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Un ejemplo de reutilización de materiales constructivos antiguos en el municipio de Rasines (Cantabria)

M.ª Paz García-Gelabert


Universidad de Valencia



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Estas líneas remiten al lector a una dinámica que se viene observando a lo largo del avance de las civilizaciones en el tiempo. Consiste en la adaptación de elementos constructivos y ornamentales antiguos en fábricas más modernas, hecho que verificamos en toda la geografía de la Península Ibérica, por ceñirnos únicamente al occidente europeo. Y en estas líneas manejo una especial reutilización, la de una serie muy homogénea de ventanas. Bien, en razón de la preparación del Catálogo Monumental de las Cuencas del Asón y del Agüera (Cantabria), estudiamos el municipio de Rasines, recopilando, catalogando y analizando su patrimonio artístico, mueble e inmueble, religioso y civil1. En el   —70→   discurrir de la investigación volvimos a tomar contacto, ya las conocíamos, con las que coloquialmente denominamos ventanas sin ningún calificativo subsidiario. Están distribuidas, no de manera ortodoxa y desde luego no en simetría con otros huecos de luz2, y empotradas con un método rudimentario, en casas tradicionales, en esencia tipos característicos de la comarca, de amplia pervivencia cronológica, la mayor parte alzadas en mampostería vista o encalada, y esquinales, dinteles, marcos de puertas y ventanas en sillería3, en general ésta con escasa labor de labra. Casas firmes, construidas en el transcurso de los siglos XVII al XIX, más o menos reformadas para adaptarlas a necesidades propias del tiempo de la modificación.

Y en verdad las ventanas siempre nos atrajeron porque por su concepto intrínseco y extrínseco no armonizan, por su nobleza estructural, con las viviendas reseñadas o, en caso contrario, se aprecia, por la forma en que están encajadas, que no lo fueron cuando se alzó la fábrica en la que se ven ahora. Incluso hay una aprovechada como base o soporte de la mesa del altar mayor de la iglesia de San Sebastián del barrio de Ojébar-Casavieja.

Y así durante el trabajo de campo para la realización del Catálogo Monumental de las Cuencas del Asón y del Agüera (Cantabria), nació el proyecto de introducirlas en el ambiente investigador, mediante su publicación en una revista especializada, independientemente de la inclusión en aquél.

Antes de continuar he de hacer unas apreciaciones, catalogar y exponer en este estudio las ventanas, su iconografía, y relacionar ésta con la de las estelas funerarias prerromanas y posteriores, exclusivamente de la Península Ibérica, con especial atención a las de España, es el objetivo director, con un fin muy claro, permitir a los estudiosos saber de su existencia y abrir vías de trabajo. Por este plan rector establecer series prolongadas de paralelos, que los hay y muchos, en el acervo patrimonial artístico peninsular, sobre todo en cuanto a los temas ornamentales, o a su evolución formal y estilística, conforme a la cadencia de las vivencias artísticas e ideológicas de cada época, sería innecesario porque, en este caso, no aportaría mayor información. En realidad ésta viene dada, sintetizando, por las propias imágenes organizadas en las superficies de las ventanas y sus antecedentes pretéritos. ¿Y por qué la referencia específica con estelas funerarias?, porque llamó nuestra atención el hecho de que en las ventanas se repitiera parte de la simbología funeraria que   —71→   se halla en aquéllas. Pero naturalmente alguno de los signos figurativos de las ventanas, de una forma u otra, dependiendo de la civilización que fuere, dependiendo del credo, configurando un programa iconográfico, o en solitario, están no sólo en estelas sino también en sarcófagos, aras, altares, pilas bautismales, credencias, capiteles, canecillos, etc., relacionados con el culto de la religión a la que pertenece el soporte sobre el que se hallan. Y eso sí, siempre hay una referencia constante entre la iconografía y la religión cualesquiera que ésta sea, tanto para las ventanas como para las estelas u otros materiales constituyentes de cultos o ritos, etc. Podría, pues, presentar un trabajo totalizador, incluyendo todos aquellos rasgos y sus correspondientes motivos decorativos, pero, ¿para qué? Quiero establecer el hecho de la perduración de un cierto lenguaje simbólico-alegórico a través de los tiempos, y el de las estelas es un ejemplo significativo y suficiente, opino que no conviene recargar a base de datos y más datos un estudio en inútil alarde de erudición.

Bien, antes de acometer de lleno el estudio central veamos unos ejemplos previos de reutilizaciones que entran en el decurso de la cadencia de los principios elementales cuya explicación es patente, y que se atestiguan arqueológicamente.

Paradigmático es el caso de la ciudad ibero-romana de Castulo muy cerca de Linares (Jaén)4. Poco a poco, por la sucesión lógica de los acontecimientos relacionados con la evolución política del Imperio, pierde importancia, sus habitantes más poderosos la abandonan, se va deteriorando sensible e insensiblemente, sin vuelta atrás en cuanto a reconstrucción integral.

Su declive comienza por la decadencia en la explotación de las minas a finales del siglo I y principios del siglo II, se incrementa a partir de la crisis del siglo III5, y se prolonga, con algunos paréntesis, a lo largo del Bajo Imperio. El deterioro forma parte de la dinámica propia interna de la ciudad aunque hay agentes exógenos político-administrativos que dimanan de la metrópoli,

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Yacimiento de Olivar

Figura 1. Castulo. Vista parcial del complejo arquitectónico del Olivar. Construcciones del siglo IV, levantadas con materiales reutilizados.

Necrópolis visigoda de Cástulo

Figura 2. Castulo. Necrópolis visigoda. Las tumbas de lajas están construidas con elementos procedentes del teatro.

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porque en ningún sector excavado hay niveles de destrucción súbita o de incendio, que puedan estar atestiguando hechos violentos llevados a cabo por la invasión franca del año 260, cuya presencia, con actos esporádicos de bandidaje, se atestigua en la Tarraconense oriental. Realmente para Hispania la relación directa con los invasores es muy ligera; fue en términos generales una advertencia, y Castulo, como indiqué, no resultó perjudicada físicamente, ni siquiera hay indicios de preocupación, porque la muralla, cuya cimentación, en parte, es oretana, no se rehace hasta el gobierno de la Tetrarquía. Pero la inestabilidad económica y política estaba ahí, y precisamente por esa inestabilidad, que incide de manera rotundamente negativa en la vida urbana, desde mediados del siglo III a principios del siglo IV había en Castulo instalaciones públicas semiabandonadas, cuyos espléndidos sillares, cornisas, basas, fustes, capiteles, etc., los empleaban, cómo no, los nuevos albañiles y carpinteros, no demasiados, porque se construye escasamente, afirmación no gratuita, sino atestiguada por las excavaciones realizadas en el territorio. Y más, tal vez algunos de los monumentos altoimperiales deteriorados se demolieron expresamente para aquella finalidad, muy pragmática efectivamente, pero ¿no son todas las agrupaciones humanas antiguas sumamente realistas?. Y no debe extrañarnos el que no conservaran ruinas de un pasado espléndido, cuando en el presente se destruyen eminentes vestigios de civilizaciones, no sólo de las remotas, sino incluso de las cercanas.

Ahora, a juzgar por los restos, se desarrolla en el antiguo municipio romano6 una vida oscura, semi-rural, ya no se colocan en las áreas urbanas esculturas de mármol o de plata como aquéllas que donaron las principales familias castulonenses aristocráticas altoimperiales (sobre todo durante la dinastía julio-claudia), Cornelii , Iunii, Valerii, con sentido sobre todo propagandístico de su estirpe tendente, entre otras miras, a conseguir apoyo para escalar el cursus honorum. A lo más para honrar al emperador, en este caso Valeriano (257-260), alzan los decuriones una escultura en piedra arenisca del lugar a nombre de la Resp(ublica) Cas / tul / (onensium) Devota Numina Maiest (at) ique eius / Ex D(ecreto) D (ecurionum).

En cambio y paradójicamente, en la primera mitad del siglo IV se levantan construcciones, en cierta medida monumentales. ¿Por qué en época de crisis?   —74→   Porque tal periodo fue para Hispania, -después de las reformas de Diocleciano es más correcto denominarla Diocesis Hispaniarum-, de paz y relativa prosperidad; del mismo modo para el resto de las provincias. Y concretamente, -no tratamos otros aspectos muy sustanciosos en cuanto a reformas generadas en el seno de los gobiernos de la Tetrarquía y de Constantino-, trajeron una recuperación parcial y pasajera de la vida urbana. Lactancio (De mort persec. 7, 8-10), contemporáneo de los hechos, acusa a Diocleciano de una fuerte pasión por edificar, que motivó que muchos habitantes de las poblaciones las abandonasen, porque se requisaban artesanos y medios de transporte. Verosímilmente los decuriones de Castulo fueron afectados por esta «insaciable pasión por edificar» que se comunicó igualmente a los particulares, pues se levantaron termas en los barrios altos, pero con materiales de derribo, aunque aún se llegó a recubrir el frigidarium con placas de mármol. ¿Por qué esta aplicación de elementos de obra antiguos? Por la misma razón que para la época anterior, que para las posteriores más o menos avanzadas en el tiempo, por una razón evidente, la de encontrar a pie de obra sillares, sillarejos, mampuestos listos para ser empleados, y además hay que tener presente el descenso del nivel de vida imparable en Hispania y en general en el resto del Imperio, -ya no existían las fuentes que generaron riqueza antaño7-, a pesar de la efímera recuperación general. Así pues se usaban los hermosos materiales antiguos que abarataban las obras, y en verdad éstas resultaron espléndidas, a pesar del peor oficio, al menos en Castulo; por ejemplo el complejo constructivo del Olivar, excavado por nosotros8, se reacondiciona en estos tiempos. Se erigen sobre los potentes cimientos anteriores otros muros, otras dependencias, compuestas de mampuestos, sillarejos, sillares y otros elementos sobre piedra de arquitecturas altoimperiales (fig. 1).

Y a partir de la segunda mitad del siglo IV en adelante, los castulonenses ya definitivamente no levantaron viviendas de nueva planta, y disminuye notoriamente el perímetro del núcleo urbano, limitándose los constituyentes de la curia a configurar el espacio de servicios de sus antepasados con «remiendos» precarios.

Con respecto a los últimos tiempos romanos bajoimperiales tardíos lo único que sabemos es que no sabemos nada, porque todo tipo de datos escasean. Pero eso sí, en el horizonte se destacan las comunidades visigodas que   —75→   comienzan a instalarse en la Península de manera lenta pero continua desde finales del siglo V y a lo largo del siglo VI, en principio como foederati del Imperio. Y es de ver como en Castulo hubo un asentamiento rural considerable, pues se valieron de numerosas estructuras de habitación romanas y habilitaron parajes, entonces extramuros, como cementerios. Y precisamente un ejemplo muy claro de aprovechamiento de un barrio antiguo republicano romano es el que refleja una necrópolis goda. Efectivamente, está situada en el interior de casas destruidas de finales de la República, las cuales, cuando investigamos el ambiente funerario, aportaron muros estucados, bien conservados, hasta la altura de 1,50 m9. Los cadáveres estaban depositados en tumbas que comúnmente se denominan de «lajas», pero en este caso las lajas no eran tales, sino piezas procedentes del antiguo teatro romano (fig. 2), que también se alzaba en Castulo, decoradas con triglifos y metopas10. Ahora, en el siglo XXI, el recinto sepulcral, el conjunto entero, absolutamente deshecho, está enterrado para tratar de conservar la ruina de las ruinas, porque en el espacio de tiempo transcurrido entre la excavación y la decisión de ocultarlo, -en la década de los años 90 del siglo XX-, quedaron los sarcófagos, los muros, a la intemperie, con las consecuencias que pueden suponerse, teniendo en cuenta que el yacimiento está infectado de excavadores clandestinos.

La invasión árabe con la primera batalla de Qastuluna y las sucesivas revueltas muladies destrozaron más la localidad, que en estas fechas apenas era tal sino que consistía en casas de campo, alzadas con la enorme cantidad de piedra existente. Y tal vez parte de la población musulmana viviera entre y aprovechando los derrumbes de los augustos edificios romanos, como sucede aún ahora con las ruinas de las viejas ciudades helenísticas de la costa jonia de Asia Menor, como se dio el caso en los edificios públicos romanos de Segobriga (Cuenca), etc. Hacia mediados del siglo XIV lo que fuera antaño una ciudad pode rosa, hogaño era refugio de bandidos. Y en el año 1445 el Concejo de la ciudad de Baeza, según consta en el Libro del Cabildo, entregó Castulo, en aquel tiempo conocida como las Torres de Cazlona, a Juan de Tarancón «para hacer casas». A partir de aquella época, y hasta hoy, y seguirá, comienza la absolutamente intensa e imparable explotación/reutilización de elementos de obra, destinados a sencillas casas urbanas y rurales, palacios, cortijos, iglesias, puentes, fuentes, lavaderos, tapias, pretiles, etc., de las localidades giennenses de Úbeda, Baeza y Linares. No sigo por este camino, por   —76→   que habría de desarrollar, y me duele sólo el recordarlo, la lamentable situación relativa a que ahora aquellos elementos arquitectónicos oretanos o romanos, que exhibían figuraciones en alto o bajo relieve o incisión, es decir algún tipo de decoración, o bien inscripciones, civiles o religioso-funerarias, aprovechados en nuevas fábricas, como Puente Quebrada sobre el río Guadalimar11, han ido desapareciendo, arrancados por manos asalariadas de anticuarios, sobre todo extranjeros.

Y una última muestra, no hace falta que sea una ciudad romana; una simple villa rustica, situada en las inmediaciones de la población de Catarroja (Valencia)12, ha servido para construir acequias, casillas, cobertizos, vallados, etc. Múltiples mampuestos de los lienzos constitutivos de la pars rustica o de la pars urbana, además de tegulae (fragmentos), imbrices (fragmentos), vasijas de almacenaje, como dolia, orzas y ánforas (fragmentos), conforman las paredes de una caseta de servicios (fig. 3), -ahora muy deteriorada por la labor continua de las personas indeseables que se hallan en todas las comunidades-, y el alzado de las acequias que surcan el terreno del yacimiento, hasta hace unos años destinado a huerta y a plantaciones de naranjos. Y otro dato, en la campaña de octubre de 2000, a la profundidad de -1,24 m., hallamos una escombrera, configurada por gran cantidad de los elementos significados arriba. Es probable que campesinos, de una época no determinada, pero no actual, téngase presente la profundidad con relación al nivel real, a los que molestaban   —77→  

Villa romana

Figura 3. Villa romana de Catarroja. caseta levantada con piedra, tegulae, imbrices, fragmentos de dolia, procedentes de la villa.

para sus faenas agrícolas, tal vez un/os muro/s de la villa, lo/s desmontaran. Y los escombros los colocara/n en un área relativamente alejada, esto es donde se halló la dicha escombrera, que efectivamente está localizada separada del núcleo más denso de muros de la villa, en sector de enterramientos, al sur de allí podía surtirse aquél que lo necesitara.

Pero no sigamos divagando por la historia de las reutilizaciones de épocas ya pretéritas, y apliquemos este panorama a lo que en esencia es el objeto de estas páginas, la reutilización en el municipio de Rasines de las ventanas monolíticas. Comencemos pues por el principio.


Municipio de Rasines

Rasines se halla en la zona central del sector oriental de la Comunidad de Cantabria, en la comarca del Asón13. Y limita: al norte con Ampuero, al sur   —78→   con Ramales de la Victoria, al este con Guriezo, Trucios y Carranza, y al oeste con Ampuero, Ruesga y Voto. Y está constituido por los siguientes barrios: Cereceda, El Cerro, La Edilla, Fresno, Helguera, Lombera, Ojébar-Casavieja, Rasines, Rocillo, Santa Cruz, El Torco, La Vega, Villaparte. Los barrios se subdividen en «lugares» o «sitios», según la denominación de la región, que son los siguientes: Cereceda (Cereceda de Arriba, Somaza, La Iglesia, Cadalso, Las Ferrerías); El Cerro (Villasomera, Los Mártires); La Edilla (La Edilla, La Rasa); Fresno (Fresno, La Alcomba); Helguera (Cuyasuso, La Torre, La Portilla); Lombera (Lombera, Linderregato, Bezales); Ojébar-Casavieja (El Solar, La Revilla, Santa Ana, El Barrio, Los Ríos, El Espadañal, Salviejo, Casavieja); Rasines (La Riva, La Gerra, Campo de San Andrés, El Molinar, La Mies); Rocillo (Santa Isabel, Rocillo); El Torco (El Torco, El Llano); Villaparte (Villaparte, San Roque, La Iseca, La Balsa).


Las ventanas. Características estructurales y estilísticas

Hállanse talladas en un solo bloque de piedra, con labra fina, mostrándose como un todo racional -los elementos componen una unidad-, siendo aquélla arenisca amarillenta de grano grueso, resistente a la erosión, porque ni los ángulos, ni la decoración están excesivamente desgastados.

La configuración formal, de pequeño tamaño, es cuadrada, o leve o francamente rectangular, careciendo de cualquier aditamento de madera para albergar acristalamiento, propio de una ventana. Y con referencia a la abertura de luz se trata de cruz latina o griega, cuyo derrame amplía el tamaño de la misma en las fugas de sus vértices. Pero no en todas el vano dibuja una cruz, hay dos ejemplares que, en lugar del símbolo cristiano por excelencia, el hueco es un rectángulo. Reflejo las dimensiones medias, tomando las de una de las ventanas de la casa n.º 44 del sitio de La Iseca: dimensiones totales de la pieza al exterior, 0,75 m. alto; 0,64 m. ancho; grosor en torno a 0,30 m. Recuadro interior, 0,50 m. alto; 0,42 m. ancho. Vano, 0,28 m. alto; 0,22 m. ancho. Enmarque al interior, 0,30 m. alto; 0,24 m. ancho14.

La misma idea, la de la cruz, descubrimos en la ermita de Santa Isabel del barrio de Rocillo, también conocida como ermita del Bardal o del Incendio, por su estilo perteneciente al conjunto de ermitas dependientes de la parroquia   —79→   de Cereceda15. No encontramos datos sobre su construcción, mas estaba levantada en 1726 puesto que por estas fechas, en razón de las elecciones de oficios públicos de los lugares de Ampuero, Hoz de Marrón, Udalla y Cereceda, los vecinos del último lugar se congregaron en ella (A. H. P. C., Centro de Estudios Montañeses, leg. 16, número 17). Se hallaba bajo la advocación del Misterio de la Visitación de la Santa Virgen. En el frente, sobre la entrada, aún puede contemplarse una cruz latina perforada en sillar. Ahora esta vieja ermita cargada de historia ha perdido el carácter sagrado, estando dedicada a depósito de materiales16. Así pues la cruz constituye una rara muestra para un almacén, y es incomprensible la falta de poder de gestión o de interés de las personas, estudiosos y funcionarios (Universidad, Administración), que trabajan por y para el arte, que han permitido este desafuero, aunque por ser patrimonio de la Iglesia pueda escapar a la gestión administrativa civil. Mas no es este el tema a tratar, aunque daría para llenar muchas páginas; mejor sigamos con las ventanas. Bien, únicamente los ángulos se hallan ocupados por temas ornamentales, y solamente una, la de Helguera, tiene una mayor profusión decorativa, y consiguientemente iconográfica, que se extiende a los laterales. Las técnicas de trabajo de los motivos consisten en bajo relieve e incisión, tratados con mejor o peor destreza, -son varias las manos en la labor de talla, unas más hábiles que otras-, expresándose grafías simbólico-alegóricas. Más de una, en origen secundario y tal vez primario, proceden de viejas religiones extinguidas, que en parte encontramos en las estelas que dedicaron a sus muertos, y que hoy y ayer, en la civilización que adoptó la religión de Cristo, por la dinámica del sincretismo, de los préstamos culturales, de la política religiosa, poseen un contenido cristiano17; o simplemente algunas no   —80→   tienen más significado que el decorativo, en verdad no lo sabemos con seguridad absoluta, porque ésta no existe en la investigación de la antigüedad. Se trata, sobre todo, de rosáceas, ruedas solares, flores de lis, puntas de diamante, aspas, árboles /hiedras/espigas, palomas, hojas acorazonadas (tal vez su origen sea el creciente lunar); además de otros temas ornamentales fundamentalmente cristianos sin antecedentes, como anagramas de Jesucristo, cruces patadas, llaves cruzadas.

Como puntos de luz las ventanas apenas son operativas, y no defienden de la temperatura ambiente. Entonces, a) ¿cuál fue la aplicación primitiva y su procedencia?, b) ¿cuál la moderna? A la primera cuestión no es posible contestar en el estado actual de la investigación, porque, reitero, no hay certezas sin restricciones, pero es verosímil que sean constituyentes del naufragio de la gran nave que debió ser el complejo religioso de San Juan en el barrio de Santa Cruz, -por nombrarlo de algún modo, porque no sabemos ni su extensión, ni su funcionalidad, tal vez fue un monasterio-18, y procedan de alguna de las   —81→   paredes exteriores laterales, -a las que ornamentaban y no debilitaban-, de una no determinada dependencia de prestigio, por qué no de la iglesia, o en su caso de un probable muro fuerte para proteger y acotar el complejo religioso. Ciertamente y de ello no hay duda es que su origen fue un ámbito en el que dominaba el dogma cristiano, porque los puntos de luz consisten en una cruz griega o latina, y además por varios componentes del lenguaje plástico propiamente cristiano, como el anagrama JHS, las llaves cruzadas, las cruces patadas, amén del resto con antecedentes pretéritos. Este aparato iconográfico no puede relacionar las estructuras con una cronología, empero disponemos de una fecha, 1529. Efectivamente la ventana de Helguera ostenta, incisa, dicha data en la «traviesa superior del marco», pero pudiera ser añadida en otro tiempo. De todas formas es una datación que conviene al conjunto general.

En cuanto a la segunda cuestión, la b), he ahí dos hipótesis, una u otra o ambas unidas armónicamente: 1) la apotropaica, 2) la simple curiosidad de colocar en la casa propia una ventana «atractiva», retirada del edificio para el que se talló, que tuvo que estar ya en ruinas.

Para cimentar la primera hipótesis véase como en el municipio de Rasines y en los limítrofes, y en otros muchos de la geografía hispana, en algunas de las construcciones de siglos pasados, en los dinteles de las portadas de ingreso de las fachadas principales, en los de las puertas ventanas, en fin en cualquiera lugar visible y principal, hay cruces y pueden leerse, incisas, jaculatorias o dedicatorias como éstas: Jesús y María, Ave María, Viva Jesús y María, JHS, Jesús, María y José. Ahí tenemos en Rasines, entre otras, varias muestras: la casa n.º 45, propiedad de D. José Ramón Hoz, del sitio de La Iseca, en ella hay una pequeña cruz latina en alto relieve (32 cm. brazo largo, 26 cm. brazo corto) sobre piedra arenisca (fig. 4), emplazada, al parecer arbitrariamente, en una fachada en la que sólo hay una gran ventana en el piso bajo y una menor en el superior. Según voz popular la cruz perteneció a una farmacia de los alrededores, aunque esta manifestación no ha sido posible comprobarla (un nuevo motivo reaprovechado). Y coronando un escudete de la casa n.º 9 del barrio de Cereceda, hay una cruz latina sobre la que se lee Ave María. Bien es verdad que los habitantes de esta edificación, en la que se sitúa una de las ventanas que estudiamos, en un tiempo más o menos cercano al nuestro, adulteraron la cruz de la ventana, y la ventana en sí, con argamasa, por razones, supongo eminentemente prácticas, lo que implica que para ellos ya la misma no tuvo ningún tipo de significado religioso y de protección, ni tan siquiera un sentido estilístico. Así sería, pero no hay que sopesar la actividad del presente, para este trabajo, sino el pensamiento rector que guió a la familia, en su momento, a emplazarla donde se halla.

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Casa n.º 45

Figura 4. Casa n.º 45, propiedad de D. José Ramón Hoz, del sitio de La Iseca. Pequeña cruz latina en fachada.

Naturalmente para la religión cristiana el principal nexo de unión con la divinidad es la cruz. Evidentemente el signo de Cristo se ha colocado muy frecuentemente y aún se coloca, -menos-, en las casas, en los graneros, es decir en todos aquellos lugares que se desean proteger. No falta la cruz en las barracas de la huerta de Valencia, no falta en las paneras asturianas, no falta en los hórreos gallegos, no falta en tantas y tantas casas de la geografía peninsular. E. Ruiz de la Riva, que ha tratado magníficamente en su estudio las casas en los valles del Saja-Nansa, escribe: «... La casa es algo sagrado, es templo donde se rinde culto a la divinidad y a los antepasados. Es sagrada también por la cruz o cruces que figuran en sus puertas y en sus principales departamentos, por las imágenes de los santos que cuelgan de sus paredes...»19.

Otros, además, eran los atributos de que se extraía partido para proteger los hogares; de la gran mayoría es propio hablar en pasado, porque incluso en las zonas rurales, que constituyeron la reserva de las tradiciones, se está llegando   —83→   a un materialismo a ultranza; acerca de algunos atributos, escasos, aún se emplean, y así después del Domingo de Ramos, contemplamos en los balcones y ventanas, de nuestras ciudades, villas y aldea, palmas, ramos de olivo, romero y laurel, que han sido bendecidos durante la misa dominical. Y son colocados al exterior, por lo general no como exhibición, sino como salvaguarda de la morada familiar. Y ¡de cuántos otros objetos supuestamente dotados de poderes benefactores para la residencia doméstica no se habrán servido en tiempos pasados en la cristiandad!, que sin duda muchos hunden sus raíces en las religiones de los ancestros más lejanos y de los cuales ha llegado a perderse el auténtico contenido primitivo. No hemos resistido a la tentación de reproducir el párrafo completo, tomado de E. Ruiz de la Riva20, acerca del concepto de la casa familiar, su sentido y su resguardo de fuerzas malignas: «La casa debe cobijar y sustentar a la familia que la ocupa y la cultiva; acoger a los hijos nacidos en ella, aún no emancipados; acoger también en su tumba a los muertos de la familia; costear y aplicar diversos sufragios a favor de sus antepasados; asistir a sus vecinos en diversas ocasiones, así como también a su pueblo. Para realizar estas funciones, la casa debe ser conservada íntegra; no debe ser enajenada y sacada del grupo familiar al cual viene incorporada por tradición; debe ser respetada su existencia y la de sus pertenecidos, así como también la de su asiento y sepultura en la iglesia parroquial; debe ser asistida por los vecinos en casos de defunción, de enfermedad, de accidente de personas y de ganado, de incendio, de nacimiento, de casamiento y de trabajo.

La casa es algo sagrado, es templo donde se rinde culto a la divinidad y a los antepasados. Es sagrada también por la cruz o cruces que figuran en sus puertas y en sus principales departamentos, por las imágenes de los santos que cuelgan de sus paredes; por el fuego del hogar que es bendecido cada año por el agua bendita con la que asperjan su recinto y sus pertenencias; por las ramas de laurel bendecidas en la iglesia el día de Ramos y que se conservan en casa durante todo el año para ser encendidas en casos de tormentas; por la vela bendita de la Candelaria, que es símbolo de una oración recitada el bendecirla para proteger la casa y sus moradores; por las preces que diariamente se recitan en ella; finalmente, porque se considera como parte integrante de la iglesia parroquial que, en cierto modo, está formada por los asientos y antiguas sepulturas correspondientes a las casas de vecindario.   —84→   Todo este simbolismo que, en gran parte, viene de época gentílica, hoy tiene un contenido cristiano y durante siglos ha ocupado el campo de visión de nuestros antepasados y ha sido la base de esperanza en un orden superior de justicia y felicidad.

También es sagrada la casa por el laurel, árbol sagrado de su huerta. Por eso, cuando ocurre algún accidente desgraciado en una casa, se dice que ésta no estaría protegida por el laurel.

Es igualmente sagrada por el carácter de las ramas del espino albar, del fresno y de las yerbas de San Juan que se hallan en su puerta principal y en sus ventanas; por la flor del cardo que ocupa el dintel de su puerta; por el hacha y por la hoz, de virtudes místicas, que figuran en su ajuar; por el tronco de Nochebuena que se conserva en ella; porque es considerada como morada y lugar frecuentado por espíritus y almas de antepasados.»



No nos desviemos nuevamente.

Sea cual fuere el por qué de la reutilización de las ventanas monolíticas, está repetida en cuatro viviendas, y formaría parte de una dinámica observada a lo largo del avance en el tiempo de las culturas, como desarrollé más arriba, si bien ligeramente: la adaptación de elementos de obra antiguos en construcciones más modernas, hecho que constatamos asimismo en el municipio de Rasines, además del caso de las ventanas monolíticas, en numerosos rasgos arquitectónicos, señalados una vez y otra por un experto conocedor del municipio, D. Pedro García Gómez.




Catálogo

Ventana n.º 121 (figs. 5, 6). Barrio de Cereceda. Casa n.º 9. Propiedad de D. José Maza Lecea. Consta de dos alturas y planta rectangular. La fachada principal queda resumida en dos solanas de madera con acceso a través de puertas ventanas, estando limitada aquélla por muros paravientos, y penetrándose al inmueble en el piso bajo mediante puerta adintelada. Los muros son de mampostería y la sillería se halla en marcos de puerta y ventanas22. En la parte superior del muro paraviento norte, inmediato al tejado, ya aludí a él en párrafos superiores, hay un pequeño escudo rematado en cruz latina, y la   —85→  

Casa n.º 9

Figura 5. Casa n.º 9. Cereceda. Aspecto de la ventana n.º 1 antes de ser rehabilitada la casa.

Casa n.º 9

Figura 6. Casa n.º 9. Cereceda. Aspecto de la ventana n.º 1 con posterioridad a la rehabilitación de la casa.

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fecha, incisa: año de 1823, probablemente el año en que cubrieron aguas. Sobre la cruz se halla la frase Ave María, igualmente incisa. Entre los varios huecos (once) del lienzo norte, en el límite este, se halla una de las piezas con las que trabajo. Bloque cuadrangular. La cruz griega con derrame determina el vano, y el principio decorativo en los cuatro ángulos es la flor de lis, en sentido oblicuo, en bajo relieve, inscrita en cuadrado rehundido.

Ventana n.º 223 (fig. 7). Barrio de Cereceda. Antiguas escuelas. Se trata de un inmueble de corte clasicista, de dos plantas superpuestas, diferenciadas por imposta de piedra, y acceso mediante arco apainelado sustentado por pilastras.

Las referencias documentales de la edificación remontan a la segunda mitad del siglo XVII, año 165724. La misma ha estado sometida a lo largo de los siglos a reestructuraciones varias, tanto al interior, como al exterior, dirigidas a adaptarla a las funcionalidades para las que se destinó en su momento, como a partir de la segunda mitad del siglo XIX, 1871, que fue adquirida para casa-escuela de primeras letras a D. Clemente de la Cuadra Gibaja. No obstante las aventuras arquitectónicas exteriores, con modificaciones no esenciales, conserva su configuración original25.

Antiguas escuelas

Figura 7. Antiguas escuelas. cereceda. ventana n.º 2.

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Predominan los mampuestos sobre la sillería, aunque ésta se utilizó en esquinales, marcos refajados de ventanas, y en el fragmento de pared de la fachada principal que abarca el arco de ingreso sobre el que fue construida una ventana determinada por las mismas pilastras que soportan aquél. Sobre esta ventana cornisa moldurada, y coronando el espacio frontón con venera y escudo en vértice. Bajo el alero, en el ático, hay dos pequeñas ventanas, también con cerco de sillería. En la pared oeste, colocada en sentido horizontal, empotraron en la mampostería una ventana rectangular, de la serie catalogada, cuyo vano es asimismo rectangular con derrame. Carece de decoración.

Ventana n.º 326 (figs. 8, 9). Barrio de Helguera. Casa n.º 11. Propiedad de D. Daniel Lombera Solorzano. Vivienda de eco clasicista organizada en dos alturas con imposta entre ambas. Los esquinales están armados con sillería, sin apenas dibujo de labra, contrastando con las paredes de mampostería. La moderación en abrir vanos es notoria, siendo una constante en estos tipos arquitectónicos de Cantabria. En el piso superior hay tres, con marcos refajados: una puerta ventana y a ambos lados dos ventanas. El ingreso consiste en portalada con arco de medio punto, similar a la cual se practicó una segunda en el lienzo oeste. A ambos lados de la puerta principal hay dos pequeños huecos, el de la derecha enmarcado con sillería, el de la izquierda pertenece al conjunto en estudio, inmediatamente desarrollo su configuración y ornamentación. La abertura de luz configura una cruz griega con derrame. Es el lenguaje que narra la plástica muy descriptivo, a pesar del mal oficio de la obra. En la zona superior del rectángulo, que supone el bloque básico, hay un frontón aproximadamente semicircular, en el cual se abocetaron, en bajo relieve, dos palomas afrontadas, con economía en los detalles anatómicos esenciales, picoteando racimos de uvas, muy sencillos, suspendidos de sarmientos. Los pájaros tomando el fruto se instituyen en los protagonistas necesarios para dar mayor valor a la vid27. En los ángulos, inscrita en campos circulares, y en bajo relieve, es esta la decoración: ángulo superior izquierdo, rosácea hexapétala, perfectamente simétrica. Ángulo superior derecho, flor de lis en sentido vertical y a ambos lados dos puntas de diamante. Ángulo inferior izquierdo hoja   —88→  

Ventana de la casa n.º 11

Figura 8. Casa n.º 11. Helguera. Ventana n.º 3.

Ventana de la casa n.º 11

Figura 9. Casa n.º 11. Helguera. Detalle del frontón de la ventana.

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a corazonada con tallo. Ángulo inferior derecho, rueda solar, en cuyo interior, siguiendo el ritmo compositivo de esta principal, se desarrolla otra más pequeña, con círculo central. En los registros laterales izquierdo y derecho, en secuencia ascendente, se plantearon, con acusado esquematismo, sirviéndose de incisión, dos vegetales con raíz, de muy difícil adscripción a una especie botánica concreta, ¿tal vez espigas de trigo28 con las cuales se completaría la alegoría de la Eucaristía, en sus elementos materiales, es decir el pan (las espigas de trigo) y el vino ( los racimos de uva)?; ¿tal vez palmiformes29?; ¿tal vez hiedras30?; ¿tal vez árboles de hoja perenne y larga vida, -olivo, encina, pino, ciprés, laurel, tejo-, que en civilizaciones distantes en el tiempo tenían conexión con el panorama mortuorio, porque se vinculaban con el Más Allá en relación a la idea de inmortalidad?31. Si de árboles se tratara ¿por qué no habían de ser tejos en lugar de otros de los nombrados?: éstos, como los restantes citados, son referentes de inmortalidad a través de la coyuntura fúnebre, la similitud de sus ramos es manifiesta con la grafía de Helguera, a pesar de la simplicidad de la imagen, y más, los tejos son comunes en el norte hispano donde se creó la decoración de la ventana de Helguera32. La única inscripción, incisa, situada en el registro superior, repito, es la de 1529.

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Ventana n.º 433 (fig. 10). Iglesia de San Sebastián34. Adaptada como soporte de la mesa sacrificial del altar mayor. Según comunicación personal de D. Pedro García Gómez, a quien se lo señaló el párroco, fue retirada de la ermita de San Juan, del barrio de Santa Cruz, en la cual con seguridad se reutilizó35.

Bloque rectangular. La cruz latina con derrame determina el vano. La decoración, en bajo relieve, inscrita en campo de rectángulos rehundidos, es la que sigue: ángulo superior izquierdo rosácea tetrapétala, cuyos pétalos tienen

Ventana n.º 4

Figura 10. Soporte de la mesa sacrificial del altar mayor de la iglesia de San Sebastián. Ojébar. Ventana n.º 4. (Foto P. García Gómez).

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nervio central y son impecablemente simétricos, oblicuos a partir de los ángulos del rectángulo, uniéndose en botón central, y dos pequeñas hojas en orientación horizontal a la altura del botón. Ángulo superior derecho flor de lis, en sentido vertical. Ángulo inferior izquierdo dos llaves cruzadas en giro natural. Ángulo inferior derecho hoja acorazonada con tallo.

El motivo de las llaves se reitera en otros elementos funcionales de la iglesia, siendo tal vez esta la razón por la que se escogió para base sustentante del altar precisamente la ventana que las contiene. O simplemente fue seleccionada porque tiene mayor alzado debido a ser el vano una cruz latina y ser, por tanto, rectangular. Otros constituyentes, constructivos o muebles, en San Sebastián, receptáculos del símbolo de las llaves cruzadas son los siguientes: al exterior del muro sur fue adosada en el pasado una casa rectoral, cuyas paredes en el presente han permitido la creación de un pórtico en la entrada de la iglesia. En este espacio, además de la puerta de acceso con arco de medio punto apoyado sobre impostas ligeramente resaltadas, existe una hornacina rectangular, con marco moldurado, embellecida en la parte inferior sirviéndose de bajo relieve, mediante dos llaves cruzadas invertidas, limitadas por dos puntas de lanza horizontales36 (fig. 11). También en relieve bajo llaves en aspa en el mismo sentido que las de la hornacina, se repiten en la basa de columna que soporta una pila de agua lustral37 (fig. 12).

Ventana n.º 538 (fig. 13). Sitio de Santurce, barrio de Ojébar-Casavieja. Casa n.º 21. Consiste en una arquitectura potente, de considerables dimensiones, y dos alturas, que repite el modelo secular de casa rural. Fachada principal con solana de madera y muros paravientos, escasez de vanos y portón de acceso adintelado armado en sillería, estando abierto a su derecha otro paso de menores dimensiones, aunque con similar concepto. Muros de mampostería, encalado el de la fachada principal en la zona de la solana, en el resto vistos. En la pared norte se abren con ritmo irregular ventanas de distintas dimensiones y particularidades, algunas de las cuales no se contemplaron en la traza original. Una pertenece al grupo catalogado. He ahí sus particularidades: bloque cuadrangular, la cruz griega con derrame conforma el vano. Ángulos superior e inferior izquierdos: aspa en el interior de círculo y en las intersecciones superior e inferior puntas de diamante. Ángulos superior e inferior derechos: rosácea hexapétala inscrita en círculo. Técnica bajo relieve.

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Iglesia de San Sebastián

Figura 11. Iglesia de San Sebastián. Ojébar. Hornacina con el motivo de las llaves en aspa.

Iglesia de San Sebastián

Figura 12. Iglesia de San Sebastián. Ojébar. Detalle de la basa de la pila de agua bendita con llaves en aspa.

Ventanas nos. 6, 7, 839 (fgs. 14, 15). Sitio de La Iseca. Casa n.º 44. Perteneció al escribano Aedo40, remontándose su construcción al siglo XVIII. Vivienda tradicional, de dos pisos, que sin duda cambió la función a través del tiempo, aunque conserva su primitivo modelo arquitectónico, -en el exterior-.   —93→  

Casa n.º 21

Figura 13. Casa n.º 21. Santurce. ventana n.º 5.

Se acusa la proverbial escasez de vanos en ambas plantas, siendo éstos, en la segunda, en general de pequeño tamaño y enmarcados con sillería. En la planta baja de la fachada norte, toda de mampostería vista, se empotraron, alineadas, dos ventanas con el mismo concepto que las determinadas hasta ahora en catálogo. Y en la pared oeste, con similar tipo de mampuesto al de la norte, una tercera con igual idea estructural, pero en este caso sin decoración y con abertura rectangular y derrame. Véanse su rasgos distintivos, comenzando por las de la pared norte, y desde el este al oeste.

Pared norte. Ventana n.º 6 este (fig. 15). Bloque ligeramente rectangular. La cruz griega con derrame configura el vano. Los motivos de los ángulos están interpretados con peor oficio que los de las restantes ventanas. Ángulo superior izquierdo, cruz patada, incluida en círculo, desviada, con pequeño círculo central, en el que se observa el orificio del compás, bajo relieve. Ángulo superior derecho, flor de lis incisa, en sentido oblicuo y ligeramente descentrada del eje de simetría de la ventana. La parte de la flor más cercana al ángulo   —94→  

Casa n.º 44

Figura 14. Casa n.º 44. La Iseca. fachada con las ventanas nos. 6 y 7.

no se remata en hojas que se revuelven, como es más habitual, sino en dos pequeñas cruces patadas sobre círculo, cuyo bajo relieve resalta apenas del plano. Ángulo inferior izquierdo, flor de lis incisa, en sentido oblicuo. Ángulo inferior derecho hoja acorazonada con tallo y concavidad a derecha, que cobija el anagrama JHS; ambos, incisos, sin armonía compositiva, y esto puede estar sugiriendo una realización posterior, de uno u otro motivo.

Pared norte. Ventana n.º 7 oeste. Bloque ligeramente rectangular. La cruz griega con derrame configura el vano. En los ángulos, inscritas en círculos, se repiten rosáceas hexapétalas en bajo relieve. La rosácea del ángulo superior izquierdo es un poco más compleja en cuanto a que se unen los pétalos con líneas onduladas y se halla orientada respecto del eje de simetría de la ventana, no así las otras tres.

Pared oeste. Ventana n.º 8. Bloque rectangular al igual que el vano, éste con derrame.

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Casa n.º 44

Figura 15. Casa n.º 44. La Iseca. ventana n.º 6.




Los motivos ornamentales de las ventanas. Ascendencia

Hay diferencias en las ventanas por lo que toca a los elementos decorativos, al estilo y a la traza, y con respecto a los primeros no es observable el desarrollo de un plan iconográfico a través de cada uno como partes de un conjunto.

Las rosáceas, ocho [(ventanas nos. 3 (una, hexapétala); 4 (una, tetrapétala); 5 (dos, hexapétalas); 7 (cuatro, hexapétalas)], y las flores de lis, ocho [ventanas nos. 1 (cuatro); 3 (una), 4 (una); 6 (dos)], son los motivos más numerosos; siguen hojas acorazonadas, tres (ventanas nos. 3, 4, 6); puntas de diamante, cuatro, asociadas con flores de lis (ventana n.º 3, dos) y aspas (ventana n.º 5, dos); cruces patadas (ventana n.º 6, tres); aspas (ventana n.º 5, dos); palomas tomando frutos de la vid (ventana n.º 3, dos); árboles o espigas (ventana n.º 3, dos); llaves cruzadas (ventana n.º 4, una); ruedas solares (ventana n.º 3, una), anagramas de Cristo (ventana n.º 6, uno).

Rosáceas, ruedas solares, estrellas, crecientes lunares, etc., no son en origen, en la Península, sino brumosos vestigios de religiones de tribus de linaje indoeuropeo, cuyos miembros adoraban a antiguos dioses astrales, y situaban el lugar de descanso de los más escogidos de los suyos en las regiones   —96→   estelares. Esta última creencia parece corresponder a la expresión de una ética agonística bien presente en el ambiente indoeuropeo, que implica una «consagración» o integración del combatiente, del héroe muerto, en la esfera de lo divino, que se hace viable merced fundamentalmente a la colaboración de buitres, cuervos, rapaces, etc. (ya veremos en qué consiste esta colaboración). En el panteón celta-irlandés Badb, Bad o Bañe es llamada «el cuervo» o «el cuervo encapuchado» o bien Badb Catea «el cuervo de la batalla», y es una divinidad femenina con poderes que la introducen, si así lo desea, en el Más Allá, aparece en los combates para inspirar valor a los contendientes, y al final para honrar a los vencedores. Los cuervos en la mitología son animales asociados a divinidades ctónicas e infernales y a divinidades celestes, cósmicas, como Apolo o como Yahvé en la religión mosaica antigua. Los cuervos Hijean y Manan («memoria» y «conocimiento»), son los mensajeros de Odín. Estas dos aves sirven de ayuda al dios para comunicarse con las almas de los guerreros difuntos que viven en el paraíso de Valhalla hasta que vuelvan a empuñar las armas en la gran batalla apocalíptica, el Ragnarök, que se dirimirá entre las huestes de la luz contra las de la oscuridad41. En el santuario de Peñalba de Villastar, Teruel, junto a la inscripción dedicada a Lugo (Lege) se halló también la representación de un córvido, al parecer asociado a Lugh.

Véase, por la concepción que poseyeron de esta ave los celtas, por cómo se la tiene en cuenta, cabe dentro de lo posible que a la misma se le atribuyera el cometido de transportar las ánimas de los caídos en combate por causa justa al paraíso celeste. Sin duda, en la realidad material, actuaban junto con otras especies, como los buitres, a los que aluden Silio Itálico y Eliano, y junto con las restantes carroñeras y rapaces, así como en unión de mamíferos, insectos y todo tipo de fauna que es atraída por los cuerpos muertos al aire libre, porque a la intemperie se depositaban, conforme al ritual que describo a continuación, tal vez a nivel de suelo, a no ser que los colocaran en alto sobre una plataforma. Pero en la escatología sólo estarían acreditados para transportar el ente espiritual de los difuntos animales especiales como podrían ser el cuervo, el buitre, o alguna otra ave carroñera o rapaz de la que no nos ha llegado noticia. De todas maneras los escritos de Silio Itálico y Eliano que viven ca. 26-101, ca. 170-235, respectivamente, pudiera ser que por la lejanía con respecto a los hechos que narran, no reflejen correctamente la realidad en cuanto, por ejemplo, las especies de aves preferidas por los indoeuropeos para este fin.

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He ahí, para no ampliar excesivamente el horizonte, y por lo que concierne a las agrupaciones peninsulares del tronco indoeuropeo: concretamente entre las de los arévacos, pelendones, belos, titos, lusones, y vacceos, -seguro que ampliable al resto de las tribus de idéntica procedencia étnica de los territorios europeos y de más hacia el este-, se tenía una percepción del Más Allá en las regiones cósmicas pero únicamente para los soldados que habían muerto en contienda. El ritual, ya lo adelanté, que sobre escritos de autores clásicos se desvela, es un testimonio de las ideas concretas de aquellas tribus sobre la inmortalidad, acerca de la vida en los cielos. En tal creencia, que provoca semejante ceremonia, está patente, ante los hombres y ante los dioses, la condición privilegiada de los guerreros fallecidos en liza: Silio Itálico (Pun. 3, 340-343), para los celtíberos, «Honor es para ellos caer en la pelea y tienen por cosa impía quemar los cadáveres. Creen que van al cielo junto a los dioses si el buitre despedaza los cuerpos de los caídos». Claudio Eliano (De nat. anim. 10, 22), hace extensivo este rito al pueblo vacceo: «Los vacceos (pueblo de occidente) ultrajan a los cadáveres de los muertos por enfermedad, ya que consideran que han muerto cobarde y afeminadamente, y los entregan al fuego; pero a los que han perdido la vida en la guerra, los consideran nobles, valientes y dotados de valor y, en consecuencia los entregan a los buitres porque creen que éstos son animales sagrados». En definitiva, este rito constituye una modalidad de la «apoteosis» y sirve para explicar la bravura de los hombres indoeuropeos, célticos mejor, para quienes, en texto de Lucano (Phars. 1, 468) la muerte no era sino la mitad del camino de una larga vida42.

La creencia indoeuropeahispana en los ámbitos siderales como vivienda de dioses de los que ignoramos hasta sus nombres, como lugar de descanso de los espíritus de grandes hombres muertos, -¿tal vez el paraíso con la misma concepción   —98→   que para los germanos?, posiblemente sería muy aproximada-, (¿qué lugar estaba destinado para el resto de la población?, imposible, de momento saber nada), engendraron imágenes mentales que no dejaron de reproducirse en piedra en esas grafías, rosáceas, ruedas solares, estrellas, crecientes lunares, que contemplamos en las estelas, en las aras funerarias. Iconografía astral que es eco pretérito de cultos y ritos solares, generados por convicciones no conocidas pero intuidas, -alguna sabida, la narrada por Silio Itálico y Eliano-, que revierten en la escatología funeraria. Iconografía astral adoptada y /o admitida por Roma aquí, o propia de su patrimonio espiritual, y adoptada, más o menos encubierta (más que menos), por credos posteriores, para este caso el cristiano.

Las rosáceas, populares en los campos de las ventanas de Rasines (ventanas nos. 3, 4, 5, 7), que recogen grafías son, por lo común, flores de acentuado esquematismo, con heterogéneo tratamiento, estando constituidas sobre todo con seis pétalos, aunque hay de cuatro, de siete, de ocho o de más. Y debe afirmarse que es rara la estela prerromana, romana, medieval, etc., que no contiene una o más rosáceas43. Las rosáceas en las estelas se han interpretado que aluden al astro solar, habiendo tenido una honda tradición entre las tribus hispanas de las dos mesetas, y aumenta la convicción en su simbolismo astral, sean o no alusivas al sol, el que en bastantes ocasiones se figuran al lado del creciente lunar.   —99→   En menor número las estelas contienen las llamadas ruedas solares, como en la ventana n.º 3, con referencia manifiesta al astro solar que renace diariamente, a sus rayos que vigorizan la vida, la imagen por antonomasia del mundo celestial44. Una hipotética derivación del creciente lunar, que tan caro fue a las comunidades indoeuropeas, podría ser en el seno de la iconografía cristiana la de una hoja con cierta forma de corazón y peciolo, presente en las ventanas nos. 3, 4, 645. O bien sin buscar viejas reminiscencias la hoja acorazonada, tal vez hiedra, constituye un motivo que los cristianos transpusieron a un registro sagrado, sin una significación absolutamente especial, aunque apuntando hacia el amor a Dios y a la Humanidad, piedad, generosidad.

Además de estos evidentes signos astrales, de genuina estirpe indoeuropea, otros son más propios de las civilizaciones clásicas, y también se dejan ver en estelas funerarias, sobre todo a partir de la impronta de Roma en la Península Ibérica, bien que no tan reiteradamente, es el caso de la flor de lis, -patente en las ventanas de Rasines (ventanas nos. 1, 3, 4, 6)-, a la que los griegos daban el nombre de anthos antheon y que en el Próximo Oriente simboliza la resurrección y la vida46. También las palomas, a veces de difícil identificación, con el mismo concepto compositivo que las de la ventana n.º 3, se encuentran en estelas funerarias del ámbito romano como en una de las ya citadas en nota 27, de Gastiain, en la que dos aves, con probabilidad de aquella especie, comen menudo de un racimo de uvas47, alusión a la fuente de vida eterna.

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El cristianismo primitivo, desarrollado en Roma, absorbe elementos de todo tipo de la vieja religión romana (el ilustrativo vocablo religio, el empleo de flores en las ceremonias fúnebres, el culto a los santos se vinculó en algunos rasgos al de divinidades locales paganas, el vocabulario sacro, la estructura de las plegarias, etc.). Estos aspectos y otros los resume San Agustín (De Doctr. Christ., 3, II) al escribir que el cristianismo se apropió de «los vasos de oro y plata» de sus enemigos para utilizarlos a su propio modo48. Así pues es evidente que si tomó tantos y tantos elementos paganos asimilara también un dilatado segmento del vasto campo iconográfico romano, cuyos orígenes se hunden en la más profunda nebulosa de más viejas civilizaciones, flores de lis, palomas [« ... el simbolismo del ave, y más concretamente de la paloma en el cristianismo (como elemento icónico paradigma de la ascensionalidad, de la espiritualidad y del poder de sublimación) es suficientemente conocido ...» 49], vides, árboles y otros muchos. Las palomas picoteando el racimo de uvas vide perduración más allá de la muerte, así es porque la ecuación inmortalidad/vid está ya explícita en la civilización griega de la que bebe la romana y de ella sus provincias. La vid se relaciona con Dioniso, hijo de Zeus y Semele «... a la vez dios y mortal que había vencido a la muerte ...»50, muerto y despedazado por los titanes, resucitado. En sus mysteria prometía la vida eterna a los iniciados, era custodio de las almas, fuerza vivificante, fecundador de la vegetación, de los animales. La vid dionisíaca, figurada sobre todo en elementos funerarios, como sarcófagos, estelas y aras51, se encuentra exuberante en la plástica cristiana simbolizando la Eucaristía, el ágape cultual, el medio por excelencia para acceder a la vida eterna por la identificación mística del fiel con la divinidad52.

Y una referencia a los árboles en las estelas, por causa de los árboles de los registros laterales de la ventana de Helguera, si es que no se trata de espigas o hiedras. Aunque hay reproducciones, no estuvo extendida la costumbre de significar árboles en las estelas funerarias desde la fase prerromana, a pesar que los mismos para los hombres de la antigüedad tuvieron un profundo sentido que trasciende el de su propia naturaleza53, como el cósmico entre los germanos,   —101→   en su nexo con el árbol Yggdrasill (su nombre significa «caballo de Odín»), por citar el ejemplo de la articulación de un pueblo con un árbol. Era un fresno sagrado, nutrido por las aguas de los manantiales de Urdir brunnr, Miais brumlr y Hrergelmir, que se situaba en el centro, simbolizaba y al mismo tiempo constituía el universo. Su copa tocaba el cielo, el mundo exterior (Utgard), su tronco abarcaba el mundo central (Midgard), sus raíces una penetraba en el país de los muertos, el mundo de niebla, la otra iba al país de los gigantes y la última al mundo de los hombres. Es, en fin, la imagen del árbol universal, siempre aludida en muy diversas religiones, situado en el centro del mundo uniendo cielo, tierra e infierno, y encarnando el destino de la existencia54.

Y una apreciación más cercana, pudiera acaso poseer una cierta relación con el árbol Yggdrasill situado en el centro, al menos en cuanto a idea si la tiene, la cruz sobre la que murió Cristo. Estaba hecha de la madera de un árbol, luego se constituyó en el símbolo del cristianismo, por tanto puede identificarse con el árbol cósmico o lo sustituye, y es descrita como un «árbol que sube de la tierra al cielo», «que se alza en el centro del cielo y de la tierra, firme sostén del universo»,55 resumiendo, como el Yggdrasill, la cruz, en este caso, es el árbol cristiano que se sitúa en el centro.

Los árboles en su forma natural para la mentalidades, mejor para civilizaciones no demasiado evolucionadas, abarcan tres franjas, la raíz el subsuelo, el tronco supera la altura de los hombres y/o convive con su ambiente, la copa recibe directamente y sin interferencias los rayos del sol, los efluvios del éter. En culturas varias, antiguas, primitivas56 o avanzadas actuales, existe una unión simbólica entre los árboles y las personas o las comunidades, como es el caso para este tiempo de los árboles de Guernica, Arechabalaga, Lujaondo, etc57. Y desde tiempo inmemorial, incluso ahora, estuvo y está difundida la costumbre de plantar un árbol cuando nace un niño, vinculándose ambos en su desarrollo. M. Requena58 aporta, para las culturas clásicas, muestra de ello: en Grecia se plantaba un olivo a la entrada de la casa donde había nacido un varón. En Mantua se plantaba un chopo en el lugar del parto, estableciéndose una unión mágica entre el destino del neófito y el desarrollo del árbol, y escribe el mismo autor acerca de cómo el extraordinario desarrollo del chopo plantado   —102→   cuando nació Virgilio fue presagio de su soberbio destino (Don., vita Verg., V)59. También relaciona datos, apoyándose en los textos clásicos, sobre el estrecho nexo de los árboles y los dirigentes altoimperiales, véase como el día que nació el Princeps creció un laurel en el Palatino (Serv. Aen., VI, 230)60.

Sea como fuera, haya o no ambiente iconográfico con respecto a los árboles, lo cierto es que en alguna estela sí se acusa la presencia arbórea como en la romana de Laias, Orense61, en cuyo registro superior destacan tres árboles, probablemente coníferas62. Unos árboles «mueren» (caducifolios) pero regeneran en la primavera. Otros, en cambio, parecen ser poseedores de vida eterna (hoja perenne) cuando el resto de la vegetación desaparece63, como olivo, encina, pino, ciprés, laurel, tejo. Y estos de hoja perenne son los que se vinculan con la muerte, -reitero lo expresado al describir la iconografía de la ventana de Helguera-, pero en el sentido de aportar esperanza: si ellos no mueren el alma, el ánima, como quiera que se imagine la parte espiritual del hombre, tampoco ha de morir. A nuestra cultura ha pasado como árbol funerario por antonomasia el ciprés, que de la misma forma se ve en los campos, en los jardines, siguiéndole el tejo y la encina, según las zonas; y ellos y otros se hallan desde los primeros tiempos del cristianismo en monumentos entre los que se cuentan, sobre todo, los de carácter funerario.

Finalizo con una alusión a las cruces patadas, que del mismo modo se han verificado en las ventanas. La cruz, con peculiaridades no sustanciales, en las estelas funerarias discoideas es el tema que gozó de mayor predilección desde el alto medievo y perduró en épocas siguientes, -indiscutiblemente por ser el símbolo por excelencia del cristianismo-. En el municipio de Rasines, en la iglesia de San Martín de Cereceda, cuya primera referencia documental data del   —103→   año 160464, hay dos paralelos, consistentes en sendas estelas discoideas fragmentadas, anepígrafas, el campo de cuyos discos está decorado con cruz patada en bajo relieve. Actualmente se hallan empotradas en el arco ciego del muro sur de la nave. Las de San Martín deben datarse con anterioridad a la construcción del acceso y piso del presbiterio, mas no hay datos para cronología precisa. Una estela semejante, que fue fechada en torno al siglo X, se halló en el subsuelo de la iglesia de San Esteban de Carranza, y formaría parte de las tumbas componentes de la necrópolis excavada en el interior de aquella iglesia, pero este paralelo no es definitorio de la cronología de las estelas de Cereceda65.

Y eso es todo, seguimos la investigación.

Estela diccoidea

Figura 16. Estela diccoidea. Entorno inmediato de la iglesia de San Miguel, Fuentidueña, Segovia.









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