Por encima de todo, me interesaba arrancar de la roca mítica
mexicana la estatura del Hombre Luz, para que acompañase con
dimensión más pura y distinta otras figuras mías
anteriores. «La luz es siempre acción», dijo Novalis. Se
podría objetar que la Sombra lo es también, y acaso más
todavía. Lo es, sí. Lo sabemos, en el cuerpo y en el
espíritu: nos golpean las ciegas idolatrías de nuestro tiempo,
nos acomete Tezcatlipoca. Y el dualismo es agonal, porque «la joven
luna», «el espejo humeante», «el hermano gemelo»
nos hinca en el ser la certeza de que el hombre no puede oponerse a su
destino.
Como poeta, lo que me importaba era crear, de ninguna manera glosar:
ser fiel a la prodigiosa figura desde lo hondo, pero comunicándole una
nueva actualidad palpitante, aprovechando los sutiles hilos de la trama de oro
del mito antiguo para tejer por mi cuenta; buscar esencialidades coincidentes y
darles contenidos visionarios; volver a elaborar los símbolos
subyacentes y dar a la figura otra epifanía, una anunciación que
brotase de mi temporalidad. Había que palpar lo primigenio y pegar el
oído sobre el corazón del futuro, amasar estrellas y
raíces mexicanas y mezclarlas, trenzarlas con vientos, ecos y
resonancias universales que levantaran la nueva fabulación como la
resurrección de un prodigio que no había muerto, sino que estaba
ahí, esperando. Dejé que Quetzalcoatl hiciese de mí uno de
sus retornos.
No creo que en ningún otro mito del mundo haya nada tan bello
y cargado de símbolo trascendental como el momento en que de las cenizas
del corazón de Quetzalcoatl sale su espíritu en forma de estrella
y asciende al cielo. Si Quetzalcoatl es el dador, hombre y dios solar,
símbolo del eterno retorno, estrella que muere y astro que resucita, en
una palabra, conciencia y creación, Tezcatlipoca, en cambio, es la
noche, el que roba y asalta en las encrucijadas, el destructor, el frío
del Norte negro, el jaguar, la fuerza ciega de la naturaleza. Quetzalcoatl es,
para mí, la encarnación de una grandeza que quiere ser, y es, un
poder, mas no una voluntad de poder, como diría Buber. Los contenidos de
su fuerza espiritual le impedirían, si por otra parte no estuviera lleno
de amor, traicionar su meta por medio de falaces justificaciones. Es un
codificador del alma. Tezcatlipoca representa la lucha continua del poder
vacío y maniqueo que sólo tiende a su propio acrecentamiento y
que si cesara en su acción
—13→
sin misión se
derrumbaría como un espectro de corteza en medio del estrépito de
los acontecimientos. En cierto modo, Tezcatlipoca es la historia en su aspecto
deshumanizado: lo que se cierra para devorar lo que ha apresado. Veo a
Quetzalcoatl como el héroe espiritual que se niega a combatir la
violencia con la violencia. Ha de crearse por la palabra y por la acción
luminosa, se derrama, abraza, conquista espíritus, canta la vida porque
la vive en la plenitud del yo-tú-él, grávido de conciencia
terrestre y de verdades atravesadas por el espíritu. Si frente a
Tezcatlipoca su actitud es prometeica, la conciencia de su condición
humana le evita toda desmesura. Así, lo acompañan Nanotzin, la
mujer, y Xelhua, el discípulo más amado.
Tuve que desnudarme de muchas cosas para poder sumergirme en el
poema, donde lo fundamental me esperaba, los temas en torno a los cuales
había yo girado siempre: Amor, Tiempo y Muerte. No necesitaba más
para cantar a la vida. El resto eran presencias. Y misterio. «Algo muere
en todo nacimiento, algo nace en toda muerte...», digo en alguna parte de
mi poema. Y así era yo mientras componía mi Quetzalcoatl:
nacía y moría. Vivía la aurora de las palabras, el fuego
de los signos, el grito de las atalayas que retumba en las oquedades.
Sufría y era feliz. Y me rodeaban rostros de hermanos. Lo que he hecho
me lo dirán tal vez los ecos, si mi voz hace saltar lo dormido, si cae
como hilo de agua en la boca que modela una hora profunda...
Quetzalcoatl |
Cosmogonías del alba |
—[16]→
|
—17→
|
| Quetzalcoatl andaba por la noche del bosque... Oyó la
voz del pájaro, arriba de la alta fronda -una breve nota
líquida y medrosa entre la dulzura de la brisa en el follaje. Y se
detuvo, y esperó, | | | | hundido en su misterio y en su vasta nostalgia... | | | | Saltando fuera del sueño, torcido por la
altura y el anhelo, elevose el hilo del trino, empeñada el ave en el
impulso de florecer en el canto que escalaba las sombras de donde ya
colgaba el fruto terminal de su ascensión- | | | | silencio de plenitud, peso oscurecido que de pronto
se quebró en el comienzo de una vertiginosa caída vertical
sin alas que se detuvo en el corazón de Quetzalcoatl, de donde se
levantó en abierto vuelo mítico hacia la aprobación de
las estrellas... | | | | Y la fábula y el tiempo recordaban en el
espíritu de Quetzalcoatl- | | |
|
—18→
|
| Se aquietaban las aguas bajo el árbol
de un cielo | | | | de estrellas caedizas y estupor de
cometas, | | | | y en circulares albas lentamente
empezaba | | | | la asunción de las cumbres... | | |
|
| En silencio afloraban las nacencias de
roca: | | | | hocicos de cetáceos, corolas de
martirio, | | | | ojos de cataclismo, futuras
latitudes | | | | de águilas y de nieves. | | |
|
| Erguidos y ataviados de claras
lontananzas, | | | | los vientos esperaban en los cuatro
horizontes; | | | | en sus ojos brillaban lejanos
resplandores | | | | de hielos boreales. | | |
|
| Las mareas dormían una ausencia de
luna, | | | | y en la vasta llanura de inmóviles
sargazos | | | | las bonanzas azules se apoyaban en
rojos | | | | cayados de corales... | | |
|
| Andaba Quetzalcoatl con el gorjeo en la sangre y
fértiles de imágenes los ojos interiores- | | |
|
| El Norte, susurrante, abrió a los
arcos iris | | | | el sueño tembloroso de sus senos de
niebla, | | | | y de su virginal cabellera de nieves | | | | alzose la gaviota. | | |
|
—19→
|
| Por la luz desfilaban huestes de
meteoros, | | | | las islas sostenían sus coronas
ciclónicas | | | | y delicadas lúnulas sangraban sobre
raudas | | | | yacijas de crepúsculo. | | |
|
| ¡Oh trombas vaginales de las
cósmicas noches | | | | del abismo oceánico! ¡Oh
sumisión del agua | | | | cuando el cielo marcaba lomos de
cordilleras | | | | con sus hierros astrales! | | |
|
| La luz sirgaba el cuerpo virgen del
continente | | | | que un cielo delirante ya estrechaba en sus
brazos. | | | | A edades de oro y hoja nacían
litorales | | | | de flancos de doncella... | | |
|
| Quetzalcoatl cruzaba al azar entre los grandes árboles
del tiempo. Sus pasos no turbaban la sombra donde dormían los
animales del dolor y se demoraba en los calveros de las lágrimas
sobre las cuales brillaban las estrellas del cielo de los
símbolos- | | |
|
| ¡Tierra aún no despierta y
tiempo en ella hincado | | | | como un halcón de viento! ¡Oh
silenciosas bodas | | | | de púberes montañas con los
dormidos ríos | | | | de genésicos limos! | | |
|
| Redondos ojos
líquidos | | | | con párpados de
juncos | | |
—20→
| | y lunares murmullos... | | | | menguantes florecidos | | | | y doseles de
cañas... | | | | blanco torso de nubes | | | | y rodillas de hierba de la alta
primavera... | | |
|
| La mujer ventisquero... | | | | Con velos descendía | | | | hasta los rojos pies de secoyas
titánicas; | | | | pupilas de edelweiss seguían
migraciones | | | | de celestes rebaños... | | |
|
| Solo, Quetzalcoatl, buscando los manantiales de su
alma, vagaba por las colinas sin senderos de las reminiscencias- | | |
|
| Y taciturnas hordas de guedejas
salobres | | | | levantaron sus remos en los negros
cantiles. | | | | Silbaron pedernales en los mitos
hirsutos, | | | | ¡oh totémicos
fuegos...! | | |
|
| El nuevo sol de todos se mordía en la
hierba. | | | | Cuando luna y colina fueron en los
recuerdos | | | | una sola dulzura, los anales del
reno | | | | entraron en las cuevas. | | |
|
| Y el cielo descendió | | | | a las pintadas orzas... | | |
|
| Quetzalcoatl se tambaleaba sobre huellas que cantaban,
mordía
—21→
mitos en raíces cada vez más
hondas, se buscaba en las crónicas que acariciaba con dedos ciegos
en estucos que dormían en vientres de selva. | | |
|
| Pero los orígenes de su tiempo eran como los secretos
ojos de agua en la montaña donde nace un gran río- | | |
|
| Y el anhelo en los brazos alzados de una
núbil | | | | señaló los caminos hacia las
tierras rojas. | | | | ¡Oh sur de las estrellas, allende los
tronantes | | | | aludes de bisontes! | | |
|
| Guirnaldas de canoas se alargaban en
ríos | | | | protegidos por cielos más poblados de
estrellas, | | | | pero en los horizontes abríanse
misterios | | | | de bocas verticales. | | |
|
| Las rodantes herencias de las
constelaciones | | | | se hacinaban en ojos de escuálidos
augures. | | | | Adalides de viento danzaban los
terrores | | | | de rojos plenilunios. | | |
|
| ¡Oh lentas trashumancias! Cada aurora
anunciaba | | | | la epopeya del arco y el canto de la
flecha. | | | | Humaredas de paz trazaban en el aire | | | | enormes cornamentas. | | |
|
| En guijos de colores se buscaba el
destino. | | | | El pasado dormía en ollas
funerarias. | | | | La esperanza sin nombre aún
apacentaba | | | | sus rebaños de
géyseres. | | |
|
—22→
|
| Cayó Quetzalcoatl. Y besó la tierra con sus
labios ensangrentados. Y silenciosas bandadas de aves se posaron en las
cimas nocturnas de la espera de su espíritu- | | |
|
| Vocerío de clanes en moradas de
pieles, | | | | bajo lunas de
fríos... | | | | ¡Oh tributo del canto | | | | a los dioses pequeños, entre abedul y
alerce...! | | | | ¡El Gran Coyote Azul subió a los
estandartes! | | |
|
| ¡Bélicos
matriarcados! | | | | Siervos eran los hombres | | | | de telúricas madres, ¡oh
robustas guerreras | | | | cuyas sangres oscuras solamente eran
fieles | | | | al parto y a la muerte! | | |
|
| Tatuábanse en los senos bermejos
calendarios, | | | | de sus trenzas colgaban negras piedras y
frutos, | | | | y sus amargos sexos abríanse a la
sombra | | | | de las hincadas lanzas... | | |
|
| Y mientras Quetzalcoatl esperaba el descenso del canto del ave
solitaria de los cielos, las imágenes aún hallaban libres
ámbitos en su inmemorial conciencia- | | |
|
| Siglos de mudas huellas, de manantial a
páramo | | | | y de cuevas a
túmulos... | | | | Gobernaban los vientres | | | | rutilantes de miel de las obesas
reinas... | | | | Nocturnas sediciones junto a los cactos
fálicos | | |
—23→
| | y legislación de hambres en los nuevos
desiertos... | | |
|
| Saeteros de polen entre floras de
espinas... | | | | (¡Viento del blanco venado!) | | | | Dioses de las tinieblas reían en las
hachas... | | | | (¡Sueños del venado
rojo!) | | | | Latigazos solares y colmillos de
hielos... | | | | (¡Huellas del negro venado!) | | | | Las tiendas allanadas, como grandes
murciélagos... | | | | (¡Fuga del venado de oro!) | | | | Hito de halcón clavado en la seca
biznaga... | | |
|
| ¡Oraciones de
ríos, | | | | las sagradas
montañas, | | | | lisa Roca del dios | | | | y las trémulas hordas del maíz
jubilante | | | | entrando en las miradas...! | | |
|
| Y de pronto oyó el canto del pájaro- | | | | no en la altura que seguía cerrada en la
inmutabilidad de la noche y de los ámbitos salpicados de
plata, sino enterrado en él como el estallido de una gran
semilla, trino de hondura socavando su corazón, latido y
borbolleo más allá de la conciencia y de las
imágenes, puro son de principio y de fin en la desnudez total de su
ser tendido y vasto, | | | | con la luna en su cabello y el viento en la cara, | | | | susurros de hierba en el pecho | | | | y sus dos brazos ramificándose como ríos, | | |
—24→
| | él mismo espacio, | | | | canto | | | | y noche, | | | | expulsado del tiempo y divinamente sencillo en
aconteceres que levantaban sus meteoros y azares, las bóvedas
transparentes de los sueños nacidos en sus manos fluviales, que
atraían hacia su corazón el silencio de la eternidad, | | |
|
| sombra de torso y pájaro, | | | | acostada y pesando sobre latido y gorjeo, | | | | ni despierto ni dormido, | | |
|
| huésped ingente de su futuro y envión de destino
mortal odiado por los dioses, renovándose en el agotamiento de sus
entregas, de sus caídas, de sus vuelos, vientre de la noche
preñado de relámpagos, de bruces sobre la tierra en acto de
posesión y de rendición, desembocadura atónita y mar
penetrado, ¡oh infinito amor de infinitos nombres, oh puño de
polen sobre la negra boca de la muerte!, | | |
|
| y finalmente sus manos asaltando el cielo- | | | | el trino vibrando en sus dedos de raíces que pulsaban
las tinieblas y, en los espacios que retrocedían, trazaban el
inmenso círculo que encerraba a la vez el beso y la Estrella... | | |
|
|
—25→
|
El sembrador |
—[26]→
|
—27→
|
| Quetzalcoatl salió del bosque oscuro al alba... | | |
|
| Ya alto el sol, se detuvo, cansado, entre magueyes, | | | | y a un lento ademán suyo un halcón
descendió | | | | para posarse en su hombro... | | |
|
| ¡Oh! ¿Cuándo la visión | | | | total de su destino descendería a su alma | | | | como un ave de fuego, | | | | y los cantos serían misión y cumplimiento, | | | | no grito migratorio en monótonos cielos | | | | ni árbol de primavera rajado por el rayo | | | | en su gloria floral? | | | | ¡Oh! ¿Y cuándo una voz, una voz entre
todas | | | | las voces de su espíritu, trocaríase en
viento | | | | que roería el rostro de piedra de los dioses, | | | | con el asentimiento de las puras estrellas | | | | terrestres de sus noches...? | | |
|
| La mañana, en el cielo, era un hacha de jade. | | |
—28→
| | Con el halcón inmóvil posado en su hombro
izquierdo, | | | | Quetzalcoatl anduvo, | | | | siempre fijos los ojos en la azul lontananza | | | | y envuelto en luz y viento y rumor de arboledas. | | |
|
| ¡Oh altas encrucijadas de voces-meteoros: | | | | parajes de corolas, iris, flautas salvajes, | | | | simientes volanderas, cuerdas sonoras, lluvias...! | | | | ¡Y nunca advenimiento! ¡Siempre, siempre lo
efímero | | | | condenado a distancias, adioses y caídas! | | | | ¡Nunca, nunca el gran canto, | | | | el canto anunciador, como una epifanía, | | | | la imagen dando a luz al verbo capital! | | |
|
| El día | | | | bajaba de las cumbres con amarillos cántaros. | | |
|
| Cogiendo rojas bayas tibias de mediodía, | | | | Quetzalcoatl oyó la llamada del río | | | | y, a través de los sauces, | | | | enderezó sus pasos hacia la umbrosa orilla... | | |
|
| Desnudo entró en el agua, bajo el sauce más
alto. | | | | Raudo, el halcón voló hacia la otra ribera. | | | | Un silencio augural estranguló las voces | | | | y la paz del remanso invadió a Quetzalcoatl. | | | | Oscilaron las ramas largamente hojecidas, | | | | y de lo alto bajó un rayo de luz, | | | | brusca coa dorada que se hincó unos instantes | | |
—29→
| | en la diáfana gleba donde se reflejaban | | | | el cuerpo sorprendido y el árbol tembloroso... | | |
|
| Y entonces Quetzalcoatl | | | | oyó en su alma la voz: | | | | «Tú, sembrador de soles...», | | | | y alzando lentamente la mano ya entreabierta, | | | | se inclinó hacia el agua al tiempo que
vertía | | | | las bayas, una a una, en el hueco de luz | | | | ahondado en su imagen a la altura del pecho. | | |
|
| Por la fluvial anchura flotaba Quetzalcoatl, | | | | fúlgido primogénito de sus arduas auroras... | | |
|
|
—[30]→
|
—31→
|
Las manos que cantan |
—[32]→
|
—33→
|
| Al pie de la ladera yacían los cadáveres, | | | | de prisa amontonados después de la batalla | | | | en que Huitzilopochtli rió bosques de filos: | | | | hacinas de faisanes y teñidas tortugas, | | | | predio en donde crecían, en profusión
confusa, | | | | tallos de lanzas, flechas...- | | | | mientras lejos sonaban | | | | las roncas caracolas de la guerrera marcha, | | | | y los vientos alzaban cosechas de estandartes, | | | | y el tendido horizonte envolvíase en humo... | | |
|
| No lloró Quetzalcoatl ante la muerte inútil. | | | | Se alejó del lugar cuando los zopilotes | | | | descendían del cielo a trillar la hecatombe. | | | | No vio la primavera en el nopal cubierto | | | | de grandes mariposas | | | | ni escuchó labios de agua en la faz de la hierba. | | |
|
| Su angustia era el silencio del mundo sin espíritu, | | |
—34→
| | vacío de Tonatiuh y de canto fraterno. | | | | En su desolación, ¿a quién
invocaría, | | | | con mirada de adiós o puños levantados, | | | | en el reino de su alma: cisternas de ceniza | | | | junto a la sombra armada de cactos gigantescos...? | | | | Si el nudo de sollozos se levantara en grito, | | | | ¿podría abrir los brazos a algún viento
de pájaros | | | | sin caer fulminado por duras claridades, | | | | bajo nubes inmóviles como rojos trofeos...? | | |
|
| Ninguna voz hermana deja en su corazón | | | | un peso de corola, | | | | mientras marcha sin eco por los fúnebres musgos | | | | en donde se entreabre el helado esplendor | | | | de diminutas flores, sobrevivientes ojos | | | | de olvidadas infancias... | | |
|
| ¡Río! Ancestral corriente, | | | | ¡oh ala tutelar de sus antiguos júbilos! | | |
|
| Y Quetzalcoatl sube | | | | lento al puente colgante, | | | | como un gran rey pluvioso con túnica de lodos... | | |
|
| Y avanza entre las sogas | | | | de trenzadas lianas, | | | | oscilando en la niebla | | | | -que canturrea abajo, en las cunas del agua, | | | | y luego, levantándose en el aire dormido, | | |
—35→
| | estrecha entre sus brazos un sol de cempasúchil-, | | | | oscilando | | | | inclinado | | | | a los hondos | | | | murmullos, | | | | dócil presa, en la altura, de sonoras espumas... | | |
|
| Quetzalcoatl en vilo | | | | en su puro vacío | | | | -donde la niebla hila | | | | con sus ruecas de frío | | | | tanto trémulo trino de lejanas cascadas, | | | | verticales alondras y viento de hoja herido-, | | | | inmóvil y esperando que las manos que cantan | | | | se posen en su pecho y dulcemente pulsen | | | | los rayos de su sueño | | | | y la lluvia de su éxtasis... | | |
|
| ¡Oh! Como ondas de son | | | | fíltranse en su dolor | | | | los dedos luminosos, | | | | las alfareras manos que penetran en su alma | | | | y turban el letargo de pesadas palabras, | | | | que a un brusco vuelo caen | | | | como en oscura cueva | | | | apiñados murciélagos... | | |
|
| Y Quetzalcoatl gime, tocado en lo más hondo | | | | de su gélida angustia, | | |
—36→
| | y florecen las lágrimas en el árbol de hielo | | | | de su desesperanza, | | | | y germinan los nombres en la resurrección | | | | de su boca solar. | | |
|
| Canta, ciego y vidente, | | | | envuelta la cabeza con truenos de palabras | | | | que en el dolor del ser retumban y celebran | | | | el latir del espacio de la nueva ternura | | | | donde lo presentido se colma con el verbo; | | | | ciego por el fulgor de la tormenta de alas | | | | que brilla en el regazo de la eterna montaña. | | | | Porque no de los ojos sino del vuelo nacen | | | | las más radiantes cumbres, | | | | y los himnos retornan a sus felices fuentes... | | |
|
|
—37→
|
La red |
—[38]→
|
—39→
|
| En el centro del lago Nanotzin saca el remo | | | | de las aguas tranquilas y mira a Quetzalcoatl, | | | | que continúa inmóvil y sin sombra, | | | | con la red en la mano dispuesta a ser lanzada. | | |
|
| (En la lejana orilla, las doncellas anudan | | | | sus largas trenzas.) | | |
|
| Acostada en la popa, Nanotzin, soñolienta, | | | | reclina la cabeza sobre la lisa borda | | | | y entrecierra los ojos, mecida por el ritmo | | | | de la brisa y las aguas y la erguida figura | | | | luminosa que oscila circundada de cielo | | | | y verdes resplandores... | | |
|
| (Calladas, las doncellas se adentran en el agua.) | | |
|
| En sí mismo sumido, Quetzalcoatl murmura: | | | | «Tiembla el sol en las aguas..., se mecen
arboledas... | | |
—40→
| | Plenitud del silencio... Las palabras dormitan | | | | como sombras echadas en torno a un centinela | | | | de imagen y temblor... | | | | ¿Qué esperas, corazón? ¿Acaso
sólo lates? | | | | ¿Sólo cuentas instantes que nunca más
retornan? | | | | ¡Lanza la red del alma a las aguas profundas! | | | | Eterno es lo profundo, | | | | y el alma sólo quiere más honda eternidad, | | | | soñar en el abismo los actos del espíritu, | | | | fundar en las tinieblas... | | | | ¿Qué esperas, corazón? ¿Te tienta
el mediodía | | | | y sus reales éxtasis...?». | | |
|
| (Nanotzin se ha dormido junto al remo mojado. | | | | Su cabellera cae.) | | |
|
| Balanceándose al ritmo de las aguas, | | | | Quetzalcoatl levanta con lentitud el brazo, | | | | y luego, bruscamente, como un rayo girante, | | | | lanza la larga red por sobre su cabeza. | | | | Y la red gira rauda, con un rumor de pájaros, | | | | hasta que, tras el grito, huye abierta hacia arriba... | | |
|
| (Nanotzin duerme luz. Su suelta cabellera | | | | vive sola en el agua.) | | |
|
|
—41→
|
El sermón del lago |
—[42]→
|
—43→
|
| A orillas del lago color de campánula, un atardecer,
Quetzalcoatl habló así a su gente: | | |
|
| -Palabras recién despiertas suben para vosotros a mis
labios, oh hermanos en Tonatiuh!, | | | | y quisiera que mi voz fuese como la soga con que ha sido
lentamente varada esa canoa cargada de jaulas con pájaros ya
dormidos, | | | | y que vuestro corazón semejara estas tranquilas aguas
en las que no se refleja ni el sol que se ha puesto ni la luna que
aún no ha salido... | | |
|
| Palabras nacidas de estrellas invocadas en los llanos del
silencio, infinitas como las cosas y grávidas de
espíritu, | | | | comunión de vientos y hoguera de verbo; | | | | palabras que llevan a cuestas la luz desde las raíces
de los tiempos y pueden morir como muere la brisa dentro de las
caracolas; | | |
—44→
| | palabras atravesadas por el colibrí de la
resurrección o las que se abren como flores en la loma de huesos de
la tristeza... | | |
|
| Digo las palabras para las ceremonias lustrales ante el alba
de muros de oro, | | | | o las que se alzan como lanzas brillantes apoyadas en los mil
hombros de un canto, | | | | o las artesanas que fundan una eterna capital de belleza y
amor, cronistas de fuegos y plumas y cosechas lejos del vuelo del
murciélago y del copal de temblorosos brazos; | | |
|
| la palabra paz, en la que duermen las semillas y despierta el
mar; | | | | la palabra retorno, imagen de torso de rojo tezontle, cabeza
de mariposas y pies de polen, | | | | y la palabra Tamoanchan, arco iris que empieza en la matriz de
los orígenes y termina en la boca del cielo... | | |
|
CORO DE DONCELLAS:
| | ¡Ay que no nazca la luna | | | | roja de Tezcatlipoca! | | | | Oh terror de negros senos, | | | | parto de sombra en la roca! | | |
|
| -Cuatro soles descansaban sobre el vientre del
mundo, sarta desprendida del cuello de los infinitos años... | | |
|
—45→
|
SOL DE AGUA:
| | Se abrieron las cuatro bocas blancas del Norte y del Sur, del
Este y del Oeste, | | | | y remolineante llegó la diosa de las sayas azules,
tocada de caña y enarbolando estandarte de lluvias. | | |
|
| Subían las aguas estrangulando temblores forestales,
entre pasmos de meteoros y vertiginosas guirnaldas de asustados
faisanes, | | | | mientras en el fondo la luz asaetaba el tendido cuerpo
pastoral de la hierba que dormía con la cabeza apoyada sobre rocas
llagadas de esmeralda | | | | y la diosa dorada se alejaba sobre la haz del agua, con los
ojos fijos en las águilas solares que esperaban en las blancas
cumbres volcánicas. | | |
|
| Y no había noche porque los dioses habían
taraceado en la piel del cielo la piedra del sol, | | | | y no soplaba el viento, ni caía la lluvia, ni
nacía la sombra, | | | | y las ramas de los árboles sumergidos se curvaban bajo
el peso de dormidos cardúmenes luminosos... | | |
|
| Y la corriente se expandía como un interminable y
transparente animal convertido en resuello de flujo, distancia y
fulgor, | | | | sólo interrumpido de vez en cuando por flotaciones de
jeroglíficos vegetales, | | | | grandes frutas que boyaban como lunas pútridas, | | | | islas de corolas que flotaban junto a rebaños de
hinchadas bestias semejantes a cometas morados | | |
—46→
| | y yertos ahogados con barbas de espuma y ojos vaciados por los
últimos zopilotes... | | |
|
| Y al fin, cuando se cerraron las blancas bocas del
horizonte y las aguas y el cielo tuvieron el mismo rostro, | | | | las cumbres se devolvieron unas a otras los ecos de los gritos
incesantes de las águilas que aún no podían volar
hacia el inmóvil sol, | | | | y sobre la inmensa paz de las solitarias aguas flotó el
hueco tronco donde yacían el hombre y la mujer... | | |
|
| Sobre la vasta quietud menguante, en el día inmutable
de las aguas y bajo el dolor del atascado astro rojo, | | | | el tronco flotó, | | | | con la pareja abrazada dentro del hueco oscuro y
una hormiga en la seca corteza, | | | | seguido por una tenue niebla azulosa, | | | | hasta que el peso del amor lo detuvo... | | |
|
| Y entonces un águila hendió el firmamento y
entró, palpitante, en el nuevo sol, | | | | ya lanzado otra vez a la parábola de sus resurrecciones
y muertes. | | | | A lo lejos, en la virgen tierra que asomaba, Xilonen
empezó a cantar, | | | | y luego, tras soltarse su cabellera de mariposas, entró
desnuda en el agua | | | | y avanzó, cara al viento rumoroso de besos, hacia el
tronco que se balanceaba... | | |
|
—47→
|
CORO DE DONCELLAS:
| | Oh verano de la sangre | | | | tendido en los ventisqueros! | | | | ¡Oh Deseo, oscura hormiga | | | | en corporales graneros! | | |
| |
SOL DE VIENTO:
| | Cayó del cielo la primera ave, bruscamente madurada a
blancura y dureza, plomada de hielo vertical soltada sobre el áureo
estupor de las tierras altas, | | | | y sonó como un golpe de fruta sobre un atabal
nocturno. | | |
|
| Y un miedo de hoja se levantó en vilo sobre los
ríos: | | | | anuncio de la muerte por el frío sobre la tierra,
porque los hombres habían aprendido a amar demasiado lo real,
¡oh hermanos en Tonatiuh!, | | | | y el Gran Espíritu había huido con el sol... | | |
|
| Y la nieve y el viento llegaron juntos, como una girante
pirámide invertida, heraldos | | | | del monarca radiante y puro que esculpía en el fondo de
todo lo creado una instantánea muerte de estrella, | | | | dura presencia transparente del sueño absoluto, | | | | ingrávida soberanía del hielo sin rodillas que
ajusticiaba con una dulzura de mano de musgo sobre el agua... | | |
|
—48→
|
| El gran enemigo de la llama avanzaba con sus corimbos de
silencio, | | | | propagando doquiera la inmaculada apoteosis de sus
geometrías. | | | | Violadora deidad sin sombra, de ademán azul y mirada de
cal de luna, | | | | a su paso las humaredas se derrumbaban sobre sus pies de
espejo | | | | y nacían erizos de cristal en las profundas
leches... | | |
|
| Oh orfebre de las briznas, joyero de los insectos, verdugo de
horizontes! | | | | Era el reino de la luz difunta, ¡oh hermanos! No
había luz en el mundo, sino una claridad boreal sin alas. | | | | Era el reino de la muerte por súbita estatura y
filigrana de escarcha. | | | | Era el reino sobre la tierra de la perfecta calavera de
cristal de roca. | | | | Era el reino de los vientos de la soledad que soplaban sus
caracolas arrodillados a los pies de Coatlicue, | | | | o de los que se habían ahorcado en los inmensos bosques
mudos y colgaban de las ramas como banderas mojadas, | | | | o de los que yacían exánimes sobre las
cornamentas de grandes rebaños inmóviles, | | | | mientras el rey glacial dormía en la azul soledad de
sí mismo | | | | y el negro Tezcatlipoca lanzaba a través del anillo de
las constelaciones la pelota de su luna... | | |
|
| Pero el imperio de la noche, ¡oh hermanos!, era negado
por las estrellas, | | | | que colgaban sobre las blancas montañas del dolor en
cuyas laderas
—49→
gigantescos árboles de sangre
interrogaban al cielo entre ruinas y nieblas de lágrimas. | | |
|
| ¡Oh estrellas de la resurrección, ternura de la
esperanza del universo, | | | | cascadas de lianas de luz en descenso seminal hacia la tierra
de piernas abiertas! | | | | ¡Oh entrañas de Coatlicue en cuyas honduras una
fuente comenzaba su murmullo de metamorfosis: subía...! | | |
|
CORO DE DONCELLAS:
| | En la piedra de los dioses | | | | el símbolo exacto anida. | | | | Mas el amor tiene estatuas | | | | de viento y de llama erguida. | | |
|
| -Y llegaron los días aciagos del | | |
|
SOL DE FUEGO:
| | La lontananza seguía roja de un atardecer que no
cedía sus luces a la noche, | | | | sino que se vislumbraba como un lento y raso alud de
resplandor, mientras atrás las frustradas tinieblas yacían
entre la luna y la Estrella de la Tarde... | | |
|
| Lentamente se desvanecían en el cielo del oeste las
guedejas del crepúsculo, | | |
—50→
| | al tiempo que millares de luminarias se encendían sobre
el círculo del horizonte, | | | | como un collar de fogatas colgando del cuello estival de la
tierra, | | | | y un sordo retumbo de innumerables pezuñas confirmaba
la insólita migración | | | | de vastos rebaños de venados... | | |
|
| Avanzaban a un ritmo letárgico, fijos los
inmóviles ojos en las distancias que no veían, | | | | y balanceando levemente las testuces de las que surgía
el espanto ramificado de las astas, | | | | que ardían como simbólicas grecas de la
destrucción que propagaba su marcha. | | | | Con ellos llegaba la apoteosis del espíritu entregado a
sus despóticas llamas | | | | y a la consumación cósmica de sí
mismo. | | | | Porque alma y mundo habían sido totalmente sacrificados
a los estáticos dioses sin tiempo | | | | y la tierra no era morada, sino umbral gastado por los pies de
las generaciones sin destino... | | |
|
| Huían de las astas las mariposas del fuego:
ardían las cosechas y los árboles, | | | | bocas furiosas mordían las piedras | | | | y desnudos sacerdotes de viento y llama braceaban en la cumbre
de las colinas; | | | | de los zarzales saltaban bruscos guerreros rojos, | | | | jorobados de centella rodaban por los taludes, | | |
—51→
| | la brisa arrojaba doncellas de ceniza sobre los esqueletos de
carbón de las selvas; | | | | tras un grito se inflamaba una cabellera de mujer, | | | | las palomas trazaban en el aire el arco fulgurante de su
muerte | | | | y en las atalayas de los templos se clamaba el mensaje feroz
de las estrellas... | | |
|
| Silencioso quedó el mundo, negra la tierra, como la
estatua derribada del dios que tiene su lugar en el norte, | | | | y en el cielo el humo levantaba inmensos brazos de
mendigo... | | | | No había sol ni luna, ¡oh hermanos en
Tonatiuh!, | | | | y en llanuras y montañas, en lo cerrado y en lo
disperso, toda vida había huido... | | |
|
| Pero arriba, en la expansión de la última
altura, comenzaban a abrirse los ojos de arco iris de Tlaloc, | | | | y en el surco de su boca asomaba la brizna de una sonrisa. | | | | Despertó el dios a la congoja de su espíritu al
ver sus manos desnudas de retornos | | | | y su corazón se llenó de recuerdos que
subían a sus ojos. | | | | Suavemente lloró Tlaloc sobre sus manos abiertas, | | | | donde las lágrimas se convertían en agua viva
que cantaba el futuro: ¡caía...! | | |
|
CORO DE DONCELLAS:
| | ¡Ay que no nazca la luna | | | | roja de Tezcatlipoca! | | | | ¡Oh terror de negros senos, | | | | parto de sombra en la roca! | | |
|
—52→
|
| Calló Quetzalcoatl. Luego se acercó a Xelhua, su
discípulo más amado, y murmuró: | | | | -Di a las doncellas que suelten los pájaros... | | | | Y, dirigiéndose a todos, añadió: | | | | -Es tarde, hermanos. Y pronto el cielo será de la luna.
Hasta mañana, al alba... | | |
|
| Y, solo, se dirigió lentamente hacia el árbol
cercano donde Nanotzin lo esperaba. | | | | Al llegar, Quetzalcoatl sonrió: al rumor de alas que
pasaba por encima de su cabeza, | | | | al dulce rostro de Nanotzin y a la blanca túnica que
ella le tendía en silencio... | | |
|
|
—53→
|
El Quinto Reino |
—[54]→
|
—55→
|
| Quetzalcoatl esperó que callaran los pájaros, ya
subida la aurora, y comenzó así: | | | | -Sobre el derrumbe de la noche ya el día empieza a
levantar sus muros de dorado adobe, | | | | ¡oh hermanos en Tonatiuh!, | | | | y con la brisa llega el temblor de las últimas
estrellas y el lejano gorjeo del cenzontle. | | |
|
| Raíz sois, ¡oh hermanos!, de la voz que florece
en mí, | | | | de las palabras donde pesa lo inefable del balbuceo de la
tierra, | | | | el conjuro de los cielos | | | | y el canto del espíritu. | | |
|
| Yo soy el que invoca y anuncia, fundador de horizontes en la
patria de la vida. | | | | ¡No dejéis que mis palabras pasen por vuestras
almas como el viento a través de las mallas de las tendidas
redes...! | | |
|
—56→
|
CORO DE DONCELLAS:
| | ¡Cae el muro de culebras! | | | | ¡Oh la luz, en las orillas, | | | | calza huaraches de barca | | | | y agita sus campanillas! | | |
|
| -Yo soy el que afirma y evoca y libera, el eco de la cantante
conciencia de los tiempos. | | | | Soy el yo en el tú del mundo, | | | | boca de alma | | | | y padre de símbolos. | | | | Hincado en el ser como un ejemplo de árbol, canto la
vida, | | | | madurez que sube de la sombra y termina en los frutos: | | | | ¡oh soles que encierran la semilla de la
resurrección -danza silenciosa y pura de las metamorfosis! | | |
|
| No sólo venimos a dormir, no sólo venimos a
soñar en el mundo: | | | | venimos a vivir los días de nuestro sol de tierra, | | | | y la hierba de primavera no necesita nuestra muerte... | | | | En verdad os digo, ¡oh hermanos en Tonatiuh!, que
venimos a vivir los días de nuestro sol, | | | | venimos a morar entre las cosas y a comprender que el tiempo
gira siempre con las mismas imágenes | | | | del cielo y de la tierra. | | |
|
| ¡Oh cuarto sol, astro de nuestra realidad, esplendor del
dios por el cual los espacios se abren hacia adelante para la
creación, | | | | nuestros ojos se vacían de los terrores de la noche | | |
—57→
| | y la muerte huye con su mueca de sílex! | | | | ¡Mirad, hermanos, ya asciende, milagroso y cotidiano
-infante de oro | | | | o bola de nixtamal sobre el metate del firmamento!, | | | | y las sombras abandonan el espíritu,
tambaleándose, como estatuas obesas... | | |
|
CORO DE DONCELLAS:
| | ¡Ay que no nazca la luna | | | | roja de Tezcatlipoca! | | | | ¡Oh terror de negros senos, | | | | parto de sombra en la roca! | | |
|
| -¡Siempre, siempre la tierra! Su celo y su sueño
no sufren ninguna triste duración, | | | | porque para ella, la eternamente abierta, todo momento es
futuro y pasado | | | | y sonriendo inclina la cabeza coronada de viento, hormigas y
constelaciones. | | |
|
| No así el hombre. Su mejor canto es de esperanza: en su
corazón la tierra no es aún allegada certeza, | | | | sino presentimiento y abandono fluvial, | | | | y en sus noches de ojos cerrados el silencio cae como follaje
invernal... | | | | No así el hombre. Su miedo cambia como efímeras
cicatrices de sol en el agua | | | | o palpita como el corazón buscado por la obsidiana. | | |
—58→
| | Su ademán tiembla al elevarse suplicante hacia las
jerarquías astrales | | | | y al llegar el día interroga las sembradas laderas y
los triángulos migratorios de los pájaros... | | |
|
CORO DE DONCELLAS:
| | ¡Por el aire transparente | | | | qué rumor de pluma y paja! | | | | ¡Oh risa de Xilonen | | | | dentro de verde sonaja! | | |
|
| -En verdad sabemos, ¡oh hermanos!, que los impasibles
dioses mueren cuando el hombre nace a su destino | | | | y que la dulzura de la primavera en los ojos de las
núbiles anticipa la hecatombe de las piedras ensangrentadas | | | | y derriba los altos silos de los huesos. | | |
|
| Somos la paz en la fuerza, ¡oh hermanos!, | | | | y nuestra alegría se baña en las jaspeadas aguas
de la aurora, lejos del lugar donde los atabales convocan filos y
penachos. | | | | Establecemos códigos de astros para los hundidores de
semillas y grabamos en los troncos leyes de luna y viento para los adalides
de rebaños. | | |
|
| En el amor caemos y brillamos, como una trenza de agua sobre
un hombro pétreo. | | | | Decimos: montaña, girasol, pez, árbol, rayo,
como si mencionáramos los motivos de la vasija pintada de nuestra
alma. | | |
—59→
| | Pero esto no es más que una claridad que nos sobrecoge
y consuela | | | | para que sin máscara podamos ser testigos de los partos
de la luz: | | | | lo real que nos modera, acrecienta y aloja... | | |
|
| El deseo | | | | es como el halcón que desde la altura de su acecho
interrumpe su vuelo circular | | | | para lanzarse a la creciente delicia de su caída hacia
la presa- | | | | tal el adolescente se desploma sobre la ramera de risa de
cinabrio en la que dilapida su siembra como sobre una roca... | | |
|
| Sólo en la esposa colmada los orígenes nos
sueltan para que a tientas regresemos a ellos recordando profundamente. | | | | Entonces nuestros ojos cantan y murmuramos:
mujer, ante la que tiembla como una
humareda en mitad de un campo. | | | | Pero tomamos en brazos un río dormido, que depositamos
sobre las montañas del futuro, | | | | y así el mundo no agota nuestros actos y todas las
cosas vienen iluminadas hacia nosotros. | | |
|
| Aquí estamos, ¡oh hermanos en Tonatiuh! | | | | (erguidos en nuestro hoy, colgando como atónitas
corolas del cielo, vibrando como flechas detenidas en el aire, hijos del
tiempo y combatiéndolo -sombra delante y sombra detrás-,
tiempo de huracán de espinas y de soles erizados, tiempo de coito
entre cacto y horizonte, tiempo de litigio de antorchas nómadas y
semillas negras, tiempo de sauce
—60→
hendido y de simios
estrangulados por las hiedras rojas, tiempo de castidades bajo la mirada
del jaguar, ¡oh lluvias! ¡oh iras de cobalto en las cumbres,
hijos míos!); | | | | y aquí somos, | | | | ¡en la comunión de la palabra que es flauta de
los que lloran, chinampa de imágenes y salto del venado de la
sangre! | | |
|
| Cantar es desembocadura, | | | | pasmo de agua tranquila bajo los ojos aprobadores del
firmamento. | | | | Cantar es llegada | | | | después de las infinitas noches de cuerdas tendidas en
el silencio del instrumento de la tierra. | | | | ¿Puede el corazón permanecer mudo cuando la
mirada celebra la alegría de la colmada mano dadivosa? | | | | En el canto, las estrellas de la espera entran en lo
inefable como levadura de eternidad. | | |
|
| Río de las generaciones en incontables figuras
entrelazadas en sudor, lágrimas y semen, | | | | ¡oh subterráneo caudal de besos, coágulos
y luciérnagas lanzado a la marcha del ser, | | | | ciego aluvión de hambres y muerte en cuyas orillas se
jalonaban los pétreos pastores inmóviles | | | | y La Terrible Divina cantaba, devoraba y acunaba, | | | | mientras en los remansos donde brillaba el espíritu los
herederos solares de la vida | | | | levantaban sus torsos de llagada amapola! | | |
|
—61→
|
CORO DE DONCELLAS:
| | ¡Dentro de un viento de hiedra | | | | el sueño rojo murmura! | | | | ¡Y en los vados de amor calla, | | | | con agua hasta la cintura! | | |
|
| -Que el canto, ¡oh hermanos!, dé pensamientos al
alma, más allá del raudal y el acorde, | | | | porque en verdad moramos entre dos reinos, y de contrarias
potestades somos partición. | | | | Celebremos la aurora con el grito alborozado que nace como
vela en el mástil, | | | | y dejemos que el silencio plante sus tiendas en nuestro
espíritu, al atardecer, cuando la ladera del collado es ternura y el
sol se hunde arrastrando su roja vestidura y llega la desnudez de la
luna... | | | | Moramos entre los trofeos del sol y las idolatrías de
la sombra, entre el águila y la serpiente... | | |
|
| El ave sagrada arriba, oh vigilancia de las diáfanas
alturas y símbolo de luz en la luz- | | | | el pensamiento cerniéndose y girando en sus propios
éxtasis, presa de la áurea calma del silencio donde se apoyan
sus grandes alas, | | | | subiendo, | | | | alejándose de las terrestres llamadas como una
ráfaga de polen, | | | | cerrando | | |
—62→
| | en el ancho círculo de su vuelo lo que en su repudio ya
ha olvidado: | | | | guirnaldas blancas de sus cumbres natales, llanuras de la
memoria, árboles de la vida, tormentas de la pasión,
humaredas de la tristeza, río del tiempo; | | | | ascendiendo | | | | como el puro meteoro de la soledad que lo aniquila con sus
estériles fuegos, | | | | ardiendo | | | | con los ojos fijos en el sol absoluto de sí mismo cuya
imagen le devuelve el espejo azul del cielo, | | | | extinguiéndose | | | | en su dura conflagración de ascua,
enfriándose... | | |
|
| Forma furtiva, ¡serpiente!, fría sangre de
evasivos meandros, boca de silbo y muerte de doble pistilo- | | | | ¡oh materia de sigilo, huida de trenza y pesada caricia
sobre palpitantes arcillas, | | | | ovillo de hartura soñolienta en los profundos bosques y
viscoso laberinto de onda y anillo! | | | | ¡Oh círculo de reposo sobre las tibias rocas del
devenir- Conciencia de fijos ojos que derribas los pájaros de la
inocencia, asaltas con tus raudas ponzoñas a los hijos de
múltiples brazos de la aurora | | | | y danzas tus crueles sabidurías hasta que las mieles
del día te convierten en una flauta de joyas, diminutos soles y
agujeros de sombra! | | |
—63→
| | De tu inmovilidad fluye la música: atravesada por el
viento y tocada por los dedos de la lluvia, | | | | el puro son se tiende como un puente entre la negra y abierta
montaña de la historia | | | | y las rojas colmenas del tiempo... | | |
|
CORO DE DONCELLAS:
| | ¡Ay que no nazca la luna | | | | roja de Tezcatlipoca! | | | | ¡Oh terror de negros senos, | | | | parto de sombra en la roca! | | |
|
| -¡Aguas | | | | del Quinto Reino! ¡Aguas | | | | silenciosas que huellan el alma con sus cotaras de musgo! | | | | ¡Aguas | | | | de eterno ritmo y retumbo, cunas profundas entre muros
golpeados por puños de espuma! ¡Oh verbo | | | | en los oleajes del espíritu de la vida, | | | | la gran invocación del elemento primigenio, oh
aguas | | | | resplandecientes y puras de la liberación y la
eternidad a través de las imágenes esenciales! ¡Oh
aguas, | | | | balumbos marinos de alga, ola y ala, | | | | desnudez trágica y jadeante del Desollado azul con cuya
piel de oro se cubre el día de la tierra! | | |
|
| ¡Aguas | | | | sembradas por la luz! | | |
—64→
| | ¡Anchas magnitudes de la memoria como fluviales
ancianos sepultados por milenarias lunas! ¡Oh urnas | | | | de reposo donde el desnudo pensamiento se sumerge y
tañe los rayos-cuerdas de la cítara solar! | | |
|
| ¡Cantemos, hermanos en Tonatiuh, las cíclicas
aguas totales, las puras fuerzas de la epifanía del espíritu
abrazado a la naturaleza, | | | | donde palpitan los retornos engendrados por la
eyaculación de soles del infinito amor, oscilantes puentes de oro
tendidos entre la nada y el futuro! | | |
|
| Caudales y visiones, incansables cuerpos de los ríos,
acostada estatura palpitante de la belleza, ¡oh aguas | | | | del amor y la Estrella, | | | | asalto de rompiente que levanta los felices nombres de la
tierra, ¡surgencia del canto...! | | |
|
|
—65→
|
El descenso |
—[66]→
|
—67→
|
| Como piel de venado | | | | vahea la colgada | | | | y blanca vestidura | | | | de Quetzalcoatl. | | |
|
| Cuerpo desnudo | | | | aun brillante de lluvia. | | |
|
| ¡Oh rincón de la llama! | | | | Silencio de las cumbres | | | | en la choza de troncos. | | |
|
| Siglos de lunas | | | | habitan en los ojos | | | | de la inmóvil anciana | | | | de sílex y de humo. | | | | Del techo penden | | | | golondrinas de musgo. | | |
|
—68→
|
| El viento del invierno | | | | muerde oscuras cortezas | | | | en el bosque profundo. | | | | Sacrificada noche. | | | | ¡Oh corazón de luna! | | |
|
| Las manos de la diosa- | | | | dos hojas de crepúsculo. | | |
|
| El fuego se coloca | | | | las máscaras del mundo. | | |
|
| Entran rojas mazorcas | | | | en la colgada túnica. | | |
|
| Ya duerme Quetzalcoatl, | | | | desnudo. | | |
|
| Las manos de la diosa | | | | tocan nieves de luz. | | |
|
| El hombre | | | | en su sueño se sume... | | |
|
*
| | Está la tierra inmóvil, | | | | el sol sin movimiento, | | | | huecos todos los hombres | | | | y detenido el tiempo. | | |
|
—69→
|
| En marchitas memorias | | | | duermen águilas ciegas. | | |
|
| Aguas de espejo atónito | | | | guardan colgados vientos | | | | y en sus urnas acopian | | | | lunas de leche pétrea. | | |
|
| La espera es una boca | | | | llena de piedras verdes. | | |
|
| Por oscilante soga | | | | de raíz y tiniebla, | | | | desciende Quetzalcoatl | | | | al país de los muertos. | | |
|
| En su gran caracola | | | | no se ha dormido el viento. | | |
|
| Monarca de su sombra, | | | | mono de su tristeza, | | | | lleva a cuestas un monte | | | | de imágenes deshechas. | | |
|
| Su blanca, caracola | | | | oscila en el silencio. | | |
|
| Baja escalas lodosas, | | | | abre puertas de piedra... | | |
—70→
| | Lejos susurran hojas | | | | de fósiles recuerdos. | | |
|
| En su helada corona | | | | brilla su Astro de fuego. | | |
|
| Como un gran ciego nómada | | | | del Reino de la Muerte, | | | | lo acompañan Xilonen | | | | y gusanos y abejas. | | |
|
| A los lados, alcores | | | | de alondras y murciélagos. | | |
|
| Tras los vados herbosos | | | | y entre negros roquedos | | | | brillan con luz mohosa | | | | los esparcidos huesos. | | |
|
| Y tejen sus canciones | | | | con hilos de agua espesa: | | |
|
| -La alegría dormimos | | | | del eterno crepúsculo | | | | en el País sin fin | | | | de yacijas de musgo | | | | donde se alarga el silbo | | | | de fétidos augures... | | |
|
—71→
|
| Porque de nadie será
el Reino... | | |
|
| -Felices, ¡oh felices | | | | ojos de cempasúchil | | | | y sexos de cal líquida! | | | | Contra todos los frutos | | | | y sus rojos motines, | | | | las sílabas del búho... | | |
|
| Prevalece la sombra de
Texcatlipoca... | | |
|
| -Cantamos las cenizas, | | | | los hediondos tumultos, | | | | los poderes extintos, | | | | los gritos, en la bruma, | | | | de las aves marinas. | | | | Somos flautas de tumba | | | | que niegan los orígenes | | | | y besamos los surcos | | | | que trazan las lombrices | | | | con nuestros labios sucios | | | | de jeroglíficos... | | |
|
| Porque de nadie será
el Reino... | | |
|
| -Somos sólo un susurro | | | | de fósforo y llovizna, | | | | una voz moribunda | | | | en un valle perdido. | | |
—72→
| | La eternidad afila | | | | la muerte que dormimos... | | |
|
| Prevalece la sombra de
Texcatlipoca... | | |
|
| Quetzalcoatl ya sopla | | | | sus sonidos terrestres. | | | | La gran estrella roja | | | | titila ahora en su pecho. | | |
|
| -... la eternidad... afila... | | |
| |
| -... la muerte... que dormimos... | | |
| |
| De miedo y horizonte | | | | termina el frío incesto. | | | | Perros de sombra roen | | | | los apagados huesos. | | |
|
| La callada Xilonen | | | | apila oscuras mieses. | | |
|
| Quetzalcoatl, en torno, | | | | describe cuatro vueltas, | | | | órbitas de los soles | | | | de antiguos firmamentos. | | |
|
—73→
|
| Su nahual luminoso | | | | se agiganta en el viento. | | |
|
| De mujeres y de hombres | | | | juntos están los huesos, | | | | atados por Xilonen | | | | con trenzados vencejos. | | |
|
| Rueda una luna monda | | | | por osarios agrestes. | | |
|
| Fuerte de hondos dolores, | | | | Quetzalcoatl se acerca, | | | | toma la hacina enorme | | | | y comienza el regreso. | | |
|
| Nacen vuelos de alondras | | | | en sus sueños abiertos. | | |
|
| Hormiga de su agobio, | | | | Quetzalcoatl asciende, | | | | cargadas de retornos | | | | sus espaldas maternas. | | |
|
| A nuevos meteoros | | | | suben los fríos huesos. | | |
|
| Con barba de sudores | | | | y en sirga de resuello, | | |
—74→
| | lleva resurrecciones | | | | y futuro a la tierra. | | |
|
| Quetzalcoatl el hombre | | | | sigue tortuosas sendas. | | |
|
| Pega el jadeo al lodo- | | | | se alza y se tambalea | | | | sostenido por sombras | | | | de hondas madres olmecas. | | |
|
| Esparcido en el hoyo | | | | queda el haz de osamentas. | | |
|
| En la gran caracola | | | | el viento canta y rueda, | | | | y, hecho espíritu, corre | | | | hacia los duros huesos. | | |
|
| Sombra de Quetzalcoatl | | | | asaltada de helechos. | | |
|
| Reúne el haz Xilonen, | | | | hija de sus esperas, | | | | y con rebozo de hojas | | | | envuelve su silencio. | | |
|
| El viento queda inmóvil | | | | como un beso de hielo. | | |
|
—75→
|
| En su congoja, el hombre | | | | siembra sobre los huesos | | | | la gran Estrella roja | | | | que brillaba en su pecho. | | |
|
| Pero los huesos mondos | | | | siguen sin movimiento. | | |
|
| Quetzalcoatl entonces | | | | se hiere hondo en su sexo, | | | | y la sangre que brota | | | | rocía estrella y viento. | | |
|
| Bajo el cálido chorro | | | | la osamenta florece. | | |
|
| ¡Oh sangre creadora | | | | del alma en la materia, | | | | simiente de ascensiones | | | | en las bodas del fuego! | | |
|
| En las tinieblas afloran | | | | verdes bocas de génesis. | | |
|
| ¡Oh fecundantes soles | | | | en la entraña del tiempo! | | | | ¡La maternidad cósmica | | | | lleva a la luz lo eterno! | | |
|
—76→
|
| Salpicada de aurora, | | | | Xilonen se detiene. | | |
|
| Ya rasga Quetzalcoatl | | | | el telúrico seno- | | | | bulto de mariposas | | | | son ahora los huesos. | | |
|
| Y a sus espaldas oye | | | | el nuevo canturreo: | | |
|
| -¡Ay! Subimos, subimos | | | | a los claros azares | | | | de morir en la vida, | | | | de nacer al espanto | | | | de la rosa del día. | | | | ¡Ya llegan los heraldos | | | | de los terribles trinos! | | |
|
| Porque de Tonatiuh es el
Reino... | | |
|
| -¡Ay! De sol ataviados | | | | y por la luna ungidos, | | | | lloraremos gargantas | | | | de putrefactos líquenes. | | | | La leñadora Sombra | | | | no afilará sus hachas | | | | con sollozos... | | |
|
—77→
|
| La Estrella es la mirada del
Espíritu... | | |
|
| -Brillantes de salitre | | | | y murmurando mohos, | | | | lentamente salimos | | | | por las fauces de polen | | | | de jaguares divinos, | | | | en parto de horizonte... | | |
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| Porque de Tonatiuh es el
Reino... | | |
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| A palpitantes formas | | | | tristemente advenimos. | | | | ¡Redoblan los tambores | | | | de vida | | | | de nuevos corazones! | | | | ¡La sangre amanecida | | | | danza rojos terrores! | | |
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| La Estrella es la mirada del
Espíritu... | | |
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| Xilonen sigue inmóvil, | | | | mitad luz y tiniebla: | | | | hierática mazorca | | | | en basáltica estela. | | |
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| Quetzalcoatl se asoma | | | | al alba de su anhelo. | | |
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—78→
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| -Redoblan... los tambores... | | |
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| -La sangre... amanecida... | | |
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| Auroral y teogónica | | | | va asomando la testa | | | | en medio del atónito | | | | florecer de la tierra... | | |
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—79→
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Ojo desnudo, vestida voz |
—[80]→
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—81→
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| Quebrador del Arco y Maestro de Discordia, me han llamado. | | |
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| Diré cómo me ungió el sueño ante
la sumisión de los cuatro rostros del viento | | |
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| De las aguas dormidas yo surgía, sin otro canto que
túnica de aire y aroma entre mis hombros y mis pies, ¡oh
erguido nómada de mis palabras en el umbral de abejas del
conocimiento! | | |
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| Era la hora de la primera ternura de la luz, y en el
País Alto donde las noches | | | | nacen con lepra de plata en el rostro y los días llegan
con máscaras de cuarzo, cuando ofrecí a la Estrella la flor
de escarcha de mi corazón y me investí de hojas contra
vosotros, ¡oh Poderes | | |
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| sin estación ni risa, soledades rodeadas por las
gigantescas tortugas invertidas de vuestras leyes! | | |
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—82→
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| Soñar es abrirse | | | | mientras lo real hila vuestra sonrisa ante la unánime
ovación de los maizales del amor, ¡oh Amantes que os
doblegáis para ataros a un mismo haz con lo amado y escuchar el
trenzado gemido de ave que alzáis en canción hasta la frente del
cielo, en testimonio de la tierra, oh fieles de esplendor que negáis
la sombría carcajada de lava entre los muslos de una
núbil...! | | |
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| No quebré el arco, pero mi flecha ha doblado el recodo
y asciende hasta la más alta fuente de donde nace la que danza
acostada sobre la tierra. Como el agua sois, ¡oh Amantes! | | |
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| Y como el agua os levantáis de vuestro cansancio de sol
para entrar en el invisible torbellino que traza su espiral sobre los
silencios en flor de las cimas de la creación -tú, el
hombre, que a tientas vas otra vez por los veranos del deseo; y tú,
mujer, cargado de luna tu regazo, que te doblas en el asilo de la madurez
redonda del fruto, para que así el tiempo no envejezca al mundo. | | |
|
| Pero el canto va más allá de la desnudez dormida
de la Amante (rostro y cabellera de cometa detenido, ansa rota del
brazo izquierdo, leve flexión de las piernas que sostienen
aún el éxtasis y cataclismo de las caderas, la mano abierta
al salario del silencio, el sexo como canoa varada en el fondo de la
bahía del vientre
—83→
y el olor de las axilas invadiendo
afuera la sombra de los árboles...), | | | | rueda en torno a la resurrección que palpita en lo
cerrado, a donde inútilmente golpean los dioses sin nostalgia... | | |
|
| El Amante, en cambio, como el emblema de su dual
origen, cuelga sobre la calma montañosa de la música de su
radiante fuerza, rozado únicamente por el aliento inmemorial y la
llamada del futuro. | | |
|
| Sólo quien sereno sube de la sombra y tiembla en la luz
puede presentir lo eterno y, colmándose en la alabanza infinita,
hacer que las cosas moren en el espíritu. Dulce es lo temporal, y
nada importa que la muerte hinque su uña de zopilote en el flanco de
corola de la mañana. | | |
|
| Halcón dorado, vuelo de alertas, a mi hombro te allego,
y en la lunación del verbo, las imágenes federo bajo la
ofrenda de los senos del alba. | | |
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| Ojo desnudo, vestida voz, me llamo a mí mismo. | | |
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—[84]→
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—85→
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La embriaguez |
—[86]→
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—87→
|
| -No hables, Nanotzin, no levantes la cabeza apoyada en mi
hombro. Los álamos de plata se balancean en el viento. No hables.
Cierra los ojos. | | |
|
| A mi memoria vuelven olvidados rostros, | | | | agoreros huesos, | | | | aves aurorales. | | | | Mis manos te acarician con sombra de alondra. | | | | Estás desnuda. | | | | Las estrellas aún duermen en el rocío de las
piedras. | | | | Estás verano, | | | | estás hierba, | | | | estás luz sobre un cuchillo. | | | | Eres y estás. No hables. Mi alma hunde su
cántaro en mi espíritu. | | |
|
| Soy Ehécatl y huyo con los pájaros y la
cítara de la lluvia; soy Topiltzin y viajo con harapos de
viento; soy Quetzalcoatl y camino llevando a cuestas mi árbol de
piedra. | | |
|
—88→
|
| No hables, Nanotzin. Tu sonrisa se hunde como un anillo en el
agua. El alba quiebra sus flechas a tus pies. No abras los ojos. | | |
|
| Mis palabras, como el agua, siempre van vestidas de
imágenes. Agua de recuerdos y de desembocadura... Había un
jeroglífico de luciérnagas a los pies de los cuatro gigantes de
Tula. El horizonte avanzaba con sus lanzas y alaridos. Caímos todos.
Reían filos y había mariposas de sangre en los muros de
adobe. Se hundió el puente de llamas sobre el río negro... | | |
|
| En tus ojos nacen árboles dorados, Nanotzin, nombre
habitado de follaje. Entré en ti como un coyote de dulzura. | | | | Antaño anduve tambaleándome, abrazado a un sol
de polen, y mi voz era un hacha en el bosque de las teogonías.
Más allá del país verde se asomaba la sequía
coronada de espinas. | | |
|
| ¡Cómo pesan los besos, Nanotzin! Sembré
soles en tu vientre. Ayer eras la doncella de las brillantes guedejas. Hoy
te llamaré Chalchiuhtlicue de rostro de agua cuadrada. | | |
|
| ¡Siempre piedra y agua! Eternidad de piedra. Tiempo de
agua. Los álamos semejan centinelas de oro en el aire azul. | | | | Soy el mesías de la luz contra los siglos de piedra
roja, | | | | los sacerdotes vestidos de insecto | | | | y la sangre dilapidada. | | | | Vine del este con una gaviota dormida en mi hombro; risas de
—89→
palmeras trazaron mis caminos; una máscara de sal
decía quién era yo. | | |
|
| Nanotzin, no duermas. Abre los ojos. No hables. Mírame.
Mis palabras esculpen tu silencio. En tus pechos se ocultan dos tortugas de
miel. | | | | Te llamaré día de cereal, | | | | anchura de barca sobre mis aguas más hondas. | | | | ¡Siempre agua y piedra! Un día me iré por
el agua, río arriba, hacia la paz de los meandros, hollando la
serpiente blanca tachonada de soles. | | | | Mírame, Nanotzin. Tócame con tu sonrisa de
amapola. | | | | Estoy desnudo. Mírame. | | | | Estoy llama, | | | | estoy primavera, | | | | estoy espiga... | | |
|
| Ahora en el cielo acecha un tigre de esmeralda y la acurrucada
sombra del nopal, afuera, más allá de la puerta, se mueve y
avanza lentamente hacia nosotros... | | | | La sombra se yergue como un laberinto de fauces y matriz y
símbolos, y centellean los fríos y verdes ojos de Coatlicue,
la sombría madre, la madre muerte y la madre vida, | | | | la diosa madre, | | | | de senos colgantes, | | | | collar de manos cortadas | | | | y corazones arrancados. | | | | ¡Ay, Nanotzin! La de ojos verdes nos mira fijamente
desde la sombra rodeada de aurora, y su collar llora sangre.
Ahuyéntala,
—90→
Nanotzin, con la luz de la Estrella de la
Mañana que se refleja en tus ojos. | | |
|
| La chorreante sombra retrocede, Nanotzin. No cierres tus ojos
de manadero. Ya no estamos solos ante los voraces orígenes, porque
la sangre canta dentro del árbol del cuerpo, | | | | el árbol donde Tonatiuh mora cargado de frutos. | | |
|
| El futuro, Nanotzin, pertenece siempre a las madres luminosas,
como Chimalman, que fue la mía, y esperó desnuda ante el
maguey, con el cuerpo pintado de rojo y amarillo, para recibir al que fue
mi padre. | | | | ¡Mira el maguey, Nanotzin, allá junto al nopal ya
sin sombra! Mayáuel surge entre las anchas hojas, | | | | la diosa del pulque, | | | | la mujer de los cuatrocientos pechos henchidos con los que
amamanta a las estrellas. | | |
|
| Soy Quetzalcoatl de luz y de viento, Nanotzin. De mi fin
nacerá mi principio. Respiraré en el tiempo, moraré en
mi Estrella y en mi último vuelo me acompañarán las
gaviotas. | | | | Hundiré mi coa de fuego en la sementera de la eternidad
y de mi semilla brotarán nuevas milpas de astros. | | |
|
| Nanotzin, tu cuerpo es mitad de fuego, mitad de oro, como el
de mi madre, y el rumor de mis álamos en él halla cobijo. | | | | Cuando salga el sol desaparecerá del cielo la Estrella
que ahora brilla en mi mano de albor. | | | | Entre sauces te vi la primera vez... | | |
|
—91→
|
| Apenas te miré entonces, entre los sauces, porque poco
antes había escuchado en mi corazón el primer canto de la
tierra. | | | | La noche anterior había luchado contra Tezcatlipoca y
aún llevaba cicatrices de sombra. | | | | Dejé a tus pies la flauta de barro del niño de
la noche y me marché hacia el río. | | | | Nanotzin, toma mi Estrella: la eterna hormiga de luz... | | |
|
| Mucho he cantado el sueño de la tierra | | | | que se asemeja al libro de los destinos pintado por los cuatro
vientos del alma. | | | | Siempre cantaré la tierra visible que recuerda,
invisible, en mi corazón de semillas. | | | | Pero no somos la tierra, Nanotzin, porque la muerte estable
pesa en nosotros, | | | | y es nostalgia y distancia. | | |
|
| ¡Cantar la tierra! ¡Oh, Nanotzin, el canto no
basta entre la Nada y las furiosas Madres incansables! | | | | ¡Oh ser la tierra, un día, no cantarla como un
niño que grita su miedo en un cráter extinto! | | | | Siempre recién llegados, agradecemos lo perecedero: | | | | un umbral, | | | | una mazorca, | | | | una flor, | | | | y las cuerdas de nuestra música son caminos que corren
infinitamente hacia el pasado, | | | | bajo los astros interrogadores. | | |
|
—92→
|
| ¡Oh amada tierra, demasiado han servido mis ojos a mi
voz! Y en el canto poco viví la eternidad. | | | | Sólo en caída y ascensión somos
terrestres: entrega y don en el ritmo de los martillos del amor. | | | | ¡El viento en el yunque, Nanotzin! ¡La danza! | | |
|
| ¡Oh grávida soledad de la tierra! ¡Oh silos
de las esperas de la creación donde duerme el vuelo de las bandadas
de oro del futuro! | | | | ¡Oh pájaros surgidos del arco de la angustia y
lanzados a la llamada de los puros espacios del ser! | | | | Ante la nueva luz callan las antiguas voces, Nanotzin. | | | | Pon la cabeza sobre mi pecho y escucha el canto de mi
corazón. La sombra del nopal sigue inmóvil.
¡Escucha! | | |
|
| ¡Oh tambor de primaveras en el que redobla el ritmo de
la sangre! ¡Oh brusca elevación del salto que nace en la
música de las raíces! ¡Oh libres árboles de la
fuerza que asciende hasta la dulzura y temblor de las constelaciones! | | |
|
| ¡Mírame, Nanotzin! ¡Danzo para ti la
alegría del mundo! ¡Danzo alrededor de tu cuerpo y ante los
inmóviles álamos rojos de la mañana! | | | | ¡Danzo en el cielo, en las encrucijadas de las brisas,
mientras la tierra, debajo de mis pies, juega con sus frutos y niños
de niebla! | | | | ¡Soy un beso florido que danza, Nanotzin! | | |
|
—93→
|
| ¡Cómo callas desnudez con los ojos cerrados! La
luminosa hormiga se ha detenido sobre tu rodilla... | | | | Callas remansos, | | | | callas cimas, | | | | callas fuegos de la tierra. | | |
|
| Arrodillado a tu vera, ya mendigo otro canto con manos
extendidas y trémulos labios. ¡Y caigo, Nanotzin! Las
raíces me llaman. ¡Lluevo! ¡Lluevo sobre ti, Nanotzin,
tierra mía! | | | | Ya soy agua acostada, | | | | espejo de ti, | | | | interjección de espuma, | | | | hormiga... | | |
|
| El hilo de mi viaje se alarga por tus comarcas: tibias laderas
de los vientos, caracola secreta, valle de las dulces lunas, región
de las dos colinas, cisterna de los besos... | | | | ¡Oh, Nanotzin, de tu cabeza de sauce cuelgan trenzas de
brisa y gorjeo! | | | | ¡Méceme en tú regazo de corteza, | | | | arrópame con sombra verde, | | | | lava mis sueños con savia! | | |
|
| ¡Oh! La silbante sombra del nopal se arrastra otra vez
hacia aquí. ¡Nanotzin! ¡Llama con tus brazos a las aves
del día! Escondámonos debajo de alas vivas... | | |
|
| Protégeme, Nanotzin, de la roja Coatlicue.
Abrázame; estréchame
—94→
entre tus brazos de rama y
sálvame de la diosa terrible que abre sus ojos dentro de mi pavor de
niño; llévame contigo lejos de aquí, soy
pequeño, muy pequeño, más que la hormiga... | | |
|
| Escóndeme, Nanotzin. No hay aves del día:
sólo rumor de follaje y la tiniebla de verdes ojos minerales, la
rampante sombra sin estrella. Abrázame con fuerza, árbol de la
vida... Húndete en la tierra hasta las rodillas, madre... Quiero
dormir en tu regazo, Nanotzin... Húndete..., así. Contigo el
tiempo no es violado por el sexo de granito de la muerte... Húndete
antes que la Sombra llegue con sus babosas de silencio... Así... Ya
te hundes... Y sonríes a gaviotas, girasoles, arcos iris que vienen
a tu encuentro... ¡Oh! Abres tus ramas al mar... la ola se
levanta, se hincha, se encrespa, y cae, y duerme..., y yo también
caigo y duermo... llovizno..., me duermo..., llovizno sobre ti, madre
gigantesca, y toco tu collar de mazorcas... Méceme,
Nanotzin..., cántame el mar, cúbreme... | | | | -Sí. | | |
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