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Carta que escrivió el Padre Maestro Juan de Avila á un señor deste reino, siendo Assistente de Sevilla. Dale algunos avisos para exercitar bien el officio


Muy illustre sennor:

Si no entendiera aver dado Dios á Vuestra Señoría aquella caridad de la qual dize Sant Pablo qu[e] patiens est, mucha pena me diera la falta que he hecho en no aver respondido á la carta de V. Señoría: y si no temiesse mi proprio amor, que ciega á los hijos de Adán para escusar sus culpas en lugar de acusarlas, procurara de aliviar mi culpa con mis ocupaciones forçosas y continua enfermedad, que no me dexan cumplir con lo que desseo y devo. Y también he sospechado que pues por la gran misericordia de Dios la vida y gobernación de Vuestra Señoría tiene por qué ser imitada más que avisada, se ha dilatado mi respuesta por no ser menester: y con todo esto me determino á obedecer á Vuestra Señoría, que manda que le dé algunos avisos, confiado en que por merecimiento de Vuestra Señoría y por respeto del bien público el Señor me dará algo de provecho que diga.

El dechado que el Padre Eterno ha dado á todo género de personas para que acierten á servir á Dios según su contento es su bendictíssimo hijo Jesu Cristo Nuestro Señor, cuya doctrina y vida ha de ser el nivel de la nuestra, y ha de ser la que nos ha de juzgar en el día postrero: y assí en el monte Tabor sonó la voz: «Este es mi Hijo, muy amado: á Él oid.» Y el mismo Señor, dado por maestro en la doctrina, amonesta muchas vezes á la imitación de su vida, assí en obrar virtudes como en la mortificación de la cruz, aun hasta perder por su amor en ella la vida. Y como la grandeza deste Señor es muy grande, es dado por exemplo á pequeños y grandes: á unos para que sepan vivir teniendo cuenta consigo solos; á otros para que, no olvidando sus proprias obligaciones, tengan cuidado de la gobernación y provecho de otros: porque el ser bueno para sí sólo cosa imperfecta es, y el ser bueno para otros y no para sí cosa es dañosa: y aquel será llamado grande en el reino de los cielos que, siendo él bueno, procure de hazer lo mismo á los otros, teniendo tanta vigilancia que cumpla con entrambas obligaciones, sin que la obligación de mirar por sí le haga estrecho para contentarse con ellas, ni el cuidado de mirar por los otros le haga afloxar el cuidado de sí. Et ad haec quis idoneus? dize Sant Pablo. Ninguno por cierto si mira sus fuerças proprias: y por esto aun en lumbre natural halló Platón y otros filósofos que el hombre cuerdo no deve buscar, ni pedir, ni dessear officio de regir á otros; y que por muchas partes buenas que para ello tenga, por solamente ingerirse al officio, es hecho indigno dél, y por el mismo caso se le deve negar. Cosa recia es que siendo tan difficultoso negocio alcançar un hombre las virtudes que ha menester para sí solo, cual experimentan los que las quieren alcançar (y lo tienen por fácil los que no ponen las manos en el arado para reformar su corazón), sea un hombre tan atrevido que piense cumplir con lo uno y con lo otro, ó sea tan malo que por ganar á los otros se pierda á si mismo. Y si éstos se uviessen hallado presentes á aquella cuenta estrecha que Dios tiene amenazado que ha de tomar á los que presiden á otros, como parece Sapientiae, 6, donde dize el Spiritu Sancto: Judicium durissimum in his qui praesunt fiet, creo que temerían y huirían deste juizio duríssimo, y procurarían de evitar tan gran peligro. Pues no hará poco quien en aquel día estuviere en pie, pues ha de ser estrecho y duro juizio aun para los que tienen cuidado de sí solos. Y esta misma sentencia de los filósofos naturales confirma el Spíritu Sancto diziendo: Noli ab homine ducatum quaerere, neque a rege cathedram honoris. Y el mismo dechado nuestro Jesu Cristo Nuestro Señor: Non semetipsum clarificavit, ut Pontifex fieret. Mas fuélo por la voluntad y obediencia del Eterno Padre que acá le embió.

Y tanto más libremente digo estas cosas quanto, con mayor certidumbre sé que Vuestra Señoría ha estado muy lexos de meterse en esse officio y peligro, y que está en él por pura obediencia de quien no es lícito dezirle de no. Resta que pues Dios ha hecho merced que la entrada de Vuestra Señoría no sea por bardales sino por la puerta legítima, que es Jesu Cristo Nuestro Señor, pida á su misericordia que Él que ha guardado su entrada, ordene el processo de ella de manera que también guarde la salida de todo peccado y condenación. Y porque es menester con la oración hazer un hombre lo que es de su parte, deve Vuestra Señoría poner sus ojos en el dechado que es Jesu Cristo, y dél aprenderá el buen uso de su officio, de manera que no sólo evite condenación, mas alcance galardón en el cielo; y no qualquiera sino el que el mismo Señor ha prometido á los que bien exercitan los officios públicos, y que dan á sus consiervos la justa medida de trigo en el tiempo conveniente, diziendo que el tal siervo es bienaventurado: Et super omnia bona sua constituet [e]um.

Mire Vuestra Señoría á este Señor de dentro y de fuera, porque todo Él es digno de ser mirado y imitado; y principalmente mírele su coraçón, pues que de allí, según Él dixo, procede lo exterior. Acuérdese muchas vezes de aquellas palabras que con tanta razón se dizen dél: Zelus domus tuae comedit me: et opprobria exprob[r]antium tibi ceciderunt super me. Considere quanto más lastimado y espinado andava aquel sacratíssimo Coraçón con ver á su Padre tan offendido que su sacratíssima cabeça lo fué con la corona de espinas que en el día de su passión en su cabeça pusieron. Este zelo fué tan grande que se dize aver comida al mismo Señor; porque de tal manera se enseñoreó dél, que le hizo poner su honra y su vida porque se effectuasse el desseo del zelo, que era que Dios no fuesse offendido, sino honrado, y las ánimas no condenadas, sino salvas. Lo cual no fue concedido á este Señor de balde, sino muy á su costa; pues las deshonras de los que deshonravan á Dios vinieron sobre Él, porque pagó los peccados del mundo por pura caridad sin tener culpa de uno, chico ni grande.

Este zelo, muy ilustre señor, deve procurar Vuestra Señoría que se encienda en su coraçón si quiere bien exercitar su officio, porque sin éste un governador de república será un brasero sin asquas, una aparencia sin existencia, cuerpo sin ánima, y altar de sacrificios sin tener fuego para offrecerlos á Dios. Este zelo le ha de comer las entrañas; porque assí como uno que come una cosa la convierte en si mismo, assí este zelo ha de tragar, comer y convertir en sí mismo al que tiene persona pública, de manera que como Aris[tóteles] le llama ley animada, que quiere dezir ley viva, assí ha de ser un fuego vivo que todo lo abrase. Este ha de hazer que por el amor de la honra de Dios y el bien público no se tenga cuenta con hacienda, salud, honra ni vida, cuando fuere menester offrecerlo todo por la buena execución de su officio. No es pequeño negocio ser uno persona pública si lo ha de ser de verdad y henchir con las obras lo mucho que pide este nombre. Coraçón real y divino ha de tener, porque si lo tiene particular y encorvado hacia sí mismo, no tiene parte en este negocio, pues con particular coraçón no se puede exercitar officio de persona pública. Professión es de hazer bien á muchos, aun con pérdida propria; y quien no es rico en amor vuélvase de esta guerra, que no es para él. Y he passado del zelo al amor porque á la verdad el zelo hijo es del amor, pues aquello procuraremos bien y de aquello queremos quitar el mal á lo qual verdaderamente amamos, y qual es el amor tal es el zelo; pues de causa flaca nace flaco effecto, y de padre enfermo hijo enfermo: mas el amor que se requiere para engendrar el zelo que es menester para cumplir la obligación deste officio, no es de los de por sí (como dizen), pues según leyes de filosofía moral y de cristiandad llega esta obligación hasta poner la vida por el bien público; y para esto requiérese un amor fuerte, qual está pintado en la Escriptura, que dize: Fortis est ut mors dilectio: dura sicuti infernus aemulatio. No halló la Escriptura divina cosa más fuertes que muerte y sepultura, ó muerte é infierno; pues la una á todos vence, y la otra á todos recibe y los tiene encerrados: y á la primera compara al amor, y á la segunda el zelo, para dar á entender que han de ser tan fuertes que todo lo que les fuere contrario lo vençan y por todo passen, aunque sea por lanças, por llegar á lo que dessea, que es el bien del amado.

No es este pequeño negocio: que las aguas muchas de las persecuciones que de fuera vengan, ó de affecciones y de intereses que dentro del coraçón estén, no puedan apagar este fuego del amor zeloso, aunque sean aguas muchas y que corran con torrente como río; porque todo esto se ha de poner debaxo de los pies, por poner encima de nuestra cabeça el contentamiento de Dios y el bien público. Mire y remire el que govierna república si tiene esta fortaleza de amor, que como fuerte vino le embriague, y saque de sí y de sus intereses, y passe á ser padre de muchos con el amor y esclavo de ellos con el trabajo. Y á todo aquello que á esto le contradixere, desconocerlo, por muy conocido y amado que sea, y dezirle lo que el Señor dixo á su benditíssima Madre: «Muger, ¿qué á mí contigo?» ¡Qué parentesco, qué conjunción puede aver más íntima que la que el Hijo de Dios tenía con su benditíssima Madre?: y quando se offreció que convenía á la honra del Padre, que eternalmente lo engendró, quel milagro se hiziesse, no quando era pedido, desconoce tal Hijo á tal Madre: para darnos exemplo de tener cuenta con lo que Dios quiere, sin tenerla poco ni mucho con lo que á esto contradixere.

Desnudo fué puesto el Hijo de Dios en la cruz, quando exercitó officio público, offreciéndose en ella por el bien público del género humano: y el officio público cruz es; y desnudo de todos los affectos proprios, y vestido del amor de los muchos, ha de estar el que en esta cruz uviere de subir para imitar al Hijo de Dios, y que su cruz sea provechosa para sí y para los otros. Dizese que el monge que tiene un cornado, no vale un cornado: y tambien podemos dezir lo mismo de la persona pública; porque, ya que pueda tener y posseer honra, y hazienda, y cosas semejables, mas ninguna, chica ni grande, ha de tener que no la tenga offrecida al provecho común, como cosa menor á mayor. Y si un cornadito, una cosa poca la tiene con amor proprio sin tenerla offrecida en su coraçón al bien común, como es dicho, aquélla le estorvará la ligereza de la corrida que en el officio ha de tener, y de aquello poquito verná á ser mayorel impedimento, porque la yerva mala crece presto: y lo que primero por ser poco le estorvaba la ligereza, después le atará los pies, para que no pueda dar passo con que cumpla su obligación.

Y porque el hombre no venga á tanto mal, que el officio de hazer bien á muchos se le torne en daño proprio y daño de eterna condenación, avisa Dios con sus entrañas de misericordia al que tal officio toma que no se atreva á tomar carga sobre sí sin que se examine primero si tiene fuerças para llevarla. Cosa por cierto muy justa; pues uno que gana de comer á llevar cargas haze lo mismo, tanteando una y otra vez si ay proporción entre la carga y las fuerças; y si no la ay, no quiere aventurar el daño que le puede venir con caer debaxo de la carga por el interesse que le offrecieron por la llevar. Las palabras del Spiritu Sancto son éstas: Noli velle fieri judex, nisi virtute valeas irrumpere iniquitates: ne forte extimescas faciem potentis, et ponas scandalum in agilitate tua. No puede tener fortaleza para castigar las maldades el que no ha vencido en su coraçón con fortaleza las proprias affecciones que le pueden hazer temer la faz del poderoso y ponerle tropieço en la ligereza que pide su officio, que es tanta qual el Señor significó á sus Apóstoles quando les embió á entender en el provecho de otros, y como también lo avisó Elías á su discípulo Elíseo quando le embió á dar vida al muerto, diziendo: «A ninguno saludes en el camino; y si alguno te saludare, no le respondas»: porque el embiado al bien público ha de ir tan ligero á hazer este officio que ninguna cosa contraria le impida dél, ni le aparte dél; ni buscándola él, que esso es saludar, ni recibiéndola, aunque se la den, que esso es ser saludado; mas matar todo aquello por el cumplimiento de la ley de Dios, para ser uno de aquellos en cuya alabança se dize: «Dixo á su padre y á su madre: no os conozco, y á sus hermanos lo mismo, y á sus hijos lo mismo. Estos guardaron tu palabra, y tu concierto, y tus juizios y ley; y assí será participante en las bendiciones que se siguen: echa, Señor, tu bendición á la fortaleza dél, y recibe las obras de las manos dél.» Sentencia del Señor es, y muy justa, que á la fortaleza del que fuertemente busca el bien público le eche Dios su bendición con se la acrecentar y galardonar, y al que en esto es flaco le quiten lo bueno, si algo tenía: Qui enim habet, dabitur, et abundabit: qui autem non habet, et quod habet auferetur ab eo.

He sido tan largo en hablar del amor y zelo que se requieren, porque importa mucho asentarse en nuestros coraçones esta verdad; que como esta virtud es la más principal de todas para la salvación del cristiano, assí también lo es para el buen uso del officio público, con la qual verdad se deven desengañar los que piensan que lo principal de la buena gover[na]ción consiste en resta[u]rar los muros de la ciudad, en empedrar las calles, proveer de mantenimientos, y á lo más castigar bien los delictos y dar á cada uno lo suyo quando traen pleito. Buenas son estas cosas y necessarias, mas ni son bastantes ni las principales. El fin que deve pretender el que govierna república es hazer virtuosos á los ciudadanos, segun affirman todos los filósofos que desta materia hablaron. Y como la virtud esté en ánima, que es la principal parte del hombre, assí se han de ordenar las cosas de la república, de manera que el principal cuidado se ponga en lo que es principal, y fin y paradero de todo lo otro, sin que se dexe de proveer lo que es menos, aunque necessario para alcançar lo que es más: y para esto sirve el amor de la honra de Dios y del bien público, para hazer que no se contente el hombre con hazer estas cosas pocas, sino que pretenda con todo su coraçón que Dios sea servido y no offendido, y que los ciudadanos alcancen el bien más excellente, que es la virtud, y virtud cristiana, porque ya que en lumbre natural es cosa muy clara que lo que deve pretender el que govierna república es la virtud humana, y conversación pacífica de los ciudadanos, mas en la lumbre cristiana también es cosa cierta que, como el fin que nos demuestra la fe es más excellente que el que demuestra la lumbre natural, assí el poder y governación temporal ha de servir para la edificación de las ánimas, y ser subjecto á las reglas del poder spiritual; que no en balde se dize en la Escriptura: «El reino de los fieles, reino sacerdotal», sino porque no sólo ha de ser regido por humana razón para alcancar su fin y ser llamado humano, mas también por la ley divina para ser llamado sancto y cristiano, passando de lo humano á lo divino, como quando á uno baptizan y le ponen nombre de nuevo. Y cumplir con esta obligación no se puede haz[e]r si no arde en el coraçón del governador este celestial fuego, que le queme el coraçón, procurando que Dios sea honrado, y sus ciudadanos alcancen virtud.

Tampoco basta para buena governación ser uno buen castigador de peccados, porque esto una parte es del officio, que se encomienda al alcalde de la justicia, y aunque necessaria, cierto muy costosa y dolorosa, y que no se deve amar ella por sí, ni començar por ella poniéndola en execución, sino que ha de venir á la postre de otros muchos remedios, como un cauterio de fuego, que se da á más no poder. Mata un hombre á otro, pongo por caso; ya perdió aquel hombre la vida, y la república perdió un miembro suyo, y los parientes un pariente, y muchas vezes se pierde en él padre y marido; y con esta pérdida se junta que el matador ha de huir, y lo pierden la república y sus parientes, y queda su casa tan perdida como la del muerto quedó; y esto á buen librar, como dizen, porque se escapó de las manos de la justicia: mas ya que la justicia le tome y haga en él su operación, ¿qué será sino matarlo como él mató, y seguirse las pérdidas que del primer muerto se siguieron, de manera que del delicto y del remedio dél se siguió igual pérdida? Verdad es que este castigo es justo, y si justo, bueno, assí para que satisfaga el culpado su culpa, como para exemplo de otros, y que pueda vivir el bueno entre los malos con seguridad. Mas este remedio tan necessario ha de ser el postrero de los otros remedios, porque le han de preceder muchos avisos y muchos buenos medios que ayuden al hombre para no hazer cosa que aya menester castigo. Xenofón, filósofo, dixo esto muy bien, y todos los que tratan de república convienen en ello, que es muy mejor governación prevenir los delictos que castigarlos después de hechos, y vivir por buenas costumbres mejor que por buenas leyes. Y por esto concuerdan todos en que puesto caso que el castigar sea parte necessaria de la buena governación, mas que la principal es acostumbrar á los ciudadanos á que con buenas y freqüentes operaciones sean virtuosos, y tales, que con facilidad y deleite puedan cumplir las buenas leyes que les son puestas; porque de otra manera, ¿qué son las buenas leyes dadas á hombres malos, sino carga pesada en flacos hombros, tropieços con que más caigan, y ocasiones de derramar sangre, no por culpa de ellas, sino por flaqueza de ellos? La qual flaqueza devían procurar de esforçar los que goviernan con todos los medios possibles, aunque muy costosos le fuessen.

Desengáñense todos los que piensan cumplir con officio de reinar ó governar con sólo hazer buenas leyes, y castigar á los que las quebrantan; porque, pues la ley que el mismo Dios dió, justa, y con amenaza de castigos y execución de ellos, no bastó hazer buenos á aquellos á quien se dió, grande ignorancia será pensar que ley de hombres alcançará lo que no alcançó la ley del Señor de los hombres, el qual con el grande amor que tuvo á los hombres, y gran compassión de ver que se perdían por no guardar su sancta ley, descendió de los cielos, y el mismo que dió la ley, con los trabajos y muerte que passó en la tierra ganó fuerças para que los hombres pudiessen cumplir lo que Él mandaba en su ley. Y si tenemos ojos para saber mirar aquesta obra tan llena de humildad y de amor, hallaremos que no sólo da materia para alabar, y para la agradecer al Señor que la hizo, mas que también es dechado, al qual deven imitar los que goviernan y reinan; para que no se contenten con sólo mandar (que aquello sin amar se puede hazer), mas desciendan de su magestad por subir en la bondad, y dexen el ocio y regalo, y tomen el açadón en la mano, y caven con sudor de su cara la dura tierra de los coraçones de sus súbditos, si quieren gozar del fructo y del nombre de governadores cristianos, imitadores de Jesu Cristo.

Y porque ay pocos que entiendan desta carga anexa al officio público de procurar de hazer buenos á los que le son encomendados, no sólo con mandar como señores, mas con poner buenos medios como buenos padres, para que sus hijos sean virtuosos, ay tantos que desean estos officios quando no los tienen, y están muy contentos quando los han alcançado; y sin conocer ni hazer lo que deven á lo principal de ellos, están assegurados, y por ventura esperan alcançar de Dios el gualardón prometido á los buenos governadores. Mas quando sean presentados en el juizio de Dios, y ellos presenten los muchos castigos que han hecho á los que han quebrantado las buenas leyes, y se les replique de parte del justo Juez: «El castigo ha de ser prevenido con buenos medios, para que no sea necessaria medicina tan costosa; ¿qué es de los buenos exemplos que avéis dado á vuestros súbditos, las paternales amonestaciones, los maestros para que les enseñen virtud, y para que los críen en ella?; si no avéis sembrado aquesta buena semilla ¿cómo esperábades coger el fructo de la virtud? El coraçón del hombre es como una fuente, que, si está clara, claros arroyos salen de ella, y, si suzia, suzios; contentavádesos vosotros con alimpiar la tierra que avía ensuziado el agua suzia, y como no alimpiábades la fuente, luego tornava á echar de sí lo mismo que antes, y assí se gastó la vida de los súbditos haziendo maldades y la vuestra en las castigar; mas si trabajárades en alimpiar el hondo de la fuente, gozárades del fructo de los buenos árboles regados con el riego de la virtud.» Esta cuenta, y más estrecha y con más espantables palabras, será tomada á los que pensavan que sin poner trabajo en hazer á sus súbditos buenos, porque les faltaba el amor, cumplían con castigar sus delictos, no se les dando mucho porque no cayessen en ellos, exercitando officio más de rigurosos señores que de amorosos padres. Y no sólo es el amor necessario para esta parte tan principal, que es hazer á los súbditos buenos, más aun también lo es para usar bien de la menos principal, que es el castigo, porque castigar sin amor cerca está de vengança, ó de crueldad, ó dureza de coraçón, y por esto muy lexos del castigo humano, y muy más lexos del castigo cristiano. El hombre deve compassión á otro hombre, y aunque la justicia le compela á lo mal tractar, no tiene licencia para desnudar sus entrañas de compassión y misericordia para el que es hombre como él, y que, como aquél cayó, pudiera caer quien lo juzga en aquel delicto ó en otros, y por ventura ha caído. Y el cristiano, cuya virtud muy principal es la misericordia, y tan embevida en su coraçón que se diga tener entrañas de misericordia, en todo deve mezclar esta virtud, conociendo que por misericordia fué él criado de nada, fué hecho cristiano, no fué condenado quando peccó, fué perdonado quando se convirtió, es tenido en pie para no tornar á caer, y en fin espera ser salvo por la misericordia de Dios:y no es razón que quien copiosamente la ha recebido la niegue al próximo en la manera que se la puede dar; si es persona particular perdone su injuria; si pública, sea quan moderado pudiere ser en dar el castigo; y el que diere siéntalo primero en su coraçón, y duélale porque no puede dexar de dar el cauterio de fuego á un hijo suyo ó hermano; de lo qual puede y deve tomar exemplo del soberano Dios, supremo Juez, que dize por Isaías: Heu! vindicabor de inimicis meis, dando á entender que precede el hay! de la compassión al castigo de los malos. Y esto mesmo declara el Hijo de Dios encarnado, que primero lloró á Hierusalén, y á cabo de muchos años la castigó. Y pues el Criador que con tanta justicia puede castigar al culpado que le offendió, se inclina a compadecerse primero que castigue, ¿quánto más lo deve hazer el hombre juez con otro hombre semejable á él, y por ventura menos malo que él? Poco es razón que duerma la noche antes que uviere de darsentencia de condenación; y dévese passar en gemidos y oraciones, suplicando al Señor consuele, y esfuerce, y haga misericordia á aquel su hermano, al qual es él forçado á dar el trabajo de la condenación. Esto conviene hazerse assí, por cumplir con lo que deve á su próximo, y también para que con esta misericordia provoque á la de Nuestro Señor, que le sea favorable quando el mismo que agora juzga sea presentado como reo en el juizio de Dios. Y pues tanto importa hazerse assí este negocio, y esto no se puede hazer sin amor, claramente se vee qué necessario es el amor, assí para evitar los delictos, como para bien castigar á los que en ellos uvieren caído.

Aún ay más cosas para que sirva el amor á la persona pública que lo quisiere ser como deve ser; y es una de ellas no estar atado á la estrechura de leyes particulares, mas vivir en la anchura del amor, que comprehende obligación de justicia y obligación de caridad. Digo esto porque algunos que goviernan repúblicas tienen tan limitado su zelo, que no se estienden sino á quitar aquellos delictos que por leyes particulares están vedados, y no entienden la obligación en que les pone la ley del amor de la honra de Dios y del bien público, aun de la persona particular. Cierto es que un próximo no es obligado por obligación de justicia á prestar dineros á otro, aunque esté en gran necessidad, ni á evitarle un daño, ni á corregirle de un peccado, si no uviesse alguna particular obligación por ser su padre, ó cura, etc.: mas la ley de la caridad obliga más que la ley de la justicia, y condena, y con pena eterna, al que la quebranta, aunque la ley de la justicia le absuelva; porque la misma ley del amor ella sola por si tiene fuerças para obligar á evitar el daño notable del próximo temporal, y a fortiori el espiritual: y á semejança desto, como á la persona pública le esté encomendada la honra de Dios y el provecho público, tiene obligación de remediar unas cosas limitadas por leyes particulares, y otras por esta general obligación que tiene de evitar deshonras de Dios y daños notables públicos.

¿Quién duda sino que si se offreciesse una particular irreverencia á un templo, ó á una cosa de Dios, sería obligadoel governador de la república á la impedir, ó á la castigar? Y si los ciudadanos hiziessen notables excessos en vestir, comer, atavíos de sus personas y casas, y otros excessivos gastos, devría el governador irles á la mano por esta ley general, que es daño de la república empobrecerse los ciudadanos por estos medios tan fuera de razón. Y si un súbdito suyo fuesse murmurador, ó se embriagasse, ó cosas semejantes á éstas, aunque ley particular no le obligasse al remedio desto, oblígale la ley de Dios por el precepto de la caridad, el qual no cessó, antes más se fortificó, porque como el precepto de hazer bien al próximo ó evitarle el mal obligue más á quien más tiene, ó más sabe, ó más puede (pues conforme á la possibilidad es la obligación de ponerla en obra), claro es que, pues la persona pública puede más siéndolo, que podrá siendo particular, correrá más en él la obligación del aprovechar que quando era persona particular; y esto es lo que S. Gregorio dezía, que crece la cuenta quanto crecen los dones. Y el Señor, que mentir no puede, lo affirma, diciendo: «Al que mucho le es dado mucha cuenta le será pedida»; y Él galardona á quien bien granjea y trae ganancia de los talentos recebidos, y castiga con infierno á los que no emplean el talento que Él dió. Y no se contenta con que se lo tornen entero, si no se lo dan con ganancia: y talento, como S. Gregorio declara, se entiende ser todo aquello con que el hombre puede aprovechar á su próximo ó evitarle el mal. Terrible cosa y muy nueva para los que piensan que no ay que temer en las riquezas ó poder que les es dado, y por esso no piensan tener obligación sino quando por vía de estrecha justicia son compellidos á ella. Adviértase bien como los que tien[e]n mandos públicos, mediante su auctoridad y la necessidad que los súbditos tienen de ellos hallan casamientos muy buenos para sus hijos; pueden mucho sus ruegos con chicos y grandes; y en fin, por medio de sus personas públicas alcançan muchas cosas para sí y para sus amigos, que no alcançaran si fueran personas particulares. Por lo qual claramente se vee cómo su talento es más crecido, y por esso más obligatorio: y será la razón de su condenación muy clara; pues empleándolo en cosas proprias ganavan mucho, y no lo quisieron emplear en provecho de otros, donde también fuera la ganancia muy cierta. Y si esto, que tan claro es, las personas públicas quisiessen considerar de propósito y tantear el bien que pueden hazer y males que evitar por sí, ó echando terceras personas y en fin por los medios que acostumbran negociar lo que á ellos cumple, sería tanto el provecho que hiziessen en sus repúblicas que en breve tiempo las tuviessen todas reformadas, ó á lo menos muy mejoradas; y ternían cuenta de siervos fieles para el día de su juizio, offreciendo al Señor ganancia de cinco por cinco, y de dos por dos: y oyendo aquella alegre y dichosa palabra: «Gózate siervo bueno y fiel; entra en el gozo de tu Señor» evitarían el temeroso tronido de la otra contraria, dicha al que no empleó bien el talento: «Atadlo de pies y de manos, y echadlo en las tinieblas de fuera.» Quán valerosa cosa es el amor, y necessario para bien usar del officio público, pues él es el que haze emplear bien los talentos, y ser gualardonado por ello; y la falta dél haze al hombre descuidado y floxo, y lo echa en penas eternas; pues según dizen los sanctos, lo que es el ojo en el cuerpo del hombre es el que govierna á la república.

Notoria cosa es para cumplir bien con este officio ser necessaria la lumbre de la prudencia con la qual disponga bien los medios con que alcance su fin, que es la paz y virtud de los ciudadanos; y deste tal dize el Spíritu Sancto: Judex sapiens judicavit populum suum, et principatus sensati stabilis erit: y de aquel á quien falta esta prudencia se dize: Si caecus caecum ducit, ambo in foveam cadunt: echándose á perder á sí y á su ciudad, según está escripto: Rex insipiens perdet populum suum: et civitates in[h]abitabuntur per sensum prudentium. La ciudad semejança tiene de nao, y el que la rige se llama governador, de donde parece quán necessaria es la prudencia para bien governar, como es el arte en el piloto para dar buena cuenta del governalle donde va puesto: y acreciéntase la difficultad de llevar bien la nao, si la navegación es por mares donde ay corrientes contrarios, ó freqüentes y grandes tempestades, ó peligrosos vaxíos; y sobre todo esto si la navegación es por donde ha mucho que no ha ido nao, y no ay de quien aprender la altura del norte y los peligros que ay en la navegación. E acrecienta el temor saber que ha avido muchos pilotos que juntamente con sus passajeros han caído en el profundo del mar; y con todas estas difficultades que esta tal navegación ternía, no llega á la que tiene la governación de la república, en la qual nunca faltan vientos contrarios, porque, ya que de fuera no aya quien los levante, los mismos passajeros que en la nao van mueven unos contra otros guerra cevil, y por esto más peligrosa. Difficilmente es domado el hombre, como dize Platón; y domar tantos, unos altos y otros baxos, ricos y pobres, sabios é ignorantes, sobervios y humildes, y en fin malos y buenos, cosa es que requiere aquella prudencia, con la qual dize Sant Pablo: Omnibus omnia factus sum, ut omnes facerem salvos. Y como por nuestros peccados estén las repúblicas tan mal governadas, y de muchos años atrás, y las cosas tan fuera de sus principios, y los ciudadanos tan duros para ser corregidos, que el ser lo toman por menoscabo de honra, es cosa difficultosa el abrir camino que tan cerrado ha estado con las malas costumbres, y ser condenado de novedad lo que es tornar los negocios á las buenas costumbres antiguas.

Séneca comparó al que se encarga de regir la república á un médico que entrasse en una enfermería donde uviesse muchos enfermos de diversas enfermedades: y tiene razón, pues no ay otra tan dañosa y peligrosa enfermedad como el vicio del ánima. Muy sabio médico ha de ser aquel que sepa proveer á tanta differencia de enfermedades y muchedumbre de enfermos; mas para curar las malas costumbres de la república mayor maña se requiere, pues los enfermos son más, las enfermedades más peligrosas, y los enfermos más desganados de tomar medicinas, y algunos las aborrecen, y al médico que los quiere curar: y con esto se junta que en un cuerpo enfermo ordinariamente ay unaenfermedad, ó pocas más, y acá hallarán en un ciudadano tres y quatro, y cinco y más vicios, y algunas vezes unos contrarios á otros; y para medicinar tantos y tales enfermos ¿quis idoneus? Muchas cosas dixeron los sabios ser provechosas para alcançar la prudencia necessaria que tal cura requiere: una es que el tal governador sea de su misma naturaleza prudente, é inclinado al amor de la sabiduría; y esta misma es la primera que el Concilio Cartaginense dize que deve tener el obispo; condición por cierto muy necessaria, porque como sea cosa muy difficultosa pelear un hombre contra su naturaleza, queriendo alcançar lo que ella le negó, pocas vezes succede bien al arte que no se funda sobre abilidad natural junta con afición: y en tanto estimava esto Platón, que dixo: que no duraría más el bien de la república de quanto durasse en ella seguir cada uno aquel arte ó ministerio á que es inclinado y afficionado; porque desta manera salen los hombres señalados y excellentes en sus officios, y los llevan con suavidad y deleite, y con provecho de aquellos que los han menester.

Y hablando como cristianos, podemos dezir que estas tales son señales de querer Dios que el hombre siga aquel camino y tener vocación para él. El que esta prudencia natural tiene, haga cuenta que le ha dado Dios fundamento sobre que edifique la casa de la sabiduría. Mas si se contenta con esto sólo, no será ábil para governar, como tampoco la tierra, por fértil que sea, ni el árbol, ni la vid, ni cosas semejantes, darán buen fructo si no se junta con la virtud natural que ellos tienen el cuidado y trabajo de quien los cultiva. Y Platón tiene por cosa casi impossible aver ingenio que por sí sólo sea suficiente á bien gobernar, pues que es cosa diffícil hazerlo bien aun á quien tiene muchas partes para ello: que cierto si aquel filósofo que era esclavo sacado á la plaça á ser vendido, y preguntado qué officio sabía, respondió que mandar á hombres libres, si dixo verdad, mucho sabía; porque arte de artes es el regimiento de ánimas, como Sant Gregorio dize: y el fin del legislador es hazer en su manera á los ciudadanos virtuosos, lo qual es regimiento de ánimas.

Ayuda para alcançar la prudencia del bien governar la lección de los filósofos que trataron de la buena orden que ha de tener la república; porque aunque no todas las cosas que dizen convengan para nuestra religión, ni para nuestros tiempos, mas muchas ay que sí, y á lo menos se aprende de ellos quán caídas están nuestras repúblicas y quán pocos ay, aun de los que goviernan, que sepan regirlas ni aun entender lo que son. También se conoce la perdición de los ciudadanos y pueblo, y quán fuera de quicios van sus costumbres, aun cotejadas con la lumbre y razón natural, y quán dignos son de condenación pues son hallados peores y muy más desordenados que aquellos hombres que no tenían más lumbre que la natural. También se requiere lección de las leyes del reino, y de otras, si para ello tuviere abilidad; porque la lección da lumbre á quien no la tiene, y acrecentamiento de ella á quien tiene alguna. También notaron los filósofos que no se deve encomendar regimiento á mancebos; porque como para bien exercitarlo se requiere prudencia, según se ha dicho, y esta pide experiencia, y de muchas cosas y tiempo, faltando ésta á la mocedad, no puede ser ábil para su officio. Confírmase lo que estos filósofos dizen por la Escriptura divina, en la qual se cuenta que fué dicho á Moisés que eligiesse para Juezes á viejos: y el juez que el profeta Daniel vió, dize que era antiguo de días y tenía la cabeça blanca.

Ser el governador amigo de su parecer es cosa muy peligrosa y contraria á la prudencia, como en otra qualquiera persona; y antes se ha de escoger un hombre que sepa menos, si conoce su falta y la remedia con el consejo de los más sabios, que otro que sepa más y está confiado que él es el que acierta y los otros no. Verdad es esta de Dios, el qual dize: Vidisti hom[i]nem [sapientem] sibi videri? Magis illo spem habebit in[s]ipiens. Las historias divinas y humanas están llenas de exemplos de los que han acertado por vía de tomar consejo y han echado á perder á sí y á otros por seguir el proprio. Si un hombre no sabe toda razón, pide que pida consejo, y si es sabio, el Espíritu Sancto dize, que oyendo el sabio, será más sabio. Lo que conviene advertirse es; que tome consejo con el sabio y bueno, pues sabemos aver perdido el rey Roboán de doze partes del reino las diez por aver seguido el consejo de moços y desechado el que le davan los viejos. Un filósofo dixo, y con mucha razón, que la ira y la aceleración en los negocios son enemigos del buen consejo; y assí conviene mucho mirar que el que ha de ser hombre de los otros no tenga él su ojo ciego con la ira, pues el officio della es impedir el conocimiento de la verdad; y esto es assí verdad, aunque al airado le parezca que tiene mucha razón en lo que haze. Porque pues la ira es breve furor no ay por qué creer que el que está loco acierte á juzgar, y, pues también emborracha la ira al ánimo, como el vino al cuerpo, y Platón manda que el que rige á la república no beva vino, claro está que hasta que se passe la ira, de ninguna cosa se deve fiar el airado, como tampoco el embriago hasta que aya dormido el vino, y tornado á su júizio, que con la embriaguez avía perdido. Y á esto atendió el bienaventurado Sant Ambrosio quando dió por penitencia preservativa al emperador Teodosio que ninguna sentencia de sangre que diesse se executase hasta passados treinta días, en castigo de una cruel sentencia que el emperador avía dado arrebatadamente contra los de la ciudad de Thesalónica. Sócrates dixo á un su criado: «Castigárate sino porque estoy enojado.» ¡Quánto más deve mirar y temer su propria ira quien tiene á cargo de castigar no esclavos sino libres, y no qualesquiera sino á gente principal! Perniciosíssimos yerros, y algunas vezes irremediable[s] se siguen de ser los governadores airados; y por esso deven procurar con todas sus fuerças, y principalmente pidiéndolo á Dios, tener muy desarraigada de su coraçón esta pon[z]oñosa bívora, y vestirse de mansedumbre, para que sean imitadores del soberano Juez, que no con ira, sed cum tranquilitate omnia judicat. Y particularmente deve huir de palabras injuriosas y mal criadas, porque éstas antes suelen dañar que enmendar; y quando son blandas, hazen que aunque uno vaya castigado, vaya consolado.

Justo ha de ser el governador, y si fuere menester, riguroso en sus obras, mas en las palabras blando y muy comedido. Y alcançar esta virtud de man[s]edumbre los que goviernan los pueblos es cosa difficultosa; porque las desobediencias y malas crianças de los súbditos, la muchedumbre y diversidad de sus negocios y passiones, los delictos y sinrazones y agravios que hazen, y el no querer ser castigados ni reprehendidos por ellos, las malicias y calumnias con que á otros offenden y á ellos se offenden, todas estas cosas y otras muchas, son occasiones tan vehementes para mover á ira el ánimo del superior, que, si no trae siempre el freno en la mano contra su ira, recelando la caída, como quien va cavalgando con una bestia rixosa por un monte y senda muy estrecha, que en saliendo de ella dará el hombre consigo en grandes despeñaderos, no podrá el tal superior dexar de caer en la ira. Y tanto más deve temer esto, y procurar por no dormirse ni descuidarse, quanto más se viere inclinado á esta passión, especialmente si algunas veces ha sido vencido de ella; porque grave culpa es no hazerse el hombre avisado para no errar quando primero ha errado, y no sanar con tan costosa medicina. Procure pues de no hazer cosa con ira ni con poca deliberación, y arrepentirse a pocas vezes de lo que assí uviere hecho, y terná el ojo de la razón claro para usar de la prudencia que con los dichos medios uviere alcançado; y después de la larga deliberación sea breve la execución, porque tanto defecto es tardança en la execución, quanto la presteza en la deliberación.

Son tantos, tan graves y tan differentes los negocios que ha de atender el que govierna república, que por mucho que se ha dicho de los medios para alcançar la prudencia que ha menester, aún queda por dezir lo más necessario; y ninguno se maravillará de aquesto si considerare la difficultad que ay en regir á personas tan differentes, que cada uno ha menester medicina y freno por sí: uno ha menester blandura, otro rigor; una pena merece quien pecca por ignorancia ó flaqueza, y otra quien pecca por malicia; una cosa es quando una comunidad toda entera, ó la mayor parte, delinque, otra quando un particular. Algunas vezes conviene dissimular el castigo porque no se siga mayor mal, y otras esperar tiempo más conveniente para lo hazer. Conviene entender las malicias de los malos sin aver sido malo, para se las impedir por vías secretas, que no las entiendan; prevenir los alborotos y sossegarlos después de venidos; y finalmente, siendo uno, hazerse muchos qual cada uno lo ha menester. Y como es negocio de actos particulares, en los quales concurre diversidad y muchedumbre de circunstancias, no unas siempre, mas muy differentes, y una sola que falte, ó que venga de nuevo, haze variar la determinación, resulta de aquí tanta incertidumbre en la prudente determinación, que aun los muy sabios muchas vezes tienen differentes pareceres, como por experiencia se vee, assí en lo escripto como en los consejos se practica, que más parece el acertar, quando se acierta, ser á caso que no por reglas de arte cierta. Y assí los filósofos dixeron que las particulares circunstancias no caen debaxo de arte por su grande variedad, y déxanse al arbitrio del prudente varón; y tan difficultoso es el negocio, que ninguna humana prudencia es bastante para no errar: y por esto es necessaria al governador la lumbre del cielo, que fortifique la prudencia acquisita, y supla quando ella faltare. Esta verdad alcançó Platón, y se affirma en ella una y muchas vezes, y con tanta certidumbre, que se determina á dezir, que nunca la república será bien regida, ni se pondrá fin á sus males hasta que el regidor della con la potencia espiritual de su ánima se junte con Dios, y de aquel conocimiento viva su ánima, y se mantenga y traiga lumbre, para regir á los hombre[s] por las leyes y regla que conoció en Aquel que es verdad y bondad de sí mismo, y no por agena participación. A este tal governador llama hombre divino, por ser más que hombre, y dize que ha de exceder á los regidos por él, como excede un hombre á un niño: y que assí como para guardar ó apacentar ovejas ó bueyes ninguno pone animal, que tenga este cargo, sino á hombre, que tiene razón, assí quien á hombres ha de regir, más que hombre ha de ser, y éste se llama hombre divino. Cosa de maravillar es cómo este varón alcançasse aquesta verdad; mas no devemos dudar en ella, porque la tenemos confirmada y aun dicha por Dios muchos años antes que Platón la dixesse, y aún que naciesse. Léese en el libro de los Números que quexándose Moisén á Dios de la grande carga que le avía echado á cuestas mandándole llevar sobre sus hombros todos los negocios de la governación de aquel innumeroso exército del pueblo de Israel, que salió de Egipto, y diziendo que él no podía suffrir á solas carga tan pesada, le respondió el Señor: «Elige setenta varones de los que tú has conocido, quod senes populi s[i]nt ac magistri: et duces eos ad ostium tabernaculi foederis, faciesque ibi stare tecum, ut descendam et loquar tibi: et auferam de spiritu tuo, tradamque eis, ut sustentent tecum onus populi, et non tu solus graveris. Traxo Moisés los varones, y el Señor les dió del espíritu que tenía Moisés sin quitarle nada del que él tenía; y los varones con el espíritu del cielo, que en ellos vino, profetizaron, y con perseverancia y con este spíritu regieron el pueblo. Y es de advertir que este regimiento no era spiritual, sino secular, y para hazerlo como se devía hazer fué dado espíritu sobrenatural; y lo mesmo parece en Moisés, pues también regía el pueblo, y juzgava entre ellos de las cosas temporales, y consultava con Dios qué pena daría al que traspassava la ley, por qué tierra iría, qué capitanes embiaría á la guerra, y todas las demás controversias que en aquel pueblo acaescían, no obstante que él fuesse docto en la sapiencia humana, en que abundaban los sabios de Egipto.

Tanta es la flaqueza de nuestra prudencia que aun para governación de cosas temporales no basta; y esto se declara bien por cierta experiencia en el capitán Josué, elegido por Dios, el qual con los principales de Israel fué engañado de los gabaonitas, y la causa de ello no quiso la Escriptura divina callarla, por no quitarnos un exemplo, que nos amonestasse de nuestra flaqueza y nos hiziesse recurrir á pedir lumbre á Dios en los negocios que nos acaescier[e]n. La causa pues del engaño fué porque si fiaron de las conjecturas, que á su parecer eran claras para determinación del negocio, y no preguntaron á la boca del Señor, pidiendo que les enseñasse lo que avían de hazer. Estos dichos exemplos, ó otros semejantes movieron al rey Salomón, que aviendo rescebido el señorío de todo Israel, temió peso de tan gran carga, cotejado con la flaqueza de su entendimiento: y como el temor sea causa de buscar remedio y consejo, estimulado dél, fuesse á Dios, y pidióle de todas sus entrañas (como él lo testifica), que le diesse lumbre de sabiduría para regir el reino para el qual el mismo Dios lo avía elegido. Alega para esto muchas razones, y una es confessarse por insufficiente para el entendimiento del juizio y de las leyes, humano y divino, según las quales avía de juzgar: también alega que pues Dios le eligió para el reino y para edificarle templo, le diesse lumbre para bien lo hazer, pues es su costumbre dar lo necessario para bien administrar la dignidad que Él mismo es servido de dar: alega también el impedimento que para pensar bien los negocios y alcançar la humana prudencia da el cuerpo corruptible que traemos á cuestas, y la difficultad, y, por mejor dezir, la impossibilidad que en nosotros ay para alcançar la sciencia y consejo de Dios, assí en las cosas especulativas de los misterios de su alta deidad, como el consejo de su sancta voluntad en las cosas particulares que hemos de hazer; porque déstas se entiende, según lo declara la Glossa, lo que el dicho rey Salom[ó]n dize: Cogitationes mortalium timidae, et incertae providentiae nostrae.

No ay certidumbre de evidencia que dé entera seguridad en el juizio de las cosas particulares, sino mezcla de temor, aunque aya inclinación mayor á creer uno que otro. Incierto es lo que juzgamos de presente, incierto lo que proveemos para adelante, y el errar esso es cosa cierta, y el acertar muy dudoso. Y porque ninguno piense que está fuera de esta necessidad, por muchos dones naturales que tenga, y le comprehenda la sentencia de la divina Escriptura, que dice: Qui confidit in corde suo, stultus est, y con esta confiança se descuide de pedir á Dios la sabiduría que pidió Salomón, diziendo que por ventura aquel era moço ó no de muy buen entendimiento, proveyó el Espiritusancto para el remedio de tan dañosa confiança y ciega sobervia, que no sólo el rey Salomón confessasse la necessidad que tenía su propria persona de la lumbre de Dios para la buena governación de su reino, mas, tendiendo los ojos de su entendimiento por todo el género humano, dió esta sentencia de todo él por lumbre de Dios, diziendo: Et si quis erit consummatus inter filios hominum, si abfuerit ab illo sapientia tua, in nihilum computabitur; y lo mesmo quando en el mesmo capítulo dize: [Quis enim hominum] poterit scire consilium Dei, aut quis poterit cogitare quid velit Deus? Bien parece que avia leído el mesmo testimonio de la gran necessidad que la humana flaqueza tiene de la lumbre de Dios que avía dado su padre David quando dixo: Dominus scit cogitationes hominum quoniam vanae sunt. Y porque no pensassen los que se tienen por sabios que no les toca á ellos este reproche, infamia de poco saber, declara S. Pablo con espíritu de Dios que estos hombres, cuyos pensamientos son vanos, son los [s]abios, diziendo: Novit Dominus cogitationes sapientium quoniam vanae sunt, dando á entender que no habla David de la vanidad de pensamientos tocante al desseo de cosas baxas, sino de los engaños del entendimiento en que caen los sabios; y no sólo en uno ó dos, mas en pueblos enteros; y no sólo en personas baxas, mas también en las muy principales, como parece claro en otro testimonio, que da el mesmo David, diziendo: Dominus dissipat consilia gentium: reprobat autem cogitationes populorum, et reprobat consilia principum. Y esto es porque estos consejos son planta que no ha plantado el Padre celestial, que los que Él inspira de éstos, se dize: Consilium autem Domini in aeternum manet, etc. Y el no entender los que goviernan reinos y repúblicas esta profunda insufficiencia de la humana sabiduría para la buena governación de los súbditos, y el descuidarse de no hazer lo que Salomón hizo, por lo qual se quedan sin recebir la lumbre que él recibió, es la causa de la mala governación en las repúblicas, y por consiguiente de la perdición dellas, según lo testifica el E[s]piritusancto, diziendo: Cum prophet[i]a defecerit, dissipabitur populus: y llámase aquí profecía la divina Escriptura y la lumbre celestial de que hemos hablado. Destos tales se quexa Dios, y á éstos amenaza diziendo: Vae filii desertores ut faceretis consilium et non ex me, et ordiremini telam, et non per Spiritum meum. Mal irá á las repúblicas hasta que sean regidas por hombres regidos por Dios, según lo ha dicho el Espíritu Sancto en la dicha auctoridad. ¿Qué se concluye de aquí sino que pues de lo dicho consta, según dize una glossa, que para la buena governación es necessaria esta sabiduría del cielo, que el que tiene este officio no esté sin esta lumbre si quiere acertar á hazerlo, como él se salve y su república sea bien governada? Y assí como arriba hemos dicho que para alcançar la humana prudencia sirve mucho la naturaleza del ingenio inclinado á ella, assí para alcançar la divina haze mucho al caso tener un hombre inclinación á no presumir de su saber, y á pedir á Dios lumbre de todo lo que ha de hazer: y tras esto conviene que tenga alguna noticia de la sciencia y palabra de Dios, que está en la Escriptura divina, pues allí están los principios y avisos para governar un hombre á sí mismo, que no es pequeña parte para governar bien á otros; y tambien ay doctrina particular para los que rigen á otros. Ay exemplos de buenos reyes á quien seguir, y castigos de malos que pongan temor: y no sin causa mandava Dios que el libro de su ley fuesse dado á los reyes por mano de los sacerdotes, sino para que, leyendo en él conociessen de cúya mano tenían el reino, y cómo lo avían de governar según las leyes que en la Escriptura divina están. Especialmente servirá para esto la lección de Proverbios, Ecclesiástico y Sabiduría y libro de Reyes, y algunos lugares de los Profetas que tienen particular cuenta con los que rigen á otro; y el Testamento Nuevo, cuya doctrina es más excellente que otra ninguna. Y converná tener una Glossa ordinaria para declaración de algunos lugares que tengan alguna difficultad. También les aprovechará leer algunos lugares de los Sanctos Concilios de la Iglesia y el Pastoral de S. Gregorio; porque como se tratan en estos libros cosas de govierno ecclesiástico, puédese de allí tomar aviso para el temporal, y también de lo que á los obispos se manda; pues, sacada la administración de los sacramentos y cosas espirituales y de la palabra de Dios, en muy muchas cosas conviene el officio del obispo con el del señor ó governador temporal. Y si otros más libros de sanctos quisiere leer, no por curiosidad de saber, sino para remedio de su ignorancia ó flaqueza, y escogiendo lo más provechoso, no perderá, antes ganará mucho con tal lección para sí y para governar. Quán conveniente cosa sea el tomar consejos en negocios importantes, y quánto lo sean los de la governación de la república, la Escriptura divina y humana y razón natural y experiencia nos lo demuestra. Y assí como para alcançar lo que devemos hazer según humana prudencia, se ha dicho arriba que se deve tomar consejo con los que la tienen, assí para regir según la divina conviene también consultar á los que la tienen; porque aunque, según se ha dicho arriba, el mismo que rige deve tener esta lumbre para no estar del todo colgado de la sabiduría de otro, mas no por esso ha de pensar que de tal manera la tiene que le baste para todos sus negocios sin aver menester pedir lumbre á los que la tienen; porque no ay cosa más contraria á esta sabiduría, que desciende del cielo, que la sobervia y confiança de sí, ni tan cierta señal que uno la tiene como tener humildad; porque escripto está: Ubi humilitas, ibi et sapientia. Deve pues el tal governador, alto ó baxo, sabio ó no sabio, ser amigo de pedir consejo, y blando para recibirlo; porque una de las condiciones que Sanctiago Apóstol pone de la sabiduría que del cielo desciende es no ser porfiada, ni tiessa, sino pacífica y que se dexa persuadir: de lo qual tenemos exemplo en David, que teniendo el espíritu del Señor, y muy familiar, traía consigo al profeta Gad, y después al profeta Nathán, por el parecer de los quales regía su persona y negocios. Sant Augustín dize que, aunque viejo y obispo, estava aparejado á ser enseñado por el que era obispo de un año. Todo lo qual se entiende quando el hombre acierta con personas spirituales, que tengan sciencia espiritual y dón de consejo; y acertar con estos es dón de Dios muy particular, y darles crédito también lo es; porque aunque la buena vida á solas alguna vez sea tanta parte con Dios para alcançar lumbre de lo que se deve hazer, según dize la Escriptura: Anima viri sancti enuntiat aliquando vera, quam septem circunspectores sedentes in excelso ad speculandum; mas esto no es cosa ordinaria, aunque no se deve tener en poco: mas lo que se deve en mucho estimar es quando se junta sciencia divina con vida espiritual y perfecta, y dón particular de consejo. Y de esto se entiende: Multitudo sapientium sanitas est orbis terrarum, porque ni la filosofía ni la Escriptura divina llama sabios á los que tienen qualquiera sciencia que sea, aunque sea la divina, si con ella no se junta la vida ya dicha; porque, á quien ésta falta, está subjecto á muchos errores, y tanto más peligrosos quanto más se fía de ellos, porque los tiene por acertamientos: engáñase con la aparencia de su sabiduría, y engáñanse muchos viéndola en él, porque ay pocos que sepan conoscer los verdaderos sabios, y, arrimándose á lo que no tiene existencia y firmeza, por fuerça han de dar muchas caídas.

En el concilio Cabilonense se dize que los que rigen los pueblos tomen consejo con los obispos en las cosas de importancia y que fueren dubdosas: y lo mismo manda el emperador Justiniano con spíritu muy cristiano: y los reyes de Castilla passados usaron esto mucho; uno de los quales pidió á los obispos congregados en un Concilio Toletano, que le diessen leyes con que el reino viviesse, y diéronlas: y también los reyes presentes tienen por de su Consejo á los sagrados obispos. Semejança tiene esto con lo que Dios mandó en tiempos passados, que si los juezes de los pueblos del reino de Israel tuviessen varias opiniones en algún negocio, que subiessen á Hierusalem, y lo consultassen con el Summo Sacerdote, y siguiessen el parescer dél. Y es de mirar que este recurso que en las cosas dudosas se manda tener á los obispos, no estando por la mayor noticia de leyes humanas que ellos tengan, sino por la mayor lumbre celestial que de la contemplación de Dios resulta, y mora en ellos como en otro Moisés, con la qual declaran lo que la humana prudencia no podía alcançar: mas si la dicha lumbre les falta faltarles ha lo principal. Y cosa es muy importante que el tal governador elija confessor que tenga las dichas dos partes de sciencia y de spiritual vida, y que sea desinteresado de toda vida humana, pretendencia, y desocupado de todo otro negocio; porque si ha de usar bien su officio, terná tanta ocupación en guardar de peligros la conciencia de quien tantos negocios dependen, que no le vagará á entender en otros.

Tras esto se sigue imitar al rey Salomón en la oración que al Señor hizo pidiéndole esta sabiduría tan necessaria: y digo imitar, no sólo al pedir, sino con las circunstancias que él lo pidió; conviene á saber, de todas sus entrañas, con profundo conoscimiento y temor de su propria insufficiencia, y con coraçón no afficionado á riquezas: aunque por este mismo hecho el Señor se las dió, y en gran abundancia, por añadidura de la sabiduría á que se afficionó y pidió, según el Señor lo acostumbra hazer, y ha prometido hazer, quando dize: Quaerite primum regnum Dei, etc. También alegó que pues el Señor le avía elegido por Rey le diesse sabiduría para que bien supiesse exercitar officio de rey; y començando por esta última circunstancia, paresce claro que los que se ingiren y procuran por los medios que ellos saben de alcançar estos tales officios, no ternán lengua para dezir al Señor: «Pues que tú me elegiste para esta dignidad, dame prudencia para el buen exercicio de ella.» Ni el Señor terná occasión de la dar, pues ellos sin Él se metieron en ella. De los quales Él se quexa, diziendo: Ipsi regnaverunt, et non ex me: Principes steterunt, et non cognovi, quiere dezir, lo no aprové. Andarán estos miserables entronizados en lo de fuera, y honrados en los ojos de los hombres, mas tenidos por viles en el acatamiento de Dios; gente que no entró por la puerta á regir las ovejas de Dios, caminando por peñas y resvaladeros, tinieblas de noche, en donde se siguen muchas caídas de peccados, y después en las tinieblas de la noche eterna.

Lo primero y que más pena da, es ver á Nuestro Señor tan offendido con juramentos falsos, ó diziendo mentira en lo de presente, ó no cumpliendo lo que se jura: y donde más se usa esta desventura es donde más lexos avía de estar, conviene á saber, en el exercicio de la justicia y cosas tocantes á ella. Los que en este caso más desenfrenados están son los escribanos; que jurando todos de guardar el aranzel destos reinos, casi ninguno lo guarda; y aunque es verdad que era cosa muy justa acrescentarles los derechos, pues los tiempos son differentes, mas no por esso dexan ellos de peccar quebrantando lo jurado, pues juramentum debet impleri in specifica forma, ni Dios dexa de ser offendido. Y ¡quién dirá las vezes que en esto lo es? Cuéntense los contractos, testamentos, actos judiciales, y en fin escripturas que hazen, y todas las vezes que las hazen, y súmense quántos perjurios avrá cada día en essa ciudad, y qüéntense todos los demás que se hazen en el reino, y parescerán ser tantos que no aya coraçón cristiano donde entre esta consideración que sea capaz de recibirlos sin rebentar de dolor, ni sin temor del castigo que tantas y tales offenssas meresce. No es de creer que Dios dexa sin castigo tantos perjurios, pues un solo juramento que hizo Josué á los gabaonitas, aunque engañado dellos, el qual el rey Saúl después quebrantó, se offendió tanto Nuestro Señor que en castigo dél estuvo tres años sin llover en el reino, y hasta que fueron satisfechos los gabaonitas con la muerte, y muerte de cruz, de siete personas descendientes de Saúl, no se amansó la ira de Dios, ni embió su pluvia sobre la tierra. Y para mí tengo que una de las causas por que el Señor nos açota en cosas temporales y espirituales, con estirilidad de unas y otras, es por este peccado, como Sant Hierónimo dize: y la razón está clara; que pues la divina Escriptura dize: Vir multum jurans replebitur iniquitate, et de domo ejus non discedet plaga, ¡quánto más vendrá este castigo sobre el varón que multum perjuratur! Lo mismo se dize Zachariae, 5 cap., y en otras partes de la divina Escriptura. Y aunque algunos dizen que el remedio desto se ha pedido á la Real Magestad, y que se responde que, aunque se acrecentassen los derechos, todavía los llevarían demasiados, paresce que á lo menos se les quitaría la occasión de alegar que por no se les pagar lo justo lo toman ellos. Mas entretanto que la Real Magestad no provee esto, ellos verdaderamente quebrantan el juramento, y tienen propósito de lo quebrantar, y por esso están en peccado mortal y no pueden ser absueltos en el sacramento de la Penitencia; y assí ha parescido á muchas personas doctas, que por mandado del Reverendísimo Obispo de Córdoba se juntaron á conferir sobre este negocio. Y no sólo corren peligro por quebrantar el juramento, mas por ser tan excesivos los derechos que llevan, que por mucho que el Rey se los tassasse no serían tanto, ni con mucho, como los que ellos llevan, ó pidiéndolo, ó rescibiéndolo; y lo uno y lo otro les está vedado por leyes de aquestos reinos, aunque pocas personas ay que quieran dar de su voluntad más de lo que deven; y si lo dan es por entender que el escribano no le despachará con diligencia su negocio, si no es á peso de dinero; y como los escribanos hagan demostraciones sufficientes para que esta voluntad suya se entienda, en buen romance tanto es como pedirlo, y, constreñir que se le dé. Los juezes tienen obligación á remediar esto, assí por vía del perjuizio, pues es cosa pública, como por vía del excesivo precio que llevan, y assí está mandado por leyes del reino que sean castigados por ello; ni los tales juezes se pueden excusar en el juizio de Dios con dezir no ay quien los accuse, ni se les pide nada en residencia, porque ya se sabe que si no ay passión que mueva á pedir estas cosas, no ay á quien se le dé nada por ellas, y por temor de los mismos escribanos, pues es gente que puede dañar, ó por lo que á cada uno se le antoja, quiere más callar que meterse en estos pleitos. Y por tanto, pues esto consta á V. S., tiene obligación de lo castigar y remediar, y no es cosa difficil al zelo y prudencia que Dios á V. S. ha dado, tomar á esta gente con el hurto en las manos, porque como es cosa ordinaria y continua exceder en los derechos en todas las escripturas que hazen, quienquiera podrá dar testimonio de lo que á él le han llevado, y assí avrá tantos testigos quantos uvieren hecho escripturas con ellos; y si por ser cada uno singular no fuere bastante para condenación, fácil cosa es de hazer que vayan con él al tiempo de pagar al escribano un par de amigos suyos dissimuladamente, ó con achaque de hazer ellos alguna escriptura, ó de ser testigos de la que el amigo haze, ó con otra dissimulación, y assí avrá probança sufficiente para el delicto, y no faltará sino que succeda el castigo y remedio para que Dios no sea offendido, ni el próximo damnificado. Y aunque entrambas cosas dan causa de justo dolor, la primera más. Y cierto si uviesse remedio para no tomalles juramento de guardar el aranzel, como él lo mandó, sino como se usa, y aunque del todo se dexasse de tomar, yo lo ternía por menor inconveniente que lo que agora passa, pues no avría entonces más de un peccado contra el próximo, y agora ay otro mayor, y estotro no cessa.

En este estado del Señor Marqués de Priego se haze muy bien, porque ay tassadores para todo lo que hazen los escribanos, y éstos, y otras vezes el juez, tassan lo justo, y assí está este barranco allanado. Dios alumbre á V. S. para quitar de essa ciudad y su tierra tan graves peccados; y si se diesse gracia para que de la Magestad Real alcançasse remedio para todo el reino, sería doblada merced. Los alguaziles del campo y guardas de montes, los quales guardan sus juramentos tan mal, ó poco menos que los escribanos, dáseles occasión con no darles salario con que se mantengan, y han menester hazer lo que hazen para sólo comer. Yo, si pudiera, no recibiera juramento de personas de tan baxa suerte y conciencia por la poca esperança que dan de los cumplir.

También ay otra cosa que en esto da pena, y es que quando denuncian de uno, jura ser verdadera la denunciación, y también toman juramento al denunciado; y todo este negocio se funda muchas vezes sobre un ramo de árbol, que á duras penas puede valer siete ó ocho maravedís; y aunque el denunciado jure que no tiene culpa se juzga por el juramento del denunciador: de manera que no sirve aquel juramento sino de ponerle lazo en que caiga su ánima. Averiguar los malos conciertos que hazen, tomando dádivas por dissimular con los que entran en lo vedado, es fácil cosa, aviendo personas que dissimuladamente lo pregunten á los que tratan con ellos.

El secreto de los Cabildos de las ciudades, aunque jurado, se guarda muy mal: sería bien avisarles de ello; y para esto y para el buen exemplo dellos sería cosa conveniente que alguna persona religiosa les hiziese plática una vez en la semana, ó á lo menos en el mes, y en la quaresma más á menudo. Pida V. S. por merced á Nuestro Seño[r] le dé gracias para dexar introduzida esta buena costumbre en este su Cabildo: cerca de lo qual no digo más, porque la materia es larga, y V. S. que la trata de más cerca la entenderá mejor.

Bien será V. S. encargue mucho á sus officiales la guarda de sus juramentos, assí [e]n lo que toca á llevar derechos, como en hazer bien y fielmente sus officios; porque la negligencia en esto sería culpa doblada, y todavía se puede temer que excedan y falten en algo. Rastree V. S. los passos que dan, pues aun según el juizio de las leyes humanas, se imputa al Corregidor la culpa de sus ministros; y no se espere á que se remedie con la residencia, porque si V. S. no se la toma, y cada día po[r] la agena poco se remedia. Y también les encargue que todo lo que pudieren excusar lícitamente tomar juramentos, los excusen, y especialmente quando se teme razonablemente que se ha de jurar falso, ó á lo menos ay más licencia para esto quando se toma de officio, y no á petición de parte. Igualmente tenga V. S. cuidado de examinar cómo se guardan los juramentos que se toman á fieles executores, y á los que tienen cargo de mirar los officios mecánicos, que se hagan bien hechos, porque es tanta la facilidad con que se toman y hazen, quanta se tiene en no los cumplir.

También ay costumbre de que la primera cosa que haze un juez con un delinqüente es tomarle la confissión con juramento; y pues ay tan poco temor de Dios que por interesse de un real se comete un perjurio, por aquí se puede entender quán poco crédito se deve dar siendo en causa criminal y en persona de ruín vida. Sant Pablo dize que el fin de toda controversia es juramento: y estos juizios hazen al principio lo que avían de ser al fin; y aunque juran no por esso se acaba la controversia, ni sirve de otra cosa que de cometerse aquel peccado mortal. Tienen el pedir juramento en tan poco, que aunque para condenar á tormento dan traslado de los indicios á la parte, para pedirle juramento no se curan de ello: no sé otra cosa sino porque se tiene el daño del cuerpo en más que el peccado del ánima. He dicho esto, no ignorando que la práctica está en contrario, mas para que Vuestra Señoría haga en ello todo lo que pudiere porque el nombre de Dios no sea despreciado, pues ay tantas causas para creer que en estos juramentos lo es. Y téngase mucho cuidado con inquirir juramentos falsos de testigos, y, hallados, castíguense con exemplares castigos, porque la gravedad del delicto y freqüencia lo piden assí.

Oído he dezir á personas fidedignas que algunos corregidores y juezes tienen por costumbre de reprehender á los que sin necesidad juran delante dellos, y con buena criança y risa les hazen pagar un quarto por cada vez que juran: paréceme buena costumbre, y si no se pudiere sacar el dinero, déseles reprehensión.

El mal recaudo que ay en las escuelas de niños, y lo que importa averlo bueno, por ser aquella edad el fundamento de toda la vida, notorio es á V. S. Téngase mucho cuidado de buscar maestros de buenas costumbres, aunque sea á costa de dineros de la ciudad, y procúrese alguna persona religiosa que haga pláticas á los dichos maestros, juntándolos en uno, declarándoles lo que importa á la ciudad hazer bien el officio, pues de aquellos chicos que él enseña ha de salir el cuerpo de la ciudad; y el galardón ó castigo que, según lo hiziere, recibirá de Nuestro Señor. Y creo haría V. S. particular servicio á Nuestro Señor en llamar algunas vezes á los dichos maestros, y enseñarles regalo y favor, si bien hizieren su officio. No parecerá esto cosa indigna á quien considerare que la Magestad de Dios descendió á hazerse nuestro ayo y maestro, y á lavar los pies á unos pobres hombres, no sólo dándonos materia para dezir «bendicto sea Dios que tanto se humilló», mas mandándonos que le imitássemos en esta humildad á baxos y altos. Téngase también cuidado que en las dichas escuelas se diga la Doctrina cristiana, y que una ó dos vezes en la semana fuesse algún Padre á hazer alguna plática, conforme á la capacidad de los oyentes, y se ordenasse que el niño que oyesse jurar á otro, ó ofrescer al demonio, ó palabra desonesta, ó cosa semejante, avise de ello al maestro para que lo castigue.

Una cosa he desseado: no sé si por ser essa ciudad tan grande se podría hazer, mas no se pierde nada en dezirlo. Muchos mancebicos de diez y más años se quedan ordinariamente sin oír missa los domingos y fiestas, y se están jugando ó haziendo otros peores recaudos; y como tengan edad para ser obligados al precepto de la Iglesia, que manda oír missa, es cosa de lástima verse cometer tantos peccados mortales, y públicamente. Y de allí quedan con indevoción de oir missa quando grandes, y dispuestos para hazer otros muchos peccados. Dezir á sus padres que los lleven á missa es por demás, é ya que lo quieran hazer ay mal aparejo en las iglesias, porque están llenas de gente de más edad, y serles ía molesta la inquietud que tienen los mochachos quando están juntos. Sería cosa conveniente que se deputase para esta gentezilla iglesias ó horipitales donde no fuesse otra gente, donde los domingos y fiestas los llevassen los maestros de las escuelas á oír missa de algún sacerdote diputado para ello, el qual les hiziesse una plática de buenas costumbres con algún buen exemplo, y cómo se ha de oír missa, y lo que han de rezar. Y para esto era menester que anduviessen aguaziles por las calles cogiendo los mochachos para llevarlos al lugai de la missa, y encomendar á los padres de los niños que aprenden en la escuela que los enviassen á la dicha escuela para cumplir el mandamiento de Dios, pues los embían el día de entre semana para que sepan leer y escrevir. Grande ayuda sería para esto la ayuda y favor del Prelado: procúrese de cobrar; y quien advirtiere lomucho que va en la buena criança de la primera edad, lo qual aún conoció Aristóteles sin lumbre de fe, qualquier trabajo terná por pequeño por salir bien con esta empressa: y lo mismo se entienda de la casa de la doctrina de los ni[ñ]os perdidos que se recogen: y aunque esta materia era más larga, lo refiero al zelo y prudencia de V. S.

Las casas públicas de ruines mugeres se permiten para remedio de la concupiscencia carnal, que pone en aprieto al hombre flaco para hazer mayor mal si no se apaga con aquel menor. Y está este negocio tan fuera de quicios como otros muchos. Convernía que no dexasen parar á hombre en la dicha casa, porque de estar allí irritan á la misma concupiscencia con las muchas ocasiones que para ello ay, y toman por ocasión de abivar lo que se permite por remedio para apagar lo abivado si la concupiscencia le vence: si va allí, véngase luego, que [no] es menester abivar lo ya muerto, pues aquello es tornarse en gula lo que se ordenó para necessidad: conviene cierto no dexarlos parar.

Ite[m], no se deve consentir que estas tales mugeres se pongan á las puertas, donde irriten la concupisciencia de los que las veen, como se escrive en los Proverbios: Quae vocat transeuntes itinere suo. Y algunas vezes hazen esta persuasión no sólo con palabras, mas con obras: basta que los hombres miserables sepan que ay casa para cumplir sus miserias: no es menester que ellas estén donde sean vistas ni oídas. El que se llama padre de ellas es muy perjudicial, porque éste las trae quando no las ay, y otras vezes las recibe en empeño, y otras les empresta él más cantidad de lo que la pregmática real manda, y de aquí viene impedir él la conversión de ellas, y también lo mucho que deven. La escusa que para esto dan los dichos padres de ellas es lo mucho que les cuesta el arrendamiento de la casa pública, como hazen los escrivanos que tienen arrendadas escrivanías de los señores por tales precios, que, si ellos no roban, no pueden pagar la renta y comer. Y desta manera están los señores debaxo de aquella grave reprehensión del profeta Isaías, que dize: Principes tui infideles, socii furum: y está claro, pues ellos y escrivano reparten entre sí lo que el uno hurta y el otro dió ocasión de hurtar. Y assí parece acá, que llevándoles tal quantidad qual no puedan pagar sin hazer estos peccados, son participantes en ellos, como si ellos los hiziessen. Convernía que se buscase un hombre temeroso de Dios, y fuesse puesto en aquel officio, y le pagassen sufficiente salario sin que pudiesse llevar más, ora oviesse muchas mugeres ora pocas, y no interessando éste nada, cessarían los inconvenientes ya dichos, y también daría noticia de los rufianes, que no es pequeño provecho. Y mírese que no se les preste más á las dichas mugeres de lo que manda la pregmática.

El cuidado de las cárceles, y que no sea largo el tiempo de ellas, y abogado y procurador para pobres.

Que en mesones y ventas no aya ruines mugeres ya V. S. lo terná advertido y obrado.

Algunos ventiquatros son tan largos en dezir su voto, que son causa de dilatarse muchos negocios: sería bueno que lo abreviasen en siete ó ocho renglones.

Las mugeres cantoneras es razón que no estén mezcladas con las buenas; y es mejor que se les diputen tres ó quatro callejuelas, donde estén, que no todas juntas en una: y no se devía consentir que saliessen muy acompañadas, ni muy ataviadas, porque es grave escándalo la prosperidad déstas para hazer titubear la castidad de las buenas mugeres, que padescen necessidad. Y si es verdad lo que he oído dezir que á las de la corte las mandan traer una cierta señal, sería bien hazer lo mesmo en essa ciudad.

Muchos males se hazen por occasión de los jubileos, yendo juntos hombres y mugeres. Cosa conveniente sería que, pues se pueden ganar por la tarde y otro día, fuesen en un día los varones, y en otro las mugeres.

Correr toros es cosa peligrosíssima para la consciencia de quien los manda ó da licencia para los correr, y á muchas personas doctas paresce ser pecado mortal, si no fuesse de manera que no se siguiessen los inconvenientes que se siguen muchas vezes. Haga V. S. lo que de su parte fuere, y si no pudiere más, avrá librado su ánima del peligro.

En los pueblos sub[j]ectos á essa ciudad, si es como en otras partes, avrá un grande mal, y digno de mucho remedio; conviene á saber, que algunos escrivanos del pueblo tienen por trato con alguno otro de la ciudad de enviarle todas las informaciones, aunque sean de renzillas muy livianas entre vezinos, y aunque se ayan ellas perdonado, va un alguazil allá y haze tal ricia en ellos que llega á venderles sus bestezuelas y alhajas, de tal manera, que sé yo de algún pueblo del qual por sola esta causa se desavecindavan muchos vezinos. El hecho es éste: V. S. procure de se informar muy particularmente destas mañas tan perjudiciales, y de los agravios que de parte de la justicia de essa ciudad resciben los pueblos.

En la visita sería bueno mirar las ordenanças que tienen los pueblos, porque abrá alguna que convenga quitar, ó alterar, ó añadir otras. Y es buen aviso que quien haze ordenanças que tenga intención de no obligar á más culpa de lo que la ley de Dios ó la humana obligan por aquel caso, sino á sola la pena.

Muy muchas cosas ay dignas de remedio, que no puedan ser sabidas inmediatamente por los juezes, por muy vigilantes que sean: y por esto es cosa importantíssima buscar personas, assí en la ciudad como en los pueblos della, que temen á Dios, y mandar y encargarles mucho la consciencia, que den aviso de las cosas que an menester remedio, si no fuere de las ocultas; y aun si V. S. podía remediar éstas guardándose el orden del Evangelio declarado por los teólogos, no como juez sino como padre, por sí ó por tercera persona, les podrá dezir V. S. que aun estas tales cosas se le pueden por este orden descubrir. Y ternía par cosa más acertada que estos tales avisos de lo uno y de lo otro, de la ciudad y de fuera, viniessen al c[o]nfessor de V. S., porque el aviso sería más secreto, y menos cargoso, y más fácil de dar: y en ponerse en efecto esta advertencia cierto va mucho.

El grande excesso que ay en los vestidos en essa ciudad, no hablo; porque aunque sea una de las cosas que tienen echada á perder la república, no sé si Vuessa S. tiene mano en lo remediar más de lo que la Pragmática manda: y aunque aquélla se guarde, no dexa de aver cerrajero en essa ciudad, ó lo ha avido, que haziendo su officio está con jubón y musclos de calças de carmesí, y agora ay plateros que también hazen su officio con jubones de raso y calças de terciopelo; y oído he dezir que bodegoneras se sientan en coxines de carmesí: pocos años ha que los señores ó el Rey no usaban más que esto.

No encargo el buen exemplo que es menester que V. S. y sus officiales den al pueblo, assí en la freqüencia de las confessiones y comuniones como en todo lo demás, porque creo que se haze mejor que yo puedo dezir.

La reverencia á la Iglesia y eclesiásticos encomiendo á V. S., no mirando á que somos indignos de ser bien tratados mirando á nosotros, sino á Jesu Cristo Nuestro Señor, que meresce que todo lo que á Él toca sea muy estimado y muy bien tratado.




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Carta del autor á un señor destos reinos, en que trata del conoscimiento de Dios y de sí mismo, y de cómo se ha de aver con sus vasallos


La paz de Nuestro Señor Jesu Cristo sea con vuestra muy illustre Señoría. Dos cosas pedía en el tiempo passado el bienaventurado S. Augustín á Nuestro Señor, diziendo: «Dame, Señor, que me conosca y te conosca.» Cosas son dignas que todos las pidamos, y que ninguno esté sin ellas, si no quiere estar sin la salud. Dos partes tenía el templo de Salomón, y ambas eran sanctas; aunque la una era más sancta, la menos sancta era camino para la más sancta. La primera es el conoscimiento de sí mismo, que es cosa por cierto sancta, y camino para el Sancta Sanctorum, que es el conoscimiento de Dios, donde el Señor responde á nuestras preguntas, y remedia nuestras necessidades, y hallamos una fuente de vida; porque esta es la vida eterna, dize el Señor, que conoscan á ti y al que embiaste, Jesu Cristo. Y esta cosa tan alta, que es conoscimiento de Dios, no se alcança sin esta otra que paresce baxa, que es conoscerse á sí mismo. Ninguno seguramente miró á Dios, si no se mira á sí mismo, ni es cosa segura volar alto sin tener hecho este contrapeso de proprio conoscimiento, que nos haze sentir baxamente de nosotros.

Entre las grandes mercedes de Dios, sabrosamente estarían mirando los discípulos al Señor cómo se subía á los cielos el día de la Ascensión: ya que les quitava su conversación Aquel cuya conversación no tiene amargura, hallavan consuelo con estar mirando el camino por do iva, y el lugar do iva. Mas ¿qué les mandó hazer el Señor?: por cierto no que se estuviessen siempre mirando, los ojos al cielo, aunque parescía cosa justa, mas fueles dicho: «Varones de Galilea ¿qué miráis al cielo?»: dándonos á entender que aunque el mirar á Dios es cosa sabrosa, conviene también volver los ojos á mirar á nosotros; lo uno para la reverencia que á Dios devemos, al qual hemos de mirar con vergüença, teniéndonos por indignos de ello; lo otro porque quando un hombre se olvida de sí luego se engríe, y como no vee sus faltas, pierde el peso del temor sancto, y házese liviano, como nao sin lastre que pierde las áncoras en tiempo de tempestad, cuyo fin es ser llevada acá y acullá hasta ser perdida. Nunca vi seguridad de ánima sino en el conoscimiento de sí misma: no ay edificio seguro si no es hecho sobre hondo cimiento: y es tiempo muy bien empleado el que se gasta en reprehenderse [á sí] mismo: cosa muy provechosa para nuestra enmienda examinar nuestros [y]erros. ¿Qué cosa es el hombre que no se conoce y examina, sino c[a]sa sin luz, hijo de biuda mal criado, que por no ser castigado se haze malo, medida sin medida ysin regla, y por esso es falsa, y finalmente hombre sin hombre? Pues quien no se conoce ni se puede regir como hombre, ni se sabe, ni se possee [á sí] mismo: y como sepa dar cuenta de otras cosas, de sí mismo no sabe parte ni arte. Estos son los que olvidados de sí tienen mucho cuidado de mirar vidas agenas, y teniendo los ojos cerrados á sus deffectos, tienen más que cien ojos abiertos y belando por saber los agenos. Estos son los que agravan y reagravan las faltas agenas y olvidan las suyas, porque como las agenas sean de ellos más de contino y más de cerca miradas, parecen mayores que las suyas, que las miran de lexos; y assí, aunque grandes, parécenles pequeñas; de lo qual vienen á ser rigurosos y mal sufridos, porque, como no miran su propria flaqueza, no han compasión de la agena. Nunca vi persona que se mirasse que no le fuesse ligero sufrir qualquier falta agena: y quien maltrata al que cae testimonio da que no mira sus proprias caídas: de manera que si queremos huir desta ceguedad tan dañosa, conviénenos mirar y remirar lo que somos, para que, viéndonos tan miserables, clamemos por el remedio al misericordioso Jesu, porque Él se dize Jesus, que es Salvador, no de otros por cierto, sino de los que conocen sus proprias miserias, y las gimen, y reciben ó, no pudiendo, dessean recebir los sanctos Sacramentos, y assí son curados y salvos. Y aunque para conocer á nosotros mismos ayan hablado muchas y muchas cosas Dios y los sanctos, mas quien quisiere mirar lo que en sí mismo passa, hallará tantas para desestimarse, que de espanto de su abismo diga: «No tienen cabo mis males.» ¿Quién ay que no aya errado en lo que más quisiera acertar?: ¿quién no ha pedido cosas, y aun buscádolas, pensando serle provechosas, que después no aya visto que le han traído daño?: ¿quién podrá presumir de saber, pues innumerables vezes ha sido engañado?: ¿qué cosa más ciega que quien aún no sabe lo que ha de pedir á Dios, como dize Sanct Pablo?; y esto es porque no sabemos lo que nos cumple, como acaesció al mismo Sanct Pablo, que pidiendo á Dios le quitasse un trabajo, pensando que pedía bien, le fué dado á entender que no sabía lo que pedía ni lo que le cumplía: ¿quién se fiará de su desseo y parecer, pues aquel en quien morava el Espíritu Sancto pide lo que no le cumple alcançar? Grande por cierto es nuestra ignorancia, pues innumerables vezes erramos en lo que más nos conviene acertar: y y[a] que una vez Dios nos enseñe lo bueno, ¿quién no verá quán flaca es nuestra flaqueza, y cómo damos de rostro en lo que vemos que era razón que no cayéramos?: ¿á quién no ha acaescido propone[r] muchas vezes el bien, y no averse caído y vencido en lo que pensó, mas verse en pie?

Oi lloramos nuest[r]os peccados con intención de los evitar; y si estando las lágrimas en las mexillas se nos offresce alguna occasión, llorando porque caímos, hazemos de nuevo por qué llorar, recibiendo el cuerpo de Nuestro Señor Jesu Cristo con mucha vergüença de los desacatos que le hemos hecho; y aun aviendo poco que lo tuvimos en nu[e]stro pecho, nos acaesce algunas vezes por algún peccado echar su gracia de nós. ¡Qué caña tan vana, que á tantos vientos se muda! Ya alegra, ya triste, ya devoto, ya tibio, ya tiene desseo del cielo, ya del mundo é infierno, é ya aborresce y luego ama lo aborrescido, vomita lo que comió porque le hazía mal estómago, y luego tórnalo á comer como si nunca lo uviera vomitado. ¿Qué cosa puede aver de más variedad de colores que un hombre desta manera?: ¿qué imagen pueden pintar con tantas hazes, con tantas lenguas, como este hombre? ¡Quán de verdad dixo Job que nunca el hombre está en un estado!; y la causa es porque al hombre le llaman ceniza y á su vida viento: muy necio sería el que buscasse reposo entre viento y ceniza. No pienso que avrá cosa más espantable de mirar, si mirar lo pudiéssemos, que ver quántas formas toma un hombre en lo de dentro de sí en un solo día: toda su vida es mudança y flaqueza, y conviénele bien lo que la Escriptura dize: «El necio mudable como luna»: ¿qué remedio tenemos?: por cierto, conocernos por lunáticos. Y como en tiempos passados llevaron un lunático á Nuestro Señor Jesu Cristo para que lo curasse, ir nosotros al mismo Jesús para que nos cure como á aquél curó. Aquel dize la Escriptura que lo atormentava el espíritu malo, que ya lo echava en el fuego, ya en el agua: y lo mismo acaesce á nosotros; unas vezes caemos en el fuego de avaricia, de ira, de concupiscencia; otras en agua de carnalidad, de tibieza y de malicia. Y si miramos quántas deudas devemos á Dios de la vida passada, quán poca enmienda ay en la presente, diremos, y con verdad: «Rodeado me han dolores de muerte, y peligros de infierno me han cercado.»

¡O peligro de infierno tan para temer!: ¿y quién es aquel que no mira con cien mil ojos no resvale en aquel hondo lago, donde para siempre llore lo que aquí temporalmente rió?: ¿quién no endereça su camino, porque no le tomen por descaminado de todo el bien?: ¿dónde están los ojos de quien esto no mire, las orejas de quien esto no oye, el paladar de quien esto no gusta? Verdaderamente señal es de muerte no tener obras de vida. Nuestros peccados son muchos, nuestra flaqueza grande, nuestros enemigos fuertes, astutos y muchos, y que mal nos quieren: lo que en ello nos va es perder ó ganar á Díos para siempre: ¿por qué entre tantos peligros estamos seguros, y entre tantas llagas sin dolor de ellas?: ¿por qué no buscamos remedio, antes que anochezca y se cierren las puertas de nuestro remedio, quando las donzellas locas den bozes, y les sea dicho: «No os conozco?» Conozcámo[no]s pues, y seremos conocidos de Dios; juzguémonos y condenémonos, y seremos absueltos por Dios; pongamos los ojos sobre nuestras faltas, y luego todo nos sobrará: consideremos nuestras miserias, y aprenderemos á ser piadosos en las agenas; porque, según la Escriptura dize, de lo que ay en ti aprenderás lo que ay en tu próximo: si yo me veo caer algunas vezes por flaqueza, pensaré también que assí puede acaescer á mi próximo, y como quiero que me sean piadosos en mi yerro, helo de ser en el ageno: quando me enseñan mis mayores un disfavor y me da pena, he de pensar que assí lo sienten los subjectos á mí conmigo: si tengo tristeza, quiero ser consolado; assí lo quiere el próximo: siento una mala palabra que me dizen, porque digo que soy carne y no de hierro; esso me prueva que mi próximo es de carne tambien y se siente: pésanme las condiciones agenas, y túrbanme, y querría que las emendassen, porque no me fuessen occasión de peccar; esso mismo quieren mis próximos: de un metal somos todos, y no ay regla mejor para mi próximo que mirar bien lo que me passa en mí, pues él y yo somos uno. Quien esta missericordia tiene con su próximo seguramente se puede llegar al conoscimiento de Cristo, y será dél remediado, porque «los misericordiosos alcançarán miserico[r]dia», mas de otra manera oirá lo que la Escriptura dize: «Quien cerrare la oreja á la voz del pobre, llamará él y no será oído»; pobre es todo hombre y no ay quien no tenga alguna necessidad: miremos bien si nos hazemos sordos á ella, que assí se hará Dios á las nuestras: ni piense nadie que le medirá Cristo con otra medida que con la que él á su próximo mide. No piense alcançar perdón quien no da perdón: desgracia hallará el desgraciado, y pesadumbre el pesado, é injuria el injuriador, y caridad el caritativo; porque sembrar espinas en el próximo y querer coger de Dios higos, no es cierto possible. Y porque muchos no miran esto, ay pocos que suavemente sean tractados de Dios, y muchos quexosos que Dios se olvida en remediar sus penas, y maravíllanse cómo Dios les embía trabajos de dentro y de fuera, mayormente llamándose misericordioso y hazedor de misericordias; y combidándoae á los hombres á que vayan á pedir á El socorro en sus fatigas, llaman, piden y buscan, y no hallan remedio, y de sí les viene la quexa: mas si no fuessen sordos á la ley que Dios en su Evangelio tiene publicada, diziendo «con la misma medida que midiéredes seréis medidos», verían claro que ellos son los que faltan á sus próximos, y faltan á Dios en ellos, y por esso les paresce que falta á ellos. Quéxanse de sí, que no tienen caridad con su próximo, que Dios muy mucha tiene, y no es razón ni quiere hazerla con quien con su próximo no la hiziere. Y si alguna vez Él da bienes temporales al que es malo contra sus próximos, ¿qué aprovecha al malo tener otros bienes, si á Él se tiene perdido? Mas cosa, como dizen, que le entre en provecho no le darán, sino con condición que él sea el que deve con su próximo.

Conoscámonos pues y seamos con otros quales queremos que con nosotros sean, y passemos de nós á Dios, del Sancta al Sancta Sanctorum, y alçemos los ojos al Señor puesto en cruz por nuestra salud, y en Él veremos tantos y más bienes que en nós vimos males. E si mirando á nosotros nos entristecemos considerando nuestros grandes peccados passados y peligros venideros, mirando á Él nos alegraremos considerando quán de verdad y con quánta sobra pagó lo que devíamos, y nos ganó fuerças para ser más fuertes que nuestros enemigos. Él nos asegura de todos nuestros peligros con condición que nos arrimemos á Él. ¿Qué temerá, Señor, quien te sigue?; ¿de qué se espantará quien te ama?; ¿quién podrá empecer á quien te tomare por deffendedor?; ¿ó cómo podrá el demonio llevar á quien está en ti incorporado?; ¿ó cómo dexará de amar el Padre Eterno al que vee estar en su Hijo como sarmiento en la vid?; ¿ó cómo no amará el Hijo al que vee que lo ama Él?; ¿y cómo desamparará el Espiritusancto al que es templo suyo?

Mayores bienes tenemos en Cristo que en nosotros males: más ay por qué esperar mirando á Él que por qué desconfiar mirando á nosotros: ni ay otro consuelo ni arrimo para quien de sí está desconsolado, sino mirar á este Jesu en la cruz, al qual puso Dios por remedio de todos los heridos de bocados de serpientes spirituales: y como en otro tiempo mandó poner una serpiente de metal para que todo hombre que mirasse en ella fuesse sano de la mordedura de las bívoras corporales, quien á Él mirare con fee y amor vive, quien no lo mirare de verdad morirá. Quien se siente llagado y entristecido mire aquí y alegrarse ha, como hazía David quando dize: «En mí mismo mi ánima fué conturbada; por tanto me acordaré de ti, de la tierra de Jordán y Hermón y del monte Pequeño.» Quien [á sí] se mira y vee tantas abominaciones, túrbase muy de verdad; y no hallando ora bien gastada en toda su vida, vee sus males muchos y grandes, y sus bienes pocos y flacos, ¿qué hará sino turbarse quien delante de juez tan estrecho tiene mala qüenta?; que acordándose de Cristo, mirando lo que obró en la tierra de Jordán y monte Pequeño, y gimiendo sus males, y recibiendo los sanctos Sacramentos, viviendo en obediencia de los Mandamientos de Dios y de su Iglesia, osse esperar como hijo la erencia del cielo, y también se acuerda de lo que obró el Señor en los montes de Hermón, que son muchos, y en el mont[e] Pequeño, el qual, agora sea Oreb donde Dios dió la ley, agora otro monte, poco nos va á los cristianos, á los quales Jesu Cristo nos abrió el sentido para entender las Escripturas; y aquel las entiende que en ellas entiende á Cristo, el qual está en ellas encerrado como grano en espiga, y como el vino en la uva; y, p[o]r tanto el fin de la ley es Cristo, porque toda ella va á parar á Él. Los montes de Hermón, assí fuera de tierra de promissión como en ella y en el monte Pequeño, [á un] monte significan, que se puede dezir con razón de Hermón y Pequeño; este es el monte Calvario, donde nuestra redempción fué obrada por el derramamiento de la sangre del Hijo de Dios: y para que sepamos quán bien conviene el nombre, es de saber que Hermón quiere dezir maldición, pues ¿qué mejor se puede dezir Calvario que por nombre de maldición, pues era el lugar do llevavan á justiciar á los malos, que llama la Escriptura malditos, por ser castigados? Y porque Cristo vió que nosotros estávamos malditos por nuestros peccados y condenados á maldiciones eternas, quiso por su inmensa caridad tomar Él nuestras maldiciones sobre sí, quiero dezir, el castigo de nuestros peccados, para que viniesse su bendición sobre nosotros; y esto dize Sant Pablo desta manera: «Cristo fué hecho por nosatros maldición, para que la bendición viniesse sobre las gentes.» Él era bendito, nosotros malditos; trocamos personas, tomó Él el lugar de maldito, que era el tormento de cruz que se devía á nosotros, y tomamos nosotros la amistad de Dios y el ser hijos suyos y herederos del cielo, con otras mil bendiciones que eran de Jesu Cristo bendito, y en el qual siempre moran. ¡O maravilloso trueque, que la vida muera, para que la muerte viva!: la bendición es maldita, para que la maldición sea bendita; es herido el sano, para que sane el enfermo; el Hijo como esclavo tratado, y el mal esclavo es adoptado por hijo; tratan cruelmente al que meresce misericordia, y cae el buen tratamiento y regalo sobre quien meresce el infierno: ¿qué diremos?, prenden al que no hizo por qué, y sueltan al culpado; paga el justo por los peccadores, y la ignorancia es condenada, y el culpado justificado; que escogió Cristo los trabajos nuestros y danos de sus descansos. ¿Qué diremos á tal caridad, sino de día y de noche bendezir á este Señor, que tanto á su costa obró nuestra salud y remedio? Este es verdaderamente el monte de Hermón é monte Pequeño y tan de verdad que fué estimado, como dize Isaías, por el más baxo de los hombres. Por lo qual el mesmo Señor dize: «Gusano soy, y no hombre, deshonra de hombres y abatimiento del pueblo.» ¡O honra de hombres y ángeles! ¿y cómo eres deshonra de hombres?; ¡ensalçamiento del pueblo, del cielo y del suelo!: ¿quién te hizo abatimiento del pueblo sino tu gran caridad, que por honrarnos suffriste tantas deshonras?; que como dizen á uno muy inhabilitado, que deshonra á su linage, assí dezían de ti, que deshonravas al linage humano.

¡Bendicto seas sin fin, que toda la honra que todo el linaje de los hombres tiene es de ti y por ti, la qual le diste juntándote con ellos, haziéndote hombre y muriendo por el hombre; y ensalçarlos tanto á ser iguales á ángeles y aun á serafines, si quieren serlo; y que de hijos del peccador Adán sean hechos hijos de Dios y herederos del Padre, juntamente herederos contigo y hermanos tuyos! ¡Y eres, Señor, llamado desonra y abatimiento del pueblo! ¡Abatístete, Señor, para ensalçarnos, y abatístete más que todos los hombres juntos, para que fuéssemos ensalçados sobre los ángeles! ¿Qué te daremos, Señor, por tantas mercedes, sino conocer entrañablemente que por ti tenemos y valemos y somos agradables á Dios, y darte gracias y alabanças porque un tal como Tú por unos tales como nosotros te offreciste á padecer tantos t[r]abajos? Apocástete en el monte Pequeño, para ensalçarnos en el monte grande: moriste en el monte, para que viviéssemos en el monte del cielo. Y por la maldición que allí cayó sobre ti, nos ganaste y darás aquella bienaventurada bendición tuya: «Venid benditos de mi Padre, y posseed el reino que os está aparejado.» ¡A ti, Señor, maldixeron, y Tú nos has de bendezir? ¡Tú ser muerto por darnos vida? Tu trabajo nos ha de dar descanso: pues que fuiste juzgado, es razón que seas juez.

Alegrémonos pues, muy illustre señor, que quien tanto nos ama ha de ser nuestro juez, y seguramente iremos á juizio siendo el Juez nuestra carne y sangre. Si no sabemos lo que avemos de hazer para agradar á Dios, miremos á Cristo, y Él nos enseñará en la cruz la mansedumbre: que aun con los males no maldize á quien le maldize; no se venga, aunque puede, de quien mal le haze; desprecia la honra, la riqueza, el regalo, é, por obedecer la voluntad del Padre, se pone á riesgo de cruz. Quien no sabe sciencia venga á oir este Maestro sentado en su cátedra; quien quiere oír buen sermón, oya á Cr[i]sto, en el púlpito de la cruz, y será libre de errores, porque la verdad, que es Él, lo librará. Y si somos mudables y flacos en el obrar, miremos al Auctor de nuestra fe quán clavado está en la cruz de pies y manos, y tan sin se mover, para hazernos á nosotros por su gracia firmes en el bien y perseverantes. Quien á Cristo va, á que le cure el mal de la mudança, dalle ha Él una firmeza como á Ana, madre de Samuel, de la qual se dize que su rostro no se mudó más en cosas diversas. Quien en Cristo está no se anda acá ni acullá, mas está firme en el bien, según dize la Escriptura, que «está firme como el sol», cuya luz no se mengua: porque quien en Cristo está participa de Cristo; y assí como Cristo es justo, assí él es justo, aunque no tanto; Cristo firme, él también, porque assí como en un cuerpo no ay más de un espíritu, que se derrama por todos los miembros, y todos viven una vida humana, y no una vida de hombre y otra vida de león, ó de otro animal, assí todos los que están en Cristo biven del espíritu de Cristo, como el sarmiento de la vid y los miembros de la cabeça. Y quien este espíritu tiene es semejable á Cristo, y de las condiciones de Cristo, aunque, como he dicho, no en tanto grado como Cristo: y quien no tiene espíritu de Cristo oya á Sanct Pablo, que dize: «Si alguno no tiene el espíritu de Cristo, este no es de Cristo.» Mírese pues y remírese el hombre si tiene dentro de sí conformidad con Cristo, y assí ligero le será guardar las palabras de Cristo, pues tiene dentro su condición; y si no, váyase á Cristo y pídale su espíritu, con el qual sea hecho firme, como le pedía David: «Con el espíritu principal confírmame»; porque poco me apr[o]vechará aver venido Cristo al mundo, si no ha venido á mi coraçón. Cristo traxo consigo bondad, paz, gozo en el Espíritu Sancto, con otros muchos bienes: si yo vivo en maldad, guerra y tristeza, y malos deleites, no mora Cristo en mi ánima, y tanto será para mí como no aver venido al mundo, salvo para mi mal, porque seré más castigado por no aver querido rescebir la salud que tan de buena gana me offrescían. Cristo por todos murió y á todos quiere rescebir: vamos á Él, siquiera por darle plazer, y no dexemos que tantos trabajos y tan preciosos vayan sin fructo. El precio de ellos nuestras ánimas son, si las llevamos á Cristo: derribémonos á sus pies, condemnando nuestras maldades y mala vida passada, desconfiando de nuestro poder, y saber y valer, y, perseverando en pedir, buscar y llamar, henchirnos ha de fuerças para obrar, y de saber para acertar, y de perseverancia para no faltar, según está escripto: «Los que confían en el Señor mudarán la fortaleza, tomarán alas como águilas, bolarán y no faltarán.» Y pues en Cristo ay más bienes que en nosotros males, vamos á Él, conociéndole por nuestro remedio, porque assí no desesperemos por nuestros males, mas nos gozemos en sus muchos bienes.

Esto me parece, muy illustre señor, que bastava para comienço de una persona que se quiere llegar á Dios: mas porque en V. S. ay dos personas, tiene necessidad de dos reglas. En quanto es persona particular, basta lo dicho: en quanto es persona que tiene cargo de tantos, es necessario que más y más mire por sí; porque muchos ay que quanto toca á su conciencia particularmente son buenos, y faltan en ser buenos señores, porque lo segundo es más difficultoso, y obra como de persona acabada: y fúndase sobre la primera bondad, y passa más adelante. Quien para sí mismo no es justo no lo será para quanto toca á los otros: mas no basta ser justo para quanto toca á su sola persona quien tiene cargo de otros. Bueno era Elí en quanto á su persona, mas no era bueno en quanto á sus hijos, pues les dexó de castigar, y fué él gravemente castigado de Dios: de manera que bondad doblada an menester los señores, pues tienen la persona doblada. En quanto á esto segundo, que es ser persona de todos, paresce que otro espejo no ay mejor en que el señor de otros se mire, que es en el Señor de hombres y ángeles, cuya persona representa. El que en lugar de otro está, razón es que tenga las condiciones de aquel cuyo lugar tiene. El señor de vasallos lugartiniente es de Dios, el qual ordena que aya en la tierra buenos que rijan y manden, y otros que obedescan. Y quien á éstos resiste, dize Sant Pablo, á la ordenación de Dios resiste, el qual dexó todas las cosas debaxo de orden. Pues mire el hombre qué es el officio de Dios para con el hombre, y sabrá ser él señor para con sus hombres. Dios castiga á quien yerra, sin acceptar persona alguna, y tan de verdad, que ninguno tiene Él tan privado que si haze por qué no se lo pague muy bien pagado; y aun á su proprio Hijo no perdonó, no deviendo cosa alguna, mas porque se obligó á pagar peccados agenos. Muy lexos está por cierto de aceptar personas quien á su Hijo unigénito, y tal hijo y tan amado, castiga, y tan rezio, y por peccados agenos. Ninguna cosa ha de inclinar al que rige para dexar de hazer lo que deve, mas estar derecho como la lengua del pesso, que ni acá ni acullá se acuesta, para que lleve cada uno lo suyo. Toda la república iría perdida y errada si las cosas públicas se torciessen por affecciones particulares: y en aquel punto una persona dexa de ser pública, quando se acuesta á la particular. Y pues que el proprio provecho no ha de torcer al que rige ¡quánto menos por el ageno, pues á ninguno deve tanto como á sí! Cristo dechado es de todos, no sólo quanto toca á la conciencia particular, mas aun quanto toca á ser persona pública, porque Él fue rey y es, aunque no á la hechura deste mundo, mas estando en la silla de la cruz dixo á su madre: «Muger, veis aí tu hijo»; para dar á entender que quien está en silla de persona pública ha de renunciar todo particular amor, aunque de su propria madre sea. Y este exemplo nos dió Él quando algunas vezes respondía ásperamente á su Madre bendita, para dezirnos quánto nos devemos guardar de nuestras particulares affecciones, aunque otros se enojen y nosotros suframos alguna pena, antes que siguiéndolas descontentar á Dios. No hay cosa en que tanto los señores devan mirar para estar bien con Dios y con los hombres, quanto de verdad y delante de Dios, y que salga de coraçón, estar siempre en el fiel sin acostar acá ni acullá: y esto hará ligeramente el señor que pensare que no es sino ministro de Dios, y como un mero executor, que no puede hazer más de la comissión que le dieron: no para hazer ni deshazer pone Dios á los señores, mas para executar las leyes de Dios y de su sancta voluntad. Y si se dizen señores, son debaxo de universal Señor, en cuya comparación son tan vasallos como sus vasallos, y tiene tan limitado el poder como ellos, quanto toca á torcer de lo que deve hazer.

Aquel será pues más favorescido y querido que más justicia tuviere, y más castigado á quien más lo meresciere. Y en esto parescerá el señor al verdadero Señor, que sin aceptar personas da á cada uno según sus obras, y algunas vezes castiga más á los más privados, porque era razón que menos le offendiessen, y porque no piensen que por ser amados an de tomar occasión de hazer lo que quisieren y lo que no es razón. Tanto deve durar la amistad quanto la bondad, y la enemistad quanto la maldad; porque de otra manera, ¡ay de los que dizen, al bien mal, y al mal bien!

Deve también Vuestra Señoría mirar cómo le puso Dios con ojos de muchos; que aquéllos tienen por regla lo que veen á él hazer. Haga cuenta que está puesto en alto, y que habla y vestidos son de todos mirados y de los más son seguidos. Si un traje se trae en palacio, si una habla se usa, aquello procuran todos de usar: y si se usase entre señores á quien les da una bofetada parar el otro carrillo, y aborrescer los peccados, y tener por grandeza el obedescer las leyes de Cristo, sin duda los baxos ternían por honra hazer lo que veen hazer á los altos; y por tanto creo que de las más ánimas que se pierden son c[a]usa prelados de Iglesia y señores del mundo.

Mírese V. S. con cien ojos en quanto persona particular, y con cien mil por ser persona á la qual miran muchos, y se an de ir tras de ella, y tenga su persona y casa tan concertada como la ley de Cristo quiere; porque quien quisiere imitarla, imite á Cristo, y que no halle cosa en que tropeçar. El pueblo sin falta es como mona: miren los mayores lo que hazen, que aquello á de ser seguido, ó para la salvación de ellos si buen exemplo dan, ó para su condemnación si malo. Yesto sólo devría bastar para que los señores viviessen como unos sanctos, aunque les fuesse trabajo, mirando cómo el Hijo de Dios, Señor nuestro, no quiso ser rey, sino con sus trabajoa dar descanso á sus subditos, y huyó de pr[o]speridades y honras, por no dar ocasión de peccar á los suyos, los quales pensarían que, pues Él las seguía, ellos las devían buscar.

Todo es barato por hazer que Dios sea servido. Y sea la final conclusión, que quanto uno más mirare é imitare á Jesu Cristo, tanto será mejor hombre y mejor señor, porque en Él comencemos y acabemos.




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Carta del autor á un señor destos reinos, en que le escrive cómo se ha de aprovechar de la quaresma, para que venga á saber sentir la semana sancta lo que nuestro Señor padeció. Trátase de la gravedad del peccado y del remedio de la penitencia


Muy illustre Señor:

Vuestra Señoría sea venido enorabuena á su casa, que assí lo creo yo que será, porque lo menos-bien del proprio rincón es más bien que lo mejor de la corte. No quisiera que tiempo tan sancto como entre manos tenemos se celebrara donde tan mal se podía celebrar: y por esso Nuestro Señor le traxo á su reposo, para que con Él piense de espacio los grandes misterios que en estos días acaescieron. Alímpiese V. S., para con limpio coraçón comer del cordero, no ya en figura, mas en verdad, no ya temporal, mas eterno, no hijo de oveja, mas hijo de Dios en el cielo, y de virgen en la tierra. Razón es que este cordero, aunque es dulce, se coma con lechugas amargas, porque nuestra es la culpa del sinsabor que tenemos, que no dél. Nosotros hizimos cosas para que sea menester arrepentir y llorar; que Dios todo es dulce, y fuente de agua muy sabrosa: mas ya que no tuvimos seso para mirar que no nos ha hecho Dios obras para le enojar, tengámoslo para tener enojo nosotros de lo que dimos á Él.

¡O Señor, y qué amarga cosa es aver peccado, y quán presto se haze llaga en el ánima, y quánto tarda en ella el arrepentimiento!: ¡quántas lágrimas haze derramar!: ¡quánto quebrantamiento del coraçón!: ¡quán terribles tormentos, viendo que el offendido es omnipotente para castigar, y que todo se haze delante de sus ojos para no ignorar cosa, y que aborrece tanto el peccado, que ninguna amistad ay tan firme con Dios, que si el peccado entra en medio, no basta á la deshazer! Gran dolor es, señor, aver peccado, y espina es que nunca sale mientras en esta vida un hombre viviere; porque si no sabe que le está perdonado, ¿qué lugar tendrá el coraçón de alegría, que sabe estar sentenciado para el infierno por los peccados que ha hecho, y no sabe estarle rebocada la sentencia? ¿Cómo se alegrará quien no sabe si la misericordia que ha pedido se le ha concedido por falta dél, no sabiendo pedir como Dios quiere, y no por falta de Dios, que á los que verdaderamente se convierten á Él muy de verdad los perdona?

En pecando Adán y Eva, luego se escondieron y temieron la voz de Dios: Y en pecando un hombre, luego viene en temor, que quiera ó no. Y si alguna vez quiere la bondad de Dios quitar este temor, y con secretas inspiraciones y con caricias alegrar al hombre, dándole a entender por algunas señales que está perdonado, diziéndole «tus peccados te son perdonados, vete en paz», que es lo que más desseava, diziendo, «á mi oído dará[s] gozo y alegría, y gozarse han los huessos humillados», quitarse ha entonces el temor, mas no el dolor: y no sólo no se quita, mas acreciéntase; porque, viendo la bondad del Señor que con él usa en le perdonar, mereciendo castigo eterno, enciéndese todo en amor el que tanto conoce dever. Y deste mayor amor nace mayor dolor; porque assí como la sombra sigue al cuerpo, assí el dolor de la offensa viene del amor del offendido, y crece con él y descrece con él; porque viéndose uno más amado, más ama, y mientras más ama más le desplaze aver offendido á quien ama. De aí es que aunque sepamos ser perdonados, no devemos dexar de tener dolor, si del todo no queremos ser tan muertos al amor que Dios nos tiene, que con ninguna cosa le respondamos.

Comamos pues, señor, lechugas amargas agora, para que en la semana del Cordero por nós amargado podamos tomar parte de sus amarguras, y, recibiéndole en nuestras entrañas, sentir alguna cosica de sus dolores; porque quien no llora sus propias amarguras que á Dios dió peccando, ¿cómo llorará las que los otros le dieron quando le crucificaron? Y por esso la sancta Iglesia nos da esta quaresma de término para deshazer con penitencia los malos tratos que entre año emos hecho, llorando de lo que nos reímos, contradiziendo lo que abraçamos, pareciéndonos mal lo que antes nos agradó, para que assí, quitados los peccados de en medio, vengamos á tomar parte de las penas que Nuestro Señor passó, lo qual es de amigos y no de enemigos. Y si V. S. pregunta, ¿qué pensaré para que me dé gana de llorar mis peccados?, dígole yo que lo principal sea que por lo que él hizo mataron á su Padre, que es Cristo. No sé yo qué hijo avría que por una cosa que uviesse hecho viniesse tanto mal á su padre que le quitassen la hazienda y casa, y la ropa, dexándole desnudo en camisa, después le deshonrassen, difamassen con extremo abatimiento, y no parasse en esto el negocio, mas le açotassen y atormentassen, y después matassen, y todo esto por lo que el hijo hizo, no sería el hijo tan malo, por malo que fuesse, que no le penase en el coraçón lo que avía hecho, pues pudiera ligeramente excusar donde tanto mal le vino á su padre.

Dígame, señor, ¿quién empobreció á Cristo, quién lo cansó, quién lo deshonró, quién lo açotó, quién lo corrió y crucificó?: ¿por ventura hízolo otro que nuestro peccado? Yo le afligí y entristecí con mis malos plazeres, yo le deshonré por ensallarme malamente: los deleites que yo en mi cuerpo tomé le pararon tal á Él su cuerpo atado á una dura columna, y porque yo quise bivir vida mala, perdió Él su vida buena. Pues ¿cómo ternemos alegría aviéndose hecho tan mala obra á quien tantas buenas nos hizo?: ¿por qué toda criatura no avía de vengar los males que contra el Criador hizimos? No se puede echar, señor, más carga ni mayor sobre nuestros ombros para hazernos llorar y aborrecer los peccados, que dezirnos que padeció Cristo por ellos lo que padeció: no ay cosa que assí nos humille y nos haga estimarnos en poco, como saber que fuimos causa de la muerte de Nuestro Señor. ¡O quién lo supiera antes que oviera peccado, para morir antes que peccar! Pensávase el hijuelo que no hazía nada en lo que hazía: después vino á pesar tanto que el mismo Dios se puso en la cruz por el contrapeso que el peccado hazía; ¿cómo podemos mirar al Padre que nosotros pusimos por nuestras locuras en tan grandes trabajos?; ¿y cómo este Padre nos quiere mirar y no nos aborrece, desonradores de Él y verdaderos patricidas, y que merecen no qualesquier tormentos, mas muy crueles? ¡O divinal bondad, y hasta dónde llegas! Esp[an]támonos que estando en la cruz rogaste por quien en ella te puso, y desseaste el bien de quien tantos males te hazía. Yo digo que no sólo con aquéllos te mostraste benigno, mas con todos los del mundo hiziste lo que con aquéllos: porque si por los que te crucificaron rogaste, todos te crucificamos; y aquellos pocos y todos te devemos aquella oración, y quiçá algunos más que los ignorantes sayones que presentes allí estavan crucificándote. Todos, Señor, conspiramos en tu muerte, y á todos conviene lo que dizes «que no saben lo que hazen». ¿Quién, Señor, tan mal te quisiera que si supiera que el fructo de sus malos plazeres tan caro avían de costar á tu Real Magestad, no rebentara antes que ponerte en aprieto tan grande? Perdona, Señor, perdona, que no supimos lo que hizimos; y agora que nos lo has declarado, enseñándonos en tu sancta Iglesia que por peccados moriste, y que lo que burlando yo hize, Tú lo pagas tan de veras, ¿qué será si á sabiendas reiteramos la causa de tu muerte penosa? No es razón, Señor, que queramos bien á quien á nuestro Padre mató; y pues los peccados le mataron, aborrecellos tenemos, si te amamos á Ti. David dize: «Los que amáis al Señor, aborreced la maldad»; y tiene razón, porque peccado y Dios bandos son contrarios, que es impossible contentar á entrambos. Escoja el hombre de quál quiere ser, que es impossible al hombre ser de entrambos, porque qualquiera dellos quiere servidores leales y que mueran por ellos. ¿Qué escogeremos, Señor, el cieno de los algibes rotos, ó la vena de las aguas vivas?: Señor ¿qué escogeremos, ser malos con el mundo ó buenos con Dios?: ¿qué escogeremos, de buscar privanças de criaturas, ó de Criador?: ¿qué, en fin, arder con los demonios en el infierno, ó reinar con Dios en el cielo? O hijos de Adán, ¿hasta quándo seréis de coraçón pesado?: y convidándoos con la verdad que para siempre ha de durar, y haze durar á los de su bando, ¿queréis seguir la vanidad, que haze parar en nada á los de su bando?: ¿hasta quándo coxquearéis á una parte y á otra, ya siendo de un bando, ya siendo de otro? Seguid el uno, y sea el de Dios, porque Él solo basta á hazer dichosos á los que le sirven. Ya Cristo ha muerto al peccado, ¿por qué seguís vando de muerto, y queréis dar vida á vuestro capital enemigo?

No améis al peccado, y no vivirá, mas trabajad de lo deshacer con dolor y penitencia, para que se deshaga el que heciste amándole. Sacaldo afuera para que sea juzgado y reprehendido y condenado, lo qual se haze quando lo confessamos: y de aí adelante teneldo por capital enemigo, trabajando por le contradezir, estorbándolo doquiera que pudiéredes, que no ose parecer delante vosotros; porque el amador de Dios, si tiene entrañable aborrecimiento al peccado, trabaja por lo alançar de sí y de los otros, desseando que la honra de Dios vaya siempre delante, y que en todos reinase Él, pues á todos crió y por todos murió.

Esto, muy illustre señor, he acordado á V[u]estra Señoría para cumplir con la fidelidad que le devo, y por esso le aviso se guarde deste traidor enemigo de Dios; haciéndole saber que si con Dios quiere privar, otro medio ni remedio no ay sino hazerse muy entrañable enemigo de todo peccado: y porque este aborrecimiento es dádiva de Nuestro Señor, hásele de pedir muy de coraçón, y con mucha humildad y fee, y hase de buscar con buenas obras, y ayunando y rezando, y dando limosnas, y satisfaziendo lo que devemos, porque quitemos los estorbos al Espiritusancto, mirando por la justicia de sus vassallos, sin inclinarse á una parte ni á otra; mas assí como es lugarteniente de Dios para con ellos, assí sea semejable á Dios en el tratamiento, en aparejarse á suffrir más que á ser suffrido, y no torcer por passión alguna, como Dios no tuerce. Que razón es que quien está en la silla de uno sea semejable á él, y pues en la honra tiene lugar de Nuestro Señor, téngalo en la carga, téngalo en el zelo del bien común.

Ninguno ay[a] por chico que sea que no sienta provecho y consuelo de tener tal señor, como ninguno ay en el mundo que no sienta provecho de Dios. Es el señor con el pueblo como el ánima con el cuerpo: halo de consolar, avivar, calentar, substentar, y entrañablemente amar, y sentir mucho lo que al pueblo acaesce, como siente el ánima lo que al cuerpo se haze: para que siendo semejable al Señor Jesu Cristo, que buscó el bien de los suyos, aunque con trabajo y pérdida propria, vaya á reinar con él para siempre adonde dé por bien empleados los trabajos que acá uviere passado.