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ArribaAbajoMendive, Rafael María de

La Habana (Cuba). 1821 - 1886

Poeta y político. Expulsado por conspirar contra España. Volvió a su país tras el exilio. Fundador de la revista El Artista en 1948.




La pensativa


   ¿Qué piensas melancólica hermosura
cuando fijas absorta tu mirada
en esa margarita deshojada,
imagen de un amor que fue locura?

   ¿Qué piensas cuando besas con ternura,  5
sus hojas, y febril y apasionada
encierras en su cáliz congelada
de tu vida la lágrima más pura?

   ¡Qué esperas! ¿Pero a qué te lo demando,
si tu frente se dobla pensativa  10
al peso de recuerdos opresores;

   si encadenada está, si estás llorando,
y en brazos del dolor te ves cautiva
sin porvenir, sin patria y sin amores?




Último canto


   Ni temo el odio, ni el desdén me irrita,
ni late el corazón, ni el alma inquieta
con la imagen de un lauro de poeta
goza feliz; ni férvida palpita.

   El fuego de la gloria no me agita,  5
ni está mi vida a la ambición sujeta;
mi más bella ilusión es cual saeta,
mi esperanza mejor es flor marchita.

   Versos... delirios... lágrimas... anhelo...
nubes y nieblas son en mar sombrío;  10
ni espero bien, ni de mi amor me duelo;

   sus alas pliega el pensamiento mío,
y fijando los ojos en el cielo
tan sólo en Dios y en su bondad confío.




Tu imagen


   De palmas y de estrellas coronada,
de flores y de céfiros vestida,
entre el cielo y la tierra confundida
tu boca es miel y es gloria tu mirada.

   De Dios imagen para mí formada  5
eres ángel de mi alma, y de mi vida,
blanca perla de un lirio desprendida,
pluma suave de un cisne en la cascada.

   Como rayo de sol en agua pura,
o en cielo azul estrella que enamora  10
mi espíritu se goza en tu ternura;

   me cubro con tu sombra bienhechora,
tus huellas sigo, admiro tu hermosura
y en dulce paz mi corazón te adora...!




Soneto


   Es a veces amor profunda hoguera,
a veces hielo deslumbrante y frío,
a veces nube de ardoroso estío,
a veces flor de hermosa primavera.

   Es de esperanza fuente placentera,  5
es de la duda, piélago sombrío
donde van a morir cual manso río
al mar, los sueños de la edad primera.

   Todo lo cubre su esplendente velo,
todo lo enciende y de pasión lo inflama,  10
y al mismo infierno lo convierte en cielo.

   Pero el divino encanto de su llama
no quiere Dios que sirva de consuelo
ni a viejo verde ni a provecta dama.




Ausencia y recuerdos


   No es, no, de amor la pena que me abruma,
no es de celos la fiebre que me abrasa,
no es de acero el puñal que me traspasa,
ni es de fastidio mi dolor, en suma.

   Es una imagen leve como espuma,  5
que vive en mi alma y de mi ser no pasa,
y que está siempre cual flotante gasa
suspensa entre mis ojos y mi pluma.

   Un vago sentimiento, una memoria,
mezcla feliz de lágrimas y horrores,  10
de afán supremo y borrascoso duelo.

   La ausencia, en fin, del centro de la gloria;
el recuerdo de Cuba y de sus flores,
y el adiós de sus palmas y sus cielo!...




A la memoria del mayor general Francisco Vicente Aguilera


   Trocada en cruz por mano fementida
la espada con que al pueblo defendiste,
del Gólgota en la cumbre al mundo diste,
como Jesús, tu adiós de despedida.

   Un sueño fue la tierra prometida,  5
y el sol de libertad antorcha triste
a cuya luz nublado siempre viste
el ideal más bello de tu vida...

   ¡Oh, mártir del deber! ¡Oh, imagen bella
de la sagrada flor con cuyo aroma  10
marca el martirio su profunda huella;

   si de la patria el templo se desploma,
sobre sus ruinas se alzará tu estrella...
la estrella de los mártires de Roma!




La indiferente


   ¿Dónde la flor de tu esperanza es ida,
pálida virgen que enlutada lloras?
¿Dónde la hermosa luz de las auroras
que alumbraron la senda de tu vida?

   ¿Por qué a la nave del silencio asida,  5
ni amor te inflama ni consuelo imploras,
y en la sombras del tiempo aterradoras,
la imagen ves de tu ilusión perdida?

   Si aún tienes corazón, espera, y lucha
por derrocar el tenebroso imperio  10
de la duda que oprime tu existencia:

   Mas si no late por tu mal, escucha:
A gemir en perpetuo cautiverio,
te condena tu propia indiferencia.




ArribaAbajoMendoza, Carlos

España. Siglo XIX - XX

Poeta.




Enero


   El mes de los amores de los gatos;
el mes de las felinas aventuras;
Acuario, allá en las célicas alturas,
pretende a todos convertir en patos.

   Un turba de necios turulatos  5
sale a ver de los Reyes las monturas;
los niños, esperando mil venturas,
ponen en los balcones sus zapatos.

   Cubre la nieve la fragosa sierra
y obstruye los caminos y los puertos;  10
al triste caminante el frío aterra,

   yacen los campos mudos y desiertos,
y el pobre centinela cae en tierra
ateridos los pies, los brazos yertos.




Febrero


   Mes con careta, tornadizo y loco,
en que hacen su agosto cierta damas,
Piscis preside, símbolo de escamas
en que la gente reflexiona poco.

   Allá en el baile, con disfraz barroco  5
y echando por los ojos vivas llamas,
la chica, sin andarse por las ramas,
ir a cenar exige con descoco.

   Mezclado el rufián con el mendigo,
esperan del sarao la salida  10
hambrientos ambos, sin hogar ni abrigo.

   Ya vanidosa, ya de envidia roída,
brinca también la infancia, y en castigo
de danzantes la fosa queda henchida.




Marzo


   Mes de transición, mes pastelero;
Germinal con Ventoso se ha abrazado;
mes arlequín, ni carne ni pescado
aunque el sol esté en Aries, el Carnero.

   Corre de la Cuaresma el tiempo austero;  5
consigue el pecador ser perdonado;
mas ¡ay que la Cuaresma aun no ha acabado
cuando ya torna el delinquir primero!

   Celébrase la fiesta de los Pepes
con los indispensables requesones  10
y chispas de Jerez, Champagne y Yepes.

   Siéntense por el cuerpo comezones
que la gente combate con julepes,
y abundan los diviesos y flemones.




Abril


   Terrible mes que deja en desamparo
a cuantos so la capa o sobretodo
disimular pudieron de algún modo
la vista de su traje viejo o raro.

   Pide la lluvia el labrador avaro  5
y que lleguen las mieses hasta el codo;
piden los limpiabotas que haya lodo
y piden los paseantes que esté claro.

   Muy buenas de dormir son sus mañanas,
mejores de pasear sus tardecicas;  10
de amapolas y rosas castellanas

   hácese grande acopio en las boticas,
y llegan las compañías italianas
para en un periquete hacerse ricas.




Mayo


   Funesta fecha, espanto del gandul
que nunca ha estudiado la lección
y del suspenso ve la relación
con la paterna tranca de abedul.

   Véndese mucho blanco y mucho azul  5
para hacer la primera comunión,
despachando el hortera con fruición
miles de metros de barato tul.

   Ya ha empezado la fiesta nacional,
asiste a las carreras lo más chic,  10
y aspiran a alcanzar gloria inmortal

   los émulos de Goya y de Van Dick,
mientras otros suspiran por su mal
prisiones de la capa o del carrick.




Junio


   Mes que espera gozoso el prestamista
y que impaciente ansía el usurero:
precisa hacerse con algún dinero
a fin de darse tono de bañista.

   El zapatero, el sastre y al modista,  5
que tomaban paciencia desde Enero,
con ímpetu terrible y porte fiero
quieren cobrar sus cuentas a la vista.

   Es fiesta cada día en este mes
con Corpus, las verbenas y demás;  10
hacen su agosto fondas y cafés;

   viajan los enfermos cual jamás;
mientras otros se quedan sin parnés
por culpa de una sota o de algún as.




Julio


   Valles, montes y pueblos son estufas;
reinan sólo el sopor y la indolencia;
expórtanse horchateras de Valencia
y con ellas limón, cebada y chufas.

   Los balnearios, con promesas bufas,  5
atraen enfermiza concurrencia;
mas en punto a curarse la dolencia
es buscar en el golfo las cotufas.

   Prosperan trapisondas y ruletas,
fabrícanse partidos y programas,  10
Dios sabe lo que pasa en las casetas,

   pasan muchas busconas por ser damas,
y se quedan vacías las gavetas,
tornándose los baños luego en dramas.




Agosto


   Mes de pereza, mes de insolaciones:
achicharra el calor de la canícula,
y todo el mundo busca un partícula
de aire fresquito para sus pulmones.

   Quedan en cuadro muchas poblaciones  5
por haberse hecho cosa asaz ridícula,
si aparece en la piel cualquier vesícula,
no irse a dar algunos chapuzones.

   Sólo quedan los pobres e indigentes
que sudan como patos trabajando  10
en fábricas, talleres y oficinas,

   debiendo resignarse a ser leyentes
de cómo los demás están holgando
en juergas y casinos y cocinas.




Septiembre


   Mereciera este mes ¡voto al dimoño!
ser el primero en todo el calendario.
Es Septiembre el famoso vendimiario
el mes del equinoccio del otoño.

   Florece allí en los bosques el madroño,  5
no siendo caso muy extraordinario
encontrarse algún tipo estrafalario
del blasón de Madrid hecho retoño.

   Tornan a la ciudad los estudiantes
jurando a su beldad amor eterno,  10
tornan a casa los veraneantes

   a ver si desempeñan los de invierno,
y, presa de usureros y tunantes,
recomiendan la vida del infierno.




Octubre


   Comienzan en las clases las lecciones:
mucho gastar en libros y en enseres;
comienzan a velar en los talleres
y esperan la salida los moscones.

   Da el novato sensibles tropezones  5
en su afán de entregarse a los placeres,
víctima candorosa de mujeres
que huelen que ha traído patacones.

   l tiempo es brusco en este mes de octubre
y ahuyenta a los que están en las montañas,  10
la miseria invernal ya se descubre,

   no cesan de las tisis las guadañas,
hacen su agosto Le Printemps y el Louvre,
y danse en grande número castañas.




Noviembre


   Conmemórase ahora los difuntos,
va la gente en tropel al Campo santo,
y oye luego el Tenorio con encanto,
teatro y devoción andando juntos.

   Son la ropa y la lumbre los asuntos  5
que ocasionan el mayor quebranto,
teniéndose los pobres, con espanto,
sin fuego, por cadáveres presuntos.

   S abren de los ricos los salones,
se cierran como pueden los desvanes,  10
goza, el que tiene, caras diversiones;

   padece, el que no tiene, mil afanes;
y si hay quien se duerme entre edredones
muchos más se adormitan como Adanes.




Diciembre


   Es un mes del que hay mucho que decir,
pues no hay otro tan lleno como él:
mes delicioso, abominable, cruel,
muy bueno de llorar y de reír.

   El ricacho se puede divertir  5
y encuentra que diciembre es todo miel;
pero al pobrete se le antoja hiel,
llegando hasta el extremo su sufrir.

   El premio gordo, el pavo, los turrones,
la hartura de los buches ya repletos,  10
alternan con los agrios lagrimones

   que vierten mil vivientes esqueletos;
y aquí doy punto a mis lucubraciones
y se acaban el año... y los sonetos.




ArribaAbajoMenéndez Barriola, Emilio

Argentina. Siglos XIX - XX

Poeta.




Los «nuevos ricos»


   La tragedia fue horrible: la humanidad, demente,
amontonó cadáveres, paralizó los puertos,
convirtió las ciudades en páramos desiertos,
e hizo temblar los muros de todo un continente.

   Al resplandor siniestro de la hoguera imponente,  5
hubo seres astutos, negociantes despiertos,
que, entre el hambre, las ruinas, los heridos, los muertos,
recogieron el oro, y hoy levantan la frente...

   Yo también: en la ruda silenciosa contienda
que pasiones e instintos libraron en mi senda,  10
acaparé un tesoro de infinito valor:

   Mi corazón, que antaño fue mísero y austero,
es hoy una manopla de reluciente acero
maravillosamente forjado en el dolor!




El dinero


   Áureo disco, sonoro, que embellece la vida,
sugestión rutilante del mundano vaivén;
al tintín armonioso de su danza atrevida
se trasforman los hombres y doblegan la sien.

   Su poder y virtudes colman toda medida,  5
pues trasmuta valores con egregio desdén;
es un dios arbitrario de conciencia torcida:
se da al Mal con argucias, con dolores al Bien.

   Prodigioso amuleto, brinda locas mercedes;
va sembrando tragedias, cuelga pérfidas redes,  10
y con guiños aviesos rinde todo a su afán.

   Todo, no..., pues hay cosas tan sutiles baluartes,
y jamás don Dinero logrará con sus artes
ni la lira de Apolo ni la flauta de Pan.




ArribaAbajoMenéndez Pelayo, Enrique

Santander. 1861 - 1921

Hermano de Marcelino. Estrenó algunas obras dramáticas en Madrid. Poeta y novelista.




El ciprés


   Hay un ciprés en el jardín vecino,
negro como la imagen de la pena,
al que más de una vez la luna llena
a dar aspecto de fantasma vino.

   En torno suyo el gusto peregrino  5
transforma sin cesar la agreste escena:
donde ayer hubo césped, hoy arena;
lo que era bosque ayer, hoy es camino.

   ¡Sólo el resiste a la común mudanza!
Yo, cuado del vivir siento la herida,  10
miro al ciprés y calmo mis lamentos,

   pensando que, memoria o esperanza,
algo crece en el huerto de la vida
que no abaten los hombres ni los vientos.




El rosario


   El altar de la Virgen se ilumina
y ante él de hinojos, la devota gente
su plegaria deshoja lentamente
en la inefable calma vespertina.

   Rítmica, mansa, la oración camina  5
con la dulce cadencia persistente
con que deshace el surtidor la fuente,
con que la brisa la hojarasca inclina.

   Tú, que esta amable devoción supones
monótona y cansada, y no la rezas,  10
porque siempre repite iguales sones,

   tú no entiendes de amores ni tristezas:
¿qué pobre se cansó de pedir dones?
¿Qué enamorado de decir ternezas?




Voz amiga


   Junto a esa fuente que en la sierra brota
pasara yo la vida que me resta
en una dulce, interminable siesta,
nunca por el afán ni el tedio rota.

   Y al blando son de la canturia ignota  5
con que huye el agua por la verde cuesta,
apurara, tendido en la floresta
la paz que va disuelta en cada gota.

   Parece que en la voz de sus cristales
prendieron, aguardando mi venida,  10
las voces más amadas y leales:

   la palabra de Dios que en todo anida,
el dejo de los cantos otoñales
y del amor la queja dolorida.




Octubre


   Pasó el rápido engaño con que Flora
hizo amable el vivir. Pasó el riente
verano, con el sol sobre la frente
y en las manos la espiga tembladora.

   Pasó cuando la vida alumbra y dora,  5
cuanto alegra los ojos y la mente:
la tibia noche, el sosegado ambiente,
la tarde azul y la rosada aurora.

   Pasaron ¡ay! los que en mi huerto echaron
semillas de virtud, granos de vida,  10
que los vientos del mundo malograron.

   Eterna ley dictaba su partida,
¡y en vano a Dios mis ansias suplicaron
que no fuese esta vez obedecida.




Bajo una ventana


   Dicen que no saldrás, y yo maldigo
oyéndolo decir, la suerte mía:
¡Esta noche, bien mío, que traía
tantas risueñas cábalas conmigo!

   Yo que tuve a ese sol por enemigo,  5
pensando que ya nunca se ponía,
¿qué haré de lo que falta todavía
hasta la hora de soñar contigo?

   El aura de la noche mansa eleva
los vanos restos de mis sueños de oro  10
y a tu muda ventana se los lleva...

   ¡En qué noche te ausentas, mi tesoro!
¡Hoy que pensaba darte la gran nueva
de que con alma y corazón te adoro!




ArribaAbajoMenéndez Pelayo, Marcelino

Santander. 1856 - 1912

Uno de los más prestigiosos eruditos españoles. Estudió Filosofía y Letras. Historiador. Bibliotecario y miembro de la Academia. Catedrático de Literatura de la Universidad de Madrid. Director de la Academia de la Historia.




Soneto


   ¡Salve, titán de la cerúlea frente,
sobre el materno piélago dormido;
de tu férrea garganta amo el rugido,
amo la espuma de tu faz hirviente!

   A tus arrullos despertó mi mente,  5
mi primer llanto resonó en tu oído,
eduqué con tu indómito alarido
mi brava condición y ánimo ardiente.

   Mas ni el fragor de tus tormentas calma
esta pasión que vencedora rige  10
mi fe, mi corazón y mi albedrío,

   ni darán tus sonrisas paz al alma,
hasta que en ti sus claros ojos fije
la eterna luz del pensamiento mío.






Soneto


Dedicatoria


   A ti, de ingenio y luz raudal hirviente,
de las helenas gracias compañera,
de mis cantos daré la flor primera:
cobre hermosura al adornar tu frente.

   No de otro modo en bosque floreciente,  5
rudo y sin desbastar el leño espera,
o el mármol encerrado en la cantera,
el sabio impulso de escultor valiente.

   Llega el artista y la materia rinde,
levántase la forma vencedora  10
del mármol que el cincel taja y escinde:

   Corra, en la piedra, de la vida el río:
tú serás el cincel, noble señora,
que labre el mármol del ingenio mío.






La eterna luz del pensamiento mío


   Con larga mano te otorgó, señora,
virtud, gracia y nobleza el alto cielo;
es tu casta hermosura rico velo,
digno del alma regia que atesora.

   Tú del místico fuego guardadora,  5
del desvalido perenal consuelo,
pasas haciendo bien por este suelo:
la santa caridad tu techo mora.

   Prez y decoro de tu estirpe clara,
luz de tu esposo, gloria de tus lares  10
más que por timbres cien, por ti soberbios.

   El sabio Salomón te comparara
a la amante mujer de los Cantares,
a la fuerte mujer de los Proverbios.






Soneto


   Volaste, alma inocente, alma querida,
fuiste a ver otro sol de luz más pura;
falsos bienes de vida que no dura
truecas por bienes de la eterna vida.

   Por Dios llamada, para Dios nacida,  5
ya de vana ilusión vives segura;
feliz te creo, pero mi ternura
con puñal de tristeza queda herida.

   ¡Desdichado mortal, insano, insano,
en llorar por los hados de quien mora  10
en palacio de eterno soberano!

   Perdona, Anarda, al triste que te adora;
tal es la condición del pecho humano;
si la razón se ríe, Amor te llora.






Soneto


   Nunca manché con vil lisonja el plectro,
nunca encomios tejí de la privanza,
ni hice puñal la lira, que a venganza
consagran vates con punzante metro.

   Consagré sumisión, respeto al cetro,  5
cuando humana pasión hizo mudanza;
nada a mis ojos vale lo que alcanza
quien sin virtudes opulencia impetra.

   Despojada de todo vine al mundo,
prestome bienes mil naturaleza,  10
que me robó mi hado furibundo;

   mi alma ansía la suprema alteza,
en deleznables glorias no me fundo,
vuelvo a la tierra pobre y sin tristeza.




Cuatro sonetos traducidos de Vicenzo Monti




I


   Arroja el precio vil; desesperado
el vendedor de Cristo al tronco asciende;
el lazo estrecha, y pronto abandonado
el yerto cuerpo de las ramas pende.

   Rechinaba el espíritu encerrado  5
en son rabioso que los aires hiende;
de Jesús blasfemaba, y su pecado
que el poder del Averno tanto extiende.

   Salió de vado, al fin, con un rugido;
aferrole Justicia, y con potente  10
dedo en la sangre de Jesús teñido,

   la sentencia escribió sobre su frente:
sentencia de inmortal llanto infinito,
y lanzó su alma al Aquerón hirviente.




II


   Descendió el alma a la infernal ribera,
y oyose gran rumor, ronco lamento;
el monte vacilaba, ondeaba el viento,
la carga en alto estrangulada y fiera.

   El ángel que la seca calavera  5
del Gólgota dejaba, en vuelo lento,
a lo lejos le vio, y en el momento
con las alas veló su faz severa.

   Los demonios el cuerpo conducían
por el aire, y su hombros encendidos  10
al pecador de féretro servían.

   Así, con estridores y alaridos,
el vagabundo espectro sumergían
de la Estigia en los valles maldecidos.




III


   Después que recobrado el alma había
la carne y huesos que en la muerte arroja,
la gran sentencia apareció en la impía
frente, en arruga transparente y roja.

   A aquella vista, como débil hoja  5
la multitud infiel se estremecía:
cual en las plantas que el Cocito moja,
cual en el hondo lago se escondía.

   Vergonzoso intentaba aquel precito
arañando su rostro con la mano  10
borrar la tersa marca del delito,

   más y más la aclaraba su afán vano:
que Dios entre sus sienes la había escrito;
ni sílaba de Dios borra el humano.




IV


   Un estrépito en tanto resonaba
que a Dite atruena en son alto y profundo;
era Jesús que, redimido el mundo,
de Averno el reino a debelar bajaba.

   El torvo pecador que le miraba,  5
ni aun osó articular leve sonido;
el llanto de sus ojos descendido
como lava de fuego le quemaba.

   Fulguró sobre el negro cuerpo obsceno
la etérea lumbre y torva llamarada  10
humeó al sonar el pavoroso trueno.

   Puso entre el humo su fulmínea espada
la justicia: alejose el Nazareno,
apartando de Judas la mirada.






A una doncella


   Cual trocose de Frigio en la marina
la Tantálida antigua en piedra dura;
cual de Tereo la consorte impura
un tiempo convirtiose en golondrina.

   Convirtiérame yo, virgen divina,  5
en espejo do vieras tu hermosura;
trocárame en la rica vestidura
que ciñe tu alba forma peregrina.

   Agua quisiera ser para lavarte,
aroma para ungir tu blanco lecho,  10
collar que circundase tu garganta,

   o cinta que ajustases a tu pecho;
sandalia quiero ser para calzarte,
porque me huelle así tu leve planta.






A Epicaris


   Soñé, mi amada, en la ideal belleza
fuente de toda luz y toda vida,
que de Dios en la mente concebida
es arquetipo de inmortal grandeza.

   Y yo la contemplaba en su pureza,  5
de veste candidísima ceñida,
en la tierra su planta sostenida,
oculta entre las nubes su cabeza.

   espíritu celeste, alma del mundo,
que presta al orbe su fecundo aliento,  10
soplo que anima la materia impura;

   y al despertar de sueño tan profundo,
vi encarnarse y tomar forma y acento
la belleza ideal en tu hermosura.






A Gumersindo Laverde Ruiz


   Noble campeón de la española ciencia,
por quien renace la inmortal memoria
de Soto y Suárez, la olvidada gloria
de Lulio y Foxo, Vives y Valencia.

   Ellos del ser la inescrutable esencia,  5
del pensamiento la agitada historia,
del espíritu humano la victoria
y el potente afirmar de la conciencia.

   Con lengua revelaron soberana;
mas sus nombres cubrió silencio triste  10
hasta que tú avivaste el sacro fuego.

   Por ti, que tal tesoro descubriste,
no envidiará ya más la gente hispana
al germano tenaz, al sabio griego.






En Roma


   ¡Y nada respetó la edad avara...
ni regio pueblo ni sagradas leyes!
En paz yacieron extranjeras greyes
do la voz del tribuno resonara.

   No ya del triunfador por gloria rara  5
siguen el carro domeñados reyes,
ni de Clitumno los hermoso bueyes
en la pompa triunfal marchan al ara.

   Como nubes, cual sombras, como naves
pasaron ley, ejércitos, grandeza...  10
Sólo una cruz se alzó sobre tal ruina.

   Dime tú, oh Cruz, que sus destinos sabes:
¿Será de Roma la futura alteza
humana gloria o majestad divina?






Dedicatoria


   Recibe de mis versos el presente
debido a tu belleza soberana,
en tus aras tal vez ofrenda vana,
tal vez recuerdo de mi amor ardiente.

   Yo vi, señora, tu beldad riente  5
en la sonante playa layetana,
donde eleva Favencia la romana
hacia las nubes su murada frente.

   Te vi, te amé, mi corazón fue preso
entre los rayos de tus claros ojos,  10
entre las nubes de tu crencha hermosa.

   ¡Feliz quien pueda, de tus labios rojos,
ebrio de amor, arrebatar un beso,
y venga sobre mí la muerte odiosa!






Soneto


   No sé por donde lleva mi fortuna
el curso vago de mi incierta vida,
por recios huracanes combatida,
desde el primer sollozo de la cuna.

   Ora esplendor de gloria me importuna  5
de la ciencia en las lides adquirida;
ora es mi alma del amor herida,
y me lamento al rayo de la luna.

   Paso la vida entre memorias tristes,
recordando la faz de mi Belisa;  10
y como cera me deshace el llanto.

   ¡Oh los que alguna vez su rostro vistes,
su dulce boca, su gentil sonrisa,
decidme si hay olvido a tal encanto!






Soneto


   Lágrimas rinden al varón robusto,
llanto derrama el ternezuelo infante,
lágrimas vierte el afligido amante,
llora el mendigo y el monarca augusto.

   Porque es el llanto entre el placer y el gusto  5
recuerdo del dolor que va delante,
y en la copa del néctar espumante
mezclado con la dicha está el disgusto.

   En el pesar es dulce medicina,
que blanda cura las humanas llagas;  10
el llanto cava hasta la dura losa.

   Rinda mi llanto, pues, madre Erycina,
cual suave filtro de hechiceras magas,
el pecho de Belisa desdeñosa.






Soneto


   Cual suele por las puertas del oriente
al rojo despuntar de la mañana,
desplegando su manto de oro y grana,
mostrar la aurora su risueña frente.

   Y retratarse en límpida corriente,  5
que murmurando entre las flores mana,
el rostro de la niña soberana
guiando su carroza refulgente.

   Así brillaste tú, dulce Belisa,
ante mi vista ¡oh Dios! un solo instante;  10
y yo pensé encontrar, ángel de amores,

   tu voz en el suspiro de la brisa,
en la faz de la Aurora tu semblante,
tu aliento en el perfume de las flores.






Soneto


   Ensalce a Laura el amador toscano
en dulce canto y cítara sonora;
el que viva la amó, muerta la llora,
condense en Beatriz saber cristiano.

   Con noble voz y aliento sobrehumano,  5
por cuanto baña el mar y Cintio dora;
haga inmortal el nombre de Eliodora
el divino poeta sevillano.

   Y respondan las ninfas a su acento
con dulce halago y apacible risa,  10
del Betis en la plácida ribera:

   Que al nombre celestial de mi Belisa
al olvido darían su tormento
Dante, Petrarca y el divino Herrera.






ArribaAbajoMichelena Fortoul, Rafael

Caracas. Venezuela. Siglos XIX - XX




A Margarita Xirgú


   Grabar quisiera en bronce duradero
el laude a vuestro nombre ilustre y puro,
pues ya él es timbre de prestigio ibero
y anticipada estrella del futuro.

   Para gloria del Arte, brilla inhiesto  5
el numen de la Raza en vuestra aureola,
y es la red la virtud de vuestro gesto
el claro gesto de la fe española.

   ¡Bien está en vuestras manos tal emblema,
porque es triunfal anunciación de aurora  10
y tiene noble eternidad de gema!

   Con él unís los júbilos hermanos,
¡pues todo amor nos ofrecéis, Señora,
el corazón de España en vuestras manos!




ArribaAbajoMiguel y Romón, Antonio

Valladolid. Siglo XIX - XX

Poeta y médico.




Elogio del soneto


   Eres del arte singular modelo,
por sonoro, brillante y levantado.
¡Cuánta belleza en ti se ha relevado,
recogida en la tierra y en el cielo!

   De tus catorce versos en el vuelo  5
¡cuánta sublimidad has compendiado!
Lo mejor de la vida has ensalzado,
y aun de la muerte el pavoroso hielo.

   ¡Oh Soneto! ¡Oh gentil arquitectura!
¡Oh dechado de clásica estructura,  10
por tu esbeltez, tu gracia y tu armonía!

   Al refulgir en tu final la idea,
en ti el alma hechizada se recrea
con gozosa emoción de poesía.




ArribaAbajoMilanés, José Jacinto

Matanzas (Cuba). 1814 - 1863

Poeta y autor teatral.




El amor


   Cuando al salir el mundo de la nada
en espantosa oscuridad yacía
natura inmóvil, muda, y no infundía
vida el calor en la materia helada:

   Del seno de los cielos inflamada  5
una voz se lanzó que «Amor» decía,
y Amor, Amor, alegre repetía
la creación de súbito animada.

   Lleno de majestad el sol primero
la tierra fecundó con sus ardores  10
a luz sacando el universo entero.

   Y entre mil seres y fragantes flores,
arrullada del aire placentero,
la belleza nació, reina de Amores.




En los días de A. F.


   ¡Qué montaña, qué prado, o qué ribera
en su ameno recinto albergue ha dado
a una ninfa cual tú! ¿Ni quién cantado
habrá nunca beldad más hechicera?

   ¡Oh, Almendares feliz! si acaso viera  5
el Támesis en bellas tan preciado,
la hermosa que tú abrigas despechado,
de envidia y de rubor su curso hundiera.

   Y mi cítara humilde, al sentimiento
solo avezada del dolor sombrío  10
¿celebrarla podrá con digno acento?

   ¡Ay! no la cantaré; que al labio mío
expresar no le es dado lo que siento,
y mis votos callando al cielo envío.




A las ninfas cubanas


   ¡Oh amada y dulce Cuba! a quien inunda
de esplendor y de vida el sol ardiente,
y en cuyo fértil suelo floreciente
la amistad y el amor sin dolo abunda.

   Tus ninfas cantaré, mientras fecunda  5
en fuego juvenil arda mi mente,
y mientras pueda el corazón vehemente
sentir la llama en que mi bien se funda.

   Amor el estro celestial me inspira,
y en noble gratitud yo mis cantares,  10
mi ambición le consagro, mi alma y lira.

   «Amor» suene en tu orilla ¡Oh, Almendares!
y hasta el confín donde la luz expira,
«Amor» repitan los inmensos mares.




Mi destrucción


   Bien pronto ¡ay Dios! la muerte asoladora
en la nada hundirá mi triste vida;
mi huesa, entre mil huesas confundida,
ni el sitio marcará do el cuerpo mora.

   De otro siglo la planta triunfadora  5
la tierra de mi tumba removida
hollará con desprecio, ya perdida
toda memoria de que existo ahora.

   La misma a quien yo adoro, de la flores
que el jugo tomen de mi tronco helado,  10
respirará sin pena, ¡ay! los olores...

   ¡Oh mundo miserable! ¿a qué me has dado?
a conocer la gloria, los amores,
y vivir, para ser luego olvidado.




Amar y morir


   Bella es la edad, cuando el amor convida
con un incontrastable poderío
a darte el corazón, ídolo mío,
y a hacer de ti mi júbilo y mi vida.

   ¿Cuál cosa habrá que idolatrar me impida  5
tu rostro y talle, en que beldad y brío
ponen con duplicado señorío
un grillo eterno a mi ventura huida?

   Ser del todo feliz ninguno sabe,
así lo dice el rey y así el esclavo,  10
por tener la esperanza cosas de ave.

   Mas yo que nunca de adorarte acabo,
digo que es carga plácida y suave
morir de amor, si al fenecer te alabo.




A una pordiosera


   ¿Es girar tu destino, como gira
el vago insecto entre el charcal y el lodo,
pobre mujer, y con doliente modo
mirar a la ciudad, que no te mira?

   La compasión profunda que me inspira  5
esa orfandad, que siento y que no apodo,
quisiera yo, para cumplir con todo,
dársela al son de mi tronchada lira.

   ¡Oh! vuelva a ti los compasivos ojos
aquel buen corazón, que a ti se hermane  10
y abra a tus tristes lágrimas el seno.

   Que también eres tú flor entre abrojos,
sol que nube no habrá que le profane,
perla gentil que se escondió en el cieno.




La ilusión


   Cuando la mano del benigno sueño
mis ojos cierra y mi velar halaga,
en torno de mi lecho vuela y vaga
fantasma bella de mirar risueño.

   Ora alegre me mira, ora con ceño;  5
pero ceño gentil de hermosa maga:
Ora ¡bálsamo dulce a mi alma aciaga!
vierte en mi labio un ósculo halagüeño.

   Y ya con lengua angélica me dice
palabras como música o me abriga  10
bajo sus grandes transparentes alas.

   ¿Quién eres pues, espíritu felice?
¿Naciste en este mundo de fatiga,
o pisas ángel las celestes salas?




Esperanza


   Cuando despunta en el dormido cielo
la blanca y pura luz de un almo día,
suelo decir a la ventura mía:
¿Vendrás tal vez a coronar mi anhelo?

   Mas cuando tiende el sonrosado velo  5
la muelle tarde por la esfera umbría,
llora perdido al fin mi alma vacía
aquel placer, que examinado es duelo.

   ¿Esperar, esperar es la sentencia
que la fatalidad aterradora  10
señala a aquel que nuestras breñas pisa?

   Pero mentí: la dulce Providencia
me ofrece un sol, como me dio una aurora,
y es esplendente sol brilla en Beliza.




Abril y amor


   No es bello Abril porque la tierra enflora,
y hace más denso el bosque y fresco el río,
y el aire más vital, y el cielo pío
con un azul más lánguido colora.

   Ni porque en él la purpurina aurora  5
viste un cendal aéreo de rocío,
y le es la tarde al trovador sombrío
más serena en verdad e inspiradora.

   Ni porque trina el pájaro en la rama,
y es todo amenidad, todo belleza,  10
todo paz, todo luz, todo sonido.

   Bello es Abril porque en Abril se ama,
y nos parodia en él naturaleza
las dulces glorias del Edén perdido.




Invierno en Cuba


   Benigno alumbra el sol: suelto ya el río:
No falta hoja ni rama al mango airoso:
El verde de la mar es más hermoso,
y el azul de los cielos más sombrío.

   El pie quiere bailar a su albedrío:  5
la mano quiere asir: todo es reposo.
La mente fresca: el corazón dichoso:
tal es en Cuba la estación del frío.

   Monta el guajiro en su retinto bravo,
y alrededor de su potrero gira  10
por solo andar, sin que se canse al cabo.

   Brama el toro de amor y no de ira,
silba y salta el zorzal, canta el esclavo,
y nada apesadumbra y todo admira!




El mar


   ¡Oh, que bello es el mar cuando en Oriente
su mansa ondulación el sol platea!...
El delicioso azul que lo hermosea
no se puede pinta, sólo se siente.

   ¿Y qué diré, cuando el planeta ardiente,  5
tendido en el ocaso, centellea?
Parece que suspira y clamorea
porque el astro gentil no se le ausente.

   Y si después al ascender la luna
lo vemos, quien traducirá el acento  10
con que nos habla el mar?... No hay voz alguna.

   ¿Quién pintará el augusto movimiento
con que agita las olas una a una
del manto deslumbrante y opulento?




El indio enamorado


   ¿Piensas en mi rival, Aloide mía?
Antes escucha. Entre la calma etérea
ya con ala temblante en danza aérea
gustó el colibrí el pétalo de un día.

   ¿No es hora ya de amor? La ancha bahía  5
con su móvil cendal de tinte acérea
brinda a nuestra gimnástica funérea
la orla blanda y fugaz de su onda fría.

   Antes que con él nade en giro ardiente,
ni el primer emplumar del tocoloro  10
en el areíto adornará mi frente.

   Ni garza azaré, ni alción canoro:
ni adoraré tras el palmar durmiente
la amiga luz de tus chagualas de oro.




ArribaAbajoMilanés, María Luisa

Oriente (Cuba). 1893 - Bayamo. 1919




Tú no sabrás jamás


   ¡Tú no sabrás jamás! dice a mi grito
la esfinge silenciosa de granito
que clava en la oquedad de lo infinito
sus ojos claros, de mirar prescito:

   ¡Tú no sabrás jamás! Y en el maldito  5
vacilar de mi fe va el exquisito
voluptuoso temblor que es un delito
de leso amor, porque con él suscito

   ese miedo cerval que engendra el grito
que a los ojos tranquilos de granito  10
piden el cruel secreto de infinito,

   pesar que causa mi dolor prescito.
¡Tú no sabrás jamás!...dice a mi grito
la esfinge impenetrable de granito!....




Placeres mundanales


   Placeres mundanales que el sendero
esmaltáis de la vida fatigosa,
huid lejos de mí, que sólo quiero
de mi tranquilidad la paz hermosa.

   Postrada ante las plantas virginales  5
del Mártir del Calvario, su clemente
perdón quiero implorar. mientras mi frente
se lava de su sangre en los raudales.

   Quiero pedirle que mi vida acabe
antes que yo le ofenda en algo grave.  10
Que me de verla allá en el Paraíso

   puesto que con su muerte así lo quiso.
Que como me dio vida con su muerte
me de morir en El con alma fuerte.




Se alegra el aire


   Se alegra el aire, llena de belleza
brilla en la sombra luz esplendorosa,
llegaste tú por fin, en toda cosa
hace huir tu presencia la tristeza.

   Canta en la fronda el ruiseñor parlero,  5
murmura mil canciones en la brisa,
huye mi vista el llanto lastimero
y recobran mis labios la sonrisa;

   late mi corazón, lloran mis ojos,
mi boca entona un salmo de alegría  10
y tu mano se enlaza con la mía

   apartando al momento mis enojos,
mientras exclamo, de embriaguez rendida:
¿es qué ha salido el sol, luz de mi vida?




No pude comprender


   Me abisma no entender, bello Narciso,
la ingenua admiración que te arrebata
y te fascina en la onda azul y plata...
Claro que para ti es un paraíso

   mirar tus ojos bellos y tu seno,  5
tu sonrisa, tu frente, tu figura,
llena de majestad y de dulzura...
Pero ¿no piensas que haya algo de bueno

   que distraiga tus ojos y tu mente,
fije más alto tu mirar sereno  10
y entretenga tus horas dulcemente.

   ¡Quisiera comprender mi alma sencilla
la perfecta hermosura de tu frente,
donde jamás el pensamiento brilla!




Ya no soy para ti


   ¿Qué soy yo para ti? Sólo un guiñapo
que al aire ondeó cual gonfalón de ensueño.
Perdió la novedad, pasaste el rato,
y hoy dejarlo de ver sólo es tu empeño.

   ¿Me has querido? ¡Jamás! Te ha deslumbrado  5
lo raro que encontraste en mí: la vida
intensa e interior, no conocida
por ti jamás en nadie. Y a mi lado

   bebiste mis palabras cadenciosas,
mi gesto recogiste en tu retina,  10
aquilataste cántigas hermosas,

   mimó tu oído mi canción divina
en horas dulces que te dio mi trato...,
¡y hoy... no soy para ti más que un guiñapo!




Cuando las mariposas


   Cuando las mariposas doradas del recuerdo
traigan a tu memoria tu cobarde vileza,
mi pesar silencioso y mi enorme tristeza;
cuando las mariposas de fuego de la gloria

   hayan rozado alegres mi cabeza precita,  5
iluminando un nombre y aclarando una historia;
cuando las mariposas azules de añoranza
te vuelvan del pasado la oscura lontananza,

   trayendo a tus oídos con una crueldad loca
los conceptos vertidos por tu infamante boca;  10
cuando las mariposas de un cruel remordimiento,

   negras y silenciosas vayan a ti, indecisas,
yo pasaré serena, y, olvidando tu infamia
alumbraré tus pasos con mis tristes sonrisas.




¡Espero!


   Yo, que a nadie hice mal, que he recogido
el padecer ajeno, que he buscado
alivio a los pesares de otro, olvido
a penas que jamás he ocasionado.

   Yo que de Cristo la doctrina austera  5
he practicado, sin rendir tributo
a la venganza ni al placer, severa,
sin esperar de mi conducta el fruto...

   Ya conocí, por fin, la sierpe inmunda
que emponzoñóme artera y vagabunda,  10
y herido el corazón en la contienda,

   al comprender que ayer fue desacierto,
¡hoy me siento a la puerta de mi tienda
a ver pasar a mi enemigo muerto!




ArribaAbajoMillás, Manuel

España. Siglo XIX - XX

Poeta.




Lo que más me gusta


   Me gusta ver el cielo transparente
cuando en él luce Febo su hermosura;
disfruto contemplando la natura
cuando asoma la aurora por oriente;

   me admira ver el mar cuando imponente  5
azota los peñascos con bravura;
me encanta una magnífica pintura
y oír de melodías un torrente;

   embriágame el perfume de las flores,
deléitame escuchar la voz del sabio  10
y el canto de los tiernos ruiseñores:

   mas todo lo trocara sin agravio
por conseguir, imán de mi amores,
un solo beso de tu puro labio.




ArribaAbajoMiquel, P. I.

España. Siglo XIX

Poeta.




A la memoria de don Pascual Pérez


   ¿Cuál, muerte, es tu poder? Rompes la inerte
frágil materia que encarcela el alma.
Mentira es tu poder, tú no eres fuerte;
sobre tus yelmos se alzará una palma;

   Cabe la fosa, de tu cetro emblema,  5
ondula a tu despecho una memoria;
sobre tu frente el misterioso lema
traza gigante el genio de la gloria.

   Morir es el saber de otra vida
los ocultos misterios que yo ignoro,  10
y al recordarte, Pérez, no, no lloro,

   que con buril de luz miro esculpida
en la piedra que cubre tus despojos
cifra que ciega con su luz mis ojos.




ArribaAbajoMirabal, Lutgarda

Cuba. Siglo XIX




Soneto


   Tú que pasas aquí, céfiro amante,
rizando fuentes y halagando flores,
a unas el alma hurtando en sus olores,
y a las otras frescor refrigerante.

   Detén el vuelo y óyeme un instante,  5
que un mensaje tiernísimo de amores,
fiar quiero a tus alas, de rumores
henchidas siempre, en tu girar constante.

   Hacia allá, cefirillo, por do helado
viene el Bóreas silbando un ser respira,  10
que es ¡cuál nadie lo fue! céfiro amante;

   bien que adorando por dudar suspira;
pues bien: vuela hasta él y allá en son tierno
dile: «tuyo es su amor, tuyo y eterno».




ArribaAbajoMiranda, Carlos

España. Siglo XIX - XX

Poeta.




Infecundidad


   «Negándote a inspirar a tu “poeta”,
me colocas ¡oh Musa! en grave aprieto:
catorce versos dicen que es soneto,
y el que yo los escriba, ¿no te peta?...

   Desciende sobre mí, y estate quieta;  5
¡que yo también al yunque me sujeto,
y a la atroz disciplina me someto
de llegar, paso a paso, hasta la meta!

   Sóplame un momentito, y luego vete
volando por ahí con rumbo ignoto;  10
¡pero no me coloques en un brete!

   Sólo hacer un terceto necesito;
¡mas ya las manos de placer me froto,
pues veo que he llegado al finiquito!»



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