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1

Selections, ed. A. H. Armstrong (New York 1953), 60-63.

 

2

Cf. Ian T. Ramsey, Words about God (New York 1971), 48-49.

 

3

Jorge Guillén acuña el término en su penetrante «Lenguaje insuficiente. San Juan de la Cruz o lo inefable místico», Lenguaje y poesía (Madrid 1962), 97-142.

 

4

Vida y obras de San Juan de la Cruz, BAC (Madrid 1964), 34. En adelante abreviaremos: VO.

 

5

Aunque sabe que lo sensato sería no hacerlo: «...yo no querría hablar, [del éxtasis] ni aun quiero, porque veo claro que no lo tengo de saber decir, y parecería que ello es, si lo dijese» (VO., 925).

 

6

En esos mismos términos de «lenguaje de Dios» describe Algazel el éxtasis místico. Cf. Darío Cabanelas, «Un opúsculo inédito de Algazel: El libro de las intuiciones intelectuales», Al-And., XXXI (1956), 19-58.

 

7

Su ausencia de ciertos tratados como «El canto de Calíope» de La Galatea de Cervantes (1585) y El viaje del Parnaso (1614) se puede comprender a la luz de la tardía y problemática publicación de la obra de San Juan en 1618. Pero más adelante lo vuelven a omitir, entre otros, Lope de Vega en El laurel de Apolo (1630) y Baltasar Gracián en su Agudeza y arte de ingenio (1642).

 

8

Algunos autores como Calderón, Sor Juana Inés de la Cruz y la Madre Castillo evidencian leves huellas de la poesía de San Juan integradas casi siempre a las del Cantar de los cantares. La imitación, muy poco significativa, se limita en general al vocabulario y a los motivos temáticos del reformador carmelita. Comentadores de poesía como Fray Agustín Antolínez (Amores de Dios y el alma) y Sor Cecilia del Nacimiento («Liras de la transformación del alma en Dios») que parecerían a primera vista formar escuela con el santo, no hacen sino imitarlo superficialmente y en el fondo negarlo y hasta «corregirlo». Evaden la característica incoherencia verbal de San Juan y hacen más lógicas sus extrañas técnicas auto-exegéticas.

 

9

Saint Jean de la Croix et le problème de l'expérience mystique (París 1924).

 

10

«... los santos doctores, aunque mucho dicen y más digan, nunca pueden acabar de declararlo [el sentido de la Escritura] por palabras, así como tampoco por palabras se pudo ello decir; y así, lo que dello se declara ordinariamente es lo menos que contiene en sí» (VO., 626).

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