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Véanse en el catálogo desde el número 132 hasta el 139, desde el 142 hasta el 145, y además los números 147 y 150. (N. del A.)

 

62

Véanse en el catálogo los números 155, 157, 158, 159, 160, 164, 165, 166 y 167. (N. del A.)

 

63

Véanse los números 140, 141, 146, 148 y 149 del catálogo. (N. del A.)

 

64

Véanse los números 161, 162 y 163 del catálogo. (N. del A.)

 

65

Véase el número 151 hasta el 154. (N. del A.)

 

66

Véase el número 122 del catálogo. (N. del A.)

 

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Las compañías cómicas se detenían en Madrid y en las demás poblaciones considerables, según el acogimiento que les hacían y el caudal de piezas que llevaban. Arrendaban para esto algunos patios o corrales, y en ellos armaban sus tablados y disponían los asientos para el concurso. El nombre de patio y corral llegó a ser sin ánimo de teatro. Aún dura en los modernos la denominación que se dio en lo antiguo a las tablas, patio, gradas, corredorcillo, aposentos, barandilla, degolladero, cazuela y alojeros. La que hoy es luneta se llamó al principio bancos, y la parte alta que hoy es tertulia y palcos terceros se llamó desvanes, porque en efecto lo eran.

Luis Quiñones de Benavente dijo en una de sus loas:

LORENZO
Piedad, ingeniosos bancos.
CINTOR
Perdón, nobles aposentos.
LINARES
Favor, belicosas gradas.
BERNARDO
Quietud, desvanes tremendos.
PINELO
Atención, mis barandillas.
PIÑERO
Carísimos mosqueteros,
granujas del auditorio,
defensa, ayuda, silencio.
LORENZO
Damas en quien dignamente
cifro su hermosura el cielo.
INÉS
Así el abril de los años
sea en vosotras eterno,
y que el tiempo que tenéis
no se sepa en ningún tiempo.
MARGARITA
Que piadosas y corteses
pongáis perpetuo silencio.
INÉS
A las llaves y a los pitos,
silva de varios sucesos.

En el año de 1568 se representaba en un corral de la Puerta del Sol, en otro de la calle del Príncipe, propio de Isabel Pacheco, y en otro de la misma calle de un N. Barquillos. Después hubo comedias en otro de la calle del Lobo, de quien era dueño Cristóbal de la Puente. Hubo también otro corral llamado de la Valdivieso, en que algunas veces se representó. En el año de 1579 y en el de 1582 establecieron las cofradías de la Pasión y Soledad dos corrales: el primero en la calle de la Cruz, y el segundo en la del Príncipe. Estos mismos son los que transformados ya en teatros conservan todavía el uso, el sitio y el nombre. Pellicer en su tratado sobre el Origen de la comedia y del histrionismo en España, tomo I, recogió varias noticias curiosas acerca de los teatros materiales de Madrid. (N. del A.)

 

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El crecido número de las composiciones dramáticas de Lope de Vega no es una tradición oscura: está apoyada en testimonios irrecusables. Véanse aquí reunidos algunos de ellos.

En el año de 1603 corrían ya impresas trescientas treinta y seis comedias suyas, de las cuales puso una lista en su obra intitulada El Peregrino, y allí mismo dijo que sin hacer mención de los autos y de algunas comedias que no se acordaba, llevaba ya compuestas cuatrocientas sesenta y dos. En el Arte nuevo de hacer comedias, publicado en 1609, dijo que tenía escritas cuatrocientas ochenta y tres. Francisco Pacheco en el discurso que imprimió en el mismo año de 1609 sobre el retrato de Lope, afirmó que las comedias de aquel poeta llegaban a quinientas. Cervantes en el prólogo de las suyas, dadas a luz en 1615, dijo que Lope, llevaba escritas más de ochocientas. Dedicando el mismo Lope a su hijo la comedia de El verdadero amante, en el año de 1620, le dice que había compuesto ya novecientas. En el prólogo a la vigésima parte de ellas, impreso en 1627, asegura tener ya escritas mil setenta. En la Égloga a Claudio, escrita antes del año de 1632, dice Lope hablando de sus comedias que hasta entonces había hecho mil quinientas.

Juan Bodino en su epístola latina dirigida a León Allacci en el año 1636, muerto ya Lope, le atribuye mil quinientas. Fernando Cardoso en la oración fúnebre de aquel poeta fija el número de sus comedias en mil quinientas. El P. Mtro. Avalos en su elogio de Lope dice que había escrito mil setecientas. El licenciado Antonio de Leda en su poema intitulado El Fénix mantuano, alabando a Lope, le reconoce por autor de mil ochocientas. E caballero Juan Bautista Marino dijo en el panegírico de Lope que había compuesto dos mil. D. Juan Antonio de la Peña en la dedicatoria de su égloga elegíaca intitula, a Belardo dice que Lope escribió mil seiscientas comedias, y en el prólogo que precede a la misma obra dice que fueron sus comedias mil seiscientas, y los autos sacramentales más de doscientos, que es decir, le atribuye mil ochocientas obras de teatro. El doctor Juan Pérez de Montalbán, testigo de toda excepción, en su libro intitulado Para todos, dice de Lope que en el año de 1632 llevaba impresos veinte tomos de comedias, y mil quinientas que se habían representado, sin contar los autos. El mismo en la Fama póstuma de Lope dice que las comedias que se habían representado de aquel autor llegaban a mil ochocientas, y que pasaban de cuatrocientos los autos sacramentales, en todo dos mil doscientas piezas dramáticas. D. Nicolás Antonio, en vista de tales aserciones dadas por íntimos amigos de Lope, publicadas en el mismo año que murió, no desmentidas por ninguno de los muchos émulos que tuvo, y que el mismo D. Nicolás Antonio pudo verificar por los informes de las que alcanzaron los últimos años de Lope de Vega, y más que todo por las mismas obras que entonces debían existir, no dudó asegurar en su Biblioteca que aquel poeta había compuesto mil ochocientas comedias y cuatrocientos autos sacramentales. (N. del A.)

 

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El prólogo que puso D. Blas Nasarre a las comedias de Cervantes contiene excelentes doctrinas acerca del arte dramática; pero aquel literato se dejó llevar muchas veces de sus propias imaginaciones, de un espíritu de patriotismo mal entendido, y de un empeño no disculpable en desacreditar a Lope y Calderón, suponiéndolos corruptores de nuestro teatro, como si le hubieran hallado menos defectuoso, como si alguno de sus contemporáneos hubiera escrito con mayor acierto. Véanse aquí los errores que me han parecido más notables en el citado prólogo, relativos a nuestra historia literaria y a otras materias de buen gusto y discernimiento crítico.

«Los árabes y moros fueron excelentes en las representaciones dramáticas. -Los trovadores provenzales fueron los primeros que escribieron comedias. -En las obras poéticas de Alfonso el Sabio, en las de Gonzalo de Berceo y romances antiguos se conservan testimonios auténticos de nuestras composiciones teatrales, con muchos siglos de anterioridad a las piadosas farsas de los italianos y franceses. -Los peregrinos que iban a Santiago cantaban y representaban al vivo los misterios de la religión y las historias sagradas, de cuya costumbre quedaron las relaciones de ciegos y los autos sacramentales. -Cervantes compuso sus comedias con la misma idea que el Quijote, haciéndolas de intento desarregladas y llenas de desatinos a fin de purgar del mal gusto y mala moral el teatro. -Cuando Lope empezó a escribir, eran ya las comedias adultas y perfectas, y él las volvió a las mantillas. -Calderón fue el segundo corruptor del teatro. -Molière puso en la escena algunas de las comedias de este autor, que tuvieron y tienen mucho aplauso y aprobación entre los franceses. -Guillén de Castro, Rojas y Solís guardaron la moderación que pide el estilo de las comedias. -Tenemos mayor número de comedias perfectas y según arte que los franceses, italianos e ingleses juntos. -Tenemos comedias ajustadísimas a la razón y al arte, que en nada son inferiores a las de Molière, Wicherley, Maffei y Riccoboni. -D. Esteban Manuel de Villegas es comparable a los mejores poetas griegos».

Si me preguntasen mi opinión acerca de los artículos precedentes, respondería sin peligro de ser desmentido: todo es falso. (N. del A.)

 

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Estas indecentes expresiones y otra bajas y soeces que se leen en las piezas de la presente colección, no se sufrirían hoy en nuestros teatros; pero aquí no pudieron omitirse, habiéndose de dar la verdadera y puntual idea de nuestra dramática en sus principios, y de manifestar los pasos por donde fue subiendo desde su rudeza primitiva hasta el estado de cultura y gala en que la puso el famoso Lope de Vega. (N. de la Academia.)