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ArribaAbajoFernández Shaw, Carlos

Cádiz. 1865 - Madrid. 1911

Autor teatral y ateneísta. Traductor de los poetas franceses.




Abril


   ¿Veis esa moza delicada y pura,
que apenas si cumplió catorce abriles,
mostrando, por sus gracias juveniles,
el alba de una espléndida hermosura?

   ¡Qué semblante! ¡Qué busto! ¡Qué cintura!  5
¡Qué contornos, los suyos, tan gentiles!
¡Pulida flor de idílicos pensiles;
toda candor, ingenuidad, ternura.

   ¿No adivináis la dicha que le espera,
los triunfos de la luz tras esa aurora  10
y todo el sol por el naciente rayo?

   Tal es, para la hermosa Primavera,
el mes de Abril; promesa tentadora
del esplendor magnífico de Mayo.




La sierra al sol


   Bajo un sol, que sus rayos más ardientes envía,
sobre un cielo que el brillo de sus luces inflama,
se recortan los montes del audaz Guadarrama,
se perfilan los riscos del riscoso Fuenfría.

   Se destacan, del fondo de un profundo sosiego,  5
con un alto, y robusto, y encendido relieve.
Como ayer se arroparon en sus capas de nieve,
hoy refulgen con recias armaduras de fuego.

   Ciega el sol, y en los montes su reflejo deslumbra.
Las cigarras entonan sus monótonos cánticos  10
en el tibio refugio de la quieta penumbra.

   Como en éxtasis yace, fascinada, la Tierra,
y ente el sol, que la excita con sus besos románticos,
se estremecen sus pechos... ¡se estremece la sierra...!




...Padre nuestro


   Padre del hombre, que en el Cielo estás,
venga el tu Reino, con tu gracia a nos.
No desoigan tus órdenes, jamás,
tu Tierra, Padre, ni tu Cielo, Dios.

   Danos el nuestro pan, de vez en vez,  5
cada día, calmando su inquietud;
tu pan, para los cuerpos robustez;
tu pan, para el espíritu salud.

   Perdona nuestras deudas, y a la par
hallen nuestros deudores su perdón,  10
por virtud de tu ejemplo singular.

   Gocen las almas, en tu amor, del Bien.
Líbranos de la torpe tentación.
Líbranos siempre del pecado. Amén.




ArribaAbajoFernández Vanga, S.

Puerto Rico. Siglos XIX - XX

Poeta.




Hacia la sima


   ¡Treinta años!... Las nubes en el cielo
se espesan más; los seres y las cosas
van tomando ese tinte de las rosas
cuando, marchitas, las reclama el suelo.

   Cuanto diera placer, causa develo;  5
y se han vuelto -por arte misteriosas-
moscardones las áureas mariposas;
cardo la flor, y el entusiasmo, hielo.

   Y el mundo sigue su correr, en tanto;
ni amor, ni risa, ni dolor, ni llanto  10
obstaculizan su fatal jornada.

   ¡Ay!... Si posible al corazón le fuera
detener, en su espléndida carrera
al Tiempo, que nos lleva hacia la Nada!




Sevillana


   ¿Es ave esa mujer, o flor o estrella?
¿Náyade, acaso? ¿musa? ¿palma? ¿lirio?
¡Brilla en sus ojos el fulgor de Sirio,
y el alma de un jazmín palpita en ella!

   En sus labios de púrpura, destella  5
el resplandor sangriento de un martirio;
y en su carne fantástica, el delirio
dejó estelada su incitante huella.

   Al andar, sus caderas de sultana
entonan una música pagana  10
de tibias notas que al amor conspiran.

   Y detrás de sus curvas de española
casi se pueden ver, formando cola,
los besos de los hombres que la miran.




ArribaAbajoFernández y González, Esteban

España. Siglo XIX

Poeta.




¡1904!


   ¡Un año más de acerbo sufrimiento
que añadir al horario de la vida,
y una esperanza más, desvanecida
en el hondo perfil del pensamiento.

   Cual hoja seca que arrebata el viento  5
al tronco añoso que le dio guarida,
es la humana ilusión, al fin vencida
de la verdad por el eterno aliento.

   Ensueños, vanidades, ambiciones...
¿Qué es lo que en suma sois? ¡Dichas mentidas!  10
¡Vanos efluvios de fugaz esencia

   que acrecientan efímeras pasiones!
¡Partículas de arena, desprendidas
del reloj de la mísera existencia!




ArribaAbajoFerrari, Emilio

Valladolid. 1853 - Madrid. 1907

Poeta y autor dramático. Hizo Derecho, Filosofía y Letras.




Soneto


   Mézclese sin concierto, a la ventura,
el lago, la neurosis, el delirio,
Titania, el sueño. Satanás, el lirio,
la libélula, el porche, la escultura.

   Disuélvase en helénica tintura  5
palidez auroral y luz de cirio,
dese a Musset y Baudelaire martirio,
y lengua y rima póngase en tortura.

   Pasad después la mezcolanza espesa
por alambique a la sesera vana  10
de un bardo azul de la última remesa,

   y tendréis esa jerga soberana
que es Góngora vestido a la francesa
y pringado en compota americana.




Al hombre


   A través del espacio y a millares
y millares de leguas de tu anhelo,
seguirás a los astros por el cielo
en sus revoluciones seculares;

   penetrarás el fondo de los mares,  5
cual vasto libro hojearás el suelo
y abrirás los alcázares de hielo
que coronan los círculos polares.

   Conocerás el germen de la vida,
la faz del microscópico organismo  10
y la gran nebulosa indefinida;

   conocerás la tierra y el abismo;
mas siempre, ¡oh, ley fatal!, desconocida
habrá una cosa para ti: tú mismo.




ArribaAbajoFerrer del Río, Antonio

Madrid. 1814 - El Molar (Madrid). 1872

Poeta e historiador. Vivió algún tiempo en La Habana. Cuba en cuya prensa colaboraba con el seudónimo de El Madrileño. En 1853, tras su regreso a España, ingresa en la Real Academia de la Lengua, con el cargo de bibliotecario. Subvencionado por la corona española escribió Historia del reinado de Carlos III de España en el año 1856.




Al Monasterio del Escorial


   Severa, magna, armónica, sencilla,
avasalla tu mole la memoria,
del entusiasmo flor, del arte gloria,
luz de la fe, del mundo maravilla.

   En la extensión de tu recinto brilla,  5
grande y potente, en óptica ilusoria,
de un poderoso rey la ínclita historia,
emblema de los triunfos de Castilla.

   De San Quintín recuerdo soberano,
Orán perfumes, el Japón maderas,  10
oro te daban Méjico y los Andes;

   mármoles el soberbio Vaticano,
y de Lutero, de Mahomet banderas,
por Alba y por don Juan, Lepanto y Flandes.




ArribaAbajoFigueroa, Rudolfo

Chapas (México). Siglo XIX - XX

Poeta hallado en Internet.




En mi cumpleaños


   Sacudiendo las flores del rocío,
rezó mi madre con el sol naciente
y me dijo, besándome la frente:
Sé bueno mientras vivas, hijo mío.

   Después muriendo de cansancio y frío  5
proseguí caminando eternamente,
y entre las dichas del hogar caliente
dejé olvidado mi lugar vacío.

   Hoy que pisan mis plantas otra arena,
que miro por doquier seres extraños,  10
lejos, muy lejos de mi madre buena;

   enferma el alma por ocultos daños,
¡ah, cuánto alivio le daría mi pena
si otra vez me besara en mi cumpleaños!




Febrero


   ¡Cuán alegre está el baile do se escuda
el mortal cuidadoso tras su velo!
¡Cuántos ojos que miran con recelo,
cuánta voz de falsete que saluda!

   Después del vino la franqueza ruda  5
hierve en la sangre con su tosco anhelo,
y ruedan las caretas por el suelo
y aparece la faz roja y desnuda.

   ¡Cómo imita la fiesta desgreñada,
pobre Febrero a quien calumnian loco,  10
de la vida la eterna mascarada!

   Así es la realidad que siempre toco,
y me burlo con ancha carcajada
del carnaval grotesco que provoco!


Pinceladas




I


   Parece que, suspenso en su carrera,
quedóse el sol en el cenit clavado;
sigue el agua su curso fatigado
y la arena del margen reverbera.

   En el bosque cercano desespera  5
el silencio de muerte que ha reinado,
y apenas se oye el canto desolado
de la torcaz medrosa y plañidera.

   Salta un ciervo: a los vientos interroga,
hunde sus secas fauces con anhelo  10
en la corriente que su sed ahoga;

   asustada una garza tiende el vuelo
y como nube solitaria boga
por el azul espléndido del cielo.




II


   Orando acaso por el ser que adora,
imagen muda del dolor sombrío,
el funerario sauce sobre el río
cuelga su cabellera protectora.

   Tenaz conserva su actitud traidora  5
un martín pescador, hosco y bravío,
y al parecer, durmiéndose de hastío
está en la rama que se inclina y llora.

   Por fin en el remanso un pez blanquea,
rápido se derrumba de repente  10
y el agua con violencia chapotea;

   vuelve a posarse en el sauce doliente.
Y parece, al bañarse en luz febea,
que llevara en el pico un ascua ardiente.




III


   Ha tiempo que la lluvia bienhechora
no difunde la vida y la alegría,
que el enervante y caluroso día
viene después de festejada aurora.

   El sol vierte su lumbre caldeadota  5
del ancho cielo en la extensión vacía,
se retuerce el arbusto en agonía
y en los cauces el agua se vapora.

   Una tarde los míseros mortales,
pidiendo gracia en la feroz contienda  10
y buscando un alivio a tantos males,

   lleva en aras de sencilla ofrenda,
a través de los áridos maizales
al tutelar patrono de la hacienda.




IV


   Por fin, dándole forma a la esperanza
de que termina la moral reyerta,
bordando airosa la extensión incierta
se divisa una nube en lontananza.

   El potro al viento su relincho lanza  5
como un clarín que se mantiene alerta,
y mientras todo en torno se despierta
la nube negra y majestuosa avanza.

   De pronto surge del oscuro seno
lívida cinta de bruñida plata  10
desaparece entre el fragor del trueno,

   y entre tanto que el eco se dilata,
de la excelsa región manda el Dios bueno
brilladora y sonante catarata.




V


   Cesó la lluvia torrencial: la tierra
a la vida despierta sonriente,
besa el sol, al perderse en Occidente,
la cresta azul de la erizada sierra.

   Por las fragosas soledades yerra  5
atronador y rápido el torrente,
y se derrama por el fresco ambiente
cuanto perfume la corola encierra.

   El cenzontle celebra en la espesura
la vespertina fiesta que hasta el nido  10
llevó el canto más dulce de ternura;

   llora el bosque, empeñado y aterido,
y la húmeda extensión de la llanura
la puebla el toro con triunfal bramido.




VI


   Las trepadoras en confuso vuelo
el reposo perturban de los nidos,
y se posa, gritando, en los erguidos
bosques que tocan con la frente al cielo.

   De la hojarasca entre el espeso velo  5
brotan risas y llantos y gemidos,
y una lluvia de frutos carcomidos
está alfombrando si cesar el suelo.

   Asoma el gavilán: con alegría
de sangriento festín torna en palacio  10
el cortinaje de la selva umbría;

   y un girón de esmeralda y de topacio
flota con azorada greguería
por el azul radiante del espacio.




VII


   Bulliciosas cruzaron las murallas
de la sierra, el desierto y el bohío,
y las dos van buscando a su albedrío
de hermosos climas las remotas playas.

   Los chicuelos que sirven de atalayas  5
gritan ¡adiós! con fuerte vocerío,
y al trasponer el rojo caserío
les responden ¡adiós! las guacamayas.

   ¡Adiós! y hieren con el ala abierta
la despejada atmósfera tranquila  10
de la anchurosa inmensidad desierta;

   fatigada las sigue la pupila
y desaparecen en la línea incierta
que la montaña en el azul perfila.




VIII


   ¡Oh las tardes de junio. Es un santuario
la tierra de flotantes oraciones
que ascienden a las límpidas regiones
como espirales blancas de incensario!

   La ermita desde el pobre campanario  5
esparce sus aladas vibraciones,
y regresan, cantando los peones
de las fatigas del trabajo diario.

   De la florida y susurrante rama,
como un himno triunfal surge el gorjeo,  10
y entre tanto rumor que se derrama

   predomina el monótono voceo
que pertinaz y quejumbroso llama
a las vacas mugientes al rodeo.






Sin esperanza


   ¡Vana es la gloria que sin tregua imploras!
de aquesta lucha en el abierto estuario
debe haber un vencido necesario
y tú lo fuiste corazón que lloras.

   largas tardes sin luz, lentas auroras  5
te vieron aterido y solitario
camino de tu áspero calvario
coronado de espinas punzadoras.

   Fue un reguero de sangre tu existencia,
y ya enfermo, cansado y malherido,  10
despertaste por fin de la pendencia;

   y aun así ¡desgraciado! le han caído
al ataúd que te formó la ausencia
paletadas de tierra del olvido.






En mi retrato


(A los 21 años soneto a mi madre)


   Tez de América y ojos del oriente,
bozo de seda, labios abultados,
y cabellos oscuros, hacinados
como un crespón sobre la tersa frente.

   He aquí la juventud resplandeciente  5
con sus sueños de gloria acariciados
por los primeros lauros conquistados
a despecho del mundo indiferente.

   Pero allá, tras un vuelo imperceptible,
la sombra de los íntimos dolores  10
que nacen del amor a lo imposible.

   Reflejos de tormentos interiores,
y esa amargura inmensa, indefinible,
de que halló espinas en lugar de flores.






ArribaAbajoFinot, Emilio

Santa Cruz (Bolivia). 1882 - 1914

Poeta hallado en Internet.




Para la tumba soy un extraño


   ¿Nunca hallaré en el mundo el abrigaño
que no suele faltar ni a los bandidos?
¿Nunca en mi quieta vida de ermitaño
sonarán los gorjeos de los nidos?

   Por su promiscuidad odio el rebaño;  5
sólo a la noche entrego mis gemidos:
mas nunca he de mostrar mi rostro huraño
el gesto que revela a los vencidos.

   Huérfano soy; mas mi altivez patricia
aminora mi peso de pesares  10
y me impide adular a la estulticia.

   Indiferente al soplo de la racha,
mi existir, sin cuidados familiares,
es gobelino que se deshilacha.




ArribaAbajoFlorán, Juan

España. Cartagena. Siglo XIX

Marqués de Tabuérniga. Poeta.




Soneto


   Pura y undosa fuente, que serena
retratas en tu fondo cristalino
la copa erguida del flexible pino
cuando tu seno con su sombra llena;

   Así corone cándida azucena  5
tu solitaria imagen de contino;
así nunca rebaño peregrino
enturbie tu raudal, huelle tu arena.

   Que me digas, te ruego, si mejora
ese cristal mi rostro, pues no fuera,  10
a ser tú fiel, tan cruda mi pastora.

   Esto dijo Mirtilo, y considera
su imagen en el agua; empero llora,
y el agua turba, y su retrato altera.



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