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ArribaAbajoLahouet, Félix R.

Cuba. Siglo XIX




La revolución


   Siempre te aborreció la tiranía
porque encarnas la fe del pueblo esclavo
que sacudiendo el yugo como un bravo
mil cetros derrocó con valentía.

   A torrentes la sangre noche y día  5
derramó el ruso, el griego y el esclavo,
y por doquiera que la vista clavo
tu nombre ha hecho temblar la dinastía.

   Hoy dos colonias de la Ibera odiada
se han lanzado a la lid con valor sumo  10
desnudando otra vez la heroica espada

   y lograrán su fin según presumo,
pues Cuba quedará de esta jornada
convertida en república o en humo.




Al partir para Cuba en la expedición del Bermuda


   Reina en mi patria el despotismo impío
y siendo muerte o triunfo la divisa
truca tu llanto en celestial sonrisa
que antes es Cuba que tu amor, bien mío.

   En alas del deber mi amor te envío  5
porque ya el golpe del reloj me avisa
que tengo que partir, y darme prisa
si no quiero llegar tarde al navío.

   Servirá tu pasión cielo adorado
de inconsciente sostén al despotismo  10
atándole las manos a un soldado.

   Déjame pues, partir, que del abismo
saldré volviendo a ti dignificado
por el fuego inmortal del patriotismo.




ArribaAbajoLamar Jiménez

Cuba. Siglo XIX




Cuando muere el día


   Es un atardecer brumoso y frío
de temblorosos, pálidos fulgores.
Languidecen matices y rumores.
No turba un soplo la quietud del río.

   Del jardín en un ángulo sombrío,  5
sobre una vieja rama sin verdores,
ritma un ave nostálgicos dolores
mirando el nido de sus amor, vacío.

   Su canto es dulce queja en el ambiente;
suspiro de agonía en los reflejos  10
de la tarde. Canción vaga y doliente

   de evocación, que extínguese a lo lejos,
cuando al morir las tintas del poniente,
besan del manso río los espejos.




La palma


   De forma grácil, de estructura fina,
de tronco esbelto, de triunfal cimera,
en el monte, en la loma, en la pradera,
de Cuba toda, en la extensión domina.

   De belleza ideal y peregrina;  5
siempre en sano verdor de primavera,
es la palma gentil, es la palmera,
del mundo vegetal creación divina.

   Con gesto y ritmo señorial ondula,
cuando la brisa su canción modula,  10
entre el suelo boscaje de sus rizos.

   Y cuando el sol en ella resplandece
todo el campo de Cuna se adormece,
en la dulce atracción de sus hechizos.




Hospitalidad


   Por tierra extraña con el alma rota,
la noche cae sobre mi marcha incierta;
a tu tienda me acojo, abres la puerta
y abrigo das al que la suerte azota.

   Presintiendo el dolor de mi derrota,  5
sobre la herida de mi pecho abierta,
derrama tu piedad con mano experta
bálsamo de consuelo gota a gota.

   Bajo la protección de tu cariño,
dormido quedo en tu amorosa estancia.  10
Y sueño que otra vez yo soy un niño;

   y que tú eres aquella que en mi infancia,
ungía, maternal, mi faz de armiño,
con besos de purísima fragancia.




ArribaAbajoLamarque de Novoa, José

Sevilla. 1828 - 1904

Propietario de la Alquería del Pilar en Dos Hermanas, donde murió. Poeta.




En los primeros días de primavera


   Ven, Primavera: del invierno cano
las tristezas ahuyenta y los horrores,
y bellos ramos de olorosas flores
vierte en la tierra con propicia mano:

   A tu influjo se puebla el aire vano  5
de insectos y de pájaros cantores;
luce el prado su manto de colores
que esmalta el sol, de mundos soberano.

   Todo renace y vive: el bosque umbrío,
el valle, el monte, el murmurante río  10
do moja el ala golondrina inquieta:

   Y aun yo, que a la vejez doblé la frente,
¡oh Primavera!, al respirar tu ambiente,
«¡Dadme una lira!» -exclamo-. ¡Aún soy poeta!




El burgués


   En constante labor, serio, inclinado
sobre humilde carpeta todo el día,
luchando a veces con la suerte impía,
al negocio el burgués vive entregado.

   Cual padre amante, como esposo honrado,  5
su familia es su gloria, en Dios confía,
y, si ventajas logra en su porfía,
utilízase en ellas el Estado.

   Mas, ¡ay de él cuando es rico! Se le apoda
ladrón y avaro, y obligarle es moda  10
a sacrificios mil por el obrero.

   Y, por huelgas e insultos perseguido,
recorre a su pesar, casi rendido,
de un Calvario sin fin brusco sendero.




Al poeta Fernando de Gabriel Ruiz de Apodaca


   Grato, Fernando, a mis oídos llega
el dulce son de tu armoniosa lira.
Que el alto numen de virtud te inspira,
y jamás la pasión, torpe te ciega.

   En santo ardor mi espíritu se anega  5
si ardor santo tu voz blanda suspira,
y patriotismo y fe y valor respira
si hispanas glorias a cantar se entrega.

   Al extranjero que abatir pretende
nuestra honra patria, muéstrale el ejemplo  10
del gran Filipo, que en su amor se enciende.

   Fe, nobleza, virtud, siempre contemplo
en tu musa inspirada: así se asciende
de la gloria inmortal al sacro templo.




A S. M. La reina Isabel II en su visita a la Itálica


   Si renombre inmortal brinda la historial
rey que con aliento sobrehumano
en conquista sin fin alcanza ufano
el preclaro laurel de la victoria;

   más noble y digno aplauso a la memoria  5
ofrece del egregio soberano
que abre a la ciencia, con propicia mano,
fácil camino al templo de la gloria.

   Por ti, oh Reina, cual astro peregrino,
la antorcha del saber brilla fecunda:  10
Tú engrandeces de Itálica el destino.

   Así bella aureola te circunda
y hoy de Trajano al par y Elio divino
álzase el nombre de Isabel Segunda.




Al Excmo. Señor Marqués de Cabrijana, insigne poeta


   Codicia el vulgo, de brillar sediento,
el mundano poder y la riqueza,
dones que desparecen con presteza
cual niebla leve que arrebata el viento.

   De la santa virtud y del talento,  5
que al hombre ofrecen perennal grandeza,
el noble, el sabio a la suprema alteza
aspiran sólo, con sublime aliento.

   Así, tú, caro amigo, que comprendes
cuán vanas son las dichas mundanales,  10
en la llama del bien tu pecho enciendes:

   Y del genio en las alas celestiales
al templo augusto del saber asciendes,
alcanzando laureles inmortales.




La poeta don Narciso Campillo


   Cual águila real que en arduo vuelo
a la etérea región se alza atrevida,
por olvidar, en su extensión perdida,
la triste cárcel del mezquino suelo;

   Así tu alma, con ferviente anhelo,  5
de noble aspiración, de ardor henchida,
nueva lumbre buscando, eterna vida,
alzose audaz hasta llegar al cielo.

   Un vivo lampo de la luz fulgente
emanación de Dios, que al sol empaña,  10
entonces vino a iluminar tu frente:

   Y con voz firme, a la maldad extraña,
cantaste lleno de entusiasmo ardiente,
y vate insigne te saluda España.




Al actor y poeta Julián Romea


   ¿Quién, artista sublime, conmovido
no se sintiera al escuchar tu acento?
Evocaste a Colón, y al pensamiento
de tu mente, Colón ha respondido.

   De Gloucester el pecho endurecido,  5
ajeno a todo humano sentimiento,
del desgraciado Tom el sufrimiento
¿quién como tú jamás ha comprendido?

   ¡Gloria a tu nombre!... La radiante llama
del genio creador brilla en tu frente;  10
te admira el alma, a tu poder sujeta:

   Y al par del pueblo que feliz te aclama,
grito, cediendo a mi entusiasmo ardiente:
¡Lauro eterno al actor! ¡Lauro al poeta!




ArribaAbajoLangle, Plácido

Almería. Siglo XIX

Estudió Derecho en Granada. Dirigió al Partido Republicano en Almería. Ganador de diversos Juegos Florales. Poeta.




En la velada


   Para ahuyentar mis lágrimas sombrías,
que el alma intenta reprimir en vano,
risueña avanzas al brillante piano
y evocas los recuerdos de otros días.

   Traduces las sublimes melodías,  5
obra inmortal del genio soberano,
y a los conjuros de tu blanca mano
se llenan los espacios de armonías.

   Escuchando sus ecos singulares
que vagan por los ámbitos perdidos,  10
se disipan mis tétricos pesares,

   y quedan mis potencias y sentidos
pendientes de tus lánguidos cantares,
en cascadas de perlas convertidos.




ArribaAbajoLara, Pedro de

Córdoba. Siglo XIX

Poeta muy valioso que se suicido.




Tempestad


   Se oscurece la faz del firmamento;
ruge con furia la tormenta airada;
se oculta la avecilla en la enramada
que azota audaz el huracán violento,

   y se anega la tierra en un momento;  5
y suspira la flor, ya deshojada,
al ver que sin piedad es arrastrada
al arroyo que corre turbulento.

   Aterrado, en su hogar, el campesino
santa oración con ansiedad murmura  10
para aplacar al Hacedor divino,

   y la luz del relámpago fulgura,
y el rayo asolador se abre camino
entre las sombras de la noche oscura.




ArribaAbajoLascano Tegui, Emilio

Argentina. Siglos XIX - XX

Poeta.




El amor de don Juan


   Mi amor es como el agua; de las formas no sabe,
mi amor es como arcilla, a toda mano blanda,
mi amor es un bohemio que en el mundo no cabe,
mi amor es un judío muy pálido, que anda...

   Por todos los caminos mi dolor voy sembrando,  5
me empeño en dar quimeras como un doncel de ensueño,
y en este devaneo yo sé, pues voy llorando,
que pierdo el polvo de oro de que me supe dueño.

   Siempre el lance del fauno, siempre el amor que pasa
llevando las cenizas, animando la brasa  10
y haciendo, alma, el camino de rosas doloroso.

   ¿Dónde estará la amada, esa paloma herida?
¿Dónde estará el albergue de esta noche florida,
amor que tienes canas y no tienes reposo?




ArribaAbajoLasso de la Vega, Francisco de Padua

Málaga. Siglo XIX

Periodista, historiador y poeta.




La castellana


   ¡Noche de azul y nácar, noche fría!
ahí en el marco de ojival ventana,
está la hermosa noble castellana
detrás de la discreta celosía...

   Fija la vista ansiosa, por la vía  5
que a su castillo va... y escucha ufana
el eco de una cítara lejana
que lleva el viento en lánguida armonía...

   Filtra sus rayos pálidos de luna
por entre el melancólico frondaje.  10
¡Oh noche medieval, fresca y galana!

   Y bendice la dama su fortuna,
pues llega el trovador, y en homenaje
un beso da a la hermosa castellana...




ArribaAbajoLasso de la Vega Fiscowich, Ángel

Madrid. Siglo XIX

Poeta premiado en varias Justas Poéticas.




A Peral


   El genio con aliento soberano,
dando vida a la humana inteligencia,
busca el arcano en la sublime ciencia,
y halla la luz en el profundo arcano.

   Así Colón, el soñador insano,  5
corresponde a la torpe indiferencia
con un mundo. ¡Bendita la demencia
que arrancó sus secreto al Océano!

   Hoy tu esclavo será; hoy que ancha vía
abrir al hombre su saber se atreve  10
en las entrañas de la mar bravía.

   Ya sabe España lo que al genio debe;
al que tomando el de Colón por guía,
es el Colón del siglo diez y nueve.




El amor tardío


   De nuevo amor, bajo sus negras cejas,
me mira de tal modo, que mi alma
destroza, y con sus dulces llamamientos,
por todos los medios de atraerme trata

   a las redes de Cipris tan temibles.  5
Tiemblo al verle cercano; horror me causa
cual un raudo corcel que en la carrera
el premio obtuvo, y tiembla y se amilana

   cuando inútil y viejo, le es forzoso
recibir los arreos y las galas,  10
y entrar en lid y en el raudo tiro

   con el caballo ardiente que piafa,
la rienda suelta; cuando ya conoce
que al fin la fuerza y el vigor le falta.




ArribaAbajoCalímaco

(entre 310-240 a. de J. C.)




Quejas amorosas


   ¡Puedes, Cenopia, descansar tranquila
en tanto que la noche aquí me alberga,
en este helado pórtico! ¡Otro lecho
que el que disfruta tu amador no tengas!

   ¡Ah, tú cruel y sin piedad alguna,  5
asombro y compasión mas bien se muestran
los que pueden saber más infortunios,
los que esto ven y se avecinan cerca!

   ¡Y en tanto que te das al grato sueño!
¡Ay, en cambio, muy pronto dura prueba  10
sufrirás, y tus míseros rigores,

   al mirar tus cabellos, cual blanquean,
recordarás, y entonces mi venganza
dejará que no más ellos te sean.




ArribaAbajoLaverde Ruiz, Gumersindo

Oviedo. 1835 - 1890

Filosofía y letras. Poeta hallado en Internet.




Soneto


   Cuando gimiendo por el sol que espira,
su torre gigantesca lanza al viento
grandioso clamor que en ondas lento
hasta el confín del horizonte gira;

   y en sus calladas naves do respira  5
de otros siglos el alto pensamiento,
la tierra olvido, y penetrar me siento
del Infinito a quien el alma aspira;

   la quietud, las tinieblas, el misterio,
de los santos inmobles la mirada,  10
la antorcha del sagrario veladora...

   todo me dice allí con vago imperio,
plácido al corazón que se anonada...
¡Aquí habita el Señor! ¡Póstrate y ora!




ArribaAbajoLazo Martí, Francisco

Venezuela. 1864 - 1909

Poeta hallado en Internet.




El turbador


   En silencio la selva se recrea:
ya no turba su paz el rudo hachero
a cuyo golpe aquel roble altanero
vibraba con un ritmo de odisea.

   Junto al árbol que un hálito menea,  5
presa de oculto mal yace el bracero:
y a través de la fronda un sol artero
con lanza de cien puntas lo alancea.

   Abrazado a su hacha de combate,
contraída la faz, el ceño adusto,  10
en garras de la fiebre se debate.

   Y bajo el roble -de su vida ignota-
finge su cuerpo miserable arbusto
que despiadado el vendaval azota.




El sembrador


   Sudorosa la faz, desnudo el pecho,
de simientes henchida su escarcela,
bajo el sol que furioso le flagela,
va sembrando el buen hombre su barbecho.

   Al pasar, vida siempre en el estrecho  5
surco reciente que su pie nivela;
en tanto sorda cólera revela
el áspide traidor que está en acecho.

   Y siempre así, bajo el flagelo ardiente,
cegado por su afán a ver no alcanza  10
la serpentina piel que flores miente.

   A la postre hallará, como el Divino
Ser que sembraba el bien y la esperanza,
la traición y la muerte en su camino.




El coleador


   Sobre zaino trotón derecho estriba,
y destella en sus ojos la esperanza,
al ver que del encierro se abalanza,
y pugna, y sale al fin, la res altiva.

   Finge un trueno el tropel: y flecha viva,  5
en pos del toro el coleador se lanza;
por instantes lo sigue, al fin lo alcanza,
y la cauda le apresa y le derriba.

   Mientras la res del polvo se endereza,
como en tiempos de antiguos lidiadores  10
la muchedumbre al triunfador aclama.

   Y por premio obtendrá, de su proeza,
vulgar corona de marchitas flores,
oh Fabio, en vez de inmarcesible rama.




ArribaAbajoLebrón, Miguel

Málaga. Siglo XIX

Empleado mercantil. Residió en Utrera. Poeta festivo.




¡Primavera!


   Como Diosa gentil, la Primavera
llega, extendido el luminoso manto,
dando a las almas celestial encanto
y flores a granel a la pradera.

   Tiembla de gozo la creación entera,  5
la alondra ensaya su armonioso canto,
y despiertan de amor al grito santo
sol y bosque, cubil y madriguera.

   Todo es luz y color, todo poesía;
recobra nueva vida el pensamiento  10
al sol primaveral cuyos fulgores

   vibran cual notas llenas de armonía,
y flotan invisibles en el viento
trovas de amor, perfumes y colores.




ArribaAbajoLeón, César Luis de

Cuba. Siglos XIX - XX

Poeta.


Germinal




I


   Es la sombra en los campos tristemente dormidos
sobre el vientre fecundo de la tierra callada...
Sangran vida los cortes de los troncos, heridos
por el hacha del Hombre... Ya es la noche cerrada.

   Una luz la Tiniebla nos enseña de lejos;  5
los cocuyos fugaces prenden lumbre a sus ojos,
y hay nidos en las ramas de los árboles viejos
y ensueños en el alma de los rudos abrojos.

   El Silencio ha tendido sus escalas, sombrío
sobre el alma infinita de las cosas... El río  10
quedamente sus líricas espumas deshilvana...

   Median brotes secretos en el Germen gigante,
pero... bajo la calma de la noche inquietante
Naturaleza grita su canción extrahumana.




II


   Crear un mundo mío para soñar de nuevo
con místicas y astrales doncellas luminosas,
y así tender un puente de luz y de renuevo
desde las viejas cosas, hasta las nuevas cosas.

   Mirar la vida entonces vibrando de alegría  5
entre un cantar armónico de pardos ruiseñores
y una eclosión inmensa de Amor y fantasía,
y así verter en Ella mis claros surtidores.

   Crear un mundo mío para arrancar la pena
torturadora y áspera que el alma me encadena...  10
Crear, crear ensueños jamás imaginados,

   para arrojar al viento triunfal de las alturas,
los raros arabescos de todas mis locuras
con las indiferencias de los predestinados.






ArribaAbajoLeón Gómez, Ernesto

Colombia. Siglo XIX - XX

Poeta hallado en Internet.




El suicida


   La luz del genio en su apacible cielo
para él brillaba con claror divino,
y, cual poeta, al fin de su camino
debió la gloria coronar su anhelo.

   Pero amó; lo engañaron, y un consuelo  5
demandó en vano el porvenir mezquino;
cobarde ante el horror de su destino
rasgó de su existencia el frágil velo.

   Y cuando libre el alma del suicida
dejó a la tierra la materia inerte,  10
en las eternas puertas esculpida

   leyó temblando su futura suerte:
A quien por no sufrir deja la vida,
vida para sufrir le da la muerte.




ArribaAbajoLeón Valdés, José León

Cuba. 1841 - 1861




A Flérida


   Si hoy se derrama en la feliz natura
el numen de la celica alegría,
y muestra ledo el refulgente día,
brillantes rayos de inmortal ventura.

   Si hoy al destello de la lumbre pura,  5
que el regio sol del horizonte envía,
se elevan a la atmósfera vacía
los himnos que celebran tu hermosura.

   Admite virgen, el humilde canto
que en alabanza de tu gloria entona,  10
bañada en fuego de entusiasmo santo,

   el arpa de que de flores se corona
al discantar el celestial encanto
del ángel bello de la ardiente zona.




ArribaAbajoLeturia, Rafael S. J.

España. Siglos XIX - XX

Poeta.




Dame de beber


   Yo también infeliz samaritano
le hallé en el pozo de Jacob un día,
y el agua que con ansia me pedía
muerto de sed, se la negué inhumano.

   Y fue más ruin mi corazón liviano,  5
porque yo, sin saber lo que me hacía,
rechacé la que él mismo me ofrecía
en el hueco amoroso de su mano.

   Ni una gota de di ni yo tampoco
calmar pude, oh Jesús, mi sed interna;  10
¡ay dame de beber que he sido un loco!

   y aunque es mi corazón seca cisterna
el tuyo es manantial, que poco a poco
me da por cinco, fuentes vida eterna.




ArribaAbajoLeza, Walterio F.

Cuba. Siglos XIX - XX

Poeta.


Estrellas vespertinas




El triunfo


   Bajo el nirvana de la tarde quieta,
que amaraba el letargo del villaje,
otorgóme la gloria de su ultraje
tu enojo de dulcísima Julieta.

   Desmayaba el crepúsculo violeta  5
-radioso panorama de miraje-
en el sueño encantado del paisaje,
que hirió de Febo la postrer saeta.

   Sollozó tu pueril resentimiento
en la cadencia de tu suave acento,  10
deshaciéndose en gamas melodiosas.

   Desarmado quedó mi anhelo impuro;
y puntearon de luz el cielo oscuro
las rútilas estrellas temblorosas...




El ruego


   Vagábamos, sin rumbo, en la pradera
lozana y rutilante de verdura...
Yo encontraba en tu mórbida ternura
un fragante dulzor de primavera...

   Me arrobaba la gracia milagrera  5
que prestigia tu heráldica hermosura
cuando, grave, lanzó en la villa oscura
el Ángelus su nota lastimera...

   Corrió por la llanura solitaria
el ritmo angelical de tu plegaria,  10
en un vuelo de súplicas piadosas...

   Y ascendió hasta los cielos encantados
la dulce ingenuidad de tus pecados,
buscando absoluciones milagrosas...




La ruptura


   Bajo un radioso oscintilar de estrellas
lloraban los melífluos surtidores
la divina canción de sus dolores,
hecha ruegos, suspiros y querellas.

   Dejaban en la grama tenues huellas  5
tus levísimos pasos... Y las flores
-iris de seda. embriaguez de olores-
se erguían más lozanas y más bellas.

   Rompió la calma tu feral servicia,
quedando sepultada la caricia  10
de tu voz en un áspero reproche.

   Lloró angustiada mi esperanza rota,
y en vuelo fantasmal de ave en derrota
se internó en la tiniebla de la noche...






ArribaAbajoLillo, Eusebio

Santiago (Chile). 1826 - 1910

Poeta. Funcionario y revolucionario. Emigró a Bolivia.




El poeta y el vulgo


   Al altanero y encumbrado pino
díjole un día la rastrera grama:
-¿Por qué tan orgulloso alzas tu rama
cuando no alfombras como yo el camino?

   Y él respondió: -Yo doy al peregrino  5
sombra, cuando su luz el sol derrama,
y cobijo las flores cuando brama
el ronco y desatado torbellino.

   Así el vulgo al poeta gritó un día:
-¿Por qué miráis indiferente el suelo?  10
¿Qué hacéis? ¿Quién sois? - Y el bardo respondía:

   -Soy más que tú porque tal vez recelo
que sólo de mi canto a la armonía
comprendes que hay un Dios y que hay un cielo.




A la niña M.


   Hay algo en ti del serafín que mora
en la mansión eterna y esplendente;
en tu serena faz, niña inocente,
y en el azul que tu mirar colora.

   Fresco botón que al despertar la Aurora  5
y al casto beso del fugaz ambiente,
alza su pura y delicada frente,
tal eres tú, Matilde encantadora.

   De aquesta vida en el camino estrecho
se abra a tu paso florecida senda  10
y paz respire y bienestar tu pecho.

   Un alma halles que te ame y te comprenda;
y grato abrigo del paterno techo
sé de feliz unión, hermosa prenda.




Consejo


   Goza, bien mío, en tanto que en la vida
la fresca lozanía te acompaña,
que es flor la juventud que el tiempo daña
y no vuelve jamás una vez ida.

   Mientras gozamos de la edad florida  5
en mil deleites el amor nos baña;
más tarde, ¡ay tristes! la vejez huraña
nos roba el fuego que en el alma anida.

   El amor, como Dios, tiene su cielo;
olvida allí del corazón enojos  10
pues para gozar viniste al suelo.

   Y si presa han de ser aquesos ojos
y el seno aquel de la vejez de hielo,
sean más bien de amor dulces despojos.




ArribaAbajoLlano y Pessi, Manuel de

España. Siglo XIX

Poeta.



   Pasa con su verdor la primavera,
pasa el otoño, cual paso el estío...
¿y tú, ¡oh mujer!, con bárbaro desvío
me dejas el invierno por espera?

   Si todo pasa y vuelve en la quimera  5
inconsciente y fatal de mi albedrío,
¿vendrás tú? No lo quiere el hado impío
pero amor es amor, la vida entera.

   También tú pasas ante mí, y aun vivo
el olmo aquel a cuya sombra grata  10
premiaste un día mi ardoroso anhelo.

   Jamás -el Tiempo en su corteza escribe-
y sus raíces no hollarán, ¡ingrata!,
la nube, el moho, el alquilón, o el hielo.




ArribaAbajoLleras, Juan Manuel

Pasto (Colombia). Siglo XIX




Soneto


   Ocho vocablos ya busqué diversos:
cuatro acaban en ersos, cuatro en unta,
i voy a colocarlos en la punta
de ocho que voy a ver si salen versos.

   O los que dan recetas son perversos,  5
a quienes Dios crió y el diablo junta,
o buena ha de salirnos cada yunta
dando párrafos puros i bien tersos.

   Acabé los cuartetos. Ahora en alo
se buscan dos palabras... dos en unto...  10
para hacer los tercetos ¡buen regalo!

   Al terceto primero puse punto,
i para que este no me salga malo,
bendecir la receta es el asunto.




ArribaAbajoLles, Francisco

Matanzas (Cuba). 1887 - 1921

Poeta. Murió víctima de un atentado político. Con su hermano Fernando, vivió de niños en Asturias.




¡Mis viejos limoneros!


   En otros tiempos era, cuando en la tarde gualda
y oro y zafiro toda, por medio a la pradera
pasara, en su pupila dormida la Quimera
con sus manitas locas tejiendo una guirnalda.

   de blancos azahares. Mis viejos limoneros,  5
ya las desilusiones amarillean el verde
y se cansa el camino serpentón, y se pierde
vanamente buscándola por todos los potreros.

   Fue un ave y -una tarde- cuando en el campo había
la sombra de las alas de la Melancolía,  10
llenaron las tristeza de su adiós, los senderos.

   Lloraron los bambúes imposibles quereres:
no ha vuelto la hermanita de los atardeceres
y aún en vano esperamos, mis viejos limoneros.



   Todo habla de la dulce leyenda de otros días;
tiende la amada noche sus sombras; ya no hay trinos
y, en tanto, las siluetas de todos los caminos
piérdense en las brumosas y tristes lejanías.

   Y así, bajo las alas del crepúsculo yerto,  5
interrogáis los viejos horizontes lejanos;
y, esperándola a ella, quedáis sobre los llanos
como otras pensativas esfinges del Desierto.

   ¡Oh viejos limoneros de mi dicha testigos,
con vosotros, que fuisteis sus mejores amigos,  10
que bien en estas dulces soledades me hallo,

   mientras que va cayendo la noche en los potreros
y mientras que en las sombras se ocultan los senderos
donde se escucha el lento pacer de mi caballo.




VII


   En el ocaso rosa, gris intenso en el llano;
ora el viento en las ramas, todo grito es solemne;
y hasta estas soledades, entre la tarde indemne,
llega el fúnebre ruido de un tambor africano.

   Hay silenciosas luchas y largas agonías.  5
Me abstraigo, y soy objeto, soy cosa: todo reza;
en sí mismo se acoge todo, con su tristeza,
y hay un triunfo de sombras y de melancolías.

   En el ambiente tiembla la canción de los grillos
se borran en el campo las formas de los trillos;  10
al borde de las sendas duermen los limoneros.

   Mugen los toros entre las viejas heredades;
y, por el silencio que hay en las soledades,
como una flecha cruza la voz de los monteros.




VIII


   Hastiado de vivir a veces salgo
de mi abotargamiento sensitivo,
donde se encuentra el corazón cautivo,
y en la Quimera, como un Dios cabalgo.

   Y llego a los países de la nada,  5
abro los ojos en la turbia esencia,
y veo, en realidad de mi conciencia
sin instintos, la génesis negada.

   Pero al retorno, acá, donde la Vida
corre como encantada de su norma,  10
en las leyes de bronce que la rigen,

   descubro, a mi pesar, esa querida
obsesión subjetiva de la forma
y el dolor milenario del Origen.




II


   Dolor, un gran dolor llena mi alma;
todo el dolor que en tu pupila duerme,
todo el dolor con que la tarde inerme
muere de la llanura entre la calma.

   He nacido poeta y visionario,  5
y tras de la Visión marcho impasible,
que me enamora todo lo imposible
y haré de lo imposible mi calvario.

   Ser es vencer, pero la lucha es vana.
¡Oh! ¿Qué serán los hombres del mañana  10
tu mirada de amor, tremando, inquiere?...

   ¿Y qué importa? Vivamos la Leyenda:
yo necesito un alma que comprenda
el gran dolor con que la tarde muere.




El poema eterno


   Se abre la Luna en el confín lejano
como una rosa blanca. Los rosales
riman sus amorosos madrigales
junto a las tapias del jardín cercano.

   La Luna es novia en el azul dormida:  5
su luz de plata, en el jardín, alfombra;
crecen en el sopor de la avenida
los dedos alargados de la sombra.

   Enarca un gato el lomo en el alero
de un tejado vecino. Sus florones  10
el girasol bajo la Luna invierte;

   y quiebra sus blancuras un lucero
sobre el viejo color de los frontones
dormidos en la calma de la muerte




Flor de histerismo


   Conoces tú la historia del viandante
que dejara en las rocas del camino
sus sandalias de oscuro peregrino
y su trágico amor de trashumante.

   Tú sabes como huyó de la alquería,  5
sabes porque su vida noble y franca
abandonara la casita blanca,
paloma de la agreste serranía.

   Tú le conoces, tu piedad le espera,
tu piedad que es gloriosa primavera  10
tiene, para el errante caballero,

   pereza de jardín, rumor de fuente,
milagrosa frescura de torrente
y campesina calma de sendero.




En la aldea


   Los tordos han cantado en la espesura:
se funde en la quietud de la pradera
un manzano, borbota, en la ribera
del bosque, un agua cristalina y pura.

   Enfloran los castaños en la altura  5
del coto vecinal. La carretera
como cinta de nieve, reverbera
en medio del verdor de la llanura.

   El campanario secular adquiere,
bajo su capa de tupida hiedra,  10
un dejo de tenaz melancolía;

   y en la paz del crepúsculo que muere
cierra sus ojos de hormigón y piedra
cansados de observar la lejanía.




En tu álbum de enlutada


   ¡Oh, mañanas de sol! Cómo reía
sobre el campo su luz; qué bien se estaba
en el viejo portal donde callaba
todo, por oír tu voz, amada mía!

   ¡Qué deleite en el beso que solía  5
a tu descuido hurtar; como saltaba
de gozo el corazón, cuando pensaba
que el presente jamás se acabaría!

   Algo dieron de ti que te han cambiado;
mas siempre noble y buena, has encontrado  10
que es mejor alejarte que ofenderme;

   y en el dolor profundo a que te entregas,
sabe mi corazón por qué le niegas
despojos de otro amor para quererme.




Música; gritos; voladores; humo...


   Música; gritos; voladores, humo;
vaharadas de sudor; discursos; todo
lo que es un mitin tropical, un modo
recomendable de vivir. Yo fumo

   tranquilamente recostado; una  5
de mis pequeñas. la mayor, se agita
presa de un sueño mágico y me grita:
«Papá, que el volador rompió la Luna».

   Solloza; la acaricio; calla luego
y se duerme otra vez; pero yo entrego  10
el corazón a un pensamiento grave,

   y busco en el origen más remoto,
por qué aquel disco de la Luna, roto,
la hirió en el alma, como nadie sabe.




Fui y soy


   Fui Jasón y mi nave, lanzada en la tormenta
de los psíquicos mares, combatió la violenta
marejada que obstruye el áspero sendero
de las desolaciones. Inició el derrotero

   sobre el oleaje mudo y torpe del Destino  5
mi barca, tras las huelas del áureo Vellocino
del Bien y, en la terrible lucha de la jornada,
sobre el mar impasible, quedó desmantelada.

   Fui Cristo y, en el Gólgota de mis desilusiones,
secáronse los lirios de todas mis pasiones  10
y como Cristo tuve el horror de un Calvario

   en la neblina roja del hosco tenebrario
de mi dolor, y tuve, en mi niñez divina,
mis buenos reyes magos en otra Palestina.




Soy


   Soy Ahäsverus, llevo el fardo de mis años
repleto de amarguras y torvos desengaños
por el dorso de un mundo de imperturbable calma,
mientras que en el desierto líbico de mi alma,

   bajo la ardiente arena de fúnebre tristeza,  5
sepulto mis ensueños de amor y de grandeza.
Y soy lo Inconocido. En la metempsicosis
brusca de mis ideales, germinó la apoteosis

   del desencantamiento que dio a mi mal protervo,
toda la sanguinaria ferocidad de un cuervo  10
cuyas alas innobles en mis entrañas tiende;

   y el cadáver sin forma de mi espíritu, hiende
con el negro dolabro de su pico lardoso,
eternamente impío y eternamente odioso.




Karma


   (Gentes que piden Cristos para crucificarlos,
Bobadilla poniendo cadenas a Colón...)
Pan en boca de hambriento sea tu corazón,
que, por ser, bueno, puedes, por amor, perdonarlos.

   Nuestro Dios no es de ellos. Tu Dios, que es de bondades,  5
-porque cada uno lleva su Dios en uno mismo-
dira: «Busca disculpa a su fariseísmo,
y a sus piraterías abre tus heredades.»

   Y lo harás, y, reptando, cubrirán tus montañas;
alimento y abrigo le darán tus entrañas  10
de árbol fuerte... Es inútil tu protesta de hoy

   que has de sentir muy pronto nuevas ansias de darte,
y, aunque cambies de rumbos, serás, en cualquier parte
agua clara del mismo manantial de Tolstoy.




Bajo tu influjo


   Qué bueno estar aquí, siempre a tu lado,
en un estrecho abrazo confundidos,
sintiendo de tu sangre los latidos
junto a mi corazón enamorado.

   Gustar la gloria de tu cuerpo amado,  5
al temblor de tus senos oprimidos,
y tenerte con todos los sentidos
en inmortal amor, nunca gozado.

   Morder el fruto de tus labios rojos;
irme hundiendo en las sombras de tus ojos;  10
ver cual te vas quedando exangüe y yerta;

   ir bebiendo tu vida, gota a gota;
y al quebrarse del vals la última nota,
de ese abrazo de amor, dejarte muerta.




Ansias


   Juntos por un camino, hasta donde él acabe,
sin saber de la mano que entre las sombras hiere,
y en la pena infinita de la tarde que muere,
entre el hondo silencio de las cosas ¡tan grave!,

   ir contigo al Calvario con tu cruz y mi cruz,  5
las dos cruces sacadas yo no sé de qué fondo,
y sentirte muy mía, muy adentro, en lo hondo,
hecha sangre en mi sangre, y en mi alma hecha luz.

   Y sentirte muy mía, para nunca perderte,
y arrancarte a los hombres y arrancarte a la muerte,  10
y arrancarte al destino que es bestial y que es rudo;

   y tenerte a mi vera para toda la vida,
y si inútil o muerto me dejase la herida,
sino sirvo de espada, ¡que te sirva de escudo!




Paz


   Sueño una dulce paz, todo un nirvana,
sin la enorme tortura de lo incierto;
amo una paz donde se viva muerto,
sin ayer, y sin hoy, y sin mañana.

   Donde toda inquietud calmada sea,  5
donde todo afanarse halle un reposo;
donde en eterno olvido silencioso,
bien muerto el corazón, en nada crea.

   Dadme un hondo no ser, en cuya calma
sin alma para siempre quede el alma  10
que hoy abrasa una sed de peregrino;

   y pueda sí, sin luchas, sin desvelos,
sin más allá, sin gloria, sin anhelos,
descansar del cansancio del camino.




¡Vive!


   Ama bien esta vida, este momento
de nuestra juventud, el sólo instante
en que es bueno vivir, que en adelante
no hay nada más que pena y que tormento.

   Toma el último fruto: el sentimiento  5
de ver que es tarde ya, será aplastante;
y entonces al pasado, muy distante
sólo podrás volver el pensamiento.

   Y querrás -todos quieren- dar la vuelta,
y llorarás lo que no ha sido, envuelta  10
en un grave pesar, el alma mustia.

   Y al desandar lo andado, -cuando fuere-
sentirás cómo el alma se te muere
de una callada e inconsolable angustia...




II


   Toma el último fruto, el más querido
por el último ser, que todo rueda;
y es muy hondo el rescoldo que nos queda
del bien que pudo ser y nunca ha sido.

   Se va el tren y nos deja. Algo perdido  5
para siempre va en él, y lo que hoy veda
sin prejuicio, mañana tal vez pueda
rencores dar hasta el ayer vivido.

   Toma el último tren, que ya está en marcha,
porque tiene el vivir fríos y escarcha  10
que tornan el espíritu cobarde;

   y porque si la carne se resiste,
llegan al alma, intensamente triste,
más ansias de volver, cuando ya es tarde.




III


   De este presente, que será pasado,
análisis muy hondos lo más fútil
y más mimo traerá, cuando ya inútil
sea el afán de desandar lo andado.

   Y cuando hubiere el corazón cansado  5
otra noción entre lo bello y lo útil,
besarás, sollozando, la inconsútil
túnica virginal con que has amado.

   Y lo trascendental será un martirio;
y tú, paloma de candores, lirio  10
de purezas y amor, desvanecida

   la fe, con el pasado en desacuerdo,
¡llorarás, bajo el ala del Recuerdo,
las inutilidades de la vida...!




El sisonte herido


   El agua en vano su canción levanta,
el bosque en vano su canción murmura;
ya no canta el sisonte, ya no canta,
que está herido de muerte en la espesura.

   Allá su nido entre el ramaje oscila  5
y él quiere en vano remontar el vuelo;
y, a fuerza de querer, a su pupila
se asoma juguetón el pichonzuelo.

   Es de su prole el único viviente;
allá, en las espesuras, una fuente  10
las penas llora del sisonte herido;

   y él, al pensar en traicioneras balas,
hizo un postrer esfuerzo, abrió las alas
y fue a morir sobre el caliente nido.




Del pasado


   Heme dado a soñar; por la ventana
de la casita blanca en primavera,
se coló la florida enredadera
que sembraste, al partir, una mañana.

   Floreció a mi cuidado. Fuerte y sana  5
en abrazos de amor, creció a mi vera;
tiene follaje para nidos fuera,
y -hasta dentro- los muros engalana.

   ¡Y no has venido a verla todavía!
¿Por qué? ¿Por qué no vienes? Alma mía,  10
vuelve otra vez donde el pasado aguarde.

   Por que en el desamparo en que nos dejas,
trepa que trepa, ya cruzó las rejas
y parece decirme: «¡Cuánto tarda!»




ArribaAbajoLópez, René

La Habana (Cuba). 1882 - 1909

Poeta. Estudió en Barcelona.




Las tribulaciones


   ¡Oh! tardes otoñales color de la violeta,
bellas imitadoras de la tristeza mía,
dejad que mis ensueños morbosos de poeta
se pierdan en la sombra donde se esconde el día.

   ¡Oh! tardes barnizadas de gris melancolía,  5
llevadme en vuestras llamas cual bíblico profeta
hacia el palacio negro, la clásica armería
donde el dolor se oculta como un anacoreta.

   Allí, en las tinieblas feroz le arrancaría
en titanesca lucha, la espada y la careta,  10
el filtro donde guarda la santa poesía,

   (la peregrina novia de ese infernal atleta).
¡Oh! tardes otoñales color de la violeta,
bellas imitadoras de la tristeza mía.




Retrato


   Nariz gascona de afilada punta,
rubia, sedosa, medieval melena;
redonda cara que la carne llena,
rudo entrecejo que las cejas junta.

   Mirada torva, fiera y cejijunta;  5
boca delgada que al hablar ordena,
y en cuyos labios de elegancia helena
ligero bozo juvenil despunta.

   Anchas espaldas y robustos brazos;
jubón que adornan brilladores lazos;  10
oscuras botas, toledano acero.

   Y hasta la línea que su vista alcanza,
en ademán de retador nos lanza
todo el desdén de su mirar austero.




Homenaje lírico a Rubén Darío


   Yo saludo al poeta de las «Prosas profanas»,
al Apolo moderno de los versos de oro,
en cuyo escudo se halla un caracol sonoro,
la máscara de Grecia, la flor de lis de Francia.

   Dime, mago risueño de las urnas paganas,  5
¿qué espíritu visita tu corazón -tesoro,
que hace que tu mano escriba versos de oro
en cuya urdimbre juega la risa de la Francia?

   Emperador del ritmo, ante tus pies me postro;
vuelve tu altivo rostro hacia mi triste rostro;  10
concédeme la gracia de una dulce sonrisa.

   Hermanos yo no tengo, ni escudo ni nobleza;
yo soy un sacerdote de la diosa Belleza
que ha soñado tus versos y tu melancolía.




ArribaAbajoLópez Báez, José

España. Siglo XIX

Poeta. Residía en Baeza.




A Rosa


   Te dieron sabiamente, Rosa mía,
el nombre a que contestas orgullosa,
pues eres, en verdad, como la rosa
toda color, perfume y lozanía.

   Tus labios fuente son de mi alegría,  5
y a la luz de tus ojos no hallo cosa
que no se me aparezca fulgurosa
con un vago esplendor de mediodía.

   Siempre volando a ti va me suspiro,
y el horizonte a mi anhelar se cierra  10
donde concluye de tu falda el vuelo,

   que en ti cifrado el universo miro;
más allá de tu planta no hallo tierra;
más allá de tus ojos no hallo cielo.




ArribaAbajoLópez Blanco, Marino

Cuba. Siglo XIX - XX

Poeta.




Transmutación


   Yo quisiera mostrarle por oír sus sollozos
las heridas que llevo dentro del corazón...
¡Si supieras...! Evocan oquedales de pozos,
la congoja y la angustia de la Crucifixión.

   ¿Quién dijera que un día su boquita escarlata  5
-la mendiga ardorosa de mis besos de amor-
transmutara en doliente carcajada que mata
la divina sonrisa de sus labios en flor?

   En sus ojos ha muerto la visión de los ángeles;
ya no late el recuerdo de los bellos arcángeles  10
que en los sueños de rosa nos vieron a los dos.

   La perfidia del mundo mancilló su conciencia,
y tiñó de negrura su fatal transparencia...
¡Hoy ya vive alejada de la mano de Dios!



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