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Salen RUGERO y ROBERTO.

 
RUGERO
Yo le tengo de matar.
ROBERTO
¿Al Duque? ¿Por qué ocasión?
RUGERO
No examinéis la razón
si sabéis lo que es amar.
¿Sabes la dama que adoro?
ROBERTO
Dudo tu constante amor.
RUGERO
¿No te he dicho mi dolor?
ROBERTO
Tu incendio y tu amor ignoro.
RUGERO
¿Luego no te conté yo
la que me trae tan sin mí?
ROBERTO
¿Que al Duque aborreces? Sí.
RUGERO
¿Y por qué es la causa?
ROBERTO
No.
¿Cómo procuras, si es mucha,
que oír a tu pena espere?
RUGERO
Diré lo más que pudiere.
ROBERTO
Prosigue, Señor.
RUGERO
Escucha:
Era del día la estación ardiente,
el sol iba a anegarse en Occidente,
cuando sigo en el monte dilatado
el espín de saetas coronado,
con el venablo fuerte,
él se atropella por su propia muerte;
yo en el bruto atrevido me abalanzo;
ya te pierdo en las ramas, ya le alcanzo;
y perseguido del impulso mío,
pide socorro a la piedad de un río;
arrójase al cristal precipitado
entre sus verdes ovas anegado;
porque a su vida su temor no estorbe,
sangre escupe al cristal que otra vez sorbe;
salir quiere otra vez hasta la orilla:
Yo, muralla, en la silla
le aguardo, y como mira que le espero
de temor se reduce a lo primero;
fuese a fondo; mas yo que le amenazo,
con el impulso me quedé en el brazo;
él agoniza entre el cristal que ocupa,
espumas bebe y remolinos chupa,
hasta que de coraje
de las arenas levantó un plumaje,
y agonizando con la rabia muda
la muerte bebe, y lo que bebe suda;
yo, pues, que en la quietud de los cristales
conocí de su muerte las señales,
desocupo la silla.
Y llámome al descanso de la orilla;
ato el caballo a un roble, que copado,
sirvió de pabellón a un verde prado
que las orillas de verdor estrena;
vuelvo los ojos, y hallo en la arena
fácilmente estampadas
breves ya, grandes ya, muchas pisadas:
Con los ojos las mido y desigualo,
femeniles y humanas las señalo,
y de curioso, en confusiones tantas,
me seguí por el rastro de las plantas,
sirviéndome de empeño,
entre otras, la señal de un pie pequeño
que al movimiento de la arena fría,
tal vez entre ella propia se escondía,
y tal le apartó el viento con decoro
para enseñarse más el marco de oro,
voile siguiendo entre la playa fría,
y con dejarle atrás más le seguía;
llego a un prado, y la estampa se me pierde,
y murió mi esperanza entre lo verde;
búscole, y te dudaba,
no le hallaba en la yerba y le pisaba.
Torno a encontrar la estampa en el arena,
resucito la pena;
sígole, suspendidos
entre la vista los demás sentidos;
oigo hablar en la orilla cristalina,
recátome a una zarza tan vecina
al río que le daba más sonoro
plata en cristal y en las arenas oro
que destilaba de sus venas rojas;
y añadiendo mis ojos a las hojas
miré, porque mejor mi amor se arguya...
Oye lo que miré, por vida tuya:
Doradas de un taray, grandes y hermosas,
pendían de listones cinco rosas,
tan a la vista bellas,
que el cielo verde las dudaba estrellas;
y fijo en las cortezas, rudas antes,
un clavo coronado de diamantes;
y pendiente también de la corona
por una trenza blanca una valona,
que tanto cristal bebe
que al aire le tiró puntas de nieve;
una cota despojo era del viento,
si de un cielo fue antes de ornamento.
¿Veis, me dijo, que al aire me provoca?
Pues antes fui muralla de una roca,
si en aguas vuela al río, o si se pierde
con guarniciones de su esmalte verde,
aquí con más decoro y maravilla,
en aguas se anegó toda la orilla
escureciendo arenas a millares,
que como eran azules, eran mares,
y como airado el río se enarbola,
las manchó de cristales ola a ola.
Estaban hechas unas
de sus bellas colunas
al lazo estrecho de dos ligas breve
dos fundas de carmín y dos de nieve.
De ámbar y cordobán la arena pura
las dos basas guardó desta hermosura,
que adornadas de dos flores hermosas
por breves las cubrían las dos rosas;
miré la cárcel de su pie pequeño,
medile a las señales de mi empeño,
y hallé que era el imán de mi venida.
Requiero el dueño el alma repartida,
todos los ojos dejo a la ribera,
y vila entre el cristal desta manera.
Guardaban la hermosura que recata
dos criadas en túnicas de plata,
y por quererse traducir al hielo,
velo de caza puso al blanco cielo
por cuyos ojos de su espacio breve
asomándose andaba alguna nieve
sentado en el arena en gloria tanta,
corrió el cristal rondando su garganta,
y con correr al verla suspendido,
el que corría se quedó corrido.
Iba por la campaña dilatada
toda el agua nevada,
que como de la nieve había venido
llevaba lo que había derretido;
el cabello que al aire se esparcía
anegado en sí mismo se perdía,
y con estar del cuello abajo oculta
entre el cristal que su marfil sepulta,
corrió en las ondas, que el cabello atasca,
de la garganta arriba la borrasca;
corto el cristal con apacibles lazos,
y fabricando remos en los brazos,
batel de nieve errante al cristal bello
para la vela descogió el cabello;
vuelve a la orilla y toda se recata,
y aferrando dos áncoras de plata
en el río, azul cielo, siendo astro,
hizo salva a la orilla de alabastro;
saludáronla todas sus criadas,
y a un pabellón de Holanda ya entregadas
la reciben sirenas,
y yo en las ramas la examino apenas,
cuando para mirar deidad tan rara
solté la vista y recaté la cara:
sirenas nubes guardan este cielo,
sólo la vi el semblante, todo hielo,
y escitia de jazmín al recogerla,
con la boca tirita perla a perla;
por el cabello y por el rostro iguales,
fue sudando cristales,
que porque de perderlos no se enoje
la onda que la enjuga los recoge;
vístese ya, cobrada de su fuego,
entra en un coche, yo la sigo ciego,
piérdola de los ojos con la noche,
vuelvo por mi caballo, sigo el coche,
entra en su casa y en efecto cesa;
supe que era Casandra, la duquesa;
galantéola siempre, sirvo amante;
despréciame galán, niega constante;
el duque Federico entra en su casa,
arde mi amor, y ardiendo, el pecho abrasa;
el Duque con mi padre me persigue,
él visita a Casandra, en que se sigue
de dos enojos un castigo mío;
sin libertad estoy, sin albedrío,
por una parte el Duque me ha injuriado,
por otra estoy celoso y indignado,
si la muerte le doy, pierdo a mi dama;
si le dejo servir, arde esta llama;
con su vida mis dichas aventuro,
con su muerte mis penas aseguro,
hállome enamorado,
mi padre está indignado,
mi hermano por mi causa vive ausente,
el Rey es impaciente,
yo le tengo irritado, es justiciero;
si sufro este desprecio, amante muero;
esto me trae suspenso, airado y triste,
dame el consejo tú, pues le ofreciste.
ROBERTO
Tan atento me has tenido,
que me debes por atento
lo que a ti por lo que cuentas
siendo mi Señor, te debo;
pero di, ¿porqué aborreces
tanto a tu hermano, supuesto
que es el duque Federico
quien ocasiona tus celos?
Ocho días han pasado
después que airado y soberbio
ocasionaste la riña
dentro en Palacio, y en ellos,
ni el Infante ha parecido,
ni el Rey, tu padre, ha resuelto,
temiendo tu condición,
dejarte en tu cuarto preso.
La vida pasa llorando,
tan lastimoso y tan viejo,
que hace del llanto congoja
y hace del gozo sosiego.
Busca a tu hermano, Señor,
y olvida esos celos necios;
dile al Duque tus cuidados,
mándale ocultar su incendio,
dile que deje a Casandra,
hazle faltar a su cielo,
que en él no es culpa el amar
si en ti el no mandarle es yerro,
y puede no ser verdad.
RUGERO
No puede; porque supuesto
que le veo entrar de noche,
ni a las dudas me consiento,
ni de los celos me aparto,
ni a las sospechas me niego,
que lo que mira un sentido
no lo ha de negar un pecho.
¡Ay, Roberto!, si yo hallara
para apagar este fuego
quien me escondiera en su casa...
Viven los hermosos cielos,
que encargara a la violencia
lo que no ha podido el ruego;
mas yo...
 

Sale COSCORRÓN.

 
COSCORRÓN
Ya le di el papel:
Acasa otra vez me vuelvo
pero Rugero está aquí,

 (Hace que se va.) 

Y no me hallo con Rugero.
RUGERO
¿Quién es?
COSCORRÓN

 (Ap. 

Él me ha visto ya;
vive Cristo, que le temo,
y hago muy bien.) Ego sum.
RUGERO
¿Quién?
COSCORRÓN
Un indigno escudero
de la duquesa Casandra;
llevaba un poco de miedo,
y íbale a dejar a casa.
ROBERTO
Pues no le llevéis.  (Ap.  Hoy pienso
conseguir esta intención,
pues me da ocasión el cielo.)
¿Cómo os llamáis?
COSCORRÓN
Coscorrón.
RUGERO
¿De dónde venís?
COSCORRÓN
Yo vengo
de donde su alteza mande.
(Dicen, que el dicho Rugero
por quitarme allá esa paja
despacha un hombre a las ciento.)
Señor, de dar un papel
al Rey, vuestro padre, llego,
de Casandra, mi Señora.
RUGERO
Vete allá fuera, Roberto.
COSCORRÓN

 (Ap.)  

¿Qué querrá conmigo a solas?
Que me ha de pegar, sospecho,
seis pares de nombres míos.
RUGERO
¿Coscorrón?
COSCORRÓN
¿Señor?
RUGERO
Yo quiero
Preguntaros...
COSCORRÓN

 (Ap.)  

Ya me animo.
RUGERO
Que me digáis...
COSCORRÓN

 (Ap.) 

Ya me aliento.
RUGERO
Si el Duque quiere a Casandra.
COSCORRÓN
Yo no sé su pensamiento;
mas pienso que no le quiere,
pues todo es cosa de cuento;
porque los dos cuando mucho
están como unos jilgueros
hablando cinco o seis horas
cada noche, y salen luego
ella un poco más contenta,
y él un poco descontento.
RUGERO
Tú has de hacer por mí una cosa;
aguarda en el aposento
de Casandra aquesta noche;
y si lo haces, te prometo

 (Saca un bolsillo.) 

mil escudos que hay en oro
en este bolsillo.
COSCORRÓN
Quedo,
Vuestra alteza se reprima
y deje prometimientos;
que puesto que soy criado
y pues me precio de serlo,
para vender a mi ama
no son menester dineros
porque éste es oficio mío.
RUGERO
La vida y el ser te debo.
COSCORRÓN

 (Ap.) 

Si él supiera que su hermano
la pretende... Mas no quiero
irritarle los doblones,
pues aunque no los acepto,
los pienso ginovesar.
RUGERO
En fin, Coscorrón, ¿qué haremos
COSCORRÓN
ahora entra cierta criada,
que es alma de sus secretos;
será menester ahora
que esos mil escudos demos,
que yo, para mí, ni un real
de toda esa fruta quiero.
RUGERO
Pues toma.
COSCORRÓN

 (Ap. 

Treinta demonios,

 (Tómalos.) 

los más grandes del infierno,
me lleven, si yo la diere
ni un ochavo solo dellos.)
Para mí cualquiera cosa
bastará, que yo no intento
serviros por interés.
(Así hacen los mohatreros
con nombre de cierto amigo
pescan a un hombre el dinero,
y el amigo es ellos mismos.)
RUGERO
Coscorrón, aquí te espero,
pues ya la confusa noche
desde el polo contrapuesto
viene vistiendo de sombras
las coronas de los cetros.

 (Vase.) 

COSCORRÓN
Ya te sigo. ¡Lindo oficio!
No hay más Flandes, caballeros:
Por treinta dineros solos
vendió Judas a su dueño;
mas no me espanto de Judas,
que, en efecto, era bermejo;
Galalón vendió a los doce
y los vendió sin provecho;
Bellido mató a su rey
sin tocar un cuarto dolía;
pues si por precio tan poco
Judas vendió a su Maestro,
Galalón vendió a sus Pares
y Bellido a su rey mesmo;
yo que ni aquél que me enseña
ni a mis doce amigos niego,
ni a mi rey quiero dar muerte,
sino que a mi dueño vendo,
que el nombre de dueño basta
para ser traidor un ciego,
¿qué mucho que por los mil
que en este bolsillo llevo
la venda y torne a comprarla?
No hay más honra que el provecho,
y si no écheme alguno
en su olla o su puchero
la honra en lugar de vaca.
Y el pundonor por carnero,
y comerá ejecutorias:
Mas yo, que dineros llevo,
siendo traidor por mis obras
seré hidalgo por mis hechos.

 (Vase.) 

 

Salen CLAVELA y CASANDRA.

 
CLAVELA
Todo es sentir y llorar,
todo penar y morir;
¿de qué te sirve el vivir
si no te sabes templar?
Véncete con más templanza,
y en tan prolijo tormento,
ni descartes tu contento
ni desprecies tu esperanza.
Si tu esposo no ha venido,
no te des a temor tanto,
y entre el silencio y el llanto
sirva la voz de sentido;
un mes no es tan larga ausencia,
que haces en tan fiera calma
todas las potencias alma,
y toda el alma dolencia
no destiles los cristales
en derretidos despojos,
ni quieras dar a tus ojos
todo el peso de tus males;
habla, porque no es razón;
di tus penas, porque es mengua
quitar el uso a la lengua
por dársele al corazón.
CASANDRA
Como no sabes, Clavela,
aunque mi amor lo pregona,
el fuego que me apasiona,
la llama que me desvela,
la desdicha que me ofende
el pesar que me provoca,
la duda que me equivoca,
y el temor que me suspende;
el mal que llego a inferir,
el bien que llego a dudar,
¿Piensas que se puede hablar
lo que se puede sentir?
No es cuidado aquel cuidado
que puede ser difinido:
Mal que vive bien sentido
no se declara en lo hablado.
Yo, pues, cuando llegue a hablarle,
si no he de poder decirle,
será mejor reprimirle
que no saber explicarle.
CLAVELA
Ya he sabido que es tu esposo,
y que está ausente el Infante;
sé que le adoras amante,
y él corresponde amoroso;
y aun sé que llave ha llevado
con que pueda entrarte a ver
si se arrojare a volver
a verte determinado.
CASANDRA
¡Ay, Clavela!, otro dolor
tanto mi gloria ha impedido,
que por mayor le he sentido,
siendo el que lloro el mayor.
Rugero ha dado en quererme,
servirme y solicitarme,
y cuanto quiero apartarme
más se inclina a pretenderme;
y no excusando la nota
con que en servirme se emplea
de día me galantea
y de noche me alborota;
si el Duque me viene a ver
y a consolarme en mi ausencia,
el vestido de imprudencia,
todo entregado al poder,
con el celoso rigor
entre sus dudas inciertas,
rompe el decoro a mis puertas
y la opinión a mi honor;
hasta que el Duque, obligado,
porque dentro no le halle
desde un balcón a la calle
cuatro noches se ha arrojado.
Si al Príncipe no desdeño,
siendo su hermano mi esposo,
cuanto él obra riguroso
tanto mi fama despeño.
Y si de mi honor es ley
decirle que es mi marido,
se ha de volver ofendido
a irritar su padre el Rey;
porque aunque es tal mi nobleza
que iguala a la majestad,
no pasa la calidad
por plaza de la grandeza.
Si constante y valerosa
resistir quiero su llama,
cuanto desquito a mi fama
cargo a una opinión dudosa;
que como en él no es verdad
el amor que hace violento,
nunca olvidará el intento
quien quiere por vanidad.
De suerte, que yo me veo
con el Infante casada,
de su hermano conquistada,
poco seguro mi empleo;
sin modo en el resistirlo,
sin alma para esperarlo,
sin lengua para contarlo,
sin fuerzas para sufrirlo.
CLAVELA
¿Pues qué remedio has hallado
para pena tan cruel?
CASANDRA
Al Rey te escribí un papel
adonde cuenta le he dado
del intento de Rugero;
y aunque enfermo, he presumido,
que si el Rey le ha recibido,
ha de venir, como espero,
esta noche a castigar
su intención soberbia y fiera.
Tú ahora vete allá fuera;
déjame conmigo estar.
Llégame una silla aquí.
CLAVELA
Ya la tienes prevenida.
CASANDRA
¿De qué me sirve la vida
si la he de pasar sin mí?

 (Siéntase.) 

CLAVELA
Voime allá fuera.

 (Vase.) 

CASANDRA
Hoy se halla
el alma con novedad,
que es también la soledad
otro campo de batalla.
Ahora que estoy a solas,
de sospechas asaltada,
con el fuego en el cuidado,
con el recelo en la llama,
preguntar quiero a mis penas
que hay de mi esposo en el alma.
Veinte días se han pasado
después que a mis brazos falta,
obediente y temeroso
de un padre que le amenaza,
de una ira que le espera,
de un hermano que le ultraja;
y apurando esta materia...
 

Salen RUGERO y COSCORRÓN, escondiéndose.

 
RUGERO
Si ésta es la última cuadra,
ya no hay que pasar de aquí.
COSCORRÓN
Aquí escondido le aguarda.
mas aquí está, vive Dios.
CASANDRA
¿Quién anda en aquella sala?

 (Pónese detrás RUGERO.) 

COSCORRÓN

  (Ap.  

Sintiome, viven los cielos.)
Yo soy, Señora.
CASANDRA
¿Aquí estabas?
COSCORRÓN

 (Turbado.) 

Sí, Señora.
CASANDRA
¿Qué te turbas?
¿Qué tiemblas?
COSCORRÓN
Tengo cuartanas.
CASANDRA
¿Dístele al Rey el papel?
COSCORRÓN

  (Ap. 

Vive el cielo, que si le halla
que me pierdo.) Sí, Señora.
CASANDRA
¿Qué te dijo? Dilo, acaba.
¿De qué temor te has mudado?
COSCORRÓN
No tengo otra cosa en casa
que mudarme.
CASANDRA
Habla de presto,
COSCORRÓN

 (Ap. a RUGERO

Hazte atrás, Señor, y, calla.)
Sí, Señora, ya le di.
CASANDRA
¿Y qué te respondió?
COSCORRÓN
Nada.
CASANDRA
¿Con quién hablaste allá fuera
cuando por la puerta entrabas?
COSCORRÓN

 (Ap. 

Cogiome, por san Hilario.)
Engañaste, que no hablaba.
CASANDRA
¿Qué hacías?
COSCORRÓN
Rezaba recio.
CASANDRA
¿Pues rezar quedo no basta?
COSCORRÓN
Voy rezando por mi padre,
y era sordo.
RUGERO

 (Ap.) 

Ya me causan
tantos disparates risa.
COSCORRÓN

 (Ap.) 

¿Pues no es cosa bien extraña
que tenga miedo y doblones
siendo cosas tan contrarias?
CASANDRA
Vete noramala luego.
COSCORRÓN
Si haré. ¿Dónde es noramala?
CASANDRA
Vete luego.
COSCORRÓN
Luego y yo
haremos lo que nos mandas.

  (Ap. 

porque soy grande alcahuete,
muy amigo de mis amos
pero más de mis doblones,
y sabré vender mi fama,
pero mejor mi Señora
en las cosas de importancia...
Y así, voy a no volver,
saltando de sala en sala,
como otros de peña en peña.)

  (A RUGERO.) 

Ya te dejo en la estacada.
Yo cumplí con tus doblones,
cumple tú con tu demanda,
y encomiéndate a Tarquino,
en prometer no haya falta,
y si pudieres echar
un lagrimón, será causa
para conquistar mil Porcias;
dile aquello de mi alma,
lo de la ese y el clavo,
que es una gran circunstancia:
Si pidiere cedulita,
dale tú una cedulaza;
y si la mano de esposo,
prométeselas entrambas,
y un obispado también,
que con esto y buena maña,
buen despejo y mal amor,
gran promesa y corta paga,
habremos cumplido entrambos
con todas las carabanas,
tú alcanzando lo que intentas
y yo vendiendo a mi ama.

 (Vase.) 

RUGERO

  (Ap.)  

Si soy yo quien más la quiere,
si ella mi afecto no paga,
y si el Duque es mi enemigo,
si él la sirve y ella le ama,
si a mí me desprecia siempre,
si estoy dentro de su casa,
no ande cobarde mi amor
ni el alma indeterminada.
Ella está en aquesta silla,
no os echéis a perder, ansias,
no quiere quien considera
que el incendio se profana
si se duda la violencia
donde falla la esperanza;
esta luz quiero matar,
porque hay acciones tan malas,
que son para hechas mejores
que pueden para miradas.

 (Mata la luz.) 

Yo me acerco hacia la silla
CASANDRA
aquí he sentido pisadas,
y la luz también han muerto.
¿Si hay alguien dentro de casa,

 (Levántase.) 

que mi ofensa solicite?
Si han entrado en esta sala,
si hay alguien dentro o no le hay;
si le hay le evito la causa
con entrarme a mi retrete;
si no le hay, no importa nada
que me vaya a recoger.
¡Oh qué de ilusiones andan,
al parecer evidencias,
en penas disimuladas!
Yo me entro por esta puerta.

 (Vase.) 

RUGERO

 (Ap.) 

Hacia aquí pienso que estaba;
ésta es la silla, yo llego;
necedad será obligarla,
que quien se negó a la dicha,
no ha de admitirse a la infamia.
Ya la tengo en mi poder,
arda amor, el fuego arda,
y acaben... Mas, vive Dios,
que se levantó Casandra,
que fue apariencia mi suerte,
y fue viento mi esperanza.

 (Tienta la silla.) 

Sí, era ésta la silla, sí,
que no había otra en la cuadra;
sin duda que me ha sentido;
mas no es posible que salga
sin encontrarla de aquí;
a escuras quiero buscarla
yo he errado en matar la luz;
pero, ¿quién, cielos, pensara
que me faltara la noche
yendo a buscar la desgracia?
 

Sale ALEJANDRO a oscuras, por la otra puerta.

 
ALEJANDRO
Ayudado del silencio
por estas confusas cuadras
a ver a mi esposa he entrado
con la llave que llevaba,
que no pude en veinte días
venirla a ver; mas no tarda
quien envía los suspiros
por mensajeros del alma.
Sin luz están estos cuartos;
mas, ¿dónde estará Casandra?
con una silla encontré;
no quisiera alborotarla,

 (Tope con la silla y derríbela, y al ruido se llega RUGERO.) 

ya que estará recogida.
RUGERO
Por aquí sin duda anda,
porque derribó la silla,
y ya siento las pisadas.
ALEJANDRO
Yo la busco: entrar quisiera.
RUGERO
Yo llego antes que se vaya
de este modo; mas, por Dios,

 (Tópanse los dos, y abrázanse.) 

que si el tacto no me engaña
yo he hallado lo que busqué.
ALEJANDRO
Aun no he llegado a mi casa,
cuando una sombra me tiene
y mi bulto mudo me abraza.
RUGERO
¡Cielos, a mí me detienen!
¿Pues para cuándo se guardan
de mi osado corazón
las iras y las venganzas?
Pero al querer arrojarme,
no sé qué secreta causa
me suspende los impulsos
y el movimiento me ataja.
ALEJANDRO
¡Hola, Fabio!, ¡hola, Riselo!
¡Silvia! ¡Clavela! ¡Casandra!
 

Sale CASANDRA con luz.

 
CASANDRA
¡Cielos, qué es esto que miro!
La sangre distingo helada.
 

(Apártanse, y empuñan las espadas.)

 
ALEJANDRO

 (Ap.) 

¡Cielos, si ésta es ilusión,
despertadme toda el alma!
Y si es cierto lo que miro,
no se embaracen las ansias.
¿Mi hermano, que es mi enemigo,
a estas horas, y en la casa
de mi esposa me detiene?
¿Ella la color turbada,
sale a alumbrarme mi ofensa?
¿Mi hermano empuña la espada,
ella neutral se confunde,
yo desentiendo la infamia?
No es posible, yo lo sueño;
pues si esto apenas pasara
yo debiera castigarlo,
mi hermano se recatara,
mi esposa lo desmintiera,
los cielos lo castigaran.
Mas ¿reportarse Rugero
cuando mi vida amenaza?
¿Premiar mi esposa a mi hermano
en que las leyes humanas
ultraja alevosamente
y a las divinas profana?
Sueño, digo, otra vez es;
pues cuando las quebrantara
sacrílega y licenciosa
crüel y determinada,
mal alumbrara la ofensa
la que el agravio disfraza.
RUGERO

 (Ap.) 

Aparente es lo que advierto;
que mirar desdichas tantas,
no pensadas a los ojos
ni al discurso imaginadas;
entrar yo tan de secreto
a esta penúltima cuadra.
Matar la luz advertido,
buscar amante a Casandra
no hallarla donde la vi,
irla buscando, dudarla
salir ella con la luz,
siendo la que yo buscaba,
hallar mi hermano en mis brazos
estando ausente, o son trazas
que obra la imaginación
para deslumbrar el alma,
o apariencia de los ojos;
porque bien consideradas,
para verdades son muchas,
y para ilusiones bastan.
CASANDRA

  (Ap.  

Piadosos cielos, ¿qué es esto?
¡Mi esposo, que ausente estaba
en esta pieza tan presto!
¡Rugero, que le amenaza,
en mi casa y a estas horas!
Él con la color turbada,
Rugero indeterminado,
yo dudosa de mi fama
para con mi esposo fácil,
para con Rugero ingrata!
¿Cómo haría, ¡oh cielos claros!
de modo que satisfaga
a mi esposo del indicio?
Si le digo cara a cara
de Rugero la intención,
mi inocencia y su constancia,
ha de echar de ver Rugero
que es mi esposo y ésta es causa
para perderle a mis ojos
si el Rey, su padre, lo alcanza;
y si callo ha de pensar
que yo puedo estar culpada.
Si enojo al Príncipe ahora
ocasiono una desgracia;
y también con él me importa
satisfacer a mi fama.
¿Pues qué modo intentaría
de tal industria, tal traza,
y que siendo entrambas partes
a la opinión necesarias,
propicia la de mi esposo,
la del Príncipe contraria,
con una misma razón
las satisficiese a entrambas?
Obre por sí la inocencia,
que tal vez averiguada
echa a perder un honor
una mentira sin causa.)
Fantásticos cuerpos mudos,
bultos sin voz y con alma,
los dos sombras de otros dos,
los dos de otros dos estatuas;
dad la lengua a la disculpa,
desempuñad las espadas,
y lo que habláis con efectos
determinadlo con causas.
¿Por qué profanáis, decidme,
el sagrado de esta casa,
nunca violado hasta ahora?
¿Cuál intención os engaña?
¿Cuál impulso os precipita
o cuál incendio os ampara?
¿Un Príncipe y un Infante
así a los decoros faltan
el uno de su prudencia
y el otro de su constancia?
¿Quién os ha traído aquí?
Hablad; ya el silencio basta,
que no siempre están sin culpa
todos aquellos que callan.
Príncipe, hablad; vos, Infante,
no suspendáis las palabras,
satisfaceos a vosotros,
volved la sangre a la cara,
cobrad la voz a la lengua,
abra el corazón las alas,
comuníquese a los labios
el sentimiento del alma;
destílese la razón
mientras por el pecho pasa;
no ande el agravio dudoso
y la culpa disfrazada.
Yo para conmigo tengo
la disculpa que me basta;
para vosotros la busco;
porque no es bien que se vayan
con el escrúpulo el uno
y el otro con la ignorancia.
Acabad.
RUGERO

 (Ap. 

¡Que quiera el cielo,
que al tiempo de mi venganza,
un hermano a quien adoro
resista a mis amenazas!
¡Y que a todo cuanto intento
me contradiga su espada,
se oponga su indignación
y se arrojen mis palabras!
¡Y que en cualquiera ocasión
le halle delante! Esto basta
para alterar una sangre,
que cuando el valor se ultraja
es la paciencia temor,
y es el sufrimiento infamia.
¿Pero qué hago yo en sufrirle
si le quiero bien? No valga
mi arrojamiento conmigo,
es mi voluntad quien manda
vive Dios que he de sufrirlo,
y ahora vuelvo a una traza
que me ha ofrecido el discurso
para fingir a Casandra.)
Duquesa, yo no he podido
negaros que por las tapias
destos jardines he entrado
esta noche en vuestra casa.
Supe que ocultas en ella
un villano que me agravia,
un Duque que me persigue
y un aleve que me infama,
que es Federico, y airado
a darle la muerte entraba
encontré en ella a mi hermano;
esto es en pocas palabras
todos mis impulsos dichos,
todas mis iras contadas.
Mi hermano dirá...
ALEJANDRO
Diré,
que la Duquesa es casada
en secreto con el Duque.

  (Ap.  

Así mi honor se disfraza.)
que me ha dado aquesta llave,
en tanto que el Rey apaga
de sus enojos conmigo
las más encendidas llamas,
para que a su cuarto entre,
que ahora en su cuarto entraba,
que te encontré en esta pieza.

 (Ap. 

Esto le importa a mi fama.)
Que he de volver por el Duque,
si de mis venas no sacas
la sangre, que por ser tuya
está profanando un alma,
Y que...
RUGERO
Detente, Alejandro;
la voz con el pecho gasta,
habla allá dentro contigo,
anega por la garganta
las querellas que te inducen,
porque si no las atajas
las dirás por muchas bocas
en tu sangre desatadas;
porque si yo...  (Ap.  Aquí me importa
no darle a entender que hay falta
de rigor y de impaciencia
en mi amor y en mi constancia;
porque aunque tanto le quiero,
sobra en ocasiones tantas
que me detenga el efeto
sin que él entienda la causa.)
Vuelvo otra vez a decir,
que porque se satisfaga...
 

Sale CLAVELA, turbada.

 
CLAVELA
Señora, el Duque ha llegado,
como escribiste el papel,
a acusarte que con él
el Rey en tu casa ha entrado,
y con ser tarde...
CASANDRA
¿Esto pasa?
RUGERO

 (Ap.) 

¡Que esto me haya sucedido!
CLAVELA
En una silla ha venido
desde Palacio a tu casa;
él entra ya.
ALEJANDRO
Vive Dios,
que hay mucho que recelar.
RUGERO
Yo le tengo de esperar.
CASANDRA
Príncipe, Infante, los dos,
para poder evitar
desdichas tan evidentes,
a dos cuadras diferentes
os habéis de retirar.
ALEJANDRO
¡Hay más penas!
CASANDRA
¡Más cuidados!
RUGERO
¡Más males suceder pueden!
CASANDRA

  (Ap. 

No es razón que juntos queden,
puesto que están enojados.)
Vos, Príncipe, vos, Señor,
esto por mí habéis de hacer.
RUGERO
¿Yo me tengo de esconder?
CASANDRA
No es el respeto temor,
y no hay quien lo juzgue aquí.
RUGERO
Obedezco; mas, por Dios,
que lo que intento por vos
no lo hiciera yo por mí.

 (Escóndese.) 

CASANDRA
Espero...
CLAVELA
Presto, Señora.
CASANDRA
¿Te entras sin hablarme, esposo?
ALEJANDRO
El pecho llevo dudoso;
déjame, Duquesa, ahora.
CASANDRA
Allá dentro no has de entrar
sin que me digas primero...
ALEJANDRO
Si no he de hablar lo que quiero,
¿de qué me sirve el hablar?
CASANDRA
Pues si el ruego no me vale,
hoy mis afectos verás.
ALEJANDRO
¿Aun quieres que vea más?
CASANDRA
Oye; mas vete que sale:
amante el pecho se abrasa.

 (Escóndele en otra pieza.) 

 

Salen EL REY, EL DUQUE y ACOMPAÑAMIENTO.

 
REY
Todos a esta pieza entrad.
CASANDRA
Señor, ¿vuestra majestad
a estas horas y en mi casa?
REY
Sí, Casandra; yo he venido
de vuestro honor provocado,
de vuestro papel llamado,
de mi piedad prevenido:
que, aunque enfermo, os aseguro,
que porque tengas quietud,
aventuro mi salud
y mi opinión aventuro.
En otras casas he entrado,
y cuando al Príncipe sigo,
que a Alejandro busco, digo,
lo que a Rugero he buscado;
porque así, Duquesa, evito
que yo diga algún criado
que esta casa he visitado
y las demás no visito.
Aquí os vengo a defender
de quien vuestro agravio intenta
lo menos por mi parienta
y lo más por ser mujer;
mas saber de vos espero,
pues que me habéis prevenido,
si aquesta noche ha venido
a alborotaros Rugero;
porque en mí es precisa ley
pues he venido a buscarle
si como padre templarle,
castigarle como rey;
decidme si se ha escondido
dentro en casa.
CASANDRA
No, Señor.
REY
Mirad vos por vuestro honor.
CASANDRA
Ya os digo que no ha venido.

  (Ap. 

Si a contárselo me allano,
y digo que dentro está,
en hablándole dirá
que está escondido su hermano.
Y si el Rey halla a mi esposo
mi intención muere perdida,
está a peligro su vida
y queda mi honor dudoso.)
Señor, digo que no está,
pues si en mi casa estuviera
cierto es que te lo dijera
la que el aviso te da.
REY
Vamos, Duque; vos, Señora,
en vuestro cuarto os quedad.

 (Hace que se va.) 

DUQUE
Advierta tu majestad

 (Díceselo EL DUQUE aparte.) 

que da que decir ahora.
Pues en las casas que ha entrado,
por desmentir sus intentos,
los menores aposentos
de todas ha visitado,
y ahora le importa más
que no quede quien se irrite
que esta casa no visite
y averigüe las demás.
REY
Decís bien; mirar lo quiero.
¿Casandra?
CASANDRA
¿Qué me mandáis?
REY
Aunque vos me aseguráis
que no ha venido Rugero,
ahora me importa ver
este cuarto en que habitáis.
CASANDRA
Mirad, Señor...
REY
¿Qué, os turbáis?
CASANDRA
Que yo... ¿Cielos, qué he de hacer?
REY
Nada, Casandra, os espante.
CASANDRA
Señor...
REY
No hay que resistir,
pues les dije por cumplir
que a buscar vengo al Infante;
pues aunque amor me aconseje
en que amaros solicite,
cuando otras casas visite
no es bien que la vuestra deje.
CASANDRA
Mirad...
REY
Esta luz tomad.
 

(Toma la luz EL DUQUE.)

 
CASANDRA
Ved ese cuarto.  (Ap.  ¡Qué espero!)
REY
Éste quiero ver primero.
CASANDRA
Advierta tu majestad...
REY
Ya miro por vuestro honor,
y hacer esto es importante:
Mirad si está aquí el Infante,
entrad, Duque.
 

(Vaya EL REY al cuarto donde está ALEJANDRO, y sale.)

 
ALEJANDRO
Sí, Señor,
Rey y padre juntamente;
va, Señor, me habéis hallado,
si como siempre el culpado,
como siempre el obediente;
y aunque el semblante trocáis
de verme escondido así,
me he holgado de estar aquí
porque sé que me buscáis.
No quiero daros disculpa,
si he de ser vuestro despojo,
que pues tenéis el enojo,
quiero yo tener la culpa;
y la ejecutara, digo,
porque si no, se dijera
que sin que la cometiera
me dábades el castigo;
y aunque vuestro enojo es
tan grande, llego a pensar
que no me habéis de faltar
al mérito de esos pies;
pues con piedad singular
advierto, padre y señor,
que os holgasteis de mi error
por tener que perdonar.

 (De rodillas.) 

REY

 (Ap. 

Tan dudoso me averiguo
en tantas dificultades,
que las menores de todas
las acredito más grandes.
La Duquesa me escribió
en un papel esta tarde
los intentos de Rugero
pidiendo que la amparase;
salgo de casa esta noche,
finjo que busco al Infante;
al Príncipe solicito;
y cuando llego a buscarle
finjo que al Infante busco,
y el mismo que finjo sale;
pues ponerme a averiguar
esta confusión, no es fácil;
pues castigar a Alejandro
por otros cargos más graves
con que irritó mi piedad,
y alteró mi helada sangre;
dirán que por esta causa
me reduzco a castigarle,
con que la Duquesa queda
para con el vulgo, fácil,
Alejandro por culpado,
la sospecha inexcusable,
yo muy rey en el castigo;
pues vénzase como padre
quien mira un hijo a sus pies
tan humilde consagrarse.
¡Para la piedad, que presto
se rompen dificultades!
¿Éste puede tener culpa?
No es posible; y cuando ultrajo
mis canas poco atrevido
y mi honor poco constante,
ya merece lo que pide
por lo que llega a rogarme.
¡Oh lo que quiero a este hijo!
¡Oh que hago de disculparlo!
Yo soy fiscal de su culpa,
yo soy en su abono parte.
¿Qué le diré a la Duquesa?
Pero en casos semejantes,
cuando es dudosa la culpa
es el silencio quien sabe,
callando con dos sentidos,
dejar dudoso el examen.)
Venid, Infante, conmigo.
ALEJANDRO

 (Ap.) 

¡Cielos, desdichas tan grandes!
Aquí el Príncipe se queda,
y si le digo a mi padre
que mi hermano queda oculto
otra vez he de irritarle,
y dirán que la Duquesa
le ocultaba como amante,
queda su opinión en duda;
y a mí más puede importarme
el silencio en el delito
que el remedio en el ultraje.
REY
¿No venís?
ALEJANDRO
Ya voy, Señor;

 (Ap. 

Pues el Príncipe no sabe
que es la Duquesa mi esposa;
pero no hay que recelarme,
que él vino a matar el Duque,
no por ella; el consolarle
cuando es el riesgo dudoso
hace menores los males.)
REY
Acabad.
ALEJANDRO
Ya os obedezco.

 (Ap. 

Y cuando el remedio falte,
decirle que soy su esposo
será el remedio más fácil.
¿Cómo te diré a mi esposa
que a Rugero se declare
si se viere en el peligro?
Pero hablando con mi padre,
me entenderá la Duquesa.)
Vamos, que quiero contarte
la causa de haber venido
profanando estos umbrales;
decirte quiero mi culpa,

 (Mira a LA DUQUESA.) 

porque es menos importante
que un delito sea mayor

 (Mira a LA DUQUESA.) 

que no que un honor se manche.
Ya me entiende.
REY
¡Ay, hijo mío!

  (Ap. 

No hay para qué disculparte,
que aunque para todos rey,
soy para contigo padre.)
 

(Vanse.)

 
CASANDRA
Yo quedo con él a solas,
y así en tanto que el Rey sale
desde esta puerta pretendo,
porque se vaya, llamarle.
¡Ah, Príncipe!
 

Sale RUGERO.

 
RUGERO
¿Quién me llama?
CASANDRA
Yo soy.
RUGERO
¿Fuese ya mi padre?
CASANDRA
Ya se va.
RUGERO
Pues de ese modo...

 (Llégase a ella.) 

CASANDRA
No pases más adelante;
junto a esta puerta en que estás
hay otra que va a la calle,
vete por ella, o haré
que, antes que tu padre baje
esta primera escalera,
suba otra vez a encontrarte.
RUGERO
Pues yo quiero...
CASANDRA
No te llegues.
RUGERO

 (Llégase a ella.) 

Poco la excusa te vale.
CASANDRA

 (Recio.) 

¡Ah Rey!, ¡ah Duque!, ¡ah Señor!
RUGERO
La voz guarda, no les llames,
o harás...
CASANDRA
Que vuelva otra vez.
RUGERO
¿Así has querido atajarme?

 (Llégase RUGERO.) 

CASANDRA
Vete presto.
RUGERO
Ya me voy,
mas primero...
CASANDRA

 (Recio.) 

¡Ah Rey!, ¡ah Infante!
RUGERO
Espera, déjalo, aguarda.
CASANDRA
No hay infamia donde hay sangre.
RUGERO
Corresponder no es vileza.
CASANDRA
Mi esposo y mi honor es antes.
RUGERO
¿Tu esposo, quién es?
CASANDRA
El Duque

 (Ap. 

Aquí importa deslumbrarle.)
RUGERO
Darele muerte.
CASANDRA
No harás.
RUGERO
Él ha traído a mi padre.
CASANDRA
Yo fui quien le envió a llamar.
RUGERO
Poco importa que me engañes
CASANDRA
Volverán por él los cielos.
RUGERO
Los cielos quieran vengarme.
CASANDRA
Yo he de ser soberbia roca.
RUGERO
Y yo en quererte constante.
CASANDRA
Yo diamante en resistirme.
RUGERO
Y yo en servirte diamante.
CASANDRA
¿No te vas?
RUGERO
Ya te obedezco.
Dile al Duque que se guarde.