Estudió en Salamanca con
Góngora con quien compartió versos y amistades.
Recibió las órdenes sacerdotales y fue administrador
del Hospital de Sevilla.
Sonetos creados entre
1586-1587
Habiendo estado en
Roma se desengañó de pretender
Partí
pensando que a vivir venía,
y cuando en el camino
platicaba,
al repartir las cosas
despreciaba
de Toledo o Sevilla
canonjía.
Grandes cosas a
todos prometía,
5
Préstamo o Beneficio
aseguraba,
al hijo que la casa no
heredaba,
cual si fuera señor de
Dataría.
Llegué a
Roma, y al punto salió el Papa;
ya estoy desengañado, de
hambre muero,
10
que la experiencia causa esta
mudanza.
Quien quiere ver
a Roma, acuda al mapa,
y no gaste, cual yo, tiempo y
dinero,
que aquí sólo se vive
de esperanza.
A las pensiones de una
prevacía religiosa
¡Oh carga
de un Prelado religioso!
Si alivia es fácil, y si no
pesado;
si duerme, en extremo es
descuidado;
si vela, dicen peca de celoso.
Si reprende, es
bravo y riguroso;
5
si disimula, de blando es muy
sobrado;
si igualmente acudió, poco
acertado,
y parcial, si acudió al
menesteroso.
Si carece de
amigos, es terrible,
y si los tiene, dicen, hace
bando;
10
es pródigo si da, si guarda
ofende.
No tiene gravedad
si es apacible,
y si la tiene va
menospreciando;
si le ven puntual, algo
pretende.
Su mesurarse es
malo,
15
a su necesidad llaman regalo,
y al cabo hay cuenta larga...
¡Líbreme Dios de tan
pesada carga!
A una
contemplación amorosa que tenía y deseándola
no la quería lograr
Si desdicha en
amor desdicha fuera,
yo fuera más que todos
desdichado,
pues siempre pretendí
desesperado,
porque nunca alcancé lo que
quisiera.
Mas si dejar de
amarte yo pudiera,
5
al punto diera fin a mi
cuidado,
con la experiencia ya
desengañado
de que mi amor su fruto en vano
espera.
Quisiera no
quererte, no gozarte,
que ya es desdicha en mí
haberte querido,
10
pues si te gozo tengo de
perderte.
No quiero bien,
si he de dejar de amarte,
que el amarte no más mi vida
ha sido,
y no quiero gozarte, por
quererte.
En metáfora de
música, a la condición natural de una mujer fea o
hermosa
El seis que la
sonora voz levanta
con quiebro natural, si ya su
parte
supo cantar, del resto mano
parte
rico y seguro en su feliz
garganta.
No así el
que estéril con violencia canta,
5
que estudia, vela, y ápices
comparte,
obtiene plaza magistral, que el
arte
defectos suple y suertes
adelanta.
Símil de
las hermosas y las feas,
que idolatrando aquéllas su
belleza
10
del cuidado descuidan la
eficacia;
éstas,
abominando aun sus ideas,
lo que perdieron por
naturaleza
les da el hechizo artificial por
gracia.
En una junta de
señoras...
La que de aguda
en mi opinión despunta
y es de la discreción el
protocolo
tuvo un antojo crítico y
cumpliólo
(debe de estar encinta o lo
barrunta);
sin mi licencia
expresa ni presunta
5
me echó en certamen con el
dios Apolo,
pero hizo más peso un voto
solo
que todo lo restante de la
Junta.
¿Quién se asegura pues?
¿quién desfallece,
con que los ojos del discurso
pase
10
por la moralidad que aquí se
ofrece?
¡Qué
con festividad de prima clase,
concurra un simple y haya quien le
rece!
No hizo Dios a quien
desamparase.
A don Martín de
Guzmán, que al quedar viudo de doña Catalina de
Jáuregui se dijo se casaba con doña Fulana
Gallarda
Lo que hay de
nuevo por acá, Ricarda,
si lo supieses bien te
espantaría;
pintarélo en tan clara
alegoría
que la aciertes a tiro de
bombarda.
Un gran maestro
de danzar te aguarda,
5
viejo, pero ligero en
demasía,
danzas y bailes mezcla cada
día,
y ahora el caballero y la
Gallarda.
De la Muerta no
hay rastro ni memoria;
hizo ya su papel. ¡Ay, suerte
triste,
10
cuánta instabilidad hay en
las danzas!
¡Aplausos
breves de inconstante gloria!
Pero ¿qué mucho si su
ser consiste
en variedad de vueltas y
mudanzas?
(1600?)
Conservada
cereza, guinda cruda,
y en pesado vellón, de
ciento en ciento
los años del glorioso
nacimiento
de la encubierta majestad
desnuda;
mercedes tales
son que nadie duda
5
ser imposible recibir
descuento,
y cuando alguno de palabra
intento,
hallo corto el caudal, la lengua
muda.
Varios sucesos,
nuevos desengaños,
tristes malogros de esperanzas
ciertas,
10
me tienen tanto más
reconocido.
Vívame el
par sin par dichosos años
pues de tan de par en par abre sus
puertas
del corazón piadoso a un
desvalido.
Soneto repitiendo el
nombre de Bras
Ciego rapaz de
las doradas hebras,
flechero atento que en destreza
sobras
al africano experto, y con tus
obras
en los fines del orbe te
celebras.
¡Oh
cuántas fes con tu violencia quiebras!
5
¡Oh cuántos pechos
indebidos cobras!
¡Cuán dulcemente con
hechizos obras!
¡Oh cómo sabes
más que las culebras!
Tus pagas son
(por mucho que lo encubras)
falsas monedas que en tus
cuños labras,
10
o letras que en fallidos bancos
libras.
Ruégote,
oh desengaño, que descubras
tantos embustes y mis ojos
abras,
daré culto a tus aras si me
libras.
¡Oh
tú, flor de las hembras,
15
que endechas tristes por los aires
siembras!
Ya que cantar en estas frescas
sombras
mi versos
acostumbras,
si en Bras no te deslumbras,
advierte en las cadencias que le
nombras.
20
A una ratonera
ramada...
La puerta
levadiza, que la pasaje
te concedió suspensa libre
ingreso,
llamada al centro de su mismo
peso,
te intima con estruendo el
carcelaje.
Apenas puesto en
arma el homenaje,
5
diste el asalto al cauteloso
queso,
incauto ratoncillo, cuando
preso
muerdes la red con tímido
coraje.
Fue tu glorioso
antojo el instrumento
de tu prisión. ¡Oh
cuántos racionales
10
te imitan con malogro de la
vida!
Mayor recato nos
enseña el viento,
pues jamás atraviesa los
umbrales
sin ver primero franca la
salida.
Soneto moral en
metáfora de un relojito mostrador
¡Oh
cuánto desengaño experimento,
bronce animado, en tu veloz
latido,
pues alas distancias de las horas
mido,
y vivo a las edades más
atento!
Y aunque el agudo
repetido acento
5
de tu volante hiere en el
oído,
jamás el noble y perspicaz
sentido
del índice percibe el
movimiento.
La
decisión al sabio se remita;
básteme a mí sentir,
ya que no veo
10
tu pulsación que las edades
gasta.
Proceso criminal,
causa exquisita,
en que depone por testigo el
reo,
y aunque de oídas para
muerte basta.
Metáfora de un
buboso
¿Qué son confuso, qué rumor
tremendo
de armas francesas oigo, en
coyuntura
tan de dolor, y en la tiniebla
oscura
templados parches, militar
estruendo?
¿Qué cóncavos volcanes
escupiendo
5
flamantes globos miro?,
¿qué espesura
de negros humos infernal
figura?
¡Formidable
espectáculo y horrendo!
Por más
que afectas, Musa, entronizarte,
metiendo en arma el universo
todo
10
con estilo grandílocuo y
valiente,
más de
Mercurio y Venus que de Marte
hallo en tu descripción, y
la acomodo
a cierto joven gálico
doliente.
Metáfora de una
adulta que quiso matar al marido con veneno
Tósigo
ardiente adúltera sin freno
al celoso infeliz consorte
apresta,
y por más infalible, infunde
en ésta
igual porción de
frígido veneno.
Y aunque el
incauto, de sospecha ajeno,
5
bebió la duplicada muerte
presta,
ambas ponzoñas con violencia
opuesta
capitularon paz, de bueno a
bueno.
¡Oh sin
ejemplo suerte prodigiosa!
¡Oh efectos por unidos
encontrados!
10
¡Oh vivífica
adúltera homicida,
en aumentar
crueldades provechosa!
Que cuando place a los piadosos
hados,
dos venenos, dos muertes, dan la
vida.
A cierto intento agudo
pensar del doctor Salinas
El párroco
sagaz, que irreverencia
teme, dando el viático al
doliente,
hace, primero que la acción
intente,
en simple forma práctica
experiencia.
Y si con moderada
diligencia
5
ve que la pasa el tímido
paciente,
dale entonces a Dios
seguramente,
prenda de gloria, abismo de
clemencia.
Con fin igual
quizá con la estafeta,
en copias varias, tropas y
cuadrillas,
10
llegó cierta
eclesiástica reforma;
para que si en
vulgar simple gaceta
la tragan bien bonetes y
capillas,
se aplique en breve la tremenda
forma.
Al pontificado de
Sixto V, que pacificó toda la tierra de su
jurisdicción con grandes castigos a los delincuentes, con lo
cual se podía andar por los caminos y vivir en
poblado
Si el que tiene
la cruz en el zapato,
y sucede en el título y
posada
del clérigo valiente, cuya
espada
vengó del otro Malco el
desacato,
goza del
soberbísimo aparato,
5
que requiere la carga
encomendada
por muchos años más
que en la pasada
edad apacentó Silvestre el
hato;
será la
doncelleja que curiosa
mira con cuantas entra la
romana,
10
recostada y temida
eternamente;
y los que la
campaña deleitosa
matizaban de roja sangre
humana,
verán al Tiber del famoso
puente.
A la lonja de
Sevilla
De soberbia Babel
torre confusa,
ejemplo admiro en émula
grandeza
perpetuamente, si en menor
alteza
pirámides alzó planta
difusa.
De aquélla
que el castigo en vano excusa,
5
pues vio en su ruina su mayor
vileza,
ésta, si bien altiva, es
más firmeza
promete la piedad que no
rehusa.
A tu Lonja,
Sevilla, comparados
bien pudiera Babilonia y sus
gigantes,
10
que en igual confusión ambos
los veo.
Mas si quieres
gozar siglos dorados
reprime tus pasiones
arrogantes,
e igualará el poder a tu
deseo.
Al examen del
licenciado Victoria
Cual caballo
ligero y animoso,
que apenas la afilada espuela
siente,
cuando es ya menester que
diestramente
la rienda enfrene el curso
presuroso,
que volviendo del
término glorioso
5
del rico palio, entre la alegre
gente
se huella y encamina la alta
frente
al son del instrumento
belicoso,
y adornada de
plumas la testera
mira al vistoso premio, y va
lozano
10
dejando mil envidias de sus
glorias,
tal tú,
Victoria, en la veloz carrera
ganando el palio, tornas hoy
ufano
añadiendo victoria a tus
victorias.
Al Conde de la Puebla,
que por omiso en el gobierno de Sevilla el autor le hizo este
satírico
Contábame
mi abuela, buen siglo haya,
que yendo a una misión un
teatino,
caballero en un prójimo
pollino,
se sentó el animal, como una
maya,
y se sentó
en medio de un pantano;
5
y que el Padre con mucha
melodía:
Arre, Deo gratias, arre, le
decía:
arre, arre, Deo gratias, oye
hermano;
y el bellaco del
asno, viendo el modo,
se estaba rellenando en medio el
lodo.
10
Pasó por allí acaso
un arriero,
vio la flema del
Padre misionero,
y llegando al hermano en el
cogote
cuatro muertos le dio con un
garrote.
Soneto
Los dos Pompeyos
del mayor Romano
hijos, a Europa y Asia
dividieron
sus cenizas; y allí donde se
vieron
triunfar, cedieron a enemiga
mano.
Las arenas que
baña el africano
5
Nilo, sepulcro al gran Pompeyo
fueron,
si es que al Cielo los Dioses no
subieron,
del divino valor asombro
humano.
Las tres partes
del mundo sujetadas,
por su valor, por su saber
profundo,
10
por túmulo la Parca les
destina.
Prodigio grande,
¡oh, suertes desdichadas!
porque menor lugar, que todo un
mundo
capaz no fuera de tan grande
ruina.
Salinas y Borja, Cosme
España. Siglos XVI - XVII
Poeta.
Soneto
No pica tanto a
monjas el pimiento,
como el amor, sin ser pimiento,
pica;
que antes que recetará en su
botica,
fui sacristán del templo del
contento.
Me vi como
canónigo avariento
5
más gordo que el
lechón de viuda rica,
y más fértil que
tetas de borrica,
y lució más que
llaves de convento.
Ahora ni con
burra ni berraco
me puedo comparar, porque
Cupido,
10
por matarme, a mis ruegos
está sordo.
Sin carne,
triste, seco, estéril, flaco
estoy, sin conocerme quien me
vido
contento, libre, lucio,
fértil, gordo.
Salinas y Enríquez, Joseph
España. Siglo XVII
Poeta y amigo de Lope de Vega
A la muerte de Lope de
Vega
Vuela, o cisne
Español, a mejor nido,
y en eterna región te fija
estrella,
de albergue muda, y con tu fama
huella
las precisas injurias del
olvido.
Mejorar no es
morir, que aunque oprimido
5
al raro bulto helada pira
sella,
felice fue la ruina, pues por
ella
firme padrón tu fama te ha
erigido.
Sola una gloria
adquiere el hombre sabio,
mas sin morir no se adquirió
esta gloria,
10
que en la posteridad fundó
su suerte.
Muere o tú
pues, aunque parezca agravio,
que por verte inmortal a la
memoria
será festivo el llanto de tu
muerte.
Salinas y Lizana, Manuel
España. Huesca. Siglo
XVII
Poeta. Canónigo de la Santa
Iglesia de Huesca.
Soneto
acróstico a Gracián
Benjamín
de Minerva, no ya en vano
Al mundo el nombre recatar
intentes:
Lauro, el laurel con que el nativo
mientes
Te corona y te ostenta más
ufano.
Hombre que,
humilde, hazañas de su mano
5
A la noticia esconde de las
gentes,
Solicita con rayos más
lucientes
Aplausos del Apolo soberano.
Repetidos
blasones, El Discreto
Goce ya de la fama, que ligera
10
Rompe el aire tu nombre
publicando.
Atento ya el
Varón, varón perfeto,
Corra en la prensa con veloz
carrera,
Y váyase hasta doce
continuando;
Así
serás tú solo.
15
Norte de ingenios y laurel de
Apolo.
Sonetos encontrados en
el libro de Baltasar Gracián, Agudeza y arte de
ingenio
Pajes rodean tu
carroza hermosos,
al caballo africano veloz
picas,
termas de varias mesas de
fabricas,
que tiñen siempre
ungüentos olorosos.
En vasos de
cristal vinos preciosos,
5
de Setta a tu opulenta mesa
aplicas:
tu blanco lecho con cortinas
ricas
excede a los de Venus
deliciosos.
De noche a la
soberbia mujeril
sordos riegan tus ojos su
portal,
10
¿por qué suspiras
siempre? ¡Oh Tucca! ¿quién
tu pecho abrasa
en llama juvenil?
¿Quieres que te lo diga?
tanto mal
procede de que tienes tanto
bien.
Soneto
¿Ves la
inestabilidad de la Fortuna,
o el animoso viento hoja
ligera?
¿ves tierno junco en
húmeda ribera,
que obedece a las olas una en
una?
¿Ves en la
tempestad más importuna
5
del orgulloso mar, veloz
galera?
ves en la celestial azul
esfera
el vario rostro de la blanca
luna?
Pues ten por
cierto, que es Fortuna estable,
la hoja al viento, el junco al agua
fuentes,
10
inmoble la galera al mar
mudable.
Los rostros de la
Luna sosegados,
sin crecer, ni menguar de varias
suertes,
si son contigo (Alcida)
comparados.
Soneto
Este es aquel
Vesubio celebrado,
cuyas vides con pámpanos
frondosos,
lagos de néctar, vinos
generosos,
llenaron de su fruto sazonado.
Centro de Baco,
más que Nise amado,
5
entre coros de sátiros
gozosos,
donde en soberbios templos
majestuosos,
Venus y Alcides tanto se han
honrado.
Ya en
estériles llamas con espanto
a pavesas lo admira reducido
10
de su poder, pesando al Jove
ahora.
Y aun el cielo de
ver destrozo tanto,
encapotado, triste y afligido,
si el llover es llorar, de pena
llora.
Soneto
Venció el
joven Peleo a los persianos,
mas no pasó de allí
su monarquía,
y aunque hijo del Jove se
mentía,
apenas llegó a ver a los
brazmanos.
La cabeza del
mundo a los britanos,
5
rindió, con su valor y su
porfía;
y aunque el valor de un
César asistía,
no hicieron más progresos
los romanos.
Tú, Felipe
Segundo, sin segundo
sol de España, corriste tu
carrera
10
desde el de un polo hasta el del
nuevo mundo.
¡Oh,
ilustre Casa de Austria! a quien venera
ya en su cenit esté, ya en
el profundo,
Febo luciente al torno de su
esfera;
porque no se
atreviera
15
la noche oscura a tu luciente
Imperio.
Busque ya el
hemisferio,
ensanche el mar y tierra, en todas
partes,
donde puedas fijar tus
estandartes.
Soneto
Viendo la casta
Arría condenado
a muerte a Peto, su adorado
esposo,
por no hallarse con vida al
riguroso
trance fatal de verle
degollado.
Con un
puñal pasando su abrasado
5
pecho el más fiel,
más bello, y amoroso,
sacándole después con
prodigioso
valor, le entrega a su consorte
amado.
Pero, dice, no
muero se esta herida,
que por no ver tan cruda y triste
suerte,
10
mil vidas a mil golpes las
rindiera.
Sólo un
dolor me quita cruel la vida:
la herida con que te has de dar la
muerte,
esa es, Peto, la que hace que yo
muera.
Soneto
De librar a su
patria deseoso
del asedio de Porsena
apretado,
por el campo enemigo se entra
osado
Scevola, aquel Romano
valeroso.
Dar muerte al rey
intenta prodigioso,
5
mas de iguales insignias
engañado,
por matar al señor,
mató al criado
junto al Ara del culto
religioso.
Mucio, el
engaño de su mano viendo,
a quemarla la mete en medio el
Ara,
10
la venganza sufriendo como
ajena.
Pero mirar el
rey, aun no pudiendo
espectáculo tal, que la
quitara
mandó, y que se fuera sin
más pena.
¡Oh, valor
grande! ¡oh, mano victoriosa!
15
celebrada de propios y de
ajenos,
tu yerro alcanzó fama
más gloriosa,
si no erraras, hubieras hecho
menos.
Soneto
Esta pira que
admiras erigida,
no es de algún plebeyo
monumento,
ni de esclavo infeliz, que su
avariento
dueño encerró en
mazmorra forajida.
A Glaucia sella,
prenda tan querida,
5
cuando digna en Melior de
sentimiento,
por quien, aun no capaz de
entendimiento,
gozó de libertad lo que de
vida.
A lo hermoso en
costumbres, y en su cara
esto se dio, y debió.
¿Quién más afable,
10
y quién más lindo que
al Sol vencía?
Breve es la edad,
y la vejez es rara
en prodigios. Si quieres sea
durable
lo que amas, no te agrade en
demasía.
A San
Laurencio
Hijo de Huesca,
augusto ciudadano,
romano asombro, aragonés
constante,
cortesano español, muerto
galante,
que al Protomártir diste
diestra mano.
Laurel que hizo
el decreto soberano,
5
corona de la Iglesia
militante,
oscense argento, y oro el
más flamante,
acrisolado a incendios del
tirano.
Pero
¿Laurel, y a rayos consumido?
¿no fuera más favor
que os asistiera
10
como en la zarza Dios, y no os
quemara?
Mas sois
Fénix de amor envejecido,
y renovaros quiso en esa
hoguera,
para que así el amor se
eternizara.
Soneto
Llorando el
niño amor con gran ternura
en busca de su madre iba
quejoso,
cuando de Celia, viendo el rostro
hermoso,
que copiaba de Venus la
hermosura.
Madre, madre,
vocea, y se apresura,
5
con los brazos abiertos,
cariñoso,
de lograr los de Celia
deseoso;
que es ciego amor, y ciega la
ventura.
Volvió el
rostro a las voces de Cupido
Celia, y mirando al niño
Dios alado;
10
no soy madre, le dijo muy
severa.
Sonrojose el
rapaz y aun más corrido
que de su engaño, de lo
desdeñado,
fue a buscar a su madre
verdadera.
Soneto
De sus doradas
trenzas un cabello
la bella ninfa Doris cogió
un día,
que licenciosamente le
ponía
perfiles de oro al cristalino
cuello.
Con este sutil
lazo, cuanto bello,
5
las dos manos, que asidas me
tenía,
fuertemente me ataba, y me
decía:
en fe de mío, no
podrás rompello.
Búrleme
yo, creyendo confiado,
ser tan fácil romper tan
flaco nudo,
10
mas cuando lo intenté,
creció mi pena.
Vime tan
fuertemente aprisionado,
que ni bastó el valor, ni
industria pudo
romper los hierros de tan gran
cadena.
A Santa
Cordula
Cordula,
¿qué es posible haber quedado
entre tantos millares con la
vida?
Cordula, entre matanza tan
crecida,
tú sola con la vida has
escapado.
La espalda oprime
al piélago esmaltado
5
virgíneo mar de sangre
esclarecida,
¿y tú vive aun,
cuando rendida
Ursula yace el cuerpo
atravesado?
De aquí el
temor, de allí el amor combate
sobre el amante corazón,
adonde
10
la lucha, astillas crespas
multiplica.
Vence al fin el
amor en tal debate,
porque la que el temor cobarde
esconde,
el amor atrevido la publica.
Soneto
Brota diluvios la
soberbia fuente,
más piadosos que el cielo
para Egipto,
cuando el piélago en ondas
infinito,
aun su misma ribera no lo
siente.
Multiplican mis
ojos tu corriente,
5
contra la fuerza del celeste
rito,
pues cuando abrasa el Sol todo el
distrito,
de sus márgenes pasa la
creciente.
Hiriendo el Sol
las encumbradas sierras,
que al Nilo se derraman en
tributo,
10
vuelven a ser fructíferas
las tierras.
En mí,
causa mi sol el mismo efecto;
mas ¡ay, que son
lágrimas sin fruto,
pues con ser agua, queman en
secreto!
Soneto
El tronco antiguo
de un frutal hermoso
un arroyo bañaba
cristalino,
lisonja fue del gusto el bien
vecino,
armado en el subí, rapaz
goloso.
Atento al hurto
dulce, el pie dudoso
5
mal fijé en una rama,
perdí el tino;
asido al pie, mi cuerpo al suelo
vino,
hasta llegar al arroyuelo
hundoso.
Anticipóse
el hierro a mi caída,
y recibióme el pecho
atravesado,
10
crecieron con mi sangre los
cristales.
¿Qué desdicha no cede a tantos
males
si espadas, horcas, hondas junta el
hado,
cuando quiere quitar a uno la
vida?
Soneto
Cuitado, que de
un punto, lloro y río,
espero, quiero, temo y
aborrezco;
juntamente me alegro y
entristezco;
de una cosa confío y
desconfío.
Vuelo sin alas,
estando ciego guío;
5
en lo que valgo más, menos
merezco;
callo, doy voces, hablo y
enmudezco;
nadie me contradice, y yo
porfío.
Querría
hacer posible lo imposible;
querría poder mudarme, y
estar quedo;
10
gozar de libertad, y estar
cautivo.
Querría
que se viese lo invisible;
querría desenredarme, y
más me enredo;
tales son los extremos en que
vivo.
Soneto
Rompiendo el
arca, el oro que escondía
podrá el ladrón
robarte codicioso;
y tu palacio grande y
ostentoso
postrará por el suelo llama
impía.
La propiedad, y
el logro que debía,
5
te negará el deudor
menesteroso,
y tu colono, en vano cuidadoso
al campo estéril la semilla
fía.
Tu mayordomo
engañará mujeres,
y tus cargadas naves crespas
olas
10
sumergirán con todas sus
grandezas.
Sólo en
efecto, lo que a pobres dieres,
libre verás de la fortuna, y
solas
las que dieres, tendrán
siempre riquezas.
Soneto
Después
que oyó la desdichada suerte
Porcia de Bruto, su querido
esposo,
desesperada en trance tan
penoso,
matarse intenta, valerosa y
fuerte.
Busca espada el
dolor, y cuando advierte,
5
que le impiden el hecho más
famoso,
¿aun no sabéis, les
dice, ¡oh, fin forzoso!
que no se niega a tanto mal la
muerte?
Creía que
os bastaban las lecciones
de mi padre Catón, para
dejarme,
10
que en muerte a entrambos, y valor
siguiera.
Dijo, y tragando
ardientes los carbones,
ahora sí, canalla, es el
negarme
el hierro, dijo, porque no me
hiera.
Soneto
Llegando a
Hesperia, el puerto deseado,
el quinto Carlos, en velera
armada,
portátil Corte, siempre
venerada,
del espumoso reino, aun más
airado.
Ninfa Pirene, el
rostro alborozado,
5
descollando en la más cumbre
empinada,
a Roma llama, a Tracia
coronada,
con el Hemo, su monte
celebrado.
Vuelta al Oaxes,
el que a Creta baña,
y al mar le rinde su tributo
undoso,
10
dijo también a Creta que
viniera.
Venid, dice,
veréis a un rey de España,
que a Roma Numa, a Tracia, un
Belicoso
Marte, y a Creta Jove ser
pudiera.
San Francisco Javier
Javier. (Navarra) 1506 - Shangchuan.
1532
Fundador de las misiones de Asia de
los jesuitas. Estudia en París y conoce a Ignacio de Loyola.
El Greco le pinta en su obra más representativa. Este soneto
se dice que es obra de él.
Soneto a Dios
crucificado
No me mueve, mi
Dios, para quererte
el cielo que me tienes
prometido;
ni me mueve el infierno tan
temido
para dejar por eso de
ofenderte.
Tú me
mueves, Señor; muéveme el verte
5
clavado en una cruz y
escarnecido;
muéveme el ver tu cuerpo tan
herido;
muévenme tus afrentas y tu
muerte.
Muévenme ,
al fin, tu amor, y en tal manera
que, aunque no hubiera cielo, yo te
amara,
10
y, aunque no hubiera infierno, te
temiera.
No me tienes que
dar porque te quiera;
pues, aunque lo que espero no
esperara,
lo mismo que te quiero te
quisiera.
Sánchez, Bartolomé
Cuba. Siglo XVII
Soneto
Los que con
gracia quieran ver y aviso
un Silvestre galán y
cortesano,
vengan a Puerto Príncipe
cristiano
y gozarán de un nuevo
paraíso.
De nuestro
frágil vidrio quebradizo
5
verá un ejemplo raro y
soberano
en la prisión del buen
Altamirano,
a quien con ella Dios regalar
quiso.
Gracias al buen
Silvestre de Balboa,
que por tan dulce estilo nos
declara
10
de aqueste santo Obispo la
paciencia.
Bien merece desde
hoy eterna loa,
y el generoso Obispo de la
tiara
que tiene el mundo de mayor
potencia.
Soneto
Habéis
echado el sello a nuestra ciencia
con tal sublime obra, buen
Silvano,
diciendo del ilustre
Altamirano
el valor, cristiandad y la
paciencia.
Infalible verdad
fue la pendencia
5
que Ramos tuvo con el
luterano;
vengó al Pastor la poderosa
mano,
dándonos a entender su
omnipotencia.
Que al humilde
levanta y le da loa,
y al soberbio arrogante echa por
tierra;
10
estilo del Señor muy
ordinario.
Recibe de mi
mano, buen Balboa,
este soneto criollo de la
tierra,
en señal de que soy su
tributario.
Sánchez, Gonzalo
España. ¿siglos XVI -
XVII?
Poeta que figura en un códice
de distintos poetas en la Biblioteca Universitaria de Salamanca con
el título de Cartapacio Poético del Colegio de
Cuenca.
Soneto
Diosa Phebea, que
tu rayo puro
rompe la fuerza del nocturno
velo
con cuya luz a los del bajo
suelo
indicio das del resplandor
futuro,
si la memoria del
Amor perjuro
5
no ha muerto el tiempo con su
presto vuelo,
también probaste el
miserable duelo
que a mí me causa con su
golpe duro.
Y, si por ver a
Endimión dormido,
cuando Apolo del mar se
descubría
10
culpabas su venida presurosa,
cubre ahora tu
rostro esclarecido,
que para desterrar la niebla
fría
los ojos bastan de mi ninfa
hermosa.
Sánchez de Villanueva,
Francisco
España. Siglo XVI
Poeta.
Al fin del Viaje
entretenido, de Agustín de Rojas
Del jazmín
blanco y de purpúrea rosa,
a sembrar su camino nos
incitas,
que descubre de ricas
margaritas
el valor sumo y la beldad
preciosa.
Es útil la
jornada y deleitosa,
5
porque eres, con ventajas
infinitas,
cuando a aquel y a éste, en
uno y otro imitas:
Píndaro en verso y Luciano
en prosa.
De nuevo
¡oh Manzanares! cristalino,
por Rojas quedas incapaz de
agravios,
10
y él de memorias y laureles
dino.
Pues con lengua
erudita y dulces labios,
haciendo dos mandatos de un
camino,
enseña idiotas y deleita
sabios.
Sandoval y Zapata, Luis de
México. 1620 - 1671
Poeta.
Soneto
Iluminando el
Occidente estaba
quien para Oriente de beldad
nacía.
Por detener lo que a espirar
corría,
la esfera de este Ocaso el sol
buscaba.
Yo, que en el
Occidente luz rondaba,
5
en un morir enamorado
ardía.
(El último periodo de mi
día,
luna era, que vida madrugaba.)
Desde Occidente
estás al Sol ganando
él da heridas fatales
fugitivo,
10
tú das inmóvil de
salud heridas.
Orientes para
piras está dando;
y tú desde el Ocaso, Sol
más vivo,
estás enamorado para
vidas.
San Martín, Juan de
Salamanca. Siglo XVII
Poeta y religioso de la Orden del
Gran Patriarca San Benito
Soneto
Corazón
que a Javier te has resistido,
¿serás de
mármol? No, que te labrara
con los rayos de luz, que en luz
más clara
acicalar su celo ha
conseguido.
De fuego no
serás, pues no han podido
5
extinguirte los hilos de tu
cara;
pues de agria menos, porque te
alterara
el aire entre ternezas
despedido.
Mas ya conozco de
qué estas formado,
al verte en tu inconstancia tan
constante,
10
que al valor de Javier te
resististe.
Si el coral al
azote derramado,
te venció claro está
que eres diamante,
pues que sólo a la sangre te
rendiste.
Santa Teresa de Jesús
Ávila. 1515 - Alba de Tormes.
1582
Religiosa. Reformadora y creadora de
varios conventos. Escritora y poeta.
El amor a
Jesús
No me mueve
¡mi Dios! para quererte
el cielo que me tienes
prometido,
ni me mueve el infierno tan
temido
para dejar por eso de
ofenderte.
Tú me
mueves, Señor, muéveme el verte
5
clavado en esa cruz y
escarnecido;
muéveme el ver tu cuerpo tan
herido,
muévenme tus afrentas y tu
muerte;
muévenme,
en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo yo te
amara,
10
y aunque no hubiera infierno te
temiera.
No me tienes que
dar porque te quiera;
pues aunque lo que espero no
esperara,
lo mismo que te quiero te
quisiera.
Santos, Francisco de los
España. Siglo XVII
Poeta. Lector de Sagrada Escritura
de su Real Colegio de San Lorenzo del Escorial
Soneto
Próspero
es al nacer, quien a la Luna
en riesgo pone infausto de
apagarse.
O Lucero del Sol. Puede
pensarse,
que con el ataúd pagas la
cuna.
En tan unido
imperio la oportuna
5
luz del Cuarto Planeta ha de
eclipsarse,
cuando astro coronado a
colocarse
viene tu ardor en su ínclita
fortuna.
Ella, que es
Majestad en tanto lleno
el menguante, qué Antorcha
tan crecida
10
llegó a lo más al dar
tus claridades.
Y ya el cielo de
España (más sereno)
vuelve a crecer las luces de su
vida,
para llenarlo de
Prosperidades.
Santos del Castillo, Francisco
Aragón. Siglo XVII
Poeta.
Soneto
¿Así, Señor, sentís,
ver oprimido,
de Javier el valor, ceda al
tormento,
que en efigie insensible,
sentimiento
mostráis de sacra
púrpura teñido?
Tan propio
vuestro su dolor ha sido,
5
que os precisa el dolor, a que
sangriento,
segunda vez os vea el
instrumento,
en que por vos fue el hombre
redimido.
¿Es Javier
quién padece? Que lo dudo,
cuando veo el efecto riguroso,
10
en vos el golpe, que Javier
recibe.
Mas si en Javier
vivís, ya veo que pudo
ser vuestro su dolor, pues
amoroso,
padece el corazón en donde
vive.
Satas, Francisco de
España. Siglo XVII
Poeta. Cronista del Reino de
Aragón.
A la
rosa
Estas
exhalaciones peregrinas,
que en ámbar embriagan la
mañana,
más que de la pureza de su
grana,
son efecto esencial de sus
espinas.
O Rosa,
noblemente determinas
5
el valor de las penas, pues
lozana,
y fraganciosa majestad humana,
crédito las adquieres de
divina.
No quiso la sagaz
Naturaleza,
que luciese tu honor, sin tus
cuidados,
10
y tu benignidad, sin su
aspereza.
O voz triste
legión de desdichados,
venerad la paciencia en su
belleza,
cogedla heridos, gozaréis
premiados.
Sayas y Ortubia, Francisco Diego
Aragón. Siglo XVII.
Poeta.
Cleopatra
Sutilizando filos
a la muerte,
en venenos fatales a la vida,
quiere Cleopatra, a su impiedad
rendida,
dominar los orgullos de la
suerte.
Observando el
más duro y el más fuerte
5
temido, a un áspid sordo se
convida,
que cebando en la sangre de su
herida,
al César tan gran
púrpura advierte.
Así
atrevida de su imagen triste,
al lento original trocó el
semblante,
10
con beldad, que al estrago se
resiste.
¡Oh,
vengadora altiva de su amante!
lo posible con todos
excediste,
pues de despojo asciendes a
triunfante.
Segura, Francisco de
España. Siglo XVII
Poeta y alférez.
Soneto
Sois sin pecado
original criada,
ab eterno guardada y escogida;
que quien os hizo Virgen y
parida
os hizo de la culpa
preservada.
Vuestra sangre
divina, inmaculada,
5
es de Dios hecho Hombre, y nos dio
vida;
y gracia de tan alto recibida,
¿cómo pudo de culpa
ser manchada?
De Nuestro
Salvador, Verbo humanado,
Virgen y madre sois, suma
grandeza,
10
que sobre serafines os
levanta.
El dicho de
Dionisio sea alabado:
«Que a no saber de Dios la
grande alteza,
os tuviera por Dios, ¡oh
Reina Santa!»
Segura Espinosa, Pedro de
España. Siglo XVII
Poeta
Soneto
Débese
honra a la virtud muy rara
de nuevos inventores de artes
bellas,
vuela su fama, sube a las
Estrellas
pintando allí otro Cielo, y
aun no para.
Busca el
más alto, que perdió la cara,
5
fruta de la invención vedada
en ellas,
y tomando del alma las
centellas
forma una luz, un Sol, que el mal
repara.
Las tinieblas
quitáis de vuestra parte
(docto Maestro) que causó el
pecado,
10
e ilustráis vuestra lengua
una entre todas.
La culpa humano a
Dios dio artes, y arte
de Retórica vuestra, y
coronado
estaréis al convite de las
bodas.
Sempere, Jerónimo
Valencia. Siglo XVII
Mercader y poeta.
A la
Carolea
Del
Délfico laurel , que fue corona
de augusta majestad de
Emperadores,
fue premio de Poetas moradores
de aquel virgíneo y
fértil Helicona.
De entrambos
sacra ha sido la persona,
5
y el uno al otro da eternos
favores,
que un César es sujeto de
escritores
y un escritor los Césares
pregona.
Aquí un
Poeta célebre y perfecto
de tal modo hace eterna la
memoria
10
de un César Carlo Rey de las
Españas.
Que Carlo a mil
poetas dio subjeto,
y a mil Emperadores diera
gloria
quien canta aquí sus
ínclitas hazañas.
Sepúlveda, Diego de
España. Siglo XVII
Poeta. Secretario del Marqués
de Villamanrique.
A la muerte del doctor
Juan Pérez de Montalbán, laureado poeta de esta
coronada villa de Madrid
Murió
Albanio (ay dolor) yace Trofeo
el que dio a Manzanares tanta
gloria,
y su Ingenio, su Pluma, y su
Memoria,
trágico Asunto es,
fúnebre empleo.
Faltó la
docta lira, el dulce Orfeo,
5
no lo dudes, Mortal, que es
transitoria
cuanta celebra temporal
Historia,
y toda humana dicha es
devaneo.
Y tú, que
en más gloriosa y feliz suerte,
libre de emulación, libre de
engaños
10
gozas (así lo creo) inmortal
vida.
Gran remedio a la
mía es hoy tu muerte,
o quiera Dios, que en tantos
desengaños
logre ya el que tu ejemplo me
convida.
Serena Sarmiento, Bernabé de
la
España. Siglo XVII
Poeta y amigo de Lope de Vega.
Con el calor de
Apolo esclarecido,
y el rigor de las aguas de
Pegaso
la Vega del insigne Gracilazo
dio ricas flores de un olor
crecido.
A quien
jamás agostará el olvido,
5
por más que alargue tras el
tiempo el paso,
porque las nueve hermanas del
Parnaso
guardan velando su verdor
florido.
De mayor
hermosura en nuestra Vega
el sacro Apolo ricas flores
cría,
10
libres de olvido y dignas de
memoria.
Y hoy su
hortelano Lope no las niega,
pues hasta Arcadia un ramillete
envía
con larga mano y envidiada
gloria.
Seriol, Mariano (Doctor)
España. Siglos XVI - XVII
Poeta y comediógrafo.
De la comedia El
severo juez de amor
Es amor un deseo
interesado
en quien ama, tan loco, y
avariento,
que sólo el interés
es su contento,
y sólo el tener más
es su cuidado.
El interés
consiste, en que el amado,
5
sin pagarle su amor no esté
un momento;
el tener más es su mayor
tormento
por temor de perder su noble
estado.
Sólo para
si todo lo apetece,
sin permitir soberbio, y
ambicioso,
10
que el objeto, que adora, otro le
quiera.
Con esta ardiente
sed su temor crece,
nunca tiene consuelo, ni
reposo,
todo lo tiene, y siempre más
espera.
Sierra y Cortázar, Francisco
España. Siglo XVII
Poeta y amigo de Lope de Vega,
escribano de Cámara y del Crimen.
A la muerte de Lope de
Vega
Sabe, que este
sepulcro, o pasajero,
no está para cenizas
prevenido,
que fuera darte señas de
haber sido,
y que se consumió el ardor
primero.
Aquí pues
tan activo, tan entero
5
al viento de la fama se ha
encendido,
que vivirá su luz contra el
olvido,
y las sombras del tiempo más
severo.
Su llama, a quien
las Musas y el Parnaso,
con numeroso llanto no la
ofenden,
10
antes su ser dilata y sus
ardores.
Las veras como el
sol en el ocaso,
que cuanto más se ausenta,
más enciende.
y en más aumento da sus
resplandores.
Sigüenza, Francisco de
España. Castilla. Siglo
XVII
Poeta y religioso.
Soneto
Javier
Águila Indiana, cuanto hermosa
oro en las alas, en el pico
plata,
desde la bata tierra se
dilata,
al espacio del viento
caudalosa.
Y cuando con
sosiego en el reposa,
5
mira al Sol más ardiente, y
con él trata,
lazos del gentilismo así
desata
absorto a suspensión tan
prodigiosa.
Estrella se
imagina el firmamento,
vapor la tierra, que al cielo le
encamina,
10
el Sol aromo suyo más
profundo.
Yo no le juzgo
estrella, si portento,
vapor tampoco, claridad
divina,
aromo no, deidad que huye del
mundo.
Sigüenza y Góngora,
Carlos
México. 1645 - 1700
Representante del barroco y la
época colonial. Poeta. Sobrino de Góngora.
Perteneció a la Compañía de Jesús.