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Capítulo VI

Del diálogo


1. Diálogo, generalmente hablando, es la conversación de dos, como la que refiere Dión Cassio945, que tuvieron el emperador Augusto i Livia su muger. Pero aquí no tratamos del diálogo verdadero, que podemos llamar historial; sino del que le imita, que por esso decimos que es una conversación fingida con verisimilitud i decoro, a fin de enseñar agradablemente, como lo practicó Miguel de Cervantes Saavedra, para hacer una discreta prefación a su fingida historia de Don Quijote de la Mancha; i en otras muchas cartas, i singularmente en la primera, de la Parte 2, cap. 51.

2. Se dice que es conversación; i por esso puede tener las mismas partes que ella, esto es, salutación, introdución, proposición, esplicación de la proposición, epílogo i despedimiento.

3. Pero, como es conversación fingida, puede tener dos partes que abracen esta ficción. La una es la introdución a ella; i la otra, la reflexión, que puede hacerse después de ella.

4. En la introdución a la ficción del diálogo tiene lugar el motivo de ella, la relación de los dialoguistas, que deven ser contemporáneos, si se suponen vivos; la descripción del lugar, que ha de ser acomodado para la conversación, como la granja tusculana de Cicerón; i la del tiempo, que ha de ser desocupado. Esta parte de la introdución es más necessaria que la de la reflexión, la qual juzgo yo que puede omitirse en los diálogos indirectos, pero no en los directos. Entiendo por diálogo indirecto aquel que refiere el escritor de él; i por directo aquel en que el componedor no refiere que otros hablaron, sino que los introduce hablando derechamente. Algunas veces se empieza torcida i se prosigue derechamente, o al contrario. De uno i otro nos dio egemplo Suárez en una carta que escrivió a su dama, que es la siguiente:


   Anda, ve con diligencia,
Triste papel, do te mando;
I llega con reverencia
Ante la gentil presencia
De quien quedo contemplando.
Si preguntare por mí,
Responderás con desmayo:
Señora, quando partí,
Con más passiones le vi
Que letras comigo trayo.
    I si digere, ¿Por qué?
Dirás que por su deseo;
Quen pensar que me aparté,
Do mirar no la podré,
Mil muertes morir me veo.
I si dice: No so yo
Quien le da penas tan tristes;
Tú diras: El me juró,
Que ninguno lo prendió,
Después que vos lo prendistes.
    Si te preguntare más,
¿Su querer es qual solía?
Aquí le responderás:
Señora, siempre jamás
En su firmeza porfía.
I donde quiera que está,
En vos piensa i en vos mira.
Quando viene i quando va,
También acá, como allá,
Se queja, muere i sospira.
    I si quisiere saber,
¿Cómo vivir he podido?
Di que vivo por tener
Esperanza de bolver
En aquel gozo perdido.
Que si dél me despidiera,
Según la pena he sentido,
Ninguna vida viviera,
Que de la muerte no fuera
Más de mil veces vencido.
    Desque digas el tormento
Tan amargo en que me dejas,
Remira con ojo atento,
Como hace sentimiento
De mis angustias i quejas,
I mira si se entristece,
Si pierde o cobra color;
I mira si te aborrece;
I mira si mengua o crece
En su gesto la color.
    I mira si te recibe
Con desdén o afición.
I mira bien si concibe
El daño de quien te escrive
Amorosa compassión.
Mira si huye de ti,
Si te ve, si te olvida.
Mira si hace de sí,
Después que della partí;
Mudanza con la partida.
    Mira si tiene placer;
Mira sus tristes enojos;
I mira por conocer
Su querer i no querer,
Lo que más miran sus ojos;
I mira bien en quejar
Lo que de mi daño sea.
Mira que sepas contar
Lo que podiste mirar
Quando con ella me vea.



5. Dige que el diálogo es una conversación fingida. Por esso no es cosa tan estraña como parece a muchos la que refiere Atheneo946, que aviendo leído Gorgias el diálogo de Platón, que tiene por título su nombre, dijo a los que se hallavan presentes que nada de lo que se avía leído avía oído a Platón, ni conversado con él; i añade Atheneo que era voz común, que Fedón avía dicho lo mismo, aviendo leído el diálogo intitulado Fedón. A este mismo propósito refiere Diógenes Laercio en la Vida de Platón947, que aviendo leído éste a Sócrates el diálogo de Lisis, dijo Sócrates exclamando: ¿Qué de mentiras ha dicho de mí este mozo? El mismo Cicerón confiessa en su Catón, o libro de la Vegez948, que hizo más erudito a Catón en su conversación que lo avía sido en sus libros. La razón es porque el fin del diálogo es imitar con la mayor perfeción la idea de la más perfeta conversación; i en esto se distingue el diálogo fingido del historial, el qual imita i representa con verdad la conversación, pero no la finge. No se ha de reprehender, pues, en este género de ficción, si las personas que se introducen en ella digeron o no lo que se ha de decir; sino que se ha de considerar, si lo dicen con verisimilitud i decoro.

6. Se dice con verisimilitud lo que es conforme a las personas, al lugar, al tiempo, al modo i a la causa o fin. Assí es conforme a la persona de don Antonio Agustín, príncipe de los canonistas, tratar en sus Diálogos de la emienda de Graciano de este assunto.

7. Es conforme al lugar, porque la conversación se finge en un huerto ameno, según se ve al principio del segundo diálogo.

8. Es conforme al tiempo, porque entonces se tratava en Roma de la emienda del decreto de Graciano.

9. Es conforme al modo, porque para que éste fuesse más verisímil, como el día antecedente va se avía dado principio a la conversación de aquel assunto, iva prevenido Vicente Agustín con el decreto de Graciano i las notas de los dos Antonios, Concio i Demócares; i don Antonio Agustín con unos apuntamientos, donde por orden del abecé tenía notados algunos yerros de Graciano, para referirlos más fácilmente; cosa que también practicó frai Luis de León, en sus sabios diálogos de los Nombres de Christo.

10. Finalmente, la ficción de los de don Antonio Agustín es conforme a la causa o fin que tenía para hacerlos, que era que se leyesse emendado el decreto de Graciano.

11. A la verisimilitud se falta contraviniendo a alguna de dichas circunstancias; algunas de las quales han reprehendido los eruditos aun en Platón, reputado por príncipe de los dialoguistas, a lo menos por el primero que les dio perfeción, porque antes dél los inventó Alexamenes Teyo949, i usó de este género de invención Cenón de Elea950. Las personas, pues, no deven hablar contra lo que se sabe que sintieron; ni con una excelencia o bageza no verisímil; ni las que son de diferentes edades, quiero decir, que no fueron contemporáneas; si no es que se finja alguna república, en la qual se supongan vivir algunas personas de todos los siglos, como se ve en la República literaria de don Diego de Saavedra Fajardo i en la de los Jurisconsultos de Josef Aurelio de Januario; aunque don Diego faltó a la verisimilitud, atribuyendo a Demócrito la composición de un soneto castellano, no aviendo avido tal lengua en tiempo de Demócrito, i siendo el soneto del desgraciado conde de Villamediana.

12. El decoro se guarda acomodando a las personas un razonamiento correspondiente a su nación, linage, edad, estado, dignidad, empleo, aficiones, costumbres i autoridad; i se falta a él haciendo lo contrario. Por esso por la poca ciencia del que habla, se permiten algunas espressiones que no serían correspondientes a un hombre entendido, como quando Herodoto, hablando del bárbaro Candaules, dijo en boca suya951: Las orejas son a los hombres más infieles i inciertas que los ojos; donde por orejas i ojos, entendió los sentidos del oído i de la vista. Pero en los diálogos primorosos no es razón que se permita que aun hablando alguna persona vulgar, se le hagan decir vulgarismos; defeto en que han caído muchos de nuestros escritores, i que justamente reprehendió Fernando de Herrera en Garci-Lasso de la Vega, porque en la Égloga segunda introdujo a Albanio, diciendo:


Callar que callarás. ¿Hasme escuchado?



13. El decoro no sólo se ha de guardar entre los interlocutores, sino también respeto de los letores, para cuya enseñanza se hacen los diálogos. Fue pues mui reprehensible el que introduciendo hablando al diablo con san Miguel, te hizo decir detestables diabluras, sin respeto alguno a los letores. Dijo decorosamente Lope de Vega en la Arcadia, hablando la rhetórica:


   No mezclo burlas, donde importan veras,
Ni risa en cosas trágicas i atroces;
Personas, tiempo i ocasiones guardo,
Con artificio de un hablar gallardo.



14. Las personas que se introducen en el diálogo, a lo menos han de ser dos, cuyo número dio nombre al diálogo. Pueden ser tres, i raras veces han de llegar a quatro, por no perturbar la idea del que escucha, ni fatigar su imaginación; i esto mismo se observa en las representaciones cómicas952. Me parece que deven ser dos, quando el assunto no es disputable, o quando se introduce uno que sea dócil i otro que enseñe, como se ve en los diálogos de Vicente Carduchi, más doctos que eloqüentes. Pero si se trata de controversia, será conveniente que sean dos los que disputan, i otro el juez de ellos, para que cada parte defienda su parecer con vigor i aya quien pronuncie la sentencia, la qual es tanto más plausible quanto mayor es la disputa, que no deve tratarse escolásticamente, sino con estilo mui natural, como se dirá después. Si los interlocutores son dos, el que hace el papel principal es el que representa la persona del autor; i si tres, la del juez. Los interlocutores es mejor que sean personas verdaderas, que no fingidas o fabulosas. I por esso advirtió Cicerón, en su Diálogo de la Vegez953, que no atribuyó la principal plática a Tithono, como Aristón Quío, sino a Marco Catón, anciano, para que la oración tuviesse mayor autoridad.

15. La materia de los diálogos es tan dilatada como lo es la de la conversación. Lo qual puede provarse con una curiosa recapitulación de los diálogos que escrivieron los más diestros i sabios dialoguistas, como fueron entre los griegos, Platón i Luciano; entre los romanos, Cicerón, el incierto autor del Diálogo de los oradores, Minucio Félix, Macrobio i Severino Boecio; i entre los españoles, Christóval de Castillejo, Fernán Pérez de Oliva, don Antonio Agustín i frai Luis de León; i entre los portugueses, Francisco Rodríguez Lobo.

16. Las partes del diálogo son tres: exordio, esplicación del assunto i epílogo.

17. El exordio contiene la ocasión del coloquio, el lugar dél, las personas que hablan i la introdución al assunto.

18. El assunto conviene que sea uno para que su esplicación sea mejor. Aunque tal vez éste, siendo uno en el género, puede contener muchas especies, como el Timeo de Platón, que trata de la naturaleza i de toda la economía o disposición del universo; i los Nombres de Christo de frai Luis de León, que contienen gran parte de la enseñanza christiana.

19. La esplicación del assunto tiene las mismas partes que la conversación; i en ella cada qual deve guardar su carácter, como en el Diálogo de los fines, que compuso Cicerón, Lucio Torquato se muestra epicúreo; Pisón, académico; i Cayo Cota, estoico.

20. El epílogo del diálogo es brevíssimo. En él se trata de darle fin, o por razón del tiempo, o por la llegada de algún amigo, o por dejar la plática para otro día; o se trata del efeto de la conversación, como quando Minucio Félix cuenta que Cecilio, movido de la persuasión de Octavio, dejó el gentilismo i abrazó la religión christiana.

21. El estilo del diálogo, generalmente hablando, deve ser mejor que el de la conversación i el de las cartas; porque en aquéllas i en éstas el assunto es necessario, o casi necessario; en la conversación, repentino; pero en el diálogo es elegido de propósito, i aunque se supone que se habla repentinamente, se sabe que se escrive de pensado, dando una idea de la conversación más perfeta. Pero no ha de ser el estilo tan elevado i afectuoso como el oratorio, porque los fines son diversos: el del diálogo, esplicar agradablemente los propios pensamientos; el del orador, persuadir eficazmente lo que se dice. Por esta causa el estilo ático, como demasiadamente ingenioso, no es propio del diálogo; ni tampoco el asiático, como sobradamente trabajado; sino que le conviene mejor el rhodio. Ni pudiera ser mui perfeto el estilo del diálogo por causa de las interrupciones. Verdad es que el componedor del diálogo deve proporcionar el estilo a los interlocutores, esto es, haciéndose según el ingenio, dotrina i eloqüencia del que habla; proporcionándole también con el que oye, i con la alteza o bageza de las cosas de que se trata; i si la materia de ellas pide una seguida esplicación, o amplificación, procurará no interrumpirla, o quando más solamente hará que el interlocutor principal diga tal qual palabra, para que se conserve la naturaleza del diálogo, como diestramente lo practicó frai Luis de León en los Nombres de Christo, hablando del nombre padre, donde ingirió una oración suya, o sermón; pues él mismo assí le llama a lo último de aquel sabio diálogo; i si se quitan dél algunas interrupciones de Sabino, se verá una oración perfetíssima; i que el diálogo requiere el estilo según es la materia i los interlocutores. Verdad es que el componedor siempre deve acordarse de que imita la conversación perfeta, de la qual es propia la verdad, el buen méthodo, la claridad, la brevedad, la gracia i buen modo de decir. La verdad, porque es el alma de lo que se dice; el buen méthodo, porque deve aver orden, bien que algo dissimulado, esto es, más natural que artificioso en la distribución del assunto i en las preguntas i respuestas oportunas; la claridad, porque se habla para manifestar los pensamientos, i el diálogo deve añadir la perfeción en declararlos; la brevedad, porque su contraria la proligidad es molesta; la gracia, porque es la que sazona la conversación; i por esso las gracias propiamente tales se llaman sales, i a lo desgraciado, insulso i soso, a distinción de las bufonadas, que son propias de gente ruin i mal educada, como las ridiculeces de los que por hacer reír a otros se hacen ridículos i despreciables, por su afectada falta de juicio. Finalmente, el estilo ya digimos cómo deve ser, si se compara con el de la conversación i el de las cartas i el oratorio; pero considerado en sí, ha de ser en los pensamientos proporcionado a las personas que se introducen, hablando de manera, que ni sus pensamientos excedan de lo que pudieran decir, si realmente hablaran, ni sean superiores a la capacidad de los que los oyen; i en quanto a las palabras, deven ser comunes en la manera possible, i la cadencia prosaica i no poética, porque no se habla en verso, sino en prosa; i siendo el diálogo imitación de la conversación, deve su estilo ser puro i claro, más natural que artificial, o por mejor decir, artificiosamente natural, i sobre todo instructivo, bondades que se hallan en los sabios diálogos de frai Luis de León, como se puede observar i admirar en lo que dice tratando del nombre de Jesús en su libro tercero, De los nombres de Christo, hablando assí: «El hombre de su natural es movedizo i liviano, i sin constancia en un ser; i por lo que heredó de sus padres, es enfermo en todas las partes de que se compone su alma i su cuerpo. Porque en el entendimiento tiene oscuridad; i en la voluntad, flaqueza; i en el apetito, perversa inclinación; en la memoria, olvido; i en los sentidos, en unos, engaño, i en otros, fuego; i en el cuerpo, muerte; i desorden entre todas estas cosas que he dicho, i dissensiones, i guerra, que le hacen ocasionado a qualquier género de enfermedad i de mal. I lo que peor es, heredó la culpa de sus padres, que es enfermedad en muchas maneras, por la fealdad suya que pone; i por la luz i la fuerza de la gracia que quita, i porque nos enemista con Dios, que es fiero enemigo; i porque nos sugeta al demonio i nos obliga a penas sin fin. A esta culpa común añade cada uno las suyas, i para ser del todo miserables, como malos enfermos, ayudamos el mal i nos llamamos la muerte, con los excessos que hacemos. Por manera que nuestro estado, de nuestro nacimiento, i por la mala elección de nuestro alvedrío, i por las leyes que Dios contra el pecado puso, i por las muchas cosas que nos combidan siempre a pecar, i por la tiranía cruel, i el cetro duríssimo que el demonio sobre los pecadores tiene, es infelicíssimo i miserable estado sobre toda manera por donde quiera que le miremos. I nuestra enfermedad no es una enfermedad, sino una suma sin número de todo lo que es doloroso i enfermo. El remedio de todos estos males es Christo, que nos libra dellos en las formas que ayer i hoi se ha dicho en diferentes lugares; i porque es el remedio de todo ello, por esto es i se llama JESÚS, esto es, salvación i salud».




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Capítulo VII

De las inscripciones


1. Los primeros que quisieron encomendar a la memoria de los venideros algunas acciones memorables, colocaron en el lugar del sucesso o cerca dél alguna señal que, por su permanencia i duración, sirviesse de perpetuo recuerdo. Assí lo practicó Josué, capitán general del ejército de Israel, quando aviendo retrocedido milagrosamente el río Jordán, passó con toda su gente por la madre dél a pie enjuto; i para memoria deste passage pusieron los doce tribus doce grandes piedras, según leemos en el capítulo 4 del libro de Josué. Después la ambición humana procuró dejar a los venideros alguna mayor ostentación, espuesta a la vista i gravada en alguna piedra, o edificio público, o estatua; i esto es lo que llamamos inscripción, que es una sencillíssima i brevíssima espressión de alguna cosa memorable, públicamente espuesta, en materia duradera.

2. La llamamos espressión para significar que es como el jugo estrujado de la noticia que se quiere dar. Esta espressión deve ser sencillíssima, sin adorno alguno, como la siguiente que mandó gravar Eneas en las armas de que despojó a los griegos954.


Eneas aquestas armas
De los griegos vencedores.



3. También deve ser brevíssima en aquello que se quiere espressar i se desea que se sepa, lo qual se reduce al autor del sucesso, a la historia i a la razón o causa del hecho.

4. En quanto al autor, las inscripciones más antiguas solamente solían espressar el nombre del autor i el de su padre, o el de la muger o el de su marido. I semejantemente podemos pensar que están concebidas las dos inscripciones de España hasta hoi descubiertas, escritas con letras desconocidas i por esso tenidas por las más antiguas, cada una de las quales solamente tiene dos palabras. La una se halla en el monasterio de Nuestra Señora del Cid i la otra en Murviedro955.

5. La inscripción se distingue de la relación i de la historia en la suma brevedad; i por esso nadie dirá que esta inscripción hecha a la Virgen María i a san Josef, su puríssimo esposo, A los padres vírgenes, es relación; i mucho menos, historia.

6. Andando el tiempo i creciendo la ambición de la fama con varios respetos a la propia memoria, se añadió al nombre propio, el linage, la familia, el empleo i las espensas, o gastos, si fueron grandes.

7. La historia de la inscripción es la que espressa lo tocante al sucesso i la que informa del hecho, como del vencimiento de una batalla con sus principales circunstancias. Pero si bien se llama historia, no es propiamente tal, sino una narración ceñida que observa el orden de los tiempos.

8. Últimamente se espressa la razón o causa, que, o apunta el afecto de quien levanta la tal memoria, o el uso de ella.

9. Deve ser la inscripción de alguna cosa memorable, porque de otra suerte es una necia vanidad de los genios ambiciosos, quales fueron los de los romanos, que llenaron el mundo de epitafios, cenotafios, i de otras memorias. Christóval de Virués, en el Monserrate, finge que un quadro o pintura de Jesu-Christo, tenía esta inscripción:


    El que no cabe en el inmenso cielo,
I en breve humanidad cupo encubierto;
El que vistes nacido en heno al yelo,
I en cruz después, tras mil tormentos, muerto;
El que en manjar de celestial consuelo
Se da a las almas, por su bien, cubierto;
Es triunfador del enemigo fuerte,
Del mundo i carne, del pecado i muerte.



10. Epitafio es el letrero puesto al verdadero sepulcro, como éste de Haníbal, que devemos a Aurelio Víctor956: Haníbal aquí yace.

11. Cenotafio es el título puesto al sepulcro honorario, que propiamente se llama lucillo.

12. En uno i otro se puede poner el nombre del difunto con mui sencillo, sucinto i breve elogio suyo, apuntando solamente las alabanzas más sobresalientes, como se ve en la inscripción que se puso en el sepulcro de Anaxágoras Lamsaceno, que dice assí: Aquí yace aquel a quien se manifestaron los retiramientos de las cosas i los arcanos del cielo: el gran Anaxágoras.957 Pero se puede añadir la edad i el día, mes i año de la muerte, i alguna afectuosa alocución o discurso al letor, el qual es más freqüente en los cenotafios o túmulos, que se levantan en las exequias o funerales, en los quales se permite que el estilo sea algo más estenso. Platón quiso que el epitafio fuesse tan breve, que no excediesse de quatro versos heroicos958; cinco tiene este epitafio que compuso Christóval de Castillejo:


   En este sepulcro fuerte
Está encerrada i metida
Una dama de gran suerte,
Que por temor de la muerte,
Negó el amor de la vida.



De donde se colige que los epitafios pueden hacerse en verso i que les conviene el heroico; sin duda porque Platón pensava que los epitafios no convienen a gente vulgar.

13. Dige que la espressión deve ser públicamente espuesta en materia duradera para distinguir la inscripción de la historia, que si bien se publica escrita en libros, no está públicamente espuesta en materia duradera, como lo son los sepulcros, estatuas i edificios públicos o privados.

14. Las inscripciones tienen sus abreviaturas, que escriven letra por parte, i un estilo que no se aprende sino con la letura de ellas, claro, ceñido, agudo i espresivo. El dotor Benito Arias Montano fue felicíssimo en hacerlas tales, como se puede ver en su libro intitulado: Humanae salutis monumenta. I huviera enseñado mucho si huviesse publicado el libro que compuso sobre el Arte de las inscripciones.




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Capítulo VIII

De la historia


1. Historia es una relación verdadera de las cosas particulares ya sucedidas en el tiempo en que se escrive, cuya memoria es conveniente que se conserve, para vivir bien i dichosamente.

2. Es relación, esto es, narración, la qual puede hacerse, o guardando rigurosamente el orden de los tiempos, o no guardándole.

3. Guardándole, como los chronicones o anales, escritos por años. Tales son los de Thucídides entre los griegos, i los de Tácito entre los latinos, i la Carolea de Juan Ochoa de la Salde entre los españoles, i las efemérides, los diurnos o diarios.

4. No guardando el orden de los tiempos, como las Vidas escritas por especies o classes, según las que escrivió de los Césares, Suetonio Tranquilo.

5. La relación, que constituye la historia, deve ser verdadera para escluir la mentirosa, como la que Compuso del emperador Marco Aurelio el obispo de Mondoñedo, don frai Antonio de Guevara; pero no escluye la historia mithológica, que conforme su sentido físico, o moral, o político, es verdadera. Aludiendo a que la historia deve ser tal, tiene varias leyes que rigurosamente deven guardarse, i son las siguientes.

6. El historiador no se atreva a escrivir cosa falsa, ni en su nombre, como don Josef de Pellicer en el Aparato a la Monarquía Española; ni en el ageno, como el que fingió varios Chronicones en nombre de Dextro, Marco Máximo, Luitprando, Julián Pérez, Heleca, san Braulión i otros. Por esso dudan algunos, si es lícito al historiador fingir en nombre de otros las oraciones que no se digeron. El rigor de la historia pide que no se finjan. Pero estando autorizadas por la práctica de los más aventajados maestros de la historia, griegos i latinos, Thucídides, Genofonte, Salustio i Livio, se podrán permitir hablando el historiador de manera que se conozca que son fingidas: como si se digera que alguno habló en esta sustancia o semejante espressión. I aun entonces la oración deverá fundarse en alguna verdad, de suerte que parezca una como amplificación de algún dicho, i tal, que no desdiga de la persona en cuyo nombre se finge, para que assí se guarde la verisimilitud i el decoro, en cuyo defeto cayeron Quinto Curcio i don Antonio de Solís.

7. Tampoco deve el historiador exagerar las cosas ni disminuirlas, porque uno i otro es especie de falsedad.

8. El historiador no dege de decir la verdad, ni por adulación, como Veleyo Patérculo i don Antonio de Solís, ni por aversión, como Paulo Jovio; sino que deve procurar que su historia sea como un espejo fiel i claro que represente los obgetos según fueron en sí, no como pudieron i devieron ser. Porque ni es relación de cosas possibles, lo qual sería, o mentira, o fábula, según el fin; ni relación de cosas que devieron ser, en lo qual se distingue de la poesía, sino de las cosas como sucedieron. Por esso, el Concilio Trulano, celebrado año 794, en el canon 42, mandó quemar las historias de los mártires que avían escrito los enemigos de la verdad; i el papa Hadriano I, escriviendo a Carlo Magno, cap. 17, mandó que no se leyessen las Vidas de los Padres si no tuviessen autores dignos de aprovación.

9. El indicio de la veracidad de un autor, es si en su historia se leen las cosas como las escrivieron otros coetáneos fidedignos o los más cercanos al sucesso.

10. Añadí que la historia es una relación de las cosas ya sucedidas en el tiempo en que se escrive, para distinguirla de la profecía; pues la narración de la ruina del templo de Gerusalén, que leemos en el libro 3 de los Reyes, cap. 9, en el 9 también de Daniel, i en el 3 de Oseas, es de cosa ahora ya sucedida, i no es historia, sino profecía, porque quando se escrivió aún no avía acontecido.

11. La narración historial se divide según la causa hacedora i el fin en divina o inspirada, cuyo fin es la religión; i en humana, que se subdivide en literaria, escrita por eruditos críticos, cuyo fin es el conocimiento de los libros para usar bien de ellos; en natural, escrita por los filósofos, cuyo fin es la ciencia, i en civil, escrita por hombres sabios, cuyo término es la prudencia.

12. La historia divina no es capaz de enseñarse por preceptos, antes bien devemos aprenderlos en ella, considerando su magisterio en la verdad i utilidad de los egemplos i documentos importantes.

13. La historia literaria refiere quáles son los libros buenos i quáles los malos, su méthodo, estilo i uso; los genios i ingenios de sus autores; los medios de promover sus adelantamientos o de impedirlos; los principios i progressos de las sectas eruditas; las universidades literarias; las academias i sociedades de varias ciencias, i el estado de la literatura en ellas; i el adelantamiento o descuido de las naciones en cada género de ciencia.

14. Por lo que toca a la historia natural, se distingue ésta de la física, en que la historia natural trata de las cosas únicas, i la física, de las universales. Aristóteles, en su excelente Historia de los Animales, trató de tal i de tal animal; en su física, generalmente de la naturaleza de los animales. Theofrasto, insigne filósofo, dicípulo de Aristóteles, en sus eruditíssimos libros de las Plantas, trató de tal i de tal planta, i assí mismo Dioscórides, escritor doctíssimo; el físico, generalmente de la naturaleza de las plantas. Plinio fue el primero que escrivió historia natural bien cumplida.

15. La narración de las cosas naturales es una descripción puntual de ellas, como la que hizo de Italia el mismo Plinio959.

16. A las cosas naturales deven referirse las artificiadas, porque el artífice les da el ser artificial, que en su género constituye su ser, i assí del leño hace estatua i de los materiales casa. I la configuración formada destas partes, es el sugeto de su historia; i lomismo sucede en los compuestos de unión, en los quales assí el desorden, como el orden, son las partes materiales de la historia, refiriendo las causas de donde proviene, como se puede observar en la elegante descripción que hizo don Diego Hurtado de Mendoza de un egército maleado960, que trasladaré aquí, para mayor gusto de los letores: «Ningún animal ai más delicado que un campo junto. Aunque cada hombre por sí sea recio i sufridor de trabajo, qualquiera mudanza de aires, de aguas, de mantenimientos, de vinos; qualquier frío, lluvia, falta de limpieza, de sueño, de camas, le adolece i deshace; i al fin todas las enfermedades le son contagiosas. Andavan corrillos, quejas, libertad, derramamiento de soldados por unas i otras partes, que escogían por mejor venir a manos de los enemigos; ívanse casi por compañías, sin orden ni respeto de capitanes. Como el paradero destos descontentamientos, o es amotinarse, o un desrancarse pocos a pocos, vino a suceder assí, hasta quedar las banderas sin hombres».

17. También se reducen a las cosas naturales las acciones passageras, como el canto de un pájaro, la harmonía de una música. Assí vemos que Minucio Féliz descrivió elegantíssimamente el juego de las tejuelas; i el capitán Francisco de Aldana, en su Faetonte, una lucha.

18. Las descripciones de las cosas naturales piden gran propiedad si se trata de ellas física o naturalmente; si historialmente, permiten algún adorno i traslaciones que no confundan la verdadera idea de lo que son, pero estas descripciones en las historias deven ser menos licenciosas que en los poemas. Pero si la historia es fingida, se permite a su autor alguna mayor licencia, la qual se tomó Miguel de Cervantes Saavedra, haciendo en boca de Don Quijote una descripción del Siglo de Oro961, que parece que convendría mejor a una composición poética.

19. La historia civil también trata de las cosas singulares, a distinción de la física. I assí el historiador dice que se hizo tal i tal acción; i el filósofo físico o moral enseñan generalmente la naturaleza de las acciones naturales o morales, i dan reglas para conocer si son buenas, o malas, o indiferentes.

20. La historia humana o civil se emplea en contar los hechos singulares de las personas. Éstas, o son particulares, o públicas. Si la historia cuenta las acciones de uno en quanto particular, con propiedad se llama vida, que no deve escrivirse si no contiene útiles egemplos o escarmientos. Si la vida es de alguna persona en quanto está empleada en cosas públicas, es historia, como la que escrivió Alvar Gómez de Castro del cardenal don frai Francisco Giménez de Cisneros, que en su género es excelente. Si en ésta se distinguen los hechos por años, apuntándolos más que refiriéndolos con la estensión con que se pudiera, se llaman anales, de que fue gran maestro Cornelio Tácito; si con sencillez, se llaman comentarios, como los de Julio César i los del rei don Jaime de Aragón, llamado el Conquistador. Si solamente se cuenta algún sucesso, se llama relación, como la conjuración de Catilina escrita por Salustio con admirable arte i juicio, i la Guerra de Granada, por don Diego Hurtado de Mendoza, i con no menor acierto la Expedición de los catalanes (debajo de cuyo nombre se entendían entonces los valencianos) i aragoneses contra turcos i griegos, de D. Francisco de Moncada.

21. Si los sucessos se van refiriendo por días, se llaman diarios, en que no deven referirse sino cosas memorables, como los del rei Assuero; pero no menudencias, como en los de Alejandro el Grande.

22. En las acciones de las personas ai varias cosas que considerar.

23. Primeramente la persona, después la causa que tuvo para obrar, el lugar, el tiempo, el instrumento, la acción, la afición, el modo.

24. Para proceder con buen méthodo, en primer lugar trataremos de la persona; después, de la acción i desus circunstancias, que son dos, lugar i tiempo; i últimamente, apuntaremos las cosas, que, o preceden a aquella de que se habla, como las deliberaciones i resoluciones, o las que las acompañan, como el modo; o las que las siguen, como la resulta.

25. En la persona consideramos sus atributos, i por ellas se hacen varias descripciones de personas, en que fue admirable Veleyo Patérculo. Las descripciones del ánimo son más sesudas, como las que Salustio hizo de Catilina, César i Catón; i ésta en que don Diego Hurtado de Mendoza nos representó vivamente a Aben Humeya962: «Tornó a Andújar donde, como assegurado de la fortuna, vivía ya con estado de rei, pero con arbitrio de tirano, señor de las haciendas i personas; tenido por manso, engañava con palabras blandas; mas para quien recatadamente le mirava, oscuras i suspensas; de mayor autoridad que crédito; codicia en lo hondo del pecho, rigor nunca descubierto sino quando avía ofendido; i entonces, sossegado, como si huviera hecho beneficio, quería gracias dello; contava el dinero i los días a quien más familiar tratava con él; i algunos destos a que pensava ofender, escogía por compañeros de sus consejos i conversación». Es también mui discreta esta otra descripción de una amiga de Aben Humeya, imitando963 la que hizo Salustio de Sempronia964: «Muger igualmente hermosa i de linage, buena gracia, buena razón en qualquier propósito, ataviada con más elegancia que honestidad; diestra en tocar un laúd, cantar, bailar a su manera i a la nuestra, amiga de recoger voluntades i conservallas». Las descripciones de la forma exterior son más sensibles, como la que Miguel de Cervantes Saavedra hizo de Mari-Tornes, pintándola assí965: «Servía en la venta assí mesmo una moza asturiana, ancha de cara, llana de cogote, de nariz roma, del un ojo tuerta i del otro no mui sana; verdad es que la gallardía del cuerpo suplía las demás faltas; no tenía siete palmos de los pies a la cabeza i las espaldas, que algún tanto le cargavan, la hacían mirar al suelo más de lo que ella quisiera». Después destas descripciones en prosa, vendrá bien estotra del hermitaño Juan Garín, escrita en verso por Christóval de Virués en el Monserrate:


    Era Garín de aspeto venerable,
Aguileña nariz, enjuta cara,
Alegre vista, dulcemente afable,
Aunque con gravedad discreta i rara;
Blanco, rubio, dispuesto i de admirable
Compostura que dava muestra clara
A la primera vista, ser persona
Que de nobleza i christiandad se abona.



26. La acción se puede considerar práctica i passivamente. I son las acciones los mejores intérpretes de las personas humanas, assí en el que obra como en quien obra.

27. Las acciones del alma son pensar, querer i mover; entendimiento, voluntad i egecución.

28. Las circunstancias de la acción son el lugar i el tiempo, cuyas descripciones unas veces suelen ser necessarias, otras, adornan; pero no se han de tratar de manera que parezca que merecen la atención principal de quien escrive.

29. Las descripciones historiales admiten mayor pompa que las puramente físicas o naturales. Pero no ha de ser tanta que parezca estudiada, i más digna de una composición poética que prosaica, qual parece que es la descripción que Matheo Alemán hizo de una tempestad966, bien que tan al vivo i hermosa, que por cierto merece copiarse aquí: «Podría decir con verdad, averme sucedido en este viage lo que a los navegantes: que aviendo salido de abrigado puerto, ya quando engolfados en medio de algún piélago, van a viento en popa, corriendo mar bonanza, suele de improviso levantarse mui lejos una pequeñuela marañita que brevemente se quaja, i haciéndose nuve, poquito a poco se les viene acercando i creciendo, i en espacio breve, soplan los vientos, queda el sol eclipsado, el cielo cubierto, el aire oscuro i negro, que roto por mil partes con rayos espesos i truenos espantosos, amenaza de muerte por momentos. Ábrense los cielos, despéñanse dellos (al mar) mares de aguas que todas mezcladas, locas i furiosas, encrespando las olas, bramando le levantan en alto formando en pocos trechos, muchas altas montañas i profundos valles. Arrebatan la nave, i como a fácil corcho, ya la sepultan en las hondas arenas que del suelo descubren, ya en el instante mismo la levantan que parece tocar las gavias con el cielo. I destos impulsos, varios i sobervios, los maderos crugen, rechinan las tablas, los clavos aflojan, el mástil se quiebra, rómpense las velas, destrozada la jarcia, el timón perdido i las esperanzas de humano remedio. Los unos lloran, los otros gritan, allí se prometen, acullá se confiessan, rezan i buscan tablas en que salvarse. Mandan los pilotos, cruzan los marineros, de proa corren a popa, de babor a estribor a las escotas, bajan i suben a la gavia sin que algún ministro de todos obedezca ni entienda. Estos dan a la bomba, essotros largan, izan i cían, pereciendo juntos. Quando inopinadamente, al punto que aguardavan el postrero suyo, siendo sorbidos i anegados en las fieras aguas, las del cielo cessan i las del mar se aplacan, passa la espesa nube i con ella los vientos, el sol se aclara, buelve risueño el día, los navegantes alegres, con favorable tiempo llegan al puerto que desean, donde saltando en tierra, besan las arenas al primer passo en señal de amor i deseo, instimulados de la tormenta i trabajos padecidos, que no es menos de lo dicho el que no sabe».

30. El lugar puede considerarse, o generalmente, atendiendo sus principales divisiones, como si es el cielo o la tierra, o en sí mismo, si es público o privado, sagrado o profano, decente o indecente; o respeto de las cosas, si es alto o bajo, si monte, o valle, o llanura, si grande o pequeño; a mano derecha o izquierda; solitario o freqüentado. Refiérese al lugar respeto del hecho, ser delante, o en presencia de alguno, o de pocos, o de muchos, como delante del rei, a vista de las cortes generales, en presencia de los grandes; o en ausencia de alguno, como no estando presente el padre o el marido.

31. En el tiempo consideramos si fue en sazón o no, esto es, en su ocasión o ya passada: en qué edad del mundo, en qué siglo, debajo de qué reinado, en qué año, en qué mes, en qué día, en qué hora, i tal vez en qué instante; si de día o de noche; si en la alborada, si entre dos luces, a primera, o a media noche.

32. A las acciones preceden las deliberaciones particulares i las causas especiales de las deliberaciones. Digo particulares o propias, para distinguir el historiador del filósofo, que averigua las causas universales. I assí el historiador considera el fin principal del que obra, refiere el motivo de la acción i su causa verdadera; la aparencia de ella, i el intento dañado, i mal fin que lleva, i el paradero que se espera.

33. Las resoluciones se refieren con las razones en favor i en contra, para mejor inteligencia, i si se coligen con provabilidad, añade el historiador su congetura como propia, para que su pensamiento no pase por relación absolutamente verdadera.

34. Las acciones son de cierto modo. En el modo se consideran dos cosas. La primera, la comodidad del instrumento o de los medios proporcionados para egecutarle con facilidad i perfeción. La segunda, es la calidad del hecho como si se hizo prudente o imprudentemente, sabia o neciamente, fuerte o flojamente, virtuosa o viciosamente, sin gasto o con él, sin ruido o con alboroto.

35. De la acción nace la resulta oel efeto, el qual se ha de observar si corresponde al deseo i aplicación, o si por falta de ésta, o por algún descuido, o causa no pensada, ha sucedido de otra manera.

36. De todo lo dicho se colige quán dificultoso es referir las cosas con verdad i bien circunstanciadas, interponiendo el historiador tal qual vez su juicio, i esto en los casos mui dudosos, i sin ser ni mostrarse apassionado. Sabiamente dijo Polibio que la historia desnudamente escrita es un passatiempo que nos deja burlados, pero que la vestida con razones, motivos i causas, instruye el ánimo i nos deja avisados. Todo lo qual practicó con singular destreza don Diego Hurtado de Mendoza, especialmente quando escrivió assí967: «Hallávase entretanto el marqués de los Vélez en Adra (lugar antiguamente edificado cerca de donde ahora es, que llamavan Abdera) con quasi doce mil infantes i setecientos cavallos, gente armada, plática i que ninguna empressa rehusava por difícil, estendida su reputación por España, con el sucesso de Berja, su persona subida en mayor crédito. Venían muchos particulares a buscar la guerra, acrecentando el número i calidad del egército, pero la esterilidad del año, la falta de dinero, la pobreza de los que en Málaga fabricavan biscocho, i la poca gana de fabricarlo por las continas i escrupulosas reformaciones antes de la guerra, la falta de recuas por la carestía, la de vivanderos que suelen entretener los egércitos con refrescos, i con esto las resacas del mar, que en Málaga estorban a veces el cargar i las mesmas el descargar en Adra, fue causa que las galeras no proveyessen de tanto bastimento i a la contina. Era algunas veces mantenido el campo de solo pescado, que en aquella costa suele ser ordinario; cessavan las ganancias de los soldados con la ociosidad, faltavan las esperanzas a los que venían cevados dellas, deteníanse las pagas; comenzó la gente de descontentarse a tomar libertad i hablar, como suelen en sus cabezas. El general, hombre entrado en edad, i por esso más en cólera, mostrado a ser respetado i aun temido. Qualquiera cosa le ofendía; diose a olvidar a unos, tener poca cuenta con otros, tratar a otros con aspereza. Oía palabras sin respeto i oíanlas dél. Un campo gruesso, armado, lleno de gente particular, que bastava a la empressa de Berberia, comenzó a entorpecerse nadando i comiendo pescados frescos, no seguir los enemigos aviéndolos rompido, no conocer el favor de la vitoria, dejarlos engrosar, afirmar, romper los passos, armarse, proveerse, criar guerra en las puertas de España. Fue el marqués juntamente avisado i requerido de personas que vían el daño i temían el inconveniente, que con la vitualla bastante para ocho días saliesse en busca de Aben Humeya. Por estos términos comenzó a ser malquisto del común i de alli a pegarse la mala voluntad en los principales, aborrecerse él de todos i de todo, i todos dél.

37. »Al contrario de lo que al marqués de Mondéjar aconteció: que de los principales vino a pegarse en el pueblo, pero con más paciencia i modestia suya; dicen que con igual arrogancia. Yo no vi el proceder del uno ni del otro; pero (a mi opinión) ambos fueron culpados sin aver hecho errores en su oficio, i fuera dél con poca causa, i essa común en algunos otros generales de mayores egércitos. I tornando a lo presente, nunca el marqués de los Vélez se halló tan proveído de vitualla que le sobrasse en el comer ordinario de cada día, para llevar consigo quantidad que pudiesse gastar a la larga; pero vista la falta della, la poca seguridad que se tenía de la mar, pareciéndole que de Granada i el Andalucía, Guádij i Marquesado de Cenete, i de allí por los puertos de Ravaha i Loh, que atraviessan la sierra hasta la Alpujarra, podía ser provehído; escrivió a don Juan (aunque lo solía hacer pocas veces) que le mandasse tener hecha la provisión en la Calahorra; porque con ella i la que viniesse por mar, se pudiesse mantener el egército en el Alpujarra i echar della los enemigos».

38. «El comendador mayor, según el poco aparejo, ninguna diligencia possible dejava de hacer, aunque fuesse con peligro, hasta que tuvo en Adra puesta vitualla de respeto por tanto tiempo, que ayudado el marqués con alguna de otra parte (aunque fuesse havida de los enemigos) podía guerrear sin hambre i esperarla de Guádij. Mas viendo el marqués razones por donde no convenía salir tan presto, dicen que passó tan adelante, que en presencia de personas graves i en un consejo le dijo: Que no lo haciendo, tomaría él la gente i saldría con ella en campo.

39. »En Granada ninguna diligencia se hizo para proveer al marqués; porque, pues no replicava, tuvieron creído que no tenía necessidad i que estava proveído bastantemente en Adra, de donde era el camino más corto i seguro. Tenían por dificultoso el de la Calahorra; los enemigos, muchos; las recuas, pocas; la tierra, mui áspera, de la qual decían que el marqués era poco plático. Mas el pueblo, acostumbrado ya a hacerse juez, culpávale de mal sufrido en palabras i obras igualmente, con la gente particular i común; a sus oficiales, de liberales en distribuir lo voluntario; i en lo necessario, estrechos; detenerse en Adra buscando causas para criar la guerra, tenido en otras cosas por diligente. Escrivíanse cartas que no faltava a donde cayessen a tiempo disminuíase por horas la gracia de los sucessos passados. Decían que dello no pesava a don Juan, ni a los que le estavan cerca. Era su parcial sólo el presidente; pero ésse algunas veces, o no era llamado, o le excluían de los consejos a horas i lugares, aunque tenía plática de las cosas del reino i alteraciones passadas. Passó este apuntamiento hasta ser avisado el Consejo por cartas de personas i ministros importantes (según el pueblo decía) i aun reprehendido, que parecía desautoridad i poca confianza no llamar un hombre grave de experiencia i dignidad. Pero no era de maravillar que el vulgo hiciesse semejantes juicios, pues por otra parte se atrevía a escudriñar lo intrínseco de las cosas i examinar las intenciones del Consejo. Decían que el duque de Sessa i el marqués de los Vélez eran amigos, más por voluntad suya que del duque, no embargante que fuessen tío i sobrino. El marqués de Mondéjar i el duque, émulos de padres i ahuelos sobre la vivienda de Granada, aunque en público professassen amistad. Antigua la enemistad entre los marqueses i sus padres, renovada por causas i preheminencias de cargos i jurisdiciones; lo mismo el de Mondéjar i el presidente, hasta ser maldicientes en processos el uno contra el otro. Luis Quijada, embidioso del de los Vélez, ofendido del de Mondéjar, porque siendo conde de Tendilla, no quiso consentir al marqués su padre que le diesse por muger una hija que le pidió con instancia, amigo intrínseco de Erasso i de otros enemigos de la casa del marqués. El duque de Feria, enemigo atrevido de lengua i por escrito del marqués de Mondéjar; ambos dende el tiempo de don Bernardino de Mendoza, cuya autoridad después de muerto los ofendía. El duque de Sessa i Luis Quijada a veces tan conformes, quanto bastava para excluir los marqueses; i a veces sobresanados, por la pretensión de las empressas. Hablávanse bien, pero huraños i recatados; i todos, sospechosos a la redonda. Entreteníase Muñatones mostrado a sufrir i dissimular, culpando las faltas de proveedores i aprovechamientos de capitanes; lo uno i lo otro sin remedio. Don Juan, como no era suyo, contentávale qualquiera sombra de libertad; atado a sus comissiones, sin nombramiento de oficiales, sin distribución de dinero, armas i municiones, i vituallas, si las libranzas no venían passadas de Luis Quijada, que en esto i en otras cosas no dejava (con algunas muestras de arrogancia) de dar a entender lo que podía, aunque fuesse con quiebra de la autoridad de don Juan, que entendía todos estos movimientos, pero sufríalos con más paciencia que dissimulación. Solamente le parecía desautoridad que el marqués de Mondéjar, o el conde su hijo, usassen sus oficios, aunque no estavan excluidos ni suspendidos por el rei. Tampoco dejaron de sonarse coxquillas de mozos i otros, que las acrecentavan entre el conde i ellos. Tal era la aparencia del govierno. Pero no por esso se dejava de pensar i poner en egecución lo que parecía mejor al beneficio público i servicio del rei, porque los ministros i consegeros no entran con las enemistades i descontentamientos al lugar donde se juntan. I aunque tengan diferencia de pareceres, cada uno encamina el suyo a lo que conviene. Pero los escritores, como no deven aprovar semejantes juicios, tampoco los deven callar quando escriven con fin de fundar en la historia egemplos, por donde los hombres huyan lo malo i sigan lo bueno». Este es el modo de referir los hechos circunstanciados para informar los ánimos de los letores, con la verdad de ellos, i mostrar mejor los que se deven imitar o esquivar.

40. La historia de la religión es la que comúnmente se llama eclesiástica por razón de su assunto, el qual si bien se atiende, en parte pertenece al dogma o doctrina i a la tradición, i en lo demás, al govierno político de la Iglesia i a las acciones memorables de los fieles que la componen, que es lo mismo que decir que en una consideración puede llamarse historia divina, o historia de la revelación. Divina, en quanto refiere lo que Jesu-Christo dijo, hizo, mandó i aconsejó; lo que, inspirados del Espíritu-Santo, digeron los Profetas i Apóstoles, i escrivieron los Evangelistas; i lo que oyeron i practicaron i digeron los primeros dicípulos de Jesu-Christo; i en otra consideración puede llamarse historia civil, imaginando a los christianos como unos ciudadanos que forman la ciudad de Dios, ya congregándose en concilios para mantener las buenas costumbres i la buena diciplina, i condenar las malas costumbres i la depravación de la diciplina, i a los hereges sus autores; ya escriviendo contra éstos i contra los malos, exhortando a la virtud con palabras i con egemplos de buenas obras; i sobre todo manifestándolo, como en un espejo, donde se representan puntualmente i con verdad, todos los siglos, la inconstancia de las cosas humanas i los maravillosos efetos de la Divina Providencia en el govierno del universo i conservación de su Iglesia; de cuyo modo de escrivir nos ha dejado una ilustre idea i egemplo, aunque mui reducido, el sabio obispo de Mos, Jacobo Benigno Bossuet, en el excelente Discurso sobre la historia universal para esplicar la continuación de la religión i las mudanzas de los imperios, digno por cierto de que su tradución española sea más parecida al original.

41. La narración historial es una junta de varios sucessos que, si son de una persona, es particular; si de alguna provincia, general; si de todo el mundo, universal. La historia representa los sucessos como un tapiz que tiene entretegidas con arte muchas figuras, con sus boscages i amenidades, que son las descripciones i digressiones; éstas, mui raras i nada impertinentes; aquéllas, algo más freqüentes i agradables; unas i otras nacidas del assunto. Don Diego Hurtado de Mendoza, en el lib. 1 de la Guerra de Granada968, con su acostumbrada erudición i elegancia, unió estos dos géneros de adorno tratando del modo de la muerte violenta de don Alonso Portocarrero desde modo: «Don Alonso, herido de dos saetadas con hierba, peleó hasta caer travado del veneno, usado dende los tiempos antiguos entre cazadores. Mas porque se va perdiendo el uso della con el de los arcabuces, como se olvidan muchas cosas con la novedad de otras; diré algo de su naturaleza. Ai dos maneras: una que se hace en Castilla en las montañas de Béjar i Guadarrama (a este monte llamavan los antiguos Orospeda, i al otro Idubeda) cociendo el zumo de vedegambre, a que en lengua romana i griega dicen heleboro negro, hasta que hace correa i, curándolo al sol, lo espessan i dan fuerza; su olor, agudo no sin suavidad; su color, escuro, que tira a rubio. Otra, se hace en las montañas nevadas de Granada de la misma manera, pero de la hierba que los moros dicen rejalgar, nosotros hierba, los romanos i griegos acónito, i porque mata los lobos, lycóctonos; color negro, olor grave; prende más presto, daña mucha carne. Los accidentes, en ambas, los mismos, frío, torpeza, privación de vista, rebolvimiento de estómago, arcadas, espumajos, desflaquecimiento de fuerzas hasta caer. Embuélvese la ponzoña con la sangre donde quier que la halla; i aunque toque la hierba a la que corre fuera de la herida, se retira con ella i la lleva consigo por las venas al corazón, donde ya no tiene remedio; mas antes que llegue, ai todos los generales. Chuparla para tirarla afuera, aunque con peligro. Psyllos, llamavan en lengua de Egipto a los hombres que tenían este oficio. El particular remedio es zumo de membrillo, fruta tan enemiga desta hierba, que donde quier que la alcanza el olor, le quita la fuerza; zumo de retama, cuyas hojas machacadas he yo visto lanzarse de suyo por la herida quanto pueden buscando el veneno hasta topallo i tirallo a fuera. Tal es la manera desta ponzoña, con cuyo zumo untan las saetas embueltas en lino porque se detenga. La simplicidad de nuestros passados, que no conocieron manera de matar personas, sino a hierro, puso a todo género de veneno nombre de hierbas. Usóse en tiempos antiguos en las montañas del Abruzzo, en las de Candia, en las de Persia; en los nuestros, en las Alpes que llaman Moncenis, ai cierta hierba poco diferente, dicha tora con que matan la caza; i otra, que dicen antora, a manera de dictamno, que la cura».

42. Los anales representan los sucessos como en un aparador, o credencia, que tiene sus gradas i en cada una varias joyas, sin estar enlazadas unas con otras.

43. Los diarios parecen unas despensas, donde ai prevenidas muchas cosas; unas, necessarias para la vida; otras, útiles; otras, para la variedad de gustos; i muchas, para el abasto sobreabundante.

44. Las relaciones son como las alhajas más usuales, tales son las de Pedro Teixeira de los reyes de Persia.

45. Las vidas son semejantes a un huerto de mucha i mui agradable variedad en las flores i frutos.

46. El estilo de la historia es más esparcido; el de los anales, más apretado; el de los diarios, desnudo; el de las relaciones, más circunstanciado; el de las vidas, ameno i vario por los dichos i hechos, i por la unión i contrariedad de unas personas con otras, que bien caracterizadas causan una estraña admiración i gusto.

47. En todas las especies de historia se ha de huir de la proligidad enfadosa.

48. En fin, la historia deve ser tal que, como dijo Cicerón969, sea testigo de los tiempos, luz de la verdad, vida de la memoria, maestra de la vida, mensagera de la antigüedad.

49. La historia empezó a hablar en tiempo de Saturno, i por esso en los chapiteles de sus templos se ponía un tritón con su trompeta para significar, según Macrobio970, la publicación de las cosas. En su mayor antigüedad (eceptuando la sagrada) es fabulosa; en las repúblicas libres, eloqüente; en los reinados, aduladora; en los estados oprimidos, servil. Pero los hombres sabios i de grande espíritu, como don Diego Hurtado de Mendoza, aun en tiempo de dominación monárquica, escriven las verdades instructivas, i quando su relación puede ser provechosa a los presentes i venideros, no las callan, por miedo de que otros se den por ofendidos, si pueden escrivirlas con salvedad de sus personas i bienes, estimando más el aprovechamiento universal que la complacencia de pocos. Es cosa voluntaria escrivir historia, o no escrivirla. I el que elige escrivirla, está obligado a decir la verdad de las acciones i sucessos que por razón del assunto deve referir; como lo practicó en todos sus quatro libros de la Guerra de Granada el nunca bastantemente alabado don Diego Hurtado de Mendoza, i singularmente quando escrivió assí971: «Considerando yo las causas por qué nación tan animosa, tan aparejada a sufrir trabajos, tan puesta en el punto de lealtad, tan vana de sus honras (que no es en la guerra la parte de menos importancia) obrasse en ésta al contrario de su valentía i valor, truge a la memoria numerosos egércitos diciplinados i reputados, en que yo me hallé, guiados por el emperador don Carlos, uno de los mayores capitanes que huvo en muchos siglos; otros, por el rei Francisco, su émulo i hombre de no menos ánimo i experiencia; ninguno más armado, más diciplinado, más cumplido en todas sus partes, más plático, abundado de dinero, de vitualla, de artillería, de munición, de soldados particulares, de gente aventurera de corte, de cabezas, capitanes i oficiales, me parece aver visto ni oído decir que el egército que don Felipe Segundo, rei de España su hijo, tuvo contra Henrique Segundo de Francia, hijo de Francisco, sobre Durlán, en defensión de los estados de Flandes, quando hizo la paz tan nombrada por el mundo, de que salió la restitución del duque Filiberto de Saboya, negocio tan desconfiado. Como por el contrario ninguno he visto tan a remiendos, tan desordenado, tan cortamente proveído, i con tanto disperdiciamiento i pérdida de tiempo i dinero, en poca perseverancia i ninguna diciplina. Las causas pienso aver sido comenzarse la guerra en tiempo del marqués de Mondéjar con gente concegil aventurera, a quien la codicia, el robo, la flaqueza i las pocas armas que se persuadieron de los enemigos al principio, combidó a salir de sus casas, casi sin orden de cabezas o banderas. Tenían sus lugares cerca. Con qualquier presa tornavan a ellas. Salían nuevos a la guerra i bolvían nuevos. Mas el tiempo que el marqués de Mondéjar, hombre de ánimo i diligencia, que conocía las condiciones de los amigos i enemigos, anduvo pegado con ellos, a las manos, en toda hora, en todo lugar, por medio de los hombres particulares que le seguían, estuvieron estas faltas encubiertas. Pero después que los enemigos se repartieron, acontecieron desgracias por donde quedaron desarmados los nuestros i armados ellos. Comunicávase el miedo de unos en otros; que como sea el vicio más perjudicial en la guerra, assí es el más contagioso. No se repartían las presas en común; era de cada uno lo que tomava; como tal lo guardava; huían con ello sin unión, sin respondencia; dejávanse matar abrazados o cargados con el robo; i donde no le esperavan, o no salían, o en saliendo, tornavan a casa; guerra de montaña, poca provisión, menos aparejo para ella, dormir en tierra, no bever vino, las pagas en vituallas, tocar poco dinero, o ninguno; cessando la codicia del interesse, cessava el sufrir trabajo; pobres, hambrientos, impacientes; adolecían, morían; o huyéndose los matavan. Qualquier partido destos escogían por más ventajoso que durar en la guerra, quando no traían la ganancia entre manos. De los capitanes, algunos cansados ya de mandar, reprehender, castigar, sufrir sus soldados, se davan a las mismas costumbres de la gente; i tales eran los campos que della se juntavan. Pero también huvo algunos hombres, entre los que vinieron embiados por las ciudades, a quien la vergüenza i la hidalguía era freno. También la gente embiada por los señores, escogida, igual, diciplinada; i la que particularmente venía a servir con sus amos, movidos por obligación de virtud i deseo de acreditar sus personas, animosa, obediente, presente a qualquier peligro; tantos capitanes, o soldados, como personas; i en fin autores i ministros de la vitoria. Los soldados i personas de Granada, todos aprovaron para ser loados. No parecerá filosofía sin provecho para lo por venir esta mi consideración verdadera, aunque experimentada con daño i costa nuestra».




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Capítulo IX

De los medios para conseguir el fin de la rethórica


1. Siendo el fin de la rhetórica hacer una oración persuasiva, conviene saber quáles son los medios para lograr este fin. Yo entiendo que son cinco, es a saber, entendimiento, arte, estudio, egercicio i emienda.

2. El entendimiento comprehende al ingenio i a la memoria.

3. El ingenio es necessario para discurrir los medios de la persuasión, i buscarlos donde pueda hallarlos i para ponerlos en práctica.

4. La memoria es la depositaria de las cosas que inventa o halla el ingenio.

5. El arte es importantíssima, porque hallándose recogidas en ella las observaciones de los professores de la eloqüencia más perspicaces, por medio de aquéllas, reducidas a reglas, se nos representa la idea perfectíssima de la eloqüencia, que naturalmente ni puede hallarse en uno solo, ni es possible que uno solo la observe en todo su estendimiento. Qualquiera arte en los principios es dificultosa, i en el medio fácil i en la fin deleitable. El trabajo del principio se passa gustosamente, con la esperanza del contentamiento i provecho que viene a la postre.

6. El estudio que es una constante aplicación al conocimiento de las cosas útiles, es tan necessario, que quien no le tiene, por ingenioso que sea, sabe poco; pues ignora muchíssimas cosas, de que en toda su vida no ha tenido idea alguna; i bien ordenado el estudio, facilita saber lo que supieron i escrivieron los hombres más sabios que ha tenido el mundo.

7. El egercicio perficiona al estudio, porque por él se pone en práctica lo que se sabe. Poco aprovecharía a quien quisiesse pintar, ver las mejores pinturas de Ticiano, Juanes i Ribera, si después no experimentasse cómo se mezclan los colores, i no copiasse o imitasse.

8. El primer egercicio del que pretende ser rhetórico, entiendo que deve ser oservar en las obras de los mejores oradores el artificio rhetórico; lo qual deve empezar a practicarse luego que se sepan los preceptos de la rhetórica, siendo propio del maestro ponerle delante las piezas más eloqüentes, haciéndole oservar el fin del orador, la invención de las cosas, su distribución, las partes de la oración, los modos de persuadir i las bellezas del decir tirando al mismo fin. Conviene que estas piezas sean breves, como las oraciones más escogidas de Salustio i de Livio, para que la atención esté más recogida, teniendo menos que comprehender. Si Dios me da tiempo i salud, traduciré algunas oraciones de estos escritores eloqüentíssimos.

9. El segundo egercicio deve ser traducir en la lengua materna las ideas más elegantes de la griega i latina, si acaso se entendieren dichas lenguas, o alguna dellas; i esta tradución deve hacerse en la misma escuela para que sea fruto del propio trabajo, i no se copie otra, si la huviere. Assí se consigue acostumbrarse a pensar como otro, pues no se puede traducir sin entender lo que se traduce; i se logra también perficionarse en la propia lengua. I éste es un insensible modo de imitar mui natural.

10. El tercer egercicio deve ser empezar a componer por imitación.

11. Los antiguos rhetóricos idearon ciertos géneros de composiciones breves, que los griegos llamaron progimnasmas, i los latinos preexercitamentos, esto es, egercicios anticipados, porque preceden al egercicio práctico de decir, i preparan para él, es a saber, fábula, narracioncilla, chría, sentencia, refutacioncilla, confirmacioncilla, lugar común, encomio, o alabanza, vituperación, comparación, ethopeya, descripción, thesis i legislación.

12. Fábula, según Hermógenes, es una oración fingida, que con disposición verisímil refiere cierta especie de verdad con el fin de amonestar. I assí sus partes son dos: narracioncilla fingida i amonestación. Tal es esta fábula de Isopo, que don Luis de Góngora redujo a consonancia rímica:


   Tenía Mari-Nuño una gallina,
En poner tan contina,
Quanto la vieja astuta a su regalo;
Sucedió un año malo,
Tal, que el pasto faltándole, suave,
Negó su feudo el ave.
Perdone Mari-Nuño,
Que la overa se cierra, quando el puño.



13. Es también del caso el egemplo siguiente, que devemos a frai Diego Giménez Arias972: «Fingió el antiguo fabulador que todos los hombres tenían dos alforjas: una, en los pechos con los pecados agenos; i otra, en las espaldas con los propios. Solía yo en el tiempo de mi vanidad usar destas alforjas echadas a los hombros, como las usan los postulantes. En la alforja de las espaldas echava mis pecados, de donde venía no concerlos i tener de mí gran estima; en la delantera, los pecados agenos, de donde procedían juicios temerarios, tassamiento de vidas agenas i desprecio de mis prógimos. Mas agora quiero, Señor, dar la buelta, echando atrás las culpas agenas i poniendo ante mis ojos las mías. No seré como los ojos que, viendo las otras cosas, no se veen a sí mismos. Quoniam iniquitatem meam ego cognosco».

14. A esta clase de egercicio pertenecen también las parábolas, como aquella que Jonathán propuso en voz alta a los que avían elegido por rei a Abimelech, que frai Juan Márquez sacó del libro de los Jueces973 i aplicó deste modo974: «Juntáronse los árboles a hacer un rei, i ofreciéronselo primero a la oliva i después a la higuera, i en tercer lugar a la parra; i todas tres se escusaron con la necessidad de sus frutos, que forzosamente avían de desamparar, si aceptavan el cargo. Despedidos de los frutales, acudieron a la cambronera, i apenas le pusieron el reino en las manos, quando lo abrazó i comenzó a usar de amenazas, diciendo: Si con buena fe i ánimo sencillo queréis ser regidos por mí, yo os recibo debajo de mi amparo, mas si venís a burlarme, saldrá fuego de mis ramas i abrasará los cedros del Líbano. Con que se dio a entender que el más adelantado en aceptar el mando, le buelve más presto en tiranía; i que el que a costa de su regalo ha de acudir a las obligaciones del bien público, rehúsa mucho cargarse dellas i de los cuidados que las siguen, que son tantos i ponen al governador cada hora en tan grandes perplegidades, que pudo decir Tito Livio975 que a los ingenios más excelentes les vendrá a faltar más presto arte para regir a sus súbditos, que para triunfar de los agenos».

15. Narracioncilla es una breve esposición de algún hecho verdadero o fingido. En nombre de hecho se entiende también el dicho. El hecho puede ser fingido, como el fabuloso. También se tiene por hecho la omisión del hecho, o del dicho. Las circunstancias de la narracioncilla son la persona, la causa, el lugar, el tiempo i el modo.

16. Chría es una breve relación de algún hecho, o dicho. En ella brevemente se alaba el autor del hecho o del dicho. Se refiere con brevedad el hecho o el dicho. Se prueva con la razón, se apunta lo que es contrario a la razón, se añade una semejanza o un egemplo, o un testimonio. Se concluye con un epílogo o conclusión, en que brevemente se buelve a alabar al autor del hecho o del dicho.

17. Sentencia es la relación circunstanciada de algún dicho general, que sea a propósito para exhortar o dissuadir. Se trata como la chría.

18. Refutacioncilla es una oración en que se rechaza alguna narracioncilla. Se rechazan las cosas que ni son del todo ciertas, ni manifiestamente falsas, sino puestas entre la verdad i la falsedad. Consta de un exordio en que se vitupera al autor de la narracioncilla. Síguese toda la narracioncilla propuesta con miembros. Los artículos sobre que se disputa, son ocho: lo oscuro, lo improvable, lo impossible, lo contrario, lo indecoroso, lo inútil. Se concluye con un epílogo reprehendiendo al autor de la narracioncilla.

19. Confirmacioncilla es una oración con que se comprueva la narracioncilla propuesta. Tiene el mismo artificio que la refutacioncilla, es a saber, un exordio en que se alaba al autor de la narracioncilla. Síguese toda la narracioncilla propuesta con miembros. Los artículos sobre que se disputa, son seis: lo manifiesto, lo provable, lo possible, lo que es conforme, lo decoroso, lo útil. Conclúyese con un epílogo loando al autor de la narracioncilla.

20. El lugar común, o se hace en favor de alguno, o contra alguno. I el mismo artificio tiene el uno que el otro. Consta de un exordio, en que se dice el castigo que merece el hombre malvado. Síguese lo contrario del delito que se persigue; la esplicación del crimen por amplificación; la comparación con otros crímenes. Se manifiesta la intención del hombre malvado. Se hace una digressión a la vida antecedente. Se aparta la compassión. Se fenece con un epílogo compuesto de los cabos pertenecientes al fin, que son lo legítimo, lo conforme, la equidad, lo útil, lo hacedero, lo que es glorioso, el sucesso.

21. El encomio o alabanza, i la vituperación, tienen un mismo artificio. Se empieza con un exordio de las personas, o de otras cosas, según la semejanza que tienen con ellas; i este exordio se toma de la alabanza o vituperio de aquellos que admiramos como dignos o indignos; de la exhortación a darles la honra o deshonra que merecen; del oyente, si es que parece que le ha de ofender, o el que aboga, o el assunto, o el informe. Síguese una noticia del linage, de la naturaleza, de la educación, de las acciones, de las honras i de la muerte del que se alaba o se vitupera. Al linage pertenecen la nación, la patria, los mayores, los padres. A la naturaleza, los bienes i los males del cuerpo i del alma; los bienes del cuerpo, como la sanidad, la agilidad, las fuerzas, la hermosura i la estatura conveniente. Los males, como la enfermedad, la pesadez, la debilidad, la fealdad, i la estatura, o pequeña, o demasiadamente grande. Los bienes del alma, como el ingenio, el juicio, la memoria, las buenas inclinaciones i aficiones; i los males, sus contrarios, la falta de ingenio, de juicio, de memoria, las malas inclinaciones i la disposición para lo malo.

22. A la educación pertenece decir de quién se recibió, en qué género de república; qué arte ha professado, qué maestro ha tenido.

23. En las acciones se comprehenden todas las virtudes, o vicios, i el uso o abuso de las demás cosas, i también las omisiones.

24. En la honra o deshonra se dice las que recibió antes o después de su muerte el que se alaba o se vitupera. Acá pertenecen los hijos buenos o malos, que honran o deshonran a los padres. La honra consiste en hechos, la alabanza en dichos i la gloria en pensamientos.

25. En la muerte se considera si fue gloriosa o afrentosa.

26. Ciérrase la alabanza o la vituperación con el epílogo, que contiene una manifestación de amor o abominación de tales personas.

27. La comparación se hace del mismo modo que la noticia de la alabanza, o de vituperación, cotejando linage con linage, naturaleza con naturaleza, educación con educación, i las acciones, honras i muertes del uno i del otro.

28. Ethopeya es una imitación del lenguage acomodada a la naturaleza i inclinaciones, costumbres i maneras de hablar de algún viviente. De la misma suerte se hace la idolopeia, que es un razonamiento acomodado a algún difunto; i la prosopopeya, a qualquiera otra cosa. Emporio Rhetórico, añadió la pathopeia, que es la imitación de algún afecto vehemente, pero esta especie de oración ya está incluida en las referidas. Todas ellas pueden tratar de las cosas passadas, presentes i venideras.

29. La descripción que Marciano Capela llamó diatyposis976, es una oración en que mui por menor se expone a la imaginación alguna cosa, de tal suerte, que parece que se presenta a la vista. La de los vivientes se hace de la cabeza a los pies. Tal es aquella misteriosa descripción, que la esposa de su divino esposo, pidiéndole las señas de éste las hijas de Gerusalén977, cuya descripción, traducida parafrásticamente por el sabio Arias Montano, es ésta:


   Mui bien podéis, señoras, vos saberlo;
Que solamente en verlo,
Lo estrañaréis. Su vista es mui graciosa.
Él es como una rosa.
Es rojo i blanco, bien como si en leche
Un fresco clavel se eche.
Es señalado entre infinita gente.
De todos su belleza es diferente.
    Ceñida trae su cabeza de oro:
Espeso más que un bosque su cabello;
Más negro que el color que al cuervo enmanta.
Sus ojos se dan bien a conocello,
Quales son los de un paño mui decoro,
Que de un lago de leche se levanta.
Es la belleza tanta
De sus megillas, que es mui semejable
Al campo deleitable,
Donde las olorosas flores crecen.
Sus labios se parecen
A las lindas rosas; i advertí bien, dueñas,
Que estilan por sí mirrha por más señas.
    Redondos son los dedos de sus manos,
Como sortija que a jacinto abraza.
Su pecho más que un baso de marfil.
Dos mármoles mui blancas i sin raza
Sobre dos basos de oro mui galanos
Sus piernas son; su pierna es tan gentil,
Qual por el mes de abril
El líbano, gracioso se demuestra.
Mirad, si es linda muestra.
    Su gentileza excede, i su estatura
Al cedro en el altura.
Su paladar i quanto en él se halla,
Todo es dulzura i perfeción sin falla;
Dechado de belleza.



30. Las descripciones de los vegetables se hacen de las raíces hasta las extremidades de las cosas que se hacen o se contienen en ellas; las de otras cosas, de los antecedentes, conjuntos i consiguientes.

31. La thesis, que Cicerón llamó causa i otros rhetóricos controversia, según Séneca es una oración en que se delibera sobre alguna cosa sin aver alguna circunstancia, como si se deve elegir muger; porque si se añade alguna circunstancia, como si Sócrates deve elegir muger, ya no es thesis, sino hipóthesis. Las partes de la thesis pueden ser exordio, argumentación, oposiciones, soluciones i epílogo. En el exordio se alaba la thesis. La argumentación se toma de los artículos que pertenecen al fin i de los lugares de la exposición de la alabanza. Las oposiciones se toman de las cosas contrarias a las que pertenecen al fin. Las soluciones se hacen por concessión, por negación i por lo contrario. El epílogo contiene una breve amplificación, una breve repetición de los argumentos i una exhortación también breve. Se diferencia la thesis del lugar común en que en éste se amplifica la cosa cierta, i en la thesis, la dudosa. Se distingue de la sentencia, en que la sentencia más es dicho que deliberación; i también en que en la thesis siempre se entiende alguna calidad de la cosa: como si se trata de si se deve tomar muger o no, es lo mismo que decir si es justo i útil casarse o no. Pero en la sentencia no siempre se entiende la calidad de la cosa, como se ve en ésta: Nadie vive sin defeto. Las theses que solamente tiran al conocimiento de la verdad, no pertenecen a la rhetórica, como aquella paradoja de Cicerón: Si solamente lo que es honesto es bueno. Essa es qüestión filosófica, no rhetórica. Refiere Cicerón978 que Aristóteles egercitava a los mozos en la thesis, no según la costumbre de los filósofos de disputar sutilmente, sino conforme la abundancia de los rhetóricos por una i otra parte, para que pudiessen decir con mayor adorno i copia, i por esso les enseñó los lugares o notas de los argumentos de donde se sacasse la oración a diestro i a siniestro.

32. La legislación, según Quintiliano979, es una alabanza o vituperación de alguna lei o escrito que no comprehende ciertas circunstancias. El arte de la legislación es el siguiente. Un exordio más libre que el de la thesis; lo contrario, como en el lugar común; oposiciones contrarias sacadas de las cosas contrarias al fin; soluciones por concesión, por negación i por lo contrario; epílogo tomado de los puntos que pertenecen al fin.

33. Estas son las especies de oracioncillas, que idearon los Rhetóricos antiguos para que los principiantes se egercitassen en ellas. Pero si bien se oserva, todo lo que enseñaron en estas maneras de egercicios (que no son otra cosa sino unas partecillas sacadas de la dotrina de la invención i disposición) está dicho en nuestra rhetórica en sus propios lugares i se ha ilustrado con escogidos egemplos. I assí esplicar separadamente estas especies i añadir egemplos de cada una, sería tratar muchas veces de unas mismas cosas. Los que quisieren informarse por menor de estos egercicios, pueden leer los Progimnasmas de Afronio sofista, del maestro Pedro Juan Núñez i los de Antonio Lull. Pero qualquier que esté bien instruido en esta rhetórica, podrá tratar de los assuntos pertenecientes a estos progimnasmas con mayor abundancia; porque en la fábula i en la narracioncilla podrá ingerir descripciones i ethopeyas; en la chria i sentencia, alabanzas de aquellos cuyos egemplos o testimonios profiere; en la alabanza i en la vituperación, muchas narracioncillas, descripciones i ethopeyas; i por decirlo en una palabra, en cada assunto perteneciente a alguna especie de progimnasma, podrá añadir lo que le pareciere que es del caso, sirviéndose desta arte como de medio, o de buscarlo si no lo sabe, o de tenerlo presente i renovarlo en su memoria si lo ha sabido, o de decirlo i adornarlo quanto permita la naturaleza de las cosas i el decoro i pueda perficionar el arte.

34. Yo soi de sentir que el egercicio rhetórico (como qualquier otro) deve proceder de lo más sencillo a lo más compuesto; de lo fácil a lo difícil; observando primeramente en los escritos más eloqüentes los tropos i las figuras, las fuentes de los argumentos, el uso de la argumentación, la oportunidad de manejar los afectos, el modo de moverlos, i haciendo después una descripción, una ethopeya, una narración; moviendo un afecto, aplacando otro; alabando o vituperando a una persona digna de alabanza o de vituperio, observando los atributos de la persona; i desta suerte deve ser el egercicio en toda la rhetórica, escriviendo antes cartas que oraciones; i por lo que toca a la manera de decir agraciadamente, conviene aprender de memoria oraciones agenas breves i eloqüentes en todos los géneros de causas, las quales se podrán elegir de Salustio i de Tito Livio, traduciéndolas en español con toda la elegancia possible; i también importa acostumbrarse a pronunciarlas bien, acompañando el decir con las acciones convenientes, oyendo antes cómo las pronuncian otros, bien enseñados en decir, i viendo cómo usan de la acción.

35. El egercicio deve ir acompañado de la emienda i del pulimiento. En quanto a la emienda, dijo mui bien Cicerón en su Bruto980, que deve limpiarse el lenguaje i añadirse la razón como piedra de toque, la qual no puede mudarse i que no se ha de usar de la depravadíssima regla de la costumbre; i por esso alabó a Julio César981, porque aplicando la razón, con su pura i no corrompida costumbre de hablar, emendó la costumbre viciosa i corrompida. I en la lengua castellana tanto más se deve procurar hacer esto, quanto más se han descuidado de enseñarlo los que pudieron i más quisieron hablar bien por costumbre que enseñar a hablar por arte.

36. La emienda consiste en quitar los vicios de la oración que o están en los pensamientos o en las espressiones. Los vicios de los pensamientos son los mismos que los de la razón, que en otra parte digimos ser lo ageno o estraño del assunto, la oscuridad, la ambigüedad, la falsedad i lo inconsiguiente.

37. Lo ageno del assunto, como las circunstancias i digressiones impertinentes, las razones que no hacen fuerza, los afectos en lo que no interessa mucho, el demasiado adorno en los assuntos graves, la pedantería, que es la afectación de los términos de alguna ciencia, quando no se trata de ella, como quando el licenciado Thomé de Burguillos, o por mejor decir frei Lope Félix de Vega Carpio, en su Gatomaquia dijo982:


En una de fregar cayó caldera
(Trasposición se llama esta figura)
De agua, acabada de quitar del fuego.



38. Es cierto que ese modo de hablar se llama trasposición; pero en un poema, aun siendo burlesco, no es del caso decir que ai trasposición, aunque el fin sea reprehender a los que hablan o escriven assí contra el uso de la lengua castellana, que raras veces admite la anteposición de los genitivos. También don Diego de Saavedra, en su República Literaria introdujo a Ovidio hablando assí contra Josef Escalígero: «En este caso, o jueces integérrimos, escusada es la fuerza de la rhetórica para captar la benevolencia con el exordio, disponer la atención con la proposición, informar el entendimiento con la narrativa, convencerle con la confirmación, i, epilogándolo todo, dejar encendidos uestros ánimos i persuadidos al castigo &c». Buenos son estos preceptos para quien escrive una rhetórica, pero afectados en un caso en que conviene decir sin exordio, de rompe i rasga como dicen.

39. Hase de quitar la oscuridad, por la qual han sido reprehendidos muchos escritores, como frai Hortensio Felis Paravicino en la prosa, i don Luis de Góngora en el verso.

40. La ambigüedad, para que nadie se equivoque, sino es que convenga, como quando hallándose el emperador Carlos Quinto en Francia, i apretándole el rei Francisco para que le entregasse el castillo de Milán, lo mandó assí; pero añadiendo i yo quiero lo mismo que el rei de Francia, i poresso no se egecutó. Pero esto no ha de ser sino en caso necessario, porque lo demás es engañar i faltar a la fe pública.

41. Hanse de quitar también los pensamientos falsos, como lo es éste de don Diego de Saavedra983: Todas las cosas animadas o inanimadas son hojas deste gran libro del mundo, obra de la naturaleza, donde la Divina Sabiduría escrivió todas las ciencias para que nos enseñassen i amonestassen a obrar; donde se ha de quitar la falsedad de aquel pensamiento, obra de la naturaleza, porque el mundo no es obra de la naturaleza, sino de Dios.

42. Finalmente el pensamiento no ha de ser inconsiguiente, como algunos de Marcial i éste de don Luis de Góngora:


Tengo amigos los que bastan
Para andarme siempre solo.



43. En lo que toca a la emienda de las palabras, ellas se han de considerar, o en sí, o en su composición.

44. Considerándolas en sí, se ha de procurar que ni sean antiquadas, ni nuevas, ni viles por su significación torpe o sucia. I en quanto a las otras especies de palabras, se ha de cuidar que no desdigan de lo que con ellas se quiere esplicar, usando fuera de tiempo de las poéticas, por las prosaicas; de las trasladadas, por las propias; de las ásperas, por las blandas; de las poco perceptibles, por sonorosas; de las bajas, por magníficas; de las escolares, por las comunes; en suma, de las indevidas, por las más convenientes.

45. En la composición se atiende en lo que toca a la emienda, la mala colocación i la falta de número i de conexión.

46. La mala colocación, porque de ella resulta, o algún apóstrofo, o vicioso concurso, o el hipérbatho escuro, i tal vez equívoco. El concurso vicioso, como en esta útil sentencia de don Diego de Saavedra984: Parte es de reformación encarecer las delicias, pudiendo decir sin el concurso de la segunda vocal: Es parte de reformación encarecer las delicias. El hipérbato o trasposición oscura i equívoca, como quando dijo Miguel de Cervantes Saavedra985: Don Quijote que vio el buelo sin alas de Sancho, preguntó al general si eran ceremonias aquellas que se usavan con los primeros que entravan en las galeras, deviendo decir sin oscuridad ni equivocación, el buelo de Sancho sin alas.

47. Atiéndese también la falta de juntura, por cuya causa la oración no es lene, ni muelle, ni sonorosa, ni grande, como deviera ser; i al contrario, si lo pidiere la materia.

48. Sobre si ai o no falta de número rhetórico, se han de consultar los oídos, pues a veces sustituyendo una sola palabra o añadiendo una sílaba, o quitando, se hace la oración más harmoniosa; i otras, mudando solamente la colocación; de todo lo qual ocurren freqüentes egemplos en la Historia de Don Quijote de la Mancha.

49. Finalmente las sentencias deven tener conexión o enlazamiento; i para esto importa mucho el conocimiento de las partecillas, pues por falta dél incurren hombres mui doctos en notables defetos, i entre ellos frai Luis de León, que hablando con doña María Varela Ossorio, dio principio a la Perfeta Casada deste modo: «Este nuevo estado en que Dios ha puesto a U.M. sugetándola a las leyes del santo matrimonio, aunque es, como camino real, más abierto i menos trabajoso que otros, pero no carece de sus dificultades i malos passos, i es camino a donde se estropieza también, i se peligra, i yerra, i que tiene necessidad de guía, como los demás»; donde se ve la dissonancia que causan las partecillas, aunque i pero, porque siendo la primera propia para enlazar, i la segunda para escluir, unió la conjuntiva con la esclusiva, haciéndolas incompossiblemente correspondientes entre sí; i en lugar de decir en donde, dijo a donde, confundiendo los adverbios de lugar.

50. Este egercicio de la emienda no sólo deve practicarse en lo que escriven los principiantes, sino también en las obras de los más eloqüentes, para que todo lo que ellas dicen, no se tenga por digno de imitación; i por la esperiencia que tengo, puedo afirmar que este egercicio es utilíssimo, para conocer la perfeción del lenguaje. Para egemplo de lo que digo, propondré las primeras sentencias con que dio principio a sus Empressas Políticas don Diego de Saavedra Fajardo, uno de los más beneméritos escritores de la lengua castellana. Dice assí: «Nace del valor, no se adquiere. Calidad intrínseca es del alma, que se infunde con ella i obra luego. Aun el seno materno fue campo de batalla a dos hermanos valerosos. El más atrevido, si no pudo adelantar el cuerpo, rompió brioso las ligaduras i adelantó el brazo pensando ganar el mayorazgo. En la cuna se egercita un espíritu grande». La primera sentencia en que dice don Diego: Nace el valor, no se adquiere, es falsa. I el herimiento de la segunda vocal en las dos primeras palabras, ofende al oído. La segunda sentencia, además de ser también falsa, según la verdadera filosofía, que reconoce en el alma recién criada la virtud producidora del valor, pero no el valor; tiene su poco de pedantismo en aquellas palabras, calidad intrínseca. En la tercera sentencia, que dice: Aun el seno materno fue campo de batalla a dos hermanos valerosos, confundió Saavedra la fuerza con el valor, i solamente dejó para los letores de las Divinas Letras la inteligencia de lo que quiso decir alusivamente. En la quarta sentencia, que dice: El más atrevido, si no pudo adelantar el cuerpo, rompió brioso las ligaduras i adelantó el brazo pensando ganar el mayorazgo, dijo también un pensamiento falso en aquellas palabras, pensando ganar el mayorazgo, pues Esaú, en el vientre de su madre no pensó tal, si bien ganó el mayorazgo por la suerte de empezar a nacer primero; i en suposición de su errado pensamiento, no devía aver dicho condicionalmente, hablando de tiempo passado, si no pudo, sino ya que no pudo. En la quinta sentencia, que dice: En la cuna se egercita un espíritu grande, se habla con demasía, diciendo más de lo que conviene. No tuvo don Diego mayor acierto en el principio de su Corona Gótica, que es éste: Aquel divino artífice, cuya voz fue instrumento de sus fábricas, crio la tierra para habitación del hombre. Dijo aquel, como si Dios estuviera algo apartado; le llamó artífice, siendo autor de la naturaleza; i a las obras o criaturas de Dios, llamó fábricas. Si assí escriven los más eloqüentes, ¿cómo escrivirán los que en ingenio, dotrina i arte les son inferiores? Bien sé que se hallarán testimonios con que algunos querrán disculpar, con otros egemplos, algunos de los sobredichos descuidos. Pero esso será multiplicarlos. Imitemos en los grandes hombres las perfeciones, no las faltas de ellas; conozcamos aquéllas para la reverencia de sus autores, i éstas para la cautela nuestra, sin desprecio ageno.

51. A la emienda deve seguir el pulimiento, que es el adorno que se añade a la oración, iconsisteen las traslaciones oportunas, en los epíthetos del caso, en las sentencias apropiadas al assunto, en los afectos del ánimo acomodados a las cosas, en las descripciones que amenizan los assuntos estériles, en las digressiones que deleitan los oyentes i en la erudición que los instruye.

52. Egemplo de epíthetos que son del caso, o bien aplicados, puede ser éste de Garci-Lasso de la Vega, en la égloga 1.


   Por ti el silencio de la selva umbrosa,
Por ti la esquividad i apartamiento
Del solitario monte me agradava.
Por ti la verde hierba, el fresco viento,
El blanco lirio i colorada rosa,
I dulce primavera deseava.
¡Ai, quánto me engañava!



I estotro del mismo Garci-Lasso, en la égloga 2:


   ¿Cómo pudiste tan presto olvidarte
De aquel tan luengo amor, i de sus ciegos
Nudos en sola un'hora desligarte?
    ¿No se t'acuerda de los dulces juegos
Ya de nuestra niñez, que fueron leña
Destos dañosos i encendidos fuegos?
    Quando la encina desta espesa breña
De sus bellotas dulces despojava,
Qu'ívamos a comer sobre esta peña.
    ¿Quién las castañas tiernas derrocava
Del árbol al subir dificultoso?
¿Quién en su limpia falda las llevava?
    ¿Quándo en valle florido, espeso, umbroso,
Metí jamás el pie, que dél no fuesse
Cargado a ti de flores i oloroso?



53. Este pulimiento es mui freqüente en la poesía, pero usado oportunamente es también propio de la prosa. Hermosamente Matheo Alemán en la Vida de san Antonio de Padua, lib. 1, cap. 4: «Bravo animal es un toro; espantosa la sierpe; fiero un león, i monstruoso el rhinoceronte. Pero todo vive sugeto al hombre, pues cada día vemos alanceado el toro, muerta la sierpe, desquijarrados leones, i domesticado el rhinoceronte». I con mucha verdad i elegancia Don Quijote de la Mancha, parte 2, cap. 6: «El grande que fuere vicioso, será vicioso grande; i el rico no liberal, será un avaro mendigo que al posseedor de las riquezas no le hace dichoso el tenerlas, sino el gastarlas; i no el gastarlas como quiera, sino el saberlas bien gastar. Al cavallero pobre no le queda otro camino para mostrar que es cavallero, sino el de la virtud, siendo afable, bien criado, cortés, comedido i oficioso; no sobervio, no arrogante, no murmurador, i sobre todo, caritativo; que con dos maravedís que con ánimo alegre dé al pobre, se mostrará tan liberal como el que a campana herida da limosna; i no avrá quien le vea adornado de las referidas virtudes, que aunque no le conozca, dege de juzgarle i tenerle por de buena casta; i el no serlo sería milagro; i siempre la alabanza fue premio de la virtud, i los virtuosos no pueden dejar de ser alabados».

54. El assunto se pule también con las sentencias, como lo practicó, según su costumbre, don Diego de Saavedra, empressa 75, enseñando a los príncipes la utilidad de los trabajos: «Los trabajos traen consigo grandes bienes. Humillan la sobervia del príncipe i le reducen a la razón. ¿Qué furiosos se suelen levantar los vientos? ¿Qué arrogante se encrespa el mar, amenazando a la tierra i al cielo con rebueltos montes de olas?, i una pequeña lluvia le rinde i reduce a calma. En lloviendo trabajos el cielo, se postra la altivez del príncipe. Con ellos se hace justo el tirano, i atento el divertido; porque la necessidad obliga a cuidar del pueblo, estimar la nobleza, premiar la virtud, honrar el valor, guardar la justicia i respetar la religión. Nunca peligra más el poder que en la prosperidad, donde faltando la consideración, el consejo i la providencia, muere a manos de la confianza. Más príncipes se han perdido en el descanso que en el trabajo, sucediéndoles lo mismo que a los cuerpos, los quales con el movimiento se conservan, i sin él, adolecen. De donde se infiere quán errados juicios hacemos de los males i de los bienes, no alcanzando quáles nos convienen más. Tenemos por rigor o por castigo la adversidad, i no conocemos que es advertimiento i enseñanza».

55. Los afectos del ánimo hermosean i pulen la oración maravillosamente, como se puede observar en esta excelente Canción del conocimiento de sí mismo, que devemos a su sabio autor frai Luis de León:


   En el profundo del abismo estava
Del no ser encerrado i detenido,
Sin poder ni saber salir a fuera;
I todo lo que es algo en mí faltava,
La vida, el alma, el cuerpo i el sentido;
I en fin mi ser, no ser entonces era.
I assí desta manera
Estuve eternalmente,
Nada visible i sin tratar con gente;
En tal suerte que aun era mui más buena
Del ancho mar la más menuda arena;
I el gusanillo de la gente hollado,
Un rei era conmigo comparado.
    Estando pues en tal tiniebla oscura,
Bolviendo ya con cuerpo presuroso
El sesto siglo el estrellado cielo,
Miró el gran Padre Dios de la natura,
I viome en sí benigno i amoroso;
I sacóme a la luz de aqueste suelo;
Vistióme deste velo
De flaca carne i huesso;
Mas diome el alma, a quien no huviera peso,
Que impediera llegar a la presencia
De la divina e inefable essencia,
Si la primera culpa no agravara
Su ligereza i alas derribara.
    ¡O culpa amarga! ¡i quánto bien quitaste
Al alma mía! ¡Quánto mal hiciste!
Luego que fue criada i junto infusa,
Tú de gracia i justicia la privaste;
I al mismo Dios contraria la pusiste,
Ciega, enemiga, sin favor confusa.
Por ti siempre rehúsa
El bien i la molesta
La virtud i a los vicios está presta.
Por ti la fiera muerte ensangrentada,
Por ti toda miseria tuvo entrada,
Hambre, dolor, gemido, fuego, hinvierno,
Pobreza, enfermedad, pecado, infierno.
    Assí que en los pañales del pecado
Fui (como todos) luego al punto embuelto,
I con la obligación de eterna pena,
Con tanta fuerza i tan estrecho atado,
Que no pudiera della verme suelto
En virtud propia, ni en virtud agena,
Sino de aquella llena
De piedad tan fuerte
Bondad, que con su muerte nuestra muerte
Mató, i gloriosamente huvo deshecho,
Rompiendo el amoroso i sacro pecho,
De donde mana soberana fuente
De gracia i de salud a toda gente.
    En esto plugo a la bondad inmensa,
Dándome otro ser más alto que tenía,
Bañándome en el agua consagrada.
Quedó con esto limpia de la ofensa,
Graciosíssima i bella el alma mía,
De mil bienes i dones adornada;
En fin, qual desposada
Con el rei de la gloria
(¡O quán dulce i suavíssima memoria!)
Allí la recibió por cara esposa;
I allí le prometió de no amar cosa
Fuera dél o por él, mientras viviesse.
¡O, si (de hoi mas siquiera) lo cumpliesse!
    Crecí después i fui en edad entrando;
Llegué a la discreción con que deviera
Entregarme a quien tanto me avía dado;
I en vez desto la lealtad quebrando,
Que en el baptismo sacro prometiera,
I con mi propio nombre avía firmado;
Aun no huvo bien llegado
El deleite vicioso
Del cruel enemigo venenoso,
Quando con todo di en un punto al traste.
¿Ai corazón tan duro en sí, que baste
A no romperse dentro en nuestro seno,
De pena el mío, de lástima el ageno?
    Más que la tierra queda tenebrosa,
Quando su claro rostro el sol ausenta,
I a bañar lleva al mar su carro de oro;
Más estéril, más seca i pedregosa,
Que quando largo tiempo está sedienta,
Quedó mi alma sin aquel thesoro,
Por quien yo plaño i lloro,
I ai que llorar contino,
Pues que quedé sin luz del sol divino,
I sin aquel rocío soberano,
Que obrava en ella el celestial verano,
Ciega, disforme, torpe, a la hora
Hecha una vil esclava de señora.
    O padre inmenso, que inamovible estando,
Das a las cosas movimiento i vida,
I las goviernas tan suavemente;
Qué amor detuvo tu justicia, quando
Mi alma tan ingrata i atrevida,
Dejando a ti del bien eterno fuente,
Con ansia tan ardiente
En aguas detenidas
De cisternas corruptas i podridas,
Se echó de pechos ante tu presencia.
¡O divina i altíssima clemencia,
Que no me despeñasses al momento
En el lago profundo del tormento!
    Sufrióme entonces tu piedad divina,
I sacóme de aquel hediondo cieno,
Do, sin sentir aún el hedor, estava,
Con falsa paz el ánima mezquina,
Juzgando por tan rico i tan sereno
El miserable estado que gozava,
Que sólo deseava
Perpetuo aquel contento.
Pero sopló a deshora un manso viento
Del Espíritu Eterno, i embiando
Un aire dulce al alma, fue llevando
La espessa niebla, que la luz cubría,
Dándole un claro i sereno día.
    Vio luego de su estado la vileza,
En que guardando inmundos animales
De su tan vil manjar aún no se hartava;
Vio el fruto del deleite i de torpeza,
Ser confussión i penas tan mortales;
Temió la recta i no doblada vara,
I la severa cara
De aquel juez sempiterno.
La muerte, juicio, gloria, fuego, infierno,
Cada qual acudiendo por su parte
La cercan con tal fuerza i de tal arte,
Que quedando confuso i temeroso,
Temblando estava sin hallar reposo.
    Ya que en mí buelto sossegué algún tanto
En lágrimas bañando el pecho i suelo,
I con suspiros abrasando el viento,
Padre piadoso (dige) Padre santo,
Benigno Padre, Padre de consuelo,
Perdonad, Padre, aqueste atrevimiento.
    A Vos vengo, aunque siento
(De mí mismo corrido)
Que no merezco ser de Vos oído.
Mas mirad las heridas que me han hecho
Mis pecados, quán roto i quán deshecho
Me tienen; i quán pobre i miserable,
Ciego, leproso, enfermo, lamentable.
    Mostrad uestras entrañas amorosas
En recebirme agora, i perdonarme,
Pues es, benigno Dios, tan propio uestro
Tener piedad de todas uestras cosas.
I si os place, Señor, de castigarme,
No me entreguéis al enemigo nuestro.
A diestro i a siniestro
Tomad Vos la venganza:
Herid en mí con fuego, azote i lanza.
Cortad, quemad, romped, sin duelo alguno,
Atormentad mis miembros de uno a uno,
Con que después de aqueste tal castigo
Bolváis a ser, mi Dios, mi buen amigo.
    Apenas huve dicho aquesto, quando
Con los brazos abiertos me levanta,
I me otorga su amor, su gracia i vida;
I a mis males i llagas aplicando
La medicina soberana i santa
A tal enfermedad constituida,
Me deja sin herida
De todo punto sano;
Pero con las heridas del tirano
Hábito, que iva ya en naturaleza
Bolviéndose, i con una tal flaqueza
Que, aunque sané del mal i su acidente,
Diez años ha que soi convaleciente.



56. Véase quán bien esparcidas están lasperturbaciones del ánimo en la canción precedente. I quanto se amenicen los assuntos con las descripciones, se puede observar en ésta que hizo de la primavera el dotor Benito Arias Montano, en su admirable tradución parafrástica del Cantar de Salomón, aún no publicada:


El frío que a los cuerpos da fatiga
Passó ya, i el hinvierno tan molesto.
Las nubes ya sus vasos los cerraron,
Las flores sus capullos ya rasgaron;
Ya se comienza a engalanar la tierra,
I el canto de las aves ya resuena;
En esta sazón buena
La tortolica a quien amor da guerra,
Cantando por los árboles se encierra.
    Ya muestra la higuera el dulce parto;
Está cargada de sus restrallones.
En cierne están las pampanosas vides.
Del año está venido el bello quarto,
Que quita las tristezas i passiones.



57. La digressión que hizo Nemoroso representando las glorias de la Casa de Alva, es la que hace que la segunda égloga de Garci-Lasso de la Vega, sea en el arte la primera i más aventajada. No la traslado aquí por ser larga en demasía. Pero copiaré la que hizo del pecado original frai Luis de León, porque en sí es admirable i en su contemplación mui provechosa. Es como se sigue986: «Quando nacemos, juntamente con la sustancia de nuestra alma i cuerpo con que nacemos, nace también en nosotros un espíritu i una infección infernal, que se estiende i derrama por todas las partes del hombre i se enseñorea de todas, i las daña i destruye. Porque en el entendimiento, es tinieblas; i en la memoria, olvido; i en la voluntad, culpa i desorden de las leyes de Dios; i en los apetitos, fuego i desenfrenamiento; i en los sentidos, engaño; i en las obras, pecado i maldad; i en todo el cuerpo, desatamiento i flaqueza, i penalidad, i finalmente muerte i corrupción. Todo lo qual san Pablo suele comprehender con un solo nombre, i lo llama pecado i cuerpo de pecado. I Sant-Iago dice al cap. 3 que la rueda de nuestro nacimiento, esto es, el principio dél, o la sustancia con que nacemos, está estendida con fuego del infierno. De manera, que en la sustancia de nuestra alma i cuerpo nace, quando ella nace, impressa i apegada esta mala fuerza, que con muchos nombres apenas puede ser bien declarada, la qual se apodera della assí, que no solamente la inficiona i contamina, i hace casi otra, sino también la mueve i enciende, i lleva por donde quiere, como si fuesse alguna otra sustancia o espíritu assentado i engerido en el nuestro, i poderoso sobre él». Servio Sulpicio Galba fue el primero que entre los latinos hermoseó la oración con las digressiones987.

58. La erudición, quando no es afectada, instruye i deleita mucho a los oyentes; como quando dijo Matheo Alemán en su Atalaya de la vida988: «Tenía Monseñor un arcón grande, que usan en Italia, de pino blanco; aun en España he visto muchos dellos, que suelen traer de allá con mercaderías, especialmente con vidrios o barros. Éste estava en la recámara para su regalo con muchos géneros de conservas azucaradas, digo secas. Allí estava la pera bergamota de Aranjuez, la ciruela ginovisca, melón de Granada, cidra sevillana, naranja i toronja de Placencia, limón de Murcia, pepino de Valencia, tallos de las islas, berengena de Toledo, orejones de Aragón, patata de Málaga; tenía camuesa, zanahoria, calabaza, confituras de mil maneras, i otro infinito número de diferencias que me traían el espíritu inquieto i el alma desasossegada».

59. Yo propuse en mi ánimo tratar del arte rhetórica con toda la brevedad possible, pero no me he atrevido a ser más breve de lo que he sido, porque lo que quitaría de los preceptos, disminuiría del arte; i lo que omitiría de egemplos, faltaría a la inteligencia, al buen gusto de mis letores i a la necessidad que tienen de instrución. Con todo esso, sospecho que avrá quien diga que lo que he dejado de decir es necessario, siendo assí que he hecho estudio de omitir todos aquellos preceptos cuya práctica hace a los hombres que niñeen en lo que dicen; i me he abstenido de añadir más egemplos, por no dar ocasión a que se diga que con su demasiada abundancia hago desaparecer los preceptos, engrandeciendo mi obra con el trabajo de otros; aviendo sido mi ánimo procurar enseñar con mayor utilidad que ostentación. I quando no aya conseguido lo que digo i con gran diligencia he intentado, no es delito coger las mieses, dejando algunas espigas para que las recojan otros espigaderos menos ocupados.







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