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Pegú o Perú: espacio imaginario y espacio real en «El nuevo rey Gallinato» de Claramonte

Miguel Zugasti



«Nada hay tan desconocido en el terreno de la historia como los hechos sucedidos en el extremo oriental de Asia. Su apartamiento excesivo de los principales núcleos humanos [...] ha sido causa del casi absoluto desconocimiento de la historia de aquellos países».


Xavier Dusmet de Arizcun, Dos grandes aventureros españoles del siglo XVI, p. 8.                









Un poco de historia camboyana

Hacia el año 1593 el rey de Siam (Tailandia), Naresuen, decide invadir Camboya. El rey camboyano Prauncar Langara (Paramaraja IV o Sattha) envía a Manila a un hombre suyo de confianza, el portugués Diego Belloso, en calidad de embajador, ofreciendo a los españoles la amistad de su reino y solicitándoles ayuda militar. El gobernador de Filipinas. Gómez Pérez Dasmariñas, acepta los presentes de la embajada (dos elefantes) pero le da una respuesta vaga: agradece su amistad, le regala un caballo y algunas esmeraldas y en cuanto al socorro militar, le da largas. Diego Belloso navega de regreso a Camboya y lleca a su capital (Churdurnuco1) más o menos cuando los siameses la están invadiendo y saqueando. El rey de Siam apresa a varios camboyanos principales y al puñado de portugueses y españoles que allí se encontraban, mientras que el rey de Camboya y parte de su familia consiguieron huir hasta el vecino reino de Laos. Tras esto, los siameses, hostigados en su propio territorio por el reino de Pegú (sur de Birmania), retornan a sus fronteras con el botín, pero lo hacen en dos grupos: por mar en un junco, con algunos presos camboyanos, otros chinos, un español (Blas Ruiz de Hernán González) y dos portugueses (Pantaleón Carnero y Antonio Machado), y por tierra el resto, yendo entre sus prisioneros el ya conocido Diego Belloso.

Los hispanos que iban en el junco, aliados con los chinos, se amotinaron contra la guardia siamesa y tomaron el control de la nave; poco después también se pelearon entre sí chinos y occidentales, ganando estos últimos (aunque eran minoría) y variando la travesía: en vez de seguir rumbo a Siam viraron hacia Manila, adonde arribaron en jumo de 1594. El incidente llega a oídos de Naresuen, el rey siamés y, temiendo que los españoles pudieran perjudicarle si luchaban contra él, libera a Diego Belloso y lo nombra embajador suyo, mandándolo también a Manila (1595). Aquí, el nuevo gobernador de Filipinas era Luis Pérez Dasmariñas (hijo de Gómez Pérez Dasmariñas, muerto en 1593 en la campaña de las Molucas), quien, tras contrastar todas las informaciones, tuvo que decidir si España intervenía o no en el conflicto. Sobre este particular había pareceres opuestos: unos opinaban que las guerras entre Camboya, Siam y Pegú no incumbían a España y que tomar parte en ellas con una poderosa armada era demasiado arriesgado, pues se desguarnecía sobremanera la plaza de Manila; otros abogaban por la inmediata participación en apoyo del rey camboyano, de donde derivaría el asentamiento del imperio español en Camboya y la propagación del cristianismo por una tierra que parecía propicia para ello, idea esta última sostenida con énfasis por los dominicos. Luis Pérez Dasmariñas se decantó por la segunda opción, aunque -atendiendo a la postura de los no intervencionistas- sólo proveyó una armada de tres embarcaciones con unos 120 soldados castellanos, algún indio filipino y algún japonés, todos ellos bajo las órdenes del capitán Juan Juárez Gallinato.

La expedición salió de Manila el 19 de enero de 1596; Gallinato comandaba la nave principal (una fragata) y Blas Ruiz y Diego Belloso sendos juncos. Los misioneros dominicos embarcados fueron el P. Alonso Jiménez y el P. Diego de Aduarte. Entre los soldados españoles destacan nombres como Pedro Sevil, Jaque de los Ríos o Pablo Garrucho, quienes luego jugarían un papel importante trasladando a la corte española noticias frescas de tales sucesos. Un gran temporal separa a unos de otros de forma imprevista: Gallinato se queda en la costa de Singapur, Belloso en la de Camboya y Blas Ruiz llega al reino vecino de Champá (sur de Vietnam). Belloso asciende por el río Mekong hasta la capital de Camboya, Churdumuco, adonde llegará después Blas Ruiz. Recuérdese que el legítimo rey camboyano, Prauncar Langara, había huido a Laos durante la guerra con Siam, encontrándose ahora los españoles con un nuevo rey, Ram I2, que se había alzado con el poder desde 1594. En los dos años breves que llevaba este monarca en el trono había trasladado la corte a la ciudad de Sistor (Srei Santhor) y había lanzado una campaña conquistadora contra el reino de Champá. La mutua desconfianza entre el rey Ram I y los españoles, aderezada con otros conflictos entre estos últimos y varios mercaderes chinos, arruinó cualquier intento de acercamiento diplomático y provocó un baño de sangre. Así, en mayo de 1596, Diego Belloso, Blas Ruiz y los suyos entraron con nocturnidad y por la fuerza en palacio y, aprovechando que el ejército principal había marchado a Champá, sometieron a la guardia y mataron al rey. Aunque los camboyanos los persiguieron, lograron huir con vida desde Sistor hasta Churdumuco, donde retomaron sus barcos.

En ese momento y lugar es cuando Diego Belloso y Blas Ruiz, que habían actuado por iniciativa propia, se encuentran con Gallinato, quien reaparece ahora tras reponerse de los efectos del huracán. Gallinato era el jefe de la expedición y sus dos compañeros le instan a que aproveche la coyuntura y prosiga la conquista de Camboya, a lo que él se opone tajantemente, generando gran descontento y abundantes rumores entre las filas españolas. Gallinato ejerce su liderazgo y ordena descender por el Mekong, hacerse con bastimentos y navegar hasta Cochinchina (este de Vietnam). Una vez allí, él permanece junto a las embarcaciones y Diego Belloso y Blas Ruiz van por tierra a Laos para informar de los recientes acontecimientos al legítimo rey camboyano, fugitivo en Laos, recuérdese, desde 1594. Ambos se encuentran con que el rey Prauncar Langara (Paramaraja IV) ha muerto y ponen las miras en su hijo Apram Langara (Paramaraja V), a quien convencen para que acceda al poder. Muchos camboyanos apoyan también a este rey legítimo y entre todos le reponen en el trono; Apram Langara premia con largueza a Diego Belloso y Blas Ruiz: al primero lo casa con una prima suya y a ambos les nombra chofas (gobernadores) de las provincias o reinos de Bapano y Tran. Mientras esto ocurre, Gallinato con la mayoría de los soldados españoles inicia el regreso a Filipinas; tras varios incidentes bélicos en Singapur y Sumatra, y tras una larga escala en Malaca, llegan a Manila a mediados de 1597.

Con estos avatares se aviva entre los españoles afincados en Filipinas el afán por conquistar y cristianizar Camboya. Llega a Manila una nueva embajada camboyana pidiendo refuerzos y misioneros; se manda una segunda expedición formada por tres fragatas y encabezada por Luis Pérez Dasmariñas (1598), pero de nuevo una tormenta hace perder los barcos y sólo se salvan el general y unos pocos hombres, tras penalidades sin cuento. Aún habría ánimos para organizar una tercera armada hacia Camboya, capitaneada por Luis Ortiz del Castillo y Luis de Villatane (1598), pero las cosas camboyanas cambiaban día a día y los europeos ya no fueron recibidos como aliados sino como invasores: un jefe malayo, Ocuña Lacasamana (Laksmana), acaba con todos los aventureros occidentales, incluidos los conocidos Diego Belloso y Blas Ruiz, así como con el joven rey de Camboya, Apram Langara (1599). Un tío suyo subirá al trono, también por un breve período de dos años escasos (el rey Paramaraja VI3), pero tras este desastre los españoles ya no vuelven a intervenir directamente en los asuntos camboyanos4.




Noticias de los sucesos de Camboya en la corte española

Tal catarata de acontecimientos no tardó en llegar a oídos de la corte española por variados modos:

  1. Por vía oral, de boca de soldados y misioneros participantes en la primera campaña, la liderada por Juan Juárez Gallinato, y que habían conseguido regresar a España.
  2. A través de cartas y memoriales manuscritos dirigidos al rey Felipe III instándole a que prepare una potente armada y acometa en serio la conquista del sureste asiático: Pegú, Siam, Camboya, Champa, Laos, Cochinchina..., esto es, las Indias Orientales para los hombres del XVII, lo que siglos más tarde se conocería como la Indochina francesa.
  3. A través de la impresión de crónicas y relaciones de sucesos referentes a Camboya y Gallinato que divulgaban las riquezas de esa tierra, los hechos heroicos de los primeros españoles que la pisaron y las amplias expectativas de cristianización que se abrían.

En este último apartado destaca, por su antigüedad, el franciscano Marcelo de Ribadeneira y su Historia de las Islas del Archipiélago y reinos de la Gran China, Tartaria, Cuchinchina, Malaca, Sian, Camboya y Jappón (Barcelona, en la imprenta de Gabriel Graells y Giraldo Dotil, 1601). El P. Ribadeneira trata de Camboya en el libro II, capítulo 26, pero muy sucintamente y sin dar demasiados nombres propios: se omite por ejemplo el que ahora más nos interesa de Juan Juárez Gallinato: este autor no fue testigo de los hechos y los refiere por testimonios «de otras personas que habían estado en aquel reino»5. Mayor importancia tiene el dominico Gabriel de San Antonio y su Breve y verdadera relación de los sucesos del reino de Camboya (Valladolid, Pedro Lasso, 1604), cuyo escrito no pasó desapercibido en los mentideros de la corte, que por esos años (1601-1607) estuvo ubicada en tierras vallisoletanas. El P. San Antonio es un firme defensor de la intervención española en Camboya y su crónica apunta al fin último de convencer a Felipe III de su necesaria conquista y colonización. Algo posterior es el libro del doctor Antonio de Morga, Sucesos de las Islas Filipinas (México, Gerónimo Balli, 1609), quien aborda muy por extenso la presencia española en la zona que nos ocupa. Del mismo año es la Conquista de las Islas Malucas (Madrid, Alonso Martín, 1609) de Bartolomé Leonardo de Argensola, el cual acomete los sucesos camboyanos en el libro VI. Un último hito historiográfico es la primera parte de la crónica escrita por el P. Diego de Aduarte, Historia de la provincia del Sancto Rosario de la Orden de Predicadores en Filippinos, Japón y China. Añadida por el P. fray Diego González (Manila, Luis Beltrán, 1640). Su particularidad radica en que el autor participó activamente en la conquista de Camboya junto a Gallinato y los demás, pero polla techa tardía del impreso ya no tuvo efectos sobre la decisión que había de adoptar Felipe III.

De todos estos autores citados el más importante, sin duda alguna, es el P. Gabriel de San Antonio. Ya en la dedicatoria al rey declara que, a la vez que él, están escribiendo sus respectivas crónicas el doctor Antonio de Morga y el capitán Andrés Lariz Durango, el primero en prosa y el segundo en verso, aunque hoy desconocemos el paradero de este último texto. Él se declara testigo presencial de los hechos que relata y su objetivo primario es que «se deshagan las tinieblas y nubes de tantas tabulas y engaños como falsamente se han publicado en Castilla de los sucesos de estas islas y reinos»6. Podemos entender la expresión «como falsamente se han publicado en Castilla» en el sentido de 'divulgar, vocear, comentar', pero también en el sentido de 'imprimir'. Esto es, digámoslo ya, en los primeros años del siglo xvii los hechos protagonizados por Gallinato y demás gentes en Camboya estaban en boca de todo el mundo tanto en España como en Portugal; eran materia de admiración, debate y hasta leyenda. El mismo autor escribe más adelante, a propósito de Gallinato, cómo éste «no era rey ni casado con la hija del rey de Camboya, como falsamente le fingen en Castilla, aunque pudo granjear los reinos referidos para la corona de vuestra majestad»7.

¿A qué está aludiendo aquí el P. San Antonio?, ¿de qué rey Gallinato habla? No puede referirse a las breves páginas dedicadas al caso por el P. Ribadeneira, quien ni siquiera nombra a Gallinato, así que por fuerza ha de aludir a los comentarios y rumores divulgados en la corte sobre el caso, o quizás a alguna relación de sucesos que tuvo la fortuna de imprimirse en hojas volanderas o pliegos sueltos que tanto circulaban de mano en mano. Es incluso probable que se refiera a ambas cosas a la vez, pues la leyenda de Gallinato corría como reguero de pólvora por la corte. Así, gracias de nuevo al inestimable testimonio del P. San Antonio, sabemos que llegaron hasta Felipe III y el Consejo de Indias varios soldados y misioneros participantes en la campaña de Camboya con cartas y memoriales, solicitando premio para sus hazañas y una decidida intervención militar y evangelizadora en la zona. He aquí algunas citas entresacadas del texto:

«Miguel Jaque de los Ríos pasó a la India Oriental, embarcó para Lisboa y últimamente vino a esta corte a dar cuenta a vuestra majestad de todo lo referido.

Vine a esta corte a tratar del remedio de la congregación de la India Oriental [...] y hallé a los capitanes Pedro Sevil y Pablo Carracho, que solicitaban la causa del reino de Camboya.

El Conde de Lemos recibió la información que el padre fray Diego Aduarte y yo le dimos de los sucesos del reino de Camboya [...] Llegaron en este tiempo a esta corte, en prosecución la jornada del remo de Camboya, el capitán Andrés Lariz Durango y el alférez Miguel Jaque de los Ríos, que es uno de los cuarenta castillas que hicieron el viaje primero al reino de Camboya.

De todo lo referido dieron noticia al Real Consejo de las Indias el padre fray Diego de Soria, que ahora es obispo de Tagayán o la Nueva Segovia, el alférez Miguel Jaque de los Ríos y los capitanes Pedro Sevil y Pablo Carrucho»8.



Podemos datar con precisión toda esta actividad en la corte vallisoletana de Felipe III durante el otoño de 1602 y meses subsiguientes. El orientalista francés Antoine Cabaton ofrece un listado de documentos españoles y portugueses relativos al tema, que refleja muy bien la intensa actividad desplegada en los despachos de palacio9: hay transcripciones de cartas y embajadas de distintos reyes camboyanos y siameses; están los memoriales emitidos por religiosos como fray Alonso Jiménez, fray Diego de Soria o fray Gregorio de la Cruz; aparecen asimismo cartas firmadas por responsables del gobierno en Manila como Antonio de Morga, Luis Pérez Dasmariñas, Francisco Tello o Pedro de Acuña; por último hay otros escritos de soldados como Diego Belloso, Hernando de los Ríos o el piloto Melchor de la Peña. A esta documentación que llegaba a la corte por correo hay que añadir los papeles que imprimían o entregaban en persona aquellos afortunados que habían logrado regresar a España: tenemos el memorial del capitán Pedro Sevil (h. 1603), quien adjunta el parecer unánime de dieciocho teólogos en pro de la conquista camboyana10; existe asimismo el memorial de otro soldado como Cristóbal Jaque de los Ríos11 (1606) y por supuesto la Breve y verdadera relación de Gabriel de San Antonio.

Todo este pulular de gentes y memoriales tenía por objetivo, recuérdese, convencer a Felipe III de la necesidad de abordar de modo sistemático la conquista de Camboya, idea que finalmente no prosperó pero que en un principio contó con el impulso del duque de Lerma y del conde de Badén, siendo nombrado este último general de una armada que nunca se formó. Con el tema en plena ebullición en los pasillos de la corte, no tardó en configurarse una leyenda sobre las posibilidades que ofrecían las Indias Orientales en general y la conquista camboyana en particular, apareciendo ya la figura de Gallinato como rey, casado además con una princesa. Esto es, muchos de los hechos acaecidos a Diego Belloso y Blas Ruiz (toma de la capital camboyana, asesinato del rey usurpador y reposición del legítimo, nombramientos de chofas o gobernadores, casamiento del primero con una dama de la familia real) fueron transferidos a Gallinato, quien, como sabemos, aunque era el jefe de la expedición fue el que menos intervino y el que ordenó la retirada de las tropas españolas de Camboya. He aquí la gran paradoja de toda la historia, pues la fama se asentó precisamente sobre un personaje que los testigos de los hechos tachan de conformista y poco beligerante. El P. Aduarte se refiere a él en estos términos:

«El mismo día que llegamos a los navíos llegó también el capitán Juan Juárez Gallinato, que no había podido llegar antes. Dijéronle los compañeros todo lo sucedido con chinas y cambojas y representáronle la gran disposición en que estaba aquel reino, así para las cosas del servicio de Dios y su conversión, como para lo temporal, que en servicio de su majestad se pretendía. Pero el capitán Gallinato mostraba no dar crédito a mucho de lo que le decían. Y lo que creía le parecía mal, quizá por no se haber él hallado en ello. Él venía con muy pocos bastimentos, y, estando la tierra alborotada, le pareció que no los había de hallar en ella, por lo cual, sin admitir razón de muchas y buenas que se le hacían para que esperase algunos días, no se pudo acabar con él. Y así salimos de allí para tomar bastimentos en Cochinchina»12.



Blas Ruiz, en carta dirigida a Antonio de Morga con fecha de 20 de julio de 1598, habla del «desamparo que Gallinato hizo a este reino, estando ya hecho el negocio; que si se siguiera, estuviera hoy la mitad por de su majestad, con justa razón; y todo él gobernado por españoles y en poder dellos, y pudiera ser que el rey cristiano y la mayor parte de su gente»13. El propio Morga en sus Sucesos de las Islas Filipinas, aunque por lo regular trata bien al capitán Juárez Gallinato, se hace eco de estos comentarios: «No faltaban muchos de los que con él venían que informaban con sentimiento la ocasión que había perdido por no haber hecho rostro ni detenerse en Camboja en tan buena coyuntura, afirmando siempre que si la hiciera se consiguiera todo lo que se había pretendido en aquel reino»14.

A pesar de esto, el hecho es que Gallinato fue el jefe de la expedición y los comentarios sobre la conquista camboyana y su persona empezaron a magnificarse y a cobrar tintes legendarios. La distancia y la rumorología popular fueron modificando la realidad a su gusto, así que tanto en España como en Portugal (por esos años ambos territorios bajo la corona de Felipe III) el apellido Gallinato se divulgó como protagonista máximo de los hechos, importando poco que se alterara su nombre (Juan Bautista, Rodrigo), su patria de origen (Canarias, Galicia, Zamora) u otros detalles mayores.

Pruebas de que esto fue así localizamos en dos curiosos textos (relaciones de sucesos) que no tardaron mucho en aparecer. El primero está escrito en portugués y se debe a la pluma de José Martino Ferreira, titulado Relação que contem os venturosos e prodigiosos successos de João Baptista Gallinato, e como veyo a ser Rey das provincias e reynos de Camboya que esta junto com o grande e potentissimo reyno de China. No he podido ver el original, pero lo cita Cabaton en su introducción al texto de Gabriel de San Antonio, añadiendo que se publicó en Lisboa en 1607, en tamaño cuarto15. El segundo texto es más raro todavía: es otra relación de sucesos que habla de la pasiflora o flor de la pasión, llamada así por las semejanzas simbólicas que se le encontraron con la Pasión de Cristo: esta vez no hay atribución de autor y se intitula Traslado de vna carta, que fue embiada de las yslas de Camboja y de Sian, tierra del rey Gallinato: de como hallaria en vnos arboles tiernos que jamas auian llenado fruto ni flor, vnas flores las quales tenian todas las insignias de la passion de Christo: la qual flor es la siguiente, y traslado que aqui va fue escrita esta relation a la corte, juntamente con la relacion vn romance ruteno y unas seguidillas en alabança de la flor, todo visto y examinado, y con licencia impresso en la corte, este año 1609. Este traslado o copia a mano se conserva manuscrito en la Houghton Library de la Universidad de Harvard, pero el título reza bien a las claras que fue impreso en la corte (Madrid) en 1609, aunque no he tenido la fortuna de localizar ningún ejemplar. De ambos textos interesa sobremanera su coincidencia en calificar a Gallinato como rey de Camboya.




Andrés de Claramonte y El nuevo rey Gallinato

En este preciso contexto hemos de situar a Andrés de Claramonte ante la ocurrencia de escribir una comedia sobre el famoso rey Gallinato. La pieza debió redactarse en esos tempranos años de 1602 o 1603, cuando el tema era actual, y consta que fue representada al menos tres veces en Salamanca (el 29 de abril, el 2 de mayo y el 13 de septiembre de 160416) por la compañía de Baltasar Pinedo, en la cual trabajaba Claramonte como actor. El nuevo rey Gallinato no tuvo la fortuna de pasar a las letras de molde, pero sí se conserva su manuscrito en un testimonio de la Biblioteca Nacional de Madrid (Ms. 1531917). Una alusión a su exitoso paso por los escenarios nos la ofrece Argensola en su Conquista de las Islas Malucas cuando, tratando de Gallinato y de su comprometida retirada de Camboya, comenta:

«Visitáronle de paz los más principales de Camboya, con los cuales usó de gran cortesía. Pudiera hacer alguna grande facción, mas viéndose con flacas fuerzas para la empresa, y ya que las cosas habían tomado otra forma y diferente estado, acordó de partirse. Contradíjolo la mayor parte de aquellos magnates, prometiéndole la corona del reino como aficionados a españoles y a dominio extranjero. De aquí nació aquella fama liviana de que Gallinato era rey de Camboya, que fue creída de muchos en España y en los teatros de ella se representó con aplauso; y fueron de parecer- personas expertas de aquellas provincias que si Gallinato abrazara la ocasión pudiera en ella apoderarse de Camboya y agregarla a la corona de España. Cartas he visto de Beloso y de Blas Ruiz para la Audiencia de Manila después de este suceso en que señalan esto mismo»18.


Tenemos, pues, ubicado a Andrés de Claramonte en los albores del siglo XVII y dispuesto a escribir una comedia de conquista indiana que se aproveche de la vulgarización del rey Gallinato. A la hora de hacerlo, ¿se documentó en las crónicas, cartas, memoriales y demás papeles que venimos citando? Todo pudiera ser, desde luego, pero dudamos mucho de que un actor como él, de vida ajetreada e itinerante, tuviera acceso completo y riguroso a este caudal de información, parte del cual era además de carácter oficial y restringido. Más bien creo que el dramaturgo murciano se inspiró en los comentarios de la calle, en lo que entonces estaba en boca de todos sobre Gallinato; y si alcanzó a ver fuentes impresas éstas serían, lo más probable, del tipo de pliegos de cordel que contuvieran una apretada y fabulosa relación de los sucesos de Camboya.

Porque lo que sorprende es la enorme libertad compositiva de que Claramonte se sirvió para construir el espacio dramático de su comedia. No aparecen Asia ni las Indias Orientales; por contra, sí nos topamos con Chile o el Perú y no lejos de ahí, con un enigmático reino de Cambox, presto para ser conquistado. ¿Qué está pasando? Pues sencillamente que a Claramonte o no le preocupaban en absoluto las precisiones geográficas, o las ignoró por completo o bien decidió que su comedia de conquistadores fuera una amalgama de Oriente y Occidente. Esto es, se ve a las claras que el dramaturgo confunde (o mezcla, sería la interpretación benévola) las Indias Orientales con las Indias Occidentales. Los hechos que se exponen son eco de los protagonizados por los españoles en las costas del índico, aunque -siguiendo los pasos de la leyenda recién creada, que viene bien para la ley de economía dramática- se omiten nombres como los de Diego Belloso o Blas Ruiz y todo se concentra en la figura de Gallinato. Así, la conquista de Camboya se transparenta en el texto en la conquista de Cambox, que como puede verse es una variante gráfica de Camboxa o Camboja, esto es, Camboya. Se dice también que este reino de Cambox está al sur del mar del Norte (acto I, v. 369), que es una tierra pródiga en oro y plata («región apacible, / de donde los cielos cuelgan / de las manos del gran dios / mil racimos de riquezas», II, vv. 68-71), con una extensión de 500 leguas de largo y 300 de ancho (II, vv. 76-79) y que dista 300 leguas del Perú (II, vv. 854-855); para mayor confusión sabemos asimismo que limita con Chile.

Hemos de convenir en que nuestro dramaturgo crea un espacio imaginario alejado del espacio real de los hechos, diferente, pero a la vez inspirado en él. A Claramonte le interesaba escribir una comedia exótica de aventuras y conquistadores de Indias y no se anduvo con distingos a la hora de intercambiar, confundir o equivocar la geografía (el espacio dramático). Lo mismo ocurre a nivel léxico, pues al lado de americanismos como tomate, cacique, caima, caimán... (u otras voces afines tipo bujío -con el sentido de 'bohío, buhío'- y guacaya), emplea el término bonzo, que significa 'sacerdote budista' y que remite al Oriente. En el plano de los personajes históricos se mezcla al capitán Gallinato y sus andanzas camboyanas con el supuesto virrey del Perú D. Juan de Velasco (en efecto, el marqués de Salinas D. Luis de Velasco que no D. Juan- fue virrey del Perú durante el período 1596-1604, justo los años en que Claramonte escribió su comedia).

Atendiendo a esta técnica de miscelánea indiscriminada y poco rigurosa en que incurre el dramaturgo a cada paso, si volvemos a la cuestión geográfica, creo que resulta verosímil la hipótesis de que Claramonte no supo ubicar bien el remo oriental del Pegú, limítrofe con el de Camboya, y simple y llanamente lo transformó en el más conocido Perú, provocando con ello la automática traslación de la peripecia desde el Oriente hacia América del Sur. Y por si quedaba alguna duda, tal desplazamiento espacial se completa con la mención del reino de Chile, conectado con la tradición araucana gracias a algunos nombres propios como el dios Ongol y los indios Tucapel, Guacol, Teucán, Guacán... (los dos primeros tomados literalmente del poema de Ercilla y los demás inspirados en él). Se recogen incluso ecos de la hazaña de Caupolicán con el madero (La Araucana, canto II, estrofas 58-59), según se aprecia en estos pasajes: «Polipolo, / hombre de espantosas fuerzas, / el cual un tronco de un árbol / con una mano sustenta» (II, vv. 140-143) y más abajo (II, vv. 3/5 y siguientes), cuando al tratar de los juegos que practican los chilenos se habla de «flecheros, carrera, lucha, / troncos que en los brazos tienen».

Esta curiosa (o fascinante, según se vea) amalgama de elementos heterogéneos ha cautivado a más de un crítico que ha visto en El nuevo rey Gallinato un buen ejemplo de modernidad y apertura hacia lo otro19, e incluso una intención de crítica social que, a mi entender, brilla por su ausencia20; por contra, desde un punto de vista más técnico de coherencia u organización dramáticas, no se puede ocultar que es una comedia mediocre que adolece de importantes fallas estructurales y de decoro, habiendo recibido juicios severos de otros críticos21. Esto no invalida el que, en años posteriores, Claramonte escribiera mejores comedias, pero al menos en los albores del siglo XVII no demuestra tener buen temple dramático ni lírico en los pasajes cantados22; es muy factible una redacción apresurada u ocasional del texto, quizás para su estreno en Zamora, ciudad de la cual se habla mucho y de la que se hace descender, ahistóricamente, al héroe Gallinato (de ahí quizás pudo pasar a representarse en la vecina Salamanca). Las inexactitudes geográficas bien pudieran ser una muestra más de esta impericia o urgencia compositiva, pero también es cierto que la comedia funciona igual fijando la acción en Oriente o en Occidente: la clave es que el espacio de Cambox remita a las Indias exóticas y lejanas, con ese doble componente de tierra repleta de maravillosos tesoros que codician los conquistadores y de lugar habitado por indios infieles que hay que cristianizar.

En realidad, sea deliberado o no, lo que se hace es crear un locum fictum irreal por el que deambula un personaje real como es Gallinato, y estructuralmente esto no es aceptable en una comedia que pretende ser histórica (la dimensión legendaria la apreciamos nosotros ahora, pero no tanto el público de la época) o que pretende asentar la fama de un héroe de carne y hueso. Porque la historicidad de los hechos dramatizados por Claramonte, al menos en los detalles más básicos, queda fuera de toda duda, según he tratado de exponer al principio de mi trabajo, en las páginas dedicadas a recordar la historia de Camboya:

1. Cambox es Camboya.

2. La hostilidad entre los reinos de Chile y Cambox se corresponde con la de Siam y Camboya.

3. La solicitud de ayuda militar a los españoles que hace el rey Guacol la hizo también el rey camboyano Prauncar Langara (Paramaraja IV).

4. La embajada que lleva el indio Guacán al Perú es reflejo de la que en su día portó Diego Belloso a Manila.

5. La intervención española en los asuntos de Camboya, bajo las órdenes de Gallinato, es por supuesto histórica.

6. Los doscientos soldados de que habla la comedia (II, v. 224) se aproximan mucho a los 120 castellanos y unos pocos indios que refieren las crónicas.

7. El asentamiento final del rey de Gambox sobre el invasor chileno gracias a la ayuda hispana es reflejo directo de la restauración del legítimo rey camboyano (Paramaraja V) que se operó por mano de Diego Belloso y Blas Ruiz, quienes derrocaron y mataron al usurpador Ram I. A este hecho y no a otro alude el siguiente pasaje:

El socorro te ofrecemos
que pediste, y ten por cierto
que a Cambox defenderemos
del rey tu contrario y, muerto,
a tu palacio traeremos.

(II, vv. 956-960)                


8. Por último la boda de Gallinato con Tipolda, merced a la cual éste se convierte en rey, sigue la estela del nombramiento de Blas Ruiz y Diego Belloso como chofas o gobernadores, así como del matrimonio efectuado entre este último y una pariente del monarca camboyano.

La autenticidad de estos datos queda, pues, contrastada, con la salvedad ya dicha de que, en su camino a España, la leyenda emergente de Gallinato (¿la única fuente del dramaturgo?) concentró los hechos de varios protagonistas en uno solo, hasta el punto de que se borran los nombres de Diego Belloso o Blas Ruiz23 y en las bocas de la gente sólo sobrevive el de Gallinato. Creo que la imprecisión espacial en que Claramonte sumerge a sus personajes (y con ellos al espectador/lector) ha generado más problemas interpretativos que otra cosa. Algún orientalista como Antoine Cabaton24 supo identificar Cambox con Camboya y al héroe Rodrigo Gallinato con Juan Juárez Calimaco; lo mismo cabe decir de la primera estudiosa seria del texto, Barbará J. Tadman, quien en su tesis doctoral (University of London, 1957) edita el texto claramontiano y aborda adecuadamente el tema, pero tal tesis no fue publicada y hoy resulta de casi imposible acceso25. Para encontrar una edición de El nuevo rey Gallinato hay que llegar al volumen de Comedias claramontianas preparado por Hernández Valcárcel en 1983. Esta investigadora hace una buena aproximación al autor, pero en el caso de la comedia que nos ocupa no atina con el tema: no se documenta la historicidad del héroe Gallinato ni la leyenda generada en torno suyo; tampoco se asocia Cambox con Camboya. La vaguedad espacial del texto, donde Cambox es reino próximo a Chile y Perú, provoca que la mirada del lector, si no está avisado por un preciso aparato de notas, se oriente de modo exclusivo hacia América y pase por alto la presencia del continente asiático. He aquí un ejemplo de creación de un locum fictum afuncional, innecesario, mal integrado en el texto, que provoca la maravilla, sí, pero la maravilla de la desorientación casi total en el lector moderno, aunque no descarto que el espectador de 1604 -ayudado por la actualidad de la leyenda sobre el rey Gallinato- sí extrajera una idea más cabal del suceso representado.






Bibliografía

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