51
D. Ynduráin, El pájaro solitario, en Actas del Congreso Internacional Sanjuanista, vol. I, p. 151.
52
Ibid., p. 156.
53
D.
Ynduráin, después de decir que «hay un ave a la que, si no se aquilata
demasiado, le corresponden las cinco cualidades señaladas
por San Juan, el Ave Fénix»
(o.
c., p. 151),
concluye: «Esas propiedades concuerdan,
en parte y en lo esencial, con las que se atribuyen habitualmente a
la tórtola; y coincide en algo con el gorrión,
entendido cómo passer, ya sea en latín o en italiano. Todo
ello produce la síntesis en la que ya no es posible
reconocer un pájaro concreto pues armoniza y funde
propiedades y contenidos, evocaciones y sensaciones que pertenecen
a varios; y excluye u omite otras. San Juan transmuta todo eso en
un pájaro que ya no es ningún pájaro concreto,
aunque participe de todos. Es el pájaro solitario»
(p. 161). Para J. Sanz Hermida,
«El Passer
Solitarius sanjuanista; Algunos aspectos», en
Actas del Congreso Internacional Sanjuanista, vol. I, pp.
309-323, se trataría del «roquero solitario»,
también llamado «tordo loco» o «mirlo
solitario» (p. 318). Otras
interpretaciones: cfr. L.
López-Baralt, Para la génesis del
«pájaro solitario» de San Juan de la Cruz,
en Huellas del Islam en la literatura española. De Juan
Ruiz a Juan Goytisolo. Madrid. 1989, pp. 43-59; ID., La Filomena de San Juan
de la Cruz: ¿Ruiseñor de Virgilio o de los
persas?, en Revista de Espiritualidad 61 (2002)
105-129; A. López Castro, El motivo poético del
pájaro solitario sanjuanista, en Sueño de
vuelo. Estudios sobre San Juan de la Cruz. Madrid, 1998,
pp. 177-192.
54
Cfr. E. Garín, La revolución cultural del Renacimiento. Barcelona, 1981.
55
Así lo reconocía de hecho el teólogo H. U. von Balthasar. Gloria. Una estética teológica, vol. III. Madrid, 1987, p. 178; «Juan de la Cruz tiene plena razón cuando presenta la parte doctrinal de su obra como un comentario desajustado e interior a las poesías, donde tienen lugar los auténticos pronunciamientos de que ninguna prosa es capaz. Si damos crédito y aprobación a la justeza de esta autocrítica, resulta que es Doctor de la Iglesia más como poeta que como prosista».