Soneto de disparates
manejando una mujer a un hombre
Para pintarte,
empiezo por la boca,
que es como de costal, más
no tan seca;
porque de aficionada, y no a
manteca
trae siempre tanto moño, que
me coca.
Tus vigores, y
lados son de estopa,
5
a quien tu espalda le sirvió
de rueca,
en tu pie miro el zacarrón
de Meca,
y en tu nariz el Albañil de
Moca.
Toda tu habilidad
es mala cuca,
contigo la limpieza se
salpica,
10
el talle es de babieca, el juicio
de acá.
Es el pesebre
quien te da en la nuca,
y este retrato mi pincel te
aplica
en rueca, boca, Meca, cuca, y
caca.
Respuesta del
galán a la dama
Es tal tu gracia,
y aunque yo al probarla
di gloria a cuantos tratan de
verterla,
y tu rostro es un pez llamado
merla,
que nace en la laguna que hay en
Parla.
Tus ojos son de
aguja, que al pasarla,
5
se pica cualquier sastre por
meterla,
pues lo que es tu nariz, si fuera
perla,
no tuviera oro Ofir para
pagarla.
Cierta bola
interior tu boca verla,
tu barba a tener barbas fuera
borla
10
al pendón de una cara que
almas turba.
A toda tu beldad
tu boca merla,
y ves aquí tu rostro, aunque
sin orla,
en parla, perla, borla, merla, y
burla.
A San
Isidro
Los campos de
Madrid, Isidro santo,
no cura de surcar con el
arado,
que este oficio a los
Ángeles ha dado,
porque él con ruegos los
cultive en tanto.
El exceso de amor
en Dios es tanto,
5
que con él su atributo a
conmutado,
pues si de arar el cielo hace
cuidado,
Isidro es cielo en fecundar con
llanto.
Pues estos campos
para más consuelo
orando riega Isidro, Dios los
ara,
10
dejad, valle de lágrimas, el
luto.
Que exhaló
Dios las suyas hasta el cielo,
y allá de los trabajos nos
prepara,
sembrando aquí sus
lágrimas, el fruto.
Silva y Mendoza, Diego de
Conde de Salinas
España. 1564 - 1630
Soneto
De tu muerte que
fue un breve suspiro,
¡qué largo suspirar se
ha comenzado!
Es cilicio en el alma mi
cuidado
que le estrecha y aprieta cuanto
miro.
Si hay vez en que
esforzándome respiro,
5
más me ahoga un aliente
procurado:
ni sí si trueco o si renuevo
estado
cuando a escuchar el alma me
retiro.
Cual gusano que
va de sí tejiendo
su cárcel y su eterna
sepultura,
10
así me enredo yo en mi
pensamiento;
si es morir
acabar de estar muriendo,
lo que nunca esperé de la
ventura
esperaré del mal de un bien
violento.
Soneto
Una, dos, tres
estrellas, veinte, ciento,
mil, un millón, millares de
millares;
¡válgame Dios, que
tienen mis pesares
su retrato en el alto
firmamento!
Tú, Norte,
siempre firme en un asiento,
5
a mi fe será bien que te
compares;
tú, Bocina, con vueltas
circulares,
y todas a un nivel, con mi
tormento.
Las estrellas
errantes son mis dichas,
las siempre fijas son los males
míos,
10
los luceros los ojos que yo
adoro,
las, nubes, en su
efecto, mis desdichas,
que lloviendo, crecer hasta los
ríos,
como yo con las lágrimas que
lloro.
Soneto
Nunca
ofendí la fe con la esperanza;
vivo presente en olvidada
ausencia;
después de eternidades de
paciencia
no merezco quejarme de
tardanza.
Soy sacrificio
que arde en tu alabanza
5
(fuera morir no arder sin
resistencia);
¡oh puro amor, oh nueva
quintaesencia!,
de infierno sacas
bienaventuranza.
Cerca de visto y
lejos de mirado,
ni de agravios me vi
favorecido,
10
ni tu olvido alcanzó de
qué olvidarse;
tu descuido
encarece mi cuidado;
quererte más no puedo, ni he
podido,
que esto es amarte y lo
demás amarse.
Soneto
Estas
lágrimas vivas que corriendo
van publicando lo que el alma
calla,
son una diligencia sin
pensalla
que en mi favor está el
dolor haciendo.
Quien llora
está atreviéndose temiendo,
5
vencido de su pena por no
dalla;
tomo el llanto a su cargo el
declaralla;
nadie la dice y él la
está diciendo.
Vos
podréis descifrar algún suspiro
sin que yo pierda el nombre de
callado;
10
mas palabra no oiréis de mis
enojos,
pero
tendré, por fuerza, cuando os miro,
remitido el deciros mi cuidado
a la lengua del agua de mis
ojos.
Soneto
Cuantas fueron,
serán y son ahora
extremo de hermosura y
fundamento,
sólo el serviros de
encarecimiento
las honra, perfecciona y las
mejora.
De verse muda el
alabanza llora;
5
tiembla de vos el mismo
atrevimiento,
donde para el mayor
entendimiento
aún no comienza lo que sois,
Señora.
Queda lo que
más puede encareceros
comparándose a vos
encarecido;
10
menos dice quien más os
encarece;
hablar para
callar, es ofenderos,
y aunque es hablar haber
enmudecido,
¡alábeos el callar que
no enmudece!
Soneto
Este largo
martirio de la vida,
la fe tan viva y la esperanza
muerta,
el alma desvelada y tan
despierta
al dolor y al consuelo tan
dormida;
esta perpetua
ausencia y despedida,
5
entrar el mal, cerrar tras
sí la puerta,
con diligencia y gana
descubierta
de que el bien no halle entrada ni
él salida;
ser los alivios
más sangrientos lazos
y riendas libres de los
desconciertos,
10
efecto son, Señor, de mis
pecados,
de que me han de
librar esos tus brazos
que para recibirme están
abiertos
y para no castigarme están
clavados.
Soneto
Ni el
corazón, ni el alma, ni la vida
os entregué, Señora,
enteramente,
lo que de esto padece y lo que
siente
quiso dejar conmigo la
partida.
Parte es del
fuego a vos restituida
5
lo tímido, lo hermoso y lo
luciente;
lo claro, vivo, puro y más
ardiente,
¡no hay partir que del alma
lo divida!
Los asombros,
congojas y cuidados,
ardientes ansias y encogidos
hechos
10
con que continuamente me
persigo,
esto no va con
vos, en mí ha quedado;
lágrimas tristes que
penetran cielos,
éstas corren tras vos, de
mí y conmigo.
Soneto
Juraré que
os amé todos mis días
antes de ser posible
conoceros;
cuanto bien quise hasta llegar a
veros
sombras fueron de vos y
profecías.
Pasé,
buscándoos con las ansias mías,
5
ídolos que a vos sirven de
luceros;
de fuego en fuego acrisolé
el quereros,
y al fin hallé sin vida a
mis porfías.
Podéis vos
con vos misma persuadiros,
pues de las perfecciones, las
más puras
10
hasta llegar a vos fueron
ensayos;
a servir
aprendí para serviros;
derívanse del sol las
hermosuras;
sol adoraba el que adoró sus
rayos.
Silvestre, Gregorio
Lisboa. 1520 - Granada. 1569
Organista de la Catedral de
Granada.
Con penas quiere
amor...
Con penas quiere
amor que me contente
y que perdiendo entienda que me
gano,
que tenga el corazón
muriendo ufano,
que sienta y que no sienta lo que
siente.
Ni sé
cuando estoy frío ni caliente,
5
ni sé cuando es invierno ni
es verano;
en mí lo más doliente
es lo más sano
y es lo más sano en
mí lo más doliente.
Del un extremo
salto al otro extremo,
que no vale razón, ni ley,
ni uso
10
para avisarme del error
pasado.
Y es mal de
tantos males, que no temo
sino que todo reino en sí
confuso
en breve tiempo se verá
asolado.
Soneto
Habiendo sido ya
más combatida
mi ninfa, que en el mar la dura
roca,
amor la fuerza, hiere y la
provoca
a darse entre mis brazos por
vencida.
Y allí del
mismo amor mío encendida
5
con su hermosos labios bebe y
toca
el aire más caliente de mi
boca,
haciendo de dos almas una
vida.
Y un alma de dos
cuerpos moradora
y dos cuerpos en uno más
trabados
10
que jamás hiedra estuvo a
olmo alguno.
Suspende este
milagro amor ahora,
que no estemos jamás menos
ligados
que Salmacia y Troco hechos
uno.
Soneto
Si mi vida
pudiese defenderse
tanto de sus tormentos y sus
daños
que, por virtud de sus postreros
años,
vea vuestra hermosura
oscurecerse,
y los cabellos de
oro plata hacerse,
5
y dejar la guirnalda y ricos
paños,
las galas y los trajes -tan
extraños
que hacen mi afición
más extenderse-:
allí me
dará amor atrevimiento
para poder decirrle mi
cuidado,
10
los años, días, meses
y el momento.
El tiempo
contrario es a tal estado;
mas tanto no será, que mi
contento
no llegue algún suspiro,
aunque cansado.
Soneto
¡Qué
lejos está un necio de entenderse!
¡Qué cerca un majadero
de enojarse!
¡Qué pesado es un
torpe en atajarse!
¡y qué liviano un
simple de correrse!
El uno es
imposible conocerse,
5
el otro no hay querer
desengañarse,
y así no puede el necio
adelgazarse,
que todo es para más
entorpecerse.
Al fin se han de
tratar con presupuesto,
que son en defender su
desatino
10
más zafios y más
tiesos que un villano.
Mas si el
más sabio de ellos es un cesto,
y no hay poder meterlos en
camino,
dejarlos por quien son es lo
más sano.
Soneto
Decid los que
tratáis de agricultura
en este valle umbroso y
desabrido:
¿qué fruto del
deleite habéis tenido
que no se os torne luego en
amargura?
Del gusto y del
regalo y la dulzura
5
¿qué espinas y
qué grano habéis cogido
que no salga nublado y
revenido
del silo de la triste
sepultura?
Del mal terreno y
mala sementera
¿qué se puede segar,
sino sospecha,
10
disgusto, confusión,
remordimiento?
El alma siente ya
desde la era
cómo ha de abaratar de la
cosecha
agosto seco, de eternal
tormento.
Soneto
Mortales:
¿habéis visto mayor cosa
que siendo muerte me he tornado
vida
y de áspera, cruel y
desabrida
me he hecho blanda, dulce y
amorosa?
Ya me codician
todos por hermosa,
5
y de quien era más
aborrecida
soy con alegre cara recibida,
por suerte deseada y
venturosa.
¿Sabéis de qué manera el
mortal velo
del alma santa desaté de
aquella
10
por quien era el vivir dulce,
agradable?
Murió
doña María y subió al cielo;
quedó hecho el vivir muerte
sin ella,
y alegre vida, yo, dulce y
afable.
Soneto
¿Qué es esto, Dios de amor, que ya
no vales?
Las damas dicen que obras son
amores
y ya no quieren gracia ni
primores,
sino buenas preseas y
primores.
Rindiéronse al amor de tres metales:
5
con oro y plata tiran los
mayores
y tiran con el cobre las
menores
que todas ellas son
interesales.
Bien puede
acometerse sin recelo
con un hermoso tiro de moneda
10
la más pura mujer de las del
suelo.
Y cuando
algún resabio en ellas queda
con un arpón de raso o
terciopelo
las torna amor más blanda
que la seda.
Soneto
Del oro fino son
vuestros cabellos,
señora, y de cristal la
blanca frente,
los ojos son dos soles en
oriente
que al mismo amor, de amor
matáis con ellos.
Y quiere amor que
haga pausa en ellos,
5
que no hay pasar de allí ni
se consiente;
y es cada parte en voz tan
excelente
que son dignos de ser de quien son
ellos.
De cuanto bueno
el cielo acá reparte
tendrá, quien ver supiere
vuestro gesto,
10
mil años que alabar en cada
cosa;
cien mil gracias
tenéis en cada parte
y hacen todas ellas un
compuesto,
que no es la hermosura tan
hermosa.
A doña
Juana
El alabastro
blanco bien labrado
detrás de un velo negro
transparente,
la nieve que aún pisar no se
consiente
y entre polvo de grama se ha
mezclado,
y el sol cuando
aparece en el collado
5
quitando su luz toda a otra
gente,
delante vuestro ser, si
estáis presente,
todo claro valor será
humillado.
Por humillarse a
vos la gracia pura
de aquesto y lo demás de
acá criado,
10
no pierde la beldad de su
natura,
antes por se
humillar será ensalzado
que crezca rojo y blanco en
hermosura
y el sol, que de más luz que
nunca ha dado.
Soler, Francisco
España. Siglos XVI - XVII
Nombrado por Juan de Castellanos en
su Elegías de Varones Ilustres y como vecino de
Tunja.
A Juan de
Castellanos
De tales
elegancias se matiza
vuestra suave musa cuando
canta,
que a la de los antiguos se
adelanta
y por los que son hoy se
solemniza.
Aliéntase
la frígida ceniza
5
que del sepulcro frío se
levanta
oyendo vuestra lira, que con
tanta
facundia sus hazañas
eterniza.
Con gran
razón, heroico Castellanos,
indiano morador os quiere y
ama,
10
mediterráneos y marinos
puertos,
viendo que con
labor de vuestras manos
viven los vivos por eterna
fama,
y tienen vida hechos de los
muertos.
Sor María de Santa Isabel
«Marcia Belisarda»
Toledo. En 1646 se sabe que
vivía.
Dándome por
asunto cortarse un dedo llegando a cortar un
jazmín
Filis, de amor
hechizo soberano,
cortar quiso un jazmín
desvanecido,
y de cinco mirándose
excedido
quedó del vencimiento
más ufano.
No bien corta el
jazmín, cuando tirano
5
acero, en rojo humor otro ha
teñido,
mintiendo ramillete
entretejido
de jazmín y clavel la
hermosa mano.
Atropos bella a
la tijera cede
piadosa ejecución si,
inadvertida,
10
a su mano dolor ocasionando.
Que si alma con
su sangre dar no puede,
en vez de muerte, dio al
jazmín la vida,
de amor el dulce imperio
dilatando.
Soneto
Cuando borda de
perlas el aurora
tapices que matizan bellas
flores,
en lisonjas retornan los
favores
con que las enriquece y
enamora.
Luego la sigue el
sol, que a rayos dora
5
la variedad vistosa de
colores,
a quien las aves repitiendo
amores
hacen salva con música
sonora.
Así yo
cuando vi la aurora hermosa
del sol que desterró la
niebla oscura
10
de una ausencia, si ya no sol ni
ave
racional, la
belleza milagrosa
venero con verdad sencilla y
pura,
y el premio fue un desdén
severo y grave.
Soto, Fernando de
España. Siglo XVII
Poeta y amigo de Lope de Vega
A la muerte de Lope de
Vega
Vive el que
muerto ya morir no puede,
cuya alabanza para siempre
vive,
y si ella eternidad acá
recibe,
la verdadera allá se le
concede.
A toda humana
facultad excede
5
este inmortal, de quien la fama
escribe,
porque con el silencio que
apercibe,
el muerto vivo satisfecho
quede.
Verdad es que
murió, pero no muere
quien gloria y vida eterna ha
conseguido
10
con la de su alabanza
justamente.
Haga la muerte en
fin cuanto quisiere,
que vidas, que jamás ha
conocido,
no las podrá quitar
perpetuamente.
Soto, Hernando de
España. Siglo XVII
Contador, poeta y amigo de Lope de
Vega.
A Lope de Vega
Carpio
Ya con divino
espíritu y primores,
que un raro ingenio descubrir
pudiera,
esta Vega compone una ribera,
y encumbra la maleza de
pastores.
Da al arte
naturales las colores,
5
que hace propio lo que impropio
fuera,
y resucita aquella edad
primera
de ardientes y honestísimos
amores.
Es Vega, es
paraíso bello y solo,
honor y aumento del Arcadio
suelo,
10
es de la Hesperia nuestro fiel
amparo.
Por quien
viviendo eternamente Apolo,
desde que apacentó en humano
velo,
muere el Parthenopeo Sanazaro.
Soto, Luis de
España. Siglos XVI - XVII
Poeta.
Ve, suspiro
caliente, al pecho frío
de aquella viva piedra por quien
muero;
que libre va de culpa el
mensajero,
aunque no sé en tal parte, y
siendo mío.
Loarte has que en
extraño señorío
5
entraste mis querellas tú el
primero,
y que ablandaste un corazón
de acero,
que se templó en mis ojos,
hechos río.
Seguro vas, pues
el amor te guía,
y más llevando nuevas de mi
muerte
10
adonde buscan gloria con mis
daños.
Quizá
entrará el amor do no solía,
y con el fin de mis pasados
años
comenzarán los buenos de mi
suerte.
Soto, Pedro de
México. Siglo XVII
Poeta. Catedrático de
Filosofía en México.
En nombre de su
claustro a don Diego Mejía por su
Parnaso
Clarísimo
Mejía, en quien derrama
el cielo, cuanto bien conoce el
suelo,
tanto alargáis con vuestra
pluma el vuelo
que al Orbe a dado vueltas vuestra
fama.
Salió del
Betis la eminente llama
5
de vuestro resplandor, y sin
recelo
llega del Sur al Ártico, y
el velo
del olvido abrasando, a Febo
inflama.
Las Musas del
Parnaso, y de Helicona,
hallando en vos su Ovidio
transformado,
10
del lauro os tejen inmortal
corona.
Y pues tal hijo
al mundo nuevo has dado,
(o gran Sevilla célebre
matrona)
mas le riqueza le das, que
él te ha enviado.
Soto y Berrio, Fernando
España. Siglo XVII
Poeta. Caballero de la Orden de
Santiago.
A la muerte del doctor
Juan Pérez de Montalbán
Mueran ya los
engaños de la vida,
vivan los desengaños de la
Muerte,
pues a experiencias su rigor
advierte,
que menos huye de quien más
la olvida.
El golpe
ejecutivo de su herida
5
prevenga al flaco, atemorice al
fuerte,
que mejor se conserva en una
suerte
quien al subir contempla la
caída.
O vivo aviso
cuanto más costoso,
que ya el débil poder de un
accidente
10
sobrado soplo es de tanta
llama.
Montalbán
muere, y muere de Ingenioso,
pues quemándose él
mimo lo prudente
segunda vez renace de su fama.
Sotomayor, Pablo de
España. Siglo XVII
Poeta.
A la muerte del doctor
Juan Pérez de Montalbán
Del
Píndaro Español, del Cisne raro,
que tan dulce cantó con
docta pluma,
la forma reducida a breve
fuma,
ceniza sella aquí este
Mármol Paro.
El que a pesar d
envidia, ingenio claro,
5
nuevo Virgilio fue, prudente
Numa,
porque olvido su nombre no
consuma
descansa en bronce, contra el
tiempo avaro.
Aquí el
divino Montalbán reposa.
Tu afecto mueva a llanto, o
peregrino,
10
su pérdida temprana
lastimara.
Y pues vive
inmortal, contra el destino,
de tan grande Varón, tan
breve Losa,
venera en paz, y sigue tu
camino.
Stornell, Pere Juan de
Valencia. España. Siglos XVI
- XVII
Este soneto aparece en la obra
dramática de Rey de Artieda, de 1581, Los
Amantes
Soneto
El hijo del gran
Turia se ha mostrado
en nuestra noble patria
valentina
muy caballero en su arte y
disciplina,
de rosas y de lirios coronado.
Virgilio es en
verso delicado,
5
este el amor afina, y lo
refina;
porque su vena es una gran
mina
donde todas las ciencias se han
juntado.
Es un Salustio, o
Plauto muy famoso,
es Lucio, y Terencio el
delicado,
10
es un Quintilio, Quidio en
prudencia;
Horacio y Estatio
sentencioso;
Tito Liuio, Melambro elevado,
Anfión en su tragedia y
sentencia.
Suárez de Figueroa,
Cristóbal
Valladolid. 1571 - Nápoles.
1639
Escritor y poeta.
Soneto
¡Oh bien
feliz el que la vida pasa
sin ver del que gobierna el
aposento,
y más quien deja el
cortesano asiento
por la humildad de la pajiza
casa!
Que nunca teme
una fortuna escasa
5
de ajena vida el ponzoñoso
aliento;
a la planta mayor persigue el
viento,
a la torre más alta el rayo
abrasa.
Contento estoy de
mi mediana suerte;
el poderoso en su deidad
resida;
10
mayor felicidad yo no procuro;
pues la quietud
sagrada al hombre advierte
ser para el corto espacio de la
vida
el más humilde estado
más seguro.
Suárez de Vargas,
Cristóbal
España. Siglo XVII
Poeta y amigo de Lope de Vega
A la muerte de Lope de
Vega
Con muda voz, si
resonante, llama
hoy sus sentidos, viador
advierte,
un mármol animado de una
muerte,
y una muerte animada de una
fama.
Fecunda pira de
la estéril rama
5
ceñida polvo encierra y
luces vierte
del que Apolo instruyó con
feliz suerte,
cisne en su lira, y fénix en
su llama.
Lope de Vega
huyó a nuestras regiones
desatado su espíritu en
centellas;
10
deudas son, no lisonjas los
blasones.
El cielo en
regocijos, y en querellas
la tierra laman hoy sus dos
porciones,
una a ceñir laureles, otra
estrellas.
Suárez Tirado, Isidro
España. Siglo XVII
Poeta.
A la muerte del doctor
Juan Pérez de Montalbán
Canoro Cisne,
cuya Fénix pluma
se la dio en sus escritos a la
Fama,
y a la envidia la voz con que te
aclama:
porque jamás el tiempo te
consuma.
Muerte de quien
tus máquinas presuma,
5
alma del sentimiento que te
llama,
vida de la memoria que te ama,
y de todos los méritos la
suma.
No puedo en tu
alabanza tener parte,
ni cuantos viven, aunque a darla
prueben,
10
con amor, con ingenio, estudio, y
arte.
Y pues que siendo
tuya no se atreven
resucita si quieres alabarte,
que tú sólo
sabrás la que te deben.
Tapia, Gregorio de
España. Siglo XVII
Caballero de la Orden de Santiago,
capitán de la Infantería Española por Su
Majestad, procurador en Cortes y comisario de Millones.
A la muerte de don
Juan Pérez Montalbán
A tu Pira
luciente si canora
(joven feliz) ilustran ya
piadosos
del Sol los paralelos
luminosos,
por lauro eterno que tu frente
honora.
Triste, aunque
más fecundo del Aurora,
5
será el llanto en afecto
lastimosos;
si también nada menos
Imperiosos
en la jurisdicción que reina
Flora.
Dulce cantaste,
dulce suspendiste,
que mucho sí del
Fénix Mantuano
10
en la docta ceniza renaciste!
Maestro has sido
hasta en faltar temprano,
pues con ello al engaño le
añadiste,
nuevo aviso en lo frágil de
lo humano.
Talega, Francisco Agustín
Segorbe. Castellón. 1553 o
1555 - Valencia. 1602
Bachiller de Artes en 1575 y
canónigo de la Catedral de Valencia desde 1584. Dramaturgo,
poeta y escritor.
Soneto al nacimiento
de Cristo Redentor Nuestro
En medio del
Silencio Temeroso
quitando el Miedo y el Horror del
suelo,
por las Tinieblas nace el sol del
cielo,
Fiel reparo del mundo
tenebroso.
Y sacudiendo el
sueño peligroso,
5
Sombra de aquel eterno
desconsuelo,
del Descuido común trueca el
Recelo
en un Sosiego dulce y no
costoso.
Tan grande
Estudio puso el Dios más alto
en reparar del hombre la
Tristeza
10
que su Temeridad cual hombre
llora
y de Recogimiento
y ropa falto
a un tiempo la mortal
naturaleza
lo aflige, lo obedece y lo
enamora.
¡Oh,
venturosa hora!
15
Nocturnos hechos cuya suerte y
nombre
hacen los hombre dioses y a Dios
hombre
De El prado de
Valencia
Jornada III - Don Juan
Esta ciudad, que
el africano doma,
cuando más espantaban sus
banderas,
y vio las armas y las huestes
fieras
de Júpiter, de Cristo y de
Mahoma;
esta muralla que
en el monte asoma,
5
que ya sirve de nidos en
canteras,
¿acabó? Sí;
mas conservó de veras,
la consagrada fe que le dio
Roma.
¡Ah fe,
sola entre piedras sostenida,
mal guardada en humanos
corazones,
10
adonde mereciera estar tu
punto!
Guarda esos muros
donde estás asida,
que acabarán tu nombre y tus
blasones
en acabando yo y faltar
Sagunto.
De Las suertes
trucadas y torneo venturoso
Jornada I - Maurelia
Amor acobardado y
sin firmeza,
pesado en tus engaños,
alevoso,
de enredos fabricante y
marañoso,
denotas y demuestras tu
bajeza.
Tu vil infame
trato nunca cesa
5
de dar al triste pena y mal
dañoso;
rapaz, mudable, ciego,
mentiroso,
pues causan tus traiciones gran
flaqueza.
¿Qué procuras? Responde,
fementido.
¿Qué ordenas contra
mí y qué vas trazando?
10
¿Despierto a mi dolor y me
condenas?
Cual loco sin
sosiego y atrevido
mis gustos y contentos vas
borrando,
y mudas lo que quise, en duras
penas.
De La duquesa
constante
Jornada I - Ganímedes
Contra la feroz
hidra el brazo y clava
que hasta en los reinos de
Plutón vencían,
Alcides, por mostrar cuánto
podían,
con extraño poder
ejecutaba;
y cuando
más rendida la juzgaba,
5
y a su rigor las fuerzas
suspendían,
siete cabezas nuevas le
nacían
por una que de un cuello le
cortaba.
Tal es la fiera
que en mi pensamiento
pelea con la vida que suspendo
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injustamente para tal combate;
que cuando
más la venzo y me defiendo,
tantos martirios saco de un
tormento
que es mejor que me ofrezca a que
me mate.
Tejada Páez, Agustín
Antequera. Málaga. 1568 -
1635
Poeta y doctor en Sagradas
Ciencias.
A
Polixena
De oro y crespo
sutil rubia melena
a la mano revuelve Pirro
airado,
y el brazo y el estoque en alto
alzado,
amenaza con muerte a Polixena.
Ella, más
de valor que de ansia llena,
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el bello rostro en lágrimas
bañado,
los Dioses llama, el templo ha
resonado
volviéndole los ecos a su
pena.
«Engañaste, le dice, si
pensares
que al alma fiera de tu padre
agrada
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ofrenda tan mortal, tan limpio
hecho.
Que si
víctima soy en tus altares,
tu padre matas con tu misma
espada,
porque siempre vivió dentro
en mi pecho.»
A Lope de Vega
Carpio
Si cuando Roma
templos, chapiteles,
triunfantes de las nubes vio
cargados
de divinas memorias, y
adornados
de palmas, de trofeos, de
laureles;
y si cuando el
pincel daba de Apeles,
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vida a las tablas, contra el tiempo
y hados,
y en estatuas de mármoles
dorados
admiraban Lisipo y Praxiteles;
si cuando Atenas
vio sus aulas llenas
de ingenios, fuera el vuestro
¡oh Peregrino!
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no os hiciera la patria aqueste
agravio.
Por natural a
ingenio tan divino
quisiera Roma invicta y docta
Atenas,
pues todo el mundo es patria al
hombre sabio.
Soneto
Despoja el cierzo
al erizado suelo
del verde y hermosísimo
atavío;
detiene el curso el presuroso
río,
porque a sus sueltas aguas prende
el hielo.
El cielo, vuelto
en nubes, muestra el velo,
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el viento sopla proceloso y
frío,
el mar, bramando con hinchado
brío,
corrientes montes de agua sube al
cielo.
Asoma la florida
primavera,
y el campo, antes desnudo, adorna y
viste,
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sueltas las aguas, da templanza al
viento.
Aclara el cielo,
aplaca la mar fiera;
que al fin tiene mudanza el tiempo
triste,
y espero la tendrá mi gran
tormento.
Tejada y Guzmán, Luis
Córdoba. Argentina 1604 -
1680
Descendiente de Teresa de
Jesús y una bisabuela india.
A Santa Rosa de
Lima
Nace en provincia
verde y espinosa,
tierno cogollo, apenas
engendrado
entre las rosas, sol es ya del
prado,
crepúsculo de olor, rayo de
rosa.
De los llanos del
alba apenas goza
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cuando es del dueño singular
cuidado,
temiendo, se la tronche el rudo
arado
o se la aje mano artificiosa.
Mas ya que del
cairel desaprisiona
la virgen niña, previniendo
engaños,
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la corta y pone en su guirnalda o
zona.
Así esta
virgen tierna, en verdes años
cortó su autor, y puso en su
corona:
¡oh, bien anticipados
desengaños!
Soneto
-Madre, esta pura
sangre que me diste
cuando me concebiste y me
criaste,
que hoy por el hombre se derrame y
gaste
es justo, pues para eso me
pariste.
-Hijo, aun paso
ya tu pasión triste
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dentro del alma mía que
creaste,
¿por qué
también de ese sangriento engaste
a mi cuerpo partícipe no
hiciste?
-Porque si cuando
yo tanto me humillo
al dolor, a la afrenta y al
tormento
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tu cuerpo en mi pasión me
acompañara,
no hiriera tu
alma con tan cruel cuchillo,
que es el mayor dolor que ahora yo
siento,
y este dolor a mi pasión
faltara.
Téllez Girón, Pedro
Osuna. Sevilla. 1574 - Madrid.
1624
Tercer Duque de Osuna. Militar y
poeta.
Soneto
¡Oh si las
horas de placer durasen
como duran las horas del
tormento!
¡Oh si, como se van las del
contento,
las de pesar tan presto se
pasasen!
¡Oh si en
algo los tiempos se mudasen,
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de mal en bien, siquiera
algún momento,
o, ya que no se muden en su
intento,
en aumentarnos el dolor
cesasen!
¡Oh si el
mal se midiese con la fuerza
del que padece su trabajo
fiero,
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o fuese el sufrimiento cual la
pena!
O, ya que no hay
quien la desgracia tuerza,
un daño no nos fuese
mensajero
de mil, a quien, viniendo, nos
condena.
Terrazas, Francisco de
México. 1540 - 1600
Considerado el primer poeta que
publicó versos en en la América Española. Hijo
de un mayordomo de Hernán Cortés. El propio Cervantes
tiene elogios para él en La Galatea (1584)
Soneto
Dejad las hebras
de oro ensortijado
que el ánima me tienen
enlazada,
y volved a la nieve no pisada
lo blanco de esas rosas
matizado.
Dejad las perlas
y el coral preciado
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de que esa boca está tan
adornada;
y al cielo, de quien sois tan
envidiada,
volved los soles que le
habéis robado.
La gracia y
discreción, que muestra ha sido
del gran saber del celestial
maestro,
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volvédselo a la
angélica natura;
y todo aquesto
así restituido,
veréis que lo que os queda
es propio vuestro:
ser áspera, cruel, ingrata y
dura.
Soñé que
una piedra me arrojaba
Soñé que una piedra me
arrojaba
quien mi querer sujeto así
tenía,
y casi ya en la boca me
cogía
una fiera que abajo me
esperaba.
Yo, con temor
buscando, procuraba
5
de dónde con las manos me
tendría,
y el filo de una espada la una
asía
y en una hierbezuela la otra
hincaba.
La yerba a
más andar la iba arrancando
la espada a mí la mano
deshaciendo,
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yo más sus filos vivos
apretando...
¡Oh,
mísero de mí, que mal me entiendo
pues huelgo verme estar
despedazado
de miedo de acabar mi mal
muriendo!
Soneto
¡Ay basas
de marfil, vivo edificio
obrado del artífice del
cielo,
columnas de alabastro que en el
suelo
nos dais del bien supremo claro
indicio!
¡Hermosos
capiteles y artificio
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del arco que aun de mí me
pone celo!
¡Altar donde el tirano dios
mozuelo
hiciera de sí mismo
sacrificio!
¡Ay puerta
de la gloria de Cupido,
y guarda de la flor más
estimada
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de cuantas en el mundo son ni han
sido!,
sepamos hasta
cuándo estáis cerrada,
y el cristalino cielo es
defendido
a quien jamás gustó
fruta vedada.
A una dama que
despabiló una vela con los dedos
El que es de
algún peligro escarmentado,
suele temerle más que quien
lo ignora;
por eso temí el fuego en
vos, señora,
cuando de vuestros dedos fue
tocado.
Mas,
¿viste qué temor tan excusado
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del daño que os hará
la vela agora?
Si no os ofende el vivo que en
mí mora,
¿cómo os podrá
ofender luego pintado?
Prodigio es de mi
daño, Dios me guarde
ver al pabilo en fuego
consumido,
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y acudirle al remedio vos tan
tarde:
Señal de
no esperar ser socorrido
el mísero que en fuego por
voz arde,
hasta que esté en ceniza
convertido.
Toledano, Licenciado
España. Siglo XVII
Poeta y amigo de Lope de Vega
A San
Isidro
Los campos de
Madrid, Isidro santo,
que entre esmeraldas vivas
florecían,
de gloria en vez de flores se
vestían,
mientras suspenso en Dios osabas
tanto.
Tus ojos los
regaban con su llanto,
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que cual precioso néctar lo
bebían,
y alados paraninfos los
rompían,
para que diesen fruto con
espanto.
¡O semilla
de Dios, oración viva!
campos vistes de galas y
colores,
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gloria das en la tierra por
tributo.
Y tanto premio en
tu valor estriba,
que Isidro allá en tu cielo
coge flores,
sembrando aquí sus
lágrimas, el fruto.
Torquemada, Luis de
España. Siglos XV - XVI
Poeta.
Soneto a Juan de
Arfe
Tú que de
las entrañas de las artes
que al universo dan más
hermosura
nos muestras con precepto, o con
figura
tan claro el todo, y tan distinto
en partes.
Tú que
(docto Geómetra) compartes
5
la Griega y la Romana
Arquitectura
y que la Anatomía, y la
Escultura
con tanta claridad, formas y
partes.
Vive seguro de
que el tiempo avaro
mengue la fama, ni el loor
consuma
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de tu famoso nombre o Arphe
raro.
Que cuando
hacerle injuria tal presuma
a su pesar le harán eterno y
claro
tus milagrosas obras y tu
pluma.
Torre Sevil, Francisco de la
Español. 1650 - 1680
A una vela
ardiendo
Vela que en
golfos de esplendor navegas
por candores lucidos
extendida,
hasta desvanecer, desvanecida,
y ciega por lucir, hasta que
ciegas;
si serena luz
hay, presto te anegas;
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si corre tempestad, vas
sumergida;
huyes con breve soplo de tu
vida
y con serena calma a tu fin
llegas.
Tan sin memoria
viene tu occidente,
que aun de leves cenizas breve
copia,
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noticia no dará de lo
luciente.
Humo será
a tu fin, pira no impropia;
dejarás sombra en todo, y
solamente
no dejarás la sombra de ti
propia.
Al mar en
metáfora de un caballo
Espumoso caballo
en quien procura
ser señal, como estrella, el
norte frío;
carreras se lo imponen a tu
brío
y pasos se le miden a tu
altura.
Formidable
relincho es tu voz dura;
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tienes, con extendido
señorío,
una torcida crin en cada
río
y en cada fuerte puerto una
herradura.
Haces mil
caracoles de contino;
paras fiel a la calma que te
enfrena
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y pisas lo que abate tu
camino.
Pícate
espuela el aire que te llena;
el hombre te inventó silla
de pino
y Dios te señaló
freno de arena.
Torres y Guzmán, Jacinto de
España. Siglo XVII
Poeta y amigo de Lope de Vega.
A la muerte de Lope de
Vega
¿LOPE,
cadáver, tú? ¡qué triste suerte!
perdió España su
fénix peregrino,
su Apolo el orbe, aun el fatal
destino
llora piadoso ejecutando
fuerte.
Inviolable
desdicha fue perderte,
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pero próvido el cielo te
previno,
que se mintiera eterno lo
divino
con menos desempeño que tu
muerte.
Vana Cloto la
espiga mejor siega,
cambiando aplausos en funesto
incienso,
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y en tierra inútil un
diamante al tope.
Agosto agosta tan
florida vega,
que es acto positivo de lo
inmenso
poder hacer y deshacer un
LOPE.
Torres y Sotomayor, Jacinto
España. Siglo XVII
Poeta.
Soneto dialogado entre
Camilo y Cintio a la inmortal memoria de Juan Pérez
Montalbán
CAMILO: Cintio,
en extremo me consuela el verte,
porque es a triste tiempo mi
venida,
cuando la Corte llora
enternecida
algún fracaso de desdicha
fuerte.
CINTIO: Bien
grave es, o Camilo, el que se advierte;
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ganó la fama, aunque
perdió la vida,
el Doctor Montalbán, y
así afligida
siente la Corte su temprana
muerte.
CAMILO:
¿Qué murió Montalbán? ¡O raro
caso!
las Musas vistan ya funesto
luto,
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todas las letras lloren por su
ausencia.
CINTIO: ¡O
cuán presto este Sol se fue al Ocaso!
Sí, que a la muerte da
también tributo,
el ingenio mayor, la mayor
ciencia.
Turia, Ricardo de
Valencia. Siglos XVI - XVII
Su nombre es un seudónimo.
Escritor. Dramaturgo y poeta.
Soneto
Si Labán a
Jacob no le da Lía
por premio y galardón de los
siete años,
nunca Jacob llorando
desengaños
vuelve a servir tan fiel como
solía.
Y no sirviendo
más, ¿cómo podía
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trocar en tanto bien tantos
engaños?
Luego Labán por medios
aunque extraños
a fin de dalle más,
más le pedía.
Si esto es
así, Jacob, no formes queja
de tu suegro, que a más pena
te obliga
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para obligarse a darte mayor
gloria.
Fórmela el
que sin premio está, y se queja
del rigor de su estrella, en tu
fatiga,
y del de su fatiga, en tu
memoria.
Epitafio a un gran
músico
No pases sin
dolor, oh Peregrino,
si ofendida virtud te ha de hacer
duelo,
pues yace muerto el que
juntó en el suelo
el corzo al tigre, al lobo el
Vellocino.
Un día
(ved si el canto era divino)
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tantas piedras atrajo (sin
recelo
que vino se enterraba) que del
cielo
a lamentarse en su destreza
vino.
Agora, por poder
salir, ¿quién duda
que cantará también?
pues no está muerto;
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mas en vano tu canto al aire
ofreces,
¡oh triste!
pues quien te oye es piedra muda
para decir que aun vives, y
así es cierto
que la sobrada gracia ofende a
veces.
Urnieta y Aguirre, Lorenzo de
España. Siglo XVII
Poeta.
A los envidiosos del
doctor Juan Pérez Montalbán
No se permite al
ignorar violento
de la vista más tierna de
envidiosa
caudal ilustremente ingeniosa,
si calza todo un monte por
cimiento.
Tan alto avala el
culto entendimiento
5
del esplendor la llama
generosa,
que aun la ceniza que desata
ociosa
en cuidado le pone al
firmamento.
Ya
Montalbán seguro, ya dichoso
pluma será de tu inmortal
historia,
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cincel de las edades
ambicioso.
Que al ingenio
emulado, que en su gloria
compararse dejó
dificultoso,
sólo es vida sin riesgo la
memoria.
Al mismo
tema
Niegue culto
licor la docta fuente
en últimos suspiros
retirado,
lágrimas de cristal
desaliñado,
pródiga desperdicie
torpemente.
Llore sin ley,
sin esplendor lamente
5
el coro de las Musas
destemplado.
Que su Aurora, su adorno, su
cuidado
los párpados levanta en otro
Oriente.
La parte superior
esclarecida
le defraudó la industria del
destino,
10
para no deslumbrarse de la
herida.
Que con la luz,
que el cielo le previno
nunca se desatara de la vida,
ni novedad le hiciera lo
divino.
Vadillo, Juan
Español. Siglo XV
A doña Isabel
de Castro y Andrade, condesa de Altamira