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Contar, cantar y jugar


Juan Cervera



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ArribaAbajoPresentación

¿Qué hacemos con los cuentos antiguos? Pues con los cuentos antiguos se pueden hacer muchas cosas, entre ellas, contar, cantar y jugar.

Las tres obritas que aquí se recogen no son más que eso. El cuento de Charles Perrault Los deseos ridículos ha inspirado este ¡Zas, zas, zas! Un cuento árabe poco conocido ha sido el punto de partida para El burro, el camello y la cabra. Y varios cuentos, también orientales, oportunamente ensamblados, han dado pie a Al freír será el reír, obritas, todas ellas de carácter más o menos farsesco.

En los tres casos los cuentos originales han experimentado modificaciones que superan el deseo de darles forma dramática.

Los cuentos tradicionales siempre gustan; por eso perviven. Utilizarlos para el teatro puede contribuir a darles nuevo aire y a prolongar su vida. Y, sobre todo, a aproximarlos a los gustos del niño de hoy, cuyas ganas de hacer se estimulan así.

Poner en pie estos textos no tiene que resultar difícil para nadie, y menos para los niños. Todos tienen bastante fantasía para conseguir crear una longaniza de un metro de larga y hacerla saltar hasta pegársela a la nariz de Tecla. Igual que pasear por los aires una bolsa de dinero, una corona real o un palacio no ofrece secreto. ¿Quién no es capaz de manejar unos hilos que permitan el milagro? ¿Y además ingeniárselas para que con el juego de luces no se vean? Los técnicos dicen que con la ayuda de la llamada luz negra se consigue estupendamente, todo eso, y muchas cosas más. Y, por supuesto, el uso de diapositivas puede ayudar a resolver situaciones difíciles y a animar el ambiente.

Hacer de burro es más serio que hacer el burro. Un chico solo, con orejas largas, o dos muchachos -uno erguido y otro inclinado, cubiertos en parte por una tela- no sólo dan un burro con sus cuatro patas, sino también un camello, un caballo o una vaca. Lo demás es cuestión de orejas, jorobas o cuernos, fáciles de montar y de desmontar.

No deben descuidarse los pormenores: cuernos para las cabras, vara alta para los chambelanes, trompetas largas y solemnes, alfanjes de madera o cartón. La utilería es muy importante, y el utilero, aunque no dé la cara, tiene labor vistosa. Para representar bien, no obstante, no hacen falta materiales costosos; con cartones y papeles se hacen carátulas y hasta vestidos; cualquier paño sirve para adornar o transformar un mueble; un bote de cartón o una botella de plástico sirven para un cañón de luz; igual que unos frascos de detergentes nos dan títeres muy vivos.

Pero tanto para el teatro como para los títeres, si hay que cantar, que es una de las maneras más divertidas de animar la puesta en escena, hay que hacerlo bien. Y en todo caso lo que más sirve es el cuidado de las voces: la manera cómo se dicen las palabras, cómo se pronuncian y cómo se entonan las frases.

Ahí es donde todos tienen que aplicarse mucho. Aunque falte casi todo, aunque no haya casi nada, que no falte el amor a la palabra.

Juan Cervera






ArribaAbajo¡Zas, zas, zas!

Farsa en dos cuadros


PERSONAJES
 

 
BLAS,   leñador.
TECLA,    su mujer
NARIGUETAS,   duende.
ESCOPETÍN,   duende.
JÚPITER,   sólo voz.



Cuadro I

 

Lugar: Ambiente rural. Bosque y casa. Época: Cualquiera, pero preferentemente lejana, para que los personajes puedan vestir trajes convencionalmente antiguos.

 
 

Bosque. Aparece el leñador manejando el hacha con lentitud y desgana. Al compás de una melodía canta:

 
BLAS
¡Zas, zas, zas!
¡Zas, zas, zas!
¡Zas, zas, zas!
¡Qué vida más perra
la del leñador!
¡Zas, zas, zas!
¡Zas, zas, zas!
¡Zas, zas, zas!
Sudando en el bosque
desde sol a sol.
¡Zas, zas, zas!
¡Zas, zas, zas!
¡Zas, zas, zas!

 

(Queda un momento quitándose el sudor.)

 

BLAS.-  ¡Bah!  (Sentándose.)  Ni para comer tengo tiempo. Todo el día cortando, cortando y cortando.

 

(Lanza con fuerza un taco de madera. Abre la fiambrera o descubre un cestillo y se dispone a comer.)

 
VOZ

 (Desde fuera, cantando.) 

Blas, Blas, Blas,
Blas, Blas, Blas,
Blas, Blas, Blas.

BLAS.-   (Sorprendido.)  ¿Qué voces son ésas? Por si acaso comeré deprisa. No sea que aparezca por aquí un duende gorrón y me quite el pan,  (Come furiosamente.)  las tajadas  (Más furiosamente.)  y el vino.  (Bebe largamente de la bota.)  ¡Gorrones a mí! Ahora que venga el que quiera, que yo empiezo mi siesta. ¡Faltaría más!

 

(Se recuesta en el tronco de un árbol y se pone a dormir. Mientras tanto suena la canción entera, suave, pero con otra letra:)

 
¡Blas, Blas, Blas!
¡Blas, Blas, Blas!
¡Blas, Blas, Blas!
¡Qué vida más bella
la del leñador!
Soñando en el bosque
con gran ilusión.
¡Blas, Blas, Blas!
¡Blas, Blas, Blas!
¡Blas, Blas, Blas!

 

(Al acabar la canción BLAS estará completamente dormido. Y aparecerán los duendes.)

 

NARIGUETAS.-    (Sacando la nariz entre los árboles.)  Escopetín, ya se ha dormido.

ESCOPETÍN.-    (Apareciendo sigilosamente.)  No grites, Nariguetas, que me disparo, y si hago ¡pum!, el leñador nos hará ¡pam!, ¡pam!  (Con gesto alusivo a azotes.) 

 

(Se acercan de puntillas los dos duendes y se sitúa uno a cada lado del leñador dormido. Los dos a la vez, suavemente le cantan:)

 
¡Blas, Blas, Blas!
¡Blas, Blas, Blas!
¡Blas, Blas, Blas!

BLAS.-

  (Entre sueños responde con gestos de manejar el hacha y cantando:) 

¡Zas, zas, zas!
¡Zas, zas, zas!
¡Zas, zas, zas!

NARIGUETAS.-   (Al oído.)  No te quejes, Blasillo, que estás como un rey.

BLAS.-    (Sigue entre sueños.)  ¡Qué más quisiera yo! Se ve que tú no conoces a mi Tecla.

ESCOPETÍN.-   (Sorprendido.)  ¿Qué tecla?

BLAS.-  Mi mujer.

NARIGUETAS.-  Entonces esa tecla ¿toca?

BLAS.-  No toca. Pero regaña, refunfuña, rezonga y reprocha.

NARIGUETAS y ESCOPETÍN.-   (A la vez.)  ¿Y por qué tanto re... eso?

BLAS.-  Porque quiere ser rica.

NARIGUETAS y ESCOPETÍN.-    (A la vez.)  ¡Válganos Júpiter Tonante!

 

(Se oye un trueno súbito y fuerte, BLAS se despierta sobresaltado.)

 

BLAS.-   ¿Qué pasa? ¿Quiénes sois vosotros?  (Con ademán de huir.) 

NARIGUETAS.-  No temas, somos gente de paz.

BLAS.-   (Los mira detenidamente comparándolos.)  ¿Sois hermanos?

ESCOPETÍN.-  No, sobrinos.

BLAS.-    (Sorprendido.)  ¿Cómo que sobrinos?

NARIGUETAS.-  Sobrinos de nuestro tío.

BLAS.-   (Comprendiendo.)  Ya. ¿Pero quién es vuestro tío?

ESCOPETÍN.-  Júpiter Tonante.

BLAS.-  No he oído hablar nunca de ese señor tunante.

 

(Se oye un trueno más fuerte.)

 

NARIGUETAS.-  Por favor, Blasillo, tonante, no tunante. Que si nuestro tío se enfada, soltará una traca de truenos que hará correr hasta a los árboles.

BLAS.-  Perdón, perdón. Ya no diré más eso de... Pero ¿qué queréis de mí, sobrinos?

ESCOPETÍN.-  No nos llames más sobrinos. A éste en la escuela le pusieron de mote Nariguetas, porque siempre andaba metiendo la nariz en todas partes.

NARIGUETAS.-   (Corrigiendo.)  ¡Las narices, las narices! Y a éste, Escopetín, porque antes de pensar ya ha disparado.

BLAS.-  ¿Y vuestro tío, ése de...  (Sin atreverse.) ?

NARIGUETAS.-  No lo digas, no. Nuestro tío es el ser más poderoso en los cielos y en la tierra. Todo lo que él quiere se hace...

ESCOPETÍN.-  Y todo lo que se le pide, lo concede.

 

(Se oye un trueno largo y suave. Los dos duendes prestan mucha atención.)

 

JÚPITER.-   (Sólo voz.)  Sin pasaros, sobrinos, sin pasaros, que luego vienen los desencantos.

NARIGUETAS.-  Mira, nuestro tío es muy poderoso. Pero sólo concede lo que uno desea de verdad. Y como ve el pensamiento de los hombres, no hace falta pedírselo. Basta con desearlo.

BLAS.-  O sea, como si fueras a la tienda, y el tendero adivinara lo que necesitas. Y luego te lo diera gratis.

ESCOPETÍN.-  Así es, Blasillo, pero no seas avaricioso, que ahora mismo estás deseando un tesoro. Se te nota en los ojos.

BLAS.-   (Corrido.)  Ah ¿Pero vosotros también adivináis lo que uno piensa?

NARIGUETAS.-  Adivinamos el pensamiento, los deseos y hasta las mentiras. De manera que mucho cuidado.

BLAS.-  Nada, nada. No volveré a pensar, a desear, ni a querer nada. Pero vosotros explicadme eso de los poderes de vuestro tío.

 

(Se oye un trueno largo y lejano.)

 

ESCOPETÍN.-  Pues mira, si tú quieres tener una cosa, la deseas en tu corazón, y entonces nuestro tío, Júpiter Tonante, te la concede al instante.

BLAS.-    (Ilusionado y alegre.)  O sea que yo en Júpiter Instante y se lo concede al Tunante.

 

(Dos truenos seguidos y amenazadores.)

 

NARIGUETAS.-  ¡Blasillo, que lo estropeas todo!

ESCOPETÍN.-  Mira, Blasillo, vamos a hacer una prueba. Tú contesta con la cabeza a nuestras preguntas. Pero no digas nada, no sea que metas la pata.

NARIGUETAS.-  ¿A ti te gustaría tener una bolsa llena de escudos de oro?

BLAS.-   (Va a hablar, pero se corta.)  ¡Hummm!

 

(Y se oye el tilín tilín de las monedas mientras por el aire pasa una bolsa llena a rebosar.)

 

ESCOPETÍN.-  ¿A ti te gustaría vivir en un palacio hermoso?

BLAS   (Adelanta la mano y hace esfuerzos para hablar, pero se retiene ante la mirada de los duendes.)  ¡Hummm!

 

(Se oye un ruido de llaves y aparece un palacio hermosísimo profusamente iluminado.)

 

NARIGUETAS.-  ¿Te gustaría ser poderoso? ¿Quieres ser rey?

BLAS.-   (Sonríe. Yergue la cabeza...)  ¡Hummm!

 

(Aparece una corona rota que sólo ve BLAS. Y se espanta.)

 

ESCOPETÍN.-  Blasillo, no mientas, estás deseando ser rey.

BLAS.-   (Agachando la cabeza.)  No, no, ya no lo deseo.

NARIGUETAS.-  Pues mira, si lo desearas...

 

(Aparece una corona grande y hermosa de rey y luego otra de reina.)

 

BLAS.-  ¿Puedo hablar? Es que he visto dos coronas...

ESCOPETÍN.-  La otra será para tu mujer, para la reina Tecla.

BLAS.-   (Entusiasmado.)  Eso, el rey Blas y la reina Tecla. ¿Suena bien, verdad?

JÚPITER.-   (Sólo voz.)  Blasillo avaro, no desees demasiado. Pero para que veas que soy bueno y generoso, desde ahora en adelante te concederé tres deseos. Fíjate bien, sólo tres. Basta con que tú desees en tu mente lo que apetezcas y se te concederá en el acto. Pero eso sí, estás advertido, sólo tres cosas puedes desear. Y una después de otra. ¿Entendido?

BLAS.-

Entendido, tío.  (Mira hacia un lado y hacia el otro y no ve a los duendes, porque han desaparecido.)  Pero ¿dónde están los sobrinos? Nada, que se han esfumado. Y eso que el tío ha sido amable. ¡Y simpático! ¡Y generoso! ¡Ay mi Tecla, qué contenta se va a poner! Ahora sí que seremos felices. ¡Yupi!

 

(Y se va cantando y bailando de contento.)

 
¡Zas, zas, zas!
¡Zas, zas, zas!
¡Zas, zas, zas!...

 

(Se hace el oscuro.)

 


Cuadro II

 

En casa. En una habitación en la que hay una mesa, algunas sillas y un sillón y que muy bien podría ser comedor y cocina a la vez, desde luego todo muy rústico. BLAS está cenando. TECLA va y viene mientras sirve y hablan. Unos compases de la melodía preceden a la conversación.

 

TECLA.-   (Saliendo.)  ¿Pero tú viste al tío o sólo a los sobrinos?

BLAS.-  A los que vi fue a los sobrinos. Al tío sólo lo oí. Pero el tío fue el que con voz campanuda dijo que podía tener tres deseos y los vería cumplidos al punto.

TECLA.-  ¿Y por qué sólo tres?

BLAS.-  Yo qué sé. Con tres deseos bien administrados podríamos ser ricos y felices.

TECLA.-  ¡Ricos! ¡Ay, Blasillo, no me lo digas, que yo ya me veo...!  (Gestos de ponerse vestidos elegantes...) 

BLAS.-  No desees nada, insensata, que si malgastas un deseo, no nos quedarán más que dos. Y entonces... Hay que pensarlo bien y calcularlo bien todo para no fallar.

TECLA.-  Tengo una idea, Blasillo. ¿Y si el deseo es en sueños?

BLAS.-  No lo había pensado. Porque claro, si me pongo a soñar, y deseo, por ejemplo, una berenjena, ya no podré...

TECLA.-  ¿Por qué una berenjena, estúpido? Desea más bien un lingote de oro.

BLAS.-   (Picado.)  Eso se dice muy fácilmente. No ves que durante el sueño se dicen y se hacen tonterías.

TECLA.-  Pues duérmete pensando en lingotes de oro y no en berenjenas.

BLAS.-  Es verdad, ¿cómo no se me había ocurrido a mí? Me dormiré pensando en lingotes de oro.

TECLA.-  ¿No podrías pedirles consejo a los sobrinos? Mira, esta noche no deseas nada; y mañana, bien aconsejados, tenemos los tres deseos.

BLAS.-  Bien. Los buscaré mañana; pero si esta noche en sueños...

TECLA.-  Ya está, Blas. Esta noche no te acuestas. Pásate la noche en vela y así no se te escapará ningún deseo...

BLAS.-  ¡Qué grande eres, Tecla! ¡En vela!

TECLA.-  ¡En vela! Yo me voy a dormir, porque mañana tengo que estar descansada, pero tú, a velar.

BLAS.-  Eso, y tú a dormir. ¿Pero me dejarás poner el camisón? Así estaré más cómodo.

TECLA.-  El camisón, sí. Pero estarás todo la noche en pie. Nada de sentarte ni de tumbarte, que te conozco. Te dormirías como un ceporro. De pie o paseando.

BLAS.-  ¡Ah! Ni sentarme ni tumbarme. Bueno, pero sea todo por no malgastar ningún deseo.

TECLA.-

Eso, eso. Lo convenido.

 

(Le ayuda a ponerse el camisón. BLAS se queda solo y se pone a pasear a grandes zancadas y a cantar flojito:)

 
¡Zas, zas, zas!
¡Zas, zas, zas!

TECLA.-   (Desde dentro.)  ¡Blas, no cantes que me despiertas!

BLAS.-  ¿Y si me duermo?

TECLA.-  Pues canta en silencio.

BLAS.-  ¿Cantar en silencio? ¡Ah, ya...!

 

(Y sigue haciendo como que canta la canción y acompañándose con gestos que reflejan el ritmo.)

 

TECLA.-   (Desde dentro, al cabo de un momento; sólo voz.)  Blasillo, ¿duermes?

BLAS.-  Yo, no. ¿Y tú?

TECLA.-  Yo tampoco. Piensa en los deseos, pero no los desees. Eres un sol.

BLAS.-

Y tú, una luna. Pero déjame cantar en silencio, que si no, me voy a dormir.

 

(Prosigue en su tarea de moverse al compás de la canción que se nota que articula en silencio.)

 
¡Zas, zas, zas!
¡Zas, zas, zas!

TECLA.-   (Desde dentro.)  Blas, ¿no duermes nada?

BLAS.-  Nada nada. Pero no seas pesada.

TECLA.-   (Desde dentro.)  ¿Pesada yo? Y todo porque no quiero que se te escape un deseo aunque sea pequeñito como un rábano.

BLAS.-   (Sin interrumpir sus movimientos entre gimnásticos y ridículos.)  No temas. Nada de rábanos ni de berenjenas. Pero déjame...

 

(Prosigue en su acción. Al cabo de un ratito.)

 

BLAS.-   (Sigilosamente, como espiando.)  Creo que ya se ha dormido. Me voy a sentar en este sillón y así descansaré un poco.

 

(Se sienta y se queda dormido. Aparece acechando por la izquierda NARIGUETAS.)

 

NARIGUETAS.-  Escopetín, ven. Ya está dormido.

ESCOPETÍN.-   (Apareciendo.)  No grites, que me disparo.

NARIGUETAS.-    (Reprimiéndose.)  Pero si es que no me oyes.

ESCOPETÍN.-  Pues grita bajito.

NARIGUETAS.-  Eso, gritaré bajito. Tú ponte a la derecha. Y yo a la izquierda.  (Se colocan.)  Venga, empieza ya a hacerle cosquillas.

ESCOPETÍN.-   (Le hace cosquillas en la planta de los pies. A NARIGUETAS.)  ¿Todo va bien? ¿O no?

NARIGUETAS.-  Todo va bien, pero no exageres, que se va a despertar. Sigue, sigue.

ESCOPETÍN.-   (Por BLAS.)  Se remueve un poco.

NARIGUETAS.-  ¡Cuidado, Escopetín, que se despierta!

 

(BLAS se levanta como sonámbulo y hace ruido al tropezar con una silla. Los duendes se esconden.)

 

TECLA.-   (Desde dentro.)  ¿Qué sucede? Oigo ruido.  (Sale furiosa con camisón y gorro de dormir.)  ¿Qué pasa aquí?

BLAS.-  Nada, que tengo sed.

TECLA.-   (Le da un botijo.)  Toma, pero bebe sin ganas. No sea que las ganas cuenten como un deseo y se ponga a llover.

BLAS.-   (Bebe desganadamente.)  Es verdad, mira que si el regalo fuera un chorro de agua, o dos chorros... ¡o una inundación!

TECLA.-  Venga, venga. Ni lo pienses. Tú a velar.  (Marchándose.)  Yo, a dormir.

 

(BLAS simula que hace los movimientos de antes. Abre los brazos y hace algunas flexiones. Pero cuando desaparece TECLA, vuelve a su sillón.)

 

BLAS.-   (Bajito.)  ¿Duermes ya? Vaya, no responde. Ya duerme.  (Se repantiga en el sillón y empieza a dormir.) 

 

(Aparecen NARIGUETAS y ESCOPETÍN.)

 

ESCOPETÍN.-  ¿Qué hacemos ahora?

NARIGUETAS.-  ¿No hemos venido a colaborar para que no se duerma, para que pueda aprovechar los tres deseos?

ESCOPETÍN.-  Es verdad. Ya no me acordaba, ¿pero cómo colaboramos?

NARIGUETAS.-  Anda, haz el abejorro.

ESCOPETÍN.-   (Haciendo girar las manos alrededor de la cara de BLAS.)  ¡Buuuu...! ¡Buuuu...!

NARIGUETAS.-  Eso es el moscardón; yo creo que le hace dormir más.

ESCOPETÍN.-  Espera, haré el mosquito. ¡Iiiii...! ¡Iiiii...! ¿Se puede picar?

NARIGUETAS.-  Sí, pero pícale sólo en la mano.

ESCOPETÍN.-  ¡Iiiii...! ¡Iiiii...!  (Le da un picotazo con las uñas.) 

 

(BLAS da un golpe con la otra mano, como para matar al mosquito. Se oye la palmada. ESCOPETÍN se agacha. Y continúa con ¡Iiiii...! ¡Iiiii...! BLAS continúa dando palmadas y manotazos y al final consigue un efecto como si estuviera aplaudiendo. Los duendes se esconden.)

 

TECLA.-   (Saliendo furiosa.)  ¿Se puede saber a quién aplaudes?

BLAS.-  Al tío, a los sobrinos y a ti.

TECLA.-  ¿Ves? Aplaudir sí te dejo, pero nada de desear.

BLAS.-  Pues mira que si me dejara llevar de los deseos...

TECLA.-  ¿Qué harías, desgraciado?  (Sale.) 

BLAS.-  Me pediría una longaniza de una brazada de larga, porque tengo hambre.  (Extendiendo los brazos.)  Así, así de larga.

 

(Se oye un trueno, a la vez que cae al suelo una longaniza larguísima.)

 

JÚPITER.-   (Sólo voz.)  ¡Ahí la tienes, Blasillo! Una longaniza has deseado, y una longaniza tienes, y bien larga. Tómala, verás que bien huele, fríela y cómetela. Buen provecho. Todavía te quedan dos deseos.

TECLA.-   (Enfurecida.)  Desgraciado, más que desgraciado. ¡Una longaniza! Así de larga, así.  (Gestos.)  Yo que soñaba con un cofre lleno de collares de perlas, arracadas de rubíes, broches de oro, peinetas de marfil, gargantillas de plata, anillos con diamantes, aretes con esmeraldas... ¡Desgraciado! Y todo lo hemos perdido por una miserable longaniza. Pero si yo hago todas las longanizas, chorizos, y morcillas que tú quieras...

BLAS.-  Y butifarrones también.

TECLA.-  ¡Desgraciado más que desgraciado!

 

(Se oyen las voces de los duendes que cantan:)

 
¡Blas, Blas, Blas!
¡Blas, Blas, Blas!

 

(Son voces suaves y misteriosas. BLAS y TECLA quedan en suspenso.)

 

NARIGUETAS.-   (Sólo voz. Persuasivo.)  ¡Cuidado, Blas, no desbarres!

ESCOPETÍN.-   (Mismo juego.)  ¡Cuidado, Tecla, no desafines!

NARIGUETAS.-  No os desaniméis.

ESCOPETÍN.-  No os entristezcáis.

NARIGUETAS y ESCOPETÍN.-   (A la vez.)  ¡Todavía os quedan dos deseos!

BLAS.-  Tecla, vete a dormir.

TECLA.-   (Enfadada.)  Eso, ahora a dormir, para que tú te comas la longaniza y desees un buen vaso de vino y así habremos gastado otro deseo.

BLAS.-  No me la comeré. No tengo apetito.

TECLA.-  No me lo creo, porque tú eres un tragón y por eso has deseado la longaniza.  (Se pone a llorar.)  ¡Buá, buá! ¡Ay, mis collares, mis perlas, mis brocados, mis corpiños de raso...! ¡Buá, buá!

NARIGUETAS.-   (Asomando por la derecha.)  No os enfadéis, que la ira es mala.

BLAS.-   (Sin atender.)  Pues cómetela tú. Que tú si puedes tener ganas y desear lo que quieras. ¡Avariciosa!

ESCOPETÍN.-   (Asomando por la izquierda.)  No os enfurezcáis, que la rabia es mala consejera.

TECLA.-  ¿Avariciosa, yo? Tú sí que eres glotón, goloso, tragón, comilón, tragaldabas y morcillón.

BLAS.-   (Levantando la voz.)  No me llames morcillón que estallo... Toma la longaniza y dásela al perro, si quieres.

TECLA.-  ¡No quiero, no quiero!

BLAS.-  ¡Pues ojalá se te cuelgue de la nariz!

 

(Se oye un trueno. La longaniza da un salto y se le pega a la nariz de TECLA.)

 

JÚPITER.-   (Sólo voz.)  Tecla, tu marido acaba de conseguir su segundo deseo. Vas a tener la nariz más original del mundo, desde que hay narices. ¡Enhorabuena! Todavía os queda un deseo.

 

(NARIGUETAS y ESCOPETÍN, a un lado, se tronchan de risa y saltan cogiéndose las narices, mientras TECLA no sabe qué hacer con la suya.)

 

TECLA.-   (Llorando.)  ¡Qué desgraciada soy! ¡Buá, buá! ¿Qué hago yo ahora con esta nariz? ¡Buá, buá! Marido mío, tú estás loco. Desear una longaniza así de larga y luego pegármela en la nariz ¡Buá, buá! Tráeme un espejo. Traémelo, que quiero verme.

 

(BLAS le da un espejo. TECLA empieza a mirarse.)

 
 

(Mientras suena la melodía

 
¡Zas, zas, zas!...

 

ella empieza a cambiar de actitud. Su marido da zancadas de un lado a otro desesperado.)

 

NARIGUETAS.-  Blas, no te desesperes. Hay naricillas, narices y narizotas. Y las narices de Tecla son verdaderamente hermosas.

ESCOPETÍN.-  Blas, no te preocupes. Una nariz así es un tesoro.

BLAS.-  ¡Todos se reirán de mí! ¡Y todo por la narizotas de mi mujer!

TECLA.-   (Sin dejar de mirarse al espejo.)  ¿Sabes que te digo, marido? Que bien mirado mi nariz tampoco está tan mal.

BLAS.-  Y encima, eso. ¡Brrr! ¡Brrr!

TECLA.-  No te enfades, Blasillo.  (Poniéndose melosa.)  El tío ese ha dicho que todavía nos queda un deseo.

BLAS.-  No me digas que ahora deseas pañuelos, porque tendrían que ser como sábanas, porque tú eres la reina de las narices.

TECLA.-  Blas, podríamos desear ser reyes. Y una vez...

BLAS.-   (Cortando.)  No. No te veo reina con esa nariz tan soberbia.

TECLA.-  ¡Qué tonto! Si somos reyes, el mejor cirujano del reino podría recortármela un poco.

 

(Se oye la melodía. Los duendes cantan:)

 
¡Blas, Blas, Blas!

 

(TECLA se pone cada vez más sonriente y presumida. A BLAS se le ilumina el rostro y empieza a recapacitar mientras sigue la melodía...)

 

NARIGUETAS.-  Bien mirado, Blasillo, una reina con nariz y un rey sin ella tampoco son mala pareja.

ESCOPETÍN.-  Además el que manda es el rey. Y la reina se quedaría en casa cosiendo y planchando.

BLAS.-  Bien mirado, Tecla. A ti te gusta mucho coser...

TECLA.-  Pero cuando sea reina, no. Coserán las doncellas.

BLAS.-   (Desconcertado.)  Pero con esa nariz no podrás ir a las fiestas y recepciones de la corte.

TECLA.-  ¿Por qué no? Me la aguantarán dos doncellas.

BLAS.-  ¿Y cuando vayamos de viaje?

TECLA.-  La enrollaré y la llevaré en una caja.

BLAS.-  Eso, como una ensaimada.

TECLA.-  No te burles de mi nariz. Yo seré reina tal como soy.

BLAS.-  No me burlo de tu nariz. Pero sería mejor, sin nariz.

TECLA.-  ¡Con nariz!

BLAS.-  ¡Sin nariz!

TECLA.-  ¡Con narices!

BLAS.-  ¡Sin narices!

TECLA.-  ¡Así te quedes tú sin reino por mi nariz!

BLAS.-  ¡Ojalá te quedes tú sin nariz, por mi reino!

 

(Gran trueno. Desaparece la nariz de TECLA.)

 

JÚPITER.-   (Sólo voz.)  Blas, Tecla, qué felices seréis ahora con narices o sin narices. Vuestros deseos se han cumplido. Habéis tenido lo que habéis deseado. Y los tres deseos se han cumplido, se han consumido ya.

TECLA.-  ¡Buá, buá!

BLAS.-  ¡Brrr, brrr!

NARIGUETAS y ESCOPETÍN  ¡Ja, ja, ja! ¡Ja, ja, ja!  (Desde los lados.) 

 

(TECLA y BLAS se miran, se sonríen y se abrazan. Se oye otra vez la musiquilla. Y los duendes empiezan a cantar:)

 
¡Zas, zas, zas!
¡Blas, Blas, Blas!
¡Ja, ja, ja!

 

(Se oye un trueno suave como alejándose. Los cuatro juntos cantan y bailan, mientras cae el TELÓN.)

 

ZAS, ZAS, ZAS

(Canción)


¡Zas, zas, zas!
¡Zas, zas, zas!
¡Zas, zas, zas!
¡Qué vida más perra
la del leñador! 5
Sudando en el bosque
desde sol a sol.
¡Zas, zas, zas!
¡Zas, zas, zas!
¡Zas, zas, zas! 10
¡Blas, Blas, Blas!
¡Blas, Blas, Blas!
¡Blas, Blas, Blas!
¡Qué vida más bella
la del leñador! 15
Soñando en el bosque
con gran ilusión.
¡Blas, Blas, Blas!
¡Blas, Blas, Blas!
¡Blas, Blas, Blas! 20




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