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ArribaJornada tercera

 

COSCORRÓN y ROBERTO topan a RUGERO turbado y herido, y la espada quebrada.

 
ROBERTO
Príncipe, dueño y señor,
¿tú en el suelo desta suerte,
propia imagen de la muerte,
enigma de tu dolor?
COSCORRÓN
¿Quebrado el valiente acero,
tan indecisa la vida,
la capa al hombro perdida
y a la cabeza el sombrero?
ROBERTO
Mueve la lengua veloz,
si no es que el dolor violento
por sagrado del tormento
se ha retraído a la voz;
cuéntanos tus sentimientos.
RUGERO
¿Estamos solos los tres?
ROBERTO
Sí, Señor; empieza, pues.
RUGERO
Oídme todos atentos:
El que nos cuenta las vidas
daba las mayores horas
dividiendo de la noche
la confusión de las sombras,
cuando de amor y de celos
dos efetos me apasionan,
el uno que me suspende
y el otro que me provoca;
la causa busco en Casandra,
y de la noche medrosa,
a la ejecución llamado
junté impulsos y memorias.
Entré contigo a su cuarto:
quedeme con ella a solas;
dile a una luz un suspiro,
y como llama mas propia
padeció eclipse de fuego
su luz en esfera poca,
pues le dejó a la materia
los alientos de su forma.
A escuras sus rayos busco,
y racional mariposa,
torpe la planta y el brazo,
mudo el labio, la voz sorda,
batí las alas cobardes
en venganzas animosas.
Hallo a mi hermano en mis brazos,
y con la llama celosa,
más de dos impulsos míos
se quedaron en congojas.
Sale Casandra turbada,
viene mi padre a deshora
ocasionando del Duque
que mis rigores provoca
recátome en su retrete;
pero contaros importa
cómo el Rey halló a mi hermano,
que conmigo quedó sola,
que me hizo salir por fuerza,
que me dijo que era esposa
del Duque, que lo creí;
vamos al suceso ahora.
Salí de su casa, en fin,
derramando por la boca
del veneno de mis iras
destilada la ponzoña.
Con mis celos me aconsejo
y a la venganza me exhortan;
son fuego y buscan materia
a sus llamas vigorosas;
celoso y desesperado
busco al Duque que me enoja,
que la desesperación
es madre de las discordias;
voy a buscarle a palacio,
discurro las salas todas,
no le encuentro aunque le busco,
siendo aquesta la vez sola
que se tardó la desdicha
habiendo de ser forzosa.
Vuelvo en casa de Casandra,
otra vez, cuando la antorcha
de la noche a media luz
los nublados desembocan.
Pruebo una llave maestra
a un postigo, vil custodia,
pues al ruego de una llave
libró fáciles lisonjas.
Entro al cuarto de Casandra
turbado, la color roja,
la vergüenza descortés,
y la injuria vergonzosa;
estaba en un candelero
muriendo una luz, deseosa
de hacer sepulcro de plata
el cóncavo de su boca,
y a la luz de un parasismo
que confundió en una sombra,
su intacto tálamo miro
que de un pabellón se adorna.
Llego al lecho, y en él miro
(¡ay, Dios!) la Duquesa hermosa
hacer lazos de dos almas
reducidas a una sola.
Su esposo con ella estaba,
y el sueño que los provoca
fue tregua para volver
a la batalla amorosa;
sobre el rostro de su esposo
su negro cabello en ondas
destrenzándole, anegaba
la respiración dudosa;
no quise, no, descubrille,
porque en tanto que reposa,
se ahorrara de sobresalto
lo que de vida se ahorra.
Y así, sin mirarle al rostro,
porque es acción vergonzosa
recrearse en el objeto
el que la venganza toma,
muerta ya la breve luz
que respirando medrosa
para morir con su dueño
fue animando su congoja,
al Duque aleve desato
se sus venas alevosas
cuanta sustancia cobarde
se fue alimentando roja;
y dejándole el acero
por insignia, por memoria,
bordando el lecho de nieve
en laberintos de rosa,
trayéndome la señal
de su sangre en la que informan
mis iras, y en estos brazos,
atajo en distancia corta
desde un balcón a la calle
las pisadas valerosas;
ya satisfecho mi agravio,
mi sangre airada se cobra,
cuando de una visión salgo
y voy tropezando en otra:
Reparo un bulto en la calle,
que con una voz medrosa,
todo espíritu el aliento
cobardemente me nombra;
la espada le encargo al brazo
que tan airado se arroja
que fue castigar por bulto
lo que apenas halló sombra.
Y apenas pruebo un impulso
cuando el amago me sobra,
que como estaba leyendo
este bulto que me asombra:
En el libro de mi brazo
las muertes y las discordias,
expurgador de la infamia
rompió al volumen la hoja
¿quién eres (le dije entonces),
oh visión tan poderosa,
que mandas en mis impulsos
y de mi aliento blasonas?
Rugero, el Príncipe, soy,
dijo, cuando desemboza
debajo de un negro velo
un esqueleto sin forma.
Caigo al suelo, y, yo no sé
si fue valor mi congoja
o fue miedo mi desmayo,
porque como entrambas cosas
siendo de distantes causas
con un propio efeto obran,
pues de vencido un valor
él mismo su imagen postra,
y un temor por encubrirse
o le desmiente o se borra;
dudoso si se sujeta
el fuego que me inficiona
o al miedo de la desdicha
o al riesgo de la victoria;
en efeto, yo me he hallado
en vuestros brazos agora
sin alma para el aliento,
sin rama para la historia,
sin ira para el agravio,
sin tiempo para mis glorias;
allí dejo al Duque muerto,
dejo a Casandra llorosa,
a mí no me hallo en mí propio;
de aquel bulto soy la sombra,
de aquel alma soy el cuerpo,
desta sangre la deshonra,
desta espada el escarmiento,
desta vida la victoria,
deste corazón venganza
y de todo Babilonia.
ROBERTO
Tan atento te he escuchado,
que en haberme suspendido
presumo que me has debido
todo lo que no he llorado.
Y no culpes el intento
desta nueva suspensión,
que la añadía la intención
lo que falta al sentimiento;
pero como ha amanecido,
tu padre se ha levantado,
o de tus voces llamado
o del cuidado movido.
Vete, no te encuentre así,
hasta que te bayas cobrado.
RUGERO

 (Ap.) 

¡Que aquesto me haya pasado!
Salir quiero por aquí.
 

Vase a entrar, y sale EL REY al encuentro.

 
REY
¿Hijo, Rugero?
RUGERO
Señor...
REY
¿Dónde ahora te adelantas,
la turbación en las plantas
y el defeto en la color?
¿Tú levantado, Rugero?
¿Huir de mi amor intentas?
¿Todas las manos sangrientas,
y el semblante todo fiero?
¿Dónde vas?
RUGERO

 (Ap.) 

¿Qué le diré?
REY
Dime todo tu dolor.
RUGERO

 (Turbado.) 

Digo que sí... yo... señor,
iba... estaba... no lo sé.
REY

 (Ap. 

No acierta a darme disculpa,
cuando su amor solicito;
donde hay temor, hay delito:
donde hay turbación, hay culpa;
¡oh!, añádanse estas quimeras
a mi recelo mortal,
que las señales del mal
siempre salen verdaderas.)
¡Hola!, traed de vestir
a mi hijo.
ROBERTO
Así lo haré.

 (Vase.) 

RUGERO

 (Ap.) 

¿Si mis yerros contaré,
o si los sabré fingir?
Mucho mis males resisto
entre mi pena crüel.
REY
¿Y tu hermano?
RUGERO
No sé dél.
REY
¿No le has visto?
RUGERO
No le he visto.
REY
y de qué es la novedad
de hallarte ya levantado?
RUGERO
¿Pues también no ha madrugado
ahora tu majestad?
REY
Hijo, como el sueño es muerte
y ya se acaba mi vida,
no quiero que el sueño impida
lo que me queda de suerte;
y así si el sueño dejé
en mi cuidado otro empeño,
pues lo que faltare al sueño,
a la vida añadiré.
Y ya como el tiempo quiero
apresurar mi partida,
se ha de añadir a la vida
todo lo que se pudiere.
Pero dime, por tus ojos,
tu cuidado o tu dolor,
pon mi pena y pon mi amor
de parte de tus enojos;
dime, ¿con quién has reñido?
¿Mas que ha sido con tu hermano?
RUGERO
No, Señor.
REY
Yo intento en vano
saber lo que ha sucedido;
pero de aqueste criado
me pienso informar mejor;
llegaos acá vos.
COSCORRÓN
Señor...

 (Ap. 

Esto es hecho, ya ha llegado
mi papel.) ¿Decís a mí?
REY
A vos digo, Coscorrón.
COSCORRÓN

 (Ap. 

Al miedo doy su oración.)
¿A mí todo entero?
REY
Sí, respondedme la verdad
de lo que deciros quiero.
COSCORRÓN
¿La verdad?  (Ap.  Guarda, Rugero.)
Pregunte tu majestad.
REY
¿Cómo la espada sacó
quebrada?
COSCORRÓN
¿Qué duda es esa?
Era espada ginovesa,
y de un alcance quebró.
REY
¿Y cómo le he hallado así
sangrienta la mano y mudo?
COSCORRÓN
Estaba haciendo un menudo
y lo ha dejado por ti.
REY
Hoy has de perder la vida
si no me dices primero...
 

(Saca ROBERTO espada, capa y sombrero para RUGERO.)

 
ROBERTO
La espada, capa y sombrero
tienes aquí prevenida.
REY

 (Ap. 

Dejar quiero aqueste loco.
¡Qué de cuidados admiro!
Un prodigio es cuanto miro,
una sombra es cuanto toco.)
Acabadle de vestir.
COSCORRÓN
El Rugero se ha quedado
como poeta silbado.
RUGERO

 (Ap. 

¿Qué aguardo?, quiero decir
que al Duque airado maté;
porque no es igual aquí
que me den la muerte a mí
porque la muerte te dé;
y si el Rey lo ha de saber,
yo me quiero adelantar,
pues aventuro en callar
la pena del cometer;
y quiero en esta ocasión
que su piedad solicito,
adelantar el delito
por granjear el perdón.)
Señor, yo quiero contarte...

  (Ap. 

No sé si en decirlo acierto.)
Que al que más quieres he muerto.
 

Sale EL DUQUE.

 
DUQUE
La Duquesa quiere hablarte.
RUGERO

  (Ap.) 

¿Qué es esto?, ¡válgame Dios!
DUQUE

 (Ap.) 

¿Qué es esto?, ¡válgame el cielo!
¿Aquí está?
RUGERO

 (Ap.) 

Todo soy hielo.
REY

 (Ap.) 

¡Cielos, confusos los dos!
¡Federico tan turbado!
¡Tan mármol vivo, Rugero!
¡Nadie en cobrarse primero!
¡Uno del otro dechado!
RUGERO

 (Ap.) 

El alma indeterminada,
ya no puede resistirme.
REY
¿Hijo, qué ibas a decirme?
RUGERO
Yo no iba a decirte nada.
REY
¿Y tú qué quieres contar?
¿Cómo así tu labio cesa?
DUQUE
Que Casandra, la Duquesa,
te quiere, Señor, hablar.
REY
Entre.
RUGERO

 (Ap.) 

Mi paciencia irrito.
DUQUE

 (Ap.) 

¡Que el Príncipe venga ahora
o a parecer que lo ignora
o a triunfar de su delito!
¿Si él propio así se ha dudado
este impulso riguroso?
Mas si estuviera dudoso
no estuviera tan turbado;
aunque en tales dudas digo
que hay culpas de tal empeño
que traen a su propio dueño
a que se venga al castigo.
Yo voy.

 (Vase.) 

RUGERO

 (Ap.) 

¿Cómo habrá templanza
que le baste a un desdichado
para un mal asegurado
y una engañosa venganza?
¿A quién, cielos, di la muerte?
Que en mi celosa disculpa,
a él le bastó para culpa
la desdicha de la suerte.
¿Que una vil resolución
a tantos daños obliga?
¡Mal haya aquél que castiga
sin mirar la ejecución!
 

Sale CASANDRA de luto, y EL DUQUE con ella.

 
CASANDRA
Invicto Rey, justiciero,
Rey a quien el cielo ha dado
mucha templanza en lo airado
mucha causa en lo severo:
óigame tu majestad,
o airado o enternecido,
que bien merece el oído
quien ofrece la piedad.
REY

 (Ap.) 

El corazón en el pecho
tanto al alma ha provocado,
que, o se promete injuriado
o se niega satisfecho.
Señales, mucho decís,
entre pena o dolor tanto;
templad un poco de llanto
y hablad a lo que venís.
CASANDRA
¿Sabéis que soy bien nacida?
REY
Vuestro padre, el duque Ursino
fue tan bueno como yo.
CASANDRA
¿Fuera de tu honor delito
que un hijo tuyo, Señor,
se desposara conmigo?
REY
No hay culpa si hay igualdad.
CASANDRA
¿Te acuerdas que anoche vino
Alejandro de mi casa
a tu palacio contigo?
REY
Ya me acuerdo.
CASANDRA
Pues ahora
te aseguro por principio,
que es el Infante mi esposo,
y que en secreto vivimos
sin que la noticia alcance.
REY
¿Pues cómo te has atrevido?
CASANDRA
Eso sí, ríñeme ahora,
pues esta vez te conquisto
severamente piadoso;
y ya reñido el delito,
llegará lo justiciero
si se deja lo ofendido.
Rugero también me adora,
y es del Infante enemigo,
Anoche estaban...
REY
Acaba.
CASANDRA
Dentro en mi cuarto escondidos,
quisieron reñir al tiempo
que llegaste; dividilos.
REY
¿Cómo entraron?
CASANDRA
No lo sé;
fuese el Infante contigo,
quedó Rugero en mi casa,
prevíneme de un arbitrio,
salió a la calle, en efeto.
REY
Truje a Alejandro conmigo,
dejome en casa y volviose,
y puesto que es tu marido,
volvería...
CASANDRA
Volvió a verme.
REY
Prosigue el caso.
CASANDRA
Prosigo.
Entró Alejandro, mi esposo,
después de lo sucedido,
anoche otra vez a verme
tan amoroso y tan fino,
que aunque pareció celoso
no me habló como marido.
Acostado está mi padre,
Casandra hermosa, me dijo,
y yo halagüeña le espero
y cariciosa le admito.
Al descanso provocados,
el tálamo dispusimos,
y en la cuna de Himeneo
se arrullaba el Amor niño,
cuando del sueño forzado
se quedó el amor dormido,
que es accidente el descanso
cuando es el amor oficio.
Estábamos con la noche
al frágil sueño rendidos,
y él en copa de claveles
bebía el aliento mío,
cuando a la calma de amor,
el mar que estaba tranquilo
en huracanes de sangre
levanta penachos rizos.
Despierto un poco asustada,
la mano a mi esposo aplico,
con el tacto le provoco,
y sin alma le distingo.
Ni se mueve ni responde;
otra vez le solicito,
y otra vez con su silencio
me anego en sudores fríos.
Doy voces, y sacan luces...
¡Aquí la piedad te pido!
¡Para ahora se hizo el llanto!
¡Para aquí son los suspiros!
¡Ay, padre!, ¡ay, señor!, ¡ay, Rey!
Escucha el más peregrino
insulto que vio la tierra
ni el cielo piadoso ha visto,
salpicado de colores
su cárdeno rostro miro,
azucenas sus dos labios,
sus dos ojos amarillos
el corazón más caliente
me hablaba con fuego tibio,
que un amante corazón
no arde sólo cuando niño.
Sobre él un breve puñal
estaba, o constante o fijo,
que el dueño dejó la insignia
para triunfar del delito.
¡Ah Alejandro!, ¡ah Infante!, ¡ah esposo!,
una y mil veces le digo,
por ver si le presta vida
el alma de mis suspiros.
Pero al último remedio,
que es la venganza, me indigno,
a ti apelo de mis quejas,
a ti mi venganza aspiro.
tuya es mi causa también,
quien yace muerto es tu hijo:
Yerto cadáver fallece
el que fue tu imagen vivo;
el espejo de tus ojos
ya se niega cristalino;
el árbol de tu esperanza
ya se consiente marchito.
Deja, deja el llanto ahora
porque te cuente el ministro
desta ejecución villana
el homicida atrevido;
requiero todas las piezas,
los retretes averiguo,
y un hombre hallo en un retrete
todo en sí propio escondido.
Un ferreruelo en el rostro
le guardó el color perdido,
que quiso entre la desdicha
echar la capa al delito.
Arrojeme a descubrirle;
pero apenas le hube visto,
cuando de un balcón se arroja,
si no cobarde, corrido.
La capa al rostro me deja
y el corazón vengativo;
por dos causas ciego embiste
con el instrumento mismo.
Pero ¿quién dirás, Señor,
que ha sido el cobarde indigno
que tanta púrpura humana
tradujo en cárdeno lirio?
¿Quién pensarás? El que miras

 (Señala a RUGERO.) 

no lo cuenta con indicios,
él, retórico el semblante,
presumo que te lo ha dicho.
Atiéndele a los temores,
y le verás los avisos.
Vuelve la vista a su pecho
y verás que con latidos
que son las voces del alma,
te habla el corazón partido.
Rugero, el Príncipe, airado,
con ser su hermano y tu hijo,
contra una sangre tan tuya
indignó el airado filo.
Ahora, ahora te busco
lo justiciero en lo activo,
lo severo en lo piadoso
y lo rey en lo advertido.
No porque tu hijo sea
el ejecutor impío
de tu indignación, suspendas
los impulsos bien nacidos;
sé rey, aunque padre seas,
si te hallares compasivo
en favor de la justicia
te ve labrando propicio.
Si es hijo el ejecutor,
el inocente es tu hijo,
da su cuerpo y su garganta
al cadalso y al cuchillo.
Sea notorio a Polonia
que tu justicia ha podido
más en ti que tu piedad,
y más que tu amor, tu arbitrio.
Mira que si le perdonas
buscas tu muerte tú mismo,
que quien dio muerte a su hermano
hará lo propio contigo.
Acabe ya aquesta fiera
irracional que ha nacido
aborto de esa prudencia,
o por monstruo o por prodigio.
Y a ti, ejemplo de la ira,

 (Al Príncipe.) 

¿cuál efeto te ha movido
a hacer de un amigo hermano
un enemigo preciso?
Di, ¿por qué le aborrecías?
¿Del rigor haces oficio?
¿Costumbre haces la violencia?
¿La ira llamas castigo?
¿Qué te hizo aquella inocencia?
¿Aquel amor qué te hizo?
¿Di, por qué le diste muerte?
Mas ya la causa averiguo:
Es tu hermano, y siempre fue
de la crueldad ejercicio
herir en lo más extraño,
porque le parece indigno
obrar en menor objeto
siendo tan forzoso el vicio.
¡Ay de ti!, ¿por qué le has muerto?
¡Ay de mí!, que lo sé y vivo.
¡Ay de ti, Rey de Polonia,
si cuando a quejas te obligo,
si cuando a voces te muevo
y te ablando a parasismos,
no castigas sin vengarte!
Que cuando te solicito
justiciero y rey prudente,
no es la venganza suplicio.
Y si mis ruegos no valen,
si su crueldad no ha podido
ni ellos reducirte cera
ni ella administrarte risco,
abre los ojos y mira

 (Saca una daga sangrienta.) 

El instrumento atrevido
con que el príncipe Rugero
violó el corazón más limpio
que en el templo del amor
ofrenda fue o sacrificio.
Mira la inocente sangre
de Alejandro, que hilo a hilo,
vaina de cruel se teje
al acero cristalino,
caliente púrpura vive,
coral yace derretido
el humor que de sus venas
era alimento nativo;
ésta es tu sangre, es tu causa,
tuyo es el dolor que es mío,
sé médico de tu fama,
y entre dos sangres, te aviso,
que te saques la dañosa,
pues que la buena has perdido.
Ea, ya; ea, Señor,
si te alcanzo reducido
deberete la justicia;
si cerrares los oídos,
culparete la piedad;
y a querellas y a suspiros
enterneceré los montes
y haré apurando los riscos,
y haré llorar a las plantas
en humor vegetativo.
Haré quejar a las piedras
en lenguas de sus bramidos,
a las aves, a las aguas,
a las fuentes, a los ríos
y cuando todos me falten,
el cielo, que fue el testigo,
para castigar la culpa
será juez deste delito.
REY
Hija, Duquesa, señora,
guardad el aljófar fino
que de las nubes del alma
sale al rostro a ser granizo.
Yo sabré mirar por vos,
supuesto que a un tiempo mismo
solicito mi venganza
si la vuestra solicito.
COSCORRÓN

 (Ap.) 

Yo me escurro poco a poco,
pues mi amo no me ha visto.
REY
Dadme la espada, Rugero.
RUGERO
Señor... sí... yo... si he querido...
REY
No os turbéis, dadme la espada.
RUGERO
Tomad.
REY
Duque Federico,
a aquesta primera puerta
llevad a Rugero.
RUGERO

 (Ap.) 

Hoy quiso
la fortuna atar la rueda
al curso de mis delitos.
No me quiero disculpar,
que quien no ha de ser creído,
viene hacer con la disculpa
evidencias los indicios.
REY
Duque.
DUQUE
Señor.  (Ap.  ¡Qué valor!)
REY

 (Ap. 

Mucho mis penas reprimo.)
Guardad al Príncipe, Duque,
y que le aviséis os digo
que hoy ha de ser un ejemplo
de mi justicia y castigo.

 (Vase EL DUQUE.) 

Roberto, id a acompañar
a Casandra.
CASANDRA
Rey invicto,
no sea, no, tu justicia
sólo para los principios,
para el castigo la aguardo,
venganza pide el delito.
REY
No pienso tomar venganzas
pero darele castigo;
esta palabra os prometo.
CASANDRA
Y esta palabra te pido.
 

 (Vase con ROBERTO.) 

REY
Dos hijos me ha dado el cielo
ya el uno tengo perdido;
¡y para vengar aquél
he de perder otro hijo!

 (Vase.) 

 

Sale RUGERO en la torre con prisiones.

 
RUGERO
Corrido, avergonzado,
preso, confuso, triste, maltratado,
de mi yerro ofendido,
de mi padre prudente convencido,
a lamentarme a estas paredes llego,
tarde, con vista, del engaño ciego;
quise dar muerte al Duque, y di la muerte
a Alejandro, mi hermano: erró la suerte;
mas como puede ser que suerte fuera
cuando al Duque ofendiera
con razón con amor y sin mudanza.
Pero, ¿cuándo se acierta la venganza?
Cegome la ocasión, y entre el despojo,
triunfó de los sentidos el enojo;
y porque del intento no desista
la ilusión fue la nube de la vista;
busco una muerte, y otra muerte toco;
nunca el mal se contenta con ser poco;
y sin mirar mi error solté la ira,
que hay ya quien haga aquello que no mira;
del que más quise estoy arrepentido;
de mi hermano Alejandro ¡estoy corrido!
He sido el homicida y el tirano.
¡Oh brazo aleve y engañosa mano!
¡Iras villanas, débiles antojos!
¡Impulso ciego, deslumbrados ojos!
¡Que no os desengañase lo violento!
¡Qué tarde llega siempre el escarmiento!
Por otra parte, el cielo
mi propia forma me traduce en hielo,
y con la misma imagen de la muerte
mis sucesos advierte,
para que apague el fuego que en mí arde;
pero si aviso es, ¿cómo tan tarde?
Mas si el cielo lo quiso
tiempo debe de ser para el aviso;
aunque Alejandro como a mi quería,
yo dije siempre que le aborrecía,
a los que aquesto oyeron
vieron la ira y el amor no vieron;
luego si doy disculpa
añado más quilates a la culpa.
¡Que esté arguyendo el verme ahora preso
y que no llore el yerro del suceso!
En vano las disculpas solicito,
mucho es mejor el yerro que el delito.
 

Salen EL REY y EL DUQUE.

 
REY
Quedaos, no entréis conmigo porque quiero
enternecer mis penas con Rugero,
y no entre nadie.
DUQUE
Voy a obedecerte.
Hoy ha llegado el día de su muerte.

 (Vase.) 

REY
¡Que hijo tan malo, tan cruel y ajeno!
¡Que nadie alcance al hijo cuando es bueno!
Como a la palma un hijo he reparado,
que nadie coge el fruto que ha sembrado.
¿Hijo?
RUGERO

 (Ap. 

Padre éste es que hoy ha venido,
a perdonar mi vida reducido.
es mi padre, soy solo y soy primero;
y es piadoso mi padre, aunque severo.)
Señor, ¿vos en mi prisión?
¿Vos a verme tan piadoso,
negado a lo riguroso?
¿Vos ya sin indignación?
¿Vos para darme el perdón
dejáis la severidad,
exponéis la majestad
y olvidáis lo justiciero?
REY
Dadme los brazos, Rugero.

 (Abrázale.) 

RUGERO
Señor, ¿pues qué novedad
ha movido vuestro pecho,
y aun vuestros rigores? Digo
que hacéis ahora conmigo
lo que jamás habéis hecho.
¿Si ya no estáis satisfecho
de mi pena en mis cuidados,
vos lazos tan ajustados
en vez de rigores fieros?
REY
Porque han de ser los postreros,
os los doy tan apretados.
RUGERO
Señor, o éste es fingimiento
de vuestra severidad,
cautelosa a la piedad
o engañoso el cumplimiento.
¿Qué decís?
REY
Que sólo intento
hacer mi pena valor,
hacer piedad mi dolor,
y, en fin, que estoy intentando
daros el aviso blando
ya que es cruel el rigor.
¿Sois mi hijo?
RUGERO
Soy Rugero.
REY
¿Sois firme?
RUGERO
Soy animoso.
REY
¿Valiente?
RUGERO
Soy valeroso.
REY
¿Osado también?
RUGERO
Soy fiero.
REY
Pues sólo deciros quiero...

  (Ap. llorando. 

Dos hijos he de perder,
¿qué espero si esto ha de ser?
¿Cómo suspendo el rigor...)
Que os prevengáis de valor,
que bien lo habréis menester.
RUGERO
Pues ¿qué me queréis decir,
cuando esperando os estoy?
REY
Quiero deciros que hoy,
Príncipe, habéis de morir.
RUGERO
Señor, pues sin admitir la disculpa,
¿queréis dar todo el castigo al pesar?
REY
Sí, que en vos no puede ser
que haya yerro al cometer
y acierto en el disculpar.
RUGERO
Si un delito cometiera
por yerro un hombre, Señor,
¿qué culpa tiene en rigor?
REY
Ninguna culpa tuviera,
porque la justicia espera
a saber la indignación
y castiga en conclusión
por cláusulas de lo escrito,
más que el cuerpo del delito,
el alma de la intención.
RUGERO
Pues yo a Casandra adoré;
pensé que al Duque ofendía
mintiome la intención mía
y al Duque airado busqué.
Y si a mi hermano maté
un yerro ha sido violento
que hoy se trueca en escarmiento
y hoy se llora por dolor,
luego no hay culpa en mi error
supuesto que no hubo intento.
Al Duque quise matar,
y erré su cobarde pecho;
luego por lo que no he hecho
no me debéis castigar.
Pues por mi hermano es pensar
que hay delito y yo apercibo
la disculpa, al mal esquivo.
Luego aquesta muerte es cierto
que si no la debo al muerto
tampoco la debo al vivo.
REY
Pues que me habéis confesado
una muerte en que incurristeis,
no os castigo a quien la disteis,
castigoos que la habéis dado.
El delito he sustanciado
siendo vos mismo el testigo;
decís que fue yerro, y digo,
que en esa parte os abono,
y por el muerto os perdono,
mas por la muerte os castigo.
Pena es que toca a los dos
y tiene el dolor en calma;
pero mirad por el alma,
y quedaos, Príncipe, adiós.

 (Hace que se va.) 

RUGERO
Esperad, Señor, ¿pues vos
conmigo tan riguroso,
usáis de lo poderoso,
y queréis activo y fiero
más el nombre de severo
que admitir el de piadoso?
¿Vos a mí me castigáis,
siendo yo a quien más quisisteis?
¿Vos, que la vida me disteis
ahora me la quitáis?
¿Vuestra sangre derramáis
Vos, Señor, tan indignado?
que es miserable he pensado
vuestra justicia en matar,
pues me volvéis a quitar
lo propio que me habéis dado.
¿Cuál padre a su hijo dio muerte
por justicia o por mudanza?
O yerre ya la venganza,
o ya la intención acierte,
vuestra piedad se pervierte
y queda mal satisfecho
vuestro amor en vuestro pecho,
pues por justicia y poder,
vos solo queréis hacer
lo que ningún rey ha hecho.
REY
Trajano tan recto era,
que a fuerza de sus enojos
mandaba sacar los ojos
a quien un delito hiciera;
llegó la ocasión primera
y su hijo le cometió;
sintiolo, penó y lloró,
días por no romper la ley,
se sacó el un ojo el Rey,
y el otro a su hijo sacó.
Y Darío fue tan cruel,
que porque un hijo rompió
una ley que promulgó,
le dio muerte, y de la piel
hizo un asiento, y en él
en la audiencia se sentaba;
con lo cual a entender daba
al pueblo que el rigor vía
que cuando justicia hacía
solamente descansaba.
Luego si es justo imitar
esto que he llegado a ver,
Trajano he de parecer
y Darío he de castigar;
la vida os he de quitar,
tened esfuerzo en sentirla,
valor en el admitirla...

 (Llora RUGERO.) 

No me lloréis desa suerte:
más hago yo en daros muerte,
que vos hacéis en sufrirla.
¡Hijo! ¿Qué es esto, Rugero?
¿El escarmiento tan tarde?
¿En la muerte tan cobarde
el que en la vida tan fiero?
RUGERO
Llorar mis desdichas quiero.

 (Lloran los dos.) 

REY
Y yo también, pues por vos
me pierdo y pierdo a los dos
mas dadme otra vez los brazos.

 (Abrázale.) 

RUGERO
¡Hay más rigorosos lazos!
Idos, pues.
REY
Quedad con Dios.

 (Hace que se va.) 

RUGERO

 (Ap. 

Él se va, ¡viven los cielos!,
y su piedad, si es cruel,
no la espero reducida,
aunque tal piedad se ve.
Él se entra.) Padre y Señor,
escúchame ya otra vez,
porque te deba el oído
el que te ha debido el ser.
No he de apartarme, lloroso,
de tus generosos pies
sin que una respuesta sola
a mis escarmientos des:
Señor, si se hizo el castigo
para el escarmiento, es bien
que muera yo delincuente
y escarmentado también.
y si es de Dios semejanza
el que es en el suelo rey,
y él por lágrimas perdona
mírame ahora verter
derretidos los pesares
en las lágrimas que ves.
¿De qué sirve tu piedad
si cuando la he menester
no la aprovechas prudente?
¿Ser airado es ser juez?
Piedad vive en la justicia;
ea, Señor, mírame
tan convencido en la culpa,
que más necesaria es
para el castigo la vida
que la muerte puede ser.
Esas lágrimas, Señor,
ya me están diciendo que
debo de tener razón;
Mira, Señor, que no es bien
que por vengar el un hijo
muera otro que tuyo es.
Confieso el yerro, la culpa,
la ira, y digo que es bien
que en venganza del delito
la muerte airado me des.
Dale excepción a tu enojo,
y no pretendas hacer
venganza de la justicia
y indignación del poder.

 (Vuelve las espaldas.) 

¡Así vuelves las espaldas!
¡Tan severo, tan cruel,
a la lengua echas candado,
llave al oído también!
¡Con lágrimas me respondes!
¡Que no te llegue a deber
una palabra siquiera!
Ea, Señor, óyeme.
Como padre me responde,
aunque tan severo estés.
¡Siendo padre me castigas!
REY
No hay ser padre siendo Rey.

 (Vase.) 

RUGERO
Pues vamos, pena, a morir;
pues de su boca escuché
que él me perdonara padre,
mas no puede siendo rey.
 

Sale COSCORRÓN.

 
COSCORRÓN
Yo, Jaime de Coscorrón,
el descendiente de aquel
Coscorrón que dio Rodrigo
a la Cava, porque fue
hermosa, que a las hermosas,
no hay otra cosa que hacer.
Yo pues, natural de Palos,
que es cierto lugar de bien
que los coscorrones cría,
he venido ahora a que
toda la ciudad entera
me preste su parecer:
Yo he vendido a mi señora,
y a Rugero alcahueteé,
a él porque me dio dinero,
y a mi ama, ya se ve,
porque si no es un criado,
quién la pudiera vender?
Despedime de su casa,
la de Rugero aceté,
y Rugero es ya mi amo,
vamos al consejo, pues.
Hoy me han dicho que a Rugero
le quieren sacar a ver
el cuerpo de la ciudad
con mucha gente de a pie
que le vaya acompañando
hasta un tablado, y en él
dicen que le han de cortar
el camino del beber
porque dio muerte a su hermano;
él justo castigo es:
Yo quiero hacer una cosa,
para que sepan que hay quien
por su dueño dé la vida
cuando necesaria es;
al Rey le quiero decir
que yo a Alejandro maté,
librarase así Rugero,
y sólo a mí me han de hacer
orearme cuando mucho;
mas replicaranme: ¿qué
provecho es ser ahorcado?
Oigan y se lo diré:
Heme aquí sobre el pollino;
pregunto: ¿quién ha de haber
que no me eche bendiciones?
Y diga: ¡qué hombre de bien,
que por librar a su amo
quiso la vida perder!
Rugero dirá en Palacio,
¿hay criado más fiel,
que por mí pierde la vida?
Y la vida apostaré
que aún no estoy bien ahorcado
cuando me perdona el Rey;
y cuando esto no suceda
¿quién ha dejar de ver
el aplauso de la gente
y escuchar aquello de
-Dios te perdone y te lleve;
¡ah, que buen ánimo! A fe
que no sois vos mal nacido-;
se hace un hombre conocer.
Sale a caballo a la plaza
en día de fiesta, y es
señalado con el dedo;
y, en fin, señores, seré
de los doce de la fama,
o a lo menos de los seis;
vive Dios, que he de probar,
y he de saber esta vez
a qué sabe ser ahorcado,
y no ha de decirse que
no he sabido en este mundo
cuanto pudiera saber.
 

Salen EL REY y EL DUQUE.

 
REY
Estas porfías dejad.
Pues aunque más me roguéis,
con el ruego me ofendéis,
me irritáis con la lealtad.
DUQUE
¿Vos castigáis a Rugero
con rigores tan prolijos,
dejándoos a vos sin hijos
al reino sin heredero?
Ni parientes ni allegados,
si con más piedad lo veis,
presumo que no tenéis
que hereden vuestros Estados.
REY
Por esto a mi reino infiero
que le está mejor aquí
que él propio reine por sí,
que el gobierno de Rugero.
DUQUE
Que no sois su padre infiero.
REY
No repliquéis, o por Dios,
que haga lo mismo con vos,
que veis hacer con Rugero.
DUQUE

 (Ap.) 

A Casandra voy a hablar,
que en esa antesala vi,
para ver si puedo así
a ella y al Rey mitigar.
Yo soy bien nacido,
y digo que de mi lealtad me llevo,
tanto a mí Príncipe debo
como he debido a mi amigo.

  (Vase.) 

COSCORRÓN
Ahora entra mi papel,
ahora mi tema empieza,
yo le quiero libertar,
muy buena horca me cuesta.
Mas si he de hablar la verdad
las cosas desta manera
son buenas para pensadas,
mas no lo son para hechas.
 

Sale CASANDRA.

 
CASANDRA
¿Está aquí el Rey?
COSCORRÓN
Aquí está.

 (Ap. 

Vive Cristo que me pesa
que haya entrado, porque ya
lo iba a decir, no dijera...
REY
¿Duquesa?
CASANDRA
Señor, yo entraba
por esa cuadra primera,
a pedir segunda vez
el suplicio a la sentencia
y vi al príncipe Rugero
desde esa torre soberbia
formar los últimos pasos
y las últimas querellas;
ya le llevan al suplicio,
y ya al castigo le llevan;
viome entrar, hablome afable;
pidiome perdón, y fuera
poca piedad de mi amor,
de mi sangre mucha mengua,
que no reine una piedad,
cuando un escarmiento reina.
Mi esposo es muerto, Señor,
y cuando el Príncipe muera,
yo no recojo esta sangre
porque se derrame aquélla.
Si por mí le dabas muerte,
ya te pido que suspendas
la indignación de tu espada
una piedad te lo ruega.
mira que según te indignas
a la ejecución sangrienta
no parece que castigas,
todos dicen que te vengas.
REY
Duquesa, Infanta, Señora,
en esta ocasión quisiera
no ser rey por perdonarle;
mas será razón que adviertas
que queda a su indignación
tu honra y mi vida sujetas.
El que ahora humilde miras,
mañana con más violencia
del sagrado de tu casa
violará las nobles puertas.
Y, como tú me dijiste,
es evidente sentencia
que dará muerte a su padre
quien de su hermano se venga.
Tú cumpliste como noble
cuando perdonarle intentas,
yo ahora miro por ti,
y así, si mañana es fuerza
que ha de incurrir arrojado
en otra mayor violencia,
y he de castigarle entonces,
me ahorro desta manera
la pena de la otra culpa.
Dándole ahora otra pena.
CASANDRA
Señor, ¿ésa es tu piedad?
Vuestra majestad advierta..
VOCES

 (Dentro.) 

¡Viva el príncipe Rugero!
REY
Pero ¿qué voces son estas?
VOCES

 (Dentro.) 

¡Viva el príncipe Rugero!
REY
Duque, ¿que es aquesto?
DUQUE
Apenas
el Príncipe en un caballo
midió la calle primera
al suplicio, que en la plaza
determinaba su alteza,
cuando la plebe conjura
piadosamente indiscreta
por el príncipe Rugero
la natural obediencia.
Todos dicen que no puedes,
aunque justiciero seas
dejarles sin heredero;
y como has oído, alteran,
trayéndole hasta tu cuarto
las pasiones y las lenguas,
Y yo...
REY
Tente, no prosigas.
DUQUE
El Príncipe en esta puerta,
obediente a tus preceptos,
Tu resolución espera.
REY
Allí hallaréis una fuente
con un tafetán cubierta;
traedle, y decidle que entre.

 (Dícelo al DUQUE.) 

DUQUE
Bien puede entrar vuestra alteza.

 (Vase.) 

REY
Yo sé lo que pienso hacer.
RUGERO
Gran Señor, si tu clemencia
me vale...
REY
Espera, Rugero.
 

Saca EL DUQUE una fuente y una corona cubierta con tafetán.

 
DUQUE
Yo traigo lo que me ordenas.
REY
Príncipe, escúchame ahora
aquesta corona regia,
herencia de mis abuelos
y de su justicia herencia,
es la que sustituida
siempre ha estado en mi cabeza;
el pueblo que vivas dice,
y también su voz me enseña
que no quiere que yo reine,
pues deroga mi sentencia.
Atiéndeme ahora a un medio,
escucha una conveniencia
para no ser rey en cargos,
para ser padre en clemencias.

 (Pónele la corona.) 

RUGERO
Gran Señor, ¿qué es lo que haces?
REY
Ponerte esta insignia regia,
hacer a mi amor un gusto,
un agasajo a mi pena;
tú seas rey, yo seré padre;
siendo sólo padre, es fuerza
como padre perdonarte,
y siendo rey, no pudiera
pues siendo tú rey ahora,
es preciso que no puedas
castigarte tú a ti mismo;
y así, de aquesta manera
siendo yo padre, tú rey,
partimos la diferencia
yo no le castigaré;
la plebe queda contenta:
Yo quedaré siendo padre,
y tú siendo rey te quedas.
RUGERO
Pues tú me dijiste un tiempo,
bien pienso yo que te acuerdas,
No hay ser padre siendo Rey
diga ahora mi obediencia,
no hay ser Rey siendo tu hijo,
pues más quiero en esta empresa
perder el cetro y la vida,
que no que tu reino pierdas.
REY
Hijo, ya estás perdonado;
pero no me lo agradezcas,
que a ser yo rey, te quitara
de los hombros la cabeza
pero padre, te perdono;
por mi cuenta la Duquesa
quedará de aquí adelante.
RUGERO
Pues Duque, a mis brazos llega;
y a la duquesa Casandra
en esta ocasión me deja
que los perdones le pida,
piadosos los cielos quieran
que te merezca el perdón;
y del Senado merezca
piedad para la censura
y aplausos a la comedia.