Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Anterior Indice Siguiente




ArribaAbajo

Capítulo XVI

De las figuras que materialmente modifican las palabras


1. Los gramáticos i los versistas se han apropiado ciertas figuras, que también pertenecen a la rhetórica en quanto sirven, o para la suave pronunciación, o para hacer la oración más numerosa. Tales son síncopa, apócope, parágoge i apóstrofe.

2. Síncopa es el quitamiento de alguna letra o sílaba en medio de la palabra, como drecho por derecho, hidalgo por hijodalgo, guarte por guárdate, en los refranes que dicen: Haz mal, i guarte; Ve con él, i guarte de él; Guarte de puta, que deja la bolsa enjuta. I en esta coplilla de Quirós:


    I dige luego a mis ojos,
Que mirassen a otra parte.
Digeron: Amigo, guarte,
No busques otros enojos.



I en estotra coplilla de Silvestre:


    Guarte del plomo de amor,
Que sin remedio destruye,
I al que más se esconde i huye,
A aquesse acierta mejor.



De a lo menos formó Christóval de Castillejo almenos, escriviendo contra el amor:


    Sólo un consuelo me dejas,
Que es paciencia,
Forzosa con penitencia;
I que lo que no he alcanzado,
Al menos no me ha quedado
Por descuido o negligencia.



Andora por andadora, o callegera, la muger ordinaria que todo lo anda i callegea.

3. Blasmar por blasfemar. Assí dijo Juan de Mena en el Labirintho:


Dame licencia, mudable fortuna,
Porque yo blasme de ti lo que devo;



donde dice blasme, por blasfeme. Naharro dijo:


Ceviles traidores prevalen en corte,



por prevalecen. Cuidoso por cuidadoso formó Christóval de Virués en el Monserrate:


Hombre al mar, dice el proel cuidoso.
Hombre al mar, replica en un momento
La chusma; i como el cómitre lo ordena,
De golpe amaina la cruzada entena.



I aun dijo cuidosíssimo en el canto onceno, por cuidadosíssimo.

4. Apócope, esto es, cortamiento del fin, es una figura por la qual se corta a la palabra la letra, o sílaba final, diciendo: buen, por bueno; cas, por casa; decí, por decid; di, por día, como en disanto; diz, por dicen; do, por donde; gran, por grande; hi, por hijo; mal, por malo; man, por mano, en mandrecha; postrer, por postrero; tercer, por tercero; san, por santo; un, por uno. Al gramático toca dicernir i observar que una cosa es cavallo grande, i otra grande cavallo, o gran cavallo; pero al rhetórico toca conocer i decidir quándo deve decir grande cavallo, i quándo gran cavallo, según lo pidiere la suave pronunciación o la harmonía de la oración. I lo mismo digo de buen día, o día bueno; buen hombre, o hombre bueno; primer sueño, o sueño primero; tercer día, o día tercero; postrer godo, o godo postrero; mandrecha, o mano derecha; qualquier hombre, o qualquiera hombre; san Domingo, o santo Domingo. Tenemos un buen egemplo de lo dicho en Don Quijote de la Mancha758: «El señor don Diego de Miranda, padre de uessa merced, me ha dado noticia de la rara habilidad i sutil ingenio que uessa merced tiene; i sobre todo que es uessa merced un gran poeta». Poeta bien podrá ser, respondió don Lorenzo; pero grande, ni por pensamiento. El rhetórico oportunamente usará del refrán que dice: «En cas' del bueno, el ruin tras fuego»; i destotro: «En cas' del hacino, más manda la muger que el marido»; «De en cas' del abad comer i llevar»; pero en prosa grave no usará de tal apócope. En verso dijo Naharro en la Serafina:


Yo voi a cas de un pariente,
No sé que diz que me quiere.



I Silvestre, en la fábula de Píramo i Tisbe, quies, por quieres.


    Con lágrimas que derrama,
Pide lo que no ha de ser;
O Píramo, a quien te ama,
¿Por qué no quies responder?
Tu Tisbe es la que te llama.



Assí mismo en un diálogo se dirá sufrideramente en boca de un hombre sin letras, hi de vecino, hi de puta; pero no en boca de una persona seria, que dirá bien hidalgo. El versificador, como don Gonzalo Berceo en la Vida de santo Domingo de Silos, podrá decir fi, por fijo, deste modo (que assí deve leerse según la harmonía del verso):


En el nomne del Padre, que fizo toda cosa,
Et de Don Jesu Christo, Fi de la Gloriosa.



5. I también Juan de Mena:


Do fue baptizado el Fi de María.



6. Por evitar el concurso de las AA, dijo frai Luis de León759:


El amor i la pena
Despiertan en mi pecho un ansia ardiente.



Pero el prosista solamente dirá en la composición hidalgo, por hijodalgo; Garci-Lasso, por García Lasso; Garci-Sánchez, por García Sánchez.

7. A veces elegantemente se unen la síncopa i apócope, por medio de la composición enclítica, diciendo haceos por mayor suavidad, por hacedos, como se ve en el refrán que dice: «Haceos miel, i comeros han moscas».

8. Parágoge es la añadidura, o pegamiento de alguna sílaba al fin de la dición, i es mui freqüente en las partecillas enclíticas, como el recíproco se, o me, i el relativo en el dativo i acusativo. Según buena gramática, tan bien se dice devían despreciarse, como se devían despreciar. Pero D. Diego de Saavedra, por no repetir muchas veces enclíticamente el recíproco se, dijo deste modo760: «Assí lo conocieron aquellos grandes emperadores Theodosio, Arcadio i Honorio, quando ordenaron al prefecto Pretorio Rufino, que no castigasse las murmuraciones del pueblo contra ellos; porque si nacían de ligereza, se devían despreciar; si de furor, o locura, compadecer; si de malicia, perdonar». Otras veces es necessaria la parágoge del recíproco, para no incurrir en algún antiquismo, si el recíproco dejasse de ser enclítico i se antepusiesse. I por esso dice el refrán: «Dime con quien andas, i te diré quién eres». I el mismo Saavedra761: «Desvanecerse con los loores propios, es ligereza de juicio; ofenderse de qualquier cosa, es de particulares; no perdonar nada, de tiranos». Otras veces, la parágoge del recíproco no se practica porque haría la oración menos corriente, como si huviera dicho Saavedra: Deteníase Daniel, &c., quando dijo762: «Daniel, aunque fue valido de muchos reyes, se detenía con los demás en las antecámaras». Para evitar el concurso de la segunda vocal, dijo Cervantes enclíticamente763: «Puesto que las propias alabanzas envilecen, esme forzoso decir yo tal vez las mías; i esto se entiende quando no se halla presente quien las diga». Grave i elegantemente, Matheo Alemán764: «¡O, si al respeto que sentimos las adversidades corporales hiciéssemos el sentimiento en las del alma! Empero acontécenos como a los que hacen barrer la delantera de su puerta de calle, i meten la vasura en casa». El uso de hablar es el que enseña quándo tiene lugar la parágoge, o adición al fin, i quándo no, como se ve en la siguiente canción, en que el recíproco me, unas veces se hace enclítico i otras no:


    Véome ya tan perdido,
Que es impossible escaparme.
Mientras me ven más metido,
Menos quieren ayudarme.
Si quisieran avisarme
De pestilencia tan clara,
Nunca yo me enamorara.



La parágoge puede ser de una letra, como ésta de Gregorio Silvestre:


Majadero sois, amigo,
No merecéis culpa, non.



I un cantarcillo antiguo:


Meteros quiero monja, hija mía de mi corazón,
Que no quiero yo ser monja, non.



I estotro:


Yo me iva, madre, a Villa-Reale,
Errara yo el camino en fuerte lugare.



I en el romance del conde de Irlos:


O esforzados cavalleros,
De mi dolor haved pesare.



Pueden unirse también la apócope con la parágoge, como diz-que por dicen que, i assí lo practicó Christóval de Castillejo:


Porque amor, muerte i fortuna,
Dizque igualan a qualquiera.



I lo mismo sucede en cabiz-bajo, i assí lo practicó Gregorio Silvestre:


   Cabizbajo i vergonzoso
Pareció encubriendo amores
Un amante vergonzoso,
Que por ciertos disfavores
Se avía entrado religioso.



Castillejo, uniendo también la apócope con la parágoge, des-que por desde que, elegantemente escrivió assí:


    Siempre oí decir, señor,
I assí lo tengo por cierto,
Que qualquier mal i dolor
Tanto crece i es mayor,
Quanto más anda encubierto;
Especial el mal de amores,
Que es de fuego, i desque empieza
A confirmar sus ardores,
Luego embía sus vapores
Al seso i a la cabeza.



9. Apóstrophe en griego, en latín depulsio, en español espulsión, es una figura en que la vocal final de una dición se quita para que, haciendo más suave la pronunciación de dos diciones, se haga una, como de Pedro Arias, Pedrarias. Desta suerte, de la partecilla de i del artículo de el, se forma del; pero es error vulgar i propio de los que por mejorar la lengua la empeoran, creer que de a i el se forma a el. I por esso, muchos escritores modernos pensando que reducen la sinalefa a la costrucción natural, dicen i escriven a el en lugar de al, de cuyo artículo han usado siempre los más eloqüentes; siendo assí, que no se dice bien a el, quando se junta la preposición con el artículo, sino quando se junta con el relativo. I de no aver observado esta distinción, parece que nació el error; pero los que incurren en él, devieran considerar que en las leyes de las Partidas donde se habla con tanta propiedad i en tantos millares de libros antiguos que nos representan el estilo natural, no ai testimonio alguno en favor suyo. Pero de esto i de otras mil cosas semejantes, sin cuyo conocimiento es impossible escrivir con emienda total, hablaré con mayor distinción i con abundancia de egemplos en mi Gramática Española.

10. Tal vez se une la síncopa con la apóstrofe, diciendo por razón de la suave pronunciación, en lugar de Pedro Afán, Perafán; i por Pedro Arias, Pedrarias; i en vez de Diego Arias, Digarias.

11. Esto baste en quanto a las figuras, en las quales deve observarse su muchedumbre i variedad para valerse de una i de otra, según conviniere a las cosas de que se trata, sirviendo la muchedumbre para el escogimiento i la variedad para quitar el fastidio i grangearse el afecto; sucediendo en las figuras lo mismo que en los vestidos; pues assí como los pobres siempre se sirven de uno mismo i por esso suele estar roto i sucio, assí lo pobres de ingenio i faltos de arte, suelen usar de unas mismas espressiones que, por buenas que sean, llegan a enfadar por su molesta repetición i uniformidad. Pero de la manera que los ricos, variando los vestidos proporcionados a las ocasiones de alegría o tristeza, se grangean benevolencia i respeto, assí los ricos de ingenio, ayudados del estudio, meditación, diligencia i arte, causan admiración i merecen i logran un favor indecible con sus pensamientos i perturbaciones del ánimo convenientemente esplicadas.

12. Aviendo tratado hasta aquí de los tropos i de las figuras en que consiste la dignidad o calificación de las palabras i sentencias de la oración, passemos a tratar de la composición rhetórica.




ArribaAbajo

Capítulo XVII

De la composición rhetórica


1. Composición rhetórica es la colocación bien ordenada de las palabras i sentencias escogidas para formar una oración proporcionada al assunto de que se trata.

2. La composición incluye quatro cosas; es a saber: ayuntamiento, orden, período i número.

3. El ayuntamiento hace que la oración sea por razón de la pronunciación, suave o áspera; por razón de la longura, grande o pequeña; por razón del sonido, más o menos sonorosa. I estos atributos de la oración tienen su fundamento en las palabras.

4. Suaves son las que se pronuncian con suavidad, i de la manera que se pronuncian, se oyen, como mama.

5. Ásperas, son las que con dificultad se pronuncian, i por consiguiente desagradablemente se oyen. Se pronuncian con dificultad o porque tienen letras de sonido áspero, como la R, en horror, terror; o porque acabando en N hacen retintín, como Moisén; o en X, como carcax; o porque se hacen ásperas por la concurrencia de las letras, ahora éstas sean en una palabra, como en ámbar, o en la composición de muchas, como boquiconejudo, boquifruncido.

6. Palabras grandes son las que constan de sílabas largas, como montón, gigantón, o tienen muchas sílabas, como incomportable, o constan de sílabas largas i éstas también son muchas, como encantador. Por tales se tienen también las aumentativas, aunque tengan pocas sílabas, como hombrón.

7. Palabras pequeñas son las monosílabas, esto es, de una sola sílaba, como sí, no, o de pocas sílabas breves, como tea; i también se cuentan por tales las diminutivas, aunque tengan muchas sílabas, como determinacioncilla.

8. Palabras sonorosas son las que constan de letras que hacen grande sonido como la A i la O, como aclamar, protector.

9. Poco sonorosas, que los latinos llaman exiles o febles, son las que constan de letras de poco sonido que apenas hieren los oídos, como la I i la V, según se observa en Virginia i cúmulo.

10. Las palabras suaves tienen su propio lugar en las cosas gustosas, alegres i agradables, como se ve en las Odas Anacreónticas de don Estevan Manuel de Villegas, i sirven también para manifestar las passiones del ánimo, como en este dulcíssimo soneto de Garci-Lasso de la Vega:


    O dulces prendas por mí mal halladas,
Dulces i alegres quando Dios quería;
Juntas estáis en la memoria mía,
I con ella en mi muerte conjuradas.
    ¡Quién me digera, quando en las passadas
Horas en tanto bien por Vos me vía,
Que me avíades de ser en algún día
Con tan grave dolor representadas!
    Pues en un' hora junto me llevastes
Todo el bien que por términos me distes,
Llevadme junto el mal que me dejastes.
    Si no sospecharé que me pusistes
En tantos bienes, porque deseastes
Verme morir entre memorias tristes.



11. Pero se aventaja mucho en la suavidad esta dulcíssima oración de santa Theresa de Jesús765: «¡O, Señor mío, cómo se os parece que sois poderoso! No es menester buscar razones para lo que Vos queréis: porque sobre toda razón natural, hacéis las cosas tan possibles que dais a entender bien que no es menester más que amaros de veras i dejarlo de veros todo por Vos, para que Vos, Señor mío, lo hagáis todo fácil. Bien viene aquí decir que fingís trabajo en uestra lei; porque yo no le veo, Señor; ni sé como es estrecho el camino que lleva a Vos. Camino real veo que es, que no senda; camino que, quien de veras se pone en él, va más seguro. Mui lejos están los puertos i rocas para caer, porque lo están de las ocasiones. Senda llamo yo, i ruin senda, i angosto camino, el que de una parte está un valle mui hondo, a donde caes; i de la otra un despeñadero. No se han descuidado, quando se despeñan i se hacen pedazos. El que os ama de verdad, bien mío, seguro va por ancho camino i real. Lejos está el despeñadero: no ha tropezado tantico quando le dais, Señor, la mano. No basta una caída i muchas, si os tiene amor, i no a las cosas del mundo para perderse. Va por el valle de la humildad. No puede entender qué es lo que temen de ponerse en el camino de la perfeción. El Señor por quien se nos da a entender quán mala es la seguridad en tan manifiestos peligros, como ai en andar con el hilo de la gente; i como está la verdadera seguridad en procurar ir mui adelante en el camino de Dios. Los ojos en él, i no aya miedo se ponga este sol de justicia, ni nos dege caminar de noche para que nos perdamos, si primero no le dejamos a él. No temen andar entre leones, que cada uno parece quiere llevar un pedazo que son las honras i deleites i contentos semejantes que llama el mundo; i acá parece hace el demonio temer de musarañas. Mil veces me espanto, i diez mil querría hartarme de llorar, i dar voces a todos para decir la gran ceguedad i maldad mía, por si aprovechasse algo para que ellos abriessen los ojos. Ábraselos el que puede por su bondad, i no permita se me tornen a cegar a mí».

12. Las palabras ásperas sirven para causar terror i para significar la misma aspereza o dureza de las cosas. Por esso Miguel de Cervantes Saavedra empezó con ellas los Trabajos de Persiles i Sigismunda, diciendo assí: «Voces dava el bárbaro Cossicurbo a la estrecha boca de una profunda mazmorra, antes sepultura que prisión de muchos cuerpos vivos que en ella estavan sepultados; i, aunque su terrible i espantoso estruendo cerca i lejos se escuchava, de nadie eran entendidas articuladamente las razones que pronunciava, sino de la miserable Cloelia, a quien sus desventuras en aquella profundidad tenían encerrada».

13. Las palabras grandes aprovechan para significar la grandeza de las cosas, i las pequeñas, para lo contrario. De las primeras nos dará egemplo el venerable varón i maestro Juan de Ávila, diciendo assí: «Una de las mayores dignidades a que Dios ha levantado al hombre, es hacerle órgano de su divina voz i oráculo del Espíritu Santo; no reparando para cosa tan grande valerse de un instrumento tan vil, como una lengua de carne, obrando por este medio sus grandezas i consiguiendo sus glorias». I de las palabras pequeñas, devemos este egemplo a don Estevan Manuel de Villegas766:


Beve la tierra fértil,
I a la tierra las plantas;
Las aguas a los vientos,
Los soles a las aguas,
A los soles las lunas,
I las estrellas claras.
¿Pues por qué la bevida
Me vedáis, camaradas?



14. Las palabras sonorosas son mui propias de las alabanzas, i las que no lo son, de las desdichas, como se puede observar en estos dos sonetos de Garci-Lasso de la Vega. El primero en alabanza de don Pedro de Toledo, marqués de Villafranca i virrei de Nápoles, dice assí:


    Claríssimo Marqués, en quien derrama
El cielo quanto bien conoce el mundo;
Si al gran valor en que el sugeto fundo,
I al claro resplandor de uestra llama
    Arribare mi pluma, i do la llama
La voz de uestro nombre alto i profundo;
Seréis vos solo eterno i sin segundo,
I por vos inmortal quien tanto os ama.
    Quanto del largo cielo se desea,
Quanto sobre la tierra se procura;
Todo se halla en vos de parte en parte.
    En fin de solo vos formó natura
Una estraña i no vista al mundo idea;
I hizo igual al pensamiento el arte.



15. El otro soneto es el siguiente:


    Quando me paro a contemplar mi estado,
I a ver los passos por do me ha traído,
Hallo, según por do anduve perdido,
Que a mayor mal pudiera aver llegado.
    Mas quando del camino estó olvido,
A tanto mal no sé por dó he venido.
Sé que me acabo; i más he yo sentido
Ver acabar comigo mi cuidado.
    Yo acabaré que me entregué sin arte
A quien sabrá perderme i acabarme
Si ella quisiere, i aún sabrá querello.
    Que pues mi voluntad puede matarme,
La suya, que no es tanto de mi parte,
Pudiendo, ¿qué hará, sino hacello?



16. Poner gran estudio en estas cosas es propio de niños; descuidar del todo, de ignorantes; afectarlo, indicio de ambiciosa fama de culto. El medio apreciable es medir todo esto con los oídos, cuyo juicio, dijo bien Cicerón767 que es mui sobervio. Dos cosas ai en que se emplea este juicio: el sonido de las letras, o por mejor decir, elementos, i la muchedumbre de sílabas.

17. El sonido de las letras se considera en dos respetos: el uno es la naturaleza de ellas en sí; el otro, su concurso, herimiento o encuentro.

18. En lo que toca al sonido de las letras, la que más suena de las vocales es la A; después la O; luego después la E. Últimamente la I, porque de la U no se hace mérito por su poco sonido.

19. De las consonantes, suenan menos las mudas que las semivocales; i entre las mudas suenan mucho menos las tenues, sino es que con la añadidura del haliento expressado por la letra U, degen de ser tenues.

20. De las semivocales, la L es muelle; la M, firme; la N, seca i de retintín; la R, áspera; la S, silvadora; la X, rechinante; la Z, suave.

21. En la concurrencia de las letras se ha de observar lo siguiente: base de evitar el apóstrofo o concurso de vocales, porque quando sucede, se hiende, se entretiene i como que se desmaya la oración. Don Diego de Saavedra768 pudiera aver dicho sin concurrencia de la segunda vocal i con suavidad: es parte de reformación encarecer las delicias; i dijo menos sonoramente: parte es de reformación encarecer las delicias. La junta de unas mismas letras suena mui mal; i mucho más la de aquellas que se pronuncian con la boca abierta o cóncava, como la A i la O. Por esso los hombres eloqüentes han sido tan cuidadosos en evitar este herimiento, que muchas veces han trocado los géneros de los artículos, como quando dijo frai Luis de León769: «Cierto es que son dos cosas las que entre todas tienen para persuadir eficacia: el amistad i la razón». Pero es menester advertir que esta licencia no passa del artículo. I assí yerran notablemente los que después se valen de la misma licencia en los demás epíthetos aun de la misma sentencia. Pero en las cartas tiene lugar el encuentro de las vocales, porque imitan el lenguage usual, en que no ai tiempo para pensar en esto. También tiene lugar en el estilo sublime, porque esso no desdice dél, puesto que es propio de ánimo abatido i apocado temer ser desestimado por esse concurso, deviendo ponerse la atención más en las cosas que en las palabras, con tal que éstas signifiquen los pensamientos con verdad, que es lo que más importa. Por esso vemos que, aun los más eloqüentes, en unas sentencias evitan estos encuentros i en otras no, como quando dijo don Diego de Saavedra770: «Quéjanse los príncipes de que es su siglo estéril de sugetos i no advierten que ellos le hacen estéril, porque no los buscan: o porque, si los hallan, no los saben hacer lucir con el honor i el empleo; i solamente levantan a aquellos que nacen o viven cerca dellos en que tiene más parte el caso que la elección. Siempre la naturaleza produce grandes varones, pero no siempre se valen dellos los príncipes». En cuyas sentencias se ve el arte con que escrivía: porque pudo aver dicho: «Quéjanse los príncipes de que su siglo es estéril de sugetos»; i prefirió como menos ofensivo de los oídos el concurso de la E, en que es al de la sílaba es, en estéril. También pudo decir, que le hacen estéril; i más quiso decir hiriéndose la segunda vocal, que ellos le hacen estéril, para mayor espressión. Por necessidad dijo a aquellos, i por suavidad dellos, i no de ellos, por ethlipsis, figura prosódica.

22. Fuera de lo dicho no se han de juntar consonantes que en su travazón parezca que se hieren. I ésta es la causa por la qual los perficionadores del lenguage, como Fernando de Herrera, cuidando de la eufonía o buen sentido, sustituyeron en la composición unas letras por otras. I assí, porque la B suena duramente antes de la D, digeron ciudad, i no como antes cibdad. Para evitar semejante dureza de pronunciación, de substancia, digeron sustancia; de perfecto, perfeto, i otros semejantes que se pueden comprovar con muchos millares de testimonios de poetas, por cuyas correspondencias rímicas se averigua mejor la pronunciación de los autores. I no es dificultoso dar la razón, porque unas palabras llegan al oído con más blandura i otras con más dureza, porque es necessario que el sonido sea duro quando se hieren letras que se pronuncian con disposición contraria de la lengua modificadora de la voz i de la boca. Percebimos claramente, que la pronunciación de la B, P, M i otras semejantes a ellas, hacen cerrar la boca; al contrario, la N i la C hacen abrirla. Los griegos llaman a esta contrariedad antitupias, que significa renitencia o resistencia, la qual no sólo se atiende en las letras de diverso órgano o miembro, como si una es del paladar, otra del labio; sino también, si una despide el haliento más muellemente que otra. Tales son la B i P, la C i G, i la D i T. I por esso, para evitar su herimiento, suele corromperse la otra para que la boca no se tuerza con molestia.

23. Además desto se ha de procurar que la última sílaba de la dición que precede, no sea la primera de la que se sigue. Aunque a veces esto mismo se hace por una especie de descuido, tan lejos de ser ofensivo, que antes se tiene por gracia, como el lunar del refrán, según se ve en el concurso de no i nos desta excelente semejanza en que, imitando a Quintiliano, frai Luis de León, hablando de los Nombres de Christo, dijo assí771: «Como el que infunde agua en algún vaso de cuello largo i estrecho, la embía poco a poco i no toda de golpe, assí el Espíritu-Santo, que conoce la estrecheza i angostura de nuestro entendimiento, no nos representa assí toda junta aquella grandeza, sino como en partes nos la ofrece, diciéndonos unas veces algo della debajo de un nombre, i debajo de otro nombre otra cosa otras veces».

24. Pero principalmente se ha de evitar esta concurrencia de sílabas, final i primal, quando de la última de una palabra i primera de la siguiente, se puede formar alguna otra puerca o torpe, vicio que los griegos llaman Kakemphaton i nosotros gazafatón, que quiere decir mal sonido, o por la fealdad de la significación o por su torpeza, si se une la sílaba final con la inicial, de cuyo vicio no se escaparon ni Virgilio, ni Livio, ni el mismo Cicerón. I assí no es mucho que no le ayan evitado en la lengua castellana los hombres más eloqüentes, como quando don Diego Hurtado de Mendoza, dijo: poca gana772.

25. Pero siendo una de las perfeciones más primorosas i agradables de la composición, que las voces de que consta sean correspondientes en su espressión a las cosas significadas, apuntaremos algo del valor de cada uno de los elementos por los quales entiendo aquellas pronunciaciones indivisibles que significamos con las letras; dotrina que si no sirviere para la práctica i egercicio de una perfeta composición rhetórica, a lo menos aprovechará para su conocimiento i para que quando se perciba la imperfeción, se sepa en qué consiste i fácilmente se pueda emendar, lo que es un fruto utilíssimo desta observación.

26. Empezando pues por las vocales, la A es sonorosa. Por esso tiene lugar en las cosas horrorosas. Con sólo abrir la boca i dejando passar la voz que sale del pulmón i estando quieta la lengua, se pronuncia. La lengua española usa mucho desta letra por ser fácil de pronunciar i magnífica.

27. La E conviene a los que lloran, i es más dulce que la A. Por esso acaban en ella muchas voces, como se ve en la mayor parte de los nombres de las letras. Pero su demasiada repetición ofende, como quando dijo Miguel de Cervantes Saavedra773: «Olvidávaseme de decir».

28. La I también conviene a los que lloran i a las cosas febles o delgadas.

29. La O breve es para las cosas repentinas. La O larga para los afectos i para la oración grande i sublime. Los valencianos conocemos i distinguimos bien en nuestra lengua esta diversidad de oes en tort, breve, que significa tordo; i en tort, largo, que significa tuerto. La O llena mucho la boca. En ella acaban muchos nombres españoles i por esso son tan sonorosos.

30. La U es más sonorosa que la E i la I, i menos que la A i que la O. Conviene a las cosas altas i oscuras.

31. La A i la O tienen el sonido más fuerte; la E más sordo, porque se hace en la boca, que retiene el sonido.

32. Matheo Alemán, que es uno de los mejores maestros de la lengua española, nos dará un egemplo que, aunque quizá más fue hijo del acaso o de la costumbre de escrivir bien que del arte, es mui bueno para observar en él muchas perfeciones de la composición ingeniosa i feliz. En la Vida, pues, de San Antonio de Padua, escrita con gran desigualdad de ingenio i de estilo, introdujo a aquel siervo de Dios774 hablándole assí: «A, A, A, niño soi, hállome ignorante: no sé qué poder hablar si Tú, Señor, que perfecionas tus alabanzas en las bocas de los ignorantes i revelas a los pequeñuelos tus grandezas i secretos; Tú que alcanzas con los flacos las vitorias i das caudal a los pobres necessitados, no suples la rudeza de mi entendimiento i das un filo a mis labios en gloria tuya; pues mi facultad es tan pobre i mi saber tan limitado». En este egemplo se ve que la A dos veces repetida prácticamente manifiesta la infancia o el temor i respeto de quien no se atreve a hablar con Dios Uni-Trino; la freqüencia de los monosílabos i la cortedad de los incisos, la pequeñez de quien habla; la abundancia de las vocales sonorosas A i O i la grandeza de las palabras, quando se ensalza a Dios su magnificencia; el uso de las tres vocales menos sonoras, E, I, U, i del diminutivo pequeñuelos, el apocamiento del siervo de Dios.

33. Passando a tratar de las consonantes, la B, que se pronuncia apretando los labios, es buena para denotar la estrechura.

34. La C espressa dos sonidos diferentes: uno con las vocales primera, quarta i quinta, A, O, U, i otro, con las vocales segunda i tercera, E, I. El primer sonido es de garganta, i se forma rompiendo la respiración en el paladar alto estando la boca medianamente abierta i no echando la respiración, sino dejándola salir libremente. En su pronunciación la lengua se retira haci adentro i recogida se encorva un poco i con su cóncavo toca algo el paladar mui adentro, i con tanta suavidad que casi es inperceptible, como se puede observar en la pronunciación del adverbio latino hinc. Esta letra es buena para espressar las cosas con ahínco. Junta con las vocales segunda i tercera E, I, hace otro sonido mui diferente, porque se forma hiriendo la lengua en los dientes inferiores i ahogando la respiración, suena en la boca con alguna violencia i forma un ceceo suave i sutil. Por esso es buena para cosas amorosas i graciosas.

35. La Ch, se pronuncia apretando fuertemente con la punta de la lengua (de manera que ésta se encoja) el paladar superior, inmediato a los dientes i sin tocarlos, dejando salir la respiración de la vocal a que se llega. Es a propósito para significar el dejo de las cosas.

36. La D se pronuncia pegando la lengua a los dientes de arriba, hiriendo la respiración en la misma parte donde ella está, sin hacer que el haliento salga de la boca, sino que se quiebre en ella. Los antiguos latinos solían añadirla en las finales, según se ve en la Coluna Rostrada de Cayo Duilio, que es el monumento público más antiguo que se conserva de los romanos; i en Plauto i Terencio, que dicen med, ted, por me, te; pero en el siglo de Augusto no se usaron tales añadiduras; i en lengua castellana muchos la omiten en las finales; unos por la necessidad de guardar las leyes de la medida de los versos, como Hernando de Herrera en la Elegía 3.


    Suspiros míos que me tenéis muerto,
¿Sueño yo aqueste bien?
Decí, ¿es fingido?
Decid, ¿hermosas lágrimas, es cierto?



Otros por suavidad, como quando dijo el comendador Juan Escrivá:


    Decíme, corazón mío,
¿Quántos males sin favor
Os dio el falso del amor?



37. Para que su repetida i cercana pronunciación no ofenda a los oídos, aprovecha mucho la buena colocación; i assí, Matheo Alemán, que desagradablemente775: «Tanta es la ecelencia que quiso Dios dar a las palabras humanas»; devía aver dicho con suavidad: «Tanta es la ecelencia que Dios quiso dar a las palabras humanas».

38. La F es a propósito para significar los efetos de los vientos, porque es una respiración que suena fuera de la boca i se forma saliendo apremiada, aplicada la lengua al paladar superior i estando los dientes de arriba sobre el labio inferior. Para pronunciarla sobresale algo el labio superior, i los dientes se sobreponen al inferior.

39. La H, más es nota de aspiración que letra. Aprovecha para manifestar el desahogo del ánimo.

40. La L se forma doblando la punta de la lengua i hiriendo el paladar superior con la parte inferior de ella, de manera que luego que se ha doblado i tocado el paladar, se aparta la voz blandamente, i por esso sirve para representar cosas gustosas, como se ve en este egemplo, que contiene una comparación, que santa Teresa de Jesús dice que le puso Dios en su entendimiento776: «Está el alma como un niño que aún mama, quando está a los pechos de su madre i ella, sin que él paladee, échale la leche en la boca por regalarle; ansí es acá que, sin trabajo del entendimiento, está amando la voluntad i quiere el Señor que sin pensarlo entienda que está con él i que sólo trague la leche que su Magestad le pone en la boca, i goce de aquella merced i se goce de gozarla. Mas no quiera entender cómo la goza i qué es lo que goza, sino descuidarse entonces de sí; que quien está cabe ella no se descuidará de ver lo que le conviene. Porque si va a pelear con el entendimiento para darle parte trayéndole consigo, no puede a todo, forzado dejará caer la leche de la boca i pierde aquel mantenimiento divino». Otro egemplo del bueno uso de la L, nos suministra Miguel de Cervantes Saavedra, diciendo assí777: «En esto llegaron corriendo con grita, lililíes i algazara los de las libreas, a donde Don Quijote suspenso i atónito estava; i uno dellos (que era el avisado de Roque) dijo en alta voz a Don Quijote: Bien sea venido a nuestra ciudad el espejo, el farol, la estrella i el norte de toda la cavallería andante, donde más largamente se contiene. Bien sea venido, digo, el valeroso Don Quijote de la Mancha; no el falso, no el ficticio, no el apócrifo, que en falsas historias estos días nos han mostrado, sino el verdadero, el legal i el fiel que nos descrivió Cide Hamete Ben-Engeli, flor de los historiadores». Pero es de advertir en estos egemplos, que de tal manera se usó de la L que no ofende su freqüente repetición; vicio que se llama labdacismo, en que incurrió Gómez Manrique quando dijo:


Las viñas sin viñaderos
Lógranlas los caminantes.
Las cortes sin cavalleros
Son como manos sin guantes.



I Juan Boscán:


I allí tras ella el sol con sus cavallos.



I también:


Los nombres de los quales eran éstos,
Era Leandro el dél, i el della Hero.



I Gregorio Silvestre, en la Fábula de Píramo i Tisbe:


Las almas se traspassaron,
I entre ellas allá passaron
Lo que yo no sé decir,
Que ellas lo saben sentir,
I ellas solas lo gozaron.



41. I el príncipe de Esquilache, quando dijo en un romance778:


    Sólo le ofende i le cansa
Que nunca faltan orejas
A ignorantes maliciosos
De otros necios que los crean.



42. La buena colocación aprovecha mucho para evitar el labdacismo i qualquier otro vicio semejante; i assí huviera podido decir Gómez Manrique sin ofensa del oído: «Las logran los caminantes». Tampoco la tiene el refrán: «Los que los lobos cazan, lobos los matan».

43. Las dos LL también suavizan la oración, i por esso, la R suele convertirse en una dellas, como se ve en estos dulcíssimos versos de Garci-Lasso de la Vega779:


Torno a llorar mis daños porque entiendo
Que es un crudo linage de tormento
Para matar aquel que está sediento
Mostralle el agua, por que está muriendo,
De la qual el cuitado juntamente
La claridad contempla, el ruido siente
Mas quando llega ya para bevella,
Gran espacio se halla lejos della.



I no es menos apreciable estotro egemplo de don Diego Hurtado de Mendoza en el libro segundo de la Guerra de Granada780, descriviendo la buena conduta militar del marqués de Mondéjar: «Tuvo siempre por principal fin pegarse con ellos (los moriscos); no dejar que se afirmassen en un lugar, ni juntassen cuerpo, acometellos, apretallos, seguillos, no dalles ocasión a que le siguiessen, ni mostrarles las espaldas, aunque fuesse para su provecho; recibir los que dellos viniessen a rendirse, disminuillos i desarmallos, i a la fin oprimillos para que, poniéndoles guarniciones, con un pequeño egército pudiesse el rei castigar los culpados, desterrar los sospechosos, deshabitar el reino, si le pluguiesse passar los moradores a otra parte; todo con seguridad i sin costa, antes a la dellos mismos». El oído delicado de quien compone, deve dicernir quándo deve convertir la R en L i quándo no, o para evitar la cadencia semejante, o para variarla. Discretamente, pues, Miguel de Cervantes Saavedra, dejó la R en oírle i la mudó en leerle, diciendo assí781: «¿Pues qué quando citan la Divina Escritura? No dirán sino que son unos santos Thomases i otros dotores de la Iglesia, guardando en esto un decoro tan ingenioso, que en un renglón han pintado un enamorado distraído i en otro hacen un sermoncico christiano, que es un contento i un regalo oírle i leelle». Dionisio Halicarnasseo da la ventaja a la L entre todas las semivocales, i el encuentro que se forma de ella es más suave.

44. La letra M es más muda que todas las otras, porque no espressa otro sonido sino el que rebomba en el cóncavo de la boca estando ella cerrada i pegados los labios. Los romanos la espelieron de muchas dicciones por la elisión o esprimidura. Quintiliano alabó la lengua griega782 porque no tenía voz que feneciesse en M. Lo mismo sucede en las voces puramente castellanas. El mismo Quintiliano la llamó letra mugiente, o bramante. Por esso Garci-Lasso de la Vega oportunamente se valió de ella, quando dijo en la Égloga segunda:


    Las ya desamparadas vacas mías
Por otro tanto tiempo no gustaron
Las verdes hierbas, ni las aguas frías.
    Los pequeños hijuelos que hallaron
Las tetas secas ya de las hambrientas
Madres, bramando al cielo se quejaron.
    Las selvas esta vez también atentas,
Bramando pareció que respondían,
Condolidas del daño i descontentas.



45. Pero siendo esta letra de tan oscuro sonido, no se libró de reprehensión el mismo Garci-Lasso, quando en la misma Égloga, molestamente la repitió diciendo:


Venus, aquel hermoso mozo mira.



46. La letra N se pronuncia tocando el paladar superior cerca de los dientes con lo inferior de la punta de la lengua, teniendo la boca un poco abierta, los labios más i haciendo salir la respiración por la boca i las narices, i como el fruncimiento de éstas es especie de mofa, sirve su sonido para espressarla i también para manifestar las cosas interiores, como quando dijo Matheo Alemán783: «No, no, esso no, que nos tiene más de costa».

47. La P se pronuncia pegando los labios algo más apretadamente que quando se forma la B, atrayendo la respiración i después interrumpiendo violentamente los labios para que salga aquella respiración detenida i no sonorosa. Por cuya causa es letra desagradable i proporcionada para espressar las cosas violentas, como se ve en este egemplo de Matheo Alemán784: «Huvo tenerles el embite por fuerza, trayéndolos, a su pesar, consigo; que no ai peso que assí pese, como lo que pesa una semejante pesadilla».

48. La O es suplidora de la C, i si en algo se distingue su pronunciación es en que en ella hiere la lengua el paladar de arriba, algo más adentro i más fuertemente. I assí lo dicho en la C, junta a las vocales A, O, U, deve aplicarse a la Qu, junta a las vocales E, I. Sirva de egemplo esta antigua cancioncilla:


    Malas nuevas suenen
Destos maldicientes,
Que siempre se mantienen
De sangre de inocentes.
Que digan las gentes,
No se me da nada;
Que quiero a quien me quiere,
I amo i soi amada.



49. Por evitar Soria la dureza de la Q, en lugar de decir Mayor que el que padezco, dijo con suavidad Mayor mal del que padezco, en este ingenioso Villancico:


No me duele aunque es mortal
Mi dolor,
Quanto uestro desamor.
Mayor mal del que padezco
Merezco yo padecer,
I no puedo merecer
Mayor bien del que merezco.
El bien de parte del mal
Del amor;
El mal por quien da dolor.



50. La R se pronuncia pegando la lengua rebuelta haci adentro a la mitad del paladar; i haciendo que la respiración hiera en la misma punta de la lengua i en el paladar con alguna fuerza para hacer vibrar la lengua. En el dialecto de Esparta, por la mayor parte dórico i por esso grandioso, fue mui reprehendido el sonido de la R, freqüente en casi todos sus vocablos, i por esso se decía que parecía que aquella nación imitava a los perros, i que más rifava que hablava. Esta letra conviene a las cosas bastas i no suaves, a la autoridad, valentía, movimiento, aspereza, rencilla, o rabia; i para espressar las cosas espantosas, o que causan ruido. Por esta razón se valió de ella don Alonso de Ercilla, descriviendo una sangrienta pelea deste modo785:


Treme i gime la tierra del horrendo
Furor, con que ambas partes acometen.
Derramando con rabia i fuerza brava
Aquella poca sangre que quedava.



51. También usó mucho de la R Miguel de Cervantes Saavedra, haciendo una hermosa descripción de una salva al salir del día de San Juan786: «Quedóse Don Quijote esperando el día assí a cavallo como estava; i no tardó mucho, quando comenzó a descubrirse por los balcones del oriente la faz de la blanca aurora, alegrando las hierbas i las flores, en lugar de alegrar el oído; aunque al mismo instante alegraron también el oído el son de muchas chirimías i atabales, ruido de cascabeles, trapa, trapa, aparta, aparta de corredores, que al parecer de la ciudad salían. Dio lugar la aurora al sol, que con un rostro mayor que el de una rodela, por el más bajo orizonte poco a poco se iva levantando. Tendieron Don Quijote i Sancho la vista por todas partes, vieron el mar, hasta entonces dellos no visto; parecióles espaciosíssimo i largo, tanto más que las lagunas de Ruidera, que en la Mancha avían visto. Vieron las galeras que estavan en la playa, las quales, abatiendo las tiendas, se descubrieron llenas de flámbulas i gallardetes que tremolavan al viento i besavan i barrían el agua. Dentro sonavan clarines, trompetas i chirimías, que cerca i lejos llenavan el aire de suaves i belicosos acentos. Comenzaron a moverse i a hacer un modo de escaramuza por las sossegadas aguas; correspondiéndoles casi al mismo modo infinitos cavalleros que de la ciudad sobre hermosos cavallos i con vistosas libreas salían. Los soldados de las galeras disparavan infinita artillería, a quien respondían los que estavan en las murallas i fuertes de la ciudad. La artillería gruessa, con espantoso estruendo rompió los vientos, a quien respondían los cañones de crugía de las galeras. El mar alegre, la tierra jocunda, el aire claro (sólo tal vez turbio del humo de la artillería) parece que iva infundiendo i engendrando gusto súbito en todas las gentes.

52. La S espressa el sonido de un silvo bajo mui suave, que se forma con poca respiración, tocando la parte de la lengua en el principio de la encía superior. Las SS de Eurípides, que los griegos llaman polisígmata, desagradaron mucho a los athenienses, cuyos oídos eran delicadíssimos. El silvo se espresa bien por esta letra. Assí dijo don Diego de Saavedra787: «¡Qué furiosos se suelen levantar los vientos!».

53. La T se pronuncia desviándose algo la lengua por la fuerza del haliento, que hiere los dientes i los labios. Su repetición demasiada ofende algo a los oídos, como quando dijo Garci-Lasso788, no sin alguna dureza:


En esto estoi i estaré siempre puesto.



54. I en otra ocasión789:


No es bien que tú te hagas tan esquivo.



55. I Don Ouijote a Sancho Panza790: «En mi buena suerte te tenía librada la paga de tus servicios»; aviendo podido decir con mayor suavidad: «Teníate librada en mi buena suerte la paga de tus servicios». La lengua castellana no tiene final acabada en T, que es una de las circunstancias que hacen sus vocablos más fácilmente pronunciables.

56. La V consonante se pronuncia encorvando algo la lengua i apretando con la parte inferior de ella los dientes superiores i inferiores contiguos, algo abiertos los labios i despidiendo la respiración de esse modo. Esta espressión es mui propia de quien manifiesta su dolor, porque el que le tiene aprieta los dientes sobre los labios, despidiendo assí sus gemidos.

57. Lo dicho baste respeto del valor de las letras, en quanto éste produce vario sonido, o en quanto sirve para espressar con el mismo sonido la correspondencia que ésse tiene con la cosa que significa.

58. Lo otro de que devemos tratar, es la muchedumbre de sílabas, de la qual solamente diré que los vocablos medianos deven ordinariamente aventajarse a los monosílabos i a los largos; porque si se continúan las palabras monosílabas, o muchas cortas, la composición de ellas es desenlazada i no harmoniosa; i al contrario, la continuación de las mui largas, hace tarda i pesada la oración. Conviene, pues, mezclar con las de una o dos sílabas, las que tienen más, esto es, las cortas con las largas; porque esta composición es mui agradable al oído, como la deste soneto:


    ¿Queréis ver, amadores, en qué grado
Amor me hiere, aflige i tormenta?
Estad un poco atentos. Tened cuenta,
Si a ello os da lugar uestro cuidado.
    Después de averme puesto en tal estado,
Que no ai mortal dolor que yo no sienta,
Mil veces me ha jurado que se afrenta
De ver la perfeción do me ha empleado.
    No estoi desto quejoso, pues no ai duda
En no merecer yo mi pensamiento,
Sino de ver amor quán mal me ayuda;
    Que de celos de verme en tal tormento,
Mi lengua turba, ata i hace muda,
Porque decir no pueda lo que siento.



Síguese tratar de la orden, en la qual, si se amplifica, se ha de procurar que la oración no vaya en diminución i que a lo más fuerte no se añada lo más flaco. Como si uno llamasse a alguien sacrílego, no devería añadir que es ladrón, sino al contrario. I assí no deve bajarse del género a la especie; si no es que ésta califique el género i le haga más espressivo, como quando Salicio llamó a su desdeñosa dama falsa, perjura791. I si se tratasse de disminuir algo, se observaría la orden contraria, decendiendo de lo más a lo menos, como lo practicó Lope de Vega Carpio en la siguiente octava792:

59.


Pues siendo el concebir, culpa que a llanto
Tan grave nos condena; el vivir, guerra;
Pena, el nacer; i el fin, mortal espanto,
Que en polvo, en viento, en nada nos encierra;
No se levante de la tierra tanto,
Quien ha de ser gusano de la tierra
Quando buelva a su propio fundamento,
I después de gusano, polvo i viento.



60. Acá pertenece el conocimiento i uso de los aumentativos, de los diminutivos i de los derivativos, en que la lengua española excede a todas las de Europa. Aumentativos, como de hombre, hombrote, hombracho, hombrazo, hombrón, i aumentando más, hombronazo. Diminutivos, como de hombre, hombrete, hombrillo, hombrecillo, hombrecico, hombrecito, hombrezuelo, hombrecejo. Derivativos, como de caudal, acaudalar, acaudalado, acaudalador, caudaloso, caudalosamente.

61. También deve preceder lo que por naturaleza, o dignidad, es más excelente, como la luz respeto de las tinieblas; sino es que se habla chronológicamente, pues entonces cada cosa se irá diciendo según sucedió, como las tinieblas antes que la luz.

62. Assí mismo se han de colocar en primer lugar las cosas que, mudada la orden, serían superfluas. Desta suerte dijo santa Theresa de Jesús793: «Son tan escuras de entender estas cosas interiores, que quien tan poco sabe, como yo, forzado avrá de decir muchas cosas superfluas, i aun desatinadas, para decir alguna que acierte». Donde la discretíssima virgen antepuso el adgetivo superfluas al otro, desatinadas, para guardar la orden devida, procediendo de lo menos a lo más. Faltó a esta orden Miguel de Cervantes Saavedra, quando hablando de Dulcinea del Toboso introdujo a la duquesa, diciendo794: «Que según lo que la fama pregonava de su belleza, tenía por entendido que devía de ser la más bella criatura del orbe, i aun de toda la Mancha», porque nombrado el orbe, ya estava la Mancha comprehendida en él. Pero guardó la orden devida quando dijo en nombre de Sancho Panza795: «¿Sé yo por ventura si en essos goviernos me tiene aparejada el diablo alguna zancadilla donde tropiece i caiga, i me deshaga las muelas?».

63. La lengua castellana pide que los adgetivos freqüentemente se coloquen después de los sustantivos, guardando en esto como en otras muchas cosas la orden de la naturaleza. Assí dijo mui bien don Diego de Saavedra796: «Una vitoria sangrienta más parece porfía de la venganza, que obra de la fortaleza». Pero deverá preceder el adgetivo al sustantivo, si éste rigiere algún genitivo de possessión, para que éste se coloque inmediatamente. Assí dijo el mismo Saavedra797: «Francia no tiene minas de plata, ni oro, i con el trato i pueriles invenciones de hierro, plomo i estaño hace preciosa su industria i se enriquece; i nosotros descuidados perdemos los bienes del mar». También deve preceder el adgetivo quando es distintivo, como otro. I assí, frai Luis de León invirtió la colocación castellana, quando dijo798: «Una muger necia i parlera, como lo son de contino las necias, por más bienes otros que tenga, es intolerable negocio», deviendo decir por más que tenga otros bienes. Ai sentencias en que algún adgetivo no puede preceder al sustantivo, porque éste tiene otro epíteto que le determina. Por esso dijo don Diego de Saavedra799: «Una batalla ganada suele ser principio de felicidad en el vencido i de infelicidad en el vencedor, ciego éste con su furor i advertido aquél en mejorar la suya. Donde se ve que ganada no puede preceder a batalla inmediatamente, porque una deve preceder. Lo mismo sucede quando al sustantivo precede artículo que le determina, como se ve en lo que inmediatamente añadió el mismo Saavedra800: «Lo que no pudieron vencer las armas levantadas, vencen las caídas, i los despojos esparcidos por tierra, cevada en ellos la cudicia de los soldados sin orden ni disciplina». Tampoco puede preceder el adgetivo al nombre numeral; i assí, el rei don Alonso el Sabio en la Lei 2, tít. 23, Partida segunda, no dijo bien: «Desto vienen grandes tres bienes», deviendo decir tres grandes bienes. Porque el adgetivo es epíteto del sustantivo, deve juntarse a él inmediatamente, i lo contrario sólo es permitido a los poetas, como quando Francisco de Aldana, en la carta que dirigió al dotor Benito Arias Montano sobre la contemplación de Dios, i los requisitos della, dijo hablando del alma:


    I passará de buelo a tanta alteza,
Que bolviéndose a ver tan sublimada,
Su misma olvidará naturaleza.



64. La orden que deseamos en las palabras, se ha de guardar también en las sentencias. Assí dijo Cicerón contra Verres801: «Ilícito es atar un ciudadano romano, maldad azotarle, casi parricidio matarle. ¿Qué diré ahorcarle?». Semejantemente Garci-Lasso de la Vega en la Égloga segunda.


    La pena de su ausencia vi mudarse
No en pena, no en congoja, en cruda muerte
I en fuego eterno el alma atormentarse.



65. La colocación de la lengua castellana es más natural que la de la griega i latina, i por esso suele preceder el nominativo al verbo, conforme en este adagio: «Tripas llevan piernas, que no piernas tripas»; i en la siguiente sentencia de Sansón Carrasco802: «Los oficios mudan las costumbres»; i en estotra de don Diego de Saavedra803: «Las discordias domésticas hacen vencedor al enemigo»; i también en este documento del mismo Saavedra804: «Los capitanes prudentes escusan las batallas i los asaltos, i tienen por mayor gloria obligar a que se rinda el enemigo que vencelle con la fuerza».

66. Anticipar el caso al verbo es colocación poética, como quando dijo don Estevan Manuel de Villegas en su Anacreonte805:


Una taza me forja
De plata; pero en ella,
Vulcano, ni me pintes
Armadas, ni peleas.



67. También es propio de poetas anticipar el genitivo al nombre de quien se rige, i assí cantó Garci-Lasso de la Vega:


Por estas asperezas se camina
De la inmortalidad al alto assiento
Do nunca arriba quien de allí declina.



68. I frai Luis de León:


Del monte en la ladera.



69. I don Estevan Manuel de Villegas alternando esta licencia806:


Lo garzo de Minerva,
De Venus lo agradable.



70. Tampoco no permite la prosa castellana que el verbo auxiliar se posponga al adgetivo, auxiliado, según lo practicó Miguel de Cervantes Saavedra, diciendo807: «Quedó el pobre molido, hijadeando i trasudando, sin poder imaginar qué fuesse lo que sucedido le avía». Pero no es cosa nueva ni poco freqüente, en la Galatea i en el Persiles, i Sigismunda, de Cervantes perturbar la colocación, aunque en esto, en su Quijote, i más en las Novelas, procedió con tiento mayor.




ArribaAbajo

Capítulo XVIII

De los incisos, miembros i períodos


1. Tratemos ahora de la dotrina importante del período, empezando por sus partes; de las quales unas son mayores, que los griegos llaman cola, i los latinos miembros; otras son menores, que los griegos llaman comata, i los latinos incisos, como si digéramos cortados.

2. Los gramáticos i los rhetóricos no convienen en las definiciones del inciso, miembro i período, porque aquéllos atienden al sentido de la oración, i éstos a la grandeza o al número. I assí, en sentir de los gramáticos, período es una oración que por sí perficiona la sentencia; miembro es una parte del período, que fuera del período puede perficionar la sentencia; i inciso es una parte del período, que fuera del período no puede perficionar la sentencia. Pero los rhetóricos muchas veces llaman inciso, o miembro, a lo que propiamente no es parte del período, como quando dicen que el que perficiona la sentencia con pocas palabras, habla por incisos o miembros. Esto se entenderá bien con egemplos. Los rhetóricos tienen por inciso esta sentencia: «Uso hace maestro», i por miembro estotra: «También un cabello hace sombra»; «Cada pajarilla tiene su higadilla». Pero los gramáticos tienen a unas i a otras por período, porque cada una de por sí tiene lleno sentido.

3. El inciso i el miembro, según Quintiliano, se diferencian en el número. Porque este gran maestro de la eloqüencia quiere que el inciso sea una sentencia perfeta sin completar el número; i el miembro, una sentencia numerosa, pero cortada del cuerpo de la oración i que por sí nada hace. I assí es inciso perfeto éste: «Afición ciega razón», donde ai siete sílabas, que son las que puede tener un inciso regulado. Pero ai incisos menores, como en el egemplo siguiente de Miguel de Cervantes Saavedra808: «Desnudo nací, desnudo me hallo, ni pierdo, ni gano». I en estotro de don Diego de Saavedra809: «El que más sabe i ha visto más cree i fía menos». Otros distinguen el inciso i el miembro por la grandeza, diciendo que el inciso se estiende de dos sílabas hasta siete; i que si passa de allí, es miembro. Assí en este refrán: «Quien a mano agena espera, si mal yanta, peor cena», en sentir de los tales ai un miembro i dos incisos.

4. El inciso, pues, o se halla fuera del período i puede perficionar una cumplida sentencia; o es parte del período, i consiguientemente no significa cosa perfeta en el sentido.

5. Los incisos, fuera del período, se freqüentan en la oración perturbada i vehemente, como en aquella de Don Quijote contra unos harrieros810: «De vosotros, sohez i baja canalla, no hago caso alguno; tirad, llegad, venid i ofendedme quanto pudiéredes, que vosotros veréis el pago que lleváis de uestra sandez i demasía». I en la que consta de interrogaciones i respuestas, como ésta de Severino Boecio811: «Sucede, pues, que el que uno ve trasformado por los vicios, puede pensar que no es hombre. ¿Hierve por causa de la avaricia el violento robador de las riquezas agenas? Dirás que es semejante al lobo. ¿El feroz i el inquieto egercita la lengua en contiendas? Es comparable al perro. ¿El assechador se regocija de aver hurtado con engaños ocultos? Iguálese con las zorrillas. ¿El destemplado en la ira brama? Créase que tiene ánimo de león. ¿El pavoroso i huidizo teme lo que no deve temer? Es tenido por semejante a los ciervos. ¿El perezoso i estúpido está entorpecido? Vive como asno. ¿El ligero i inconstante muda las aficiones? En nada se diferencia de las aves. ¿Se zabulle en las feas i inmundas liviandades? Se detiene en el deleite de una sucia lechona. Assí sucede que el que, desertada la bondad, deja de ser hombre, no pudiendo passar a la condición divina, se convierte en bestia». También suelen decirse con incisos los apofthegmas o dichos sentenciosos, como: «Quien bien ama, tarde olvida»; «Más vale vergüenza en cara, que mancilla en corazón»; «El covarde arremete, el fuerte espera».

6. Assí como el inciso, del mismo modo el miembro o es parte del período o no. Fuera del período perficiona la sentencia en realidad; en el período no en la realidad, sino en el poder; porque si se aparta del período, llenará la sentencia. Pongo por egemplo: En este período, «Siendo propio de christianos hacer bien i ser murmurado, este juicio temerario a nadie deve alterar», ai dos miembros. Uno i otro, según están puestos en el período, suspenden el ánimo; pero cada uno de por sí puede henchir la sentencia, porque ésta es perfeta: «Es propio de christianos hacer bien i sufrir murmuraciones»; i también estotra es perfeta: «Este juicio temerario a nadie deve alterar».

7. El miembro, o es sencillo, que no se resuelve en incisos, o compuesto, porque consta de incisos.

8. Sencillo es: «El perezoso tenga la hormiga delante del ojo».

9. Compuesto: «El discreto dissimula la injuria con sossiego; el necio córrese luego».

10. Fuera desto, los miembros, unos son breves, que se contienen dentro de la setena o decena sílaba; otros medianos, dentro de la docena, o décima setena, o dieziochena sílaba; otros largos, que exceden este número. Los quales pueden ser de veinte i quatro sílabas i aún de más.

11. Los miembros breves tienen lugar en las causas menores i donde quiera que se aya de pelear esforzada i valerosamente. También en las narraciones, eceptuando las que se hacen por causa de adorno: porque a éstas conviene una contestura lisa i corriente. Tal es en el Libro quarto contra Verres la narración del rapto de Proserpina812.

12. Pero los miembros medianos i largos, se han de usar en los panegíricos i en las causas más graves, i principalmente, en sus exordios, como se ve en el Panathenaico de Isócrates i en la Oración de Cicerón por Milón.

13. Aviendo tratado del inciso, i del miembro, i de las partes del período, tratemos ahora de su esplicación. El período, dicho assí en griego porque la oración corre como encerrada en una redondez, se llama en latín comprehensio, circumscriptio, continuatio, circuitus, verborum orbis & ambitus813.

14. Pero para conocer mejor qué es lo que se entiende por redondez, se ha de saber que ai dos géneros de decir: uno natural i otro artificial. Aquí hablo de la naturalidad i artificio en quanto se refieren a la composición rhetórica, no a la manera de pensar.

15. El género de decir natural ya corre por incisos, ya por miembros, ya de uno i ya de otro modo, i no pone límites a la oración, sino que deja que corra hasta que la necessidad del sentido la finalice. Esta manera de decir se llama continuada i pendiente, qual es ésta de Matheo Alemán en la Vida de San Antonio de Padua814: «Milagro quiere decir cosa maravillosa i extraordinaria de las que comúnmente vemos i se tratan. I, aunque quanto Dios tiene criado, desde la más desechada hasta la más levantada máquina i sutil harmonía del cielo, todo es milagro, incomprehensible i admirable, de tal manera que los ingenios de los hombres ni saber de los ángeles podrían por sí criar algo de todo, aun lo más ordinario i fácil. Después que Dios les dio ser i graduó en su lugar a cada una, las dejó remitidas a sí mismas con todo lo necessario: a los árboles, que viviendo creciessen i creciendo fructificassen; a las bestias, que creciendo sintiessen, i sintiendo, por un cierto instinto engendrassen; a los hombres, que creciendo i sintiendo, discurriessen con entendimiento i libre alvedrío. Esta fue la obra de mayor perfeción en las de la tierra, por ser calificada i divina poco menos que la de los ángeles. Ordenó juntamente que las aguas corriessen, que el sol alumbrasse, que los elementos i calidades dispusiessen, cada una conforme a la que se le dio en su principio; i esto es lo que comúnmente decimos obra de naturaleza: que cada género, cada especie i cada individuo siga la suya por aquel camino que le fue ordenado por el autor celestial della. I sería para nosotros milagro lo contrario, si acaso aconteciesse que, o el sol no alumbrasse, que abrasasse la nieve, que las brasas de fuego refrescassen o el agua endurecida no mojasse, porque cada cosa destas tiene su límite, sin poder alterar ni exceder un punto de aquello para que fueron criadas. I la llamaríamos obra sobrenatural, sólo a Dios perteneciente, i no a los ángeles, ni santos, ni a su madre misma la Virgen Santíssima nuestra Señora».

16. El género de decir artificial, ni con la brevedad deja burlados los oídos, ni con la longura los sacia; sino que pone ciertos límites a la oración i la llena con una harmonía agradable, como lo practicó el mismo Matheo Alemán en dos hermosas descripciones, una del susurro i otra de la fama, que por ser elegantes merecen trasladarse aquí815: «Queriendo el vulgo pintar con mucha propiedad a la fama, i después de averlo mui bien soñado, como las más cosas i obras de su estudio que nunca tienen otro fundamento, formó un ligeríssimo animal que igualava con su velocidad al rayo. Era monstruosa su hechura, por ser compuesto su cuerpo todo de orejas, ojos i lenguas. De manera que hablava lo que vía i pregonava lo que oía, no aceptando cosas ni reservando casos. Eran las lenguas muchas i hablava mucho, i por ser varias, desvariava con ellas en quanto decía. Negava en un lugar lo que afirmava en otro; era corto de vista i formava dos bultos con una sombra. En las obras era inconstante, atrevido en hablar; i en el oír, desconsiderado; en su movimiento, fácil; en el proceder, bullicioso, i todo en todo sin orden, lo qual heredó de su madre la alabanza, cuyo hijo digeron ser nacido a hurto, i de padre no de mejores costumbres. Pintaron éstos (como dice la filosofía, que cada qual engendra su semejante) lo que les quadrava más i mejor sintieron; mas todos erraron, porque la verdadera fama se pinta por una hermossísima doncella, hija legítima del caso i de la verdad. Su buelo es prudente; muévese mui a espacio; camina con sagacidad; i llega siempre, aunque se tarde. Son sus alas de varias colores de plumagería, todas llenas de lucidíssimos ojos más claros que de un lince, i teniendo tantos para ver, no se le conoce más de una lengua para hablar. Pregona sus mensages por voz de trompeta, siempre con un mismo sonido, no contrahecho, ni mentiroso, como hija de tales padres. Desta fama se sirve Dios. Es el nuncio de sus mensagerías, pregonera de sus verdades correo de sus despachos».

17. Si el género de decir artificial se contiene en quatro miembros o en menos, se llama período; i si passa de esse número, se llama género de decir periódico, porque es semejante a período.

18. Aristóteles dice816 que período es una manera de decir que por sí tiene principio i fin, i una grandeza sensible. Esta definición requiere dos cosas. La una es que el período tenga principio i fin, no de otra parte, como sucede en la eromene, esto es, en la oración no terminada, sino por sí.

19. La otra cosa que requiere es que tenga una grandeza sensible, esto es, que fácilmente sea perceptible, qual es la composición de las palabras redondeadas i como encerrada en una redondez.

20. Para esplicar mejor el pensamiento de Aristóteles, podemos decir que período es una oración redondeada que por sí tiene principio i fin, i tal grandeza en la redondez, que con una ogeada fácilmente se ve; o por decirlo más claramente, con un acto de atención sencilla fácilmente se percibe, i percibida, mueve deleitando.

21. Siguiendo la misma dotrina i conformándose algunos con Cicerón817, dicen que período es una oración que, como encerrada en una redondez, corre hasta que se perficionen las sentencias que contiene; i semejante a esta definición es la de Cornificio, que dijo ser818 una freqüentación espesa i continuada de palabras con perfeción de sentencias.

22. Si cotejamos los períodos, son más aventajados los epicheiremáticos, esto es, los que contienen argumentos; i los entimemáticos, esto es, los que constan de partes contrarias, de tal manera que Hermógenes solamente a estos dio el nombre de períodos. Un sabio egemplo de la primera especie de períodos, nos dará Matheo Alemán diciendo819: «Si en este tiempo se hiciera la lei, en que dieron en Castilla la mitad de multiplicado a las mugeres, a fe que no sólo no se lo dieran, empero que se lo quitaran de la dote. Devían entonces de ayudarlo a ganar; empero agora no se desvelan, sino en cómo acabarlo de gastar i consumir». De la segunda especie san Pablo820: «Para alcanzar (dice) una corona corruptible, se abstienen éstos de todas cosas (que pueden disminuir las fuerzas corporales); pero nosotros una, que no se corrompe». En el egemplo antecedente de Matheo Alemán, se puede observar que usó de una i de otra especie de períodos; i también san Juan en el siguiente821: «Amemos pues a Dios, porque Dios nos amó primero. Si alguno digere: Yo amo a Dios, i aborreciere a su hermano, éste tal es mentiroso. El que no ama a su hermano, a quien ve, ¿cómo puede amar a Dios, a quien no ve? I este mandamiento tenemos de Dios, que el que ama a Dios, ame también a su hermano».

23. Aviendo tratado hasta aquí del período en general, tratemos ahora de su división en particular.

24. El período, o es sencillo, o de dos miembros, o de tres, o de quatro, i sus nombres griegos son apheles, dicolos, tricolos i tetracolos.

25. Quando decimos que ai períodos sencillos, no se ha de entender que puede aver algún período que no tenga dos partes, comúnmente llamadas prótasis i apódosis, sino que se llama sencillo, porque solamente consta de un miembro, aunque este miembro comprehenda dos incisos, de los quales el primero constituye la prótasis o proposición, i el postrero, la apódosis, que los latinos llaman redditio, i nosotros, esplicación de la proposición. Pongo por egemplo: «Lo que no hurtan ladrones, parece en rincones». Aquí la prótasis o proposición, i la apódosis o la declaración, es inciso o casi inciso. Digo que es inciso, atendiendo a la opinión de los que dicen que el inciso a lo más es de siete silabas. Pero aunque aya ocho, se tendrá por inciso, i se juntará a otro inciso, como en el egemplo antecedente, en que los dos incisos forman un período i no un miembro, porque la oración está redondeada i tiene dobladura o reflexión por la apódosis o declaración.

26. Egemplo del período dicolos o de dos miembros, es éste: «El que no tiene temor de Dios, no podrá ser justificado822 ». I estos solos: «Todo lo que se compra es más barato»; «La mala llaga sana, la mala fama mata».

27. Egemplo de período tricolos o de tres miembros, el siguiente de san Juan Evangelista823: «Este mandamiento tenemos de Dios: que el que ama a Dios, ama a su hermano». I el refrán que dice: «Quien me quiere, díceme lo que sabe i dame lo que tiene»; «En este mundo cansado, ni bien cumplido, ni bien acabado».

28. Finalmente, egemplo de período tetracolos o de quatro miembros, en éste de san Pablo824: «No los que solamente oyen la lei son justos para con Dios, sino los que la ponen por obra serán justificados». I este refrán: «Quien da, i no da siempre quanto da, tanto pierde»; «El mucho hablar es dañoso, i el mucho callar, no es provechoso».

29. A lo más el período es de quatro miembros, según enseñan Demetrio Falereo o quien quier que sea el autor del librito de la Elocución, Hermógenes i Terenciano Mauro.

30. Pero algunas veces también se tienen por períodos los que constan de cinco miembros, con tal que estos sean breves, de manera que no excedan la cantidad de quatro miembros mayorcitos, o por esplicarnos, según Cicerón825, si la oración redondeada no excediere la cantidad de quatro versos heroicos. Sirva de egemplo lo que dijo don Diego de Saavedra826: «Lo que se promete i no se cumple, lo recibe por afrenta el superior, por injusticia el igual i por tiranía el inferior». Con igual hermosura dijo santa Theresa de Jesús827: «Son las almas que no tienen oración, como un cuerpo con perlesía o tullido, que, aunque tiene pies i manos, no los puede mandar».

31. Los períodos cuyos miembros son iguales o casi iguales, son elegantíssimos, i esta manera de hablar se llama en griego isocolon, i en latín compar, i en español igualdad de miembros. Don Diego de Saavedra nos dará, como suele, un sabio egemplo828: «No ai palabra del príncipe que no tenga su efeto. Dichas sobre negocios, son órdenes; sobre delitos, sentencia; i sobre promessas, obligación».

32. Esta hermosura de decir no se ha de procurar conseguir con la cuenta de las sílabas, que es cuidado pueril, sino con la lición, uso i egercicio, que facilitan que por cierto sentimiento i gusto del entendimiento percebido por el oído, se haga un miembro igual al antecedente. I por esso se ve que, aun los que sabemos que nunca cuidaron de tal artificio, le practicaron felicíssimamente, como santa Theresa de Jesús en los tres miembros primeros deste período, que se halla en el fin de sus celestiales Avisos: «Tu deseo sea ver a Dios; tu temor, si le has de perder; tu dolor, que no le gozas, i tu gozo, de lo que te puede llevar allá, i vivirás con gran paz». El quarto miembro es algo más largo, porque la santa no pensava en hacerlos todos iguales. I es cosa digna de advertirse que en este período se contiene la división de las passiones del apetito sensitivo, gozo i dolor, esperanza i temor.

33. De los períodos que son de tres o quatro miembros, aquéllos hacen la oración más animada i vehemente, que tienen el miembro postrero más breve, como quando dijo Isaías829: «Si fueren uestros pecados como el carmesí, serán emblanquecidos como la nieve; i si fueren bermejos como la púrpura, serán blancos como la lana». Pero, si se atiende al adorno, se prefieren los períodos cuyo postrer miembro es más largo que los antecedentes, como quando dijo don Diego de Saavedra830: «Si en España huviera sido menos pródiga la guerra i más económica la paz, se huviera levantado con el dominio universal de todo el mundo».

34. Si ocurriesse al pensamiento alguna sentencia más larga de lo que es menester para poderla contener i encerrar en un período, se podrá cortar en muchas partes, para que de cada una de ellas se forme un período. Pondré un egemplo con que prácticamente se declare esto. Don Diego de Saavedra escrivió assí831: «Aviendo dos modos de tratar los agravios, uno por tela de juicio, el qual es propio de los hombres, i otro por la fuerza, que es común a los animales, si no se puede usar de aquél, es menester usar deste quando interviniere causa justa i fuere también justa la intención i legítima la autoridad del príncipe». Esto mismo se reducirá a períodos deste modo: «Aviendo dos modos de tratar los agravios, uno por tela de juicio i otro por la fuerza, si no se puede usar de aquél, es menester usar deste. El primero, que conviene al estado de la paz, es propio de los hombres; el segundo, que se practica en el estado guerrero, es común a los animales. Deviendo pues prevalecer la paz a la guerra i la razón a la fuerza, tendrá ésta lugar quando interviniere causa justa i fuere también justa la intención, i la autoridad del príncipe legítima».

35. Quintiliano aconsejó832 que se usasse de períodos en los proemios de las causas graves, quando el assunto pide afán, recomendación, misericordia (como lo practicó Cicerón en la oración en defensa de Cecina) en los lugares comunes, en las amplificaciones i también en los epílogos. Cornificio dice833 que también en la sentencia, en la contrariedad i en esplicar la conclusión. Por evitar proligidad, pondré egemplo del decir periódico en un lugar común, qual es el de la riqueza, i al mismo tiempo servirá de egemplo para la amplificación i manera de decir sentenciosamente, aprovechándome de la pluma de Matheo Alemán, mui inclinado al decir sentencioso. Dice assí834: «Quando con algún fin quiere alguno acreditar su mentira para traher a su propósito testigos, busca una fuente, lago, piedra, metal, árbol o hierba con quien la prueva i luego alega que lo dicen los naturales. Desta manera se les han levantado millares de testimonios. Él es el que miente i cárgaselo a ellos. Yo aquí haré al revés: porque no mintiendo, diré su mentira, i no porque lo parece i deve de ser verdad, pues Apolonio Tianeo lo toma por su cuenta i dice aver visto una piedra que llaman pantarba, reina de todas las piedras, en quien obra el sol con tanta virtud, que tiene todas aquellas que tienen todas las piedras del mundo, haciendo sus mismos efetos. I de la manera que la piedra imán atrahe a sí el acero, esta pantarba atrahe todas las otras piedras, preservando de todo mortal veneno a quien consigo la tiene. Con esta piedra se pudiera bien comparar la riqueza, pues hallarán en ella quantas virtudes tienen todas las cosas. Ella las atrahe a sí, preservando de todo, veneno a quien la posseyere. Todo lo hace i obra. Es ferocíssima bestia. Todo lo vence, tropella i manda. Todo lo trahe sugeto a su poder, la tierra i lo contenido en ella. Con la riqueza se doman los ferocíssimos animales. No se le resiste pece grande ni pequeño en los cóncavos i huecos de las peñas sumergidas debajo del agua, ni le huyen las aves de más ligeríssimo buelo; desentraña lo más profundo sobre que hacen estribo los montes altíssimos, i saca secas las imperceptibles arenas que cubre la mar en su más profundo piélago. ¿Qué alturas no allanó? ¿Quáles dificultades no venció? ¿Qué impossibles no facilitó? ¿En qué peligros le faltó seguridad? ¿A quáles adversidades no halló remedio? ¿Qué deseó, que no alcanzasse? ¿O qué lei hizo que no se obedeciesse? I siendo, como es, un tan ponzoñoso veneno, que no solo, como el basilisco, siendo mirado, mata los cuerpos, empero con solo el deseo, siendo codiciada, infierna las almas; es juntamente con esto athriaca de sus mismos daños. En ella está su contraveneno, si, como de condito eficaz, quisieren aprovecharse della. La riqueza de suyo i en sí, no tiene honra, ciencia, poder, valor ni otro bien, pena, ni gloria, más de aquella para que cada una la encamina. Es como el camaleón, que toma la color de aquella cosa sobre que se assienta; o como la naturaleza del agua del lago Feneo, de quien dicen los de Arcadia, que quien la beve de noche, enferma; i sana si la beve después del sol salido. Quien huviera adolecido guardando i athesorando de noche secretamente con cargo de su conciencia, en saliendo la luz del sol, conocimiento verdadero de su pecado, será sano. Ni se condena el rico ni se salva el pobre, por ser el uno pobre i el otro rico, sino por el uso dello. Que si el rico athesora i el pobre codicia, ni el rico es rico, ni el pobre, pobre; i se condenan ambos. Aquella se podrá llamar suma i verdadera riqueza, que posseída se desprecia; que sólo sirve al remedio de las necessidades; que se comunica con los buenos i se reparte por los amigos. Lo mejor i más que tienen, es lo que menos dellas tienen por ser tan ocasionadas en los hombres. Ellas de suyo son dulces, i golosos ellos. La manzana corre peligro en las puyas del erizo. La providencia divina para bien mayor nuestro, aviendo de repartir sus dones, no cargándolos todos a una banda, los fue disponiendo en diferentes modos i personas para que se salvassen todos. Hizo poderosos i necessitados. A ricos dio los bienes temporales, i los espirituales a los pobres; porque distribuyendo el rico su riqueza con el pobre, de allí comprasse la gracia; i quedando ambos iguales, igualmente ganassen el cielo. Con llave dorada se abre. También ai ganzúas para él. Pero no por solo mantener, se podrá más merecer; sino por más despreciar. Que sin comparación es mucho mayor la riqueza del pobre contento, que la del rico sediento. El que no la quiere, aquesse la tiene. A esse le sobra, i sólo él podrá llamarse rico, sabio, honrado. I si el cuerpo echasse la cuerda i quisiesse medir lo que ha menester con lo que tiene, nuestra naturaleza con poco se contenta, i mucho le sobraría. Empero, si como loco alarga la soga i quiere abrazar lo que tiene con lo que desea, hincha Dios essa medida; que con quanto el mundo tiene, será pobre. Para el de mal contento es en todo poco. Mucho le faltará por mucho que tenga. Nunca el ojo codicioso dirá, como no lo dicen la mar i el infierno: Ya me basta».

36. Pero no se ha de usar mui continuadamente de la composición periódica, sino que se han de entremezclar miembros i incisos, para que la uniformidad no parezca estudiada i fastidie, i la variedad sencilla sea más agradable como se ve en el egemplo siguiente de don Diego de Saavedra835: «Las más robustas fuerzas no bastan a sustentar las fatigas del imperio. Si el trabajo es continuo, derriba la salud i entorpece el ánimo. Si el ocio es con excesso, enflaquece al uno i al otro. Sea pues éste como el riego en las plantas, que las sustente, no las ahogue; i como el sueño en los hombres, que templado, conforta; demasiado, debilita. Ningunos divertimientos mejores, que aquellos en que se recrea i queda enseñado el ánimo, como en la conversación de hombres insignes en letras o en armas».

37. Hasta aquí de los períodos. Si se passa más allá de los tetracolos o quadrimembres i con todo esso la oración prosiguiere como si fuere periódica, se podrá también llamar assí, como se ve en este hermoso egemplo de santa Theresa de Jesús836: «Alma descontenta es como quien tiene gran hastío, que por bueno que sea el manjar, le da en rostro; i lo que los santos comen con gran gusto, le hace asco en el estómago».

38. Pero si lo que se dice no se termina con artificio, sino con las fuerzas del que dice, se llama pneuma o espíritu. Porque pneuma es una composición que llena la sentencia medida con miembros i incisos, según el haliento del orador que se perficiona con su voz; o por decirlo de otro modo, es una oración que con incisos i miembros sin redondeamiento de palabras alarga la sentencia quanto lo permite el haliento del que dice, como se ve en el egemplo siguiente de don Diego de Saavedra837: «Dejo considerar a quien toca si el excesso de eclesiásticos i el multiplicarse en sí mismas las religiones, es desigual al poder de los seglares que los han de sustentar, o dañoso al mismo fin de la Iglesia en que ya la providencia de los sagrados cánones i decretos apostólicos previnieron el remedio, aviendo el Concilio Lateranense, en tiempo de Inocencio Tercero, prohibido la introducción de nuevas religiones».

39. El pneuma tiene su principal lugar, quando se cuentan grandes sucessos o se habla de cosas mui graves, como quando san Pablo, en la Carta primera a los Corinthios838, dijo assí divinamente: «Si hablare en las lenguas de los hombres i de los ángeles, pero no tuviere caridad, soi como el metal que resuena o como la campana que retiñe. I si tuviere (don de) profecía, i entendiere todos los misterios i todas las ciencias, i si tuviere toda la fe, de manera que traspassare los montes de una parte a otra, pero no tuviere caridad, nada soi; i si repartiere en dar de comer a los pobres toda mi hacienda i si entregare mi cuerpo para ser quemado pero no tuviere caridad, nada me aprovecha».

40. Si el pneuma se alarga más de lo que pueda aguantar el haliento natural del orador, se llama tasis. I assí se diferencian el pneuma i la tasis, en que aquél se acomoda al haliento del orador i ésta le excede por ser un pneuma demasiadamente largo.

41. Ai dos maneras de tasis, es a saber, catáphora, que quiere decir ímpetu, i tasis tomada específicamente. Se diferencian en la presteza i tardanza, i en las personas; porque la catáfora corre velozmente i conviene al acusador, i la tasis es más pausada, i usa de ella el que se defiende. Elegante catáfora es ésta de don Diego Hurtado de Mendoza839: «Viose un tiempo en el qual los enemigos (o estuviessen rendidos o sobresanados) pudieron con facilidad i poca costa ser oprimidos, i venirse al término que después se vino, de castigo, de opressión o de destierro; o sacándolos a morar en Castilla, poblar la tierra de nuevos habitadores, sin pérdida de tanto tiempo, gente i dineros; sin hambre, sin enfermedad, sin violencia de vassallos. No son los hombres jueces de los pensamientos i motivos de los reyes, pero mucho puede en el ánimo de un príncipe ofendido por caso de rebelión o desacato, la relación, aunque interessada o apassionada, que le inclina a rigor i venganza; porque qualquier tiempo con que se dilata, aunque sea para mayor oportunidad, le parece estorbo». Pero no es menos elegante la siguiente tasis del mismo don Diego, varón a todas luces grande i singular entre grandes. Dice assí en la prefación de la Guerra de Granada: «Bien sé que muchas cosas de las que escriviré, parecerán a algunos livianas i menudas para historia, comparadas a las grandes que de España se hallan escritas; guerras largas de varios sucessos, tomas i desolaciones de ciudades populosas, reyes vencidos i presos, discordias entre padres i hijos, hermanos i hermanas, suegros i hiernos, desposseídos, restituidos i otra vez desposseídos, muertos a hierro, acabados linages, mudadas sucessiones de reinos: libre i estendido campo i ancha salida para escritores. Yo escogí camino más estrecho, trabajoso, estéril i sin gloria, pero provechoso i de fruto para los que adelante vinieren; comienzos bajos, rebelión de salteadores, junta de esclavos, tumulto de villanos, competencias, odios, ambiciones i pretensiones; dilación de provisiones, falta de dinero, inconvenientes o no creídos o tenidos en poco; remisión i flogedad en ánimos acostumbrados a entender, proveer i dissimular mayores cosas. I assí no será cuidado perdido considerar de quán livianos principios i causas particulares se viene a colmo de grandes trabajos, dificultades i daños públicos, i quasi fuera de remedio. Veráse una guerra al parecer tenida en poco i liviana dentro de casa; mas fuera estimada i de gran coyuntura, que en quanto duró, tuvo atentos i no sin esperanza los ánimos de principes, amigos i enemigos, lejos i cerca; primero cubierta i sobresanada, i al fin descubierta, parte con el miedo i la industria, i parte criada con el arte i ambición. La gente que dige pocos a pocos junta, representada en forma de egércitos; necessitada España a mover sus fuerzas para atajar el fuego; el rei salir de su reposo i acercarse a ella; encomendar la empressa a don Juan de Austria su hermano, hijo del emperador don Carlos, a quien la obligación de las vitorias del padre, moviesse a dar la cuenta de sí, que nos muestra el sucesso: en fin pelearse cada día con enemigos, frío, calor, hambre, falta de municiones, de aparejos en todas partes, daños nuevos, muertes a la continua, hasta que vimos a los enemigos, nación belicosa, entera, armada i confiada en el sitio, en el favor de los bárbaros i turcos, vencida, rendida, sacada de su tierra i desposseída de sus casas i bienes; presos i atados hombres i mugeres, niños cautivos vendidos en almoneda o llevados a habitar a tierras lejos de la suya; cautiverio i transmigración no menor que las que de otras gentes se leen por las historias; vitoria dudosa i de sucessos tan peligrosos, que alguna vez se tuvo duda si éramos nosotros o los enemigos los a quien Dios quería castigar; hasta que el fin della descubrió que nosotros éramos los amenazados i ellos los castigados. Agradezcan i acepten esta mi voluntad libre, i lejos de todas las causas de odio o de amor, los que quisieren tomar egemplo o escarmiento, que sólo esto pretendo por remuneración de mi trabajo, sin que de mi nombre quede otra memoria». ¡Gran decifl, para el qual es necessario un haliento extraordinario para no alcanzarse un huelgo a otro.




ArribaAbajo

Capítulo XIX

Del número rhetórico


1. Por número rhetórico entendemos un sonido conveniente de la sentencia, el qual proviene de la composición de sus partes.

2. El número, o es poético o oratorio. No es propio de nuestro assunto tratar del poético.

3. Aristóteles definió el número oratorio, cierta rima no procurada, ni sonorosa, como es la que se halla en las poesías i cantos, i en los refranes, casi todos compuestos con sus medidas poéticas; sino de tal manera dissimulado i disfrazado, que con todo esso se perciba i cierre la oración con agradable fin. Cicerón se esplicó840 de modo que parece que entendió por número cierta medida o cadencia de la oración que nace de la bien proporcionada mezcla de los pies i tiempos de que consta. Esperimentamos que invirtiendo la colocación rímica, no sólo cessa la rima sino también la harmonía. Agraciadamente se dice: «Dios conmigo, yo con él; Dios delante, yo tras él»; pero cessará esta harmonía i belleza diciendo assí: «Yo con Dios, él conmigo; yo tras Dios, él delante». I lo que es más, aun observando las leyes de versificar, solamente con la trasposición de una sílaba, es el verso menos o más harmonioso; menos, en este verso según la composición española:


En lo que más valgo, menos merezco.



Más, en el mismo verso compuesto según la cadencia italiana:


En lo que valgo más, menos merezco



De manera que aun constando el verso de los pies que deve tener, hace el escogimiento i la colocación de las palabras, que lo que es verso no lo parezca, como quando el capitán Francisco de Aldana escriviendo a Benito Arias Montano dijo:


No digo más sobre esto, que podría.



I en su Faetonte:


I por la frente descubría mil venas.



I poco después:


Los ojos reducían a contemplarlo.



4. Esto mismo puede suceder en la prosa, en la qual ai sentencias en cuyas palabras no puede aver colocaciones varias, sino una sola, como se ve en ésta de don Diego de Saavedra841: «Premiar al malo ocupándole en los puestos de la república, es acovardar al bueno i dar fuerzas i poder a la malicia». Pero en otras sentencias puede variarse la colocación i deve escogerse la más numerosa i más agradable a los oídos. Dejaría de serlo tal i ofendería a los oídos la cercanía de las MM i NN, si se digesse assí: «Se ha de escrivir diferentemente un mismo negocio a un ministro flemático, que a un colérico; a un tímido, que a un arrojado»; pero más harmoniosa i llenamente dijo don Diego de Saavedra842: «Un mismo negocio se ha de escrivir diferentemente a un ministro flemático, que a un colérico; a un tímido, que a un arrojado».

5. Diomedes, célebre gramático, escrivió que son necios los que dicen que la prosa no tiene pies. Verdad es, que en ella apenas son perceptibles sino en los principios i fines de las cláusulas. I si esto sucede en la lengua latina harmoniosa en todas las sílabas, mucho más en la castellana, aviendo sido frai Luis de León el primero que por arte escrivió numerosamente en la lengua castellana, como lo dijo el mismo en la Dedicatoria del libro tercero de los Nombres de Christo; i se puede afirmar que casi ha sido el único. I no es mucho, no aviéndose escrito en dicha lengua sobre este assunto cosa digna de atención, sin duda por la gran dificultad de tratar dél, la qual procuraremos vencer de la manera possible i más acomodable a la lengua castellana.

6. El número, pues, pide distinción, i aviéndola observado los antiguos, distinguieron las sílabas largas de las breves i notaron las ambiguas. Idearon después ciertas juntas de dos, de tres, o de más sílabas distinguiéndolas según la varia colocación de las sílabas largas o breves, entendiendo por largas aquéllas en cuya pronunciación se gastan dos tiempos, como en la última sílaba de cartón; i por breves, aquéllas en cuya pronunciación se gasta uno, como en la última de carta. I llamaron pies a las referidas juntas de sílabas, porque por ellos determinaron de qué manera caminava el verso, tarda o apresuradamente, según lo pidiessen los afectos del ánimo i las cosas de que se tratasse.

7. Los pies, o son de dos sílabas o de tres.

8. Los pies de dos sílabas, o constan de dos sílabas largas, como el espondeo.

9. O de dos breves, como el pirrhiquio.

10. O de larga i breve, como el troqueo o coreo.

11. O de una breve i una larga, como el yambo.

12. Los pies de tres sílabas, o constan de una larga i dos breves, como el dáctilo.

13. O de dos breves i una larga, como el anapesto.

14. O de tres largas, como el molosso.

15. O de tres breves, como el tribaco.

16. O de dos largas i una breve, como el antibacquio.

17. O de una breve i dos largas, como el bacquio.

18. O de una larga entre dos breves, como el anfibraco.

19. O de una breve entre dos largas, como el anfimacro.

20. Omito las demás especies hasta ciento i veinte i quatro, cuya observación es necessaria a los poetas i a los que quieren leer sus composiciones con inteligencia i gusto de ellas. Para el conocimiento del número de la prosa basta el de los pies referidos; i nada importaría distinguirlos, si no se supiera su valor i uso.

21. Empezando, pues, por el espondeo, que consta de dos sílabas largas, como montón, este pie tiene el passo tardo, pero grave, i por esso conviene a las cosas serias, i mucho más a las sagradas. Muchos vocablos españoles acaban en espondeo.

22. El pirrhiquio, que es contrario del espondeo i consta de dos sílabas breves, como pera, más parece que corre que no camina; más parece que buela, que no que corre. Por esso tiene mui poca gravedad i dignidad. Ninguna oración de gran momento se puede hacer con pirrhiquios, porque carecen de número i de peso. Únicamente es bueno el pirrhiquio para espressar los movimientos veloces, quales eran antiguamente los saltos armados de los coribantes i los de los sacerdotes salios entre los romanos; i quizá por la mobilidad se dijo pirrhiquio, como si digéramos todo fogoso.

23. El troqueo, que empieza en una sílaba larga i acaba en otra breve, como conde, es pie débil i afeminado, que comienza con vigor i acaba flojamente. Por esso es a propósito para espressar los afectos amorosos i cariñosos.

24. El yambo, opuesto al troqueo, empieza en una sílaba breve i acaba en otra larga, como león, que es lo mismo que decir que tiene una agradable diversidad, porque camina con ligereza i acaba con vigor. Es un pie mui acomodado para todo, i mui bueno para las invectivas i sátiras.

25. El dáctilo, que tiene tres sílabas, la primera larga i las otras dos breves, como bárbara, se llama heroico, porque en el verso heroico possee determinado lugar para hacerle más redondeado, manejable i sonoroso; pero realmente no es pie grave, pues si se compusiera una oración de dáctilos, parecería que iva saltando la oración, como vemos que sucede en los versos latinos que tienen cinco dáctilos, como el siguiente de Virgilio:


Quadrupedante putrem sonitu quatit ungula campum.



Verdad es que no es pie remisso, ni afeminado, como el troqueo, que luego desmaya; porque por último tiene dos saltos, i el segundo que hace con las dos sílabas breves equivale a uno en el tiempo.

26. El anapesto, que empieza en dos sílabas breves i acaba en una larga, como piedad, es mui varonil i decoroso, i a propósito para mover los afectos. Por esso se añade con freqüencia a los cantos frigios. Tenemos muchos vocablos que acaban en anapesto.

27. El molosso, que consta de tres sílabas largas, como tempestad, tiene mucha gravedad i es bueno para espressar las cosas firmes i grandiosas.

28. El tribraco, contrario del molosso, consta de tres sílabas breves, como rápida; es pie bajo i nada varonil, i por esso con él no se puede hacer cosa grande, según Dionisio Halicarnasseo.

29. El antibacquio, o hippobacquio, empieza con dos sílabas largas i acaba con una breve, como terrible, es pie desacomodado i raro; i por esso Efestión le tuvo por aniñado.

30. El bacquio, su contrario, que empieza en una sílaba breve i acaba en dos largas, como revestir, es pie grave, magestuoso, freqüente en los versos bácquicos i ditirámbicos, o de zarabanda, es a propósito para los afectos del ánimo; díjose assí como si digéramos cosa de pedernal, del qual salen centellas.

31. El anfibraquio, que tiene una sílaba larga entre dos breves, como amante, según Dionisio Halicarnasseo es afeminado i parece que cogea; pero los músicos antiguos hicieron mucho caso dél, según Mario Victorino.

32. El crético, que tiene una sílaba breve entre dos largas, como tornasol, es pie grave.

33. Estos son los pies principales de que se vale la rhetórica para hacer la oración numerosa, siendo mui digno de observación que las campanas, aunque sean de bronce, si se hieren con desigualdad, suelen quebrarse. ¿Qué mucho, pues, que el sonido desigual de las voces ofenda a los oídos delicados? La lengua española admite toda la variedad de pies que se ha esplicado, i singularmente en muchas terminaciones de vocablos, los espondeos i anapestos; i assí no es mucho que sea la lengua más magnífica entre todas las que son hijas de la latina, i sin controversia, superior a todas las otras que hoi se hablan, como lo confessó Isaac Vossio843, que perfetamente sabía muchas lenguas. I si alguno se atreviere a negar esta verdad, le mostraríamos poesías escritas con variedad de versos, castellanas i juntamente latinas, prueva manifiesta de que la lengua castellana admite los mismos pies que la latina.

34. El número rhetórico enflaquece la oración, si es afectado; le da vigor, si moderado; porque deleitando mueve harmoniosamente empleo propio del orador.

35. Como los pies de los versos castellanos, o rímicos, no están distinguidos en las artes poéticas con aquel conocimiento perfeto con que los distinguieron los griegos i sus imitadores los latinos, es cosa mui difícil tratar de esto perceptiblemente, sin emprenderlo de propósito. I assí, dejando a los venideros este assunto i la gloria de su invención, me contentaré de tratar solamente del número i de la cadencia natural, i de dar algunos avisos generales fácilmente practicables.

36. En los principios i en el fin de la oración, es más conveniente el número que en el medio della, que es menos sobresaliente.

37. En el fin de las cláusulas, es más importante el número que en el principio, porque en aquél descansan los oídos.

38. Se empieza mui bien por una sílaba larga, i se acaba bien por ella porque da firmeza a la oración.

39. El número, mejor se halla en una palabra que en muchas, porque es más perceptible.

40. Donde se trata de cosas graves, conviene usar de sílabas largas que hacen la oración más grave.

41. Donde se trata de diligencia, o presteza, convienen las sílabas breves que hacen veloz la oración.

42. Donde se trata de cosas ásperas, se puede descuidar algo del número, cuya omissión hace más escabrosa la oración.

43. Donde se trata de cosas amorosas o agradables, conviene la suavidad del número, que las representa con mayor dulzura i harmonía.

44. La diligencia del número deve ser mayor en unas causas que en otras. El género demostrativo, que tira a deleitar, es más atado al número, i por esso Cicerón quería que en él se escriviesse imitando a Isócrates i a Theopompo844.

45. Con mayor escasez se usará del número artificial en el género deliberativo i judicial, porque el que oye hablar de un negocio grave, si advierte que quien le habla piensa más en el estilo que en lo que dice, se recela del artificio como engañoso. I assí el primer cuidado del orador deve ser hablar sin ofensa de los oídos; el segundo, halagarlos sin hacerse sospechoso.

46. La composición artificial tiene sus vicios. El primero es ser poética, siendo cosa mui fea hacer en la prosa versos que fácilmente se conoce que lo son; porque aviendo tantas especies de ellos, no se puede huir de hacerlos inadvertidamente muchas veces.

47. También es cosa dissonante hacer rímica la prosa porque esso solamente conviene a la poesía española i a la de otras lenguas vivas, i a los refranes, cuya mayor parte deve su origen a los trobadores, que solían concluir sus trobas con algún dicho sentencioso.

48. Otro vicio de la composición es ser uniforme, porque la semejanza, si nace de no saber variarla, arguye ignorancia; si de cuidado, afectación, i siempre causa hartazga i hastío. I assí, ni todos los pies por constar de muchas sílabas breves han de ser tan movibles que la oración vaya como brincando, que es cosa ridícula, ni tampoco han de constar de sílabas largas i largamente continuadas para que no molesten por su pesadez. Deven pues alternarse las breves con las largas, las sílabas ásperas con las suaves, las blandas con las duras; pero de tal manera, que los pies que más convienen al assunto tengan el principal lugar i se freqüenten más que los otros, i se distingan i perciban mejor. Assí lo practicaron los griegos i romanos, quando florecieron en la eloqüencia i juntamente en la libertad.

49. Pero deve procurarse que el número parezca natural i no artificial. I esto es tanto más fácil en la lengua española quanto menos conocimiento ai en ella de los pies; porque los poetas, acostumbrados solamente a la poesía rímica, únicamente cuidan de que sus versos consten de cierto número de sílabas, sin atender a los pies, i por esta causa muchos versos suyos cogean, como lo advertí muchas veces al eruditíssimo conde de Ericeira, don Francisco Javier de Menesses, quando quiso que yo le criticasse su admirable Henriqueida. Es esto tan cierto, que si la sílaba larga se hace breve, fácilmente se echa de ver que falta al verso una sílaba, como se ve en el último verso deste quartel del dotor Bartholomé Leonardo de Argensola, si cargado el acento sobre la segunda sílaba de Hambal, se pronuncia como breve la última:


    Al hijo de mis huéspedes difunto
Saca también la cruz de sus umbrales;
Que un médico sin máquinas murales
Es aquí otro Haníbal contra Sagunto.



50. Pero quedará llena la medida, si se pronuncia larga la final, diciendo:


Es aquí otro Haníbal contra Sagunto.



51. El número de ningún modo se dissimula más que con la gravedad de las sentencias, pues el oyente más atiende a ellas que a la manera de espressarlas.

52. Casi todo lo dicho acerca del número rhetórico se endereza al egercicio de los niños i principiantes, siendo el medio mejor de componer una oración numerosa observar el número i la cadencia en los escritos de los hombres más eloqüentes, trasponiendo la colocación para ver la diferencia que ai de una manera de decir a otra; i deve entenderse que la dotrina referida es mui importante para quando una oración no sale tan agraciada como uno desea porque entonces, procurando hacerla numerosa, será bien recibida de los oídos, los quales apruevan las oraciones llenas de harmonía, desechan las faltas della; se ofenden con las ásperas, se recrean con la suaves; se mueven con las vibradas, notan las cojas i fastidian las sobreabundantes.




ArribaAbajo

Capítulo XX

De los caracteres del decir, i especialmente del magnífico


1. Hasta ahora hemos tratado de los preceptos generales de la elocución, que es la urdiembre, con que la oración se compone de sentencias elegantes i de palabras propias, por cuyo medio se declaran los conceptos. Síguense los especiales, que enseñan de qué manera se ha de variar el género de elocución, o carácter de decir, según la diversidad de la materia i los varios movimientos del ánimo.

2. Ai tres especies de caracteres de decir: magnífico, o sublime, bajo i mediano.

3. El magnífico, o grandioso, consiste en las sentencias, locución i composición.

4. Las sentencias hacen magnífica la oración quando las cosas por sí grandes se ilustran con ellas. Tales son las cosas divinas, las morales i las políticas. Las divinas, como se ve en el siguiente egemplo de frai Luis de León845, el qual después de aver tratado maravillosamente de la paz del hombre con Dios i consigo mismo, dice assí: «El tener uno paz consigo, es principio certíssimo para tenerla con todos los otros. Porque sabida cosa es que lo que nos diferencia i lo que nos pone en contienda i en guerra a unos con otros son nuestros deseos desordenados; i que la fuente de la discordia i rencilla, siempre es i fue la mala codicia de nuestro vicioso apetito. Porque todas las diferencias i enojos que los hombres entre sí tienen, siempre se fundan sobre la pretensión de alguno destos bienes que llaman bienes los hombres, como son, o el interés, o la honra, o el passatiempo i deleite, que como son bienes limitados i que tienen su cierta tassa, aviendo muchos que los pretenden sin orden, no bastan a todos; o vienen a ser para cada uno menores; i assí se embarazan, i se estorvan los unos a los otros, aquellos que sin rienda los aman. I del estorvo nace el desgusto; i dél, el enojo; i al enojo se siguen los pleitos i las diferencias, i finalmente las enemistades capitales i las guerras, como lo dice Sant-Iago quasi por estas últimas palabras846: ¿De dónde ai en vosotros pleitos i guerras, sino por causa de uestros deseos malos? I al revés, el hombre de ánimo bien compuesto i que conserva paz i buena orden consigo, tiene atajadas i como cortadas quasi todas las ocasiones; i quanto es de su parte, sin dubda todas las que le pueden encontrar con los hombres. Que si los otros se desentrañan por estos bienes, i si a rienda suelta i como desalentados siguen empós del deleite i se desvelan por las riquezas, i se trabajan i fatigan por subir a mayor grado i a mayor dignidad adelantándose a todos, éste que digo no se les pone delante para hacerles dificultad, o para cerrarles el passo, antes haciéndose a su parte, i rico i contento con los bienes que possee en su ánima, les deja a los demás campo ancho i quanto es de su parte, bien desembarazado, a donde a su contento se espacien; i nadie aborrece al que en ninguna cosa le daña. I el que no ama lo que los otros aman; i ni quiere, ni pretende quitar de las manos i de las uñas a ninguno su bien, no daña a ninguno. Assí que como la piedra que en el edificio está assentada en su devido lugar, o por decir cosa más propia, como la cuerda en la música devidamente templada en sí misma hace música dulce con todas las demás cuerdas sin dissonancia ninguna, assí el ánirno bien concertado dentro de sí, i que vive sin alboroto i tiene siempre en la mano la rienda de sus passiones, i de todo lo que en él puede mover inquietud i bullicio, consuena con Dios i dice bien con los hombres; i teniendo paz consigo mismo, la tiene con los demás». Vese también la magnificencia del estilo en estas sentencias, que felizmente juntó don Diego de Saavedra847: «Desvanecerse con loores propios, es ligereza de juicio; ofenderse de qualquier cosa, es de particulares; dissimular mucho, de príncipes; no perdonar nada, de tiranos».

5. Las cosas que pertenecen al adorno de la locución, por un respeto se refieren a la primera parte de la elocución, que se llama elegancia, i por otro respeto, a la otra parte, que se dice dignidad o figurado.

6. A la primera, pertenecen tres géneros de palabras.

7. Porque primeramente causan magnificencia los vocablos juntos, con tal que no sean compuestos con modo ditirámbico, o de zarabanda, esto es, afectando la longura en la freqüencia destos vocablos, sino semejantes a éste, contramina, i usados con moderación para que la oración no passe los límites del estilo prosaico.

8. Segundariamente, causan magnificencia los vocablos ásperos terror, horror, i otros semejantes en que interviene la R i se repite con freqüencia, como quando Garci-Lasso de la Vega en la Elegía primera exhortó con grande espíritu al célebre duque de Alva, don Fernando, a que continuasse la grandeza de sus hazañas con ánimo fuerte i superior a quanto le hiciesse resistencia; i para espressarlo convenientemente, repitió mucho la R, haciendo con ella más ásperas i más magníficas las sentencias deste modo:


    Tú, gran Fernando, que entre tus passadas
I tus presentes obras resplandeces,
I a mayor fama están por ti obligadas;
    Contempla dónde estás, que si falleces
Al nombre que has ganado entre la gente,
De tu virtud en algo te enflaqueces.
    Porque al fuerte varón no se consiente
No resistir los casos de fortuna
Con firme rostro i corazón valiente;
    I no tan solamente ésta importuna
Con processo cruel i riguroso,
Con rebolver de sol, de cielo i luna,
    Mover no deve un pecho generoso,
Ni entristecerlo con funesto buelo,
Turbando con molestia su reposo.
    Mas si toda la máquina del cielo
Con espantable son i con ruido
Hecha pedazos se viniere al suelo;
    Deve ser aterrado i oprimido
Del grave peso i de la gran ruina
Primero, que espantado i comovido.
    Por estas asperezas se camina
De la inmortalidad al alto assiento,
Do nunca arriba quien de aquí declina.



9. Últimamente también hacen magnífica la oración los vocablos antiguos, con tal que sean inteligibles, no afectados ni sacados de la más remota antigüedad, como bien andante, o mal andante, por dichoso, o desdichado; cadira, por silla; consolación, por consuelo; mantenencia, por mantenimiento; merecimiento, por mérito; prendimiento, por prisión; prometimiento, por promessa; visitación, por visita.

10. Las cosas que pertenecen a la dignidad, o lo figurado en parte, son los tropos, i en parte las figuras.

11. De los tropos, principalmente las traslaciones hacen magnífica i grandiosa la oración, si se toman de cosas grandes, no traídas de lejos, i si no se freqüentan con demasía, según queda dicho en la tropología, o trocamiento de las voces al sentido.

12. Lo mismo hacen las alegorías, las quales son acomodadas para causar terror, como se ve en la que hizo don Diego de Saavedra en la Empressa 75, que por ser tan larga más quiero que se lea en su original. Pero se ha de procurar que la alegoría con la oscuridad no se haga enigma entricado.

13. De las figuras que producen magnificencia, unas son de palabras, otras de sentencias.

14. De la primera especie son la anáfora, epífora, anadiplosis i otras figuras de repetición; i especialmente es ilustre la anáfora junta con la diálisi, dissolución, o desenlazamiento. Pequeño era Nireo i también sus cosas, como quien solamente llevó al sitio de Troya tres naves i pocos hombres; pero el grande poeta Homero, por medio destas figuras, engrandeció a Nireo i acrecentó sus cosas diciendo assí848: «Nireo de Samos llevó tres naves, Nireo hijo de Aglaya i del rei Caropo; Nireo, entre los que vinieron a Troya, después de Aquiles, el más hermoso».

15. A veces, también causa grandeza a la oración la conexión, o enlazamiento, que es contraria a la dissolución o desenlazamiento; porque la repetición de la conjunción hace que la muchedumbre parezca infinita, como se ve en este refrán: «Dios te guarde de parecer de legista, i de informe de canonista, i de escritura de escrivano, i de récipe de médico»; pero mejor en este egemplo de san Pablo849: «Lo que ojos no vieron, ni orejas oyeron, ni ha passado por pensamiento de hombre, tiene Dios aparejado a los que le aman». Esta grandeza se hace más perceptible quando las conjunciones se repiten no solamente al principio, sino también en el medio i fin de la oración, como quando dijo Dios por el Profeta Joel850: «Convertíos a mí con todo uestro corazón, i con ayuno, i con lágrimas, i con llanto. I rasgad uestros corazones i no uestras vestiduras, i convertíos al Señor Dios uestro, porque es liberal, misericordioso i sufrido, i de gran misericordia, i que se vence con el ruego en el castigo». Este mismo esparcimiento de conjunciones en el principio, medio i fin de todo el contexto de muchas cláusulas, hace maravillosa la grandeza de la oración, como se ve en el capítulo tercero del Profeta Jonás851: «I comenzó Jonás a entrar por la ciudad jornada de un día, i dio voces i dijo: 'En passando quarenta días será Nínive destruida'. I creyeron a Dios los ninivitas, i pregonaron ayuno, i vistiéronse de sacos desde el mayor hasta el menor; i llegó la palabra al rei de Nínive; i levantóse de su throno, i quitóse su vestidura real, i cubrióse de un saco, i sentóse sobre la ceniza, i hizo pregonar, i dijo en Nínive por mandado del rei i de sus grandes, diciendo: 'Los hombres, ni los jumentos, ni los bueyes, ni los ganados, no gusten cosa: alguna, ni se apacienten, ni bevan agua, i cúbranse de sacos los hombres i las bestias, i clamen al Señor con gran fuerza. I conviértase cada uno de su mal camino, i del agravio i injusticia que está en sus manos. ¿Quién sabe si Dios bolverá i tendrá piedad?, ¿o se bolverá del furor de su ira, i no pereceremos?'. I vio Dios las obras de ellos, que se avían convertido de su mal camino, i arrepintióse del mal que avía dicho que les avía de hacer i no lo hizo».

16. De las figuras de sentencia se alaba para el fin propuesto de la magnificencia la aposiopesis, porque algunas cosas que no se dicen parecen mayores; i también los epifonemas, o reflexiones juiciosas sobre lo dicho, porque adornan la cosa ya referida, i con esso ostentan las riquezas de la oración. Hermoso egemplo el de don Diego de Saavedra quando dice852: «No de otra suerte nos sucede con los afectos, que quando miramos las cosas con los anteojos largos, donde por una parte se representan mui crecidas i corpulentas, i por la otra mui disminuidas i pequeñas. Unos mismos son los cristales, i unas mismas las cosas; pero está la diferencia en que por la una parte passan las especies, o los rayos visuales del centro a la circunferencia, con que se van esparciendo i multiplicando, i se antojan mayores los cuerpos; i de la otra passan de la circunferencia al centro i llegan disminuidos. Tanta diferencia ai de mirar desta u de aquella manera las cosas».

17. Falta tratar de la composición del carácter sublime, la qual contiene al ayuntamiento, al orden, al número i al período.

18. El ayuntamiento en parte atiende a las vocales i en parte a las consonantes.

19. El apóstrofo, o encuentro de las vocales en este carácter ni se ha de procurar cuidadosamente; porque, si es en demasía, desata i separa la oración; ni del todo se ha de huir, porque si se hace esto, la oración será como muda i falta de aquella variedad que nace de ellas, que resalta más quando están juntas.

20. En quanto al herimiento de las consonantes, conviene éste quando se trata de que por su medio tengan aspereza las palabras, si éstas han de expresar cosas también ásperas o desagradables, como parricida, horror, terror. A este propósito es admirable egemplo el de frai Luis de León, hablando con Felipe Ruiz desta manera:


    ¿No ves quando acontece
Turbarse el aire en el verano?
El día se enegrece,
Sopla el gallego insano,
I sube hasta el cielo el polvo vano.
    I entre las nubes mueve
Su carro Dios, ligero i reluciente,
Horrible son comueve,
Relumbra fuego ardiente,
Treme la tierra, humíllase la gente.
    La lluvia baña el techo,
Invían largos ríos los collados;
Su trabajo deshecho,
Los campos anegados
Miran los labradores espantados.



21. A la orden pertenecen principalmente las conjunciones, que son freqüentes en el estilo sublime, como se ve en el salmo 7: «Si no os convirtiéredes, ha afilado (Dios) su espada, i enarcado su arco, i aparejado para él armas de muerte, i ha labrado sus saetas para los que le persiguen». Pero no requiere esquisitamente las conjunciones, ni fácilmente embute las expletivas.

22. También se ha de procurar poner en postrer lugar las cosas más sobresalientes para que no parezca que de las más fuertes se baja a las más flacas. La harmonía, pues, fue la que obligó a decir a Garci-Lasso de la Vega en un soneto853:


    Muerte, prisión no pueden, ni embarazos
Quitarme de ir a veros como quiera,



porque la muerte es impedimento total, i la prisión, mayor que otros embarazos.

23. Si se atiende al número, le convienen los peones, dáctilos i semejantes pies; i al contrario huye de los yambos i troqueos.

24. Si se considera el período, consta de miembros más largos i usa de géneros de decir redondeados, qual es éste de santa Theresa de Jesús854: «Del mesmo descontento que dan las cosas del mundo, nace un deseo de salir dél tan penoso, que si algún alivio tiene, es pensar que quiere Dios viva en este destierro».

25. Lo dicho baste en quanto al carácter magnífico, que principalmente conviene a la oración panegírica, en la qual, según enseñó Dionisio Halicarnasseo855, las cosas que se dicen de Dios i de los reyes, deven espressarse con gracia, con gravedad de sentencias i magestad de palabras, como lo practicó frai Luis de León invocando a Dios desta manera, quando avía de tratar de los Nombres de Christo856: «Por lo qual desconfiando de nosotros mismos, i confessando la insuficiencia de nuestro saber, i como derrocando por el suelo los corazones, supliquemos con humildad a aquella divina luz que nos amanezca, quiero decir, que embíe en mi alma los rayos de su resplandor i la alumbre, para que en esto que quiero decir dél i para que lo que en esta manera sintiere, lo publique por la lengua en la forma que deve. Porque, Señor, sin Ti, ¡quién no se perderá en el inmenso océano de tus excelencias metido, si Tú mismo no le guías al puerto! Luce pues, o solo verdadero sol, en mi alma, i luce con tan grande abundancia de luz, que con el rayo della juntamente, i mi voluntad encendida te ame, i mi entendimiento esclarecido te vea; i enriquecida mi boca te alaba i pregone, si no como eres del todo, a lo menos como puedas de nosotros ser entendido, i solo al fin de que Tú seas glorioso i ensalzado en todo tiempo i de todos». Don Diego de Saavedra Fajardo alabó también con admirable destreza a dos grandes príncipes, diciendo assí857: «Si bien todas estas artes son mui convenientes, la principal es grangear el amor i obediencia de los vassallos, en que fueron grandes maestros dos reyes de Aragón. El uno fue don Alonso el primero quando passó a governar a Castilla por su muger doña Urraca, mostrándose afable i benigno con todos. Oía por sí mismo los pleitos, hacía justicia, amparava los huérfanos, socorría a los pobres, honrava i premiava la nobleza, levantava la virtud, ilustrava el reino, procurava la abundancia i población, con que robó los corazones de todos. El otro fue el rei don Alonso el quinto, que asseguró el afecto de los vassallos del reino de Nápoles con la atención i prudencia en los negocios, con el premio i castigo, con la liberalidad i agrado, i con la facilidad en las audiencias. Tan zeloso del bien público i particular, i tan hecho al trato i estilos del reino, que no parecía príncipe estrangero, sino natural. Estos reyes, como se hallaron presentes, pudieron más fácilmente grangear las voluntades de los súbditos i hacerse amar, lo qual es más dificultoso en los príncipes ausentes, que tienen su Corte en otros estados; porque la fidelidad, si no se yela, se entibia con su larga ausencia, i solamente la podrá mantener ardiente la excelencia del goviemo, procurando hacer acertadas elecciones de ministros i castigando severamente sus desórdenes, principalmente las que se cometieren contra la justicia, las honras i las haciendas. Porque sólo este consuelo tienen los vassallos ausentes, que si fuere bueno el príncipe, los tratará tan bien como a los presentes; i si fuere malo, topará primero con éstos su tiranía». Lo que toca a cotejos o semejanzas, i comparaciones, requiere un decir cortesano.

26. De lo dicho se infiere quán falso es lo que escrivió don Antonio de Solís en la prefación de la Historia de la Conquista de Mégico, donde distribuyendo malamente los estilos, dijo que el sublime, o más elevado, sólo es peculiar a los poetas, porque assí los prosistas, como los poetas usan de los tres estilos sublime, bajo i mediano, según piden los assuntos de que se trata, i la persona que habla, i con quién se habla. Matheo Alemán, en su Atalaya de la Vida, para descrivir los males i sus malas conseqüencias, eligió por assunto la vida de un pícaro, i con todo esso, en tratando de los males graves, habla con grande gravedad i magnificencia, como quando dijo hablando del hombre después del pecado original858: «Vino en tal ruina la fábrica deste relox humano, que no le quedó rueda con rueda, ni muelle fijo que las moviesse. Quedó tan desbaratado sin algún orden o concierto, como si fuera otro contrario en ser mui diferente del primero en que Dios lo crió, lo qual nació de la inobediencia sola. De allí le sobrevino ceguera en el entendimiento; en la memoria, olvido; en la voluntad, culpa; en el apetito, desorden; maldad, en las obras; engaño, en los sentidos; flaqueza, en las fuerzas; i en los gustos, penalidades. Cruel esquadrón de salteadores enemigos, que luego quando un alma la infunde Dios en un cuerpo, le salen al momento pegándosele, i tanto, que con su halago, promesas i falsas aparencias de torpes gustos, la estragan i corrompen, bolviéndola de su misma naturaleza».

27. Al carácter magnífico se opone el frío, que también se considera en tres cosas: primeramente, en las sentencias, si son demasiadamente hiperbólicas o ponderativas, o si se habla de las cosas pequeñas como de las grandes, según lo practicaron muchas veces Tertuliano en el libro de Pallio, Símaco, Cassiodorio i Sidonio Apolinar en sus Cartas. I también es frialdad hablar de las cosas grandes con demasía, siendo buen egemplo el que trahe Demetrio Falereo, de uno que descriviendo la piedra que el cíclope avía arrojado a la nave de Ulisses, dijo que en la piedra arrojada ivan cabras paciendo.

28. Segundariamente, se considera el estilo frío en las palabras i frasis estrangeras, vicio que hoi es mui común; i en los epíthetos sobreabundantes o fuera del caso, assí como Alcidamante, que llamó húmedo al sudor, i quando el comendador Hernando de Ludueña dijo:


Saber es ser mui ageno
De todo vicio vicioso.



29. Incurrió mucho en la impertinente sobra de los epíthetos Pedro Abarca en los Reyes de Aragón. También hacen los epíthetos el estilo frío si se juntan, según se usa en los ditirambos, como acostumbró juntarlos don Antonio Hurtado de Mendoza en la Vida de la Virgen. I últimamente se manifiesta la frialdad en las metáforas excesivas, que convienen mejor a las tragedias: vicio freqüente en las obras de don Luis de Góngora. Los epíthetos han de ser como salsa al orador i como vianda al poeta.

30. Terceramente, nace la frialdad de la composición. I esto acaece de dos maneras: porque, o la composición está falta de número, si consta de sílabas largas, o si es demasiadamente numerosa, como quando algunos en la prosa hacen versos mui perceptibles, vicio en que suelen caer los que se dan con demasía a la leyenda i composición poética, o no entienden bien qué cosa es prosa. Vicio semejante a éste es la frasi poética en que no pocas veces incurrió Miguel de Cervantes Saavedra, especialmente quando dijo859: «Apenas la blanca aurora avía dado lugar a que el luciente Febo con el ardor de sus calientes rayos las líquidas perlas de sus cabellos de oro enjugasse, quando Don Quijote, sacudiendo la pereza de sus miembros, se puso en pie».

31. Últimamente, deve tenerse por estilo frío el que suelen usar los palabreros i resabidos impertinentes, encadenando circunstancias de circunstancias, con cuyo modo de narración hacen desaparecer el assunto principal i a sí mismos passar por ridículos. Caracterizó el estilo destos en boca de Sancho Panza, Miguel de Cervantes Saavedra, diciendo assí860: «Combidó un hidalgo de mi pueblo, mui rico i principal, porque venía de los Álamos de Medina del Campo, que casó con doña Mencía de Quiñones, que fue hija de don Alonso Marañón, cavallero del Hábito de Sant-Iago, que se ahogó en la Herradura, por quien huvo aquella pendencia años ha en nuestro lugar, que a lo que entiendo, mi señor Don Quijote se halló en ella, de donde salió herido Thomasillo el travieso, el hijo de Balvastro el herrero. ¿No es verdad todo esto, señor, nuestro amo? Dígalo por su vida, porque estos señores no me tengan por algún hablador mentiroso... Digo pues, señores míos, prosiguió Sancho, que este tal hidalgo, que yo conozco como a mis manos porque no ai de mi casa a la suya un tiro de ballesta) combidó a un labrador pobre, pero honrado... I assí, digo, que llegando el tal labrador a casa del dicho hidalgo combidador, que buen poso aya su ánima, que ya es muerto; i por más señas dicen que hizo una muerte de un ángel, que yo no me hallé presente, que avía ido por aquel tiempo a segar a Tembleque... Es pues el caso, que estando los dos para sentarse a la mesa, que parece que ahora los veo más que nunca... Digo assí, que estando, como he dicho, los dos para sentarse a la mesa, el labrador porfiava con el hidalgo que tomasse la cabecera de la mesa, i el hidalgo porfiava también que el labrador la tomasse, porque en su casa se avía de hacer lo que él mandasse; pero el labrador, que presumía de cortés i bien criado, jamás quiso, hasta que el hidalgo, mohíno, poniéndole ambas manos sobre los hombros, le hizo sentar por fuerza, diciéndole: 'Sentaos, majagranzas, que a donde quiera que yo me siente, será uestra cabecera'». También deve evitarse el floreo, que es la abundancia de palabras i frasis huecas que el orador emplea para grangearse el aplauso de los oyentes, con poco provecho de ellos; estilo diferente del florido, que a semejanza de los árboles, echa antes la flor que el fruto, con grande hermosura.



Arriba
Anterior Indice Siguiente