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A principios de mayo de 1906, el escritor italiano F. M. Gelormini se ofrece a traducir a su lengua El gusano de luz de Rueda; este asiente en principio a la propuesta, aunque preferiría que le tradujera La Cópula, lo que acepta Gelormini; a él van dedicadas las dos primeras cartas del presente epistolario. Las cuatro restantes se dirigen a E. Suardi, interesado en la versión italiana de La Reja, lo que también acepta Salvador, que se muestra extrañado del súbito silencio del primer corresponsal. El malagueño se resiste a que le traduzcan poesías, cuadros de costumbres o cuentos, proponiendo un ambicioso plan alternativo: tras La Reja, habría que traducir La Cópula, y luego otros libros que él iría eligiendo. Este interesante epistolario, que finaliza en la primera mitad de 1907 (tal vez en marzo) -dura, por tanto, aproximadamente un año-, obra en poder de José Luis Cano, quien con fecha 4.IX.1986 me lo envía, confiándome su publicación. «Pregunté a mis amigos italianos -Macrí y otros- si sabían algo de los traductores, pero nada sabían», me escribe Cano. Las cartas que hoy publicamos, por los datos que contienen sobre nuestro escritor, su personalidad, ideas estéticas, pensamiento, etc. constituyen un documento de gran interés para el estudio de su figura y obra. (Transcribo el texto a la letra, respetando escrupulosamente ortografía, acentuación, puntuación, etc.).

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Salvador, con ingenuo deseo de «darse importancia», finge ese viaje por España. En realidad, debía de estar en Benaque, su pueblo natal, como parece confirmarlo la carta n.º II, en que dice estar en el campo con su madre, que moriría allí cuatro meses después. La carta, por lo demás, está fechada significativamente «En Andalucía», con vaguedad calculada.

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Se refiere a La Cópula, una de cuyas copias envía a Gelormini. La novela, en la primera edición, lleva fecha de 1906; sin embargo, según la carta III, en la Nochebuena de ese año aún permanecía sin publicar. La segunda ed. es de 1908, y la tercera de 1922.

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Ello confirma nuestra hipótesis sobre la estancia en Benaque, su aldea natal, situada en plena campiña malagueña.

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Nada he podido averiguar del diplomático romano Multedo, cuyo nombre aparece solo en esta carta; en cuanto a José León Pagano -buen conocedor del español y del habla andaluza-, el propio Rueda dice que residía en Milán (ver también cartas III y VI), aunque ha perdido su pista.

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La inseguridad de Salvador, que le llevó en ocasiones a adoptar actitudes en exceso tímidas, se manifiesta aquí en este miedo a malograr las negociaciones por exigencias tal vez demasiado fuertes (cf. igualmente la carta III).

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También en la poesía erótica se sirve Rueda de perífrasis elusivas de encantadora penumbra; tal sucede cuando se refiere al sexo de la amada como «el misterio de Afrodita, / emboscándose en prismas de corales, / en frondas rubias de rebeldes rizos»; «Mujer de sol», Poesías completas, Barcelona [19112], p. 47.

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El peligro es estético, por supuesto, pues Rueda considera la pornografía un subproducto literario deleznable. Lo mismo dice en el párrafo anterior.

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La Musa (Idilio en tres actos. En prosa), Madrid, Impr. de J. Rueda, 1902; segunda edición en 1922. Como dice en la carta III a E. Suardi, la representó la Compañía del Teatro Español (bajo la dirección de María Guerrero y Fernando Díaz de Mendoza).

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Nueva prueba de su estancia en Benaque por este tiempo. Su madre, ya muy delicada, murió allí el 27 de septiembre de ese mismo año.

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