Pertenecía
a una familia rica y noble. Tras los primeros estudios en la casa
paterna es enviado a la Universidad de Valladolid donde
permaneció dos años. En uno de sus viajes a Francia
se entusiasma con los enciclopedistas y se queda a vivir en tierras
francesas. Estudió en Bayona (Francia). Fundador junto a su
tío Javier María de Munive, conde de
Peñaflorida, de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos
del País. Casado con Manuela Salcedo, no tuvo hijos. Fue
alcalde de Tolosa. Junto a Tomás de Iriarte está
considerado como el mejor de los fabulistas españoles.
La fregona
Estaba una fregona
por enero
metida hasta los muslos en el
río,
lavando paños con donaire y
brío
y mil necios trayendo al
retortero.
Un cierto conde
alegre y placentero
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la pregunta por gracia:
-¿Tienes frío?
Respondió la fregona:
-Señor mío,
siempre llevo conmigo yo un
brasero.
El conde, que era
astuto y supo dónde,
la dijo, haciendo rueda como un
pavo,
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que le encendiera un cirio que
traía.
Y dijo entonces
la fregona al conde,
alzándose las faldas hasta
el cabo:
-Pues sople ese tizón
Vueseñoría.
La gallega
Casó
Maruxa, gruesa gallegota
de luenga agigantada catadura,
con Domingo Chaveila, tal
ventura
se celebró con zambra y con
chacota.
Hubo gaita,
garrote, danza y bota
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que festejó la
posesión futura
y ella, caliente, finge una
apretura
para irse a la cama sin dar
nota.
Despídese
la turba lastimada,
y ella, sus atavíos
deponiendo,
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toda la cama ocupa
esparrancada.
El la dice:
-Muller, eu non
intiendo
donde acostarme. ¿Non?, dice
agitada,
pues ella propio sellu está
diciendo.
Soneto de Manuel
Ardiente una
muchacha el otro día,
en tanto que su madre en misa
estaba,
llena de miedo y turbación
dudaba
si a su amante Manuel se lo
daría.
Temiendo si
preñada quedaría,
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entre darlo y no darlo
vacilaba,
y el valiente mozuelo la
animaba
diciendo que al venir lo
sacaría.
Fueron tan
poderosos los ataques,
que consiguió, por fin,
verla en el suelo,
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y dijo al derramar de los
zulaques:
-Qué suave
es la sustancia del ciruelo:
por tu vida, Manuel, no me la
saques,
y más que llegue la barriga
al cielo.
Soneto a Nice
No te quejes, oh
Nice, de tu estado
porque te llamen puta a boca
llena,
pues puta ha sido mucha gente
buena
y millones de putas han
reinado.
Dido fue puta de
un audaz soldado,
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a ser puta Cleopatra se
condena,
y el nombre lucrecial, que tanto
suena,
no es tan honesto como se ha
pensado.
Esa de Rusia
emperatriz famosa
que fue de los carajos
centinela,
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entre más de dos mil
murió orgullosa;
y pues ya lo dan
todas sin cautela,
haz tú lo mismo, Nice
vergonzosa,
que esto de honra y virgo es
bagatela.
La melindrosa
Señor don
Juan, quedito, que me enfado.
¿Besar la cara? Es mucho
atrevimiento.
¿Abrazos? ¡Ay
Jesús!, no lo consiento.
¿Cosquillas? No las hay por
ese lado.
¿Remangarme? ¡Ay, Juanito!,
¿y el pecado?
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¡Qué malos sois los
hombres!... Pasos siento.
¿No es nadie? Pues, bien,
vaya en un momento;
mas ¡cuidado!, no venga
algún criado.
¡Jesús!, que loca soy!
¡Quién lo diría
que con un hombre yo!...
¿Cómo cristiana?,
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que ya de puro gusto... ¡Ay,
alma mía!
¡Traidor,
déjame, vete...!, ¿aún tienes gana?
Pues cuando tú lo logres
otro día...
Pero, Juanito,
¿volverás mañana?
Solís, Dionisio de
Córdoba. 1774 - Madrid.
1834
Seudónimo
de Dionisio Villanueva y Ochoa. Trabajó en el teatro de
apuntador. Tradujo y fue autor de comedias.
A
un cortesano
Dicen que eres
mudable, don Pepito,
que fuiste de Manolo
cortesano,
soneteruelo del francés
tirano
y de sus odres perennal
mosquito;
que mudando de
altar, de culto y rito
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fuiste, tras esto, muratista
insano
y, para postres, del Nerón
hispano
semanalmente adorador
contrito.
Pero no dicen
bien; el pueblo miente,
ni menos hay razón por que
afrentando
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te esté, y traidor y
apóstata te llame.
Antes en eso
mismo que insolente
te echa Madrid en cara,
estás mostrando
cuán firme has sido siempre
en ser infame.
Pobre importuno
¿Por
qué aspira sin fruto, Arnardi bella,
a lo que darme tu piedad
resiste?
¿por qué mi amor en
alcanzar insiste
lo que me impide merecer mi
estrella?
¿No fuera
bien buscar a mi querella,
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en el asilo de mi tumba
triste,
el anhelado fin, pues que
consiste
mi única dicha y mi consuelo
en ella?
¡Necio, que
pronto de esperar cansado,
se abate tu pasión, antes
osada,
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y con el miedo la fortuna
mide!
¿Qué amador fue constante y no fue
amado?
¿O qué mujer, del
hombre importunada,
no la concede al fin lo que le
pide?
Soneto
¡En media
hora un soneto! ¿A qué cristiano
a tan bárbaro afán se
le condena?
¿Y es Filis quien lo quiere?
¿A qué otra pena
me sentenciara un Fálaris
tirano?
Pues qué,
¿no hay más? O ¿están tan a la
mano
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los consonantes como en esta
amena
margen del Turia la menuda
arena
en que tu blanco pie se imprime
ufano?
No, cara Filis;
mándame otra cosa,
ora de riesgo sea, ora de
afrenta;
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que a cuanto de mis órdenes
concedo.
Pero ¿un
soneto, y qué, por ser tú hermosa,
en ello, al fin, mi necedad
consienta?
No, Filis, no; perdóname:
¡no puedo!
Soneto
Puro y Luciente
sol, ¡oh, qué consuelo
al alma mía en tu presencia
ofreces,
cuando con rostro cándido
esclareces
la oscura sombra del nocturno
velo!
¡Oh,
cómo animas el marchito suelo
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con benéfica llama! Y
¡cómo creces
inmenso y luminoso, que
pareces
llenar la tierra, el mar, el aire,
el cielo!
¡Oh sol!
Entra en la espléndida carrera
que te señala el dedo
omnipotente,
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al asomar por las etéreas
cumbres;
y tu increado
Autor piadoso quiera,
que desde oriente a ocaso
eternamente
pueblos felices en tu curso
alumbres!
Soneto
Canta blanco
palomo, y de la aurora
el róseo carro con ti acento
llama;
que atenta escucha en la mullida
cama
la esposa a quien tu cántico
enamora.
Canta y anuncia
la estación de Flora
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y el delicioso incendio que te
inflama,
mientras sentado en la frontera
rama
otro palomo solitario llora.
¡Felice
tú que puedes con tu canto
al alma penetrar por el
oído
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del ave amante en que tu bien se
funda!
Y
¡mísero de mí, que la triste llanto
en que a solas me miras
consumido,
sin fruto el rostro y sin cesar me
inunda!
Somoza, José
Piedrahíta (Ávila).
1781 - 1852
Político,
escritor y poeta. Procurador en Cortes y diputado por Ávila.
Amigo de Jovellanos y uno de los protegidos de la Duquesa de Alba.
Colaboraba con el Semanario
Pintoresco Español. Durante el periodo absolutista
fue encarcelado.
La
durmiente
La Luna, mientras
duermes, te acompaña;
tiende su luz por tu cabello y
frente,
va del semblante al cuello y
lentamente
cumbres y valles de tu seno
baña.
Yo, Lesbia, que
al umbral de tu cabaña,
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hoy velo, lloro y ruego
inútilmente,
el curso de la Luna refulgente
dichoso he de seguir, o Amor me
engaña.
He de entrar,
cual la Luna, en tu aposento;
cual ella, al lecho en que tu faz
reposa,
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y cual ella a tus labios
acercarme.
Cual ella,
respirar tu dulce aliento,
y cual el disco de la casta
diosa,
puro, trémulo, mudo,
retirarme.
A
la Magdalena
A la virtud,
cuando habitara el suelo,
su imperio la belleza
sometía,
la faz encantadora que
atraía
el mundo al sonreír,
lloró ante el Cielo.
Calmose el
huracán que en raudo vuelo
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el mar de las pasiones
embestía;
fue la tiniebla luz, la noche
día,
alzando la verdad su eterno
velo.
La paz
logró en la tierra una victoria,
y a las plantas del Justo por
trofeos
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se vieron los placeres, los
amores;
las insignias del
triunfo de más gloria,
las armas de la lid de los
deseos,
suspiros, besos, lágrimas,
olores.
Soneto
Densas nubes
vomita el Occidente,
la noche en carro de ébano
se sienta,
vuela en aras de fuego la
tormenta,
hierve el rayo en la espuma del
torrente;
la selva tala el
huracán mugiente,
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tronchada cruje el haya
corpulenta,
rueda el risco al barranco y le
acrecienta,
los montes en el mar hunden su
frente;
la luna en olas
de tinieblas nada,
es trono del relámpago la
esfera,
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y el imperio del mal anuncia el
trueno;
la luz y paz que
en hora bienhadada
el cielo al angustiado mundo
diera,
huye y se acoge al corazón
del bueno.
Soneto
La luna mientras
duermes te acompaña,
tiende su luz por tu cabello y
frente,
va del semblante al cuello, y
lentamente
cumbres y valles de tu seno
baña.
Yo, Lesbia, que
al umbral de tu cabaña
5
hoy velo, lloro y ruego
inútilmente,
el curso de la luna
refulgente,
dichoso he de seguir o amor me
engaña.
He de entrar cual
la luna en tu aposento,
cual ella al lienzo en que tu faz
reposa,
10
y cual ella a tus labios
acercarme;
cual ella respirar tu dulce
aliento,
y cual el disco de la casta
diosa,
puro, trémulo, mudo,
retirarme.
Valdés y Machuca, Ignacio
(«Desval»)
La Habana (Cuba). 1792 - 1851
Poeta y licenciado
en Derecho.
Adonis
Rinde, bruto, a
mis fuerzas invencibles
ese coraje altivo que te
alienta;
rinde el furor indómito que
animas,
rinde la vigorosa resistencia:
si asombro eres
del monte y de los hombres,
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yo lo soy de los campos y las
fieras;
ese orgullo valiente, esa
pujanza
humillaré a mi brío y
a mi fuerza:
de mi ardor
serás luego, infeliz bruto,
la miserable víctima
funesta;
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mas, ¡ay cielos divinos!, ya
no puedo
resistir al
destino pues decreta
que en los brazos de un bruto se
divida
el estambre vital de mi
existencia.
Venus
Ya que fue
inevitable mi infortunio,
y que no hubo remedio a mi
desgracia,
haz que los males que me
martirizan,
y las penas acerbas que
traspasan
mi
cariñoso pecho, se mitiguen,
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y cese mi desdicha tan
infausta:
transfórmame a mi Adonis
amoroso
en la flor más preciosa, en
la más rara,
en la más
olorosa y más risueña
que pueda de tus manos ser
formada,
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y en ella encontraré cuando
la mire
aquella seductora
y dulce gracia,
aquellas perfecciones y
atractivos,
que mis ojos amantes
cautivaban.
Velázquez de Velasco, Luis
José de
Málaga. 1722 - 1772
Marqués de
Valdeflores. Hizo Filosofía y se doctoró en Roma de
Teología. Vistió el hábito de Santiago.
Condenado a prisión por su enemistad con los jesuitas.
Historiador.
Soneto
En tanto que el
avaro codicioso
llora la muerte del caudal
perdido,
y el cortesano vive sin
sentido
por ganarse el favor del
poderoso,
y mientras sin
quietud y sin reposo,
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el ciego enamorado,
enfurecido,
la vida acecha del rival
temido,
arrebatado de furor celoso;
yo, lejos de tan
mísero desvelo,
amo el ocio, la paz, la
independencia
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y sólo en la quietud mis
dichas fundo,
los ojos abro
libremente al cielo,
sin empacho los pongo en mi
conciencia,
y no espero otro bien en este
mundo.
Verdugo Castilla, Alfonso
Alcalá la Real (Jaén).
1706 - 1767
Hijo del Conde de
Torrepalma. Académico de Historia, de San Fernando y la
Española. Diplomático y embajador.
A
Nuestra Señora de la Aurora
Ya del eterno Sol,
divina Aurora,
a tu Albor matutino, un nuevo
día,
renace el pueblo y de la noche
fría
huye el horror y el cielo se
colora.
Ya te saluda en
tu primera hora
5
tanta ave dulce, dulce Ave
María,
compitiendo en tu agrado la
armonía
del que himnos canta y del que
culpas llora.
Salude alba tan
pura húmedo cielo
con fecundo rocío y tu
semblante
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vivifique uno y otro campo
adusto.
Vuelve,
Señora, a ser nuestro consuelo;
danos nube de lluvias
abundante,
como antes diste de tu seno al
«Justo».
Soneto satírico
Si en la hebrea
hermosura que desdora
la memoria de Alfonso,
esclarecido
de España, el hado infausto
vio vertido
el encantado cesto de Pandora.
Si al copiar la
beldad que lo enamora,
5
Ulloa, a mis desgracias
ofrecido,
vio inanimado el bulto
apetecido
que con celeste ardor se informa
ahora.
Ya, mejor,
Prometeo, a su hermosura,
da, con fuego apolíneo, ser
segundo,
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en luz, robada no, sino
influida
de numen tal, que
a su eficacia pura
deben belleza, acierto, aplauso,
vida,
Raquel la copia, Altamirano el
mundo.
Reverso de la medalla antecedente
Al fuerte
patriarca la primera
Raquel a larga senectud
redujo;
al victorioso Alfonso, torpe
indujo
la segunda a manchar su gloria
entera.
La mental, la
canora, la tercera,
5
al grande Ulloa duros hados
trujo.
¡Oh hermosura nociva, cuyo
influjo
fatal aun en las copias
persevera!
Mas ya de la
beldad el hado infausto
vence un ímpetu sacro y
soberano
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que en nueva copia el nombre
antiguo emplea.
Jacob descanse,
Alfonso viva casto,
Ulloa se asegure; Altamirano
lo enmienda todo, haciendo a Raquel
fea.
Zequeira y Arango, Manuel de
La Habana (Cuba). 1764 - Matanzas
(Cuba). 1846
A pesar de
reconocérsele como uno de los poetas precursores de la
poesía cubana, su obra fue escasa, acabando su existencia
completamente loco.