A la vida y costumbre
de Nuestra Señora conforme San
Epifanio
Vistió la
humilde Virgen lino y lana,
honró en su estado al grande
y al pequeño.
Ira, cólera o risa, ni por
sueño
mostró tener, ni
turbación humana.
De estatura de
cuerpo fue mediana,
5
rubio el cabello, el color
trigueño,
afilada nariz, rostro
aguileño,
cifrado en él un alma
humilde y llana.
Los ojos verdes
de color de oliva,
la ceja negra, arqueada,
hermosa,
10
la vista santa, penetrante y
viva.
Labios y boca de
purpúrea rosa,
con gracia en las palabras
excesiva,
representando a Dios en cualquier
cosa.
Soneto
A.
¿Quién vive aquí? C. Un pobre peregrino.
A. ¿Pues peregrino con hogar
y casa?
C. ¿No la veis toda ya
desierta y rasa,
que sólo esté sobrado
quedó en pino?
A.
¿Quién os trajo a tal lugar? C. Mi sino.
5
A. ¿Quién sois? C.
Soy viento que no vuelve y pasa:
tuve favor del mundo, tuve el
asa;
pasó el buen tiempo, y el
adverso vino.
A.
¿Qué hacéis aquí? C. Un cesto, una
canasta,
tal vez de mimbre, tal de seco
esparto,
10
con que gano el sustento que me
basta.
Y no me vi (os
prometo) jamás harto
de pretensiones militares
hasta
que el desengaño me
alquiló este cuarto.
Los quince misterios
del Rosario
Cuando a
María el Ángel la saluda,
y ella visita a Elisabet su
prima,
cuando pare al que cielo y mundo
anima,
y cuando ordena Dios que al templo
acuda,
cuando Cristo en
el huerto sangre suda
5
el azote y corona le lastima,
cuando el sagrado leño se
echa encima,
y pasa muerte tan acerba y
cruda.
cuando con
triunfo y gloria resucita,
sube la los cielos, y a su Iglesia
santa
10
el Espíritu Santo la
visita;
cuando llama a
María sacrosanta
y la corona con aplauso, y
grita
para siempre sin fin la Iglesia
canta.
Ribadeneira, Isabel de
España. Siglo XVII
Poeta y amiga de Lope de Vega.
A Lope de Vega y
Carpio
Si el
Español, o el Florentín famoso
vieran de tus escritos la
excelencia,
Vaga, a quien el Parnaso
reverencia,
quedara cada cual de ti
envidioso.
Porque tu dulce
estilo caudaloso
5
así de los demás se
diferencia,
como entre las estrellas la
presencia
del sol al medio curso
luminoso.
Y pues los
ríos, sin faltar ninguno,
cortando montes, o por valles
fríos,
10
al mar van a pagar debido
censo:
Aunque no has de
crecer con loor alguno,
vaya mi arroyo entre famosos
ríos
al Océano de tu ingenio
inmenso.
Ribellas y de Villanoua, Miguel
España. Siglo XVI - XVII
En la obra de Rey de Artieda,
Los Amantes de 1581, en los preliminares hay un laudatorio
de este poeta al autor.
A Rey de
Artieda
Al que en estado
humilde se entretiene,
y al que por gradas llega a ser
Monarca,
iguala lo que llaman hado, y
Parca,
como ejecute el uno y otro
ordene.
Pero aquella que
a dar lo justo viene,
5
cuya memoria mil siglos
abarca,
eterniza por letras a Petrarca
y al Cid, porque en valor igual no
tiene.
Justamente,
señor, y amigo caro,
con el rumor que mueve y el
estruendo
10
la que el silencio de la Parca
ataja,
contra su gran
poder tenéis reparo,
pues el valor al Cid le vais
siguiendo,
y espero que a Petrarca
haréis ventaja.
Discurso XIV del libro
Agudeza y arte de ingenio de Baltasar
Gracián
Gallardo
capitán, que armado de oro,
con la lanza fatal puesta en la
mano,
pisas el cuello del feroz
tirano,
que a su rey y a su Dios
perdió el decoro.
El pie sagrado
con respeto adoro,
5
que así castiga el loco
intento vano,
en el divino alcázar
soberano
tiene el primer lugar el primer
coro.
Postraréme
a tus pies con tu licencia,
y allí do Lucifer
está tendido,
10
juntos los dos haremos
penitencia.
Que si al mismo
Señor tengo ofendido,
no queda entre él y yo
más diferencia
de estar él pertinaz, yo
arrepentido.
Ribera, Juan de
Ronda (Málaga). Siglos XV -
XVI
Poeta.
A Francisco de
Roales
Ante tu canto, en
plectro dilatado,
la eterna Fama, o del Tormes
undoso
Canoro Cline, fin que el tiempo,
odioso
Leteo, ofulque a tanta gloria el
grado.
No de la envidia,
el Midas obstinado
5
niegue a tu labio acento. el Lauro
honroso
pues gustar mejor pudo
decoroso,
el Numen dulce, el Helicón
sagrado.
Y la Penea Ninfa,
que de Apolo,
el docto empleo le negó a
sus brazos,
10
(trocó a las ansias de un
amor prudente).
Hoy nuevo Apolo,
a ti te ofrezco solo,
con amoroso afecto, ardientes
lazos,
que ciñan de tu ser, la
adulta frente.
A la muerte del doctor
Juan Pérez de Montalbán
Nacer a gusto, y
atención del Cielo
en el margen del quieto
Manzanares,
más erudito que el cercano
Henares,
y aplaudido con honras en el
Suelo.
Explicar sus
conceptos tan sin velo,
5
que en Provincias extrañas,
anchos Mares
como divinos, como singulares
unos, y otros los leen sin
recelo.
Solamente lo
admiro en el ejemplo
del Grande Montalbán, de
España Taso,
10
con copia de mejores
atributos;
y por ellos
eterno le contemplo:
pues renace en Virtudes sin
Ocaso,
que nunca a caducar vendrán
sus frutos.
Ribera, Simón de
España. Siglo XVI - XVII
En loor a la obra de
Francisco de Guzmán, publicada en 1565
Traten en
amorosas niñerías
otros vanos ingenios y poetas,
blasonen del aljaba y las
saetas
del ídolo de amor sus
poesías.
Describan fuentes
claras, aguas frías,
5
a menos prados, frescas
violetas,
que en fin obras son estas
imperfectas
do de ceban las vanas
fantasías.
Muy al
revés gastaste tu talento
que el cielo os concedió
galán famoso
10
pues de estas vanidades no
curaste.
Antes con alto
celo y fundamento
enseñando lo bueno y
provechoso,
más que todos en todo os
señalaste.
Rivera, Luis de
España. 1612
De Sagradas Poesías
(1612)
De Cristo resucitando
a Lázaro
La enfermedad del
justo y sus dolores
a la gloria de Dios abren
camino;
que no para en la muerte su
destino,
odiosa cual de tristes
pecadores.
Sueño es
de paz y de abundancia y flores
5
por quien espera el cuerpo no
mezquino,
aquel eterno abrazo, fiel,
divino,
de la alma con purísimos
amores.
Lázaro
así, ya en el sepulcro puesto,
con lágrimas de Marta y de
María
10
a Cristo movió en lloro,
¡humana suerte!
Turbó al
valiente espíritu el funesto
horror; mas dando un grito al que
dormía,
sacólo a luz del seno de la
muerte.
Soneto
Estrella nunca
vista se aparece
a los remotos reyes
orientales,
y al juzgar de los fuegos
celestiales,
otra lumbre mayor los
esclarece.
Nacido sacro rey
se les ofrece,
5
con nuevas maravillas y
señales
para que reverentes y leales
la obediencia le den como
merece.
Parten llevados
de la luz y el fuego,
del fuego de su amor; luz que los
guía
10
con claridad ardiente y
soberana.
Subió al
trono de Dios el pío ruego,
y llenos de firmísima
alegría,
vieron la luz de Dios por nube
humana.
Soneto
Cubrid de flores
a la bella Esposa,
que se apaga el oriente en sus
mejillas,
y un exceso de amor vuelve
amarillas,
almas, si ya os tocó llama
hermosa.
Revivid la
temprana y fresca rosa
5
que viola parece,
¡maravillas
de vehemente ardor, y cómo
humillas
al alma por tu santa unión
ansiosa!
Las preciadas
camuesas de sus huertos
traed para que huela, y el
semblante
10
suyo fortaleced con nuevas
flores;
que yace de
amorosos desconciertos
ella herida, y el amor
triunfante,
¿qué mucho que la
venza mal de amores?
De Cristo ya
resucitado
Rosas, brotad al
tiempo que levanta
la cabeza triunfal del breve
sueño
el sacro vencedor, trocado el
ceño,
y huella el mundo su divina
planta.
El cisne entre
las ondas dulce canta,
5
y el campo, al espirar olor
risueño,
al renovado fénix, sobre el
leño
ve pulirse las plumas y se
espanta.
Brotad,
purpúreas rosas, y el aliento
vuestro, mezclado de canela y
nardo,
10
bañe el semblante de
carbuncos hecho.
Mueva el coro la
voz y el instrumento,
el coro celestial, si más
gallardo,
¿puede ofrecerse a
más heroico hecho?
Soneto
Última
raya de las cosas nuestras
eres, hora terrible y
despechada
embeleso fatal en sombra
helada
de figuras horribles y
siniestras.
¡Qué
osadas son tus flechas y qué diestras
5
para abrir la herida
acelerada!
De sangre, amarillez, hedor
manchada
así en tus trances con pavor
te muestras.
Mas a ti, tan
aleve y tan temida,
el justo te desprecia, y en paz
santa
10
recibe ese tu abrazo deseado,
porque para hacer
que seas vencida,
el vigor con que a sí propio
quebranta,
en inmortal ardor lo ha
transformado.
Soneto
La noche estaba
del silencio en medio,
y las cosas suspensas,
aguardando
de la dichosa hora el punto,
cuando
reciba el mundo sin igual
remedio.
Puso entre el
hombre y Dios la Virgen medio,
5
su consentir humilde al
Ángel dando
y el resplandor del Padre,
así encarnando,
ya vecino al nacer confirma el
medio.
María, de
extremado gozo llena
y en vehemente ardor toda
encendida,
10
pide que salga el sol que la
enamora.
Vistióse
de blancura y luz serena,
y sobre humanas fuerzas
conmovida,
virgen y madre se mostró a
la hora.
Soneto
Hoy al templo una
Virgen se presenta
con un hijo en los brazos, Virgen
madre,
que siendo tal, de no terreno
padre
lo parió, y a sus pechos lo
alimenta.
En gozo fue su
parto, y sin afrenta
5
de culpa; el concebir de humana
madre;
mas en la luz en que se vio su
padre
y en su mente engendrado lo
sustenta.
Al mismo Padre se
lo ofrece, y dice,
con aquella pureza que en su
alma
10
vido el Infante cuando estuvo
dentro:
«Tú,
gran Padre, lo acepta, y lo bendice,
porque de tu virtud la excelsa
palma
de su enemigo humille el recio
encuentro.»
Roa, Martín de
Córdoba. 1563 - Montilla
(Córdoba). 1637
Poeta. Jesuita. Rector del Colegio
de Málaga. Teólogo, filósofo e
historiador.
Lamento
De tan injusta
culpa es justa pena,
y de tal deuda merecida paga,
a quien herir se deja, mortal
llaga,
y a quien se entró en la
cárcel, la cadena.
¿Qué fruto espera a quien
sembró en la arena?
5
¿Qué bienes quien de
tanto mal se paga?
Qué luz, quien de su sol la
luz apaga?
¿Qué puerto, quien su
nave al mar barrena?
Mas, ay, que en
mis razones me condeno,
pues sigo tan a ciegas tal
derrota,
10
y favor pido a quien mi mal no
duda.
Yo soy el que
camino tan sin freno,
herido, preso, ciego, en nave
rota,
a vistas de quien puede y no me
ayuda.
Robles de Carvajal, Rodrigo de
Siglo XVII
Sonetos
- I
-
No me duelo de
mí porque mi duelo
regala con su pena mi sentido,
que es gloria ser de vos
aborrecido
pues, amando la vuestra, me
consuelo;
de vos y con
razón justa me duelo
5
que causándoos mi amor odio
crecido,
siempre el temor tendréis al
alma asido
que en pecho que aborrece no hay
consuelo.
Siendo esto
así, no debo estar quejoso
yo del rigor de vuestro
pensamiento,
10
vos sí de la afición
de mi memoria:
que mi amor es
con vos más riguroso
pues, amando yo siempre, os doy
tormento,
y vos, aborreciendo, me dais
gloria.
- II
-
Ya no culpo al
amor porque no es parte
ya para deshelar tu pecho
frío,
porque todo su fuego está en
el mío
y mi fuego no aspira a
deshelarte.
Antes si de
él me pides una parte
5
para amarte y matar a tu
desvío
no te ha de dar ninguna mi
albedrío
por no perder ninguna de
adorarte.
Y pues la
obstinación de mi firmeza
para tu sequedad, no busca
medio,
10
busca fiereza tú, para
matarme,
que con
desvío, sequedad, fiereza,
es bien que contradigas mi
remedio,
pues yo mismo no aspiro a
remediarme.
Robles y Guzmán, Pedro de
España. Siglo XVII
Poeta.
Soneto
¡O Reina
Grande, aun antes de la Cuna!
Mas que accidente opone la
fiereza,
a la constante luz de su
grandeza,
afectando la ley de la
fortuna.
Crece dolencia
grande, que importuna
5
a pagar solicita la fineza,
y remontando Sol en su
entereza
resiste la inconstancia de la
Luna.
Con igualdad
discorde en Regia Valla,
dos grandes a la lucha se
permiten,
10
creciendo el uno, el otro sin
aumento.
Vence Mariana,
¡o tu! porque es batalla
donde violento, y natural
compiten,
es preciso, que ceda lo
violento.
Rodríguez de Cifuentes, Juan
Cuba. Siglos XVI - XVII
Poeta y regidor.
Soneto
Las siete
afortunadas islas bellas
donde Marte y Amor tienen su
asiento,
salen surcando el líquido
elemento,
acompañadas de dos mil
estrellas;
y de aquel
ámbar-gris que en todas ellas
5
cría el Divino Autor del
firmamento,
llega el suave olor que lleva el
viento,
por donde se conocen que son
bellas.
Llegan adonde
vive el que las loa;
y como a hijo dulce y regalado
10
le puso cada cual su laureola;
y así
quedó Silvestre de Balboa
de estas siete diademas
coronado
todas ganadas por su virtud
sola.
Rodríguez de Villaviciosa,
Sebastián
España. Siglo XVII
Poeta y amigo de Lope de Vega
A la muerte de Lope de
Vega
Ya sepultado en
su memoria yace
quien tanto prefirió su
misma gloria,
díganlo su esplendor y su
victoria,
nobles cenizas en quien hoy
renace.
El eje helado su
opinión abrace,
5
y en el orbe su fama sea
notoria,
de capítulos sirvan a su
historia,
las que estrelladas hojas Tauro
pace.
Que se atreva a
contar la Parca horrible
la cerviz que la tierra tiene
absorta
10
despecho fue cruel, pero
posible.
Que corte, y que
ejecute, nada importa,
mas pensar que ella vence es
increíble,
pues Lope triunfa de lo que ella
corta.
Rodríguez del Rincón,
Juan
España. Siglo XVII
Poeta y bachiller
Soneto
También A
la eminencia, al Sol, y Rosa
(monarcas siendo) amaga los
rigores;
de ardientes rayos, cierzos, y
vapores;
que a un tiempo es ser grandeza y
peligrosa.
Todo en ti
amenazado (o prodigiosa
5
Majestad) se lloró vanos
temores
si eternos se vinculan en ti
flores,
sacro laurel, y luz tan
poderosa.
Frustro de fatal
hado triste suerte
de un veneno prudencia
prevenida.
10
Veneno es la grandeza dulce, y
fuerte.
Mas burla de
él, si aun antes de nacida,
próvido el cielo en excusar
tu muerte,
de este veneno alimentó tu
vida.
Rodríguez y Martel, Juan
Aragón. Siglo XVII
Canónigo de la Santa Iglesia
de Daroca. Poeta.
Soneto
Don Alberto, la
fama de hoy te llama,
como a Lope, Quevedo,
Gracilazo,
para Timbre glorioso del
Parnaso,
componiendo en tu frente esquiva
rama.
Muestra tu
ingenio tan altiva llama,
5
que la célebre fuente del
Pegaso,
al Ibero se vino paso a paso,
a los Ecos sonoros de su fama.
Nuevo aplauso
pretende, más ufanas,
al plecto de tu voz siempre
Española,
10
por mirarse en ti, Diez, las nueve
Hermanas.
Y sin duda a tu
lira, siempre sola,
la dotaron de voces soberanas,
porque tenga en ti el Ebro otro
Argensola.
Rojas Villandrando, Agustín
de
Madrid. 1572 - Paredes de Nava
(Palencia). 1618
Poeta. Comediante. Notario
eclesiástico.
Soneto
Amor de amor
nacido y engendrado,
a la fe de tu amor estoy
rendido;
amor si en fe de amor fe te he
tenido,
¿cómo es posible
amor, me hayas dejado?
Amor; donde hay
amor siempre hay cuidado;
5
amor, do no hay amor, siempre hay
olvido;
a tu blanda coyunda, amor,
asido,
mi indomable cerviz has
sujetado.
Amor, sin ti no
hay gusto, no hay contento;
amor, contigo hay rabia, hay pena,
hay llanto;
10
amor, por ti hay desgracia y hay
castigo.
Si busco amor,
amor me da tormento;
si dejo amor, amor me causa
espanto;
¿pues a quién
seguiré si amor no sigo?
Rojas y Ladrón, Pedro de
Valencia. Siglo XVII
Poeta.
No de Orlando y
Angélica ficciones,
no la navegación del sagaz
Griego,
no el incendio de Troya, y grande
fuego,
no de España y Arauco las
cuestiones.
No de Beatriz y
Laura perfecciones,
5
no de la de Cartago el triste
ruego,
no sátiras que alaba el
vulgo ciego,
no dioses falsos, ni
transformaciones.
Canta con verso
grave y elegante
el Ponce, a quien dotó
naturaleza
10
de ingenio que a mayor se
empina.
De reina sabia
mártir y constante
nos muestra en tiernos años
la belleza,
de Cristo esposa, virgen
Catarina.
Rojas Zorrilla, Francisco de
Toledo. 1607 - Madrid. 1648
Dramaturgo español. Tras
estudiar en Toledo y Salamanca, se introduce en la corte. En
algunas de sus obras colaboró con Calderón y
Montalbán y alguno más de los autores de su
tiempo.
Soneto de los esposos
aldeanos
No quiere el
segador el aura fría,
ni por abril el agua mis
sembrados,
ni yerba ni dehesa mis
ganados,
ni los pastores la estación
umbría;
ni el enfermo la
alegre luz del día,
5
la noche los gañanes
fatigados,
blandas corrientes los amenos
prados,
más que te quiero, dulce
esposa mía:
que si hasta hoy
su amor desde el primero
hombres juntaron, cuando así
te ofreces
10
en un sujeto a todos los
prefiero,
y aunque
sé, Blanca, que mi fe agradeces
y no puedo querer más que te
quiero,
aun no te quiero como tú
mereces.
No quieren
más las flores al rocío
que en los fragantes vasos el sol
bebe,
las arboledas la deshecha
nieve,
que es cima de cristal y
después río;
el índice
de piedra del Norte frío,
5
el caminante al iris cuando
llueve,
la oscura noche la traición
aleve,
más que te quiero, dulce
esposo mío;
porque es mi amor
tan grande que a tu nombre
como a cosa divina construyera
10
aras donde adorarte; y no te
asombre,
porque si el ser
de Dios no conociera,
dejara de adorarte como hombre
y por Dios te adorara y te
tuviera.
La
mujer
De quince a
veinte es niña; buena moza
de veinte a veinticinco, y por la
cuenta,
buena mujer de veinte y cinco a
treinta:
¡dichoso aquel que en tal
edad la goza!
De treinta a
treinta y cinco no alboroza
5
pero puede pasar con
«sal-pimienta»;
mas de los treinta y cinco a los
cuarenta
cría niñas que labren
su coroza.
Ya de cuarenta y
cinco es bachillera,
habla gangoso y juega de
vocablo,
10
de cincuenta cerrados da en
santera;
y a los cincuenta
y cinco hecho el retablo,
niña, moza, mujer, vieja,
hechicera,
bruja y santera se la lleve el
diablo.
Al sepulcro de Lope de
Vega
Este que en
decoroso monumento,
siendo ceniza, se habilita
llama,
al peso que da luces a la
fama,
añade compasión al
sentimiento.
Fue su accidente
su merecimiento,
5
no el dolor fue el veneno que le
inflama,
que a quien grande la voz del orbe
aclama,
parece que el vivir dura
violento.
Este es el mismo
llanto y el llorado;
sus méritos dirá su
infeliz suerte,
10
no tuvo que envidiar, y fue
envidiado.
Su
admiración en llanto se convierte,
de todos fue en la vida
venerado,
y nadie le premió, sino es
la muerte.
Romeo, Juan Lorenzo
Aragón. Siglo XVII
Poeta y abogado en los Reinos
Consejos de Aragón.
Soneto
Baga sin
sujeción, con desvarío,
la fantasía en todos
imagina,
sólo a la de Javier virtud
divina
dio elección discurso, y
albedrío.
Lasciva especie
con tirano brío
5
en sueños le acomete, y para
ruina,
del Templo de Javier, falsa
maquina
ídolo torpe en el letargo
frío.
Mas como sobre el
cuerpo el alma vela
en éxtasis divino, a Dios
unida,
10
fuerte le opone al fácil
movimiento.
Borra la imagen,
y a su sangre apela,
que por ser de su espíritu
movida,
purifica en su ardor, el
pensamiento.
Romero, Doctor
España. Siglo XVII
Poeta.
Al retrato y escudo de
armas de don Luis Carrillo y Sotomayor
Gran
Capitán segundo, renacido
de Córdoba, esperanza
renovada,
invicto César, cuya ardiente
espada
rinde al soberbio, ampara al ya
vencido.
Rayo de Marte en
olas encendido,
5
espantoso terror de Turca
armada,
defensa de la nuestra no
domada,
a pesar de las ondas del
olvido.
Si te llama, o
clarísimo mancebo,
el valor de Alejandro fin
segundo,
10
o esperanzas de César el
Romano.
De ganar cuanto
alumbra el claro Febo,
mira tu escudo, que es valor del
mundo,
y veras otro Hércules
Tebano.
Romero de Cepeda, Joaquín
Badajoz. ¿1540? - 1590
Poeta. Escribió comedias y
vivía hacia el 1588
Soneto
Estábase
«Morfida» contemplando
en su pecho al pastor por quien
moría;
ella misma le hablaba y
respondía,
que lo tiene delante
imaginando.
Por sus hermosos
ojos destilando
5
lo que orientales perlas
parecía,
con un ¡ay! que del alma le
salía
estas palabras dice
lamentando:
«No viva yo
sin tu dulce amor mío,
de mí me olvide yo, si te
olvidase;
10
pues no tengo otro bien, ni otra
esperanza.
Solamente en tu
fe, pastor, confío;
y si esta en algún tiempo me
faltase
mi muerte me dará de ti
venganza.»
Soneto
Aquellos claros
ojos que solían
a mi cansada vida dar reposo
con solo un bien mirar dulce,
amoroso,
por quien todos mis males
fenecían;
ahora de otra
suerte se volvían,
5
con un furor airado y enojoso,
en cuya alegre vista y ver
furioso
mis males todos juntos se
perdían.
¡Oh desleal
Amor, que procuraste
que fuese sólo el ver sola
mi gloria
10
y que de allí viniese el
mayor daño!
¿Por
qué no dejas libre la memoria,
pues las demás potencias me
quitaste,
mostrándome tan claro el
desengaño?
Soneto
Cual
cándida paloma reclinada,
que el dulce viento pasa de
corrida;
como la bella Aurora
entretenida
del nocturno vapor sale
forzada;
cual la blanca
azucena rociada
5
del frescor matutino
enternecida,
y cual temprana rosa, aun no
cogida,
entre espinosos cardos
levantada;
así entre
todas va vuestra blancura,
con gracia, con dulzura, con
aseo,
10
que excede toda gracia y
hermosura:
sois la blanca
paloma en el meneo;
sois azucena y rosa en la
figura;
sois una hermosa aurora a mi
deseo.
Rufo, Juan
Córdoba. 1547 - 1620
Poeta. Jurado de Córdoba y
cronista de Juan de Austria.
A una
Ana
Di, Ana,
¿eres Diana? No es posible,
que eres fecunda y eres más
hermosa.
¿Eres, por dicha, el Sol?
Tampoco es cosa,
aunque sola, a tu sexo
compatible.
¿Eres
Belona bella? Fue terrible;
5
ni Venus, que era fácil,
aunque diosa,
¿Pues qué
serás, oh imagen milagrosa,
si el ser humana y tal es
increíble?
Serás
Diana, Ana, en la pureza,
Febo en el resplandor y en la
alegría;
10
en valor Palas, Venus en
belleza;
y mujer a quien
dio más que podía
la atenta y liberal Naturaleza
que, en hacerte, más hizo
que sabía.
Ruiz de Alarcón, Juan
México. 1581 - Madrid.
1639
Poeta español. Autor
dramático. Con Lope, Quevedo y Calderón considerado
entre los mejores autores teatrales del mundo. Su joroba fue la
crítica de muchos de estos autores.
Al
Vesubio
Al Nilo,
Eúfrates, Ganges y Danubio
lágrimas faltan y en
ardiente abismo
gime Neptuno todo el caso
mismo
del hijo infausto del Planeta
rubio.
Tanto de rayos,
tanto es el diluvio,
5
que el orbe ya en funesto
paroxismo
el último flamante
cataclismo
se anticipa en volcanes del
Vesubio.
¡Oh, humano
sueño! ¡oh, necia confianza!
Despierta ya, que el cielo en el
que miras
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te ofrece avisos del mayor
estrago.
Y si irrita sus
iras tu tardanza,
¿cuál será,
cuál, el golpe de sus iras,
si tales son las iras de su
amago?
Ruiz de Biedma, Fernán
España. Siglo XVII
Poeta y amigo de Lope de Vega
A San
Isidro
Los campos de
Madrid, Isidro santo,
que en toscas líneas
labrador termina,
giran globos de gloria
peregrina
los ratos que con Dios
conversáis tanto.
Y porque el
Vargas vuestro admire cuanto
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aumentáis su labor, mano
divina
inteligencias al arado
inclina,
que a la común materia rompa
el manto.
Libra el cielo al
que siembra entre dolores,
que siegue eterno gozo por
tributo,
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duras espinas convirtiendo en
flores.
Y así de
vos, Isidro, el rostro enjuto
allá cogió por flor
de labradores,
sembrando aquí sus
lágrimas, el fruto.
Ruiz de Silva, Damián
España. Siglo XVII
Poeta. Cirujano de Su Majestad.
A la muerte del doctor
Juan Pérez de Montalbán
Descansa en
mármol, y mi pluma sea
a tus cenizas dolorosa Pira,
y ese mortal aliento que en ti
inspira
informe el numen de mi corta
Idea.
Pues remontado a
tanta luz Febea,
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entre esplendores, que tu Fama
gira,
muerto mi afecto, vivo, allí
te mira,
y vivo, muerto, duda no te
vea.
Descansa pues, y
huella más ufano
anciano Joven globo
cristalino,
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de inalterable gloria
Cortesano,
y en tan pura
región, en tal destino,
quien te aclamaba Montalbán
humano,
hoy te venere Montalbán
divino.
Al mismo
tema
Baja en puro
cristal, o en puro hielo
lluvia a la tierra en torbellino
ondoso,
y el corazón del día,
el Sol hermoso
enjuga el llanto que ha llorado el
cielo.
Cuando en niebla
se exhala al vitrio velo
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de uno y otro vapor
caliginoso,
nube que la pavimento
luminoso,
sino le empaña, se le opone
velo.
Pues si
aquí al luminar tanto elemento
le perturba tan sólo un
accidente
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impreso en un vapor que lleva el
viento.
Que mucho,
Montalbán, que a tanto ardiente
la idea de su humano
entendimiento
el móvil pierda de su firme
asiento.
Saa de Meneses, Francisco
España. Siglo XVII
Poeta y amigo de Lope de Vega
A la muerte de Lope de
Vega
Detén,
verás, o caminante, en nada
el bulto del gran Lope, alto
recelo
tu pecho ocupará, tus venas
hielo,
si eres hombre, sino eres piedra
helada.
Mas advierte que
ya se ve ilustrada
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la tierra, aun del caduco mortal
velo,
que el nombre llena al mundo, el
alma al cielo,
donde fue procedida, es
trasladada.
Miras un dulce,
aunque lloroso ejemplo,
para los desengaños de la
vida,
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que voces da sin voz a los
mortales.
Sus obras son
imágenes en templo,
que muestran llana la áspera
subida,
para escalar los muros
celestiales.
Saenz de Lazcano, Francisco
España. Siglo XVII
Poeta. Furrier Mayor de la
Caballería de la Reina Nuestra Señora.
A don Juan de Vera
Tassis y Villarroel
Hoy al inmortal
Templo de la Fama,
contra injurias del tiempo, y del
olvido,
llega en sonora voz restituido
Fénix canoro en armoniosa
llama.
En hombros del
Atlante, que le aclama,
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sale en Orbe luciente
esclarecido,
donde, con nuevos rayos
esparcido
ilustre acentos, que su nombre
inflama.
A tan noble
amistad Aras levante,
la Cumbre de Castalia en dulce
metro,
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el Griego, ni el Latino ya no
cante,
a Pilades, ni
Pólux Palma, y Cetro,
pues tienen con unión aun
más constante
Salazar consonancias, Vera
plectro.
Salamanca y Carranza, Juan de
España. Siglo XVII
Licenciado, poeta y amigo de Lope de
Vega.
A San
Isidro
Los campos de
Madrid, Isidro santo,
de los Elíseos son honrosa
afrenta,
pues el cielo sus flores
acrecienta,
cuando vos aumentáis amor y
llanto.
Admiración
me causa, más no espanto,
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que cultivarlos tomen por su
cuenta
los Ángeles, pues Dios
así frecuenta
sumo poder, por estimaros
tanto.
Triunfos tantos
de gloria Isidro alcanza,
emulando soberbias en el
suelo,
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y dando a Dios en agua fiel
tributo.
Que en
posesión convierte su esperanza,
pues goza dicha tales en el
cielo,
sembrando aquí sus
lágrimas el fruto.
Salas, José de
España. Siglo XVII
De El libro de
claustros del año 1621
Hable a los
siglos Córdoba elocuente,
por sus Sénecas, no, ni por
Lucano,
como pretende el gran
Bilbilitano,
sino sólo por Góngora
eminente.
Por su Lope
blasone justamente
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ennoblecido el suelo carpetano
y a tanta Musa se la oponga en
vano
del Tiber, o del Pado la
corriente.
Madrid segundos
lauros se aperciba,
pues el renombre eterno ensalzar
puede
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que en la posteridad Hortensio
goza.
Con un Leonardo y
otro el Ebro viva,
el Betis con su Herrera ufano
quede,
que a mí no ha de callarme
Zaragoza.
Salas Barbadillo, Alonso de
Madrid. 1581 - 1635
Es Alonso Jerónimo de Salas
Barbadillo, poeta y novelista amigo y rival de Lope.
Soneto en el libro de
Baltasar Gracián, Agudeza y arte de
ingenio
Discurso XVII
Cumbre de
santidad, monte sagrado,
que al Cielo nos enseña, y
encamina,
tan señalado en santidad
divina,
que el mismo Dios por vos fue
señalado.
Índice de
aquel libro celebrado,
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de la verdad que a la virtud
inclina,
y mano que corriste la cortina
al sumo Dios cubierto, y
disfrazado.
¿Para
qué le mostráis, varón famoso,
a un pueblo, que después,
tiranamente,
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ha de ser de su sangre
carnicero?
Encoged vuestro
dedo milagroso,
y advertir que el mostradle a
aquesta gente,
es mostrar a los lobos el
Cordero.
Salazar Mardones, Cristóbal
de
España. Siglo XVII
Poeta y amigo de Lope de Vega.
Oficial Mayor de la Secretaría del Reino de Sicilia.
A la muerte de Lope de
Vega
De las plumas, o
tú la más valiente,
que canoro vistió cisne
sagrado,
émulo no de alguno,
sí imitado
del claro Orión al
lúgubre occidente.
Cuya facundia a
todas eminente,
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excedió tanto escrito del
Tostado,
dejó normas divinas al
tablado,
y coronada de laurel su
frente.
A la
región asciende de zafiro;
pues quedan tus conceptos, tus
memorias
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siempre admiradas de uno y otro
coro.
Y en
diáfana piel de terno giro
describe, parcial ya de inmensas
glorias
del celeste cristal los ejes de
oro.
Salazar Mardones y Aguirre,
María
España. Siglo XVII
Poeta.
Al sepulcro del
celebre poeta Juan Pérez de
Montalbán
Este con letras
de oro Monumento,
y de insignias vestido
funerales,
descanso es de cenizas
inmortales
construido de ciencia, y
escarmiento.
Al dulce de las
Musas instrumento,
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Montalbán, sin
espíritus vitales
contiene (aunque divino) con
señales
que Olimpios ascendió del
Firmamento.
La
admiración explica más perpleja,
y tantas inserciones
misteriosas
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de ingeniosa copia si lucida;
Su Región
alterada tan sin queja
entre acciones, y estampas
estudiosas,
que está restituido a mejor
vida.
Salazar y Alarcón, Eugenio
Madrid. 1530 - 1604
Estudió en Alcalá,
Salamanca y Sigüenza. Licenciado en Leyes. Juez en Asturias.
Gobernador de Canarias. Fiscal de Guatemala y de México.
Consejero de Indias.
Vidrio de
rosas
¡Oh
lozanico vaso vidrioso!
¡Oh agua clara, fresca, dulce
y pura!
¡Oh rosas delicadas, en quien
dura
un ser suave, lindo y oloroso!
El claro cielo,
empíreo, glorioso,
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¡oh limpio vidrio!, en ti se
me figura,
y en esa tu agua dulce la
dulzura
que hinche aquel lugar tan
deleitoso.
Las coloradas
rosa que en ti veo
las gloriosas almas
representan
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que gozan del bien sumo y la
alegría.
Divinas
esperanzas me sustentan:
Padre del cielo, ¡cumple mi
deseo!
Que sea rosa tal el alma
mía.
A doña Blanca
Enríquez, marquesa de Villamanrique
Blanca sobre las
blancas que por suerte
demás que felicísima
ventura,
la Nueva España vino a tanta
altura
que goza de tu ser sin
merecerte.
Si mi Musa
pudiera engrandecerte
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según tu merecer y virtud
pura,
cantara en tu loor con tal
dulzura
que se imprimiera el canto en
mármol fuerte.
Mas pues no llega
a tu valor mi canto,
y en él mi musa está
suspensa y muda,
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ni puede haber tal vez que suba
tanto;
recibe, alta
señora, de mi ruda
zampoña el rudo son, que
llega cuanto
puede una humilde voluntad
desnuda.
Salcedo Coronel, José
García de
Sevilla - Madrid,1651
Escritor y poeta. Gobernador de
Capua. Admirador de Góngora, Lope y Vélez de
Guevara.