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ArribaAbajoPolo de Medina, Jacinto

Murcia. 1603 - 1676

Poeta y eclesiástico. Publicadas sus Obras en 1670 por Diego Dormer, impresor de la Ciudad y su Real Santo Hospital




El álamo


   Aquesta ya de Alcides osadía;
que profana del sol sagrado asiento,
contra sus rayos verde atrevimiento,
pasando a descortés su demasía;

   esta, que no al Olimpo desafía,  5
pues besa de su alteza el fundamento,
vanidad de esmeralda que en el viento
bate tornasolada argentería;

   esta del prado Babilonia hojosa
terrero do festejan las estrellas  10
en confusión armónica las aves,

   cadáver estará su pompa hermosa
y amarillas leerán sus hojas bellas
muda lección a nuestras vidas graves.




Soneto


   Tan hecho tengo el gusto a lo que siento
que como el alma merecer desea
a la pena que en mí más furia emplea
le agradece la furia al sufrimiento.

   Cuando la fuerza de un mortal tormento  5
por vencer mi constancia más pelea,
lo templa otro mayor que me recrea,
si con nuevo dolor, con nuevo aliento.

   Todos tienen rigor, pero son tales
que a aquel mitiga el que se sigue luego,  10
tan fuerte y eficaz como importuno.

   Mas aunque son sin número mis males,
suspendiéndose el uno al otro, llego
a no sentir en mí tormento alguno.




Soneto a una dama que se embozaba siempre que veía a su amante


   Levanta el manto de la noche fría
la mano blanca de la roja aurora
y el planeta, que nunca para, dora
las cumbres que primero ven el día.

   La oscuridad confusa se desvía,  5
la forma de las cosas se mejora
y el alba ríe, que aunque perlas llora
lágrimas hay que nacen de alegría.

   Sólo el alma, a quien niegan su luz pura
los ojos que cubrís en caos profundo,  10
habita triste y claridad desea.

   Deshaga, pues, su luz la noche oscura
y amaneced siquiera, porque el mundo
el mediodía en el oriente vea.




Soneto a un amante preso


   Prisionero infeliz, donde no expira
aura suave ni apacible viento,
mis penas lloro, mis desdichas siento,
que hiere un mal cuando otro se retira.

   Pájaro así que en libertad se mira,  5
sólo a su voz y a la del aire atento,
lamenta la prisión, gime al tormento,
cuando el perdido bien preso suspira.

   Rigor fue de torturas, que previno
-tirana siempre de mi amor al fuego-  10
inhumana crueldad, bárbaros lazos.

   Oh rapaz, tú en victoria peregrino,
¿por qué permites, pues te sigo ciego,
cadena injusta a mis amantes brazos?




Al sepulcro del Ilustrísimo Cardenal de Trejo, obispo de Málaga y presidente de Castilla


   No pises, no, respete el pie la nieve
de ese mármol, de aquella aguja, aquella
pompa de luz con vanidad de estrella
que a los ojos del sol lágrimas bebe.

   Pira es de un Fénix que a su ser se debe,  5
urna es de un justo que renace en ella,
¡oh lo que el mármol de virtudes sella!
¡oh lo que el bronce a desengaños mueve!

   Yace a España su púrpura, que triste
vio agonizar de tanto sol la llama,  10
muerta no, a su ser restituida.

   Ve en paz, oh peregrino, y di que viste
en breve vida eternidad de fama,
en breve muerte eternidad de vida.




Soneto


   Esta que guarda cándida ceniza,
tanto valor, Fajardo, en urna breve,
despojos mudos de la muerte aleve
que la fama retórica eterniza,

   hoy su pompa su máquina eterniza,  5
tierna piedad que a un pecho heroico mueve,
y pagando a su sangre lo que debe
su fin dichoso encanto solemniza.

   Renueva el sentimiento la memoria
de tanto puesto sol, que en luz fecundo  10
viven -aunque murió- sus resplandores.

   Que es bien que corresponda a eterna gloria
otro nuevo dolor, para que el mundo
una pérdida cueste dos dolores.




Hablando con una niña que por su elección se entró religiosa


   Borrar supiste -oh Clori, oh rosa pura-
el albedrío de la contingencia,
ya a los rizos de nácar su violencia
no podrá destrenzarles la hermosura.

   No admire, no, que sin edad madura  5
solicites galán que no hace ausencia,
que si el silencio es rostro en la prudencia
la virtud es la edad de la cordura.

   En peligros de un mal y de un engaño
es más sabia razón, más advertida,  10
prevenir, no enmendar el desengaño.

   Ciencia de escarmentados no es lucida
y tú, por no ver males desde el daño,
los ves desde el discurso prevenida.




No imites a tu amigo Lauro cuya rebeldía mereció este soneto


   ¿No escuchas Con tu ingenio aquella fría
fuente, Lauro, que hermosa se dilata?
¿Ves cómo vuela pájaro de plata?
Sagrada es, a mi ver, filosofía.

   Líquida erudición tanta armonía  5
tu estudio sea, pues tu ser retrata;
una onda a otra onda lo desata,
así impele él un día al otro día.

   Mas si de avisos no te persuades
y te ofende escuchada y no temida  10
la culpa de tus locas vanidades,

   bien de avisarte temerá mi vida,
que es siempre lo que informa las verdades
una salud muy mal agradecida.




Contra un ciprés que lo abrasó un rayo


   Es verdad, yo te vi ciprés frondoso
estrechar de los vientos la campaña,
yo vi ser la soberbia que te engaña
aguja verde en Menfis oloroso.

   Creíste que por grande y poderoso  5
no te alcanzase de un dolor la saña.
Rodear sabe el mal, por senda extraña
vino el castigo en traje luminoso.

   Rigor tu vanidad llama a esta furia,
si fueran los castigos impiedades  10
no se quejen tus culpas tan a gritos.

   Nunca lo que es razón ha sido injuria,
ni por más que atormenten sus verdades
han de saber quejarse los delitos.




Soneto


   Del mal que lo amenaza al venturoso
librarme quiero yo por desdichado,
porque no duele tanto examinado
como cuesta el temor de un mal dudoso.

   Desde el dolor padece el no dichoso.  5
El feliz desde el miedo del cuidado,
su edad tiene un dolor y en lo esperado
es hacer de más años lo penoso.

   Jamás alguno poseyó la suerte;
nada se goza un bien con un recelo,  10
que del mal la sospecha es importuna.

   Y pues a un bien no hay mal que no despierte,
en mi desdicha tengo mi consuelo,
si victoria no soy de otra fortuna.




A una rosa antes de abrir


   Si en verde oriente, ya luz encarnada
es de tu sol -oh flor- seña olorosa,
no crezcas hasta el día de ser rosa,
que son las horas muerte disfrazada.

   No más beldad aspires engañada,  5
que estás si creces, en llegando a hermosa,
del achaque de un día peligrosa,
de enfermedad de un sol amenazada.

   Arrepentida en balde, flor vecina,
pues a tu error no sirve su experiencia,  10
aproveche a tu riesgo documento.

   Baste ya de otras rosas la ruina,
no te prosigas, que en mortal dolencia,
ninguno de sí mismo es escarmiento.




No ocasiones a que te digan lo que este soneto a una fuente que estando muy rica de jaspe no llevaba agua


   ¿No eras tú la que quiso a la mañana
imitarle las perlas engreída,
y en flor de jaspe tiene prevenida
por nieve mármol, pórfido por grana?

   Pues ese viento de tu pompa ufana,  5
ese enjugó tu cristalina vida.
Que quien se puso tan envanecida
fue providencia que quedase vana.

   Que olorosa merced te debe el prado
engañando de fuentes tantas flores  10
que alistaron su vida a tu cuidado.

   Mentiste la esperanza a sus verdores.
¡Oh aviso superior de lo criado!
¡Oh propiamente imagen de señores!




A una hermosura que murió de repente teniendo un reloj en las manos


   Todo un reloj ocupa se destreza
en avisarte, Atandra presumida,
ser tu beldad eternidad mentida
que de humana te estorba la certeza.

   Mas no logra el aviso su fineza,  5
que su eficacia en parte resistida
pudo desengañar toda una vida
y persuadir no pudo una belleza.

   Lo infalible parece que suspendes,
pues un reloj la vida te profana  10
y en las horas prosigues de tu engaño.

   De ti misma el ejemplo desatiendes
y hermosa yaces en la edad, de vana;
aun el tiempo es inútil desengaño.




A una mariposa que se ahogó en un vidrio de agua


   Avecilla infeliz que tantas flores
en esas breves alas extendiste,
¿cómo si para Fénix floreciste,
Ícaro se apagaron tus colores?

   Es tu achaque la luz, es tus rigores,  5
y en llama de cristales falleciste,
que si ha de ser estrago para un triste
aun el cristal presumirá de ardores.

   Mas, ay necio de mí, bárbaramente
avecilla en tu lástima me engaño,  10
compasivo a ese vidrio que te infama.

   No causó mal mudarte, el accidente,
que habiendo de morir no fue en tu daño
el cristal más peligro que la llama.




A una rosa maltratada de un gusano


   Esa rizada púrpura olorosa,
esa de nácar lástima florida,
hoy de un gusano descortés mordida
más ejemplo está ya que estaba hermosa.

   Si es morirse de flor pena forzosa,  5
bárbara en lo preciso fue la herida,
colérico fue el diente, que su vida
poco pudo tardar naciendo rosa.

   Mas no es dudar su muerte lo violento
de anticiparse a apolillar su grana,  10
dudando que a su estrago no se rinda.

   Que no muera de rosa fue el intento,
por no dejarle, con acción villana,
tener el gusto de morir de linda.




A una hermosura que murió de repente con un reloj en la mano


   Ese volante que continuo expía
es siempre en lo viviente presuroso,
en Nise, que murió de lo dichoso,
avisos quiso ser y fue porfía.

   No muere, no, reloj, de tu armonía  5
la que vivió lo breve de lo hermoso,
tú que en su lozanía presuroso
un mérito apresuras más que un día.

   Si en frágil duración de los instantes
tiene su mayor prisa en lo que dura,  10
¿cómo su oficio de morir ignoras?

   Sin ejercicio mueves tus volantes.
Que a quien le dan por vida una hermosura
es perezosa edad la de tus horas.



   Tan temprano es tu ingenio, que aún no mueves
-con airoso ademán, con planta airosa-
la edad de veinte abriles olorosa
y sin ocios de flor ya frutos llueves.

   ¿Cómo a estrechar en esa edad te atreves  5
siglos de perfección? Tu edad dichosa
vengue las brevedades de la rosa,
desagravie a las dichas por los breves.

   Tanta es la edad de tu discurso ardiente,
tan niños esos años mereciste,  10
que vida has menester porque no acabes.

   Nace para saber todo viviente,
tú a estudiar el vivir sólo naciste.
¡Oh si vivieses todo lo que sabes!




Soneto


   Canta tu dulce, y sonorosa lira,
célebre fiesta ingenio soberano,
que con tu voz excede de lo humano,
y con razón a lo divino aspira.

   La fama atenta tu grandeza mira,  5
renglones vaga, pues tu airosa mano
plecto le da a sus alas cortesano,
y ocupación le ofrece , que le admira.

   Miente más novedad tu docta pluma,
lucimiento le niega lo lustroso  10
triunfo, excepción hermosa del olvido.

   No tu modestia su igualdad presuma,
que ya en tu pluma está por tan hermoso,
de aquellos que te ven lo más querido.




Soneto


   Veloz, si triste, rompe el aire vago,
progre ya Tarcia, por España trueca
cruzada el pecho de sangrienta beca,
llorando canta el miserable estrago.

   Almas que escuchan el sonoro halago,  5
riegan ya fuentes el arena seca.
O cielo dijo a quien tan fiero peca,
mal se dilata su debido pago.

   El gran Tonante oyó tu oración breve,
y un rayo arroja su furor divino,  10
con que Aterco y su palacio abrasa.

   Pecador olvidado, no te mueve
el duro caso? Pues de tu vecino
un calegón ardiendo está la casa.




Soneto


   Repara cuerdo, si curiosos admiras
máquina sola, contra el tiempo fuerte
huésped errante, y lo primero advierte
que tú eres tan mármol, sino suspiras.

   Este milagro cuya alteza miras,  5
que iguala el hombro a Atlante de esta suerte,
es Alcázar funesto de la muerte,
verdad universal de mil mentiras.

   Yace aquí Margarita, el celo santo,
la joya de Filipo en más temida  10
que el Orbe, que pacífico gobierna.

   En lágrimas rompiste, enfrena el llanto,
sucedió a muerte breve larga vida,
y a breve Majestad Corona eterna.




Soneto


   Galán cenit a la deidad undosa,
tímidas esmeraldas lisonjea,
Erefictón valiente, que rodea
horóscopo de luz, fábrica hermosa.

   En biombos de flor cuanto olorosa  5
en su labios le ofrece a Galatea,
émulo a su cristal, que galantea
a la espira del Sol más luminosa.

   Crepúsculo el clavel, espacio breve
sustituyó en fragmentos la gayomba,  10
y queja fue de amor lo que fue nieve.

   Llore la fuente, pues gima la bomba
apócrifos del monte en llanto leve,
si aforisma Canción, o si rimbomba.




ArribaAbajoPonce, Manuel

España. Siglo XVII

Poeta y amigo de Lope de Vega




Soneto


   Una Aurora esplendor de siete Auroras,
tu cuerpo fue sepulcro a sus acciones,
en cuanto ilustra el alma a las regiones,
que viven sin ofensa de las horas.

   Muerto a la vida, el término mejoras,  5
pues con enternecidas suspensiones
en abismo de luces te dispones
glorias, que en inmortal seno atesoras.

   A suprema deidad el alma unida
en sí anticipa el premio suspendido  10
de su divino amor sacra violencia.

   Volviste a los umbrales de la vida,
porque, el orbe a tu ejemplo reducido,
en más grados de Dios bebas su esencia.




ArribaAbajoPonce de León, Francisco

España. Siglo XVII

Señor de Puertolope. Poeta.




A los Reyes Católicos


   Pues vuestra santa fe la ciudad planta,
¡Oh Reyes! que del hecho el nombre toma,
al tiempo que el cultor del vil Mahoma
del granadino suelo se trasplanta:

   Nazca de allí el fulgor de gloria tanta  5
el celebrar por cándida Paloma
a la que del pecado el cuello doma,
hija de Adán, si concebida, santa.

   Y si esta devoción del pecho pío
de aquel pueblo se alzó, dándole ayuda  10
dos Príncipes cristianos, como tales;

   no es maravilla que acreciente el brío
Granada heroica y presurosa acuda
a defender sus triunfos inmortales.




ArribaAbajoPozo, Andrés del

España. Siglo XVI.

Médico y poeta.




En alabanza a la traducción por Juan de Jáuregui de la Aminta de Tasso en 1607 en Roma


   Desató de las ínclitas arenas
del ancho Betis el osado hispano
el más noble bajel que al mar insano
quilla ofreció jamás, y al aire antenas,

   y aflojando sus lazos y cadenas  5
el padre de los mares, Océano,
su campo abrió, y el Betis patria, ufano
vio de riquezas mil sus playas llenas;

   de mil riquezas pobres y mortales.
Pero vos, noble cisne, de sus ondas  10
volasteis a las sabias tiberinas;

   y entre sus ricas venas inmortales,
sacasteis, penetrando las más hondas,
y os lleváis lo más puro de sus minas.




ArribaAbajoPrado, Juan Francisco de

España. Siglo XVII

Poeta y amigo de Lope de Vega.




A San Isidro


   Los campos de Madrid, Isidro santo,
agricultor labró, siendo ayudado
de Angélico favor, bien que enviado
del que al sabio Cherub le causa espanto.

   En éxtasis suspenso admira el canto,  5
casi en nueva región, del coro alado,
surcos imprimen con el corvo arado
oficiosos los Ángeles en tanto.

   ¿Quién mereció tener tal compañía,
que hiciese el campo soberano cielo,  10
ni la gloria le diese tal tributo?

   Isidro, que en la excelsa Monarquía
goza de sus trabajos y su celo,
sembrando aquí sus lágrimas, el fruto.




A la muerte de Lope de Vega


   Por rotos bronces, mármoles quebrados,
pase la edad en la común memoria,
que los que erige tu inmortal historia,
aun la envidia los deja reservados.

   No Dorica labor, no celebrados  5
jaspes te constituyen alta gloria,
más duración intima la victoria
contra el tiempo y las huestes de los hados.

   Tanto volumen, lámina que informa
al espacio del orbe, te eterniza,  10
aunque te estreche lo mortal, pues viendo

   que a nada vuelve esta caduca forma,
docta pira erigiste a tu ceniza,
de donde naces otra vez, muriendo.




ArribaAbajoPrado, Mateo de

España. Siglo XVII

Poeta. Secretario de la Embajada de Saboya.




A la muerte del doctor Juan Pérez de Montalbán


   No se resiste vida de viviente,
a la furia fatal, que iras fulmina,
sino la asiste parte de Divina,
y así muere inmortal, el Eminente.

   O tú héroe entre todos Excelente,  5
con sólo haberlo sido se adivina,
que no murió tu vida, siempre digna
de vida, en el aplauso de la gente.

   Es tu vida cual luz de la candela,
que aunque el émulo soplo, al ser le impida  10
ya con otro que a nuevo ser la llama;

   vuelve a dar luz la vigilante vela,
y cobra sí tu muerte nueva vida,
con el vital aliento de tu Fama.




ArribaAbajoPrado y Ribera, Nicolás

España. Siglo XVII

Poeta y amigo de Lope de Vega




A San Isidro


   Los campos de Madrid, Isidro santo,
agricultor labró, siendo ayudado
de Angélico favor, bien que enviado
del que al sabio Cherub le causa espanto.

   En éxtasis suspenso admira el canto,  5
casi en nueva región, del coro alado,
surcos imprimen con el corvo arado
oficiosos los Ángeles en tanto.

   ¿Quién mereció tener tal compañía,
que hiciese el campo soberano cielo,  10
ni la gloria le diese tal tributo?

   Isidro, que en la excelsa Monarquía
goza de sus trabajos y su celo,
sembrando aquí sus lágrimas, el fruto.




ArribaAbajoPrado Bravo y Mendoza, Bartolomé

España. Siglo XVII

Poeta.




Al doctor Juan Pérez Montalbán


   Con silencio retórico venere
tu ingenio el Orbe, Montalbán dichoso,
que en siglo donde es breve lo glorioso
sólo es mayor el sabio cuando muere.

   Ya sin recelo que su luz altere  5
vives eterno día misterioso,
no de veces de sombras achacoso,
no como el nuestro, que si alumbra hiere.

   Ya entiendes con verdad, lo que dejaste,
indecente aun al ceño de tu olvido,  10
¡ah de cuántos dobleces te libraste!

   Que si la vida no te hubiera sido
medio para alcanzar la que gozaste,
te durará el dolor de haber vivido.




ArribaAbajoPuente y APechea, Fermín de la

España. Siglo XVI

Poeta




A la Concepción de Nuestra Señora


   Fue la luz ¡oh Señor! porque Tú hablaste,
y la tierra y el mar y el firmamento,
y a sólo Tú querer mundos sin cuento
brotarán, como el mundo que creaste.

   Sólo al formar al hombre trabajaste,  5
manos poniendo en ello y pensamiento;
que al alma hiciste soplo de tu aliento,
en lodo vil maravilloso engaste.

   Mas ¡ah! si tanto fue porque tu idea
vio que en medio del tiempo... aquí... en el mundo,  10
tu Verbo, hijo del hombre, Hombre sería;

   al crear a su Madre, al decir ¡¡sea!!
¡cuál formaste! ¡oh mi Dios! ¡yo me confundo!
la Concepción Divina de María.




Soneto


   ¡Triunfo de Dios! ¡del bárbaro victoria!
¡Gracia preservadora, Luz, Clemencia,
María, de los hombres descendencia,
pero sin mancha de humanal escoria!

   Concebida ante el tiempo y su memoria,  5
en Ti agostó el Señor su Omnipotencia:
Tú eres la creación por excelencia,
Tú de la Redención la mejor gloria.

   Tanto la sombra del pecar te espanta,
que primero dejaras, no vencida,  10
Madre de Dios, tu sin igual fortuna.

   La luna y el dragón son a tu planta;
yazga en él la soberbia de mi vida,
mi instable voluntad... esa es la luna.




ArribaAbajoQuintana, Francisco de

España. Siglo XVII

Poeta y amigo de Lope de Vega




Soneto


   Lejos de sí, de sentimiento ausente,
cerca de Dios, al mismo Dios unido,
ausente, porque ajeno de sentido,
y unido, por tener a Dios presente.

   Absorto en glorias, que insensible siente,  5
falto al discurso, si de amor vencido,
dudando el propio bien que ha recibido,
confuso IGNACIO a lo que ignora asiente.

   Contempla, advierte, estima, atiende, adora
suma deidad, poder, bondad, alteza,  10
poco percibe, y mucho se suspende.

   Vese ignorante, y sabio se mejora,
porque en el ser de Dios, en su grandeza
sólo el que ignora más, más le comprende.




ArribaAbajoQuintanilla, Luis de

España. Siglo XVII

Militar y poeta.




A la muerte del segundo apolo de España, Juan Pérez de Montalbán


   O suceso común en los mortales
pues en su ejemplo claro nos avisa
de que tanto lucir fue darse prisa
para acabar temprano con sus males.

   No te lloro, Montano, en los umbrales  5
de la Muerte, pues siéndote precisa
admira en tu sepulcro quien le pisa,
que muriendo a lograr la vida sales.

   Tus Obras eternizan tu Memoria,
tu Muerte a terna vida se encamina,  10
no a lástima, si a envidia de tu suerte.

   Ya las plumas escriban en tu historia,
que si a morir la vida nos destina,
tú lograste dos vidas con tu Muerte.




ArribaAbajoQuiroga, Juan de

España. Siglo XVII

Poeta y amigo de Lope de Vega.




A Ignacio


   Alta, piadosa máquina, eminente,
cuya majestuosa arquitectura
del estrago del tiempo se asegura
en las admiraciones de la gente.

   Cuantas riquezas engendró en Oriente  5
el sol, en Occidente plata pura
la errante Luna, en pródiga escultura
culto a tu adoración hacen decente.

   En ti pomposamente se venera
de cinco Santos la feliz memoria  10
con celo pío y víctimas fragantes.

   ¿Quién sino estirpe tuya, IGNACIO, fuera
tan viva imitadora de la gloria,
que en tálamos de luz gozan triunfantes?




ArribaAbajoQuirós, Pedro de

Sevilla. 1590 - Madrid. 1667

Poeta. De la Orden de Frailes Menores. Discípulo de Herrera y de Rioja. Visitador general de su provincia.


Sonetos




- I -


A Itálica


   Itálica, ¿do estás? Tu lozanía
tendida yace al peso de los años.
¿Quién a la luz que dan tus desengaños
en la sombra veloz del tiempo fía?

   Cedió tu pompa a la fatal porfía  5
de tirana ambición de los extraños;
mas hízote el ejemplo de tus daños
libro de sabios, de ignorantes guía.

   Mal dije; no humilló tus torres claras
tiempo ni emulación con manos fieras;  10
que, a resistirte, de las dos triunfaras.

   Tu morir fue deber; que si hoy vivieras,
ni a tus héroes más triunfos les hallaras,
ni del mundo en el ámbito cupieras.




- II -


Al último Duque de Alcalá


   El coronado yelmo, el real escudo,
primor que admiras del cincel valiente,
de esta urna de pórfido luciente
lengua es que rompe su silencio mudo.

   Sellado el mármol ocultar no pudo  5
tanto sol retirado al occidente;
que sus glorias la fama reverente
en bronce graba con buril agudo.

   Alma del tiempo es esta pira grave,
que al postrimer Afán le da reposo,  10
cuyo nombre en su fama apenas cabe;

   su fama, que es el triunfo más glorioso
que a la inmortalidad terció la llave,
deidad, le veneró Marte dichoso.




- III -


A una perla, alusión a la Virgen María


   Del cristalino piélago se atreve
tal vez marina concha a la ribera,
y el fulgor puro de la luz primera
su ser, menor que la avaricia, bebe.

   De la preciosa perla apenas debe  5
quedar fecunda el alba lisonjera
cuando al mar se retira, porque fuera
ve los rayos del sol manchar su nieve.

   En el mar de la gracia ¿quién no mira
que eres ¡oh Virgen! tú la perla pura  10
por cuya luz aun la del sol suspira?

   Mancha el sol de tu perla la blancura;
mas que en ti no haya mancha ¿a quién admira
si aun al sol presta rayos tu hermosura?




- IV -


   ¡Oh tú, cualquier que fueses, el primero
que a verdes canas el enrubio diste,
y rotos dientes con marfil supiste,
seas pasto infeliz del Cancerbero!

   Por ti, a pesar de casi un siglo entero  5
de años que tiene doña Guzmía, insiste
en que es niña, y del malo se reviste
porque yo por sus rugas no me muero.

   Niña dentipostiza y trencicana,
no quieras que arrastrando el apetito,  10
por ti sea yo mártir del demonio.

   ¡Ay! Olvídame; así, cuando mañana
rapagona te llame aquel bendito,
nadie diga: «¡Oh qué falso testimonio!»




- V -


   Ruiseñor amoroso cuyo llanto
no hay noble que no deje enternecido,
¡oh, si tu voz cantase mi gemido,
oh, si gimiera mi dolor tu canto!

   Esperar mi desvelo osara tanto,  5
que mereciese por lo bien sentido
ser escuchado, cuando no creído
de la que es de mi amor hermoso encanto.

   ¡Qué mal empleas tu caudal sonoro,
cantando el alba y a las flores bellas  10
canta tú, oh, ruiseñor, lo que yo lloro!

   Acomoda en tu pico mis querellas,
que si las dices a quien tierno adoro,
con tu voz llegarás a las estrellas.




- VI -


   Soñaba yo, querida Ardenia mía,
que Amor por dar alivio a mi sed loca
el aljófar nevado de tu boca
al divino clavel robar quería.

   Con mi amor al respeto competía  5
a que tu dulce gravedad provoca
y el miedo por templar mi sed no poca
en dos fuentes los ojos convertía.

   Visto mi llanto, de temor nacido,
y mostrando en tu risa mil auroras  10
dijiste: «No haya más pastor dormido;

   mira en lo que imaginas lo que ignoras;
porque si lloras, no me has conocido;
y si me has conocido, ¿por qué lloras?»




- VII -


Enviando unas rosas y jazmines


   Al campo de los dulces ruiseñores
el alba despertó, vistióse de oro,
y con amena risa y blando lloro,
desmayo a estrellas dio y aliento a flores.

   En cuya hermosa variedad de olores,  5
vi que afectaba con mayor decoro
ese rojo, ese cándido tesoro,
de su llama y su luz competidores.

   Con ingrata arrogancia competía
con la joven aurora aquesta rosa,  10
y este jazmín con el infante día.

   Póngolos en tu mano poderosa
por castigarlos, dulce Ardemia mía,
con tus mejillas y tu frente hermosa.




Soneto


   Hijo del Alba nace aquel que dora
tantos Orbes farol resplandeciente,
él se ilumina Sol, y ella doliente
cuanto en luces concibe, en perlas llora.

   Ahora es el llanto, y el gemido ahora;  5
sí; que es riesgo del Alba tanto ardiente
lucir, pero el rigor de ese accidente,
día se anima, si amanece Aurora.

   Alba Augusta de España, tu divina
hermosura fue Oriente a la más pura  10
luz de un sol, que dos Orbes ilumina.

   A tanto resplandor violencia dura
tu beldad siente; pero no declina,
la que a nuevos Orientes, se asegura.






ArribaAbajoRamírez de Arellano, Luis

España. Siglo XVII

Secretario del Duque de Lerma.




En la muerte de su amigo don Juan Pérez de Montalbán


   Moriste, o gran Varón, sin que la suerte
(que es a todos común) te anocheciera;
que a no faltarte tú, tarde pudiera
el mayor de los males emprenderte.

   Perdiste aquella parte que más fuerte  5
tiene en el alma su inmortal esfera;
que mucho, pues, que entonces se atreviera
a sus reliquias frágiles la muerte.

   En ti llegó el saber a ser dolencia,
pues siendo para todos desengaños,  10
sólo para ti mismo fue violencia.

   Tan aprisa viviste en pocos años,
que adelantando siempre la experiencia,
fue envidia a propios, y enseñanza ha extraños.




A la muerte de Lope de Vega


   Vive inmortal milagro peregrino,
que aconteciste raro a nuestra España
en cuanto el mundo en ti se desengaña
de que abriste a las Musas el camino.

   Ya callará la envidia del destino  5
obediente a su bárbara guadaña,
vive, vive inmortal, pues te acompaña,
toda una eternidad para divino.

   De tu gran monumento voto sea
cuanta del Pindo devoción ardiente  10
fue en otro tiempo en aras y en altares.

   Porque la envidia a su despecho vea,
que asiste a LOPE en culto reverente
de tres orbes la fe, de cuatro mares.




ArribaAbajoRamírez Pagan, Diego

¿1524? - Después de 1562




Soneto de penitencia


   El cuerpo está de vicios abrevado,
en el profundo el paso detenido,
las aguas de mis culpas han crecido
y hasta el alma mía se han entrado.

   Si a pie pruebo a salir, no hallo vado,  5
si a vuelo, se han las alas derretido,
y queda en mi deshonra mi apellido,
como de Ícaro el golfo señalado.

   Si quiero bracear soy ignorante
en el nadar, y pues a todo falto  10
bonanza de los tristes que navegan.

   Tu mano poderosa de lo alto
envíala señor, y en un instante
me libra de estas aguas que me anegan.




Soneto a Nuestra Señora de Alva


   Sosegado está el mar, selvas y prados,
la hoja y flor su pompa muestra al cielo,
la noche vi rompiendo aprisa el velo
sus caballos herir negros y alados.

   Scintia deja los campos plateados  5
de un transparente y cristalino hielo,
resplandecían del señor de Delo
los orientales rayos colorados.

   Cuando otro sol más puro de occidente
veis donde asoma serenando el día,  10
y la imagen oriental descolorando.

   Y dijo. Eterna luz sola y ardiente
sufrid en paz la hermosura mía
que más clara que vos se va mostrando.




Buena suerte de día


   Las noches sin dormir paso, esperando
que se levante la hermosa aurora,
venido el día, se me antoja un hora
que vuela sin saber el cómo o cuándo.

   Al sol que se detenga estoy rogando,  5
y a la luz que camine a paso ahora,
pues esta de mis ojos ya no mora
conmigo, si la tuya va cesando.

   Oh vista bella, quien de tus razones
gozar siempre pudiese la dulzura,  10
mas aviéneme a mí como al dormido.

   Que si sueña tesoro, son carbones,
si ardiente sol, tiniebla es muy oscura
y el alegría, llanto entristecido.




Soneto


   Dardanio con el cuento de un cayado
el nombre y la figura deshacía
de aquella ninfa a quien él mismo había
en mil cortezas de árboles cortado.

   Y con el rostro triste y demudado,  5
con un ay que del alma le salía,
oh perversa Marfira, le decía,
en quien puse mi fe, seso y cuidado.

   Si pudiese del alma tu retrato
quitar, cual de los árboles le quito  10
no harías mi vida ser tan corta.

   Mas ay cuán por demás triste me mato
que lo que está en el corazón escrito,
borrarlo con la corteza poco importa.




Soneto


   Tras del arado y vacas a porfía,
la mano en el estaba refirmada
araba Filis una madrugada
orilla el Ebro al despuntar del día.

   El viento los cabellos esparcía  5
de la cerviz de aljofar rodeada
tan blanca y es tan rubia y colorada
que el sol en su presencia no lucía.

   Sus ovejas a caso repastaba
Vandalio, y al pasar vio la doncella,  10
y tanto de su vista se enamora

   que dijo en voz que el monte resonaba:
nunca vide aldeana tanto bella,
ni bella jamás vi tan labradora.




Soneto


   Los ojos bellos, la amorosa frente,
los brazos, manos, pies, el claro viso,
que me han hecho de mí mismo diviso,
y en todo singular de la otra gente;

   los crespados cabellos de oro ardiente,  5
el cuerdo resonar del dulce riso,
que en tierra hacer solía un paraíso,
ya es un poco de polvo que no siente.

   Y yo, en dolor y desdeñado, vivo
a oscuras, sin la lumbre que amé tanto  10
como sin remos barco en mar esquivo.

   Fenezca aquí mi enamorado canto,
seca es la vena del ingenio vivo
y la cítara mía vuelta en llanto.




A Montemayor


   Nuestro montemayor, ¿do fue nacido?
En la ciudad del hijo de Laerte
¿Y qué parte en la humana instable suerte?
-Cortesano, discreto y entendido.

   ¿Su trato cómo fue, y de qué ha vivido?  5
-Sirviendo, y no acertó, ni hay quien acierte.
¿Quién tan presto le dio tan cruda muerte?
-Imbidia, y Marte, y Venus lo han movido.

   ¿Sus huesos dónde están? -En Piamonte.
¿Por qué? -Por no los dar a patria ingrata.  10
¿Qué le debe su patria? Inmortal nombre.

   ¿De qué? -De larga vena, dulce y grata.
¿Y en qué pago le dan? -Talar el monte
¿Y habrá quien lo cultive? -No hay tal hombre.




Al Marqués de Montesclaros


   Dilatando, señor, de día en día,
este tiempo me ha vendido caro,
al crecido deseo acude avaro
el premio que tu vista prometía.

   Encógese de Tytiro la cría,  5
brama el ciervo, y enturbia el río claro,
rara es el ave, y el pastor es raro,
que el monte y la campaña descubría.

   Con toda esta ocasión me determino
como Leandro en mar tempestuoso,  10
al río, al viento y lluvia, al frío insano.

   En paso estrecho, en áspero camino,
Dardanio en la virtud de su Montano
presume de valiente y animoso.




Soneto


   Dicen que la cabeza de Medusa
de tanta crueldad siempre se arrea,
que vuelve en piedra al hombre que la vea
que grande ni pequeño no se excusa.

   Aquí vive una ninfa que esto usa,  5
aunque en mirar sus ojos poco emplea;
mas si una vez los abre, así pelea,
que de envidia la muerte está confusa.

   No sé si en piedra yo soy convertido,
que en verla ya no oyó, veo ni siento,  10
y si siento, lo callo más que piedra.

   Marfira ha vuelto en piedra mi sentido,
tomen de mí los hombres escarmiento,
y no la mire nadie, pues no medra.




Al almirante Aliso


   Aquí donde entre montes raudo mueve
su corriente caudal tajo dorado;
aquí donde las aguas se han trocado
en blanca espuma, como blanca nieve.

   Aquí, lugar dichoso, aquí de debe  5
cuanto de honor y gloria el cielo ha dado
el número escogido y consagrado
que el sabio humor de la Castalia bebe.

   Aquí por celebrar la cruda historia
del desamor de Alisa en dulce canto,  10
describieron tu mal, Aliso mío.

   Consagran esta peña en tu memoria,
y al son del amoroso y triste llanto
el suyo acrecentó el soberbio mío.




Al mismo


   Cual de Venus el hijo piadoso
que en desgracia de Juno navegaba,
y en alterado mar favor le daba
Neptuno con Tridente poderoso.

   Así pensé del tuyo, en el penoso  5
piélago do mi barca se anegaba,
que ha quien un cetro tal se le entregaba
se diera el mismo corazón gracioso.

   Si eres tan noble, Aliso, cual se siente,
una cosa de dos, en esta afrenta,  10
te pido, pues del mar eres monarca:

   O vuélvele a Neptuno su tridente,
o en lugar de librarme de tormenta
no acabes de anegar mi triste barca.




ArribaAbajoRamírez Vela, Juan

Madrid. Siglo XVII

Poeta.




En alabanza del doctor Juan Pérez de Montalbán


   Canoro influjo el Apolíneo acento,
tan deidad a su Lira que le inspira,
que ya es constelación la que fue Lira,
primera causa, la que fue instrumento.

   Del Español Apolo del Portento  5
Feliz, dulce otra Lira, cuantos gira
aquella paralelos, esta admira,
Discurso, Inteligencia, y Movimiento.

   Vega, y Monte, si bien forma difieren,
no magnitud, no Eclípticas doradas:  10
porque siendo una voz, un plectro en suma.

   Muertos se vivifican, pues adquieren,
mirar muriendo sobre el Sol fijadas,
Lope su Lira, y Montalbán su Pluma.




Sobre el mismo tema


   Si los Anales de tu breve historia
se imprimieron en pálidas cenizas,
muriendo, tu memoria inmortalizas,
pues quedó impresa en Almas tu memoria.

   Ni fue Muerte tu Muerte, sino gloria,  5
vida que gozas, y en que no agonizas;
rigores del morir que solemnizas
Métrico Cisne en Lira transitoria.

   Dédalo al Sol tu Pluma consagraste,
si bien desvaneciéndote el objeto,  10
de ti mismo, a ti mismo despeñaste.

   Con que de premio el celestial decreto
quiso en el Sol divino, a quien amaste,
darte a gozar, sino a escribir sujeto.




ArribaAbajoReus, Gaspar Agustín

Aragón. Siglo XVII

Poeta.



    Tan dulce escribes, burlas tan jocosas,
gloria del Ebro, timbre del Parnaso,
que las corrientes aguas del Pegaso,
fertilizan tu ingenio, caudaloso.

   Lo serio, lo suave, lo amoroso,  5
en tus Obras encuentro a cada paso,
del Sol, desde el Oriente, hasta el Ocaso,
publicará tu fama luminoso.

   En tu libro tendrá feliz suceso,
siendo tu entendimiento tan difuso,  10
y el acertar en ti tan de improviso.

   Que de repente escribes con exceso,
huyendo de las voces y el abuso,
y en cada verso dándome un aviso.



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