Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
                                                                                                                                                 
            

15

          En la barba Nazarena,
             Por partida, o por adusta,
             Dando paso a los raudales,
             Bermejean las espumas.
 
     Si el potro de dar tormento deste asonante no le hubiera obligado a decir contra toda su voluntad al poeta el testimonio de adusta a la barba de Cristo, se le pudiera estimar a esta barba nazarena, la cortesía y comedimiento que tiene con los raudales y las espumas, dándoles pasto franco por la jurisdicción de sus pelos, aunque ellos sean antípodas de las descortesías que ordinariamente se tienen con barbas honradas, pues se le bajan y no se le suben a las barbas a Cristo, y tiene nuestro poeta sus altibajos galantes: pero a la dusta, ya que no de al diablo la copla, quita del diablo para poner en la barba, pues le quita a él su epíteto legítimo de adusto y requemado (que adusto se dice del latino, ustum, requemado) y muy sin melindre le da con él en las barbas a la imagen, que finge de Cristo; el diablo se está pelando las barbas, por no haber hecho él esta copla; pero esté cierto que sólo yo que he tomado a mi cargo examinarlo con todo cuidado, sé que no la hizo él, y que le guardaré secreto, aunque no lo merece. Quien no conociere por nazareno y partida la barba de Cristo, conocerla [367] ha por adusta, que lo significa igualmente. Y también como él partida la letra O, en este verso, es el fiel de una balanza, que igualmente contrapesa, en orden al conocimiento, el epíteto de adusto y el de partido, y igualmente la distingue de otras; pues mírenme si por el barba adusta distinguiera a Cristo de los salvajes: Un torrente es su barba impetuoso, que adusto hizo de este Pirineo. Si dijo don Luis de la barba de el Gigantón zafio Polifemo; pero de la de Cristo no lo dijera, sino el mismo Polifemo intonso y con más barbas que un zamarro. Hablen cartas, poeta mío y callen barbas, y más las que son tan para calladas como las adustas, que son barbas del diablo, y no pongamos barba a barba, y a tú por tú a Cristo con Belial.
 
 

16

          La lengua para el ahogo
             Yace en sentimientos mustia,
             Que en hipérboles de agravios
             Es la retórica muda.
 
     Amigo es nuestro poeta de epitafios, el aquí yace en aparatos de polvo, es de los dientes adentro cuanto se pudo tragar; y este aquí yace en sentimientos mustia, es cuanto de la lengua afuera, se puede regoldar en el infierno. La nariz se quedó allá entre el ahogo, varada en un islote de plata maciza, y aquí la lengua para el ahogo, nada con malas calabazas, para no irse a pique. Todo lo ahoga nuestro poeta, y no me espanto, que le dan los desatinos, como el agua hasta la boca. Lengua mustia, no lo dijera Saturno, a ciego de epítetos, aunque estuviera regoldando acelgas y se hubiera enjuagado la boca con alumbre. Mustio es epíteto del semblante melancólico y triste, objecto de la vista; pero yo no sé cómo los ojos pueden verle en el semblante a la lengua, si está mustia o alegre, que ella se está siempre fresca y colorada; y este semblante no lo demuda como el rostro; sólo estará mustia cuando no hable: y entonces es verdad, que no dirá [368] chus ni mus: y como en el mus se halló andado lo más del camino para el mustia. Nuestro poeta por darle una enfermedad aciaga a la lengua, lo remendó con el tia, que es por haber pasado por ella tia, que pasar ora. Mustia lengua podrá ser cuando ella haya probado caparrosa: y cuando vean los oídos, y oían los ojos. Y si dijéramos de Zacarías que el razonamiento del Ángel quedó mustio, que entendería un español toledano, si no quedó triste y no mudo: �hay más donoso trabuco de sentidos en la ginebra de una pluma! �quién oye gestos? �quién mira voces? �quién habla tactos? �quién gusta vistas? �Quién güele luces? sino quien sabe oler el poste, y quien le conoce en el semblante a la lengua que está mustia. La lengua no yace mustia para el ahogo, sino en el ahogo para los sentimientos, que lo demás es hacer vistosas las cláusulas que miran a una parte y ven en otra. Además, que Cristo no dejó de sentir, sino de quejarse como agraviado, que eso fue ser sufrido, y esotro sería ser insensible. Y en hipérboles de agravios, es la retórica muda. También pudiera decir, es la retórica mustia, y tuviera la señora retórica una cara de lengua, aciaga de semblante, y una fisonomía de ciprés; pero quiero que sea muda, muy en hora menguada. No es ser muda ser bien hablada y responder a agravios hipérboles con perdones hipérboles, y la lengua de Cristo fue tan muda, que pidió perdón para sus enemigos: y este fue hipérbole pronunciado; recomendó a su Madre a Juan, y Espíritu al Padre; y si fue muda debió de hacer todo esto por señas. Aquí de Dios, y de las siete palabras de Cristo en la Cruz, que ni lo dejarán ser retórica muda, ni a mí me dejaran mentir.
 
 

17

          Las manos rompe la envidia,
             Y sediento de la suma,
             Catea el hierro jacintos
             Por milagrosas roturas.
 
     Yo pensé que la envidia solamente rompía pellejos [369] de culebras y mascaba víboras, dándose hartazgas de venenos. Ya rompe manos, engolosinada de roer zancajos, subiéndose descortésmente de los zancajos que roe, a las manos que se rompe, y no repara la envidia, para que sin apartarse de un lugar, hagan lo mismo; porque lo mismo es romper manos, que catear jacintos, remudado de frasi: Dios los ponga en paz y les amojone sus crueldades; hierro sediento de envidia suma es hierro de mal gusto, pues ya que padece sed, más potable era la sangre de Cristo, en que está bañándose, que un quelidro de Satanás, crinito de víboras, que para apagar la sed es cuanto se puede desear un vaso de envidia, que baile víboras como agua delante. Este hierro hidrópico de envidia suma, en lugar de apagar con la envidia su sed, se pone muy despacio, y con grande cachaza a catear jacintos, la hubiese de apagar con ellos, que es los mismo, que si muriéndome yo de sed, en lugar de apagarla con el agua, me pusiese a sacar piedras de una cantera, porque es muy lindo vaso de agua fría un guijarro.
     El suma envidia, es fuerza que haya de tener ínfima y media, pues dígame el poeta, �cuál es la envidia positiva y cuál la comparativa de esta envidia superlativa? Porque si la suma es matarle (y los fines han de decir proporción a los medios) no es el medio superlativo herirle las manos, no con otro clavo, sino meramente con otra frasi: y deseando pasar de ínfimo a sumo, no ha de hacer lo mismo (que no es más que otro quien no hace más que otro) y aquí el clavo, aunque desea la suma envidia no sólo no hace tanto como ella, sino mucho menos que ella le rompe las manos, aunque no se sabe con qué, debió de ser con los colmillos y el clavo, pues se las halló rotas; debió de herírselas a punta de frasi, como a punta de lanza con esta locución viuda de jacintos: y le hirió de palabra, [370] y no de obra. Y así no llegó la hidropesía de este hierro, sediento a poner medio sumo, para beberse la suma envidia, quedándose como camaleón de hierro, es tántalo mohoso, la boca abierta al aire, enjuagándose con el buen aire desta frasecita de aire, diciendo con elegancia lo que la envidia había hecho con crueldad, como coronista suyo.
 
 

18

          Polos sirven otros dos
             Al orbe de sus estatura,
             Fijeces dando a la pena
             Que hasta las plantas le ocupa.
 
     Ya nuestro poeta se remonta a los cielos, cargado de efimérides y astrolabios, si es que sus labios pueden decir algo de astros, y su pluma no es desastrada con ellos, como con la barba adusta, y sin que sepamos cómo, ni por dónde, de sólo un salto tendió tantos sus pasos que puso la una planta en el Sur y la otra en el Norte, y el orbe celeste colgado entre las piernas, más tieso que Perico en la horca; pues no dará un vaivén si le dan por él un ojo de la cara; tieso más que un ajo, tragando fijeces como asadores, y dando más penas a los pies de Cristo, que si le calzara zapatos atravesados, pues son peores ladrones crucificados. En fin, mostró buen gusto en repartir los dos polos a los dos ladrones, pues al buen Dimas le da a besar el crucero de el Sur y al mal ladrón el ojo de la ursa mayor, adonde tiene por niñeta la Estrella de el Norte, que miran todas las agujas de marear, como si fueran nacidas en Italia y no en Vizcaya, sobre los polos se transtorna velocísimamente el orbe celeste: y si la estatura de Cristo es el orbe, no sé yo cómo se muestra sobre los ladrones, estando clavado de pies y manos, y a machamartillo en su cruz.
     Yo quiero que sean polos los ladrones, este otros, es relativo de unos, y este unos no se halla en coplas ningunas antecedente a esta, ni sé yo que otros ladrones anden salteando coplas en la Sierra Morena de este romance, sino es que se acordó de el rubí, hurtando cardenales a la amatista; pero aún este será otro y no otros. Yo no entiendo en qué vocabulario halló, que otros quiere decir ladrones; porque si por otros a secas hemos de entender ladrones, todos los del mundo son otros, porque son individuos indivisos [372] en sí y divisos de todos; y así, decirle a uno en esta lengua relativa: vos sois otro, será decirle: vos sois un ladrón; y el otro será ya de las palabras mayores del libro del duelo; y el otro sí, será pulla en las peticiones criminales de sentido. Y sólo tendrá verdad en los poetas aquel refrán: todos somos locos, los unos y los otros; que es decir, que todos somos ladrones; porque otros y ladrones, locos y poetas, es perífrasi de un sentido y no otra cosa. Y para llamar a uno gran ladrón, o gran poeta, o tal por cual, nos ahorraremos de palabras, con decirle, otro que tal, y irá en una dobla toda esta carga de moneda de vellón.
     Al orbe de su estatura, es cosa contrahecha, porque orbe es globo perfectamente redondo, corcovado a dos carrillos, y no hay estatura que pueda llevar en paciencia tener dos corcovas como castañera, y antes le quebraran la significación que la doblez; porque orbe es globo cabezudo de círculos: y este poeta no contento con haber en el discurso de su romance hecho a Cristo bulto blanco, como si fuera fantasma; volumen descuadernado, como si fuera libro de canto viejo; laberinto de nieve, como si fuera madeja de hilera despernancada al aire; imagen borrada, como si fuera dibujo de pintamonas; erizo de espinas, machos y hembras, como si fuera cambronera; torbellino de hebras, como si fuera melena de Absalón, trotando en su mulo; marfil sin relieve, como si fuera colmillo liso de elefante; jaspe manchado, como si fuera caballo hovero; lunas menguantes, como si fuera pendón de moros; cejas de nieve, como si fuera frente de Matusalén; nariz ahogada, como si fuera cara de buzo; lirio contagioso, como si fuera landre; mustio de lengua, como si fuera ciprés; cata de jacintos, como si fuera sima de cabra. Ahora le hace, para adobarlo todo, estatura de orbe, que cortiancho, con corcova de a dos, componiendo un monstruo de todas estas fealdades, tal que ganará dinero quien a este romance lo llevase en una jaula a mostrar por el mundo, para que se admirasen de ver un calepino de fealdades, una poliantea [373] de delirios y un abecedario de disparates, para deletrear por él todos los desatinos imaginables, y para memoria local de todos los delirios. Estatura se dice de sto, stas, que es estar en pie: y de ahí en nuestro idioma un estado, que es mensura tomada de alto a bajo y meter en un arco y querer hacer redondo un estado, es juntarlos dos puntas o extremidades a una línea matemática, y quererla hacer círculo, que es poner patas arriba todas las dimensiones matemáticas. Y para ser el Cristo que finge, de estatura orbicular, había de estar, no tendido en la cruz, sino hecho un silogismo crucificado, juntando extremos desatinados en una conclusión monstruosa; enigma del año, serpiente revuelta en sí misma, con la cola en la boca, magullándose el rabo; quebrado por el espinazo, y juntos los pies con la cabeza; de donde se saca que no tiene pies ni cabeza el disparate métrico de esta copla, cargada a cuestas con su estatura de orbe.
     Pues aquello de que los polos den fijeces, es pedirle al olmo peras; ellos si son fijos; pero juntamente son quicios originales de todos los movimientos; porque sobre ellos se trastorna toda la máquina de orbes celestiales, con movimiento perpetuo, y torneará muy bien una bola un tornero, si los dos puntos fijos de el trono dieran fijeces a la bola. que era intumirle los movimientos; y estaría él con su pie levantado y su escoplo en ristre, hecho un babera, aguardando a que le sacasen del cuerpo a puros sudores el pasmo a la bola; y fuera muy bueno, que el quicio diese fijeces a la puerta, con que siempre se estaría cerrada, como si fuera boca escrupulosa de moscas, cerrados los dientes y plegados los labios. �No es esto sacar de sus quicios la naturaleza de las cosas?
     Pues no se le va en zaga la pena que ocupa hasta las plantas, hecho vaso penado este verso revesado de labios, pues no se los halla en el entendimiento, para beberle el sentido. Pena es afecto del corazón racional, y ponerla en los pies, es decir a las penas del Cristo que finge, que sus penas lo han de los zancajos. [374] Si dijo el profeta: A planta pedis, usque ad verticem non est in eo sanitas. Porque sanidad, enfermedad o sanidad, es pasión del cuerpo, como sensible y no como racional; pero pena o congoja, es pasión de el ánimo; y como no entendamos con los pies, ni somos memoriosos con los carcañales, ni queremos con los zancajos, no tenemos la pena en los pies, sino en el corazón, que es el asiento especial del alma. Y si pena allí, quiere decir dolor personal corporal; porque si no lo es, no puede estar en los pies; harto dolor tenía Cristo, en tenerlos atravesados con un clavo, y no cargarle en ellos el peso de los dichos otros polos (conviene a saber, ladrones) como si los tuviera Cristo colgados de sus dedos, estándose ellos muy bien amarrados a sus cruces, sin dar fijeces a las penas de los pies de Cristo; porque si no es desta manera, yo no sé cómo ellos podían dar dolor sensible a los pies de Cristo.
 
 

19

          Turbado el mar de la espalda
             De la borrasca de culpas,
             Corales desagua en fuentes
             Por cuanta plata le surcan.
 
     Desde los Nortes liberales de fijeces, se precipitó n poeta Faetón, hechos mil pedazos las alas de astrolabios y efimeridas a un mar espaldudo de olas, adonde entre borrascas pecadoras muy desmelenado de huracanes desvalija de corales y plata, como si no fuera nada el barco luengo de su ingenio estatura. Yo me he puesto a pensar muy despacio, en que se parecerá el mar a la espalda, para que asistan de rondón, y sin decir ni agua va ni mar va, como en cosa sabida, y sin disputa se entre apodándolo nuestro poeta con el epíteto de turbado, quitándoselo de la boca al corazón, y al ánimo cuyo es, debiendo entrar aprobándolo o careándolo, o buscándole alguna semejanza, o natural o metafórica; [375] porque las metáforas han de ser hurtos vergonzosos y no rapiñas descaradas de las voces; y la retórica en sus locuciones y tropos ha de afectar una simpatía consanguínea en las traslaciones, y no ha de ser ave de rapiña desaforada, que en lugar de emparentar las semejanzas, las arrebate y las haga pedazos, y se las coma vivas. La turbación tiene su asiento en el corazón: y darle asiento a la turbación en las espaldas es hacer, cuando no de tripas corazón, de corazón espaldas; y echa el corazón sus cuidados a las espaldas, siendo él el que debe estar entre el pecho y la espalda muy cuidadoso de pulsos y muy aciago de turbaciones. Y por la cuenta deste poeta, se había de tomar el pulso en el espinazo y no en los brazos; porque allí y no en el pecho ha de pulsar el corazón que está en las espaldas: con todo por no perdonar sin oír las partes, busquémosle las semejanzas, que con algún fundamento lo entra suponiendo, como cosa sabida el poeta. Yo hallo en la espalda pellejo, y éste yo no sé en qué se parezca al choque de las olas, si no es en los golpes de los azotados por las calles; y está por metáfora, cogida con las llaves falsas en la mano, le habían de dar doscientos azotes. Yo hallo en las espaldas costillas, y no sé adonde las tenga la mar, sino en las costas: y esta es traslación corolaria de semejanzas; y así se los habían de asentar en las costillas; yo hallo en las espalda espinazo, y no sé adonde gasta la mar este movimiento nudoso, sino en el lomo escolloso de los bajíos, ladronera de las navegaciones, adonde es cada peñasco una ganzúa de piedra, que descerraja navíos; y a esta categoría, por salteadora de caminos le habían de hacer cuartos y colgarla por los romances, para escarmiento de las coplas. Y así, yo no hallo mar que se quiera vestir de una espalda, que no sea quitando la capa a tropos: y haciéndose todo él un puerto de arrebata capas. En fin, la virtud debe de ser secreta, y las espaldas y la mar se entienden a coplas, y por ensalmo y se parecen por simpatía oculta, como la imán y los rábanos. Espalda del mar, si dijeron otros poetas, que lo debieron de ver boca abajo, gateando [376] por la arena; pero mar de espalda, no sé qué Colón lo descubriese: debe de haber mar espaldudo y por las señas será manchego.
     Pues la borrasca de culpas que lo turba y estos pecados huracanes que lo inquietan, no pueden ser otros, que pecados de viento, y estos no están en el Calendario de los siete pecados mortales. Por sí o por no, ad cautelam, se pueden acusar las viejas aquí adelante; Acúsome, que pequé en comer, en beber, en reír, en ventosear, que es el pecado borrasca, y váyanse a la nariz entre el ahogo que las absuelva. Peso de culpas se lleva Dios en sus espaldas, que se las cargan; pero no se las inquietan; pero borrascas de vientos delincuentes, sólo Ulises las carga en su odre.
     Pues el desaguar corales en fuentes por plata surcada, no es borra para que se nos quede en el tintero; porque rapa a navaja los preñados al mar, dejando la barriga pegada al espinazo, como mono de Tolu, y hecho un galgo cristalino, tan recoleto de estómago, que lo pueden pasar con el dedo, y ahorrar de navíos para pasarlo; miren si es arbitrio de buen tamaño el de el poeta: porque aquí de Dios, si tiene fuentes por donde desagua, �para qué se quiebra la cabeza con los escollos, como si ellos fueran parteros de sus barrigas espumosas? Et mare non redundat, se puede andar a buscar, no madre que lo envuelva, sino que lo suelte, porque madres han de tener estas corrientes. Et, hic confringes tu mentes fluctus tuos, en las arenas no será ya necesidad frenética de las olas, sino golloría de su mala condición; y así los podrán enviar noramala las arenas, pues como berracos de cristal ruidosos, de balde se están gruñendo sin son ni sin ton, tascando espumas y mascándose los colmillos salados: El mirabiles elationes maris, se puede ir al otro mundo a espantar a Aristóteles, pues no es ya espanto de los hombres, sino espantajo de espumas para los muchachos, tarasca marítima para juego de los escollos, y no prodigio cristalino para asombro de los ingenios, no [377] todo lo descubrió Colón, pues se le escaparon estos desagües de la mar, a él y a Aristóteles; ni alcanzó Nieremberg esta nueva filosofía, que la hubiera puesto hombro con hombro con la nueva suya de la piedra imán, y vida de las estrellas; cada día se adelgazan más los ingenios marítimos, y más el de este poeta argonauta faretrado, como veremos de aquí a poco. que le hizo no sólo la puente, sino el camino de plata a la mar, como a enemigo común; y plata tan a propósito de una espalda ensangrentada y cárdena, como a la sazón lo era la de Cristo, debe de padecer flujo de sangre la plata, que se pega a las espaldas, que es enfermedad de mar espalda, achaque marítimo y poco conocido en el mundo; porque de otra manera no puede convenirle e color neto y resplandeciente de la plata a una espalda cárdena y ensangrentada; como había de ser la de Cristo.
 
 

20

          Tierno mira a una mujer,
             Que visivo arpón le turba,
             Y encontrándose los ojos,
             En pie se quedan las dudas.
 
     Heme puesto a contemplar estas dudas tan recias de choquizuelas, que no dejarán de estar en pie, si desjarretan; y por más que las miro, a mí me parece que no están en pie, sino echadas y roncando a sueño suelto; y si no duermen, es cierto que no están en pie, sino en postura más descansada, porque yo me imagino que dieron de nalgas; y si se levantan, ha de ser para andar a gatas, averiguando quién las quiere hacer estantes y habitantes, siendo ellas los siete durmientes; porque si Cristo atormenta con aquel arpón visivo a su madre, y ella con otros rayos visivos lo atormenta, que eso dice el encontrarse los ojos; �y se puede dudar, quién atormenta más o quién es más atormentado? [378] Esta duda, ni echada, ni sentada, ni larga y tendida no la dice la copla, sino que se dieron un choque de miraduras; y luego las dudas que puede considerar el pío lector, se pusieron para él en pie, y para mí en el aire, y pataleando y haciendo gestos de ahorcadas.
     El arpón visivo o anzuelo derecho, o lengua de sierpe, o lanceta con cuernos, o una de áncora, o lesna con balcarrotas, que todo esto le cabe en la barriga a un rayo visivo, preñado de arpón. �Como la turba solamente? que para una palabra arpón, es poca minestra el turba; porque su eficacia fatal la termina en herir o matar, o lastimar por lo menos; pero turbar sólo es tratarla como a mala nueva, de que no poco se afrentara la actividad de un rayo arponal. Además, que Cristo en la cruz, con su vista, aunque lastimó a la Virgen, no la turbó, antes la confortó y animó sumamente; y si ella se turbó a la salutación angélica, fue por venir el ángel disfrazado en hombre, y no en rayo, arponando la vista de Cristo, que antes la confortaba, para que con ánimo sereno llevase su dolor.
     Aquel visivo arpón, quiere decir rayo visual; y éste si lo miramos bien, no es otra cosa que una arteria arrojadiza de la luz, es el latido vital de las niñetas y el pensamiento mismo de los ojos, sutil más que el átomo delgado, más que el cabello derecho, más que una vira. Y darle una porra orejona de arpón, es tratarla como a cabeza de sardina, volando por los aires con sus agallones abiertos, tratando de dar zabullidas y levantar olajes de tinta, con que turbar el corazón constantemente lloroso y tristemente sereno de la Virgen. Y si a cada rayo visual le calzamos una cabeza de arpón, no habrá ninguno que mirando a otro, al recogerse este rayo con lengüeta a los párpados, no arrancase los ojos de aquel a quien mirase, y se los trajese asidos, como pez cogido con anzuelo; y a la cuenta pocos hombres había de haber, que no tuviesen reventados los ojos a malos rayos arponales; y solos los de los bizcos fueran ojos seguros, [379] porque miran con garabato y de tornillo, y no tienen por donde les entren derechos los rayos arponales; de todo lo cual se ve claro cuán mal le está a un rayo visivo tener forma de arpón, y propiedades de anzuelo.
     Aquel que que visivo arpón la turba, es relativo de Cristo, y quiere decir: el cual con visivo arpón la turba, y deja manco el sentido, y pone un que, que es el quid pro quo de las musas boticarias, y el tal por cual de las coplas pendencieras; y comerse el con, es comerse de polilla los versos y tratarlos como si fueran de lana.
 
 

21

          Joven hermoso le asiste,
             También inmóvil columna,
             Águila que bebió rayos
             En lecho de mejor pluma.
 
     De columna a águila hay tan poca distancia, como de piedra a pluma; esto en un sujeto mismo y en una copla misma, es un hipocentauro medio piedra y medio pluma, de tan descomunal monstruosidad, que no les cabe en la boca a todos los Metamorfosis de Ovidio; debiose de persuadir, que San Juan era la piedra del Águila con su corazón de guijarro, y el hermoso joven está en el romance tan carialegre que parece afeitado con alleluyas, y que por él, ni pasa día ni trabajo; y si pasa día, no será el de el Viernes Santo, sino el de la mañana de Resurrección; y si a él le pasó por el pensamiento, estar tan cabezado de hermosura, a mí me quemen. Porque asiste a los dolores de Cristo, ya que no como buey hermoso, como joven hermoso, muy desentendido de pesadumbres. Y aunque vea que se junta el cielo con la tierra a él se está con una cara de un ángel inflexible de faiciones como ideas: y si lo matan, no darán a torcer su cara, como si no viera morir en un madero a su Criador, y a su primo: Cuando aún la hermosura [380] cariharta del sol, tuvo vergüenza de hacerse lindo, y se cubrió el hocico con el paño de Réquiem de las sombras.
     Mírenme si siendo tan entendido y tan interesado San Juan en los dolores de Cristo, se había de estar en sus trece de hermosura porfiada; y si viendo pendenciar a las piedras y hacerse rajas los escollos, él sólo precito de linduras, se había de llamar a hermosura, como a iglesia. Aunque la dicha tal hermosura perdurable fuera como la apoda la copla de inmóvil columna y amasada de piedra dura; cuando aun estas doloridas de la muerte de Cristo, por sólo afearse se anduvieron dando a de cachetes, quebrándose unas con otras las getas, abollándose las narices y desportillándose los juanetes a puros puntapiés. Y entre esta Roma que se ardía viva en moquetes, se estaba esta hermosura Nerona, sin dolerse de Cristo, ni dársele un comino, porque se abrazase el mundo: cierto estar hermosura debía de ser dura de boca, que no le hizo sangre el freno sacudido por la mano pesada del rigor, en tan doloroso espectáculo.
     Y no es lo peor que tiene esta águila columna, el estarse reacia a hermosuras, sino que Águila, o columna bebe rayos en lecho; que para beber regalado, son lindos búcaros de Portugal o vidrios de Venecia, los colchones de un lecho, y saben beber bien las columnas y las águilas rapantes; sino ya que bebe rayos en taza con cortina, columnas y rodapiés, los bebe en lecho de mejor pluma; en que a mi parecer se le cayó de madura una herejía, escribiendo este verso, no con tinta, sino con pólvora, peligroso para registrarlo a la luz de la antorcha sagrada de la Inquisición. Porque aquí alude al haberse dormido San Juan en el lecho del pecho de Cristo, y allí conocido los rayos de su generación divina que nos enseñó en el in principio erat Verbum, bien; o el mejor carga sobre el seno del Padre, que es su entendimiento fecundo; y éste quiere que sea el lecho adonde bebió San Juan los rayos de las generaciones divinas, [381] cuando las conoció, y la palabra comparativa pasa a hacer relación de él, prefiriéndolo al pecho del Verbo encarnado, lecho o seno, adonde durmió San Juan; y aquí ya se ve que aunque es mayor el Padre que el Hijo, secundum Humanitatem, no es mejor, pues no es mejor el engendrador que el engendrado. O la palabra mejor, apeló sobre Cristo con relación comparativa a sí mismo en el cenáculo, adonde se durmió San Juan; y en la cruz adonde ahora lo mira: y Cristo no es mejor en el cenáculo, sentado a la mesa, que en el Calvario clavado en la cruz. Antes (si pudo mejorarlo el padecer) a nuestro modo de entender, la cruz lo mejoró. Y la encarnación, aunque lo hizo menor que el Padre; minor Patre secundum Humanitatem; no porque lo hizo hombre, lo hizo malo, ni peor que el Padre, que mejor tiene por correlativo a peor: y no podremos decir: Peior Patre secundum Humanitatem: que es eso será no ser peor que el mejor, sino peor que peor. Y así por cualquiera parte tiene mala cara este verso, y no me espanto, que tiene cara de hereje.
     Y la palabra, también, de el inmóvil columna, se está allí haciéndose rajas y carcomiéndose de relaciones, y haciendo señas a secas, y guiñando de balde, porque es relativa de otra inmóvil columna, y no sé que haya ninguna en el romance, que le haga del ojo, ni se de por entendida de columna, también; sino es que los dichos Polos otros, se metan de gorra a columnas, porque son inmóviles y dan fijeces: en fin, ella es columna adonde el poeta puso el non plus ultra de sus desatinos. [382]
 
 

22

          Luces apaga a la vida,
             Porque amante se presuma;
             Que faltas de nuevos daños,
             Son las últimas angustias.
 
     Bien se ve, que estaban descomulgados los judíos, pues en opinión de esta copla muere Cristo no perdonándolos, sino matando candelas, como en anatema, no le faltó sino colgarse de la boca en lugar de el ignosce illis, las plagas de Egipto, el Sodoma y Gomorra, Datán y Abirón; y se conoce bien que andaba por allí invisible el alma descomulgada de Judas, penando en su mano de palo, y matándole candelas a la vida de Cristo, por haberlo vendido a escondidas, y a mata candelas, como traidor, para que lo matasen. Luces apaga a la vida. En esta oración, la persona que hace es Cristo, que apaga luces a su vida. Apagar luces es acción; y decir que Cristo apaga luces a su vida, es decir, que él se mató y que no le mataron. Y en prueba de esto, se puede alegar a Pedro Grullo necedad ciento y catorce, enojado con los judíos, y diciéndoles muy colérico: Perros judíos, vosotros lo matásteis, que él no se murió de viejo; el morir en todo viviente no es acción, sino pasión; y matarse Cristo con acción propia, por mostrarse amante sino, es rempujar, hasta la cruz el chuzo desesperado de Tisbe y Píramo, en que los pobres andan por el mundo, como dos pichones en un asador, lardeados desta fineza desesperada.



Ioan. 15, v. 13.
     Porque amante se presuma, aquel se presuma es impersonal, para que otros lo piensen o lo conjeturen, que eso es presumir propiamente. Y cierto, dar la vida uno por otro, que es la fineza más esforzada de un amigo, y el reventón más descabellado que puede apechugar la naturaleza: Quam ut animam suam ponat quis pro amicis suis; debe de ser una acción tan neutral, tan alicaída, tan tibia y anfibológica, [383] que cualquiera amigo discreto se pondrá a presumir y a conjeturar, si es amorosa demostración, o no, morir por él, cuando ce boqueando a su amigo por su causa y en defensa de su vida. Matarse uno, por presumir de amante, es el punto de más lindos humos que tiene un amor desinteresado; pero matarse porque lo presuman otros, es fineza de tablilla, y poner la presunción en quien lo ve, como toros desde la talanquera, y no en quien arriesga su vida; y que es tener yo vanidad de que ande bien mi mula, costándole a ella sus pasos, el que yo presuma de ellos. Si dijera: Para presumir de amante, luces apaga a la vida, fuera de hacer a Cristo amante con presunción de participantes y afinidad haragana y gorrona, que otro presuma de lo que a mí me cuesta mi trabajo, como quien hurta la copla y la vende por suya.
     Aquel faltas de nuevos daños, es frasi con anfibología de dos suelas; porque diferente cosa es faltar más daños que padecer, que es lo que quiso decir el poeta, o tener faltas los daños dentro de la esfera de daños, que no es ser daños cabales, sino daños con faltas; como es diferente faltar el veneno porque se acabó, o tener faltas el veneno, que es no tener el punto, grado o quilate que ha menester para serlo. De modo que según esta cuenta, a los tormentos de Cristo les podremos poner las faltas que quisiéramos, de tuertos, cojos, mancos o contrahechos, o no bien agestados, ni de buena persona, sino de personilla; siendo la persona del Verbo la que persona aquella humanidad, que era atormentada, porque ellos, en fin, no fueron tormentos de bien.
     Y la palabra daños, para la atrocidad grande de los tormentos de Cristo, es tan baja de empeine, con la palabra faltas, cargada de suelas, porque pueda decir esta copla que no halló en mi pluma horma de su zapato. Porque si Cristo padeció tan exquisitas atrocidades, y de estas no muere, en opinión de esta copla, y muere de que no hay más daños que padecer, muere por falta de lo que es menos, y no muere por [384] sobra de lo que es más, que son los tormentos: porque va de tormentos a daños, mucho más de lo que va de Pedro a Pedro: porque tormentos, dice atrocidad de crueldades y daños, incomodidades simples; con que están aquí, como Pedro por demás estos daños de que muere Cristo.
 
 

23

          Inclinando la cabeza
             Al acero que la busca,
             Medio Cielo le señala,
             Por Norte de aquella aguja.
 
     �Hay acero más tartamudo de aciertos den el mundo que él busca la cabeza de Cristo, y Cristo se la inclina; y que no acierte este tembleque resplandeciente con la cabeza? estando las partes conformes, según el texto de la copla, sin duda que este yerro no sabe lo que se yerra; y es la verdad que es yerro sin acierto, debía de tener su lengua tartajosa mal de imán, que es perlesía, que le da al hierro. Miren qué más se hiciera si apuntara a los clavos, que diera uno en ellos y ciento en la herradura.
     Y si Cristo inclina la cabeza, para que se la busque el acero (como si se la diera a espulgar) en la cabeza había de dar el golpe y no en el costado, con que nos es forzoso decir que acertó por hierro, y confesar que a Longinos le sucede lo que al sastre con las tijeras, que da aquí el golpe y chillan en el cabo de la mesa; y que el acero buscó en una parte, y dio en otra el golpe; y que tan a ciegas hizo esta copla. Nuestro poeta, como Longinos la herida, pues él acertó por hierro y el poeta erró por acertar. Al acero que la busca: yo entendí, que el caput tuum aureum optimum, se entendía de la cabeza de Cristo, y que él tenía cabeza de oro; pero ahora que veo a este acero tan bullicioso de movimientos, hecho perro de rastro de esta cabeza, me pongo a pensar si este su Cristo es cabezudo, poco menos que la lanza, pues porfiando [385] ambos por encontrarse, ella es testa de ferro, y Cristo cabeza de piedra, y que la busca para darse de cabezadas con ella. Y no sólo será testa de piedra como quiera, sino de piedra imán espeluzada de herrumbre, y salvaje de limaduras del acero, que busca en la lanza, que está con la lengua de un palmo buscándose esta cabeza.
     Pues el medio cielo, que le señala por norte, no puede ser otra cosa que la herida del costado, que ha dado en que ha de ser medio cielo, como dan cúpulas en ser medias naranjas. Y si es medio cielo la herida, era forzoso que se señalase el dicho medio cielo con un compás curvo, y que Longinos lo hiriese con una gurbia, o con un sacabocados, o con una dejarretadera, que aunque son instrumentos bastardos de la pasión, ellos solos hacen heridas de redondo. Y si la cabeza inclinada de Cristo señaló el medio cielo, era forzoso que en la boca (porque las manos las tenía clavadas) llevase un compás abierto, con que señalarle puntualmente a Longinos adónde había de herir con su lanza gurbia.
     Mas todo un medio cielo ni puede ser norte; que norte es el punto matemático del círculo celeste, anudado con una estrella, a lo cual llamamos Norte, y hacer a todo el medio círculo norte, es apretar con un nudo ciego, y rebujar con un punto una línea circular; y confundiendo las dimensiones matemáticas, querer meter a dos en un zapato. Por norte de aquella aguja. Bien dije yo, que esta lanza tenía mal de imán; pues anda nordesteando de la cabeza al costado de Cristo, y no sabe lo que se nordesta; porque apunta a la cabeza y hiere en el costado; con que será forzoso buscar la aguja de navegar cultos de Quevedo para entender el rumbo de esta copla: y (si lo miramos mejor) el Norte es estrella fija, y a nuestra vista crinita de rayos y derramada de resplandores circularmente difusos: Y si esta ha de ser medio cielo, Norte ha de ser estrella medio circular: [386] y si era Norte con corcova, que es achaque sólo del planeta Saturno, que como viejo es achacoso de gibas y potroso de resplandores.
 
 

24

          Lengua con alma de hierro
             Al costado se aventura;
             Que contra un pecho sencillo
             Lenguas de hierro se aúnan.
 
     Esta lanza aventurera andante, en lugar de armarse por de fuera de armas de hierro, a fuer de legítima caballera andantesca, se pone por dentro de una almilla o alma de hierro; y por de fuera se viste de una cota de carne de momia de lengua; que es hacer de corazón tripas, y no de tripas corazón; que esto es lengua con alma de hierro en una lanza, y no hierro en forma de lengua; confundiendo como filósofo andante, la materia en la forma, y la forma en la materia. Primero es hierro, que es la materia, y luego lengua, que es la forma, porque de otra manera habiéndole de pedir a un herrero que haga de un pedazo de hierro una lanza, le habríamos de pedir que hiciese de una lanza un pedazo de hierro, que era mandarle, no que hiciese, sino que deshiciese la obra, lengua con alma de hierro, si dijera bien el poeta, si hablara de la lengua del Baptista, atravesada con una aguja por las manos de la moza de Herodes.
     Anduvo, pues, la dicha lapsus linguæ, hierro de lengua, buscando aventuras en el brazo, tartamudo del buen Longinos; y al cabo habiéndola enristrado a la cabeza, topó con las costillas, porque no pudo hacer otra cosa un ciego a quien señalarlo en el costado medios cielos, y medios círculos, y nortes cargados, como caracol de sus gibas, fierratarle de colores, de quien el pobre Longinos no podía juzgar. Y así a Dios, y a ventura se entró por las costillas adelante, [387] porque juzgó bien, que solas las costillas son medios círculos de hueso; y echando por medio, se quitó de pleitos con nortes y medios cielos. No le falta a esta copla quijotada de todos cuatro abolengos, sino un razonamiento laudatorio de Sancho Panza, para ser aventura en el costado de Cristo, caballeresca de todos cuatro costados.
 
          Hierros de lenguas se aúnan.
 
Basta que no se contentó Longinos con meter hasta el recazón la lanza en el costado de Cristo, sino que esa misma lanza se la quiso meter por la boca a los judíos para herirle por sí, y por interpuesta persona. Porque si la lengua de hierro de la lanza (porque hablemos con propiedad) es la que hirió el pecho de Cristo, y esta conduce herir este mesmo pecho a los hierros de lenguas, es forzoso que se la embocase Longinos por los agallones adelante de los judíos, y que arrastrase tras sí este Lucifer de hierro los ángeles malos de las otras malas lenguas; porque aquél, que, que contra un pecho sencillo, es un porque descogotado de letras, y un ergo sin cabeza; y en abreviatura y unión conjuntiva de la oración primera con la segunda; para que eslabonadas en ella como en un grillo, bailen a un son y hagan un sentido: pero aquí en la primera oración es la lanza lengua, con alma de hierro; y en la segunda, siendo injuria de judíos desalmados, y blasfemia de sayones deslenguados, ni es nada entre dos lenguas, como entre dos platos finos un simple lapsus linguæ, que estos son hierros de lenguas. [385]
 
 

25

          Abrió puerto a mares dos,
             Para que viese la turba
             Pasó en el bermejo, cuando
             Por muerto lo dificulta.
 
     Estos dos mares germanos de teta del costado de Cristo, que se cuelgan de un pezón de un puerto debieron de nacer de alguna laguna Tamar con dos barrigas, pues tan sin que, ni para que muy mellizos de olas se andan retocando con el regazo de un paso, como si hubiera un paso del mar bermejo al mar muerto, y ellos fueran hijos de un vientre. Lo primero junta el poeta un mar con otro, que es como juntar el cielo con la tierra, y mar muerto y mar bermejo no son sino nomos de orillas (si es que hay mar que especialmente se llame muerto) que lo que ordinariamente se dice mar muerto son las vayas, a diferencia de los mares vivos que son más mal acondicionados de olas, y más regañones de maretas, y andan siempre a los moquetes con los escollos: y el mar rojo, yo quiero que sea la sangre que corre del costado de Cristo; yo no sé en qué halló muerta el poeta al agua, que se vino hombro con hombro, y paso a paso pasando la carrera con la sangre por el costado de Cristo abajo, para que corriendo ambas la una esté viva y la otra muerta; porque yo no he visto muertos que corran, sino es los que arrastran a la cola de cuatro caballos, y aún esos muertos corren en pies ajenos. Lerda debía de ser el agua, y dura de espuela, pues dar en ella Longinos, fue como dar en un toro muerto gran lanzada.
     Mas puerto de dos mares es impropiedad de dos suelas, porque a donde se juntan dos mares no es puerto, sino estrecho, y abrir puerto a dos mares que sea paso, es hacer [389] camino la venta, y la venta camino; porque puerto es en el que se para y no por donde se camina: término y no vía de navegación; Y aludiendo, como parece a la división de el mar bermejo la cingla o calzada, por donde pasó el pueblo isrraélico fue homogénea de aguas y de orillas, y de colores, y no fue una bermeja y otra muerta; una colorada y otra difunta y amarilla, que al juntarse otra vez, ni fuera mas bermejo, ni mar muerto, sino un mar mestizo, muerto, vivo, un centauro de aguas y un hermafrodito de olas, que no lo conociera el mismo Ovidio aunque lo hubieran parido sus bestiales transformaciones, y yo no sé para qué para sobre el mar muerto, como sobre las manos esta turba, pues no dificulta el paso de este mar, en cuando bermejo, sino en cuanto muerto, porque esta turba que vio abrir en el costado de Cristo la herida, cuando estaba ya muerto (que a eso alude la palabra muerto, común a Cristo y al mar) porque o era turba de fieles, y éstos no por estar Cristo muerto habían de dificultar la entrada por su costado a la eternidad, que antes era haberles asegurado con su muerte su redención: O era turba de los que no lo creían, y para esta no era de importancia ninguna, que estuviera muerto o vivo, porque ni muerto, ni vivo creyeron en él; con que a esta copla, ni muerto, ni vivo se le puede hallar el concepto, y él está tan anegado que son menester redes para sacarlo a la orilla, y conocer si es de poeta, o de monstruo el cuerpo sin alma de esta copla.
 
 

26

          Lástimas respira el Orbe,
             Pues perdiendo en fijez mucha
             Los estribos de la nada,
             Se despeña o se derrumba.
 
     Este orbe está tan enfermo de flatos, que es lástima y debe de padecer el pobre achaque de fuelles, y hipocondría de órganos, porque está respirando lástimas en lugar de resuellos, y estándose San Juan, que es de carne y sangre, y hermoso a pie juntillas de semblante, el orbe que es de argamasa de tierra y piedras, tiene flatos, llora duelos y servetanas gemidoras, y órganos planidores, que llorando los kiríes, quiebran el corazón a las piedras, y en lugar de darse una buena panzada de corcovos, sacudiéndose a dos carillos de terrones, y rascándose a dos manos de guijarros, y mosqueándose por ambos lados de escollos, se pone a dar aullidos como perro perdido, y a resollar quejidos, como si le sacaran una muela.
     Esta fijez mucha es aquella en que estriba el orbe en sí mismo, o por mejor decir en el punto fijo de su centro. Esto no me lo negará el poeta, aunque haya revuelto estas fijeces con las del orbe celestial, y sus polos, y de ésta con el amago, que hizo acabarse el mundo, se había de despeñar a la nada, que es al no ser, perdiendo los estribos de el ser en que se sostiene; pues decir, que desde la nada se despeña al ser, perdiendo los estribos de la nada, es no sólo no decir nada, sino volver patas arriba el fin hacia el principio, y hacer recular el término ad quem hacia el término a quo, y se desanden el fin, y el principio por sus pasos contados al revés, poniéndoles punta con cabeza los orígenes, y que la nada se despeñe al ser, y no de la nada se despeñe al ser, y no del ser a la nada, que es lo natural para acabarle el mundo. Grande plaza es un ingenio saber correrlos boca abajo con los estribos en la mano y el freno en los zancajos, que eso es regir con los estribos y picar [391]con el freno, y traer guantes de metal y espuelas de látigo; además, que la nada debe de ser un buen vergajón de hierro para vestir estribos, pues de ella los hace nuestro poeta, cuando dice; perdiendo los estribos de la nada.
     Pues se despeña, o se derrumba; es el otro que tal de la nada, porque es retórica puntiaguda y frasi de pirámide en temblor tan sacudido, con que se estremeció el mundo, añadir al despeño el desrumbo, que es menos; pues todo lo que es despeño, es, ha sido, y será desrumbo, y no le añade estatura, quien al despeño lo quiere abultar con desrumbos, porque el desrumbo es el canto llano, que se llevan solfeado de cabezadas, y corcovos de los despeños; y es gala de versos punzones, empezar por lo más y acabar por lo menos.
 
 

27

          El faetrado Argonauta
             De esa máquina Cerúlea,
             En falúas de abalorio,
             Golfos de sombras fluctúa.
 
     Esta no es copla, sino coplada de vocablos guapos y fanfarrones, llenos de pistolas cargadas de ruido y no de nueces, triquitraque poético, poca pólvora, y mucho estallido de papel reventado. Válgate por tabahola harmónica, Dios te favorezca polvareda campanil; téngate Dios de su mano Ginebra acorde. �Hay behetrería más bien prendida de cadencias? Argonauta faretrado, abalorios, máquinas, golfos, falúas, que bien llena esta paja los dos carrillos desta copla hinchada, como sapo articulado, de que lindo aspecto se miraron los astros en esta tropelía canora, en esta barahúnda razonada de vocablos bijestiles y climatéricos, para que cualquiera poeta no sólo se levante, pero se haga figura. Faretra es el Aljaba, Argonauta es marinero, máquina cerúlea, son cielos azules, falúas son chalupas, golfos son mares, abalorios son ciscos de vidrio, y limaduras de hollín horadadas, [392] y todo ello es un gigante de cartón, por de fuera oropel, y por de dentro papel y pan mascado, y el coranvobis es del Coloso de Rodas, séptimo milagro del mundo. �Hay grifo poético más bien escamado de retóricas, más boquiabierto de lenguaje? �qué lindas garras faetradas, qué bien tendidas alas de Argonauta? �qué pico tan aguileño de salvas? �qué bruñidas conchas de abalorio? �qué cerúleo de pellejo? �que bien crestado de máquinas? �que bien ondeado de golfos? �qué bien enroscado de fluctúas? y toda esta escarapela de frasis, toda esta chacota de cadencias, toda esta carantoña de vocablos, toda esta estampida de palabras, es una tragantona de fruslerías, y todo este grifo crespo de barahúndas y crestado de musarañas, se difine y viene a parar en ser iguana macho toda cotos, colgajos y pellejos, arrugas y escamas y cachaza.
     Faetra es aljaba, y faetrado en cargado de aljabas. Y Argonauta es marinero, o piloto de la primera nave llamada Argos; pues pondérese agora, qué linda obra hace en un marinero un haz de saetas, y qué linda aguja de marear es una aljaba, y cuán bien aviado fuera un piloto para surcar mares con unas botas rodilleras y unos guantes de ámbar, que aunque son cosas preciosas, son tan a propósito como las aljabas. Enamorolo el vocablo melenudo y cariharto de faetra; yo confieso que el sol fue cazador, y también que es argonauta de ese piélago azul del cielo; pero en cuanto argonauta no tiene aljabas, como en cuanto cazador no tiene chalupas, que estas son malos lebreles para andar por las selvas; y aquellas peores jarcias para la mar. Y le parecía que decía la primera cosa de el mundo entrando en esta copla, como cometa espantoso, muy crinito de faetras, y muy melenudo de arpones.
     De esa máquina cerúlea: si había de seguir la metáfora de navegación, es vocablo muy esquinado para su consecuencia el de la máquina, mejor fuera de ese piélago, porque el máquina, ni le asienta, ni tiene parentesco con la aljaba, ni con la navegación; [393] pero como piélago es masculino, y el asonante aciago de u y de a había de ser por fuerza femenino más quiso máquina sin propósito, que piélago hermafrodita.
     Falúa es el de domenique de las embarcaciones, y el dedal marítimo de los navíos, y yo no acabo de entender como ese gigantón resplandeciente del sol argonauta y faretrado, y con más colgajos que el pulpo, se pudo hacer quinta esencia de rayos, y abreviatura de resplandores, y prensarse en el cascarón de una falúa, aunque trocase a oro la moneda de vellón de sus bochornos, y apretarse tan cariharto de luces, tan espaldudo de rayos, tan guardiancho de arreboles en la cáscara de avellana de una chalupa; aunque para gastarse de resplandores, se desayunase con vinagre en tinta, o con tinta de vinagre todas las mañanas: y se metiera a anacoreta de tinieblas, y hacer penitencia de crepúsculos en la cima cabra, o en la cueva lóbrega de cuantos lobos se anochecen de boca en el mundo; o por decirlo de una vez, se afeitará con los cendales del tintero de este poeta atezado de frasis, para que se le pagaran todos los contagios de sus oscuridades. Viendo pues todas estas dificultades, puso el falúas en plural falúas de abalorio. Tan mala concordia es esta en plural, como en singular, porque falúas son embarcaciones desunidas y disgregadas cada una de por sí, como las escudillas de los Gijos de Mari Rabadilla, y no son como tablas miembros parciales, que juntos componen el cuerpo total de un navío; y esta cuenta puso el sol en cada una su cuarto, que fue ponerlo a la cola de cuatro caballos, para que tirando cada una por su vereda lo despedazasen dichas falúas que son hermanas de un vientre, unas de otras, sino como cochinas de diezmo cada uno de su arcabuco, y así tirando cada lechón de madera por su senda, no es mucho que hiciesen fluctuar a este pobre argonauta faetrado; y él se tuvo la culpa, pues inconsideradamente se echó a navegar en falúas de abalorio, materia tan a propósito para labrar navíos, como la mostaza [394] para edificar torres, que ambas son sacadas de la turquesa de la cuenca del ojo de una pulga; y embarcación hecha de aserrín de azabache, y de salvados de pez, y de sarna de vidrio, no me espanto que se pierda el sol; pues el primer torniscón de las olas daría con ellas en los escollos, y con el sol en las bardas, a que se espulgase los rayos de liendres de resina, y se peinase la melena de arenas de pólvora, y se arrepintiese de Garetras para todos los días para todos los días de su vida; pues fueron tan malas vejigas para ayudarle a nadar en sus naufragios. Míreme ahora el pío lector la concordancia de estos órganos, y témpleme estas gaitas con el coranvobis de estos versos y la fachada dórica de la coplilla.
     El golfos de sombras fluctúa, ni me cuadra ni me redonda, porque es hispanismo apolillado de sentido. Porque no diré yo, para decir, padecí naufragio, yo fluctué golfos de ondas, sino yo fluctúe en golfos de ondas, que es verbo neutro y no activo, y quitarle aquel en a esta oración es sacarle un diente al verso para que pronuncie ambigüedades momias, y razones sin hueso, ceceosas de sílabas y glotonas de letras, que las ha de tragar el entendimiento enteras como píldoras sin mascar, porque no amarguen, y engullir lo que, o no tiene sentido, o si lo tiene, se lo ha de buscar como el corazón a la cebolla, que es menester descascaralla para vérselo, y venido al fallo todos sus preñados son de cáscaras de huevo, y en todas ellas se esconde la yema de un puerroguero a medio andar de cogollo, y en un embrión asqueroso de araña por madurar con sus brazos fajados, y envuelto en los pañales, como niño en la cuna.
 
 

28

          Galeón empavesado
               Ese globo de la Luna
               Todo el trapo de sus luces
               En cendales arrebuja.
 
     Esta copla es barrendera de tienda de sastre, y después [395] pues de haberlo trabajado bien, da en el muladar con todo el trapo: la copla antecedente es ceceosa de sílabas, y esta tiene lengua de trapos, que es gracia de buen aire en una musa tan presumida de galante, que trata de echar todo el trapo de elocuencia. Yo no entiendo esta matemática del poeta, que trae visos los astrolabios y turbios las efemérides. Al Sol, que es planeta casi infinitamente mayor que la Luna, a puros calzadores lo metió en un zapato, y a la Luna, que es el menor de los planetas, lo zabulle en un galeón de alto bordo, y para que no ande nadando con pie pequeño en zapato traído, y dando hocicadas en un bordo, y otro a los balances del navío y se lastime la tez del globo melindrosamente cristalino, arrebaja cendales, y la estofa con ellos como ventosa en bacera emparedada de estopas; y fuera mejor cogerle alforzas a las quillas, para que no se colgara el follado de tablas; yo no he visto flautas que sean pitos, ni pitos que sean flautas, sino en este romance. La Luna ha de ser globo por fuerza, pero ha se de arrepentir de cuernos y apostatar de menguantes, porque si no, no será globo castizo, sino círculo bastardo y trapo de luces, será resplandecer mendicante de planeta pordiosero, bueno para carretero de ingenio de papel, que levantando los trapos del polvo de la tierra, los sube a mandar el mundo en las provisiones. Hacer de trapos papel, cualquiera mal trapillo ginovés lo hace, pero hacer luces de trapos no sé que hasta ahora lo haya atinado la cartilla vieja de Raimundo Llullo; (pues ella, y su nombre del toda, es, el es) pero como es como fácil hacer luz de trapos encendiendo las mechas en los candiles, les debió de parecer a nuestro poeta, que se podía hacer trapo de luces, escogiendo frases químicas a moco de Luna, como a moco de candil, que tan buen juicio tienen para esto las lunas, como los candiles. Hace de un cendal nuevo un trapo a fuerza de hacerlo servir, bien puede ser, pero arrebajar trapos, y hacerlos cendales, es tan fácil como resucitar a un muerto, que es hacer de lo viejo nuevo. Esta musa pues nacida en [396]
trapisonda, y no en el Parnaso, para decir que la Luna se eclipsó, dice que arrebujó los trapos de su luz en cendales; cendal propiamente es un lienzo delgado, trasparente y sutil, y si se explica bien con esta frasidia sana un eclipse obscuro y tenebroso, díganlo los eclipses, y si ellos no, los ciegos. Pero allí el poeta no quiso tomar en este sentido el, cendales, ni lo dijo por eso, ni talle pasó por el pensamiento, ni por la pluma; mas cerca tenía los algodones del tintero, y ellos fueron los malhechores de estos arrebujos, que le mojaron la pluma para echar este borrón, pero quedósele en el tintero poner a la margen cendales, id est algodones de tintero, que son cendales invernizos, hollines, en infusión, o pasas de negro puestas en remojo, para que con eso saliese la luna como una dueña ioiosa, Reina de Monicongo arrebujada de arrugas, crespas de mechas, y atezada globo; que para hacer penitencia de hermosa, y meterse a ermitaña de humo, no pudo hallar chimenea más lóbrega que el tintero de nuestro poeta culto de cendales, de donde sale chorreando brea, y muy mala de eclipsis, y con cámaras de tinta, como si se hubiera purgado con cañasistola. Ni pudo hallar potro de atormentar su hermosura más mal acondicionado de costillas, que una cara arrebujada en arrugas de una vieja, adonde ellas como cordeles del tiempo se entran partiendo la carne hasta los huesos; y en este rocín cinciano, más que pronto padece la mal aventurada Luna tormento de cendales, como de toca, que se los dan a beber arrebujados con tragos de tinta, y ella da arcadas de hollín, y vomita eclipse arrebujados de cendales. [397]
 
 

29

          La turquesa de su manto
               Pálido el Cielo demuda,
               Y juntando sus Estrellas
               Las apaga una a una.
 
     Este cielo a la turquesa es cielo de máscara, vestido de moro con su luna, como turbante listado de cendales. Mas quitada la máscara azul, que eso es demudarse pálido, tiene cara de marqueta de cera de Nicaragua, atiriciada, porque tiene apostemado el Sol, opilada la Luna, y hartas de comer cera de antorchas en las estrellas. Pero en lo que más pone su esfuerzo esta copla, es en poner cera y pábilo en las estrellas, haciéndolas velas de tinieblas, y apagándolas una a una, como si el cielo fuera mano de Judas. El texto sagrado dice que el color del cielo fue negro: Tenebræ factæ sunt, y sobre lo negro no hay tintura, si no es en el tintero de nuestro poeta, como si su tinta fuera de oro pimente o de yema de huevo, le da sobre el negro color flavo, que eso es pa[r]ido del latino palea, color de paja amarillo; y si esto no es contra el texto, sino privación de luz, pueden juzgar por sus ojos la no color que entonces tendría el cielo.
     El juntando sus estrellas, es cuanto se puede juntar en el cielo con la tierra, que esto es mucho menos, que el juntar las estrellas. Porque hay entre unas y otras, y más entre las opuestas diametralmente, infinitos millones de leguas; y apara apagarlas, yo no sé de qué servicio eran juntarlas todas, y meter no solamente las cabrillas en el corral, sino a todas ellas, como cabras en un corral; porque la cuasi acción de obscurecerse, es privativa; y por el consiguiente instantánea y simultánea, porque en todas las partes [398] adonde ellas están hay cielo, y allí sin hacerse el cielo pedazos, ni andarlas ojeando, ni haciendo rodeo de ganado, cuando no tan alcanzado tan alto, las pudo apagar, sin hacer a la parte del cielo adonde las había de juntar un coliseo de fieras, o un arca de Noé adonde sería de ver junta tanta diversidad de animales: Toro, Carnero, León, Pescados, Escorpiones, Cangrejos, Sagitarios, Libras, Géminis, Acuarios, y los demás monstruos, que finge la astrología en tanta multitud de figuras celestiales, como imagina. Quien viera llevar a empellones al planeta Júpiter con su hisopo de rayos en la mano asperjeando exhalaciones por el cielo, a Marte dependencia cargados de coletos con espada y broquel, dando mil cintazos de luz sangrienta; a Venus desnuda en carnes, desmelenada y acabada de levantar de la cama, con las gervillas en la mano, tropezando en los astros; Mercurio aún todavía se valdría de las alas de sus pies, para ir con más descanso; pero quien causaría más lástima sería el pobre Saturno, viejo gotoso y corcovado con los bragueros al hombro, y la potra en ambas manos con una cara de abrenuncio, aciaga de luces, verdinegro de exhalaciones, hecho un rejalgar, la cuesta arriba de los cielos, tosiendo relámpagos verdes y cometas azules, a que le diesen como a niño catecúmeno un soplo en la cara, ya a él y a los demás los dejasen apagados, y a buenas noches. Miren todos la máquina de que viene preñada esta copla cariharta de caderas y gordiancha de panza, y luego nos espantaremos que el Caballo de Troya tenga tripas.
     No vinieran estas estrellas dos hados, como frailes conventuales del cielo a besar la mano a la noche, y a tomar el benedícite de tinieblas, sino una tras otra como pescados, o como ovejas en contadero. Si una a una se hubiera de apagar, tenía el cielo obra cortada para muchos días después del Juicio, porque sólo Dios las cuenta; numeras multitudinem stelarum; y es acción de menos embarazo, y si para contarla sólo es necesario el guarismo de Dios, y sólo en sus [399] ojos se halla esta aritmética para apagarlas una a una, sería necesario un juicio de Dios (y siendo Dios cupiera flema) sólo una flema de Dios. �No es esto decir una a una, y dos a dos, y ciento a ciento, y cuento a cuento, más desatinos que estrellas hay en el cielo?
 
 

30

          Entre fatales encuentros
               Las piedras se desayuntan,
               Solicitando infelices.
               Unas en otras las urnas.
 
     Válgate el diablo por desayuntan, de qué ciminterio resucita este vocablo caduco vestido de pedorreras y con gorra milanesa; hermano de teta del Rey que rabió, sarna que se están rascando los romances viejos del Cid Rui Díaz, escritos en pergamino de letra pastraña comidos de broma, y tomados de orín sæcula sæculorum del vocabulario de España, Matusalén articulado de habla, con cataratas. Que anduviesen a buscar las piedras desenterrando huesos entre los sepulcros esta antigualla de siglos, este calendario de edades, y que lo sacase sin melindre, nuestro poeta a ver la luz meridiana de nuestra lengua, limpiándose en cada ojo Adanes por legañas, tosiendo barras y escupiendo matusalenes, con un rostro de abinicio barbado de siglos. �Desayuntan, desayuntan dice pluma moderna, que supo decir la copla del faetrado argonauta? Quien viviera seguro en el retiro de un lucilo siete estados debajo de tierra, si hay plumas que escarban ciminterios, y no tienen asco de escribir con canillas de muertos, y con tinta de gusanos, sacando a la vergüenza palabras tataradueñas que andan por las coplas buscando muleras que ñas tengan; porque se caen de su edad, como de su estado, y pasadas más que de maduras; y sirven de dueñas de honor a las palabras doncellescas, rubias y zarcas, y cosquillosas de tropos de que tan a lo nuevo usa nuestro poeta al uso. [400]
 
 

31

          Rasgose el velo del templo,
               Y al sentimiento que pulía
               todo el corazón de lino
               En alas vate confusas.
 
     Velum templi scissum est, bien y fielmente sacada la letra del texto, como si fuera escritura de su registro, y lo que fue en él prosa de buen latín, se la dejó prosa, prosa de mal romance, por no quitar a nadie lo que es suyo. Estos pulsos desconcertados del velo, y la calentura intercadente del lino; no sé yo que haya otros galenos que los entiendan, sino los lisos y peines que saben de arterias de hilos, ellos lo dirán; lo que he oído de esta facultad es que estos pulsos del lienzo son malos de conocer; y que se toman con las manos y con los pies, y que hacen andar a gatas, y dar mil patadas a los tejedores; y así nuestro poeta tocó estos pulsos con los pies de sus versos, y sabe bien, que los sentimientos se van a los pulsos, y no a la lengua que los diga; y no le diremos cosa que él no sepa, si decimos que esta copla parece hecha con los pies. En fin, al pobre velo se le amurró la pajarilla (que no es fuerza que todas las pajarillas se hayan de alegrar, y ser bien acondicionadas) y con ademanes de quien padece gota coral anduvo haciendo en el aire visajes de boca, que prueba vinagre, muy tartajosa de alas y muy tartamuda de tembladuras. No me espanto, que pasó, como hora por ella; y al cabo todo este corazón de lino (que aunque estaba ahorcado y temblando, debía de ser valiente pues era todo corazón) se hizo todo alas confusa; sin que le quede pizca de corazón, que no se fuese todo en alas, como en humo; y debió de ser así, pues todo el tiempo que le duró la mala hora de la copla, estuvo temblando, como un azogado. Aquí de Dios, el velo del templo se rasga, y al sentimiento que pulsa este mismo velo arterioso, todo [401] el corazón de lino, que es el mismo velo, en alas bate confusas, se convierte en alas: como si no hubiera diferencia de corazón, y de motor a lo que es movido.
     Más alas tiene este velo, que los animales de Ezequiel, sex alæ uni, et sex alæ alteri; pero aquellos tenían alas con oficios honrados, unas cubrían, y otras volaban, y no trabajaban de balde. Pero estas alas de este corazón de lino son mostrencas y vagamundas, que no hacen sino meter en ruidos al templo, alear erre a erre, y a pie quedo sin moverse de un lugar, haciendo maretas de trapos en el velo. Al fin al pobre velo aunque le dio las alas que pudo la copla, le nacieron alas como a la hormiga, pues hecho un Ícaro de trapos se le quebraron todas, y alicaído de tiras y hecho cuartos pulsantes, se está colgado en el aire, poblándolo de andrajos, para que así todos vean justiciado a este Absalón de lino, colgado de la melena, sortijosa de sus argollas, perneando en el aire, no sábanas con piernas, sino piernas de sábana.
 
 

32

          Vida al fin perdió la vida,
               Dando por fianza segura
               De la Deidad que lo asiste,
               Gigante voz, que pronuncia.
 
     Vida por pomo y vida por contera tiene el estoque del primer verso envainado en un fin perdido y de balde. Miren, cuándo se pierde la vida, sino al fin, porque yo no he visto vidas, que se pierdan al principio; porque la muerte es fin de la vida; y si no hubiera al fin, fin, no hubiera quien acabara la vida, ni quien acabara romances, [402] ni quien acabara la vida con ellos, que un al fin a buen tiempo, vale otro tanto oro, para un requiescant in pace de la prosa, que se le acabó al poeta; y para la postrera boqueada de la pluma a quien se le acaba la tinta; pero aquí no le sucede al poeta esta muerte repentina, porque no se le acabó la prosa en el primer verso, que muy buena prosa gasta en el segundo; porque, dando por fianza segura, es tan prosa como la madre que me parió (aunque yo haga más versos que Homero) pues ni tiene espíritu, ni colocación, ni aire de verso, sino que es prosa muchacha y castellana vieja, y nacida en las montañas y casa solariega de prosas: pero el verso quiere morir porfiando, que lo es con su candela en la mano, aunque sabe que muere impenitente, y que se lo lleva el diablo.
     Gigante voz, que pronuncia, siendo allí voz femenina, el adjetivo lo ha de ser; y así está errada la imprenta, y ha de ser giganta voz; y así será esta voz la giganta pronunciada. Válgame Dios, que no ha de haber cosa en los modernos, que no ja de hervir de gigantes y de gigantas, habiendo otros adjetivos, que son adjetivos de raza, y no este adjetivo, substantivo espurio, hermafrodito de las locuciones, y común de dos, como mujer de Italiano; siendo tan bestial generación la de los gigantes, que los extirpó Dios de la tierra por sodométicos: Gigantes erant super terram, que hasta a la tierra la querían tomar; omnis quippe caro corruperat viam suam; y que a fuerza del diablo, quiera nuestro poeta que cabalguen sus voces, y que corrompan sus frases. En fin, mírenme sin pasión, para pronunciar una voz giganta, qué boca sería menester para traerla en la boca, y qué hermosa será una voz recién nacida filistea y un grito Golias, arrullándose en unos labios. Y si para poder tener un huracán en el pecho, que la rempujase de adentro, y una yunta de bueyes, [403] que lo tirase por de fuera, y cual quedaría la tal boca, que hubiera mal parido esta giganta, hecha tarasca, descoyuntada de encías, y boca de sierpe, destornillada de quijadas, anquiboyuna de hocico y descaderada de labios.
     Pues la deidad que lo asiste, si no es gigante herejía, lo parece; y si no tiene boca de sierpe, tiene cara de hereje, porque la deidad en Cristo lo deifica más intrínsecamente, que el alma al cuerpo, y esta es teología de ejecutoria tan antigua y asentada, que no hay quien lo dude: Nam sicut anima rationalis, et caro unus est homo; ita Deus, et homo unus est Christus. Y así, como fuera error desatinado en Filosofía, decir, que el alma asistía al cuerpo, así me parece, que lo será en la Fe, decir, que la deidad asiste a Cristo; porque asistir precisamente, no dice más, que presencia intrínseca; y son unión, como la del Ángel Custodio, que nos asiste y no se une con nosotros, ni nos angeliza; y en Cristo la humanidad estaba unida con el nudo la unión hipostática a la Divinidad, terminada a la persona del verbo: estas, a ver, no son alas de hormiga, sino de mariposa, que golosa de más luz de la que cabe en los ojos, da círculos porfiados a la antorcha luciente de la Santa Inquisición, para que se las ahúme, ya que no se las chamusque, y esto es decirle mis chanzas en las burlas, y mis veras en las herejías, porque entre burlas y veras, mire mejor lo que escribe, y estudie un poco en Góngora y un mucho en Santo Tomás. [404]
 
 

33 (97)

          Dios lo aclama un español,
               Porque siente en lo que escucha;
               Si en voces se explica el verbo,
               Que verbo esa voz oculta.
 
     Bien ha menester decir que es español el que acaba este romance, al cabo de las treinta y tres coplas, porque él en buen romance está tan desfigurado de habla, que no lo conocerá la lengua que lo parió. Él no es romance linajudo de voces, ni hidalgo de frasis, ni sabe lo que se pesca, ni lo que se romancea; y es mucho, que haya acabado con su habla española, y no de avenida repentina de vizcainadas, ni de muerte súpita de malas concordancias. Pero por no perder sus mañas, acaba echando versos por la boca, por no toser solecismos: Dios lo tenga de su habla, como de su mano; y si se despeñare, será por su cuenta, y no por la mía, que con harto amor y buen término, le he rogado que no se vaya de boca.
     La mano de reloj, que explica al verbo, son las voces. Esta es verdad, que da de menos a boca con el verbo, quedando en la voz; que oculta; da de manos hocico, con el sentido del concepto, y se hace la jeta esta copla. Porque el concepto de esta copla es que la voz grande (gigante sea sordo) que Cristo dio en la Cruz, lo arguyó Dios, porque no era posible a la naturaleza que un hombre tan acabado hablase tan alto: y así esta voz en cuello lo manifestó Dios; esto es lo que quiso decir el poeta.
     Vamos poco a poco, y se verá como dice lo contrario la copla, siendo antagonistas sus palabras [405] de su sentido, que pelean a brazo partido lo que ellas dicen, con lo que quisieron decir. La voz grande explica que es grande Dios el que la pronuncia; y así San Juan, como voz de este verbo dice que lo clama; vox clamatis, esto es, que lo manifiesta. Pues como dice la copla que lo oculta, que verbo esta voz oculta; que oculta y clama, son antípodas de oficio; clamar es manifestar; ocultar es encubrir; y voz clamioculta, o oculticlama, es cantimplora razonada y antiparístasis con sílabas.
     Y si nos queremos encarnar un poco en la Teología, cuando más y mucho esa voz exterior y grande de Cristo, lo explicará Dios poderoso, pero no verbo engendrado; porque no son convertibles: todo lo que es verbo, es Dios, que es verdad católica; pero no todo lo que es Dios es verbo; porque hay padre que engendra, y paracleto que procede; y no es verdad, que estos son verbo; y de las perfecciones comunes, no es buen argumento inferir las propiedades nocionales. Y la voz que lo explica verbo, esto es, que lo engendra Hijo, es la locución interna de la generación activa en el Padre, y esta lo explica verbo engendrado; y no la voz de la Cruz, que esta, sólo lo arguye Dios poderoso; pero no verbo, que procede: con que de verbo ad verbum, está este romance cogido en malos latines; y si él oculta al verbo, apelará sobre el poeta, que sabe palabra del verbo, dijera más a propósito. No es saber, presumir, antes la primera ignorancia, es la presunción.
     Bien es dejar dormir a los viejos en el descanso de sus canas, y no querérselas desacreditar con ostentar melenas rubias de cabellos peinados, más con escobilla de espinas que con estudios severos, que las unas punzan y los otros enseñan. Suplícole al poeta que de aquí en adelante no haga romances anticristos, mal hablados, de la Pasión de Cristo, sino que reverenciando sus llagas, [406] se las vista de epítetos comedidos y decentes, y no de locuciones hipogrifas, y de metáforas descomunales que es hacer de su cuerpo cueva de basiliscos razonados, que revientan la hiel en el cuerpo a nuestros hispanismos, sino que lo trate bien de palabra, y lo explique tan hermoso que parezca como lo es, paraíso de los ojos; y que su pluma le pida que imite comedida y no que tizne desvanecida, que con esto Dios le dará gracia y gloria de poesía. [407]
 

Con licencia

En Alcalá de Henares: en la Imprenta de Nicolás Xamares, año de 1675

Arriba