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Oda XIX, Libro I

Mater soeva Cupididum

    La madre de amor cruda,

y el hijo de la Sémeles tebana,

y la lascivia vana,

al alma que ya está suelta y desnuda

de amar, le mandan luego
5

que torne y que se abrase en vivo fuego.

    El resplandor me abrasa

de Glícera, que más que el mármol fino

reluce; y me hace brasa,

su brío desenvuelto, y del divino
10

rostro un no sé qué que espira,

grande deslizadero a quien le mira.

    Con ímpetu viniendo

en mí la Venus toda desampara

su Cipro dulce y cara,
15

que ni el escita quiere, ni el que huyendo

valiente se mantiene,

ni que diga lo que ni va ni viene.

    Aquí incienso y verbena,

aquí céspedes verdes juntamente,
20

y aquí poned, mi gente,

de vino de dos hojas una llena

taza; que por ventura

vendrá, sacrificada, menos dura.


Oda XXII, Libro I

Integer vitoe

    El hombre justo y bueno,

el que de culpa está y mancilla puro,

las manos en el seno,

sin dardo ni azagaya va seguro,

y sin llevar cargada
5

la aljaba de saeta enherbolada.

    O vaya por la arena

ardiente de la Libia ponzoñosa,

o vaya por do suena

de Hidaspes la corriente fabulosa,
10

o por la tierra cruda

de nieve llena y de piedad desnuda.

    De mí sé que al encuentro,

mientras por las montañas vagueando

más de lo justo entro
15

sin armas, y de Lálage cantando,

me vido, y más ligero

huyó que rayo, un lobo carnicero.

    Y creo que alimaña

más fiera y espantosa no mantiene
20

la más alta Alemaña

en sus espesos bosques, ni la tiene

la tierra donde mora

el moro, de fiereza engendradora.

    O ya en aquella parte,
25

que siempre está sujeta al inclemente

cielo, do no se parte

espesa y fría niebla eternamente,

do árbol no se vee,

ni soplo de aire blando que le oree;
30

    O ya me ponga alguno

en la región al sol más allegada,

do no vive ninguno,

siempre será de mí Lálage amada,

la del reír gracioso,
35

la del parlar muy más que miel sabroso.


Oda XXIII, Libro I

Vitas himnuleo

    Rehúyes de mí esquiva,

cual el corcillo ¡oh, Cloe! que llamando

la madre fugitiva

por montes sin camino va buscando,

y no sin vano miedo
5

de la selva y del viento nunca quedo.

    Porque si o la venida

del céfiro las hojas meneadas

eriza, o si ascondida

la verde lagartezna las trabadas
10

zarzas movió, medroso

con pecho y con pie tiembla sin reposo.

    Pues yo no te persigo

para despedazarte crüelmente,

o cual tigre enemigo,
15

o cual león en Libia. Finalmente

deja, ya casadera,

el seguir a tu madre por do quiera.


Oda XXX, Libro I

O Venus, regina...

    ¡Oh, Venus poderosa,

de Gnido y Pafo reina esclarecida,

    desampara la hermosa

Cipro, do fuiste siempre tan querida,

    y pásala volando
5

a do te está mi Glícera llamando!

    Venga en tu compañía

el mozuelo cruel, acelerado;

    y las Ninfas querría

con las Gracias trujeses a tu lado,
10

    la mocedad sabrosa,

do, si no bulle amor, es triste cosa.


Oda XXXIII, Libro I

Albi, ne doleas

    ¡Ay!, no te duelas tanto,

Tíbulo, ni te acuerdes del olvido

    de Glícera, ni en canto

publiques tus querellas dolorido,

    si, por un bien dispuesto
5

mozo, la fementida te ha pospuesto.

    Porque sabrás que muere

por Ciro, Licorisa, la hermosa;

    y Ciro no la quiere,

y vase en pos de Fóloe desdeñosa;
10

    y yo sé que primero

se amistarán el lobo y el cordero.

    A Venus ansí place

de aprisionar diversos corazones

    en duro lazo, que hace
15

compuesto de disformes condiciones,

    y de nuestro error ciego

saca su pasatiempo y crudo juego.

    Por mí lo sé, que siendo

de un principal amor muy recuestado,
20

    yo mismo consintiendo,

la Mírtale me tiene aherrojado,

    la cual es medio esclava,

y más enojadiza que mar brava.


Del Libro II, Oda VIII

Ulla si juris

    Si, Nise, en tiempo alguno

haber quebrado tú la fe jurada

daño tan solo uno

pusiera en ti, afeada

en la uña siquiera,
5

o solo un diente en ti se ennegreciera,

    yo te creyera agora:

mas por la misma causa que perjura

te muestras, se mejora

muy más tu hermosura,
10

y sales hecha luego

público y general estrago y fuego.

    Y engañas, aunque jures

por las cenizas de tu madre heladas,

y luego te perjures;
15

y aunque por las calladas

lumbreras celestiales

jures y por los dioses inmortales;

    Que burlas destas cosas,

y destas juras, Venus, y el ligero
20

pecho de las hermosas

Ninfas, y el Amor fiero,

que su saeta ardiente

aguza en crueldad continuamente.

    Y hácense mayores
25

creciendo para ti los mozos todos,

y en nuevos servidores

creces, y de tus modos

no huyen crudos, fieros,

por más que lo amenacen los primeros.
30

    De ti la cuidadosa

madre guarda sus hijos, y el avaro

padre; de ti la esposa

cela el esposo caro,

cuitada, si no viene,
35

pensando que tu vista le detiene.


ODA X, Libro II

Rectius vives

    Si en alta mar, Licino,

no te engolfares mucho, ni temiendo

la tormenta, el camino

te fueres costa a costa prosiguiendo,

entre la demás gente
5

sabrosa vivirás y dulcemente.

    Que quien con amor puro

la dulce medianía ama y sigue,

está libre y seguro

de las miserias en que el pobre vive,
10

y carece de grado

del palacio real, rico, envidiado.

    Que, al fin, más cruda guerra

el viento hace al pino más crecido;

la torre viene a tierra
15

cuanto es más alta con mayor rüido;

los montes ensalzados

más veces de los rayos son tocados.

    En los casos aviesos

no pierde la esperanza, ni confía
20

en los buenos sucesos

el ánimo que está de noche y día,

para ser combatido,

de templanza y valor apercibido.

    Con lluvia y noche escura,
25

si el cielo se escurece, él se serena;

no, si falta ventura

agora, ha de durar siempre la pena;

que Apolo ya su musa

despierta, y ya del arco y flechas usa.
30

    En las dificultades

te muestra de animoso y fuerte pecho;

y en las prosperidades,

cuando el favor soplare más derecho,

recoge con buen tiento
35

la vela, que va hinchada con el viento.


Oda XIV, Libro II

Eheu! fugaces

    Con paso presuroso

se va huyendo ¡ay Póstumo! la vida;

    y, por más religioso

que seas, no dilatas la venida

    a la vejez, ni un hora
5

detienes a la muerte domadora.

    No, aunque en sacrificio

degüelles, cada día que amanece,

    mil toros por servicio

del dios Plutón, que nunca se enternece;
10

    que estrecha la grandeza

del Ticio con las aguas de tristeza,

    por do pasarán todos

cuantos la liberal tierra mantiene,

    así el que de los godos
15

desciende, y en su mano el cetro tiene,

    como los labradores

que viven de tan solo sus sudores.

    Y no servirá nada

no haber en la cruel batalla entrado,
20

    ni de la mar airada

las bravas olas nunca haber probado,

    y en el otoño en vano

huido habrás el Ábrego mal sano;

    que del Cócito oscuro
25

las aguas perezosas es forzado

    que veas; y que el duro

trabajo a que Sísifo es condenado,

    y la casta alevosa

de Dánao y su suerte trabajosa.
30

    Y que dejes muy presto

la casa, tierra y la mujer amada;

    y que sólo, funesto,

el ciprés te acompañe en la jornada,

    sólo de todas cuantas
35

plantas, para dejar en breve, plantas.

    Y tus vinos guardados

debajo de cien llaves, del dichoso

    heredero gastados

serán, y del licor que en suntuoso
40

    convite aun no es gustado,

de tu casa andará el suelo bañado.


Oda XVIII, Libro II

Non ebur

    Aunque de marfil y oro

no está en mi casa el techo jaspeado

    con la labor del moro,

ni a las vigas de Himecia han sustentado

    columnas muy labradas
5

de los confines de África cortadas;

    y aunque no fui heredero

de las riquezas de Átalo y su estado,

    ni tengo en mi granero

el trigo que en la Apulia se ha sembrado,
10

    ni envían mis criadas

de Laconia las granas adobadas;

    pero una medianía

con un ingenio y vena razonable

    tengo, con que me hacía,
15

aunque pobre, a los ricos agradable;

    y en aquesta pobreza

nunca pedí a los dioses más riqueza.

    Ni pido al poderoso

amigo que me dé mayor estado,
20

    pues llamo yo dichoso

al que me da mi granja y campo amado:

    y veo cuál se alejan

los días que vuelan y vejez me dejan.

    Tú buscas oficiales,
25

casi entregado a la vejez odiosa,

    que te corten iguales

para tu entierro mármoles y losa,

    casi estando olvidado

de la muerte, que tienes tan al lado.
30

    Y poco le parece

a tu avaricia toda la ribera,

    que a edificar se ofrece

dentro del mar, quizá porque acá fuera

    no te sufre la tierra,
35

pues allá hallarás quien te haga guerra.

    Tomando vas a todos

tus vasallos la tierra que han comprado,

    y por todos los modos

que puedes en sus tierras te has entrado;
40

    y de sal avariento,

sólo a robar lo ajeno estás atento.

    A la mujer cuitada

cargada con sus hijas vas echando

    de su pobre morada,
45

su dura suerte y tu crueldad culpando;

    el marido lloroso

venganza pide al cielo poderoso.

    Aquesto les consuela,

ver que a aqueste señor de grande estado
50

    el infierno le espera,

do será por menudo castigado

    de cuantas sinrazones

hizo, tomando ajenas posesiones.

    ¿Qué andas imaginando
55

para adquirir aún más de lo adquirido?

    Que la muerte domando

a todos va, cuantos acá han nacido,

    así a los más señores,

como a los miserables labradores.
60

    Pues a la centinela,

que la infernal morada está guardando,

    no pienses con cautela

ni con puro dinero ir engañando,

    pues nunca por dinero
65

pudo engañar Prometeo al gran portero.

    Éste tiene en cadena

a Tántalo y a todo su linaje;

    éste saca de pena

al pobre que la vida le era ultraje;
70

    y al que vive contento

le hace gustar la muerte en un momento.


Del Libro III, Oda IV

Descende caelo

    Desciende ya del cielo,

Calíope, ¡oh, reina de poesía!;

por largo espacio el suelo

hinche de melodía,

o la flauta sonando,
5

o ya la dulce cítara tocando.

    ¿Oís? ¿O mi locura

dulce me engaña a mí? Porque el sagrado

canto se me figura

que oigo, y que el amado
10

bosque paseo ameno,

de frescas aguas, de aire blando lleno.

    En el monte Vulturo

do me crié, en la Apulia, fatigado

en mi niñez de puro
15

jugar, todo entregado

al sueño, me cubrieron

unas palomas, que sobrevinieron,

    de verdes hojas, tanto

que a todos admiró, cuantos la sierra
20

y risco de Aqueranto,

y la montuosa tierra

de Bata y de Fiñano

moran el abundoso y fértil llano;

en ver cómo dormía,
25

ni de osos ni de víboras dañado,

y cómo me cubría

de mirto amontonado

y de laurel un velo,

que este ánimo en un niño era del cielo.
30

    Por el alto Sabino

vuestro voy, vuestro, ¡oh Musas! y do quiera

que vaya, o si camino

al Tíbur en ladera,

o si al Penestre frío,
35

o si al bayano suelo el paso guío.

    Porque amo vuestros dones,

en los campos filipos en huida

los vueltos escuadrones,

no cortaron mi vida
40

ni el tronco malo y duro,

ni en la mar de Sicilia el Palinuro.

    Como os tenga primero

conmigo, tentaré de buena gana,

o hecho marinero,
45

del mar la furia insana,

o hecho caminante,

los secos arenales de Levante.

    Por entre los britanos,

fieros para los huéspedes, seguro,
50

y por los guipuzcoanos

que brindan sangre puro,

y por la Escitia helada

iré, y por la Gelona de arco armada.

    Cuando del trabajoso
55

oficio el alto César, de la guerra

buscando algún reposo,

en los pueblos encierra

la gente de pelea,

con vosotras se esconde y se recrea.
60

    Vosotras el templado

consejo y la razón dais, y por gloria

tenéis haberlo dado,

que pública es la historia

de la titana gente,
65

cómo la destruyó con rayo ardiente

    quien los mares, ventosos,

quien la pesada tierra, quien los muros

altos y populosos

y los reinos oscuros
70

y solo él los mortales,

y los dioses con leyes rige iguales.

    Bien es verdad que puso

aquella fiera gente, confiada

en sus brazos, confuso
75

temor en la morada

soberana del cielo,

a do subir quisieron desde el suelo.

    ¿Mas qué parte podían

ser Mimas, ni Tifón, ni el desmedido
80

Porfirio; o qué valían

el Reto, el atrevido

Encélado, que echaba

los árboles al cielo que arrancaba,

    en contra el espantoso
85

escudo de la Palas? A su parte

Vulcano herboroso

y Juno estaba, y Marte,

y quien jamás desecha

de sus hombros la aljaba, ni la flecha,
90

    y baña en la agua pura

Castalia sus cabellos, y es servido

de Licia en la espesura,

y el bosque do ha nacido

posee, y el que sólo
95

en Delo y en Patara reina Apolo.

    De sí mesma es vencida

la fuerza sin consejo y derribada;

mas la cuerda y medida

del cielo es prosperada,
100

a quien la valentía

desplace, dada al mal de noche y día.

    Testigo es verdadero

de mis sentencias Gías, el dotado

de cien manos, y el fiero
105

Orïón, el osado

tentador de Dïana,

domado con saeta soberana.

    Duélese la cargada

tierra sobre sus partos, y agramente
110

ver su casta lanzada

en el abismo siente,

ni el fuego a la montaña

de Etna sobrepuesto gasta o daña.

    Ni del vicioso Ticio
115

jamás se aparte el buitre, ni se muda

a su maldad y vicio

dado por guarda cruda;

y está el enamorado

Piritoo en mil cadenas apretado.
120


Oda VII, Libro III

Quid fles, Asterie

    ¿Por qué te das tormento,

Asterie? ¿No será el abril llegado,

que con próspero viento

de riquezas cargado,

y más de fe cumplido,
5

tu Giges te será restituido?

    Que en Orico, do agora,

después de las Cabrillas revoltosas,

del viento guiado mora,

las noches espaciosas
10

y frías desvelado

pasa, y de largo lloro acompañado.

    Bien que con maña y artes

de su huéspeda Cloe el mensajero

le tienta por mil partes,
15

diciendo el dolor fiero,

en que la triste pasa,

y cómo con su fuego ella se abrasa;

    y cómo la alevosa

Antea movió a Preto con fingida
20

querella a presurosa-

mente quitar la vida

al casto en demasía

Belerofonte, él mismo le decía.

    Y cuenta cómo puesto
25

en el último trance fue Peleo,

mientras que huye, honesto,

la Hipólita, y arreo

le trae toda la historia

del mal ejemplo el falso a la memoria.
30

    En balde, porque a cuanto

le dice está más sordo que marina

roca; ni por espanto

ni por ruego se inclina;

tú huye por tu parte
35

de Enipeo, tu vecino, enamorarte.

    Aunque ni en la carrera

ninguno se le iguala, ni con mano

revuelve más ligera

el caballo en el llano,
40

ni con igual presteza

nadando corta el Tibre y su braveza.

    En siendo anochecido

tu puerta cierra y no abras la ventana

al canto dolorido
45

de la flauta alemana;

y aunque mil veces fiera

te llame, tú más dura persevera.


Oda IX, Libro III

Donec gratus

HORACIO
    Mientras que te agradaba,

y mientras que ninguno más dichoso

los brazos añudaba

al blanco cuello hermoso,

más que el persiano Rey fui venturoso.
5

LYDIA
    Y yo mientras no amaste

a otra más que a mí, ni, desechada,

por Cloe me dejaste,

de todos alabada,

y más fue que la Ilia celebrada.
10

HORACIO
    A mí me manda agora

la Cloe, que canta y tañe dulcemente

la vihuela sonora;

y porque se acreciente

su vida, moriré yo alegremente.
15

LYDIA
    Y yo con inflamado

amor al Calais quiero y soy querida;

y si el benigno hado

le da más larga vida,

la mía daré yo por bien perdida.
20

HORACIO
    Mas ¿qué, si torna al juego

Amor, y torna a dar firme lanzada?

¿Si de mi puerta luego

la rubia Cloe apartada,

a Lydia queda abierta y libre entrada?
25

LYDIA
    Aunque Calais hermoso

es más que el sol, y tú más bravo y fiero

que mar tempestuoso,

más que pluma ligero,

vivir quiero contigo y morir quiero.
30


Oda X, Libro III

Extremum Tanaim

    Aunque de Escitia fueras,

y aunque más bravo fuera tu marido,

condolerte debieras,

Lice, del que ofrecido

al cierzo tienes en tu umbral tendido.
5

    ¿La puerta, la arboleda

oyes del fiero viento combatida,

cuál brama?, ¿cuál se queda

la nieve ya caída

del aire agudo en mármol convertida?
10

    Deja, que es desamada

de Venus esa tu soberbia vana,

no te halles burlada,

no te engendró toscana

a ser como Penélope inhumana.
15

    ¡Oh!, aunque a domeñarte

ni tu marido de otro amor tocado,

ni ruego ni oro es parte,

ni del enamorado

la amarillez teñida de violado,
20

un poco de mesura

usa conmigo, ¡oh, sierpe, oh, más que yerta

encina y roble dura!

Que no siempre tu puerta

podré sufrir al agua descubierta.
25


Oda XVI, Libro III

Inclusam Danaem

    Asaz tenían guardada

a Dánae de nocturnos amadores

la torre fabricada

de metal, y de perros veladores

la centinela alerta,
5

y más fuerte que acero la gran puerta:

    si del padre, medroso

guardador de la virgen, no burlaran

Venus y el poderoso

Júpiter, y ambos juntos acordaran
10

ser seguro camino

para entrar, convertirse en oro fino.

    El oro tiene tanta

fuerza, que va por medio de la guerra,

y las piedras quebranta
15

con más fuerza que el rayo viene a tierra:

por oro destruida

fue de Amfiarao la casa esclarecida.

    El rey Filipo hendía

las puertas y los muros torreados
20

con dones, y vencía

a los reyes contrarios obstinados;

pone el don extranjero

al feroz capitán grillos de acero.

    Cuanto más va creciendo
25

la riqueza, el cuidado de guardalla

tanto más va subiendo,

y la sed insaciable de aumentalla;

por esto huí medroso,

Mecenas, el ser rico y poderoso.
30

    Al que menos codicia,

le da Dios más, y se harta fácilmente;

desnudo de avaricia,

el bando sigo de la pobre gente,

y huyo muy contento
35

del real, del que es rico y avariento.

    Y soy más verdadero

señor de la hacienda no estimada,

que no si en mi granero

cuanto ara y coge Apulia yo encerrara,
40

en medio de riqueza

tanta, viviendo en mísera pobreza.

    No entiende el poderoso

señor, que manda el África marina,

que estado más dichoso
45

que el suyo me da el agua cristalina

de mi limpio arroyuelo,

mi fértil campo y monte pequeñuelo.

    La calabresa abeja,

aunque no me da miel blanca y sabrosa,
50

ni mis vinos añeja

la cueva listrigonia tan famosa,

ni traigo mis ganados

en los pastos de Francia apacentados;

    ni vivo con pobreza
55

ni la vida traer suelo alterada;

y si quiero riqueza

mayor, no me será por ti negada.

    Sin la codicia ardiente

los tributos daré más fácilmente,
60

que no si poseyere

juntas la Lidia y Tracia poderosas:

a aquel que mucho quiere,

le han de faltar por fuerza muchas cosas.

    No es mal afortunado,
65

a quien Dios poco, que le baste, ha dado.


Oda XXVII, Libro III

Impios parrae

    Agüero en la jornada

al malo de la voz del pico oída

y la perra preñada,

y la zorra parida,

y del monte la loba descendida;
5

    y rompa el comenzado

camino la culebra, que viniendo

ligera por el lado,

al cuártago temiendo

dejó; que yo no tema nada, habiendo
10

    con santa voz movido

de adonde nace el sol el cuervo abuelo,

primero que al querido

lago, rayendo el suelo,

volase la sagaz del negro cielo.
15

    Dichosa a do quisieres

podrás ir, Galatea, y acordada

de mí vive do fueres;

no veda tu jornada

ni pico ni corneja desastrada.
20

    Mas mira cómo lleno

el Orión de furia va al Poniente;

yo sé quién es el seno

del Adria luengamente,

y cuánto estrago hace el soplo Oriente.
25

    La tempestad que mueve

el resplandor egeo que amanece,

quien mal quiero la pruebe,

y el mar que brama y crece,

y las costas azota y estremece.
30

    Que ansí del engañoso

toro la blanca Europa confiada,

con rostro temeroso

miró la mar cuajada

de formas espantables, aunque osada.
35

    La que poco antes era

maestra de guirnaldas, robadora

de la verde ribera,

con breve espacio de hora

no vio más de agua y cielo y noche, y llora.
40

    Y luego que se vido

en la poblada Creta, enajenada

de todo su sentido

-¡Oh, padre!, ¡oh, voz amada!-

por un ciego furor tan mal trocada,
45

    y dijo: ¡Ay, enemiga

de mí! ¿Dó y de dó vine? Todo el bando

del mal no me castiga.

¿Por dicha estoy llorando,

culpada o inocente estoy soñando?
50

¿O velo, o sueño vano

del umbral de marfil aparecido

me burla? ¡Ay, cuán más sano

fuera el prado florido,

que las olas del mar embravecido!
55

Si me entregase alguno

aquel novillo malo, en que venía,

con fierro, uno a uno

quebrar me esforzaría

los cuernos que poco ha tanto quería.
60

    Desvergonzada, el techo

de mi padre dejé; desvergonzada,

¿después de lo que he hecho,

respiro? ¡Ay Dios! ¡Cercada

me viese yo, y de leones ya tragada!
65

    Antes que se desjugue

la presa, y que magrez aborrecida

el fresco rostro arrugue,

que ansí bella y florida

deseo antes de tigres ser comida.
70

    «Europa vil, tu ausente

padre te aprieta el nudo; da, mezquina,

-¿qué dudas?- prestamente

el cuello a aquesa encina

con este cordón tuyo, que, adivina
75

    ceñiste. O si te agrada

el risco agudo y el despeñadero,

¡sus!, muere despeñada,

entrégate al ligero

viento; si no es que, hija de rey, quiero
80

obedecer esclava

a bárbara mujer en vil estado».

    Presente al lloro estaba

riyendo, falsa, al lado

la Venus y su hijo desarmado.
85

    Y de burlar contenta,

le dijo: «Si aquel mal toro a deshora

tornare, tened cuenta,

no le hiráis, señora,

ni os le mostréis tan brava como agora.
90

    Aprende a ser dichosa;

¿del Júpiter -no llores- no vencido

no ves que eres esposa?

Del orbe dividido,

el tercio gozará de tu apellido.
95


Del Libro IV, Oda I

Intermissa diu

    Después de tantos días,

¡oh, Venus! ¿otra vez soplas el fuego

    de tus duras porfías?

¡No más, por Dios, no más, por Dios, te ruego!

    Que no soy cual solía,
5

cuando a la hermosa Cínara servía.

    No trates más en vano

¡oh, de amor dulce cruda engendradora!

    rendirme, que estoy cano

y duro para amar. ¡Vete en buen hora;
10

    revuelve allá tu llama

sobre la gente moza que te llama!

    Si un corazón procuras,

cual debes abrasar y si emplearte

    debidamente curas,
15

con Máximo podrás aposentarte;

    haz allí tu manida,

que de nadie serás más bien servida;

    porque es mozo hermoso

y en todo cuanto hace es agraciado;
20

    es noble y generoso,

de mil habilidades adornado

    y defensa elocuente

del acuitado reo diligente.

   Él llevará animoso
25

de tu capitanía la bandera

    y si más poderoso

que el rico contendor le echare fuera,

    por este beneficio

te servirá con templo y sacrificio.
30

    De mármol tu figura

pondrá so rico techo colocada

    acerca la agua pura

del lago Albano, a dó serás honrada

    con incienso abundante,
35

con cantos y con cítara sonante.

    Dos veces allí al día

las vírgenes y mozos escogidos

    cantarán a porfía

tu nombre en corro, de la mano asidos,
40

    y a son yendo cantando,

el suelo herirán de cuando en cuando.

    A mí ya no me agrada

ni mozo, ni mujer, ni aquel ligero

    esperar, que pagada
45

me es la voluntad, ni menos quiero

    coronarme de rosa,

ni la embriagada mesa me es gustosa.

    Mas, ¡ay de mí, mezquino!

¿qué lágrimas son estas que a deshora
50

    me caen? ¡Ay, Ligurino!

¡Ay!, di: ¿Qué novedad es esta que hora

    a mi lengua acontece,

que en medio la palabra se enmudece?

    De ti en la noche oscura
55

mil veces que te prendo estoy soñando;

    otras se me figura,

traidor, que en pos de ti, que vas volando,

    ya por el verde prado,

ya por las raudas aguas sigo a nado.
60


Oda XIII, Libro IV

Audivere, Lyce

    Cumpliose mi deseo,

cumpliose, ¡oh, Lice! A la vejez odiosa

    entregada te veo,

y todavía parecer hermosa

    cuanto puedes procuras,
5

y burlas y haces mil desenvolturas.

    Y con la voz temblando

cantas por despertar al perezoso

    Amor, que reposando

se está despacio sobre el rostro hermoso
10

    de Quía, la cantora,

que de su edad está en la flor agora.

    Que sobre seca rama

no quiere hacer asiento ni manida

    aquel malo, y desáma-
15

te ya; porque la boca denegrida

    y las canas te afean,

que en la nevada cumbre ya blanquean.

    Y no son poderosas

ni las granas de Coo, ni los brocados,
20

    ni las piedras preciosas

a tornarte los años, que encerrados

    debajo de su llave

dejó la edad, que vuela más que el ave.

    ¿Qué se hizo aquel donaire,
25

aquella tez hermosa? ¿Dó se ha ido

    del movimiento el aire?

¿Aquella, aquella, dó ha desparecido,

    aquella en quien bullía

Amor, que enajenado me tenía?
30

    No hubo más amada

beldad después de Cínara, más clara,

    de más gracias dotada;

mas, ¡ay! ¿cómo robó la muerte avara

    a Cínara temprano,
35

y con la Lice usó de larga mano?

    Diole que en larga vida

con la antigua corneja compitiese,

    de años consumida,

para que con gran risa ver pudiese
40

    la gente moza hirviente,

vuelta en pavesa ya la hacha ardiente.


De los epodos, Oda II

Beatus ille

Dichoso el que de pleitos alejado,

    cual los del tiempo antigo,

labra sus heredades no obligado

    al logrero enemigo.

Ni el arma en los reales le despierta,
5

    ni tiembla en la mar brava;

huye la plaza y la soberbia puerta

    de la ambición esclava.

Su gusto es o poner la vid crecida

    al álamo ayuntada,
10

o contemplar cuál pace desparcida

    el valle su vacada.

Ya poda el ramo inútil, ya injiere

    en su vez el extraño;

o castra sus colmenas o, si quiere,
15

    tresquila su rebaño.

Pues cuando el padre Otoño muestra fuera

    su cabeza galana,

¡con cuanto gozo coge la alta pera,

    las uvas como grana!
20

Y a ti, sacro Silvano, las presenta,

    que guardas el egido;

debajo un roble antiguo ya se sienta,

    ya en el prado florido.

El agua en las acequias corre y cantan
25

    los pájaros sin dueño;

las fuentes al murmullo que levantan,

    despiertan dulce sueño.

Y ya que el año cubre campo y cerros

    con nieve y con heladas,
30

o lanza el jabalí con muchos perros

    en las redes paradas;

o los golosos tordos, o con liga

    o con red engañosa,

o la extranjera grulla en lazo obliga,
35

    que es presa deleitosa.

Con esto, ¿quién el pecho no desprende

    cuanto en amor se pasa?

¿Pues qué, si la mujer honesta atiende

    los hijos y la casa,
40

cual hace la sabina o calabresa,

    de andar al sol tostada?

Y ya que viene el amo enciende apriesa

    la leña no mojada;

y ataja entre los zarzos los ganados,
45

    y los ordeña luego;

y pone mil manjares no comprados,

    y el vino como fuego.

Ni me serán los rombos más sabrosos,

    ni las ostras, ni el mero,
50

si algunos con levantes furiosos

    nos da el invierno fiero.

Ni el pavo caerá por mi garganta,

    ni el francolín greciano,

más dulce que la oliva que quebranta
55

    la labradora mano,

la malva o la romaza enamorada

    del vicïoso prado;

la oveja en el disanto degollada,

    el cordero quitado
60

al lobo. Y mientras como, ver corriendo

    cuál las ovejas vienen;

ver del arar los bueyes que volviendo

    apenas se sostienen:

ver de esclavillos el hogar cercado,
65

    enjambre de riqueza.

Ansí, dispuesto un cambio, y al arado

    loaba la pobreza.

Ayer puso a sus ditas todas cobro,

    más hoy ya torna al logro.
70


De Tibulo, Libro II, Elegía III

Rura tenent

    Al campo va mi amor, y va a la aldea.

El hombre que morada un punto solo

hiciere en la ciudad, maldito sea.

    La misma Venus deja el alto polo,

y a los campos se va; y el dios Cupido
5

se torna labrador por esto solo.

    ¡Ay, yo con qué placer, si permitido

me fuera ir, donde estás, con el arado

rompiera el fértil campo endurecido,

    y en hábito de aldea, disfrazado,
10

siguiera el paso de los bueyes lento,

de tus hermosos ojos sustentado!

    Si me abrasara el sol, ningún tormento

sintiera, ni dolor, ni si la esteva

las manos me llagara en partes ciento.
15

    Que Apolo bien ansí en forma nueva

de las vacas de Admeto fue vaquero,

e hizo de su amor ilustre prueba.

    La música y belleza contra el fiero

Amor no le valió, ni saludable
20

yerba de cuantas él halló primero.

    Toda su medicina al incurable

golpe quedó rendida, y traspasada

su alma fue con flecha penetrable.

    Llevó y tornó del pasto la vacada,
25

la leche fue exprimida por su mano

y en las redondas formas apretada.

    ¡Ay, cuántas veces, cuántas, de su hermano,

que en pos de algún novillo le encontraba,

se avergonzó Dïana; mas en vano!
30

    El cabello que al oro despreciaba,

revuelto le traía y desgreñado;

que el duro Amor así se lo mandaba.

    ¡Oh, venturosa edad, siglo dorado

cuando sin deshonor ni inconveniente,
35

aun a los mismos dioses era dado

servir al dulce amor abiertamente!


Olímpicas, Oda I

    El agua es bien precioso,

y entre el rico tesoro,

como el ardiente fuego en noche oscura,

ansí relumbra el oro;

mas, alma, si es sabroso
5

cantar de las contiendas la ventura,

ansí como en la altura

no hay rayo más luciente

que el sol, que es rey del día,

por todo el yermo cielo se demuestra;
10

ansí es más excelente

la olímpica porfía,

de todas las que canta la voz nuestra;

materia abundante,

donde todo elegante
15

ingenio alza la voz, ora cantando

de Rea y de Saturno el engendrado,

y juntamente entrando

el techo de Hierón, alto, preciado.

    Hierón el que mantiene
20

el cetro merecido

del abundoso cielo siciliano;

y dentro en sí cogido

lo bueno y la flor tiene

de cuanto valor cabe en pecho humano.
25

Y con maestra mano

discanta señalado

en la más dulce parte

del canto, la que infunde más contento,

y en el banquete amado
30

mayor dulzor reparte.

Mas toma ya el laúd, si el sentimiento

con dulces fantasías

te colma y alegrías;

la gracia de Fernico, el que en Alfeo
35

volando sin espuela en la carrera,

y venciendo el deseo

del amo, le cobró la voz primera.

    Del amo glorïoso

en la caballería,
40

que en Siracusa tiene el principado,

y rayos de sí envía

su gloria en el famoso

lugar que fue por Pélope fundado;

por Pélope que amado
45

fue ya del gran Neptuno,

luego que a ver el cielo

la Cloto lo produjo, relumbrando

en blando marfil uno

de sus hombros, al suelo
50

con la extrañez jamás vista admirando.

Hay milagrosos hechos,

y en los humanos pechos

más que no la verdad desafeitada,

la fábula, con lengua artificiosa
55

y dulce fabricada,

para lanzar su engaño es poderosa.

    Merced de la poesía,

que es la fabricadora

de todo lo que es dulce a los oídos,
60

y así lo enmiela y dora,

que hace cada día

los casos no creíbles ser creídos;

mas los días nacidos

después ven el engaño.
65

Lo que conviene al hombre

es fingir de los dioses lo que es dino;

siquiera es menor daño.

Por donde a mí me viene

al ánimo cantar de ti, divino
70

Tantálides, diverso

de lo que canta el verso

de los antepasados; y es, que habiendo

a los dioses tu padre convidado,

y en Sípilo comiendo,
75

Neptuno te robó de amor forzado.

    Domole amor el pecho,

y en carro reluciente

te puso donde mora su alto hermano:

a do en la edad siguiente
80

vino al saturnio lecho

en vuelo el Ganimedes soberano.

Mas como al ojo humano

huiste, y mil mortales,

que luengo te buscaron,
85

a tu llorosa madre no trajeron

ni rastro ni señales;

por tanto no faltaron

vecinos envidiosos que dijeron,

que por cruel manera
90

en ferviente caldera

cortado miembro a miembro y parte a parte

los dioses te cocieron, y traído

a la mesa desta arte,

entre ellos te comieron repartido.
95

    Mas tengo por locura

hacer del vientre esclavo

a celestial alguno, y carnicero.

Yo, al fin, mis manos lavo,

que de la desmesura
100

el daño y el desastre es compañero,

y más que de primero

el Tántalo fue amado

de los gobernadores

del cielo, si lo fue ya algún terreno;
105

bien que al amontonado

tesoro de favores

no le bastando el pecho de relleno,

rompió en un daño fiero,

que el Júpiter severo
110

le sujetó a la peña caediza,

y ansí el huir que siempre fantasea,

y el miedo que le atiza,

ajénale de cuanto se desea.

    Y de favor desnudo
115

padece otros tres males

demás deste mal crudo; porque osada-

mente dio a sus iguales

la ambrosía que no pudo,

y el néctar do los dioses colocada
120

tienen su bien hadada

y no finible vida.

¡Mas cuánto es loco y ciego

quien fía de encubrir su hecho al cielo!

Después desta caída
125

también el hijo luego

tornaron al lloroso y mortal suelo;

y como le apuntaba

la barba ya, y estaba

el mozo en su vigor y florecía,
130

al rico y generoso casamiento,

que entonces se ofrecía,

el ánimo aplicó y el pensamiento.

    Ardiendo, pues, desea

a la Hipodamía,
135

del claro Pisadón ilustre planta,

y a do la mar batía

cuando la noche afea

el mundo, sólo busca al que quebranta

las ondas, y levanta
140

al que encontinente

junto dél aparece,

le dice: «Si contigo aquel pasado

tiempo sabrosamente

algo puede y merece,
145

y si ya mi dulzor te vino en grado,

enflaquece la mano,

y lanza de Epomano,

y dame la victoria en Elis puesto,

que a dilatar las bodas y concierto
150

el padre está dispuesto,

dado que son ya trece los que ha muerto.

    Lo grande y peligroso

no es para el cobarde;

el alto y firme pecho lo presume.
155

Y pues temprano o tarde

es el morir forzoso,

¿quién es el que sin nombre y vil consume,

y en honda noche sume

el tiempo de la vida,
160

de toda prez ajeno?

Al fin estoy resuelto en esta empresa,

y tuya es la salida,

y el dar suceso bueno».

Y dicho esto calló; mas no fue aviesa
165

de aquesta su reqüesta,

la divinal respuesta:

porque dándole nueva valentía,

le puso en carro de oro, en los mejores

caballos que tenía,
170

con alas no cansadas voladores.

    Y así alcanzó victoria

del contendor valiente

y fue suya la virgen; y casados

viviendo luengamente,
175

de alto hecho y gloria,

seis príncipes, seis hijos engendrados

dejaron; y pasados

los días, yace agora

en tumba suntuosa
180

a par del agua alfea, a par del ara,

de las que el mundo adora

la más noble y gloriosa;

y hace que su nombre y fama clara

por mil partes se extienda
185

la olímpica contienda,

que se celebra allí, do el pie ligero,

do hacen las osadas fuerzas prueba,

y quien sale primero,

dulcísimo descanso y gozo lleva
190

    para toda la vida.

Tanto es precioso y caro

el premio que consigue; y siempre aviene

ser excelente y raro

el bien que de avenida,
195

y junto y en un día al hombre viene;

mas a mí me conviene

con alto y noble canto

por más aventajado

en el veloz caballo coronarte,
200

Hierón ilustre, y cuanto

a todos en estado

vences, y en claros hechos celebrarte

tanto con más hermosas

y más artificiosas
205

canciones yo presumo. Vive y crece,

que Dios tiene a su cargo tu ventura,

y si no desfallece,

aun yo te cantaré con más dulzura.

    Cantarte he victorioso
210

en voladora rueda,

y el Cronio, que hacia el sol contino mira,

para que tanto pueda

me infundirá copioso

don de palabras vivas, que en mí inspira
215

fortísima y me tira

a sí, hecha señora,

la Musa poderosa;

que cada uno en uno se señala,

y todo al rey adora.
220

No busques mayor cosa,

y el cielo que en lo alto de la escala

te puso, te sustente

allí continuamente.

Y yo, de tan ilustre compañía,
225

me vea de contino rodeado,

y, claro en poesía,

por todo el griego suelo andar nombrado.


Fragmento de la Andrómaca de Eurípides

    No trujo esposa a Troya cosa buena,

mas pestilencia mala y desventura,

cuando a su lecho Paris trajo a Elena,

    por quien cayendo ¡oh, Troya! de tu altura,

el Marte griego de mil naos cercado
5

con fuego te deshizo y lanza dura.

    y a mi esposo que triste al carro atado

le trajo en torno el muro por el suelo,

[...]
    Y yo de mi alto techo al desconsuelo

de aquesta triste playa fui traída,
10

cubierta de cautivo, horrible vuelo.

    ¡Cuánta agua por mi faz cayó vertida,

cuando dejé mi casa y mi marido!

[...]
¡Ay triste! ¿Para qué veo el sol lucido,

esclava de Hermione, brava y cruda,
15

que a aqueste duro estrecho me ha traído?

    Que ansiosa y de mortal favor desnuda,

estoy a aquesta imagen abrazada,

en lloro deshaciéndome, cual suda

el agua por la piedra destilada.
20


Otro fragmento de la misma

    O no nacer jamás escojo y quiero,

o ser de padres buenos,

y en techos suntuosos heredero,

y de nobleza llenos.

    Que si lo que es difícil acontece,
5

los que son bien nacidos,

no son de lo que ayuda y favorece

en la escasez validos.

    De la proeza antigua y celebrada

les viene honra y gloria,
10

que de los virtuosos no es gastada

con tiempo la memoria.

    Que aun muertos, su virtud les resplandece

como clara lumbrera;

y ansí es mejor perder lo que se ofrece
15

por no justa manera,

    que con ofensa odiosa y violenta

hollar a la justicia.

Bien es aqueste dulce, y bien contenta

a la mortal malicia;
20

    mas ésta con el tiempo se marchita

su flor, y seca queda,

y afrenta a las familias da infinita

en cuanto el siglo rueda.

    Por do el vivir que juzgo por debido,
25

es lo que digo agora,

en lo de la ciudad, en lo escondido

a do cada uno mora.

    El mando de igualdad desamparado

no debe ser preciado.
30


Fragmento de Séneca

De la tragedia de Tiestes

    Esté quien se pagase poderoso

de la corte en la cumbre deleznable,

viva yo en mi sosiego y mi reposo.

    De mí nunca se escriba ni se hable;

mas en lugar humilde, y olvidado
5

goce del ocio manso y amigable.

    No sepan si soy vivo, si finado,

los nobles y los grandes, y mi vida

se pase sin oír cosas de Estado.

    Así cuando la edad fuere cumplida,
10

y mis días pasados sin rüido,

la muerte no será mal recibida.

    No moriré enojoso y desabrido:

la muerte llama grave, y no la quiere

el que de todo el mundo conocido,
15

sólo de sí desconocido muere.