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Sonetos


Juan de Tassis y Peralta, Conde de Villamediana


Ramón García González (ed. lit.)




Datos biográficos

Nace en Lisboa el año 1582, donde su padre, Juan de Tassis y Peralta (1530-1610) ejercía de Correo Mayor del rey Felipe III, cargo que más tarde heredaría el poeta.

Su educación y crianza fue en la Corte bajo la batuta de su maestro Jiménez Patón. En 1599 al tiempo que iniciaba su afición literaria formaba parte del séquito del Monarca.

Pronto gozó de la amistad de poetas como Lope de Vega, los Argensola, Mira de Amescua y otros, especialmente Góngora de quien fue su más rendido admirador.

Al morir su padre en 1608, pasa a ocupar su título de Conde y Correo Mayor, visitando Italia en busca de nuevos horizontes literarios y sobre todo su rehabilitación ante la Corte de su crédito.

En 1601 se casa con Ana de Mendoza, pero ni el matrimonio ni su responsabilidad ante la Corte le privaron de llevar una vida llena de aventuras amorosas y toda clase de excesos propios, característicos de lo que fue su corta vida.

Jugador empedernido, mujeriego y bronquista, debido a los numerosos escándalos públicos que protagonizó abandonó la Corte viajando por numerosos países de Europa.

Su propia irresponsabilidad le llevó a sufrir dos destierros, uno de los cuales le llevó a vivir a Nápoles, donde prosiguió con su escandalosa vida.

En Italia se dice que frecuentó la «Academia de los Ociosos» donde lee y traduce a Marino.

En 1615 regresa Madrid donde empiezan sus desgracias personales, pérdidas económicas por deudas, fallecimiento de familiares y su enemistad con los validos de Felipe III, llegando a satirizar al propio monarca en sus versos. Más tarde vende su oficio de Correo Mayor de Aragón, privándosele de la administración de sus bienes.

En 1618 es desterrado de la Corte tras un proceso secreto, retirándose a Alcalá donde se dedica a escribir y meditar durante cerca de tres años.

En 1621, tras la muerte de Felipe III, vuelve a gozar de la protección real y empieza a escribir para las fiestas cortesanas, y sobre todo para una de las damas del rey, doña Francisca de Tabara.

Finalmente el 21 de agosto de 1622, cuando regresaba desde el palacio real a su casa, es asesinado. Entre las numerosas especulaciones de aquel tiempo se dice que el motivo principal fueron sus amores con Isabel de Borbón, esposa de Felipe IV.

Aunque tal episodio del poeta nunca se pudo confirmar, estas especulaciones dieron lugar a la leyenda que hoy existe sobre su muerte.

En 1629 se publican en Zaragoza las Obras de Villamediana, en donde figuran los 203 sonetos de esta edición: amorosos, satíricos, religiosos y patrióticos.






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Sonetos juveniles




- I -


ArribaAbajo   Nadie escuche mi voz y triste acento
de suspiros y lágrimas mezclado,
si no es que tenga el pecho lastimado
de dolor semejante al que yo siento.

   Que no pretendo ejemplo ni escarmiento  5
que rescate a los otros de mi estado,
sino mostrar creído, y no aliviado,
de un firme amor el justo sentimiento.

   Juntose con el cielo a perseguirme,
la que tuvo mi vida en opiniones,  10
y de mí mismo y a mí como en destierro.

   Quisieron persuadirme las razones,
hasta que en el propósito más firme,
fue disculpa del yerro el mismo yerro.




- II -


¿A quién?


ArribaAbajo   El que busca de amor y de aventura
ejemplos dignos de inmortal memoria
mire la dulce y verdadera historia
que del tiempo y olvido está segura.

   Verá también al vivo la pintura  5
de aquella memorable y gran victoria
que dio a Cortés y a España tanta gloria,
y al mejicano, muerte y sepultura.

   Hallará en don Antonio, juntamente,
un Marte con la espada, y con la pluma  10
un nuevo Apolo, digno de renombre.

   ¡Honor y lustre de la edad presente:
de envidia de tu fama se consuma
el que no te tuviere por más que hombre!




- III -


A la señora doña Jerónima de Jaén


ArribaAbajo   Milagro sois del mundo y aún del cielo,
donde os espera más triunfante silla,
por octava y primera maravilla
de inmortal fama y de inmortal consuelo.

   Mi pluma no emprendió tan alto vuelo,  5
porque es conocimiento quien la humilla;
por vos está Aragón y está Castilla,
ésta ufana y aquélla en desconsuelo.

   De vos, señora, por la fe se alcanza,
que no os puede alabar, sino ofenderos,  10
quien callando no ofrezca su alabanza.

   Quereros entender es no entenderos,
pensar en vos parece confianza,
atreverse a miraros es perderos.




- IV -


A un retrato


ArribaAbajo   Imagen celestial, cuya belleza
no puede sin agravio ser pintada,
porque mano mejor, más acertada,
no fió tanto a la naturaleza.

   En esto verá el arte su flaqueza,  5
quedando, vida y muerte, así pintada;
está menos hermosa que agraviada,
sin quedarlo la mano en su destreza.

   De esta falta del arte, vos, señora,
no quedáis ofendida, porque el raro,  10
divino parecer no está sujeto.

   Retrato propio vuestro es el aurora,
retrato vuestro el sol cuando es más claro,
vos, retrato de Dios el, más perfeto.




- V -


A la muerte de Adonis


ArribaAbajo   Boca con boca Venus porfiaba
a detener el alma que salía
del desdichado Adonis, que moría
más herido del bien que acá dejaba.

   El no poder morir ella lloraba,  5
no lloraba la muerte que veía;
Amor allí, mostró que no podía
ayudar a sentir lo que causaba.

   Ella en brazos le tiene; quien los viera,
igualmente llorar la despedida,  10
apenas juzgará cual de ellos muere.

   Mas la diosa mostró quedar vencida
de dolor tanto más, cuanto más quiere
dar a Adonis el alma que la vida.




- VI -


ArribaAbajo   No desconozco en vos, mi pensamiento,
para tanta razón, tanta osadía,
mas no siempre Fortuna ha de ser guía
de tan precipitado atrevimiento.

   Ícaro en vano se fió del viento,  5
Faetón regir en vano el sol quería,
ventura, y no razón, vence porfía
sólo ventura no es merecimiento.

   No os turbe, pensamiento, en la subida,
del lastimoso ejemplo en la memoria,  10
ni en peligro mayor, menos ventura;

   pues Fortuna que ayuda a la caída,
no os podrá quitar aquella gloria
de venir a caer de más altura.




- VII -


ArribaAbajo   Más cierto está en perderse el que procura
seguir, volando, vuestro pensamiento
que quien al bravo mar, al bravo viento
la vida entrega en barca mal segura.

   Cuando más que ésa de constancia pura,  5
gobernada por vuestro entendimiento,
muestra ir a quien es, a salvamento,
señora, de la vela y de ventura.

   Si vos regís las velas, ¿Qué aprovecha
que entre Escila y Caribdis peligrosos  10
bramen las olas alterándose en ellas?

   Aunque sea la fortuna más desecha,
impedir no podrán vientos furiosos
que pongáis vuestra barca en las estrellas.




- VIII -


ArribaAbajo   Cansado de mi mismo, y más cansado
de llevarme conmigo, tal me siento
que junta a mis cuidados mi tormento
el estar hoy de vos tan apartado.

   Y aunque pudiera estar asegurado,  5
como de Amor, de sí mi pensamiento,
con saber que el mayor apartamiento
no podrá lo que pudo mi cuidado.

   En esta soledad, señora mía,
esperará mi corazón ausente  10
el fin que es ya mil años de este día.

   Si el bien pasado es siempre mal presente
en la prolijidad de esta agonía,
lo que puede escribirse no se siente.




- IX -


ArribaAbajo   Por extraños caminos he venido
a pesares más ásperos y extraños;
hallando en los engaños desengaños,
sólo con escarmientos he aprendido.

   Alumbró la razón a mi sentido  5
en una ceguedad de tantos años;
daños fueron locura de los daños
que por más incurables he tenido.

   De aquella hermosura desusada
sólo su condición pudo librarme,  10
que la razón por sí, ¿cuánto bastara?

   y así la mía, de tantas ayudada,
a partir y a morir pudo obligarme,
que menos que morir no me apartara.




- X -


ArribaAbajo   ¡Cuán diferente de lo que algún día,
y aún en parte también bien diferente
de lo que el tiempo ya me tiene ausente,
vi correr de Pisuerga el agua fría!

   Que ya trocada la fortuna mía  5
en mal mudó este bien, y no consiente
que el corazón declare el accidente
del que hoy muere y también del que vivía.

   Siga conmigo su costumbre el hado,
no se alteren las leyes de mudanza,  10
muera envidioso el que vivió envidiado;

   busque medios quien medios nunca alcanza
porfíe cuánto más desengañado
el que se desterró de la esperanza.




- XI -


ArribaAbajo   Emulo al sol saldrá del cielo Hesperio,
un rayo de las armas y cometa
que con agüero de feliz cometa
al Asia librará de cautiverio.

   Y revelando al mundo el gran misterio  5
verá el levante ocasos de su seta;
uno el ovil, una la ley perfeta,
habrá un solo pastor y un solo imperio.

   Y la hidra inhumana que no pudo
ver extinta con fuego, ni cortada  10
el celo y el valor de sus abuelos,

   al resplandor del soberano escudo,
muerta caerá de miedo de la espada
que con filos de fe templan los cielos.




- XII -


Al nacimiento del Príncipe de España


ArribaAbajo   Para dar ley al mundo, al mundo venga
el Atlante gentil, cuya corona
ceñirá todo el orbe como zona,
cuando una grey y un solo pastor tenga.

   Y así, porque repare, y que detenga  5
la máquina eminente, a su persona
asistan las tres Gracias, y Belona
más de honor que de leche le mantenga.

   Que con estos presagios su fortuna
saldrá de sí, añadiendo y conquistando  10
el poco mundo que le queda ajeno.

   Y de tan ricas esperanzas lleno,
como sangre de Carlos y Fernando,
más que culebras vencerá en la cuna.




- XIII -


Al Rey Nuestro Señor recién nacido


ArribaAbajo   Crece, oh pimpollo tierno, entre leales,
hesperios troncos, crece alimentado,
no del valor paterno ya heredado,
sino del propio, eterno entre mortales.

   Sus armas te administren ya fatales,  5
uno y otro planeta desarmado,
cuya virtud te admirará bañado
en sudor de fatigas inmortales.

   Digna corona sea de tus sienes
el yelmo de las plumas guarnecido,  10
con que levanta más la fama el vuelo,

   que en duplicado honor ya le previenes
glorias al tiempo, afrentas al olvido,
a la virtud asilo, aras al cielo.




- XIV -


ArribaAbajo   Vencido ya de tanta indiferencia
de pesares, señora, en esta tierra,
para escribir los que mi alma encierra,
sin tenerla de vos tomé licencia;

   Francia me recibió con pestilencia;  5
como madrastra, España me destierra;
en Flandes vi lo que llamamos guerra,
pareciome menor que la de ausencia.

   Este de mi cambio fue el progreso,
y aún peor lo esperé de mi partida;  10
lo demás os dirán lágrimas tristes.

   El caso acreditó cualquier exceso,
y Amor me obliga a que siquiera os pida
que no olvidéis la muerte que me distes.




- XV -


A la muerte de don Felipe de Tarsis que murió en el cerco de la inclusa


ArribaAbajo   Cenizas de aquel fuego valeroso,
en su glorioso oficio consumido,
yace aquí; el espíritu es ya partido,
tras mayor palma a oficio más glorioso.

   El paso a fama eterna presuroso  5
queda libre del tiempo y del olvido,
el fin en fuertes pechos esculpido,
y tanto corazón de él envidioso.

   Fama en el mundo y en el cielo gloria
ofrecen a tu suerte aquí muriendo,  10
siendo esas mismas prendas tus heridas.

   Sin que puedan morir en la memoria,
ni la sangre por ella que ofreciendo
está a tu madre dos eternas vidas.




- XVI -


En París


ArribaAbajo   Prestad, ninfas del Sena, atento iodo
a un firme corazón que pudo tanto
que traspasó las leyes del espanto
con dolor más grave y más sabido.

   Allá, en lágrimas vivas convertido,  5
de mi podréis saber despacio cuanto
agora impide declarar el llanto,
con que va vuestro Sena tan crecido.

   Dejando aquellas playas españolas,
dejando en ellas fui mis esperanzas,  10
y buscar vine en vos mi muerte a solas.

   Con ella, allá daréis justas venganzas,
a quien me hizo roca de las olas,
que levantó la mar de unas mudanzas.




- XVII -


A Enrique, rey de Francia


ArribaAbajo   Hace el mayor Enrique cuando lidia
en el marcial honor de la estacada,
corona el yelmo y cetro de la espada,
paz de la guerra y fe de la perfidia.

   Cesar renace y Alejandro envidia,  5
piadoso perdonar con mano armada,
y en los peligros, la virtud osada
despreciando el morir, vence la envidia.

   Castiga revelados, perdonando
el esfuerzo benigno que previene  10
de ánima nueva, imperio sin segundo.

   El templo de la paz cierra, y bajando
del cielo Astrea, su valor mantiene
con freno a Francia y con la fama al mundo.




- XVIII -


A la muerte del Rey de Francia


ArribaAbajo   Cuando el furor del iracundo Marte,
al viento desplegaba las banderas,
y levantaba al son de cajas fieras
ira sangrienta Enrique en toda parte;

   cuando empezaba a fabricar el arte  5
artificiosas máquinas guerreras,
y cuando, atento a las dudosas veras,
el mundo estaba ya de parte a parte;

   puesta la mano a la atrevida espada,
ofreciendo fortuna fin sangriento  10
de la dudosa guerra a la victoria,

   cortó el hilo la Parca apresurada
a la vida y al alto pensamiento,
dejando eterna al mundo su memoria.




- XIX -


A lo mismo


ArribaAbajo   El roto arnés y la invencible espada
que coronó la presumida frente
del muerto rey que a la francesa gente
obediente mantuvo y enfrenada,

   pudiera ya en el templo estar colgada  5
y en descansado honor resplandeciente,
sin volver a tentar osadamente
la varia rueda de la diosa airada.

   Mas el discurso y el saber humano
no alcanza aquella esencia sin medida  10
que el poder de los ánimos limita,

   dando fuerza y valor a flaca mano
contra el heroico rey, en cuya vida
altos designios y esperanzas quita.




- XX -


Al rey de Francia Enrique IV


ArribaAbajo   Este que con las manchas de su acero
a los rayos del sol émulo es claro,
de la sangre en la paz fue tan avaro,
como pródigo de ella en guerra, y fiero.

   Dulce, cortés, magnánimo, guerrero,  5
intrépido, constante, invicto, raro,
de las artes sagradas sacro amparo,
rey por su espada, ilustre caballero.

   Dénos hoy en sus lirios esperanza,
planta, cuan bien nacida mal cortada,  10
de Magnos Carlos, de Bullones píos;

   que bien parecerá su semejanza,
si el agua en sangre bárbara trocada
dieren tributo al mar los sacros ríos.




- XXI -


ArribaAbajo   Sea para bien, enhorabuena sea,
divino Rojas, el recién nacido,
que tal hijo de ingenio ha merecido
que esculpido en mil láminas se vea.

   Plega a los cielos que la excelsa idea  5
del Repúblico llegue el apellido
a donde desterrándose el olvido
de Dafne ingrata su laurel posea.

   Ensancha, Manzanares, tus riberas,
donde tu nieto con amor recibas,  10
hijo de un hijo de ti margen bella.

   Aquí viene a servirse muy de veras,
ampárale piadoso, así tú vivas
eternos años con feliz estrella.



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