Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.

ArribaAbajo

El héroe por fuerza

Drama cómico en tres actos, arreglado al español

Personas

DANIEL ROBINSÓN. - JORGE ROBINSÓN. - TOBI. - SIR GUILLERMO. - LORD MULGRAVE. - LOVEL. - PETERS. - SARA. - ACOMPAÑAMIENTO.

(La escena es en Inglaterra, en 1745: el primer acto en Preston, el segundo en el campamento del ejército real, y el tercero en Londres)



ArribaAbajo

Acto primero

El teatro representa el patio de una fábrica de cerveza. A la izquierda la entrada de la fábrica; a la derecha la habitación con una escalera que conduce a la puerta: el fondo cerrado por una tapia, en cuyo centro hay una gran puerta por donde entran los carros. Varios instrumentos de fabricación, costales, carros, etcétera. Hay una campana a la izquierda: un banco a la derecha.



Escena primera

PETERS. Luego, los mozos de la fábrica.

     PETERS. -(Sale por la derecha y toca la campana.) �Ea! Ya es hora de empezar el trabajo. (Van saliendo los mozos por el foro.) �Vamos, vamos, muchachos! Que ya habéis tenido tiempo de descansar. No diga el amo que somos perezosos. Al trabajo con bríos, que ya llegará el domingo y bailaremos. Nosotros debemos tener a honra el pertenecer a la fábrica del Sr. Daniel Robinsón, porque nuestra fama vuela por toda Inglaterra, donde no se conoce mejor cerveza que la que elaboran estas manos que están presentes. �Pues y el amo! �Qué hay que pedirle? �Quién no sirve de rodillas a un hombre tan honrado, tan generoso! �Eh?

     TODOS. -�Es verdad, es verdad!

     PETERS. -�Conque ánimo! �A trabajar, muchachos!

     TODOS. -Vamos allá, vamos allá. (Cuando todos van a dirigirse al trabajo, baja DANIEL por la derecha con un taleguillo de dinero.)

Escena II

Dichos y DANIEL.

     DANIEL. -(Muy gozoso.) �Alto ahí, muchachos! �Hoy no se trabaja!

     TODOS. -�Cómo!

     DANIEL. -Que no se trabaja digo. Hoy es día de asueto.

     PETERS. -Pero señor...

     DANIEL. -Venid acá. No solamente no quiero que trabajéis, sino que..., �veis ese taleguillo de dinero? Pues lo voy a repartir entre vosotros.

     TODOS. -(Rodeándolo.) �Bueno, bueno!

     PETERS. -�Pero, Sr. Daniel..., si hoy no es sábado, que es el día de pagarnos el jornal!

     DANIEL. -Yo hago sábado cuando me da la gana: no seas tonto y calla. (Abriendo el taleguillo.) �Ea, tomad, tomad!...

     TODOS. -(Mirándose entre sí.) �Qué será esto?

     DANIEL. -Estáis en Babia, �eh? �Mejor! Quiero que hoy todos los que me rodeen estén contentos, porque..., porque, habéis de saber... (Dando dinero a uno.) Toma, toma, tú. Esto quiere decir... (Dando a otro.) Toma, tú, que te despachurraste un dedo el otro día. �No adivináis qué es esto? Pues... (Dando a otro.) A ver, tú, que tienes a tu madre con reuma, llévale eso. Si yo os dijese... (Dando a otro.) Anda, para que vistas a tu chico. (Dando a los demás.) �Toma, tú, gruñón! Y vosotros..., �ea! todos sois buenos trabajadores; a vosotros debo la prosperidad de mi fábrica, y quiero que celebréis el día de hoy. (Dando a PETERS.) Toma, tú, el fondo del talego, anda; llévate el original.

     PETERS. -�Muchas gracias, Sr. Daniel! Pero yo no alcanzo..., �pues qué día es hoy?

     DANIEL. -�Hoy? �A que ninguno lo acierta? Hoy es el día..., luego, luego os lo diré. Marchad a poneros la ropa de los domingos, y volved por acá con las muchachas.

     PETERS. -�Y entonces sabremos?...

     DANIEL. -Sí, sí, marchad. (Todos menos PETERS se van por el foro.)

     PETERS. -Ya lo habéis oído; el amo manda que hoy estemos todos contentos, yo no sé por qué; pero no importa. (Volviendo a la escena.) �Oh! �Y yo estoy contento, contento como una pascua!

Escena III

DANIEL y PETERS.

     DANIEL. -�Eso, eso, Peters! Quiero que se salte, que se brinque. Os convido a comer a todos, y si queréis saquearme la fábrica, �mejor!

     PETERS. -�Conque también comida?...

     DANIEL. -�Ya tengo encargada una que será digna de ofrecerse a nuestro rey Jorge II!

     PETERS. -�Vaya! Pues entonces alguna cosa muy gorda ha ocurrido! �Habéis heredado?

     DANIEL. -No.

     PETERS. -�O habéis contratado proveer de cerveza al ejército que ha venido ahí a hacer frente al príncipe Eduardo?

     DANIEL. -�Dale, dale! �Qué te importa a ti lo que es? Come y bebe, y no preguntes.

     PETERS. -Está bien, mi amo. Comeré bien y beberé mejor. Sólo que..., ya se ve..., por lo regular, siempre le gusta a uno saber por qué se divierte.

     DANIEL. -�Qué pesado! Pues es porque... Eres un hablador y lo vas a decir antes de tiempo. Anda, ve a la taberna de Ploston, ahí a la esquina, y dile que quiero la comida para las tres en punto..., y haz poner las mesas ahí en la sala baja.

     PETERS. -�Y seremos muchos?

     DANIEL. -(Contando.) Los mozos..., las muchachas..., esto es, cuarenta personas.

     PETERS. -Entonces... (Cavilando.) Se pondrán..., aguardad..., se pondrán... �cuarenta cubiertos?

     DANIEL. -No: pon cuarenta y uno. No te olvides; cuarenta y uno. Sí, porque vendrá mi hermano, mi querido Jorge: esta mañana le escribí; y hace dos años que no le veo, �como el pobre es militar! Y un oficial no puede separarse de sus filas, y más en tiempo de guerra. Ahora que ha venido con el ejército a pocas millas de Preston, quizá pueda hacer una escapatoria y venir a comer conmigo. �Si hoy consigo darle un abrazo, es día completo!

     PETERS. -Lo queréis mucho, �eh?

     DANIEL. -�Que si le quiero? �Vaya! �Somos mellizos!

     PETERS. -Sí: ya me habéis hablado de él, y me acuerdo que me habéis dicho que se parece tanto a vos, que todos os confunden.

     DANIEL. -Vaya, no charles más: anda a hacer lo que te he dicho, que es tarde.

     PETERS. -Voy, voy. �Ah! �Y veréis yo qué vestido me pongo! Aquel que me hice...

     DANIEL. -�Bien, hombre, anda!

     PETERS. -�Voy, voy! �Cómo nos vamos a divertir! (Vase saltando por el foro.)

Escena IV

DANIEL.

     DANIEL. -�Qué charlatán! �Y qué curiosidad les ha entrado a los muchachos! Rabiando están ellos por saber... �Pues no digo nada de Sara! Cómo se quedó parada, confusa..., mirándome con aquellos ojazos tan hermosos..., cuando la dije: �Sara, hoy no se hace labor: hoy hay fiesta en la fábrica: anda a ponerte el mejor vestido..., cuélgate todos tus dijes..., si te falta algo ve a comprarlo a la mejor tienda de la ciudad, y cueste lo que cueste, Daniel paga.� La pobrecilla estaba tan sorprendida, que no se atrevió siquiera a preguntarme... (Aparece SARA en lo alto de la escalera.) Allí viene... �Qué guapa! �Dios la bendiga!

Escena V

DANIEL y SARA.

     SARA. -(Desde arriba.) �Ah, Sr. Daniel! �Estoy así a vuestro gusto?

     DANIEL. -�Como un sol! Baja, baja, que quiero verte de cerca. (Baja SARA.) �Preciosa, relumbrante como una platería!

     SARA. -�Como me mandasteis que me pusiera el fondo del cofre!

     DANIEL. -Sí, sí. �Pero quién te ha dado ese corpiño y todo eso?... Yo no te lo he visto nunca.

     SARA. -�Vaya, que quién me lo ha dado! �Ahora os hacéis de nuevas? Pues qué, �pensáis que no os veo yo todos los domingos cuando venís de puntillas, para que yo no os sienta, y me dejáis en el costurero tres o cuatro monedas de oro, y al momento echáis a correr como si me hubierais robado?

     DANIEL. -�Basta, basta, no hablemos de eso!

     SARA. -Sí, señor, que quiero hablar; porque ese es un derroche, que es preciso que tenga fin. Yo estoy ya avergonzada de recibir tantos beneficios sin haber hecho nada para merecerlos. Por vos tengo yo más vestidos y más joyas que una princesa; por vos tengo yo aquí una habitación alhajada como un palacio, y un taleguillo de dinero que no sé en qué gastarlo. Eso no es regular, Sr. Daniel, y ya es tiempo...

     DANIEL. -�Quieres callarte!

     SARA. -Es que...

     DANIEL. -�Dale! �Digo que calles y que no se hable de eso!

     SARA. -Pero...

     DANIEL. -�No sabes lo que te dices! �Ves todo eso que hago por ti? Pues todo eso no es nada ni vale nada... �y soy un ingrato!

     SARA. -�Calle!

     DANIEL. -�Sí, señor, un ingrato! Porque si yo pagase como es debido los beneficios que me hizo tu difunto padre...

     SARA. -Mi padre no hacía más que cumplir su obligación, Sr. Daniel. Un obrero debe emplear sus brazos y su vida en servicio del amo que le paga.

     DANIEL. -�Ya! Un obrero como los demás. Pero tu padre era algo más que eso: era un amigo, un verdadero amigo. Si yo me veo a los treinta años rico, dueño de esta fábrica, �a quién lo debo? A él, a su actividad, a su industria, y sobre todo a sus consejos. Sí, señor; porque yo era un cuitado: aquí se establecieron otras fábricas de cerveza en competencia con la mía, y yo me acobardé, y ya me iba a arruinar... Pero él me animó, se puso al frente de todo, y se dio tal maña, que a poco tiempo echó por tierra las otras fábricas, y la mía quedó triunfante. �Qué tal? �Y no me había yo de encargar de la suerte de su hija que quedaba huérfana a los diez y seis años, sola en el mundo, sin más bienes que sus virtudes y su inocencia y ese palmito tan..., vamos, vamos... cuando yo digo que soy un ingrato!...

     SARA. -Es que vos exageráis las cosas tanto...

     DANIEL. -�Ea, no hablemos más de esto, porque me empezaré a entristecer, y hoy no es día de tristeza! Ven acá, Sara. Dime: �no has adivinado qué objeto tienen esos preparativos de fiesta?

     SARA. -No.

     DANIEL. -Pues voy a decírtelo. �Sabes que por Pascua cumplí treinta años?

     SARA. -Ya lo sé.

     DANIEL. -Bien; pero lo que tú no sabes es que empiezo ya a fastidiarme de estar soltero. Cuando llega la noche y despido a los obreros, �me quedo en una soledad! Empiezo por pasearme por mi cuarto: a lo largo, a lo ancho, y al cabo me aburro. Por fin me he preguntado yo a mí mismo: Daniel, �qué tienes? Y me he respondido: lo que tengo es mucho deseo de verme rodeado de media docena de chiquillos que corran, que griten, que me tiren de la casaca, que me pellizquen las pantorrillas, en fin, que me diviertan.

     SARA. -�Ah! �Habéis pensado en casaros?

     DANIEL. -Chiquillos, no es difícil hallarlos; pero lo que sí es difícil hallar una mujer bonita, amable y juiciosa.

     SARA. -�Sí, eh? (Bajando los ojos.)

     DANIEL. -Y no hay más remedio que cerrar los ojos y apechugar. Si sale mal, �cómo ha de ser! �Paciencia! Pero se me figura que he encontrado lo que necesito.

     SARA. -�Sí? (Contenta.)

     DANIEL. -Sí: un poco lejos de aquí...

     SARA. -�Ah! (Con pena.)

     DANIEL. -La que he elegido dicen que es buena, que es amable...

     SARA. -(Con despecho.) Lo celebraré. Pero si os fiáis de informes...

     DANIEL. -�Oh! Me la abona un corresponsal, y hoy debe llegar.

     SARA. -(Afligida.) �Hoy?

     DANIEL. -Sí; en los carros que vienen de Norwich: es hija de mi proveedor de cebada. Mira: aquí tengo la carta del papá. (Lee.) �Mi amigo y parroquiano: en respuesta a su favorecida del 16 del corriente, tengo el honor de participarle que hoy día de la fecha y por conducto de los carros del convoy, le remito mi hija y cincuenta costales de cebada de primera calidad; espero que todo llegará sin deterioro ni avería. Acúseme el recibo, y quedo, hasta nueva remesa, su afectísimo, etc.� Ya ves que la novia llega hoy: he querido recibirla con ostentación... Conque, Sara, tú cuidarás de que nada falte.

     SARA. -(Llorosa.) Sí, Sr. Daniel.

     DANIEL. -�Ea!, me voy; tengo que dar disposiciones. Dime, �no te da gusto el saber que me caso?

     SARA. -(Sollozando.) �Sí, Sr. Daniel!

     DANIEL. -�Me alegro! Adiós, Sara. �Eres una muchacha angelical! Pronto estaré de vuelta; adiós, Sara. (Vase por el foro.)

Escena VI

SARA.

     SARA. -�Gracias a Dios que estoy sola..., reventando estaba por llorar! �Dios mío! �Yo que me levanté esta mañana tan alegre, qué lejos estaba de pensar...! �Quién me lo hubiera dicho! �Y que le ponga yo buena cara a esa mujer! �Imposible, eso sí que aunque me valiera un tesoro! �Ah, primero me marcharé..., primero me iré de la fábrica por toda mi vida! �Sí, me voy, me voy!... (Después de reflexionar.) �Y cómo me he de ir? �Qué pretexto doy? Si me pregunta el motivo, le he de ir a responder: �me voy, Sr. Daniel, porque yo que no tengo nada, yo que soy una pobre huérfana, había tenido la flaqueza de soñar que algún día había de llamaros...� �Ah, qué vergüenza! �Y sin embargo, yo no me puedo quedar aquí!... Tampoco es toda la culpa mía. Él con su trato cariñoso..., con algunas indirectas que me ha dicho, me ha hecho formar esta ilusión. �Y ya se ve..., como no se le puede tratar sin amarle! �Es tan generoso, tan honrado! (Llorando.) �Válgame Dios..., qué engaño tan cruel! �Vamos, yo he nacido para ser desgraciada! �Pobre de mí!

Escena VII

SARA y PETERS, en traje de fiesta.

     PETERS. -(A la puerta del foro.) En la sala baja he dicho; allí se han de poner las mesas. (Bajando al proscenio.) �Qué torpes son esos mozos!

     SARA. -(Limpiándose los ojos.) Peters, el Sr. Daniel ha mandado que todos estén hoy contentos: conque os lo advierto...

     PETERS. -�Calla..., pues lo que es vos, no dejáis de cumplir el encargo! �O soy yo ciego, o vos estáis llorando, señorita Sara!

     SARA. -�Yo, no!

     PETFRS. -�Qué tenéis? Decídmelo. �Os ha faltado alguno al respeto? �Pobrecita!... Decídmelo y veréis... (Haciendo ademán de boxear.)

     SARA. -No, Peters, no: yo os doy gracias. Dejemos eso, y tratemos solo del recibimiento que debemos hacer a la novia del Sr. Daniel.

     PETERS. -�A su novia! �Cómo? �Pues qué..., el amo trata de casarse..., y no es con vos?

     SARA. -�Qué estáis diciendo, Peters? �Conmigo! Pues yo acaso podía aspirar...

     PETERS. -El amo hace un disparate, señorita Sara, y yo mismo se lo diré en sus barbas.

     SARA. -�Guárdate bien de eso! Se incomodaría...

     PETERS. -�Pero es posible..., tener nosotros ama y no ser vos! �Vaya..., cuántas veces en nuestras conversaciones hemos dicho: cómo es que no se le ocurre al amo casarse..., y en caso de hacer feliz a una mujer, a quién mejor que a la señorita Sara!

     SARA. -�Ya!... Pero él no me ama, Peters.

     PETERS. -Ya vienen los muchachos.

Escena VIII

Dichos. Los mozos y los muchachos vestidos de fiesta, que salen por el foro. Luego, DANIEL.

     SARA. -(Aparte.) �Todos de fiesta! No quiero que las muchachas me vean triste y descubran...

     PETERS. -�Bien, muchachos, bien! Así me gusta, y habéis de saber que tenemos gran comida..., y que bailaréis..., y beberéis... Allí viene el amo... �Viva el Sr. Daniel Robinsón!

     TODOS. -�Viva! �Viva!...

     DANIEL. -(Saliendo.) �Nada de amo! Yo no soy vuestro amo..., soy vuestro compañero..., vuestro amigo..., y como tal quiero que participéis de mi alegría... Porque ya es hora de descubriros el secreto: habéis de saber, amigos míos, que hoy me caso.

     TODOS. -�Se casa!...

     SARA. -(Aparte.) �Yo no voy a poder disimular!

     PETERS. -Pero, nuestro amo, �y la novia?... Decidnos, �cuál es la novia?...

     TODOS. -Sí..., �cuál es la novia?...

     DANIEL. -La novia, �eh?... �Sois tan topos que no lo habéis adivinado? �Si cualquiera de vosotros tratara de casarse, a quién escogería?... �A ver, tú, Peters, a quién escogerías?

     PETERS. -�Yo?... Pues claro está..., yo, sin agraviar a nadie..., cerca está la que escogería...

     SARA. -(Aparte.) �Dios mío! �Me va a avergonzar!

     DANIEL. -�A quién, vamos?

     PETERS. -�Toma! A la señorita Sara.

     TODOS. -�Sí, sí..., a Sara, a Sara!...

     DANIEL. -(Abriéndole los brazos con amor.) �Pues esa es mi novia!

     SARA. -�Dios mío!

     TODOS. -�Viva!... �Viva!...

     SARA. -�Yo! Sr. Daniel, �queréis burlaros de mí? �Esta pobre huérfana!...

     DANIEL. -Tú, sí, tú eres la que yo elijo para verme feliz... �Me desprecias?

     SARA. -(Echándose en sus brazos.) �Yo!... �Pero estoy soñando!... �Y esa novia de quien me hablasteis?...

     DANIEL. -Fue una estratagema para sonsacarte..., para conocer si me querías... �Qué tal? �Ves qué bien te engañé? �Soy yo muy pillo!

     SARA. -�Ah, qué feliz soy!

     DANIEL. -(Dándole la mano.) �Ea, amigos, aquí os presento a mi esposa: festejadla con un bailecillo de los vuestros! Peters, que saquen cerveza. (Siéntase en el banco. Unos mozos entran por potes de cerveza. PETERS dispone las parejas. Ejecútase el baile. Concluido el baile, todos aclaman a los novios.)

     DANIEL. -(Levantándose.) �Ea, mientras llega el momento de ir a la parroquia, podeis marchar a divertiros a la huerta o donde queráis; pero no faltéis a la hora!

     TODOS. -�Vivan los novios!... (Vanse por diversos puntos.)

Escena IX

SARA y DANIEL.

     SARA. -�Conque es de veras? �Voy a ser vuestra esposa? Decídmelo otra vez, porque todavía se me figura que estoy soñando.

     DANIEL. -Sí, Sara, sí, vas a ser mi esposa.

     SARA. -�Dios mío!

     DANIEL. -�Dentro de una hora iremos a la parroquia juntitos..., así..., como dos palomos!... Y luego verás...

     SARA. -�Ah! Pues yo os prometo que no os arrepentiréis nunca de lo que hacéis por esta pobre huérfana...

     DANIEL. -Así lo creo.

     SARA. -�Os haré muy feliz!

     DANIEL. -En tu mano está.

     SARA. -Y os amaré siempre.

     DANIEL. -�Se entiende! Y a mí solito. Esta dicha sería completa para mí si pudiera traerme a mi lado a mi hermano Jorge..., si en lugar de ser capitán quisiera venirse aquí a vivir en paz con nosotros..., a disfrutar de nuestra hacienda..., a divertirse con sus sobrinitos... y sus sobrinitas..., porque eso sí, media docena de sobrinos le hemos de dar... �seguro!

     SARA. -Mucho bueno me habéis contado de él... �y tengo unos deseos de conocerle! Escribidle que se retire del ejército..., que deje la milicia y se venga a vivir siempre con nosotros.

     DANIEL. -�Buena idea! (Reflexionando.) Sólo que... ahora me ocurre... �Diablura sería!

     SARA. -�Qué?

     DANIEL. -Pero puede que ya con treinta años...

     SARA. -�Qué caviláis?...

     DANIEL. -Nada; es una idea que se me ha ocurrido...

     SARA. -Yo soy vuestra mujer, y debéis confiármela.

     DANIEL. -Me estaba acordando de ciertas aventuras..., ciertos lances pesados..., y ahora que me caso, estoy por decir que me alegraría de que no viniese por acá.

     SARA. -�Y por qué?

     DANIEL. -�Por qué! Porque �si vieras tú qué catástrofes me han sucedido por la maldita casualidad de parecernos tanto uno a otro, que todo el mundo nos confundía!...

     SARA. -�Ah! �Y es ese el motivo?

     DANIEL. -�Yo he nacido víctima de mi físico! Cuando niño era yo muy quieto, muy bonachón..., bastante medrosillo... verdad es que ahora me sucede lo mismo: no lo puedo remediar. �Eso está en la masa de la sangre: en habiendo un peligro... me dan unas tentaciones de echar a correr!... Mi hermano era todo lo contrario: alborotador... diabólico, quimerista..., tenía desesperada a toda la vecindad... cogía el perro de uno y le cortaba la cola..., pillaba el gato de otro y le cortaba una oreja... Los vecinos venían a quejarse a mi madre... y el maldito Jorge decía que había sido yo, y ellos apoyaban y juraban que me habían visto... El resultado era una azotaina.

     SARA. -�Pobre Daniel! (Riendo.)

     DANIEL. -�Cuando yo era mozo..., ya se ve, las diabluras eran de otra especie!... Yo, que siempre fui un borrico, cometía muchas veces la necedad de confiarle mis trapicheos..., y �qué hacía el pícaro? Me armaba cualquier zancadilla para hacerme faltar a la cita, y aprovechándose de la maldita semejanza, iba en mi lugar... y... �Pues bien!

     SARA. -(Riendo.) �Ah, ah, ah! �Qué chasco!

     DANIEL. -�Muchas gracias!

     SARA. -�Y eso qué tiene que ver para que no deseéis que venga?

     DANIEL. -�Hola!... �Qué tiene que ver? �Friolera! Que mi hermano Jorge sigue siendo el mismo, valiente, honrado, eso sí...; pero emprendedor, calavera..., y con esa semejanza tan maravillosa que hay entre los dos, como hermanos mellizos..., si él viene con nosotros puede que la costumbre de divertirse a mi costa...

     SARA. -�Eh!... �Callad, callad!... �Sois capaz de pensar semejante cosa?...

     DANIEL. -�Es que no nos distinguirías!

     SARA. -�Creéis que mi corazón puede equivocarse?

     DANIEL. -�Tu corazón!... Tu corazón tomaría el rábano por las hojas... Si no tienes idea de lo parecidos que somos... �Vamos, la misma estatura, la misma cara, la misma voz..., si es una cosa que asusta!

     SARA. -�De veras?... �Pues ya empiezo a estar en cuidado!

     DANIEL. -�Cuando digo que la cosa es seria!

     SARA. -�Pero no hemos de tenerle nunca aquí?

     DANIEL. -�Si en la guerra se quedara tuerto..., o trajera, así... otra señal visible para distinguirlo!...

     SARA. -�Vaya! �Pobrecillo!

     DANIEL. -�Pues si no un demonio! A ver si tú encuentras algún medio.

     SARA. -Yo, ninguno.

     DANIEL. -�Calla, calla! Ya he dado en ello. Si él viene a vivir con nosotros, adopto este medio: siempre que sea yo el que vaya a acercarme a ti, diré: �juego limpio� y así me distinguirás y no viviré expuesto a una trocatinta.

     SARA. -Corriente.

     DANIEL. -Pero cuidado, que si me acerco yo, y no digo nada, no soy yo, sino el otro yo: y entonces, �por el amor de Dios!...

     SARA. -�Callad! �No seáis tonto!

     DANIEL. -Con todo, bueno sería que lo ensayásemos, para que te acostumbres... Mira: figúrate que tú te estás paseando por la huerta: va a anochecer... y yo vengo por allá..., veamos. (Retírase hacia el foro.)

     SARA. -(Aparte.) Voy a hacerle rabiar.

     DANIEL. -(Aparte.) �Dios la conserve la memoria! (Va acercándose a SARA poco a poco: ella está quieta. Al fin llega y la da un abrazo sin que ella se mueva.) �Caramba!... �Pues me gusta!

     SARA. -�Por qué os enfadáis?

     DANIEL. -Conque no digo aquello, �y te dejas abrazar?

     SARA. -(Con malicia.) �Ah! �Se me había olvidado!

     DANIEL. -�Cáspita!... �Pues es un olvido que me puede salir a la cara!

     SARA. -Empecemos otra vez. Ahora no me olvidaré.

     DANIEL. -�Veamos! (Vuelve a alejarse: acércase otra vez a ella, y cuando está a su lado dice:) �Juego limpio.� (Va a abrazarla, ella le da un empujón y echa a correr.)

     SARA. -�Quieto!

     DANIEL. -(Furioso.) �Por vida de los demonios!

     SARA. -�Por qué os enfadáis ahora?

     DANIEL. -�Pues no he dicho aquello?

     SARA. -(Burlándose.) �Ah! �Si se me había olvidado!

     DANIEL. -�Pues estamos bien! No hay remedio: tú me harás que renuncie al cariño fraternal. Perdóname, hermano mío; pero estas cosas son muy serias.

     SARA. -�Tonto! �Pues no conocéis que lo he hecho por haceros rabiar!

     DANIEL. -�De veras?

     SARA. -�No tengáis cuidado, que a los ojos de vuestra querida Sara, no os equivocaréis con nadie de este mundo!

     DANIEL. -�Ay, me has hecho pasar un susto!...

     SARA. -�Para curaros de ese miedo! �Vaya que se os ocurren unas extravagancias!...

     DANIEL. -�Ea, pues pensemos en la fiesta! Ya se va acercando la hora de ir a la parroquia: vamos a buscar a los muchachos: luego la comida, y a la noche baile, �te parece?

     SARA. -Muy bien.

     DANIEL. -Pues �ea! (Dan dos o tres golpes fuertes a la puerta del foro.) �Calla! �Quién llamará así?

     SARA. -�Se habrá pasado la hora?

     DANIEL. -�Puede!

     SARA. -(Abriendo.) Adelante.

     DANIEL. -�Calla! �Es el sargento Tobi, el amigo de mi hermano!

Escena X

DANIEL, SARA y TOBI.

     TOBI. -(Agitado.) Dios os guarde, Sr. Daniel: decidme, vuestro hermano..., �el capitán está aquí?

     DANIEL. -No, señor.

     TOBI. -�Cómo? �No está aquí?

     DANIEL. -No, señor; pero eso no importa, amigo Tobi: sabed que hoy me caso, y tendré mucho gusto en que el mayor amigo de mi hermano nos acompañe a la comida y al baile.

     SARA. -Y la novia os convida, señor sargento.

     TOBI. -�Voto al diablo! �Buenos estamos ahora para novias y bailes!

     SARA. -�Qué tenéis?

     DANIEL. -�Jesús! �Me habéis asustado! �Qué es eso?

     TOBI. -�Qué es eso!... Esto es que si mañana a las doce del día no se ha presentado vuestro hermano en el campamento...

     DANIEL. -�Que le harán?

     TOBI. -�Friolera; sentenciarlo como desertor, y si un día le atrapan..., pataplún! (Hace ademán de fusilarlo.)

     DANIEL. -�Santa Bárbara! �Qué estáis diciendo?

     SARA. -�Pero se ausentaría del campamento con licencia?

     TOBI. -Sí; pero la licencia se ha cumplido hace ya tres días: el regimiento está a doce millas de aquí, haciendo frente a una división del príncipe Eduardo, el hijo del pretendiente: de un momento a otro nos enredamos con el enemigo, y mi capitán no estará al frente de su compañía, �voto va el demonio!

     DANIEL. -�Ay Dios mío, una batalla, ya no me llega la camisa al cuerpo!

     TOBI. -Yo creí que no podría estar sino aquí, y venía a avisarle.

     SARA. -Pues aquí no ha venido.

     DANIEL. -Pero puede que no corra tanto peligro, porque los jefes...

     TOBI. -Los jefes han usado ya demasiada indulgencia con él. Si esto no hubiera recaído en el capitán Jorge Robinsón, que es querido de todos, tres días ha que le hubieran sentenciado.

     DANIEL. -(Llorando.) �Pobre hermano mío, lo van a fusilar!

     TOBI. -�Eh! Eso es lo de menos.

     DANIEL. -�Cómo!...

     TOBI. -Una docena de balas no son nada para el capitán: �lo peor del caso es que será degradado, deshonrado!...

     DANIEL. -�Deshonrado!

     TOBI. -�Pero si tú mueres, mi capitán, no tengas cuidado! Tu amigo el sargento Tobi no tardará mucho en acompañarte: en la primera refriega me arrojo a los escoceses, hasta que una bala me eche por el mismo camino.

     DANIEL. -(Tomándole una mano.) �Gracias, Sr. Tobi, gracias os doy en nombre de mi hermano!

     TOBI. -�Qué gracias ni qué niño muerto! �Esta es una cosa natural, voto a los demonios! �Mi capitán, vaya! �Sabéis que le debo la vida más veces que pelos tengo en la cabeza? �Sabéis que una vez se metió por medio y recibió en el brazo una cuchillada que venía sobre mi coronilla? �Sabéis que desde entonces su vida es mi vida..., su honor es mi honor? �Voto a los once cielos!

     DANIEL. -�Ave María Purísima! Pero decid, �qué es lo que podemos hacer? Veamos.

     SARA. -Sí, sí; hagamos algo.

     TOBI. -�Y qué hemos de hacer? Nada. Yo volverme al campamento, y vosotros... casaros.

     DANIEL. -�Casarnos, en una situación como esta!

     SARA. -�Buenos estamos para fiestas!

     TOBI. -Y ya se hace tarde: no puedo detenerme; adiós, Sr. Daniel.

     DANIEL. -Pero aguardad, aguardad un poco; pensemos algo, y puede que... �Ah! Ahora me acuerdo que hace dos años estaba mi hermano enamorado de una joven de Carlisle, hermana de un marino, de un capitán de navío, si no me equivoco.

     TOBI. -�Y a qué viene eso?

     DANIEL. -�Cómo que a qué viene? Apostaría a que se está allí con la muchacha, sin acordarse de que hay guerras en el mundo; de aquí a Carlisle no hay más que veinte millas; vamos allá.

     SARA. -Sí, sí; vamos, Sr. Daniel; yo no me separo de vos.

     TOBI. -Vamos; nada se pierde más que el viaje.

     DANIEL. -Seguro que allí encontramos a ese calavera. En mi carricoche llegamos en un verbo. (Yendo a la puerta.) �Peters, engancha la yegua al carricoche! (A SARA.) Tú me acompañas, �no es verdad? Pronto estaremos de vuelta y celebraremos la boda. �Vamos, Peters, despacha! �Ah! Ya me olvidaba de tomar la capa y dinero.

     SARA. -Y yo mi manteleta. (Sube por la derecha.)

     DANIEL. -(A TOBI.) Al instante salgo. (La sigue.)

     TOBI. -Despachaos, que yo tengo prisa.

Escena XI

TOBI, los mozos y las muchachas. Luego, DANIEL y SARA. Luego, PETERS.

     TODOS. -�Vivan los novios!

     TOBI. -�Qué es esto? �Eh! �A qué vienen esas voces? �Buenos estamos ahora para novios! (Yendo hacia la derecha.) �Eh, despachad pronto; que si no, me marcho; yo no puedo esperar más!

     DANIEL. -(Saliendo.) Voy, voy.

     SARA. -(Saliendo.) Allá vamos.

     TODOS. -�Se van, se van!

     DANIEL. -Amigos, tenemos que marchar ahora mismo; pero pronto estaremos de vuelta; la boda se suspende; pero no tengáis cuidado, la celebraremos con más fiesta.

     PETERS. -(Saliendo.) Ya está el carricoche.

     DANIEL. -Peters, por hoy quedas al cuidado de la fábrica: cuenta con lo que haces.

     PETERS. -�Pues dónde os vais?

     DANIEL. -A un negocio urgente.

     TOBI. -�Vamos, vamos! Yo voy a montar a caballo.

     DANIEL. -�Adiós, amigos!

     SARA. -�Adiós! (Ábrese la puerta del foro y se ve el carricoche: DANIEL y SARA suben en él: el carruaje echa a andar. Los mozos los saludan agitando los sombreros. Cae el telón.)



ArribaAbajo

Acto segundo

El teatro representa una cantina, abierta en el foro con vista al campamento. Puertas laterales, mesas, bancos, sillas, etc.



Escena primera

Varios soldados formando grupos alrededor de la mesa, bebiendo. Luego, TOBI.

     TODOS. -�Vaya otro brindis!

     SOLDADO 1�. -�Compañeros: hoy tal vez entraremos en acción con esos endiablados escoceses: brindo por el triunfo de las armas inglesas, y la completa derrota del pretendiente!

     TODOS. -�Y yo! (Beben.)

     SOLDADO 1�. -(Sentándose.) �Nuestra desgracia será que llegue la hora de la acción, y nos hallemos sin nuestro capitán!

     SOLDADO 2�. -Yo no puedo menos de creer que le ha sucedido algún percance; porque cuando se marchó nos dijo: �Muchachos, yo voy cerca de aquí: si antes de concluírseme la licencia hay asomos de gresca, aquí me veréis a vuestra cabeza.� Y cuando él abandona su compañía...

     SOLDADO 1�. -�Y en un día de balas, que es su fuerte!

     SOLDADO 2�. -�No hay remedio: algo le ha pasado! Si yo supiera que los pícaros escoceses le habían sorprendido y hecho prisionero...

     SOLDADO 1�. -�Voto al diablo! �La compañía sola era capaz de arrojarse a rescatarlo! �No es verdad?

     TODOS. -�Sí! �Sí!

     SOLDADO 2�. -�Como que si hoy en la acción no le tenemos al frente, no vamos a hacer nada de provecho!

     SOLDADO 1�. -�Hola! �Ya está Tobi de vuelta! (Sale TOBI de mal humor: todos le rodean.)

     SOLDADO 2�. -�Qué hay, Sr. Tobi?

     SOLDADO 1�. -�Nos traéis el capitán?

     TOBI. -�Al demonio es a quien traigo conmigo! �No se le halla por ninguna parte: he corrido la Ceca y la Meca, y nada! �En fin, si a las doce no está aquí, no hay remedio, le sentencian como desertor!

     TODOS. -�Voto va! (Óyese tocar llamada.)

     TOBI. -�Qué tal! �Ya se va a reunir el consejo!

     SOLDADO 1�. -Vamos a ver qué resuelve.

     TODOS. -Vamos, vamos.

Escena II

TOBI.

     TOBI. -Sí, corred, corred... (Mirándolos ir.) �Qué lástima! �La mejor compañía del ejército! �La que siempre ha decidido la acción, porque iba a la cabeza el capitán Robinsón con su caballo blanco, y yo a su lado! �Hoy no habrá nada de eso! �Falta la cabeza, y nada, no hay que pensarlo; hoy no hacemos punta! �Por fin, el que quede tendido en el campo con un par de balazos, puede dar gracias a Dios, por no volver al campamento y oír a pie firme y con el arma al hombro leer la sentencia del capitán! �Voto va el mismísimo infierno! �Dónde estará ese hombre? Su hermano me hizo concebir alguna esperanza, ya casi creí que íbamos a hallarle en Carlisle; �pero nada! �Ni muerto ni vivo! �Yo no sé!... �Yo no sé! �Pues señor, al avío!

     DANIEL. -(Dentro.) �Poco a poco, Sara! �Baja despacito! �Despacito! �Cuidado! �Ah, ah! Eso es.

     TOBI. -Ya está ahí el cervecero: �buen refuerzo! Empeñado el majadero en venir al campamento a hablar al general, y muy confiado en que va a sacar algo en limpio. �Pobre hombre! Y es preciso echarle de aquí, porque si oye la sentencia, él que es tan apocado se muere de pesadumbre.

Escena III

TOBI y DANIEL, dando el brazo a SARA.

     DANIEL. -(A SARA.) Te digo que aquí debe estar. �Mírale, mírale! Buenos días, amigo Tobi: hemos tardado un poquillo; pero la yegua ha tenido la culpa.

     TOBI. -�Lo mismo da hora más o menos!

     DANIEL. -�Sí? �Mejor que mejor! Pero yo creí que urgía y he venido desesperado. �Yo no sé qué tenía la maldita yegua! Por más que la arreaba con el látigo y la decía: ��Corre, Generosa, corre, que van a fusilar a mi hermano Jorge; corre, que tú también eres de la casa!...� �Nada! Tomó un trotecito cochinero, y no había quien la sacara de él.

     SARA. -�Por fin, ya hemos llegado! Conque, Sr. Tobi, haced que veamos al general.

     DANIEL. -�Y al instante!

     TOBI. -Es inútil: ahora no podéis hablarle: está ocupado, está en junta de jefes, ha mandado formar las tropas...

     DANIEL. -En eso consistirá el no haber hallado nosotros hasta aquí ni un solo soldado a quien preguntar por vos: como que yo le decía a Sara: �Nos vamos a perder y a estar andando todo el día, cosa que no me gustaba mucho; porque andar así por medio de un campamento..., �se puede escapar un tiro! En fin, aquí esperaremos a que se acabe esa junta, y en seguida iremos los tres a ver al general. �No os parece, Sr. Tobi?

     TOBI. -(Enfadado.) �Con cincuenta legiones de demonios! �No me estáis conociendo en la cara que no queda ninguna esperanza?

     DANIEL Y SARA. -�Cómo?

     TOBI. -Yo lo he andado ya todo: en cuanto vine hablé al ayudante de servicio para que le anunciara al general que ibais a verle.

     DANIEL. -�Y qué?

     TOBI. -�Y qué! Que ha dado orden para que no os permitan entrar en su tienda; y no tenéis medio de verle.

     DANIEL. -(Lloroso.) �Dios me favorezca! �Yo que creía conseguir algunos días de plazo!

     TOBI. -�El general es duro como una piedra! �Y ahora más que nunca, porque en estos días se han pasado al enemigo unos cuantos oficiales, y acusan a vuestro hermano de haber hecho lo mismo! �Voto a los once cielos! �Si los que lo dicen fueran iguales míos o inferiores, yo les metería dentro las palabras con la punta de la espada; pero como son jefes, silencio y mano al sombrero!

     SARA. -�Conque nuestro viaje es enteramente inútil?

     TOBI. -�Enteramente!

     DANIEL. -(Animándose.) �Qué demonio! No, señor. �Yo no desespero todavía! �Esto no ha de quedar así: yo le he de ver, yo le he de hablar a pesar de la orden, aunque me lo estorben, aunque me echen a culatazos, aunque me calen bayoneta! Yo no soy hombre de bríos, es verdad; confieso que al ver cerca de mí un arma de fuego ya estoy en ascuas, y me da un sudor que... �Pero no importa! �Tratándose de salvar a mi hermano, yo haré de tripas corazón, sí, señor! �Maldito sea mi miedo! �Yo iré, atropellaré centinelas, y haré prodigios, y cómo ha de ser! �Si me matan habré cumplido mi deber!

     SARA. -�Ah, Daniel, dejadme que os abrace! �Cuánto gozo me da oíros hablar así!

     DANIEL. -�Aquí me quedo; y en acabándose la junta, ya veréis!

     TOBI. -�Nada se pierde! Puede que por chiripa... Sí, sí, hacedlo.

     DANIEL. -�Toma si lo haré! Pero entretanto no sería malo encontrar un cuarto donde mi pobre Sara descansase. En esta cantina debe haber...

     TOBI. -(Señalando la derecha.) Ahí tenéis: esas son dos piezas que servían de alojamiento al capitán.

     DANIEL. -(Conmovido.) �Cómo! �Ahí era donde habitaba mi pobre hermano? (Abriendo la puerta.) �Sí, es verdad; allí tiene la maleta y la cama, el uniforme colgado y la espada que yo le regalé! �Pobre Jorge! �Quién sabe si se la volverá a poner!

     SARA. -�Vaya! �No hay que desconfiar; puede que antes de las doce esté de vuelta!

     DANIEL. -�Dios te oiga! �Ea, ven! Sr. Tobi, vos me esperaréis aquí, no tardaré en volver para que vayamos a eso.

     TOBI. -Por aquí estoy: descansad, que yo os avisaré cuando sea ocasión.

     DANIEL. -Vamos, Sara. (Éntranse por la derecha.)

Escena IV

TOBI. Luego, SIR GUILLERMO.

     TOBI. -La pobre chica tiene esperanzas; pero yo... �Qué! �Si no falta más que una hora..., una hora escasa! �No hay que contar con él! �Voto va el demonio! �Si esto s e pudiera arreglar a sablazos o a tiros!... �Cómo ha de ser! Veamos si hay coyuntura para que ese pobre hombre hable al general. �Ea, Tobi, media vuelta; marchen! (Va a salir y se encuentra con SIR GUILLERMO.)

     GUILLERMO. -(Deteniéndole.) Alto ahí un momento.

     TOBI. -(Queriendo seguir.) No puedo.

     GUILLERMO. -Óyeme te digo, es negocio importante.

     TOBI. -Perdonad: estoy de prisa..., cosas del servicio...

     GUILLERMO. -No te detendré: no es más que una pregunta. (Sacando un retrato y enseñándosele.) �Conoces tú el original de este retrato?

     TOBI. -�Mi capitán!

     GUILLERMO. -�Tu capitán has dicho? �Y cómo se llama?

     TOBI. -�Toma! Jorge Robinsón.

     GUILLERMO. -Jorge Robinsón... (Aparte.) �Por fin le he encontrado!

     TOBI. -�Dios mío! �Tenéis noticias suyas? �Dónde está? �Qué hace? �Vendrá pronto?

     GUILLERMO. -�Cómo! Pues qué, �no está en el campamento?

     TOBI. -�Toma, toma; ya se ve que no está!

     GUILLERMO. -�Y yo creía que estaba aquí! �Pues no pertenece a esta división?

     TOBI. -Sí que pertenece.

     GUILLERMO. -Pues entonces, �cómo?...

     TOBI. -�Dale, dale! Como que ha desaparecido, y no se sabe dónde anda, y si dentro de una hora no se presenta, le sentenciarán por desertor y le fusilarán.

     GUILLFRMO. -�Fusilado! (Aparte.) �Ah, no es esa la muerte que yo le deseaba! �Conque no está en el campamento? �Voto al infierno!

     TOBI. -�Veo que lo sentís, como todos!

     GUILLERMO. -�Sí, sí, mucho! �No sé qué daría por encontrar al capitán Robinsón! (Aparte.) �Y mi pobre hermana quedará deshonrada, y no seré yo quien la dé venganza de ese pícaro seductor! Pero aún puede que se presente: no quiero alejarme de aquí. Adiós. (Se va por el foro examinando con el retrato en la mano a los oficiales que vienen.)

Escena V

TOBI, oficiales, soldados, entre ellos LOVEL. Luego, DANIEL.

     TOBI. -Aquí viene el ayudante Lovel... �Qué habrá ocurrido!

     LOVEL. -(Hablando con otros oficiales.) No veo remedio: sin embargo, el general ha mandado suspender el consejo hasta que den las doce: entonces, si no ha parecido se dará el fallo.

     DANIEL. -(Saliendo.) Cuando éstos han venido por acá, ya se habrá acabado la junta; a ver si veo a Tobi para ir a la tienda del general.

     LOVEL. -(Reparando en DANIEL.) �Qué veo! �Él es!... �El capitán Robinsón!

     TODOS. -�El capitán!... (Todos le rodean.)

     DANIEL. -�Eh?

     LOVEL. -(Abrazándole.) �Capitán!... �Pero qué ha sido esto? �Qué imprudencia la vuestra!... �Si tardáis una hora, os sentencian!

     DANIEL. -Pero si...

     LOVEL. -�Y qué disfraz es ese?...

     DANIEL. -�Disfraz?... (Aparte.) �Ah, ya caigo! �La maldita semejanza! �No sea que me vayan a fusilar! -Señores, yo...

     TOBI. -(Aparte, poniéndose en medio.) �Silencio, así salváis a vuestro hermano! (Abrazándole.) �Mi capitán, mi querido capitán! (Aparte.) �No los desengañéis, por Dios! �Ganemos tiempo!

     DANIEL. -(Aparte.) Tiene razón: �con tal que dure el engaño!...

     LOVEL. -Antes que se pase más tiempo, voy a dar parte al general de vuestra llegada. �Señores, ya hemos recobrado al valiente capitán, démonos todos la enhorabuena!

     TODOS. -�Sí, todos, todos!

     DANIEL. -(Saludando con empacho.) �Señores..., señores! Mi corazón... y mi...

     LOVEL. -�Un abrazo, un abrazo!... (Le abraza otra vez y se va precipitado.)

     TOBI. -Entrad, capitán, entrad a quitaros ese traje; ahí tenéis vuestro uniforme.

     DANIEL. -�El uniforme! Sí, sí..., efectivamente me pondré el uniforme... (Aparte.) �Buena facha estaré yo!

     TOBI. -No os detengáis. (Aparte.) Haced lo que os digo: y �cuidado, por Dios! �Acordaos de vuestro pobre hermano! Yo estaré a la mira.

     DANIEL. -(Saludando.) Señores, voy a ponerme el uniforme. (Éntrase conducido por TOBI.)

     TOBI. -�Ea, muchachos, alegría..., ya tenemos a nuestro capitán..., andad, andad a contárselo a los compañeros! (Los soldados se van gozosos por el foro.)

Escena VI

TOBI y SARA.

     SARA. -(A la puerta.) Bien, Sr. Daniel, no os enfadéis, haced lo que os parezca; pero digo y repito que eso no puede tener buen resultado.

     TOBI. -Chit... �Silencio con mil santos! �Que nunca habéis de poder callar! Si llegan a oíros...

     SARA. -Bien; pero el consejo que le habéis dado es un desatino. Yo seré la primera que me sacrifique por salvar al hermano de Daniel, pero creo que debía buscarse otro medio.

     TOBI. -Más bajo, �voto al diablo! Pues yo os digo que esa estratagema es soberbia. Por este medio ganamos tiempo, que es lo esencial: llega el capitán, se planta su uniforme. Daniel se vuelve a Preston a su cerveza, y todo sale bien.

     SARA. -Ese plan sería muy bueno si se tratase de otro hombre; pero con Daniel, �imposible! Con un hombre tan tímido, tan dulce de carácter, tan bonachón..., que habla así... a la buena de Dios... �Y vestirlo de oficial... �Buena estampa tendrá! �Y quién le hace tomar el aire marcial, el tono brusco, el aspecto atrevido que tendrá su hermano? Vamos, vamos..., digo que vais a salir mal.

     TOBI. -�Queréis hacerme condenar? Lo más urgente es impedir que el consejo se reúna y pronuncie la sentencia. Por lo demás, ya veremos; yo tomaré a Daniel por mi cuenta, y le daré algunas lecciones para que procure tomar el aire y el tono del capitán.

     SARA. -�Quiera Dios que saquéis fruto!

     TOBI. -Ya creo que viene. Ayudadme vos: a ver cómo entre los dos le desasnamos un poco.

Escena VII

Dichos y DANIEL de uniforme, ridículamente ataviado.

     DANIEL. -�Ea! Ya estoy listo.

     TOBI. -�Demonio! �Cómo os habéis puesto esos arreos?

     SARA. -�Qué os decía yo? �Mirad, mirad qué facha esa!

     DANIEL. -�Calle!... Pues qué, �será cosa de que ahora no me parezca yo a mi hermano?

     TOBI. -Sí; pero ese modo de llevar las cosas no es suyo. �Aire, aire!... Parecéis un recluta.

     DANIEL. -Bien: decidme cómo. Ya estoy puesto en el burro... �Adelante!

     TOBI. -Esa casaca así... (Se la arregla.)

     DANIEL. -�Eh..., que me ahogo!

     TOBI. -Esa espada más atrás. (Se la coloca.)

     DANIEL. -No, no, mejor estaba aquí: se me va a meter entre las piernas, y... (Dando un traspiés.) �Lo veis?

     TOBI. -Y el sombrero... (Colocándoselo de golpe, torcido a un lado.) así.

     DANIEL. -�Eh, eh, Sr. Tobi, que no veo más que con un ojo!

     TOBI. -Y basta.

     DANIEL. -Pues... no voy a ver más que la mitad de las cosas.

     SARA. -�No, tonto! Al contrario; con un ojo veréis más.

     DANIEL. -�Cómo que veré más?

     SARA. -Sí: porque veréis a los demás dos ojos, y ellos no os verán a vos más que uno.

     TOBI. -�Verdad es!

     DANIEL. -�Mira qué gracia!

     TOBI. -�Ea! Ese cuerpo derecho, los ademanes sueltos, el paso firme.

     DANIEL. -(Echando a andar.) �Así?

     TOBI. -Hombre, no.

     DANIEL. -Pues hacedlo vos, a ver si viéndolo...

     TOBI. -Miradme bien.

     DANIEL. -�No pierdo ripio!

     TOBI. -(Marcha tocando el tambor.) Ran, tan, tan, pataplán, plan, plan...

     DANIEL. -(Le imita sin poder tomar el paso.) Ran, pataplán, tan, plan...

     SARA. -No; si no lleváis el paso. Mirad, mirad..., así... (marcha ella con aire marcial.) Ran, tan, tan... pataplán, plan, plan...

     TOBI. -�Bravo, niña!

     DANIEL. -(Mirándola admirado.) �Demonio! �Y cómo sabes eso?

     SARA. -�Si es cosa muy fácil! En teniendo oído...

     DANIEL. -(Llevándose las manos a las orejas.) �Oído?

     TOBI. -�Ah! Y para que os tomen por vuestro hermano, es preciso que echéis votos que tiemble el mundo, como hace él a cada paso.

     DANIEL. -�Votos? Si yo en mi vida me enfado..., ni sé...

     TOBI. -Pues es preciso. Por ejemplo, así: (Con aire matón.) �Voto va bríos! �Maldito sea el demonio! �Reniego del infierno!

     DANIEL. -(Con tono dulce y aire tímido.) �Voto va bríos! �Maldito sea el demonio! �Reniego del infierno!

     SARA. -(Impaciente.) �Eso no vale nada! �Parecéis una doncellita! �Con más alma! (En tono de matón, con mucho brío.) �Voto a cien legiones de demonios! �Maldito sea el infierno!

     TOBI. -(Aplaudiendo.) �Soberbio!..., �soberbio!

     DANIEL. -(Asombrado.) �Diablo! �Qué talento tiene!

     TOBI. -Ahora es preciso que fuméis la pipa y echéis buenos tragos.

     DANIEL. -�Si me mareo..., y no pruebo el vino!...

     TOBI. -�Aprensión! (Dándole la pipa encendida.) Vamos a ver.

     DANIEL. -�Ay, Dios mío! (Fuma y tose.) �Lo veis? �No puedo!

     SARA. -�Eh..., no tenéis maña! (Le quita la pipa, fuma y escupe por el colmillo.) Así se fuma.

     DANIEL. -�Ay, qué demonio de muchacha!

     TOBI. -�Es una alhaja! Mejor mandaría ella la compañía que vos.

     DANIEL. -Mejor que yo, cualquiera. En fin, veremos qué tal lo hago; lo que me habéis enseñado hasta ahora, pase; pero os advierto que cosas de tiros...

     SARA. -�Y qué más tiene?

     DANIEL. -�Ay, que ya vienen!... �El oficial de antes!...

     TOBI. -Es el ayudante del general... Cuidado; no olvidéis la lección. �Derecho!...

     DANIEL. -Ya veréis. (Trata de tomar actitud marcial.)

Escena VIII

Dichos y LOVEL.

     LOVEL. -Capitán Robinsón, el general me manda deciros que el consejo de guerra que debía pronunciar vuestra sentencia acaba de ser disuelto.

     DANIEL. -(Aparte a SARA.) �Qué gusto!... �Se ha salvado mi hermano!

     SARA. -(Aparte.) �Gracias a Dios!

     LOVEL. -Siento en el alma, capitán, que mi comisión no se limite a sólo esto.

     DANIEL. -(Aparte.) �Ay..., qué más habrá!

     TOBI. -(Aparte.) �Estoy temblando!

     LOVEL. -Pero me veo obligado a deciros que el general ha resuelto castigaros por haber prolongado vuestra ausencia del campamento.

     SARA. -�Ay, Dios..., qué le irán a hacer!

     LOVEL. -Y os manda quedar arrestado en vuestra tienda.

     TOBI. -(Aparte.) �Oh!... �Qué afrenta para mi pobre capitán!

     DANIEL. -�Oh, si no es más que eso!... Decidle al general que me alegro mucho...

     TOBI. -(Aparte a DANIEL.) �Majadero! �Al contrario, mostrad sentimiento!

     DANIEL. -(Aparte.) �Ya! Pues, como iba diciendo, decid al general que me alegro mucho... de verlo bueno..., pero que esta es una afrenta... que... �Voto a cien legiones de demonios!... �Maldito sea el infierno!...

     LOVEL. -Ya veo, capitán, lo que esto os aflige. Para un valiente como vos, no hay mayor castigo que dejarle arrestado un día de batalla.

     DANIEL. -�Ah!... �Hoy ha de haber batalla? (Muy contento.) Pues entonces...

     TOBI. -(Aparte a DANIEL.) �Eh, torpe!

     DANIEL. -(Mudando de tono.) �Conque hoy habrá batalla? �Voto va bríos! �Reniego del infierno! �Y no iré yo a la cabeza de mi compañía..., no oiré silbar la pólvora... ni oleré las balas! �No me veré entre la metralla... rodeado de muertos! �Ah! �Sangre, sangre!... �Y a mí que me gusta tanto la matanza!...

     LOVEL. -�Capitán..., me estáis enterneciendo! Pero dadme palabra de honor de que no saldréis de esta cantina sin expreso permiso del general. Aún me queda que cumplir otra orden más dura. Capitán Robinsón, dadme vuestra espada.

     DANIEL. -�La espada no más? (Hace por quitársela.)

     TOBI. -(Aparte ayudándole.) �Tonto!

     DANIEL. -(Mudando de tono.) �También la espada..., crueles!

     TOBI. -(Aparte.) �Deshonrado mi capitán! �Voto va!...

     DANIEL. -Decidle al general lo que me ha costado el desprenderme de ella. En cuanto a la palabra de no ir a la batalla..., os la doy con muchísimo...

     TOBI. -(Aparte.) �Eh!

     DANIEL. -�Con muchísimo dolor..., pero id seguro de que la cumpliré religiosamente!

     LOVEL. -Bien, capitán. (Saludando.)

     DANIEL. -(Acompañándole.) �Decidle que me dejáis aquí hecho una Magdalena!

     LOVEL. -Yo le haré presente lo mucho que padecéis. Y si puedo lograr que os levanten el arresto...

     DANIEL. -�No..., no, amigo, eso no! �El castigo es grande ciertamente...; pero yo lo merezco..., lo merezco y no quisiera que el general por nada de este mundo cambiase su resolución! �Es dura; pero, amigo mío, hacía mucha falta un escarmiento! �Conque nada..., nada!

     LOVEL. -Basta, capitán. (Vase.)

Escena IX

DANIEL, TOBI y SARA.

     DANIEL. -�Bendito sea Dios..., se ha salvado mi hermano!

     SARA. -(Acercándose gozosa.) �Y os dejan arrestado en un día de acción; esto es miel sobre hojuelas!

     DANIEL. -Cuando da en soplar la fortuna...

     TOBI. -(Pesaroso.) �Y a eso llamáis fortuna? �Sabéis que para un militar es preferible cien veces la muerte a verse arrestado un día de acción?

     DANIEL. -�Ta, ta, ta, ta!

     TOBI. -Vosotros no podéis comprender esto... �Pero juro a Dios que no ha de quedar así! �Mi capitán deshonrado! No lo permitiré... Voy a arreglar este negocio.

     DANIEL. -�Qué negocio?

     TOBI. -Luego lo veréis. (Vase corriendo.)

     DANIEL. -�Eh, Sr. Tobi! �Qué es esto, Sara? �Adivinas tú lo que va a hacer?

     SARA. -Yo no.

     DANIEL. -�Qué diablos será? �Ese Tobi tiene una cabeza! Éntrate dentro, que yo voy a seguirlo.

     SARA. -�No hagáis ninguna imprudencia!

     DANIEL. -No tengas cuidado. (Éntrase SARA. DANIEL cierra la puerta, y al dirigirse al foro se encuentra con SIR GUILLERMO.)

Escena X

DANIEL y SIR GUILLERMO.

     GUILLERMO. -(Aparte.) �El es! Dos palabras, capitán. Yo soy sir Guillermo Jenquins...

     DANIEL. -�Muy señor mío!

     GUILLERMO. -Capitán de navío... y hermano de miss Ana Jenquins.

     DANIEL. -�Por muchos años! (Aparte.) �Qué embajada es esta?

     GUILLERMO. -Conque ya podréis entender lo que quiero.

     DANIEL. -Pues no, señor, no os entiendo.

     GUILLERMO. -�Cómo! �Negáis que habéis seducido a mi hermana?

     DANIEL. -�Yo?... Hombre, esas son palabras mayores.

     GUILLERMO. -(Enseñándole unas cartas.) Aunque no están firmadas, �negaréis que estas cartas son vuestras?

     DANIEL. -(Aparte.) �La letra de mi hermano!

     GUILLERMO. -Veo que estáis confundido..., porque estas cartas no me permiten dudar de la deshonra de mi pobre hermana. La casualidad las ha hecho caer en mis manos, como también vuestro retrato. Yo he interrogado a mi hermana; pero ni súplicas, ni amenazas, han podido arrancar de sus labios el nombre del infame seductor. Irritado por el silencio, he jurado tomar venganza del vil que ha deshonrado mi nombre, y he venido aquí, con el retrato en la mano, examinando cuantos rostros veía. Ya me alejaba desconsolado, cuando al fin os encuentro. �Loado sea Dios!

     DANIEL. -(Aparte.) El bribón de Jorge... �en qué compromiso me pone!

     GUILLERMO. -Capitán Robinsón, ya adivináis el objeto de mi venida; tomad la espada y vamos.

     DANIEL. -(Afectando calma.) Entendámonos, capitán, �qué diablo! A ver si nos entendemos.

     GUILLERMO. -Lo repito: es preciso que uno de los dos deje de existir... o que deis la mano a mi hermana.

     DANIEL. -Hacedme el gusto de tomar asiento. (Aparte, sentándose.) Ganemos tiempo, hasta que venga mi hermano y lo arregle. En cuanto a dar la mano a vuestra hermana, capitán... no digo que no; y es muy guapa, muy bien criada, muy modosita, eso sí, y en clase somos iguales: de capitán a capitán no va nada. No hay más sino que su genio. (Levantándose.) En fin, la semana que viene hablaremos. �Servidor!

     GUILLERMO. -(Furioso.) �Eh! �Creéis que soy hombre que se contenta con una simple palabra, cuando se trata del honor de mi familia?

     DANIEL. -Pero si ya...

     GUILLERMO. -Pues bien; aquí traigo este documento extendido en forma: firmadlo.

     DANIEL. -(Mirándolo.) �Calla! �Un contrato de matrimonio?

     GUILLERMO. -Justamente.

     DANIEL. -(Aparte.) �Y he de casarme también por él!

     GUILLERMO. -�Dudáis?

     DANIEL. -No; pero esto de casarse es negocio muy serio, necesita meditarse.

     GUILLERMO. -Entiendo... �Os negáis? �Salgamos!

     DANIEL. -(Aparte con alegría.) �Ay, que no me acordaba del arresto! Pues bien; �salgamos!

     GUILLERMO. -�Gracias a Dios!

     DANIEL. -�Y os prevengo que el combate no ha de ser broma!

     GUILLERMO. -�Cómo broma!

     DANIEL. -�Yo no doy cuartel!

     GUILLERMO. -�Convenido!

     DANIEL. -�Hasta que uno de los dos quede muerto!

     GUILLERMO. -�Acepto!

     DANIEL. -�Salgamos, pues! (Deteniéndose de repente.) �Voto va bríos, no puedo salir!

     GUILLERMO. -�Quién os lo impide?

     DANIEL. -Estoy arrestado. �Ah! Ya lo veis, �no tengo espada! Desgraciado; �no tengo espada!

Escena XI

Dichos, TOBI apresurado y con la espada de DANIEL en la mano.

     TOBI. -�Victoria, victoria, mi capitán; el general os levanta el arresto y os vuelve la espada!

     GUILLERMO. -(Con gozo.) �Bien!

     DANIEL. -(Aparte.) �Muerto soy! �Ah! �Asesino!

     GUILLERMO. -(A DANIEL.) Ya no hay obstáculo que se oponga...

     DANIEL. -Estáis muy engañado: yo soy un oficial de honor, yo sé mi obligación, y no saldré de aquí sin permiso firmado del general. Pues qué, porque un sargento de mala muerte venga... �Eh, yo no recibo órdenes de mis inferiores!

     GUILLERMO. -�Una orden firmada? Yo os la traeré. (Vase precipitado.)

Escena XII

DANIEL, TOBI y SARA que sale por la derecha.

     DANIEL. -�Desgraciado! �Qué habéis hecho?

     TOBI. -�Eh?

     SARA. -(Llorosa.) �Qué habéis hecho?

     TOBI. -�Pues qué?

     DANIEL. -Nada; que mi dichoso hermano, según he columbrado, ha tenido por conveniente seducir a la hermana de ese demonio de marino que se acaba de marchar.

     SARA. -Y ese hombre quiere batirse con mi pobre Daniel tomándole por Jorge. Todo lo he oído, y he pasado un miedo...

     DANIEL. -Sí; hemos pasado un miedo...

     TOBI. -�Y supongo que no le habréis dicho quién sois?

     DANIEL. -Con mi arresto estaba perfectamente atrincherado. Me hacía el valentón, el perdonavidas, �y habéis venido a asesinarme! �Quién os ha pedido que me hagáis este favor tan extemporáneo? �Si a mí me iba muy bien arrestado!

     TOBI. -�Conque os quejáis en vez de darme las gracias, en vez de abrazarme por haber salvado a vuestro hermano de este deshonor? �Por haber logrado del general que le vuelva la espada y el mando de su compañía, que está nombrada para marchar hoy la primera a tomar el reducto del enemigo?

     DANIEL. -(Horrorizado.) �El reducto? �Misericordia!

     SARA. -�Eso sí que no! �Eso no lo permitiré!

     TOBI. -�Silencio, señora!

     SARA. -�Sr. Daniel, os prohíbo tener valor!

     DANIEL. -Eso no te dé cuidado. Pues no faltaba más, �qué diablo, si yo no soy soldado! Yo soy cervecero, lo que se llama cervecero, el que hace cerveza. Yo quiero mucho a mi hermano; �pero esto ya pasa de castaño obscuro! Ya he hecho bastante por él.

     TOBI. -Os engañáis: la noble empresa que os habéis impuesto es preciso que la llevéis a cabo. �Qué motivo podríais alegar para negaros a tomar el mando honroso de la compañía? Que no sois el capitán Robinsón: esto es lo que podéis descubrir. Pues bien; si esta declaración sale de vuestra boca, sabed que el consejo se volverá a reunir inmediatamente y sentenciará a vuestro hermano; y vos..., vos seréis severamente castigado por haber tomado su nombre y su puesto.

     DANIEL. -�Donde me he metido yo, Dios mío!

     TOBI. -Ya os habéis embarcado, y no hay más remedio que correr la borrasca. Y en fin, si vos no tenéis en nada el honor del capitán, yo sí, �voto a bríos! �Porque él es mi amigo, mi hermano!

     DANIEL. -Ya, y para probarle vuestro cariño, �queréis que yo me deje matar? �Muchas gracias!

     TOBI. -�Qué matar! �Pues acaso mueren todos los que entran en acción? �No he salido yo siempre sano y salvo?

     DANIEL. -Vos estáis acostumbrado; pero yo estoy seguro que saco lo menos un balazo en las nalgas.

     SARA. -(Llorosa.) Sr. Daniel, si vais a batiros, no os vuelvo a ver en mi vida.

     DANIEL. -�Ese es mi miedo! Yo en medio de una batalla..., si yo no entiendo eso; me pinchan, seguramente.

     TOBI. -Yo estaré a vuestro lado, no me separaré de vos, os animaré, os cubriré con mi cuerpo.

     DANIEL. -Sí; pero si a vos os atraviesan, algo me alcanzará a mí. �Vamos, imposible, imposible; yo me escapo!

     SARA. -Eso es, eso es.

     TOBI. -Bien, marchaos; �pero pensad que sois vos, vos quien firma la sentencia de muerte de vuestro hermano!

     DANIEL. -�Ay Dios mío! �Qué haré? �Conque no hay medio de ser valiente sin correr peligro? (Óyese a cierta distancia el fuego de las guerrillas.)

     TOBI. -�Oís? Ya han empezado las guerrillas.

     DANIEL. -�Ay Santa María Magdalena!

     SARA. -�Ay Dios mío!

     TOBI. -(Cogiéndole del brazo.) �Ea, valor! (Suena el tambor.) Mirad, ya viene la compañía formada. �Qué gloria será para vuestro hermano que vos toméis el reducto enemigo! (Aparece la compañía marchando, y forma en batalla.) �Mirad, mirad, con esa compañía es negocio de diez minutos!

     UN SARGENTO. -(Acercándose a la entrada de la cantina.) La compañía espera a su capitán.

     TOBI. -Ya va. Decid que a pesar de hallarse gravemente indispuesto, va a ponerse a su cabeza: que le traigan el caballo. (Retírase el sargento.)

     DANIEL. -�Pero si no me puedo tener..., si no puedo dar un paso! (Continúa el fuego.)

     SARA. -�Dios mío..., se va a caer!

     TOBI. -No hay cuidado. Ahí tenéis el caballo de vuestro hermano, que es una alhaja..., está acostumbrado al fuego. Montad en él, y dejadlo solo; él os llevará al enemigo.

     DANIEL. -�Al enemigo!

     TOBI. -Vamos.

     SARA. -�Esposo mío! Por Dios, Sr. Tobi...

     TOBI. -�Ea..., vamos..., no hay remedio!

     EL SARGENTO. -(Vuelve a aparecer.) Aquí está el caballo.

     TOBI. -Vamos. (Al SARGENTO.) Ayudadme a llevarlo.

     DANIEL. -�Ay, ay! (El SARGENTO viene a ayudarlo.)

     TOBI. -(Al SARGENTO.) �Qué valor tiene! �Se está muriendo de dolores, y no permite quedarse!

     DANIEL. -�Ay, ay!

     SARA. -�Por Dios, por Dios..., se muere antes de llegar! (Se lo llevan entre TOBI y el sargento.)

     TOBI. -�Vamos..., ánimo!

     DANIEL. -�Ay, ay!... (Queriendo abrazar a SARA.) �Adiós, Sara..., hasta el valle de Josafat!

     SARA. -�Dios mío! (Quiere seguirlo, pero cae sin fuerzas en una silla. La compañía le vitorea.)

     SOLDADOS. -�Viva el capitán! (El fuego crece: DANIEL desaparece llevado por TOBI y el sargento. La compañía marcha.)

Escena XIII

SARA.

     SARA. -�Mi Daniel, mi esposo!... �Se lo llevan!... �Y yo no tengo fuerzas para seguirlo! �Pobrecillo! �Él metido en una batalla!... �Aunque no le toque ninguna bala, es igual..., no lo vuelvo a ver..., se muere del susto! (Suena una descarga.) �Santa Bárbara bendita! (Tapándose los oídos.) �Ya habrá muerto..., seguro..., esto es un horror..., ese Tobi es un asesino! �Qué le he hecho yo, pobre de mí, para que quiera dejarme viuda..., sola en el mundo! (Llorando.)

Escena XIV

SARA y SIR GUILLERMO, apresurado.

     GUILLERMO. -�Capitán..., capitán Robinsón, aquí está la orden! �No le veo!

     SARA. -�Quién es..., qué buscáis..., traéis noticias..., le han muerto?

     GUILLERMO. -�Muerto? �A quién?

     SARA. -A mi esposo, al capitán Robinsón.

     GUILLERMO. -�Qué decís! �Maldición! �El capitán Robinsón es vuestro esposo?

     SARA. -Para el caso, como si ya lo fuera; íbamos a casarnos ayer...

     GUILLERMO. -�Ah, infame; ya penetro el objeto de sus dilaciones..., quería engañarme! �Dónde está? �Dónde está?... que quiero beber su sangre.

     SARA. -�Dios mío..., también vos! �Todo el mundo quiere matar a mi pobre esposo!

     GUILLERMO. (Furioso.) �Dónde está?

     SARA. -�Puede que en el otro mundo a estas horas!... �No oís los tiros..., las descargas?... �Ha ido el pobre con los soldados a tomar un reducto..., debe ser cosa horrorosa un reducto! �Allí se va a quedar..., allí le matan sin remedio!

     GUILLERMO. -�Sí, allí morirá! �Todos los infames tienen fortuna! Morirá con honor, con gloria, como mueren los héroes, y yo me quedaré sin satisfacer mi venganza..., �y no morirá a mis manos, atravesado con mi espada ese vil seductor!

     SARA. -�Y por qué le deseáis la muerte?

     GUILLERMO. -�Por qué? �Mirad esas cartas..., vos también ibais a ser sin duda víctima de su iniquidad..., guardaos de darle la mano, si la suerte le protege y le deja con vida! �Ese monstruo ha seducido a una joven..., ha deshonrado a una familia!

     SARA. -(Aparte.) �Ah, es el marino! �Dios mío! �Aunque vuelva vivo tendremos otro peligro! (Gritos lejanos de ��Victoria, victoria!�)

     GUILLERMO. -�Suenan voces!

     SARA. -�Qué será? �Dios mío! (Gritos más cercanos.)

     GUILLERMO. -�Hacia aquí vienen soldados!

     SARA. -�Si será él..., si se habrá salvado!

Escena XV

Dichos, OFICIALES y SOLDADOS trayendo en triunfo a DANIEL, TOBI a su lado. Luego, LOVEL.

     SOLDADOS. -�Victoria! �Viva el capitán! �Viva el héroe!

     SARA. -�Él es! �Él es!

     GUILLERMO. -�Él es!

     DANIEL. -(Aparte.) �Tobi, vengo vivo?

     TOBI. -(Aparte.) �Ánimo, ya no hay peligro!

     SARA. -(Abrazándolo.) Esposo mío, �cómo te has compuesto?

     DANIEL. -Yo no sé..., yo no he visto nada..., el caballo me ha llevado... y me ha traído.

     LOVEL. -(Saliendo.) �Soldados..., este es el héroe que nos ha dado la victoria: el pretendiente ha sido derrotado! De orden del general, el capitán Robinsón queda nombrado mayor.

     SOLDADOS. -�Viva!

     DANIEL. -(Aparte.) Pues si a mí me nombran mayor, al caballo deben nombrarle coronel.

     LOVEL. -Capitán: el general manda que inmediatamente, y sin descansar, marchéis a Londres a llevar a S. M. la noticia de esta victoria y a presentarle las banderas.

     DANIEL. -(Aparte.) �Esto es cosa de nunca acabar!

     GUILLERMO. -(Aparte.) �Se va..., yo le seguiré al cabo del mundo!

     TOBI. -(Aparte.) Marchad... Yo alcanzaré permiso para acompañaros, y llevaré a Sara.

     LOVEL. -Capitán, no os detengáis.

     DANIEL. -�No..., no me detengo..., vamos! (Aparte a SARA.) �Vente conmigo, Sara!

     SARA. -(Aparte.) Ya os seguimos (DANIEL marcha: los soldados le acompañan vitoreándolo.)

     TODOS. -�Viva el mayor! �Viva el héroe!



ArribaAbajo

Acto tercero

El teatro representa una galería del palacio de Windsor: tres grandes puertas que hay en el fondo dan a la sala del trono: a la derecha, en el segundo término, está la entrada principal; y en primer término una puerta pequeña. A la izquierda la entrada a la cámara del rey. En el mismo lado, en el proscenio, hay una mesa con instrumentos matemáticos, una carta geográfica, etc.



Escena primera

DAMAS y CORTESANOS, formando varios grupos; TOBI y SARA, retirados a un lado.

     CORTESANO 1�. -�Conque fue victoria completa?

     CORTESANO 2�. -No le ha quedado un solo soldado al príncipe Eduardo. El rey está lleno de gozo, y para que todos participen de él, ha dispuesto que haya hoy fiesta en palacio, y que se abran al público los jardines. Conque vamos a ver si recibe ya S. M.

     CORTESANO 1�. -No: aguardemos a ver al héroe del día, al capitán Jorge Robinsón, que ha traído la noticia de la victoria, y ha de venir a presentar al rey las banderas cogidas al enemigo.

     CORTESANO 2�. -Es verdad; entraremos con él..., seremos los primeros en darle la enhorabuena...

     CORTESANO 1�. -Sí, que mientras esté en la corte ha de tener gran favor. Él solo con su compañía decidió la acción.

     CORTESANO 2�. -Dicen que hizo maravillas. (Óyense gritos del pueblo que se van acercando.)

     VOCES DENTRO. -�Viva el mayor Robinsón! �Viva el héroe de Inglaterra!

     CORTESANO 2�. -�Oís esos vivas? �Él será!

     CORTESANO l�. -�Sí, no hay duda..., vamos a recibirlo!

     TODOS. -�Vamos, vamos! (Dirigiéndose a la entrada de la derecha.)

Escena II

Dichos y DANIEL, por la derecha, trayendo las banderas y seguido de oficiales.

     DANIEL. -(A la puerta, respondiendo al pueblo.) Gracias, gracias, amado pueblo.

     CORTESANO 1�. -(Dándole la mano.) �Permitidnos que admiremos al valiente de los valientes!

     CORTESANO 2�. -(Dándole la mano.) �Al héroe de nuestros ejércitos!

     TODOS. -(Saludándole.) �Sí..., sí!

     DANIEL. -�Señores míos..., señores! (Aparte.) �Cuántos honores le estoy usurpando a mi caballo! (viendo a TOBI y a SARA.) �Ay, amigo..., yo me voy a aturdir, no acierto con las palabras..., y cuando me vea en presencia del rey..., allí será ella! �Veréis cómo hago alguna borricada!

     SARA. -�Cuidado, por Dios!

     TOBI. -Tened serenidad: no olvidéis la lección..., hablad poco.

     DANIEL. -Pero y si en ese poco se me escapa alguna...

     UN UJIER. -(Descorriendo las cortinas de la izquierda.) S. M. recibe.

     CORTESANOS l� y 2�. -�Vamos, mayor!

     TOBI. -(Aparte a DANIEL.) �Andad! (DANIEL, rodeado de los cortesanos y oficiales, entra a la cámara.)

Escena III

SARA y TOBI. TOBI se acerca a la puerta de la cámara y observa.

     SARA. -Decid, Sr. Tobi, �y nosotros nos quedamos aquí?

     TOBI. -(Mirando hacia dentro.) �Por qué no?

     SARA. -�Y si nos echan?

     TOBI. -�Quién?

     SARA. -Los porteros, como no somos cortesanos...

     TOBI. -�Qué, en diciendo que venimos con el mayor Robinsón, lejos de echarnos, nos adularán!

     SARA. -�De veras?

     TOBI. -�Toma! Vuestro novio es hoy el niño mimado de la corte. Además, hoy es día de fiesta real por la victoria que hemos conseguido, y los jardines y el palacio están abiertos al público. En fin, yo vengo agregado a la comitiva del mayor, y...

     SARA. -�Es verdad!

     TOBI. -Y luego, nuestro rey Jorge II es buen señor..., �muy amigo del pueblo!

     SARA. -Con todo, yo no sé por qué me hallo aquí violenta...

     TOBI. -�Vaya! �Ahora tenéis miedo? Pues en el campamento bien sabíais votar, y fumar, y...

     SARA. -�Ya, pero eso era para animarle! Lo que más me desazona es que durante nuestro viaje nos ha venido siguiendo cierto carruaje...

     TOBI. -Traería el mismo camino.

     SARA. -Y se paraba cuando nosotros nos parábamos.

     TOBI. -Alguna vez se había de parar.

     SARA. -Es que estoy casi segura de que venía en él aquel sir Guillermo..., aquel marino...

     TOBI. -�Bah, bah!

     SARA. -Sí, señor. Casi puedo jurar que es él, y que viene siguiendo a mi pobre Daniel para matarle.

     TOBI. -�Eh, tonterías!...

     SARA. -�Cómo tonterías?...

     TOBI. -Callad! �Estoy temblando no haga Daniel alguna torpeza! Se me figura que oigo un murmullo en la cámara..., que hay movimiento... �Si habrá olvidado ese hombre la lección que le di esta mañana en la posada!

     SARA. -�Qué decís?... �Ya no me llega la camisa al cuerpo!

     TOBI. -(Mirando por entre las cortinas.) �Pues... algo ha ocurrido! Los murmullos crecen..., se hablan unos a otros... �Qué será?

     SARA. -�Ay, si le habrán descubierto, Sr. Tobi!... �Esta va a ser nuestra última hora!

     TOBI. -�Alguien sale..., lo dicho..., él es!

     SARA. -�Le traen preso?

     TOBI. -No, pero viene pálido..., asustado... A ver qué nos cuenta.

     SARA. -�Ay, yo estoy temblando!

     TOBI. -�Eh! No tembléis hasta que haya motivo.

Escena IV

Dichos y DANIEL, pálido y turbado.

     TOBI. -�Qué hay?

     DANIEL. -�Hijos míos, estamos perdidos!

     SARA. -�Ay Dios!

     TOBI. -�Explicaos!

     DANIEL. -Pues señor..., me introdujeron ahí..., en un salón..., donde me encontré de manos a boca con el mismo rey, rodeado de toda su corte. Me dijeron que hincara una rodilla, y me vino bien, porque ya me estaban flaqueando las piernas.

     SARA. -�Pobre Daniel!

     TOBI. -�Dejadle hablar!

     DANIEL. -Pues señor..., entonces yo... me estaba así, sin saber por dónde empezar..., hasta que ya el rey me alargó la mano para que la besara... Esto de la mano me dio pie..., y entonces me acordé de la lección y le dije enseñándole las banderas: �Señor..., aquí traigo esto..., son unas banderas...�, y amigo, estando en esto de las banderas, entra muy de prisa un... qué sé yo..., un general o cosa así, y le da al rey un papel. El rey lo lee y se pone hecho una furia..., me mira de pies a cabeza y me dice: �No salgas de palacio, �entiendes?� Bien, señor, le respondo yo, muerto ya de miedo, y sin decir una palabra se larga.

     TOBI. -�Y vos?

     DANIEL. -Yo me quedé allí hecho una pieza, y en vez de levantarme tuve que hincar la otra rodilla, porque ya me caía de miedo.

     TOBI. -�Voto va!

     SARA. -No hay más, el rey os ha descubierto... �Pobre Daniel!

     TOBI. -�Quién habrá sido el infame? �Si yo lo supiera..., voto a bríos!

     DANIEL. -�Si esto no podía acabar en bien! �Nos hemos sacrificado inútilmente..., mi pobre hermano se ha perdido y yo también!

     TOBI. -�Y qué hacemos ahora?

     SARA. -�A ver si podemos escaparnos!

     DANIEL. -�Chit..., oigo pasos..., ya vienen a buscarme!...

     TOBI. -�Ea, calma, dignidad! �Pensad en el uniforme que lleváis!

     DANIEL. -Sí, sí..., yo procuraré pensar en el uniforme.

Escena V

Dichos y LORD MULGRAVE, que sale por la izquierda.

     MULGRAVE. -(A la puerta.) Id al instante, y ejecutad las órdenes de S. M.

     DANIEL. -(Aparte a TOBI.) Es el mismo que le dio al rey el papel.

     TOBI. -(Aparte a DANIEL.) Ese es lord Mulgrave, ministro de la Guerra. �Ánimo!

     MULGRAVE. -(Dirigiéndose a DANIEL.) �Ah! �Estáis aquí, mayor? Voy a comunicaros la voluntad del rey. (Viendo a TOBI y a SARA.) �Qué gente es esa?

     TOBI. -(Saludando militarmente.) El sargento Tobi, mi general.

     DANIEL. -Sí, el sargento Tobi, mi general.

     MULGRAVE. -�Ah! �De la compañía de Robinsón! �Ya!... Tengo noticias de vos.

     TOBI. -No lo dudo, mi general.

     DANIEL. -Dice que no lo duda.

     MULGRAVE. -�Y esa joven?

     DANIEL. -Esa joven... es una joven... cuñada mía..., mujer de mi hermano..., de un hermano que tengo. �Guapo mozo!... No ha querido separarse de mi lado.

     MULGRAVE. -�Ya!... En los peligros es donde se prueba el cariño.

     DANIEL. -(Aparte.) �Dicho y hecho!

     MULGRAVE. -Sargento, entrad a arreglar esa habitación, que es la destinada al mayor Robinsón: por esa puerta. (Señalando la de la derecha.) Ahí encontraréis criados.

     DANIEL. -�Mi habitación?

     MULGRAVE. -Sí; queremos teneros a la mano.

     DANIEL. -(Aparte.) �Ay, a la mano!

     MULGRAVE. -Ahora dejadnos.

     SARA. -(Queriendo abrazar a DANIEL.) �Adiós..., adiós!...

     DANIEL. -�Disculpadla, general!

     MULGRAVE. -Esa conmoción es natural. Señora, podéis disponer de esa habitación por algunas horas.

     DANIEL. -(Aparte a SARA.) Por algunas horas, �oyes? Parece que la cosa no será larga.

     MULGRAVE. -(Aparte a DANIEL.) La separación le parecerá luego menos penosa.

     DANIEL. -(Aparte a SARA.) �La separación! �Oyes?

     TOBI. -(Aparte a DANIEL.) �Eh..., valor! �Voto a bríos!... �Y venga lo que viniere! (A SARA.) Vámonos.

     SARA. -(Aparte.) �Qué le irán a hacer, Dios mío!

     DANIEL. -�Adiós, hija mía..., adiós!... (La abraza a hurtadillas de LORD MULGRAVE, y TOBI los separa y se la lleva por la derecha.)

Escena VI

DANIEL y LORD MULGRAVE.

     MULGRAVE. -Ya estamos solos: escuchadme.

     DANIEL. -(Afectando calma.) Vamos a ver.

     MULGRAVE. -La comunicación que entregué al rey en presencia vuestra, ha excitado hasta el más alto punto su cólera y su indignación.

     DANIEL. -(Suplicante.) Ya me hago cargo..., pero señor...

     MULGRAVE. -En ella se nos avisa que nuestros asuntos van muy mal en Irlanda.

     DANIEL. -(Sorprendido.) �Eh?... �Qué?... (Aparte con alegría.) Y yo que temía..., ya respiro. (Con gravedad.) �Conque... van mal en Irlanda... nuestros asuntos? �Qué demonio!

     MULGRAVE. -�Muy mal! (Con misterio.) Los descontentos engruesan de día en día...

     DANIEL. -�Engruesan, eh? �Qué pícaros!... Tal vida se darán ellos.

     MULGRAVE. -�Y ha llegado su osadía hasta el punto de tomar posiciones militares!

     DANIEL. -�Miren qué cosa! (Aparte.) �Pues señor, bien!... �Nada se ha descubierto!

     MULGRAVE. -Nuestra bondad han creído que era flaqueza, que era miedo... Han tenido la audacia de quemar el manifiesto real..., y en fin, �queréis que os lo diga? �Violando todas las leyes de la guerra, se han apoderado del coronel Turner, y le han fusilado!

     DANIEL. -�Cáspita! �Han fusilado al coronel Turner? �Pobre Turner! �Tan buen hombre! (Aparte.) �En mi vida le he visto!

     MULGRAVE. -(Con fuerza.) �Se acabó la tolerancia con esos infames! �Quieren guerra?... �Pues la tendrán!

     DANIEL. -(Procurando animarse.) �Muy bien hecho!

     MULGRAVE. -�Y guerra a muerte..., la sangre pide sangre!

     DANIEL. -�Vaya si pide!

     MULGRAVE. -(Paseándose colérico.) �Hola, señores irlandeses, asesináis cobardemente a un hombre que os llevaba la paz y el perdón! Pues bien; no volveremos a enviaros emisarios que os propongan dar oídos a la razón y someteros voluntariamente: os enviaremos un rayo de la guerra..., un alma dura..., un hombre de hierro..., una espada..., y esa espada... (Parándose delante de DANIEL.) �Aquí está! (Dándole en el hombro.)

     DANIEL. -(Cayendo sentado en una silla.) �Ay!

     MULGRAVE. -(Sin reparar en él.) �Nada de piedad, mayor Robinsón! El valor sobrenatural que habéis mostrado en la última acción es prenda segura del éxito de esta empresa. Nada de transacción con los rebeldes... �Entendéis, mayor?

     DANIEL. -(En la silla aterrado.) �No, señor, nada!

     MULGRAVE. -�La espada..., y sólo la espada!

     DANIEL. -Está bien. (Aparte.) �Aquí no se gana para sustos!

     MULGRAVE. -Partiréis dentro de tres horas.

     DANIEL. -�Yo?... �Dentro de tres horas?... �Pero, señor..., sin prepararme..., sin dejar arreglados los asuntos!...

     MULGRAVE. -Ya entiendo... �Quisierais combinar conmigo una especie de plan de campaña?... Es muy justo. �Reconozco en eso al buen militar! Mirad..., aquí tenéis la carta de Irlanda...; marquemos los puntos... Venid acá.

     DANIEL. -(Acercándose, aparte.) �Esto es casi peor que tomar el reducto!

     MULGRAVE. -Mirad. Los rebeldes se han apoderado de estos desfiladeros..., nuestras tropas están aquí... �Qué os parece que debéis hacer?

     DANIEL. -(Después de mirar un rato la carta con varios gestos.) �Ya lo sé!

     MULGRAVE. -�A ver, a ver!

     DANIEL. -(Después de mirar otro rato.) �Qué haríais vos?

     MULGRAVE. -�Yo?... (Con importancia.) Yo apoyaría el ala izquierda en esta montaña.

     DANIEL. -�Eso es lo que yo había pensado!

     MULGRAVE. -Y si el enemigo flanquea la montaña, �cómo salváis este cuerpo de tropas?

     DANIEL. -�Este cuerpo? �Oh!... �Este cuerpo!... �Ya podéis figuraros, mi general, que yo trataré ante todas las cosas de salvar este cuerpo!

     MULGRAVE. -�Como que es el centro!

     DANIEL. -�Pues..., el centro de todo! Vaya, �a que lo tenéis ya pensado?

     MULGRAVE. -Yo..., atravesaría el río y me echaría sobre este bosque.

     DANIEL. -Pues yo, general..., salvo vuestro parecer..., atravesaría el río...; y me echaría sobre este bosque.

     MULGRAVE. -�Pues eso es precisamente lo que yo he dicho!

     DANIEL. -Entonces somos del mismo parecer. Yo creí que me habíais dicho que rodease...

     MULGRAVE. -�La cordillera?... �Hombre, no!

     DANIEL. -�Es verdad, no! Atravesaré el bosque y me echaré en el río...

     MULGRAVE. -�Eh?

     DANIEL. -Digo..., atravesaré el río y me echaré en el bosque.

     MULGRAVE. -(Retirándose de la mesa.) �Eso es! �Me habéis entendido, mayor! Es preciso que acabéis la campaña en ocho días. Antes que los rebeldes sepan nuestros planes y se fortifiquen, debéis caer sobre ellos. La empresa es arriesgada: vais a jugar vuestra vida; pero los hombres como vos, mayor, tienen la vida en poco.

     DANIEL. -�En nada! �Sólo que este viaje tan precipitado me hace muy mala obra! �Y después de una campaña!... Yo pensaba retirarme..., traía entre manos un casamiento...

     MULGRAVE. -�Estáis en vos, mayor? �Y el rey, y la patria..., que ponen su suerte en vuestras manos!... �En circunstancias como estas, mayor, sería una traición!

     DANIEL. -�Ave María!

     MULGRAVE. -�Vos sois el hombre que necesitamos!... �Sois el hombre de la época! El rey cuenta con vos para pacificar la Irlanda. �No lo olvidéis, mayor..., el rey cuenta con vos! (Vase por la izquierda.)

Escena VII

DANIEL.

     DANIEL. -�Pacificar la Irlanda!... �Y han fusilado a un coronel!... �Pues qué harán conmigo, que no soy más que mayor! �Y qué hago? �Decir que no quiero?... �Escaparme?... �Entonces todo lo paga mi hermano!... �Ay, qué calamidad de hermano!

Escena VIII

DANIEL y SIR GUILLERMO.

     GUILLERMO. -(Que sale por la derecha.) Al fin os encuentro, señor mayor.

     DANIEL. -(Aparte.) �Ay..., ahora este otro!... �Era lo que me faltaba!

     GUILLERMO. -Os he seguido desde el campamento con ánimo de provocaros de nuevo, pero ya vengo con diversa intención. He cedido a las lágrimas de mi hermana, y ya no exijo de vos más que una cosa: aquí tenéis vuestro retrato y vuestras cartas, volvedme las suyas.

     DANIEL. -�Las suyas?... �Sus cartas..., eh? �Me pedís sus cartas, no es esto?

     GUILLERMO. -Sin que quede una en vuestro poder..., �estáis?

     DANIEL. -Estoy, Pero es el caso..., que, ya se ve..., yo no las tengo encima...

     GUILLERMO. -�Ni un minuto espero, señor mayor; dadme ahora mismo esas cartas!

     DANIEL. -Bien; pero para daros las cartas, necesito ir por ellas, y no me dan tiempo; tengo que ir a pacificar la Irlanda ahora mismo: no he podido obtener ni un día de plazo para arreglar mis cosas para casarme.

     GUILLERMO. -�Casaros?

     DANIEL. -(Aparte.) �Adiós, ya se me escapó!

     GUILLERMO. -(Furioso.) �Casaros? �Ese es el colmo de la infamia! Casaros..., �y no con mi hermana!

     DANIEL. -�No se puede hablar en paz con este hombre! �Y quién os dice que no sea con vuestra hermana?

     GUILLERMO. -(Sorprendido y gozoso.) �Cómo, qué oigo! �Es posible?

     DANIEL. -Ya se ve que es posible.

     GUILLERMO. -�Cielos! �Habéis escuchado al fin el grito del honor! �Ah, sí! �Sois un hombre de bien, un militar honrado! Volvéis la vida a mi pobre hermana, la estimación a mi familia.

     DANIEL. -(Aparte.) �Pobre Sara, este es otro lío!

     GUILLERMO. -�Y os niegan todo plazo?

     DANIEL. -Sí, señor; por más que les he dicho que iré otro día a pacificar la Irlanda, �nada, no lo consienten!

     GUILLERMO. -Pues bien: ese plazo yo lo obtendré.

     DANIEL. -(Aparte.) �Esta es otra!

     GUILLERMO. -Yo he vertido la sangre por la patria. Le mostraré al rey mis cicatrices y le pediré por único premio que os conceda ese plazo.

     DANIEL. -�Sí, pedídselo, mi querido cuñado!

     GUILLERMO. -(Abrazándolo.) �Ah! �Esa palabra me hace feliz! �Qué gozo será el de mi hermana! Aquí la he traído, está en Windsor. �Adiós, mayor! Voy a ver al rey, y os ofrezco que no partiréis hoy. (Vase por la izquierda.)

Escena IX

DANIEL, y luego SARA.

     DANIEL. -�Dios mío, cómo saldré de este laberinto! �La cosa no tiene lado bueno! �Ese hombre conseguirá que me quede hoy aquí! Por esta parte me libro del fusilamiento; pero si me quedo tengo que casarme con la señora Ana Jenquins. �Y mi pobre Sara! �Ay, hermano, hermano, dónde demonios andas!

     SARA. -(Saliendo de la derecha.) Daniel, �qué te quería aquel hombre?

     DANIEL. -Nada; el rey no sabe nada.

     SARA. -�Gracias a Dios!

     DANIEL. -Pero hay otra cosa peor, si cabe. Querían enviarme a pelear a Irlanda.

     SARA. -�Dios mío!

     DANIEL. -Pero ya no voy; me quedo.

     SARA. -�Sí?

     DANIEL. -Sí; pero has de saber que aquel bárbaro de marino se ha soplado aquí.

     SARA. -�No lo dije!

     DANIEL. -A él debo el favor de no ir a Irlanda.

     SARA. -�De veras?

     DANIEL. -Pero en cambio he tenido que ofrecerle que me casaré con su hermana.

     SARA. -(Asustada.) �Casaros con su hermana? �Dios mío! �Que decís? �Pues y yo?

     DANIEL. -No te aflijas, ya veremos. Lo principal era no ir a Irlanda; por lo demás..., �qué diablos! Una boda no se hace así tan de repente, inventaré algo para ganar tiempo; entretanto llega mi hermano.

     SARA. -(Llorando.) �O no llega! Que yo ya he perdido las esperanzas, y os tendréis que casar con esa mujer, y vivir aquí, y dejar la fábrica; y yo pediré limosna, y me moriré.

     DANIEL. -�Vamos, Sara, vamos, por Dios! �Que estoy que se me puede ahogar con un cabello; no llores, por Dios!

     SARA. -�Pobre de mí!

     DANIEL. -�Chit, que viene gente!

Escena X

Dichos, LORD MULGRAVE por la izquierda.

     MULGRAVE. -(A la puerta.) En la sala del trono, que todo esté dispuesto; �andad pronto! (Dirigiéndose a DANIEL.) Están cumplidos vuestros deseos: el rey aprueba vuestro casamiento con miss Ana Jenquins.

     SARA. -(Aparte.) �Dios!

     MULGRAVE. -Recibiréis ahora mismo la bendición nupcial en la capilla de palacio...

     DANIEL. -(Aterrado.) �Ahora mismo!

     MULGRAVE. -El rey se digna ser vuestro padrino..., y mañana marcharéis a Irlanda.

     DANIEL. -�Mañana!

     MULGRAVE. -(Dándole un pliego.) Ahí tenéis el regalo de boda que os hace S. M. Para reemplazar al coronel Turner debíamos enviar otro coronel... Ahí tenéis el despacho.

     DANIEL. -(Aparte.) �Para que me fusilen!

     MULGRAVE. -Preparaos para firmar el contrato. (Vase por la izquierda.)

Escena XI

DANIEL y SARA.

     DANIEL. -�No hay escape..., me casan y me fusilan!

     SARA. -(A punto de desmayarse.) �Se casa! �Dios mío! �Desgraciada de mí..., yo me muero!

     DANIEL. -�Sara! �Se va a desmayar! �Sara..., no te mueras! �Se acabó..., yo voy a descubrirlo todo!... �Espérame aquí..., todo..., aunque me degüellen!

Escena XII

Dichos y TOBI.

     TOBI. -(Sale precipitado por la derecha.) �Ea..., pronto aquí dentro, que traigo una gran noticia!...

     DANIEL. -(Sosteniendo a SARA.) �Sr. Tobi..., nos hemos perdido!

     TOBI. -�Nos hemos salvado!

     DANIEL. -�Cómo!...

     TOBI. -�Que no os vean aquí..., vamos adentro!

     DANIEL. -Pero la pobre Sara...

     TOBI. -(Sosteniéndola.) Yo la cuidaré... Andad pronto... �Voto a bríos! Entrad en el cuarto y veréis... (Empujándole.) �Pronto! (Lo mete por la derecha.) �Pobre muchacha! �Sara..., volved en vos! Cuando ella sepa...

Escena XIII

SARA desmayada y sostenida por TOBI, SIR GUILLERMO, LORD MULGRAVE, ACOMPAÑAMIENTO. Luego, JORGE ROBINSÓN. Ábrense las puertas del foro, se ve la sala del trono, y al rey de Inglaterra Jorge II con su corte; LORD MU1GRAVE está a su lado; delante del rey, SIR GUILLERMO JENQUINS, que trae de la mano a su hermana, y ambos doblan la rodilla: el rey los levanta, y les señala la mesa dispuesta para firmar los contratos. Todos miran hacia la mesa como esperando a alguno. SIR GUILLERMO, impaciente, sale de la sala y viene al proscenio.

     TOBI. -(Mientras pasa lo anterior.) �Sara! Ya han abierto las puertas... �Qué demonio de desmayo! �Nos van a ver aquí! �Señora!... Ya creo que vuelve en sí.

     GUILLERMO. -(Bajando.) �Qué hace Jorge Robinsón que no viene? �Que está esperando S. M.! �Si tratará de volver a las andadas!... �Señor mayor!

     JORGE. -(Saliendo por la derecha.) Aquí estoy, sir Guillermo, dispuesto a seguiros al altar.

     GUILLERMO. -�Ah, venid pronto..., el rey os está esperando! (Lo conduce a la sala: JORGE dobla la rodilla ante el rey: éste lo levanta y le entrega la mano de MISS ANA: ambos se dirigen a la mesa a firmar el contrato, guiados por LORD MULGRAVE. Durante esta ceremonia, SARA va volviendo en sí.)

     TOBI. -�Ahí está mi capitán... lleno de honores... con el favor del rey!

     SARA. -�Dios mío!

     TOBI. -�Vamos..., arriba..., ánimo!

     SARA. -�Dónde está? (Mirando alrededor.) �Dónde está mi Daniel? (Viéndole en la sala firmar el contrato, al lado de MISS ANA.) �Cielos..., allí está!... �El es! (Queriendo ir desesperada hacia el foro.) �Ah, falso, yo lo impediré!

     TOBI. -(Deteniéndola.) �Estáis loca!

     SARA. -�Dejadme! �Daniel!

     TOBI. -Vamos..., juicio..., que no es él.

     SARA. -�Sí, sí..., él es..., que me deja..., que se casa con otra!

     TOBI. -�Dale..., cuando os digo que no es él!... �Venid, venid por aquí, y veréis!... �Mirad!

Escena XIV

Dichos y DANIEL en el traje del acto primero, sale apresurado por la derecha.

     DANIEL. -(Queriendo abrazarla.) �Sara!

     SARA. -(Desviándose.) �Calla..., este es el otro!

     DANIEL. -No..., soy yo... ��Juego limpio!�

     SARA. -�Ah, él es! (Échase en sus brazos.)

     DANIEL. -Ya llegó mi hermano Jorge..., le enteré de todo, y... (Mirando al foro.) �Mírale..., mírale firmando el contrato!

     SARA. -�Ah, qué alegría!

     TOBI. -�El pobre capitán había caído en una emboscada enemiga, y estaba prisionero... �Cómo había de venir!... Ya está aquí, y mandará el regimiento.

     DANIEL. -Y yo me vuelvo a mi cerveza... y a mi Sara. (Abrazándola.)

     TOBI. -�Sí, sí... marchaos pronto!

                                                                 
     DANIEL. -(Al público.)    Ya que sin hacerlo bien
me han dado por carambola
tanto aplauso y parabién,
público, ruede la bola,
y apláudeme tú también.

Arriba