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ArribaAbajoCampoamor, Ramón de

Navia (Asturias). 1817 - Madrid. 1901

Estudios en la Universidad de Santiago, a punto de entrar en la Compañía de Jesús, estudia Medicina en la Facultad de Madrid conoce a Espronceda. renuncia a la carrera y se dedica al estudio de las Ciencias Exactas, dejándolo todo para dedicarse a la Poesía. Siendo gobernador de Alicante, contrajo matrimonio con la dama irlandesa Gillermina O'Gorman. Sus invenciones en géneros poéticos fueron, las célebres Doloras, pequeños poemas y humoradas.




El cielo de Leopardi


   ¡Genio infeliz!, en su postrer momento
a su amiga la Muerte le decía:
«Dame la nada, esa región vacía
en que no hay ni placer ni sufrimiento.

   Donde se halla la vida está el tormento.  5
Dame paz en la nada -repetía-,
y mata con el cuerpo el alma mía,
esta amarga raíz del pensamiento.»

   Al oírle implorar de esta manera,
consolando al filósofo afligido,  10
la Muerte le responde: «Espera, espera;

   que, en pago de lo bien que me has querido,
mañana te daré la muerte entera
y volverás al ser del que no has sido.»




La inteligencia


(Dedicado al Conde de San Luis, con motivo de la fundación del Teatro Español.)


   Pasan un siglo y cien, el tiempo pasa
como Escita que mata a la carrera;
verdugo y creador, en cuanto impera
lo humilde encumbra y lo soberbio arrasa.

   La vida el tiempo a cuanto existe tasa,  5
mas, siempre inútil, su guadaña fiera
sobre el grande Platón, era tras era,
con excusado afán pasa y repasa.

   Y es que la idea que en los cielos flota,
fija cual Dios, como de Dios esencia  10
del tiempo móvil la guadaña embota.

   Por eso, al declinar de la existencia,
de entre las ruinas de los mundos brota,
crisálida inmortal, la inteligencia.




La virtud


   Penélope es el tiempo, que hoy se afana
en destejer la vida ayer tejida;
no hay en el mundo edad que un sol no mida,
ni hay un sol que resista a algún mañana.

   Sólo del tiempo en la extensión lejana  5
sobrenada de Sócrates la vida;
que es bella espuma la virtud salida
del Océano de la vida humana.

   Y es que de la virtud el santo anhelo
burla del tiempo la eternal victoria,  10
sobre cuanto hay mortal alzando el vuelo.

   Por eso como esencia de la gloria,
va cual perfume embalsamando el cielo,
sagrada florescencia de la historia.




El teatro


   El tiempo, ese Saturno cuya saña
se goza en devorar sus creaciones,
jamás en sus sangrientas irrupciones
su templo arrasará, gloria de España.

   No extirpará del tiempo la guadaña  5
ese estadio de heroicas acciones;
no se extingue la voz de los Platones,
ni el brillo de los Sócrates se empaña.

   Cuando tu obra inmortal al mundo asombre,
mostrando ejemplos de virtud y ciencia,  10
glorioso entre ellos sonará tu nombre.

   ¡Ah! ¡dichoso el que adhiere su existencia
a la virtud, perpetuo bien del hombre,
y a la eterna verdad, la inteligencia.




Lo que es el Olimpo


   ¿Qué es el Olimpo?- Para el niño, un juego
de pájaros, de músicas y flores.-
¿Qué es para el joven?- Lupanar de amores,
eterna forma del Elíseo griego.-

   ¿Qué es para el hombre?- Para el hombre ciego  5
es un templo de glorias y de honores;
y el viejo se lo finge en sus dolores
como un rincón de paz y de sosiego.

   Y el viejo ya senil ¿en qué convierte
del Olimpo la espléndida morada?-  10
En un no ser que es menos que la muerte.

   ¡Así la infancia y la vejez helada
van cambiando el Olimpo de esta suerte
en flores , en amor, en paz, en nada!




El descreimiento


(A S. M. la reina Isabel II)


   Más que la luz de la razón humana,
amo la oscuridad de mi deseo,
y más que la verdad de cuanto veo,
quiero el error de mi esperanza vana.

   Tenéis razón, hermosa Soberana,  5
que no sé cuándo dudo y cuándo creo;
si hoy, comparado a mi, todo es ateo,
tal vez de todo dudaré mañana.

   Entre creer y dudar, mi alma indecisa
mientras pasa esta vida de quebranto,  10
que es eterna en dar fin, yendo de prisa,

   el dudar y el creer confundo tanto,
que unas veces mi llanto acaba en risa,
y otras veces mi risa acaba en llanto.




La duda


   Tanto quiero creer, que no te creo,
dicha y tormento de la vida mía;
veo tu amor tan claro como el día
mas lo anubla una cosa que no veo.

   ¡Cuándo mis dudas en tu frente leo,  5
a poderte matar, te mataría!...
¡Oh, cuán desesperada es mi alegría,
que lo que adoro aborrecer deseo!

   ¡Santa virtud, consolador olvido,
dadme el candor de ver como hombre honrado,  10
que soy con honradez correspondido!

   ¡Quítame, Amor, la duda que me has dado,
pues más que no creer siendo querido,
quisiera tener fe siendo engañado!




La vida humana


   Velas de amor en golfos de ternura
suelta mi pobre corazón al viento,
y encuentra, en lo que alcanza, su tormento,
y espera, en lo que no halla, su ventura.

   Viviendo en esta humana sepultura,  5
engañar el pesar es mi contento,
y este cilicio atroz del pensamiento
no halla un linde entre el genio y la locura.

   Ay! En la vida ruin que al loco embarga,
y que el cuerdo infeliz de horror consterna,  10
dulce en el nombre, en realidad amarga,

   sólo el dolor con el dolor alterna,
y si al contarla a días es muy larga
midiéndola por horas es eterna.




Catón de Útica


   Rasga su pecho el último romano,
y exclama, deshonrando su memoria:
-Sueño es la libertad, humo la gloria,
y la austera virtud un nombre vano.-

   Detén, Catón, la temeraria mano,  5
que en huir del dolor nunca hay victoria;
fiel a ese pueblo, mártir de la historia,
muere, si hay que morir, cara al tirano.

   Torna a ganar la libertad perdida;
vuelve hacia Roma, y cuando hieran, hiere;  10
si cae la virtud, caiga vencida.

   ¿Quién su deshonra a su dolor prefiere?
En las batallas de la humana vida,
sólo se mata el vil, el noble muere.




Los egoístas


   Vegeta sin sufrir, vive en mal hora,
amigo infiel y cómodo enemigo,
que, egoísta, jamás llevas contigo
la pena del tormento que se adora.

   De premio indigna tu virtud traidora,  5
ni dignas son tus faltas de castigo;
y no hallas en la tierra un solo amigo
a quien decir ¿qué tienes? cuando llora.

   Vos, los que ajenos de placer y duelo,
vais dando, sin amar ni ser amados,  10
abrazos sin calor, besos de hielo,

   moriréis sin virtud y sin pecados,
y siendo despreciables para el cielo,
seréis en el infierno despreciados.




Los celos


   Ya a traición, ya a traición, en el costado
me hiciste, infame, la mortal herida,
y subo este calvario de la vida,
el corazón de espinas coronado.

   Nombre maldito a un tiempo y nombre amado,  5
¡quién pudiera no amarte maldecida!
¡Dichoso aquel que indiferente olvida,
y puede perdonar y es perdonado!

   ¡Vil homicida del amor más tierno,
que lleves quiera Dios siempre contigo,  10
después de un grande amor un odio eterno;

   y mueras inconfesa y por castigo,
odiándome y odiada en el infierno,
adonde iré por ti, vivas conmigo!




Amor conyugal


   Caer al río el viento un nido deja,
y al verlo un ave, en pos vuela piando,
porque dentro, sus huevos empollando,
flota embarcada su infeliz pareja.

   Con el nido que, hundiéndose, se aleja,  5
naufraga el ave fiel que va criando,
y el esposo, después, vaga exhalando
de árbol en árbol, queja tras de queja.

   Creciendo sin cesar su pío, pío,
donde el nido se hundió sus ojos clava,  10
como diciendo así:- ¡Pobre amor mío!-

   Y un día, al fin, que su dolor se agrava,
se esfuerza, vuela, muere, cae al río,
se sumerge, suena algo... y todo acaba.




Amor y querer


   A la infiel más infiel de las hermosas
un hombre la quería y yo la amaba;
y ella a un tiempo a los dos nos encantaba
con la miel de sus frases engañosas.

   Mientras él, con sus flores venenosas,  5
queriéndola, su aliento emponzoñaba,
yo de ella ante los pies, que idolatraba,
acabadas de abrir echaba rosas.

   De su favor ya en vano el aire arrecia;
mintió a los dos, y sufrirá el castigo  10
que uno la da por vil, y otro por necia.

   No hallará paz con él, ni bien conmigo:
él, que sólo la quiso, la desprecia;
yo, que tanto la amaba, la maldigo.




El busto de nieve


   De amor tentado un penitente un día,
con nieve un busto de mujer formaba,
y el cuerpo al busto con furor juntaba,
templando el fuego que en su pecho ardía.

   Cuanto más con el busto el cuerpo unía,  5
más la nieve con fuego se mezclaba,
y de aquel santo el corazón se helaba,
y el busto de mujer se deshacía.

   En tus luchas ¡oh amor de quien reniego!
siempre se une el invierno y el estío,  10
y si uno ama sin fe, quiere otro ciego.

   Así te pasa a ti, corazón mío,
que uniendo ella su nieve con tu fuego,
por matar de calor, mueres de frío.




Los padres y los hijos


   Un enjambre de pájaros metidos
en jaula de metal guardó un cabrero
y a cuidarlos voló desde el otero
la pareja de padres afligidos.

   -Si aquí -dijo el pastor- vienen unidos  5
sus hijos a cuidar con tanto esmero,
ver cómo cuidan a los padres quiero
los hijos por amor y agradecidos.

   Deja entre redes la pareja envuelta,
la puerta abre el pastor del duro alambre,  10
cierra a los padres y a los hijos suelta.

   Huyó de los hijuelos el enjambre,
y como en vano se esperó su vuelta,
mató a los padres el dolor y el hambre.




Los hijos y los padres


   Ni arrastrada un pastor llevar podía
una cabra infeliz que oía amante
balar detrás al hijo, que, inconstante,
marchar junto a la madre no quería.

   -¡Necio! -al pastor un sabio le decía-,  5
al que llevas detrás ponle delante;
échate el hijo al hombro, y al instante
la madre verás ir tras de la cría.

   Tal consejo el pastor creyó sencillo,
cogió la cría y se marchó corriendo  10
llevando el animal sobre el hatillo.

   La cabra sin ramal los fue siguiendo,
mas siguiendo tan cerca al cabritillo,
que los pies por detrás le iba lamiendo.




Mis deseos


   Si Dios omnipotente me mandara
de sus deseos tomar el que quisiera,
ni el oro ni la plata le pidiera,
ni imperios ni coronas deseara.

   Si un sublime talento me bastara  5
para vivir feliz, yo le eligiera;
mas, ¡cuántos sabios referir pudiera
a quien su misma ciencia costó cara!

   Yo sólo pido al Todopoderoso
propicios me conceda estos tres dones,  10
con que vivir en paz y ser dichoso:

   Un fiel amigo en todas ocasiones,
un corazón sencillo y generoso
y juicio que dirija mis acciones.




ArribaAbajoCamporredondo, Calisto

Sobremazas (Santander). 1815 - Santander. 1857

Poeta, militar y oficial de secretaría.




A los ojos de Amelia


   Amelia hermosa, si posible fuera
que su lumbre perdiesen rutilante
las estrellas que en orbe de diamante
bordan y esmaltan la celeste esfera;

   que el astro de la noche suspendiera  5
su nacarada luz, y el sol radiante
apagase la llama coruscante
y el fuego inmenso de su tierna hoguera;

   que, trastornado el orden de natura,
en densa oscuridad y noche umbría  10
quedase el universo, por ventura;

   una mirada tuya bastaría
para poblar de luz en un momento
la tierra, el mar, el aire, el firmamento.




ArribaAbajoCamprodón y Lafont, Francisco

Vich (Barcelona). 1816 - La Habana (Cuba). 1870

Poeta, autor dramático y escritor. Estudió Leyes.




Soneto


   Así que el primer hombre hubo pecado,
se nublaron los cielos de repente,
y empuñando una espada refulgente
le dijo un ángel con acento airado:

   «Lejos de este lugar que has profanado,  5
y al recordar su encanto , eternamente
surquen arrugas tu orgullosa frente
y anda a comer el pan del desterrado.»

   Transido Adán de amargo desconsuelo
cruzó sus manos y exhaló un gemido,  10
y al ver cerrar, con lágrimas de duelo,

   tras sí las puertas del Edén perdido,
exclamó el infeliz mirando el cielo:
«Si me quitáis el bien, darme el olvido.»




ArribaAbajoCancio y Madrigal, César

Sancti Spiritus (Cuba). 1863 - La Habana. 1922

Humorista, escritor y poeta.




Reverdencia


   Ha vuelto a retoñar el árbol seco
cuyo ramaje de pajiza plata
como canosa red se tuerce y ata
sobre su tronco verrugoso y hueco.

   Aspecto triste, pálido y enteco  5
ya no presenta la nervuda mata,
pues nueva savia con vigor desata
de sus retoños el sedoso fleco.

   La luz primaveral con sus ardores
de tu noche infecunda mató el luto  10
vistiéndote de mágicos colores.

   ¡Árbol añoso de ramaje hirsuto,
hoy constelado de brillantes flores,
verdes renuevos y pomposo fruto!...




ArribaAbajoCano, Carlos

Murcia. Siglo XIX

Jefe del Cuerpo de Artillería.




Consuelo


   Como la perla que esmaltó el rocío
sobre el tierno botón de una azucena,
vi una gota de llanto que serena
dejaste resbalar a su albedrío.

   Yo la miré con loco desvarío  5
y de su pecho al descubrir la pena,
rompiendo el dique que mi llanto enfrena
otra gota brotó del pecho mío.

   Lágrimas ambas al calor nacidas
de aquel amor de nuestra vida encanto,  10
brotaron y murieron siempre unidas;

   y fue de mi dolor consuelo santo,
ya que nunca han de unirse nuestras vidas,
ver resbalar unido nuestro llanto.




ArribaAbajoCano Martín, Ricardo

Málaga. Siglo XIX

Director del diario La Provincia Gaditana y empleado en el Gobierno Civil de Cádiz.




Soneto


   Súbito el soplo de la muerte impía
oscureció tu esplendorosa frente,
y el lauro de tus sienes, refulgente
en corona trocó, de escarcha fría!

   Dónde tu acento huyó cuya armonía  5
asombro fue de inspiración ferviente?
Dónde se hundió tu pensamiento ardiente
que envolviera en su luz la fantasía?

   A la tumba tu cuerpo desterrado...
tu acento entre los ángeles descuella  10
siendo el manto de Dios su eterno abrigo.

   ¡Oh! ¡Cuánto envidio tu sepulcro helado!
Y si pudiese proseguir tu huella
muriera al punto por estar contigo.




ArribaAbajoCánovas del Castillo, Antonio

Málaga. 1828 - Santa Agueda. 1897

Estadista. Político, historiador. Escritor y poeta.




A Laura


   No pretendo que paguen el desvelo
que tu infausta belleza en mí provoca,
ni con besos dulcísimos tu boca,
ni tus miradas con su luz de cielo;

   ni causarte en ausencias desconsuelo,  5
ni que sueñes conmigo en ansia loca,
ni que te muestres a los otros roca
como eres, Laura, para mí de hielo.

   Pero a la luz del moribundo día
cuando la brisa leve de la tarde  10
riza feliz tu negra cabellera;

   ¿por qué no has de ofrecer, ingrata mía,
al loco amor que en mis sentidos arde
un recuerdo benévolo siquiera?




ArribaAbajoCañellas, Francisco

España. Siglo XIX

Poeta.




La vuelta al hogar


   A ti vuelvo, por fin, hogar querido...
¡Cuánto lejos de ti fui desgraciado!
Lo que puede llorarse lo he llorado.
Lo que puede sufrirse lo he sufrido.

   ¡Ah, cuántas veces de dolor transido,  5
con la nostalgia de luchar cansado,
en ti pensando, pobre y desterrado,
feliz y alegre me quedé dormido!

   ¡Bendito y dulce hogar de mis mayores!
A ti vuelvo por fin -¡oh solitario  10
asilo de mis cándidos amores!-

   Calor buscando al corazón en ruina,
como retorna al viejo campanario
cantando la viajera golondrina.




ArribaAbajoCañete, Manuel

Sevilla. 1822 - Madrid. 1891

Poeta, literato y crítico. Autor teatral.




A Granada


   Tendida yaces en la hermosa vega
con tus dulces recuerdos encantada,
y de odorantes flores salpicada
que el manso Darro con sus linfas riega.

   Tendida yaces y ante ti despliega,  5
de carcomidas torres coronada,
sus bellezas la Alhambra celebrada
que allí entre aromas con las auras juega.

   Baña el claro Genil tu fértil suelo,
y pródiga de dones la natura  10
con el más vivo azul del puro cielo

   las galas aumentó de tu hermosura,
do apenas entre mágicos primores
humildes brillan las tempranas flores.




ArribaAbajoCapitán, Juan María

España. Siglo XIX




A la restauración del Santuario de Regla


   Vuelva a su templo el busto, que preciado
en Hipona lo fue por Agustino,
y a las orillas béticas nos vino
de vándalos furores escapado.

   Aquí ofreció sus armas el soldado,  5
su tabla en los naufragios el marino,
sus conchas y bordón el peregrino,
sus votos el cautivo, el desahuciado.

   No mas las aras rompa mano impía,
do la benigna estrella de los mares  10
sobre montes de espuma se levanta:

   Y este suelo, dichoso por María,
entre los ricos dones populares
cante los de Isabel y de la Infanta.




ArribaAbajoCarabias Martín, M.

España. Siglo XIX.

Poeta hallado en Internet. Soneto publicado en La Voz de Peñaranda el día 19 de octubre de 1884.




La novedad


   Comprad sin dilación y no esperéis
a que elijan el género este día;
recordad que con tiempo os advertía,
anunciando el surtido que sabéis.

   Buenas Alfombras, superior tenéis  5
y completo surtido en Lanería,
Abacás, Gutapercha, Lencería,
Sofocantes... manguitos si queréis:

   Mantas, Toquillas, Sayas y Sombreros,
Agremanes, Botones, Cintas, Panas,  10
Rasos, Crepés... Y Flecos y Plumeros,

   Tapetes y Franelas pura lana;
y anhelo seáis vosotros los primeros,
no os quedéis sin géneros mañana.




ArribaAbajoCarbonero y Sol, León María

España. Siglo XIX

Poeta.




Soneto


   ¡Oh vana, oh loca, oh atrevida vida
del hombre ciego que en prestado estado
vive muriendo desterrado, errado,
su gloria luego que es venida ida.

   El alma noble aunque oprimida mida  5
con sus obras aquel sagrado grado
que hará dichoso al desdichado hado
y a Dios que en su piedad no impida pida.

   Si al que navega tan estrecho trecho,
mar cuyo viento desengaña engaña  10
y juzga que su puerto es tierra yerra.

   Pague a la muerte sin despecho pecho,
que nunca al justo su guadaña daña,
pues que del cielo la destierra es tierra.




ArribaAbajoCaro, José Eusebio

Ocaña (Colombia). 1817 - 1853

Político. Inspirador y modelo de Rubén Darío.




Héctor


   Al sol naciente los lejanos muros
de la divina Troya resplandecen;
los Griegos a los Númenes ofrecen
sobre las aras sacrificios puros.

   Abrese el circo: ya sobre los duros  5
ejes los carros vuelan, desaparecen;
y al estrépito ronco se estremecen
de la tierra los quicios mal seguros.

   Al vencedor el premio merecido
otorga Aquiles: el Olimpo suena  10
con el eco de triunfo conmovido.

   ¡Y Héctor, Héctor, la faz de polvo llena,
en brazos de la muerte adormecido,
yace olvidado en la sangrienta arena!




ArribaAbajoCaro, Miguel Antonio

Colombia. 1843 - 1909

Hijo de José Eusebio Caro. Redactor de la famosa Gramática Latina. Y como su padre un gran sonetista. Presidente de la República. Presidente de la Academia de la Lengua.




Patria


   ¡Patria! Te adoro en mi silencio mudo,
y temo profanar tu nombre santo.
Por ti he gozado y padecido tanto
cuanto lengua mortal decir no pudo.

   No te pido el amparo de tu escudo,  5
sino la dulce sombra de tu manto:
quiero en tu seno derramar mi llanto,
vivir, morir en ti pobre y desnudo.

   Ni poder, ni esplendor, ni lozanía,
son razones de amar. Otro es el lazo  10
que nadie, nunca, desatar podría.

   Amo yo por instinto tu regazo,
madre eres tú de la familia mía:
¡Patria! de tus entrañas soy pedazo.




Al soneto


   ¡Honor de los alados instrumentos!
¡Tú, lo más bello que de oriente a ocaso
vio el peregrino, suspendiendo el paso,
nadar suave en los delgados vientos!

   ¡Flor y luz de gallardos pensamientos!  5
¡Cifra de la esbeltez! ¡Mágico vaso
labrado por las diosas del Parnaso,
y el más breve y feliz de los portentos!

   ¡Tú, en edad de heroísmo y bizarría,
gloria de los errantes trovadores,  10
delicia a la beldad que te acogía!

   ¡Copa gentil, permite que de flores
te corone también la diestra mía,
y en ti el labio encendido libe amores!




Pro senectute


   ¡Tú, emprendiste bajo el albor temprano
la áspera senda con ardiente brío,
y ahora inclinado y con andar tardío
rigiendo vas el báculo de anciano!

   Torpe el sentido y el cabello cano  5
no te acobarden, ni en sepulcro frío
contemples con doliente desvarío
de rápido descenso el fin cercano.

   Fúlgida luz la vista te oscurece;
argentó tu cabeza nieve pura,  10
cesas de oír, porque el silencio crece;

   te encorvas, porque vences la fraguar;
anhelas, porque el aire se enrarece;
llegando vas a coronar la altura.




El león y la mosca


   El león, que las selvas señorea
y que gozoso ayer las recorría,
padece de mortal melancolía:
yace encorvado o tétrico pasea.

   Algún dolor secreto, alguna idea  5
fatal le asedia con tenaz porfía;
tratando de ahuyentar lo que le hastía
la cola bate, la melena ondea.

   ¿Qué nueve misteriosa pesadumbre
le abruma, haciendo, más que de costumbre,  10
su faz adusta, su mirada fosca?

   ¿En la tierra, en el aire o en el cielo,
en dónde el enemigo está?... Direlo:
perseguido anda el rey por una mosca.




ArribaAbajoCarpio, Manuel

México. 1791 - 1861

Poeta hallado en Internet.




El río de Cosamaloapan


   Arrebatado y caudaloso río
que riegas de mi pueblo las praderas
¡quién pudiera llorar en tus riberas
de la redonda luna al rayo frío!

   De noche en mi agitado desvarío  5
me parece estar viendo tus palmeras,
tus naranjos en flor y enredaderas,
y tus lirios cubiertos de rocío.

   ¡Quién le diera tan sólo una mirada
a la dulce y modesta casa mía,  10
donde nací, como ave en la enramada!

   Pero tus olas ruedan en el día
sobre las ruinas ¡ay! de esa morada,
donde feliz en mi niñez vivía.




ArribaAbajoCarrasquilla, Ricardo

Colombia. 1827 - 1885

Poeta.




Soneto1


   Hoy ninguna maldad al hombre enloda,
y los nietos del mono y la monada
sólo saben el «sé que no sé nada»,
y fundan en dudar la ciencia toda.

   La Esperanza y la fe no están de moda;  5
la misma caridad es anticuada;
los sagrados derechos de la nada
sólo los niega ya la gente goda.

   Es preciso buscar alguna idea;
pero debo advertirte acá, en secreto,  10
que ni de fe ni de esperanza sea.

   Musa, al revés hagamos un soneto;
es decir comencemos la tarea
por escribir el último terceto.




Soneto


   Dios es quien es; la inmensidad, su manto;
la creación, diadema de su frente;
las dos eternidades, su presente;
verdad, belleza, amor, su nombre santo.

   Bajo sus pies se hunde con espanto  5
los firmamentos; es la luz ardiente
sombra de su mirada omnipotente;
ángeles y hombres, de su gloria el canto.

   Con innúmeros soles de diamantes
vi su poder inmensurable escrito  10
en la cóncava esfera rutilante;

   y de pasmo y amor lanzando un grito,
¿Dónde, exclamé, se oculta tu semblante?
En las alturas de mi ser habito.




Receta para hacer sonetos


   Ocho vocablos buscarás, diversos,
que acaben cuatro en oso y cuatro en unta,
para engastarlos todos en la punta
de ocho renglones que se llaman versos.

   Entre adjetivos mil, los más perversos  5
en derredor de tu tintero junta,
i a cada sustantivo dos le ayunta;
i párrafos tendrás puros i tersos.

   Los dos cuartetos acabaste? En alo
recluta dos palabras, dos en unto;  10
i un terceto tendrás que de regalo.

   Antes que ponga a mis preceptos punto,
será bueno advertirte que no es malo
buscar para el soneto algún asunto.




ArribaAbajoCarrasquilla Mallarino, Eduardo

Bogotá (Colombia). 1887

Poeta. Hijo de una familia poética muy importante en Colombia.




Serenidad


   Como lejano todo, como etérea la vida,
como inertes los centros del sentir corporal;
el corazón sin ritmos y la mirada ida
por un maravilloso panorama ideal.

   Un vacío insondable donde la mente flota  5
pitagóricamente, bajo la flora astral;
un abismo sin límites en que, gota por gota,
exacerba una fuente su rezo musical.

   Un largo viento cálido, sedoso, como una
caricia de tus manos, o como tus cabellos,  10
y un raudal luminoso que llena la oquedad.

   Plenitud del espíritu, esotérico instante
en que -lejos la ausencia de vivir en la tierra-
invadimos el reino de la serenidad.




Rumbos supremos


   En la mente se agitan tempestades
que, como las del mar, enfurecidas,
nos arrojan contra las realidades
en que se despedazan nuestras vidas.

   Zozobran el amor y al esperanza,  5
huyen medrosas nuestras ilusiones;
y al llegar nuevamente la bonanza
son náufragos allí los corazones.

   Pero el fanal, que brilla eternamente
en el alma tenaz de los marinos,  10
sigue alumbrando en la negrura los

   rumbos supremos... Y la altiva mente
prosigue sus indómitos destinos
sobre los mares en que el faro es Dios.




Un largo ensueño cándido


   Un largo ensueño cándido pone la luna llena
en la campiña y en la mansedumbre del río;
la silueta del monte se yergue en el vacío
y en la torre del pueblo la media noche suena.

   Llegan ecos lejanos. Como un ánima en pena  5
ronda en esta vigilia luminosa el hastío;
eslabona recuerdos el pensamiento mío
y, al marchar, me parece que arrastro una cadena.

   La soledad inspira fortaleza y consuelo;
se ve a Dios en las múltiples floraciones del cielo,  10
y al postrarse me altiva pequeñez a su planta,

   sienten los, pies la savia de la tierra florida,
y la cabeza un soplo de esperanza y de vida
eternas, y el espíritu hasta Dios se levanta.




A Rubén Darío


   Con tu verbo potente y tus ritmos caudales
cruzaste por el mundo hasta escalar la meta.
Fueron maná tus prosas y tus versos triunfales
agua tan milagrosa como la del profeta.

   Inaudito, soberbio, florecido de astrales  5
maravillas, tu numen penetró la secreta
fuerza de Dios, y fueron tus signos cardinales
la orientación ilustre de una raza, ¡poeta!

   Cierto que hincó sus lanzas el odio en tus costados,
que tuviste Iscariotes a tu mesa sentados,  10
y que en vez de laureles te ciñeron espinas.

   Pero, como el Poeta de Nazareth, cumpliste
los designios del cielo, que envía al mundo triste
-de vez en cuando- una de sus almas divinas.




El dolor


   El dolor disciplina, y pule, y agiganta;
las almas superiores en él hallan vigor.
El sufrimiento exáltanos aquí abajo, entre tanta
indolencia mediocre... La grandeza es dolor.

   Suframos, pues, serenos, que la congoja es santa;  5
toda lágrima es perla y toda herida flor.
En la flauta o la lira la pena es la que canta
¿no es el sufrir la esencia de todo grande amor?

   ¿No venimos al mundo tan dolorosamente
que las primeras aguas del bautismo son llanto,  10
y el primer balbuceo una queja doliente?

   Hijos del dolor somos; y al sana alegría
es al que, generosa, nos da en cada quebranto
más luz, y más paciencia, y más filosofía.




Lienzo


   Seis púberes esclavas de negra piel bruñida,
que el sol estivo envuelve con sus lenguas quemantes,
agitan los flabelos, mientras la preferida
se despoja de sedas, de oros y brillantes

   Una nubia, de hinojos, le suelta la crepida,  5
otra le aromatiza los cabellos flotantes,
y dos tigres en brama, que la hermosa intimida,
se echan taimadamente a sus pies dominantes.

   Elefantinas tropas describen contorsiones
hasta quedar arqueadas como interrogaciones,  10
ante la noble escena de plásticas lujurias.

   -Luego, la favorita, desnuda y paso a paso,
se va hundiendo en el agua -lo mismo que el ocaso-
y desde un tamarindo la atisban las tres Furias.




Los caminos


   Los caminos nos dan lecciones de paciencia,
de constancia, de fe y de tenacidad.
Feliz, si los imita, es la humana existencia;
que empiece y que prosiga tras su finalidad.

   Los caminos son sabios poetas de una ciencia  5
de ilusión, de esperanza y de idealidad.
La luna los poetiza y el sol los da fulgencia,
y todo va por ellos hacia la eternidad.

   Malos o buenos, todos son una trayectoria.
Unos van al fracaso, otros van a la gloria;  10
al recuerdo los unos, al olvido los más...

   Pero ¡ay! de quien no encuentre a tiempo su camino,
porque, sin él, no puede llegar a su destino,
y vagará en el limbo para siempre jamás.




La campana rural


   Una campana rota, de secular se queja
de yo no sé que males. Su dolor ancestral
difúndese en la tarde, y su voz aconseja
pensar en Dios con íntima confianza teologal.

   La campiña está triste. La media luz bermeja  5
del ocaso disípase al orto vesperal.
El poblado parece que evoca una conseja;
y la campana sigue su tañir proverbial.

   -Oh, Señor Jesucristo...- Y por la senda umbrosa
de acacios florecidos, con mi rubia amorosa,  10
que a comprender no llega lo que hay entre los dos.

   Vino la santa hora que anuncia la campana
-Hora que siendo mística es a la vez profana-
Sin que mi novia sepa que voy pensando en Dios.




Un cielo gris


   Este cielo de plomo y ceniza que embarga
la ciudad y los campos con su dolencia umbría,
en donde no hay estrellas y la noche se alarga,
pone su pesadumbre dentro del alma mía.

   En sus dilataciones vuela una brisa amarga  5
de quejas otoñales. Allá, en la lejanía,
un sol de ópalo muerto vacila y se aletarga.
Parece que la bóveda esté abortando al día.

   La lluvia balbucea en los altos cristales,
con la monotonía de aquellos conventuales  10
oficios, que terminan siempre en un Miserere.

   Y el espíritu trata, en la vigila densa,
de hilvanar estas rimas donde, abstraído, piensa
en todo lo que nace y al mismo tiempo muere.




La zagala


   La zagala tiene una color y una frescura
de fruta madurada en el árbol natal;
mansedumbre en los ojos y tan bella figura
que bien fuera modelo de un pincel magistral.

   No sabe de perfidias en amor. La blancura  5
de su alma es la misma de un cordero pascual;
va por flores al prado y por agua a la pura
fuente que la retrata en su limpio cristal.

   Cumple todas las obras de la misericordia
que enseñan la doctrina y el cura que la exordia.  10
Al novio lo enrolaron en la revolución,

   y desde entonces nada del ausente ha sabido.
Pero como ella ignora que hay muerte y que hay olvido
guarda para el guerrero todo su corazón.




ArribaAbajoCarvajal y Hue, José de

Málaga. 1834 - Madrid. 1899

Poeta. Ministro de Estado y Hacienda. Representante en Cortes por Málaga. Republicano y gran orador.




Como quiero morir


   Quiero morir tranquila mi conciencia
de no haber hecho daño voluntario,
con lágrimas bañando el relicario
del alma, en el altar de mi creencia.

   Labro en sufrir y amar mística esencia,  5
que redime la culpa en el calvario;
yo pequé, mas sufrí viento contrario
y amé a Dios, a mi patria y a la ciencia.

   Quiero morir en brazos de mi hijo
y hallar mi sepultura en el sendero  10
de la fe y el honor con rumbo fijo.

   Quiero morir cristiano y caballero,
quiero morir besando un crucifijo
¡y sé que no es morir esto que quiero!



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