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José Enrique Rodó, «La novela nueva», en Obras completas, edición, introducción y prólogo de Emir Rodríguez Monegal, Madrid, Aguilar, 1967, pág. 156.

 

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«Esta troncalidad étnica y cultural comenzaba a ser valorada por los intelectuales de uno y otro lado del Atlántico; latía en los escritos de Rafael M.ª de Labra con su insistencia en la intimidad iberoamericana (Madrid, 1894), en los artículos de Rubén Darío en La Nación de Buenos Aires (junio de 1897), en los del chileno Letelier en La Ley (septiembre, 1897), o en los del propio Altamira en su Revista Crítica de Historia y Literatura españolas, portuguesas e hispanoamericanas, considerada por él mismo como el primer núcleo de difusión en España de la literatura amena y erudita en lengua castellana del Nuevo Mundo. Estos y otros autores habían venido a difundir el espíritu de la raza...». Santos M. Coronas, Dos estudios sobre Rafael Altamira, ed. cit., págs. 52-53.

 

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Teodosio Fernández, art. cit., pág. 23.

 

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«Entre 1900 y 1905 la nueva hornada -nacida entre 1880 y 1885, es decir, con posterioridad a la guerra- repite las enseñanzas aprendidas de Francia, en parte a través de Rodó. [...] el indio, y la provincia, y la patria, y la rebelión, y el laicismo son olvidados entre nubes de incienso, entre vaharadas de confort. [...] La universidad, al recuperar su preeminencia, ahonda la división entre limeños y provincianos, entre ricos y clase media. La cátedra vuelve, como en la colonia, al seno de algunas familias o clanes electorales». Luis Alberto Sánchez, Panorama de la literatura del Perú, Lima, Milla Batres, 1974, págs. 117-118.

 

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Entre sus obras, destacan De litteris (1904) con carta prólogo de Rodó; Profesores de idealismo (1909); y Les démocraties latines de l'Amérique (1912). Como ha señalado José Carlos Rovira «las ideas centrales de García Calderón construyen un pensamiento racista en el que defiende una vaga latinidad, originada por el empuje hispánico y la cultura francesa, una latinidad opuesta al espíritu anglosajón...». Identidad cultural y literatura, ed. cit., pág. 28.

 

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Ardiente defensor de la tradición hispánica, representante del positivismo conservador y responsable del colonialismo literario en el sentido de la restauración del hispanismo, Riva Agüero veía en el aumento de la inmigración española e italiana el medio para fortalecer el predominio de la raza latina en el territorio nacional. Y en su recuperación del pasado consideró el tiempo de la colonia como «los tres siglos civilizadores por excelencia» (en Carácter de la literatura del Perú independiente, Obras Completas, Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú, 1962, tomo I, págs. 297-298).

 

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Asumió los planteamientos de los regeneracionistas españoles y de la generación del 98. Tomando como referente El problema nacional, de Ricardo Macías Picavea, Colectivismo agrario en España y otras obras de Joaquín Costa, realizó un autoanálisis de los defectos del alma nacional y profundizó en las causas del fracaso político y económico.

 

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En El solar de la raza (1913), como ha señalado Teodosio Fernández, «planteó la necesidad de argentinizar el país a la vez que exaltaba la tradición hispánica y los valores del espíritu», es decir, las raíces hispanas como clave de la identidad nacional y como rechazo al mundo anglosajón. Al tiempo que estrechaba el vínculo con los regeneracionistas españoles: «El pequeño grupo que formamos ejerce aquí una misión semejante a la que tuvo en España aquella generación de ideólogos que surgió después del desastre. España, por medio de Ganivet, Macías Picavea, Costa, Unamuno y algunos otros, se observó a sí misma y llegó a comprenderse profundamente». El solar de la raza, Buenos Aires, Sociedad Coop. "Nosotros", 1913, págs. 12-13. Véase Teodosio Fernández, «España y la cultura hispanoamericana tras el 98», art. cit., pág. 28-29.

 

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Véase La restauración nacionalista (1909), Blasón de plata (1912) y La argentinidad (1916).

 

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Teodosio Fernández, art. cit., pág. 27.

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