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Una boda improvisada

Comedia en un acto, arreglada al español

Personas

D. PROTASIO. - D. ANDRÉS. - D. LUIS. - ADELA. - TERESA.

(La escena es en un pueblo a seis u ocho leguas de Madrid)



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Acto único

El teatro representa una sala de la casa de D. PROTASIO: muebles antiguos.



Escena primera

ADELA, D. ANDRÉS, TERESA.

     TERESA. -�Nadie parece!

     ADELA. -�Cosa más rara!... �No hay gentes en esta casa?... Bajamos del coche y nadie sale a recibirnos..., nos metemos aquí como Pedro por su casa y llegamos hasta la sala sin encontrar alma viviente...

     ANDRÉS. -�Esta soledad me da muy mala espina!... Mi tío me escribió que estaba enfermo de peligro..., y quizá todos estarán ocupados en asistirle..., o acaso nos hallaremos con alguna desgracia... Esperad aquí; voy a subir a su cuarto y vuelvo a deciros lo que pasa.

Escena II

ADELA, TERESA.

     ADELA. -Tu marido cree que su tío está agonizando, y yo apuesto a que está tan bueno y sano como nosotros. Me acuerdo que siendo niña venía a casa todos los días, y siempre con la tema de que estaba muy malo; se me figuraba el enfermo de aprensión. Lo mismo es ahora: pasa la vida haciendo testamento y tomando medicinas...; en fin, es tal su manía, que da cuarto en su casa al médico, al escribano y al cura, por tenerlos a la mano.

     TERESA. -�Jesús, qué sociedad tan lúgubre debe ser la del tío!

     ADELA. -Y mira qué muebles... �De qué siglo será esto?...

     TERESA. -�Por Dios, Adela!, contén un poco tu genio y no vayas a hacer burla...; ya sabes lo que nos ha dicho mi marido acerca del tío D. Protasio: es un señor muy escrupuloso, que siempre está predicando la decencia, las buenas costumbres y la fidelidad conyugal.

     ADELA. -Sí, ya sé que está montado a la antigua; pero no vayas tú a hacerle el dilo con esa cara de duelo...

     TERESA. -�Y qué quieres! Yo no tengo tu genio, y me veo metida en un laberinto, que... D. Protasio no sabe que su sobrino se ha casado de secreto conmigo... y continuamente le está apurando para que celebre contigo su matrimonio..., sólo con esa condición le deja por heredero.

     ADELA. -Ya le haremos mudar de idea. Él quiere hacer por ese medio que yo disfrute de sus bienes..., le agradezco mucho la buena intención; pero no es cosa de hacerme rica por fuerza.

     TERESA. -�Mi querida Adela! �Jamás olvidaré tan generoso sacrificio!

     ADELA. -Anda, Teresa, que el sacrificio no es tan grande como tú te figuras. Puedo asegurarte que aun cuando Andrés no hubiera tenido el corazón preso en tus redes..., el mío estaba ya...

     TERESA. -�Qué me dices!... �Tenías amores?...

     ADELA. -�Y tanto!... No te lo he dicho hasta ahora. Dos años ha que conocí en casa mi tía Mariana un joven, tan vivo, tan alegre...; ya sabes mi genio..., al instante simpatizamos. Nos veíamos diariamente..., charlábamos sin cesar..., por las noches nos divertíamos haciendo burla de todos los que iban a la tertulia...; en fin, pasábamos el rato inocentemente..., hasta que un día se atrevió a declararme su amor..., yo me puse hecha una furia..., le dije que era un atrevido, que no volviera a ponérseme delante..., en fin, lo que se dice siempre al principio...; él insistió, me juró que no podía vivir sin mí... y yo le iba ya creyendo..., �necia de mí!..., cuando de la noche a la mañana... �qué dirás que hizo?..., desapareció..., y hasta hoy...

Escena III

ADELA, D. ANDRÉS, TERESA.

     TERESA. -�Qué traes?

     ADELA. -�Qué sucede?

     ANDRÉS. -�Una desgracia!

     TERESA. -�Dios mío!

     ANDRÉS. -�Estamos perdidos!

     ADELA. -�Se ha muerto el tío?

     ANDRÉS. -�Qué! �Se ha ido a caza a las cuatro de la mañana!... Así me lo ha dicho el jardinero.

     TERESA. -�Acabaras!... �Y eso te entristece?

     ADELA. -Andrés, usted anda con unos misterios... Me saca usted de Madrid para que acompañe a su mujer y me ofrece explicarme el motivo de este viaje así que lleguemos al pueblo. Pues ya hemos llegado y reclamo la palabra.

     ANDRÉS. -�Se va usted a enfadar conmigo, Adela!

     ADELA. -�Y por qué?... �No somos amigos?

     ANDRÉS. -Va usted a desaprobar mi conducta..., pero ya no hay remedio; óigame usted y la pondré al corriente de mi plan. Ya sabe usted que yo no tengo bienes y que mi tío me amenaza con desheredarme si no me caso con usted.

     ADELA. -Sí, ya lo sé todo: usted se había casado de secreto con Teresa y ya no es posible casarse con dos mujeres; vamos, �qué más hay?

     ANDRÉS. -Va usted a saberlo. Hace tres días que mi tío me envió a Madrid un propio con una carta concebida en estos términos.

     ADELA. -Veamos.

     ANDRÉS. -(Lee una carta.) �Mi querido Andrés: veo que se acerca mi última hora y te escribo desde el lecho de la muerte. Quiero que tan luego como recibas ésta efectúes tu matrimonio con Adela y me la traigas antes que yo pase a mejor vida. Ya sabes que su padre me hizo señalados favores, y murió pobre, dejándome el encargo de cuidar de su hija y establecerla. Contéstame con el dador lo que resuelvas. Advirtiéndote que el escribano está a mi lado y que haré mi testamento según sea tu sumisión a mis mandatos. Adiós, Andrés: y ruégale por tu tío que te ama, Protasio. P. D. Si cuando llegues he muerto, no te dé pena, que yo dejaré dadas mis órdenes.�

     ADELA. -�Jesús, qué original! �Y qué es lo que usted le respondió?

     ANDRÉS. -Le respondí... que ayer mismo me había casado con usted.

     ADELA. -�Conmigo?

     TERESA. -�Es posible?

     ANDRÉS. -Y que hoy salíamos de Madrid para este pueblo.

     ADELA. -�Pues ha hecho usted un pan como unas flores!

     ANDRÉS. -�Ya lo veo!

     TERESA. -�Andrés!... �Qué locura!

     ANDRÉS. -Yo creí de buena fe que mi tío estaba dando las boqueadas..., y pensaba presentarla a usted como mi mujer.

     ADELA. -Pero debió usted, a lo menos, ponerme en el secreto antes de marchar.

     ANDRÉS. -Tiene usted razón; pero..., la verdad..., temí que usted no consintiera...

     ADELA. -�Y qué papel destinaba usted en la farsa a su mujer?

     ANDRÉS. -El de una amiga íntima de usted... que no se separaba nunca de su lado..., así se lo escribí al tío... �Válgate Dios!..., y ahora nos hallamos con que ni está enfermo, ni se muere, ni... �De caza, tan sano y tan gordo!... Yo me alegro mucho; eso es otra cosa..., pero es una desgracia terrible, terrible..., y ya no hay más recurso que meternos otra vez en el coche y a Madrid.

     ADELA. -�Buena salida!... �Tiene usted la cabeza más destornillada!..., y ahora doy gracias a Dios de no ser realmente su mujer.

     ANDRÉS. -Pero vamos, �qué quiere usted que haga?

     TERESA. -Echarnos a los pies del tío y confesárselo todo.

     ADELA. -�Otra que tal! Aunque os echéis a sus pies y le digáis con tono de tragedia: �Os hemos engañado, �perdón, tío D. Protasio, perdón!,� �qué sacaréis en limpio? Es un viejo tufillas, testarudo, que no se da a partido...; os manda a paseo, os deshereda..., y quedáis lucidos.

     ANDRÉS. -Pero entonces, señor...

     ADELA. -�Déjeme usted acabar! Ni el uno ni la otra valéis un comino para lances de esta especie. Yo tengo más calma y más travesura... Conque si me dais plenos poderes, yo me encargo de la comedia.

     ANDRÉS. -Por mí, corriente.

     TERESA. -�Amiga mía!...

     ADELA. -Por el pronto, lo dicho, soy su esposa de usted..., esposa interina; el tío es un campesino de mal genio, bien; empezaré por disgustarle.

     TERESA. -�Eso no será fácil, Adela!

     ADELA. -�Facilísimo! Me haré la aturdida, la coqueta, la loca... �Veréis, veréis con qué naturalidad! Tú, Teresita, has de representar el papel opuesto: siempre al lado del tío..., mimándolo mucho..., y cuando veamos que ya no me puede aguantar..., se aventura la confesión.

     ANDRÉS. -�Es usted un ángel!

     ADELA. -�Cuidado, esposo mío!... Trate usted a su esposa con mucho cariño... Teresa, no tengas celos. Con mucha afabilidad, con mucho amor..., no tanto, que vayan a conocer que no somos marido y mujer.

     TERESA. -Yo le haré creer que me gusta mucho el campo.

     ADELA. -�Yo diré que es horroroso..., que el jardín es feísimo... y la casa y la huerta y todo! Veréis, veréis...

     ANDRÉS. -�Dios nos saque con bien!... (Óyense ladridos dentro.) �Ay! �No oís?... �Ya está ahí mi tío!... �Entraos adentro: yo le recibiré solo..., y le prepararé...

     ADELA. -�Cuidado con echarlo a perder! (Vanse las dos.)

Escena IV

D. ANDRÉS, D. PROTASIO.

     PROTASIO. -�Dónde están?... �Dónde están esos muchachos?...

     ANDRÉS. -(Corriendo a sus brazos.) �Querido tío!...

     PROTASIO. -�Andresillo!... �Y dónde, dónde está tu mujer?

     ANDRÉS. -Ha ido a arreglarse un poco... No hacemos más que apearnos..., y venía con tanto polvo...

     PROTASIO. -�Calla, calla!...�Ceremonias conmigo!... Ya veo que no me conocéis. Aquí no estamos en Madrid..., y cuidado que a mí no me gustan pinturas: yo quiero que aquí se viva a la buena de Dios..., con franqueza, con franqueza.

     ANDRÉS. -Teresita..., aquella amiga de quien hablé a usted en mi carta..., también ha venido.

     PROTASIO. -�Mejor! �Mejor!... Tus amigos lo son míos y pueden venir a mi casa. Además que yo conozco a la familia de esa joven..., su padre era muy buen sujeto. �Ah! También yo os presentaré un amigo..., el dueño de esa quinta que habréis visto orilla del camino real... �Un joven de veintiocho años..., pero un fenómeno!... �Filósofo consumado!... Me le encontré que iba también de caza..., y me ha tenido con la boca abierta... �Qué bien habla! �Qué sentencias contra los hombres..., y sobre todo contra las mujeres!... �Se explica como un libro! Y así, matando conejos y moralizando nos hemos andado más de seis leguas.

     ANDRÉS. -Según eso, tío, ya se siente usted...

     PROTASIO. -�Ay, malo, malo, muy malo... Esta máquina se va acabando..., así, poco a poco... Ahora mismo me siento tan débil..., tan cansado...

     ANDRÉS. -Después de andar seis leguas..., no tiene nada de particular.

     PROTASIO. -No; no es por las seis leguas..., eso no me cansa... Esto es efecto de mi mala salud.

     ANDRÉS. -�Ya!... No tendréis apetito...

     PROTASIO. -�No, lo que es apetito... no me falta!: como bien..., bebo regularmente..., duermo bastante..., pero estoy muy malo, �muy malo! Sin embargo, debo dar gracias a mi última enfermedad..., pues a no ser por ella, aún no te habrías casado.

     ANDRÉS. -Tío..., yo...

     PROTASIO. -�Calavera!... �Te gustaba la vida de soltero!...

     ANDRÉS. -No, señor..., si no la hago mucho tiempo ha.

     PROTASIO. -�Embustero!... Tú has sido siempre amigo de trasnoches y de bromas; pero de aquí vas a salir como nuevo: el amigo que te he dicho se encargará de convertirte. Si le oyeras disertar sobre el desprecio de las grandezas humanas..., sobre la futilidad de las..., y la instabilidad del... A propósito, aquí viene: él te dirá..., porque a mí se me olvidan esos términos...

Escena V

D. LUIS, D. PROTASIO, D. ANDRÉS.

     LUIS. -Se me ha escapado el maldito conejo..., después de andar una legua...

     PROTASIO. -�Hola, camarada!... Aquí le presento a usted a mi sobrino...

     ANDRÉS. -�Qué veo!... �Estoy soñando!... �Luis!...

     LUIS. -�Calla!... �Andrés!...

     PROTASIO. -�Hola!... �Se conocen ustedes?...

     LUIS. -�Mucho! Hemos sido amigotes en Madrid...

     PROTASIO. -�Me alegro!... �Vaya un encuentro!...

     ANDRÉS. -Pero tío, �es este quizá el filósofo de quien me hablaba usted?

     PROTASIO. -El mismo.

     ANDRÉS. -�Éste! �Pues si era el mayor calavera de Madrid!

     LUIS. -�Qué tal! �Ya ve usted, Sr. D. Protasio, si tengo razón para clamar contra la injusticia de los hombres! Aquí tiene usted uno de mis mayores amigos, tratándome de calavera... por media docena de travesuras que estoy espiando de una manera ejemplar.

     ANDRÉS. -�Estás loco?... Tú, el más bullicioso, el más coquetón...

     PROTASIO. -�Vamos, vamos!... �Señor sobrino, respete usted la virtud!

     ANDRÉS. -�Habrás cambiado enteramente en dos años que no te veo?

     LUIS. -�Ay, amigo mío!... �En esos dos años he vivido un siglo! He sufrido tanto..., tanto... Y luego las penas del alma... �Ay, las penas del alma me han muerto!

     PROTASIO. -�Qué desgracia de joven!

     LUIS. -Y a propósito de penas del alma, �eres todavía celoso?

     PROTASIO. -�Calle usted, si está casado!

     LUIS. -�Te has casado!... �Ay, amigo mío!... �Te compadezco..., y sobre todo a tu mujer!...

     PROTASIO. -�Cómo, cómo! Pues qué, �el matrimonio?...

     LUIS. -�El matrimonio!... �Oh! �El matrimonio es una gran cosa! Nosotros, los moralistas lo consideramos como la base fundamental de... Y crea usted que si yo no estoy casado, no es culpa mía. Figúrese usted, Sr. D. Protasio, que después de haberme engañado todas las mujeres de este mundo, tengo al fin la dicha de encontrar una que me ama..., o por lo menos que lo aparenta; pero vea usted qué fatalidad: �esta mujer tenía un padre!...

     PROTASIO. -�Hombre!

     LUIS. -Este padre la había prometido a otro, y contra viento y marea de la muchacha me pone en la calle. Yo no desisto: la pido una cita, salto una tapia, llego al emparrado del jardín, la encuentro, y allí bajo la bóveda del cielo, en medio de la noche, nos juramos amor eterno. Al día siguiente recibo orden del inspector para ir a mi regimiento; marcho a campaña..., y desde allá la escribo cien cartas..., nada: �sin responderme! Concluida la guerra vuelvo a Madrid, pregunto, y me dicen que su padre ha muerto, y que la visita un joven con quien va a casarse... Entonces, maldiciendo de las mujeres, me retiro a este desierto, donde por fortuna encuentro al venerable anciano en cuya compañía me dedico a practicar la moral sublime, encanto de la existencia y don precioso de la filosofía.

     PROTASIO. -�Estimando, Sr. D. Luis!... Usted me confunde..., y me...

     ANDRÉS. -(Aparte.) �Vamos, se ha vuelto loco! -Y qué, �no has averiguado después nada acerca de tu querida? Debías informarte más...

     LUIS. -�Para qué? �Para convencerme de su infidelidad? No: así, a lo menos, la duda me sirve de consuelo. Además, confieso a ustedes que soy fatalista, y creo que mi estrella es ser engañado por todas las mujeres.

     PROTASIO. -Cierto que la juventud del día...

     LUIS. -�Oh! �No me hable usted! �Qué juventud!... �Qué costumbres!

     PROTASIO. -Sí, yo soy de la opinión de usted, en cuanto a los hombres; pero tocante a las mujeres..., no tanto; algunas se encuentran que..., vamos...

     LUIS. -Sí, aquí entre las lugareñas: es verdad..., hay candor... y frescura...

     PROTASIO. -�Eso, eso!... El candor y la frescura... Pero, �cómo tarda mi sobrina, y estoy deseando abrazarla! Espero que ella le ha de reconciliar a usted con el bello sexo... �Eh! Yo los dejo a ustedes y vuelvo pronto. (Aparte, yéndose.) �Qué joven tan apreciable!... �Qué talento!... �Es un prodigio, un prodigio!

Escena VI

D. LUIS, D. ANDRÉS.

     ANDRÉS. -Ahora, si puedes, mírame sin reírte.

     LUIS. -No: no me chanceo.

     ANDRÉS. -�Vamos, te ha dado por ahí la locura!

     LUIS. -Hablo seriamente: he dado al mundo un adiós eterno..., y me he encerrado en una ermita.

     ANDRÉS. -�En una ermita!

     LUIS. -Quiero que la veas. Es modesta, pero agradable: tiene huerta, jardín, estanque..., allí vivo en la soledad..., no recibo gentes sino tres veces a la semana..., hay piano..., se toca..., hay mesa de billar..., tenemos partidas de caza... Nada superfluo, nada de lujo..., lo estrictamente necesario.

     ANDRÉS. -�Calla! Pues de ese modo yo también sería ermitaño. Admiro, en verdad, el esfuerzo que has hecho para renunciar a las pompas de este pícaro mundo. �Tendrás buena librería?

     LUIS. -No, amigo mío: no tengo libros: me he deshecho de los que había en la quinta: eran novelas, obras inútiles, inmorales...

     ANDRÉS. -�Las has vendido?...

     LUIS. -Las he cambiado por unos barriles de Jerez.

     ANDRÉS. -�Soberbio cambio!

     LUIS. �Qué quieres!... Yo tengo mis ideas: el buen vino no hace daño, y los malos libros sí.

     ANDRÉS. -Pero tú, que no podías vivir sin estar enamorado...

     LUIS. -�No me hables de eso!... Detesto a las mujeres... �No hay fidelidad en la tierra!...

Escena VII

Dichos, TERESA.

     LUIS. -(Viéndola salir.) �Hombre!... �Mira qué linda muchacha!... �Es tu mujer?

     ANDRÉS. -�Mi mujer?... No..., es una amiga suya.

     LUIS. -�Qué buena moza!... Preséntame..., preséntame.

     ANDRÉS. -Se..., señorita...

     LUIS. -�Es soltera?... Mejor.

     ANDRÉS. -Tengo el honor de presentar a usted al Sr. D. Luis del Valle..., un filósofo que hace gala de aborrecer a las mujeres.

     LUIS. -�Hombre, no!... �Estás loco!... No lo crea usted, señorita... �Yo aborrecer a las mujeres!... Nunca he proferido semblante blasfemia.

     TERESA. -No debe suponerse, al ver a este caballero, que tenga por qué quejarse del bello sexo.

     LUIS. -(A ANDRÉS.) �Cáspita!... �Qué talento tiene!

     ANDRÉS. -(Aparte a TERESA.) No te fíes de él..., es un loco..., un charlatán.

     LUIS. -Quién puede, al ver una joven tan interesante...

     ANDRÉS. -(Aparte.) �Con qué fuego habla! (A TERESA.) Si descubre nuestro secreto, somos perdidos.

     LUIS. -�Qué la dice a usted, señorita?... �Apuesto a que me está calumniando!

     TERESA. -Caballero...

     ANDRÉS. -(A TERESA.) �Cuidado!

     LUIS. -(A ANDRÉS.) �Qué figura tan majestuosa!... �Qué aire tan simpático!...

     ANDRÉS. -Sí..., no es maleja... (Aparte.) �Gracias a Dios que viene mi tío!

Escena VIII

D. LUIS, D. PROTASIO, ADELA, D. ANDRÉS, TERESA.

     PROTASIO. -Ven acá, sobrina..., ven a confundir a un temerario que se atreve a calumniar al bello sexo.

     ADELA. -Hace muy mal, tío, y yo le probaré...

     PROTASIO. -Mírale..., ahí le tienes.

     LUIS. -(Aparte.) �Adela!

     ADELA. -(Aparte.) �Cielos!

     LUIS. -(A ANDRÉS.) �Cómo!... Andrés..., esa señora..., �es tu mujer?

     ANDRÉS. -Sí.

     PROTASIO. -Sí, señor..., su mujer.

     ADELA. -(Aparte.) �Estoy turbada!

     LUIS. -(Aparte.) �Y la pérfida se atreve a presentarse a mis ojos!

     ADELA. -(Aparte.) �Dios mío!... �Me juzga infiel!

     TERESA. -(Aparte a ANDRÉS.) �Adela se ha turbado!... �Se le va a olvidar el papel, y somos perdidos!

     PROTASIO. -Vamos, señor filósofo, �qué dice usted de mi sobrina?

     LUIS. -(Disimulando el enojo.) �Qué he de decir!..., que es encantadora... (Aparte.) �Infame!...

     PROTASIO. -�Sabes, sobrina, por qué es toda esa manía con las mujeres?; porque fue a enamorarse de una coquetilla..., y tiene sospechas...

     LUIS. -�Sospechas? �Diga usted pruebas irrecusables!

     ADELA. -Quizá esté usted engañado..., muchas veces las apariencias...

     LUIS. -(Aparte.) �Hay descaro semejante!

     PROTASIO. -�Ha tenido usted noticias frescas?...

     LUIS. -�Sí, señor..., muy frescas!

     PROTASIO. -�De que es infiel?... �Pues, cómo ha de ser!... No hay que desconsolarse por eso. Se la deja y se ama a otra. Así hacía yo cuando muchacho.

     ADELA. -�Tío!... �Qué consejo le da usted!...

     LUIS. -�Excelente, señora!..., y lo seguiré al pie de la letra.

     PROTASIO. -�Eso es! Conque, sobrina, cuidado, que dentro de un año quiero tener un sobrinito...

     ADELA. -�Tío!...

     PROTASIO. -�Te pones colorada!... �Ah, simplecilla!... (A ANDRÉS.) �Bribón! �Qué feliz eres!

     LUIS. -(Aparte.) �Buen papel estoy haciendo!

     PROTASIO. -�Cómo me gusta ver casarse a los muchachos! �Ah! Ya os he dispuesto habitación sola y retirada..., allá..., con vistas al jardín..., independiente de toda la casa.

     TERESA. -(A ANDRÉS.) �Andrés!... �Oyes!...

     ADELA. -Tío, yo no quiero separarme de mi amiga.

     PROTASIO. -�Cómo, qué?... �Buenos estamos! �No hay que hablarme de eso! Esta señorita tiene aquí su habitación. Tiempo tienes de estar con ella todo el día.

     ADELA. -Pero tío...

     PROTASIO. -Los buenos esposos deben habitar juntos..., �no es así, Sr. D. Luis?

     LUIS. -Sí..., sí, señor.

     PROTASIO. -�Qué ojos le echa usted a mi sobrina! Como si la aborreciera de muerte.

     ADELA. -El señor no tiene ningún motivo.

     LUIS. -�No, señora, no..., ninguno! Al contrario, la debo dar a usted muchas gracias...

     PROTASIO. -�Pues!... �Ya se ablanda!... Al fin acabarán por ser amigos. -�Ah! Quiero que veáis mi huerta, mi jardín... Ven, sobrina, de camino te enseñaré tu habitación...; verás qué bien te la he adornado. �Viene usted, Sr. D. Luis?

     LUIS. -Sí, señor, al instante voy.

     ADELA. -(Aparte.) �Si yo pudiera desengañarle!

     PROTASIO. -Teresita, allí tiene usted su cuarto: si quiere usted descansar..., con franqueza. (A D. LUIS.) �Conque, viene usted?

     LUIS. -Al instante.

     PROTASIO. -Vamos, sobrina, vamos..., le gusta la soledad..., dejémosle con su tema.

Escena IX

D. LUIS, D. ANDRÉS.

     ANDRÉS. -Luis, �qué tienes?... Parece que estás consternado.

     LUIS. -(Estrechándole la mano.) �Adiós, Andrés, adiós!

     ANDRÉS. -�Qué es eso!... Mira que estamos solos; nadie nos oye..., �deja ese tono patético!

     LUIS. -Adiós, te digo.

     ANDRÉS. -Pues qué, �te vas?

     LUIS. -Ahora mismo.

     ANDRÉS. -�Y a qué viene esa marcha repentina?

     LUIS. -No puedo declararte el motivo. Bástete saber que hay sacrificios que deben hacerse a la amistad.

     ANDRÉS. -�Vamos, habla!... Quiero absolutamente que me declares...

     LUIS. -(Con tono solemne.) �Tú lo exiges... amigo mío?... �Pues bien! Te lo diré.

     ANDRÉS. -�Me haces temblar!

     LUIS. -Sabe, pues, que la pérfida a quien he amado tanto..., la pérfida que me ha engañado..., la pérfida...

     ANDRÉS. -�Vamos!... �Quién es la pérfida?...

     LUIS. -Tu mujer.

     ANDRÉS. -�Mi mujer! (Aparte.) �Cáspita! �No es malo el chasco!

     LUIS. -�Sí, tu mujer! Ya ves si hay motivo para que un hombre se vuelva misántropo. Tu tranquilidad lo reclama; y yo parto. �Adiós, Andrés..., adiós para siempre!

     ANDRÉS. -�Pero qué, no es más que eso!..., pues quédate, hombre, quédate... que a mí eso no me da cuidado.

     LUIS. -�Cómo!..., tú que siempre has sido celoso...

     ANDRÉS. -�Sí, celoso de mis queridas...; pero de mi mujer... no!

     LUIS. -�Te burlas?

     ANDRÉS. -�No, hombre! Te digo que te quedes. �Crees que soy un marido ridículo?... �Quédate, Luis, quédate por Dios!

     LUIS. -(Con despecho.) Sí, me quedaré..., me quedaré..., pero será para probarle que me es del todo indiferente. Si me marcho, creerá tal vez que es despique, que es desesperación...; no señor..., yo la convenceré... (A ANDRÉS.) Me quedo, Andrés, me quedo... y voy a seguir el consejo de tu tío. �Ay, qué feliz idea!... �Andrés, ya no la amo...; la hermosa Teresa me la ha hecho olvidar!

     ANDRÉS. -�Qué?, �qué?...

     LUIS. -�Estoy enamorado de ella!

     ANDRÉS. -�De Teresa!

     LUIS. -�Enamorado hasta los hígados!..., la adoro... la idolatro...

     ANDRÉS. -�Pero tan pronto?...

     LUIS. -�Qué quieres!... Un rayo de simpatía... �Un flechazo! �Ah!, cuento contigo para que la prepares...

     ANDRÉS. -�Yo?...

     LUIS. -�Tú parece que la tratas con franqueza: háblala de mis bienes, de mi cuna, de mi genio..., pondérame mucho!...; dila que soy tierno, consecuente, fiel.

     ANDRÉS. -�Poco a poco!... �Yo no la digo eso..., yo no miento nunca! Además, tú eres mi amigo, Luis, y no puedo consentir que hagas semejante matrimonio.

     LUIS. -�Y por qué?

     ANDRÉS. -Porque... En primer lugar, Teresa es pobre.

     LUIS. -�Mejor!... Yo soy rico... y la haré feliz. �Hay mayor dicha que hacer feliz a la que se ama?

     ANDRÉS. -Y luego... Teresa no es lo que se llama bonita...

     LUIS. -�Ay, Andrés, no digas eso!... Es por otro estilo que tu mujer..., pero no vale menos. Una tez de rosa..., y unos ojos..., �qué ojos!

     ANDRÉS. -No digo que sea fea..., pero su genio...

     LUIS. -�Qué?

     ANDRÉS. -Es algo coqueta...

     LUIS. -�Y qué mujer no lo es un poquillo?...

     ANDRÉS. -Muy caprichosa...

     LUIS. -�Caprichosa?... Andrés, estoy decidido. �Me muero por las mujeres caprichosas!..., tienen una mezcla de viveza, de indolencia, de coquetería, de juicio..., y esta variedad diaria hace que se crea uno casado con veinte mujeres a un tiempo. �Caprichosa me has dicho?... �Andrés..., ese es un tesoro!

     ANDRÉS. -Pero tú decías antes que no te gustaban más que las lugareñas... y Teresa se ha criado en Madrid.

     LUIS. -�Oh!, no hay regla sin excepción. Y además... tiene un aire tan candoroso y sencillo... que parece criada en el campo.

     ANDRÉS. -(Aparte.) �Ah, verdugo! -Pues señor, a pesar de todo, digo que no te conviene, y no puedo permitir...

     LUIS. -Despacio, Sr. D. Andrés... Usted me ha quitado ya una querida..., y lo que es esta... �Pero es cosa rara que no tengas celos de tu mujer, y hables de la otra con tanto fuego!

     ANDRÉS. -(Aparte.) �Tiene razón!... No sé por qué me apuro conociendo a mi mujer. -En fin, Luis, haz lo que quieras; pero me parece que vas a perder el tiempo. Teresa es tan fría, tan indiferente...; no va a gustar de ti...; no le agradan más que los hombres de mucho juicio. Verás..., verás...

Escena X

DON LUIS.

     �Qué no va a gustar de mí?..., �lo veremos! Y el señorito este que me lo quiere estorbar... Pues, por lo mismo, he de formar más empeño. Ya me estoy gozando en pensar la rabia de Adela, cuando vea que tomo mi partido con la mayor frescura. �Ah, ella lo ha querido..., la culpa es suya..., nada tengo que echarme en cara!... �Animo, pues..., y hagamos sentir a esa infiel lo que ella me hace sentir a mí! �Calla, aquí viene la hermosa Teresita!...; vamos, la adoro, es cosa decidida..., y voy a hacerla mi declaración.

Escena XI

D. LUIS, TERESA.

     TERESA. -Perdone usted..., creí que estaba Andrés...

     LUIS. -Acaba de marcharse...; pero no se vaya usted..., yo se lo suplico...

     TERESA. -Temo...

     LUIS. -�Teme usted hablar conmigo?

     TERESA. -Como usted prefiere la soledad...

     LUIS. -Sí, es cierto..., me gusta la soledad...; pero me ofrece más encantos cuando usted la embellece.

     TERESA. -�Cómo es esto!... �Se vuelve usted galante?

     LUIS. -�Lo extraña usted?

     TERESA. -�No ha jurado usted odio eterno a mi sexo?

     LUIS. -Tenga usted mejor opinión de mí. Yo aborrezco a las mujeres frívolas, infieles...; pero aprecio, idolatro la virtud modesta, el candor ingenuo..., y al conocer a usted...

     TERESA. -�Vaya!... que aunque tratase usted de galantearme...

     LUIS. -Lástima es que ese exterior amable oculte una alma fría, indiferente...

     TERESA. -�Quién le ha dicho a usted eso?...

     LUIS. -�Oh! Yo lo sé.

     TERESA. -Pues le digo a usted que le han informado mal.

     LUIS. -�Cómo!... �Será cierto!... �Es usted susceptible de una pasión tierna?

     TERESA. -Sí, señor.

     LUIS. -�De un amor constante?...

     TERESA. -�Por qué no?

     LUIS. -�Su corazón de usted no es insensible?...

     TERESA. -Aquí podría darle a usted pruebas...

     LUIS. -Esa turbación..., ese suspiro... �Ah! Ya no disimulo más. Teresa encantadora, perdone usted mi temeridad...; pero yo la adoro... soy joven..., soy rico..., puedo disponer de mi mano... y todo lo ofrezco a esos pies. Me han dicho que usted gusta de los hombres de juicio..., yo soy el juicio personificado... �Acepta usted?... �Ah! Su negativa me costaría la vida..., sí, Teresita, la vida.

     TERESA. -�Pero está usted en sí?... �Sabe usted?...

     LUIS. -�Consiente usted?... �Ah! �Soy el más feliz de los hombres!...

     TERESA. -(Aparte.) �Qué compromiso!...

     LUIS. -�Ah! Repítalo usted...

     TERESA. -�El qué?... �Si yo no he dicho nada!...

     LUIS. -�Repita usted mi felicidad!...

     TERESA. -Pero advierta usted...

     LUIS. -�Me jura usted ser siempre la misma?

     TERESA. -(Con ironía.) �Sí, señor, la misma!

     LUIS. -�Oh! �Felicidad..., felicidad sin límites!...

Escena XII

D. LUIS, D. ANDRÉS, TERESA.

     ANDRÉS. -(Aparte.) �Cáspita! �Los dos juntos!...

     LUIS. -�Andrés!... �Ven acá!... �Es negocio hecho!

     ANDRÉS. -�Cómo negocio hecho!

     LUIS. -�Sí, amigo mío, sí!... La amo..., me ama..., nos amamos...

     ANDRÉS. -�Te ama! �Cómo lo sabes?

     LUIS. -�Me lo han dicho sus ojos... su conmoción...; estoy loco de júbilo! (Aparte.) �Ah, pérfida Adela!... �Voy a buscarla..., para que me vea tranquilo y contento! (A TERESA.) �Adiós, Teresita!... Sus palabras de usted me han llenado de gozo el corazón!... (A ANDRÉS.) Anda, yo me voy... acaba tú de conquistármela...; está muy bien dispuesta, y no te costará gran trabajo. �Me voy, Teresita, me voy a pensar en usted!

Escena XIII

D. ANDRÉS, TERESA.

     ANDRÉS. -�Muy bien, señora!

     TERESA. -�Qué hay?

     ANDRÉS. -�Nada!... �Que ha sabido usted darle pie con mucho arte!

     TERESA. -�Puedes creer?...

     ANDRÉS. -�Es tan agradable a las mujeres oírse galantear!

     TERESA. -Pero, hombre, �qué querías que respondiera? �Si tampoco él me ha dejado meter baza!

     ANDRÉS. -La mujer que quiere hacerse respetar, lo consigue. Pero, ya se ve... Luisito es un joven amable, seductor...

     TERESA. -�Andrés!... �Qué estás diciendo?

     ANDRÉS. -�Perdóname, Teresita, perdóname!... �Soy injusto contigo!... Pero estoy en una situación..., no me llega la camisa al cuerpo... �y como te quiero tanto!... �Vamos, perdóname esta ligereza!

     TERESA. -�Tus celos me hacen desgraciada!

     ANDRÉS. -�Sí, soy un majadero..., me mataría!... �Pero perdóname, yo te lo suplico!

     TERESA. -�Siempre atormentándome!...

     ANDRÉS. -�Quieres que me desespere?... �Vamos, Teresita, vamos!... �Abrázame, y se acabó..., abrázame!... (La abraza.)

Escena XIV

D. ANDRÉS, D. PROTASIO, TERESA.

     PROTASIO. -�Qué veo!... �Qué veo!... �Estoy soñando!...

     ANDRÉS. -�Cielos! �Mi tío!

     TERESA. -�Somos perdidos!

     PROTASIO. -(Poniéndose entre los dos.) �Muy bien, señor sobrino!... �Continúe usted!.. �Pícaro! �Al segundo día de casado!... �No te da vergüenza?...

     ANDRÉS. -Tío... no crea usted...

     PROTASIO. -�Calle usted! �Qué disculpa puede usted dar?... �Sin respeto a las buenas costumbres..., a la decencia..., a la moral!

     ANDRÉS. -Le juro a usted...

     PROTASIO. -�Silencio! �Y usted, señorita!... �Así corresponde usted a la amistad mi sobrina?... �Desunir un matrimonio!... �Ese es un proceder muy indigno!

     TERESA. -(Aparte.) �A lo que me expongo, Dios mío!

     ANDRÉS. -Tío, deje usted que le explique...

     PROTASIO. -No quiero explicaciones. (Aparte.) Esta muchacha no puede quedarse aquí... Buscaré un pretexto..., diré... �Esto es! Señorita, agradezco a usted la bondad que ha tenido de venir acompañando a mi sobrina; pero su familia de usted debe desear tenerla a su lado..., yo sé que es usted muy querida... conque... �eh? (Aparte.) �No responde! -Pues es natural que no se hallen sin usted...; conque, voy a dar mis disposiciones para que ahora mismo se vuelva usted a Madrid.

     TERESA. -�Cielos!

     ANDRÉS. -Yo no puedo permitir...

     PROTASIO. -�Eh!... �Qué es eso?... �No faltaba más! Quieres que te...

     ANDRÉS. -(Aparte.) �Es mucha situación la mía!... �Voto a!...

     PROTASIO. -Usted, señorita, no tenga cuidado...; irá en el coche con una persona de toda confianza...

     TERESA. -(Aparte a ANDRÉS.) �Dios mío!... �Qué hacemos?...

     ANDRÉS. -�Nada: yo me voy contigo!

     PROTASIO. -(Oyéndolo.) �Hola! �Yo me voy contigo...� �Qué lenguaje es ese..., infame?

     ANDRÉS. -(Aparte.) �Estoy en un potro!

     PROTASIO. -�Aún levanta el gallo!... �Pícaro!... Con una mujer como un sol... y ya... �Qué horror!... �Qué escándalo! Venga usted, señorita..., vamos a disponer la marcha. �Hola! �hola!... �Yo me voy contigo...� �Tunante!...

Escena XV

D. ANDRÉS.

     �Y qué hago yo ahora?... �Me va a separar de mi mujer!... �Ese Luis tiene la culpa..., el infierno lo ha traído aquí!... �Yo pierdo la cabeza!...

Escena XVI

ADELA, D. ANDRÉS.

     ADELA. -�Ay, Andrés!... �No sabe usted lo que me pasa!... �Estoy afligida!...

     ANDRÉS. -�Y yo desesperado!

     ADELA. -�No sabe usted a lo que me he expuesto por mi condescendencia! �No ha notado usted la conmoción de ese joven?...

     ANDRÉS. -�Sí!... �Estamos perdidos!...

     ADELA. -�Cómo! �Se ha descubierto el secreto?

     ANDRÉS. -No; �pero figúrese usted que ese maldito de Luis se ha empeñado en casarse con mi mujer!

     ADELA. -�Es posible?

     ANDRÉS. -Está enamorado, perdido..., hace mil locuras...

     ADELA. -�Ah, traidor!... �Pérfido!...

     ANDRÉS. -Pero oiga usted...

     ADELA. -�Es una infamia!... �Una villanía!...

     ANDRÉS. -�Vamos!... �Todos aquí se han vuelto locos!... Pero advierta usted...

     ADELA. -�Confieso que las apariencias me condenaban...; pero no tendría mucho amor, cuando ha podido resolverse tan pronto!

     ANDRÉS. -�Estamos frescos!... �Pero y mi mujer?... �Dios mío!... �Si la habrá despachado ya!... �Voy tras ella!...

Escena XVII

ADELA.

     �Tonta de mí!... Yo creía que su turbación era señal de que aún me amaba... �Pero no!... Él no deseaba más que un pretexto, y ya lo ha hallado. �Después de tantos juramentos!... �Ingrato!... �Villano!...

Escena XVIII

D. LUIS, ADELA.

     ADELA. -(Aparte.) Aquí viene..., no quiero desengañarle...; veamos antes si trata de justificarse.

     LUIS. -(Aparte.) �Ea, firmeza! �Sangre fría! Yo no la amo ya... �Y qué linda es! �Cómo en un cuerpo tan hermoso puede caber un corazón tan falso!

     ADELA. -�Hola!... �Es usted, caballero?

     LUIS. -Sí, señora.

     ADELA. -�Se aleja usted ya del nuevo objeto de su amor?

     LUIS. -No, señora, nada de eso: creí encontrarlo aquí.

     ADELA. -�Ya! �Parece que la ama usted mucho!

     LUIS. -�Con delirio, señora!

     ADELA. -�Qué pasión tan repentina!

     LUIS. -�Pero qué verdadera!

     ADELA. -�Y me han dicho que se casa usted?

     LUIS. -Han dicho la verdad; sí, señora, me caso.

     ADELA. -�Muy pronto?

     LUIS. -No tanto como yo deseo.

     ADELA. -�Y esa boda se hace?...

     LUIS. -Por amor, señora, por amor.

     ADELA. -Deseo que le proporcione a usted toda la felicidad que se merece.

     LUIS. -Muchas gracias. Y una vez que me desea usted tanto bien, permítame usted que me atreva a pedirle un favor.

     ADELA. -�Un favor?... Hable usted.

     LUIS. -Usted conoce a la mujer que yo amo.

     ADELA. -Es mi mejor amiga.

     LUIS. -En eso me fundo para pedir a usted que la hable por mí...; dígale usted que mi único anhelo es hacerla dichosa.

     ADELA. -Así lo haré.

     LUIS. -�Dígale usted sobre todo..., y nadie mejor que usted puede decirlo, que mi corazón sabe amar con firmeza; que si algún día me engaña..., destruirá la felicidad de mi vida..., y la destruirá para siempre!

     ADELA. -Muy bien: la diré todo eso..., y también la diré lo fiel que es usted, el esfuerzo que le cuesta romper los primeros lazos, y el trabajo con que forma usted otros nuevos.

     LUIS. -Pero se me figura que dice usted eso con ironía.

     ADELA. -�Qué disparate! No, señor. �Y no quiere usted que le diga más?

     LUIS. -No, señora: usted podrá añadir lo que le sugiera la buena opinión que debe usted tener de mí.

     ADELA. -Pues bien: sí, señor; añadiré que es usted el hombre más mudable, más inconstante, más injusto..., que no teme usted destrozar un corazón después de seducirlo, y que se burla usted de promesas y juramentos.

     LUIS. -Ese es un cargo que no esperaba oír de su boca de usted. �Quién, sino usted, ha violado esos juramentos?

     ADELA. -�Yo?

     LUIS. -�Usted, claro está!

     ADELA. -No lo veo yo tan claro.

     LUIS. -�Cómo! Cuando llego y la hallo a usted casada, �se atreve usted a decirme que no es infiel?

     ADELA. -Sí, señor, me atrevo.

     LUIS. -�Señora..., eso es querer decir!... En fin, usted es mujer de Andrés.

     ADELA. -�Y si no lo fuera?

     LUIS. -�Si no lo fuera usted!... �Cielos, qué sospecha! �Pero no..., usted quiere burlarse..., abusar del imperio que aún conserva en mi débil corazón!

     ADELA. -(Con agitación.) �Ah!... �No puedo más! La mujer de Andrés es Teresa..., yo no estoy casada..., y sólo por contribuir a la dicha de ambos, he consentido en pasar aquí por la sobrina de D. Protasio.

     LUIS. -�Cómo!... �Es posible?...

     ADELA. -Yo me había propuesto hacer el papel de una aturdida por disgustar al tío; pero su presencia de usted ha desconcertado mi plan.

     LUIS. -(Echándose a sus pies.) �Oh, Adela!... �Mujer encantadora..., ángel del cielo..., mírame a tus pies!... Perdóname un instante de error... �La desesperación de perderte me tenía loco!

     ADELA. -�Ah, Luis!... �Qué peso ha quitado usted de mi corazón!

Escena XIX

D. LUIS, D. PROTASIO, ADELA.

     PROTASIO. -�Anda, anda!... �Me alegro! �Otro contrabando!

     LUIS. -�D. Protasio!...

     ADELA. -�Cielos!

     PROTASIO. -�El marido por un lado y la mujer por otro!

     LUIS. -(Aparte.) Vuelvo a hacer mi papel.

     PROTASIO. -Dígame usted, señor filósofo, �la estaba usted enseñando alguna tesis, o algún curso de moral?... Y la señora sobrina parece que se va formando en su escuela. �Qué es esto, señor!... �En una casa honrada!... �A la vista del retrato de una señora que no se deslizó una sola vez en sesenta y cinco años!

     ADELA. -�Vamos, tío!... �Que se alborota usted por nada!...

     PROTASIO. -�Cómo por nada..., y he visto al señor a tus pies!...

     ADELA. -�Y qué?... �Qué tiene de particular que un hombre esté a los pies de una mujer bonita? �No lo ha visto usted eso nunca, querido tío?

     PROTASIO. -�Jesús!... �Jesús!... �Qué lenguaje!... Señora, usted está casada..., y si yo se lo cuento a su marido...

     ADELA. -�A Andresito? Vaya usted, vaya usted a contárselo, que no le dirá nada nuevo. Libertad completa es nuestra divisa: él no me molesta, yo no le incomodo, y así estamos siempre de acuerdo.

     PROTASIO. -�Qué horror!... �La ingenuidad del vicio!... �Qué principios!... �Qué depravación!

     LUIS. -�Estoy indignado!

     PROTASIO. -�Calla!... �Usted ahora?... �Buena boda hemos hecho!... �Buena pareja!...

     ADELA. -No se altere usted, tío, que le va a dar un mal.

     PROTASIO. -�Se ríe usted de mí, señorita?...

     LUIS. -�Qué atrocidad!

     ADELA. -Vamos, Sr. D. Luis, serénese usted... Adiós, tío... Usted no conoce los usos del gran mundo..., yo me obligo a domesticarle... y espero que en breve seremos amigos. Luisito, que le espero a usted..., no tarde usted en venir.

Escena XX

D. LUIS, D. PROTASIO.

     PROTASIO. -�Uf!... �Yo me ahogo!... �A mí me va a dar algo!

     LUIS. -�Yo estoy estupefacto!...

     PROTASIO. -�A los dos días de casados!... �Qué será cuando lleven un año!

     LUIS. -�Es mucha conducta!...

     PROTASIO. -�Y usted que aborrecía a las mujeres!...

     LUIS. -�Y qué quiere usted!... �He sido seducido!... �El hombre más grande tiene un momento de debilidad!... Pero ya estoy arrepentido, y le juro a usted que no siento hacia su sobrina el menor afecto que pueda reprobar el honor.

     PROTASIO. -�A otro perro!... �Ya no me fío!... �No se avergüenza usted?... Una mujer casada...

     LUIS. -Para probarle a usted que no pienso ya en la mujer de Andrés, hoy mismo me caso con su amiga.

     PROTASIO. -�Con su amiga?

     LUIS. -Sí, señor, con la que la acompaña.

     PROTASIO. -�Se casa usted?

     LUIS. -Hoy mismo.

     PROTASIO. -�Otra que tal! �Hombre... hombre... mire usted lo que va a hacer!... �Conoce usted bien a esa joven?

     LUIS. -�Mucho!

     PROTASIO. -Es que..., yo puedo decirle a usted algo de ella.

     LUIS. -�Nada, nada!... Lo he reflexionado bien.

     PROTASIO. -Es que yo no puedo permitir que sea usted engañado por esa joven.

     LUIS. -�No tenga usted cuidado por eso!

     PROTASIO. -Es que..., le diré a usted que la he encontrado aquí mismo...

     LUIS. -�Es un error!

     PROTASIO. -La he visto con mis propios ojos...

     LUIS. -�Es una ilusión!

     PROTASIO. -�Dale!... Es que quiero que sepa usted...

     LUIS. -Lo sé todo.

     PROTASIO. -�Huy! �Qué testarudo!... Es que le pondrá a usted los...

     LUIS. -No importa..., yo cargo con todo.

     PROTASIO. -Adelante... Sobre gustos no hay disputas. Cásese usted, cásese usted con la amiga de mi sobrina..., o de mi sobrino. (Aparte.) �Mejor! Así se arregla todo sin ruido. -En casa tengo el escribano..., vaya usted a buscarlo..., cásese usted..., pero con la condición de que ahora mismo se marcha usted de casa con su mujer.

     LUIS. -�Que nos marchemos?

     PROTASIO. -Lo siento; pero, amigo, la paz de la familia..., la moral..., el honor..., exigen que se marchen ustedes. No digo más..., ya puede usted entenderme.

     LUIS. -Corriente; nos marcharemos.

     PROTASIO. -Ya he mandado enganchar las mulas al coche... Conque váyase usted con ella, váyase usted con ella.

     LUIS. -�Ah, Sr. D. Protasio!..., �cuántos favores!...

     PROTASIO. -Bien está, bien..., váyase usted.

     LUIS. -Es usted un señor admirable... �Antes de marchar, déjeme usted que le abrace..., que le estreche..., que le estruje... con toda mi alma... y mi corazón!...

     PROTASIO. -�Eh!... �Que me ahoga usted!... �Basta!... �Llévele el diablo con sus abrazos y sus cumplimientos!

Escena XXI

D. PROTASIO.

     En medio de la cólera que tengo..., me hace reír este majadero... �Él cree que ha encontrado un tesoro de virtud!... �Es particular!... Los que peor hablan de las mujeres son los que caen más pronto. Yo le he dicho lo que debía...; pero él se empeña... �Con su pan se lo coma! Aquí viene el bribón de mi sobrino.

Escena XXII

D. PROTASIO, D. ANDRÉS.

     ANDRÉS. -�Tío, tío!... �Qué ha hecho usted de Teresa?... �Dónde está?

     PROTASIO. -�Libertino!... �Aún te atreves a hablarme de ella!... Pero ya he puesto yo remedio: no la volverás a ver.

     ANDRÉS. -�Dios mío! �Se ha marchado ya?

     PROTASIO. -(Ap.) Quiero quitarle toda esperanza. -Ya está andando camino de Madrid.

     ANDRÉS. -�Cielos!... �Qué ha hecho usted?...

     PROTASIO. -Tranquilízate; va bien acompañada: el D. Luisito va con ella.

     ANDRÉS. -�Cómo! �Luis va con mi mujer?... �Tío, tío..., usted me ha robado mi mujer!

     PROTASIO. -�Tu mujer!... �Qué farándula es esa?

     ANDRÉS. -�Sí, señor, mi mujer!... Y Luis está enamorado de ella.

     PROTASIO. -�Cómo lo sabes?

     ANDRÉS. -Él mismo me lo ha dicho. Sepa usted...

Escena XXIII

D. LUIS, ADELA, TERESA, D. PROTASIO, D. ANDRÉS.

     LUIS. -Sr. D. Protasio, antes de marchar, quiero tener el gusto de presentarle a usted a mi esposa.

     ANDRÉS. -�Qué oigo!

     LUIS. -Adela, da las gracias al señor por las bondades que ha usado contigo.

     PROTASIO. -�Su esposa!... �Qué diablos quiere decir esto?

     LUIS. -Sí, señor, mi esposa. �No me ha dicho usted que llamase al escribano para firmar el contrato?

     ANDRÉS. -�Cómo, tío!... Usted los ha casado... �Ah, usted me vuelve la vida!...

     PROTASIO. -�Y ahora éste me da las gracias porque he casado a su mujer con otro!... �Todos se han vuelto locos!..., �o qué significa esto?...

     LUIS. -Yo se lo diré a usted. Que Adela se prestó a pasar por su sobrina; pero que no lo es.

     PROTASIO. -�Cómo que no?

     ADELA. -Como que no.

     LUIS. -Su verdadera sobrina es Teresita.

     PROTASIO. -�Calla!...

     TERESA. -(Aparte.) �Yo tiemblo!

     LUIS. -�Podía usted creer otra cosa de mis principios?..., �de mi moral?... �Yo seducir a la mujer de mi amigo!..., �yo!..., �un filósofo!... �No, señor! �No!

     PROTASIO. -Conque es decir que Andresito...

     LUIS. -�Es culpable, sí!..., culpable de una superchería..., de un subterfugio. Pero, Sr. D. Protasio, la juventud tiene deslices..., la humanidad debilidades..., la inexperiencia errores. �Qué sería de los hombres si la indulgencia, perdonando las injurias!...

     PROTASIO. -�Eh! Déjese usted ahora de filosofías...

     LUIS. -El resultado es que no ha habido insulto a las buenas costumbres...

     ADELA. -Ni a la decencia...

     ANDRÉS. -Ni a la fidelidad conyugal.

     PROTASIO. -Es verdad, a nadie, a nadie..., más que a mí, que me habéis engañado como a un chino.

                                                                            
   Pero en fin, ya que es preciso
vuestra falta perdonar,
tratemos de redactar
las papeletas de aviso.
ADELA. En estilo muy conciso
lo haré yo sin dilación.
(Al público.) Damos parte a la reunión
de esta boda improvisada,
esperando una palmada
en señal de aprobación.

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