.
ALEJANDRO,   infante.
COSCORRÓN.
DUQUE FEDERICO.
CASANDRA,   duquesa.
CLAVELA,   criada.
ROBERTO.
DOS CRIADOS Y ACOMPAÑAMIENTO.





ArribaAbajoJornada primera

 

Salen EL REY y ACOMPAÑAMIENTO, con memoriales, EL DUQUE, ALEJANDRO y RUGERO, hijos del Rey.

 
REY
Una silla me llegad;
la gota me trae sin mí,
RUGERO
la silla tienes aquí.
ALEJANDRO
Siéntese tu majestad.
REY

 (Ap. 

Para males tan prolijos,
que a mis dos brazos iguala,
dos báculos me señala
mi vejez en mis dos hijos.
Bien que impropio se desmiente
entre los dos mi retrato,
pues éste tiene de ingrato
lo que estotro de obediente.
Reñirle pienso otra vez,
pues será buena ocasión.)
Hijos, paciencia, éstas son
pensiones de la vejez.

  (Siéntase.) 

RUGERO

 (Ap.) 

¡Que el Rey me estorbase así!
ALEJANDRO

 (Ap.) 

¡Que ahora el Rey me estorbase!
RUGERO

 (Ap.) 

¡Que esto sufra!
ALEJANDRO

 (Ap.)  

¡Que esto pase!
RUGERO

 (Ap.) 

Pero saldremos de aquí.
 

(Llegue EL DUQUE por un lado a hablar al REY.)

 
DUQUE
¿Señor?
REY
¿Qué decís?
DUQUE
Mirad,
que han reñido en este instante
el Príncipe y el Infante.
REY
Ya lo sé, Duque, callad.
DUQUE
Porque remediéis lo digo
la causa de tantos males.
REY
Ya os entiendo; memoriales;
no quede nadie conmigo.
 

(Vayan dando memoriales, y hace que se va RUGERO.)

 
RUGERO
Voime, pues vengarme espero.
ALEJANDRO
La defensa es natural.
 

 (Vase.) 

DUQUE
Yo cumplí con ser leal.

 (Vase.) 

REY
Esperad; no os vais, Rugero.
RUGERO

 (Ap. 

¡Hay tal vejez! Vive Dios...
¡Que esto consiento!, ¡esto escucho!)
¿Qué mandáis?
REY
Yo tengo mucho,
Príncipe, que hablar con vos.
RUGERO
Obedeceros intento.

  (Ap. 

Largo ha de ser el sermón.)
REY

 (Ap. 

Dios temple su condición.)
Estadme, Rugero, atento.
Seis años pienso que hará
que mi esposa y madre vuestra
a ser mejor cortesana
se partió a mayor esfera,
dejando a este reino triste
la admiración más suspensa,
la imaginación con ojos,
y la emulación sin lengua;
y a mí, con ser quien la pierde,
consolado, que es violencia
culpar, siendo oficio suyo,
a la muerte lo que lleva,
puesto que nos da de gracia
todo aquello que nos deja.
Decís que estoy ya muy viejo
(decís muy bien) y que fuera
razón que aquesta corona
pusiera en vuestra cabeza.
Esto ha de salir de mí,
que el gobierno y la grandeza
no consiste en procurarla,
sino sólo en merecerla.
¿Sabéis a lo que se expone
el que un imperio gobierna?
No hay cosa bien hecha en él
que a los suyos lo parezca:
Si es justo, cruel le llaman;
si es piadoso, le desprecian;
pródigo, si es liberal;
avaro, si se refrena;
si es pacífico, es cobarde;
disoluto, si se alegra;
hipócrita, si es modesto;
es fácil, si se aconseja.
Pues si la virtud no basta
al que la virtud conserva
vos, todo entregado al ocio,
al apetito y torpeza,
mal podréis vivir buen rey
si aun ser bueno no aprovecha.
¿Y cómo es posible, cómo
(si ya el cielo no lo trueca),
que gobierne tanto imperio
quien a sí no se gobierna?
Yo, pues, ahora me quejo,
que vos, rompiendo obediencias,
preceptos atropellando,
al Duque, que me sustenta
la carga de mis cuidados,
con rigor y con soberbia
le queréis quitar la vida,
porque yo le quiero, y ésta,
contra mi bien declarada
viene a ser precisa ofensa.
¿El Duque en qué os ofendió,
que con la espada sangrienta
le buscáis puertas al alma
y a vuestras venganzas puertas?
Y ahora con vuestro hermano
habéis tenido allá fuera
un enojo. Ea, rapaz,
prended el labio a la lengua,
pues él os da más discreto
la respuesta sin respuesta.
Noramala para vos,
en las alarbes fronteras
gastad esas altiveces,
y de la gola a las grevas
sobre el andaluz armado
el rey Otomano os vea.
¡Con tu hermano! ¡Bien por Dios!
Y con el Duque, que es fuerza
que por mí el uno le sufra,
y otro por él le consienta.
¿No queréis os dé consejo?
Pues sabed que en mí es fineza
que aunque hay muchos que aconsejen,
son pocos los que aconsejan.
Bien sé que me aborrecéis;
y aunque os diga vuestra idea
que del que es aborrecido
nunca es buena la sentencia
para ser recto el consejo
es necesario que sea,
no de aquél que yo quisiere,
sino de aquél que me quiera.
Vos injuriáis los humildes;
pues temed con todas veras
más hacer ofensa al pobre
que hacer al señor afrenta,
porque el señor, cuando mucho,
si se llama a la defensa,
o con la espada se incita
o con el plomo se altera.
Pero el pobre con el llanto;
mirad, pues, la diferencia
que hay entre el llanto y la espada;
que el rico una vez se venga,
y el pobre se está vengando
todo el tiempo que se queja.
A las letras os negáis,
y puesto que es evidencia
que buena ciencia sin sangre
o se escurece o se afea,
también a una buena sangre
es menester buena ciencia.
Nunca al que os pide le dais;
pues aunque no lo merezca,
ya merece lo que os pide
siquiera por lo que os ruega
porque no hay cosa más cara
que la que cuesta vergüenza.
En estas calles y plazas,
siempre que la aurora argenta
cuando ha de dorar con rayos
el padre de las estrellas,
se hallan muertas mil personas,
y la desdicha es aquesta;
que es tal vuestra mala fama,
que aunque el vulgo las cometa,
dice, hecho una lengua todo,
que tenéis la culpa dellas.
De suerte, que vos, Rugero,
citando me llamo a clemencias,
os provocáis a rigores;
si os muestro amor, vos soberbia
si doy premio a mis vasallos,
castigáis al que se premia;
avaro sois, si yo doy;
libre, si os suelto la rienda;
si os detengo, os incitáis
los consejos os molestan,
los avisos os perturban,
los rigores os desvelan,
las venganzas os incitan,
la crueldad os atropella,
sois mal quisto con los vuestros,
y no hay vasallo que os quiera;
y tal vez puede mentir
una lengua y otra lengua
pero todas, no es posible,
pues el pueblo, es evidencia
que habla por lengua de Dios
y es imposible que mienta.
Gobernad vuestras acciones
para que Polonia vea
que os reducís a vos mismo,
y que hoy de nuevo se trueca
vuestro rigor en piedad,
y sois, con acciones nuevas,
comedido en las palabras,
justiciero en las sentencias,
piadoso en la ejecución,
disimulado en la ofensa
advertido en los peligros
y firme en las resistencias.
Si esto hiciéredes, Rugero,
mi corona, mi grandeza,
cuanto aquesta espada rige,
cuanto estas canas gobiernan,
será vuestro desde luego;
pero si no se reserva,
ni un hermano que os obliga,
ni un valido que os respeta,
ni un pueblo que os obedece,
ni un padre que os amonesta;
si soy padre, seré rey,
porque en tan graves materias,
quien no premia, no es prudente
ni el que no castiga, reina.
RUGERO
Ya que en cualquiera ocasión
cuanto imagino os molesta,
hoy me habéis debido en ésta
el cuidado y la atención.
Y aunque llegue a merecer
con vos nombre de importuno,
a esos cargos uno a uno
os tengo de responder.
REY
Cuando airado y ofendido
me hallo de vuestro rigor,
perderé en ser vencedor
y ganaré el ser vencido.
¡Oh, plegue al cielo, que aquí,
Rugero, me convenzáis
RUGERO
Sí haré, si atento me estáis,
REY
pues proseguid.
RUGERO
Digo así:
Cuando al despedirse triste
el estío rigoroso,
con voces de llamas muertas
iba llamando al otoño;
cuando a castigar las flores,
examinando los sotos,
salió juez de residencia
severamente el Agosto;
cuando el dorado Setiembre
de los esquilmos dichosos,
puntales pone a los cielos
de granos de fruto en oro
entonces con mis monteros
medí al monte los contornos,
ya conquistando los sauces,
ya averiguando los poyos.
Cuando viendo que no hallamos,
ni aquel animal cerdoso
que hace alfanjes los colmillos
para destroncar los chopos;
ni hallando entre tanto monte
al venado, que ganchoso,
coronista de su vida,
se la escribe en sus dos troncos;
nos apeamos los tres,
y en la margen de un arroyo
que por no tener con quien
murmuró consigo propio,
haciendo alfombras de flores
nos descansó lo frondoso,
elevó lo cristalino
y suspendió lo sonoro.
Al descanso ya entregados,
viéndonos tristes y solos,
tratamos de murmurar,
que éste es el manjar del ocio.
Gobernamos tus Estados,
dispusimos sentenciosos,
culpamos unos ministros,
diferenciamos a otros:
Materia que tantos tocan,
y que la entienden tan pocos.
ya a mormurar destinados,
yo, más entonces que todos,
a tu fama me adelanto
y a tu impiedad me provoco.
¿Cómo (les dije) mi padre
no sacude de los hombros
el peso de esta corona,
flaco Atlante a tanto globo?
¿Piensa, por ventura, piensa
mi padre, que por ser mozo
no sabré regir el cetro,
cuando a los alfanjes corvos
puso freno aqueste acero.
Y del fronterizo moro
más cabezas dio a la Parca,
que flores agosta el Noto?
Ya la política he visto,
ya tengo previsto el modo
de saber regirse un rey;
no es difícil, pues con sólo
ser afable de ordinario,
ser a veces rigoroso,
con no ser todo de nadie
y ser a un tiempo de todos,
ser remiso en los castigos,
no ser tardo en los negocios,
con pedir consejo a muchos
y determinar con pocos,
con oír cuanto le digan,
con valor y sin enojo
(que Príncipe que no escucha
no puede vivir dichoso),
con tener buenos ministros
(que en esta parte es el todo),
ni subir a unos de presto,
ni bajar de presto a otros,
será un Príncipe perfecto,
liberal, sabio y dichoso;
si esto es lo que te dijeron,
ni lo niego ni lo ignoro.
Ya he satisfecho esta parte
mas volviendo a los enojos
de tu privado y mi hermano,
ambos tan tuyos en todo
que el Duque en tu Estado reina
cuando mi hermano en tus ojos,
digo: que al Duque aborrezco,
porque lisonjero y loco,
atrevido, descompuesto
en mi agravio y en su abono
contigo me ha descompuesto;
él te enoja si me enojo,
cuando soy cruel, te avisa;
calla, cuando soy piadoso;
si galanteo, lo sabes;
no disimula, si rondo;
dícete si vengo tarde,
cállate si me recojo;
conquista lo que conquisto,
pretende lo que enamoro.
Y en cuanto a mi hermano, digo,
que por los cielos hermosos
por cuyos trópicos bellos
discurre el ardiente Apolo,
que he de tomar la venganza
del fuego a que me provoco,
si ya en mí, como en su sangre,
la satisfacción no cobro.
¿Bueno es que yo con el Duque,
o me incite escandaloso,
o imprudente me atropelle
a decirle mis ahogos,
y vuelva por él mi hermano
en esa cuadra, y no sólo
a la defensa se incite,
sino que ardiente y furioso
contra mí el acero empuñe?...
¡Oh!, ya repartido en trozos
desasido de tu esfera,
baje ese encendido globo
a desvanecerme en llamas
que el viento reparta en polvo.
Si antes que la aurora borde
de luz y esplendor dos polos,
con hilos de aljófar éste,
y esotro con hebras de oro,
no he de tomar la venganza
que debe a mi honor heroico!
¿Contra mí empuñar la espada?
¿Cómo ¡oh cielos! rayos, cómo
ni vosotros me vengáis,
ni me socorréis vosotros?
en fin, tú tienes la culpa,
tú, Señor, de que animoso
me incite mi hermano mismo
me ofenda un vasallo impropio.
De hoy más, guárdese Polonia
y mi hermano de tu solio,
de tu palacio real
no mueva los pies medrosos,
que de sus venas mi acero
ha de sacar valeroso,
si el cielo no le sepulta,
sangre que despida en golfos;
rayo he de ser desgajado
de ese primer promontorio
que se desvanece en lanzas
si no se desala en copos.
Y pues no te ablandan ruegos,
ni te obligan mis sollozos,
ni mi razón te apacigua,
ni a quien me incite perdono,
ni a quien me obligue consiente,
ni a quien me aplaudiere abono,
siendo áspid, veneno, furia,
ira, pena, rabia, asombro,
prodigio, cometa, rayo,
Etna, incendio, volcán, monstruo,
vívora, ponzoña, fiera,
venganza, injurias, enojo
que si en todo estoy culpado
más dicha es, será más logro,
que si he de llevar la pena
de los delitos de todos
sólo ejercite la culpa
quien ha de pagarlo solo.
REY

 (Ap. 

En tanta resolución
hoy, que su error no mitigo
¿qué haré? si aquí le castigo
irrito su indignación.
Cuando intenté reducirle,
amonestarle o moverle,
ni me ha bastado prenderle,
ni me ha faltado reñirle.
¡Válgame Dios! ¿qué he de hacer?
Hijo, tú tienes razón...

  (Ap. 

Así atajo su pasión;
de esta manera ha de ser.)
Dame los brazos.
RUGERO
Señor...
REY
Llégate, Rugero, a mí,
que bien conozco de ti,
con tu obediencia tu amor.
RUGERO
¿Quien creerá?...
REY
Llega, Rugero.
RUGERO

 (Ap.) 

Sus lisonjas adivino.
REY

 (Ap.) 

Que abrazo al que no me inclino,
por conservar al que quiero.
RUGERO

 (Ap.) 

¿A mí el Rey me muestra amor?
 

(Abrázale, y no le mira RUGERO.)

 
REY
Puesto que me halle corrido,
siendo el que me habéis vencido
vengo a ser el vencedor.
Hoy en vos mi edad reposa;
¿aún no me queréis mirar?

 (Ap. 

No puede disimular
su condición vigorosa.)
Los dos uno hemos de ser
pues tanto amor os abona,
vuestra será esta corona
como vuestro mi poder.
RUGERO
Guárdete el ciclo, que así
seré hechura de tu mano.
REY
¿Quién ha entrado aquí?
RUGERO
Mi hermano.
 

Sale ALEJANDRO.

 
ALEJANDRO
Yo soy.
REY
¿Qué queréis aquí?
Idos.
ALEJANDRO
Quiero hablar con vos.
REY
Salí, Alejandro, allá fuera.
ALEJANDRO
Sólo que me oigáis quisiera.
REY
¿Me replicáis? Vive Dios,
que si palabra me habláis...

  (Ap. 

¡Ay hijo del alma mía!)
ALEJANDRO
Deciros sólo quería...
Mas voime.
REY
Tened, no os vais.

  (Ap.  

Sin causa le estoy riñendo,
y crece en mí la congoja,
que agasajo al que me enoja
y al que he de estimar ofendo.)
ALEJANDRO

 (Ap.) 

Mi hermano se ha declarado,
cuando es él que me ha ofendido.
REY
¿En fui, que vos atrevido,
con vuestro hermano indignado...
RUGERO
Yo arrojado, yo cruel.
De todo la causa he sido.
REY
¿Pues sois vos el ofendido,
y estáis volviendo por él?
ALEJANDRO
Yo soy quien dio la ocasión.
REY

 (Ap. 

¿Qué humildad la suya iguala?)
No repliquéis, noramala,
llegad, pedidle perdón.
ALEJANDRO
Mirad, Señor... (Ap.  ¡Esto espero!)
RUGERO

 (Ap.) 

¡Qué esto aguardo!, voto a Dios.
REY
Pedidle los brazos vos,
y dádselos vos, Rugero.
ALEJANDRO

 (Ap. 

Para tan prolijos daños,
con más penosa pensión
me da el cielo la razón,
y me la quitan los años.
Mas si es fuerza que ha de ser,
yo llego y perdón le pido,
y sufra el que no ha nacido
cuando él quisiera nacer.)
Para evitar tus enojos,
quisiera en esta ocasión,
que acudiera el corazón
con lágrimas en los ojos.
Corrido y avergonzado
tus brazos, hermano, pido
no por haberte ofendido,
sí por haberte enojado;
que intento cuando me arrojo,
para evitarte esa furia,
quedarme yo con la injuria
porque olvides el enojo.
RUGERO

  (Ap.) 

¿Quién creerá que me he alegrado,
que el Rey, mi padre, advertido,
mi cólera haya impedido
y mi enojo reportado?
Pues tanto a querer se arroja
a mi hermano mi valor,
que le tengo más amor,
todo cuanto más me enoja;
y si al riesgo me arrojaba,
o a castigar la osadía,
porque dije lo hacía,
y no porque lo intentaba.
ALEJANDRO
¿No me abrazas? Cruel estás.
REY
Aún no se vuelve a mirarle.
RUGERO

  (Ap.)  

¡Que esté deseando abrazarle,
y valga conmigo más
mi condición que mi amor!
¿Cuál será, pues, lo que espero,
si aún lo que quiero no quiero?
REY

 (Ap.) 

¡Grande crueldad!
ALEJANDRO

 (Ap. 

¡Gran rigor!)
¡Qué!, ¿mi amor no te reporta?
REY
No se ha de quedar así.
RUGERO

 (Ap. 

¿Mas si le amo para mí,
para los demás qué importa?)
Vete, Alejandro, con Dios;
digo que estás perdonado.
REY
Rugero, lo que he mandado
es que os abracéis los dos;
ea, acaba.
RUGERO
Harelo así.

  (Abrázale.) 

ALEJANDRO
Obligado me tenéis.
RUGERO
¿Para qué me agradecéis
lo que no hago yo por mí?
REY
Hijo, vete a recoger.
ALEJANDRO
Voime.  (Ap.  ¡Qué cruel y airado!)
REY

 (Ap. 

Aún no estoy asegurado,
mas yo sé lo que he de hacer.)
Dios te eche su bendición.
ALEJANDRO

 (Ap.) 

Alguna desdicha espero.
REY
Alejandro, daros quiero
vuestro cuarto por prisión;
no salgáis della, y mirad,
que con vos me enojaré.
ALEJANDRO
Digo que obedeceré;
mas mire tu Majestad...
REY
No hay que mirar.
ALEJANDRO

 (Ap.) 

¡Qué severo!
¡Ah, quién decirle pudiera...
REY
Alejandro, no vais fuera;
no salgáis fuera, Rugero.
ALEJANDRO
El alma llevo dudosa.
RUGERO
Soy vuestro.
ALEJANDRO
Vuestro es mi ser.
REY

 (Ap.) 

A Alejandro he de ir a ver.
ALEJANDRO

 (Ap.)  

Yo he de ir a ver mi esposa.
 

(Llevan al REY.)

 
 

Salen COSCORRÓN y CLAVELA, con luces.

 
COSCORRÓN
Pon, Clavela, en el bufete
las luces.
CLAVELA
Así lo hago.
COSCORRÓN
¿Eres criada?
CLAVELA
Sí soy.
COSCORRÓN
Yo también ¿no soy criado?
CLAVELA
Entrambos de un dueño somos.
COSCORRÓN
¿Tenemos lenguas entrambos?
CLAVELA
COSCORRÓN
Pues va de murmurar,
porque siempre me he preciado
de cumplir con los preceptos
del oficio con que trato.
CLAVELA
La lengua me hace mur, mur,
y tengo aquí rebalsados
chismes de cuatro semanas.
COSCORRÓN
Yo nunca los guardo tanto,
porque aún no los he sabido
cuando ya los he gastado.
CLAVELA
En efecto, Coscorrón,
servimos los dos...
COSCORRÓN
Al caso.
CLAVELA
A Casandra, la Duquesa...
COSCORRÓN
Yo a la iglesia la acompaño,
que no en todas las comedias
he de servir de lacayo.
CLAVELA
Yo la sirvo de doncella,
y estando en tan bajo estado
no me sirvo a mí de nada.
COSCORRÓN
Al caso, Clavela.
CLAVELA
Al caso.
Como digo de mi chisme,
ya conoces a Alejandro,
el Infante, y el querido
del Rey su padre, el hermano
de Rugero.
COSCORRÓN
Sí conozco,
pues todas las noches le hallo
tan esquina en esa calle,
que no sé si me he llegado
a orinarle alguna vez.
CLAVELA
Coscorrón, al caso.
COSCORRÓN
Al caso.
CLAVELA
Digo, pues, que cierta noche,
yo vengo, tomo, ¿y qué hago?
hágome un poco dormida
mi ama estaba rezando:
Llegóse a mirar si duermo;
ronco un poco, un poco aguardo
suelta un poco los chapines,
echa en la manga el rosario,
yo, por ver lo que pasaba,
hago como que me rasco
y por entre dedo y dedo
voy mirando y más mirando;
ella, quedo y más quedito,
como la que va pisando,
los huevos de las despensas,
que esotros ya se acabaron;
abre una puerta, y abierta,
hétele por do va entrando
muy rubito y muy falsito
el susodicho Alejandro.
-¿Estamos solos?, -la dijo.
-Sí, esposo, solos estamos,
-le respondió mi Señora,
y entráronse paso a paso.
COSCORRÓN
Aquí no hay que proseguir,
supuesto que se han entrado.
CLAVELA
Pues oye ahora otro cuento.
COSCORRÓN
Juro a Dios que estoy rabiando
por murmurar otro poco;
déjame llegar al plato,
y puesto que hay para todos,
cenemos, Clavela, entrambos;
¿al Príncipe ya conoces?
¿a Rugero, aquel hermano
de este Alejandro que has dicho?
Pues sabe, que enamorado
está también de mi ama.
CLAVELA
¿De veras?
COSCORRÓN
Verdades hablo.
 

(Dentro ruido.)

 
CLAVELA
Mi Señora...
COSCORRÓN
Yo nací
murmurador desgraciado,
pues me han reducido al cuerpo
lo que iba ya vomitando.
 

Sale CASANDRA, duquesa.

 
CASANDRA
¿Clavela?
CLAVELA
¡Señora mía!
CASANDRA
¿Qué hacéis tan solos entrambos?
COSCORRÓN
Hemos urdido una tela,
un vestido hemos cortado,
hase aforrado en lo mismo
y ya se estaba acabando,
porque yo lo abotonaba
y ésta le estaba ojalando.
CASANDRA
Idos los dos allá fuera.
COSCORRÓN
Ven, Clavela.
CLAVELA
¿A dónde vamos?
COSCORRÓN
A empezar a murmurar.
CLAVELA
No puedo ya.
COSCORRÓN
Por san Pablo
que me has de escuchar por fuerza,
o que, de hacer lo contrario,
te has de volver a llevar
todo cuanto has murmurado.
 

(Vanse.)

 
CASANDRA
Supuesto que ya se han ido,
la puerta del jardín abro,
pues vi desde estotra reja,
que ya mi esposo ha llegado
con la llave del postigo.
 

Sale ALEJANDRO muy triste, sin mirarla.

 
Dueño, señor, Alejandro,
esposo...
ALEJANDRO
Tente, Casandra.
CASANDRA
Llega, Infante, y en mis brazos...
ALEJANDRO
Cierra, cierra ese postigo.
CASANDRA
Va, Señor, está cerrado,

 (Cierra.) 

dame los brazos ahora.
ALEJANDRO
Déjame.
CASANDRA
¿Pues qué embarazo,
qué enojo, qué suspensión
de ti te enajena tanto,
que ni te ves en mis ojos
ni descansas en mis brazos?
¿Apenas ayer ¡ay Dios!
nuestras dos almas juntamos
al tálamo de himeneo:
Apenas con amor casto
te di la mano de esposa,
y hoy a mis ojos trocado
vas reduciendo en despegos
los que ayer fueron halagos?
¿Pésate de ser mi esposo?
Dilo, Alejandro, habla claro
pero esto no puede ser,
pues cuando ¡ay desdichas! cuando
suceda por mujer propia,
que debieras he pensado,
ya que a aborrecer me llegues
siquiera disimularlo;
si es porque Infante naciste,
si no te excedo, te igualo,
que el sol, planeta mayor,
lo está rubricando en rayos.
Mi padre fue el duque Urbino,
y en el sarraceno campo
por la defensa del tuyo
tantos triunfos dio a su brazo,
que cansada ya la muerte
de llevar tantos paganos,
mató a mi padre de oficio,
diciendo al campo contrario,
si a éste dejo que os dé muerte,
no he de entenderme con tantos.
¿Temes, di, que el Rey, tu padre,
alcance que te has casado?
Sólo los dos lo sabemos,
y el Duque, a quien has fiado
el alma de este secreto.
No te receles, que cuando
tu padre llegue a saberlo,
podrá, cruel y arrojado
castigarte inobediente,
mas no culparte indignado.
¿No me miras?, no me mates;
¿no te debe mi agasajo
siquiera que me respondas?
Cuenta, cuenta tus cuidados,
que si son muchos, Señor,
mejor te ha de ser contarlos,
porque se gastan las penas
entre la lengua y el labio
acaba, por Dios, esposo.
ALEJANDRO
Casandra, si no he contado
de mis recelos la causa,
es porque son tan extraños
que no tengo otro consuelo
sino el que en decirlos hallo,
y si los digo, es muy cierto
que he de empezar a llorarlos.
Pero ahora con pensar
que he de tener aquel rato
de consuelo en referirlos,
con más paciencia los paso
pero en pasando el consuelo
ninguna templanza aguardo,
que moriré de sentirlos
ya que viva de contarlos.
CASANDRA
Pues repártelos conmigo,
yo los lloraré escuchados,
tú a mí me consolarás
por ver que los voy llorando,
y cumpliremos a un tiempo
con los males en llorarlos,
con el amor en decirlos,
y así hallaremos entrambos
el consuelo en la desdicha
y la templanza en el llanto.
ALEJANDRO
Allá ya voy a enternecerle.
CASANDRA
Cuéntalos presto, Alejandro,
que no habrás menester mucho,
que ya se están asomando
a mis ojos mis suspiros
en lágrimas congelados,
que las lágrimas son penas
que por el alma buscaron.
La lengua que las pronuncie,
y por no acertar el labio
resolvieron en aljófar
cuanto en fuego congelaron.
ALEJANDRO
Dígote, pues, que esta noche,
apenas del lecho casto
y de tu amor me aparté
sin sentirme tus criados,
cuando a cumplir con mi padre
vuelvo, Casandra, a palacio.
Segunda vez me desnudo,
a otro tálamo me llamo,
bien que el tuyo fue de amor
y estotro fue de cuidados;
duérmome, no me dormí,
porque el sueño es un ensayo
de cada día, en que todos
la muerte representamos,
y aun es paso que se yerra
con estar tan ensayado:
Sueño, pues, que mal herido
del acero de mi hermano
anegaba mis suspiros
entre mi sangre y mi llanto.
Soñando, la espada empuño
y dormido me levanto,
despierto y no desperté,
pues con estar levantado,
fue tanta la aprehensión
de aquel confuso letargo,
que con verme en pie y despierto
dudé por muy grande rato
si era sueño el verme libre
o era verdad lo soñado.
Vístome; silgo a la sala;
busco a Rugero... ¿Llamaron?
 

(Llaman.)

 
CASANDRA
Sí, esposo.
ALEJANDRO
¿Quién podrá ser,
que sin llave se haya entrado
hasta el jardín?
CASANDRA
Será el Duque,
a quien una llave he dado
para que entre a cualquier hora.
ALEJANDRO
Pues ábrele.
CASANDRA
Ya le abro,
 

Sale EL DUQUE, turbado.

 
DUQUE
¡Infante! ¡Duquesa hermosa...
ALEJANDRO
Federico, ¿qué cuidados
CASANDRA
¿Qué desdichas...
ALEJANDRO
¿Qué suceso...
CASANDRA
¿Qué fortuna...
ALEJANDRO
¿Qué fracaso...
DUQUE
Excusad el preguntarme,
puesto que ya me adelanto,
y escuchad a lo que vengo.
ALEJANDRO
Prosigue, ya te escuchamos.
DUQUE
Ya te acuerdas que el príncipe Rugero,
tu hermano, vengativo, cruel, y fiero,
esta mañana se enojó conmigo;
y tú, como mi amigo, te pusiste a mi lado;
y que Rugero, el príncipe, enojado,
tú leal y piadoso y él severo,
quiso indignar la mano y tú el acero;
que el Rey salió a este punto,
que él quedó más airado y tú difunto;
que porque diste causa a tal exceso
dentro en mi cuarto te mandó estar preso.
También lo supe yo, no pues te espante
que en caso semejante,
cuando atenciones a mi voz conquisto,
te refiera otra vez lo que tú has visto.
Que para referir penas tan fieras
es preciso acordarte las primeras.
Apenas con el alma recelosa
esta noche veniste a ver tu esposa,
cuando en Palacio, de tu amor llevados,
señores, oficiales y criados,
en la antesala juntos,
verdaderos retratos o trasuntos
de unión y confianza,
cada cual por su enojo se abalanza
a abonar tu lealtad, culpar tu hermano,
llamándote obediente y a él tirano.
Cuando al lance primero,
los parciales y amigos de Rugero,
queriendo a su Señor mostrarse fieles,
aunque pocos, por suyos muy crueles,
sin aguardar razones por cansadas,
remiten la venganza a las espadas,
sea por lisonjeros o leales.
¿No suele verse en unas fiestas reales
todo un vulgo arrojarse a los aceros,
y ocasionados todos, todos fieros,
sin saber con quien riñen indignados,
mucho más que ofendidos irritados,
aunque su mismo empeño los disculpa
buscarse la venganza sin la culpa,
y que al mismo concurso desta gente
llega un toro atrevido e impaciente.
Y sin que de sus ímpetus se espante
juega la media luna por montante,
y derribando sus altivos cuellos,
los mete en paz para reñir con ellos?
Rugero, así atrevido, así arrojado,
los divide cruel y denodado;
al que del otro acero le apartaba,
mas presto entre su sangre le apuraba;
tanto, que el que se halló con nueva suerte,
se apartó de una muerte a la otra muerte.
Sale tu padre, y todos, en efeto,
o huyeron de temor o de respeto,
tan sano y con afectos diferentes,
que el valor no repara en accidentes,
que al Príncipe premió y a sus criados,
y con la guarda a los demás culpados
puso en prisión la causa averiguando:
Entró luego a tu cuarto, y no te hallando
como en él te dejó primero preso,
sintió la inobediencia, no el exceso;
y aun pensando que fueras el culpado
del suceso pasado,
por no hallarte obediente subió a tanto
el sentimiento, que pasó a ser llanto;
y como entre decrépitas y airadas
destilaba las lágrimas cansadas,
dio con nuevos despojos
parasismos de aljófar a sus ojos,
y helándose sus lágrimas, si ufanas,
naciendo perlas, acabaron canas:
y mandando que todos te buscasen,
y puesto que te hallasen,
a una torre te lleven al momento,
quizá por dar al Príncipe escarmiento,
o porque la prisión has quebrantado,
o porque piensa el Rey que has provocado
a tus amigos, y por eso huiste.
Aquí, Señor, en ti tu honor consiste,
y aun lo más que tu crédito interesa,
si estimas a tu esposa, la Duquesa,
huye del Rey la ira, pues infiero
que por mostrar que es recto y justiciero
ha de estrenar en ti el primer castigo.
Tu vasallo soy siempre, y soy tu amigo;
cuerdo eres, sabio el Rey; tú, pues, infiero
que se castiga más lo que se quiere,
y en el rigor contemplo
que no hay desdicha como ser ejemplo;
aquí te han de buscar, puesto que es fama
que es Casandra, no dueño, sino dama;
y si te prenden, pierdes a tu esposa;
no te des a la plebe maliciosa,
que se toma licencia
de reducir a culpa la inocencia;
huye aquesta prisión, que en esta parte
ha de querer el Rey asegurarte
y tenerte guardado
si el Príncipe contigo está indignado.
Un caballo te traigo, hijo del viento,
poca esfera a su curso un elemento,
a Belflor, villa mía,
te puede trasladar antes del día.
Tu amigo soy, y no soy lisonjero;
quiérote amigo, aunque señor te quiero,
y si no te parece que he acertado,
en tu defensa siempre, y a tu lado
como debo, arrojado e impaciente,
ya cuerdo, ya advertido, ya impaciente,
ya exponiendo la honra, ya la vida,
o en pedazos el alma dividida,
o entero mi valor para ayudarte,
o dispuesto mi ingenio a aconsejarte,
he de ser siempre quien te ayude en guerra,
quien te acompañe en mar, imite en tierra,
siga en el monte, busque en el poblado,
porque he nacido honrado;
y sobre ser honrado otra vez digo,
que aunque soy tu vasallo, soy tu amigo
 

(Pone un lienzo CASANDRA en los ojos.)

 
ALEJANDRO
Mucho debo a mi valor,
pues en ocasión igual,
siendo el mayor este mal
aun le esperaba mayor.
¡Oh pena!, templa el rigor
con que mi suerte atropellas,
si ya viendo estas querellas
no solicitas durar
para poderte alabar
que te lloran las estrellas.
CASANDRA
No juzgues inadvertido
que porque el lienzo he llegado,
mis lágrimas he enjugado,
que antes las he detenido;
iba el dolor divertido
a entregarse a mis enojos,
o a dar el alma en despojos
de piedad con mi dolor,
y echó la presa el valor
al corriente de mis ojos.
¿Tú no estimas mi cuidado?
ALEJANDRO
Tuyo, Casandra, es mi ser.
CASANDRA
Esto es saberse vencer.
¿Rugero, no está indignado?
ALEJANDRO
Así el Duque lo ha contado.
CASANDRA
¿Quebrantaste la prisión?
ALEJANDRO
Por verte fue la ocasión.
CASANDRA
¿Yo tengo la culpa?
ALEJANDRO
Sí.
CASANDRA
Pues no aventures aquí
con tu vida mi opinión;
porque aunque mi amor me llama
a impedirle esta partida,
a ti te vale la vida
y a mi me importa la fama;
o algo se apure la llama
u obre la ausencia en su ser,
que puesto que has de volver
a un pecho que el tuyo adora,
cuanto se consume ahora
se ha de volver a encender.
ALEJANDRO
¿Eso es amor?
CASANDRA
Es valor.
ALEJANDRO
¿Es inconstancia?
CASANDRA
Es quererte;
si la ausencia es mayor muerte
apuremos el dolor.
Quien no mira por mi honor,
¿para qué me quiere a mí?
ALEJANDRO
¿Pues yo he de ausentarme?
CASANDRA
Sí.
ALEJANDRO
¡Hay vida más afligida!
¿De qué me sirve la vida
si he de apartarla de ti?
CASANDRA

 (Ap.) 

Si me pretende Rugero
sin mi esposo, ¿qué he de hacer?
DUQUE
Bien te puedes resolver,
huye el enojo primero.
ALEJANDRO
Pues ya obedeceros quiero.
DUQUE
Presto, Señor, volverás,
y de tu amor gozarás,
pues esto importa a los dos.
ALEJANDRO
Quédate, esposa, con Dios.

 (Apártase y vuelve la cara.) 

CASANDRA
Vete, Alejandro, ¿te vas?
ALEJANDRO
Sin tus brazos no me iré.
CASANDRA
Toma, y en eternos lazos...
mas no he de darte los brazos,
vete, Alejandro.
ALEJANDRO
¿Por qué?
CASANDRA
Porque si yo te troqué
un alma a otra alma en que muero,
si las juntamos, infiero
que no se han de conocer,
y ansí se pueden volver
adonde estaban primero.
ALEJANDRO
Ven, Duque.
DUQUE
Vamos, Señor,
que allí el caballo te espera.
ALEJANDRO
¿Hay más mal?
CASANDRA
¿Pena más fiera?
ALEJANDRO
¿Más tormento?
CASANDRA
¿Más dolor?
ALEJANDRO
Conmigo queda un temor.
CASANDRA
Conmigo llevo un recelo.
ALEJANDRO
Nieve soy.
CASANDRA
Toda soy hielo.
ALEJANDRO
¡Qué sobresaltos!
CASANDRA
¡Qué enojos!
Vuélvate el cielo a mis ojos.
ALEJANDRO
Vuélvame el cielo a tu cielo.

IndiceSiguiente