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ArribaAbajoCanto Decimosexto

261-línea sexta:

[...] dos libros de materia tan áspera [...]


Nos encontramos aquí con una palabra socorridísima en boca de Ercilla, que ya había empleado varias veces antes de este punto -comenzando por el prólogo de su obra- y que repite en multitud de pasajes, que sería fatigoso enumerar aquí. En el sentido en que la vemos figurar en la frase transcrita responde a su etimología, que en griego, de donde procede, vale tanto como estéril, porque toda cosa seca, dice Covarrubias, tiene en sí aspereza.

Contra lo que era de esperar, después que sabemos esto, Oña se valió una sola vez de esta voz áspero para emplearla en la frase en que se ha conservado como clásica (XV, 388):


Persona dondequiera de respeto,
de condición entre áspera y humana [...]




262-línea 10:

Con la voluntad que a todos le ofrezco [...]


Hoy diríamos: con la voluntad con que, de que ocurrió ya antes un caso análogo.



263-1-3:


Con eficacia y fuerza que interrompa [...]


Y en otro verso de más adelante (565-1-1):


No hay orden que no altere e interrompa [...]


En nota anterior tuvimos ocasión de hablar del participio rompido y de lo que Bello decía a su respecto; pero en nuestro gramático no encontramos que trate de esta forma verbal interrompa, que implica, a primera vista, un arcaísmo en la conjugación, puesto que la forma usada hoy es interrumpa. Pero decíase, antaño, interromper, como el simple romper y el otro compuesto corromper, y así lo vemos escrito por Cervantes (Don Quijote, III, 6): «Cuando Cardenio le oyó decir que se llamaba Dorotea, tornó de nuevo a sus sobresaltos y acabó de confirmar por verdadera su primera opinión; pero no quiso interromper el cuento por ver en qué venía a parar lo que él ya casi sabía [...]». Y de ahí que se dijera interrompa, ajustándose en la conjugación a la forma primitiva del verbo como lo vemos en Ercilla y en los siguientes ejemplos, también de Cervantes, para otros tiempos del mismo verbo: «Con grande atención estaban los pastores escuchando lo que Silerio contaba, cuando interrompió el hilo de su cuento la voz de un lastimado pastor [...]». Galatea, lib. III, p. 86. «Acuérdome que llegaba a estos últimos versos que he dicho, cuando sin poder pasar adelante, interrompido de infinitos suspiros y sollozos que de mi lastimado pecho despedía [...]». Id., p. 76.

Bartolomé Leonardo de Argensola (Calderón, Flores de poetas ilustres, p. 155):


Que aunque al son de sus números Parnaso
interrompa el celeste movimiento [...]


Lope de Vega, Laurel de Apolo, silva II:

  —322→  

Mas, interrompa de su muerte el llanto
la virtud, el estudio y la nobleza
que de don Juan de Xáurigui se admira [...]


El P. Hojeda, La Cristiada, hoja 48:


Tu Majestad altísima interrompa [...]


Don Pedro de Rejaule en La Belligera española, acto II:


No hay dulce voz, no hay acento,
aunque el sueño me interrompa,
que me dé mayor contento
que el de una bastarda trompa.


También en Chile, Álvarez de Toledo usó de la misma forma:


Así, de hoy más es bien la fama rompa
el aire vago con el soplo horrendo
y de los demás globos interrompa
en trepidante son y en suave estruendo [...]


Purén Indómito, Canto XXIII, p. 453.                


Exactamente lo mismo ha pasado con el verbo trascurrir, que siendo su forma primitiva trascorrer, se decía en su conjugación trascorran: «[...] puesto que como viene de tan atrás la corrida de las malas inclinaciones que hasta aquí he tenido, no son tan fáciles de parar, que no trascorran algo [...]». Galatea, lib. III, p. 92.



263-1-7:


Derrame en todo el orbe de la tierra [...]


Como diríamos hoy la redondez de la tierra, o simplemente el orbe.

«Sé bien que en todo el orbe de la tierra», dice la Guerra, en la tragedia de Cervantes, Numancia, jornada III, esc. II.



264-2-4:


Aunque el soberbio mar, contraveniendo [...]


Contravenir, que vemos empleado aquí sin la irregularidad que hoy afecta en su conjugación: veniendo, por viniendo: uso que no encontramos notado por los gramáticos.

En forma análoga empleó Cervantes el gerundio de despedir: «[...] y encomendándose a Dios y despediéndose de todos, se pusieron en camino [...]». VI, 75.



264-3-4:


Del contrapuesto mar y viento airado [...]


Verso que nos hace recordar este otro muy parecido de uno de los sonetos de Baltasar del Alcázar (Poesías, p. 31):


No en flaca nave el golpe embravecido
del espantoso mar y viento airado [...]




265-1-7, 8:


Unos dicen: «¡alarga!» y otros «¡iza!»
Quien por ir a la escota va a la triza.


El vocablo es larga, en vez de alarga.

Larga lo emplea aquí el poeta en el sentido de arriar un cabo.

Volvemos a repetir que la palabra de uso corriente no es triza sino driza, cabo que sirve para suspender las vergas por la cruz; o, más bien dicho, por el centro.

La equivocación contemplada en el segundo de estos versos deja suponer que, si los marineros halaban de la escota, en vez de la driza, se colocaban las velas bajas en posición más favorable para el viento, cuando lo que en realidad se procuraba conseguir era disminuir la marcha del barco, o sea acortar velas, lo que se obtiene arriando las drizas.



265-2-5:


Quién hace voto expreso, quién promesa [...]


Estos votos y promesas hechos por los tripulantes y pasajeros de los barcos en los momentos de tormenta eran muy frecuentes antiguamente en las costumbres españolas. Cuáles fueran esas promesas nos lo cuenta Agustín de Rojas en su Viaje entretenido:


Cuál promete de ir a Roma,
cuál a la Peña de Francia,
cuál de no ofender a Dios
si deste peligro escapa.



Allí sí que los votos y promesas
dichas tan bien, pero tan mal cumplidas,
salen del alma hasta salir impresas
del peligroso trance de las vidas [...]


Lope de Vega, Dragontea, Canto III, 389 v.                


En cuanto a los votos, el más corriente era de hacerse fraile. Así, Oña, hablando precisamente del lance que motiva ese verso de Ercilla, dice (C. III, p. 77):


Quién a la religión se ofrece en voto,
quién el favor divino apriesa invoca [...]


Véase el caso concreto que a este respecto citarnos al tratar de la verdad histórica del poema.



265-2-6:


Quién de la ausente madre se despide [...]


Frase, no de sentido general, como pudiera pensarse, sino personalísima del poeta, que en aquellos momentos de angustia tuvo un recuerdo para doña Leonor de Zúñiga, su madre.



265-4-1:


No la barca de Amiclas asaltada [...]


Alusión al hecho que refiere Lucano en su Farsalia (C. V, 510). Amiclas, piloto de la nave en que César se había embarcado disfrazado, quiso volver al puerto, temeroso de la tormenta; pero César, descubriéndose entonces, le redujo a que siguiera el viaje, exclamando:


Caesarem vehis, Caesarisque fortunam.




265-5-3:


Que la espantosa imagen de la muerte [...]


¿Fue mera coincidencia, o Lupercio de Argensola, al comenzar el más famoso de sus sonetos, tuvo presente este verso de La Araucana?


Imagen espantosa de la muerte [...]


Y Pedro de Oña (Arauco domado, C. I, p. 12):


A donde estar un punto asegurado
de la espantosa imagen de la muerte [...]




  —323→  

266-1-3:


Rompió de la gran mura un grueso cable [...]


La gran mura, aludiendo, según creemos, al cabo así llamado que hay en cada una de las velas mayores de cruz y de todas las de cuchillo, para llevarlo hacia proa y afirmarlo, conforme a la definición del léxico. Advertiremos que en este no se registra como anticuada siquiera esta voz mura, que corresponde a lo que se llama hoy en día amura.



266-1-6:


Y fue, que el puño del trinquete [...]


Puño, como término de marina, significa «cada uno de los ángulos o extremos bajos de la vela, donde se afirman las amuras, escotas o escotines».



266-3-4:


Botando a orza el timón, salió al levecho [...]


Licencia poética de levecho por lebeche, como escribe Covarrubias: «viento que sopla entre poniente y mediodía». Así dijo Valbuena (El Bernardo, página 204):


Y con el fresco soplo de un lebeche
que embistió en popa la latina vela,
[...]
Ligero pasa, y engolfado vuela [...]


«Lebeche. Es viento». Mayáns, Orígenes, en algunos vocablos arábigos, p. 207.

«El cual [viento] a la mañana se mudó en lebeche». Calvete, II, 480.

«Cuestión es muy disputada por Aristóteles, si el viento austro, que llamamos ábrego o leveche, o sur (que por ahora todo es uno) sopla desde el otro polo antártico [...]». Acosta, I, 112.

El léxico de la Academia escribe lebeche, pero en su edición de La Araucana, levecho.

Botar tiene aquí, bien se ve, la acepción náutica de «echar o enderezar el timón a la parte que conviene, para encaminar la proa al rumbo que se quiera seguir, como botar a babor o a estribor». Así el Dicc. de Autoridades.

«Botar a orza, mod. adv. Mar. Dícese cuando el buque navega poniendo la proa hacia la parte de donde viene el viento [...]».



266-5-6:


A jorro ya le lleva remolcando [...]


«Llevar una cosa a jorro es sacarla y tirarla con guindaleza arrastrando, ora sea del agua, ora sea de la tierra». Covarrubias.

«Llevar a jorro. (Por llevar la cosa casi arrastrando)». Correas, Vocabulario, p. 625.

En la Historia de las Indias del P. Las Casas; t. III, pp. 196 y 426, hallamos dos ejemplos de esta expresión: «[...] y yendo con este temor y priesa, oyeron murmullo de gente de indios: éstos eran que cuatro canoas subían a jorro por un estero arriba [...]». «[...] van los marineros y grumetes con las pipas jorrándolas».

«Tocose al arma en nuestra armada y a gran prisa se hizo la pavesada, y luego cada escuadra tomó dos galeazas a jorro». Fray Miguel Servia, Relación de los sucesos de la Armada de la Santa Liga... Documentos inédts. para la historia de España, t. XI, p. 36.

El doctor Agustín de Tejada, Flores de poetas ilustres, p. 30):


Su nao mayor tu más pequeño barco
a jorro arrastrará [...]


También la empleó Cervantes: «[...] y que, a lo que había oído decir, por no poder pasar tanta riqueza a sus bajeles, la llevaban [en una nave] a jorro para meterla en el río de Larache, que estaba allí cerca». Colec. Rivadeneyra, t. I, p. 149.

Y Zapata (Carlo famoso, Canto XXXIX, hoja 212 vuelta):


Llevaba el alto Emperador delante
cinco piezas o seis de artillería,
que por no haber buen cómodo a la mano
a jorro las llevaba gente a mano.


A jorro, vale, pues, tanto como si dijéramos, tratándose de objetos que se llevan por el agua, ir a la sirga o a remolque.



267-2-3:


Y los continuos golpes de mareta [...]


Mareta se aplica al viento que poco a poco comienza a soplar más y más fuerte. Es término que emplearon Laso de la Vega (Cortés valeroso, hoja 22) y Pedro de Oña (C. XV, 402) casi con las mismas palabras de Ercilla:


Y por do más la ciñe el mar y ofende
con los furiosos golpes de mareta [...]



¡Oh! frágil vida, nao sin gobernalle,
do baten tantos golpes de mareta [...]


Y también Pedro Espinosa en su novela peregrina, El perro y la calentura, Cádiz, 1625, 4.ª reimpresión de Rodríguez Marín, pág. 186: «El paso era divertido, torpe y desigual, de manera que los dueños venían encima con mareta y vaivenes de aserradores [...]».

Cervantes, en El Licenciado Vidriera, t. I, Colección Rivadeneyra, p. 159: «Allí se embarcaron en cuatro galeras de Nápoles, y allí notó también Tomás Rodaja la extraña vida de aquellas marítimas casas, adonde lo más del tiempo maltratan las chinches, roban los forzados, enfadan los marineros, destruyen los ratones y fatigan las maretas».



267-3-4:


Que con tenace diente aferró tierra [...]


Tenace es adjetivo poético, por tenaz.

Aferrar, en la acepción náutica que le corresponde en este caso, de agarrar el ancla en el fondo.



267-4-7; 584-4-2; 585-1-5:


Con gran rebato y priesa repentina [...]



Ordinario rebato y emboscadas [...]



Y sin contraste alguno ni rebato [...]


«Rebato, la defensa que se hace al fraudulento y súbito acometimiento del enemigo, porque él viene   —324→   a batir, que es herir, y salimos a rebatirle». Covarrubias.

«Dar rebato. (Lo que dar arma: es hacer una acometida fingida a los enemigos, o verdadera con engaño)». Correas, Vocabulario, p. 576.

«Y un día trajeron relación que Gonzalo Pizarro volvía con su gente, lo cual les puso en gran rebato [...]». Zárate, Conquista del Perú, p. 561.

El verbo rebatir es de uso frecuente en La Araucana. Véase este ejemplo (304-3-4):


Rebatirá los otomanos hados [...]


Oña lo estampó en su Arauco domado (VI, 160):


Hasta que rebatidos la tercera,
de la vitoria al fin desesperaron [...]



Los vientos, de las nubes rebatidos,
resuenan por las bóvedas contrarias [...]


Valbuena, El Bernardo, p. 208.                


Como en todos los que entra la partícula re, aumenta o repite la significación de aquel al cual se junta.



267-5-1:


En la falda de un áspero recuesto [...]


Recuesto, que el poeta usó en tres ocasiones posteriores y de que hallamos ejemplos en Agustín de Zárate (Conquista del Perú, p. 504): «Después que Vaca de Castro vido toda su gente en lo alto del recuesto, y que no había más de una pequeña loma, mandó al sargento mayor que ordenase los escuadrones [...]».

Cervantes, El amante liberal, Colecc. Rivadeneyra, t. I, p. 119: «Estas razones decía un cautivo cristiano, mirando desde un recuesto las murallas derribadas de la ya perdida Nicosia [...]». «Bajó del recuesto y acercose al escuadrón [...]». Don Quijote, VI, 181.



267-5-2:


En formado escuadrón se representa [...]


Verbo cuyo valor aparece aun más de manifiesto en este otro verso (410-2-2):


Representar en orden la batalla [...]


y en esta acepción, por presentar, es anticuado según el léxico.



268-2-2:


Mas cierta historia y verdadero cuento [...]


Se nota aquí una aparente contradicción entre historia y cuento, ya que, de ordinario, esta voz se toma por cosa de imaginación o fabulosa, que no se aviene con lo de «verdadero». Pero, puesto que el poeta dijo que era su relación «historia cierta» y dio aquel calificativo a cuento, debemos persuadirnos a que está empleado aquí en el sentido de contar, o sea, de relación de un caso o acaecimiento, acepción que se encuentra en todos los léxicos castellanos.

Del mismo término, en tal sentido, se valió Ercilla, cuando dijo al empezar la relación de las hazañas de Dido:


Cuento una vida casta, una fe pura,


cuando acababa de afirmar en el verso anterior:


Les comencé a decir así la historia;


y muy pocas líneas más abajo:


Por ser historia y agradable el cuento:


esto es, su relación. Todavía, y prosiguiendo con el episodio de Dido, expresa en el último verso del Canto XXXII, que se ve obligado a:


Dividir en dos partes este cuento,


siempre en el mismo sentido de relato.

Casos idénticos ocurren en Don Quijote (VII, 82, 244): «No hagas tal -respondió don Quijote-, y acuérdate del verdadero cuento del licenciado Torralba [...]». «Finalmente, por abreviar el cuento de mi perdición, digo [...]».

Bien claramente lo dijo Juan de Castellanos en estos dos versos de sus Elegías (p. 115):


Pues no se ponen en aquestos cuentos
fábulas, ni ficiones ni comentos.


«Viniendo a nuestro cuento, hubo en las Indias [...]». Acosta, II, 21.



268-2-4:


O extraño agüero y triste anunciamiento [...]


Da el léxico como anticuada esta voz anunciamiento, señalándole por equivalente a anunciación en la primera de sus acepciones, esto es, la «acción y efecto de anunciar»: pero aquí se ve que está empleada por anuncio o pronóstico, y, siendo así, ¿deberá caer en la misma proscripción del idioma?



268-2-6:


Ora inusado y rapto movimiento [...]


El léxico sólo concede a rapto el carácter de adjetivo en su acepción astronómica de movimiento aparente diurno de los astros; pero ya se ve por este ejemplo de Ercilla que le corresponde también, en general, el de arrebatado, conforme a su etimología latina: raptus.

Inusado, anticuado, por inusitado.



269-1-4:


En viva llama aquel ñubloso velo [...]


En las ediciones posteriores a las de Madrid, 1578, se usó de esta forma anticuada de ñubloso, abandonando la primitiva de nubloso, anomalía que, como hemos visto, se repite con frecuencia en el texto del poema. Los contemporáneos de Ercilla escribían esa voz tal como hoy se acostumbra: «Aunque, por la mayor parte, a buenos principios suceden felices fines, mas muchos días amanecen nublosos [...]». Zapata, Miscelánea, p. 305.

Laso de la Vega, Cortés valeroso, hoja 190 v.


Dictina en la mitad del cielo estaba
cubierta de un nubloso y triste velo [...]



Y la niebla rompió, mostrando el día
en el nubloso manto [...]


Herrera, Lib. II, canción I.                


  —325→  

Una parte hay del mundo a do se siente
un desabrido yelo y mucha nieve,
del camino del sol y muy desviada,
donde es siempre nubloso el día y breve [...]


Garcés, canción 5.                


Don Luis de Góngora dijo lo mismo (Espinosa, Flores de poetas ilustres, p. 68):


Ya que con más regalo el campo mira,
pues del nubloso manto se desnuda [...]




269-1-6:


Se vio hender una cometa el cielo [...]


De la misma comparación se valió después (391-4-6):


Cual luciente cometa arrebatada [...]


Ercilla parece referirse en estos versos a lo que hoy llamamos bólido o aerolito, dándole el género femenino, que era también el que correspondía antaño al cuerpo celeste que hoy decimos cometa, masculino. Véanse estos ejemplos:

El capítulo XXXIII de Las diferencias de libros que hay en el universo, del maestro Alexio Venegas, Toledo, 1540, se intitula: «De las cometas que en el aire parecen». Aunque cometa en griego, advierte, quiere tanto decir como crinitus en latín y encabellado en romance.

Las Casas, Hist. de las Indias, t. III, p. 176: «Acaeció una cosa de notar, salidos de Sancta Marta, que no parece haber sido menor señal de lo que había de suceder que lo fuera una cometa [...]».

Garcilaso en su Égloga II:


Y tan claro parece allá en la urna
como en hora nocturna la cometa.


Gutierre de Cetina, Obras, t. I, p. 70:


Las cometas que suelen señalarse
pronosticando cosa antes que sea,
con cola las veréis siempre mostrarse.


Cervantes también usó esta voz como femenina:


No con tanta presteza el rayo ardiente
pasa rompiendo el aire en presto vuelo,
ni tanto la cometa reluciente
se muestra ir presurosa por el cielo [...]


Numancia, jornada I, esc. I.                


Pero no faltan tampoco casos en que cometa pertenecía al género masculino. Baste este ejemplo de Bartolomé Leonardo de Argensola, sacado de su «Canción a S. Miguel»:


Y como con sangrienta luz extiende
sus prodigiosos crines el cometa.


Y este otro de Alcázar, Poesías, p. 33:


Orïon turbulento en la bonanza
de engañosa sirena dulce canto,
cometa claro, de gran mal presagio [...]


El femenino se ha conservado para cierta armazón de papel que por juego se hace volar por el aire: en chileno, volantín.

Véase el Diccionario de chilenimos de Zorobabel Rodríguez.



269-4-5:


Y con gran diligencia preveniendo [...]


Otro caso de un gerundio, como el que vimos hace poco (264-2-2) de contraveniendo, en que se conserva en la conjugación la forma regular de la raíz verbal en estos dos compuestos de venir.



270-1-5:


Que en desprecio del Santo Sacramento [...]


En vista de este verso de Ercilla, dedujo el Diccionario de Autoridades que sacramento «se toma también por la obligación y vínculo del juramento»: acepción que el léxico aceptó por su parte, dándola por anticuada: pero tal deducción es errónea, y se sacó, a todas luces, del concepto que sigue a esas palabras en el poema: fe jurada; sin tomar en cuenta el verso que las antecede:


De la rebelde gente bautizada.


Aludía, pues, Ercilla al sacramento del bautismo.

Advertiremos, asimismo, a este propósito, que Sacramento salió con mayúscula en las antiguas ediciones, y así en la académica y en la nuestra voz que debe dejarse con minúscula, como también Santo, pues, tal como están, podría entenderse que se refieren a Cristo sacramentado en la hostia.



270-2-5; 524-4-5:


En todas las más cosas convenirse [...]



Y viéndome contigo convenida [...]


Convenirse, en su acepción de venir en una cosa, ajustarse, concertarse, y no tomado como conveniente, que fue cual lo empleó Ercilla, hablando de sí, cuando dijo (520-1-5):


Partir a mi jornada me convino.


En la acepción primera usó, asimismo, de la palabra conveniencia, en su forma anticuada pero más expresiva (560-1-6).

Véase allí la nota respectiva.



270-2-6:


A su provecho y cómodo podrían [...]


Cómodo, sustantivo, por comodidad, que decimos hoy. En esa acepción sale no menos de cuatro veces en Don Quijote. He aquí una de ellas (IV, 104): «[...] que él, por su parte, le acomodaría de manera, que pudiese entrar en su tierra con el autoridad y cómodo que a su persona se debía».

«Débese procurar el cómodo de algunos de los oficiales, como del capitán o cómitre, que dan rancho y mesa a precio moderado». Suárez de Figueroa, El pasagero, hoja 153 v.

«[...] y para juntar gente y proveerse de armas y caballos y otras cosas necesarias, Pedro de Valdivia se fue a la ciudad de los Reyes, por haber allí para ello mejor cómodo [...]». Zárate, Conquista del Perú, p. 570.

Mendoza Monteagudo, Guerras de Chile, Canto VIII, p. 153:


Mas, aunque el sueño lúbrico importuno,
que tibios vuelve ya los corazones
—326→
y nuestro afán y el cómodo oportuno
nos piden más sosiego que razones [...]




270-3-6:


Cuál arma pabellón, cuál toldo o tienda [...]


Armar pabellones es frase militar, que significa juntar los fusiles de tres en tres, por regla general, apoyándolos, a manera de pirámides, en las bayonetas: frase que no está en él léxico. En la del poeta que aquí vemos, está tomada en su sentido propio de armar pabellón a modo de la tienda o toldo de que habla, y en tal acepción aparece citado como justificativo este verso en el Diccionario de Autoridades.



270-3-7:


Quién fuego enciende, y en el casco usado [...]


Usado, por acostumbrado, como en muchos otros lugares.

Casco, tomando una parte por el todo: olla, cántaro; pues casco en este caso; ni es el de la armadura, ni responde a la acepción de pipa, tonel o botella.



270-3-8:


Puesta el húmido trigo mareado.


Mareado vale aquí como «averiado por el agua del mar».



270-5-5:


Luego la trabajada compañía [...]


Trabajada en la acepción de «cansado, molido del trabajo, por haberse ocupado mucho tiempo, u con afán en él». Y el Diccionario de Autoridades trae como comprobantes estos dos ejemplos: «Con ésta los trabajados labradores, debaxo del ardiente sol, engañan su mismo trabajo con el grosero y rústico cantar». Boscán, Cortes, lib. I, cap. 10.


Tenía en dulce sueño trasportados
los cuerpos trabajados de las gentes.


Hernández, Eneida, lib. IV, f. 85.                


A estos añadiremos nosotros uno de Cervantes, muy expresivo, en el que trabajado se emplea como sustantivo, aplicándolo al que ha experimentado trabajos, contrariedades, lances de la fortuna: «No sería esperanza aquélla, dijo a esta sazón Auristela, a que pudiesen contrastar y derribar infortunios, pues así como la luz resplandece más en las tinieblas, así la esperanza ha de estar más firme en los trabajos: que el desesperarse en ellos es acción de pechos cobardes, y no hay mayor pusilanimidad ni bajeza que entregarse el trabajado (por más que lo sea) a la desesperación». Persiles y Sigismunda, p. 574, ed. Rivad.

Y este otro de Guzmán de Alfarache (p. 69), en que se juega del vocablo muy donosamente: «De la destreza de subirá caballo en ambas sillas, del proceder en las lecciones, del talle, compostura, término, costumbre y habla de Ozmín, le nació a don Alonso un pensamiento: ser imposible llamarse Ambrosio, ni ser trabajador, sino trabajado, según mostraba».

Ercilla se valió varias veces de esta voz en tal acepción, que indicamos al principio, como ser, cuando dijo (491-2-1; 496-3-5):


Que las demás ciudades, trabajadas [...]



De la molesta noche trabajados [...]


Y todavía en una ocasión empleó ese adjetivo en sentido figurado, no del todo fácil de percibir, aplicándolo a «suspiros», en el siguiente verso (298-1-1):


Luego que con sospiros trabajados [...]


Trabajados: ¿en el significado de producidos por el cansancio, del esfuerzo que hacía al darlos, o del tono doloroso en que los emitía?

En forma enteramente análoga a la de nuestro poeta dijo Castellanos (Elegías, p. 156):


Quién os podrá contar el alegría
que sintieron de vello humeando
los de la trabajada compañía? [...]




271-5-1:


Sintiose en el Estado la estampida [...]


¿Necesitamos decir que con el Estado, Ercilla se refiere a lo que desde un principio llamó el estado de Arauco?

Estampida y estampido valen lo mismo. Cuervo cita (Apuntaciones, p. 402) este verso de Ercilla en comprobación del uso de esa voz, y otro de Valbuena (El Bernardo, lib. XX):


Al ronco trueno y súbita estampida [...]


Y en seguida, a don Ángel de Saavedra (Moro expósito, rom. V) que escribió estampido: ejemplo a que podemos nosotros añadir estos de Cervantes, Viaje al Parnaso, cap. I, p. 278, y cap. VI, 324:


Oyose un estampido de repente,
haciendo salva la real galera,
que despertó y alborotó la gente.



Esto escuché; y en escuchando aquesto,
dio un estampido tal la Gloria vana,
que dio a mi sueño fin dulce y molesto [...]


Diego Mexía, Parnaso Antártico, hoja 85:


Aquel día, mi daño me ha traído,
digo aquel día, cuando el aguacero
con súbita avenida y estampido
nos obligó, con rostro horrendo y fiero,
a entrarnos en la cueva [...]


Y los siguientes de estampida:

Uno del mismo Valbuena, tomado de la relación del combate entre Bernardo y Roldán:


Con los membrudos cíclopes el vano
aire retumba en eco más sonoro,
que el valle a las confusas estampidas
de sus mortales golpes y heridas.


También poseemos ejemplo de un escritor deja colonia en Chile:


Dando el feroz caballo de estampida
dio con el dueño fiero gran caída.


Monteagudo, Guerras de Chile, C. IX, p. 193.                


Juan de Castellanos (Hist. del N. R. de Granada, pp. 49 y 346):


[...] dispararon algunos arcabuces,
a cuyas estampidas reiteradas
—327→
acudió luego Juan de Castellanos [...]



Con esto que le fui diciendo queda
con presunción de ser vana estampida [...]


Estampido es la forma que ha predominado. En Chile estamos oyendo continuamente el estampido del cañón, y según el léxico de la Academia, estampida se ha convertido en estampía, y eso, sólo con partir, salir, embestir de estampía, «y significa hacerlo de repente, sin preparación ni anuncio alguno».



272-2-7:


Que (aunque falto de sangre tuvo fuerte [...]


Tenerse fuerte, es frase definida por el léxico: «Resistir y contradecir fuertemente una cosa, oponiéndose a ella con valor y perseverancia».

«Aun quisiera la fortuna derribarme de aquí si pudiera, mas como no puede su fuerza extenderse contra los bienes del ánimo, y la contraria hace prudentes a los hombres, túveme fuerte con ella». Mateo Alemán, Guzmán de Alfarache, p. 477.


Aunque fue muy rogado, tuvo fuerte
el Virrey, que con él no aprovecharon
los frailes y un obispo que decía
que a España a Topamaro llevaría.


Barco Centenera, La Argentina, hoja 137.                




272-4-7:


Tantas gentes en una compañía [...]


En una compañía equivale aquí a lo que juntas o reunidas.



272-5-3:


Y nuestras francas leyes oprimidas [...]


Este concepto de las francas leyes de los araucanos en boca de Caupolicán no pasa de ser una figura de retórica, pues, como el poeta lo dijo antes (10-5-1):


Gente es sin Dios ni ley [...]




273-1-7:


Antes que, dando cuerda a su esperanza [...]


Dar cuerda, es frase figurada de todos conocida, que vale en este caso, dar largas, o, en términos más claros, ensanchando las esperanzas. La usó también Cervantes en Don Quijote, si bien en su sentido propio (VI, 85): «[...] y fueron de parecer de volver a subir a don Quijote, pues no le podían dar más cuerda».



273-2-1:


«Así, en resolución me determino [...]


En la edición príncipe y en la de Madrid, 1578, 8.º, había escrito primeramente Ercilla: «Y por esta razón», que con mucho acierto hubo de cambiar en la en 4.º de ese mismo año por el en resolución que ha quedado, frase adverbial elegante, que responde y supera en mucho a nuestro en conclusión, y de que volvió a usar más adelante una vez. Cervantes la empleó con frecuencia. En Don Quijote (IV, 75; V, 249, 294): «En resolución, los que subieron se dieron tan buena maña, que en un momento bajaron con Agí Morato [...]». «En resolución, últimamente me ha mandado que discurra por todas las provincias de España y haga confesar a todos los andantes caballeros [...]». «En resolución, todos los poetas antiguos escribieron la lengua que mamaron en la leche [...]». De Galatea, libro IV, p. 150: «y en resolución, deseo es movimiento de apetito acerca de lo que se ama [...]». En El casamiento engañoso, p. 274: «En resolución, aquella vez se concertó nuestro desposorio [...]».


Dixo (en resolución) que cada día
de los que su viaje dilataba [...]


Rufo Gutiérrez, La Austriada, XX, 349 v.                


«[...] porque, en resolución, el escribir de la China es género de pintar o cifrar». Acosta, II, 103.

Rodríguez Marín la ha rejuvenecido hoy.



274-5-5:


Mas quereisos mostrar tan concertados [...]


«Hombre concertado: medido, ajustado, que vive con orden y concierto» . Covarrubias.

Ya veremos que en otros pasajes del poema, concertado está empleado en su sentido de compuesto, ajustado, acordado.

«[...] y con oro y plata concertaban estas obras de plumería rica, que era cosa de mucho precio». Acosta, I, 276.



275-2-8:


Que metieses contigo compañía [...]


Meter compañía equivale a meterse a la parte, que, tratándose de algún contrato, es entrar con su cuota. Covarrubias.



275-3-5:


Que no te piense dar las manos llenas [...]


«A manos llenas (dar con largueza o tomar a voluntad)». Correas, Vocabulario, p. 507.

Modismo de que se hallan ejemplos en Cervantes y otros escritores del buen tiempo.


Mostrarlo puedo en muchos este día,
y en dos os quiero dar llenas las manos,
uno de Nueva Esparza, y nuevo Apolo,
del Perú el otro, un sol único y solo.


Galatea, Canto de Calíope, p. 233, ed. cit.                




277-2-2:


Con gran deshonra nuestras tres banderas.


Uso metafórico de banderas, por acciones de guerra, encuentros, batallas.



279-2-1, 2:


Pues por este camino tomaremos
lengua [...]


«Y tuvo noticia cómo se enviaban avisos a Gonzalo Pizarro de todo lo que pasaba, y cada día iban y venían corredores para estorbarlo y tomar lengua de lo que se hacía en el campo». Zárate, Conquista del Perú, p. 561.

  —328→  

Hallé al tercero un hato de pastores,
y allí, tomando lengua, vi que estaba
diez leguas de Miduerna y de sus flores [...]


Valbuena, El Bernardo, p. 267.                


«[...] y dando a todos el orden de lo que habían de hacer, comenzaron a marchar hacia el fuerte, advertidos de coger alguno de los nuestros que anduviese fuera para tomar lengua». Ovalle, II, 17.



279-2-6:


De armas y munición preparamento [...]


El léxico trae sólo preparamiento, como sinónimo de preparación. En la misma forma que nuestro poeta, usaron esa voz Castellanos y Rufo Gutiérrez:


Cualquier bajel de la cristiana armada
que los preparamentos apresura [...]


Rufo, La Austriada, XIX, 329.                



[...] y serían
en número de doscientos los peones,
y en lozanos caballos más de ciento,
con los preparamentos necesarios
ansí de defensión como de ofensa.


Historia del Nuevo Reino de Granada, t. I, p. 18.                


Tanto en el verso de Ercilla como en este de su imitador, preparamento equivale a decir, acopio, preparativos, sin que, por tal concepto, valga lo que paramento, tan frecuentemente usado antaño por adorno, aunque de ordinario en plural. Aquella voz es, probablemente, un italianismo.

Se usaba todavía en Chile en esa forma a mediados del siglo XVIII. «Aprovecháronse los preparamentos para la nueva población [...]», escribía Córdoba y Figueroa, Hist. de Chile, p. 243.



279-5-1:


A su habla dio fin el sabio anciano [...]


Reminiscencia de la antigua fabla, a que Ercilla ha ocurrido en tres ocasiones y que data de los primeros tiempos del castellano, como puede verse del comienzo de la Vida de Santa María Egipciaca:


Si escucháredes esta palabra
más vos valdrá que una fabla [...]


Fernando del Pulgar en sus Claros varones de Castilla, dice del Marqués de Santillana: «En la continencia de su persona e en el razonar de fabla mostraba ser hombre generoso e magnánimo. Fablaba muy bien [...]».

Luis Zapata en su Carlo Famoso, Valencia, 1566, 4.º, hoja 17, dijo muy poco antes que Ercilla:


Y dar fin a su fabla le fue en vano [...]


Agustín de Zárate, Conquista del Perú, p. 482: «Y como estuvieron a vista unos de otros, hubieron su habla en paz [...]».


Cesó su habla con esto
y del viejo arnés armado [...]


Lasso de la Vega, Romancero, hoja 52.                


El P. Mariana, describiendo el carácter de don Álvaro de Luna: «usaba de donaires con que picaba, aunque era naturalmente algo impedido en su habla [...]».

Habla está tomada, pues, en el verso que citamos y en el sumario del Canto XXIII, cuando Galbarino hace en el Consejo «una habla», en su acepción de «razonamiento, oración, arenga».

Y que se aplicaba especialmente a lo militar, se comprueba con estos dos ejemplos:


Cuando Partambaxá le interrumpía
el hilo de la habla y no el intento.


Rufo, La Austriada, XXII, 387.                


«De las hablas al ejército» se intitula el Aviso XXIV de Política general en avisos de Generales, por D. Francisco Manuel de Melo, Madrid, 1638, 4.º.



279-5-7:


Al parecer del viejo se arrimaron.


Acepción de arrimarse que falta en el léxico, muy usual en Chile, y de que no es difícil encontrar ejemplo en los escritores de antaño, v. g., este que tomamos del Romancero de Lasso de la Vega (hoja 11 v.):


Aqueste es mi parecer
si no hay otros en contrario.
Calló con esto, y movido
a ira todo el Senado,
a su parecer se arrima [...]




280-1-3:


Hombre de gran lenguaje y experiencia [...]


Lenguaje, tomado en su valor de «modo de expresarse»; y gran, significando abundancia y fluidez.



280-1-7:


Nuestro intento y disignios penetrase [...]


Y unas cuantas estrofas más adelante (282-3-4):


De la intención, disignio y fundamento [...]


He aquí otra de las palabras que nos ofrece la particularidad de haber aparecido en la edición príncipe en su forma actual: designios. Debe notarse a su respecto que otros autores, aun posteriores a Ercilla, escribieron disinio, por ejemplo, Pedro de Espinosa (Bosque de doña Ana, en Obras de..., p. 201): «[...] mas, a pesar de su aliento, intentaron facilitar su obediencia las inclemencias del cielo, que opuesto a sus disinios, con lluvias inundaron los campos [...]».

Cervantes en Don Quijote dijo en muchos lugares disignios, como Ercilla, y por no citar más de uno, vaya este como ejemplo: «Dijo más el Cura: que pues ya el buen suceso de la señora Dorotea impedía pasar con su disignio adelante, que era menester inventar y hallar otro para poderlo llevar a su tierra». Pero en otras ocasiones escribió designo: «El designo que tenía Sansón para persuadirle a que otra vez saliese, fue hacer lo que adelante cuenta la historia [...]». Id., V, 142.

Rodríguez Marín, en nota a este pasaje, corrigiendo la lección de designio que habían dado otros comentadores, cita varios ejemplos para probar que Cervantes escribió designo, voz que, como lo observa, falta en el Diccionario de la Academia, como falta también en su forma de disignio y disinio, cuya última se halla, asimismo, en Cervantes: «[...] pero   —329→   entre todos estos disinios no tomaba el pulso a su edad [...]». «¿Qué montes de dificultades no atropella en sus disinios. Persiles y Sigismunda, pp. 600 y 655, t. I, Colec. Rivadeneyra.



280-2-3:


En una larga góndola metido [...]


Góndola, pura reminiscencia de las embarcaciones de esta especie, que Ercilla había visto en Venecia, y a las cuales se asemejaban, en realidad, las piraguas o canoas de los indios.



280-4-3; 537-4-3:


Los judiciosos ojos rodeando [...]



Que presto el judicioso mundo viera [...]


Judicioso, que vale juicioso, es anticuado, según el léxico. He aquí algunos ejemplos de esa voz en la forma usada por Ercilla.

Pedro de Oña, El Temblor de Lima, fol. 13:


Con judiciosa vista, el daño hecho
mirando, y el remedio que tendría [...]


Quevedo en su Vida de Marco Britto: «Su inclinación, dice hablando de éste, era el estudio perpetuo, su entendimiento judicioso, y su voluntad siempre enamorada de lo lícito, y siempre obediente a lo mejor».

Suárez de Figueroa (El Pasagero, hoja 161): «Para esto nos abre amor los ojos. Hácenos judiciosos y discursivos; así como también nos ciega y priva de juicio».