Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice


Abajo

Proyecto político y obra científica en Rafael Altamira

Rafael Asín Vergara




ArribaAbajo Introducción

En las últimas décadas el concepto de Historia y el de su enseñanza han sufrido cambios substanciales. Su función educativa, su repercusión social, su conceptualización y sus objetivos, contenidos, metodología y estrategias de enseñanza han evolucionado modificando el papel del profesor, el alumno y, por supuesto, el de los planes de estudio.

Esta evolución no ha estado exenta de polémicas, síntoma de buena salud y de crisis a la vez. El debate viene de lejos. La ciencia en marcha de Marc Bloch siempre ha vivido -desde su irrupción como materia científica- una crisis de identidades casi consustancial a su propia existencia y desarrollo.

La problemática de la profesionalización del historiador y de la ubicación de su trabajo, la conciencia del valor social de la misma, la importancia de sus aportaciones para modificar o consolidar opiniones, y las posibilidades de extender las utilidades de estas características de la Historia a todos los ciudadanos, mediante la divulgación y la enseñanza obligatoria, han estado siempre presentes y de actualidad.

Un caso significativo por su importancia, por lo interesante de su vida y de sus ideas y por la pervivencia en algunos países de su magisterio, es el de Rafael Altamira. Tuvo aportaciones que fueron importantes, perviven algunas todavía. Se mantiene, sobre todo, una huella profunda de lo que sus innovaciones significaron en la renovación historiográfica en nuestro país, un buen recuerdo y la consideración de sus alumnos vivos y los discípulos de éstos, de maestro, de iniciador y dinamizador de proyectos.

Comprometido con su tiempo y con los problemas de la sociedad, siempre mantuvo la fe y la lealtad a los mismos ideales, la esperanza por conseguir modelos democráticos y unas reglas de juego para el entendimiento internacional, una mayor justicia social que no excluyese a los desfavorecidos y la educación como motor de crecimiento individual y colectivo para formar ciudadanos capaces de decidir el futuro.

Sus avatares personales y las oscilaciones de su ánimo no consiguen nunca desviar su voluntad de los objetivos que persigue. Es un hombre con sueños pero cree que éstos se alcanzan por caminos de compromiso y de trabajo, paso a paso, sin saltos en el vacío. No concibe la igualdad como uniformización sino como proceso colectivo, cree en el individuo y sus características propias. En sus derechos. Y también en sus obligaciones1.

El periodo de la Restauración y su problemática es fundamental a la hora de comprender la vida y las investigaciones e ideas sociales de Altamira. En los últimos años, nuevos estudios han ayudado a redefinir en profundidad nuestro concepto de esa época. El despertar de otra generación de estudiosos insufló nueva vida a la investigación que se benefició de los novedosos análisis de nuestra renovación historiográfica y del significativo interés de los hispanistas. Se observaron las relaciones y las dependencias. El papel de las élites políticas y de los partidos como similares a otros regímenes liberales europeos de la época. Un diálogo fructífero entre distintas ciencias sociales que reinterpreta de forma más equilibrada la etapa.

La vida de Rafael Altamira nos muestra los avatares de un ser humano complejo sumido en una dinámica similar a la de cualquier otro hombre de su época. Para conocer su mundo interior, además de las anécdotas y los recuerdos de los que le conocieron, cada vez menos por razones cronológicas, debemos buscar datos en la memoria que nos han dejado sus coetáneos y en las pinceladas sobre su existencia que él mismo nos proporciona. Entre los primeros abundan relatos sobre sus opiniones, actitudes y actividades públicas, pero se echa a faltar un retrato más personal, aunque tenemos las cartas a su amigo Pascual Soriano, fuente de valor excepcional para comprender su evolución de la adolescencia a la madurez. Existe otra fuente de indudable valor: sus notas autobiográficas y sus borradores para sus memorias2. Se puede argumentar que estos materiales son dispersos y están incompletos. Son, a pesar de ello, una valiosa herramienta para acercarse al personaje en sus facetas más íntimas. El más que evidente narcisismo, la posible deformación de muchas realidades, se compensan con el innegable acopio de sinceridad y autointrospección. El Altamira público sería comprensible de forma mucho más incompleta si no supiésemos lo que representaban para él su niñez, su familia y sus juegos. Este tipo de documentación resulta muy útil para caracterizar al personaje biografiado3.






ArribaAbajoAños de formación: la Universidad de Valencia y la ILE


ArribaAbajoLa Universidad de Valencia

La región valenciana tenía, como articulador cultural, un importante foco de influencia en la universidad de su capital que adquirió un sesgo liberal muy marcado y cuya colaboración con la ILE tiene especial significado a partir de 1876. Es un reducido núcleo de hombres el encargado de desarrollar y proponer las soluciones de este movimiento. Estos hombres eran, en su núcleo fundamental, José Villó y Ruiz (1839-1907) y Alfredo Calderón y Arana (1850-1907), naturales de Madrid; Aniceto Sela y Sampil (1863-1934), asturiano que será rector de la Universidad de Oviedo durante la estancia en la misma de Rafael Altamira, Eduardo Pérez Pujol (1883-1894), de Salamanca y Eduardo Soler y Pérez (1845-1907), valenciano4.

Cercanos a estos se movían otros importantes personajes de la época como Julián Ribera Tarragó (1858-1934) que sería catedrático de árabe en Zaragoza y Madrid, Luis Morote y Greus (1862-1913), diputado y periodista, Augusto Lomas y Argués (1834-1900), catedrático en Valencia de derecho civil y penal; Adolfo González Posada (1860-1944), catedrático de derecho político y administrativo, y que también coincidirá en el grupo de Oviedo; Vicente Santamaría de Paredes (1853-1924), catedrático antecesor de Posada que se trasladó después a Madrid donde desarrollaría su carrera política5. Es Eduardo Soler el primero en llegar y, de alguna manera, el alma del grupo. Poco a poco éste se amplía; tras Soler llega Villó y luego, Pérez Pujol. El resto de los citados tiene menos que ver con el Altamira estudiante porque no tiene vinculación directa con él o llega a la universidad coincidiendo con su marcha, como el caso de Sela. Pérez Pujol ha conseguido el rectorado de la universidad en 1869, tras el triunfo de la revolución de septiembre.

Todo el grupo había estudiado en Madrid, cuya universidad tenía como rector a Fernando de Castro6. Pérez Pujol actúa como abanderado de todos los proyectos de la burguesía liberal valenciana y adquiere así un amplio protagonismo en esa ciudad a pesar de que se le considera un krausista relativamente marginal dentro del grupo principal de este movimiento7. A la vez, Soler inicia un programa de conferencias y excursiones educativas; Villó encabeza la política de corte republicano; más tarde se incorpora Sela, que fundará todo tipo de instituciones culturales, o Calderón, gran polemista desde las páginas de El Mercantil Valenciano.

Altamira, tutorizado en este ambiente liberal y republicano, encontrará el caldo de cultivo para desarrollar su vocación intelectual y creativa y tomar conciencia de la situación política y social de su país. Pérez Pujol destaca por su obra histórica lo que también sirve de acicate a nuestro Altamira. Destacan: Historia de las Instituciones Sociales de la España Goda (1896); Origen y progresos del Estado y del Derecho en España (1860); La cuestión social en Valencia (1872); La sociología y la fórmula del Derecho (1875) y El concepto de la sociedad en sus relaciones con las diversas esferas del Derecho (1884).

José Villó tiene obras sobre sociología, historia y derecho; se puede destacar La Historia como ciencia (1905). En cuanto a Eduardo Soler, Manual de Derecho Mercantil (1882); El Estado en sus relaciones con la Iglesia (1885) y sus libros de viajes y geografía sobre el Júcar, Sierra Nevada, las Alpujarras, etc., así como sus artículos sobre arte, filosofía, historia y política. En esta misma línea trabajan el resto de institucionistas que nos sirven para comprender los inicios de la vocación de nuestro personaje en esta fase aparentemente menos importante que la de Madrid, pero que a la larga resulta el germen de lo que luego Giner hará aparecer. Destacan, entre las actividades de este grupo, el Congreso Pedagógico de 1886 que continuaba la labor del Congreso Pedagógico Nacional de 1882, la reunión al comienzo del curso 1899 sobre La enseñanza nacional y, más tarde, en 1902, la creación de la Extensión Universitaria con amplia participación de profesores ovetenses.

En general la influencia de la ILE se nota sobre todo en Pérez Pujol y en su tendencia a incorporar la sociología a sus trabajos. Altamira observa esta tendencia que luego madura junto a Costa y le llama profundamente la atención. Pérez Pujol tenía una idea del derecho, que también trasmite a Altamira, tomada de Krause y que lo considera un principio armónico de soluciones decididas libremente para organizar la sociedad.

Eduardo Soler, a quien Altamira concede más influencia en sus decisiones de ese tiempo, recensiona trabajos y recopila textos de Sanz del Río, de Giner y de Salmerón, lo que permite a nuestro estudiante estar al corriente de su obra. Trabaja a fondo el pensamiento conservador español cuyos autores aparecen citados de continuo en sus obras, es el caso de Balmes, Donoso Cortes, Menéndez Pelayo y aún los ultraconservadores como Navarro Villoslada y Ortí y Lara8.

De esta forma Altamira, que era muy mimético, aunque con un sentido crítico excepcional para su edad, se acostumbró a manejar un material valioso científicamente aunque correspondiente a lo que podría definirse como adversario ideológico y político. De ahí parte su respeto por muchas opiniones ajenas no compartidas y su rechazo casi absoluto del término enemigo.

A la vez madura su criterio sobre la nación, el estado, la religión, la fe. Con respecto a este último tema su agnosticismo, del que se muestra seguro en su correspondencia con Pascual Soriano, lo lleva a polemizar con algunos de sus profesores que tratan de convencerlo de la utilidad del sentimiento religioso inherente al pensamiento de Krause. Esta amistosa polémica dura mucho tiempo y alguno de sus profesores le reconviene por ello incluso en su madurez. Sela impondrá con más claridad los objetivos institucionistas y desarrollará un proyecto moral educativo con una buena definición del papel universitario en esta misión, pero para entonces Altamira se ha trasladado ya a Madrid aunque no perderá el contacto con sus condiscípulos de Valencia ni con sus profesores9.

Soler y Calderón pertenecieron a la primera Junta Facultativa de la ILE. Pérez Pujol, Villó y el propio Soler respondieron con fuerza el 7 de Abril de 1875 al Real Decreto y Circular del 26 de Febrero lo que les costó su cátedra a varios de ellos10. Este posicionamiento encontró eco en Valencia donde había crecido el papel de la burguesía urbana y liberal que se enriquecía y apreciaba el acceso a la cultura. No obstante el republicanismo valenciano será siempre inestable y no permitirá un cambio profundo por la descarnada lucha por el liderazgo sobre todo en época de Blasco Ibáñez11.

El grupo apostó por el laicismo y la educación como motor de progreso. Es también el germen de las escuelas jardín, el salto del aula a la naturaleza y al arte con una gran influencia de la Associació Catalanista d'Excursions cientifiques y de la Associació d'Excursions Catalana que dará lugar por empuje de Soler a la Institución para la Enseñanza de la mujer que citan Azorín y Altamira en Valencia e Ideario Pedagógico. Más tarde se desarrolla la faceta geográfica con las obras de Soler como resultado más perdurable. Se conservan cuadernos con apuntes de estos viajes y otra serie de Arquitectura. Como consecuencia de todas estas iniciativas se procedió a un profundo proceso de reforma de la Universidad de Valencia impulsado por Pérez Pujol desde su llegada el 29 de Abril de 1858 que fue ampliando planes de estudios, actividades e incidencia en la sociedad. En 1898 Soler es elegido decano de Derecho y consigue, hasta 1907, una reforma de los planes de estudios, de los exámenes y la implantación de becas y ayudas para alumnos desfavorecidos. Le toca vivir el IV Centenario de la Universidad en 1902 y la creación de la Extensión Universitaria12. A partir de aquí se incide en la alfabetización general de todos los españoles y en el impulso de la universidad y la escuela. Este es, en resumen, el magma de la formación adolescente y de primera juventud de Altamira. Puesta la semilla esta alcanzará su mejor nivel en la siguiente etapa, en Madrid, en la ILE13.




ArribaAbajoLa Institución Libre de Enseñanza

En la fase de la Institución que Jiménez Landi ha caracterizado como periodo escolar se desarrollan las Actividades de Altamira en la ILE. Esta etapa abarca los años que van de 1881 a 1907. Nuestro Altamira en sus diez años y medio en Madrid aparece cuando la citada etapa está bien desarrollada y consolidada, en 1886, para abandonarla con su desplazamiento a Oviedo en 1897, cuando la etapa está en su esplendor pues continuará, antes del gran triunfo de sus ideales caracterizado como de expansión influyente, todavía diez años más. Antes de la llegada de Altamira, la ILE se ha instalado en Obelisco 8 y ha iniciado su importante despliegue de actividades. Primero su participación en el Congreso Pedagógico nacional de 1882 donde intervienen algunos representantes suyos con aportaciones de gran importancia. Se organiza la primera colonia escolar y Cossio y Giner viajan al extranjero aplicándose ellos mismos el sistema que propugnan para sus futuros alumnos. El 6 de Mayo de 1882 se crea el Museo Pedagógico Nacional con funciones de receptor de todas las novedades aplicables a la enseñanza y la coordinación y apoyo a la escuela nacional. La ILE abandona su proyecto de Universidad y crea una escuela de niños. Dividida en cinco secciones que comenzaba por la de párvulos.

Comenzarán entonces unas experiencias únicas en nuestro país en pedagogía, en educación ciudadana y en el interés por el acercamiento y entendimiento con otros pueblos, para desembarcar en el descubrimiento de la naturaleza y en su profundo amor a la misma. Las excursiones, empezando en la sierra del Guadarrama, se convertirán en parte decisiva de la formación de los espíritus e inteligencias institucionistas. Otras excursiones, cada vez más ambiciosas, seguirán a estas: Toledo, Valencia, Lisboa, etc.

Esta forma de captar, integrar y proyectar a los mejores hombres de que era capaz y de poner en marcha programas ilusionantes, así como el magnetismo de las figuras individuales en las que se basaba ayudaron a conformar y desarrollar el pensamiento de Altamira, su propia obra, su aportación a la cultura y también su proyecto nacional.

Aunque su papel definidor de su vindicación de España, su proyecto político y sus obras fundamentales, el arranque de todas las que elaborará a lo largo de su vida se realizan más en Oviedo, en Madrid, en la ILE este fenómeno ya comienza y no son cualquier cosa los resultados. Dejando a un lado su Tesis sobre Historia de la propiedad comunal, surgen trabajos pedagógicos que contienen ya muchas y buenas ideas; se puede destacar una obra básica de nuestra historiografía, una obra que incorpora su asimilación de los conceptos metodológicos franceses, ingleses y alemanes, pero que no se limita, que ya sería mucho, a servir de foco de luz sobre una ciencia como la Historia sino que se adelanta a importantes tratadistas que trabajarán con más propaganda posteriormente. Incluye también algunas intuiciones propias que considero aportaciones de gran importancia en su momento. Me estoy refiriendo a La Enseñanza de la Historia, un libro que merece ser leído y todavía hoy es instrumento de reflexión. Sin él no se podría entender parte de la evolución de la historiografía nacional y él mismo no hubiera escrito la Historia de España y de la civilización española. Siguiendo estos criterios, la periodización de esta fase de madurez creativa puede definirse, en función de las claves que condicionan sus obras básicas, como Un proyecto nacional: Regeneracionismo y educación14.

Salmerón influirá en la actitud política de Altamira; por él, dirigirá La Justicia, que era el órgano de su partido, y trabajará, durante un corto periodo de tiempo, en su bufete de abogado. Pero la influencia fundamental, que comienza ahora y marcará profundamente su vida futura, es la de Giner y, en menor medida, la de Costa. Con Giner vive en un ambiente de optimismo, desarrolla un individualismo idealista. Giner, que utilizaba un método socrático, hace de mentor y proyecta la vida de los que toma como discípulos. A él se debe la dedicación de Altamira a la Historia. Siempre atento, vigilando y dando consejos, moldea sus proyectos, aclara sus dudas, trata de apartarlo de la política, le pide perseverancia para alcanzar los objetivos. Altamira le hace caso aunque con dudas y altibajos en momentos de desconcierto juvenil por no ver claro su camino futuro, y se aplica al estudio y a la investigación.

Esta influencia será reconocida por él durante toda su vida:

«Ideas básicas que debo a don Francisco:

  1. La de la unidad de la realidad y su organicidad. Dependencia de las partes. Origen de mi enciclopedismo e interés por todo. Concordancia con mi inclinación espontánea. Todo saber sirve para los otros, aun los más apartados de aquél.
  2. La de accuracy.
  3. La de tolerancia y respeto a las ideas ajenas.
  4. La de la reserva en punto a las afirmaciones rotundas.
  5. La de la consideración de la maldad y el error no como una culpa, sino como una falla del espíritu y la educación».15


El grupo institucionista cree trabajar por el bien de España, tiene por ideal el Estado republicano, se plantea cambios profundos y trata de modificar la estructura del país con una actuación que sale a la luz por medio de libros, folletos y memorias. Las ideas fundamentales son la superación de los problemas y la regeneración por medio de una educación dirigida por una élite consciente y con fuerte sentido moral. Un proyecto regionalizador pero de gran sentido unitario. El acceso al bienestar general y la participación del pueblo en la vida política que saque a ésta de su profunda degradación, uno de los principales problemas del país. La educación debía ser el punto de partida de la reforma y por medio de ella la paulatina incorporación de las masas a la vida social. Giner le ayuda a fusionar una cierta conciliación del positivismo y otras tendencias del racionalismo. Costa, por su parte, proporciona a Altamira influencia metodológica y temática -especialmente en Derecho consuetudinario-, el interés por un proyecto de orden social, por la verdad social y la preocupación por su país. El grupo posee un concepto evolucionista del acceso a la cultura y gran interés en el desarrollo de la ciencia experimental. Existe cierta similitud entre las ideas de los intelectuales de la élite española y la alemana. La vaguedad y especulación de ese pensamiento se convierten en una dificultad a la hora de detectar la realidad y proponer soluciones políticas y económicas concretas. La Institución Libre de Enseñanza no desdeña las obligaciones sociales siempre consideradas desde una posición homocentrista. Estas son las influencias que marcarán, ya para siempre, todas las actitudes e ideales de Altamira; en este ambiente adquiere su definitiva disciplina intelectual y perfecciona su estilo.

Forma parte de una lenta expansión del Krausismo en la Universidad, por la que hombres muy significados de esta tendencia ocuparán cátedras de Derecho. En los últimos años del siglo XIX comienza a la vez un proceso que a lo largo de veinte años llevará a formar parte de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas a un brillante grupo que representa a dos generaciones de la Institución Libre de Enseñanza: Montero, Azcárate, Costa, Piernas, Sales y Ferré, Altamira, Labra y Buylla.

Se crea en el Museo Pedagógico Nacional una plaza de subsecretario y director de publicaciones, a cuyas oposiciones se presentará. El puesto se completa con implicaciones profundas en la vida institucionista. «He tomado a mi cargo la Dirección del Boletín de la Institución...».

Enviado por el Museo, realizó un viaje a Francia en 1890 que continuó después por otros países. Este viaje es muy importante para nuestro autor; tras él madurará su concepto de la Historia, el más avanzado durante muchos años en España. Con Lavisse, Monod, Seignobos y Renán aprenderá muchas novedades que incorporará a su libro La enseñanza de la Historia16.

En lo fundamental, sus ideas y su postura ante la vida saldrá de aquí la fidelidad a sus orígenes que pervive para siempre.

«Yo he permanecido siempre fiel a las primeras influencias de mi vida: republicanismo de D. José y de Castelar, Soler, Azcárate y Salmerón, y sobre todo, Giner. Eso es lo que sigo siendo, sustancialmente, aunque quizá represento la extrema izquierda de la Institución en materia política, social y de creencias religiosas.

»Pero mi largo e íntimo contacto con las derechas (intelectuales, las políticas nunca) y principalmente Menéndez y Pelayo, me quitó la ortodoxia de amén y un poco del desprecio íntimo (nunca confesado, pero evidente) con el que en la ILE se mira a los heterodoxos suyos y a los de la derecha. Eso ha salvado mi personalidad»17.

Y en cuanto a su relación con Costa, les unía la admiración hacia Giner. Mientras Altamira prepara su tesis, Costa ejerce de tutor, le presta materiales a la vez que le orienta. Colaboran juntos en algún estudio más tarde y Altamira ayuda y sigue a Costa en sus estudios sobre Derecho Consuetudinario y Economía popular. Altamira sitúa a Costa en el movimiento llamado Renacimiento ideal de España y cree que debe participar en la formación de la juventud18.






ArribaAltamira en Oviedo. Un proyecto nacional: Regeneracionismo y educación

Los problemas políticos del primer tercio del siglo XX surgen como consecuencia de la profunda contradicción, que se va profundizando poco a poco, entre el afán y el desarrollo de la sociedad y las limitaciones que le impone el régimen de la Restauración. Aunque parezcan existir momentos clave donde la inercia parece condenada a cambiar de ritmo -crisis del 17, golpe de estado del 23- esto al fin no se produce y la Restauración, incapaz de llenar las expectativas y necesidades del pueblo español, desaparece oficialmente en abril del 31 aunque llevaba mucho tiempo muerta. Para el caso de Altamira esa ruptura se ha producido de hecho, y por sus particulares circunstancias personales, en 1917. Esta es la fecha clave que funcionará como bisagra y sobre la que se puede articular toda una teoría de salto de escenario. Altamira ha realizado en este momento toda la producción importante en lo referente a su proyecto social y a la vindicación patriótica. En la primera guerra mundial se hace consciente de la necesidad de desarrollar un proyecto internacional en el que siempre había creído pero que se le hace ahora imperiosamente urgente. Se trata, nada menos, que de salvar un modelo de sociedad, de consolidarlo y extenderlo a todos los países y de garantizar su pervivencia, desarrollo y profundización. Altamira interviene a favor de las reivindicaciones que plantea el Comité de huelga del 17, pero quiere una evolución moderada y ordenada. A la vez toma partido por los aliados. Siente deseos de intervenir en el proceso. Se siente preparado. Ha alcanzado toda su madurez y acaba de superar los cincuenta años. En cuanto a España, entiende el concepto de crisis como una continuidad en evolución hacia un modelo más positivo19.

La huelga tuvo un claro carácter político, aunque utilizando también bases económicas. Para Altamira la principal función era ideológica y en esa clave debe entenderse su gesto de visitar al comité de huelga en la cárcel. En el fondo consideraba que la provocación había surgido del gobierno aunque también se sintió aliviado porque se convirtiera en un serio aviso y no triunfara el modelo de huelga revolucionaria. Podría volver así a su viejo paquete de soluciones expuesto en Oviedo y no termina de ser casual que se publique ahora su segunda edición de Psicología del pueblo español, como no lo es la publicación en el 14 y el 16 respectivamente de Cuestiones Obreras y la Guerra actual y la opinión española20.

De esta forma en esta etapa de guerra el problema de legitimidad del régimen se agudizaba con la exacerbación del problema social, al que hay que añadir el militar y el de la neutralidad española. A partir de aquí las soluciones para enderezar el régimen se hacen cada vez más inviables21.

En Oviedo coincide con un grupo enormemente comprometido. Esta pequeña universidad de provincias realizará durante una larga década una serie de actividades que la convertirán en un referente en España. Clarín, Posada, Buylla, Sela y nuestro Altamira convertirán su centro de trabajo en un lugar de encuentro que pretende integrarse e influir en todos los sectores de la sociedad asturiana de principios del siglo XX. El desastre del 98 ofrece la oportunidad de reflexionar y de intentar la regeneración de nuestro país. En su discurso de apertura del curso de ese año, Altamira traza las bases del programa en el que coinciden las voluntades del Grupo de Oviedo, dispuesto a poner en marcha los ideales de la Institución Libre de Enseñanza. El resultado más visible será la Extensión Universitaria. En el programa que desarrollan no se encuentra sólo el intento de acercar la cultura a los obreros mediante proyectos de lecturas, conferencias y coloquios, sino un mayor y más profundo conocimiento mutuo. Se estudian su situación laboral y sus derechos sociales. Se realizan todo tipo de actividades, excursiones y convivencias. Se facilita el acceso a informaciones higiénicas y actividades culturales. Campañas por los derechos civiles, por el derecho al descanso semanal, por la dignidad del obrero. Defensa de la igualdad de la mujer y del sufragio femenino. Protección y educación del niño. De ahí saldrán muchos de ellos para realizar tareas sobre reformas sociales o para crear organismos internacionales de arbitraje y colaboración. Ésta es la etapa en la que Altamira desarrolla su proyecto nacional. Basado en la regeneración y la educación22.

Altamira debe situarse como intelectual siempre en relación con el fenómeno institucionista. Resulta ser un representante de especial importancia. El esfuerzo de aunar la libertad de cátedra, el racionalismo y la secularización va convirtiéndose poco a poco en ese proyecto nacional que se intenta plasmar utilizando las cátedras universitarias como punto de arranque. Los equipos de educadores que así, poco a poco, van surgiendo de la Institución serán la semilla sobre la que ir montando una plataforma para incidir en la vida social y política del país. Este intento de vertebrar un país mediante un gran esfuerzo educativo, que como consecuencia de su desarrollo lo transforme gradualmente, es el objetivo más claro sobre el que se van extendiendo estas ideas entre muchos sectores sociales y penetran en el inconsciente de los sectores progresistas que lo incorporan a sus programas y reivindicaciones hasta convertirlo en punta de lanza de la lucha política.

Toda esta capacidad creativa se subdivide en varios campos de intereses que ocupan el pensamiento científico de Rafael Altamira; podemos concretarlos en las siguientes áreas:

  • La Historia de España y de la Colonización.
  • La enseñanza de la Historia.
  • El Derecho Indiano.
  • Las técnicas y métodos de investigación.
  • El pacifismo y el derecho constitucional e internacional.
  • La Pedagogía y su aplicación social.
  • El regeneracionismo y el derecho consuetudinario.
  • La crítica literaria y la narración.
  • La obra divulgativa y el periodismo.
  • El hispanoamericanismo como expresión patriótica de un mito cultural y nacional.

Las opiniones de Altamira sobre la situación nacional se conciben articuladas como un coherente plan de regeneración. «Tengo la convicción firmísima de que, entre las condiciones esenciales para nuestra regeneración nacional, figuran como ineludibles las dos siguientes: 1.º Restaurar el crédito de nuestra historia, con el fin de devolver al pueblo español la fe en sus cualidades nativas y en su aptitud para la vida civilizada y de aprovechar todos los elementos útiles que ofrecen nuestra ciencia y nuestra conducta de otros tiempos. 2.º Evitar discretamente que esto pueda llevarnos a una resurrección de las formas pasadas, a un retroceso arqueológico, debiendo realizar nuestra reforma en el sentido de la civilización moderna, a cuyo contacto se vivifique y depure el genio nacional y se prosiga, conforme a la modalidad de la época, la obra sustancial de nuestra raza...»23.

Como actuaciones concretas propone acabar con el analfabetismo mediante la ampliación de la enseñanza primaria y secundaria y la creación de la Extensión Universitaria. Ayudaría a cimentar la participación, la creación de cátedras libres, dedicadas al estudio de las realidades regionales, que consiguieran enraizar la Universidad al medio en que vive, y la convirtiesen en un factor social de progreso. De esa forma podría abordarse la descentralización científica. La realización de este plan obligaría a una cosa que, de todos modos, era necesaria: reimprimir en ediciones económicas los clásicos. Dominio de idiomas y de lenguas clásicas se convierten en reivindicaciones imprescindibles en los planes de estudio.

Aparte de lo sustancial que en eso haría la difusión de la enseñanza primaria y secundaria disminuyendo el número de los analfabetos y construyendo en firme la educación popular, la Universidad puede contribuir eficazmente al mismo fin, pero es a condición de romper su aislamiento y de comunicarse directamente con las clases sociales que no concurren a sus cátedras. Siempre sobre asuntos que se relacionen directamente con la vida y los intereses de sus habitantes.

Para llevar a cabo la importante labor que le aguarda, la universidad tiene que prepararse mediante contactos y estudios internacionales y lograr una producción científica de calidad que reconstruya nuestro prestigio en el mundo. Para comenzar esta tarea, el intercambio cultural con Hispanoamérica y la defensa de la lengua son fundamentales. Había que trabajar para producir libros a la altura de la ciencia contemporánea.

En el momento del desastre colonial las reacciones de los intelectuales pertenecientes a la pequeña burguesía serán de un radicalismo crítico, muy marcado, que derivará hacia una actitud de automarginación desalentada representada por la llamada generación del 98 o hacia la acción política representada por distintas tendencias y por movimientos regeneracionistas. Casi todos ellos se muestran incapaces de poner en marcha verdaderas alternativas. Ese es también el problema de la izquierda que no tiene base suficiente para influir de forma eficaz en el sistema. En cuanto a los grupos más activos del Krausismo, aunque con diferentes planteamientos según las tendencias a que pertenezcan. Se muestran preocupados por no romper el equilibrio de fuerzas, mantienen modelos económicos anacrónicos para el siglo XX. Por ejemplo, ante el crucial problema de la Reforma Agraria, y frente a la opción representada por la burguesía agraria, que se acabará imponiendo, mantienen la vía de la pequeña propiedad, la nación de pequeños propietarios preconizada por Costa. Se pretende pues la hegemonía del productor mercantil y, a la vez, la intervención del estado en una postura idealista y pequeño-burguesa. Aunque tras fracasar la experiencia del sexenio revolucionario su idealismo sufre un fuerte golpe, mantienen, como vía para llegar a sus objetivos, el pactismo. Esta línea de reformismo social trata de volverse más racional y moderna, sobre todo en la etapa comprendida entre 1880 y 1914. Aunque el 98 será su más importante punto de inflexión.

Altamira se une a estos posibilistas con buena voluntad, lucha por hacer realidad sus objetivos dentro de la realidad española mientras otros se desalientan por la falta de resultados. Le preocupaba el complejo de inferioridad nacional y trataba de superarlo con el panhispanismo y el desarrollo de la herencia cultural común. Al mismo tiempo pensaba que debía progresarse sin abandonar la propia idiosincrasia. Se conjugan en él las dos tendencias apuntadas, valoración de los problemas en clave de la psicología nacional y acercamiento al mundo obrero procurando elevar su educación, mejorar sus medios de vida, etc. Cabría definir su ideología política con una serie de rasgos generales como el afán modernizador, como la tendencia al compromiso y la vía evolutiva para llegar a un Estado moderno y neutral. Reservaba al Derecho una suerte de función revolucionaría como ordenador de las reformas. Pretende también la despersonalización del poder, el Estado laico, la diferenciación de funciones y poderes y racionalización de la administración. En cuanto a las actitudes sociales aboga por la tolerancia, el acceso a la cultura y el sufragio universal. Le preocupa el grado de responsabilidad del gobierno; la clase directora debe existir pero debe gobernar para toda la nación, no sólo para sí. Todas sus actuaciones se desenvuelven de acuerdo a este credo, siempre contemplando el futuro con optimismo, hasta que, colocado ante la realidad del fracaso de su ideal político, se derrumbará dando paso a un amargo pesimismo. Los jalones de esta evolución podrían ser los siguientes:

- 1898. Reacción regeneradora y optimista, que se concreta en la Extensión Universitaria, el patriotismo y la proyección americana.

- 1914-1918. Idealización del futuro Orden Internacional, objetivo encarnado por la Sociedad de Naciones y el Tribunal Permanente de Justicia Internacional.

- 1936. En una primera reacción se impone el pesimismo. Pero, casi de inmediato, se reafirma en su apuesta por el orden internacional, la democracia y la educación.

La Universidad se convirtió para Altamira en el centro de su vida. Él se consideró siempre un profesor y como tal actuaba incluso fuera del ámbito universitario, de tal manera que el abandono de las labores docentes, cuando se produjo su jubilación en 1936, le afectó seriamente. En la cátedra se transformaba y no tenía prisa nunca para dejar su magisterio que continuaba tras terminar las clases mediante paseos, excursiones, cartas con los alumnos y la dirección de trabajos de investigación. Prodigará las actuaciones populistas sobre todo en esta etapa y la de su viaje a América al improvisar lecciones en la calle sobre cualquier tema, dar conferencias en el campo, etc. Dentro del grupo selecto de profesores de la Universidad de Oviedo era el más brillante y el de mayor gancho popular. Los alumnos lo apreciaban; al recordar sus intervenciones incluso muchos años después y sus propios compañeros reconocían su capacidad no exenta de cierto orgullo24.

Podemos seguir gran parte de sus actividades por medio de sus cuadernos de clase, Anales de la Universidad de Oviedo y por algunas publicaciones sobre estos temas. En todas ellas, sobre todo en las primeras, vemos los detallados planes que elaboraba, su método de enseñanza que huía de la lección magistral y fomentaba la participación y la investigación y el seguimiento personalizado de cada uno de los alumnos -a los que orienta, define y valora uno a uno- y la evolución de todo el proceso día a día. Parece que Altamira era un profesor riguroso y serio que preparaba sus clases y las explicaba con brillantez y potenciaba la participación de los alumnos. Gran cantidad de trabajos salidos de su cátedra, muchos de ellos de alumnos, permanecen inéditos, así como estudios de costumbres y de sistemas económicos25.

En Psicología del Pueblo Español, Altamira se dedicó a valorar lo que significaba lo español verdadera e históricamente. Después trató el tema de la inexactitud de la imagen histórica española. Esto tenía que ser aclarado por alguien, afirmó: alguien tenía que retroceder a la Historiografía del Siglo de Oro y sacar a colación todas las declaraciones contradictorias y las imágenes sugeridas por la propaganda antiespañola para examinar y juzgar. Psicología fue el trabajo en el que Altamira intentó analizar la opinión sobre España desde la época medieval hasta la época de la crisis de 1898. Sus exposiciones trataban de mostrar los diferentes aspectos del carácter nacional español ante el mareo de la situación de 1898. Encontró la noción de una serie de cualidades que servían para dar coherencia interior y proyección exterior en las raíces de todos los españoles.

La educación de las gentes y una política económica realista fueron los remedios que se sugirieron en los últimos capítulos de la Psicología. Altamira consideraba que mucho de lo que proponía, dependía de los cambios en el carácter del gobierno español hacia la democracia.

La Psicología del pueblo español es uno de los análisis más sugerentes y lúcidos de la abundante serie de libros escritos al calor del desastre del 98. Se diferencia de otros porque añade al diagnóstico de los males de la Patria un programa para superar la crisis y el pesimismo que la acompañaba, con una gran confianza en la fuerza interna de nuestro pueblo y en su singularidad que se convierte en el hilo de continuidad de nuestra labor en la Historia, cuya plasmación nos distingue de otros pueblos pero no nos convierte en hombres distintos sino asimilables y con profundas raíces comunes con las naciones europeas y, por supuesto, con las americanas26.

Rafael Altamira era un hombre de indiscutible valía intelectual y ética y de posiciones sociales progresistas y comprometidas que consideraba que la acción social transformadora era un trabajo colectivo. Antes de llegar al desarrollo cultural óptimo esa acción social se conformaba en dos grupos con papeles provisionalmente diferentes. El grupo receptor, la masa necesitada de educación que debía ser conducida y educada hasta su mayoría de edad y la élite consciente llamada a ejercer el papel de poner al alcance del pueblo la ciencia más avanzada. El papel pedagógico de los intelectuales exigía de éstos gran sentido de la responsabilidad porque debían hacer comprensibles de forma clara y gradual los conocimientos humanos y, no sólo debían acertar en el tono y en el sentido divulgador sino que, sin privar de conocimientos, debían presentar éstos de forma que cumpliesen su importante papel informativo y formativo. De manera que permitiesen aprender pero también comprender, superar prejuicios, enterrar divergencias, abandonar los aprioris que lastraban el camino hacia la igualdad y la comprensión, el mutuo aprecio y el reconocimiento entre los pueblos.

El mejor resumen de su diagnóstico podría ser éste: Los males de la Patria parten del déficit democrático, y de la falta de voluntad política de superar nuestro atraso. Se desperdicia el potencial de un pueblo llamado a través del tiempo a grandes tareas. El caciquismo y la insensibilidad de las élites gobernantes impiden florecer las fuerzas internas. Esas fuerzas que han demostrado durante siglos su potencial creador en la política y en la cultura.

La falta de democracia tiene como consecuencias el atraso, la incultura y la pobreza. Toda la culpa corresponde a las élites gobernantes y a la consolidación de un sistema abominable de dominio político. Si se permitiera la participación, coordinada y encauzada, del talento interno de nuestra nación, no sólo podríamos igualamos a las naciones más desarrolladas, cultas y favorecidas, sino que, podríamos aportar lo singular de nuestra propia psicología, de nuestra idiosincrasia, porque si algo caracteriza el papel histórico de España es esa singularidad cultural. Cientos de millones de personas son copartícipes de esas características y éstas se han desarrollado de forma personal y valiosa sin romper nunca el cordón umbilical con las culturas europeas de las que forman parte y de las que nacen.

Este análisis vindicativo del carácter nacional y su papel histórico como espejo de orientación futura es la base, el objetivo de su afán regeneracionista.

Así pues, España lo que necesita es una profunda Regeneración. Esta Regeneración tiene una primera parte fundamental, decisiva: la moral pública. Para conseguirlo y encauzar después una larga serie de reformas generales y puntuales deben combinarse varios objetivos. Es necesario devolver al país la confianza en sus propias fuerzas y capacidades creativas. Es necesario potenciar y encauzar a la par su participación entusiasta y, sobre todo, consciente. Es necesario acabar con el monopolio de la oligarquía y con el sistema caciquil, aislar la corrupción y sanear la vida pública impidiendo que la participación en ella suponga egoísmo y lucro propios y abandono de responsabilidades ante la colectividad.

Cuando las masas aporten su trabajo, su fuerza creadora y su esperanza y estén preparadas para participar como ciudadanos consecuentes con sus derechos y sus deberes se superarán los complejos de inferioridad, el pesimismo y la pobreza.

Sus soluciones vienen determinadas por su propia formación, por sus mentores, por su ambiente. Es una vieja aspiración de la humanidad y de los sectores e intelectuales más concienciados del país en toda época. No es éste el momento de desarrollar un análisis -que por otra parte está en la mente de todos- sobre la complicada red de interrelaciones sociales y económicas de una sociedad avanzada, de cómo el desarrollo condiciona las soluciones, del papel de la educación orientada a insertar ciudadanos en el proceso productivo y una serie interminable de problemas. Pero sería injusto tachar de un plumazo la propuesta de regeneracionismo institucionista sin analizarla someramente27.

La propuesta para la salida de la crisis institucionista, regeneracionista y reformista buscó un camino de independencia y colaboración puntual con el poder mientras llegaba la oportunidad de sustituirlo y cambiar profundamente las reglas del juego28. La base o piedra angular de toda la propuesta parecía simple: incorporar a toda la masa del país a la educación. No lo era tanto porque ello traía aparejadas varias actuaciones previas y paralelas. En primer lugar la situación insostenible del país permitía presionar para conseguir cobertura legal progresiva para la consecución del derecho a una educación digna. Dado que el acceso a la educación debía hacerse en condiciones de higiene y salud adecuadas, debían reformarse y ampliarse las coberturas de protección social y sanitaria y este proceso continuaría su crecimiento imparable cuando la preparación y el nivel de presión de la masa aumentase y el nuevo orden social resultante de la nueva capacidad cultural del pueblo lo hiciese imprescindible. Si los tramos educativos eran obligatorios y accesibles se evitaría la explotación de los niños con trabajos embrutecedores de formación.

El acceso a las profesiones se haría con un nivel y una capacitación renovados y superiores, lo que redundaría en una ciencia y una técnica productiva que harían más moderna y capaz nuestra economía patria. Las personas que hubiesen superado por edad el periodo de formación básico tendrían acceso a educación general y puntual que coadyubase a conseguir un futuro mejor y más llevadero. Y eso por no hablar de que la igualdad de oportunidades en el periodo básico de formación garantizaría el acceso de los mejores a las capas superiores de la cultura y la investigación lo que contribuiría a romper el monopolio de las clases pudientes en ese campo y repercutiría en una elevación de la ciencia española con la incorporación de la nueva sabia de generaciones de todas las capas sociales a las altas instancias de la ciencia. Más tarde este trabajo en la cumbre llegaría en un movimiento de reflujo a la sociedad toda e impregnaría en forma conveniente de divulgación las fases de la cultura básica de formación obligatoria.

Las consecuencias a medio y largo plazo de este proceso serían infinitas. Los ciudadanos estarían mucho más preparados y por ello serían mucho más conscientes. Sus nuevas capacidades contribuirían a elevar su nivel de vida o al menos su acceso a profesiones capaces de mejorar su bienestar. Con más medios económicos y más capacidad crítica se propondrían exigir más participación en las decisiones que condicionaban su futuro y por tanto serían una fuerza imparable en el camino hacia la Libertad y la Democracia.

Superados los problemas más básicos de la subsistencia se harían conscientes de su individualidad y de sus necesidades en el ámbito profundo de una cultura espiritual que forme al hombre y transformándolo en un ser de inteligencia y sensibilidad superiores lo revierta a la sociedad para desarrollar un papel de intercambio creativo entre iguales y de guía para los que recorren el camino de perfeccionarse como ellos lo hicieron.

Este tipo de sociedad culta y equilibrada se podría lograr cuando los ciudadanos ocupasen el papel que les correspondía y lo ejerciesen. Conseguir este tipo de ciudadano sería fácil si se les proporcionaba el alimento moral y cultural necesario: una educación apropiada, accesible e igualatoria.

Antes de llegar al desarrollo cultural óptimo esa acción social incluía dos grupos con papeles provisionalmente diferentes. El grupo receptor, la masa necesitada de educación que debía ser conducida y educada hasta su mayoría de edad y la élite consciente llamada a ejercer el papel de poner al alcance del pueblo la ciencia más avanzada. El papel pedagógico de los intelectuales exigía de éstos gran sentido de la responsabilidad porque debían hacer comprensibles de forma clara y gradual los conocimientos humanos y no sólo debían acertar en el tono y en el sentido divulgador, sino que, sin privar de conocimientos, debían presentar éstos de forma que cumpliesen su importante papel informativo y formativo. De manera que permitiesen aprender pero también comprender, superar prejuicios, enterrar divergencias, abandonar los aprioris que lastraban el camino hacia la igualdad y la comprensión y mutuo aprecio y reconocimiento entre los pueblos29.

Sin desdeñar la importancia ni la capacidad educativa de ninguna ciencia, Filosofía, Matemáticas, Lenguas Clásicas e incluso los idiomas extranjeros, imprescindibles para un intelectual moderno y para la sociedad futura, su jerarquía tenía tres puntos de apoyo en un espacio de formación ideal. En primer lugar la Lengua. Su dominio profundo, absoluto a ser posible. Y esto por ser el vehículo básico del utillaje metodológico necesario para estudiar y para vivir, por ser la base de la comunicación.

No debía ser la Lengua una imposición, era parte de la riqueza de un gran pueblo, la parte más importante y podía convivir en igualdad con otra, también sentida como propia en un territorio concreto precisamente como símbolo de lo que une a los distintos pueblos del Estado.

En segundo lugar, y una vez asegurado el medio colectivo de comprensión y comunicación, Altamira consideraba piedra angular del sistema educativo a la Historia. El tercer punto de apoyo que permitía construir el futuro eran el resto de materias que adquirían más o menos importancia en función de la edad o la especialización de que se tratase.

¿Una educación sujeta al imperio del historicismo? Porque en realidad la preeminencia de la Lengua se debía a su necesidad imprescindible para transmitir y comprender los mensajes. Sí y no. La influencia positivista adquiere un papel protagonista. Pero el deseo de organizar y jerarquizar los conocimientos de forma cronológica y estudiarlos y analizarlos en una lógica interna historicista se desborda pronto por dos motivos fundamentales:

1. Metodológicamente, Altamira se libera de buena parte del corsé positivista y se instala en criterios más avanzados.

2. El proyecto social que subyace en su propuesta pretende utilizar la Historia como maestra de la vida sí, pero en un sentido mucho más ambicioso, como educación, como elemento de regeneración interna, como puente de comprensión y entendimiento de los pueblos y, aunque pueda sonar algo atrevido para un hombre de sus características, como motor de transformación social. La Historia puede ser tergiversada y manipulada para conseguir un fin político o puede ser metodológicamente obsoleta pero si aúna rigor y modernidad y se le añade intencionalidad educativa, se puede convertir en un instrumento de cambio30.

En el Tribunal de la Haya dedica sus esfuerzos a las mismas tareas pero en un marco distinto que le permite incidir en los más importantes foros mundiales. Publica numerosos libros y trabajos. Imparte cursos en la Sorbona y El Colegio de Francia, en Oxford, en Cambridge, en las principales universidades norteamericanas. Colabora y contribuye a fundar comités de colaboración hispanofranceses, belgas, holandeses, daneses, etc. Es requerido para colaborar en países que comienzan su andadura como Checoslovaquia, Letonia, Lituania y Estonia. Vive un momento de auge de su optimismo, de fe en sus ideales. De esperanza. Sus obras se traducen a muchos idiomas y alcanza su mayor prestigio internacional.

La realidad lo va sacando poco a poco de su error. La crisis de la sociedad europea golpea con dureza sus ilusiones. Desde el Tribunal y desde su actividad intelectual acrecienta sus esfuerzos en el ámbito de la paz y la justicia internacionales. Llega la república y su ánimo sufre los mismos vaivenes que con la sociedad internacional. Azaña y Prieto piensan en él como un buen candidato a la presidencia. Altamira los disuade: no es el hombre adecuado31. Su labor tendrá mayor utilidad en el ámbito en el que está trabajando. Inicia una importante tarea para impulsar, con un gran número de historiadores e intelectuales europeos, un moviendo de apoyo a la democracia. Preside la Conferencia Mundial para la Enseñanza de la Historia, una sección del Comité Internacional de Ciencias Históricas. Decenas de estudiosos y pensadores de todos los países europeos y americanos lo proponen, en 1933, como candidato al Nobel de la Paz. La lista de estos firmantes impresiona: pertenecen a todos los países. Incluso a los que sufren la opresión del fascismo32.

Su lógica, consecuente hasta el final, condujo a la conferencia a un estéril aunque elogiable intento de detener al fascismo y denunciar los totalitarismos. Esta ingenuidad, que como forma de luchar por salvaguardar los modelos democráticos no puede sino ser alabada, denota también una cierta incomprensión de los miembros de la élite de la que formaba parte ante el verdadero calado de la batalla que se libraba y su sentido. Y eso que sus definiciones, que hace algunos años podría haber producido rechazo no sólo en los fascismos sino en parte de la izquierda, hoy parecen de total actualidad.

Durante la etapa de exilio, que comienza con el inicio de la guerra española, sus reflexiones evolucionan, influidas por el entorno y las circunstancias, hacia unas conclusiones que siguen en la línea de siempre pero con la visión de todos los errores cometidos. Con la necesidad de reelaborar los viejos ideales que le parecen más vigentes que nunca33.

Altamira percibió con toda claridad las consecuencias internacionales de la guerra civil española que siempre le pareció el comienzo de la II Guerra Mundial. Estaban en juego los valores supremos de la democracia. Las naciones que los representan se enfrentan al asalto de las naciones dominadas por el fascismo. No está de acuerdo con la desorganización de la República pero se desespera con la actitud de los países democráticos que abandonan a manos de sus enemigos a la España agredida34.

Si la historia sirve para educar tendrá que hacerse de la misma un estudio de la totalidad de lo positivo y de lo negativo y resaltar las ventajas del balance positivo. A pesar de las regresiones puntuales el balance del progreso significa que la Historia camina hacia delante. La humanidad no posee un desarrollo homogéneo. Sólo una parte de la misma se encuentra en un estadio desarrollado y puede asumir formas de vida y pensamientos individuales y colectivos que podamos considerar características de un pueblo civilizado. Aún dentro de estos pueblos situados a la vanguardia de la civilización persisten todavía muchas manifestaciones primitivas que impiden la consecución de una civilización ideal. Al resto de los países le quedan siglos de esfuerzo y sufrimiento para alcanzar el ideal de civilización y bienestar de la que gozan los países a los que nos hemos referido35.

Para que la enseñanza de la Historia pueda contribuir a esa composición y educación moral internacional propone incluir cuando se enseña Historia un marco general de la misma que no olvide ningún elemento que pueda ayudar a su comprensión sin que se excluya nada a causa de su tendencia o de su origen, resaltar los puntos que en la civilización mundial poseen todos los pueblos en común aunque se especifiquen las características particulares de cada uno y comprender la interrelación de todas las cosas y de todas las necesidades tanto colectivas como individuales. Observar, así mismo, la tendencia progresiva del fenómeno y la mundialización de ese carácter de la civilización con un sentido acelerado del tiempo en cuanto a su implantación. La consecuencia del bienestar, el alcance de las necesidades elementales y el deseo de la vida común con libertad e igualdad basadas en el orden social y la autoridad de la ley se deben al trabajo, al esfuerzo y al intelecto de todos y cada uno de los hombres de todos los pueblos36.

El papel asignado a la historia como instrumento para la reconstrucción del mundo enfrentaba a Altamira contra las corrientes hegemonistas y nacionalistas y en este caso, muy especialmente con los detractores que consideraban que la Historia no era una ciencia y no poseía valor pedagógico ni utilidad diferente a la curiosidad romántica de los hombres de cultura37.

Es sabido que la fuerza que una leyenda puede adquirir supera las más de las veces la realidad histórica incluso por encima de ningún tipo de explicación o esfuerzo pedagógico. Al pueblo se le puede manipular y resulta más fácil si se decide halagar sus inclinaciones naturales y si se utilizan hábilmente las circunstancias que requieren determinadas situaciones políticas y económicas. Si la verdad más científica y objetiva posible se utiliza adecuadamente para ser adquirida por el pueblo con el fin de solucionar problemas internos y otros de carácter internacional el resultado de la aceptación será altamente positivo.

La repercusión sobre la comunidad de la idea que tiene de sí misma, de su autoestima repercute seriamente y la rectificación resulta costosa y penosa a la vez. El saber investigador necesita mucho tiempo para llegar al pueblo y ser aceptado por éste. Aprenderlo e incorporarlo es también un proceso lento. Los problemas no son solo de índole científica sino divulgativa. Y, aunque esas obras lleguen a existir quedará por resolver la transmisión, el papel de la escuela, y de la sociedad toda porque el ambiente y al actitud de los gobernantes y los poderes fácticos combinados con los conocimientos ancestrales, anclados en el mito y la leyenda siempre actuarán como freno para la consecución de la conciencia histórica colectiva38.

Es necesario definir con claridad los objetivos que se persiguen con respecto al receptor o al alumno y a su capacidad para comprender la realidad que se le explica, que se quiere hacer comprender. Sobre qué se tiene que reflexionar. Esos son los objetivos. Sobre todo ello hemos visto ya parte de sus reflexiones. Si los objetivos están claros, hay que preseleccionar con claridad los contenidos. Por ejemplo: si un estudiante debe cursar la materia histórica en un tiempo determinado, lo normal es un programa. Para ello se ajusta el tiempo a los contenidos seleccionados con el fin de cursarlos todos, porque de nada serviría diseñar unos objetivos claros si no se consigue abarcar el contenido que también se diseñó para cumplirlos. La clave final el eslabón que falla incluso cuando se han cumplido las premisas anteriores, es el de cómo se hace de forma concreta. Y ese es el problema de la Metodología. De ella dependerán el tiempo y la comprensión y, por tanto, que se cumpla al análisis de los contenidos y se alcanzan al fin los objetivos.

Altamira define el valor social del conocimiento histórico -tema de su Discurso de entrada en la Academia de la Historia en 1922- como parte de la lucha «por la justicia y la reconstrucción del mundo», porque, por medio de la historia, las gentes de toda condición asumen unas posturas u otras ante los hechos colectivos. No puede pedirse una explicación más clara acerca de la necesidad de utilizar a la historia para la educación de un pueblo, pero él no aspira a una historia vulgar, patriótica y chauvinista, y puesto que la masa no sólo recibe la historia como un mensaje informativo, es responsabilidad del especialista aquilatar ese mensaje objetivamente, sin desfigurar la verdad. Y resulta imprescindible trasladar esa información a toda la sociedad, de manera que le sea comprensible, sin manipularla.

La identidad sólo tiene sentido como elemento elaborado de reconocimiento común y de patriotismo. Palabras y hechos desembocan en un autorreconocimiento que tiene sus peligros o puede ser muy útil. Altamira es muy consciente de lo que ha ocurrido con un nacionalismo exacerbado en el período de entreguerras, pero también opina que el ideal de respeto de las naciones entre sí, cuando sepan permanecer unidas y solidarias, exige su propia estabilidad y cohesión internas. Y esa actitud de cada nación es necesaria para construir el ideal de la paz y la colaboración internacionales.

Básico será pues construir el discurso que debe utilizarse. Hablando de objetivos democráticos y positivos, el discurso debe servir para definir simbólicamente un hecho que, a veces, es difícil de concretar. Esa definición ayudará a comprenderlo e incorporarlo. Se pueden conseguir importantes efectos ideológicos sobre la psicología nacional. No debe estar al servicio de ningún grupo y puede ser utilizado y enriquecido por cualquier individuo con independencia de su pertenencia a alguno de ellos. En ningún caso intereses particulares y no generales debe manipularlo. Debe ser fruto del consenso continuado y participativo. Su finalidad política, al servicio de la patria, no debe servir de parapeto a la justificación de la injusticia y la falta de solidaridad. La argumentación histórica no puede falsear la verdad de nuestro origen plural ni la realidad de nuestro camino y nuestra construcción tendentes a un futuro común libremente pactado y aceptado. Debe tener eficacia simbólica, de reconocimiento. El individuo es utilizado, a veces, por el discurso nacionalista que lo mediatiza mediante justificaciones y representaciones ideológicas sesgadas de la realidad que, aparentemente, lo reafirman como miembro de la misma. Pero este proceso se troca en positivo cuando parten de la pedagogía y la participación consciente y se convierten en aspectos enriquecedores los argumentos que se utilizan. En democracia, importa muchísimo el cómo se hacen las cosas. Así que si el discurso permite identificarse al individuo en un sistema de integración donde el nosotros sea objeto de colaboración no excluyente, el patriotismo, lejos de ser un arma arrojadiza, servirá para respetar a los otros porque hemos aprendido a respetarnos. La construcción de los estados europeos ha sido similar en todos los casos. Han desarrollado procesos que desembocaron en la consolidación de soberanía en un territorio determinado. También representan, en su parte más positiva, procesos de acumulación social de grupos e individuos que consiguieron crear primero y consolidar y defender después, comunidades nacionales39. Las nuevas democracias deben poner en marcha mecanismos para un esfuerzo nacional de superación de diferencias y de bienestar colectivo.

Al discurso sigue una asimilación que debe ser crítica y constructiva que creará un modelo de identidad y un movimiento encaminado a superar diferencias y zonas de conflicto que permitan la construcción plural de una nueva realidad universal.

Conseguiremos así un proceso exitoso de estructuración nacional e internacional, donde exista un vínculo de compromiso social entre sus ciudadanos que permita la integración del individuo y de los grupos sociales con su sociedad. La nación europea tiene un origen en el tiempo y un proceso de cristalización. Altamira piensa que esa construcción denota madurez y consistencia. Pero la Nación es un organismo vivo y si no se desarrolla en la dirección de los tiempos y de las demandas sociales puede llegar a disolverse como se formó y convertirse, si no renueva día a día su base, en un fenómeno transitorio. Por eso es tan necesario que la historia esté al servicio de la comunidad que es quien debe controlarla para que no sea utilizada por el poder en su propio beneficio40.

Un esfuerzo final, el de estos años, de apuesta por la dignidad que siempre debe ser consustancial al ser humano. La educación de la juventud, ese ideal que le inculcó la Institución, sigue siendo la base con la que construir esa dignidad. Una educación humanista y formativa que nos haga comprender nuestro origen, nuestra historia y nuestra realidad con un sentido crítico y realista. Que nos permita proyectar un futuro enriquecedor. Una educación capaz de superar la intolerancia, el egoísmo y la violencia. Que convierta la ignorancia que representan todas estas actitudes en capacidad de diálogo, de comprensión y de solidaridad. (Altamira fue un intelectual de alto nivel, pero por encima de todo un hombre, con sus luces y sus sombras, con sus dudas y certezas, que trató de ser honesto y de no perder el paso de la historia). Parece un acto de justicia reconocer su aportación mediante el doble homenaje que supone recordar sus ideas y constatar que forman parte del modelo que la sociedad española está construyendo y del que, sin duda, se sentiría orgulloso41.





 
Indice