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ArribaAbajoSalinas, Juan de

Sevilla. 1562 - 1643

Estudió en Salamanca con Góngora con quien compartió versos y amistades. Recibió las órdenes sacerdotales y fue administrador del Hospital de Sevilla.


Sonetos creados entre 1586-1587




Habiendo estado en Roma se desengañó de pretender


   Partí pensando que a vivir venía,
y cuando en el camino platicaba,
al repartir las cosas despreciaba
de Toledo o Sevilla canonjía.

   Grandes cosas a todos prometía,  5
Préstamo o Beneficio aseguraba,
al hijo que la casa no heredaba,
cual si fuera señor de Dataría.

   Llegué a Roma, y al punto salió el Papa;
ya estoy desengañado, de hambre muero,  10
que la experiencia causa esta mudanza.

   Quien quiere ver a Roma, acuda al mapa,
y no gaste, cual yo, tiempo y dinero,
que aquí sólo se vive de esperanza.




A las pensiones de una prevacía religiosa


   ¡Oh carga de un Prelado religioso!
Si alivia es fácil, y si no pesado;
si duerme, en extremo es descuidado;
si vela, dicen peca de celoso.

   Si reprende, es bravo y riguroso;  5
si disimula, de blando es muy sobrado;
si igualmente acudió, poco acertado,
y parcial, si acudió al menesteroso.

   Si carece de amigos, es terrible,
y si los tiene, dicen, hace bando;  10
es pródigo si da, si guarda ofende.

   No tiene gravedad si es apacible,
y si la tiene va menospreciando;
si le ven puntual, algo pretende.

   Su mesurarse es malo,  15
a su necesidad llaman regalo,
y al cabo hay cuenta larga...
¡Líbreme Dios de tan pesada carga!




A una contemplación amorosa que tenía y deseándola no la quería lograr


   Si desdicha en amor desdicha fuera,
yo fuera más que todos desdichado,
pues siempre pretendí desesperado,
porque nunca alcancé lo que quisiera.

   Mas si dejar de amarte yo pudiera,  5
al punto diera fin a mi cuidado,
con la experiencia ya desengañado
de que mi amor su fruto en vano espera.

   Quisiera no quererte, no gozarte,
que ya es desdicha en mí haberte querido,  10
pues si te gozo tengo de perderte.

   No quiero bien, si he de dejar de amarte,
que el amarte no más mi vida ha sido,
y no quiero gozarte, por quererte.




En metáfora de música, a la condición natural de una mujer fea o hermosa


   El seis que la sonora voz levanta
con quiebro natural, si ya su parte
supo cantar, del resto mano parte
rico y seguro en su feliz garganta.

   No así el que estéril con violencia canta,  5
que estudia, vela, y ápices comparte,
obtiene plaza magistral, que el arte
defectos suple y suertes adelanta.

   Símil de las hermosas y las feas,
que idolatrando aquéllas su belleza  10
del cuidado descuidan la eficacia;

   éstas, abominando aun sus ideas,
lo que perdieron por naturaleza
les da el hechizo artificial por gracia.




En una junta de señoras...


   La que de aguda en mi opinión despunta
y es de la discreción el protocolo
tuvo un antojo crítico y cumpliólo
(debe de estar encinta o lo barrunta);

   sin mi licencia expresa ni presunta  5
me echó en certamen con el dios Apolo,
pero hizo más peso un voto solo
que todo lo restante de la Junta.

   ¿Quién se asegura pues? ¿quién desfallece,
con que los ojos del discurso pase  10
por la moralidad que aquí se ofrece?

   ¡Qué con festividad de prima clase,
concurra un simple y haya quien le rece!
No hizo Dios a quien desamparase.




A don Martín de Guzmán, que al quedar viudo de doña Catalina de Jáuregui se dijo se casaba con doña Fulana Gallarda


   Lo que hay de nuevo por acá, Ricarda,
si lo supieses bien te espantaría;
pintarélo en tan clara alegoría
que la aciertes a tiro de bombarda.

   Un gran maestro de danzar te aguarda,  5
viejo, pero ligero en demasía,
danzas y bailes mezcla cada día,
y ahora el caballero y la Gallarda.

   De la Muerta no hay rastro ni memoria;
hizo ya su papel. ¡Ay, suerte triste,  10
cuánta instabilidad hay en las danzas!

   ¡Aplausos breves de inconstante gloria!
Pero ¿qué mucho si su ser consiste
en variedad de vueltas y mudanzas?




(1600?)


   Conservada cereza, guinda cruda,
y en pesado vellón, de ciento en ciento
los años del glorioso nacimiento
de la encubierta majestad desnuda;

   mercedes tales son que nadie duda  5
ser imposible recibir descuento,
y cuando alguno de palabra intento,
hallo corto el caudal, la lengua muda.

   Varios sucesos, nuevos desengaños,
tristes malogros de esperanzas ciertas,  10
me tienen tanto más reconocido.

   Vívame el par sin par dichosos años
pues de tan de par en par abre sus puertas
del corazón piadoso a un desvalido.




Soneto repitiendo el nombre de Bras


   Ciego rapaz de las doradas hebras,
flechero atento que en destreza sobras
al africano experto, y con tus obras
en los fines del orbe te celebras.

   ¡Oh cuántas fes con tu violencia quiebras!  5
¡Oh cuántos pechos indebidos cobras!
¡Cuán dulcemente con hechizos obras!
¡Oh cómo sabes más que las culebras!

   Tus pagas son (por mucho que lo encubras)
falsas monedas que en tus cuños labras,  10
o letras que en fallidos bancos libras.

   Ruégote, oh desengaño, que descubras
tantos embustes y mis ojos abras,
daré culto a tus aras si me libras.

   ¡Oh tú, flor de las hembras,  15
que endechas tristes por los aires siembras!
Ya que cantar en estas frescas sombras

   mi versos acostumbras,
si en Bras no te deslumbras,
advierte en las cadencias que le nombras.  20




A una ratonera ramada...


   La puerta levadiza, que la pasaje
te concedió suspensa libre ingreso,
llamada al centro de su mismo peso,
te intima con estruendo el carcelaje.

   Apenas puesto en arma el homenaje,  5
diste el asalto al cauteloso queso,
incauto ratoncillo, cuando preso
muerdes la red con tímido coraje.

   Fue tu glorioso antojo el instrumento
de tu prisión. ¡Oh cuántos racionales  10
te imitan con malogro de la vida!

   Mayor recato nos enseña el viento,
pues jamás atraviesa los umbrales
sin ver primero franca la salida.




Soneto moral en metáfora de un relojito mostrador


   ¡Oh cuánto desengaño experimento,
bronce animado, en tu veloz latido,
pues alas distancias de las horas mido,
y vivo a las edades más atento!

   Y aunque el agudo repetido acento  5
de tu volante hiere en el oído,
jamás el noble y perspicaz sentido
del índice percibe el movimiento.

   La decisión al sabio se remita;
básteme a mí sentir, ya que no veo  10
tu pulsación que las edades gasta.

   Proceso criminal, causa exquisita,
en que depone por testigo el reo,
y aunque de oídas para muerte basta.




Metáfora de un buboso


   ¿Qué son confuso, qué rumor tremendo
de armas francesas oigo, en coyuntura
tan de dolor, y en la tiniebla oscura
templados parches, militar estruendo?

   ¿Qué cóncavos volcanes escupiendo  5
flamantes globos miro?, ¿qué espesura
de negros humos infernal figura?
¡Formidable espectáculo y horrendo!

   Por más que afectas, Musa, entronizarte,
metiendo en arma el universo todo  10
con estilo grandílocuo y valiente,

   más de Mercurio y Venus que de Marte
hallo en tu descripción, y la acomodo
a cierto joven gálico doliente.




Metáfora de una adulta que quiso matar al marido con veneno


   Tósigo ardiente adúltera sin freno
al celoso infeliz consorte apresta,
y por más infalible, infunde en ésta
igual porción de frígido veneno.

   Y aunque el incauto, de sospecha ajeno,  5
bebió la duplicada muerte presta,
ambas ponzoñas con violencia opuesta
capitularon paz, de bueno a bueno.

   ¡Oh sin ejemplo suerte prodigiosa!
¡Oh efectos por unidos encontrados!  10
¡Oh vivífica adúltera homicida,

   en aumentar crueldades provechosa!
Que cuando place a los piadosos hados,
dos venenos, dos muertes, dan la vida.




A cierto intento agudo pensar del doctor Salinas


   El párroco sagaz, que irreverencia
teme, dando el viático al doliente,
hace, primero que la acción intente,
en simple forma práctica experiencia.

   Y si con moderada diligencia  5
ve que la pasa el tímido paciente,
dale entonces a Dios seguramente,
prenda de gloria, abismo de clemencia.

   Con fin igual quizá con la estafeta,
en copias varias, tropas y cuadrillas,  10
llegó cierta eclesiástica reforma;

   para que si en vulgar simple gaceta
la tragan bien bonetes y capillas,
se aplique en breve la tremenda forma.




Al pontificado de Sixto V, que pacificó toda la tierra de su jurisdicción con grandes castigos a los delincuentes, con lo cual se podía andar por los caminos y vivir en poblado


   Si el que tiene la cruz en el zapato,
y sucede en el título y posada
del clérigo valiente, cuya espada
vengó del otro Malco el desacato,

   goza del soberbísimo aparato,  5
que requiere la carga encomendada
por muchos años más que en la pasada
edad apacentó Silvestre el hato;

   será la doncelleja que curiosa
mira con cuantas entra la romana,  10
recostada y temida eternamente;

   y los que la campaña deleitosa
matizaban de roja sangre humana,
verán al Tiber del famoso puente.




A la lonja de Sevilla


   De soberbia Babel torre confusa,
ejemplo admiro en émula grandeza
perpetuamente, si en menor alteza
pirámides alzó planta difusa.

   De aquélla que el castigo en vano excusa,  5
pues vio en su ruina su mayor vileza,
ésta, si bien altiva, es más firmeza
promete la piedad que no rehusa.

   A tu Lonja, Sevilla, comparados
bien pudiera Babilonia y sus gigantes,  10
que en igual confusión ambos los veo.

   Mas si quieres gozar siglos dorados
reprime tus pasiones arrogantes,
e igualará el poder a tu deseo.




Al examen del licenciado Victoria


   Cual caballo ligero y animoso,
que apenas la afilada espuela siente,
cuando es ya menester que diestramente
la rienda enfrene el curso presuroso,

   que volviendo del término glorioso  5
del rico palio, entre la alegre gente
se huella y encamina la alta frente
al son del instrumento belicoso,

   y adornada de plumas la testera
mira al vistoso premio, y va lozano  10
dejando mil envidias de sus glorias,

   tal tú, Victoria, en la veloz carrera
ganando el palio, tornas hoy ufano
añadiendo victoria a tus victorias.




Al Conde de la Puebla, que por omiso en el gobierno de Sevilla el autor le hizo este satírico


   Contábame mi abuela, buen siglo haya,
que yendo a una misión un teatino,
caballero en un prójimo pollino,
se sentó el animal, como una maya,

   y se sentó en medio de un pantano;  5
y que el Padre con mucha melodía:
Arre, Deo gratias, arre, le decía:
arre, arre, Deo gratias, oye hermano;

   y el bellaco del asno, viendo el modo,
se estaba rellenando en medio el lodo.  10
Pasó por allí acaso un arriero,

   vio la flema del Padre misionero,
y llegando al hermano en el cogote
cuatro muertos le dio con un garrote.




Soneto


   Los dos Pompeyos del mayor Romano
hijos, a Europa y Asia dividieron
sus cenizas; y allí donde se vieron
triunfar, cedieron a enemiga mano.

   Las arenas que baña el africano  5
Nilo, sepulcro al gran Pompeyo fueron,
si es que al Cielo los Dioses no subieron,
del divino valor asombro humano.

   Las tres partes del mundo sujetadas,
por su valor, por su saber profundo,  10
por túmulo la Parca les destina.

   Prodigio grande, ¡oh, suertes desdichadas!
porque menor lugar, que todo un mundo
capaz no fuera de tan grande ruina.






ArribaAbajoSalinas y Borja, Cosme

España. Siglos XVI - XVII

Poeta.




Soneto


   No pica tanto a monjas el pimiento,
como el amor, sin ser pimiento, pica;
que antes que recetará en su botica,
fui sacristán del templo del contento.

   Me vi como canónigo avariento  5
más gordo que el lechón de viuda rica,
y más fértil que tetas de borrica,
y lució más que llaves de convento.

   Ahora ni con burra ni berraco
me puedo comparar, porque Cupido,  10
por matarme, a mis ruegos está sordo.

   Sin carne, triste, seco, estéril, flaco
estoy, sin conocerme quien me vido
contento, libre, lucio, fértil, gordo.




ArribaAbajoSalinas y Enríquez, Joseph

España. Siglo XVII

Poeta y amigo de Lope de Vega




A la muerte de Lope de Vega


   Vuela, o cisne Español, a mejor nido,
y en eterna región te fija estrella,
de albergue muda, y con tu fama huella
las precisas injurias del olvido.

   Mejorar no es morir, que aunque oprimido  5
al raro bulto helada pira sella,
felice fue la ruina, pues por ella
firme padrón tu fama te ha erigido.

   Sola una gloria adquiere el hombre sabio,
mas sin morir no se adquirió esta gloria,  10
que en la posteridad fundó su suerte.

   Muere o tú pues, aunque parezca agravio,
que por verte inmortal a la memoria
será festivo el llanto de tu muerte.




ArribaAbajoSalinas y Lizana, Manuel

España. Huesca. Siglo XVII

Poeta. Canónigo de la Santa Iglesia de Huesca.




Soneto acróstico a Gracián


   Benjamín de Minerva, no ya en vano
Al mundo el nombre recatar intentes:
Lauro, el laurel con que el nativo mientes
Te corona y te ostenta más ufano.

   Hombre que, humilde, hazañas de su mano  5
A la noticia esconde de las gentes,
Solicita con rayos más lucientes
Aplausos del Apolo soberano.

   Repetidos blasones, El Discreto
Goce ya de la fama, que ligera  10
Rompe el aire tu nombre publicando.

   Atento ya el Varón, varón perfeto,
Corra en la prensa con veloz carrera,
Y váyase hasta doce continuando;

   Así serás tú solo.  15
Norte de ingenios y laurel de Apolo.




Sonetos encontrados en el libro de Baltasar Gracián, Agudeza y arte de ingenio


   Pajes rodean tu carroza hermosos,
al caballo africano veloz picas,
termas de varias mesas de fabricas,
que tiñen siempre ungüentos olorosos.

   En vasos de cristal vinos preciosos,  5
de Setta a tu opulenta mesa aplicas:
tu blanco lecho con cortinas ricas
excede a los de Venus deliciosos.

   De noche a la soberbia mujeril
sordos riegan tus ojos su portal,  10
¿por qué suspiras siempre? ¡Oh Tucca! ¿quién

   tu pecho abrasa en llama juvenil?
¿Quieres que te lo diga? tanto mal
procede de que tienes tanto bien.




Soneto


   ¿Ves la inestabilidad de la Fortuna,
o el animoso viento hoja ligera?
¿ves tierno junco en húmeda ribera,
que obedece a las olas una en una?

   ¿Ves en la tempestad más importuna  5
del orgulloso mar, veloz galera?
ves en la celestial azul esfera
el vario rostro de la blanca luna?

   Pues ten por cierto, que es Fortuna estable,
la hoja al viento, el junco al agua fuentes,  10
inmoble la galera al mar mudable.

   Los rostros de la Luna sosegados,
sin crecer, ni menguar de varias suertes,
si son contigo (Alcida) comparados.




Soneto


   Este es aquel Vesubio celebrado,
cuyas vides con pámpanos frondosos,
lagos de néctar, vinos generosos,
llenaron de su fruto sazonado.

   Centro de Baco, más que Nise amado,  5
entre coros de sátiros gozosos,
donde en soberbios templos majestuosos,
Venus y Alcides tanto se han honrado.

   Ya en estériles llamas con espanto
a pavesas lo admira reducido  10
de su poder, pesando al Jove ahora.

   Y aun el cielo de ver destrozo tanto,
encapotado, triste y afligido,
si el llover es llorar, de pena llora.




Soneto


   Venció el joven Peleo a los persianos,
mas no pasó de allí su monarquía,
y aunque hijo del Jove se mentía,
apenas llegó a ver a los brazmanos.

   La cabeza del mundo a los britanos,  5
rindió, con su valor y su porfía;
y aunque el valor de un César asistía,
no hicieron más progresos los romanos.

   Tú, Felipe Segundo, sin segundo
sol de España, corriste tu carrera  10
desde el de un polo hasta el del nuevo mundo.

   ¡Oh, ilustre Casa de Austria! a quien venera
ya en su cenit esté, ya en el profundo,
Febo luciente al torno de su esfera;

   porque no se atreviera  15
la noche oscura a tu luciente Imperio.

   Busque ya el hemisferio,
ensanche el mar y tierra, en todas partes,
donde puedas fijar tus estandartes.




Soneto


   Viendo la casta Arría condenado
a muerte a Peto, su adorado esposo,
por no hallarse con vida al riguroso
trance fatal de verle degollado.

   Con un puñal pasando su abrasado  5
pecho el más fiel, más bello, y amoroso,
sacándole después con prodigioso
valor, le entrega a su consorte amado.

   Pero, dice, no muero se esta herida,
que por no ver tan cruda y triste suerte,  10
mil vidas a mil golpes las rindiera.

   Sólo un dolor me quita cruel la vida:
la herida con que te has de dar la muerte,
esa es, Peto, la que hace que yo muera.




Soneto


   De librar a su patria deseoso
del asedio de Porsena apretado,
por el campo enemigo se entra osado
Scevola, aquel Romano valeroso.

   Dar muerte al rey intenta prodigioso,  5
mas de iguales insignias engañado,
por matar al señor, mató al criado
junto al Ara del culto religioso.

   Mucio, el engaño de su mano viendo,
a quemarla la mete en medio el Ara,  10
la venganza sufriendo como ajena.

   Pero mirar el rey, aun no pudiendo
espectáculo tal, que la quitara
mandó, y que se fuera sin más pena.

   ¡Oh, valor grande! ¡oh, mano victoriosa!  15
celebrada de propios y de ajenos,
tu yerro alcanzó fama más gloriosa,
si no erraras, hubieras hecho menos.




Soneto


   Esta pira que admiras erigida,
no es de algún plebeyo monumento,
ni de esclavo infeliz, que su avariento
dueño encerró en mazmorra forajida.

   A Glaucia sella, prenda tan querida,  5
cuando digna en Melior de sentimiento,
por quien, aun no capaz de entendimiento,
gozó de libertad lo que de vida.

   A lo hermoso en costumbres, y en su cara
esto se dio, y debió. ¿Quién más afable,  10
y quién más lindo que al Sol vencía?

   Breve es la edad, y la vejez es rara
en prodigios. Si quieres sea durable
lo que amas, no te agrade en demasía.




A San Laurencio


   Hijo de Huesca, augusto ciudadano,
romano asombro, aragonés constante,
cortesano español, muerto galante,
que al Protomártir diste diestra mano.

   Laurel que hizo el decreto soberano,  5
corona de la Iglesia militante,
oscense argento, y oro el más flamante,
acrisolado a incendios del tirano.

   Pero ¿Laurel, y a rayos consumido?
¿no fuera más favor que os asistiera  10
como en la zarza Dios, y no os quemara?

   Mas sois Fénix de amor envejecido,
y renovaros quiso en esa hoguera,
para que así el amor se eternizara.




Soneto


   Llorando el niño amor con gran ternura
en busca de su madre iba quejoso,
cuando de Celia, viendo el rostro hermoso,
que copiaba de Venus la hermosura.

   Madre, madre, vocea, y se apresura,  5
con los brazos abiertos, cariñoso,
de lograr los de Celia deseoso;
que es ciego amor, y ciega la ventura.

   Volvió el rostro a las voces de Cupido
Celia, y mirando al niño Dios alado;  10
no soy madre, le dijo muy severa.

   Sonrojose el rapaz y aun más corrido
que de su engaño, de lo desdeñado,
fue a buscar a su madre verdadera.




Soneto


   De sus doradas trenzas un cabello
la bella ninfa Doris cogió un día,
que licenciosamente le ponía
perfiles de oro al cristalino cuello.

   Con este sutil lazo, cuanto bello,  5
las dos manos, que asidas me tenía,
fuertemente me ataba, y me decía:
en fe de mío, no podrás rompello.

   Búrleme yo, creyendo confiado,
ser tan fácil romper tan flaco nudo,  10
mas cuando lo intenté, creció mi pena.

   Vime tan fuertemente aprisionado,
que ni bastó el valor, ni industria pudo
romper los hierros de tan gran cadena.




A Santa Cordula


   Cordula, ¿qué es posible haber quedado
entre tantos millares con la vida?
Cordula, entre matanza tan crecida,
tú sola con la vida has escapado.

   La espalda oprime al piélago esmaltado  5
virgíneo mar de sangre esclarecida,
¿y tú vive aun, cuando rendida
Ursula yace el cuerpo atravesado?

   De aquí el temor, de allí el amor combate
sobre el amante corazón, adonde  10
la lucha, astillas crespas multiplica.

   Vence al fin el amor en tal debate,
porque la que el temor cobarde esconde,
el amor atrevido la publica.




Soneto


   Brota diluvios la soberbia fuente,
más piadosos que el cielo para Egipto,
cuando el piélago en ondas infinito,
aun su misma ribera no lo siente.

   Multiplican mis ojos tu corriente,  5
contra la fuerza del celeste rito,
pues cuando abrasa el Sol todo el distrito,
de sus márgenes pasa la creciente.

   Hiriendo el Sol las encumbradas sierras,
que al Nilo se derraman en tributo,  10
vuelven a ser fructíferas las tierras.

   En mí, causa mi sol el mismo efecto;
mas ¡ay, que son lágrimas sin fruto,
pues con ser agua, queman en secreto!




Soneto


   El tronco antiguo de un frutal hermoso
un arroyo bañaba cristalino,
lisonja fue del gusto el bien vecino,
armado en el subí, rapaz goloso.

   Atento al hurto dulce, el pie dudoso  5
mal fijé en una rama, perdí el tino;
asido al pie, mi cuerpo al suelo vino,
hasta llegar al arroyuelo hundoso.

   Anticipóse el hierro a mi caída,
y recibióme el pecho atravesado,  10
crecieron con mi sangre los cristales.

   ¿Qué desdicha no cede a tantos males
si espadas, horcas, hondas junta el hado,
cuando quiere quitar a uno la vida?




Soneto


   Cuitado, que de un punto, lloro y río,
espero, quiero, temo y aborrezco;
juntamente me alegro y entristezco;
de una cosa confío y desconfío.

   Vuelo sin alas, estando ciego guío;  5
en lo que valgo más, menos merezco;
callo, doy voces, hablo y enmudezco;
nadie me contradice, y yo porfío.

   Querría hacer posible lo imposible;
querría poder mudarme, y estar quedo;  10
gozar de libertad, y estar cautivo.

   Querría que se viese lo invisible;
querría desenredarme, y más me enredo;
tales son los extremos en que vivo.




Soneto


   Rompiendo el arca, el oro que escondía
podrá el ladrón robarte codicioso;
y tu palacio grande y ostentoso
postrará por el suelo llama impía.

   La propiedad, y el logro que debía,  5
te negará el deudor menesteroso,
y tu colono, en vano cuidadoso
al campo estéril la semilla fía.

   Tu mayordomo engañará mujeres,
y tus cargadas naves crespas olas  10
sumergirán con todas sus grandezas.

   Sólo en efecto, lo que a pobres dieres,
libre verás de la fortuna, y solas
las que dieres, tendrán siempre riquezas.




Soneto


   Después que oyó la desdichada suerte
Porcia de Bruto, su querido esposo,
desesperada en trance tan penoso,
matarse intenta, valerosa y fuerte.

   Busca espada el dolor, y cuando advierte,  5
que le impiden el hecho más famoso,
¿aun no sabéis, les dice, ¡oh, fin forzoso!
que no se niega a tanto mal la muerte?

   Creía que os bastaban las lecciones
de mi padre Catón, para dejarme,  10
que en muerte a entrambos, y valor siguiera.

   Dijo, y tragando ardientes los carbones,
ahora sí, canalla, es el negarme
el hierro, dijo, porque no me hiera.




Soneto


   Llegando a Hesperia, el puerto deseado,
el quinto Carlos, en velera armada,
portátil Corte, siempre venerada,
del espumoso reino, aun más airado.

   Ninfa Pirene, el rostro alborozado,  5
descollando en la más cumbre empinada,
a Roma llama, a Tracia coronada,
con el Hemo, su monte celebrado.

   Vuelta al Oaxes, el que a Creta baña,
y al mar le rinde su tributo undoso,  10
dijo también a Creta que viniera.

   Venid, dice, veréis a un rey de España,
que a Roma Numa, a Tracia, un Belicoso
Marte, y a Creta Jove ser pudiera.




ArribaAbajoSan Francisco Javier

Javier. (Navarra) 1506 - Shangchuan. 1532

Fundador de las misiones de Asia de los jesuitas. Estudia en París y conoce a Ignacio de Loyola. El Greco le pinta en su obra más representativa. Este soneto se dice que es obra de él.




Soneto a Dios crucificado


   No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido;
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.

   Tú me mueves, Señor; muéveme el verte  5
clavado en una cruz y escarnecido;
muéveme el ver tu cuerpo tan herido;
muévenme tus afrentas y tu muerte.

   Muévenme , al fin, tu amor, y en tal manera
que, aunque no hubiera cielo, yo te amara,  10
y, aunque no hubiera infierno, te temiera.

   No me tienes que dar porque te quiera;
pues, aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.




ArribaAbajoSánchez, Bartolomé

Cuba. Siglo XVII




Soneto


   Los que con gracia quieran ver y aviso
un Silvestre galán y cortesano,
vengan a Puerto Príncipe cristiano
y gozarán de un nuevo paraíso.

   De nuestro frágil vidrio quebradizo  5
verá un ejemplo raro y soberano
en la prisión del buen Altamirano,
a quien con ella Dios regalar quiso.

   Gracias al buen Silvestre de Balboa,
que por tan dulce estilo nos declara  10
de aqueste santo Obispo la paciencia.

   Bien merece desde hoy eterna loa,
y el generoso Obispo de la tiara
que tiene el mundo de mayor potencia.




Soneto


   Habéis echado el sello a nuestra ciencia
con tal sublime obra, buen Silvano,
diciendo del ilustre Altamirano
el valor, cristiandad y la paciencia.

   Infalible verdad fue la pendencia  5
que Ramos tuvo con el luterano;
vengó al Pastor la poderosa mano,
dándonos a entender su omnipotencia.

   Que al humilde levanta y le da loa,
y al soberbio arrogante echa por tierra;  10
estilo del Señor muy ordinario.

   Recibe de mi mano, buen Balboa,
este soneto criollo de la tierra,
en señal de que soy su tributario.




ArribaAbajoSánchez, Gonzalo

España. ¿siglos XVI - XVII?

Poeta que figura en un códice de distintos poetas en la Biblioteca Universitaria de Salamanca con el título de Cartapacio Poético del Colegio de Cuenca.




Soneto


   Diosa Phebea, que tu rayo puro
rompe la fuerza del nocturno velo
con cuya luz a los del bajo suelo
indicio das del resplandor futuro,

   si la memoria del Amor perjuro  5
no ha muerto el tiempo con su presto vuelo,
también probaste el miserable duelo
que a mí me causa con su golpe duro.

   Y, si por ver a Endimión dormido,
cuando Apolo del mar se descubría  10
culpabas su venida presurosa,

   cubre ahora tu rostro esclarecido,
que para desterrar la niebla fría
los ojos bastan de mi ninfa hermosa.




ArribaAbajoSánchez de Villanueva, Francisco

España. Siglo XVI

Poeta.




Al fin del Viaje entretenido, de Agustín de Rojas


   Del jazmín blanco y de purpúrea rosa,
a sembrar su camino nos incitas,
que descubre de ricas margaritas
el valor sumo y la beldad preciosa.

   Es útil la jornada y deleitosa,  5
porque eres, con ventajas infinitas,
cuando a aquel y a éste, en uno y otro imitas:
Píndaro en verso y Luciano en prosa.

   De nuevo ¡oh Manzanares! cristalino,
por Rojas quedas incapaz de agravios,  10
y él de memorias y laureles dino.

   Pues con lengua erudita y dulces labios,
haciendo dos mandatos de un camino,
enseña idiotas y deleita sabios.




ArribaAbajoSandoval y Zapata, Luis de

México. 1620 - 1671

Poeta.




Soneto


   Iluminando el Occidente estaba
quien para Oriente de beldad nacía.
Por detener lo que a espirar corría,
la esfera de este Ocaso el sol buscaba.

   Yo, que en el Occidente luz rondaba,  5
en un morir enamorado ardía.
(El último periodo de mi día,
luna era, que vida madrugaba.)

   Desde Occidente estás al Sol ganando
él da heridas fatales fugitivo,  10
tú das inmóvil de salud heridas.

   Orientes para piras está dando;
y tú desde el Ocaso, Sol más vivo,
estás enamorado para vidas.




ArribaAbajoSan Martín, Juan de

Salamanca. Siglo XVII

Poeta y religioso de la Orden del Gran Patriarca San Benito




Soneto


   Corazón que a Javier te has resistido,
¿serás de mármol? No, que te labrara
con los rayos de luz, que en luz más clara
acicalar su celo ha conseguido.

   De fuego no serás, pues no han podido  5
extinguirte los hilos de tu cara;
pues de agria menos, porque te alterara
el aire entre ternezas despedido.

   Mas ya conozco de qué estas formado,
al verte en tu inconstancia tan constante,  10
que al valor de Javier te resististe.

   Si el coral al azote derramado,
te venció claro está que eres diamante,
pues que sólo a la sangre te rendiste.




ArribaAbajoSanta Teresa de Jesús

Ávila. 1515 - Alba de Tormes. 1582

Religiosa. Reformadora y creadora de varios conventos. Escritora y poeta.




El amor a Jesús


   No me mueve ¡mi Dios! para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.

   Tú me mueves, Señor, muéveme el verte  5
clavado en esa cruz y escarnecido;
muéveme el ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte;

   muévenme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo yo te amara,  10
y aunque no hubiera infierno te temiera.

   No me tienes que dar porque te quiera;
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.




ArribaAbajoSantos, Francisco de los

España. Siglo XVII

Poeta. Lector de Sagrada Escritura de su Real Colegio de San Lorenzo del Escorial




Soneto


   Próspero es al nacer, quien a la Luna
en riesgo pone infausto de apagarse.
O Lucero del Sol. Puede pensarse,
que con el ataúd pagas la cuna.

   En tan unido imperio la oportuna  5
luz del Cuarto Planeta ha de eclipsarse,
cuando astro coronado a colocarse
viene tu ardor en su ínclita fortuna.

   Ella, que es Majestad en tanto lleno
el menguante, qué Antorcha tan crecida  10
llegó a lo más al dar tus claridades.

   Y ya el cielo de España (más sereno)
vuelve a crecer las luces de su vida,
para llenarlo de Prosperidades.




ArribaAbajoSantos del Castillo, Francisco

Aragón. Siglo XVII

Poeta.




Soneto


   ¿Así, Señor, sentís, ver oprimido,
de Javier el valor, ceda al tormento,
que en efigie insensible, sentimiento
mostráis de sacra púrpura teñido?

   Tan propio vuestro su dolor ha sido,  5
que os precisa el dolor, a que sangriento,
segunda vez os vea el instrumento,
en que por vos fue el hombre redimido.

   ¿Es Javier quién padece? Que lo dudo,
cuando veo el efecto riguroso,  10
en vos el golpe, que Javier recibe.

   Mas si en Javier vivís, ya veo que pudo
ser vuestro su dolor, pues amoroso,
padece el corazón en donde vive.




ArribaAbajoSatas, Francisco de

España. Siglo XVII

Poeta. Cronista del Reino de Aragón.




A la rosa


   Estas exhalaciones peregrinas,
que en ámbar embriagan la mañana,
más que de la pureza de su grana,
son efecto esencial de sus espinas.

   O Rosa, noblemente determinas  5
el valor de las penas, pues lozana,
y fraganciosa majestad humana,
crédito las adquieres de divina.

   No quiso la sagaz Naturaleza,
que luciese tu honor, sin tus cuidados,  10
y tu benignidad, sin su aspereza.

   O voz triste legión de desdichados,
venerad la paciencia en su belleza,
cogedla heridos, gozaréis premiados.




ArribaAbajoSayas y Ortubia, Francisco Diego

Aragón. Siglo XVII.

Poeta.




Cleopatra


   Sutilizando filos a la muerte,
en venenos fatales a la vida,
quiere Cleopatra, a su impiedad rendida,
dominar los orgullos de la suerte.

   Observando el más duro y el más fuerte  5
temido, a un áspid sordo se convida,
que cebando en la sangre de su herida,
al César tan gran púrpura advierte.

   Así atrevida de su imagen triste,
al lento original trocó el semblante,  10
con beldad, que al estrago se resiste.

   ¡Oh, vengadora altiva de su amante!
lo posible con todos excediste,
pues de despojo asciendes a triunfante.




ArribaAbajoSegura, Francisco de

España. Siglo XVII

Poeta y alférez.




Soneto


   Sois sin pecado original criada,
ab eterno guardada y escogida;
que quien os hizo Virgen y parida
os hizo de la culpa preservada.

   Vuestra sangre divina, inmaculada,  5
es de Dios hecho Hombre, y nos dio vida;
y gracia de tan alto recibida,
¿cómo pudo de culpa ser manchada?

   De Nuestro Salvador, Verbo humanado,
Virgen y madre sois, suma grandeza,  10
que sobre serafines os levanta.

   El dicho de Dionisio sea alabado:
«Que a no saber de Dios la grande alteza,
os tuviera por Dios, ¡oh Reina Santa!»




ArribaAbajoSegura Espinosa, Pedro de

España. Siglo XVII

Poeta




Soneto


   Débese honra a la virtud muy rara
de nuevos inventores de artes bellas,
vuela su fama, sube a las Estrellas
pintando allí otro Cielo, y aun no para.

   Busca el más alto, que perdió la cara,  5
fruta de la invención vedada en ellas,
y tomando del alma las centellas
forma una luz, un Sol, que el mal repara.

   Las tinieblas quitáis de vuestra parte
(docto Maestro) que causó el pecado,  10
e ilustráis vuestra lengua una entre todas.

   La culpa humano a Dios dio artes, y arte
de Retórica vuestra, y coronado
estaréis al convite de las bodas.




ArribaAbajoSempere, Jerónimo

Valencia. Siglo XVII

Mercader y poeta.




A la Carolea


   Del Délfico laurel , que fue corona
de augusta majestad de Emperadores,
fue premio de Poetas moradores
de aquel virgíneo y fértil Helicona.

   De entrambos sacra ha sido la persona,  5
y el uno al otro da eternos favores,
que un César es sujeto de escritores
y un escritor los Césares pregona.

   Aquí un Poeta célebre y perfecto
de tal modo hace eterna la memoria  10
de un César Carlo Rey de las Españas.

   Que Carlo a mil poetas dio subjeto,
y a mil Emperadores diera gloria
quien canta aquí sus ínclitas hazañas.




ArribaAbajoSepúlveda, Diego de

España. Siglo XVII

Poeta. Secretario del Marqués de Villamanrique.




A la muerte del doctor Juan Pérez de Montalbán, laureado poeta de esta coronada villa de Madrid


   Murió Albanio (ay dolor) yace Trofeo
el que dio a Manzanares tanta gloria,
y su Ingenio, su Pluma, y su Memoria,
trágico Asunto es, fúnebre empleo.

   Faltó la docta lira, el dulce Orfeo,  5
no lo dudes, Mortal, que es transitoria
cuanta celebra temporal Historia,
y toda humana dicha es devaneo.

   Y tú, que en más gloriosa y feliz suerte,
libre de emulación, libre de engaños  10
gozas (así lo creo) inmortal vida.

   Gran remedio a la mía es hoy tu muerte,
o quiera Dios, que en tantos desengaños
logre ya el que tu ejemplo me convida.




ArribaAbajoSerena Sarmiento, Bernabé de la

España. Siglo XVII

Poeta y amigo de Lope de Vega.



   Con el calor de Apolo esclarecido,
y el rigor de las aguas de Pegaso
la Vega del insigne Gracilazo
dio ricas flores de un olor crecido.

   A quien jamás agostará el olvido,  5
por más que alargue tras el tiempo el paso,
porque las nueve hermanas del Parnaso
guardan velando su verdor florido.

   De mayor hermosura en nuestra Vega
el sacro Apolo ricas flores cría,  10
libres de olvido y dignas de memoria.

   Y hoy su hortelano Lope no las niega,
pues hasta Arcadia un ramillete envía
con larga mano y envidiada gloria.




ArribaAbajoSeriol, Mariano (Doctor)

España. Siglos XVI - XVII

Poeta y comediógrafo.




De la comedia El severo juez de amor


   Es amor un deseo interesado
en quien ama, tan loco, y avariento,
que sólo el interés es su contento,
y sólo el tener más es su cuidado.

   El interés consiste, en que el amado,  5
sin pagarle su amor no esté un momento;
el tener más es su mayor tormento
por temor de perder su noble estado.

   Sólo para si todo lo apetece,
sin permitir soberbio, y ambicioso,  10
que el objeto, que adora, otro le quiera.

   Con esta ardiente sed su temor crece,
nunca tiene consuelo, ni reposo,
todo lo tiene, y siempre más espera.




ArribaAbajoSierra y Cortázar, Francisco

España. Siglo XVII

Poeta y amigo de Lope de Vega, escribano de Cámara y del Crimen.




A la muerte de Lope de Vega


   Sabe, que este sepulcro, o pasajero,
no está para cenizas prevenido,
que fuera darte señas de haber sido,
y que se consumió el ardor primero.

   Aquí pues tan activo, tan entero  5
al viento de la fama se ha encendido,
que vivirá su luz contra el olvido,
y las sombras del tiempo más severo.

   Su llama, a quien las Musas y el Parnaso,
con numeroso llanto no la ofenden,  10
antes su ser dilata y sus ardores.

   Las veras como el sol en el ocaso,
que cuanto más se ausenta, más enciende.
y en más aumento da sus resplandores.




ArribaAbajoSigüenza, Francisco de

España. Castilla. Siglo XVII

Poeta y religioso.




Soneto


   Javier Águila Indiana, cuanto hermosa
oro en las alas, en el pico plata,
desde la bata tierra se dilata,
al espacio del viento caudalosa.

   Y cuando con sosiego en el reposa,  5
mira al Sol más ardiente, y con él trata,
lazos del gentilismo así desata
absorto a suspensión tan prodigiosa.

   Estrella se imagina el firmamento,
vapor la tierra, que al cielo le encamina,  10
el Sol aromo suyo más profundo.

   Yo no le juzgo estrella, si portento,
vapor tampoco, claridad divina,
aromo no, deidad que huye del mundo.




ArribaAbajoSigüenza y Góngora, Carlos

México. 1645 - 1700

Representante del barroco y la época colonial. Poeta. Sobrino de Góngora. Perteneció a la Compañía de Jesús.




Soneto del Triunfo parténico


   Si celeste, si cándida, si pura
es etérea azucena al Sol luciente,
cuando indultando a Delos por su Oriente
privilegia de intacta su hermosura,

   ¿cómo pudo el borrón de sombra impura  5
profanar su excepción? ¿Cómo indecente
villana espina horrorizar ardiente
la luz nevada que aun en Delos dura?

   Si en la sombra no hay sombra, si en la idea
la mancha falta, no queriendo el Día  10
que menos que de luz su cuna sea,

   ¿cómo el Original? ¿Cómo podía
hallarse impuro con la culpa fea,
siendo de luz la sombra de María?



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