Autor teatral y
ateneísta. Traductor de los poetas franceses.
Abril
¿Veis esa
moza delicada y pura,
que apenas si cumplió
catorce abriles,
mostrando, por sus gracias
juveniles,
el alba de una espléndida
hermosura?
¡Qué
semblante! ¡Qué busto! ¡Qué cintura!
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¡Qué contornos, los
suyos, tan gentiles!
¡Pulida flor de
idílicos pensiles;
toda candor, ingenuidad,
ternura.
¿No
adivináis la dicha que le espera,
los triunfos de la luz tras esa
aurora
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y todo el sol por el naciente
rayo?
Tal es, para la
hermosa Primavera,
el mes de Abril; promesa
tentadora
del esplendor magnífico de
Mayo.
La sierra al
sol
Bajo un sol, que
sus rayos más ardientes envía,
sobre un cielo que el brillo de sus
luces inflama,
se recortan los montes del audaz
Guadarrama,
se perfilan los riscos del riscoso
Fuenfría.
Se destacan, del
fondo de un profundo sosiego,
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con un alto, y robusto, y encendido
relieve.
Como ayer se arroparon en sus capas
de nieve,
hoy refulgen con recias armaduras
de fuego.
Ciega el sol, y
en los montes su reflejo deslumbra.
Las cigarras entonan sus
monótonos cánticos
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en el tibio refugio de la quieta
penumbra.
Como en
éxtasis yace, fascinada, la Tierra,
y ente el sol, que la excita con
sus besos románticos,
se estremecen sus pechos...
¡se estremece la sierra...!
...Padre
nuestro
Padre del hombre,
que en el Cielo estás,
venga el tu Reino, con tu gracia a
nos.
No desoigan tus órdenes,
jamás,
tu Tierra, Padre, ni tu Cielo,
Dios.
Danos el nuestro
pan, de vez en vez,
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cada día, calmando su
inquietud;
tu pan, para los cuerpos
robustez;
tu pan, para el espíritu
salud.
Perdona nuestras
deudas, y a la par
hallen nuestros deudores su
perdón,
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por virtud de tu ejemplo
singular.
Gocen las almas,
en tu amor, del Bien.
Líbranos de la torpe
tentación.
Líbranos siempre del pecado.
Amén.
Fernández Vanga, S.
Puerto Rico.
Siglos XIX - XX
Poeta.
Hacia la
sima
¡Treinta
años!... Las nubes en el cielo
se espesan más; los seres y
las cosas
van tomando ese tinte de las
rosas
cuando, marchitas, las reclama el
suelo.
Cuanto diera
placer, causa develo;
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y se han vuelto -por arte
misteriosas-
moscardones las áureas
mariposas;
cardo la flor, y el entusiasmo,
hielo.
Y el mundo sigue
su correr, en tanto;
ni amor, ni risa, ni dolor, ni
llanto
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obstaculizan su fatal jornada.
¡Ay!... Si
posible al corazón le fuera
detener, en su espléndida
carrera
al Tiempo, que nos lleva hacia la
Nada!
Sevillana
¿Es ave
esa mujer, o flor o estrella?
¿Náyade, acaso?
¿musa? ¿palma? ¿lirio?
¡Brilla en sus ojos el fulgor
de Sirio,
y el alma de un jazmín
palpita en ella!
En sus labios de
púrpura, destella
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el resplandor sangriento de un
martirio;
y en su carne fantástica, el
delirio
dejó estelada su incitante
huella.
Al andar, sus
caderas de sultana
entonan una música
pagana
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de tibias notas que al amor
conspiran.
Y detrás
de sus curvas de española
casi se pueden ver, formando
cola,
los besos de los hombres que la
miran.
Fernández y González,
Esteban
España.
Siglo XIX
Poeta.
¡1904!
¡Un
año más de acerbo sufrimiento
que añadir al horario de la
vida,
y una esperanza más,
desvanecida
en el hondo perfil del
pensamiento.
Cual hoja seca
que arrebata el viento
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al tronco añoso que le dio
guarida,
es la humana ilusión, al fin
vencida
de la verdad por el eterno
aliento.
Ensueños,
vanidades, ambiciones...
¿Qué es lo que en
suma sois? ¡Dichas mentidas!
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¡Vanos efluvios de fugaz
esencia
que acrecientan
efímeras pasiones!
¡Partículas de arena,
desprendidas
del reloj de la mísera
existencia!
Ferrari, Emilio
Valladolid. 1853 -
Madrid. 1907
Poeta y autor
dramático. Hizo Derecho, Filosofía y Letras.
Soneto
Mézclese
sin concierto, a la ventura,
el lago, la neurosis, el
delirio,
Titania, el sueño.
Satanás, el lirio,
la libélula, el porche, la
escultura.
Disuélvase
en helénica tintura
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palidez auroral y luz de
cirio,
dese a Musset y Baudelaire
martirio,
y lengua y rima póngase en
tortura.
Pasad
después la mezcolanza espesa
por alambique a la sesera vana
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de un bardo azul de la
última remesa,
y tendréis
esa jerga soberana
que es Góngora vestido a la
francesa
y pringado en compota
americana.
Al
hombre
A través
del espacio y a millares
y millares de leguas de tu
anhelo,
seguirás a los astros por el
cielo
en sus revoluciones seculares;
penetrarás
el fondo de los mares,
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cual vasto libro hojearás el
suelo
y abrirás los
alcázares de hielo
que coronan los círculos
polares.
Conocerás
el germen de la vida,
la faz del microscópico
organismo
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y la gran nebulosa indefinida;
conocerás
la tierra y el abismo;
mas siempre, ¡oh, ley fatal!,
desconocida
habrá una cosa para ti:
tú mismo.
Ferrer del Río, Antonio
Madrid. 1814 - El
Molar (Madrid). 1872
Poeta e
historiador. Vivió algún tiempo en La Habana. Cuba en
cuya prensa colaboraba con el seudónimo de El
Madrileño. En 1853, tras su regreso a España,
ingresa en la Real Academia de la Lengua, con el cargo de
bibliotecario. Subvencionado por la corona española
escribió Historia del reinado de Carlos III de
España en el año 1856.