Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice Siguiente


Abajo

Una revista jienense: «El Crepúsculo» (1842). Estudio, índice y antología

Borja Rodríguez Gutiérrez


Universidad de Cantabria

  —417→  

Resumen

En 1842 se publicó en Jaén una revista: El Crepúsculo. La revista aparece en unos años en los que la publicación de revistas literarias en España va en constante aumento, pero también en los que era muy difícil que una revista consiga mantenerse con vida por mucho tiempo debido a los múltiples problemas económicos. El Crepúsculo de Jaén vivió por 17 semanas, publicando una entrega semanal.

En su primer número El Crepúsculo pretendió incluir no sólo artículos literarios sino también pequeños ensayos en los que se criticaba aspectos de la sociedad de su tiempo, como la distribución de la propiedad agraria, la construcción de carreteras, o la sanidad pública. Esto sólo ocurrió en el primer número; a partir de aquí todos los números se centraron en literatura,   —418→   lo que hace pensar que el poder político y social de Jaén de 1842 ejercía su influencia en los redactores de El Crepúsculo.

El artículo incluye una antología de los textos aparecidos en la revista, en concreto de poesía, que es lo que tiene un mayor interés literario. Destaca entre esos poemas la versión literaria más antigua que se conoce de la leyenda de El lagarto de Jaén.

Summary

In 1842 a magazine was published in Jaén: The Twilight. The magazine appears in a few years in which the publication of literary magazines in Spain goes in constant increase, but also in that it was very difficult that a magazine manages to be kept alive in a lot of time due to the multiple economic problems. The Twilight of Jaén lived for 17 weeks, publishing a weekly delivery.

In his first number The Twilight tried to include not only literary articles but also small tests in which there were criticized aspects of the society of his time, as the distribution of the agrarian property, the construction of highways, or the public health. This only happened in the first number; from here all the numbers they centered on literature, which makes think that the political and social power of Jaén of 1842 was exercising his influence in the editors of The Twilight.

The article includes an anthology of the texts appeared in the magazine, in concrete of poetry which is what has a major literary interest. Stands out between these poems the most ancient literary version that one knows of the legend of The lizard of Jaén.





A partir de 1835 se produce en España una auténtica «explosión» de la prensa. Explosión porque en estos años las publicaciones periódicas aumentan en un número inimaginable pocos años antes. No por la ayuda del Estado, por cierto. La libertad de que habían gozado los periodistas durante los años de las Cortes de Cádiz o del trienio constitucional no iba a volver a repetirse. Los moderados, en el poder la mayor parte de esos años, iban a poner muchos obstáculos en el camino de la prensa.

En los últimos años del reinado de Fernando VII y gracias a la influencia de la futura regente, María Cristina, se produce una cierta apertura en la situación de la prensa. La reina veía que los sectores más absolutistas del régimen cerraban filas en torno al aspirante Don Carlos y buscaba apoyos para su causa y la de su hija. Esta débil apertura iba a propiciar una relajación de la censura previa pero no una libertad de prensa.

Cuando en 1833, muere el rey, los carlistas se levantan contra María Cristina y se inician los gobiernos de la regencia, la censura no desaparece   —419→   y los gobiernos sucesivos van a intentar siempre tener bien controlada a la prensa. Cuando, en el manifiesto de 4 de Octubre de 1833, Cea Bermúdez hablaba de las «innovaciones peligrosas, aunque halagüeñas en su principio, probadas ya sobradamente por nuestra desgracia» es claro que se refería, entre otras propuestas de los doceañistas, a la libertad de prensa.

El primer reglamento de Imprenta de la regencia es de 4 de enero de 1834 y es obra de Javier de Burgos. Según Gómez Reino (1977; 121) «este nuevo compromiso, obra de un ilustrado no demócrata supone una ligera reforma del régimen anterior». Se declaran sujetas a censura previa las publicaciones sobre religión y todo tipo de periódicos y folletos. Se prohíbe la publicación de periódicos sin permiso del gobierno y se tipifican una serie de faltas que serán castigados por multas.

Poco más tarde se publica (uno de Junio de 1834) un «Reglamento para la censura de los periódicos» en cuya exposición de motivos se dice que tiene el «fin de evitar los perniciosos efectos que podría producir la licencia de los periódicos cuya publicación se había dignado o dignase percibir». El reglamento supone un desarrollo pormenorizado del anterior, con especial incidencia en las sanciones pecuniarias y confiriendo grandes poderes a los gobernadores civiles. Estos dos reglamentos están llenos de salvaguardas para el gobierno, prohibiciones y limitaciones de todo tipo para los periodistas. No es la menor la económica: los aspirantes a publicar un periódico debían hacer frente a fuertes cantidades en materia de fianzas (20.000 reales en Madrid, 10.000 reales en provincias)1. Mariano José de Larra inmortalizó, con su inigualable sarcasmo, las disposiciones de estas leyes en su «Tercera carta de un liberal de acá a un liberal de allá»

Que quieres publicar un periódico; nada más fácil. Vas, ¿y qué haces? Lo primero reúnes seis mil reales de renta, que esto en España todos nacen con ello y si no, los encuentras a la vuelta de una esquina. Lo segundo, entregas veinte mil reales en depósito. Que no los tienes, también los encuentras al momento. Aquí todo el mundo te convida con una talega a primera vista. Y estos veinte mil reales son sagrados, como todos los depósitos, como los de los Gremios, etc. El día de mañana o al otro, por ejemplo, te los vuelven. Pides luego tu licencia. Que te la niegan o no tienes las cualidades necesarias..., no publicas tu periódico. Y esto está muy bien, porque si no eres empleado de nombramiento real o si no eres   —420→   mayorazgo de seis mil reales de renta, o no eres abogado de colegio, que es lo que hay que ser en España, ¿qué has de publicar en tu periódico sino tonterías y oscurantismo? Pero que eres apto, no por tus luces o por tu patriotismo, sino por tus reales o por tus pedimentos de colegio (de otra parte no) y que te den tu licencia. Te ponen tu censor correspondiente, que te deja decir todo, por supuesto, y lluévete suscripción encima; porque eso sí, el país es amigo de leer, y es una viña para especulaciones, sobre todo literarias.

Rectifica pues, amigo Silva, tus ideas con respecto a España, y cree, no sólo que vivimos bajo un régimen representativo, sino que somos libres más que ninguna nación del mundo, y que tenemos amplia libertad de imprenta.


(Larra; 1982; 122)                


Las quejas de Larra corroboran la consideración de Gómez-Reino de que, a partir de 1833, la libertad de prensa se constituye en el privilegio de una oligarquía: «la legislación de prensa dictada en el período 1833-1868 va a tener una significación totalmente distinta a la producida en los dos breves períodos constitucionales del primer tercio de siglo [...] en esta etapa la nueva burguesía tendrá como objetivo fundamental consolidar sus conquistas. Este será el significado de la casi totalidad de las disposiciones de prensa que consagran una libertad censitaria, es decir de los propietarios y quizás diría más de los terratenientes» (1977; 119-120).

El Estatuto real de 1834 no aporta nada nuevo a la prensa, ni aumenta su libertad. Más bien dificulta aún más esa libre expresión, pues el artículo 31 de dicho estatuto prohíbe tratar ningún asunto «sin consentimiento del Monarca». A pesar de que en Agosto de 1834 se aprueba una «Tabla de derechos» en la que se incluye la libertad de prensa, los gobiernos de Martínez de la Rosa, del Conde de Toreno y el de Mendizábal nada avanzan en esa dirección. Proclamando, eso sí, de diferentes formas y maneras de su apoyo a la libertad de expresión y sobre todo a una prensa en libertad. Al final, sin embargo, todo quedó en hueca palabrería.

De nuevo Larra nos sirve de testigo de excepción de esta falta de avances hacia la libertad. En «Fígaro de vuelta» (Enero de 1836) todavía se muestra esperanzado y explica los motivos de su regreso a España.

Para escribir, ahora que la libertad de imprenta anda ya en España en proyecto. [...] Yo, que de Calomarde acá, rabio por escribir en libertad, ¿no había de haber vuelto aunque no hubiera sido sino para echar del cuerpo lo mucho que en estos años se me quedó en él, sin contar lo   —421→   mucho con que se quedaron los censores [...]? Viniera yo cien veces, aunque no fuera sino para hablar y volverme.


(1982; 153)                


Pero poco después («Dios nos asista») su esperanza ya se ha desvanecido.

De cierto tiempo a esta parte no ha habido ministro que no se haya proclamado abogado de la libertad de imprenta, aunque por el estilo del marido que delante de gentes animaba a su mujer a comer de los pichones y en quedando solos le decía enseñándole un garrote: «¡Ay, si los catas!»


(1982; 183)                


Habla la reina, y se hacen lenguas de la libertad de imprenta; hablan los ministros y para ellos no hay altar donde ponerla; hablan también (esto no es pulla) los próceres y convienen en que es la base; abre la boca los procuradores y procuran por ella como por las niñas de sus ojos; hablan los periódicos y hártanla de piropos. Y hablo yo y digo como Don Basilio en la ópera de mi tocayo: «¿A quién engañamos, pues, aquí?» ¿Quién diantres impide que la establezcan?


(1982; 185)                


Cuando en mayo de 1836 publica su comentario al folleto de Espronceda «El ministerio Mendizábal», la sátira y la ironía desaparecen y solo le queda la amarga queja contra «la censura tiránica que nos oprime»

El escritor público que una vez echó sobre sus hombros la responsabilidad de ilustrar a sus conciudadanos, debe insistir y remitir a la censura tres artículos nuevos por cada uno que le prohíban; debe apelar, debe protestar, no debe perdonar medio ni fatiga para hacerse oír. [...] Hemos de vivir más que la censura y que los censores y acaso no está lejos el día en que podamos tirar las piedras que nos fuerzan hoy a apañar.


(1982; 220)                


Y sus comentarios contra la censura también aparecen en el tristísimo «El día de difuntos de 1836»:

Ellos [los muertos] son los únicos que gozan de la libertad de imprenta.


(1982; 229)                


¡La cárcel! «Aquí reposa la libertad del pensamiento» [...] Dos redactores del Mundo eran las figuras lacrimatorias de esta grande urna. Se veían en el relieve una cadena, una mordaza y una pluma


(1982; 231)                


Desgraciadamente Larra no iba a vivir más que la censura y su muerte le impidió ver una nueva derrota de la libertad de prensa. La «sargentada» de La Granja dio el poder a los liberales, pero estos no se inclinaron a favor de la libertad de prensa sino que desarrollaron una legislación similar a la de los moderados y en muchos casos más severa. Se elevan las cantidades a depositar como depósito previo para publicación de un periódico (40.000   —422→   reales en Madrid, 30.000 en Barcelona, Cádiz, Sevilla y Valencia, 20.000 en Granada y Zaragoza y 10.000 en el resto de las ciudades españolas). No es casualidad que los depósitos más onerosos se pidan en las poblaciones españolas con más tradición de prensa escrita.

Las sucesivas leyes van dibujando un paisaje de restricciones, depósitos previos, fianzas, multas, etc. La prensa conoció un breve período de libertad durante la regencia de Espartero, tal vez porque, como anota irónicamente Seoane, «no le molestaban los periódicos porque no leía ninguno» (1977; 184). Pero el Gobierno moderado de Isabel II lanza un violento ataque a la prensa en el preámbulo del Real decreto de 9 de abril de 1844, exponiendo su visión de la actividad de la prensa:

La libertad degeneró en licencia; los más respetables objetos fueron blanco de sus imprudentes ataques; pusiéronse en cuestión las creencias, las tradiciones, las constituciones del país, predicose diariamente la sedición en los periódicos, invadió la calumnia lo sagrado del hogar doméstico, y como consecuencia de tamaños abusos al derecho de escribir acompañó la desconfianza y el descrédito en la sociedad escandalizada.


Esta exposición de González Bravo (que había sido periodista, colaborador de El Artista entre otras publicaciones) era la común en los políticos que iban a regir los gobiernos de España durante los siguientes años. Uno de ellos, Eguizábal, definía años después (1879) la opinión de los moderados con respecto a la prensa:

El periodismo ha influido de una manera directa en todos nuestros acontecimientos políticos pero siempre para mal, así como en la literatura ha concluido con todas las obras graves y serias que exijan estudio y meditación.


(Eguizábal; 1879; 180)                


Desde el momento que se consigne como derecho constitucional la libertad de escribir, suceden dos cosas: que desaparecen las obras graves y meditadas olvidándose hasta el modo de escribir bien y que invadiéndolo todo la prensa periódica, cuando trata de literatura o de cualquier otra materia que no sea política la corrompe, porque escribe para el día, para el momento, sin otro objeto que satisfacer la curiosidad de sus lectores y aumentarlos; y cuando de política no conocen límites en la oposición ni prudencia en su apoyo.


(1879; 189)                


Como conclusión de este breve repaso podemos concluir que la prensa en España no volvió a disfrutar de la libertad que había gozado en los años de las Cortes de Cádiz y del trienio constitucional en muchos años. Incluso la permisividad   —423→   del gobierno de Espartero, no relajó las barreras económicas que se habían instalado a las publicaciones periódicas. Aventureros del periodismo, que se lanzaban a la publicación armados sólo de su entusiasmo, su ingenio o su fanatismo, escritores libres como Bartolomé José Gallardo y sus dos Abejas, Fernández Sardino con su Robespierre Español o el dúo que Morales y Mejía formaron en El Zurriago no volverán a aparecer en España.

El periodismo empezaba a definirse como una empresa que demandaba una fuerte inversión y esperaba beneficios económicos de ella.

Pero pese a todas las barreras, obstáculos, y dificultades, a pesar de las censuras, los depósitos previos, los secuestros, superando multas, prohibiciones y decretos gubernativos la prensa, en estos últimos veinte años de la primera cincuentena del siglo XIX creció a una increíble velocidad. El ciudadano madrileño, que en 1831 apenas disponía de dos títulos de prensa publicados en la capital, tenía a su disposición 60 en 1841 y nada menos que 111 en 1850.

Como se puede ver en el gráfico el número de publicaciones que hay en Madrid en un solo año va en constante aumento con tres pequeñas caídas

Evolución de la prensa. 1831-1850

  —424→  

en los años 1835; 1837-38 y 1847-48. Pero estos leves descensos no impiden el extraordinario incremento de los títulos publicados.

Es cierto, y conviene aclararlo de inmediato, que muchos de estos títulos eran de corta vida, y que la mayoría apenas superaba el año. Pero la constante aparición de nuevos periódicos y revistas compensaba esta enorme mortandad. Tan acentuada fue esta volatilidad de los periódicos publicados que en 1834 Eduardo Foncillas publicó tres números de El Sepulturero de los periódicos, revista que dedicaba epitafios satíricos en verso a cada uno de los periódicos desaparecidos.

Un examen de los periódicos más longevos de estos años nos da idea de la escasa incidencia de periódicos literarios entre ellos.

Treinta y siete periódicos entre los que destacan los de tipo técnico-profesional (13 títulos) y de noticias (12 títulos). Literarios sólo podemos encontrar tres publicaciones: La Ilustración el gran éxito de Ángel Fernández de los Ríos que ya había dirigido con excelentes resultados la tercera etapa del Semanario Pintoresco Español, el mismo Semanario y otra revista, El Museo de las Familias, (curiosamente una de las de menos interés artístico y crítico) son las únicas publicaciones de los años 1831-1870 que dedicadas a la literatura se sitúan ente las de más larga vida.

El contraste queda aún más claro si examinamos la lista de los periódicos y revistas literarios que tuvieron un éxito más prolongado.

Estos datos ponen aún más a las claras el enorme éxito que supuso el Semanario Pintoresco Español, que dura 23 años con una periodicidad semanal. Tan sólo dos publicaciones literarias, el S. P. E. y el Museo de las familias superan los diez años de vida entre los años 1831 y 1870. Pero el éxito del S. P. E. es aún más notable si tenemos en cuenta que fue la publicación que abrió brecha, consiguiendo que una revista literaria tuviera éxito y rentabilidad económica, rentabilidad que El Artista de Ochoa y Madrazo no tuvo nunca. Todos los periódicos que surgieron al tiempo que él murieron antes y aquellas publicaciones que intentaron competir con él tuvieron que claudicar, y en muchas ocasiones, integrarse en la empresa del Semanario.

La corta vida de las publicaciones y su multiplicidad dificulta enormemente la recensión de las obras publicadas durante aquellos años en la prensa. Muchos de los títulos sólo son ahora referencias inencontrables, y otros nadan dispersos en multiplicidad de bibliotecas. Una ojeada a la vida media de los periódicos nos ilustra sobre la situación.

  —425→  

Periódicos de vida más larga

  —426→  

Periódicos de vida más larga (1831-1870) (Continuación)

  —427→  

Revistas literarias de más éxito (1830-1870)

  —428→  

Revistas literarias de más éxito (1830-1870)

  —429→  

Vida de las publicaciones periódicas (1831-1850)

Trescientos noventa y seis publicaciones en Madrid que duran un año o menos, ciento veintidós más que no superan los dos años... Un universo constantemente cambiante y en el que muchas publicaciones no llegarán a tener repercusión y no serán apenas conocidas.

  —430→  

Conviene recordar esta situación más adelante a la hora de valorar las diferentes revistas. Las publicaciones más emblemáticas de un romanticismo más liberal y «extremista» (permítasenos la definición), como son El Artista, No Me olvides, y El Pensamiento, fueron un fracaso comercial claro y sin paliativos. El del Artista lo reconocieron sus propios fundadores en su nota de despedida. «El Artista, en el estado actual de las cosas, no se puede sostener en nuestras manos; otras más hábiles podrían acaso darle suficiente interés, para que en medio de los graves cuidados que ajitan (sic) en el día a todos los ánimos, se dejase leer un periódico consagrado exclusivamente a las bellas artes y a la literatura. [...] Muchas y grandes quejas pudiéramos presentar [...] contra [...] los que se suscriben por varios ejemplares y luego no pagan más que uno». (El Artista; 1836; 3; 150-160). Cuando once años después, Ochoa y Madrazo vuelven a lanzarse a la aventura editorial, con una revista titulada El Renacimiento, siguen teniendo en mente la rentabilidad económica y mantienen su esperanza en la viabilidad de su nueva publicación en el aumento del número de lectores: «La época nos favorece; en momento en que, con nosotros van a salir a la palestra periodística [los jóvenes escritores que debutan en El Renacimiento] es más feliz, sino más oportuno, que el que elegimos para salir a ella con sus predecesores. Nuestro horizonte de ha despejado. [...] la afición a la lectura ha aumentado extraordinariamente; la inteligencia y el goce de las producciones artísticas es hoy una verdadera necesidad para la gente culta» (El Renacimiento; 1847; 2) (El subrayado es mío).

Los quince meses que dura la publicación de El Artista, (Enero de 1835 a marzo de 1836), los diez meses de No me olvides (Mayo de 1837 a febrero de 1838), y los seis meses de El Pensamiento (Mayo de 1841 a Octubre del mismo año) son buena muestra del fracaso económico y comercial de las apuestas más arriesgadas.

Tales eran las condiciones de la prensa española en 1842, cuando unos animosos jóvenes jienenses dan a la luz el primer número de una revista: El Crepúsculo. Periódico de Literatura y Artes. El primer número salió a la luz el domingo 7 de agosto. La aventura iba a durar 17 números y el 27 de noviembre de ese mismo año la revista se despedía de sus lectores. Un tiempo de vida normal teniendo en cuenta las condiciones de la prensa que acabamos de exponer.

  —431→  

Era un cuadernillo de 16 páginas en formato en cuarto. Los precios de la suscripción eran de 4 reales al mes en la ciudad y 5 en la provincia. El número suelto costaba dos reales.

Los redactores, de los que sólo conocemos dos nombres, Juan José Cotarelo y Joaquín María López y Paqué, no disponían de una base económica, ni maquinaria suficiente para acometer la impresión de grabados, uno de los elementos básicos de las publicaciones de la época (pensemos que el adjetivo pintoresco que llevaba el Semanario de Mesonero Romanos, significaba, literalmente, que la revista incluía grabados y dibujos), y la revista por lo tanto confiaba su éxito exclusivamente a la letra impresa. Pero a falta de dinero, tenían muchas ilusiones y no dudaron en incluir en el primer número de la revista un amplio listado con las librerías de todas las capitales españolas donde El Crepúsculo podía ser suscrito.

En el prospecto inicial de la publicación los redactores de El Crepúsculo declaraban que actuaban movidos por un interés patriótico, para conseguir que en su ciudad hubiera una publicación cultural y literaria. Sin duda tenían en mente el ejemplo de Granada, donde la impresión de revistas atravesaba un momento pujante (Una de ellas, La Alhambra2, fue una de las publicaciones más importantes del romanticismo andaluz). El prospecto aseguraba que en la revista aparecerían «principios científicos, crónicas y amenas tradiciones, artículos de crítica literaria, de costumbres y de teatro, poesías, novelas y finalmente, sin olvidar cuanto pueda ser de alguna utilidad a la provincia, habrá una revista semanal». Añadían además su intención de agrupar los números en diferentes tomos, y en el último número de cada tomo se anunciaban la publicación de las tapas del mismo y de un índice de las materias. Propósito este último que no se llegó a realizar.

En ese mismo prospecto se deslizaban también velados reproches hacia la «plana mayor» de la intelectualidad jienense de la época. Hay varias críticas, nunca directamente expresadas, hacia la abulia y la falta de interés de esta intelectualidad para sacar adelante alguna revista que pusiera a la ciudad de Jaén al nivel de otras ciudades andaluzas.

En la misma línea del prospecto, el primer número de la revista aparece con ímpetu guerrero. Después de una artículo, de claros perfiles románticos («¡Cuantas reflexiones!») hay un largo artículo sin firma: «Reseña histórico-   —432→   geográfica de la provincia de Jaén». Pero el artículo no responde al título y se convierte en un proyecto de reconstrucción de la riqueza de la provincia con claros elementos políticos. Ya en el prospecto los jóvenes redactores se quejaban de que en Jaén «no se ha visto el espíritu renovador que distingue nuestro siglo». Dispuesto a remediar esta falta, el anónimo autor de la reseña proclama la importancia de la prensa: «La prensa periódica racional ha tomado a su cargo el despertar en los hombres las ideas de su libertad, prosperidad y bienestar». Y ésa es la labor que El Crepúsculo va a emprender, porque hasta ese momento no se había hecho en Jaén. Comienza el anónimo articulista sus críticas lamentando la poca atención que prestaban a la naturaleza los jienenses, y sobre todo a la historia, pues no hay en absoluto, según el autor, estudios de las antigüedades jienenses ni atención a ellas como, siempre según el autor de la «Reseña», se hacían por entonces en otras provincias andaluzas. Metiéndose en asuntos de más hondo calado, el articulista alaba sin reservas el reparto de tierras que se había hecho a los braceros tiempo atrás. Braceros que, según él, habían mejorado con su trabajo y esfuerzo tierras baldías e improductivas. Lamenta el articulista que esa política haya cesado y afirma (anticipándose a posibles críticas) tajantemente que los braceros que tenían problemas para salir adelante con el producto del cultivo de sus tierras no es por falta de trabajo sino por falta de una adecuada red de comunicaciones que les permitiera comercializar sus productos.

Y, ni corto ni perezoso, el autor diseña a continuación todo un plan de construcción de carreteras para la provincia de Jaén a la altura de 1842: una conexión entre Bailén y Mengíbar, con lo que quedaría completada la carretera entre Jaén y Granada. Otra carretera distinta a Granada por Martos, Alcaudete y Alcalá, con un ramal Alcalá-Loja y de esta manera unir la provincia de Jaén con la de Málaga. Una tercera carretera sería de Jaén a Úbeda y desde esta ciudad a Sierra Morena para conectar con Madrid. La cuarta carretera propuesta llegaría hasta Sevilla, pasando por Córdoba. Y finalmente un ramal de la carretera de Granada, desde Los Vélez hasta Murcia. Toda esta red de carreteras que propone el autor tienen una finalidad muy clara estimular el comercio que es la principal fuente de riqueza: «No hay que fatigarse en promover el aumento de la prosperidad pública si no se facilitan los medios de transporte que fomentan el comercio interior, único cimiento del exterior y de toda riqueza».

No cabe duda de que todo este ímpetu reformista chocaría no poco a las fuerzas vivas de la ciudad, pero más aún llamaría la atención otro artículo   —433→   «Higiene Pública» que cerraba este primer número de la revista y que tampoco llevaba firma; tan solo una nota que indicaba que era remitido.

El artículo exponía crudamente la situación de la enfermedad de la viruela en la población infantil jienense. Afirmaba que las autoridades de la provincia, entre 1815 y 1825 habían dedicada tiempo y esfuerzo a la difusión de la vacuna, gracias a lo cual la viruela fue una enfermedad prácticamente inexistente. Pero desde 1825 esta atención a la vacuna había ido desapareciendo y los responsables a la altura de 1842 habían dejado totalmente de lado el tema.

El autor responsabilizaba a las autoridades provinciales que no fomentaban la vacuna de la que llamaba «epidemia reinante» y afirmaba resueltamente que otra actuación diferente de las autoridades hubiera evitado muchas muertes. Con datos referidos únicamente a la ciudad de Jaén declaraba que de los 540 niños nacidos en la ciudad en 1842, más otros 132 abandonados en la inclusa (dato que corrobora el problema decimonónico de los niños sin padres) se podía haber evitado, mediante la vacuna la muerte de 112, que ese mismo año habían muerto a causa de la viruela3.

La situación no era diferente en la provincia y nuestro desconocido denunciante también se manejaba con acritud a este respecto: «Algunos pueblos de la provincia hallarían en los fallecidos por la viruela el número de hombres que les distribuye la Diputación Provincial para el reemplazo del ejército si este digno órgano central empleara su poderosa influencia en generalizar la vacuna». Tras este último saetazo se despedía el articulista, prometiendo continuar en futuros números su estudio de la salud pública.

El estudio no se continuó. El primer número había resultado, sin duda, muy indigesto para las autoridades de Jaén y alguna gestión debieron hacer, pues los restantes números de la revista no volvieron a referirse a nada que tuviera que ver con la política actual, salvo cuando daban sus parabienes a los actos del jefe político Agustín Álvarez Sotomayor. La poesía, relatos y artículos sobre Jaén, pero planteados de forma que nada tuvieran que ver con la política del momento, fueron las constituyentes del resto de los números de El Crepúsculo.

  —434→  

Sobre la agricultura de la provincia aparecen una serie de artículos en los números 2, 3, 6 (olivos), 8 (recolección de la aceituna), 12 y 13 (los abonos) y 14 (poda de los olivos); además de otros artículos sobre la poesía dramática (3 y 5), instrucción pública4 (4 y 16), bellas artes (7), historia de Jaén5 (9, 10, 11, 12, 13, 14, 15) y estadística (16). Destacan especialmente dos artículos sobre los reinados de Mauregato y Ramiro I y el tributo de las cien doncellas: un tema, como se ve, de punzante actualidad.

Desde un punto de vista literario, lo más interesante y lo más frecuente en sus páginas es la poesía. Dos autores destacan principalmente, los dos redactores a los que antes nombrábamos, Cotarelo y López y Paqué. Menos atención se presta a la narrativa. Algunas traducciones sin firmar («Pedro el bañador» y «John Poker»), una novelita («Un error») traducida por una autora de la tierra, Joaquina Vera, y dos colaboraciones de autores de fuera de la provincia, sin duda amigos de los redactores de El Crepúsculo: «Hecho horroroso» de José Augusto de Ochoa6 y «Macías» de Antonio Neira de Mosquera7.

El resto de la revista es un esfuerzo constante por parte de los redactores para encontrar elementos de interés del público y conseguir la ansiada supervivencia económica de la revista. Por ello también El Crepúsculo aparecen una serie de noticias que reflejan la vida del momento: ferias en Jaén y en otras localidades de la provincia, fundación de la fábrica de loza de la Cartuja de Sevilla, construcción de un puente colgante, muerte de un niño en un incendio, anuncio de sustitutos para el reemplazo, anuncio de un almacén filarmónico con venta de partituras, anuncio de una laboratorio   —435→   mineralógico. Una sección fija de la revista fue la de Precios del Mercado, que a veces aparecía como noticia independiente, otras veces dentro de la Revista Semanal y otras veces dentro de la sección de Variedades. Conforme iba andando el tiempo, los redactores de El Crepúsculo, buscando noticias que llamaran la atención o interesaran al público, añadiendo contenidos cada vez más variopintos. Y así lo mismo podemos encontrarnos con el anuncio de la asamblea de la «Asociación de señoras para socorro de las religiosas», que anécdotas referidas a Luis XIV o al Obispo de Québec, o con noticias de muy dudosa veracidad como la construcción de casas de hierro en Londres, de la invención de nuevas máquinas de guerra o con este delicioso canard, donde los jóvenes autores se inventan libremente un sofisticado asesinato del Emperador de la China

El Emperador de la China ha sido asesinado cruelmente. Sabíase que aquel monarca se había enamorado de una joven tártara confitera. Un tal Yang Foo había notado que el emperador fijaba la vista sobre la joven por medio de su lente. Entonces se dirigió a ella y le notició la pasión del emperador. La joven se dejó seducir y le envió un billete anónimo al amante dándole una cita. Yang Foo reparó que en la casa del padre de la tártara había unas calderas muy grandes y una de ellas apoyada contra la tapia del jardín; encima de ésta elevó una plataforma adornada de guirnaldas y flores y el día fijado para la cita, llegó disfrazado el emperador y saltó rápidamente la tapia. La joven lo esperaba y cuando estaban en amoroso coloquio le faltó de repente el piso a sus pies y cayó con su amada en la caldera y dentro de ella perdió la vida. El sucesor del imperio se llama Yam Flam-Dam-Babi-Boodle y es probable que abrace el cristianismo.


El último número de El Crepúsculo, finalizaba con una nota dirigida a los suscriptores. Los jóvenes autores se sentían satisfechos del trabajo realizado y afirmaban que aún tenían mucho más material para publicar, pero que económicamente no podían sostener la revista que nunca había llegado a ser rentable. Además los problemas de salud de uno de ellos (no llegan a individualizar) les hace imposible continuar. Por ello de despiden esperando haber sido útiles a su patria y a haber puesto el ejemplo para futuros continuadores de su obra.

Del 7 de agosto al 27 de noviembre: El Crepúsculo jienense había durado 17 semanas.

  —436→  
Índice de El Crepúsculo

  • A *** Págs. 195-196. ¡Voy a cantar! Ora siento...
  • Agricultura. Artículo 1. Págs. 17-20.
  • Agricultura. Artículo 2. Págs. 33-35.
  • Agricultura. Artículo 3. Págs. 97-99.
  • Agricultura. Artículo 4. Recolección de la aceituna. Págs. 129-131.
  • Agricultura de los abonos. Págs. 197-200.
  • Agricultura. Poda de los olivos. Págs. 234-236.
  • Anécdota. Abate Maury... Pág. 253.
  • Anécdota. Condestable de Castilla. Pág. 253.
  • Anécdota. (Un) gallego en Madrid. Pág. 94.
  • Anécdota. Luis XIV y el Conde de Guifre. Pág. 254.
  • Anécdota. Médico con escopeta. Pág. 254.
  • Anécdota. Obispo de Québec. Pág. 254.
  • Anécdota. Venta del pelo de una mujer. Págs. 253-254.
  • Anécdota. Pág. 99.
  • Anécdota. Pág. 160.
  • Anuncio del Boletín biográfico y bibliográfico. Pág. 222.
  • Anuncio de El Genil, periódico de Granada. Pág. 238.
  • Anuncio de un laboratorio mineralógico. (Luis Abad). Pág. 207.
  • Aviso. A los suscriptores. Pág. 192.
  • Bellas artes. Págs. 113-116.
  • (El) Buey del Almizcle. Págs. 158-160.
  • (El) Canto del Cazador. Págs. 40-42. Por un valle ameno que riega y fecunda...
  • (La) casa de Laura. (Juan J. Cotarelo). Págs. 134-135. Del campo entre flores se eleva orgullosa...
  • —437→
  • (Los) contrabandistas. (Juan J. Cotarelo). Págs. 92-94. Por una estrecha vereda...
  • Costumbres. Págs. 20-26.
  • ¡Cuantas reflexiones! Págs. 1-3.
  • (A la) ciudad de Jaén. (Francisco Rojas). Págs. 231-233. Hay una ciudad antigua...
  • Cuentecillo (V. H.). Págs. 116-117. En cierto corrillo un día...
  • Epigrama. (J. J. C.). Pág. 131 Tratóse de electrizar...
  • Epigrama. Pág. 61. Compraron un caballito...
  • Epigrama. Corrillo. Pág. 26. ¿Entiendes esa obra? No...
  • Epigrama. Epitafio. Pág. 126. En esta tumba reposa...
  • Epigrama. Imitación. Pág. 126. A un avariento le dieron...
  • Estudios poéticos. (El) Cazador. (Juan J. Cotarelo). Págs. 26-29. Vela por el bosque umbrío...
  • Estudios poéticos. (El) Cruzado. (Juan J. Cotarelo). Págs. 75-77. Diera por ti, Laura hermosa...
  • (Un) error. 1. Novela. (Traducción de Joaquina Vera). Págs. 117-124.
  • (Un) error. 2. Novela. (Traducción de Joaquina Vera). Págs. 135-143.
  • (Un) error. 3. Novela. (Traducción de Joaquina Vera). Págs. 148-155.
  • Estadística. Págs. 255-257.
  • (La) estrella de amor. (Joaquín María López y Paqué). Págs. 164-165. ¡Oh, plácidos márgenes...
  • Fatme o la venganza de Solimán. I. Págs. 245-253.
  • Fatme o la venganza de Solimán. II. Págs. 260-268.
  • —438→
  • Fisiología. Observaciones sobre el suplicio de las guillotinas. Págs. 204-206.
  • Fórmula del acta en el nacimiento de un caballo noble árabe. Págs. 77-78.
  • Fragmento de En la soledad del campo. (Juan José Cotarelo). Págs. 180-182. Por estas selvas amenas...
  • Fragmentos a M. N. (Antonio Neira). (Remitido). Págs. 236-237.
  • (El) Guerrero. (Antonio G. Negrete). (Remitido). Págs. 214-215. Truenos roncos, aquí, todavía...
  • -Hecho horroroso (Cuento). (José Augusto de Ochoa). Págs. 111-112.
  • (El) Hierro. Págs. 132-134.
  • Higiene pública. Págs. 14-16.
  • Historia de España. Reinados de Mauregato y Ramiro I. El Feudo de las Cien Doncellas y voto de Santiago. I. Págs. 216-221.
  • Historia de España. Reinados de Mauregato y Ramiro I. El Feudo de las Cien Doncellas y voto de Santiago. II. Págs. 227-231.
  • Historia de Jaén. I. Págs. 145-148.
  • Historia de Jaén. II. Págs. 161-163.
  • Historia de Jaén. III. Págs. 177-180.
  • Historia de Jaén. IV. Págs. 193-195.
  • Historia de Jaén. V. Págs. 208-210.
  • Historia de Jaén. VI. Págs. 223-226.
  • Historia natural. El Camello. Págs. 37-40.
  • (La) hurí de Jaén. (J. M. L. y P). Págs. 269. Soñara yo un tiempo...
  • Influencias de la instrucción en la sociedad. Págs. 165-169.
  • Instrucción pública. Escuela normal. Págs. 65-68.
  • Instrucción pública. Educación. Págs. 243-244.
  • John Poker. I. Págs. 172-175.
  • —439→
  • John Poker. II. Págs. 183-187.
  • John Poker. III. Págs. 200-203.
  • (El) Insomnio. (Joaquín María López y Paqué). Págs. 53-54. Son las horas del reposo...
  • (El) Lagarto de Jaén. I. (Joaquín María López y Paqué). Págs. 155-157. En la ciudad de Jaén...
  • (El) Lagarto de Jaén. II. (Joaquín María López y Paqué). Págs. 169-172. Solo transcurriera un día...
  • (El) Lagarto de Jaén. III. (Joaquín María López y Paqué). Págs. 188-190. Con presteza se ordenaron...
  • Lágrimas del hombre. Pág. 221.
  • Macías. (Antonio Neira). (Remitido de Santiago). Págs. 100-102.
  • (A) Margarita. (José María de Albuerne) (Remitido de Oviedo). Págs. 102-104. Flor de hermosura que admiré un día...
  • Método para enriquecer la cera. Pág. 222.
  • Monumento artístico. Págs. 190-192.
  • (A) nuestros suscriptores. (Despedida y cierre de la publicación). Págs. 269-270.
  • Origen y progreso de la poesía dramática. I. Págs. 49-53.
  • Origen y progreso de la poesía dramática. II. Págs. 81-85.
  • (A una) paizanilla. Págs. 243-244. Paisana zalerosa...
  • Pedro el bañador. I. Págs. 42-43
  • Pedro el bañador. II. Págs. 54-61
  • Pedro el bañador. III. Págs. 69-74.
  • Pedro el bañador. IV. Págs. 85-92.
  • Pedro el bañador. V. Págs. 104-110.
  • Pensamiento sobre nuestra vida. Págs. 258-259. Se ve en un bello horizonte...
  • —440→
  • Poesía religiosa. El Santo rostro. (Juan J. Cotarelo). Págs. 35-37. Yo vi de un Dios la santa faz hermosa...
  • Precios del mercado. Pág. 96.
  • Precios del mercado. Pág. 112.
  • Precios del mercado. Pág. 128.
  • Precios del mercado. Pág. 144.
  • Precios del mercado. Pág. 160.
  • Precios del mercado. Pág. 192.
  • Precios del mercado. Pág. 207.
  • Precios del mercado. Pág. 222.
  • Precios del mercado. Pág. 238.
  • Precios del mercado. Pág. 254.
  • (El) Propósito. Págs. 12-13. Apartado de ti surco los mares...
  • ¡Pues bonico humor tengo! Págs. 124-126.
  • Revista semanal. Pág. 16.
  • Revista semanal. Pág. 32.
  • Revista semanal. Aviso a los suscriptores. Pág. 64.
  • Revista semanal. Cese del jefe político Agustín Álvarez Sotomayor. Pág. 48.
  • Revista semanal. (La) feria de Jaén. Págs. 47-48.
  • Revista semanal. Feria de Jaén. Págs. 63-64.
  • Revista semanal. Ferias de Mancha Real. Págs. 143-144.
  • Revista semanal. Ferias de Martos, Linares y Villacarrillo. Pág. 80.
  • Revista semanal. Informe económico de la asociación de señoras para socorro de las religiosas. Pág. 144.
  • Revista semanal. Muerte de un niño en un incendio. Pág. 80.
  • Revista semanal. Nota a los lectores. Pág. 143.
  • Revista semanal. Pedro Antonio Cosío, jefe político. Pág. 143.
  • —441→
  • Revista semanal. Periódicos de Málaga. Jefe político Agustín Álvarez Sotomayor. Pág. 143.
  • Revista semanal. Precios del mercado. Pág. 48.
  • Revista semanal. Precios del mercado. Pág. 64.
  • Revista semanal. Precios del mercado. Pág. 80.
  • Revista semanal. Representaciones teatrales en Úbeda. Pág. 80.
  • Reseña histórico-geográfica de la provincia de Jaén. Págs. 4-12.
  • (A la) salida de El Crepúsculo. (V. H.). Pág. 4. En pos de una larga noche silenciosa...
  • Teatro. Págs. 29-32.
  • Teatro. (La) Carcajada. Drama en tres actos, traducido por D. Isidoro Gil. Págs. 62-63.
  • Teatro. Gaspar el granadero. Arreglado por Ventura de la Vega. Págs. 45-47.
  • Teatro. Llueven bofetones. Traducción en dos actos por D. Ventura de la Vega. Pág. 62.
  • Teatro. El terremoto de la Martinica. Drama de espectáculo, traducción de los señores Coll y Tirado. Pág. 63.
  • Teatro. El Zapatero y el Rey. Por José Zorrilla. Pág. 47.
  • (El) último bardo de Irlanda. Pág. 238.
  • Variedades. Almacén filarmónico. Anuncio de venta de partituras. Pág. 96.
  • Variedades. Anuncio de dos próximos libros: Poesías de Zorrilla y Ayes del Alma de Campoamor.
  • Variedades. Asesinato del Emperador de China. Págs. 127-128.
  • Variedades. Buque de hierro construido en Inglaterra. Pág. 78.
  • Variedades. Cursos de Filosofía y Matemáticas en el colegio de humanidades. Pág. 95.
  • Variedades. Fábrica de loza de la Cartuja de Sevilla. Creación. Págs. 78-79.
  • Variedades. Feria de Octubre en Jaén. Pág. 176.
  • —442→
  • Variedades. Francia. Invento para la seguridad de los coches de caballos. Pág. 222.
  • Variedades. Gran almacén de música. Partituras de ópera. Pág. 176.
  • Variedades. (El) Gratis, diario de avisos. Págs. 175-176.
  • Variedades. Inundaciones en Cataluña. Pág. 127.
  • Variedades. Londres. Casas de hierro. Págs. 206-207.
  • Variedades. Modo de endurecer los objetos de yeso. Pág. 128.
  • Variedades. Noticias extranjeras. Inundaciones en Francia. Pág. 111.
  • Variedades. Noticias extranjeras. Máquina de guerra de Mr. Warner. Págs. 110-111.
  • Variedades. Nuevo modo de hacer azúcar. Págs. 95-96.
  • Variedades. Puente colgado de Fuentidueña sobre el río Tajo. Pág. 79.
  • Variedades. Precios del mercado. Pág. 176.
  • Variedades. (El) Recreo compostelano. Periódico literario. Anuncio. Pág. 79.
  • Variedades. Sustitutos para el reemplazo. Pág. 95.
  • Variedades. Temporales en España. Pág. 127.


Indice Siguiente