Estudios en la
Universidad de Santiago, a punto de entrar en la
Compañía de Jesús, estudia Medicina en la
Facultad de Madrid conoce a Espronceda. renuncia a la carrera y se
dedica al estudio de las Ciencias Exactas, dejándolo todo
para dedicarse a la Poesía. Siendo gobernador de Alicante,
contrajo matrimonio con la dama irlandesa Gillermina O'Gorman. Sus
invenciones en géneros poéticos fueron, las
célebres Doloras, pequeños poemas y
humoradas.
El cielo de
Leopardi
¡Genio
infeliz!, en su postrer momento
a su amiga la Muerte le
decía:
«Dame la nada, esa
región vacía
en que no hay ni placer ni
sufrimiento.
Donde se halla la
vida está el tormento.
5
Dame paz en la nada
-repetía-,
y mata con el cuerpo el alma
mía,
esta amarga raíz del
pensamiento.»
Al oírle
implorar de esta manera,
consolando al filósofo
afligido,
10
la Muerte le responde:
«Espera, espera;
que, en pago de
lo bien que me has querido,
mañana te daré la
muerte entera
y volverás al ser del que no
has sido.»
La
inteligencia
(Dedicado al Conde de San Luis, con motivo de
la fundación del Teatro Español.)
Pasan un siglo y
cien, el tiempo pasa
como Escita que mata a la
carrera;
verdugo y creador, en cuanto
impera
lo humilde encumbra y lo soberbio
arrasa.
La vida el tiempo
a cuanto existe tasa,
5
mas, siempre inútil, su
guadaña fiera
sobre el grande Platón, era
tras era,
con excusado afán pasa y
repasa.
Y es que la idea
que en los cielos flota,
fija cual Dios, como de Dios
esencia
10
del tiempo móvil la
guadaña embota.
Por eso, al
declinar de la existencia,
de entre las ruinas de los mundos
brota,
crisálida inmortal, la
inteligencia.
La
virtud
Penélope
es el tiempo, que hoy se afana
en destejer la vida ayer
tejida;
no hay en el mundo edad que un sol
no mida,
ni hay un sol que resista a
algún mañana.
Sólo del
tiempo en la extensión lejana
5
sobrenada de Sócrates la
vida;
que es bella espuma la virtud
salida
del Océano de la vida
humana.
Y es que de la
virtud el santo anhelo
burla del tiempo la eternal
victoria,
10
sobre cuanto hay mortal alzando el
vuelo.
Por eso como
esencia de la gloria,
va cual perfume embalsamando el
cielo,
sagrada florescencia de la
historia.
El
teatro
El tiempo, ese
Saturno cuya saña
se goza en devorar sus
creaciones,
jamás en sus sangrientas
irrupciones
su templo arrasará, gloria
de España.
No
extirpará del tiempo la guadaña
5
ese estadio de heroicas
acciones;
no se extingue la voz de los
Platones,
ni el brillo de los Sócrates
se empaña.
Cuando tu obra
inmortal al mundo asombre,
mostrando ejemplos de virtud y
ciencia,
10
glorioso entre ellos sonará
tu nombre.
¡Ah!
¡dichoso el que adhiere su existencia
a la virtud, perpetuo bien del
hombre,
y a la eterna verdad, la
inteligencia.
Lo que es el
Olimpo
¿Qué es el Olimpo?- Para el
niño, un juego
de pájaros, de
músicas y flores.-
¿Qué es para el
joven?- Lupanar de amores,
eterna forma del Elíseo
griego.-
¿Qué es para el hombre?- Para el
hombre ciego
5
es un templo de glorias y de
honores;
y el viejo se lo finge en sus
dolores
como un rincón de paz y de
sosiego.
Y el viejo ya
senil ¿en qué convierte
del Olimpo la espléndida
morada?-
10
En un no ser que es menos que la
muerte.
¡Así
la infancia y la vejez helada
van cambiando el Olimpo de esta
suerte
en flores , en amor, en paz, en
nada!
El
descreimiento
(A S. M. la reina Dª Isabel II)
Más que la
luz de la razón humana,
amo la oscuridad de mi deseo,
y más que la verdad de
cuanto veo,
quiero el error de mi esperanza
vana.
Tenéis
razón, hermosa Soberana,
5
que no sé cuándo dudo
y cuándo creo;
si hoy, comparado a mi, todo es
ateo,
tal vez de todo dudaré
mañana.
Entre creer y
dudar, mi alma indecisa
mientras pasa esta vida de
quebranto,
10
que es eterna en dar fin, yendo de
prisa,
el dudar y el
creer confundo tanto,
que unas veces mi llanto acaba en
risa,
y otras veces mi risa acaba en
llanto.
La
duda
Tanto quiero
creer, que no te creo,
dicha y tormento de la vida
mía;
veo tu amor tan claro como el
día
mas lo anubla una cosa que no
veo.
¡Cuándo mis dudas en tu frente
leo,
5
a poderte matar, te
mataría!...
¡Oh, cuán desesperada
es mi alegría,
que lo que adoro aborrecer
deseo!
¡Santa
virtud, consolador olvido,
dadme el candor de ver como hombre
honrado,
10
que soy con honradez
correspondido!
¡Quítame, Amor, la duda que me has
dado,
pues más que no creer siendo
querido,
quisiera tener fe siendo
engañado!
La vida
humana
Velas de amor en
golfos de ternura
suelta mi pobre corazón al
viento,
y encuentra, en lo que alcanza, su
tormento,
y espera, en lo que no halla, su
ventura.
Viviendo en esta
humana sepultura,
5
engañar el pesar es mi
contento,
y este cilicio atroz del
pensamiento
no halla un linde entre el genio y
la locura.
Ay! En la vida
ruin que al loco embarga,
y que el cuerdo infeliz de horror
consterna,
10
dulce en el nombre, en realidad
amarga,
sólo el
dolor con el dolor alterna,
y si al contarla a días es
muy larga
midiéndola por horas es
eterna.
Catón de
Útica
Rasga su pecho el
último romano,
y exclama, deshonrando su
memoria:
-Sueño es la libertad, humo
la gloria,
y la austera virtud un nombre
vano.-
Detén,
Catón, la temeraria mano,
5
que en huir del dolor nunca hay
victoria;
fiel a ese pueblo, mártir de
la historia,
muere, si hay que morir, cara al
tirano.
Torna a ganar la
libertad perdida;
vuelve hacia Roma, y cuando hieran,
hiere;
10
si cae la virtud, caiga
vencida.
¿Quién su deshonra a su dolor
prefiere?
En las batallas de la humana
vida,
sólo se mata el vil, el
noble muere.
Los
egoístas
Vegeta sin
sufrir, vive en mal hora,
amigo infiel y cómodo
enemigo,
que, egoísta, jamás
llevas contigo
la pena del tormento que se
adora.
De premio indigna
tu virtud traidora,
5
ni dignas son tus faltas de
castigo;
y no hallas en la tierra un solo
amigo
a quien decir ¿qué
tienes? cuando llora.
Vos, los que
ajenos de placer y duelo,
vais dando, sin amar ni ser
amados,
10
abrazos sin calor, besos de
hielo,
moriréis
sin virtud y sin pecados,
y siendo despreciables para el
cielo,
seréis en el infierno
despreciados.
Los
celos
Ya a
traición, ya a traición, en el costado
me hiciste, infame, la mortal
herida,
y subo este calvario de la
vida,
el corazón de espinas
coronado.
Nombre maldito a
un tiempo y nombre amado,
5
¡quién pudiera no
amarte maldecida!
¡Dichoso aquel que
indiferente olvida,
y puede perdonar y es
perdonado!
¡Vil
homicida del amor más tierno,
que lleves quiera Dios siempre
contigo,
10
después de un grande amor un
odio eterno;
y mueras
inconfesa y por castigo,
odiándome y odiada en el
infierno,
adonde iré por ti, vivas
conmigo!
Amor
conyugal
Caer al
río el viento un nido deja,
y al verlo un ave, en pos vuela
piando,
porque dentro, sus huevos
empollando,
flota embarcada su infeliz
pareja.
Con el nido que,
hundiéndose, se aleja,
5
naufraga el ave fiel que va
criando,
y el esposo, después, vaga
exhalando
de árbol en árbol,
queja tras de queja.
Creciendo sin
cesar su pío, pío,
donde el nido se hundió sus
ojos clava,
10
como diciendo así:-
¡Pobre amor mío!-
Y un día,
al fin, que su dolor se agrava,
se esfuerza, vuela, muere, cae al
río,
se sumerge, suena algo... y todo
acaba.
Amor y
querer
A la infiel
más infiel de las hermosas
un hombre la quería y yo la
amaba;
y ella a un tiempo a los dos nos
encantaba
con la miel de sus frases
engañosas.
Mientras
él, con sus flores venenosas,
5
queriéndola, su aliento
emponzoñaba,
yo de ella ante los pies, que
idolatraba,
acabadas de abrir echaba
rosas.
De su favor ya en
vano el aire arrecia;
mintió a los dos, y
sufrirá el castigo
10
que uno la da por vil, y otro por
necia.
No hallará
paz con él, ni bien conmigo:
él, que sólo la
quiso, la desprecia;
yo, que tanto la amaba, la
maldigo.
El busto de
nieve
De amor tentado
un penitente un día,
con nieve un busto de mujer
formaba,
y el cuerpo al busto con furor
juntaba,
templando el fuego que en su pecho
ardía.
Cuanto más
con el busto el cuerpo unía,
5
más la nieve con fuego se
mezclaba,
y de aquel santo el corazón
se helaba,
y el busto de mujer se
deshacía.
En tus luchas
¡oh amor de quien reniego!
siempre se une el invierno y el
estío,
10
y si uno ama sin fe, quiere otro
ciego.
Así te
pasa a ti, corazón mío,
que uniendo ella su nieve con tu
fuego,
por matar de calor, mueres de
frío.
Los padres y los
hijos
Un enjambre de
pájaros metidos
en jaula de metal guardó un
cabrero
y a cuidarlos voló desde el
otero
la pareja de padres afligidos.
-Si aquí
-dijo el pastor- vienen unidos
5
sus hijos a cuidar con tanto
esmero,
ver cómo cuidan a los padres
quiero
los hijos por amor y
agradecidos.
Deja entre redes
la pareja envuelta,
la puerta abre el pastor del duro
alambre,
10
cierra a los padres y a los hijos
suelta.
Huyó de
los hijuelos el enjambre,
y como en vano se esperó su
vuelta,
mató a los padres el dolor y
el hambre.
Los hijos y los
padres
Ni arrastrada un
pastor llevar podía
una cabra infeliz que oía
amante
balar detrás al hijo, que,
inconstante,
marchar junto a la madre no
quería.
-¡Necio!
-al pastor un sabio le decía-,
5
al que llevas detrás ponle
delante;
échate el hijo al hombro, y
al instante
la madre verás ir tras de la
cría.
Tal consejo el
pastor creyó sencillo,
cogió la cría y se
marchó corriendo
10
llevando el animal sobre el
hatillo.
La cabra sin
ramal los fue siguiendo,
mas siguiendo tan cerca al
cabritillo,
que los pies por detrás le
iba lamiendo.
Mis
deseos
Si Dios
omnipotente me mandara
de sus deseos tomar el que
quisiera,
ni el oro ni la plata le
pidiera,
ni imperios ni coronas
deseara.
Si un sublime
talento me bastara
5
para vivir feliz, yo le
eligiera;
mas, ¡cuántos sabios
referir pudiera
a quien su misma ciencia
costó cara!
Yo sólo
pido al Todopoderoso
propicios me conceda estos tres
dones,
10
con que vivir en paz y ser
dichoso:
Un fiel amigo en
todas ocasiones,
un corazón sencillo y
generoso
y juicio que dirija mis
acciones.
Camporredondo, Calisto
Sobremazas
(Santander). 1815 - Santander. 1857
Poeta, militar y
oficial de secretaría.
A los ojos de
Amelia
Amelia hermosa,
si posible fuera
que su lumbre perdiesen
rutilante
las estrellas que en orbe de
diamante
bordan y esmaltan la celeste
esfera;
que el astro de
la noche suspendiera
5
su nacarada luz, y el sol
radiante
apagase la llama coruscante
y el fuego inmenso de su tierna
hoguera;
que, trastornado
el orden de natura,
en densa oscuridad y noche
umbría
10
quedase el universo, por
ventura;
una mirada tuya
bastaría
para poblar de luz en un
momento
la tierra, el mar, el aire, el
firmamento.
Camprodón y Lafont,
Francisco
Vich (Barcelona).
1816 - La Habana (Cuba). 1870
Poeta, autor
dramático y escritor. Estudió Leyes.
Soneto
Así que el
primer hombre hubo pecado,
se nublaron los cielos de
repente,
y empuñando una espada
refulgente
le dijo un ángel con acento
airado:
«Lejos de
este lugar que has profanado,
5
y al recordar su encanto ,
eternamente
surquen arrugas tu orgullosa
frente
y anda a comer el pan del
desterrado.»
Transido
Adán de amargo desconsuelo
cruzó sus manos y
exhaló un gemido,
10
y al ver cerrar, con
lágrimas de duelo,
tras sí
las puertas del Edén perdido,
exclamó el infeliz mirando
el cielo:
«Si me quitáis el
bien, darme el olvido.»
Cancio y Madrigal, César
Sancti Spiritus
(Cuba). 1863 - La Habana. 1922
Humorista,
escritor y poeta.
Reverdencia
Ha vuelto a
retoñar el árbol seco
cuyo ramaje de pajiza plata
como canosa red se tuerce y
ata
sobre su tronco verrugoso y
hueco.
Aspecto triste,
pálido y enteco
5
ya no presenta la nervuda
mata,
pues nueva savia con vigor
desata
de sus retoños el sedoso
fleco.
La luz primaveral
con sus ardores
de tu noche infecunda mató
el luto
10
vistiéndote de
mágicos colores.
¡Árbol añoso de ramaje
hirsuto,
hoy constelado de brillantes
flores,
verdes renuevos y pomposo
fruto!...
Cano, Carlos
Murcia. Siglo
XIX
Jefe del Cuerpo de
Artillería.
Consuelo
Como la perla que
esmaltó el rocío
sobre el tierno botón de una
azucena,
vi una gota de llanto que
serena
dejaste resbalar a su
albedrío.
Yo la miré
con loco desvarío
5
y de su pecho al descubrir la
pena,
rompiendo el dique que mi llanto
enfrena
otra gota brotó del pecho
mío.
Lágrimas
ambas al calor nacidas
de aquel amor de nuestra vida
encanto,
10
brotaron y murieron siempre
unidas;
y fue de mi dolor
consuelo santo,
ya que nunca han de unirse nuestras
vidas,
ver resbalar unido nuestro
llanto.
Cano Martín, Ricardo
Málaga.
Siglo XIX
Director del
diario La Provincia Gaditana y empleado en el Gobierno
Civil de Cádiz.
Soneto
Súbito el
soplo de la muerte impía
oscureció tu esplendorosa
frente,
y el lauro de tus sienes,
refulgente
en corona trocó, de escarcha
fría!
Dónde tu
acento huyó cuya armonía
5
asombro fue de inspiración
ferviente?
Dónde se hundió tu
pensamiento ardiente
que envolviera en su luz la
fantasía?
A la tumba tu
cuerpo desterrado...
tu acento entre los ángeles
descuella
10
siendo el manto de Dios su eterno
abrigo.
¡Oh!
¡Cuánto envidio tu sepulcro helado!
Y si pudiese proseguir tu
huella
muriera al punto por estar
contigo.
Cánovas del Castillo,
Antonio
Málaga.
1828 - Santa Agueda. 1897
Estadista.
Político, historiador. Escritor y poeta.
A
Laura
No pretendo que
paguen el desvelo
que tu infausta belleza en
mí provoca,
ni con besos dulcísimos tu
boca,
ni tus miradas con su luz de
cielo;
ni causarte en
ausencias desconsuelo,
5
ni que sueñes conmigo en
ansia loca,
ni que te muestres a los otros
roca
como eres, Laura, para mí de
hielo.
Pero a la luz del
moribundo día
cuando la brisa leve de la
tarde
10
riza feliz tu negra cabellera;
¿por
qué no has de ofrecer, ingrata mía,
al loco amor que en mis sentidos
arde
un recuerdo benévolo
siquiera?
Cañellas, Francisco
España.
Siglo XIX
Poeta.
La vuelta al
hogar
A ti vuelvo, por
fin, hogar querido...
¡Cuánto lejos de ti
fui desgraciado!
Lo que puede llorarse lo he
llorado.
Lo que puede sufrirse lo he
sufrido.
¡Ah,
cuántas veces de dolor transido,
5
con la nostalgia de luchar
cansado,
en ti pensando, pobre y
desterrado,
feliz y alegre me quedé
dormido!
¡Bendito y
dulce hogar de mis mayores!
A ti vuelvo por fin -¡oh
solitario
10
asilo de mis cándidos
amores!-
Calor buscando al
corazón en ruina,
como retorna al viejo
campanario
cantando la viajera
golondrina.
Cañete, Manuel
Sevilla. 1822 -
Madrid. 1891
Poeta, literato y
crítico. Autor teatral.
A
Granada
Tendida yaces en
la hermosa vega
con tus dulces recuerdos
encantada,
y de odorantes flores
salpicada
que el manso Darro con sus linfas
riega.
Tendida yaces y
ante ti despliega,
5
de carcomidas torres coronada,
sus bellezas la Alhambra
celebrada
que allí entre aromas con
las auras juega.
Baña el
claro Genil tu fértil suelo,
y pródiga de dones la
natura
10
con el más vivo azul del
puro cielo
las galas
aumentó de tu hermosura,
do apenas entre mágicos
primores
humildes brillan las tempranas
flores.
Capitán, Juan María
España.
Siglo XIX
A la
restauración del Santuario de Regla
Vuelva a su
templo el busto, que preciado
en Hipona lo fue por Agustino,
y a las orillas béticas nos
vino
de vándalos furores
escapado.
Aquí
ofreció sus armas el soldado,
5
su tabla en los naufragios el
marino,
sus conchas y bordón el
peregrino,
sus votos el cautivo, el
desahuciado.
No mas las aras
rompa mano impía,
do la benigna estrella de los
mares
10
sobre montes de espuma se
levanta:
Y este suelo,
dichoso por María,
entre los ricos dones
populares
cante los de Isabel y de la
Infanta.
Carabias Martín, M.
España.
Siglo XIX.
Poeta hallado en
Internet. Soneto publicado en La Voz de Peñaranda
el día 19 de octubre de 1884.
La
novedad
Comprad sin
dilación y no esperéis
a que elijan el género este
día;
recordad que con tiempo os
advertía,
anunciando el surtido que
sabéis.
Buenas Alfombras,
superior tenéis
5
y completo surtido en
Lanería,
Abacás, Gutapercha,
Lencería,
Sofocantes... manguitos si
queréis:
Mantas,
Toquillas, Sayas y Sombreros,
Agremanes, Botones, Cintas,
Panas,
10
Rasos, Crepés... Y Flecos y
Plumeros,
Tapetes y
Franelas pura lana;
y anhelo seáis vosotros los
primeros,
no os quedéis sin
géneros mañana.
Carbonero y Sol, León
María
España.
Siglo XIX
Poeta.
Soneto
¡Oh vana,
oh loca, oh atrevida vida
del hombre ciego que en prestado
estado
vive muriendo desterrado,
errado,
su gloria luego que es venida
ida.
El alma noble
aunque oprimida mida
5
con sus obras aquel sagrado
grado
que hará dichoso al
desdichado hado
y a Dios que en su piedad no impida
pida.
Si al que navega
tan estrecho trecho,
mar cuyo viento desengaña
engaña
10
y juzga que su puerto es tierra
yerra.
Pague a la muerte
sin despecho pecho,
que nunca al justo su
guadaña daña,
pues que del cielo la destierra es
tierra.
Caro, José Eusebio
Ocaña
(Colombia). 1817 - 1853
Político.
Inspirador y modelo de Rubén Darío.
Héctor
Al sol naciente
los lejanos muros
de la divina Troya
resplandecen;
los Griegos a los Númenes
ofrecen
sobre las aras sacrificios
puros.
Abrese el circo:
ya sobre los duros
5
ejes los carros vuelan,
desaparecen;
y al estrépito ronco se
estremecen
de la tierra los quicios mal
seguros.
Al vencedor el
premio merecido
otorga Aquiles: el Olimpo
suena
10
con el eco de triunfo
conmovido.
¡Y
Héctor, Héctor, la faz de polvo llena,
en brazos de la muerte
adormecido,
yace olvidado en la sangrienta
arena!
Caro, Miguel Antonio
Colombia. 1843 -
1909
Hijo de
José Eusebio Caro. Redactor de la famosa Gramática
Latina. Y como su padre un gran sonetista. Presidente de la
República. Presidente de la Academia de la Lengua.