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700

Vid. al respecto el artículo de E. Povoledo, «Le Théatre de tournoi en Italie pendant la Renaissance», en J. Jacquot (ed.), Le Lieu théatral à la Renaissance (Paris, 1964), pp. 95-104. No hay que olvidar, además, la importancia que debió tener en esta evolución el paso del ejército privado, adscrito a un señor, típicamente medieval, al ejército profesionalizado, dependiente directamente del Estado.



 

701

J. Alenda y Mira, p. 78.



 

702

En Valencia las primeras tentativas de regeneración religiosa se remontan a la época del arzobispado de Tomás de Villanueva (1545-1555). Su labor fue continuada por sus sucesores. Martín Pérez de Ayala, arzobispo de Valencia de 1564 a 1566, convocaba en 1566 Concilio provincial para la aplicación de las decisiones de Trento, con lo que la culminación de la reforma ortodoxa católica llegaba a Valencia. Juan de Ribera, arzobispo de la diócesis valenciana de 1569 a 1611, continuó el camino marcado por las directrices de Trento; fundó el Colegio Seminario del Corpus Christi, convocó siete sínodos y consiguió de Felipe III la expulsión de los moriscos.



 

703

La multiplicación de las ediciones de los catecismos se había iniciado ya en los años 1540-1550 -catecismos que incluso estaban adaptados a diferentes edades- y con ello se aseguraba la memorización de los artículos de fe. Este adoctrinamiento era completado mediante la predicación que permitía ilustrar los dogmas a través de una verborrea desbordante, cuyo objetivo era conmover y, sobre todo, convencer, vid. B. Bennassar, La España del Siglo de Oro (Barcelona, 1983), pp. 164-66.



 

704

Vid. B. Bennassar, pp. 145-71. Sobre el alcance «teatral» de la oratoria sagrada en el Barroco, vid. E. Orozco Díaz, El teatro y la teatralidad del Barroco (Barcelona, 1969), pp. 143-48.



 

705

Vid. D. L. Garasa, Santos en escena (Bahía Blanca, 1960), pp. 4-6.



 

706

D. Salcedo de Loaysa, Breve y sumaria relación de la vida muerte y milagros del venerable Pres. Mos. Fr. Hier. Simon, valenciano, con los tumulos, honras, entradas y presentes que en el término de un año en la ciudad de Valencia se le han hecho, con otras cosas sucedidas (Segorbe, 1614), fol. 504. El intento de promocionar a la santidad a Fr. J. Simón debió ocasionar recelos en el Convento de Predicadores de Valencia -que por aquellos años parecía tener el monopolio en cuanto a santos se refería-. El libro de Salcedo de Loaysa se llega a poner en manos de la Inquisición y en 1619 se consigue del Papa una orden para que se retiren todas las imágenes de Fr. J. Simón de las iglesias, lo que ocasiona un alboroto popular que desemboca en el asalto al Palacio del Arzobispo y al Convento de Predicadores, con un intento de quema incluido. El 18 de marzo por una orden real se retiran los altares de Fr. Jerónimo Simón, resultando «desto un grande odio contra la orden de Predicadores... y el arzobispo». A primeros de abril llegaron, muy oportunamente por cierto, las nuevas anunciando la beatificación de Tomás de Villanueva (de la orden de San Agustín) y Fr. Pascual Bailón (franciscano descalzo), ordenándose rápidamente las fiestas correspondientes. Sobre este asunto, vid. el manuscrito n.º 529 de Fr. Gerónimo Pradas que se encuentra en la Biblioteca Universitaria de Valencia, bajo el título Libro de Memorias de algunas cosas pertenecientes al convento de Predicadores de Valencia que han sucedido desde el año 1603 hasta el de 1628, sobre todo los fols. 122 v, 125 r, 130 v, 131 r y 168 v a 180 v.



 

707

Se trata del manuscrito 191.



 

708

Vid. el artículo de J. Sánchez Escobar, «Gaspar Aguilar: el proceso de construcción de una dramaturgia inorgánica», en este mismo volumen.



 

709

Vid. el artículo de J. L. Sirera, «Comedias de santos en los autores valencianos. Notas para su estudio», en este volumen.



 
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