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ArribaAbajoJalón, Heliodoro María

España. Siglos XIX - XX

Poeta.




El cofrade


   De la gente de Iglesia busca el trato
y profunda adhesión demuestra al clero,
hasta que al fin, hipócrita y artero,
la cuchara meter logra en su plato.

   De una hermandad entonces el beato  5
llegando a contador o tesorero
maneja de los fieles el dinero
y triunfa, gasta y vive con boato.

   Mas su misión con entusiasmo llena
y su santo fervor no tiene oculto;  10
que en misa, en el rosario, en la novena,

   en toda procesión haciendo bulto
y usufructuando la piedad ajena,
se mira a ese parásito del culto.




En el templo


   Allí está, en un rincón de la capilla;
sombrío se alza allí el confesionario;
al pie el libro devoto y el rosario,
tapando con el manto la rejilla.

   Y con febril color en la mejilla  5
recuerda que su historia es un calvario
y que es su corazón un tenebrario
donde aún la luz de la esperanza brilla.

   Al confesor la enmienda le promete;
pero pronto quebranta su promesa,  10
y peca una vez más, y cinco y siete,

   y lleva al confesor igual remesa,
y confiesa el pecado que comete,
y comete el pecado que confiesa.




ArribaAbajoJaureguízar, José María de

España. Siglo XIX

Poeta.




La duda


   Vaga en mi alma el germen de lo bueno;
vaga en mi ser el germen de lo malo;
que al ángel puro en la virtud igualo,
que igualo a la serpiente en el veneno.

   Oigo en mi ser , como horroroso trueno,  5
la voz del odio; y plácido intervalo
me presenta el amor, y luego exhalo
hondo suspiro de ventura lleno.

   Y al extender la vista por el mundo
viéndome en equilibrio en mis pasiones,  10
cierro los ojos para no caerme...

   ¡Mas cuán grande es mi mal! ¡Oh cuán profundo
al saber que esquivando tentaciones
se me pasa la vida en sostenerme.




ArribaAbajoJauret, Jesús M.

España. Siglo XIX

Poeta.




Soneto


   Uno que fumar quiso cierto día,
dos cajillas compró de escaso peso;
tres chinas les halló, y además de eso
cuatro hueso oriundos de una encía;

   cinco espartos; tres pipas de sandía;  5
seis moscas; dos avispas y algún yeso;
siete granos de sal; de fruta un hueso;
ocho objetos pequeños de herrería;

   nueve estaquillas de un botillo viejo;
diez recortes de uñas de algún caco;  10
once plumas, pelillos de conejo;

   doce o más cerdas de la crin de un jaco;
trece pajas; de habas un hollejo...
catorce granos de infernal tabaco.




ArribaAbajoJiménez, Giraldo

Santiago de Cuba. 1892

Poeta. Doctor en Medicina.




El don de la lluvia


   Con una pertinacia monocorde que aduerme
cae la lluvia en el viejo villorrio familiar,
y yo me entrego al canto de las aguas inerme,
y con vivos deseos de sentirme arrullar.

   Reclino sobre el banco de trabajo la frente,  5
y en mi interior alcázar, solo, me reconcentro,
mientras la lluvia vierte su pertinaz nepente
y me hundo en la casa familiar más adentro.

   Y así, en derredor mío, las aguas tienden una
cortina impenetrable de sombras y sonidos  10
que enclaustran totalmente mis ávidos sentidos.

   (Canes enflaquecidos que ladran a la Luna)
y experimento así, abstraído en mi verso,
el placer de sentirme solo en el Universo.




Arcano


   Lo hallaron una tarde sobre los acantiles
en la costa bravía con el cráneo deshecho,
sin que odio ni envidia ni rencores hostiles,
sino sus propias manos perpetraran el hecho.

   Y era bueno. Tan sólo supo odiar a los viles  5
tiranos que a los hombres conculcan el Derecho...
A la fuerza de Hércules unía el valor de Aquiles,
y el corazón pujante no le cabía en el pecho.

   Rindiéronle en la ruta colmada de placeres,
como digno homenaje a sus actos viriles,  10
el respeto los hombres y el amor las mujeres;

   pero rompiendo súbito con el prejuicio hecho
apareció una tarde sobre los acantiles
de la costa bravía con el cráneo deshecho.




ArribaAbajoJiménez Lamar, Gabriel

Cuba. Siglos XIX -XX

Poeta.




Luz eterna


   Como por laberinto de recurvas inciertas,
en mis largos insomnios, alma adentro, me pierdo;
y en la ruta sombría, mis ilusiones muertas,
son flores sin perfumes del jardín del recuerdo.

   Batallo inútilmente por hallar la salida  5
que me lleve a horizontes de paz y de ventura;
mientras evoco triste mi juventud perdida,
que fue toda, abandono, sufrimiento y locura.

   De improviso en la noche tenebrosa y helada
del dolor que me agobia con su negrura espesa,  10
aparece una intensa claridad de alborada.

   A su influjo bendito mi incertidumbre cesa.
Es de mi madre muerta la celestial mirada,
que encamina mis pasos y en el alma me besa.




Bajo el hondo misterio


   Bajo el hondo misterio de la tarde que expira,
el sol, ascua de oro, se pierde en el tramonto,
Un ruiseñor doliente loco de amor delira,
en la paz de la selva desgranando un racconto.

   La brisa en los laureles modula triste queja.  5
La fuente da al espacio su cadencia sonora;
mientras llega a mi oído y expirando se aleja,
la armonía de un piano que una sonata llora.

   Primavera d ensueños florece en los rosales
del jardín de mi alma, rebosante de anhelos,  10
cuando tus blancas manos -dos rosas virginales-

   arrancándole al piano dolientes retornelos,
vierten sobre la tarde que agoniza callada,
un ansia insaturable, de amar y ser amada...




Separación


   Tarde de amor, henchida de rumores serenos,
de matices suaves y de brisas y aromas.
De pétalos y trinos están los bosques llenos.
En la fuente se arrullan dos cándidas palomas.

   Fugaz la luz se aleja. De los altos collados  5
con las sombras descienden las ovejas tranquilas;
y hasta el fondo del valle, por el viento espaciados,
llegan los graves sones de las viejas esquilas.

   El uno junto al otro la dicha entretejemos
sentados sobre un banco de resecas lianas.  10
Callamos. Nos asaltan los instantes supremos

   de mi pronta partida para tierras lejanas.
Las esquilas sentimos, y ambos palidecemos
cual si a muerto doblasen las fúnebres campanas.




Cuando muere el dia


   Es un atardecer brumoso y frío,
de temblorosos, pálidos fulgores.
Languidecen matices y rumores.
No turba un soplo la quietud del río.

   Del jardín en un ángulo sombrío,  5
sobre una vieja rama sin verdores,
ritma un ave nostálgicos dolores
mirando el nido de su amor vacío.

   Su canto es dulce queja en el ambiente,
suspiro de agonía en los reflejos  10
de la tarde. Canción vaga y doliente

   de evocación, que extínguese a lo lejos,
cuando al morir las tintas del poniente,
besan del manso río los espejos.




Decepción


   Indómito corcel espoleado
por ansias de pasión y de alegría,
mi corazón cruzaba noche y día,
hacia el país del ideal soñado.

   Y ni abrojos del yermo desolado,  5
ni duros hielos de la estepa fría,
le hicieron desistir en su porfía
de realizar el sueño acariciado.

   Mas cuando ya tocaba en su carrera
triunfal, el paraíso de ventura,  10
donde todo es amor y primavera,

   retrocedió temblando de pavura;
que al entrada al jardín de la Quimera,
cerraban el dolor y la locura.




Amor maternal


   Cuatro fúnebres cirios macilentos,
alumbraban el cuerpo de la muerta,
acentuando en su faz pálida y yerta
las huellas que grabaron los tormentos.

   Sobre la majestad de los momentos,  5
de aquellos cirios a la luz incierta,
se oyeron avanzar hasta la puerta,
de supremo dolor, vivos lamentos.

   Con los ojos nublados por el llanto,
un hombre penetró en la alcoba fría.  10
Su pecho lanzó un grito sacrosanto,

   y al pronunciar sus labios: ¡Madre mía!
la gente pudo ver con hondo espanto,
que el rostro de la muerta sonreía...




ArribaAbajoJiménez Spoya, Francisco de Asís

España. Siglo XIX - XX

Poeta.




Soneto


   Sé que has dicho de mí que soy un loco,
que quiero un imposible, pues te quiero,
sabiendo como sé que en vano espero
que me llegues a amar mucho ni poco;

   que soy un visionario que, aunque toco  5
la realidad de tu desdén sincero,
tenaz en mi delirio persevero,
y ardiente de mi amor mantengo el foco.

   Te engañas, Asunción: ni enajenado
ni visionario soy: mi empeño sigo,  10
mas no porque lo espere ver logrado.

   Hasta la muerte lucharé contigo,
porque en guerras de amor soy buen soldado:
yo no vuelvo la espalda al enemigo.




ArribaAbajoJordán, Juan Manuel

Argentina. Siglos XIX - XX

Poeta.




Cuento infantil


   Sentado en mis rodillas, muellemente,
todo entregado a mí, mi muchachito,
dice en su media lengua: «Papaíto,
contáme el cuento del gua-guau valiente.»

   -«Bien; escúchame, pues, juiciosamente:  5
Hubo lejos, muy lejos, un perrito...»
-«No, eso no; yo quiero el del chiquito
que se cayó una vez en una fuente.»

   «¡Ah! ¡Muy bien...! Cierta vez una señora
muy buena, pero muy conservadora,  10
que se llamaba, escucha bien, Filipa,

   se compró por dos pesos una lora...»
«-No quiero que me cuentes ese ahora:
¡Contáme el cuento de la buena pipa!»




ArribaAbajoJove, Plácido

España. Siglo XIX

Poeta.




En la muerte de la Marquesa de Q.


   Cerró los ojos a la luz del día,
abrió sus ojos a la luz del cielo;
cubre su cuerpo de la muerte el velo,
descorre su alma el velo a la alegría.

   Llanto nos deja, pena y agonía;  5
virtud se lleva, dichas y consuelo;
gracias, beldad, con ella pierde el suelo,
y un ángel más al Hacedor envía.

   Su dulce canto ya con mejor suerte
sólo celebra a la divina Esencia.  10
¡Ah, juzgo oírte y me figuro verte;

   y te he de oír, que dice mi creencia,
se abre al nacer la puerta de la muerte,
se abre al morir la puerta a la existencia.




ArribaAbajoJunqueiro, Abilio Guerra

Freixo de Espada Cinta (Portugal). 1850 - Lisboa. 1923

Estudió Derecho. Desempeñó cargos oficiales para el gobierno portugués.




Soneto


   No eres la flor olímpica y serena,
que en sueños ruge la amplitud distante;
no hay el arranque escultural de Helena
en tu equilibrio de beldad triunfante;

   no eres, mujer, la mística azucena,  5
la blanca y pura Beatriz del Dante;
eres la artista rara, flor morena,
llena de aroma casto y penetrante.

   Y yo no sé que gracia, que aleteo
siento, dentro del alma, cuando veo  10
tu cuerpo áureo, magro, cristalino...

   Recuerda ninfas núbiles, serenas,
y me rodea un cerco de sirenas
talladas en su bronce florentino.




ArribaAbajoJurado de la Parra, José

Baeza (Jaén). 1856 - Madrid. 1915

Poeta y autor dramático.




Prometeo y Tántalo


   Imagen fiel del triste Prometeo,
amarrado a mi afán, hora tras hora,
el buitre de tu amor que me devora
sobre mi pecho desangrado veo.

   La sed inextinguible del deseo  5
me abrasa como a Tántalo y traidora
en tus labios la fuente seductora
que huye a mis ansias amorosas, creo.

   Y en medio de la horrible desventura
en que mi pecho enamorado gime,  10
con mirarte no más cambia mi suerte.

   Por eso en mi pasión, o en mi locura,
adoro la cadena que me oprime
y bendigo la sed que me da muerte.




El sermón moderno


   Dale menos sermón y más harina
e irá tras sí la grey, sabio prelado.
Ya no basta el sermón; la hora ha sonado
de dar con picatostes la doctrina.

   Donde hay hambre y dolor, todo es mohina;  5
piénsalo así, pastor, y pon cuidado
en que pazca y se nutra tu ganado
y abreve en la corriente cristalina.

   Los hambrientos, o luchan o bostezan,
y si en lugar de pan das oraciones,  10
tendrán tu caridad como castigo.

   Si les das de comer, verás cual rezan,
que hoy es el ideal de los sermones,
más que predicar bien, dar mucho trigo.




Gretchen


   En el atrio del templo revendía
cruces y estampas vieja repugnante,
y en la arrugada tez de su semblante
de hampa o burdel el sello se veía.

   Al pregonar su santa mercancía,  5
noté algo en ella de mujer galante,
de pasado esplendor, y en el instante
llegué curioso y pregunté a la arpía.

   Fui Margarita, dijo, y al contado
después que a Fausto amé, vendí mis besos,  10
que al fin fueron desprecio de la gente.

   El hospital mi carne ha marchitado,
y hoy vendo a Cristo y a los santos esos
¡por ganarme una copa de aguardiente!




ArribaAbajoJustiniano, Juan

España. Siglo XIX




Al Santísimo Sacramento


   Y te niegan ¡mi Dios! cuando a tu acento
brota un mundo el abismo de la nada,
y aparece de estrellas esmaltada
la anchísima extensión del firmamento.

   Hierve y rízase el mar, susurra el viento,  5
perlas vierte la aurora en la enramada,
brilla del sol la lumbre regalada,
y la vida es el soplo de tu aliento!

   ¡Infinito es tu amor! Del orbe el llanto
borrastes en la Cruz, y bajo el velo  10
del misterio nos das tu Cuerpo santo!

   Hostia sagrada, divinal consuelo,
salud del alma, del infierno espanto,
en ti admiro y adoro al Rey del cielo!




A la Purísima Concepción


   De Dios en gracia a confundir naciste
del aliento infernal la saña impura,
y Madre de Jesús, de Virgen pura,
jamás el brillo divinal perdiste!

   Es la lumbre del Sol pálido y triste  5
destello del fulgor de tu hermosura:
del cielo gozo, del mortal ventura,
do el manto extiendes el dolor no existe!

   Quién más gloria que tú, que el labio sellas
a la inmunda impiedad, y por corona  10
aureola inmortal ciñes de estrellas!

   Que te aclama la fe reina y matrona,
y amor del justo! ... que la luna huellas,
y el ángel a tus pies himnos entona!




ArribaAbajoKruger, Rosa

Cuba. Siglo XIX




El guardiero


   Cabe un hermoso y fresco bosquecillo
de gemidoras cañas resonantes,
de un riachuelo las aguas ondulantes
lucen su claro y transparente brillo.

   Da su olor a la brisa el romerillo,  5
y sus cantares dulces, penetrantes,
de una ceiba en las ramas odorantes,
exhala el inocente pajarillo.

   Allí a la orilla del ameno río,
bajo la sombra del Jagüey frondoso,  10
se alza humilde y fantástico un bohío;

   y bajo de su techo misterioso,
al son de su instrumento lastimero,
canta en la tarde el rústico guardiero.




Un día de invierno


   Velado el sol está y opaco el cielo,
y cerca de la costa, el soplo helado
del impetuoso Bóreas agitado,
da tristeza a la tierra, al alma duelo.

   Mas de gozo me sirve y de consuelo,  5
un pardo gorrioncillo amedrentado,
que del vecino alero de un tejado
a mi reja se acerca en raudo vuelo.

   Cual yo suspira por el claro brillo
y el puro ambiente del Abril hermoso:  10
¿Abrigo solicitas, pajarillo?

   Ven, te dará calor un pecho ansioso,
que ama cual tú las rosas y el tomillo,
mas, lejos de la patria, no es dichoso.




A la melancolía


   Cuando la tarde trémula y ligera
muestra su rico velo desceñido,
y en el agreste, perfumado nido
modula el ave su canción postrera;

   del lago silencioso en la ribera,  5
una virgen de rostro dolorido
triste reposa, y con gentil descuido
deja flotar su ondeante cabellera.

   Y el ruiseñor en melodioso arpegio,
y en nota querellante y lastimosa  10
la onda voluble de la mar bravía,

   alzan un himno primoroso, regio,
a la virgen de faz dulce y hermosa,
al ángel del misterio y la poesía.




A una estrella


   Astro que en medio de la opaca esfera
lanzas tu rayo desmayado y triste,
¿cómo a mostrar tu disco te atreviste,
si en cielo y tierra oscuridad impera?

   Al reflejarse la tormenta fiera  5
de negras sombras el confín reviste;
mas tú, con suave resplandor quisiste
brindar al suelo lumbre lisonjera.

   Así en el alma tempestad sombría
horrendas nubes derramó inclemente;  10
mas en la noche de la pena mía

   con su divino rayo refulgente,
brilló cual tú, risueña la esperanza,
en un cielo de paz y de bonanza.




Mis deseos


   Si Dios omnipotente me mandara
de sus dones tomar el que quisiera,
ni el oro ni la plata le pidiera,
ni imperios ni coronas deseara.

   Si un sublime talento me bastara  5
para vivir feliz, yo lo eligiera;
mas ¡cuántos sabios referir pudiera
a quien su misma ciencia costó cara!

   Yo sólo pido al Todopoderoso
me conceda propicio estos tres dones,  10
con que vivir en paz y ser dichoso:

   Un fiel amigo en todas ocasiones,
un corazón sencillo y generoso
y juicio que dirija mis acciones.




ArribaAbajoLabaila, Jacinto

Valencia. Siglo XIX

Poeta. Publicó un libro de poemas con el título de Poesías serias y jocosas prologado por Félix Pizcueta.




Dios en la naturaleza


   Escuchad la sonora melodía
del himno universal de la natura,
y contemplad la espléndida hermosura
de la luna, del sol, del mar, del día.

   Ved cuanto ser viviente el mundo cría  5
en la onda, en el aire, en la llanura,
y ved, desde el abismo hasta la altura
de la vida del orbe la armonía.

   ¿Quién fabricó la máquina del mundo
que alrededor del sol constantemente  10
por el espacio rueda inalterada?

   ¡Sólo Dios, el artífice profundo!
Porque no más un Ser Omnipotente
pudo crear el mundo de la nada.






En el espíritu


   ¿Qué es el hombre, decid? -Nace en el seno
de la tierra, cual todo ser viviente,
pero puede hasta el cielo alzar la frente,
vaso es de arcilla de perfumes lleno.

   Cuando su planta a hundirse va en el cieno,  5
cuando a arrastrarle va sucia corriente,
dentro de sí una voz le grita: «Tente»
y retrocede pálido y sereno.

   Esta voz, que detiene a la materia,
que sus tendencias perniciosas calma,  10
que a ser puros y dignos nos convida,

   esta voz, que ennoblece a la miseria,
es la voz del Espíritu, es el alma,
es el soplo de Dios que nos da vida!






En la conciencia


   Si con justicia obramos, si vivimos
una vida moral irreprochable,
dulce satisfacción inexplicable
del corazón en lo interior sentimos.

   Si obrando torpemente, no seguimos  5
de la virtud la senda favorable,
punzador malestar e indominable
del alma en lo más íntimo sufrimos.

   Ese regulador del fuero interno,
que viviendo en nosotros, ríe o gime,  10
de nuestra alma en el pliegue más profundo,

   ese regulador perenne, eterno,
es la noción que en la conciencia imprime
del Bien y el Mal el Hacedor del mundo.






En la historia


   De la historia del mundo en los anales
con claridad comprende la experiencia
que en ellos la Suprema Omnipotencia
indelebles imprime sus señales.

   Por un rasero mide a los mortales,  5
su justicia no tuerce la clemencia;
a su inmutable y eternal presencia
el grande y el pequeño son iguales.

   Dios dirigió la honda del pigmeo
que acusara la muerte del gigante,  10
así abatiendo la soberbia loca.

   Dios al César francés, cuyo deseo
fue el mundo sostener, cual otro Atlante,
como a un esclavo encadenó a una roca.






La nueva era


   Rota está la cadena y sacudida;
el pueblo, ya agotado el sufrimiento,
llena de alegres vítores el viento
al recobrar la libertad perdida.

   ¿Qué, sin la libertad vale la vida?  5
¿Atarazado, qué es el pensamiento?
Un implacable y eternal tormento,
una constante, goteadora herida.

   El sol de libertad nos regenera:
Sobre el pueblo español ya despertado  10
ardiente rayo quiere Dios que vibre.

   Saludad con amor la nueva era
que el heroico valor ha inaugurado;
un pueblo sólo es grande cuando es libre.






Si tu quisieras...


   Son las tres ¡y yo velo!... me domina
un pensamiento que con rudo empeño
aleja de mis párpados el sueño;
¡pensamiento tenaz que me fascina!

   Flota tras él tu imagen peregrina  5
y desarruga mi enarcado ceño,
con ese sonreír tan halagüeño,
que tu semblante pálido ilumina.

   Huye el sueño de mí, y huye el reposo;
me asaltan mil ideas, mil quimeras,  10
que suelta amor en giro caprichoso;

   y voces celestiales y hechiceras
dícenme que sería muy dichoso,
si que fuese dichoso tú quisieras.






A Galatea


   Llena mi corazón de tus amores
la imagen inmortal y en mi cabeza
de la gloria la fúlgida belleza
levanta pensamientos bullidores.

   El amor y la gloria son las flores  5
más lindas que creó naturaleza,
y el mortal que a aspirar su aroma empieza,
vive siempre aspirando sus olores.

   Por la gloria poética me afano;
ella en mil ilusiones eslabona  10
las ideas que asaltan en mi mente...

   ¡Si alcanzara el laurel!... ¡Ah, fuera en vano!
¡Qué importa alcanzar una corona
si el mundo nunca la verá en tu frente!






Soneto


   Al rico trueca en pobre la avaricia
y la lujuria al torpe desenfrena,
la gula a eterno malestar condena
y la ambición a perennal codicia.

   La envidia la mejor natura vicia;  5
el orgullo no tiene hora serena,
y la gloria es no más, sueño que apena
al vate que gozoso la acaricia.

   Entre tantas pasiones sólo hay una
que da al mortal la dicha apetecida;  10
por ella el hombre el oro, la fortuna,

   la gloria, la ambición, todo lo olvida:
es el Amor de nuestros goces cuna;
es el Amor, ¡bien único en la vida!






A Rossini


   El que llenó la tierra de armonía,
alción divino, que con raudo vuelo
desde las hondas simas de este suelo
hasta el cielo las alas extendía;

   el que a la Europa culta embebecía  5
con alto numen, que aspiro en el cielo,
hoy es cadáver, que con torpe anhelo,
oculta el polvo de la tumba fría.

   No es un mortal el que la losa encubre;
es un genio, y el genio no perece,  10
del mundo vive siempre en la memoria:

   Sobre la tierra que a Rossini cubre,
con luminar eterno resplandece
el sol inapagable de su gloria.






La última esperanza


   Cuando todo lo pierde y todo lo aja
del destino la cólera funesta;
cuando las luces de extinguida fiesta
quizás alumbran mortuoria caja;

   cuando la suerte despiadada raja,  5
los instrumentos de la humana orquesta;
aun entonces ¡oh Dios! algo nos resta
que aun en nosotros por vivir trabaja.

   La esperanza, ilusión impenitente,
hasta el féretro no nos abandona  10
y un cielo nos señala al Occidente,

   de espinas nos ceñimos la corona,
y levantamos la sangrienta frente,
con fe sonriendo a la celeste zona.




Dios y los internacionales




I


   Señor, hay unos hombres que pretenden
borrar los lindes de los patrios lares,
extinguir la familia en los hogares,
y a desatar lo que Tú ataste tienden.

   La religión y la moral ofenden  5
impíos profanando sus altares,
y las bases del mundo seculares
con la barbarie de sus planes hienden.

   Como vuelvan los tronos de la tierra,
pretender arrancar de su cimiento  10
tu trono diamantino de rubíes;

   Tú, ves cómo te mueven audaz guerra,
y en vez de castigar su atrevimiento,
con tu inturbable majestad sonríes.




II


   Señor, el sentimiento -ese atributo
que diste al hombre, de tu mano hechura,-
matar intenta esa falange impura,
que al hombre quiere rebajar al bruto.

   Cubrir ciencias y artes con el luto  5
del sudario mortuorio se figura,
y en campos de odio siembra esa locura
una igualdad... que nunca dará fruto.

   Esa feliz fraternidad que aspira
a imponer en el mundo, es un sarcasmo;  10
es odio al sabio, es odio al opulento:

   ¡Cruel fraternidad, amor-mentira,
del cual nos ha mostrado el entusiasmo
la roja tea y el puñal sangriento!




Las mujeres en berlina




La mujer


   Libro que siempre tienes que estudiar,
de las frutas más dulces la mejor,
de los males más malos el peor,
ventura que nos puede atormentar.

   Vino exquisito que se puede agriar,  5
posada como plomo abrumador,
ligera como efímero vapor,
manteca o rosca, miel o rejalgar.

   Fatal adelfa o cándido jazmín,
cruel desgracia o mágico placer,  10
infierno o cielo, viene a ser en fin;

   desde que el mundo es mundo, la mujer,
que para algunos es un serafín,
pero para otros es un Lucifer.




Rubias y morenas


   Son las rubias mujeres deliciosas,
lánguidas, agradables, delicadas,
tan frescas, que parecen que formadas
sean de ramos de suaves rosas.

   Y las morenas son... facinerosas,  5
que cual puñales clavan sus miradas,
pero que cuando están enamoradas
no hay ninguna cual ellas cariñosas.

   A unos sólo morenas enloquecen,
pero las rubias otros, al contrario,  10
encuentran sólo de atractivos llenas;

   buenos entrambos tipos me perecen,
y no siendo a ninguno refractario,
a mí me gustan rubias y morenas.




La insensible


   Al parecer debe traerse cuenta,
cuando te de la bendición el cura,
mujer de la citada contextura,
tipo que con rareza se presenta.

   Nunca la verás triste ni contenta,  5
y aunque no te profese gran ternura,
jamás te causará ni una amargura,
ni celosa será ni virulenta.

   Te haces cargo que adquieres de por vida
ser que no huye de ti ni te desea,  10
estatua para adorno de tu sala

   por tu nupcial contrato conseguida;
pero estatua que anda y se pasea,
viste con lujo, come y se regala.




La apasionada


   La mujer que de férvidas pasiones
tiene en el alma hoguera abrasadora,
al punto que del hombre se enamora,
vive del aire, nútrenla ilusiones.

   Pasadas las primeras emociones,  5
tanto ya te acaricia y tanto llora
que al fin su pesadez ya te encocora
al ver que ella desoye tus sermones.

   Separada de ti no está un instante
y te habla de su pleito eternamente,  10
con tal constancia que te causa grima:

   has conquistado una mujer amante,
esto es... un sinapismo, un emoliente,
que nunca, nunca te echarás de encima.




La coqueta


   Buscando las posturas de más gracia,
viéndose ante el espejo complacida,
está en el tocador siempre metida,
como el doctor Garrido en su farmacia.

   Allí es donde ella estudia diplomacia  5
y aprende a no querer y a ser querida;
allí es donde los triunfos de su vida
su vanidad, enumerando, sacia.

   Allí es donde las canas le aparecen
con el tiempo y le anuncian las primeras  10
que va a caer del envidiado trono;

   y ve que sus amantes desparecen
y que vivió una vida de quimeras
y que muere en tristísimo abandono.




La beata


   No se mira a los hombres, que es pecado
el mirarlos no más públicamente,
y pecado mortal seguramente;
se mira al suelo, que es mirar honrado.

   Después que la novena se ha rezado,  5
después de confesar diariamente,
después de comulgar cristianamente,

   bien se puede mirarlos en privado.
De todo pecador ella murmura,
y como hay pecadores a millares  10

   puede zaherir al universo en masa:
mas como tiene la conciencia pura
y como ánimas saca en los altares,
bien puede cuerpos recibir en casa.




La mujer elegante


   Bien te guarde de caer bajo el influjo
de la mujer que es pobre y elegante,
de la que tiene por pasión constante
sacrificarse en aras del dios lujo.

   De la que en el gran mundo se introdujo  5
con el objeto poco edificante
de llamar la atención a cada instante,
y en ese mundo sensación produjo:

   No siente ella el cariño de la esposa,
ella en el lujo ya se ha empedernido;  10
no esperes que se enmienda ni corrija:

   es para ella la casa fastidiosa
y prefiere al amor de su marido,
un sombrero, un abrigo, una sortija.




La mujer artificial


   ¿De la mujer moderna quién se fía
que a la postre no salga equivocado?
Natural antes era su peinado
y hoy es... un casco de caballería.

   Corsés con embutidos en el día  5
gasta, para ostentar seno abultado,
y polisones huecos ha inventado
para engañar con más alevosía.

   De mejunjes sin fin la faz se llena
siempre ambiciosa de aumentar su hechizo,  10
y rubio es hoy la que era ayer morena:

   ¿Qué no es capaz de hacer la que tal hizo?
Falso en ella cuanto hoy nos enajena;
¿Será también el corazón postizo?




La soltera


   Ligera como un pájaro y compuesta,
siempre en la calle y siempre en el paseo,
por llamar la atención del sexo feo,
va peinada, lamida y peripuesta.

   A salir de su estado está dispuesta  5
y acepta el amoroso devaneo
que pueda conducirla al himeneo:
Casaca busca, la cuestión es esta.

   De agradar a los hombres sólo cuida
y como en este tema persevera,  10
halágalos en todos los sentidos:

   Va a pescar en el río de la vida,
que hablando sin ambages, la soltera
es una caña de pescar maridos.




La casada


   Ya el sueño de su vida ha realizado;
puede gozar de libertad sin tasa,
pues ya se convirtió en ama de casa:
¡Salió de doncellez, ya se ha casado!

   Ya un ciervo con cadena ha agarrotado  5
del matrimonio uncido por el asa,
ya vida alegre derrochando pasa;
el pagano marido la ha salvado.

   Sabe pescar un hombre la más lerda,
y aprovecharse de él la más idiota,  10
porque el marido tarde ya descubre,

   que ella le convirtió en cero a la izquierda,
que es finca productiva que ella explota,
o paraguas que ella abre y que la cubre.




La viuda


   Enlutada de pies a la cabeza,
estando siempre de llorar a punto
y recordando siempre a su difunto,
sumida vive en la mayor tristeza.

   Por frecuentar los templos ella empieza  5
fijando su atención sólo en un punto;
para encontrar un marital conjunto
de día y noche a Santa Rita reza.

   De soledad la pobre está ya ahíta
y a su tristeza busca lenitivo;  10
llanto de viuda es lluvia de verano;

   para cesar tan sólo necesita
que reemplace al difunto cualquier vivo
y que la brinde con su blanca mano.




La suegra


   Si eres hombre prudente y no bolonio
y la coyunda marital te agrada,
antes de que te apriete la lazada
pide mujer sin suegra a San Antonio.

   La suegra es el mismísimo demonio  5
que está, cual tú, con tu mujer casada;
la suegra viene a ser punta clavada
entre la carne y piel del matrimonio.

   No te cases así; piénsalo antes,
si no de tus futuros sinsabores  10
en tu vida ya nada te reintegra:

   Dios te libre de poetas principiantes,
de abogados, de chinches, de acreedores,
de la fiebre amarilla y de la suegra.




Ayer, hoy y mañana




Ayer


   Dentro de poco tiempo seré mozo
porque las horas pasarán ligeras;
oculto de mis padre, con tijeras
ya he comenzado a recortarme el bozo.

   Las polillas me causan alborozo,  5
las hay tan despejadas y hechiceras,
las hay que aman al hombre tan de veras,
que cuando pienso en ellas tiemblo y gozo.

   El hombre hasta que es hombre no disfruta,
pero cuando es mayor vive dichoso;  10
y tengo de ser hombre tanta gana,

   que esta es sólo la idea, sin disputa,
que a todas horas roba mi reposo:
¡Qué llegue pronto ese feliz mañana!




Hoy


   Esto es hecho, soy hombre; yo no ignoro
lo que de sí da el mundo y a él me aplico,
y de ilusión y de esperanzas rico
malgasto a todas horas mi tesoro.

   De todas las pasiones me enamoro  5
y todo por gozar lo sacrifico;
a realizar tan sólo me dedico
de mi edad juvenil los sueños de oro.

   Y sin embargo de mi afán constante,
lo debo confesar ingenuamente,  10
huye de mí la dicha casquivana

   al cogerla, teniéndola delante!...
Mas si no soy dichoso hasta el presente,
sin duda alguna lo seré mañana.




Mañana


   Ya he llegado a la edad de la experiencia,
ya tengo el pecho de ilusión vacío,
las creencias apagadas; ya me río
del cándido soñar de la inocencia.

   Del mundo no me engaña la falencia,  5
siento en el pecho el corazón ya frío,
y empieza a devorarme ya el hastío
que da la realidad a la existencia.

   A mi edad ni se ríe ni se llora:
la indiferencia es el tranquilo puerto  10
donde está anclada la barquilla mía:

   pero si ser feliz no logro ahora,
si hoy a mis años ya no me divierto,
en cambio ayer, ayer me divertía.






El escritor negativo


   Así mismo se llama literato
y con lengua mordaz y viperina
a todos sus colegas asesina
logrando hacer más víctimas que el Tato.

   Algún libro muy bueno, aunque non nato,  5
en el magín tendrá, quien disciplina
a los que escriben obras les propina,
quien las condenas todas ab irato.

   Hasta hoy ni una escribió; jamás incienso
quemó la gacetilla en sus altares,  10
ni la envidia le muerde ni le abruma:

   De no escribir el sacrificio inmenso
se impuso, entre escritores tan vulgares;
virgen y mártir morirá su pluma.






La curiosidad


   Como cristiano niego el fatalismo,
mas no dejo de ver, aunque cristiano,
que arrastra siempre el corazón humano
un vértigo a caer en el abismo.

   Un vértigo, que mata al egoísmo,  5
que procuramos evitar en vano,
que, acometiendo, hace enfermar al sano
y que a todo mortal tienta lo mismo.

   Es la curiosidad: a hincar el diente
todos corremos tras su oculto anzuelo,  10
que amor con pasto apetitoso ceba;

   Es la curiosidad, es el anhelo
de todo lo vedado, es la serpiente
que la manzana hizo morder a Eva.






A un marido débil


   No te bastó, infeliz, el ser marido,
sino que decidiste ser esclavo:
ya te saliste con la tuya ¡bravo!
no esperes nunca ser manumitido.

   Tu mujer a tus barbas se ha subido,  5
mandó al principio y te domina al cabo;
que al ver que tú no vales un ochavo
para hombre, tu papel ella ha escogido.

   Ya que así manejarte te has dejado,
ya que son femeninas tus acciones,  10
que al que te vetan débil dan jaqueca;

   para que estés acorde con tu estado,
vístete enaguas, deja pantalones,
siéntate en silla baja y toma rueca.






A Bellini


   Breve y triste en la tierra fue tu vida:
sentimiento exquisito te mataba
inspirando tu genio; y tu alma estaba
de tu cuerpo en la cárcel oprimida.

   La cárcel rota en juventud florida,  5
espiraste en tu Abril... la muerte, esclava
de su envidia, tu genio ya apagaba,
pero tu Gloria, le alumbró enseguida.

   Jamás verás tu trono derribado:
mientras haya en el mundo sentimiento,  10
Bellini, no serás rey destronado;

   ¡Rey de la melodía! en tu alto asiento,
antes de que termine tu reinado,
verás del mundo el postrimer momento!






Al regreso del ejército español de África


   El león español hoy su melena
sacudió despertando; dio un rugido,
y el africano tigre, ya rendido,
muerde sangriento la tostada arena.

   Esos soldados de la faz morena  5
que el sol ardiente de África ha curtido,
nuestros hermanos son que hoy han vencido,
y en todo el orbe su victoria suena.

   El extranjero de inquietud ya lleno,
con sorpresa ha mirado tanta hazaña,  10
y dice: «Vuelve ya de su desmayo

   esa eterna rival del agareno;
España es ya; es otra vez España;
sus hijos son los hijos de Pelayo.»






Soneto


   A los ojos del mundo sal risueña
que él te juzga mimada de la suerte;
en risa loca tu pesar convierte,
de llorar a su vista no eres dueña.

   Por el mar de la dicha en vano sueña  5
rogar tu corazón, libre en él verte;
en su orilla si estás, más sin moverte;
¡nave varada a una robusta peña!

   La sociedad es miope; su mirada
fija en ti, y, al mirarte sin enojos,  10
feliz te cree, y envidia tu fortuna:

   Yo, sólo sé que tú lloras callada:
Las lágrimas vertidas por tus ojos,
en mi pecho se filtran una a una.






Tú y yo


   A gozar nuestra edad aun nos convida,
aun no circula en nuestras venas hielo;
¡ríamos, pues...! doremos nuestro duelo,
con la sonrisa del amor querida.

   Ven a mí, ven a mí; conmigo olvida;  5
buscando las pasiones por consuelo,
lancemos nuestro débil barquichuelo
al mar alborozado de la vida.

   Tú, ríes, como yo; tras los placeres
corres, cual yo, con ciego desvarío,  10
y sin amar estás fingiendo amores...

   ¡Infelice! cual yo, cubrir tú quieres
el corazón, que es ya cadáver frío,
con la mortaja de olorosas flores.






Al Conde de Cavour


   Una gran esperanza con su aliento
tu laboriosa vida embellecía,
luz poderosa que en tu mente ardía,
alumbrando el gigante pensamiento.

   De esa luz al lejano oscilamiento  5
tu mirada de águila veía
que Italia, como ayer, se engrandecía
imprimiéndola tú, tu movimiento.

   ¡Quién pudiera pensar que tú tuvieras
por contrarias la muerte y la fortuna,  10
aliadas contra ti viles y arteras,

   abriéndote las dos tumba importuna!
Toda la Italia, toda, si vivieras
sería hoy libre, independiente y una.






A unos pies


   Me parecen tus pies, cuando diviso
que la falda traspasan y bordean,
dos niños que traviesos juguetean
en el mismo dintel del Paraíso.

   Quiso el amor y mi fortuna quiso  5
que ellos el fiel de mi balanza sean:
de pronto, cuando salen, me recrean;
cuando se van me afligen de improviso.

   ¡Oh pies idolatrados! ¡Yo os imploro!
Y, pues sabéis mover todo el palacio  10
por quien el alma enamorada gime,

   traed a mi regazo mi tesoro
y yo os aliviaré por largo espacio
del riquísimo peso que os oprime.





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