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Égloga II


 

Aminta.

 
ArribaAbajo    A Aminta y Lísis en unión dichosa:
Amor unido había,
El casto Amor de la inocencia hermano.
Lísis qual fresca purpurante rosa
Que abre su cáliz virginal del día  5
Al suave aliento, por Aminta ardía;
Y él celebraba ufano
En tierno acento su zagala bella.
El fugaz eco plácido llevaba
Su constante ternura  10
A su querida, quando lejos de ella
Su cándido ganado apacentaba.
Eran dos niños por común ventura
Ya dulce fruto de sus castos fuegos,
Así blondos y hermosos,  15
Qual entre las zagalas bulliciosos
Sin venda ni arco en infantiles juegos,
Porque esquivas sus llamas no rezelen,
Sueltos los amorcitos vagar suelen
Quando las danzas del abril florido.  20
En ellos y en su Lísis embebecido
Del pasto alegre del vicioso prado,
Aminta revolvía
A su feliz cabaña su ganado,
Y el sol laso entre nieblas se perdía,  25
Quando asomar por el opuesto exido
Los vio el padre feliz. ¡O! ¡qué alegría
Con su vista sintió! ¡como su pecho
En plácida zozobra palpitaba,
Qual nieve al sol en blando amor deshecho!  30
En lágrimas bañado los miraba,
Y luego al cielo en gratitud ferviente;
Y así cantó con labio balbuciente.

AMINTA

    ¡O mis lindos amores!
¡Mitad del alma mía!  35
¡De vuestra madre bella fiel traslado!
Creced, tempranas flores,
De gloria y alegría
Colmando a vuestro padre afortunado;
Y qual risa del prado  40
Es el fresco rocío,
Dulce júbilo sed del pecho mío.
    ¡Ah! ¡con que gozo veo
Plácidos ir girando
En lenta paz mis años bonanzosos,  45
Quando en feliz recreo
De mi cuello colgando
Inocentes reía; o bulliciosos
En juegos mil donosos
Triscáis por la floresta  50
Tras los cabritos en alegre fiesta!
    El colorín pintado
Que en la ramilla hojosa
Se mece, y blando sus cuidados trina,
El vuelo delicado  55
Con que la mariposa
De flor en flor besándolas camina,
La alondra que vecina
Al cielo se levanta,
Todo os es nuevo y vuestro pecho encanta.  60
    En vuestra faz de rosa
Ríe el gozo inocente,
Y en los vivaces ojos la alegría;
Vuestra boca graciosa
Y la alba tersa frente  65
Son un retrato de la Lísis mía.
La blanda melodía
De vuestra voz remeda
La suya; pero en mucho atrás se queda.
    ¡Y el candor soberano  70
De su pecho divino!
¡Y su piedad con todos oficiosa!
Yo vi su blanca mano
Del mísero Felino
Socorrer la indigencia rigurosa.  75
Clori en su congojosa
Suerte llorar la viera,
De su amarga orfandad fiel compañera.
    Sola estás; mas el cielo
Si te roba, exclamaba,  80
La cara madre, te dará una amiga;
Y a la triste en su duelo
Sollozando alentaba.
Clori la abraza en su cruel fatiga,
Y sus ansias mitiga  85
En su seno clemente:
Yo al verlo me inundaba en lloro ardiente.
    De entonces mas perdido
La adoré, y ciego amante
Sus pisadas seguí por selva y prado.  90
Así en el ancho exido
Con balido anhelante
Corre a su madre el recental nevado.
Oyó en fin mi cuidado,
Y mi feliz porfía  95
Coronando, su mano unió a la mía.
    Vosotros, mis amores,
Sois el fruto precioso
Del dulce nudo y bendición del cielo,
De mil suaves ardores  100
Galardón venturoso,
De nuestras ansias plácido consuelo,
Renuevos que el desvelo
De mi cariño cría
Para gozarme con su pompa un día.  105
    Creceréis, y mi mano
Os cubrirá oficiosa,
Qual tiernas plantas de la escarcha cruda,
El cielo soberano
Con bendición gloriosa  110
Hará que el fruto a la esperanza acuda,
Y deleytosa ayuda
En la vejez cansada
A mí seréis y a vuestra madre amada.
    Entonces nuestra frente  115
El tiempo habrá surcado,
De tristes rugas, el vigor perdido:
Tal el astro luciente
Se acerca sosegado
Al Occidente en llamas encendido.  120
Pero habremos vivido,
Y hombres os gozaremos,
Y en vosotros de nuevo viviremos.
    El ganado que ahora
Mi blando imperio siente,  125
El vuestro sentirá; y en estos prados
Os topará la aurora
Tañendo alegremente
Mi flauta y caramillo concertados.
Los tonos regalados  130
Que hora a cantar me atrevo,
Hará más dulces vuestro aliento nuevo.
    En humilde pobreza,
Mas en paz y ocio blando,
Luego mi Lísis y yo reposaremos,  135
Sobre vuestra terneza
Nuestra suerte librando,
A vuestra fausta sombra nos pondremos.
Plácidos gozaremos
Su celestial frescura,  140
Y os colmarán los cielos de ventura.
    Porque el hijo piadoso
Es de ellos alegría,
Y habitará la dicha su cabaña.
Pasto el valle abundoso  145
Siempre a su aprisco cría:
Ni el lobo fiero a sus corderos daña;
Nunca el año le engaña,
Y en su trono propicio
Acoge Dios su humilde sacrificio.  150
    A sus dulces desvelos
Ríe blanda su esposa,
Corona de su amor y su ventura,
Y de hermosos hijuelos
Qual oliva viciosa  155
Le cerca, y en servirle se apresura.
De inefable ternura
Inundando su seno,
Cien nietos le acarician de años lleno.
    ¡O mis hijos amados!  160
Sed buenos, y el rocío
Vendrá del cielo en lluvia nacarada.
Sobre vuestros sembrados;
Os dará leche el río,
Y miel la añosa encina regalada.  165
Vuestra frente nevada
Lucirá largos días...
¡Ay oyga el cielo las plegarias mías!
    Con delicado acento
Así Aminta cantaba,  170
Bañado el rostro en delicioso llanto
Y el feliz pecho en celestial contento;
Y con planta amorosa
A sus dulces hijuelos se acercaba.
Llegó do estaban, y cesó su canto,  175
Que con burla donosa
Uno el cayado juguetón le quita
    Y el balante ganado ufano rige,
Que al redil conocido se dirige;
Mientras el más pequeñuelo se desquita  180
Con mil juegos graciosos,
Soñar queriendo con la tierna boca
La dulce flauta que su padre toca;
Y de Aminta en los brazos cariñosos
Llegando a la alquería,  185
Caen las sombras y fallece el día.




Égloga III


 

Mirtilo y Silvio.

 

SILVIO

   ¿Dónde, Mirtilo amado,
Tan cuidadoso, tan veloz caminas?
¿Dónde? el caro redil abandonado.

MIRTILO

A ofrecer estas frescas clavellinas
A mi gentil, zagala, Silvio mío,  5
Que cogí en el vergel; aun salpicadas
Ve en líquido rocío
Sus tiernas hojas, pero muy más bellas
Sus mexillas rosadas
Son y su boca más fragrante que ellas.  10
Voy, Silvio pues, ¡el pecho se alboroza!
Y en la feliz ventana de su choza
En un ramo donoso
Las dispongo, y retírome de un lado
Con paso respetoso.  15
Luego al rabel le canto apasionado
La amorosa tonada
Que entre todas las mías más le agrada,
Porque me sienta allí. La zagaleja
De timidez y gozo palpitando,  20
El blando lecho silenciosa dexa,
Y asómase a escuchar: mira el fragrante
Vistoso ramo que feliz le ofrece
Mi desvelo constante.
Tómalo y ríe, a la nariz hermosa  25
Lo llega, y en su aroma regalado
Pensando en su Mirtilo cariñosa
Absorta se embebece;
Yo envidiando mi ramo afortunado.

SILVIO

¡Zagal feliz! que de placer suspiras,  30
Mientras las tristes iras
Yo sin ventura lloro
De Amarilis cruel, de linda boca,
Ojos vivaces y cabello de oro,
Que parte en rizos por el cuello tiende,  35
Parte entre rosas agraciada prende;
Mas rebelde al amor qual dura roca.
Así pues te de blanda Galatea
Los dulces premios que tu fe desea,
Que me cantes te ruego esa tonada,  40
Que qual tuya será tierna y suave.

MIRTILO

Harélo, Silvio amado,
Así porque no sabe
Mi sencilla afición negarte nada,
Como por ocuparme afortunado  45
En Galatea y mi sabrosa pena.
La noche va tornando silenciosa,
Y la alba luna que en el alto cielo
Su carro guía en magestad serena,
Con su cándida luz bañando el suelo,  50
Despiertan la gloriosa
Llama de amor, mi espíritu conmueven,
Y el labio y el rabel al canto mueven,
Oye pues, Silvio: la zagala mía
Un clavel oloroso  55
Puesto galanamente
En el bayle llevaba.
Viólo mi loco amor, y así decía,
Mientras él insensible el cerco hermoso
De sus purpúreas hojas levantaba  60
Sobre su seno cándido y turgente:
       ¡O! si yo feliz fuera
       Ese clavel fragante,
       Donosa Galatea,
       Que ufana al seno traes.  65
       ¡Quan fino y cariñoso
       Su nieve palpitante
       Delicioso empapara
       En mi aliento suave!
Sobre él las hojas tiernas  70
       ¡O dicha imponderable!
       Tendiera, y sin zozobra
       Lograra en fin gozarle.
       Viera, si su alba esfera
       De rosas y azahares  75
       Hizo amor, o de nieve
       Mezclada con su sangre:
       La fuerza que lo agita
       Quando turbado late,
       Y el valle de jazmines  80
       Que forma donde sale:
       De do el olor subido
       Le viene, y que contraste
       Con sus turgentes globos
       La lisa tabla hace.  85
       Viera, si el breve hoyuelo
       De do esta tabla parte
       Es lecho de azucenas,
       Do Amor dormido yace.
       Pues si a gozar el ámbar  90
       De mi encendido cáliz
       Tal vez la nariz bella
       Inclinaras afable,
       ¡O! ¡y qual lo dilatara!
       ¡Quan tierno, quan amante  95
       El tuyo inundaría
       De gozos celestiales!
       Y con tu aliento unido
       Me deslizara fácil
       Por él, hasta que ardieras  100
       Del fuego que en mí arde.
       Bebiera tus suspiros:
       Mis encendidos ayes
       Envueltos en aromas
       Bebieras tú anhelante.  105
       Mas ¡ah! que helada y muerta
       Gozar la flor no sabe
       Bien tanto, y en mil ansias
       Mi pecho se deshace.
       Clavel, ¡o Amor! me torna,  110
       O cefirillo amable;
       Y siempre a mi bien siga,
       Y en mi ámbar la embriague.
    Ya Mirtilo callaba,
Y aun Silvio embebecido  115
Sin sentirlo prestaba
Al eco tierno un silencioso oído.
Volvió en fin y le dice: el bullicioso
Curso del arroyuelo,
Y del favonio el susurrante vuelo  120
No igualan con tu voz, zagal dichoso.
Dulce al labio es la miel, y la mirada
Tierna de una pastora
Dulce al zagal que fino la enamora;
Pero muy más el ánimo recrea  125
Tu amorosa tonada.
Toma, toma por ella esta cayada
Que entallé diestro de arrayan y flores;
Tan fácil premio mi amistad desea
A tus tiernos ardores.  130
Recibióla Mirtilo, y más contento
Que el ciervecillo juguetón y exento,
Brinca en pos de su madre en la pradera,
A poner fino el ramo afortunado
Vuela en planta ligera  135
A la ventana de su dueño amado.




Égloga IV


El zagal del Tormes

ArribaAbajo    Fértiles prados, cristalina fuente,
Bullicioso arroyuelo, que saltando
De su puro raudal plácido vagas
Entre espadañas y oloroso trébol;
Y tú, álamo copado, en cuya sombra  5
Las zagalejas del ardiente estío
Las horas pasan en feliz reposo,
A DIOS quedad: vuestro zagal os dexa;
Que allá del Ebro a los lejanos valles
Fiero le arrastra su cruel destino,  10
Su destino cruel, no su deseo.
Ya mas, o Tormes, tu corriente pura
Sus ojos no verán: no sus corderas
Te gustarán, ni los viciosos pastos
De tus riberas gozarán felices.  15
No más de OTEA las alegres sombras,
No más las risas y sencillos juegos,
Pláticas gratas y canciones tiernas
De la dulce amistad. Aquí han corrido,
Qual estas lentas cristalinas aguas  20
Riendo giran con iguales pasos,
De mi florida edad los claros días.
De las dehesas del templado extremo
Vine extraño zagal a estas riberas,
Quando mi barba del naciente bozo  25
Apenas se cubría, y en las ramas
De los menores árboles los nidos
Pudo alcanzar mi ternezuela mano
De los dulces pintados colorines.
Aquí a sonar mi caramillo alegre  30
Me enseñó Amor, y el inocente pecho
Palpitando sentí la vez primera.
Aquí le vi temer. y a la esperanza
Crédulo dilatarse, qual fragrantes
A los soplillos del favonio tienden  35
Sus tiernas galas las pintadas flores,
Quando en mayo benigno el sol les ríe.
Con planta incierta discurriendo ocioso
En inocencia y paz, libre y seguro
Cantar me oísteis, y volver mis trinos  40
Parlero el monte en agradable juego.
Llevar me visteis mi feliz ganado
Del valle al soto, y desde el soto al río:
Bañado en gozo, quando el sol hería
Mi leda faz con su naciente llama,  45
En dulce caramillo y voz suave
Su lumbre celebraba y mi ventura.
Mis ovejillas del caliente aprisco
Saltando huían con balido alegre,
Seguidas de sus cándidos hijuelos,  50
Al conocido valle, do seguras
Se derramaban, y ladrando en torno
Mi perro fiel con ellas retozaba.
Otros zagales a los mismos pastos
Sus corderos solícitos traían,  55
A par brindados de la yerba y flores;
Y juntos baxo el álamo que cubre
Con sombra amiga y susurrantes hojas
La clara fuente, en pastoriles juegos
Nos viera el sol en su dorado giro  60
Perder contentos las ardientes horas,
Que en torno de él fugaces revolaban.
Viónos la noche y el brillante coro
De sus luceros, repetir los juegos
Entre las sombras del callado bosque;  65
Y a mí embargado en contemplar el giro
De tanta luz, o la voluble rueda
Con que del año la beldad graciosa
Ornan del crudo enero el torvo ceño,
Del mayo alegre las divinas flores,  70
Las ricas mieses del ardiente estío,
Y de olorosas frutas coronado
El otoño feliz, las maravillas
Cantar de Dios con labio balbuciente
En tierno gozo palpitando el pecho,  75
Y sonando otra voz muy más canora
Que de humilde pastor mi dulce flauta.
¡Delicia celestial, ante quien baxo
Es quanto precia el cortesano iluso
De oro, de mando, o deleznable gloria!  80
No allí a nublar tan inocente gozo
El pálido temor, no los cuidados
Solícitos vinieran, o la envidia
Sesga mirando, su cruel ponzoña
Pudo sembrar en maestros llanos pechos.  85
Todo fue gozo y paz, todo suave
Santa amistad y llena bien andanza.
En Plácida igualdad muy más seguros
Que los altos señores, nunca el día
Nos rayó triste, ni la blanca luna  90
Salió a bañar con su argentada lumbre
Nuestra llorosa faz, qual allá cuentan
Que en las ciudades y soberbias cortes
La noche entera en míseros cuidados
Los ciudadanos desvelados lloran.  95
¡Tanto bien acabó! Como deshace
Del año la beldad crudo granizo,
Que ayrada lanza tempestosa nube,
Y la dorada mies, del manso viento
Antes movida en bulliciosas olas,  100
Ya entre sus largos surcos desgranada
Del triste labrador la vista ofende;
Así el hado marchita mi ventura,
Así a dar fin a mi apenada vida
A tan lejanos términos me lleva.  105
¡Ay! ¿para qué? de mis fugaces años
A más nunca tornar desparecieron
Los más serenos ya, y acaso a hundirse
Los que me esperan de dolor conmigo
Corren infaustos en la tumba fría.  110
Pasó qual sombra mi niñez amable,
Y a par con ella sus alegres juegos;
Relámpago fugaz en pos siguióla
La ardiente juventud: danzas, amores,
Cantares, risas, doloridas ansias,  115
Dulces zozobras, veladores zelos,
Paces, conciertos agradables, todo
Despareció también; y el sal me viera,
Entre rosas abriendo a la galana
Primavera las puertas celestiales,  120
Seis lustros ya sus bienhechores rayos
Mirar contento con serenos ojos.
¡Y hora habré de dexar estas riberas
Donde vivo feliz! ¡y estos oteros!
¡Este valle! ¡este río en libre planta  125
Cantando veces tantas de mí hollados
No veré mas! ¡y mis amigos fieles!
¡Y mis amigos! ¡O dolor! con ellos
Aquí me gozo y canto; aquí esperaba
El trance incierto de mis breves días,  130
Y que cerrasen mis nublados ojos
Con oficiosa mano. ¿A qué otros bienes?
¿Otras riquezas y cansados puestos?
¿A qué buscar en términos distantes
La dicha que me guardan estas vegas,  135
Y estas praderas y enramadas, sombras?
Mi choza humilde a mi llaneza basta,
Y este escaso ganado a mi deseo.
Téngase allá la pálida codicia
Su inútil oro y la ambición sus honras;  140
Que igual alumbra el sol al alto pino
Y al tierno arbusto que a sus plantas nace.
Mas ya partir es fuerza: bosque hojoso,
Floridos llanos, cristalino Tormes,
Quedad por siempre A DIOS; dulces amigos,  145
A DIOS quedad, A DIOS; y tú indeleble
Conserva, árbol pomposo la memoria
Que impresa dexo en tu robusto tronco
Y sus letras en lágrimas bañadas.
       Aquí Batilo fue feliz; sus hados  150
       Lo conducen del Ebro a la corriente.
       Pastores de éste suelo afortunados,
       Nunca olvidéis vuestro zagal ausente.
Id, ovejillas, id, y tan dichosas
Sed del gran río en los lejanos valles,  155
Qual del plácido Tormes lo habéis sido
Con vuestro humilde dueño en las orillas:
Id, ovejillas, id; id, ovejillas.



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