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ArribaAbajoCapítulo IX

Agua de riego para el pueblo



ArribaAbajo- I -

Calor sin humedad engendra el desierto. La producción alcanza su máximo cuando la humedad está en justa proporción con el calor...

Cuando las fuerzas naturales, aire, calor, agua, estén por doquier sometidas al hombre, la humanidad será reina del mundo.


GASPARÍN.                


Campo romano. -Según Varrón, duo jugera, o sea media hectárea23, era la extensión de terreno concedido a cada ciudadano romano en los primeros tiempos de la república, y con el sólo producto de tan escasa parcela vivían él y su familia. ¿En qué consiste que hoy día labradores que poseen, no digo media, sino veinte hectáreas, tienen que emigrar a otras provincias o continentes desde el centro de la Península para no perecer de hambre? No se busque la causa en la bondad y frescura de las tierras que cultivaron los romanos y en la seca complexión de las castellanas; búsquese si se quiere en el olvido de las buenas reglas de cultivo que la necesidad enseñó e hizo poner en práctica a aquellos buenos patricios, patricios que con una misma mano trazaban los surcos, derrotaban los enemigos y gobernaban los asuntos de la república.

Los romanos, sin conocer la química, habían observado que las leguminosas alimentaban mucho más, en igual volumen, que cualquier otro fruto; y por esto les dieron la preferencia en su sencilla rotación: a no recurrir a las legumbres, las 50 áreas no hubieran bastado, ni con mucho, para cada familia. Cultivaban principalmente el trigo y las habas, y hacían entrar en el pan harina de estas últimas: sabido es que las habas pertenecen al grupo de las substancias que más materia nutritiva encierran, dosando dos veces más ázoe que la misma carne.

Los españoles que saben, o debieran saber, cuán expuesto es cultivar el trigo con exclusión de toda otra semilla, y confiar así su suerte al azar de tantos meteoros inclementes, hubieran obrado con cordura imitando en esta parte a los romanos; y tal vez así se viera contenida la emigración y el hambre en una gran parte. Sabemos de algún pueblo de la Mancha, no lejos de Aranjuez, cuyos vecinos, sin estar nada sobrados, no habían conocido hasta el año pasado el maíz ni las judías, reduciéndose toda su flora al trigo, anís, y patatas: inútil es añadir que una vez que han palpado las ventajas de su cultivo, se disponen a sembrar fanega sobre fanega.

Es preciso desengañarse: toda comarca que depende de una sola planta, está expuesta a no pocos contratiempos: un año aparecerá opulenta, y al siguiente no tendrá que comer. La Irlanda, cuya subsistencia está íntimamente ligada a la patata, se ve diezmada por el hambre siempre que se ve diezmado este tubérculo por una enfermedad particular.

Es cierto que el cultivo de las leguminosas exige en nuestros climas algunos riegos, y que no son muy frecuentes en España las tierras de regadío; ¡pero son tantos al cabo del año los días que se consumen en la inacción! Raras son las colinas en cuyas entrañas no pueda reunirse un caudal de agua, siquiera sea pequeño, minando en distintas direcciones, como hacen los catalanes. Raros son los lugares en que sea difícil construir un estanque, pantano o laguna artificial que recoja las aguas de lluvia correntía, como hacían los árabes. Raros, en fin, son los lugares en que no pueda abrirse con algún éxito uno o varios pozos, cuyo líquido se extrae fácilmente por medio de pozal, sifón, rosca, noria, bomba, tambor, cigoñal, etcétera. Nada es tan difícil como el vencer nuestra afición al dolce farniente, y si supiésemos salvar este mal paso, lo demás, incluso el agua de riego, se nos daría por añadidura. En la Mancha, por ejemplo, tan abrasada y estéril, que no presenta ni un solo árbol, ni un jardín, ni una fuente, aparece generalmente el agua a tres metros bajo el suelo.

Taladremos, pues, el suelo con pozo americano o con barrena, y si no, con pico y azada; abramos galerías en las colinas y preparemos depósitos al agua del cielo; traigamos de lejos la que discurre por los arroyos, trazándole un canal grande o pequeño, y después de todo esto, tendremos derecho para esperar fruto de las rogativas. Afición y constancia sobre todo; labrador habrá que desmayará al primer azadonazo o que abandonará la obra a medio terminar. Tenga en cuenta que, por poco que adelante cada día, hará mucho más que estándose parado. Tenga también presente que la gota de agua, por impotente que parezca, llega a horadar la roca, pero a condición de estar cayendo muchos años.

Circunscríbase primero a poco, que si después de haber principiado le pica la ambición y quiere abarcar más de lo que sus fuerzas le permitan, se quedará atascado al primer paso y obligado a dejar lo poco por la nada.

No es muy grande la cantidad de agua que exige una cosecha de judías, habas, maíz, patatas o esparceta en 12 o 20 áreas de terreno; y estas 20 áreas pueden dar en un año 500 kilogramos de habas y seis u ocho hectolitros de alforjón (que representan el alimento anual de 20 gallinas, o sea, un producto de 2.200 huevos); o cinco hectolitros de cebada y 600 kilogramos de maíz; o 2.000 kilogramos de forraje, que representan el alimento de 10 ovejas, es decir, ocho corderillos, 800 litros de leche, 17 kilogramos de lana y 300 kilogramos de rico estiércol, etcétera, etc. Estas cifras harán ver la importancia de aquellas cosechas auxiliares, llamadas a evitar graves conflictos.




ArribaAbajo- II -

En Agricultura no es la ignorancia lo que arruina, sino la pereza y la negligencia.


XENOFONTE.                



Parva propia, magna.
Magna aliena, parva.


LOPE DE VEGA.                


Campo de una hectárea. -Acabamos de ver que con un campo, de media hectárea, o poco más, vivía una familia romana, gracias a la cosecha de habas y alguna otra intermedia de menor importancia que obtenía en la barbechera.

Cuatro hectáreas de secano necesitaría otra familia que se limitara al cultivo del trigo por el sistema de año y vez; pero sería necesario que alcanzara una producción mínima de 30 hectolitros por hectárea, y que se proporcionara abonos del exterior.

Tres hectáreas de igual condición serían suficientes si se sembrara la mitad de trigo y la otra mitad de prado anual, que podría dar el necesario pasto y forraje para criar 20 o 25 ovejas. En todos estos casos se supone que las labores son ejecutadas a brazo, sin el concurso de animales de labor.

Ahora vamos a suponer un hogar compuesto de cinco personas: padre, madre y tres hijos, viviendo sobre una hectárea de regadío en buen estado de producción. Esta hectárea la dividimos en tres partes de 40, 40 y 20 áreas, respectivamente, que producirán en esta proporción:

imagen

Estas cifras no son exageradas, tratándose de un cultivo intenso, y si no se llega a ellas, es que no se remueve bastante la tierra, o que se descuida la fabricación de estiércol. Precisamente puede sostenerse indefinidamente la misma producción sin otros abonos que los de la casa, porque no se exporta casi otra cosa que hilaza; y ya sabemos que el cultivo de plantas textiles, oleaginosas y sacarinas no empobrece el suelo si se devuelven al campo donde se cultivaron los residuos de la fabricación, por la razón sencilla de que el producto útil (hilaza, aceite, azúcar) se compone únicamente de hidrocarburos que la planta toma del aire. Al año siguiente, el trigo se traslada al lugar de las patatas, habas y judías, y éstas al de aquél. La alfalfa sigue ocupando su parcela seis u ocho años. He aquí ahora una fórmula de ración alimenticia diaria para las cinco personas de la familia:

  • 1,50 kilogramos de pan.
  • 4 ídem de patatas.
  • 1,50 ídem de judías y habas.
  • 1 litro de leche.
  • 160 gramos de carne.
  • 5 huevos.

Deduciendo 365 veces esta ración de la suma de productos anteriormente consignada, restaría:

  • 5,50 hectolitros de trigo.
  • 7 ídem de alforjón.
  • 4,50 hectolitros de cebada.
  • 4 ídem de maíz.
  • 2.540 kilogramos de patatas.
  • 153 ídem de judías y habas.
  • 40 ídem de tabaco.
  • 60 ídem de hilaza.
  • 400 huevos.

Cuyo valor en venta, deducidas las semillas, es 2.300 reales, cantidad bastante para amortizar el valor de la tierra -en el supuesto de que se adquiera pagadera en anualidades- y formar un fondo de reserva. A esto puede agregarse el producto de algunos jornales invertidos fuera y el de algunas pequeñas industrias ejercidas en el seno de la familia, como la cría de cabras, conejos, abejas, gusanos de seda o cochinilla, el hilado de los vellones y del lino, que engendra un sobreprecio, etcétera, etc.




ArribaAbajo- III -

¿Se persistirá en coger en tres campos lo que puede cogerse en uno solo? ¿Y no tendrán útil aplicación los otros, dos?


OLIVÁN.                


Conclusión para la Economía agraria.- Líbrenos Dios de desear que toda la Península se viese dividida en parcelas de 100 áreas, con una familia en cada una; el remedio sería cien veces peor que la enfermedad. Pero hemos querido demostrar que con una parcela de tierra de fanega y media castellana puede vivir una familia de cinco personas; con lo cual aparece de manifiesto la importancia de las legumbres, y cuanto interesa a cada agricultor procurarse un pedazo de terreno regable y mantenerlo en producción intensa.

La codicia rompe el saco, y el que mucho abarca poco aprieta. ¡Cuántos y cuántos labradores, lejos de tener que emigrar, vivirían desahogadamente si vendieran o regalaran la mitad y tal vez las tres cuartas partes de sus campos, para convertir sus fuerzas y cuidados a las pocas hectáreas restantes! El labrador, que allá en la primavera se recrea contemplando el verdor de sus inmensas posesiones, sin considerar que está por ellas esclavizado, sin recordar que en treinta años de penosa carrera no ha economizado siquiera mil reales, ese labrador, preciso es decirlo, carece no ya de discurso, pero hasta de sentido24.

Una familia con dos mil duros de capital, operando sobre doce hectáreas de terreno, ganará 1.500 reales; operando con el mismo capital sobre tres hectáreas el producto se elevará a 3.000 reales. Y es que el que abarca mucho ahonda poco, y el que no ahonda, por milagro cogerá una cosecha cada cinco años.

Una ley de economía rural reconocida por todos dice que «doblar la profundidad del suelo es casi siempre preferible a doblar su extensión». Añadid a esto que «suministrar riego a ese mismo suelo es preferible siempre a cuadruplicar su área», y tendréis en resumen un código rural que podréis llamar Arte de hacerse rico.

Por mucho que se escriba y dispute en materia de Agricultura, no se dará a los agricultores españoles consejos generales más fecundos que éstos: 1.º Tómese la mitad de las tierras que se posean, e inviértase en labores y abonos el valor de la otra mitad. 2.º Hecho esto, dedúzcase todavía la mitad de dicha mitad, e inviértase en alumbramientos de agua el valor de la mitad restante.

Sed más fuertes que la tierra, decía Catón, si queréis ser su dueño y no su esclavo. ¿Son más fuertes que la tierra la mayor parte de los labradores españoles? No, ni más fuertes ni tan fuertes, que para esto sería necesario quitar fuerzas al enemigo, es decir, extensión a los cultivos. Si no sabéis vencer, decía Régulo a los cartagineses, sabed al menos someteros al vencedor. Aquí la cuestión capital no es hacerse rico, sino conjurar el hambre: si no se poseen suficientes capitales y conocimientos bastantes para hacer de la atmósfera un venero de riqueza, depóngase al menos la vanidad, que a la postre no produce nada bueno, y sépase reducir cada cual a su propia esfera. Ponga todos sus cuidados y anhelo en un trozo de terreno que asegure el sustento de su familia y un excedente de reserva para ponerse a cubierto de eventualidades. La tierra es como los hijos y como cualquier otra cosa: bien tratada, bien manejada, sostiene y engrandece la vida; puesta en manos inexpertas, indolentes o faltas de inervación, engendra la escasez y da la muerte.

El trabajo no es estéril sino cuando se quiebra por estirarlo demasiado: dos jugera sostenían ayer una familia; ¡y cuarenta la obligarán hoy a pedir limosna!