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Esto es quanto creo y se me ocurre tener que añadir a mi Testamento y memorias precedentes Madrid veinte y uno de Febrero de mil setecientos noventa y cinco. -EL CONDE DE FERNÁN-NÚÑEZ.»

*  *  *

Otra gran parte de su Testamento, dedicada a las Fundaciones benéficas piadosas que quiso dejar establecidas, dice, así:

  —361→  

MEMORIAS DE FUNDACIONES

«Memoria que es parte de mi testamento de primero de Septiembre de 1786.

Añadidas y variadas por mí algunas de las fundaciones citadas en el Artículo 14 de dicho mi testamento, puse una nota al margen de él que así lo expresaba, con relación a esta Memoria, a que acompaño un extracto de dichas fundaciones efectuadas, y por efectuar, las quales recomiendo mui particularmente a mis hijos y heredero, y les pido las recomienden encarecidamente a los suyos para que se perpetúe en su Casa un espíritu de piedad bien entendido para alivio de sus vasallos, y satisfacción y premio eterno de ellos. A este fin, y para dar a mi heredero una idea del manejo de su Casa y estados y mejoras que puede hacer en esto, le dexo un libro separado con el título de Libro de Oro,81 manda única para mi hijo primogénito. En el hallará los estados que le acreditan el que tenía su Casa quando la heredé de mis padres: sus mejoras y aumentos: las fundaciones que he hecho para partir con Dios los muchos beneficios que me ha dispensado sin mérito mío, con las particulares fundaciones y constituciones, y planos para cada establecimiento, siguiéndose a esto los proyectos y observaciones que he hecho y dexo escritas para su alivio y aumentos temporales.»

Hablando de la Fundación de escuelas para niños y niñas, dice lo siguiente:

«En 1784 fueron 125 niños, y 105 niñas los que asistieron a la merienda que se da a los dotados y sus hijos, y a los niños y niñas de la Escuela, siempre que va al pueblo el Patrono; pero en este año de 87, con la epidemia de tercianas de los pasados, no llegaron en todo a 160. Los Domingos asisten, igualmente que los días de fiesta, a la   —362→   Capilla de Santa Escolástica, donde rezan el Rosario y les explica y pregunta la doctrina christiana, el Capellán dotado de dicha Capilla...,

En 1787, a 5 de Mayo, quedaron abiertos los cimientos y puesta la primera piedra del cementerio público, extramuros, a que destiné el regalo del valor de ciento veinte mil reales en dos barras de oro que, a espaldas de dos quadros que representaban el naufragio y salvamento del tesoro que traía de Lima en 1784 el navío de guerra de S. M. San Pedro de Alcántara y pereció sobre la costa de Peniche, reyno de Portugal, en dos de Febrero de dicho año, poniendo S. M. a mi cuidado y dirección absoluta el salvamento y extracción de esta rica pérdida de cerca de ocho millones de pesos en sólo dinero y cobre, de que a los cinco meses sólo quedaba en el mar un dos por ciento, continuándose la extracción.

Para custodia del cementerio se ha dotado una persona anualmente con600
En 1787 he dotado dos limosnas diarias de a dos reales para dos pobres impedidos del pueblo, alternando por lista jurada del médico, que para en mi Administración, en que se expresa los que hay de esta clase en el pueblo, y que diariamente se van socorriendo por el orden de la lista1460
En idem mandé componer el antiguo albergue de la Caridad, como prometí en la carta escrita al comercio de Cádiz. He hecho poner un torno para recibir niños expósitos, conducirlos a Córdoba, y puesto un cuarto para que ocultamente pueda asistirse a las madres de estos infelices, con médico, comadre y lo necesario, y ama que les dé el pecho antes de marchar, si lo necesitan,   —363→   destinando a esto mil trescientos setenta y nueve reales al año, y tres mil trescientos a la manutención de diez amas para niños, cuyas madres no pueden darles el preciso sustento. Todo importa 4679
Idem, he establecido en mil setecientos ochenta y siete tres premios anuales de a cien reales: uno para el que dé más número de árboles útiles presos, y haga ver por la experiencia el mejor terreno para castaños y otros árboles útiles para fábricas; otro al que coja más lino sobre tanta cantidad: otro a la mujer que sobre tantas varas justifique haber texido más tela buena de lienzo casero u otro300

Fundaciones por hacer
Un hospital para enfermos pobres, cuyo terreno está marcado y hechos planos; su renta 24000
Idem: una Casa de educación de niñas huérfanas pobres del pueblo, en que sólo se les críe para madres de familias, sin vestido religioso, capilla en casa, refectorio, ni nada que huela a educación de monjas, para las que hay otros conventos. Todas las maestras deben ser seglares, y las niñas deben criarse para serlo, y aprender, a más de sus labores a guisar, lavar, y lo demás necesario a la economía doméstica. Las maestras de esta Casa han de tener a su cargo la escuela pública de los niños, cuya dotación de tres mil setecientos veinte y ocho reales se incorpora en la de la Casa de   —364→   educación, y serán parte de los veinte y quatro mil reales de la dotación de ésta, como se ve en el plano segundo24000
Importando todo al año69728
Se rebajan tres mil setecientos veinte y ocho reales, inclusos en los ocho mil de la dotación de ambas escuelas públicas; cuya suma se pone también para la claridad en esta última de la Casa de educación en que luego debe incorporarse dicha dotación de la escuela de niñas 3728
Quedarán de gasto anual de dotaciones de obras pías.66000

De estos, los veinte y un mil setecientos veinte y ocho reales anuales se cargarán sobre los bienes libres agregados por mí al Mayorazgo, y censos redimidos en él, en que no queda ninguno, subrogándome por esta razón en los derechos contra el Estado. A más de los dos dichos establecimientos, cuyos reglamentos tengo hechos, y el terreno y planos marcados y concluídos, está hecho otro establecimiento en proyecto para Montepío, de ciento veinte mil reales para socorro de labradores y vecinos del pueblo, y reparo de sus casas. Los préstamos son por quatro años, bajo fianzas seguras: el que paga en el primero y segundo año, no da interés: el que en el tercero, da dos por ciento de los años segundo y tercero; y el que en el quarto, tres por ciento de los tres últimos años, para animar al pronto pago: sirviendo esto para aumento y quiebras del fondo de los ciento veinte mil reales, que por este medio circula cada cinco años, pues el quinto se considera de hueco para atrasos de cobranzas de los otros. Tanto en el Hospital, como en la Casa de educación, está prevenido por las Constituciones, bajo ciertas prescripciones,   —365→   que no defrauden a los necesitados de estos auxilios, que sabido el coste de la manutención de una cama de enfermos, y el de una educanda, los que, satisfaciéndole con seis meses de anticipación precisa, quieran a perpetuidad o a favor de alguna o más personas particulares, dotar una o más plazas, podrán hacerlo sujetándose en todo a las constituciones de la Casa, y a que las personas a cuyo favor se hagan, sean de las que en ellas se admiten. Para la verificación de estos tres establecimientos últimos he impuesto en los Gremios, en virtud de escritura de....de Julio de este año de ochenta y siete, treinta mil reales, al rédito de tres por ciento, bajo las principales condiciones siguientes:

Primera: Que continuarán recibiendo anualmente los diez y seis mil setecientos cinquenta y dos reales que se destinan a imposiciones progresivas, y a más, el rédito de las sumas anteriores, haciendo cada año nueva escritura del todo de la cantidad que se imponga, que podrá ser mayor si se quisiera.

Segunda: Que continuará recibiendo estas imposiciones anuales, con arreglo a los dos planos adjuntos (número primero y segundo), hasta completar las dotaciones de veinte y quatro mil reales anuales que deben tener Hospital y Casa de educación, en el término preciso de sesenta y seis años, como lo demuestran dichos planos.

Tercera: Que si por alguna casualidad bajase el interés general del dinero del tres por ciento, no podrá alterarse el de estas fundaciones piadosas, en consideración a su objeto, pero si sube el interés general de los expresados tres por ciento, subirá el de estas imposiciones.

Quarta: Que en todo tiempo en que se reclamen lexítimamente por mí, o mis subcesores, como Protectores de estas fundaciones, el capital de ellas, para darlas mejor empleo, estarán los Gremios obligados a entregarlo íntegro, a la primera requisición que para ello se les haga; al cumplimiento   —366→   de todo lo cual se obligan con todos sus bienes, y bajo todas las penas de la ley.

Pasados estos sesenta y seis años, debe establecerse en los ocho siguientes (si antes no se ha hecho) el Montepío a quince mil reales al año, bajo las reglas de establecimiento y circulación que expresa el adjunto plano (número tercero). Concluídas estas tres fundaciones, a los sesenta y quatro años de su principio, que será en el de mil ochocientos sesenta y uno, quedan a beneficio del Estado los diez y seis mil setecientos cincuenta y dos reales con que se han hecho, por cuyo goce y el del Patronato tendrá la obligación de mantener en pie los beneficios y establecimientos; advirtiéndose que como los censos redimidos, en cuyo derecho estoy subrrogado como fundador están impuestos con facultad Real, sobre el todo de los Estados, con responsabilidad de todos los bienes de ellos a sus réditos, ésta misma subsiste a favor del cumplimiento de dichas fundaciones pías, cuya subsistencia debe considerarse permanente por esta razón, a más de lo que debe esperarse de la piedad de mis subcesores en el Estado.»

Había dado al Conde su hermana doña Escolástica la última prueba de cariño con instituirle universal heredero, y él quiso perpetuar con un monumento duradero el recuerdo que de ella conservaba, empleando en beneficio de su alma los caudales de la herencia. Para esto, después de terminada en 1782 la reedificación o nuevo plan del Palacio de la villa de Fernán Núñez, con arreglo a los planos hechos en Lisboa por el mismo Conde, mandó erigir en el lado derecho, esquina a la calle que llaman de la Villa, una Capilla pública bajo la advocación de Santa Escolástica, cuya escultura hizo colocar en el nicho superior. En los otros altares se pusieron imágenes del Salvador, de la Virgen de Guadalupe, Patrona de la Casa, de San Carlos Borromeo y otra de la Virgen de la Soledad, propia del Duque de Béjar. El diseño de la custodia fue también   —367→   obra del Conde. El 14 de Mayo de 1784 fue con su mujer y sus dos hijos D. Carlos y D. José a inaugurar la Capilla, que se bendijo con gran solemnidad el 22 de dicho mes, y con festejos populares, en los siguientes, como corrida de toros de muerte, juegos ecuestres, de alcancías, etc.

El día 6 de junio se previno todo lo necesario para la celebración de los matrimonios dotados. Fue autor de esta piadosa institución el Conde D. Francisco, que durante su vida, los repartió anualmente; pero que por falta de caudales no pudo hacerlos perpetuos. Su hijo el Conde D. Pedro dejó 34.239 reales para este fin, y D. Carlos, desde 1766, dio constantemente, primero, dos dotes pequeños, y luego uno mayor todos los años, para imitar el ejemplo de sus mayores. Por fin en este año de 1784, reunido con la conclusión de la testamentaría del Conde D. Pedro, un capital de 73.540 reales, pudo fijarse un dote anual de 2.206 reales para los vasallos pobres. Los Condes apadrinaron al primer matrimonio, entregándole un ajuar completo.

Al capellán nombrado para el servicio de la Capilla, le impuso el Conde la obligación perpetua del ejercicio diario del Rosario, y explicación de la doctrina durante media hora a los niños y niñas de las escuelas.

Terminaron las fiestas con una escena verdaderamente patriarcal, pues los Condes reunieron en su jardín a todos los dotados desde el año 1766, que fueron 32, con sus hijos, que pasaban de 90, dándoles a todos una merienda, y haciendo que D. Carlos y D. José repartiesen una peseta a cada uno de los invitados.

Al día siguiente hizo lo mismo con los niños y niñas de, las escuelas gratuitas, que pasaban de 200

Así ponía en práctica el Conde las máximas de caritativo y afable trato con los vasallos, que en su testamento aconsejaba a sus sucesores.

Su muerte fue muy sentida en la villa de Fernán Núñez, pues en los libros parroquiales consta que en Enero de   —368→   1795 se celebraron rogativas por la salud del Conde, y después de su muerte, solemnes exequias costeadas por el Ayuntamiento, por el gremio de hortelanos y por varios particulares.

Había mandado en su testamento que le enterrasen en el Panteón donde descansaban sus padres y abuelos en la parroquial de Santa Marina de la villa de Fernán Núñez; pero su cadáver fue depositado en la iglesia de San Andrés de Madrid el 25 de Febrero de 1795, y según las investigaciones que en 1890 se hicieron en los archivos parroquiales de las dos parroquias citadas, aún deben hallarse sus restos en aquel depósito.

Tuvo el Conde de Fernán Núñez en su matrimonio con doña Esclavitud Sarmiento, los siguientes hijos:

D. Carlos José Gutiérrez de los Ríosy Sarmiento, el primogénito, que nació en Lisboa el 3 de Enero de 1779 y que le sucedió en el título.

D. José, nacido en la misma ciudad el 19 de Marzo de 1780. Fue brigadier general y chambelán de Fernando VII.

Doña Escolástica, nacida en Lisboa el 7 de Enero de 1783. Viuda en primeras nupcias de D. Francisco Grandellana, coronel retirado.

D. Francisco, que nació también en Lisboa el 3 de Abril de 1786. Llegó al grado de teniente coronel.

D. Luis y D. Antonio, nacidos en París el 24 de Agosto de 1788. El primero fue también teniente coronel.

Doña Bruna, nacida en París el 31 de Octubre de 1789. Fue Condesa de Torres Cabrera.

Doña María Dolores, que nació en Lovaina el 20 de Noviembre de 1791.

Doña Genovesa, nacida en aquella ciudad el 12 de Noviembre de 1792. Murió de 16 días, y su cadáver fue traído al Palacio de la villa de Fernán Núñez.

El primogénito D. Carlos, primer Duque de Fernán   —369→   Núñez y embajador en París y Londres, casó en 1798 con doña María Vicenta Solís Laso de la Vega, hija única del Duque de Montellano. Tuvo dos hijas: doña Carlota y doña Francisca, nacida ésta en 4 de Octubre de 1802 y casada luego con D. Felipe, Duque de Alburquerque y Conde de Cervellón.

Su testamento nos da algunas noticias curiosas de sus hermanos. Así, al señalar una renta anual de 36.000 reales a D. Francisco y otra igual a D. Luis, dice del último:

«Tenía una particular ceguera por este hermano, y es el que peor se ha portado conmigo, y me ha tratado con más falsedad. Dios quiera que sus hijos no le hagan llorar por su conducta con él lo que él debía haber hecho por la que ha tenido conmigo que le servía de padre. Dios se lo perdone. Yo lo he hecho de todo corazón.»

Otra renta de 20.000 reales dejaba a su hermano Camilo, de quien luego hablaremos, todas sobre el Gran Libro de rentas de Francia, «por si hay, dice, algún trastorno en España, que mi hermano tenga fuera de España algo con qué comer.»

De su escasa dicha conyugal atestigua esta confesión:

«Pido a mi esposa me perdone los disgustos que la he dado y lo que la he ofendido. Yo por mi parte se lo perdono todo de corazón. Sabe muy bien que antes de casarme hice cuanto pude desde su salida del convento para que conociera no era boda de mi gusto, pues su genio no congeniaba con el mío, y así no me podía prometer una feliz unión. Había dado mi palabra obedeciendo a mi madre, y así he causado mi desgracia y quizá la suya; pero no la engañé, pues bien pudo conocerlo antes, mi corazón siendo de otra. En fin, la pido perdón para que Dios me perdone, y puede estar cierta que yo no la guardo el menor rencor.»

Murió el 27 de Noviembre de 1822, siendo tan crecidas sus deudas, que su hija tuvo que renunciar a la herencia. Mandó enterrarse en la villa de Fernán Núñez, y si moría   —370→   en París, en el cementerio del P. Lachaise, sin pompa alguna, porque dice: «bastante vanidad y gana de lucir he tenido en vida.»

Además de estos hijos, tuvo el Conde otros dos ilegítimos, llamados el uno, Ángel Bernardo Carlos José, que fue bautizado en la parroquia de San Sebastián de Madrid el 21 de Febrero de 1771, y reconocido como hijo natural por el padre en Lisboa en 30 de junio de 1786, y el otro Camilo Ángel Carlos José Isidoro Roque, bautizado en la Metropolitana de Bolonia el 16 de Agosto de 1772, y asimismo legitimado por su padre.

Ambos se educaron en el Colegio o Academia Real militar de Sorèze, pasando por hijos de un oficial español muerto en América.

Entre los papeles reservados o de conciencia, como él dice, que mandó se guardasen en arca de hierro, había una «Carta póstuma a mis dos hijos naturales Ángel y Camilo Gutiérrez de los Ríos», escrita en Lisboa a 5 de octubre de 1786, en siete hojas útiles; otra «Carta póstuma a mi mujer que debe leerse en público, como las demás anejas a mi testamento», y una Memoria que copiamos a continuación, como la mejor y más cumplida noticia del nacimiento y educación de sus dos hijos citados. Su título es el siguiente:

MEMORIA PARA DESPUÉS DE MIS DÍAS
que debe considerarse como parte esencial de mi testamento.

«Los preceptos de la religión y los de la naturaleza tienen entre si una conexión tan íntima, que con razón pueden considerase como unos mismos. Reconociendo, pues, esta verdad, y confirmado en ella por varios dictámenes de personas rectas y sabias, no es posible, sin faltar a lo que debo a Dios, al prójimo y a mí mismo, dejar de declarar lo siguiente:

  —371→  

Declaro, pues, en debido cumplimiento de todas mis obligaciones, que desde el año de 1769 en Junio, hasta Marzo de 1773, mantuve una correspondencia o trato amoroso con una joven doncella soltera, de edad de dieciséis años cuando empecé a tratarla, con la cual hubiera podido casarme sin dispensación, por no mediar impedimento alguno canónico que lo embarazase.

Su inocencia y honrado modo de proceder conmigo, y el recogimiento y honestidad con que vivía en el público, aumentan mi obligación de reconocer y declarar como mis hijos legítimos naturales, habidos en este tiempo en ella, a los dos llamados Ángel y Camilo, bautizados ambos bajo el título de hijos de padres no conocidos, como consta de sus dos fes de bautismo que acompañan a este papel.

En virtud, pues, de esta mi Memoria... reconozco por mis hijos naturales a los dos dichos llamados Ángel Bernardo y Camilo, y quiero sean reconocidos por tales por S. M. y su Consejo, con arreglo a la Ley once de Toro, y dispensación de las que se opongan o limiten en cualquier modo que sea los privilegios que en ella se conceden a los hijos naturales, pues es mi voluntad que sin la menor restricción gocen libre y tranquilamente de todas las distinciones, fueros y derechos qué como a tales hijos míos naturales, reconocidos formalmente por S. M. y su Consejo, puedan competirles en todo tiempo y lugar.

A este fin, verificado que sea el despacho del primer recurso que deben hacer mis herederos y testamentarios para la legitimación formal, les mando hagan inmediatamente otro solicitando la nobleza para mis dichos dos hijos naturales, mediante la antigua nobleza de sangre de que yo gozo y gozaron mis antepasados; y si no tuviere proporción para dejar evacuados en mis días estos dos recursos, como lo deseo, mando a mis hijos y herederos y testamentarios que, como tales, sean responsables del cumplimiento de esta mi última voluntad; y si así no lo   —372→   hiciesen, queden privados de todas las alhajas, haciendas, y dinero libres que puedan quedarles mías, y de que en derecho pueda privarles, de las cuales desde este mismo momento, y por este papel, les privo en beneficio de dichos mis dos hijos naturales, por mitad, que podrán reclamarlos siempre que rehusasen reconocerlos y hacerlos reconocer en los términos arriba dichos; pero no en otro caso alguno.»

*  *  *

«Siendo, pues, indispensable consignar unos alimentos correspondientes a dichos mis dos hijos naturales, reconocidos ya por tales, señalo desde luego a cada uno de ellos, para desde el día de mi fallecimiento en adelante, hasta el suyo, tres mil libras tornesas, moneda de Francia, para que puedan servirles de auxilio en cualquiera carrera que tomen.

Estas tres mil libras de cada uno, que ascienden a 6.000 (o sean 24.000 reales de vellón, moneda de España), es mi voluntad se paguen de las 9.000 que anualmente cobro en París, y me pertenecen de libre disposición mía, contra los auxilios y gabelas y Estados de Languedoc, por herencia de mi madre, y de mi hermana la Excma. señora Duquesa de Béjar, que murió en Madrid en 5 de Octubre de 1782.

Mi hijo primogénito, y los suyos, poseedores del Mayorazgo de Fernán Núñez, serán los Curadores y Tutores de estos dos hijos míos, que les ruego y mando traten como a tales; y por este respecto será de su obligación hacerles pagar exactamente por medios años, y sin descuento alguno, en los parajes en que se hallen, dichas tres mil libras, o sean doce mil reales vellón, a cada uno, por todos los días de su vida, sucediéndose mutuamente uno a otro en sus respectivas rentas, de modo que el que de los dos sobreviviere, disfrutará las seis mil libras, o sea 24.000 reales vellón, por entero hasta su muerte, como si   —373→   el capital estuviese impuesto en un fondo perdido sobre la cabeza de los dos.

Una cosa encargo muy particularmente a mis sucesores y testamentarios, y es que de modo alguno permitan se fuerce a dichos mis hijos naturales a tomar estado contra su voluntad, bajo ninguno de aquellos falsos pretextos vanos que en estos casos suele autorizar la práctica. Llenas están las historias de varones eminentes en todas clases, cuyos principios fueron los mismos, y llegaron a hacerse memorables en el mundo, porque supieron escoger la carrera para la cual eran más aptos. Lo mismo podrá suceder a mis dos hijos, y a este fin he procurado desde los principios darles una educación capaz de hacerles proporcionados a distinguirse en las carreras a que se inclinen.

Reunidos ambos en el año, de 1779, en Turín, en casa de mi amigo el Conde de Aguilar, Embajador del Rey, mi señor, en aquella Corte, se reconocieron como hermanos, y fueron conducidos como tales al Colegio de Sorez en Languedoc, donde bajo el nombre de Gutiérrez, y como hijos de un Brigadier español (cuyo grado era entonces el mío), han permanecido y permanecen, pagando anualmente por su educación mil libras tornesas, o cuatro mil reales vellón, por cada uno, las cuales entrega medio año adelantadas en París, de mis rentas de aquella ciudad, mi Administrador Monsieur Vauquelin, como consta de la serie de los recibos originales del P. Dr. Despaux que acompañan a este papel. El apellido Gutiérrez, lo mudaron últimamente en el de Oris, anagrama de Ríos, que es el mío, por algunas poderosas razones que me obligaron a ello.»

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«Pido igualmente perdón a hijos, herederos y testamentarios del mal ejemplo que pueda resultarles de la confesión que hago de mi delito pasado. Esto podrá servirles   —374→   de escarmiento, y si así no fuese, y tuviesen la desgracia de imitarme, les pido por Dios sigan igualmente mi ejemplo, y no den oídos a ninguna costumbre, ni respeto humano que los aparte del cumplimiento exacto de las obligaciones que en honor y en conciencia hayan contraído.

Para que estos mis dos hijos naturales perjudiquen lo menos que sea posible el derecho de mis hijos legítimos, y no tengan ni aun este motivo de odiarlos, he dispuesto su renta como carga transeunte, dejando siempre en ser el capital a su favor, facilitando, para suplir interinamente esta falta de renta anual de los 24.000 reales, otra igual a favor de mis dos hijos, Josef y Escolástica, en fondos vitalicios.

Espero, pues, y pido de nuevo a todos mis hijos que, ¡no teniendo el menor motivo de mirarse con emulación perjudicial, se amen, atiendan y socorran todos igualmente, para que Dios los llene de las bendiciones y felicidades temporales y eternas, que de corazón les desea su padre. Lisboa y Noviembre 25 de 1783. -Carlos Josef de los Ríos, Conde de Fernán Núñez.»

Memoria anexa a mi Testamento que debe tenerse presente como parte esencial de él.

«Consiguiente a lo que dejo declarado en mi Memoria de 25 de Noviembre de 1785 anexa a mi testamento, en que declaro por mis hijos naturales, y quiero sean reconocidos y tratados como tales los nombrados Ángel y Camilo Gutiérrez, que entonces se hallaban en el Colegio de Sorez de Francia, como lo expongo en dicha Memoria, añado a ella en continuación lo siguiente:

Que habiendo concluído ya su educación en dicho Colegio, me era preciso proporcionarles, como debía, algún destino en que, distantes de mí (por evitar inconvenientes   —375→   domésticos que perturbasen mi tranquilidad y la suya) y entregados a alguna persona de probidad y de confianza, pudiesen hacer sin riesgo su primera salida en el mundo, y lograr en él alguna colocación honrosa. Con esta idea solicité entrasen de cadetes en uno de los regimientos fijos de la isla de Santo Domingo, que está bajo la dominación francesa; pero no habiendo podido lograrlo por la imposibilidad de hacer unas pruebas verdaderas, me resolví a enviarlos, para que, empleados en el comercio, en oficinas, o en otro destino decente, se procurasen una fortuna más lucrativa, aunque menos brillante, considerando que lo que en la realidad necesitaban es una existencia, y que el apartarlos de las ideas de vanidad, más presto les era útil que nocivo en las circunstancias en que se hallan en el día. El principal punto era hallar persona capaz de tranquilizar mi interior, y de descargar a satisfacción mía el peso de la obligación que Dios ha querido imponerme, y que venero y satisfago como suya. El Caballero Tomás Moduy, sujeto en quien concurren cuantas calidades pueden apetecerse para esta confianza, y que por su mucho mérito, más aun que por la protección de toda la Casa de mi tío el Duque de Rohan, donde alojaba y era tratado como hijo de la Casa, consiguió el Regimiento de Infantería del Puerto del Príncipe, en la Isla de Santo Domingo, y enterado por mí de las circunstancias de estos chicos, me hizo el gran servicio de encargarse de ellos, y yo quedé más satisfecho aun de su dirección que si hubiera sido yo mismo el encargado de ella.

En consecuencia de esto, escribí en 3 de Mayo al Director del Colegio de Sorez una carta en respuesta de las suyas y de los muchachos. Recibida después otra, respondí al Padre Director lo que creí conveniente para apartar de ellos y del Colegio las ideas que pudieran quedar relativas a mi intervención en sus asuntos. La contestación a la anterior, y otras tres, son relativas a disposición para el   —376→   viaje desde Sorez a Lorient. Otra carta extensa escribí yo al Caballero Tomás Moduy, para hablarle del asunto en los términos que, convenía lo manifestase al público. El número doce es la carta que yo cito en la once al Caballero Moduy, y de que le envié copia, igualmente que de la certificación de su renta, que es la del número trece, a todo lo cual contesta el Caballero en su carta número catorce, al fin de la cual está de mi mano la cuenta de todo lo gastado para la salida del Colegio y viaje, con arreglo a lo que me dice en ella el Caballero en respuesta de una en que yo le escribí pidiéndole me digese lo que necesitaría para toda la asistencia de sus dos alumnos.

En consecuencia, pues, de cuanto contienen dichas cartas, el día 30 de junio me puse en marcha con el Caballero de Moduy para Longjumeaux, sin llevar insignia alguna de Orden, ni cosa que pudiera hacerme conocer, figurando ser yo el Secretario de que habla mi carta número doce, la cual y la certificación anexa, número trece, llevé y entregué yo mismo, permaneciendo allí cuatro horas haciendo el papel del Secretario, bajo el nombre de Castillo. Nada más natural que desear ver el fruto de mis gastos y cuidados, y la verdad o falsedad de los informes de los adelantamientos regularmente exagerados, y este motivo me obligó a tomar esta resolución para desengañarme de todo por mí mismo. Efectivamente, tuve el gusto de ver no habían perdido ellos su tiempo, ni yo mi dinero (aun cuando no fuesen mis hijos naturales), y de que, retirado el mayor a un cuarto, me vino después a entregar cerrada la carta que había escrito, y se halla al número dieciséis, respuesta de la que yo le entregué, número once. Así salí de una de las dudas que yo deseaba satisfacer de si era propio o dictado el estilo de sus cartas. Esto mismo reconocí en la de Camilo, número diecisiete, que el día antes me había escrito y recibí a mi vuelta en París, sin que su Padre Director acompañante le hubiese dictado   —377→   nada. Los números dieciocho y diecinueve son mis respuestas a las dos cartas dieciséis y diecisiete citadas.

De todas estas cartas resultan por instrumentos originales fehacientes y copias cuanto he practicado para la salida y establecimiento de dichos mis hijos, del modo que la prudencia y las circunstancias del día me permitían hacerlo en descargo de mi conciencia, de mi honor, de mi humanidad y de mi deber para con Dios, para con el mundo, y para con ellos mismos. Y todos estos papeles, confrontados con los originales que naturalmente están en su poder, al cual deben también pasarse éstos, con los demás que les competen, después de mis días, serán un nuevo testimonio de todo lo dicho.

En mi carta número cinco se ve la época de la mutación de su apellido de Gutiérrez, de que hasta entonces habían usado, en el de Bochat, o Oris, anagrama perfecto de los de (Ríos Oris y ChabotBochat) de que, después de declarados en mi testamento, pueden usar libremente, siendo entre tanto más difíciles: de hallar conexión que no el de Gutiérrez, de que hasta entonces habían usado.

Resulta, pues, de todo lo dicho, en continuación de dicha Memoria de 25 de Noviembre, de que quiero se tenga esta por parte principal e integrante, siéndolo ambas de mi Testamento, que declaro que los dos mis hijos naturales, declarados bajo los nombres de Ángel y Camilo Gutiérrez en dicha Memoria, son los mismos que en el día, en lo sucesivo se denominarán en lugar del apellido Gutiérrez, con el de Bochat o Oris, y que a su favor debe entenderse cuanto en dicha Memoria expongo de las 6.000 libras de renta, en las cuales deben comprenderse las 3.600 que les quedan asignadas.

He procurado cumplir con Dios y con mis obligaciones, y éste ha sido el único fin de mis acciones y de mi conducta en esta parte, conformándome a sus inescrutables   —378→   juicios y santa voluntad. -París y Julio 3 de 1788. -El Conde de Fernán Núñez.»

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Continuación de la suerte y destino de los dos hermanos hasta el día.

«Por las cartas del Caballero de Maudouit que están en el legajo de esta correspondencia de mis hijos naturales, consta que tuvo que enviar al mayor (Ángel) a Europa, donde yo le coloqué en casa de Monsieur de la Causade, negociante de Bourdeaux, donde también vino después su hermano Ángel en 1791, después de la desgraciada muerte del Caballero de Maudouit en Santo Domingo, acaecida el 11 de Marzo de aquel año.

Este honrado negociante, amigo del Caballero que le dirigió y recomendó al mayor, cuidó a ambos con el mayor cariño y desinterés, y les tuvo consigo hasta Septiembre de 92 que les embarcó para la Coruña a fin de que pasasen a Méjico; pero habiéndose vuelto el uno a Bourdeaux, sólo le asistiré con 6.800 libras al año, por medio de Mr. de la Causade, sin escribirle, ínterin no se coloca y procede como debe.»

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Hasta este año de 1792 llegan las noticias que de sus dos hijos naturales sabemos por su padre. Añadiremos algunas posteriores, unas favorables y otras no tan satisfactorias, de contemporáneos suyos dignos de crédito.

Del primero, D. Ángel, que acabó su carrera militar en el Colegio de Sorèze en 1786, no tenemos noticia alguna posterior a aquella fecha.

D. Camilo fue joven de lenguas en la embajada de Viena en 1799, Secretario de las de Lisboa y Londres, y Ministro Plenipotenciario en Munich, Berlín y Londres. Al emprender un viaje para recobrar su salud quebrantada, a fines de Agosto de 1840, depositó en poder de su amigo D. Alejandro de Plainville, Subcajero del Banco de Francia,   —379→   el 23 de Mayo, un testamento ológrafo otorgado en París en su casa, calle de Choiseul, núm. 3, con orden de presentarlo en el Consulado de España en París, si fallecía durante el viaje, como sucedió, pues ocurrió su muerte en Burdeos el 27 de Septiembre.

Un miembro de la Academia francesa, Pierre-François Tissot, escribió en 1841 una Noticia necrológica con este título: «Portrait du chevalier D. Camilo Gutiérrez de los Ríos dédié a ses parents et a ses amis».-(París, F. Loaquim, 1841; 13 pág. en 8.º).

En ella le llama «español y digno de serlo, fuertemente afecto a su país, y fiel vasallo que amaba a Francia como a su segunda patria, elogiando a la par su buen humor, su cordura y el temple de alma para resistir desengaños y golpes de fortuna.»

En cambio Pizarro en sus Memorias82hablando del embajador en Viena, Conde de Campo Alanje (1798) dice:

«Su mujer estaba ya ciega y llena de males, y de todas sus calidades... sólo conservaba la de ejercitar su lengua sobre lo que la contaba su pandilla. Entre éstos, el principal era D. Camilo de los Ríos (hijo natural del Conde de Fernán Núñez en una cantante italiana), que estaba allí de agregado.

Éste, además del mérito de ser su gacetilla, la halagaba con cierta especie de zalamería que acaso excitaba en ella un recuerdo simulado de una intriga amorosa; por consiguiente, la protección y parcialidad eran decididas.

Ríos se había criado fuera de España y era un verdadero francés; había estado pocos meses en España, y por consiguiente, ignoraba escribir la lengua y la hablaba sólo como un extranjero que ha vivido algún tiempo en España; tenía talento y viveza, uso de la sociedad, gran manejo con las mujeres, y principalmente con las viejas de algún   —380→   influjo; ostentaba una buena tintura de las humanidades; pero en lo demás, una instrucción frívola y total ignorancia y desafecto a nuestras cosas.»

*  *  *

«83Cuando la tirantez de relaciones entre Inglaterra y España, los empleados de la Secretaría de la Embajada trataban a los de aquí y viceversa, especialmente el embajador inglés Minto, con recelo, altivez, etc. Ríos era el único que seguía un rumbo diferente, ajeno a la política de España, y lleno de presunción, se mostraba enteramente decidido por el partido inglés y emigrado francés.

Cuando en esta época reconquistó a Nápoles el Cardenal Rufo, se mostró escandalosamente en aquel partido, en sus funciones, en sus brindis y en sus exterioridades. Muy buenos sentimientos podía manifestar esto; pero no era el deber de un empleado, y perjudicaba al sistema de su Corte y de su Gobierno»84.

Ya se han visto los motivos de agradecimiento que el Conde tenía con el Caballero de Mauduit, a quien elogia en la Historia de Carlos III, tomo I, pág. 313, dando un resumen de su vida en la nota II (tomo II). No se halla un solo ejemplar del Elogio que hizo imprimir a su memoria, y únicamente existe, que sepamos, en la Biblioteca nacional de París, uno de los retratos que mandó grabar el Conde. También se conserva la carta que el padre del valiente Caballero escribió al Conde para darle gracias por aquella muestra de estimación. Dice así:

«Hennebont le 25 avril 1792.

Monsieur le Comte:

C'est en mon nom, c' est au nom de toute ma famille que j'ai l'honneur de vous remercier, Monsieur le Comte,   —381→   du portrait85 de mon bon et malheureux fils: je le reçus hier. Dieu a voulu qu'il ne me restat que cela d'un homme dont la mort fait le malheur du reste de ma vie.

J'ai aussi reçu il y a quinse jours la caisse contenant la planche et chargeé a la my Septembre.

Je prie Dieu, Monsieur, qu'il vous rende aussi heureux que vous le meritez et de même votre respectable famille. Agréez, je vous prie, les respects de la mienne, bien reconnaissante de vos bontés.

Je suis avec un profond respect, Monsieur le Comte, très humble et très-obeissant serviteur,

MAUDUIT DUPLESSIS.»

La última noticia acerca de este Caballero se halla en una carta escrita en París a 18 de Abril de 1792 por el Abate Desfontaines, en la cual, por motivos de envidia, u otros que no nos metemos a averiguar, dice a Fernán Núñez:

«París, 18 Avril 1792.

*  *  *

Il me reste à vous entretenir d'un objet qui me peine et sur lequel j'aurois toujours gardé le silence si je ne croyois devoir a votre confiance et à votre amitié ces observations. C 'est l'articie de 16493 lb. du Ch. de Mauduit. Je n'ay point voulu le faire effacer de l'état des dettes, ni même en parler sans de nouveaux ordres de votre part. Je suis bien loin de vouloir nuire à la memoire du Chev. dont je crois que la mort cruelle a eté une perte pour l'etat; mais j'ai des preuves bien certaines qu'en s'emparant de l'esprit de Madame de Rohan qu'il avoit fini par dominer, il avoit pensé à ses propres interêts, et qu'il avoit rendus, sous pretexte de democratie, suspects à votre tante   —382→   ses amis les plus fidèles et les plus anciens domestiques attachés à son service. Je n'ai aucun sentiment personel d'amertume en vous ecrivant ceci, et il a fallu une circonstance où j'ai cru de mon devoir de rompre un silence que j'avois toujours gardé par égard pour la niernoire du chevalier et plus encore par respect pour celle de votre tante»86.

Hasta aquí hemos visto al Conde de Fernán Núñezen su vida como militar, como diplomático, como hombre. Réstanos ofrecer al lector algunos documentos en que aparecen sus aptitudes como pensador, como artista y como erudito, y que le valieronser nombrado en 16 de julio de 1777 Socio numerario de la R. Sociedad de Amigos del país de Valencia, y Académico honorario de la R. Academia de Buenas letras de Sevilla en 2 de Diciembre de 1785. A los doce años escribió un Tratado sobre la educación que, dada la edad, no podría ofrecer gran interés; pero que demuestra ya cualidades recomendables de carácter en quien se fija en estudios tan superiores a la capacidad de sus años.

Hombre de observación y deseoso de hacer útiles a sus semejantes las enseñanzas propias de la vida, consignó en trabajos, hoy desgraciadamente perdidos, cuanto notaba en sus viajes digno de mención. Así sabemos por él mismo que escribió un Diario del viaje de Lisboa a Madrid por Sevilla en 1787, y el P. Labaig asegura que «dejó manuscritos y Memorias de sus viajes por Italia, Alemania, Polonia, Prusia, Inglaterra y Francia, tan oportunos para formar al físico y al matemático, como al militar y político».

  —383→  

Además de la presente obra, de cuyo valor como dato histórico interesante no hay que hablar, escribió también un Resumen de la vida del Infante D. Luis (el hermano de Carlos III), desterrado en Arenas.87

Existe en la Biblioteca nacional (Mss, O0-128, Pág. 47), entre varios papeles con notas autógrafas de Fernán Núñez, un presupuesto de vestuario para el ejército con este título:

«Importe de todo el vestuario completo de todas las prendas pertenecientes a un regimiento de Infantería, según los precios que señala el asentista Benito Busta.»

Y en las espaldas, y de mano del Conde, la siguiente nota: «Proyecto de vestuario, hecho por mí en Cádiz, año de 63 cuando se quitó la gran masa a los Cuerpos.» No había un año que era coronel y tenía 20 de edad.

«Lo pasé al Inspector general D. Antonio Manso, que lo aprobó, y me dio las gracias por mi celo; pero no hubo lugar el pensamiento, por haber llegado tarde. Lo mismo hubiera sido si hubiere llegado antes. Los asentistas siempre han sabido los caminos más cortos.-Fernán Núñez.»

Para una edad como los 20 años, la ocupación no deja de ser recomendable, y la última observación descubre conocimiento del mundo.

Había pedido D. Bernardo Epinalt por medio de circular impresa, una Memoria acerca de la historia de Fernán Núñez para insertarla en la Historia general de España. El administrador del Conde en aquella villa, D. Juan García y Castro, escribió una Relación que se publicó en el Atlante español (tomo XII, parte 2.ª, págs. 5 a 63); pero debió parecerle tan mezquina a su Señor, que puso a continuación de aquel título: Muy tonta y mala, y escribió de su puño otra que se conserva inédita.

Al referir las cosas notables de la villa dice que, después   —384→   del terremoto de 1755 en que se perdieron muchos papeles, pinturas y estatuas de marmol, sólo se conservaron un estandarte de la batalla de Lepanto y un aderezo de oro esmaltado del rey Chico Mahomet de Granada, a quien Martín Alonso de Córdoba y Montemayor, Señor de Fernán Núñez, hizo levantar el sitio de Castro del Río en 1331, objetos vinculados en la casa.

De todo lo sucedido en los Desposorios del Príncipe del Brasil (Abril de 1785) escribió el Conde en Lisboa una Relación detallada que asegura haber dejado entre sus papeles; pero que hoy no se encuentra.

Y lo mismo ocurre con otro papel sobre el Pantano de Lorca, que también afirma haber escrito y dejado entre sus manuscritos.

Consérvase sí otro trabajo importante que, autógrafo y dedicado a su hijo, escribió con este título:

«Libro de oro y verdadero Principio de la propia y agena felicidad.»

«Manda única que dejo para después de mis días a mi hijo primogénito.»

En la Introducción, que consta de ocho hojas, explicando el título del libro, da a su primogénito saludables consejos y traza proyectos para el porvenir sobre restablecimiento de la antigua población de la Morena, plantío de viñedos, aprovechamiento de aguas, etc. Como en este escrito habla con la intimidad del cariño filial, y con la verdad del padre que se dirige a su hijo, es documento útil para apreciar sus más recónditos sentimientos.

«No extrañes, hijo mío, dice, el singular título de este papel, ni menos que sea la única manda particular que te dejo, en prueba de mi cariño, para después de mis días. Fúndase dicho título en la religión, en la razón y en la experiencia;   —385→   y reuniendo en sí este libro doméstico y paternal los sanos principios que conducen a una verdadera felicidad interior, que es el mayor bien que podemos tener en esta vida, no dudarás ya del motivo que tengo para creer no puedo dejarte una manda y Memoria más útil.

En el año de 1763, de vuelta de Cádiz, donde estuve de guarnición con mi Regimiento de Castilla (hoy Inmemorial del Rey), después de la campaña de Portugal que hice el año anterior, pasé por mi villa de Fernán Núñez, que siempre he tenido y tengo en mi corazón y memoria. Vi en ella, con no poco dolor y sentimiento mío, un crecido número de niños y niñas que por falta de medios inundaban las calles, privados de todo principio cristiano, y miré como una de mis primeras obligaciones remediar un mal, cuyas consecuencias debían ser las más funestas.

A mi regreso a dicha villa, al paso para la guarnición del campo de Gibraltar en el año de 1765, aunque estaba aún en mi menor edad, dejé dispuesto se pagase provisionalmente desde entonces una escuela gratuita de niños y niñas pobres. En 176888, en que libre ya de la tutela, pasé algunos meses en Fernán Núñez, día este establecimiento una forma estable, reduciéndole a una fundación. A ésta añadí la de dos pequeños dotes anuales, reducidos en el día a uno mayor, y las demás limosnas para pobres e impedidos, como se ve al número primero que se halla después de este escrito citado al núm. 1.º

La satisfacción completa y sencilla que ha logrado mi corazón al ver progresivamente el fruto de estos piadosos establecimientos, ha pagado con usura lo poco que en ellos he gastado, y ha aumentado cada día más en mí (sólo por un efecto de la bondad divina) el deseo y gusto de hacer bien a mi prójimo; disfrutando en ello una fruición interior muy superior a la que me han causado otras   —386→   satisfacciones y regocijos más brillantes y aparentes.

En el año de 1784 en que, te acordarás, fuimos todos a Fernán Núñez a colocar el Santísimo, y abrir la capilla de Santa Escolástica, a cuya puerta (acaso para que te sirva de memoria en lo sucesivo y no abandones aquel establecimiento) te prendió fuego al pelo tu hermano Pepe con la misma luz con que alumbraba a su Divina Majestad, tuve una prueba aún mayor de esto mismo.

Hice venir, como sabes, una tarde a merendar en el jardín a todos los niños y niñas de las Escuelas gratuitas, que pasaban entonces de 210, haciendo que tu hermano y tú les dieseis después por vuestra mano una limosna de a peseta a cada uno; y en otro día vinieron a merendar las casadas con mis dotes, que eran ya 32, con sus maridos e hijos, pasando éstos de 90.

Confieso, hijo mío, que no he tenido en mi vida espectáculo más agradable, más inocente, ni más tierno, y que lejos de envanecerse con él mi corazón, debí a Dios solo me llenase de una ternura y gozo interior, y de una compasión y amor fraternal a mis iguales, compadeciéndolos en lo íntimo de mi corazón, sin hallar más que motivos de confusión y de gratitud al Criador en no ser yo uno de ellos. Cuando, como lo deseo y espero, estés en estado de gozar por tí mismo la dulzura de estos tiernos y secretos afectos del alma, conocerás, hijo mío, todo el valor de la manda que te dejo, y la justa razón de su título.

El dejártela a ti es en mi una obligación de derecho, de cariño y de confianza. El primero te distingue sin mérito alguno tuyo y te constituye heredero de lo mejor y aun de casi todos mis bienes y de los de tu madre, y así como disfrutas de ellos, debes saber y cuidar del modo de emplearlos en hacer bien, si quieres ser digno de poseerlos y aumentarlos, siendo grato a Dios y a tus prójimos, que aunque menos elevados que tú, no dejan por eso de ser tus hermanos. Mi cariño me obliga a manifestarte mi corazón   —387→   y a indicarte los medios que creo más seguros para asegurar tu felicidad interna; y mi confianza me hace esperar que, enterado tú por este papel y los documentos que le acompañan, del estado en que yo tomé la casa, de las bendiciones con que el cielo la ha colmado en mis días, más allá aun de lo que pudiera esperarse (sin duda por el gusto con que parto mis haberes con los pobres, que son su viva imagen), y de los medios de que me he valido y valgo para adelantar tus Estados, beneficiando al mismo tiempo a los vasallos, los mires siempre como a hijos, con el cariño paternal que yo les he tenido desde que, conducido entre ellos por mi madre en el año de 49, en que murió mi padre, dejándome de edad de siete años, perdí también y dejé ahí al año siguiente a mi amada madre, vivirás en su compañía lo que puedas, y cuando no, los tendrás siempre en tu memoria y en tu corazón, no para oprimirlos, sino para socorrerlos y sobrellevarlos en sus trabajos, reconociendo te sustentan con el suyo.»

Después de hacer notar a su hijo (al núm. 2 de los papeles que acompañan al Libro) que durante el último decenio (1740 a 1750) las rentas anuales heredadas de su abuelo ascendían a 155.291 reales de vellón, y que durante otro decenio (1774 a 1784) fueron de 400.958, habiendo por tanto una diferencia de 245.667 a favor del segundo de renta anual en el estado de Fernán Núñez; y que había redimido todos los censos que halló en su casa y los que se vio obligado a imponer para su instrucción en sus viajes y para su establecimiento en Madrid; y que las demás ventajas efectivas por él obtenidas y las que se proporcionaran en lo sucesivo, con más el beneficio de las resultas de la herencia de su hermana y de su tío el Duque de Rohan, ventajas muy diferentes de las que él logró por la testamentaría de sus padres «de que sólo nos quedaron, dice, a mi hermana y a mí 960.000 reales, inclusos en ellos 800.000 reales del capital de la renta de Francia heredado   —388→   de mi madre, de que se hace mención al núm. 5.» añade:

«Para lograr estas ventajas, he tenido que concluir cinco testamentarías atrasadas, desde la de tu bisabuelo el Conde D. Francisco; hacer convenios y transacciones; desenterrar propiedades de censos cuyos réditos no estaban pagados desde su primera imposición, pagando éstos según lo convenido, sin entrar, como hubiera podido con algún fundamento, en pleito, para disputar los caídos, y aun el censo, y redimiendo finalmente sus capitales, todo para no dexar duda, carga ni motivo de pleitos para lo succesivo.»

«Y para que las últimas voluntades de mi padre y tío el Conde D. Pedro, su hermano mayor, quedasen cumplidas, he hecho transportar sus cadáveres desde Cadiz y Cartagena a su iglesia de Fernán Núñez, conforme lo mandaron, como consta del instrumento de su traslación que se halla en el archivo de mi casa en dicha villa. Así podré yo esperar cumplas algún día mis últimos deseos.»

«Creo que a vista de esta ventajosa prespectiva, y de la que debe presentar la rica herencia y testamentaría de tu madre, de cuyo juicio y amor a sus hijos no duda mirará siempre por ellos, no me parece podrás nunca quexarte, querido hijo mío, ni menos graduar de superfluo el gasto que he hecho, y continuaré, hasta restablecer decentemente el antiguo solar que supieron ganar tus antecesores en Andalucía, y que arruinó, en la mayor parte, el terremoto del año de 1755. Esto conviene a su digna memoria, de que tu eres el principal garante y depositario, a tu propio decoro, y al de tu casa, y a mantener el amor que te conviene cultivar en tus vasallos. Era tambien preciso, para que los papeles más importantes de tu casa, perdidos y quemados en gran parte en la misma desgracia del 55, y adquiridos y suplidos en lo posible posteriormente por mí, a costa de mucho dinero, constancia y fatiga, se conserven en la debida custodia del modo que lo he dispuesto, y   —389→   para que no puedas tu tener tampoco escusa de no tener casa cómoda y decente para pasar algún tiempo de cuando en cuando entre los tuyos.

Espero también que, si no olvidas enteramente todos los principios de piedad y hombría de bien, que deseo sean siempre la única guía de tus acciones, (y sin los quales, y no teniendo esperanza alguna de corregirte, estimara más verte a mis pies muerto) no podrás jamás pensar en culparme de generoso por las fundaciones pías que hago. Creo que antes bien, mirándolas como propias, y conociendo las he hecho en memoria y sufragio, y con el dinero de una hermana a quien tanto debí hasta en sus últimos momentos, y de cuyos beneficios disfrutaréis tú y tus hermanos, y en alivio de un pueblo por el cual y por los propios servicios, militares y políticos, de tus mayores, hace mas de 554 años conserva sus posesiones y lustre en Andalucía este ramo de nuestra distinguida y honrada familia; hallarás, digo no es mucho partir con los que nos cuidan, menos de un 3/000 de un aumento tan crecido de bienes. Siendo éstos aún susceptibles, con una buena administración y caridad bien dirigida, de crecidos aumentos, y convencido de lo que han contribuido a los mismos que estás viendo, la caridad exercitada con tu próximo, no dudo la llevarás adelante, y concluirás y perfeccionarás cada día más lo que yo no pueda, o alcance, esforzándote como yo lo hago, para perpetuar en tus sucesores el mismo espíritu de caridad y amor a sus vasallos, de que Dios te avisa por mí, haciendo que un trabajo constante baxo un mismo sistema seguido, adelante los efectos de la misma caridad, sin que pueda alterarlos ni retardarlos en nada la precisa variedad de sucesores.

La mayor parte de estas piadiosas fundaciones tengo, a Dios gracias, el consuelo de verlas verificadas por mí; pero como mis medios no igualan a mis deseos, y aumenta cada día el número de mis hijos, fiado en tu piedad y en la de   —390→   tus sucesores, y contando con vuestra probidad y recta administración, sino para aumentar, a lo menos para cumplir lo mismo que os dejo fundado y dotado, no me he detenido en estender mis ideas mas allá de mis días, para establecer el modo único de conseguirlas en adelante, siguiéndole con tesón y esperanza verdadera. De este modo sosteniéndose y aumentándose entre sí mutuamente con la reunion unos establecimientos con otros, sin dexar desperdiciar ninguno de los más mínimos efectos de la caridad pública, todo será, al fin, de una utilidad real, y no aparente, con que tantas veces se ven, malográndose, los deseos mas piadosos. Sucederá al contrario, lo mismo que a aquel cauto y prudente agricultor que, recogiendo y reuniendo en uno los más pequeños manantiales que otros desprecian, forma al fin un depósito del cual resulta un riego abundante, desconocido así mismo y a sus vecinos. Si el corazón piadoso y magnánimo y el claro talento de tu bisabuelo el Conde D. Francisco no hubiera tenido tanto amor a sus vasallos, vivido entre ellos lo que pudo, acabando allí sus días, y si no hubiera sabido fomentar su agricultura e industria en provecho suyo y nuestro, no hubiera yo probablemente tenido estas mismas ideas que os comunico, y que creo deber principalmente a la lectura del libro que compuso del Hombre Práctico, y a los establecimientos piadosos de dotes y otros que pagó durante su vida e indicó y dejó recomendados para después de ella.

Desiste, pues, y no te dejes alucinar, hijo mío, de la necia vanidad, demasiado común, de despreciar las ideas agenas. Conténtate con aumentar y perfeccionar lo que halles tiene buenos principios, examinándolo primero a la luz de la sana razón e imparcialidad: de lo contrario, resulta regularmente pérdida de tiempo, dinero y crédito y destrucción total de lo que puede ser útil y aun perfecto. Por poca que sea la debilidad o los defectos de un establecimiento ageno, nuestro amor propio nos hace aumentarlos   —391→   y despreciarlo. Damos por el pie a lo que con mucho trabajo hicieron nuestros mayores, sin tomarnos la pena de examinarlo desinteresadamente, y arrancando de raíz una planta bien arraigada que sólo necesitaba de una oportuna cultura para llegar a su colmo, la descuidamos o arruinamos, cegados por nuestro propio orgullo, para substituir en su lugar otra nueva planta, acaso de inferior calidad, y que necesitando precisamente de algún tiempo para llegar al estado en que se hallaba ya la anterior, se ve igualmente cortada o seca por el descuido del que nos sucede, cuando empleado oportunamente todo este tiempo y dinero en el cultivo de la primera planta, hubiera esta llegado a dar un fruto maduro, en vez de quedar infructíferas ambas.»

Refiere luego la fundación del dote anual para huérfanas pobres vecinas del pueblo, y dice:

«El ejemplo y buena voluntad del Conde D. Francisco, mi abuelo, estimuló a su hijo primogénito y mi tío el Conde D. Pedro (que murió en Cádiz siendo Capitán General de la armada, y cuyo cadáver hice yo transportar a la iglesia de Fernán Nuñez) a dejar parte de sus bienes para verificar en lo posible las buenas intenciones de su piadoso padre. Éstas, ha querido Dios, llegue yo a completarlas siguiendo sus intentos; y reuniendo el corto resto de los bienes del Conde D. Pedro, lo necesario para el completo de el dote anual que se establece en la fundación, por este medio he tenido el consuelo a los 66 años del fallecimiento de mi abuelo de hacer renacer la memoria de su piedad y amor a los suyos, y de cumplir en beneficio de ellos sus primeras intenciones. Esto debe confirmarte en lo mismo que arriba te dejo dicho acerca de la conocida utilidad que resulta de procurar perfeccionar y acabar en vez de destruir.»

«Al núm. 13 hallarás la fundación de amas para socorro de niños desamparados, y los medios de recogerlos y llevarlos   —392→   a las casas públicas más inmediatas destinadas a su asistencia. En mi último viaje a Fernán Nuñez se me hizo presente por religiosos confesores llegaba a tanto la necesidad de remedio en esta parte, que no sólo en los niños, cuyos padres no querían o no podían manifestarse como tales, pero aun en los habidos en matrimonio se verificaban abortos e infanticidios para evitar la pesada carga de su manutención. Estas noticias que me horrorizaron católica y políticamente, me determinaron a buscar el remedio en lo posible haciendo esta fundación.»

«Considerando igualmente de la mayor utilidad el fomento de los ramos de agricultura del pueblo, hice a este fin la fundación de tres premios anuales que hallarás al núm. 14, pues mi ánimo es dejar indicado un principio de socorro para cada ramo de las necesidades públicas, a fin de que mis sucesores hallen principios a que añadir y mejorar en los ramos a que la piedad de cada uno se incline más.»

Después de hacer constar que las dos ermitas que los vecinos de Fernán Núñez tienen, una con el título de la Caridad, inmediata a ellos, con 216 reales de renta anual, que servía de albergue a los enfermos pasajeros que van conducidos a los hospitales de Córdoba y Écija, y otra con el título de San Sebastián a la salida de Fernán Núñez, camino de Montemayor, en el paraje más elevado de sus inmediaciones, sin más objeto que la de hacer una fiesta anual al Santo, con sólo un cortísimo olivar para su manutención, siéndoles poco útiles, añade:

«Este conocimiento, y la necesidad que estos dos últimos años de epidemia de tercianas ha acreditado de tener un Hospital y un cementerio en paraje separado de la población, me hizo concebir el proyecto y deseo de verificar uno y otro establecimiento, aprovechando a este fin (según mi sistema constante de sacar el mayor partido posible de lo que hallo ya hecho) de lo que se halla actualmente   —393→   en dichas dos ermitas y de las cortas rentas de que disfrutan.»

«A este fin destiné anualmente 16.752 reales... Tomé todos los informes necesarios para el establecimiento del Hospital, y plenamente convencido de que nada bueno podía hacer con tan poca renta, y de que en mi situación no podía dejar de atender a mis hijos, medité planos... para conseguir a lo menos con el tiempo y la constancia la verificación, no sólo del Hospital con las rentas conducentes a su buen entretenimiento y subsistencia, sino también de casa de enseñanza para pobres huérfanas vecinas del pueblo y un montepio a favor de los labradores de él. El ejemplo de otros pueblos me ha hecho conocer la utilidad de unos establecimientos públicos dirigidos a estos dos importantes objetos, de la enseñanza de las mujeres, de que pende principalmente la de los hijos, y del socorro oportuno de los pobres labradores que, por no tenerle a tiempo, quedan arruinados para siempre con sus familias, y así deseaba verlos fundados en mi pueblo.

La divina Providencia parece quiso darme desde luego una prueba visible e inesperada de serle gratas mis intenciones, declarándoles conocidamente su protección y amparo por los impenetrables medios de que suele valerse.»

Aquí refiere cómo el naufragio del navío San Pedro de Alcántara en las rocas de Peniche, vino a proporcionarle, con el valioso regalo del Consulado de Cádiz, el medio de realizar la fundación que tanto deseaba.

«Puestos estos primeros, aunque débiles principios, continúa diciendo, el aumento de un dote, o de un premio de la escuela, el de la dotación de una plaza más en la casa de enseñanza o de una cama más en el Hospital, la adición constante, por pequeña que sea, al fondo de imposiciones progresivas, anuales, o al Monte Pío, todos estos son otros tantos apoyos útiles que, reunidos, ayudan uniformemente a arrastrar el peso enorme de las necesidades públicas, así   —394→   como la reunión de varias gentes, vence la oposición que no podía superar por sí solo cada individuo. Este es el único modo de consolidar estos establecimientos públicos, que no pueden subsistir si no tienen la certeza y general confianza, pues a medida que crece su crédito se asegura su subsistencia con el conocimiento cierto de su utilidad. Por este medio, desde el señor de la casa al último del pueblo, tienen todos el camino igualmente abierto para ejercitar su caridad según su inclinación y haberes, seguros del buen empleo de sus limosnas con arreglo a sus intenciones.»

«Por la fundación núm. 16 y Escritura núm. 17 de las imposiciones progresivas que la acompañan verás la posibilidad de conseguir el fin que me propongo, solo con lo que dejo destinado a este objeto. Cualquiera aumento anual a la suma destinada a la imposición adelantará mucho la época de las fundaciones, y con un corto sacrificio de un vestido, o de un capricho menos hecho voluntariamente a favor de vuestros vasallos, podréis tú, y tus herederos tener el gusto de realizar antes tan útiles establecimientos. Quiera el cielo inspiraros los mismos deseos que me animan para conseguirlo, que entonces estoy cierto os parecerá poco lo que debeis dar anualmente para lograr esa satisfacción, y que la preferireis gustosos a otras al parecer mayores.»

«Los años malos son los más a propósito para las obras, pues en ellas se da de comer a los pobres, impidiendo la, mendicidad. D. Antonio Palafox, hijo del Marqués de Ariza, Arcediano de Cuenca, emplea siempre en algo a los pobres a quienes da limosna, para que no se acostumbren a conseguirla sólo por su ociosidad. El modo de dar la limosna con crítica prudente y cristiana, contribuye al bien de la religión, inseparable de el del estado, que destruye la caridad mal entendida. Es preciso, pues, tengas gran cuidado en este importante estudio de saber dar limosna   —395→   con fruto. El saber dar en todas clases, necesita talento, estudio y tino. A veces se fomenta con la limosna el vicio, y con los beneficios y regalos se ofende a quien se desea agradar o atraer. Reflexiona mucho sobre el tiempo y modo de dar, y harás que crezcan doble tus beneficios, sobre todo si procuras adivinar y anticiparte a los deseos de las personas a quienes das, y aprovechas oportunamente el momento para hacerlo con naturalidad y gracia. Espera sólo de Dios la recompensa del bien que hagas, no te ofendas del gran número de ingratos, y minora con tu modestia la parte de sumisión que en sí encierra el reconocimiento de los que son agradecidos. Este es el modo de no perder nunca el fruto del bien que hagas.»

Después de hacerle notar que con el escrito van los planos de las fundaciones, le llama la atención sobre sus proyectos para restablecer la antigua población de la villa (hoy cortijo) de la Morena, aumentando su término con la agregación del de Torneruelo, y dice:

«Con dinero y tiempo, y estando a la vista como lo deseara, verificaría yo mismo con gran gusto éste y otros proyectos, y te haría ver la posibilidad y utilidad de ellos; pero falto de uno y otro, y cargado de mis obligaciones domésticas, satisfago mi deseo y mi deber en comunicártelos para que los aproveches, si puedes, y cuando no, sirvan algún día a tus hijos y nietos.»

Le indica a continuación varios proyectos sobre plantío de viñas, olivas, álamos y toda clase de árboles, construcción de lagares y molinos de aceite, división del término en cortijos cortos, aprovechamiento de aguas, conservación de la cabaña lanar que le dejó su hermana, y añade;

«Será muy útil dividir las suertes con vallas o cercas de pita, con una orden de árboles alrededor, para no impedir el cultivo, acomodados a la calidad del terreno, colocados de la parte de adentro de ellas. Las pitas hiladas son muy útiles para hacer cestos y otras labores baratas, fáciles,   —396→   útiles y bonitas, en que pueden emplearse las mujeres y los niños, y aun los mismos hombres en sus propias casas por la noche cuando no tienen en qué trabajar, o están convalecientes y no pueden ir al campo. Es sumamente necesario buscar esta especie de ocupaciones de fábricas fáciles y baratas en los pueblos, particularmente en los que, como el nuestro, tienen mucha gente y poco término. Hace tiempo que tengo esta idea que aun no he podido realizar.»

[...]

«Es también necesario trabajar constantemente en recoger las aguas que abundan mucho en nuestro término, y en descubrir manantiales y cañerías, ponerlas corrientes, y mantenerlas en estado. Por este medio he aumentado yo considerablemente este tesoro que es el origen de la abundancia, descubriendo y habilitando muchas cañerías antiguas desconocidas que hoy sirven.»

[...]

«Sería un yerro clásico en tí el desacerte enteramente de la cabaña, a no variar enteramente el sistema de la agricultura, industria y comercio de España, lo que dudo suceda aun en tus días.»

[...]

«Al núm. 26 hallarás lo que tengo convenido con tu ayo para procurarte a ti y a tus hermanos una educación correspondiente89. Espero gozar del fruto de ella y premiar   —397→   competentemente por mi este digno trabajo; pero si no lo lograse, te mando expresamente lo cumplas por mí como tu primera obligación y ames siempre a tu Ayo después que a tus padres. Lo mismo te encargo sobre el cumplimiento de lo que conviniera con el Aya de tu hermana, cuya educación te interesa como la propia.

Quiera Dios, dice al terminar, imprimir en tu corazón estas máximas, querido hijo mío, y que en ti y en tus sucesores se perpetúe en mi Casa la de la constancia en el progreso invariable de las ideas caritativas, a fin de que a   —398→   poca costa contribuyan todos a ellas unánimes con utilidad propia y de tus hermanos, no menos dignos que tu a los ojos de Dios y de todo filósofo cristiano por haber nacido sus vasallos. Nada le quedará que desear si lo consigue con este escrito, a tu padre que de corazón te ama y te da su bendición,

Carlos Josef de los Ríos,

Conde de Fernán Núñez.

Lisboa y Febrero 6 de 1787.»

Otro escrito importante del Conde de Fernán Núñez es la Carta que escribió en Lisboa en 1786 y que hizo imprimir en París con este título: Carta de D. Carlos de los Ríos, XXII Señor y VI Conde de Fernán Núñez, a sus hijos. -Pedro Didot, 1791.

Esta obra, inspirada por la de su abuelo, El hombre práctico, es, según su propia definición, un Compendio de las obligaciones cristianas y civiles que deseaba cumpliesen sus hijos. Como en la obra ya citada90 hay extensos extractos y juicio crítico de la Carta, a aquella remitimos al lector que desee mayores informaciones.

Hemos dicho que el Conde tenía también entre sus privilegiadas aptitudes, condiciones notables para la música. El catálogo de las obras musicales que poseía, por orden alfabético de autores, entre los que figuran los clásicos, y con indicación del principio de cada una, está escrito en su mayor parte de su mano, y ocupa tres volúmenes, folio menor. Lleva la fecha de Madrid, 1776.

Autógrafas son asimismo dos obras didácticas y otra religiosa que compuso con estos títulos:

Exercices pour la composition par le C. de Fernán Núñez: 12 hojas en folio, y dos en folio apaisado, con las correspondientes figuras explicativas.

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Ejercicios prácticos de armonía, por el Conde de Fernán Núñez (48 hojas foliadas), con signos y notas grabadas.

Stabat Mater, compuesto por el Conde de Fernán Núñez en Lovaina, 1793. A tres voces: soprano 1.º y 2.º con acompañamiento de violines (1.º y 2.º), violas (1.ª y 2.ª) y contrabajo; 70 hojas, folio apaisado.

A su muerte legó esta obra a la Capilla de las monjas de la Encarnación de esta corte.

Entre estos papeles de música hemos encontrado uno, curioso sólo por la letra, puesto que aquella es la conocida de la Marsellesa. Es una parodia de esta célebre canción, y la escribió en 1793 el Conde, sin duda bajo la impresión de las sangrientas escenas de la revolución francesa, que tan desatentadamente había puesto la mano en el ideal sacrosanto de la monarquía, culto ferviente del Conde.

Ocupa seis folios, y en el tercero se lee lo siguiente, de mano del Conde:

«Chant de guerre. Himne des marseillois chanté par les autrichiens avec les paroles marselloises et leur pendant, fait par un oficier de l'armée [espagnole (Yo)].»91.

He aquí el texto de esta curiosa parodia, que conservamos con la defectuosa ortografía del original.

«Nouveau chant de Guerre.
La fameuseMarche, ou Hymne
des Marseillois
Chanté assi par Germains avec paroles
composées
Par un Officier des Armées
victorieuses
en 1793.»

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«CHANT DE GUERRE»

Hymne des Marseillois tel qu'il se chante à l'opéra

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Les Autrichiens seuls


   Entrons, entrons dans Valenciennes
Pour rétablir l'ordre et la paix;
que notre gloire se soutienne
En punissant tant de forfaits.
Noble nation jadis si fière
De tes victoires et tes exploits,
Reviens à ton Dieu, et à ton Roi
Si tu veux être la première.
Aux armes, &.
    Allons, peuple de Germanie,
Combattre tous ces jacobins,
Por preserver notre patrie
Du joug de ces republicains. (bis)
Soyons certains que la victoire
Partout nous fera triompher
Sous l'etendard il faut marcher,
Dans ce jour nous couvrir de gloire.
Aux armes, fiers Germains, marchons!
Le fer en main, vengeons de roi Louis,
Des tous ses assasins vengeons, vengeons
Les rois de tous ces assasins.



Juntamente con estos trabajos, el Conde prestaba suma atención al cuidado de su biblioteca, al aumento de sus colecciones numismáticas, a la copia de manuscritos destruidos por el incendio, y a la ejecución de láminas grabadas, bustos de mármol y otras obras artísticas.

No es posible saber hoy el número ni la importancia de   —404→   sus colecciones numismáticas, de que sólo quedan algunas cajas; pero por una Instrucción que dió a Mr. Vauquelin, por las medallas que se conservan y por las numeraciones de las que faltan en las cajas, puede deducirse que las Colecciones eran tres:

1.ª De familias romanas (debió constar de 10 cajas con 50 medallas cada una).

2.ª De Emperadores romanos, de los Emperadores de Oriente y de los de Occidente, (restaurado por Carlomagno.) (Unas 6 cajas con 35 ejemplares cada una).

3.ª De los Papas. (8 cajas de a 28 ejemplares).

De otra colección de medallas rusas habla en una Instrucción para Mr. Sauvigny; pero de ella no hemos hallado el menor rastro.

Encontrándose en París en 14 de Septiembre de 1791, dejó al citado Mr. Sauvigny, para su criado Mariani, el encargo de «remitir el retrato grande de Carlos III y un cajoncito cubierto de encerado, que está en mi cuarto, dice, y que debe pasar a Madrid, como lo he dicho al Conde de Floridablanca. También queda a su cuidado la conclusión de la lámina del busto de abajo que subirá a unas 300 libras. Hará ver las pruebas al caballero Iriarte para que cuide de que vaya bien, y de que las inscripciones se coloquen simétricamente, enmendado el defecto que hay en el pedestal. También tiene que hacer concluir las dos láminas de Peniche, el Arco de Lisboa y mi retrato, de todo lo cual le hará usted memoria de tanto en tanto».

«El ebanista tiene el encargo de hacer los cuadros necesarios para las medallas de que se ha entregado Mariani, los cuales cuidará usted de que se coloquen por clases en cada uno, y me enviará luego lista, expresando por cuadros los que hay en cada uno. Tiene también otra Colección de medallas Rusas, que pondrá en su Monetario, y se formará lista doble, una que quedará en el Monetario, y otra que me pasará a mí.

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Concluirá usted la lista en limpio de mi Biblioteca92, que queda a su cuidado, y hará poner los números en los estantes, enviándome copia de dicha lista con la de Mariani para cuando vaya Mlle. Latour y los demás.

Formará usted lista por años y materias de todas las brochures que quedan de la Revolución, que pondrá en armario separado, y me lo enviará.»

Los datos con algún desorden acumulados acerca del Conde de Fernán Núñez, bastan para formar juicio exacto sobre su importante personalidad y para clasificarle entre los hombres útiles a su nación en varias esferas de la actividad humana.

Militar distinguido, combate con valor, dirige las tropas con acierto y escribe la relación de la campaña con superior talento y atinada crítica.

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En sus cargos diplomáticos, llevando por único guía el amor a su patria y a sus Reyes, supo desplegar en las ocasiones singular energía, y comprendió bien en cada caso cuál era el verdadero interés político de su patria, como lo prueba además lo atinado de varios juicios que en la obra presente nos ofrece Trátase por ejemplo, de los dos infructuosos bombardeos de Argel de 1783 y 1784, y dice: «Si alguno hubiese referido este dicho (el famoso del Rey de Argel a Luis XIV) al Rey, acaso hubiera empezado por donde acabó, y hubiera ahorrado mucho dinero crédito y alguna gente. No hubiera, a más de esto, aguerrido a los moros, y enseñádoles a tener y hacer uso de las barcas cañoneras y bombarderas, que jamás hubieran conocido sin esto. En el año de 62 despertamos a los portugueses, que sólo desde entonces tienen ejército y marina, y en 83 y 84 hemos aguerrido y disciplinado a los moros; y este es el único fruto que hemos sacado de las expediciones de Portugal y Argel.»

«Esta plaza, dice en otra parte hablando de Gibraltar, hubiera podido sin duda adquirirse, si desde luego que declaró la España la guerra hubiera dirigido sus fuerzas contra la Jamaica, que hallándose entonces desproveída, hubiera sido una conquista segura y fácil, y por su restitución hubieran dado los ingleses diez Gibraltares.»

En la Parte Primera de esta obra puede verse también con qué tino censura los fantásticos medios empleados por Darson y Crillon para la toma de Gibraltar, y con qué buen sentido y fina ironía se burla de ellos, cuando toda la Corte fundaba en tales medios la esperanza de la conquista.

No menos avisado en las cuestiones económicas, se adelanta a su época y da patente muestra de desinterés y   —407→   elevación de miras al tratar del Banco de San Carlos, fundado por Cabarrús, censurando la facultad concedida para establecer las acciones en Mayorazgos, «cuando uno de los motivos, dice, que impiden la circulación, industria y cultura de la España es la multiplicidad de estos pequeños mayorazgos y capellanías, cuyo espíritu de estagnación es enteramente contrario, uno y otro, al que pretendía establecerse por medio del nuevo Banco».

En otra ocasión, hablando del Pantano de Lorca, sobre el que dice haber escrito un papel que se halla entre los suyos93, afirma que es el sistema que creía más conveniente para hacer útil en España el agua que cae y que en gran parte la arruina, porque «he creído siempre, añade, que el agua y la población de España, de cuya escasez oigo quejas continuas, no es tanta como se cree, y que distribuyendo y aprovechando bien uno y otro, serían sumamente rápidos los progresos de este sistema».

El invento de una máquina por D. Agustín de Betancourle sugiere esta felicísima idea, de cuya realización en su tiempo hubiera dependido grandemente el adelanto de nuestra agricultura e industria. «Conociendo yo por experiencia, escribe, que las más veces, después de hacer gastar mucho al Rey, estos envíos se almagacenan, propuse se estableciese un gabinete de mecánica de que Betancour sería director; que en él hubiese catálogo de las máquinas para uso, que se vendiese al público, y en que se expresaría lo que costaría el dibujo o un modelo de cada máquina. De este modo, cualquiera podría hallar allí lo que le conviniese para los adelantamientos de sus posesiones, & y teniendo siempre en París y Londres un sujeto que continuase a ir dando cuenta de lo nuevo que saliese, podría con poco hacerse un establecimiento muy   —408→   útil al reino. De lo contrario, entrará lo gastado en el número de lo inútil, que no es poco».

Para terminar, copiaremos algunos hechos y dichos del Conde, citados por su ya nombrado panegirista, en que se descubre el fondo de su noble corazón:

«Antes quiero, decía, que mi coche espere a la puerta de un trabajador, que no el ver a éste detenido en mi antecámara porque tiempo y dinero son sinónimos en el artista.»

«Guardáos, hijos míos, le oían decir con frecuencia, de que vuestro padre sea por algún acaso vuestro juez; pues siendo culpables, con la una mano enjugaría mis lágrimas, mientras con la otra firmaba vuestra condenación.»

«Cuántas veces hizo postrar a sus hijos a los pies de un humilde criado, para cortar por este medio los vástagos malignos que suelen retoñar en el corazón de un grande»

¡Un hijo de Fernán Núñez besar los pies a un criado!

«Sus hijos le vieron interrumpir un viaje, mandar en busca de un miserable a quien había separado de su comitiva, postrarse en su presencia, socorrerle con una limosna extraordinaria, abrazarle, pedirle perdón, y admitirle en su servicio, para reparar un equivocado concepto que justificaba por otra parte la rectitud de su intención.»94

Era para sus criados domésticos dulce y caritativo. Así decía a sus hijos: Si tenéis un sólo pedazo de pan, no le neguéis la mitad a vuestro criado.

Cuando veía el patio y escalera de su casa llenos de pobres, acompañando su liberalidad con su natural gracioso: Hijos, les decía, no vive aquí el señor Arzobispo, vive Fernán Núñez; y sin embargo, por numerosa que fuese la multitud,   —409→   Fernán Núñez cumplía como el más perfecto Arzobispo. ¿Por que aquél, y no yo, ni vosotros? decía a sus hijos a vista del miserable.

Poneos, continuaba, constituíos siempre en el lugar del que recibe, y no tendréis vanidad en dar. ¡Qué idea de la humanidad! Muchas veces conducía a los pobres a su casa y les servía a la mesa.

«Jamás abandonó el testamento del padre de familias por la Julia o la Henriada; ni se abochornó de ser visto con frecuencia en los templos, recibir cada quince días cuando más el pan de los fuertes, o con el rosario en la mano y las Meditaciones de Andrade, la Vida devota de San Francisco de Sales, el extracto de Massillon y Bordaloue sobre su bufete.»

Tal fue el Conde de Fernán Núñez, naturaleza sin duda perfectamente adecuada para que en ella encarnase el espíritu que inspiró la obra de su abuelo, titulada El hombre práctico.