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Libro tercero

Traducciones sagradas

En esta postrera parte van canciones sagradas, en las cuales procuré cuanto pude imitar la sencillez de su fuente y un sabor de antigüedad que en sí tienen, lleno a mi parecer de dulzura y majestad.

Y nadie debe tener por nuevos o por ajenos de la Sagrada Escritura los versos, porque, antes le son muy propios y tan antiguos, que desde el principio de la Iglesia hasta hoy los han usado en ella muchos hombres grandes en letras y en santidad, que nombrara aquí, si no temiera ser muy prolijo.

Y pluguiese a Dios que reinase esta sola poesía en nuestros oídos, y que sólo este cantar nos fuese dulce, y que en las calles y en las plazas, de noche, no sonasen otros cantares, y que en esto soltase la lengua el niño, y la doncella recogida se solazase con esto, y el oficial que trabaja aliviase su trabajo aquí. Mas ha llegado la perdición del nombre cristiano a tanta desvergüenza y soltura, que hacemos música de nuestros vicios, y no contentos con lo secreto dellos, cantamos con voces alegres nuestra confusión.

Pero esto ni es mío, ni de este lugar.

Beatus vir

    Es bienaventurado

varón el que en concilio malicioso

no anduvo descuidado,

ni el paso perezoso

detuvo del camino peligroso.
5

    Y huye de la silla

de los que mofan la virtud y al bueno;

y juntos, en gavilla,

arrojan el veneno,

que anda recogido en lengua y seno.
10

    Mas en la ley divina

pone su voluntad, su pensamiento,

cuando el día se inclina,

y el claro movimiento,

lo escuro de la noche en ella atento.
15

    Será cual verde planta,

que a las corrientes aguas asentada,

al cielo se levanta

con fruta sazonada,

de hermosas hojas siempre coronada.
20

    Será en todo dichoso,

seguro de la suerte que se muda.

No así el malo animoso,

cual si el viento sacuda

la paja de la era muy menuda.
25

    Por esto al dar la cuenta,

la causa de los malos, como vana,

caerá con grande afrenta;

allí la cortesana,

santa nación huirá de la liviana.
30

    Porque Dios el camino

sabe bien de los justos, que es su historia;

del otro desatino

de la maldad memoria

no habrá, como de baja y vil escoria.
35


Cum invocarem

    Cuando en grave dolencia

del alma te llamé, tú me escuchaste,

Dios, de la inocencia

autor, tú me ensanchaste

el corazón, que en sueño estrecho hallaste.
5

    Pues eres piadoso,

derrama sobre mí piadosos dones,

y vuelve tu amoroso

oído a mis razones,

que más son que mis culpas tus perdones.
10

    ¡Oh, hombres! ¿Hasta cuándo

tendréis el corazón endurecido,

la vanidad amando

del bien que os ha mentido,

siguiendo a rienda suelta su partido?
15

    Sabed cómo engrandece

a su amigo Dios, su voz oyendo;

mi alma favorece

luego le concediendo

cuanto en su corazón le está pidiendo.
20

    Enójeos el pecado,

y no pequéis jamás en vuestros hechos;

corregid lo pasado,

y en vuestros ricos lechos

sollozaréis en lágrimas deshechos.
25

    Un sacrificio justo

sacrificad a Dios, que es el que alcanza

perdón a todo injusto;

y tened esperanza,

que nadie se salvó sin confianza.
30

    Dicen los pecadores:

«¿Quién nos dirá dó están las cosas buenas?

¿No ven los resplandores

de mi rostro y las venas

de luz, de quien sus almas están llenas?
35

    Dísteme tu alegría,

joya que gozan solos tus privados;

mas a la compañía

de los que van errados,

frutos de vino y pan multiplicados.
40

    De paz favorecido

entre justos y santos reposando,

me quedaré adormido,

porque me estás guardando,

en confianza eterna descansando».
45


Dómine, ne in furore tuo

    No con furor sañoso

me confundas, Señor, estando airado,

ni con ceño espantoso

me castigues, tasado

cuanto merece al justo mi pecado.
5

    Mas antes sin enojo

doliéndote de mí te muestra humano;

pues a tus pies me acojo,

sáname con tu mano,

que no tiene mi cuerpo hueso sano.
10

    Mi alma está confusa

entre esperanza y miedo vacilando;

¿y dónde, Señor, se usa,

que a quien se está finando

y os llama le dejéis así? ¿Hasta cuándo?
15

    Vuelve, Señor, tu cara;

alienta aqueste espíritu afligido,

que tu clemencia rara

no atropella al caído,

ni quiere hacer justicia en el rendido.
20

    Que nadie en la agonía

se acordará de Ti sin Ti, por cierto;

y con la losa fría,

de tierra ya cubierto,

¿qué gloria puede darte un cuerpo muerto?
25

    Por esto en un gemido

las noches llevaré todas lavando

el lecho defendido,

que mancillé pecando,

mi cama con mis lágrimas bañando.
30

    La fuerza de mi llanto

de mis ojos la vista ha enflaquecido;

y de enemigos tanto

fui siempre combatido,

que estoy siempre arrugado y consumido.
35

    ¡Afuera pecadores!

¡No tengáis parte en mí los que habéis sido

de la maldad autores;

porque el Señor ha oído

el llanto de mis voces y gemido!
40

    Porque ya de mis quejas

la lamentable voz es recibida

dentro de sus orejas,

y tan bien acogida,

que luego fui librado en siendo oída.
45

    Túrbense avergonzados

todos mis enemigos grandemente;

las espaldas tornados

vuelvan confusamente,

huyendo a rienda suelta, velozmente.
50


Salvum me fac, Domine

    ¡Oh, sálvame, Señor! que no hay ya bueno,

que faltan las verdades;

    y trata aun con quien tiene dentro el seno

cada uno falsedades.

    Con labios halagüeños cada uno,
5

y con dos corazones:

    no dejes de estos labios, Dios, ninguno,

ni destos fanfarrones,

    que dicen: «prometamos largamente;

mi boca está en mi mano.
10

    ¿Qué cuesta el hablar largo, o qué viviente

me estorbará el ser vano?».

    Mas dice Dios: «Ya vengo, conmovido

de los menesterosos,

    de sus agravios dellos, del gemido
15

de los pobres llorosos,

    a serles su salud y su bonanza,

y soplo favorable».

    Y son, Señor, tus dichos sin mudanza,

y son firmeza estable.
20

    Son en hornaza plata, en fuego ardiente

mil veces apurada:

    y ansí nos librarás eternamente,

Señor, desta malvada,

    desta malvada gente, que contino
25

nos cerca a la redonda,

    y crece, porque tu saber divino

y tu grandeza honda

    les da pasar en gozo, y en convites,

y ansí se lo permites.
30


Usquequo, Domine

    ¡Dios mío!, ¿hasta cuándo

ha de durar aqueste eterno olvido,

que vas conmigo usando?

¿Hasta cuándo ofendido

de mí, tu rostro mostrarás torcido?
5

    Y entre consejos ciento,

¿hasta cuándo andaré desatinado?

¡Ay, duro y gran tormento!

¿Hasta cuándo hollado

seré del enemigo crudo, airado?
10

    Convierte ya tu cara,

aplica a mis querellas tus oídos,

¡Dios mío! y con luz clara

alumbra mis sentidos,

no sean del mortal sueño oprimidos.
15

    No pueda mi adversario

decir: «Prevalecíle en algún día».

Que si el duro contrario

viese la muerte mía,

extremos de placer y gozo haría.
20

    Mas tu misericordia,

en quien, Señor, confío, me asegura;

henchirá la victoria

mi alma de dulzura.

Yo cantaré, y diré que soy tu hechura.
25


Usquequo, Domine

   ¿Hasta cuándo, Dics bueno,

hasta cuándo estaréis de mí olvidado?

Y ese rostro sereno,

¿hasta cuándo de un lado

ha de estar para mí, triste, cuitado?
5

    ¿Hasta cuándo, pasmada,

entre varios consejos vacilando

tendré esta alma cuitada?

Y el dolor, ¿hasta cuándo

ha de estar mis entrañas traspasando?
10

    A mi enemigo airado,

¿hasta cuándo he de estar, Señor, rendido?

Ya basta lo pasado,

si vos atento oido

volvéis y rostro alegre al afligido.
15

    Si sola una centella

de vuestra luz tuviese en mi sentido,

yo quedaré con ella

tan vivo y tan lucido,

que nunca en mortal sueño esté dormido.
20

    Y ansí ni mi enemigo

se ufanará de haberme contrastado,

ni dirá que conmigo

sus fuerzas ha mostrado,

y que me deja ya domesticado.
25

    Tendrá el que mal me quiere,

si me quiere vencido, gran pujanza;

pero si yo pusiere,

Dios mío, mi esperanza

en Vos, ¿quién tomará de mí venganza?
30

    Mi corazón ya ufano,

tan próspero estará y tan victorioso,

que por tan soberano

bien, al nombre glorïoso

vuestro mil palmas cantará gozoso.
35


Diligam te, Domine

    Con todas las entrañas de mi pecho

te abrazaré, mi Dios, mi esfuerzo y vida,

mi cierta libertad y mi pertrecho,

    mi roca, donde tengo mi guarida,

mi escudo fiel, mi estoque victorioso,
5

mi torre bien murada y bastecida.

    De mil loores digno, Dios glorioso,

siempre que te llamé te tuve al lado,

opuesto al enemigo, a mí amoroso.

    De lazos de dolor me vi cercado,
10

y de espantosas olas combatido,

de mil mortales males rodeado.

    Al cielo voceé, triste, afligido;

oyérame el Señor desde su asiento;

entrada a mi querella dio en su oido.
15

    Y luego de la tierra el elemento

airado estremeció; turbó el sosiego

eterno de los montes su cimiento.

    Lanzó por las narices humo, y fuego

por la boca lanzó; turbose el día,
20

la llama entre las nubes corrió luego.

    Los cielos doblegando descendía,

calzado de tinieblas, y en ligero

caballo por los aires discurría.

    En Querubín sentado, ardiente y fiero,
25

en las alas del viento que bramaba,

volando por la tierra y mar velero;

    y de tinieblas todo se cercaba,

metido como en tienda en agua escura

de nubes celestiales, que espesaba.
30

    Y como dio señal con su luz pura,

las nubes arrancando acometieron

con rayo abrasador, con piedra dura.

    Tronó, rasgando el cielo; estremecieron

los montes, y, llamados del tronido,
35

más rayos y más piedras descendieron.

    Huyó el contrario roto, y desparcido

con tiros y con rayos redoblados,

allí queda uno muerto, allí otro herido.

    En esto, de las nubes despeñados
40

con un soplo mil ríos, hasta el centro

dejaron hecha rambla en monte, en prados.

    Lanzó desde su altura el brazo adentro

del agua, y me sacó de un mar profundo;

librome del hostil y crudo encuentro.
45

    Librome del mayor poder del mundo;

librome de otros mil perseguidores,

a cuyo brazo el mío es muy segundo.

    Dispuestos en mi daño y veladores

vinieron de improviso, y ya vencían;
50

mas socorrió con fuerzas Dios mayores.

    Ya dentro en cerco estrecho me tenían;

mi Dios abrió espacioso y largo paso,

porque mi vida y obras le aplacían.

    No se mostró en la paga corto, escaso
55

el premio; y la virtud y mi inocencia

vinieron, y su gracia al mismo paso.

    Porque perpetuamente en mi presencia

sus leyes conservé, sus santos fueros

ni por amor quebré, ni por violencia.
60

    Jamás fueron al mal mis pies ligeros;

huí todo lo que es de Dios ajeno,

no me aparté jamás de sus senderos.

    A las llanas anduve entero y bueno

delante del Señor continuamente,
65

y siempre a mi apetito puse freno.

    Y ansí correspondió perfectamente

el premio a mi justicia, a mi pureza,

que siempre ante sus ojos fue presente.

    Que cual cada uno vive, ansí tu Alteza
70

se hace con el bueno, bueno, y pío

y llano con el que usa de llaneza.

    Con el puro te apuras, Señor mío;

a cautelas, cautela; a mañas, maña;

y al desvarío pagas desvarío.
75

    En cuanto el sol rodea y la mar baña,

te muestras al humilde favorable,

y abates la altivez con ira y saña.

    Siempre lució ante mí tu luz amable,

y en mis peligros todos siempre tuve
80

de tu bondad consejo saludable.

    Por Ti traspaso el muro, que más sube;

por Ti, por los opuestos escuadrones

rompiendo victorioso y salvo anduve.

    El caso es que la regla y ley que pones
85

lo bueno es y lo puro, y ansí escuda

aquellos que le dan sus corazones.

    ¿Quién hay fuera de Ti, Señor, que acuda,

cuando la fuerza y seso desfallece?

¿Qué roca hay que asegure sin tu ayuda?
90

    Dios es el que me anima y fortalece,

el que todos mis pasos encamina,

y hace que ni caiga ni tropiece.

    Pusiste ligereza en mí vecina

al gamo; y me defiendes, colocado
95

en risco que a las nubes se avecina.

    Por Ti la espada esgrimo; tu cuidado

hace mi brazo diestro en la pelea,

y fuerte más que acero bien templado.

    Tu amparo, como escudo me rodea;
100

tu diestra me da fuerza, tu blandura

me sube a todo el bien que se desea.

    Dotaste de presteza y de soltura

mis pasos, que jamás en la carrera

doblaron por trabajo ni longura.
105

    Seguía, y alcanzaba la bandera

contraria que huía, y no tornaba

sin primero hacer matanza fiera.

    De los que destrozados derrocaba,

jamás se levantó ningún caído,
110

y con pie poderoso los hollaba.

    De fortaleza de ánimo ceñido

por Ti fui en la batalla, por Ti vino

el que se rebeló, ante mí rendido.

    Por Ti, sin corazón y sin camino,
115

huyó de mi cuchillo el enemigo;

desorden fue a su escuadra y desatino.

    Buscaban voceando algún abrigo,

y no hubo valedor; a Ti llamaron,

y ni rogado Tú les fuiste amigo.
120

    En partes menudísimas quedaron

deshechos por mi mano, como el viento,

volando, lleva el polvo, ansí volaron.

    Librástesme, Señor, del movimiento

del pueblo bandolero: a mi corona
125

sujetos allegaste pueblos ciento.

    Quien nunca vi, me sirve y me corona;

apenas le hablé, ya me obedece;

a su natural miente, a mí me abona.

    Esto hace el extraño. El que parece
130

mío, no mío ya, más extranjero,

cerrado en sus miserias vil perece.

    ¡Vívame, mi Señor, mi verdadero

peñasco, mi bendito, mi ensalzado,

mi Dios, y mi salud y gozo entero!
135

    Tú de venganzas justas has hartado

mi pecho, y no contento con vengarme,

mil gentes a mi cetro has sujetado.

    No te satisfaciste con librarme

del opresor injusto; hasta el cielo
140

te plugo sobre todos levantarme.

    Por todo el habitable y ancho suelo

celebraré tu nombre, y tus loores,

mi voz de Ti cantando alzará el vuelo.

    De Ti, que te esmeraste en dar favores
145

a tu querido Rey, a tu Mesías;

que amparas de David los sucesores,

en cuanto tras las noches van los días.


Salmo XVIII

Coeli enarrant

    Los Cielos dan pregones de tu gloria,

anuncia el estrellado tus proezas;

    los días te componen clara historia,

las noches manifiestan tus grandezas.

    No hay habla ni lenguaje tan diverso,
5

que a las voces del cielo no dé oído;

    corre su voz por todo el universo;

su son de polo a polo ha discurrido.

    Allí hiciste al sol rica morada,

allí el garrido esposo y bello mora;
10

    lozano y valeroso su jornada

comienza, y corre y pasa en breve hora.

    Traspasa de la una a la otra parte

el cielo, y con su rayo a todos mira.

    Mas ¡cuánta mayor luz, Señor, reparte
15

tu ley, que del pecado nos retira!

    Tus ordenanzas, Dios, no son antojos;

avisos sabios son, al tonto pecho;

    Tus leyes alcohol de nuestros ojos,

tu mandado alegría y fiel derecho.
20

    Temerte es bien jamás perecedero,

tus fuerzas son verdad justificada;

    mayor codicia ponen que el dinero,

más dulces son que miel muy apurada.

    Amarte es abrazar tus mandamientos,
25

guardallos mil riquezas comprehende;

    mas ¿quién los guarda, o quién sus movimientos

o todos los nivela o los entiende?

    Tú limpia en mí, Señor, lo que no alcanzo,

y libra de altivez el alma mía,
30

    que si victoria deste vicio alcanzo,

derrocaré del mal la tiranía.

    Darasme oído entonces; yo contino

diré: Mi Redentor, mi bien divino.


Ad te, Domine, levavi

    Aunque con más pesada

mano, mostrando en mí su desvarío

la suerte dura, airada,

me oprima a su albedrío,

levantaré mi alma a Ti, Dios mío.
5

    En Ti mi alma repuso

de su bien la defensa y de su vida;

no quedaré confuso,

ni la gente perdida

se alegrará soberbia en mi caída.
10

    Porque jamás burlados

los que esperando en Ti permanecieron

serán, ni avergonzados;

confusos siempre fueron

los que sin causa al bueno persiguieron.
15

    Enséñame por dónde

caminaré, dónde hay deslizaderos,

y el lazo dó se esconde;

con pie y huellos ligeros,

Señor, me enseña a andar por tus senderos.
20

    Guíame de contino,

Señor, por tu camino verdadero,

pues sólo a Ti me inclino,

y a Ti sólo yo quiero,

y siempre en Ti esperando persevero.
25

    Que es tuyo el ser piadoso;

esté siempre presente, en tu memoria,

y el número copioso

de tu misericordia

de que está llena toda antigua historia.
30

    Conforme a mis maldades

no me mires, Señor, con ojos de ira;

conforme a tus piedades

por tu bondad me mira,

por tu bondad, por quien todo respira.
35

    Es bueno, y juntamente

es fiel y justo Dios; al que sin tino

va ciega y locamente

redúcele benino,

mas con debido azote, al buen camino.
40

    A los mansos aveza

que sigan de sus huellas las pisadas;

a la humilde llaneza

por sendas acertadas

la guía, y por razón justificadas.
45

    Todo es misericordia

y fe, cuanto Dios obra y tiene obrado

por la antigua memoria,

con los que su sagrado

concierto y lo por Dios testificado
50

    conservan; y por tanto

que des dulce perdón, Señor, te pido

por el tu nombre santo

a lo que te he ofendido,

¡ay triste!, que es muy grave y muy crecido.
55

    Mas ¡cuál y cuán dichoso

aquel varón será, que de Dios fuere

y su ley temeroso!

Irá Dios donde él fuere,

será su luz en todo lo que hiciere.
60

    Su alma, en descansada

vida, de bienes mil enriquecida,

reposará abastada;

la tierra poseída

de su casa será y esclarecida.
65

    A los que le temieren

hará Dios su secreto manifiesto;

a los que le sirvieren

el tesoro repuesto,

que en su ley y promesa tiene puesto.
70

    Mis ojos enclavados

tengo, Señor, en Ti la noche y día,

porque mis pies sacados,

según mi fe confía,

serán por Ti del lazo y su porfía.
75

    Tus brazos amorosos

abre, Señor, a mí con rostro amado,

con ojos piadosos,

porque, desamparado,

soy pobre yo y de todos desechado.
80

    Los lazos de tormento,

que estrechamente ciñen mi afligida

alma, ya son sin cuento.

¡Ay, Dios, libra mi vida

de suerte tan amarga y abatida!
85

    Atiende a mi bajeza;

mira mi abatimiento; de mi pena

contempla la graveza;

con mano de amor llena

rompe de mis pecados la cadena.
90

    Y mira cómo crecen

mis enemigos más cada momento;

y cómo me aborrecen

con aborrecimiento

malo, duro, cruel, fiero, sangriento.
95

    Por Ti sea guardada

mi alma y mi salud; de tan tirano

poder sea librada;

mi fe no salga en vano,

pues me puse, Señor, todo en tu mano.
100

    Al fin, pues que te espero,

valdrame la verdad y la llaneza;

mas sobre todo quiero,

que libre tu grandeza

a tu pueblo de angustia y de tristeza.
105


Dominus illuminatio

    Dios es mi luz y vida,

¿quién me podrá dañar? Mi fortaleza

es Dios y mi manida;

¿qué fuerza o qué grandeza

pondrá en mi corazón miedo o flaqueza?
5

    Al mismo punto cuando

llegaba por tragarme el descreído,

el enemigo bando,

yo firme y él caído

quedó, y avergonzado y destruido.
10

    Si cerco me cercare,

no temerá mi pecho; y si sangrienta

guerra se levantare,

o si mayor tormenta,

en éste espero yo salir de afrenta.
15

    A Dios esto he pedido

y pediré, que en cuanto el vivir dura,

repose yo en su nido,

para ver su dulzura

y remirar su cara y hermosura.
20

    Que allí en el día duro

debajo de su sombra ahinojado,

y en su secreto muro

me defendió cercado,

como en roca firmísima ensalzado.
25

    Y también veré agora

de aquestos que me cercan el quebranto,

y donde Dios se adora,

le ofreceré don santo

de gozo, de loor, de dulce canto.
30

    Inclina, ¡oh, Poderoso!

a mi voz, que te llama, tus oídos;

cual siempre pïadoso

te muestra a mis gemidos;

sean de Ti mis ruegos siempre oídos.
35

    A Ti, dentro en mi pecho,

dijo mi corazón, y con cuidado

en la mesa, en el lecho,

mis ojos te han buscado,

y buscan hasta ver tu rostro amado.
40

    No te me escondas, bueno;

no te apartes de mí con faz torcida,

pues ya tu dulce seno

me fue cierta guarida,

no me deseches, no, Dios de mi vida.
45

    Mi padre en mi terneza

faltó, y quitó a mi madre el nombre caro

de madre su crueza;

mas Dios con amor raro

me recogió debajo de su amparo.
50

    Muéstrame tu camino

guía, Señor, por senda nunca errada

mis pasos de contino,

que no me dañen nada

los puestos contra mí siempre en celada.
55

    No me des en la mano

de aquestos que me tienen afligido;

con testimonio vano

crecer de mí han querido,

y al fin verán que contra sí han mentido.
60

    Yo espero firmemente,

Señor, que me he de ver en algún día

a tus bienes presente,

en tierra de alegría,

de paz, de vida y dulce compañía.
65

    No concibas despecho;

si se detiene Dios, ¡oh, alma!, espera,

dura con fuerte pecho;

con fe acerada, entera,

aguarda, atiende, sufre, persevera.
70


Salmo XXXVIII

Dixi, custodiam

    Dije: sobre mi boca

el dedo asentaré; tendré cerrada

dentro la lengua loca,

porque, desenfrenada

con el agudo mal, no ofenda en nada.
5

    Pondrela un lazo estrecho;

mis ansias pasaré graves conmigo;

ahogaré en mi pecho

la voz, mientras testigo

y de mi mal jüez es mi enemigo.
10

    Callando como mudo

estuve, y de eso mismo el detenido

dolor creció más crudo,

y en fuego convertido,

desenlazó la lengua y el sentido.
15

    Y dije: manifiesto

el término de tanta desventura

me muestra, Señor, presto;

será no tanto dura,

si sé cuándo se acaba y cuánto dura.
20

    ¡Ay, corta ya estos lazos,

pues acortaste tanto la medida,

pues das tan cortos plazos

a mi cansada vida!

¡Ay, cómo el hombre es burla conocida!
25

    ¡Ay, cómo es sueño vano,

imagen sin sustancia, que volando

camina! ¡Ay, cuán en vano

se cansa, amontonando

lo que deja, y no sabe a quién ni cuándo!
30

    Mas yo, ¿en qué espero agora

en mal tan miserable mejoría?

En Ti, en quien sólo adora,

en quien sólo confía,

en quien sólo descansa la alma mía.
35

    De todos (que sin cuento

mis males son) me libra; y a mi ruego

te muestra blando, atento;

no me pongas por juego

y burla al ignorante vulgo y ciego.
40

    En nadie fundo queja

callando, y, mudo, paso mi fatiga;

y digo, si me aqueja,

mi culpa es mi enemiga,

y que tu justa mano me castiga.
45

    Mas usa de clemencia;

levanta ya de mí tu mano airada,

tu azote, tu sentencia,

que la carne gastada,

y la fuerza del alma está acabada.
50

    No gasta la polilla

así como tu enojo y tu porfía

contra quien se amancilla;

consúmesle en un día,

que al fin el hombre es sueño y burlería.
55

    Presta a mi ruego oído;

atiende a mi clamor; sea escuchado

mi lloro dolorido,

pues pobre y desterrado

como mis padres, vivo a ti allegado.
60

   ¡Oh, da una pausa poca,

suspende tu furor para que pueda

con risa abrir la boca

en vida libre y leda

aqueste breve tiempo que me queda!
65


Quemadmodum desiderat

    Como la cierva brama

por las corrientes aguas, encendida

en sed, bien ansí clama

por verse reducida

mi alma a Ti, mi Dios, y a tu manida.
5

    Sed tiene el alma mía

del Señor, del viviente y poderoso.

¡Ay! ¿cuándo será el día

que tornaré gozoso

a verme ante tu rostro glorïoso?
10

La noche estoy llorando

y el día, y sólo aquesto es mi sustento,

en ver que preguntando

me están cada momento:

«¿Tu Dios, di, dónde está, tu fundamento?».
15

    Y en lloro desatado

derramo el corazón con la memoria

de cuando rodeado

iba de pueblo y gloria,

haciendo de tus loas larga historia.
20

    Mas digo: «¿Por qué tanto

te afliges? ¡Fía en Dios, oh, alma mía!,

que con divino canto

yo cantaré algún día

las sus saludes y la mi alegría».
25

    Y crece más mi pena,

Dios mío, de esto mismo que he cantado,

viéndome en el arena

de Hermón, y despoblado

de Mizaro, de ti tan acordado.
30

    Y ansí viene llamada

una tormenta de otra, y con rüido

descarga una nubada,

apenas que se ha ido

la otra, y de mil olas soy batido.
35

    Mas nacerá, yo espero,

el día en que usará de su blandura

mi Dios; en tanto quiero,

mientras la noche dura,

cantalle y suplicalle con fe pura.
40

    Decille he: «¡Oh, mi escudo!

¿Por qué me olvidas, di, por qué has querido

que el enemigo crudo

me traiga así afligido,

con negro manto de dolor vestido?».
45

    Como maza pesada

los huesos quebrantó en partes ciento,

la voz desvergonzada,

que cada día siento

decir: «¿Do está tu Dios, tu fundamento?».
50

    Mas no te acuites tanto;

en el Señor espera, ¡oh, alma mía!,

que con debido canto

yo le diré algún día:

«Mi Dios y mi salud y mi alegría».
55


Salmo XLIV (Primera versión)

Eructavit

    El pecho fatigado

de sentencias mayores y subidas

me sobra cogolmado;

al Rey van dirigidas

mis obras y canciones escogidas.
5

    Vuélase mi ligera

lengua, como la mano ejercitada

a escribir más entera,

sin que se borre nada,

ni canse hasta el fin muy concertada.
10

    Hermosísimo Esposo,

más que Adán y sus hijos esparcido

de gracias y sabroso,

y ansina más querido

y de Dios para siempre bendecido:
15

    ciñe tu rica espada,

prepotente de gloria y de grandeza

y salga bienhadada

esa tu gentileza,

y descúbrase a todos tu riqueza,
20

    sobre sublimes ruedas

de justicia, verdad y mansedumbre;

y verás cómo quedas

de hazañas en la cumbre,

vencida de enemigos muchedumbre.
25

    Tus agudas saetas

pueblos derrocarán muchos tendidos.

Rey, todo lo sujetas,

los lados van heridos,

no se verán de golpes tan crecidos.
30

    Tu real silla y asiento

dura siempre jamás, Rey poderoso;

de mudanzas exento,

tu cetro muy glorioso,

cetro de rectitud no riguroso.
35

    La justicia es tu celo,

y la desigualdad tu aborrecida;

por eso, Dios del cielo

ungió tu esclarecida

cabeza, en abundante y gran medida.
40

    Tu precioso vestido

lanza mirra de sí y olor süave,

cuando al marfil bruñido

se le quita la llave,

y se abren los almarios, donde cabe.
45

    A tu derecha mano

se asentará la Esposa, acompañada

de estado soberano

de reinas rodeada,

de oro luciente y puro coronada.
50

    Y vos, linda doncella,

poné a mi razón vuestros oidos;

dejad tierna querella

de padre y conocidos

y olvidad esos pueblos ya sabidos.
55

    Ya te es aficionado

el Rey a tu donaire y hermosura;

tenle muy acatado,

mira que eres su hechura,

postrarse ha la de Tiro a tu figura.
60

    Y en esto más graciosa,

que de estado real tan eminente

no se te asconda cosa,

y cuando eres presente

tienes a Rey que manda tanta gente.
65

    Vestida muy de gala,

con ropas de hilo de oro entretejidas;

te temen en la sala

mil damas bien garridas,

cantando a tus entradas y salidas.
70

    Por tus padres cansados

y viejos, de los años consumidos,

de mozos esforzados,

en números crecidos,

hijos verás por reyes escogidos.
75

    Muy dentro en mi memoria

mientras durare el sol y su rodeo,

tendré viva la historia

del dichoso himeneo,

pues dél me mana el bien que así poseo.
80

    Y por tal beneficio

mil pueblos prontamente conmovidos

a inmortal ejercicio,

los tus loores debidos

harán eternamente conocidos.
85