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Diego Martínez Torrón

Presentación del portal dedicado a Diego Martínez Torrón

Por José María Merino
Miembro de la Real Academia Española

Diego Martínez Torrón, 1977. Fotografía de Ouka Leele

Lo que sorprende muy gratamente en la obra de Diego Martínez Torrón, desde la perspectiva de los campos en que la desarrolla, aparte de su abundancia y de la variedad y riqueza de matices que presenta, es el modo de profundizar en las diferentes temáticas.

Catedrático universitario, especialista en Literatura Española Contemporánea, su experiencia personal lo ha relacionado con espacios de otras lenguas y culturas, lo que es evidente que ha ampliado de modo extraordinario sus criterios estéticos y ha enriquecido su condición de escritor. Me atrevo a calificarlo de humanista polifacético, que investiga con maestría en muchos espacios y tiempos del mundo literario, pero que desarrolla también su propia obra de creación, tanto en el campo de la poesía como de la narrativa breve y la novela.

El panorama de estudio e investigación se diversifica en distintos aspectos que se han ido manifestando, a lo largo del tiempo, en publicaciones que abarcan tanto el libro -40 en que ha venido publicando sus indagaciones y teorías, o que resultan ediciones comentadas de obras importantes- como el artículo o la participación en numerosos congresos -más de un centenar de ensayos-.

Ordenaré la temática desde una mirada histórica. Comenzaríamos con Cervantes y su mundo -el propio Martínez Torrón es autor de una edición reciente de El Quijote (2020)-; la locura y el amor quijotescos; el cervantismo en varias miradas -hasta en el mundo anglosajón-; la obra de varios estudiosos cervantinos, como Diego Clemencín; el Persiles... Pero también Quevedo -incluso a través textos inéditos-, Calderón de la Barca, Francisco Delicado, Luis de Góngora… han merecido su interés y meticulosa investigación, así como el Romanticismo español, ciertos aspectos de la generación del 98 y determinados autores del siglo XX.

En el Romanticismo han ocupado un espacio importante de su atención el Duque de Rivas, cuya obra ha recuperado nuestro autor, muy especialmente en la materia teatral, pero hay que resaltar también su aprecio por José de Espronceda y otros, hasta el punto de que ha recopilado textos inéditos -misivas y poemas- de Manuel José Quintana, Alberto Rodríguez de Lista, Juan Nicasio Gallego y José Musso Pérez-Valiente, y se ha ocupado de investigar el romanticismo en el mundo liberal y su actitud ante la descolonización americana, pero no ha olvidado a poetas como Gertrudis Gómez de Avellaneda, Carolina Coronado o Rosalía de Castro, con un grupo nutrido de mujeres escritoras… lo que no impide que haya escrito sobre otros autores del siglo XIX, como José Zorrilla, Mariano José de Larra, Leopoldo Alas Clarín o Rubén Darío.

La «generación del 98» -lo digo consciente de los debates en el tema por la presencia del modernismo- estaría representada por Ramón María del Valle-Inclán y José Martínez Ruiz Azorín, que han merecido especial atención por parte de nuestro estudioso. De Valle Inclán ha recuperado también textos inéditos, incluso algunos que completarían El ruedo ibérico, y de Azorín ha estudiado varias perspectivas, como ciertos elementos franceses en su disposición literaria o su relación con Cervantes, sin olvidar el pensamiento político ni las influencias impresionistas y surrealistas del escritor analizado.

Entre los poetas que podríamos considerar del siglo XX estarían muchos, de varias épocas. Citaré en primer lugar a Juan Ramón Jiménez, varios de cuyos libros reeditó, pero recordaré también a Rafael Alberti, a León Felipe, a Dámaso Alonso, a Jorge Guillén, a Pedro Salinas. Y ampliarían el mundo extenso y que manifiesta los estímulos intelectuales e investigadores de Diego Martínez Torrón, la obra sobre el escritor mexicano Octavio Paz -hay que señalar que nuestro autor fue el primer estudioso español que se interesó por él- y sobre José Bergamín, Álvaro Cunqueiro, Carlos Edmundo de Ory, Juan Benet, Miguel Delibes, Pere Gimferrer, Jaime Siles y Luis Alberto de Cuenca, por lo menos, pues en diversos trabajos suyos figuran también Rainer María Rilke, Ramón Gómez de la Serna, Vicente Aleixandre, Vicente Gaos, Gonzalo Torrente Ballester o Carmen Martín Gaite

Mas si su obra como lector refinado y crítico certero no fuese suficiente, Diego Martínez Torrón redondea su inmersión en el mundo literario con un excelente panorama creativo personal, practicando con sabiduría, como señalé, la poesía y la narrativa.

En cuanto a la poesía, es autor de siete libros de poemas, incorporados a lo largo de los años en dos ocasiones a textos de «poesía completa», Al amor de Ella, y de una antología, Matices, publicada en 2016, y que reúne textos de toda su obra poética. Como prologuista que fui de tal libro, yo señalé que en dicha antología se recorren prácticamente territorios como el del poema amoroso, la referencia a la escritura y a la conciencia, el recuerdo de la música en los nombres de Haydn, Mozart, Victoria, Guerrero, Morales, Haendel, Sibelius, Dvorak, Beethoven y Brahms; la reflexión existencialista...

También recordé cómo la muerte de su esposa significó para Diego Martínez Torrón el fin de su vida de poeta, aunque todavía le habría de dedicar un libro, Llorar por Ella (Poemas de amor y muerte), que se compone de tres partes y 82 poemas, de los que se recogen 44 en la antología, añadiendo uno inédito. El libro original viene precedido de un «Breve proemio» del autor, en el que reconoce ir cerrando círculos, imágenes y símbolos, afirma que he perdido mi musa, y por tanto mi inspiración, y manifiesta querer cerrar con este poemario el ciclo completo de mis versos, con un último homenaje al amor vivido…

En este último poemario están presentes todos los temas del autor, aunque tratados acaso con especial intensidad y esfuerzo de estilización: el amor, visto ahora desde la pérdida, con el consecuente dolor; la visión de la efímera existencia; la naturaleza perdurable; la inmersión y disolución en el cosmos, pero también están presentes la música, y la idea del «otro yo», y el amor a las hijas, y el sentido palpitante de la cultura.

«Éxito», 2013

Se trata de una poesía en la que lírica y vida se concilian plenamente, enlazadas a lo largo del tiempo mediante un instrumento, el artificio verbal, que responde de manera convincente a los sentimientos y pensamientos expresados. Amor, y Poesía, y Muerte, acaban conformando una misteriosa y sugerente trama poética que descifra la realidad, para darle sentido. No se puede pedir más, digo en mi prólogo.

En cuanto a la narrativa, Diego Martínez Torrón es autor de dos libros de relatos y microrrelatos -Los sueños del búho y Los dioses de la noche- y de una novela -Éxito- que en 2016 fueron reunidos con el título El signo infinito.

«El signo infinito. Relatos completos (1998-2016)», 2017.

En los cuentos se manifiesta un mundo onírico -la extrañeza de una realidad que parece soñada- y fantástico, con lugares y peligros de la memoria en diversas ciudades del mundo… y espacios paralelos o alternativos, así como el doble, el «otro» como fantasma, el rayo destruyendo la intimidad con la naturaleza, la metamorfosis, la alucinación, con la droga, el tiempo, la seducción… y cambios de registro expresivo manifestados desde diversos puntos de vista. Hay en ellos una atmósfera de homenaje al romanticismo, muy lograda en historias de amor, con lo legendario, la erudición, la capacidad de evocación poética, la imposibilidad de despertar...

En cuanto a la novela, -yo la califiqué como «novela de ideas»-, su trama, compuesta en su mayor parte por medio de cartas en que se alternan precisamente diversos puntos de vista en la escritura colectiva de una novela, está marcada por una escritura atractiva y una sorprendente y bien lograda vuelta de tuerca metaliteraria.

Como prologuista que también fui de ella, recordaré las significativas opiniones de dos personajes. Uno cree que La idea de la literatura se corresponde con una actitud de valoración del mundo clásico, de contenidos que vayan más allá del mero entretenimiento, es decir, de instrumento para conocer mejor la realidad que nos rodea y a nosotros mismos. (…) Siempre he abominado del concepto de literatura como mero artificio construido de palabras, porque ello aboca a una concepción anodina, banal, incluso poco humana de la obra literaria. El escritor que solo escribe palabras se convierte en una especie de oficinista al que está vedada la existencia de la belleza.

Frente a esa opinión de tal personaje, está la característica de quien escribe best-sellers: Quizás a la hora de la verdad ni siquiera tenga relevancia que la obra de arte sea hermosa, sino el simple hecho de que comunique, que conecte con el auditorio, y que eso se transforme en éxito, y por tanto en dinero... Es lo que en definitiva buscamos los artistas del siglo XXI, enredados en un arte de masas y para masas.

Hay muchas opiniones más, pero creo que estas dos pueden sugerir bien el artefacto literario mezcla de pensamientos, cuentos, descripciones y reflexiones que comporta la magnífica novela.

En definitiva, también en su obra como creador narrativo, Diego Martínez Torrón busca enaltecer lo mejor de esa ficción, ajena o propia, que compone, sin duda, la sustancia más profunda y característica de ese «pensamiento simbólico» que caracteriza a nuestra especie.

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