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ArribaAbajoGabriel García Moreno (1821-1875)

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ArribaAbajoNota biográfica

Célebre estadista nacido en Guayaquil el 24 de diciembre de 1821. Es notable también como escritor y poeta, por la claridad de su elocución y la fuerza incisiva y persuasiva de su estilo.

Como poeta bien puede figurar entre los románticos, si no por las novedades formales que nunca empleó, por el fondo de ideas y la actitud vital que adoptó ante lo que ellos llamaban el «injusto sino». En su primera edad, hacía profesión de romanticismo, y heraldo de sus principios se proclamó en el célebre discurso con que abrió el Certamen de Literatura de la Universidad de Quito, en julio de 1846, y consecuente con ellos expresó sin ambages sus sentimientos y el mar de fondo ideológico y emocional que daba fuerza a dicho movimiento en la Nota Necrológica dedicada pocos meses después, el 18 de noviembre, a lamentar la muerte de la señora Dolores Salinas de Gutiérrez, su segunda madre política, quien había perdido a su padre el prócer don Juan Salinas, el aciago 2 de agosto de 1810, asesinado en la prisión por los españoles.

En el párrafo final se leen estos conceptos: «¡Desventurados de nosotros que la hemos perdido para   —94→   siempre, nosotros que arrastramos inútilmente el peso abrumador de una existencia atormentada! Cada día, cada instante que vuela nos roba alguna ilusión, desvanece algún encanto y nos deja algún dolor; y cuando enteramente se disipan los sueños de falaz ventura, el mundo llega a ser un desierto y el corazón una tumba».

Esto escribía en Quito el 18 de noviembre de 1846. Basta leer los párrafos transcritos -el tono es inconfundible- para convencerse de que a los 25 años García Moreno era romántico de corazón. Lo era también y siguió siéndolo por su pasión por la justicia y su odio a la mediocridad, la ineptitud y el vicio.

Esto nos lleva a la conclusión de que el personaje ecuatoriano acerca de quien más se ha escrito es todavía el menos conocido. La recta comprensión de García Moreno no requiere ya ni una nueva diatriba ni una nueva apología; lo que hace falta es situarle en el plano de ideas y corrientes mentales y emocionales de su tiempo. El cuadro exterior histórico en que actuó, ha sido estudiado ya bastante; demasiado bien conocemos sus hechos, sus errores y desaciertos; sus proezas y grandes realizaciones y hasta puerilidades e insignificancias de su vida que a cualquier hijo de mujer hay que pasarle en silencio piadosamente, por excelsa que sea la altura a que hubiese llegado. Lo que no sabemos, ni nadie ha tratado de averiguar, son las características de su extraordinaria personalidad, la singularidad de su psicología; los móviles que le impulsaban a la acción tan decididamente; las condiciones idiosincrásicas que determinaban su reconocida eficiencia personal.

Necesitamos, luego, estudiar sus ideas directrices, sus convicciones determinantes; la estructura mental e ideológica en que se apoyaba el poderoso motor de su voluntad y de la cual partían, como relámpagos, cuando se calentaba al rojo, sus terribles decisiones; en la que tomaba ímpetu el apasionamiento tenaz con que las llevaba a cabo.

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¿Cuáles eran sus ideas religiosas y políticas? ¿A qué escuela pertenecía; en qué fuentes las había bebido; cómo las habría interpretado este hombre silencioso y hermético si hubiese tenido tiempo para explicar sus actos; si hubiera querido confesar los secretos móviles de su conducta; justificar lo que sus enemigos han llamado sus crímenes? ¿Qué libros leyó en sus horas de soledad? ¿Conoció los de los escritores a quienes parece haber seguido: el Conde de Maistre, Donoso Cortés, Balmes?...

Si poco o nada se sabe sobre todas estas cuestiones ¿cómo juzgarlo? ¿Cómo juzgarlo sin comprenderlo?

Y es el hombre por el cual nuestro país ocupará un puesto honroso en la historia, según sentía el sabio crítico -que él sí lo entendía- don Marcelino Menéndez y Pelayo30.



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ArribaAbajoSelecciones

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ArribaAbajoA la patria


(Soneto)


ArribaAbajo    Patria adorada, que el fatal destino
en fácil presa a la ambición condena;
donde en eterno, oscuro torbellino,
el huracán del mal se desenfrena:

    ¡ay! ¿para ti no guarda el Ser Divino  5
alguna aurora sin dolor serena,
alguna flor que adorne tu camino,
alguna estrella de esperanza llena?

   Si dicha y paz propicio te reserva,
que su potente mano te liberte  10
del férreo yugo de ambición proterva;

   o si no, que los rayos de la muerte
mi pecho hieran, antes que, vil sierva,
pueda infeliz encadenada verte.

Abril de 1846.

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ArribaAbajoA la memoria de Rocafuerte


ArribaAbajo    Pálida, triste, en lágrimas bañada
y herida el pecho de profunda pena,
hermosa virgen, de amargura llena,
a solitaria tumba se acercó;

    y al recorrer con lánguida mirada  5
el yerto polvo que el sepulcro encierra,
en llanto amargo humedeció la tierra
y en lastimeras quejas prorrumpió:

    «¡Ya no late tu pecho esforzado;
ya en el cielo tu espíritu se esconde;  10
ya no se abren los labios de donde
corrió puro, sonoro raudal!

   ¡Y yo mísera y sola me encuentro,
y de viles traidores cercada,
ofendida, llorosa, ultrajada,  15
perseguida del genio del mal...!

    Cuando airada la suerte enemiga
me colmó de infortunio y horrores,
tú templaste mis crueles dolores,
tú enjugaste mi llanto infeliz.  20

    ¡Y hoy no tengo quien llore conmigo,
quien escuche mi triste lamento,
quien imite tu noble ardimiento,
quien herede virtudes de ti!
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    Anidaba mi pecho esperanzas  25
que ya en alas del viento volaron,
y dolientes recuerdos dejaron
que no pueden los siglos borrar:

    ¡ay! recuerdos que son para el alma
penetrantes y duras espinas,  30
que arraigadas en medio de ruinas
nadie puede después arrancar.

   Dulce sueño de paz y ventura,
encantada ilusión que he perdido,
todo yace en la tumba caído;  35
sólo vive mi acerbo dolor:

    ¡ya no late tu pecho esforzado;
ya en el cielo tu espíritu se esconde;
ya tu acento a mi voz no responde;
y el destino me inspira terror...!».  40

    Dijo y, llorando, tristes siemprevivas
regó sobre la tumba solitaria;
y con ferviente, fúnebre plegaria,
la piedad del Altísimo imploró.

   Cruzó luego las auras fugitivas  45
súbito lampo y retumbante trueno;
y ayes lanzando del herido seno
la dolorida virgen se ocultó.

    En la pálida frente se veía
el caro nombre de la patria impreso,  50
de la patria, rendida al duro peso
de creciente, implacable adversidad.

    ¡Infeliz, que luchando en la agonía
y entregada a las garras de la muerte,
ve expirar al virtuoso Rocafuerte,  55
y alzar al crimen al traidor puñal...!

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ArribaAbajoEpitafio


ArribaAbajo    Tus cenizas, Vicente Rocafuerte
aquí guardó la muerte;
pero queda tu nombre para gloria
del mundo americano, y para ejemplo
de cívicas virtudes tu memoria.  5

Quito, junio 16 de 1847.

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ArribaAbajoA Fabio



Yo vi del polvo levantarse audaces,
a dominar y perecer, tiranos;
atropellarse efímeras las leyes
y llamarse virtudes los delitos.

Moratín.                


ArribaAbajo   Huye lejos de aquí, virtuoso Fabio,
huye, si quieres preservar del vicio
tu juventud florida, que los años
presto te robarán. Mira doquiera
cómo levanta la manchada frente  5
llena de oprobio y de arrogancia el crimen;
cómo se arrastra la ambición astuta
en fango inmundo, y de repente sube
cual fétido vapor que infesta el cielo.
Allá se esconde prostituta infame  10
bajo adornos marciales, y su mano
tímida empuña el relumbrante acero,
jamás enrojecido en las batallas.
Impresos lleva en su amarillo rostro
los asquerosos surcos, las señales  15
que en lecho torpe atesoró. Ninguno
de cuantos vicios inventara el hombre
en largos siglos de maldad, ignora:
traición, perjurio, latrocinio, estafa,
libertinaje impúdico, furores  20
de bárbara opresión... su vida impura
encerrada en artículos se encuentra
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en el severo código que inspira
saludable terror a los perversos.
¡Y este de corrupción conjunto horrible,  25
monstruo que hasta el patíbulo infamara,
éste triunfa, domina, tiraniza,
y respira tranquilo! Al pueblo imbécil
con fementido labio artero invoca,
y le ultraja feroz, ¡y el pueblo sufre!,  30
llora abatido, y resignado calla.
¡Oh vergüenza, oh baldón! Proscrita en tanto
la probidad se oculta, perseguida
por el delito atroz de su inocencia,
sin cesar acosada, expuesta siempre,  35
en inseguro asilo, a la perfidia
del delator vendido que la acecha.
Así tu patria está. No tardes, huye.
¿Qué esperas? ¿Quieres de tu vida infausta
la suerte mejorar con tu paciencia?  40
Te engañas, infeliz. A la fortuna
la áspera senda del honor no guía.
Quien a las altas cumbres la audaz planta
mueve y subir procura, no consigue
sino elevarse a la región del rayo;  45
mas, si los Andes deja, prefiriendo
valles ardientes de fecundo suelo,
se ofrecen luego a su encantada vista
flores y frutos en frondosas selvas:
así el hombre que intrépido se avanza  50
de la virtud a la fragosa altura,
camina a la desgracia, mientras goza,
en el campo feraz de la ignominia,
de iniquidad el premio el delincuente.
Mira en torno de ti y aprende cauto,  55
si a la opulencia aspiras, el secreto
que conduce al poder. Miente, calumnia,
oprime, roba, profanando siempre
de patria y libertad el nombre vano:
bajeza indigna, adulación traidora,  60
previsor disimulo, alevosía
y sórdido interés por ley suprema,
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presto te elevarán; y tu infortunio
sombra será como el terror de un sueño.
¿No ves a Espino el cínico, que entona  65
el hosanna triunfal para el que vence,
y, cuando pasa al Gólgota, le insulta
gritos lanzando de exterminio y muerte?
Pues serena su vida se desliza
de revuelta en revuelta, como corre,  70
del rugiente Sangay en el declivio,
entre ceniza y desgarradas peñas,
infecta fuente de insalubres aguas.
Y Corredor, y Viperino, y tantos
cobardes y rebeldes, que a tumultos  75
y no a combates sus galones deben;
y el renegado y falso Turpio Vilio,
que en todos los partidos sienta plaza
y de todos, vendiéndose, deserta:
del polvo se encumbraron, impelidos  80
al raudo soplo de inmortal infamia.
En esta tierra maldecida, en esta
negra mansión de la perfidia, ¿sirven
para algo la lealtad, la valentía,
la constante honradez, los nobles hechos  85
del que a la gloria inmola su existencia?
De vil ingratitud la hiel amarga,
de la envidia el veneno y muchas veces
fatídico puñal... tal es el premio
que el Ecuador a la virtud presenta.  90
Malvado o infeliz: no hay medio, escoge,
decide pronto, y antes que te oprima
como dogal de muerte la desgracia...
Mas no: desprecia impávido, animoso,
los cálculos del miedo; a la cuchilla  95
inclina la cerviz y no a la afrenta;
y aunque furiosa la borrasca brame,
y ronco el trueno sobre ti retumbe,
inmóvil, firme tente, que al cadalso
arrastrarte podrán, no envilecerte.  100
Conozco, sí, la suerte que me aguarda:
présago, triste el pecho que me la anuncia
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en sangrientas imágenes que en torno
siento girar en agitado sueño.
Conozco, sí, mi porvenir y cuantas  105
duras espinas herirán mi frente;
y el cáliz del dolor, hasta agotarle,
al labio llevaré sin abatirme.
Plomo alevoso romperá, silbando,
mi corazón tal vez; mas, si mi patria  110
respira libre de opresión, entonces
descansaré feliz en el sepulcro.

Quito, febrero de 1853.