La octava real
está dedicada a las lavanderas que iban al río Segura
o «Segral» a lavar, cuando «en el río se bañaba la
hacienda»
. (Gabriel Miró «I. Casa de don
Daniel Egea») y no un colector de residuos contaminantes e
insalubres, como hoy día, que es el río más
contaminado de Europa. Una vez Miguel se rompió la ceja
izquierda al tirarse de cabeza al río.
(La Economía de Murcia n.º 32. Francisco Poveda). |
Regresando a la
octava real nos encontramos que el primer verso: «Bajo el paso a nivel del río,
canta»
, se refiere a un puente donde la corriente del
agua canta, bien porque hay un desnivel o alcanza a las pilastras.
Los versos 3 y 4: «sobre la piedra, de
quejarse, fina / en el agua de holanda batir tanta»
.
Deshaciendo el hipérbaton, descubrimos a las grandes piedras
de lavar junto al río, sobre las que se queja la lavandera y
la ropa, piedras que se mostraban finas de tanto golpear y batir la
ropa (holanda es un lienzo fino).
La segunda parte
de la octava es más complicada, asistimos a la escena desde
los ojos del típico mirón o voyeur que acecha a la lavandera, y
podría referirse al acto de tender la ropa sobre los
cordeles (crines de los corceles). El gesto de la
lavandera de agacharse y tomar la ropa del cubo, elevarla y
colgarla en los cordeles, es lo que parece evocarnos el poeta con
«botija es toda cuanta»
, el
culo de la lavandera al agacharse parecen dos botijos o
cántaros (cuantas). «Al aire van
dos ínsulas afines»
(v.
7), y haciendo un gran esfuerzo de imaginación más la
indicación que ya nos aventuró en 1976 Sánchez
Vidal, podemos intuir y por el significado conceptual de
ínsula (pequeño gobierno) que nos indica los pechos
de la mujer, de la lavandera, que en realidad son dos
pequeños gobiernos que alimentan con su leche a los hijos y
además impone autoridad cuando los empitona. Porque
además la mujer, al considerarse la procreadora de la
especie humana, se considera imprescindible, y ello causa
instintivamente en el hombre un sentido de protección.
En la ilustración vemos a una lavandera desnuda, una escena en la imaginación del mirón, junto al puente de un río tendiendo la ropa. El plenilunio ilumina el paisaje nocturno. Esta lámina está dedicada a José Carlos Rovira en agradecimiento por escribirme el prólogo de este libro.