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ArribaAbajo[XXIX] (Gitanas)

Esta octava real tiene tres estrofas o proposiciones, contiene muchas alusiones al Romancero Gitano de García Lorca. La luna es la que gobierna el cielo de las noches pastoriles, la luna es pastora, y por su movimiento o vueltas en el firmamento la equipara el poeta a los gitanos (bronces), siempre en mudanza como la luna, siempre dando vueltas de aquí para allá. Este color moreno del bronce de la piel nada tiene de parecido con «bronces en rebozo» de la octava II, (v. 3) o bronceado de vaivenes la octava VII, (v. 4).

En los versos 25 y 26 de «Romance a la luna, luna» de García Lorca leemos: «Por el olivar venían, / bronce y sueño, los gitanos». O también: «Moreno de verde luna / voz de clavel varonil» en «Muerte de Antoñito el Camborio».

La segunda parte nos habla el poeta: «Cuando me voy a la vereda, entonces / las veo desfilar, libres, esbeltas» (vv. 3 y 4). Tenemos una bisemia, lo mismo puede referirse a las gitanas en grupo cuando pasan por la vereda, o que la luna es gitana cuando desfilan ante el poeta al asomarse a la vereda. Posiblemente el plural: «las veo desfilar», se refiera también a las gitanas y a la vez a la luna, como gitanas caminando bajo la luna, porque de Miguel podemos esperar lo más inverosímil.

La tercera estrofa nos hace una descripción de las gitanas, nos habla de «domesticando van mimbres», bien por el oficio de cesteras que tenían o por el mover junco de sus caderas, o de la zalamería de las gitanas porque ronces significa halagos interesados con la intención de engañar, era propio de las armas de las gitanas, de entonces, que daban la buena ventura para ganarse algunas propinas, o por el contrario una maldición gitana. Las «bridas de los ojos sueltas», debe referirse a los párpados y largas pestañas que podían engatusar al esgrimir una mirada con sus ojos negros zalameros «estas lunas que esgrimen», también luna de los ojos son la parte blanca o esclerótica, peligrosas armas de mirar, «siempre a oscuras» (ojos negros), y además «las armas blancas de las dentaduras», con el doble sentido para definir dientes peligrosos, auténticas armas en caso de defensa o ataque como es un bocado. Y además, sabido es, que nada hay que se infecta tanto como un mordisco humano o de animales domésticos, por la cantidad de bacterias que pueden transmitir a la herida.

En la ilustración vemos un barrio marginal en un arrabal de un pueblo indeterminado, una gitana confecciona un cesto de mimbre, aunque también los solían confeccionar de cañas o palmas blancas. Otras dos mujeres acarrean agua en sendos cántaros, y en el cielo una luna lisonjera fraccionada en tres partes: ojos y dentadura.

Las gitanas



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