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ArribaAbajoSamaniego, Félix María de

La Guardia (Álava). 1745 - 1801

Pertenecía a una familia rica y noble. Tras los primeros estudios en la casa paterna es enviado a la Universidad de Valladolid donde permaneció dos años. En uno de sus viajes a Francia se entusiasma con los enciclopedistas y se queda a vivir en tierras francesas. Estudió en Bayona (Francia). Fundador junto a su tío Javier María de Munive, conde de Peñaflorida, de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País. Casado con Manuela Salcedo, no tuvo hijos. Fue alcalde de Tolosa. Junto a Tomás de Iriarte está considerado como el mejor de los fabulistas españoles.




ArribaAbajo La fregona


ArribaAbajo   Estaba una fregona por enero
metida hasta los muslos en el río,
lavando paños con donaire y brío
y mil necios trayendo al retortero.

   Un cierto conde alegre y placentero  5
la pregunta por gracia: -¿Tienes frío?
Respondió la fregona: -Señor mío,
siempre llevo conmigo yo un brasero.

   El conde, que era astuto y supo dónde,
la dijo, haciendo rueda como un pavo,  10
que le encendiera un cirio que traía.

   Y dijo entonces la fregona al conde,
alzándose las faldas hasta el cabo:
-Pues sople ese tizón Vueseñoría.




ArribaAbajo La gallega


ArribaAbajo   Casó Maruxa, gruesa gallegota
de luenga agigantada catadura,
con Domingo Chaveila, tal ventura
se celebró con zambra y con chacota.

   Hubo gaita, garrote, danza y bota  5
que festejó la posesión futura
y ella, caliente, finge una apretura
para irse a la cama sin dar nota.

   Despídese la turba lastimada,
y ella, sus atavíos deponiendo,  10
toda la cama ocupa esparrancada.

   El la dice: -Muller, eu non intiendo
donde acostarme. ¿Non?, dice agitada,
pues ella propio sellu está diciendo.




ArribaAbajo Soneto de Manuel


ArribaAbajo   Ardiente una muchacha el otro día,
en tanto que su madre en misa estaba,
llena de miedo y turbación dudaba
si a su amante Manuel se lo daría.

   Temiendo si preñada quedaría,  5
entre darlo y no darlo vacilaba,
y el valiente mozuelo la animaba
diciendo que al venir lo sacaría.

   Fueron tan poderosos los ataques,
que consiguió, por fin, verla en el suelo,  10
y dijo al derramar de los zulaques:

   -Qué suave es la sustancia del ciruelo:
por tu vida, Manuel, no me la saques,
y más que llegue la barriga al cielo.




ArribaAbajoSoneto a Nice


ArribaAbajo   No te quejes, oh Nice, de tu estado
porque te llamen puta a boca llena,
pues puta ha sido mucha gente buena
y millones de putas han reinado.

   Dido fue puta de un audaz soldado,  5
a ser puta Cleopatra se condena,
y el nombre lucrecial, que tanto suena,
no es tan honesto como se ha pensado.

   Esa de Rusia emperatriz famosa
que fue de los carajos centinela,  10
entre más de dos mil murió orgullosa;

   y pues ya lo dan todas sin cautela,
haz tú lo mismo, Nice vergonzosa,
que esto de honra y virgo es bagatela.




ArribaAbajo La melindrosa


ArribaAbajo   Señor don Juan, quedito, que me enfado.
¿Besar la cara? Es mucho atrevimiento.
¿Abrazos? ¡Ay Jesús!, no lo consiento.
¿Cosquillas? No las hay por ese lado.

   ¿Remangarme? ¡Ay, Juanito!, ¿y el pecado?  5
¡Qué malos sois los hombres!... Pasos siento.
¿No es nadie? Pues, bien, vaya en un momento;
mas ¡cuidado!, no venga algún criado.

   ¡Jesús!, que loca soy! ¡Quién lo diría
que con un hombre yo!... ¿Cómo cristiana?,  10
que ya de puro gusto... ¡Ay, alma mía!

   ¡Traidor, déjame, vete...!, ¿aún tienes gana?
Pues cuando tú lo logres otro día...
Pero, Juanito, ¿volverás mañana?




ArribaAbajoSolís, Dionisio de

Córdoba. 1774 - Madrid. 1834

Seudónimo de Dionisio Villanueva y Ochoa. Trabajó en el teatro de apuntador. Tradujo y fue autor de comedias.




ArribaAbajo A un cortesano


ArribaAbajo   Dicen que eres mudable, don Pepito,
que fuiste de Manolo cortesano,
soneteruelo del francés tirano
y de sus odres perennal mosquito;

   que mudando de altar, de culto y rito  5
fuiste, tras esto, muratista insano
y, para postres, del Nerón hispano
semanalmente adorador contrito.

   Pero no dicen bien; el pueblo miente,
ni menos hay razón por que afrentando  10
te esté, y traidor y apóstata te llame.

   Antes en eso mismo que insolente
te echa Madrid en cara, estás mostrando
cuán firme has sido siempre en ser infame.




ArribaAbajo Pobre importuno


ArribaAbajo   ¿Por qué aspira sin fruto, Arnardi bella,
a lo que darme tu piedad resiste?
¿por qué mi amor en alcanzar insiste
lo que me impide merecer mi estrella?

   ¿No fuera bien buscar a mi querella,  5
en el asilo de mi tumba triste,
el anhelado fin, pues que consiste
mi única dicha y mi consuelo en ella?

   ¡Necio, que pronto de esperar cansado,
se abate tu pasión, antes osada,  10
y con el miedo la fortuna mide!

   ¿Qué amador fue constante y no fue amado?
¿O qué mujer, del hombre importunada,
no la concede al fin lo que le pide?




ArribaAbajoSoneto


ArribaAbajo   ¡En media hora un soneto! ¿A qué cristiano
a tan bárbaro afán se le condena?
¿Y es Filis quien lo quiere? ¿A qué otra pena
me sentenciara un Fálaris tirano?

   Pues qué, ¿no hay más? O ¿están tan a la mano  5
los consonantes como en esta amena
margen del Turia la menuda arena
en que tu blanco pie se imprime ufano?

   No, cara Filis; mándame otra cosa,
ora de riesgo sea, ora de afrenta;  10
que a cuanto de mis órdenes concedo.

   Pero ¿un soneto, y qué, por ser tú hermosa,
en ello, al fin, mi necedad consienta?
No, Filis, no; perdóname: ¡no puedo!




ArribaAbajoSoneto


ArribaAbajo   Puro y Luciente sol, ¡oh, qué consuelo
al alma mía en tu presencia ofreces,
cuando con rostro cándido esclareces
la oscura sombra del nocturno velo!

   ¡Oh, cómo animas el marchito suelo  5
con benéfica llama! Y ¡cómo creces
inmenso y luminoso, que pareces
llenar la tierra, el mar, el aire, el cielo!

   ¡Oh sol! Entra en la espléndida carrera
que te señala el dedo omnipotente,  10
al asomar por las etéreas cumbres;

   y tu increado Autor piadoso quiera,
que desde oriente a ocaso eternamente
pueblos felices en tu curso alumbres!




ArribaAbajoSoneto


ArribaAbajo   Canta blanco palomo, y de la aurora
el róseo carro con ti acento llama;
que atenta escucha en la mullida cama
la esposa a quien tu cántico enamora.

   Canta y anuncia la estación de Flora  5
y el delicioso incendio que te inflama,
mientras sentado en la frontera rama
otro palomo solitario llora.

   ¡Felice tú que puedes con tu canto
al alma penetrar por el oído  10
del ave amante en que tu bien se funda!

   Y ¡mísero de mí, que la triste llanto
en que a solas me miras consumido,
sin fruto el rostro y sin cesar me inunda!




ArribaAbajoSomoza, José

Piedrahíta (Ávila). 1781 - 1852

Político, escritor y poeta. Procurador en Cortes y diputado por Ávila. Amigo de Jovellanos y uno de los protegidos de la Duquesa de Alba. Colaboraba con el Semanario Pintoresco Español. Durante el periodo absolutista fue encarcelado.




ArribaAbajoLa durmiente


ArribaAbajo   La Luna, mientras duermes, te acompaña;
tiende su luz por tu cabello y frente,
va del semblante al cuello y lentamente
cumbres y valles de tu seno baña.

   Yo, Lesbia, que al umbral de tu cabaña,  5
hoy velo, lloro y ruego inútilmente,
el curso de la Luna refulgente
dichoso he de seguir, o Amor me engaña.

   He de entrar, cual la Luna, en tu aposento;
cual ella, al lecho en que tu faz reposa,  10
y cual ella a tus labios acercarme.

   Cual ella, respirar tu dulce aliento,
y cual el disco de la casta diosa,
puro, trémulo, mudo, retirarme.




ArribaAbajo A la Magdalena


ArribaAbajo   A la virtud, cuando habitara el suelo,
su imperio la belleza sometía,
la faz encantadora que atraía
el mundo al sonreír, lloró ante el Cielo.

   Calmose el huracán que en raudo vuelo  5
el mar de las pasiones embestía;
fue la tiniebla luz, la noche día,
alzando la verdad su eterno velo.

   La paz logró en la tierra una victoria,
y a las plantas del Justo por trofeos  10
se vieron los placeres, los amores;

   las insignias del triunfo de más gloria,
las armas de la lid de los deseos,
suspiros, besos, lágrimas, olores.




ArribaAbajoSoneto


ArribaAbajo   Densas nubes vomita el Occidente,
la noche en carro de ébano se sienta,
vuela en aras de fuego la tormenta,
hierve el rayo en la espuma del torrente;

   la selva tala el huracán mugiente,  5
tronchada cruje el haya corpulenta,
rueda el risco al barranco y le acrecienta,
los montes en el mar hunden su frente;

   la luna en olas de tinieblas nada,
es trono del relámpago la esfera,  10
y el imperio del mal anuncia el trueno;

   la luz y paz que en hora bienhadada
el cielo al angustiado mundo diera,
huye y se acoge al corazón del bueno.




ArribaAbajoSoneto


ArribaAbajo   La luna mientras duermes te acompaña,
tiende su luz por tu cabello y frente,
va del semblante al cuello, y lentamente
cumbres y valles de tu seno baña.

   Yo, Lesbia, que al umbral de tu cabaña  5
hoy velo, lloro y ruego inútilmente,
el curso de la luna refulgente,
dichoso he de seguir o amor me engaña.

   He de entrar cual la luna en tu aposento,
cual ella al lienzo en que tu faz reposa,  10
y cual ella a tus labios acercarme;
cual ella respirar tu dulce aliento,
y cual el disco de la casta diosa,
puro, trémulo, mudo, retirarme.




ArribaAbajoValdés y Machuca, Ignacio («Desval»)

La Habana (Cuba). 1792 - 1851

Poeta y licenciado en Derecho.




ArribaAbajoAdonis


ArribaAbajo   Rinde, bruto, a mis fuerzas invencibles
ese coraje altivo que te alienta;
rinde el furor indómito que animas,
rinde la vigorosa resistencia:

   si asombro eres del monte y de los hombres,  5
yo lo soy de los campos y las fieras;
ese orgullo valiente, esa pujanza
humillaré a mi brío y a mi fuerza:

   de mi ardor serás luego, infeliz bruto,
la miserable víctima funesta;  10
mas, ¡ay cielos divinos!, ya no puedo

   resistir al destino pues decreta
que en los brazos de un bruto se divida
el estambre vital de mi existencia.




ArribaAbajoVenus


ArribaAbajo   Ya que fue inevitable mi infortunio,
y que no hubo remedio a mi desgracia,
haz que los males que me martirizan,
y las penas acerbas que traspasan

   mi cariñoso pecho, se mitiguen,  5
y cese mi desdicha tan infausta:
transfórmame a mi Adonis amoroso
en la flor más preciosa, en la más rara,

   en la más olorosa y más risueña
que pueda de tus manos ser formada,  10
y en ella encontraré cuando la mire

   aquella seductora y dulce gracia,
aquellas perfecciones y atractivos,
que mis ojos amantes cautivaban.




ArribaAbajoVelázquez de Velasco, Luis José de

Málaga. 1722 - 1772

Marqués de Valdeflores. Hizo Filosofía y se doctoró en Roma de Teología. Vistió el hábito de Santiago. Condenado a prisión por su enemistad con los jesuitas. Historiador.




ArribaAbajoSoneto


ArribaAbajo   En tanto que el avaro codicioso
llora la muerte del caudal perdido,
y el cortesano vive sin sentido
por ganarse el favor del poderoso,

   y mientras sin quietud y sin reposo,  5
el ciego enamorado, enfurecido,
la vida acecha del rival temido,
arrebatado de furor celoso;

   yo, lejos de tan mísero desvelo,
amo el ocio, la paz, la independencia  10
y sólo en la quietud mis dichas fundo,

   los ojos abro libremente al cielo,
sin empacho los pongo en mi conciencia,
y no espero otro bien en este mundo.




ArribaAbajoVerdugo Castilla, Alfonso

Alcalá la Real (Jaén). 1706 - 1767

Hijo del Conde de Torrepalma. Académico de Historia, de San Fernando y la Española. Diplomático y embajador.




ArribaAbajoA Nuestra Señora de la Aurora


ArribaAbajo   Ya del eterno Sol, divina Aurora,
a tu Albor matutino, un nuevo día,
renace el pueblo y de la noche fría
huye el horror y el cielo se colora.

   Ya te saluda en tu primera hora  5
tanta ave dulce, dulce Ave María,
compitiendo en tu agrado la armonía
del que himnos canta y del que culpas llora.

   Salude alba tan pura húmedo cielo
con fecundo rocío y tu semblante  10
vivifique uno y otro campo adusto.

   Vuelve, Señora, a ser nuestro consuelo;
danos nube de lluvias abundante,
como antes diste de tu seno al «Justo».




ArribaAbajoSoneto satírico


ArribaAbajo   Si en la hebrea hermosura que desdora
la memoria de Alfonso, esclarecido
de España, el hado infausto vio vertido
el encantado cesto de Pandora.

   Si al copiar la beldad que lo enamora,  5
Ulloa, a mis desgracias ofrecido,
vio inanimado el bulto apetecido
que con celeste ardor se informa ahora.

   Ya, mejor, Prometeo, a su hermosura,
da, con fuego apolíneo, ser segundo,  10
en luz, robada no, sino influida

   de numen tal, que a su eficacia pura
deben belleza, acierto, aplauso, vida,
Raquel la copia, Altamirano el mundo.




ArribaAbajoReverso de la medalla antecedente


ArribaAbajo   Al fuerte patriarca la primera
Raquel a larga senectud redujo;
al victorioso Alfonso, torpe indujo
la segunda a manchar su gloria entera.

   La mental, la canora, la tercera,  5
al grande Ulloa duros hados trujo.
¡Oh hermosura nociva, cuyo influjo
fatal aun en las copias persevera!

   Mas ya de la beldad el hado infausto
vence un ímpetu sacro y soberano  10
que en nueva copia el nombre antiguo emplea.

   Jacob descanse, Alfonso viva casto,
Ulloa se asegure; Altamirano
lo enmienda todo, haciendo a Raquel fea.




ArribaAbajoZequeira y Arango, Manuel de

La Habana (Cuba). 1764 - Matanzas (Cuba). 1846

A pesar de reconocérsele como uno de los poetas precursores de la poesía cubana, su obra fue escasa, acabando su existencia completamente loco.




ArribaAbajo La ilusión


ArribaAbajo   Soñé que la fortuna, en lo eminente
del más brillante trono, me ofrecía
el imperio del orbe, y que ceñía
con diadema inmortal mi augusta frente.

   Soñé que hasta el ocaso, desde Oriente,  5
mi formidable nombre discurría,
y que del Septentrión al Mediodía
mi poder se adoraba humildemente.

   De triunfantes despojos revestido,
soñé que de mi carro rubicundo  10
tiraba Cesar con Pompeyo uncido.

   Me despertó el estruendo furibundo,
solté la risa y dije en mi sentido:
«¡Así pasan las glorias de este mundo!»




ArribaAbajoEl motivo de mis versos


ArribaAbajo   Canta el forzado en su fatal tormento,
y al son del remo el marinero canta,
cantando, al sueño el pecador espanta,
y el cautivo cantando está contento:

   al artesano en su entretenimiento  5
le divierte la voz de su garganta;
canta el herrero que el metal quebranta,
y canta el desvalido macilento.

   El más infortunado entre sus penas
con la armónica voz mitiga el llanto,  10
y el peso de sus bárbaras caderas;

   pues si el dulce cantar consuela tanto
al mísero mortal en sus faenas,
yo por burlar mis desventuras canto.




ArribaAbajo El fanfarrón


ArribaAbajo   Cierto preciado fanfarrón un día,
de estos que andan a caza de aventuras,
instigado por simples conjeturas,
desfacer un entuerto discurría:

   para dar a la acción más energía  5
fatigaba su mente con lecturas,
y el héroe de la Mancha y sus locuras,
era el norte y la estrella que le influía.

   El broquel requirió, la daga afianza,
registró sus espadas una a una,  10
calose el morrión, tomó la lanza;

   y después provocando a la fortuna
intrépido salió a buscar venganza.
Y al fin ¿qué sucedió? Cosa ninguna.




ArribaAbajoA mis críticos


ArribaAbajo   Ardiendo, Zoylo, en cólera inclemente,
contra mis versos, dicen que te irritas,
y que siempre frenético vomitas
de injuriosos dicterios un torrente:

   Serena, Zoylo, la arrugada frente,  5
que se aumente tu mal cuanto más gritas;
y ese excesivo ardor con que te agitas
es de tu frenesí prueba evidente.

   No en criticar consiste la cultura,
que para esto es idóneo cualquier labio  10
del necio que halla en maldecir dulzura;

   da otro ejemplo mejor como hace el sabio,
que si escribir no puedes con cordura,
desprecio y risa premiarán tu agravio.




ArribaAbajoA la vida


ArribaAbajo   Vida, que sin cesar huyes de suerte
que no eres de algún bien merecedora,
¿Por qué quieres llevarme encantadora
con alegre esperanza hasta la muerte?

   Si el tiempo que risueña te divierte  5
es el mismo al fin que te devora
¿Por qué te he de apreciar si a cada hora
se me acerca el momento de perderte?

   ¿Mas, que pierdo en perderte?; la vil parte
de la miseria humana, el cuerpo indigno  10
que debieras mas bien de él alejarte,

   si a más vida, más males imagino
ya me puedes dejar, que yo en dejarte
harto que agradecer tengo al destino.




ArribaAbajoEl petimetre


ArribaAbajo   Un sombrero con visos de nublado,
ungirse con aroma el cutis bello,
recortarse a la Titus el cabello
y el cogote a manera de donado:

   un monte por patilla bien poblado,  5
donde pueda ocultarse un gran camello,
en mil varas de olán envuelto el cuello,
y en la oreja un pendiente atumbagado.

   Un coturno por bota, inmenso sable,
ajustarse el calzón desde el sobaco,  10
costumbres sibaritas, rostro afable,

   con Venus, tedio a Marte, gloria a Baco;
todo esto y mucho más no es comparable
con la imagen novel de un currutaco.




ArribaAbajo El novelero


ArribaAbajo   Diz que en un buque de marfil nevado,
fue Bonaparte con su dinastía,
navegando por golfos de ambrosía,
de marítimas ninfas halagado;

   de gigantes centímanos guardado,  5
llegó a un castillo de cristal, do había
bombas de aljófar y su artillería
era de tubos de coral plateado.

   Diz que batió con alas de zafiro,
y venció con morteros de diamante  10
mil perlas disparando en cada tiro,

   ¿Qué ríes, Corina, con traidor semblante?
pues no pienses que sueño ni deliro
que esto es ser novelero rimbombante.




ArribaAbajoEl avariento


ArribaAbajo   De la diestra de Jove altitonante
sufrió el mundo la cólera inclemente;
Neptuno agitó el mar con su tridente,
y a la tierra asustó el noto arrogante:

   de horror entristeciose el navegante,  5
y en su choza el pastor la lluvia siente;
pero Iris con sus franjas refulgentes
el consuelo y la paz trajo al instante:

   Llenose de verdor toda la tierra,
el mar mostró su furia más sumisa,  10
trinan las aves, saltan por la sierra

   los corderos, y todo ostenta risa;
y solo queda el avariento en guerra
cansado del tesoro que revisa.




ArribaAbajo Al mismo asunto


ArribaAbajo   Sumar la cuenta del total tesoro,
ver si están los talegos bien cabales,
aquí poner los pesos, allí los reales,
y de la plata separar el oro:

   advertir cual doblón es más sonoro,  5
calcular los escudos por quintales,
distribuirlos en filas bien iguales
fundando en esto su mayor decoro:

   ver de cerca y de lejos este objeto,
notar si el oro es más subido o claro,  10
registrar de las onzas el secreto,

   y en fin sonarlas con deleite raro;
todo esto es describir en un soneto
la vida miserable del avaro.




ArribaAbajo El destino


ArribaAbajo   Del grueso tronco del mejor madero,
suele arbitrariamente el artesano,
hacer que salga de su docta mano
el asiento que ocupa un zapatero:

   Toma otras veces este mismo obrero  5
una porción del leño más villano,
y forma con instinto soberano
el busto de una diosa o un guerrero.

   El destino también inicuamente
al artífice imita en sus deslices,  10
haciendo venturoso al delincuente;

   y aquellos que debieran ser felices
por sus nobles virtudes, inclemente
los deja miserables e infelices.




ArribaAbajoLos pesares de la ausencia


ArribaAbajo   De dos tiernas amantes tortolillas,
cautivé con mis brazos una de ellas,
y la otra repitiendo sus querellas,
batió en mi seguimiento sus alillas;

   cansada se volvió a las florecillas  5
donde antes disfrutaron horas bellas,
y acusando en su canto a las estrellas
no picaba la flor, ni las semillas.

   Apiadado de verla en tal tristura
llevando su dolor de rama en rama,  10
a la otra desaté la ligadura:

   Con que si de esta suerte, Nise, exclama
la tortolilla a quien ausencia apura,
¿qué hará sin verte el racional que te ama?




ArribaAbajo Contra el amor


ArribaAbajo   Huye, Climene, deja los encantos
del amor, que no son sino dolores;
es una oculta sierpe entre las flores
cuyos silbos parecen dulces cantos:

   es un néctar que quema y da quebrantos,  5
es Vesubio que esconde sus ardores,
es delicia mezclada con rigores
es jardín que se riega con los llantos:

   Es del entendimiento laberinto
de entrada fácil y salida estrecha,  10
donde el más racional pierde su instinto:

   Jamás mira su llama satisfecha,
y en fingiendo que está su ardor extinto,
es cuando más estrago hace su flecha.




ArribaAbajo El valor


ArribaAbajo   Brame si quiere encapotado el cielo:
Terror infunda el lóbrego nublado:
Montes desquicie el Bóreas desatado,
tiemble y caduque con espanto el suelo:

   Con hórrido estallido el negro velo  5
Júpiter rompa de la nube airado:
quede el Etna en las ondas sepultado:
quede el mar convertido en Mongibelo:

   La máquina del orbe desunida,
cumpliendo el vaticinio, y las supremas  10
leyes, caiga en cenizas reducida:

   Por estas de pavor causas extremas,
ni por las furias que el tirano anida,
como temas a Dios, a nada temas.




ArribaAbajo La ilusión


ArribaAbajo   Soñé que la fortuna en lo eminente,
del más brillante trono, me ofrecía
el imperio del orbe, y que ceñía
con diadema inmortal mi augusta frente:

   Soñé que hasta el ocaso desde oriente,  5
mi formidable nombre discurría,
y que del septentrión al mediodía,
mi poder se adoraba humildemente;

   de triunfantes despojos revestido,
soñé que de mi carro rubicundo,  10
tiraba César con Pompeyo uncido:

   Despertome el estruendo furibundo,
solté la risa y dije en mi sentido,
así pasan las glorias de este mundo.




ArribaAbajoContra la guerra


ArribaAbajo   De cóncavos metales disparada,
sale la muerta envuelta en estampido
y en torrentes de plomo repartido
brota el Etna su llama aprisionada.

   El espanto, el dolor, la ruina airada,  5
al vencedor oprimen y al vencido,
huye esquivo el reposo apetecido,
solo esgrime el valor sangrienta espada.

   El hombre contra el hombre se enfurece,
su propia destrucción forma su historia,  10
y de sangre teñido comparece

   en el sagrado templo de la gloria.
Cese hombre tu furor, tu ambición cese,
si al destruirte a ti mismo es tu victoria.




ArribaAbajoLas mujeres aman a los hombres


ArribaAbajo   Verás amigo un burro alivolante,
a un buey tocar la flauta dulcemente,
correr una tortuga velozmente
y hacer de volatín un elefante:

   En requesones vuelto el mar de Atlante,  5
y de Guadiana el agua en aguardiente,
el Ebro, y Duero y Tajo con corriente
de generoso vino de Alicante:

   Verás durante el sol lucir la luna,
verás de noche el sol claro y entero,  10
verás parar su rueda la fortuna:

   Estos portentos, sí, verás primero
que puedas encontrar mujer alguna
que quiera al hombre falto de dinero.




ArribaAbajoLa aparición del cometa


ArribaAbajo   No le envidio la pluma al gran Cervantes,
ni del Argivo la sonora trompa,
ni el lauro de Colón por más que rompa
nuevos caminos a los navegantes.

   No codicio pinceles de Timantes  5
aunque el tiempo sus tintes no corrompa,
ni de Alejandro la triunfante pompa,
ni el distinguido empleo de almirantes.

   No apetezco ver los muros de China,
ni conocer a Napoleón me inquieta  10
por más que suene en la inmortal bocina.

   Otra cosa mi fe anhela discreta,
y es que siempre me viera mi Corina
con la atención que el vulgo ve al cometa.




ArribaA Narcisa en sus días


Arriba   ¡Qué estupendo banquete, qué función
te preparo, oh Narcisa, qué festín!
Tendrás las ricas frutas de Turín,
las tortas te vendrán desde Tolón.

   El rey de Esparta tocará el violón,  5
el de Palmira trinará un violín
y Alejandro vendrá con el flautín
que tocaba el ilustre Agamenón.

   Treinta mil reposteros te vendrán
de Pekín, de Moscú y de Jaén  10
y un millón de princesas de Tetuán:

   De Sajonia será el dorado tren;
y contigo los dioses beberán
del licor que bebió Matusalén.




 
 
FIN DE LOS SONETOS DEL SIGLO XVIII
 
 


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