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ArribaAbajoRafael Laffón

Rafael Laffón

Rafael Laffón
(Sevilla, 1895-1978)

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Poeta ligado al grupo sevillano de la revista Mediodía. Su evolución coincide con la de buena parte de los poetas coetáneos. Cráter, su primer libro, que lleva el subtítulo de «Versos de ingenuidad y violencia», está todavía ligado al modernismo. Con Signo+, un tanto tardíamente, se adhiere a la moda ultraísta, aunque nunca incurra en excesos ni rompa del todo con la tradición: no faltan en ese libro, junto a las décimas guillenianas, los romances y el soneto.

El retorno a la tradición queda muy patente en el primer libro que publica tras la guerra civil, Romances y madrigales. Laffón se manifiesta en él, y en los títulos siguientes, como un poeta colorista, formalista, menor y muy sevillano (de «impresionismo juguetón» ha hablado algún crítico). Con Vigilia del jazmín -elegía a la muerte de su mujer- inicia una nueva etapa, caracterizada por la angustia existencial y una religiosidad más conflictiva y menos externa.


Obra poética

Cráter, Sevilla, Imprenta de Francisco Pérez Lamas, 1921.

Signa+, Sevilla, Colección Mediodía, 1927.

Identidad, Madrid, Ediciones de la Revista Literatura, 1934.

Romances y madrigales, Madrid, Editorial Hispánica (col. Adonais), 1944.

Poesías, Sevilla, Ediciones Aljarafe, 1945 [ed. corregida y aumentada del libro anterior].

Advenimiento de la angustia, Valladolid, Halcón, 1948.

Romances del Santo Rey, Sevilla, Ayuntamiento, 1951.

Vigilia del jazmín, Valencia, Diputación Provincial, 1952; 2.ª ed., Sevilla. Aldebacán, 1953.

Boda, Melilla, Mirto y Laurel, 1954.

La rama ingrata, Madrid, Ágora, 1959.

A dos aguas, Madrid, Rialp (col. Adonais), 1962.

La cicatriz y el reino, Sevilla, La Muestra, 1964.

Sinusoides y puzzle, Sevilla, Ángaro, 1970.

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El sol desaparecido (1922-1924), Sevilla, 1997.

Antología (ed. Miguel Cruz Giráldez), Sevilla, Guadalquivir Ediciones, 2000.




Bibliografía

CRUZ GIRÁLDEZ, Miguel, Vida y poesía de Rafael Laffón, Sevilla, Diputación, 1984.

_____. La obra en prosa de Rafael Laffón, Sevilla, Ayuntamiento, 1987.

_____. «Introducción», en Antología, págs. 11-44.

GARCÍA VIÑÓ, Manuel, El poeta sevillano Rafael Laffón, Sevilla, Ixbiliah, 1957.

JIMÉNEZ MARTOS, Luis, «Valdivieso, Laffón, Oliver y algunos otros poetas de los años veinte», en La Estafeta Literaria, núms. 618-619, Madrid, 15 de agosto-1 de septiembre de 1977, págs. 16-19).

RUIZ-COPETE, Juan de Dios, «Rafael Laffón, el poeta y el hombre», en Poetas de Sevilla, Sevilla, Publicaciones de la Caja de Ahorros provincial de San Fernando, 1971, págs. 129-142.

VV. AA., Homenaje al poeta sevillano Rafael Laffón, Sevilla, Ayuntamiento, 1960.



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ArribaAbajoInvitación a la vida


ArribaAbajoPasan las aguas por el cauce
y no terminan de pasar;
mas si de un agua no bebimos
nunca aquel agua tornará.

Y mientras corre el tiempo y llega
la hora feliz que imaginamos,
se va la vida, huyendo siempre,
cual se va el agua entre las manos...

Gocemos hasta marchitarlas
todas las flores del camino,
ya que el dolor jamás perdona
ni un paso de nuestro destino.

Gocemos la vida, gocemos...
¿Quién del mañana gozará?
Gocemos hasta embriagarnos
con una absurda saciedad.

Y aunque de luz se abrase el alma,
presto vayamos a la luz...
¡No hay más que al fin de los caminos,
sobre una lápida, la cruz!

[Cráter, 1921]

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ArribaAbajoGrillo


A R. Porlán y Merlo




ArribaAbajo Molinillo de café
-del café puro de la noche-:
grillo.

Grillo,
buen menestral que mueles la sombra
que es café puro de Sur y estío;
y es el sorbo neumático
de gravedad que acerca a los amigos;
e infusión de emboscada
del calamar del infinito;
y vaho ciego
de caer de espaldas al abismo...

¡Este café que mueles, grillo!

Café puro, con gotas de estrellas,
que desvela a los niños...

[Signo+]

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ArribaAbajoEl pie ligero


ArribaAbajo Salvar tiempo y distancia
-moroso empeño siempre a la fatiga-,
milagro es en vosotros de elegancia,
¡oh, pies alados de la dulce amiga!

Pies alados, pies breves,
aquí de mis querellas:
¿cómo pisáis tan frágiles y breves
si dejáis al pisar tan hondas huellas?




ArribaAbajo[Ni línea, ni color...]


ArribaAbajo Ni línea, ni color, ni voz suave,
ni el mirar que fascina...
¡Tan sólo tu divina gracia
de sonreír que a cielo sabe!

Sonrisa -cielo-, quien te goza, apenas,
se da cautivo de tu fuerza ingrave
-ni línea, ni color, ni voz suave...-,
sin cárceles, sin guardas, sin cadenas...

[Romances y madrigales]

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ArribaAbajoOctubre


ArribaAbajoOctubre acuña en oro
redondo su moneda...
La luz es como un toro
retinto en la arboleda.

Qué próvida hermosura
de este pecho opulento.
Tal que una fruta madura,
sabroso, el pensamiento.

Boga octubre en su barca
por un mar de delicia.
La sangre, ¿es roja o zarca?
¿Es latido? ¿Es caricia?

Cómo, Señor, se ufana
desde el cenit la vida.
Su gloria se desgrana
por el aire cernida.

Piel fragante, piel suave,
tersa piel de aire y cielo.
El tacto es miel que sabe,
y el sabor, terciopelo.

Plenitud, sí, de octubre
para el gusto y la mano.
Mas la pulpa, ay, ¿no esconde
ya en su dulce el gusano?

[Boda]

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ArribaAbajoPara morir es buena cualquier hora


ArribaAbajo Para morir es buena cualquier hora,
pues detrás de la espalda, a cada paso,
dejamos en el aire este vacío
de la ansiedad de una matriz frustrada.
Alguien vendrá a este hueco que nos pone
frío en los huesos,
que más pesados nos deja los huesos.
Porque ahí queda el vacío conformado
por los recuerdos que dejamos irse
-que se fueron volviendo la cabeza-;
y por el grito sofocado
con negra voluntad de infanticidio;
por esa mano que imploró tendida,
pulsando su armonía estupefacta;
por la ternura que no pudo
ablandarnos el rostro;
por los nudos deshechos con mordedura de ira;
por las horas baldías como lunas
a que una vez cerramos la ventana.

A la espalda este hueco... Donde llevan
sus alas los arcángeles,
llevamos este hueco sordamente,
zumbando sordamente.

Si una palabra allí os cayera, amigos,
guardaos bien de sus ecos
que en un instante el corazón destrozan.

Para morir es buena cualquier hora.
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Para morir es buena cualquier hora,
porque si un día, si un buen día,
el pie desnudo toca en tierra,
hasta nuestra garganta, enjuta y ronca,
la tierra reptará con vientre verde.

Y esta la sangre turbia de las venas,
y estas quemaduras de los ojos,
y estas cenizas de cabellos áridos
sabrán entonces que en la tierra
existe una delicia húmeda y blanda.

Nos amenazará la fuga, entonces,
del más profundo sorbo.

Guardaos si en sueños, en la noche,
pasáis, quizás, por un jardín regado...
El filo de la luna os mondará los huesos.

Para morir es buena cualquier hora,
porque el tiempo se para mientras crece
la hierba o si se espera
un golpe sin remedio en el costado.
Porque se abre del tiempo la hendidura
de un vértigo a las doce...
Sin ser mañana todavía,
de un sonámbulo ayer se amputa el alma.

Cuando el cuerpo en el sol no tiene sombra,
cuando el compás nos desampara
súbitamente de una música,
cuando nos despeñamos en un sueño,
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o, lúcidos, sabemos que nos busca
la claridad de un astro ya extinguido...

Si un momento, siquiera,
nos es Dios lo posible,
no bullid, no ajustéis su cuenta al pulso.
Al intentarlo palparéis sólo aire.

Para morir es buena cualquier hora.

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ArribaAbajoResurrección


ArribaAbajo Cuando Dios diga ¡Alzaos! y truenen las trompetas,
sonarán nuestros gritos de ansiedad emergente;
nuestros gritos de tierra tantos siglos sin nombre;
nuestros gritos que estaban aguardando en las órbitas
heladas de los cuerpos celestes que se aman;
nuestros gritos de niños ciegos que se perdieron,
al recobrar el tacto concorde de otras venas.

¡Temblor de asidas manos tras del naufragio inmenso!
Romperemos las aguas y las duras raíces
y el cristal de las sales telúricas absortas.
Estas tus manos y este el color de tus ojos,
irisado en las luces del novísimo día.
Y esta ya la medida de nuestros corazones...
¡Otra vez nuestro gozo confinado en fronteras!

Allí una carne hermosa proclamaré por mía:
Mirad -diré-, las huellas antiguas de mis brazos.

[Vigilia del jazmín]

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ArribaAbajoLa cicatriz y el reino




1


ArribaAbajo Yo no sé si ella está dentro o afuera, por el mundo...
O si asoma a mi carne a la intemperie.
Esta cicatriz mía, la que me adjudicaron,
igual, irreversible.
No tiene vuelta, como le sucede
a un viejísimo traje que se arrodilla él solo...
Que se arrodilla cuando está en la percha,
a fuerza nada más que de costumbre triste.

Pero os hablaba
de una tremenda cicatriz, la mía,
que se reactiva siempre
con la humedad, pero humedad de lágrimas.
Que disimulo yo en alguna parte.
Tan vergonzante, pero que me abrasa
igual que un mal zurcido en la camisa.
Aquel zurcido que en cualquier prenda
llevaba yo al colegio.
(Este Laffón, tan buen alumno siempre
pese a ser un torpón en matemáticas.)

O cuando me atrapaban, sorprendiéndome,
por merienda tres nueces, más o menos.
Y yo, sonriendo, con rubor
-qué fácil niño
para el rubor-, tan sólo les decía:
¿No queréis de mi postre?
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O cuando un tiempo tuve
mujer muriente,
y aquel contrabandista de aquella medicina,
tras de agotarme me arrojó a la calle...

Cuando a las malas violencias frías
opuse mi silencio y me acordé del Cristo.

Cuando después y antes, cuando siempre,
cuando ayer y mañana
hay que optar con el pan en una mano
y en la otra mano un ídolo.



2


ArribaAbajo Quiero yo a esta pequeña vida porque es la mía;
y aun en mi dispersión
y diáspora final en propia carne
lo sigue siendo.
Pero un miedo total se me hizo carne
y me asalta hasta en sueños
a las doce del día.
Y tiemblo, Señor, tiemblo
frente a aquello o lo otro,
que tengo la lección bien aprendida.
Y hasta cuando esta mano
remueve el aire en un saludo,
me acongoja, no sea
que se me desintegre un transeúnte.
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3


ArribaAbajo Yo soy el incapaz de la ironía. Ese crimen
impune... Va de veras.
Sí, sí, yo tengo que dar gracias.
Sí, yo supe de cosas -¿las felices?-,
que, pudiendo, no fueron...
¡Y el no poder fue luego mi alegría!
Tantas veces he visto al Padre en una resta.
Dios está en una resta.
Dios es la resta, amigos.
La prueba de restar, ¿no es una suma?
(Teología sospechosa
de un espejo de orgullo o de ternura
donde en la oscuridad de muchos vientres
tanto he temblado, tanto...
¡Qué saben los espesos y redondos!)

¿Pero sabéis vosotros? ¿Lo sabéis?
Es ésta la cuestión... Es ésta.
No, no busquéis la llave del secreto,
ni cambiéis al enfermo de postura.
La llave aquella se perdió hace mucho.
Buscad humildemente:
la llave no, la cerradura.
Encontradla, palpadla como ciegos.
Permitiréis que os abran. Que alguien abra,
aunque meta la llave en vuestra herida.

[La cicatriz y el reino]