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ArribaAbajoUgarte y Pages, Francisco Javier

Barcelona. 1852 - Madrid. 1919

Político y periodista, en varias ocasiones ministro. De la Real Academia de la Lengua.




El soneto


   Rey de la rima, artífice sin par,
noble mantenedor del bien decir,
tan fácil al impulso del reír
como dócil al ritmo del llorar.

   Nota mística o plácido cantar,  5
voz del pasado o voz del porvenir,
sabe amar, conmover o persuadir,
predicador, filósofo o juglar...

   -¡Padre Lope! De hinojos ante vos,
roto el casco, sin lanza y sin arnés,  10
quiero dar al soneto un triste adiós...

   Confieso, arrepentido, a vuestros pies,
que he escrito -¡perdonadme!- ciento dos...
¡Y os juro no escribir el ciento tres!






Mi canto


   Canto la vida, las dulzuras canto
del bien sin tacha que feliz disfruto:
ni el oro envidio, ni el honor disputo,
que tanto halagan y deslumbran tanto.

   Bendigo de mi hogar el mudo encanto,  5
y del trabajo saboreo el fruto...
Mi numen y mi afán: ¡doble tributo
con que hasta Dios el corazón levanto!

   Calle el tedio del alma endurecida,
entre dudas rebelde prisionero...  10
Yo, como el ave que dichosa anida

   bajo la sombra del campestre alero,
canto la tierra en paz, canto la vida,
¡porque te amo, Señor, creo y espero!...






El Padre Eterno


   Quisiera ser tan recto, Padre mío,
de virtud tan profunda y acendrada,
que a servirte y honrarte consagrada,
mi vida te rindiese el albedrío.

   ¿Qué es, ¡ay!, la libertad en el vacío  5
del abismo insondable de la nada?...
Mas me place que oriente mi jornada
la dulce esclavitud del bien que ansío.

   Sométeme a tu arbitrio soberano;
dame, Señor, tu inspiración constante,  10
y yo bendeciré la excelsa mano

   que dirija mi paso vacilante:
no fue nunca la brújula tirano,
sino guía y sostén del navegante.






Los troqueles


   Unidos la ambición y el desaliento,
me empujaron, esquife sin amarras,
entre escollos, vorágines y barras,
a merced de las ráfagas del viento.

   Y airado y fiero cual chacal hambriento,  5
el mal me atrajo y me clavó sus garras...
¡Qué más me humillas cuanto más desbarras,
oh rebelde y versátil pensamiento!...

   Perdona, ¡oh Dios!, al que perdón te pide...
El dulce afán con que mi amor recobras,  10
ni el bien aplaza, ni el agravio mide...

   Y haz que, libre de angustias y zozobras,
al forjar mis ideas... ¡nunca olvide
que ellas son los troqueles de mis obras!...






Bienaventurados...


   ¿Será verdad, Señor, que los mortales
a quienes Tú con mano lisonjera
colmas en esta vida pasajera
las venturas y halagos terrenales,

   no podrán asomarse a los umbrales  5
de tu inmutable Gloria duradera,
rotas las alas con que a la alta esfera
se remontan las águilas caudales?...

   Yo no creo que el bien aquí gozado
sea siempre, Señor, el bien perdido  10
en la mansión que al justo has reservado...

   pero -feliz por tu favor- no olvido
que Tú dijiste: -¡Bienaventurado
el mísero, el doliente, el perseguido!...






Mi pequeñez


   Dondequiera, Señor, miro tu mano
que me ampara benévola y me guía:
sin tu fecunda protección sería
mi anhelo estéril y mi esfuerzo en vano.

   Bajando de las cumbres hasta el llano  5
como el alud que la tormenta envía,
juguete de los vientos rodaría,
privado de tu auxilio soberano...

   Mas ya a inquietarme y confundirme empieza
esa tenaz abrumadora duda:  10
¿merece el pecador que tu grandeza

   a remediar su pequeñez acuda,
y te apiades, Señor, de su flaqueza
y solícito vengas en su ayuda?...






Plus ultra


   Más allá, más allá, dice el creyente.
-No hay más allá, replica el descreído.
-Hay un cielo a los justos prometido.
-No hay más felicidad que el bien presente.

   -No todo acaba aquí. -¡Pobre inocente!  5
Eres polvo y en polvo convertido
volverás a la tierra. -Yo no olvido
que mi alma ha de vivir eternamente.

   -¿La eternidad?... ¡El pan de cada día,
el deleite fugaz de cada hora!...  10
-¿Y después?... -Nada más. La tumba fría,

   donde todo se extingue y se evapora...
Donde triunfa el dolor , santa ironía
que aun alienta al que reza y al que llora.






Voz de Dios


   ¡Cuántas veces, Señor, el mundo aislado,
en apacible soledad amiga,
mi corazón, rendido a la fatiga,
a tus pies reverente se ha postrado!...

   ¡Cuántas veces mi amor te ha suplicado  5
que tu mano piadosa me bendiga,
pues mi propia conciencia me castiga
a velar el cadáver de un ahorcado!...

   Y ante él, ante mis culpas, he aprendido
que jamás tu clemencia me abandona:  10
nací para servirte... ¡y te he ofendido!...

   ¿Quién a tu siervo, como Tú, perdona,
y con voz paternal dice a su oído:
«¡Tuyo soy!, mi corona es tu corona»?






Ni Dios ni amo


   Roto el respeto de la ley divina,
tu astucia burlará la ley humana...
¿Qué es la moral sin Dios?... Palabra vana,
tenue luz que ni abrasa ni ilumina.

   Roba, incendia, destruye y asesina...  5
Libre es tu voluntad y soberana,
si el dulce freno de la Fe cristiana
tus bárbaros instintos no domina.

   ¡Necio el que sufre! ¡Imbécil el que llora!...
A reír y gozar... Tal es tu oficio.  10
Difama sin piedad la redentora

   escuela del dolor y el sacrificio...
¡Y hará tu carcajada triunfadora
inmune la maldad sagrado el vicio!






Post nubila...


   Señor, Señor, que se me va la vida;
detén el rayo que extinguirla intenta:
oigo el ronco fragor de la tormenta
que sobre mí retumba enfurecida,

   y trémulo -sacrílego deicida,  5
cómplice de tu muerte y de tu afrenta-,
tu cólera implacable me amedrenta
y tu excelsa justicia me intimida...

   ¡Tu justicia, Señor! La ley que ampara
al inocente, al triste, al desvalido,  10
de Ti, inflexible y dura, me separa...

   Pero si grande mi maldad ha sido,
más grande es tu clemencia... ¡nunca avara
del perdón, de la gracia, del olvido!...






Corazón adentro


   ¡Cuán solo estoy, Señor! Huyo aterrado
del vaivén de la inquieta muchedumbre,
que, gimiendo en perenne servidumbre,
la libertad pregona del pecado...

   Y ¡qué espantosa soledad!... Cegado  5
por el vaho de la ambiente podredumbre,
giro errante, sin faro que me alumbre,
como rojo batel desarbolado...

   Pero ¿estará tan sola el alma mía
si en Ti mi amor y mi dolor concentro,  10
y feliz en tu dulce compañía

   tu auxilio busco y tu piedad encuentro?
-¡Triste, Señor, mi condición sería
si no te hallara corazón adentro!...






La adoración de la Cruz


   Te adoro, ¡oh Dios!, ante la Cruz te adoro,
y a tu bondad mi perversión someto:
tu amor invoco, tu poder respeto,
tu gloria ensalzo... ¡y mi perdón imploro!

   Vibre tu verbo plácido y sonoro  5
en mi turbado corazón inquieto,
rebelde al torpe, abrumador secreto
de mis culpas sin fin, que triste lloro.

   Sé el Dios de la piedad. Padre clemente,
propicio siempre a redimir las faltas  10
del hijo pecador o delincuente...

   ¡Tú, que desde las cúspides más altas
calmas el mar, serenas el ambiente,
el sol enciendes y la tierra esmaltas!...






Mundo


   ¡Ay del mundo, ese Rey enloquecido
que te ultraja, Señor, y que te niega,
y rebelde y satánico se entrega
al placer, a la crápula y al ruido!

   Por su propia maldad envilecido,  5
de la ciénaga inmunda en que se anega
ni el agua brota, que los campos riega,
ni se alza el ave, que fecunda el nido.

   Sordo al deber, al sacrificio ajeno,
ciego a la luz del ideal cristiano,  10
«no es bueno el mundo», ni jamás fue bueno.

   ¡Ay de él, Señor, si tu potente mano
libre le deja para hollar sin freno
el lodazal del egoísmo humano!...






Demonio


   Es el poder de Satanás tan grande
porque son sus ministros los placeres:
¿qué pretende tu afán? ¿qué es lo que quieres?
El dará a tu ambición cuando demande.

   Mas ¡ay!, como a tus súplicas se ablande,  5
ni tregua, ni piedad, ni calma esperes:
el oro, el vino, el juego, las mujeres...
¡No hay puñal que a su golpe se desmande!

   Y te herirá implacable, mientras ría
con la mueca procaz que al cielo plugo  10
imprimir en su boca... ¡Mueca impía,

   tras la cual es su abrazo áspero y yugo;
llanto acerbo, la frívola alegría;
el deleite, despótico verdugo!...






Carne


   ¿Ves rugiente y sin tino, de la altura
despeñarse la rota catarata
que, sembrando el estrago, se dilata
a través de la plácida llanura?

   Así, indócil, tu espíritu tortura  5
y con ímpetu fiero te maltrata
el instinto carnal, que hiere y mata
cuando más te deleitas en la hartura.

   -¡Oh virgen del altar!... ¡Cuál resplandece
al fulgor de tu púdica belleza  10
el blasón que tus votos ennoblece!...

   como la flor del campo en la maleza,
bajo tu blanca toca se guarece
la virtud más hermosa... ¡La pureza!...






Naufragos


   Demandando, Señor, piedad y olvido,
llega a Ti mi indigencia desvalida:
alma por las borrascas combatida,
busco el calor y la quietud del nido.

   Morir quiero, Señor, como he vivido,  5
abrazado a tu Cruz, mi dulce égida,
que es la fe para el náufrago en la vida
faro entre cielo y tierra suspendido.

   Así la frágil, perseguida nave,
refugio pido al abrigado puerto  10
y el beso espera de la brisa suave...

   Así, cansada de su rumbo incierto,
a la alta esfera se remonta el ave,
peregrina del mar y del desierto...






Contrición


   ¡Tu siervo soy, Señor!... Alza tu brazo
y sobre mí tu cólera descarga:
no aborrezco la vida por amarga,
ni por duro tu látigo rechazo.

   ¡Tu siervo soy, Señor!... En dulce lazo  5
tu Justicia me atrae, tu Amor me embarga;
a corta pena, recompensa larga...
-¿Quién mide el riesgo, ni escatima el plazo?...

   Redoble tu rigor la pesadumbre
de la Cruz que me das en penitencia;  10
para llegar con ella hasta la cumbre

   alientos pediré a tu Providencia,
y así mi pasajera servidumbre
don eterno será de tu clemencia.






Rebeldía


   ¿Qué intentas descubrir?... ¿La ley suprema,
misteriosa razón desconocida,
que hace al par de la muerte y de la vida
el más grave recóndito problema?

   Pues no hallarás ardid o estratagema  5
que burle a Dios y tu fracaso impida,
¡mal que pese a tu ciencia envilecida,
cuya antorcha no alumbra... pero quema!...

   ¡Ay del rebelde que inquirir procura
cuanto la humana pequeñez ignora!...  10
Es ave errante que en la noche oscura

   sin rumbo cierto el horizonte explora
y audaz pretende trasponer la altura,
queriendo ¡en vano! anticipar la aurora...






¡Pobres, pobres!


   Tengo frío, Señor, y acongojado
en vano busco bienhechor abrigo;
tengo sed, y saciarla no consigo,
a la aridez del yermo condenado.

   Hambre tengo, y me juzgan deshonrado  5
si las migajas del festín persigo;
triste lloro, y jamás lloran conmigo
el ahíto, el feliz, el potentado...

   Pues soy pobre, Señor, y soy tu imagen,
¿consentirás que, al implorar su ayuda,  10
el bien me nieguen y tu ley ultrajen?...

   En trizas el deber, la fe en añicos,
derrumbado el hogar, la piedad muda,
¡pobres pobres, Señor!... -Y ¡pobres ricos!...






El mejor sermón


   Martes de Carnaval. A paso lento
recorrió la ciudad, entre el ruido
de la turba y con ella confundido
un fraile demacrado y harapiento.

   Al volver, mudo y grave, a su convento,  5
el lego preguntóle sorprendido:
-¿No dijo su merced que hemos salido
a predicar? -Y consumé el intento.

   ¡Vaya un sermón el que hemos publicado!,
el fraile replicó: -Nuestra presencia  10
¡a cuánto pecador habrá angustiado!...

   ¿Quién no escucha la voz de la conciencia,
cuando llama a la puerta del pecado,
en medio del placer, la penitencia?...






Cobardía


   Sube el alma, cual águila, a las cimas
en que de nubes se corona el cielo,
y hasta el trono de Dios levanta el vuelo,
viajera de otros mundos y otros climas.

   -Llego, Señor -exclama-, a que redimas  5
la inquietud de mi amargo desconsuelo:
el cuerpo a que me uniste. Pudre el suelo,
mientras en nuevo ser mi vida animas.

   Al postrarme a tus pies atribulada,
víctima de la carne y su vileza,  10
¿seré por tu justicia condenada?...

   -Mancillaste el blasón de tu nobleza...
-Capitulé, Señor. -Quien ciñe espada
no rinde sin luchar la fortaleza.






A una lágrima


   Lágrima de mis ojos desprendida,
que, surcando mi rostro dolorido,
a mi espíritu ciego has infundido
la visión de la tierra prometida:

   Eres la fe en lo Eterno, la escondida  5
fuente de la piedad y del olvido...
-El llanto bienhechor por mí vertido
ha fecundado el yermo de mi vida.

   Ven a mí, ven a mí, lágrima ardiente,
pues me das la esperanza halagadora  10
de que hay un Dios que acoge sonriente

   al infeliz mortal, que sufre y llora...
-Del último fulgor del sol poniente
nace el primer destello de la aurora.






La suprema grandeza


   Por qué has de consentir la culpa impía,
que te ofende, Señor, y tu ley santa
con orgullo satánico quebranta,
en perenne y odiosa rebeldía?...

   Quizá por redimir el alma mía  5
tu piedad a mis yerros se adelanta,
pues tu mano a los míseros levanta
y en el dolor consagras la alegría.

   En pos del huracán y la tormenta
el sol con mayor brillo resplandece...  10
Así tu amor mi confusión ahuyenta,

   y radiante mi duda desvanece:
que también tras la culpa, que te afrenta,
erigiste el perdón, que te engrandece.






Regeneración


   Pronto, pronto, Señor, ven en mi ayuda
mira que de tu amparo necesito,
porque, víctima y reo de delito,
ni el bien disfruto, ni tu ley me escuda.

   Vencido estoy en la batalla ruda  5
y de tu reino celestial proscrito;
si oyes mi triste, desolado grito,
tu enojo calma y mi destino muda.

   Clavado por mi culpa en vil madero,
con tu sangre bendito y perfumado,  10
amor me ofreces y perdón espero...

   Sálvame de la afrenta del pecado
y muéstrame el más corto derrotero
para llegar Ti... ¡regenerado!






Lumen dei


   ¿Qué es la Gracia, Señor?... Rayo divino
que el corazón del pecador inflama
y ardor le infunde y claridad derrama
a través de su lóbrego camino;

   iris de paz al triste peregrino,  5
místico faro, refulgente llama
a cuya luz la humanidad proclama
árbitro a Dios de su inmortal destino.

   La nube gris que en el espacio flota,
sucumbe al sol tras la tormenta ruda  10
que el mar encrespa y el vergel azota...

   Así, al caer las sombras de la duda,
entre esplendores la Esperanza brota,
vibra el Amor con elocuencia muda...






Mirando arriba


   Siento que el peso del dolor me oprime:
mi cuerpo, cual mi espíritu, vacila,
y mi vida, antes plácida y tranquila,
inquieta lucha y fatigada gime.

   Aun la muerte, Señor, no me redime  5
del hondo malestar que me aniquila;
mas bruñe y templa y sin piedad afila
el corvo acero que implacable esgrime.

   Ella vendrá, callada y a deshora,
como ladrón que de improviso hiere  10
al torpe, descuidado caminante...

   ¡Feliz quien, al lucir la eterna aurora,
cuando la carne corrompida muere,
eleva el alma en ascensión triunfante!...






Dame una espada


   ¿Por qué he de amar y apetecer la vida,
si es mi vida durísimo tormento,
que a la vez voluntad y entendimiento
flagela sin piedad y sin medida?

   No ambiciono vivir. Mi alma, rendida  5
al rigor del continuo sufrimiento,
feliz, Señor, contemplará el momento
que ponga fin a su misión cumplida.

   El pájaro se esconde en la enramada
cuando ruge el ciclón... -Mas, ¡ay!, ¿mi suerte  10
me obliga a pelear?... Dame una espada,

   infúndeme la fe del hombre fuerte
y haz, Señor, que termine mi jornada
vencedor de la vida... y de la muerte.






Grito de un culpable


   De la mano de Dios abandonado,
el sello de Satán llevo en la frente:
que arrastra mi conciencia eternamente
el grillete maldito del pecado.

   Para salir, Señor, de tal estado,  5
mi frágil voluntad es impotente,
a asfixia condenada en el ambiente
que emponzoña la vida del malvado.

   Me aborrezco a mí mismo y me desprecio,
derrumbado hasta el fondo de la sima  10
donde oculto, Señor, mi orgullo necio...

   Mi espíritu conforta, me fe anima:
esclavo de mi culpa, ¿no habrá precio
que de esta servidumbre me redima?...






En Sierra Morena


   No es preciso, Señor, que tu voz hable
para mostrarte grande y poderoso:
te aclaman en concierto portentoso
la sierra, el llano, el piélago insondable;

   las sombras y la luz, la perdurable  5
sucesión de la vida, el fragoroso
estampido del trueno... ¡este reposo
de una naturaleza incomparable!...

   Y si no te ensalzaran a porfía
eterno, omnipotente, justo y fuerte,  10
los mundos que creaste, todavía

   pudiera honrarte más y enaltecerte
¡la fe con que a tus pies el alma mía
árbitro te declara de mi suerte!...






La sementera


   Ni Dios, ni ley, ni hogar... ¡A la pelea!
Destruir y robad hasta la hartura;
no respetéis altar ni sepultura,-
el bárbaro grito. ¡Maldito sea!

   Por él sembrada, germinó la idea,  5
y a recoger el fruto se apresura,
que ya en los aire ser puñal fulgura
al resplandor de la incendiaria tea.

   Enrojece la sangre las astillas
del taller, el palacio y el convento...  10
¡Odio, muerte, exterminio!: las semillas

   que a los surcos del crimen llevó el viento...
-¿Y aun haréis, mandarines y golillas,
libre, inmune, sagrado el pensamiento?






Miserere mei


   Un día llegará tal vez cercano,
en que mi pobre espíritu abatido,
por el dolor o la vejez rendido,
se postre ante tu rostro soberano.

   ¡Perdónale, Señor!... Si fue liviano,  5
mísero pecador empedernido,
humillado a tus pies y arrepentido
no ha de implorar tu compasión en vano.

   ¡Perdónale, Señor!.. Desde la alteza
donde, Rey de los reyes, erigiste  10
la eterna majestad de tu grandeza.

   Perdónale, Señor: víctima triste
de la vil condición y la flaqueza
de esta carne mortal.. ¡que Tú le diste!...






Bajando la pendiente


   Cuanto más a la muerte me aproximo
más apago el ardor de mis afanes;
más me alejo de impíos y rufianes,
más los bárbaros ímpetus reprimo.

   Si enfrenado mi espíritu, redimo  5
mis torpezas, mis yerros, mis desmanes,
¿no he de lograr, Señor, que me engalanes
con el limpio blasón que más estimo?...

   Con tu perdón, Señor... Oye el lamento,
que roto llora mi cristiano escudo,  10
y alivie tu piedad mi sufrimiento;

   pues nadie, como yo, decirte pudo:
-Hambre tengo... No ahuyentes al hambriento.
Desnudo estoy, Señor... ¡Viste al desnudo!...






La fiera


   Negra turba de luengas vestiduras
avanza, se difunde y se propaga,
como voraz, asoladora plaga
invade el llano y cubre las alturas.

   Culpable de pasadas desventuras,  5
con nuevos infortunios nos amaga...
(¿Es calumnia? -¡Mejor!- ¡Hay quien la paga!)
¡Viva la libertad! ¡Mueran los curas!-

   Así grita procaz el torpe encono
de secta impía, que volcar quisiera  10
familia, propiedad, altar y trono...

   ¡Combate a Cristo, porque Cristo impera!
Y al oír de tus labios «Te perdono»,
con creciente furor ruge la fiera.






Tu mirada


   Ciego quise saber lo que es la vida,
lo que tiene de goce y de tormento...
Pero en vano aguijé a mi pensamiento,
en carrera veloz, suelta la brida.

   Justo es, Señor, que mi ceguera impida  5
calmar mis ansias, infundirme aliento,
si no alumbras mi oscuro entendimiento
y confortas mi fe desfallecida.

   Como el sol, tras la noche tenebrosa,
a la sierra y al valle da colores,  10
trinos al ave, galas a la rosa,

   luz al espacio y al ambiente olores,
baje a mí tu mirada luminosa
y mis dudas disipe y mis temores.






En la brecha


   No es feliz quien sus cabras apacienta
del monte en la escabrosa lejanía,
condenado al rigor de cada día
en lucha con el sol y la tormenta.

   No es feliz el que plácido se asienta  5
del magnate en la fértil compañía,
sometido al enojo o la falsía
del mismo que sus medros acrecienta.

   No es el sabio feliz, ni el poderoso,
esclavos de lo ignoto y lo imprevisto...  10
-Sólo yo, santo Dios, seré dichoso,

   si en tus huestes intrépido me alisto
y ante el fuego enemigo salgo al coso
a dar la cara y defender a Cristo.






La luz del alma


   Busca el alma, Señor, piloto experto
que en el mar proceloso de la vida,
tras la fiera borrasca embravecida
salva la lleve al abrigado puerto.

   Yo a Ti acudo, Señor: que el riesgo advierto  5
de mi frágil barquilla mal regida
y sé que, por tu mano protegida,
no habrá de zozobrar en rumbo incierto.

   El tiempo es duro y la jornada ruda...
Mi atribulado espíritu defiende  10
de los recios embates de la duda...

   Las nieblas desvanece, el viento calma,
y en el confín de mi horizonte enciende
el faro de la fe... ¡la luz del alma!...






La fraude


   Si ante el ara divina me prosterno
y a Dios acato, férvido y contrito,
¿esclavo soy, porque su ley admito
y con su ley mi voluntad gobierno?...

   Si rebelde provoco el duelo eterno  5
del bien y el mal... y caigo en el delito,
¿libre seré porque renuevo el grito
que lanzaron las furias del averno?...

   Libertad, servidumbre... El hombre nace
a dar al viento la gentil bandera  10
de la virtud, que es el perdón del justo...

   Y aunque astuto el malvado se disfrace
con gesto triunfador, la fraude artera
subir no puede a tribunal augusto.






El mando


   Dame, Señor, inspiración y aliento
para cumplir la ley de mi destino;
dame luz que ilumine mi camino
y esclarezca mi oscuro entendimiento.

   Dame juntos prudencia y ardimiento,  5
rectitud y piedad, saber y tino...
Me alzó a la cumbre tu poder divino:
no me abandones al furor del viento.

   ¡Mísero mando!... Vanidad de un día,
soñar en verso y despertar en prosa.  10
¿Es represión?... ¡Nefanda tiranía!...

   ¿Es tolerancia?... ¡Flojedad odiosa!...
-Sólo acierta, Señor, el que confía
en su honor y en tu ayuda generosa.






La cumbre


   A triunfar de continuo acostumbrado,
decía un luchador jamás vencido,
aun la causa explicarme no he podido
de mi primer desastre inesperado.

   Nada abatió mi espíritu esforzado  5
por la envidia y la injuria combatido...
Y al fin, para caer como he caído,
un mohín de la suerte me ha bastado.

   -Eleva, le repuse, la mirada
a la alta cumbre, en el azul perdida  10
de la etérea región inexplorada...

   Y advertirás, al restañar la herida,
que es tan rápida y fácil la bajada,
como lenta y penosa la subida.






Los dos platillos


   No permitáis, Dios mío, que me muera
sin saber que me muero, pues no quiero
que, al morir ignorando que me muero,
dejéis de oír mi súplica postrera.

   Dulce, ingenua, doliente mensajera  5
de mi cristiano espíritu sincero,
os dirá fervorosa lo que espero
de vuestro amor... Lo que mi amor espera.

   Si mi ruego atendéis, estoy salvado.
Poned, Señor, a un lado mi alianza  10
con todas las protervias... ¿Se ha colmado

   el peso, contra mí, de la balanza?...
Pues basta que pongáis al otro lado
la fe, la caridad y la esperanza.






A fuerza de remo


   Cada día que vivo es un indulto
que me otorga, Señor, vuestra clemencia,
pues, decrépita y muda mi existencia,
sólo soy un cadáver insepulto.

   Brillar quisiera, renovado el culto  5
que al arte he tributado y a la ciencia...
Y al contemplar mi estéril indigencia,
ni al lauro aspiro, ni al fracaso oculto.

   ¿Por qué alejáis del viejo navegante,
cuando es mayor su triste desamparo,  10
la arribada a la tierra prometida?...

   Quizá queréis, Señor, verle triunfante
a fuerza de remar... con rumbo al faro
que anuncia el puerto de la eterna vida.






Mis culpas


   Señor, de nuevo ante tu altar postrado,
mis culpas te confieso, arrepentido:
de nuevo acudo a tu piedad, rendido
por el peso implacable del pecado.

   Mi espíritu me advierte, desolado,  5
que tu nombre otra vez ha escarnecido,
y cobarde otra vez y envilecido
contra Ti y tu poder se ha rebelado.

   Mas yo sé que magnánimo me amparas,
y aunque gimo y te invoco, no me arredro  10
al juzgar mis traiciones y mis dudas;

   que si a Pedro y a Judas me comparas,
dirás que te he negado como a Pedro...
¡pero no te he vendido como Judas!...






La mano de Dios


   Quiero servirte con fervor sincero,
poner tu voluntad sobre la mía,
ganar tu protección... Y norte y guía
hallar, Señor, en tu mirada quiero.

   De tu piedad mi salvación espero,  5
cuando brille el fulgor del nuevo día
en que habrás de juzgar mi rebeldía,
más clemente, Señor, que justiciero.

   Dame, para vencer, la fortaleza,
que sin tu ayuda buscaría en vano...  10
¡Náufrago soy, rendido a la fiereza

   del encrespado, indómito Océano,
si no ampara mi angustia y mi flaqueza
tu omnipotente, bienhechora mano!...






Mis armas


   No pretendo, Dios mío, que piadoso
el cáliz del dolor de mí separes...
Yo apuraré, paciente y animoso,
la hiel con que mi espíritu acibares.

   ¿Puedo acaso pedirte que me ampares  5
de la paz en el cómodo reposo,
si contemplo elevado a los altares
al infeliz, al triste... no al dichoso?...

   Dame penas y angustias sin medida,
y llegará mi esfuerzo al heroísmo  10
en defensa del alma dolorida...

   ¿Armas?... Las he ensayado por mí mismo
en los rudos combates de la vida:
mucho Kempis y mucho Catecismo.






Ofrenda


   Os ofrezco los ayes, los dolores,
las angustias que amargan mi existencia,
a la vez en descargo y penitencia
de mis culpas, Señor, y mis errores.

   Dones son y magnánimos favores  5
que despiertan la voz de mi conciencia
y me acercan a Vos... Vuestra inocencia
padeció por mi bien penas mayores.

   Sufra yo, pecador empedernido,
pues Vos sufristeis, implacable y puro...  10
¿Cómo alcanzar vuestro perdón, si olvido

   que a este valle bajasteis, «hondo, escuro»
sólo, Señor, por verme redimido
y conducirme al «inmortal seguro»?






Confidencia


   Jamás ambicioné la investidura
que un azar de la suerte me ofrecía
y me niega otro azar, -locuaz decía
un viejo, que bajaba de una altura.

   -Ave que gira errante en noche oscura  5
esperando la luz del nuevo día,
mi espíritu cristiano sólo ansía,
tras vida honrada, salvación segura.

   No apetezco riquezas ni oropeles,
ni aspiro a coronar mi frente helada  10
con guirnaldas de mirtos y laureles...

   Pero anhelo que, al fin de mi jornada,
pedestales, brocados y doseles...
¡no basten a premiar mi vida honrada!



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